Su sonrisa se mantuvo inmutable mientras sentía la fría mirada del lobo analizándola, desde unos cuantos centímetros de distancia. Si de algo le había servido su tiempo juntándose con basura era haber aprendido a no intimidarse por esa clase de actitudes. Cuanto menos, se quitaba de adentro una máscara de vanidad y mantenía la barbilla en alto, como si titubear o apartar la mirada implicara una derrota. La reacción del tipo fue claramente desdeñosa y Anna soltó el aire por la nariz cuando su sonrisa se ensanchó, mientras seguía su silueta con la mirada a medida que se alejaba. ¿Tanuki? Ingenioso, pero no nuevo. —No imaginé encontrarme a alguien como tú tan lejos —exclamó, y una risa suave vibró fuera de su pecho mientras jugueteaba con la paleta en su mano—. Un placer conocerte, Usui~ Al girarse notó que Sonnen se había detenido en el nacimiento de la escalera y dijo algo justo cuando Hiroki pasaba a su lado. Lo dejó ir, decidió no seguir presionando y fue donde Altan. —¿Kurosawa? —encuestó, en voz baja, viendo al moreno de reojo antes de empezar a caminar nuevamente hacia arriba. Su expresión aún conservaba la diversión de recién, esa nacida del puro interés que le generaba haber ido a parar en la misma escuela que el lobo de Shibuya. Los chicos se caerían de culo cuando se los contara, seguro estaba. Además, ¿qué hacía allí, tan lejos del barrio? ¿Quizá... tuvieran algo en común? Ah, la noche se había puesto muy interesante.
En otras condiciones le habría soltado un par de cosas a Hiradaira, pero lo dejó estar, era indiferente no un idiota emocional. La chiquilla se había disculpado y le había dado una paleta, cualquier cosa que hiciera que significara un retroceso en eso era, por demás, una grosería innecesaria. De esas que Jez no aceptaba. La albina había guardado silencio también, incluso si deseaba decirle a Altan que se comportara, no parecía la mejor de sus ideas en aquel momento. Se limitó a avanzar con ellos cuando retomaron el camino y entonces muchacho respondió a la pregunta de Anna. —Kurosawa Shiori. —Se pasó la lengua por las muelas, buscando deshacer los restos de la paleta de cereza—. Va en tu año. Cabello negro, largo, mecha azul. —Pasa mucho tiempo con Usui-kun, ¿no? —añadió Jez. Más del que podrías creer, cielo. —Exactamente —confirmó a la vez que sacaba una cajetilla recién comprada del bolsillo de sus pantalones—. Como sea, dejemos de dilatar esto, señoritas. No creo que llegue nadie más después del perrito. Contenido oculto ahí fue el puto insoportable (? cuando quieras posteas tú en la azotea bby. Yo voy a postear ahora con Kat nomás
Ingresó con calma a la zona de los casilleros. Sakura Gakkuen, ¿eh? No era una mala elección, definitivamente, aunque quedara más lejos que la mierda. Bueno, igual y había sido su decisión así que sólo vería de sacar cosas positivas. —Recuérdame qué hacemos aquí —dijo Kohaku, llegando a su lado, con cara de querer llorar. Morgan miró de reojo al muchacho con todo el cabello teñido de azul, las perforaciones, el dulce en la boca, el uniforme desalineado, y sonrió. Era un amor de persona pero también un auténtico desastre. Curiosa combinación. Le dio una palmadita en la espalda tras recibir sus ojos ambarinos con aquella extraña condición en sus pupilas y lo empujó hacia adelante. —Venir a clases —respondió sin más. El muchacho soltó una risa suave y se encogió de hombros, yendo donde los casilleros de tercero para buscar el suyo. Morgan lo siguió de cerca, observando sus alrededores y el resto de alumnos con discreción. No esperaba nada en concreto, sólo era su estilo observar y analizarlo todo. —Gracias, Mor, acabas de iluminarme. —Siempre es un placer. —Oye, ¿crees que me echen mucho la bronca por todo esto? Se refería a sus pintas, era obvio. Morgan no tenía nada que preocuparse, ella vestía el uniforme en condiciones y nada en su aspecto se desviaba del estándar; el cabello negro, corto y lacio, la piel pálida y los ojos púrpuras. Sin aretes, sin pulseras, sin tatuajes. ¿Cómo habían acabado siendo mejores amigos, otra vez? —El código de vestimenta no mencionaba nada en contra, aunque me cuesta creer que la directora de cualquier institución esté encantada con las cabezas arcoiris de sus estudiantes, así que... Compartieron una sonrisa cómplice antes de decir, al mismo tiempo: —Vacío legal~ Kohaku se carcajeó con suavidad y fue guardando sus zapatos. Morgan seguía en la búsqueda cuando el muchacho golpeteó el dedo sobre un casillero de los de arriba. —Ah, gracias. —Siempre es un placer~ Morgan ya había hecho el intercambio cuando creyó reconocer una voz deslizándose a sus espaldas. Se irguió, atenta, y al girarse alzó las cejas, sorprendida. Junto a Kohaku había un muchacho de cabello oscuro y sonrisa encantadora que bastante había conocido. El mundo era un pañuelo, ¿eh? Sus labios se curvaron con mayor intención, todo su semblante se suavizó y cuando Kohaku lo advirtió, volvió a reír. —A ver, ¿a quién quieres hincarle el diente ahora? Morgan miró a su amigo con aquella expresión y le indicó con la barbilla que viera a su derecha, allí donde estaba Joey. —A nadie —respondió, sedosa, y se regocijó en una especie de broma interna—. Porque ya lo hice. —¡Ah, ya veo! Una víctima vieja. ¿Y bien? ¿Reutilizable? Morgan se mordió el labio y le dio un empujón suave, cerrando por fin su casillero. —Ni idea. Sólo me hace gracia encontrármelo aquí, de la nada. —¿Gracia? ¿No que te pone? —A veces eres más burdo que la mierda, cariño. Kohaku volvió a reír y se acomodó el bolso al hombro, enterrando la otra mano en el bolsillo, y la instó para ir. Pero entonces fue él quien pareció toparse a alguien conocido, pues se detuvo de golpe y se fue sin más. Morgan lo siguió con la mirada hasta que lo vio hablarle a una chica de cabello rosado y se encogió de hombros, indiferente. Le daba igual subir sola, realmente. Tenía sangre de pato para muchas cosas y, al fin y al cabo, Kohaku y ella habían sido asignados a clases distintas. ¡Pero bueno! ¡Qué noche la de anoche! Le echó un cielo nublado y agradeció que el sol no estuviera allí para calcinar sus ojos, sus ganas de vivir y, bueno, toda su existencia. La resaca aún le duraba un poco y apenas había dormido. Era más importante divertirse, ¿no? Le pasó el brazo por los hombros a Alisha mientras llegaban a sus casilleros y sólo la soltó para cambiarse los zapatos. Eh, se la habían pasado bien, ¿verdad? Cuando la rubia volvió a la azotea parecía algo... perturbada, y Joey decidió hacer lo que mejor sabía hacer: remover cualquier preocupación de su cabecita, al menos temporalmente. Hombre, qué bueno había estado. Aún podía oírla con claridad allí, sobre su cama. —Uff —bufó, irguiéndose—, necesito saber por qué somos lo suficientemente desastrosos para violar todas las reglas escolares una misma noche, pero así y todo venimos a clases en este estado. Somos contradicciones con patas, Ali-chan, y es hermoso pero también un dolor de huevos. Contenido oculto luego roleo con los demás pendejos, que son un montón *c mata*
