No había mayor motivo para quedarnos asomadas a la línea de casilleros de segundo, a decir verdad, pero parecía que tanto a mí como a Thi nos había entrado la vena de chusma y nos mantuvimos en esa posición, aprovechando que ni Anna ni el moreno nos habían visto, para seguir observando la escena como si fuese aquello el cine en una premiere o algo por el estilo. Eso fue, claro, hasta que escuchamos la voz de Kou a nuestras espaldas y di un respingo, en parte asustada por su repentina aparición y en parte por miedo a que la parejita nos escuchase y pillase in fraganti. Me giré a la velocidad de la luz, siseando para indicarle la chico que guardase silencio, y apoyé las manos en su pecho para empujarlo hacia la seguridad de nuestra propia línea de casilleros. Obviamente, me monté el teatro en cinco segundos y empecé a mirar a nuestro alrededor con aire de sospecha, para cerciorarme de que nadie nos había seguido o nos estaba espiando, todo mientras Alethea aprovechaba y saludaba a Kou con una inclinación de cabeza. —De husmear nada, es periodismo de investigación —solté, toda orgullosa, al volver a encarar al chico. —Shinomiya-san tiene razón, Ri, ha sido de mala educación quedarnos mirando así. —¡Thi, no me estás ayudando! La chica soltó una risilla divertida ante mi muestra de indignación y se encogió de hombros, antes de despedirse de ambos diciendo que tenía algo que hacer antes de subir a la clase. No tenía nada que hacer, la tonta solo quería dejarnos a los dos a solas y, bueno, ni que me fuese a quejar de ello, de todas formas. Me despedí de ella moviendo una mano de lado a lado, sonriente, y volví a prestarle atención a Kou en cuanto estuvimos solos. >>Kou-chii, buenos días~ —saludé con el tono suave de siempre, como si nada hubiese pasado—. ¿Qué tal has estado? Hace mucho que no hablamos, eh~ Contenido oculto and im weak for your weakness uwu
La tonta dio un respingo al escucharme y me pregunté si su idea habría sido desaparecerse apenas plantar las bombas, era una posibilidad, pero habría tenido que apurarse un poquito más. También me arrojó cierta incertidumbre encima de si quería verme o no en realidad, porque seguía siendo el mismo imbécil que le había dicho que se desaparecía si así lo quería. La duda se murió apenas nacer, más o menos, la sarta de estupidez que solté al menos la hizo sonreír y aflojé los hombros a conciencia. Noté que me repasó el rostro, quién sabe qué buscaba en sí y en realidad tampoco importaba demasiado en ese momento, mató la distancia que había dejado, se acercó y se me colgó del cuello. Parpadeé un par de veces, sentí su respiración y al instante se me aflojó el cuerpo entero, la rodeé y la abracé con fuerza, prácticamente me fundí con ella a la vez que soltaba el aire contenido despacio. Podíamos tener público que me importaba tres mierdas, cerré los ojos y le dediqué una caricia amplia en la espalda. Regresaste. Su murmuro me arrancó una risa floja y me encogí de hombros entre sus brazos cuando dijo que no les daba mucho uso, en realidad tenía razón, los tenía allí guardados y apenas era que no les hacía un altar o algo. Además como estábamos hechos unos imbéciles ya todos los trámites se hacían sin cupones, pero igual eran algo que ella había hecho para mí y, Dios, lo apreciaba tanto como la carta pegada frente al escritorio. —Ven aquí —murmuré apenas un segundo antes de separarla del suelo, me fundí con ella con más ganas si era posible y ya la punzada de dolor que me lanzó el cuerpo fue bastante tenue. La bajé con un cuidado estúpido—. Ahí me cobré como tres cupones, perdona, pero para que sepas y así no digas que están de adorno. Tomé aire con cierta fuerza, me separé de ella con cuidado y alcancé sus rostro con las manos para estamparle un beso en la frente, sobre el flequillo. —Bienvenida otra vez, An.
