Interior Casilleros

Tan siquiera no estaba lloviendo, pero este clima, el del viernes, no ayudaba en lo absoluto. De alguna manera me presionaba el pecho, me apagaba y como todo el mundo tenía que seguir con esa suerte de sombra encima. No era nada del otro mundo, para nada, así que la mención solo se hizo y seguimos como si nada. Además, me alegraba mucho tener la oportunidad de presentar a Laila ahora que había vuelto, eso no era mentira.

—Jez tiene esa facilidad, sí —contestó Laila a lo del carácter de Adara y mantuvo la sonrisa en el rostro—. También espero que nos llevemos bien.

No dudaba que fuese posible, en cierta forma Laila era parecida a mí. Era paciente y dulce, aunque más nerviosa con ciertas cosas, así que no debería costarle mucho llevarse con Adara.

—¿Vas subiendo, Ada, o tienes algo más que hacer? —pregunté entonces, pues para subir juntas si podíamos y si no, no pasaba nada.

 

Tal y como supuse, Maze confirmó no ser un fan de los días grises, y la afirmación logró sacarme una leve sonrisa orgullosa por ello. El chico siguió hablando después, añadiendo una especie de burla a su respuesta, y no tuve mucho reparo en acoplarme a su risa cuando terminó de hablar; me encogí de hombros, también, dando a entender que no me molestaba que reconsiderase su opinión sobre el tiempo gracias a mi experiencia.

Mientras hablábamos, un par de cosas sucedieron a nuestro alrededor, pero yo realmente solo le presté atención a una de ellas. Me di cuenta de la presencia de Sasha unos segundos antes de que la misma se acercara, pero procuré no demostrar demasiado al respecto por si pretendía darnos alguna especie de sorpresa. Efectivamente, la chica se paró a nuestro lado, pegándole un post-it a Maze en la mejilla, y dado que yo no tenía nada que ver con eso, simplemente le devolví el saludo que también nos había dedicado.

No fue hasta que la pelirroja nos señaló la escena que me di cuenta de lo que había pasado, habiéndome hecho girar la cabeza para saber a qué se refería y sacando las conclusiones necesarias sin demasiado problema. Maze dijo que no tenía nada de sobra y yo, aprovechando que seguíamos rodeando mi casillero, rebusqué en el mismo hasta encontrar la camisa extra que había decidido guardar ahí desde el primer día. Saqué la prenda, doblada con cuidado entre mis manos, y miré a mis acompañantes con una sonrisa victoriosa.

—¿Alguno conoce al chico o algo? Digo porque quizás sea un poco intimidante ir en comitiva a descamisarlo, si no es el caso...

Kashya y yo hicimos nuestros respectivos cambios de zapato a nuestro ritmo y, en mi caso, sin preocuparme demasiado por lo que estuviera sucediendo a nuestro alrededor. El casillero de Kashya quedaba algo apartado del mundo, pero ella siempre acababa mucho más rápido que yo y venía a esperarme, algo que no había sucedido de manera diferente aquella mañana; estábamos en eso cuando ambas notamos la tercera presencia que se acercó a nuestra posición.

—No, para nada —contesté a su pregunta inicial, negando con la cabeza mientras le sonreía con amabilidad—. Yo soy Emily Hodges, y ella es mi amiga Kashya Thornton —nos presenté con el mismo tono de voz suave que había usado hasta el momento, considerando que era lo adecuado al haberse ella presentado primero.

Su cara no me sonaba demasiado, así que bien podía ser una alumna nueva o alguien que no pertenecía a segundo; se veía algo mayor, también, así que no me quedó más remedio que asumir que la segunda opción. No me dieron las neuronas para procesar que esta chica era la misma que había visto junto a Kohaku el viernes, especialmente teniendo en cuenta el estado en el que ya me encontraba cuando me comí es escena, y quizás eso fuese lo mejor para todos en aquel momento.

>>¿Necesitas ayuda con algo, senpai? ¿O quizás esperabas a alguien?

 

Vaya uno a saber por qué motivo asumí que Maze esperaría a que me fuera para husmear el papelito, pero los planes se me fueron por la tangente y tuve que disimular el pinchazo de nervios que me cayó encima al tenerlo justo frente a mí recibiendo mi respuesta. No era ninguna ciencia, sólo le estaba aceptando una tontería, pero bueno. De por sí todo el asunto de bailar me generaba algo de inseguridad, y más luego de haberlo visto a él tan desenvuelto.