Alisha Welsh Quizás fuese egoísta pensarlo, pero lo cierto es que volver a la Azotea y ver que Joey aún no se había ido con ninguna otra chica me resultó todo un alivio. Ya había decidido que no pasaría aquella noche sola en mi cuarto, pero quizás más que nunca aquella noche necesitaba que así fuese, y necesitaba que fuese él. Lo había notado, por supuesto, que no estaba del todo bien. Así que... en fin, un par de tragos más a la botella y el resto fue historia. Reí ligeramente, siguiendo entonces sus pasos para cambiarme los zapatos, encogiéndome de hombros. —No lo sé, yo creo que aun sigo un poco borracha y por eso he accedido a venir —respondí, guardando las cosas en los casilleros antes de girarme para volver a mirarlo—. Y los estúpidos japoneses y su jodida asistencia perfecta, haciéndonos ser responsables incluso con esta resaca~ Por supuesto, aquella primera parte se la había dicho en inglés, en voz algo baja y con cierto tono de hartazgo, para poco después recuperar el japonés y la divertida sonrisa. Bah, cono dolor de cabeza y todo, Joey me había alegrado lo que quedaba de noche y la mañana, al menos sabía que podía contar con él para soportar el día en aquella Academia. * * * Emily Hodges Sabía que el día siguiente iba a ser un tremendo dolor de cabeza en muchos sentidos, pero lo cierto es que no esperaba que efectivamente, tuviese la cabeza a punto de explotar. No mucho después de que los dos senpais me dejasen sus números en el móvil, decidimos dar por finalizada la fiesta y volver a casa. Tal y cómo había planeado, yo volví a la de Kashya y la chica me recibió sin ninguna queja, ayudándome a cambiarme antes de meterme a dormir. Caí rendida en dos segundos y lo cierto es que dormí bastante bien pero en cuanto la alarma resonó de aquella manera en mi cabeza supe que iba a ser un día demasiado complicado. No solía llevar maquillaje a la escuela, y sinceramente hubiese preferido ponerme una mascarilla para disimular el cansancio, pero al mirarme al espejo por la mañana me di cuenta que de todas formas tenía que usar algo de base sobre el cuello así que, ¿por qué no aprovechar? La ducha también me ayudó a revitalizarme un poco y... gracias a Dios, el ambiente frío y lluvioso resultó ser de gran ayuda. El sol hubiese sido devastador. Por supuesto, de camino a la Academia le conté todo lo ocurrido a Kashya, con tanta emoción que hasta olvidé el dolor de cabeza por unos minutos. La albina, claro, no parecía especialmente emocionada pero... pude notar que me escuchaba con atención. Quizás en el fondo sí le interesase todo aquello y, no supe muy bien por qué, le prometí llevarla a la siguiente fiesta que fuese. Asumiendo que iría a más, ¿eh? —Ah, por cierto. En los casilleros, una vez estuvimos preparadas para subir a las aulas, me paré en seco para comenzar a buscar en mi cartera y extenderle a la chica un pequeño paquete de colores. >>Vólkov-senpai estaba contigo en el club de lectura, ¿verdad? ¿Le puedes dar esto de mi parte si la ves? Gracias~ Ella asintió con la cabeza y la vi guardar el paquete entre sus cosas, con cuidado. Mientras organizaba sus cosas, dirigí la mirada a mi alrededor, ¿en busca de algo? No estaba buscando nada en específico, pero a lo lejos vi a Wickham-senpai con Welsh-senpai y los saludé con la mano, sonriendo tímidamente, antes de finalmente subir a nuestras clases. Bueno, ya no eran desconocidos, ¿verdad? Y yo no era una maleducada. Contenido oculto No se nos olvide que ali-chan también le comió la boca a emi (?)
Mimi Honda —Mii-chan, ¿por qué no se lo dices? —¿Qué cosa?—no parecía particularmente interesada en aquella conversación. Estaba hastiada, pasando los dedos sobre la pantalla táctil de su smartphone con evidente desinterés. Desde que había abandonado la academia esa tarde Mimi no había vuelto a pronunciar palabra. Su expresión apagada solo mostraba unos labios tensos y apretados. Un semblante vacío, sombrío, sin ninguna emoción discernible. Más que nunca parecía una muñeca. Ni toda la insistencia de Aika logró sacarle un mínimo de conversación. Ni siquiera esa noche en la mansión, en la enorme habitación llena de cosas de Mimi... y al mismo tiempo tan vacía había logrado horadar un mínimo en su coraza. Se hacía evidente en cada rincón de ese cuarto que no había el más mínimo atisbo de calidez. Aika se había sentado en la cama con los pies cruzados y Mimi se había tumbado dándole la espalda mientras ojeaba sus redes sociales en el móvil. Su expresión era puro desencanto y tedio. El cabello dorado ahora suelto caía sobre sus hombros y espalda como una cascada de sol ligeramente rizado en sus puntas. El cabello celeste de Aika lucía más prolijo de lo usual. —Ya sabes. Que Emi-chii te gusta. —¿Eres idiota? No estaba acostumbrada a que le dijeran que no. Por eso. Aika se dejó caer hacia atrás y apoyó el peso de su cuerpo en sus manos. —¿Eh~?—soltó con cierto tono quejumbroso—. Pero pienso que si te gusta deberías decírselo. ¿No tiene derecho a saberlo? —¿Lo tiene? Más silencio. Era como hablar con un maldito contestador automático. Su voz sonaba átona, sin emoción. Aika suspiró. Estaba así por todo lo que había pasado ¿verdad? La pelea con Akaisa, lo ocurrido con Emily... no podía entenderlo del todo pero sí lograba comprender un mínimo del por qué. Podía ser un verdadero desastre... pero algo en su corazón punzaba cuando el semblante de Mimi usualmente tosco se convertía en una máscara sombría de absoluta pasividad. —Oye yo... de verdad lamento que—hizo una pequeña pausa y balanceó los pies al borde de la cama. No sabía exactamente como sacar aquellas palabras de su garganta—... ella no sienta lo mismo. La voz de Mimi tuvo cierto tono amenazante. Tosco, como el gruñido bajo de un gato. —No necesito tu compasión Aika. —No es compasión. Al menos no lo creo. Es solo... ya sabes—se mordió el labio— ¿amistad? Mimi soltó una risa irónica, sin gracia. —¿Amistad?—bufó. Dejó el móvil a un lado y se incorporó—¿Qué amistad? Cuando hay atracción involucrada no hay amistad. No puede haberla. Y si la hay, todo se irá a la mierda en poco tiempo. Sabes de lo que hablo ¿no? Se acercó a ella caminando a cuatro patas sobre el colchón y le rozó el cabello con la punta de los dedos. Apenas fue un roce, un ligero tacto, pero algo en el ambiente se había vuelto opresivo repentinamente. A Izumi un escalofrío le recorrió la espalda. Un depredador. —Mii-chan...—musitó. Sus ojos azules, altivos, parecían dos intensos pozos a los que no le llegaba la luz. Su semblante era una máscara sobria. Acercó la mano a su mejilla y la tocó con suavidad con la punta de los dedos. Electricidad le recorrió la piel. Una presa. —Dime Aika. ¿Quieres besarme? ¿Qué? El aire se le escapó de sus pulmones de golpe. Su voz apenas fue un soplo. —¿Huh? ¿Qué estaba pasando? ¿En qué momento había empezado a pasar algo como eso? Su mente se había hecho un nudo inmenso y no se sentía capaz de desentrañarlo. Se había desconectado, fundido. El labio inferior le tembló. Mimi endureció su gesto. —Respóndeme. —Y-yo... La calló con sus labios. Era esa. La necesidad por ser necesaria e importante para alguien. Era casi una obsesión. —Mii-chan—casi jadeó—. Espera. Espera por favor... Descendió los besos por su cuello, lenta y tortuosamente. La respiración de Aika se aceleró cuando una nueva descarga eléctrica le erizó la piel. Tal vez en otras circunstancias aquello hubiese sido prácticamente un sueño cumplido. Pero no ahora. No allí. No en esas circunstancias. Podía ser una tonta, podía ser una torpe integral, pero jamás sería el sustituto de nadie ni el puch-ing ball emocional de Mimi. No sería la presa débil en la que clavaría sus dientes y con la que pagaría su frustración. No. Era doloroso, joder. No. Aún le quedaba orgullo. —Mi—el aire abandonó nuevamente sus labios cuando Mimi la acorraló y la tumbó sobre la cama. Le llenó el cuello de besos y sus manos frías serpentearon bajo su blusa. Los músculos del vientre se le tensaron en anticipación. Maldito cuerpo honesto. Malditas hormonas. ¿Por qué siempre pensaba en sí misma? ¿Por qué no podía tomarse un solo segundo en preguntarse cómo se sentirían los demás? Era egoísta. Y caprichosa. Mitómana y posesiva. Era un asco de persona. ¿Por qué seguía con ella a pesar de todo? —Mii-chan...