No era de divertirme con tonterías, la verdad, pero haber logrado mi cometido de asustarla y el apuro con el cual me empujó de regreso me aflojaron una risa de nada, que como mucho fue a morir en mi pecho. Me dejé hacer por completo, ya de paso, su cercanía no me tensaba ni encendía alertas. Riamu se montó el show de su vida y su amiga aprovechó para saludarme, cosa que correspondí con bastante liviandad. Vete a saber, probablemente fuera lo cómico de la situación en general, ya que no era de tener tan poca cara de moco a las ocho de la mañana. El intercambio entre ambas fue breve y lo seguí con las cejas ligeramente alzadas, luego Ethans se excusó y no tardó nada en desaparecer. Venga, ¿algo pendiente? Ni ella se lo creía, pero tampoco iría a quejarme. —Qué amigas tan buenas tienes, Ri-chan —comenté al aire, aunque cargó toda la intención del mundo. Luego regresé a sus ojos, lo hice con la serenidad de siempre y recibí su saludo. La sonrisa se me estiró apenas. —Cierto, no hemos hablado nada —concordé, guardando las manos en los bolsillos, y le eché un vistazo a la suya—. ¿Y bien? ¿Qué son esas cosas? Que tampoco me interesaba particularmente, pero ya que estábamos. La escenita de Hiradaira no se me había pasado desapercibida y me pregunté, vaya, si Kakeru estaría al tanto de... cómo venían las cosas. Era probable que un resabio de miedo se las hubiera ingeniado para permanecer arraigado en mi cuerpo, duró lo que Altan se decidió a corresponderme el abrazo y, en definitiva, sólo necesitó eso. Sólo necesité sus brazos apretujándome con fuerza para ahuyentar bien lejos a todos los fantasmas. Me sentí más pequeñita que nunca, estúpidamente segura también, percibí su pecho desinflándose a cámara lenta y el mío hizo lo inverso, pero al mismo ritmo. Su caricia fue amplia, la sentí por toda la espalda y subí una mano para hundir los dedos en sus plumas negras. Dios, no había remedio. Ni siquiera noté la presencia de Shinomiya o las chicas, no noté nada en absoluto y me importaba tres mierdas estar en medio de los casilleros. Lo había logrado, había logrado regresar y me generaba una alegría tan extraña, tan cristalina y sosegada, que si me descuidaba seguro me echaba a llorar como cría. Su risa vibró de forma casi imperceptible, sin embargo la sentí contra mi pecho y recibí su murmullo. Me afirmé con un poquito más de ganas y flexioné ligeramente las piernas tras abandonar el suelo, así como en las películas, ni idea por qué. La tontería me echó encima un chispazo de emoción y solté una risa breve, bajita. Luego me regresó a tierra firme. —Lo anotaré —bromeé, en voz tenue—. Que si te los gastas todos quedas en números rojos, cuidado. Igual me podía convertir en una puta fábrica de cupones si la situación llegaba a ser esa, pero por decir algo. Lo dejé separarse, parpadeé y alcé el rostro para buscar sus ojos. Él sostuvo el mío, me dejó un beso encima del flequillo y el mundo se redujo a ese instante por apenas un segundo. Cuando regresé al planeta Tierra, a los casilleros, le sonreí como jodida estúpida y busqué sus manos para apretujarlas. Al principio sólo iba a ser eso, pero acabé por bajar la vista a sus labios e inclinarme lo suficiente para dejarle un beso allí. —Aquí estoy —susurré a milímetros de su rostro y ya luego regresé a mi espacio, echándome encima un poquito más de jovialidad. Me puse a mecer nuestras manos entrelazadas de lado a lado, suavemente—. Espero que hayas descansado lo suficiente de mí estos días ¡porque volví con pilas recargadas!