El pobre de Ikari me sirvió de excusa para cambiar el tema. Maze dijo que no tenía nada, pero Kenneth giró el cuerpo y rebuscó en su casillero hasta dar con una camisa limpia. Sonreí de oreja a oreja, muy contenta, y asentí varias veces ante el gesto victorioso del chico como si pretendiera felicitarlo ¿por tener ropa de repuesto? Bueno, era una medida preventiva, desde luego.

—I actually do... —murmuré, quitando la prenda de manos de Kenneth con delicadeza, y medio giré el cuerpo—. Eh, Rowie!

Habiendo llamado su atención, le lancé la camisa y levanté el pulgar muy sonriente, señalando luego a Kenneth para indicarle al benefactor del día. El resto podían arreglarlo entre ellos, suponía.

—Gracias, cariño —le dije a Kenneth con suavidad y comencé a retroceder, irguiendome muy, muy bien para hacer el saludo militar—. Misión cumplida, hora de la retirada. ¡Descansen, soldados!

Y al último instante relajé el semblante, saludándolos con la mano y desapareciendo por el pasillo.

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my job here is done *c desvanece*

 

Me dio un poco de lástima que de la nada el pobre redhead del café tuviera tantos ojos encima, pero a él no parecía interesarle mucho más que saber que la chica no se hubiese hecho daño. Eso a parte, yo no tenía nada de cambio, pero noté que con la pregunta Kenny se ponía a buscar en su casillero y lo miré esperando que sucediera el milagro, que de hecho sí ocurrió.

El muchacho sacó una camisa extra y yo abrí los ojos, relativamente sorprendido con ese nivel de prudencia al tener una camisa de cambio. Él nos miró con una sonrisa victoriosa, a mí me dio algo de risa y negué con la cabeza cuando preguntó si lo conocía, porque llevaba razón en que llegar los tres a descamisarlo no solo sería intimidante, también raro. Igual Sasha si lo conocía y fue ella la que llamó la atención del muchacho, que giró el rostro apenas escuchó su voz y atajó la prenda.

Le dedicó una sonrisa de agradecimiento a Sasha primero, a Kenneth después y regresó la atención a lo que le concernía. Ella, por su parte, le agradeció a él y comenzó a retroceder, irguiéndose para hacer un saludo militar y toda la cosa. La estupidez me hizo reír, la despedí con un movimiento de mano y antes de regresar la atención al chico saqué el móvil, le zafé el estuche un momento y metí allí el post-it.

—¿Subes? —Le pregunté a Kenneth mientras hacía eso—. ¿Qué tal va todo por cierto?

Había chocado con pared al pretender acercarme a Cayden el viernes, tenía una facilidad estúpida para dejar a cualquier fuera de su espacio si era eso lo que quería y comenzaba a darme cuenta, a entender lo que me habían dicho las gemelas. Si algo lo estaba molestando, preocupando o lo que fuese era claro que no iba a hablar conmigo, si al final del día no era más que la chica que le había pedido un Uber para que volviera a casa luego de que lo dejaran sin nada.

Igual durante el fin de semana seguí dándole vueltas a la cuestión y acabé renunciando, porque no tenía caso seguir sofocándome con eso si no estaba en mis posibilidades hacer algo al respecto. Me fui a casa, por la noche le conté a mis padres que había tenido un día muy bonito y también a las chicas. No era mentira, ignorando algunas cosas aquí y allá.

Cuando estaba por entrar a la escuela noté que Sonnen también lo hacía, lo miré y él me observó con una cuota de desinterés bastante importante. Parecía más descansado, sí, pero nada más; llevaba una chaqueta negra encima que parecía bastante pesada, supuse que el frío se lo estaba comiendo vivo. Dudé bastante, pero acabé acercándome porque era mi compañero de clase y le di los buenos días, ante lo que él suspiró con hastío pero me contestó.

Ante esa reacción opté por guardar silencio, pero seguimos hasta el edificio más o menos al mismo paso y nos metimos a la fila de tercero. Reconocí a Mattsson con una muchacha de cabello blanco, pero opté por no interrumpirlos hasta que al pasar a su lado algo hizo que Sonnen volcara toda su atención en el muchacho de segundo.

—¿Hubby? —repitió casi encima de él en un tono tan monótono que no hubo manera de saber si lo preguntó por molestar, por genuina curiosidad o porque a secas le sonó raro.