—contuvo la respiración y la empujó lejos de sí incapaz de soportarlo mucho más— ¡P-para! Para. Mimi pareció salir de un extraño sueño. De una especie de trance. No estaba pensando con claridad, no estaba en sus cabales. Se quedó quieta, tensa, el cabello ocultandole los ojos. Aika se abrazó a sí misma. ¿De verdad estaba tan mal? Frustrada. Humillada. Rabiosa. Nunca había sido especialmente hábil manejando sus propios sentimientos. Lo arrasaba todo, sin piedad. Pero jamas había dispuesto de las personas a su antojo, tenía sus límites. Ese tipo de comportamiento no la diferenciaba de Katrina. Sintió asco. Akaisa parecía haberla forzado a cruzar todos los límites. Fue como lanzar una bala contra un cristal. Bam. Solo quedaban cristales rotos desperdigados por el piso. —Vete. Sonó tan bajo y tan dolido que Aika creyó haber oído mal. En medio de su corazón tenso, de conejillo asustado, aquello no tuvo cabida. —¿Huh? Mimi se incorporó de la cama sin siquiera mirarla y abrió la puerta de la habitación. —Watari—llamó a su mayordomo. —Sí, ¿Señorita Honda? —Acompaña a Izumi-san hasta la salida. —Bien. Izumi-san, acompáñame por favor. Aika intercambió una mirada consternada entre Mimi y el mayordomo, sobrecogida, pero fue incapaz de decir nada. El corazón aún parecía desear escapar por su boca. Se incorporó de la cama y abandonó la habitación en mitad de un silencio pesaroso. Miró un instante atrás pero no alcanzó a ver nada porque la puerta se cerró de un portazo. Dios, estaba temblando. Sintió que sus piernas eran dos frágiles palillos y se apoyó contra la puerta como si fuese a desplomarse de un momento a otro. Se dejó caer hasta el suelo arrastrándose, deslizándose contra la madera. Recogió las piernas y hundió su rostro entre ellas. ¿Cuando se había roto tanto? Pero allí estaba, otro día más en la academia. Su expresión era puro desencanto, sus ojos apenas tenían un brillo tenue, casi opaco. Ni siquiera sabía por qué estaba allí realmente. —Le cerró la boca, eso seguro. —¿Verdad? Dirigió una mirada de reojo. Estaban hablando de ella y de Akaisa. Lo sabía de sobra. No era necesario ser ningún genio. Ah. Se iba a quedar sola ¿no? Era eso. Iba a alejar a todo el mundo de su lado por esa personalidad de mierda que tenía. Primero Emily, luego Aika. Actuaba guiada por impulso, sin cuestionarse sus acciones. Solo era una masa de rabia intensa, orgullo y obstinación. Probablemente en ella habitaba algún atisbo de luz, tal vez algo de lo que hacía era honesto, genuino y buscaba el bien de otros. Quizás como preocuparse por Aika tras desmayarse o por Liza cuando rompió a llorar. Incluso le había preparado galletas a Kurosawa, pero eso había sido una forma de lidiar con la humillación de esa tarde. Pero después de lo de Akaisa... algo se había roto irremediablemente dentro de sí. Emily no se iba a quedar a su lado después de todo, no era de su propiedad y no tenía ningún tipo de derecho a tratarla como si lo fuese. ¿Protegerla de qué? ¿Cuidarla? Era simplemente ridículo. Solo era una zorra egoísta. Si tuviera una mínima idea de cómo manejar sus sentimientos, de cómo lidiar con la frustración, probablemente su actitud hubiese sido totalmente diferente. Pero no podía darle dirección a sus sentimientos. No conocía más sentimiento que la ira, una que, a diferencia de Katrina, estaba dirigida a otros. A su padre. A su madrastra. A su hermanastro. A su soledad. Sí, Emily había llenado los huecos. Pero su amistad se había terminado convirtiendo en una tóxica dependencia emocional. En una obsesión malsana, posesiva, que no le hacía bien a nadie. Si tuviese un mínimo de sentido común en ese momento hubiera decidido alejarse. Poner una pausa hasta que hubiera arreglado todos sus problemas. Pero en ese momento, ni siquiera se le había pasado por la cabeza. ¿Qué iba a saber del amor, de como se sentía? Siempre guardaba sus sentimientos bajo siete llaves. No sentía amor. En lo mínimo. No sabía que era eso.
Él y Morgan compartían algunos aspectos; eran, por ejemplo, bastante indiferentes en torno a muchas situaciones de la vida. Sabía que a su amiga le daba igual recorrer la escuela sola o acompañada, aunque siendo francos no lo había tenido a consideración cuando algo captó su atención y se apartó de su lado sin siquiera avisar. Kohaku vivía muy a su ritmo y reglas, pese a también ser considerado y gustar de atender a los deseos o necesidades de sus seres queridos. También eran ambos extrovertidos, aunque de formas diferentes. Morgan parecía contar con una antena externa capaz de observarlo todo en todo momento. Kohaku era bastante, bastante más distraído; había harta cantidad de detalles que se le pasaban por alto. Ese cabello negro y rosado, sin embargo, como de algodón de azúcar, lo reconocería en cualquier lugar. Se acercó con una sonrisa en incremento y, cuando su mirada se topó con la de Anna, ambos abrieron grandes los ojos y dijeron al mismo tiempo: —¡El mini Ishikawa! —¡La chica Coca! Soltaron una carcajada tras oír al otro y chocaron los puños, con una sonrisa de oreja a oreja. Kohaku era primo de Rei Ishikawa, un amigo de Anna, y trabajaba en la tienda de su padre a la que Anna iba siempre después de la escuela para comprarse chicles, o mentitas, o una Coca Cola, o paletas, o cualquier mierda. Vivía comprando mierdas baratas. —¡Pensé que ibas a la escuela de Rei! —exclamó, aún sorprendido por la coincidencia. —Sí, lo hacía, pero me transferí aquí este año. Soy nueva. —Eh, yo también~ ¡Chócala de vuelta! Siguieron riendo, probablemente haciendo bastante ruido, y Kohaku apoyó el hombro sobre la fila de casilleros. —Qué coincidencia, Hiradaira. ¡Acabas de alegrarme el día! —¡Lo mismo digo, pequeño! —Eh —se quejó, arrugando el ceño—, más respeto a tu senpai, que soy mayor que tú. Anna le palmeó el hombro mientras cerraba su casillero. Mira que tratar así no sólo a tu senpai, sino a quien te saca como dos cabezas de estatura. ¡Qué tupé! —Claro que sí, campeón. Oye, planeaba visitar a Rei después de clases, ¿quieres venir? Oí que está trabajando en la tienda de tu viejo. —Sí, claro... De todos modos, ya sabes, vivo ahí. Anna lo vio confundida por un momento antes de palmearse la frente mientras Kohaku reía otra vez. —¿Y qué tal esta escuela? ¿Todo bien? —Sí, ha estado bien. —Una sonrisa diferente parecía danzar en los labios de Anna y Kohaku ladeó la cabeza, observándola con cierto interés que la menor advirtió de inmediato—. Eh, ¿qué es esa cara? Creepy. —¿Hmm? No es nada, sólo pareció que pensabas en cosas bonitas. Anna rodó los ojos y Kohaku sonrió, algo enternecido. Hiradaira le resultaba tierna porque era pequeña y, sobre todo, muy poco honesta. ¡A veces quería adoptarla y todo! —Bueno, mejor voy pitando a mi clase que tendré que presentarme y ¡no quiero causar una mala impresión! —Sí, claro, ve, señor pintas perfectas. Ishikawa soltó una risa fresca mientras se alejaba con la mano alzada, despidiéndose. Anna le caía muy bien y estaba contento de ir a la misma escuela que ella. Ahora todo sería más divertido.