Kou me dejó hacer con una facilidad absurda, y no es que me lo cuestionase mucho en ese momento, ¿pero acaso no se estaba reafirmando así la idea de que se había acostumbrado a mi presencia? A mi presencia y a estar toqueteándolo todo el rato, también, porque de algún modo venían en el mismo pack. De nuevo, no eran cosas que me comiesen la cabeza especialmente, pero desde luego era lindo tener esa comodidad con el chico. —¿Has visto? Les he dicho que no quería compartirte y, mira, me han hecho caso~ —respondí, con la misma intención de sonar desentendida cuando claramente no era el caso, y ensanché un poquito la sonrisa con ello. Mentira no era, aunque solo se lo había dicho a Abby, y un poco había sido en broma, porque tampoco pretendía evitar que cualquier otra persona se le acercase a Kou, mucho menos cuando me imaginaba perfectamente que Zeldryck seguiría detrás de él. Y, ya de paso, tenía que admitir que me hacía un poco de gracia la idea de alguien más intentando ligar con Kou, a saber si conseguían algo o no. Pero, al fin y al cabo, lo había dicho por seguir la broma y tampoco pretendí darle más vueltas de las necesarias al tema. Después de quedarnos a solas, Kou señaló el papelito que había llevado en la mano en todo momento, y bajé la vista hasta el mismo con las cejas ligeramente alzadas. Levanté la mano apenas un segundo más tarde, con una sornisa renovada, para enseñarle mejor el aspecto del cupón en cuestión. >>¡Vales por abrazos! Creo que ha sido cosa de Anna-chan, porque cuando Thi me la presentó, dijeron algo sobre el martes de abrazos —expliqué, sin perder el tono alegre en ningún momento, y acabé por girar la muñeca para volver a tener la inscripción del papel hacia mí—. Apenas hemos hablado, en realidad, pero me ha dejado uno también. Es muy linda~ No tenía ni idea de la relación de Kou con Anna, qué va, y a saber cómo sería capaz de reaccionar si alguna vez lo sabía. Quizás nunca lo haría, o quizás sí, pero por el momento simplemente me encogí de hombros y me guardé el cupón en el bolsillo de la falda, con todo el cuidado del mundo. >>¡Ah, es verdad! Thi me ha dicho que habéis sacado un 10 en el proyecto, felicidades~ ¿Debería darte un premio por tan buen nota~?
Su comentario me hizo alzar las cejas con una cuota de diversión, porque más allá de ser una broma tonta acabé por preguntarme si realmente les habría dicho algo del estilo a sus amigas. No tenía forma de cerciorarme, claro, pero de cierta forma lo vi bastante probable y mi sonrisa acabó estirándose ligeramente hacia un costado. Parpadeé lento, solté el aire y ladeé apenas la cabeza. —¿Y eso? Se me va a inflar el ego, que lo sepas. Como si ya no estuviera inflado al borde de la explosión, vaya, pero por decir algo. Detallé el cupón en cuanto me lo presentó frente a la cara, y debía decir que un poco sí me sorprendía ver a Anna haciendo ese tipo de cosas. De alguna forma siempre lo percibí, claro, lo que yacía realmente en su núcleo; eso dormido, atorado o silenciado a secas durante el tiempo que compartió con nosotros. El fuego se le olía a kilómetros de distancia así le pusiera correa y no sabía si los demás también se habían dado cuenta, pero para mí siempre había sido claro como el agua. De la forma que fuera, recién ahora le daba espacio para crecer y de ahí la sorpresa. Riamu me explicó la situación con bastante alegría y yo la dejé ser, ni atravesado en un delirio de fiebre probablemente le echaría encima mis pullas y dramas del pasado, en especial si ya conocía a Anna. No era caridad, era decencia y desinterés. No me llamaba en lo más mínimo hablar de Shinjuku, de las serpientes y mucho menos con alguien que nada tenía que ver con ellos o ese mundo en general. Quizá también y dolía un poco, vete a saber. Me limité a mantener la sonrisa, asentir y seguir sus movimientos en silencio. Se notaba que la tontería le emocionaba bastante y pensé que le sentaba, la verdad, puede que a su costado más infantil. De la forma que fuera, la dejé ser y parpadeé apenas trajo a colación el asunto del proyecto. Me la traía bastante floja mantener un promedio impecable en la escuela, para mí ya era moneda corriente, así que mi atención la absorbió lo otro que dijo. Entorné ligeramente la mirada y, otra vez, ladeé un poco la cabeza. La diversión y la satisfacción se me pegaron en toda la cara. —¿Hmm? ¿Un premio? —repasé, suavizando el tono al punto de lo estúpido, y saqué una mano del bolsillo para repasar las puntas de su cabello con aire distraído—. Nunca me dieron un premio por sacar buenas calificaciones pero, oye, ¿acaso alguien se negaría? Dejé la tontería, deslicé la mirada a sus ojos y lo hice con una intensidad estúpida. —Y de una chica tan bonita, encima~