Como parecía que el señor aquí presente tenía menos habilidades sociales que un alga e incluso si las tenía no parecía capaz de usarlas ahora mismo, regresé sobre el paso que había dado y saludé a ambos. Hice una reverencia, me salió un poco rígida, pero supuse que cumplía al propósito.

—Buenos días —dije para ambos—, perdonen la interrupción.

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por motivos de mi quilombo guion Cay se pierde de este evento tan importante, pero no pude evitarlo (? lamento tener secuestrada a media academia diosito

 

Prácticamente al instante de despachar a Ko hacia la azotea me di cuenta que no llevaba encima el libro que había venido leyendo en el tren. Me detuve en medio del pasillo de repente, parpadeé, palpé los bolsillos de mi falda y arrugué el ceño, confundida. ¿Dónde se suponía que...? Me daba mucha, muchísima pereza buscarlo, pero si con algo sentía responsabilidad afectiva era mi biblioteca. Además, mientras más tiempo pasara, más bajarían las probabilidades de encontrarlo. ¿Eso decía la ciencia? ¿Me lo estaba inventando? Ni yo estaba segura.

Suspiré, pues, y volví sobre mis pasos. Fui mirando las escaleras, husmeé apenas los pasillos de los otros pisos y acabé de regreso en los casilleros. La opción fuerte, predecible y alegre era el interior de mi locker, y fue a lo que aposté tras ver el gentío que había allí.

—Found ye —murmuré, contenta, al haber resuelto el misterio.

Lo tomé, pues, y tras cerrar el casillero miré un poco alrededor. Noté a Hubert con una chica albina y pensé en saludarlo, pero recibieron visitas en ese momento y la idea dejó de apetecerme. En el mismo paneo reconocí, también, al chico nuevo de nuestra clase, y recordé que el viernes había caído en la segunda selección de víctimas para el evento de baile. Estaba bostezando y todo, pobre criatura, pero no influyó en mi decisión totalmente espontánea.

—Primer día y ya te pusieron a bailar frente a media escuela —murmuré, deteniéndome a su lado tras haber recortado la poca distancia que me separaba de su posición, y le concedí una sonrisa tranquila—. Si lo piensas así suena a un rito de iniciación, ¿no?

A medio camino pensé que el muchacho probablemente no me ubicara aún, con el bombardeo de información que implicaba transferirse de escuela, y ladeé apenas la cabeza al agregar:

—Morgan O'Connor, por cierto. Vamos a la misma clase.

 

El muchacho me recibió con liviandad, permanecí en sus ojos y si acaso me distraje momentáneamente con el mechón rojizo que enmarcaba su rostro. Su respuesta conservó el dramatismo impuesto y mantuvo mi pequeña sonrisa en su lugar. Siendo honesta no recordaba haber reparado en su baile ni un segundo, había mucha gente y de por sí había mantenido mi atención en Bergren, pero por cómo lo planteó me dio la impresión que no se tenía en alta estima. Artísticamente hablando, claro.

A mi presentación le siguió la suya, detalle que me ayudó a recordar bien su nombre, y el apodo espontáneo tuvo su gracia. A lo de los autógrafos solté un profundo suspiro y bajé la vista a mi libro.

—Oh, no, y yo que planeaba pedirte uno justo ahora... —me lamenté, hojeándolo.

En el recorrido visual noté su lata de energizante y podría haber fingido demencia, pero no vi razones para hacerlo.

—¿Mala noche? —indagué al volver a sus ojos, con la liviandad suficiente para no atribuirle nada de peso a la cuestión.

 

Deslicé la mirada a la lata cuando él la agitó, luego regresé a sus ojos y pensé que estaba dándome una respuesta más honesta de lo que había estimado; al menos en apariencia, claro. No le veía lo malo, quizá me hubiera acostumbrado a las personas más bien evasivas.

—Es el karma por negarme el autógrafo —bromeé en voz baja, y pronto cambié el tono para hablar más en serio—. Si eliges creer, puedo recomendarte un par de... insumos para dormir mejor. Pero eso, primero tienes que entregarme tu fe.