Jezebel Vólkov Al final había salido de casa y había vuelto a entrar como si nada, sus tíos dormían y los niños también. Tenían un sueño bastante pesado todos, ojalá ella lo tuviera. Altan la había acompañado, por supuesto, incluso aunque estaba jodidamente ebrio. Se había despedido de ella con el abrazo de rutina y finalmente había desaparecido en la noche, como un gato. Se enjuagó los ojos con cierta fuerza mientras entraba por la puerta de la academia en dirección a los casilleros de tercero. Al menos el clima ayudaba, porque si hubiese sido un día soleado normal, hubiese muerto afuera. Ni siquiera había bebido tanto y se sentía mal, aunque en gran parte era por haber dormido tan poco. Laila había entrado a su lado, con su cascada de cabello agitándose tras de sí. En comparación a Jez, Meyer lucía fresca como una lechuga. —Tienes muy mala pinta —comentó casi en un murmuro. —Lo sé, quisiera dormir todo el día. —Ni siquiera había tenido energía para atarse el cabello esa mañana, lo llevaba suelto sobre los hombros como le había dicho Anna—. Al ni siquiera estaba levantado cuando pasé por su casa, debe estar peor. —¿Y qué tal... Ya sabes? Jez se rascó las raíces del cabello, nerviosa. —¿El beso? Realmente no sé qué haremos ahora. Se me fue la cabeza ayer. Laila soltó un pesado suspiro mientras hacía el cambio de zapatos. —Debí ir con ustedes —murmuró casi para sí misma. —No te preocupes —dijo la albina dándole una palmadita en la espalda—. Todo está bien~ ¿Lo estaba? Realmente no tenía idea. Hiroshi Koizumi Entró por la puerta de la academia varios minutos más tarde que las dos chicas, prácticamente corriendo, y en su camino por el patio frontal había empujado sin querer a Shiori Kurosawa y Altan Sonnen, la segunda se congeló en su lugar unos segundos, como si temiera mover un solo músculo y desintegrarse, y el primero le soltó una sarta de insultos que ni valía la pena repetir. —¡Perdón~! —gritó sin siquiera detenerse, llevándose a varios más en el camino. —¿Ese era...? —preguntó Altan, tratando de enfocar en su visión casi doble al chico. —Koizumi-kun, sí —respondió Kurosawa cuando logró reiniciar la marcha—. Creí que lo habían enviado a otra escuela. —¿Transferido entonces? —Seguramente. —Ojalá que esa bola de energía con patas no esté en tu clase. —¿Ah? Siempre me pareció buen chico. —Irritante. Era un joven lleno de energía, sin dudas. No podía contener la emoción que le provocaba estar en una escuela diferente, conocer personas nuevas y hasta entrar a los clubes. Incluso si se había dejado varios amigos en su anterior instituto, le gustaba ver las cosas por el lado bueno. Ciertamente no era más que un chiquillo. Su carrera terminó en la línea de casilleros de segundo, donde comenzó a buscar su nombre. Contenido oculto I'm just getting started, faltan los posts de verdad de Shiori, Kat y la bitch de Eris jujuju
Dio un gran bostezo mientras se adentraba por las puertas del instituto, todavía somnoliento, y frotándose los ojos dejó su paraguas en el paragüero. Le encantaba la idea de que lloviese en su primer día de clases en aquel lugar nuevo, a pesar de que la noticia de que se iba a mudar hubiese sido repentina, el cambio de aires era lo que más necesitaba en su vida en aquel momento. Pero la mejor noticia de ello era… que sabía que su buen amigo estaría allí también. Que iba a poder verlo nuevamente después de años distanciados, y el mero pensamiento hacía que una gran sonrisa dibujase su rostro. ¿Le molestaría no haberle contado nada de su intercambio? Imaginar la molestia del pelinegro le hacía reír. Observó a su alrededor, buscando su casillero, no tenía ganas de andar cargando con cosas innecesarias cuando ni siquiera conocía el terreno por el que andaba. Y… bingo. Lo encontró más pronto de lo que esperaba. Más bien su plan era buscarlo por el pasillo del tercer piso, donde le dijeron que iba a estar su clase. Pero ahí estaba Joey, sonriente como lo recordaba, cambiándose los zapatos junto a una muchacha rubia. ¿Era un nuevo ligue? ¿O quizá solo una amiga? Sea lo que fuere, no recordaba que le hubiese contado nada sobre una chica como ella. Bueno, lo descubriría pronto. Acercándose desde atrás, con una sonrisa traviesa, lo abrazará por la cintura pegando sus labios en su oreja. —Qué pronto te olvidas de mí, honey~
Había divisado el cabello de Jezebel a lo lejos, llegando al edificio mientras ella apenas cruzaba las grandes puertas de la institución. Procedió con calma, como era lo usual, y luego de cambiarse los zapatos se asomó en la sección de tercer año. Allí estaba Joey hablando con Alisha Welsh, como solía hacer, y un poco más atrás Jez charlaba junto a su amiga, la del cabello morado, Laila Meyer. La observó un segundo antes de decidirse e ir donde ellas, sonriéndoles amable al llegar. Prestó especial atención al aspecto de Jez y, aunque no hubiera cambios significativos, su cabello iba suelto y eso era un cambio. —Buenos días, Jez, Meyer-san. —Se dirigió, entonces, a la albina—. ¿Todo bien? Era una pregunta simple, podía sonar de manual, pero iba dirigida con una intención verdadera. Bleke estaba al tanto de la fiesta de ayer, sabía que Jez había ido y que cualquier cosa podía haber ocurrido ahí si había sido un plan de Joey. Pero, en definitiva, Middel contaba con el defecto de no ser realmente demostrativa y podía pecar de ser un simple saludo cotidiano. Se rió ante el comentario de Alisha y asintió, preparando todo para dirigirse a su aula. Si sobrevivían a ese día sin dormirse ni una sola vez en clases se merecerían una auténtica condecoración. Le inflaba el pecho de orgullo, en cierta forma, ver a todos esos estudiantes a su alrededor sabiendo que apenas unas horas antes un puñado de ellos habían hecho suya la escuela; la habían conquistado y dominado a su antojo. Era una especie de victoria. Se tensó brevemente, más que nada de la sorpresa, al sentir un par de brazos rodeándolo por detrás, y se quedó de piedra al oír aquella voz. La había reconocido, pero... no se lo creía. No. No podía ser. Sus ojos habían quedado fijos sobre los de Alisha mientras se abrían como platos y entonces, casi con miedo, giró el rostro poquito a poquito. Parecía que había visto un jodido fantasma hasta que reaccionó, dos segundos después. —¡¿Daichi?! —exclamó, confundido, y las piezas cayeron de golpe en su lugar; una enorme sonrisa le iluminó el rostro y se separó del muchacho para extenderle los brazos—. ¡¿Pero qué?! ¡Daichi! Estaba siendo, probablemente, más ruidoso que nunca. Se lanzó encima del moreno sin discreción alguna y lo rodeó con fuerza, incluso despegándolo del suelo un instante para hacerlo girar mientras empezaba a reír. Cualquier efecto tardío de la resaca se había ido a la mierda. ¡Estaba tan, tan contento! —¡No, no, no, no! ¡No lo puedo creer! ¿Qué haces aquí, hombre? —preguntó, dejándolo libre por fin pero con ambas manos sobre sus hombros. Pareció notar algo de repente y, molesto, lo zamarreó fuertemente—. ¡Espera! ¡¿Por qué no me dijiste nada?! ¡Tú sabías que yo venía aquí, ¿verdad?! ¡Tramposo! ¡Traicionero! ¡Jugando con mi corazón, como siempre! Joder, hacía años que no se veían pero podría haber jurado, en ese preciso instante, que el tiempo no había pasado.