Hablar no era lo que se dice mi especialidad, pero tan siquiera trataba de imprimirle al resto de mis movimientos lo que no encontraba como decir. Mi preocupación por ella, apenas un chispazo del miedo que me había rebotado en la cabeza esos días, pero también la genuina alegría de verla de regreso, todo eso había cargado la caricia. Si lo atajó o no, pues no lo sabía, pero la sentí hundir los dedos en mi cabello y la tontería solo me sirvió de confirmación, de que sí, estaba allí. La verdad era que podía caerme una bomba nuclear al lado y yo estaría demasiado concentrado en esta chica como para notar nada, era así de sencillo. No dejaba de ser un montón de agua, pero Anna podía sosegar el ciclón, encender una fogata bajo el agua y un montón de cosas más, así que dejaba de importar, pasaba a ser casi una pequeñez. Además, casi todo daba igual cuando la otra tonta se reía en medio de mi gracia de haberla despegado del suelo. —¿En números rojos? —cuestioné, hasta me hice el alarmado y todo—. Habría valido la pena, eso sí. La sonrisa que me dedicó luego de que le besara la frente fue de idiota, me hizo soltar una risa por la nariz y presioné sus manos de vuelta cuando las buscó. Pensé que iba a quedarse en eso nada más, pero noté cuando cambió de idea y la recibí como el imbécil que estaba hecho, correspondiendo el beso. Solo entonces me pregunté cuándo la había besado antes de que se fuese a la mierda y el cerebro, todavía bastante dormido, no supo responderme. Aquí estoy. La repasé con la vista cuando regresó a su espacio, ni siquiera yo supe qué estaba buscando, pero terminé por asentir con la cabeza como un crío y la dejé hacer, que meciera nuestras manos. Aproveché para acariciarle suavemente el dorso con el pulgar, pero no aparté mis ojos de los suyos. —Estaba por comenzar una huelga con pancartas y todo, así que más te vale que esas pilas de verdad vengan a toda potencia porque deben compensar el riot que iba a ocurrir en su lugar —añadí con tono liviano, casi se me escapa una risa incluso—. Puedo recargarlas con el azúcar de todo Japón si hace falta, solo me haces una señal.
Quizás hubiera en todo el asunto un rollo sobre la dependencia que acababa metiéndome en los líos mentales de turno. Porque estaba allí, en medio de los casilleros, llamando la atención y señalándome con flechas de neón, pero estaba con Altan y gracias a eso, la diana a la espalda había desaparecido. Ni siquiera podría encontrarla tirada en el piso, por Dios, como si el tiempo-espacio se la hubiera tragado. Me daba igual. Si estaba con él, todo me daba igual y qué sé yo, podría acabar bailando, cantando o trepándome a los casilleros que no iba a sentirme expuesta, observada ni mucho menos amenazada. La ansiedad se diluía como si todo adentro de mí fuera agua y no fuego. Y eso era también lo que me daba miedo, ¿verdad? Porque no podía, no quería depender de él. No quería recostarme enteramente en su existencia para sentirme bien conmigo misma. Era un peso que a veces encontraba en los ojos de Kakeru al mirarme y, joder, no. No quería hacerle eso a Altan. No quería convencerlo de que su único lugar posible era a mi lado. Pero vaya, de momento su puta madre iba a negarse. Luego de la semana asquerosa que había tenido, en definitiva sólo ansiaba encontrar un punto de ancla, un faro donde refugiarme hasta que la tormenta amainara, y ahora que estaba allí sólo quería disfrutarlo. La idea de quedarse en números rojos lo dejó bien preocupado y yo, una luminaria, asentí con convicción. —Así es, señor, en rojo como... ah, como ese juego de McDonald's que tenías que dirigir la empresa y no caer en bancarrota. ¡Era super complicado! —Lo había recordado de repente y me reí—. ¿Qué tendrá? ¿Como diez años? Lo jugaba en Argentina, así que imagínate. Joder, vaya épocas. En casa no teníamos computadora, así que a medida que íbamos viajando y en lo que me duró la obsesión, pillaba los ratos libres y preguntaba a los locales hasta dar con el ciber de turno. Y ahí se me iban horas jugando mierdas random en internet. Altan me correspondió el beso y me di cuenta que en ningún momento, ni siquiera por un instante, había dudado de que lo haría. La última vez que lo había besado así fue el mismo día de las pruebas físicas, por la mañana, cuando encontré su anillo, la carta y los dulces en mi casillero. En esa vuelta también me había invitado a la casa y todo el rollo, lo recordé de repente y, vete a saber por qué, un poquito me avergonzó. ¿Si no me hubiera puesto imbécil podríamos haber