Al menos conmigo parecían haber sido útiles en aquella época, digamos... complicada. ¿Cómo era? Todo lo que necesitáramos se podía encontrar en la naturaleza, era cuestión de saber buscar. En cualquier caso, también había mencionado que se había ausentado algunas semanas de la escuela, pero ya no vi prudente husmear tanto. El chico no parecía tener problema pero aún así. Reparó entonces en mi libro y mi sonrisa adquirió algo de suavidad. Bajé la vista y repasé la portada con el pulgar antes de mostrárselo, agitándolo como había hecho antes con la lata.

—A breath of snow and ashes. Es el sexto libro de la saga Outlander. Quizá la ubiques, se volvió más popular ahora que le están haciendo una serie. —Relajé el brazo y, sin elevar la voz, entoné brevemente las primeras líneas de la canción introductoria—. Sing me a song of a lass that is gone. Say, could that lass be I?

Sonreí, divertida, y agregué:

—Aunque, por tu bien, te recomiendo decirme que no la conoces.

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edit: hasta recién me regó la neurona para agregar el link a la canción que menciono, al menos para que quede la referencia JAJAJA

 

La pregunta de la chica después de las presentaciones fue... bueno, desgraciadamente un poco inoportuna; que mencionase a Kohaku y Anna me pilló un poco desprevenida, lo que tuvo que verse reflejado en mi rostro al levantar levemente las cejas, y que siguiese hablando del chico después no ayudó demasiado con nada. Quizás en otro momento hubiese reaccionado diferente, quizás me hubiese agradado saber que Ko me tenía de alguna manera presente al hablar con otras personas, pero en ese momento lo único que realmente pude hacer fue pretender evitar que todo lo del viernes no me viniese de nuevo encima. Apreté ligeramente los labios, antes de forzarme a sacar una sonrisa al asentir con la cabeza, e hice un esfuerzo consciente por centrarme en el resto de la conversación.

—Subimos.

Fue Kashya la que acabó por responderle, intervención que agradecí enormemente, y aproveché aquel momento para obligarme a tranquilizarme, pues lo último que quería era echarle cualquiera de mis problemas encima a esta pobre chica que, si tenía ser completamente honesta, no tenía nada que ver; no era su culpa el cómo yo me pudiese sentir al respecto de nada, al fin y al cabo.

—¿Tienes amigas en segundo entonces, senpai? —pregunté, buscando esa misma normalidad que había ya había mencionado—. ¿Cómo se llaman? Quizás conozcamos a alguna.

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te las puedes ir arrastrando, quemcita <3

 

Me había pasado el fin de semana durmiendo doce horas por día, en una mezcla de agotamiento absoluto y shut down que no creía haber sentido antes. Incluso si la cabeza no me dejaba de dar vueltas, el cuerpo literalmente me había mandado a dormir porque no había manera de que siguiera funcionando a base de tres horas de sueño mal logradas, tabaco y malos intentos de comida a lo largo del día.

Papá me había reñido por la peste a tabaco el sábado, como tantas otras veces desde que había caído, así que traté de conservar algo de decencia y durante el fin de semana no toqué la cajetilla, pero ya para el lunes me iba a dar algo. Al llegar a la academia me quedé fuera, fumé un cigarro y cuando estaba entrando al patio fue que topé con Rockefeller, que debía ser tonta o algo para acercarse.

Igual no podía ser tan insufrible, así que cuando me dio los buenos días le contesté, pero no más y si seguimos hacia los casilleros en relativa sincronía era porque íbamos al mismo paso, nada más. Eso mismo fue lo que hizo que cuando yo rebotara el diminutivo que había escuchado a la pasada ella se metiera a disculpar la interrupción, cosa que a mí me daba más bien igual.

La albina, que no tardé en reconocer como la famosa Verónica de la que había hablado Jez hace días (ya no sabía cuántos), le contestó a Rockefeller que no habíamos interrumpido y Hubert se sumó al saludo. Le contesté en el mismo tono, porque ni modo, y la pregunta de la albina hizo que dejara los ojos puestos en él suponiendo que nos presentaría, pues porque así era.

Hombre, esto de Hubby era para mearse de risa.

—Muchas gracias, Maxwell-san —atajó la rubia junto a una sonrisa.

Todos teníamos nombres extranjeros, así que esto de los sufijos sonaba fuera de lugar, pero la mocosa era educada y nadie iba a forzarla a lo contrario. Hasta ahora lo había olvidado, pero esta chica era la que estaba con Cayden y Hubert el otro día, de ahí era que la conocía Mattsson.