Shiori Kurosawa Así como sus padres no dijeron nada al escucharla salir con Katrina, no pasó mayor cosa cuando llegó a mitad de la madrugada, con una chaqueta ajena encima y hecha un absoluto desastre, porque bueno, después de todo no estaban despiertos. Abrió la puerta después de despedirse de Hiroki y entró a oscuras, sin encender ninguna luz. Como si hubiese llegado ebria o incluso si hubiese metido a Hiroki en su habitación, nada habría ocurrido. Se quitó la chaqueta de Usui de encima y la arrojó sobre el sofá del salón, antes de dirigirse al baño. Había que estar putamente loco para meterse al baño a esa hora de la madrugada, pero si no se refrescaba no iba a dormir una mierda. Tampoco es que fuesen a preguntarle nada si se daban cuenta. Cuando salió del baño, con ropa de dormir limpia, recogió la chaqueta del sofá y caminó hasta su habitación, aún sin encender ninguna luz. Ya sentía los músculos quejarse. Se dejó caer en la cama y cayó rendida en cosa de segundos, aferrada a la prenda que prácticamente le había robado a Hiroki. Para cuando tuvo que levantarse ya el cuerpo le gritaba que moverse era la más absoluta estupidez que se le podía ocurrir, pero no tenía mayor opción. Había roto todas las reglas de las escuela en una maldita noche, pero aún así iba a pretender ser perfecta, incluso si tenía una mancha azul que le recordaba a todo el mundo que realmente su lienzo no era tan blanco como pretendía que era. Se vio en la obligación de darse otro baño para despertarse y a riesgo de pescar un resfriado se lavó el cabello, aunque al menos lo secó antes de irse. Había salido algo más tarde de lo usual, aunque no lo suficiente para ganarse una tardía, y por desgracia topó con Altan, después de todo vivía en la misma calle. Tenía unas pintas terribles y el estúpido iban sin paraguas siquiera, así que le compartió el suyo. No había necesidad de hablar o hacer preguntas, realmente, y si el muchacho no sintiera el estómago vuelto al revés seguro la habría fastidiado hasta el cansancio, pero apenas parecía poder respirar. Cuando Koizumi los arrolló fue cuando habló por primera vez, solo para insultarlo y a ella todos los músculos de las piernas parecieron querer matarla. Sacudió el paraguas y entró a la academia, en dirección a los casilleros de segundo, y Altan siguió su camino a los de tercero. Ese fue todo el intercambio, compartir el paraguas y ser arrollados por el culo inquieto por excelencia que había ido a la misma escuela que ambos. Vio al chico de ojos verdes buscando su casillero y se acercó, para señalarlo. Koizumi. Pequeña fuente. —Perdona por atropellarte a ti y a Sonnen-senpai —le dijo mientras hacía el cambio de zapatos, sonaba agitado por la carrera—. No traía paraguas y pues, ya sabes. —No hay cuidado —respondió mientras abría su propio casillero. Hizo el cambio de zapatos despacio, temiendo irse de bruces—. ¿A qué clase irás? —La 2-1, si no recuerdo mal. —Oh, bueno. Parece que no seremos compañeros~ —Le sonrió con suavidad—. Si necesitas ayuda con algo de la academia me dices, ¿de acuerdo? —¡Sí gracias, Kuro-chan! —soltó con una gran sonrisa en el rostro que era ciertamente contagiosa—. Iré subiendo, nos vemos por ahí. ¡Discúlpame con Sonnen-senpai de nuevo! Se despidió mientras subía a toda prisa por las escaleras, sin dar tiempo a nada más, y ella apoyó la espalda en la línea de casilleros mientras lo observaba irse. Dejó caer la cabeza hacia atrás. Seguía malditamente agotada, pero bueno al menos no tenía una resaca como la de Altan. *** Jez Vólkov Laila respondió al saludo de Bleke con una sonrisa tranquila. No se fue, pero les dio el espacio para que hablaran sin inmiscuirse en la conversación. —Ah, buenos días, Bleke —dijo la albina con una sonrisa en el rostro, a pesar del cansancio y el malestar general—. Todo bien, sí. No era que quisiera ocultarle cosas a Bleke, era más que nada que no quería contarlas allí en el pasillo a los cuatro vientos, no cuando podía escuchar a Joey haciendo aún más ruido de lo usual. Por otro lado no tenía por qué echarle encima a Bleke sus cosas, ya ella las arreglaría. >>Solo estoy algo cansada, pero nada que no tenga arreglo. Tampoco era mentira. Contenido oculto Yo solo tiro post sobre post en el orden que me viene la inspiración (?? Admito que casi olvido responderle a Blee alv I'm sorry my bby girl te amo niña bañada en lejía
La gran sonrisa que se le dibujó a Joey nada más verlo se le contagió, y la risa de ambos se mezcló en ese cálido reencuentro que estaban teniendo. El tipo se había vuelto suficientemente fuerte para levantarlo, y eso le hacía sentir orgulloso, la verdad. "¿Qué haces aquí, hombre? ¡Espera! ¡¿Por qué no me dijiste nada?!" Cristales. Gritos maldiciendo su existencia. Inseguridad. No, no, no. Había decidido no pensar en ello si no hacía falta. Era un nuevo comienzo, al fin se había librado de ellos. Debía mantenerse positivo y ser un buen ejemplo, ignorar los sucesos de los últimos meses. Obligarse a olvidarlos. —¿Qué tal si te lo cuento mientras tomamos algo, darling~? —Comentó con una gran sonrisa, agarrando su barbilla y acercándose a él. Lo miró a los ojos, juguetón, e hizo un puchero—. Hace años que no nos vemos, ¿y lo primero que haces es tratarme tan mal? A mí me parece que eres tú quien juega con mi corazón. Ah, el gran Joey Wickham~ El único tipo en ese jodido mundo en el que podía confiar a pesar de los años distanciados. Joder, no esperaba que, a pesar de todo, pudiese volver a sonreír desde su corazón.
A Zuko los días de lluvia se le antojaban fascinantes. La lluvia caía impasible sobre el paragüas, y el repiqueteo de las gotas contra la superficie le llegaba lejana, perdiéndose en algún lugar de su incomprensible mente. Contempló cómo las gotas se deslizaban heladas por su mano, y se preguntó cuántas superficies habría acariciado con anterioridad. En cuántas nubes de tormenta habría formado parte. Cuántos mares embravecidos había dejado atrás. Cientos de flamas extinguidas a su paso. —¿Qué mierdas haces? —La irritada voz de su acompañante le arrancó una sonrisa satisfecha cuando se detuvo sin previo aviso, paragüas en mano, para recoger algo entre las hojas de un arbusto cercano—. Dime que ya perdiste la puta cabeza así te pierdo de vista en el primer manicomio que encuentre. El chico, ajeno a sus insultos, le mostró un diminuto insecto posado en su dedo índice. —Imagina que eres este insecto, Lena —comenzó a hablar, casual, continuando la marcha hacia el instituto. Si bien reticente, la castaña le prestó más atención de la que deseaba—. Sabes que vas a morir irremediablemente, pero se te plantean dos opciones. La primera, rápida y cruel —su pulgar se acercó lentamente sobre el insecto, y la inocencia con la que los ojos de Zuko brillaban le arrancó un escalofrío de su nuca—, aplastada. Tu exoesqueleto se romperá contra tus diminutos órganos pero el sufrimiento durará un instante. La segunda opción —acercó su dedo hacia el límite del paraguas, amenazando con que una gota cayese sobre su víctima—, ahogada. Algo más agonizante, pero mucho más suave. >>Así que, dime. ¿Cuál sería tu decisión final, princesa? Lena apretó su agarre en torno al paragüas, soltando una especie de gruñido inaudible. Esa metáfora no era casualidad, ¿cierto? No, claro que no lo era. Nada de lo que Zuko hacía se guiaba por el azar. Tenía total control sobre ella, y lo sabía. Casi podía empatizar con aquel pobre insecto, y eso la aterraba. Hacía suyas todas las piezas del tablero de ajedrez en el que transformaba su vida y antes de siquiera tratar de alejarte del foco, estabas en jaque. Haber sido expulsada de la academia Sakura Gakkuen nunca le hubiese importado menos de no ser porque ahora había alguien que se aprovechaba de ello a su antojo. Habían establecido una tóxica relación simbiótica que la consumía, pero su mancillado orgullo gritaba aún por un poco de dignidad. Si tenía la opción de evitarle, lo haría sin apenas dudarlo. Cuando apenas quedaban un par de metros para llegar a la fachada apartó el paragüas de Zuko, dirigiéndole una sonrisa amplia y forzada, y sacó su dedo corazón antes de dar media vuelta, su cabello castaño acompañando el son de sus movimientos. —Vete a la mierda. Lejos de sorprenderse, Zuko le dirigió una última sonrisa, mordaz, viéndola alejarse hacia el interior de la institución. Ah, era tan predecible. La naturaleza humana lo era, en realidad. Disfrutaba genuinamente observar a sus iguales y ahora que le habían concedido la libertad condicional, tendría la oportunidad de volver a disfrutar su hobbie personal. Se acuclilló cerca de la entrada, depositando al insecto sobre un charco, y lo observó ahogarse con las manos en las mejillas, curioso, antes de encaminarse hacia las clases. Casi parecía que las nubes que ensombrecían la academía podían sentir sus verdaderas intenciones desde allí.
Konoe Suzumiya La lluvia nunca le había resultado tan sombría como aquella mañana. Había escrito haikus enalteciéndo tu belleza y allí estaba, con la cabeza martilleándole con insistencia, a pesar de que no había dormido nada. Abrió su casillero en silencio y se cambió los zapatos. Había llegado a casa poco después, ligeramente mareada, con una terribles e irrefrenables naúseas. ¿Era el alcohol? ¿Era el arrepentimiento y la culpa? Tampoco estaba segura. Había abierto la puerta a oscuras y había caminado por el pasillo mientras todos los hechos de la noche se repetían en su cabeza como un ciclo incesante. Era estúpida ¿verdad? Quebrando sus convicciones morales. Todo en lo que había creído siempre. Todo lo que la sostenía. Conocer a Sonnen no había sido un problema y tampoco a Hiradaira. Tal vez una de las pocas cosas buenas que podía sacar de esa noche. Pero en el momento que su mente nublada y su cuerpo deshinibido e intoxicado decidió cruzar la línea y dejar que Katrina la besara todo se fue al traste. Su regreso a casa no hubiera presentado problemas realmente si su madre no hubiera abierto la puerta de su habitación y la hubiese mirado con aquella expresión de sorpresa. "Konoe, pensé que estabas en casa de Ai-chan" Fue como si todo el peso de sus emociones, de la culpa y el arrepentimiento se desbordarse sobre ella de golpe. Mentira. Estaba rompiendo las normas. Estaba tomando alcohol y besando chicas que no le interesaban. Estaba buscando que su mejor amiga se la tirase en mitad del invernadero. Quería morir. Ninguna de esas palabras emergió de su boca. Pero no pudo soportarlo más. Se abalanzó hacia la puerta del baño y vomitó. Aquello reforzó la excusa que había usado al llegar. "Me sentía mal y Mamiya-san me pidió que volviese". Podía haberse quedado en casa esa mañana pero no iba a tirar más de la cuerda. No había faltado un solo día a clase. Y quería mantener impoluto e intachable algo de ella. Algo de la Konoe responsable y diligente que era. Incluso si solo era un miserable expediente de asistencia. Contenido oculto F Suzu-chan Ya no sé cuál de mis niñas está más jodida (?)
Nagi Watanabe En esta ocasión el cielo lluvioso le supuso un gran alivio, pues significaría que pospondrían nuevamente las pruebas de aptitudes físicas, le alegraba no tener que toparse con Yoshida-sensei. Aparte, había encontrado el paraguas perdido, ahorrándole a su madre tener que ir a dejarla a la escuela. Solo esperaba que no fueran a cancelar el club por la lluvia. Llegó hasta los casilleros, al parecer había logrado llegar temprano. Tras cambiar su calzado, se asomó por los casilleros de 2°, buscando en silencio a su senpai. Encontró a Kurosawa respaldada en estos mismos... ¿Se veía agotada? Recordó como el día anterior la chica por unos momentos también se había mostrado desganada, aun le preocupaba. Titubeó un momento, pero terminó por acercarse a ella, entregándole la mejor sonrisa que tenía en cuanto estuvo frente a Shiori. —Buenos días, Kurosawa-senpai —saludó, sosteniendo con ambas manos el mango de su paraguas. ¿Ahora qué? Desde cerca se notaba mejor el cansancio en su mirada—. Uhm... —pareció encogerse sobre si misma, con un leve nerviosismo desde el inicio—. ¿Habrá Club de cocina esta tarde? Contenido oculto Hitori Hi
Yukie Inuoe Había sido un día abrumador. No le gustaban los problemas, las trifulcas y los altercados. El incidente en el patio con Honda y aquella senpai había crispado todos sus nervios. Se había resguardado en Satoko como un gatito perdido bajo la lluvia. Satoko-chan. Cerró el paraguas, lo dejó en el paragüero y echó un vistazo rápido a su alrededor. La línea de casilleros parecía más hacinada de lo habitual. Pudo reconocer la cabellera castaña de Watanabe y el cabello ondulado y azabache de Kurosawa-senpai. Incluso a lo lejos, desapareciendo entre la gente percibió el destello dorado de la cabellera suelta de Honda. Más que nunca un escalofrío gélido le recorrió la espalda. Si antes le asustaba tratar con ella, ahora era como si un muro de concreto se interpusiera entre ambas. No sabía cómo iba a hacerlo ahora sabiendo que era altamente inestable. Que era como una bomba de tiempo, volátil, aguardando para estallar y arrasarlo todo consigo. Le temblaron las manos. Satoko aún no parecía haber llegado. Teniendo en cuenta lo despistada y torpe que tendía a ser le preocupaba genuinamente que no hubiese llevado paraguas. Iba a enfermarse si seguía siendo tan irresponsable. Inspiró profundamente y avanzó algunos pasos. El corazón le latía desaforado en el pecho presa del pudor y los nervios. Nunca había tomado realmente la iniciativa. Solo se dejaba llevar víctima de su carácter inseguro, actuaba si otros lo hacían porque no podía concretar si daría un paso seguro o se hundiría. Y aquello la aterraba. Sin embargo, eran miembros de un mismo club. Podía hacer frente a su usual timidez y su carácter introvertido para saludar. Para intentarlo. Ser algo más independiente. —Buenos días Watanabe-san—sonrió levemente con una inclinación leve. Su voz suave de deslizó ligera, sin titubeos—. Kurosawa-senpai. Se sintió orgullosa. Era un paso. Pequeño. Pero un paso a fin de cuentas.