Cuando me presentó a mí como Altan a secas, sonrisa incluida, Verónica asintió, mirándome, y soltó una risa. Soltó tan pancha que por fin nos conocíamos en persona, así que supuse que Jez le había hablado de mí, algo que no era del todo sorprendente aunque sí que tenía un mal timing toda la cosa. Igual era culpa mía por venir a meterme aquí, así que nada que hacerle.

—Verónica es amiga de Jezebel, una amiga mía —expliqué al notar el desconcierto de Mattsson, para que no pensara que la muchachita era una acosadora o algo y regresé la atención a la albina—. Jezzie me contó de ti. Es bueno conocerte también.

Acababa de alcanzar el vaso a la muchacha cuando reconocí la voz de Sasha llamándome y casi me parto el cuello por voltear a verla, estaba con otro pelirrojo y un muchacho cabello grisáceo; me llamó la atención para arrojarme una camisa y luego señaló a uno de los muchachos como mi héroe sin capa. Les agradecí a ambos con una sonrisa, ya más tranquilo al saber que podría cambiarme.

—Parece que sí —respondí a lo de la rescatista.

Le eché un vistazo a la camisa entre mis manos, pero regresé los ojos a ellas cuando se presentó y negué con la cabeza para quitarle importancia a lo del accidente. Habían cosas peores, suponía, no dejaba de ser una putada pero se podía solucionar y eso era lo único importante. Igual cuando preguntó lo de Rowie se me escapó una risa.

—Así me dice mi querida rescatista —contesté sin mayor problema—. Me llamo Rowan. Es un placer conocerte, Génesis, aunque haya sido un poco accidentado. ¿Quieres ir subiendo? Me puedo cambiar en los baños de arriba. ¿Vas a tercero?

 

Solté el aire en una risa nasal de nada al oírlo destacar la evidente realidad de que era una perfecta desconocida ofreciéndole menjunjes para dormir mejor. Por un lado no le veía lo malo, era una recomendación inofensiva, y por el otro llegaba a comprender el hipotético reparo que causara. La gente, en líneas generales, tendía a ser desconfiada y había una tendencia bastante triste, bastante tonta, por confiar en una pastilla de polvo comprimido en un laboratorio antes que aquello que había sido capaz de servir a la humanidad por milenios. Los problemas cambiaban y soluciones más eficientes arribaban, lo entendía, pero en la vorágine del cemento y las ocho horas laborales diarias se perdían de vista cosas importantes.

Mi repentino título de doctora me ensanchó la sonrisa y pestañeé con cierta lentitud, a gusto con la tontería. Me incliné unos pocos centímetros, pues, y lo observé con mayor detalle. En parte para mantener la broma, en parte para definirme. Había varias opciones para lidiar con el insomnio. Valeriana, tila, manzanilla, hierbaluisa, flores de amapola, pero decidí basarme en la propia experiencia.

—Pasionaria —resolví, regresando a mi posición—. Es una planta que da unas flores violetas bastante curiosas. Posee efectos sedantes, ansiolíticos, analgésicos, somníferos, y... creo que algo más, no recuerdo ahora. Un té de pasionaria antes de dormir cada noche y palmarás como un bebé. Un amigo cultiva y suele vender, si te interesa.

Igual y en el fondo era una mujer de negocios. Ko tenía la tierra fértil y la paciencia, y yo había traído una buena cantidad de conocimiento heredado. Con el paso del tiempo habíamos acabado sembrando, cosechando y disecando un montón de hierbas y flores diferentes. Eso y la música eran nuestros puntos de conexión más fuertes, suponía.

Una chispa de sorpresa genuina atravesó mi semblante cuando dijo ubicar la serie y haber visto la primera temporada. En líneas generales estaba mucho más asociada a un público femenino, lo cual, sospeché, se enlazaba al pequeño detalle de que había sido obligado a verla. Quizá me equivocara, quizá no. Según mi perspectiva, el elemento de ciencia ficción era un mero vehículo para construir la historia que Gabaldon realmente quería contar, pero que fuera la puntualización estrella del chico me hizo una idea de sus preferencias.

—Quien te haya obligado, esa persona ya me cae bien —bromeé, y lo rodeé en un movimiento suave para abandonar los casilleros; me detuve, sin embargo, y giré el rostro hacia él—. ¿Qué tipo de historias prefieres?

Suponía que debía valer como invitación tácita para subir juntos, tampoco había reparado en el detalle de dejarle la posibilidad de irse solo. No eran cosas por las cuales me preocupara.