La silueta de Rachel pasó como una exhalación entre los numerosos alumnos. El corazón le latía desaforado en el pecho desde que la idea de regresar al instituto se instaló en su mente, con el recuerdo vívido de la mañana anterior acechándola como su propia sombra. Dios, sentía una vergüenza terrible. La sintió desde que el ardor de la ira desapareció de su cuerpo y pudo volver a pensar con claridad. Reconocer la idea de que miles de ojillos la habían visto gritar a los cuatro vientos por alguien que ni siquiera conocía. Pero era mucho más impulsiva de lo que llegaría a creer jamás. Apretó el agarre en torno a su cartera cuando divisó rostros conocidos, y agachó la cabeza con disimulo, intentando pasar desapercibida. Sentía que si enfrentaba a cualquier persona se quedaría muda del pánico. No quería imaginar si esa persona fuera... —¿Kohai-chan? Una exclamación ahogada escapó de sus labios, y se volvió con temor hacia el origen de la voz. No, era mucho más suave y dulce, no era ella. Liza había reparado en su presencia, preocupada posiblemente por su estado, y al verla avanzar hacia su posición recuperó el paso con agilidad, escurriéndose gracias a su cuerpo menudo en un intento por perderla de vista. El destello dorado era mucho más veloz de lo que esperaba. —¡Hey, espera! Fue una persecución de lo más particular para cualquiera que la observase desde fuera. Dos chicas correteando entre los pasillos, con las suelas de los zapatos empapadas y amenazando con darse de bruces contra el suelo, gritando que esperase mientras la otra le pedía que se marchase con urgencia. Tuvieron la suerte de no encontrarse ningún delegado de pasillo, de hecho. Pero la insistencia de una y el temor de la otra fueron suficientes como para acabar encontrándose sin percances. Liza colocó una mano en su hombro, temiendo que volviese a huir como si de un animalito asustado se tratase. —Sé que soy terriblemente insistente y que quieres estar sola —habló atropelladamente, respirando con dificultad tras la carrera. Rachel dio un paso prudencial hacia atrás—, pero siento que ahora mismo eso es lo menos que necesitas. Una se hace ideas preconcebidas, y es una mierda —se echó la cartera al hombro, dirigiéndole una ligera sonrisa—. Créeme, sé de lo que hablo. La rubia separó los labios, a punto de hablar, pero sus palabras hicieron que enmudeciese en el acto. >>Lo que quiero decir es que... admiro cómo defendiste ayer a tu amiga. Solo quería hacértelo saber. La vio mirar hacia ambos lados, algo incómoda ante su silencio, y con un inclinamiento de cabeza se disculpó, dispuesta a seguir su camino. —Ella no es mi amiga... creo —musitó, sin poder disimular cierto tono afligido en su voz. Las relaciones personales eran un misterio para ella, pero quizás su senpai tuviese razón. Alzó la mirada ligeramente, dudosa—. Pero te lo agradezco. Liza le sonrió, aliviada al ver que le daba conversación, y mantuvo cierto espacio entre ambas para no incomodarla. Se volvió hacia las ventanas, observando las instalaciones, y una idea llegó a su mente. Chasqueó los dedos, algo más animada. —Suzumiya-senpai me recomendó pasarme por el invernadero alguna vez para tomar el té. Estos días no dormí bien, y dijo que podría ayudarme —posó sus orbes azules en los suyos—. ¿Te gustaría acompañarme? Quizás haya algo para ti. Sus pálidas mejillas se colorearon ligeramente al escuchar su propuesta, y no supo muy bien qué decir. Le iba a costar horrores ver a las chicas del invernadero, pero... quería confiar en el consejo de la chica. Había algo en ella que le daba buenas vibraciones. —Si no es molestia... —¡Claro que no! —le guiñó un ojo entonces, risueña—. Es una cita, entonces. Nos vemos en el descanso. Rachel la vio alejarse entonces, y dejó escapar un suspiro contenido hasta ese instante. Dios, iba a ser un día demasiado pesado.
Contenido oculto Aprovecho el post de satoko para meter relleno chale Alisha Welsh Mi primera reacción en cuanto vi la expresión de Joey fue ponerme en posición de ataque, dispuesta a pelear contra quién fuese que lo hubiese asustado pero... pronto pude relajarme cuando me di cuenta de que en realidad se conocían. ¿Ah? Nunca me había hablado de que tuviese un amigo... tan cariñoso. Me encogí de hombros ante mi propia idea, quitándole importancia, mientras los seguía observando. Claro que acabé por fruncir el ceño y llevarme una mano a la oreja para tapármela mientras me alejaba un par de pasos. No hacía falta ser tan ruidosos, ¿no? —Well, this is so lovely~ —dije, al final, ladeando la cabeza para verlos mejor mientras hablaba—. Un bonito reencuentro que me está dando migrañas. Si me disculpáis, yo me voy a clase a intentar dormir —señalé entonces al chico nuevo con el dedo índice—. ¿Daichi? Yo me llamo Alisha, pero si eres amigo de Joey puedes llamarme Ali. Nos vemos por ahí~ Y tras despedirme con la mano, me alejé hacia las escaleras. Con suerte la lluvia conseguiría amortiguar las voces de la profesora y los alumnos, permitiéndome dormir un rato. Y menos mal que las pruebas se habían pasado al día siguiente, que no iba a ser capaz de hacer nada decente así. * * * Satoko Sichimiya Lo cierto es que no había podido dejar de darle vueltas a lo sucedido en el patio durante el resto del día. Incluso aquella mañana, preparándole el almuerzo a papá, las imágenes seguían repitiéndose en mi cabeza. ¿Por qué era Honda-senpai tan agresiva? La verdad es que no lo entendía en absoluto. —¿Eh~? ¿Otra vez lloviendo~? Rebusqué entre mis cosas cuando sentí un par de gotas caer sobre mi cabeza pero... ¡otra vez me había olvidado el paraguas! Uh... y ya ni merecía la pena volver a casa a buscarlo, jo. ¡Otra vez iba a llegar empapada a la escuela! Por mucho que intentase evitarlo, así acabó por ser. Miré con una clara expresión de derrota la camisa mojada pegándose a mi piel e intenté separarla con un par de dedos... sin mucho éxito porque poco después volvió a su sitio. Suspiré, yendo a los casilleros en busca de una toalla. Al menos podría intentar secarme el pelo... Ah, ¿dónde estaría Yukie-chan? Parecía bastante afectada por lo de la pelea, ¿habría podido venir?
Asintió ante la respuesta de Jezebel, sin alterar ni un ápice su expresión de calma y amabilidad. No tenía razón para descreer de sus palabras, ¿verdad? Aunque una parte de ella creyera que algo tenía que haber pasado, por mínimo que fuera, capaz de distorsionar el mundo de libros y quietud en el que Vólkov había vivido hasta ahora. Sin embargo, ¿quién era ella para presionarla? —Bueno, si estás muy cansada puedes faltar al club sin problemas, ya lo sabes. Si la presidenta pregunta, le inventaré cualquier cosa. No te preocupes. Le echó un vistazo a su aspecto general con mayor escrutinio y luego volvió a sus ojos, para ensanchar su sonrisa y agitar la mano suavemente. —Nos vemos, suerte. Adiós, Meyer-san. Se sorprendió un poco ante la repentina cercanía de Daichi, pero realmente siempre les había gustado tontear por ahí y hacer el imbécil en público para reírse de las caras de los demás. Sólo... había perdido la costumbre. Los amigos que había hecho en Sakura eran unos cabrones que les tocabas la heterosexualidad y se les rompía, y encima de todo llevaba meses sin dirigirles la palabra. Y jamás lo haría de vuelta. Esos hijos de puta. —¡Pues claro, no se diga más! Quedemos después de clases, ven al club y bebemos algo. ¡Estoy en el de fotografía! Se giró entonces para presentarle el muchacho a Alisha, pero se tragó las palabras al verla algo más lejos y con una mano sobre los oídos. No tardó en despedirse y Joey la dejó ir, un poquitito triste. ¡Quería que se conocieran! Pero bueno, habían hecho bastante alboroto y él era el alien que podía ignorar la resaca como si tuviera un interruptor. —¡Perdona, Ali-chan! —exclamó mientras la chica se alejaba—. ¡Ahora te alcanzo! Ah, tendría que comprarle un juguito para animarla. ¡Sip, haría eso! Se volvió hacia Daichi, muy contento, y le palmeó el hombro. —No puedo creer esto, Daichichi. ¡Es la mejor sorpresa del año! Eh, Daichichi, ¿te siguen diciendo así? ¡Ah, qué importa! Yo lo haré, es mi derecho como tu amigo legendario al cual le ocultaste que te transferirías a su escuela. ¿A qué clase te asignaron? ¿La 3-1?
Shiori Kurosawa Allí estaba, apoyada en los casilleros, sintiendo el frío del metal contra el cuerpo, cuando una vocecilla conocida llamó su atención. Abrió los ojos y despegó la cabeza de la superficie tras ella, para posar la mirada en la castaña y dedicarle una sonrisa. Ayer la había visto caer y no la había buscado, ¿qué mierda la pesaba? Por maldita hormonal había dejado a su amiga descuidada. Encima, hace apenas dos días le había dicho que ella no tenía nada con Hiroki, ¿ahora qué mierda debía decirle? Nada, de momento. Qué puto descaro. —Buenos días, Watanabe-chan. ¿Cómo estas? Ayer te caíste también, ¿no? Perdona por no ir a ver si estabas bien —respondió y soltó un pesado suspiro ante su pregunta. No lo había pensado. Honda se había peleado con Katrina, Emily debía tener una resaca que hasta que daba gusto y ella, bueno, ella quería echarse a dormir en el maldito pasillo. Las únicas que estarían en condiciones serían Satoko y Yukie, si tenía suerte. >>Hace mal tiempo y creo que el ambiente estará tenso por algunas cosas. Todavía no estoy muy segura, pero me lo pensaré. En el descanso supongo ya lo tendré decidido. Apenas había terminado de hablar cuando otra voz llamó la atención no sólo suya, sino de Watanabe. —¡Buenos días, Inuoe-san! —dijo con algo más de energía, al menos la llegada de Nagi la había espabilado un poco más—. ¿Cómo estás? Contenido oculto Aaaa Mori hola morita uwuwuw *** Katrina Akaisa Había llegado a casa y entrado como si nada por una de las puertas traseras, sin ruido, con pasos amortiguados y expertos. El olor de los jazmines del jardín la hizo fruncir el ceño, incluso ya estando dentro de la casa, y le arrojaron a la cabeza la imagen de Rachel y su vocecilla alzándose. Qué fastidio. Había fumado un cigarrillo en la ventana de su habitación en el segundo piso, luego de quitarse la ropa. No había bebido tanto realmente, e incluso si lo hubiese hecho, parecía tener el mismo interruptor de Wickham para desactivar la resaca. Era toda una habilidad. Lo que sí tenía era un sueño del carajo y cuando despertó tomó una ducha fría a ver si acaso reaccionaba, fumó otro cigarrillo y las cenizas fueron a dar a los jazmines. Su madre seguía durmiendo y su padre había salido temprano, aparentemente, por una emergencia de su titán. Desayunó sola, porque las criadas japonesas jamás iban a sentarse con ella a la mesa aunque se los pidiera. Al entrar a la academia, luego de cerrar el paraguas, había observado la particular escena entre la castaña y Rachel Gardner. Bueno, era huraña, no precisamente mal educada, ¿o sí? Su crianza de niña rica se lo impedía del todo, si no había una figura de poder directa no había nada que retar. Se acercó a Rachel hasta estar a su lado, mientras observaba a la castaña irse. —Parece buena chica —comentó en voz baja, mirándola de reojo—. Por cierto, gracias por lo que hiciste ayer... No tenías que. Sé más cuidadosa, Rachel, ¿qué habrías hecho si Honda se te iba encima también? Sacudió la cabeza buscando quitarse de encima algunas gotas rebeldes que le cayeron encima al cerrar el paraguas en la entrada y fue consciente de que las mechas rojas se veían aún más desteñidas que días atrás. Si Honda, llena de ira ciega, se hubiera ido encima de Rachel era posible que sí hubiera desatado a la bestia que cargaba dentro de sí, una muy distinta a la que se veía en el exterior. Hubiera empujado, aplastado y hasta quebrado, porque aunque no tuviera fuerza podía ser escurridiza como una maldita rata, y morder cuando y donde debía hacerlo antes de retroceder. Era una maldita zorra, una rebelde, una bestia furiosa con el mundo y consigo misma, pero ciertamente no era partidaria de la injusticia, de hecho la aborrecía. ¿Y qué mayor injusticia podía existir que agredir a una chiquilla como Rachel?
Yukie Inuoe Tardó apenas unos segundos en percatarse del aspecto cansado de Kurosawa. Ladeó apenas la cabeza, extrañada, como un cachorro captando algún sonido distante. Probablemente no era correcto hacerse suposiciones anticipadas pero no pudo evitarlo. ¿No había dormido bien? ¿Había sido el calor de la noche? —Ah, yo estoy bien senpai—respondió con honestidad y abrazó un brazo con el otro, a su espalda—. Ayer hubo un altercado un tanto... desagradable durante las pruebas de aptitud física. Lo sabe ¿verdad? Honda-senpai... y otra senpai de tercero. Suspiró. >>Me asusté demasiado. Pero con el paso de las horas logré calmarme. Había alcanzado a escuchar sobre el club de cocina y pensó que aunque sería una lástima, lo más sensato sería dejar la reunión del club para el próximo día. Las cosas seguían tensas, podía sentirlo. Y lo que menos quería era problemas en un lugar donde empezaba a encontrar paz y seguridad. Su zona de confort. —Esto... ¿usted se encuentra bien?—murmuró con cierta timidez no sabiendo si estaba indagando demasiado o inmiscuyéndose donde no debía hacerlo. Bajó la mirada y volvió a alzarla, mirándola desde debajo del prolijo flequillo esmeralda—. Parece cansada.