pasado el fin de semana juntos? Quizá. Pero lo hecho, hecho estaba, suponía. Cuando regresé a mi espacio me repasó con la vista, la movida medio me recordó a Cayden el día anterior y por un instante temí que se diera cuenta, que me leyera la mente o que esa mañana, con el lío del Krait, no me hubiera maquillado muy bien el ojo. Si acaso quedaba la aureola amarillenta ahora, pero se seguía notando y prefería no andar con el detalle en la puta cara. De la forma que fuera, Altan siguió como si nada y me relajé, asumiendo que no había encontrado nada extraño. Recibí sus caricias con un gusto inmenso, se me pegó en la sonrisa y todo, y la tontería del riot me arrancó una risa cristalina. —Perdón, perdón, no pretendía convertirte en un revolucionario, ¡aunque el azúcar no la voy a negar! —Retrocedí hasta que mi espalda diera con los casilleros, por nuestras manos lo arrastré conmigo y jalé hasta encontrar sus labios otra vez. Fue un beso superficial que repetí entre cada cosa dulce que mencioné—. Hmm, ¿cupcakes? ¿Dorayakis? ¿Caramelos rellenos? Ah, o esas manzanas acarameladas con palomitas de maíz que venden a veces en la calle. ¿Las probaste alguna vez? Yo no. Contenido oculto qué moneta la cinta *rueda en crowish al*
Así como había días que me hacía cacaos mentales con puras mierdas, había otros en que simplemente no encendía esos interruptores o algo. En ese momento estaba tan ocupado en el hecho de que Anna había regresado que ni se me ocurrió darle vueltas a nada parecido a lo que ella andaba pensando de la dependencia y tal, que siendo sincero si me encendían la cabeza tampoco quería que ella tuviese que depender de mí para, no sé, ser ella sin miedo a nada. Era posesivo de vez en cuando, pero tampoco pretendía absorber a la gente y si había algo que quería era que las personas que apreciaba pudiesen vivir por sí mismas, que me dejaran acompañarlos y ya, eso era todo. Igual en ese momento parecía necesitar eso, esa ancla en el mundo o como quisiera uno llamarlo, y desde hace días ya estaba más que dispuesto a hacerle de cable a tierra, así que hoy no era la excepción ni de coña. Es más, le buscaba todas las jodidas anclas que necesitara, sin titubear un segundo. La otra asintió de lo más convencida a mi alarma de los números rojos y de ser un poco más suelto para los teatros o haber estado más despierto me habría llevado una mano a la boca, para cubrirme la sorpresa. En su lugar lo que hice fue fruncir apenas el ceño al escuchar lo del juego, porque no me sonaba de absolutamente nada. Igual su risa se me contagió y solté la estupidez de turno. —¿De cuándo eras pequeña entonces? —pregunté y me tuve que tragar parte de la diversión que se me estuvo por imprimir en la voz—. Bueno, pequeña sigues, pero tú me entiendes. Igual tenía su gracia imaginar a Anna tratando de no dejar en bancarrota un empresa, porque cuando le daba la gana aventaba el dinero como si lo arrancara de los árboles y pues solo la imagen mental ya era un poco caótica. En sí me pregunté cómo sería jugar a algo con esta chica, videojuegos quería decir, me la imaginaba super intensa. Siguió riendo con mis estupideces y me di por satisfecho, porque le soltaba una hostia a quien me dijese que esta niña no merecía reírse un rato así fuese de la cosa más sencilla. Noté también el gusto con que recibió las caricias, ladeé apenas la cabeza y las mantuve sin siquiera pensarlo mucho, además no lo iba a soltar así de la nada, pero me hacía falta hacerle mimos o lo que fuese. —No, a ver, siempre tuve el potencial de iniciar la revuelta, pasa que me falta un motivo de peso —justifiqué con seriedad impostada. Claramente me dejé arrastrar, aceptó el pago en azúcar por kilo y me dejó un beso con cada cosa que dijo, la tontería me regresó la sonrisa de idiota a la cara y la dejé hacer—. ¿Con palomitas? Lo siento, solo he probado las manzanas acarameladas que no son tan extra. Después de responderle solté sus manos con cuidado, las llevé a sus mejillas y me incliné para besarla otra vez, fue algo más largo que los otros, nada loco tampoco que seguíamos a los cuatro vientos, pero solo se me antojó y ya. Me separé un poco, apenas para poder unir la frente con la suya y cerré los ojos unos segundos antes de dejar su rostro, regresarle su espacio y volver a buscar sus manos. —O waffles, ¿has visto? Ahora les ponen un montón de helado, frutas y cuanta cosa dulce que se les atraviese. Siento que no podría comerme uno de esos sin morir empalagado, la ventaja es que la carga de azúcar es para tus baterías y no las mías. Contenido oculto thanks uwu si me preguntas por qué me había tardado tanto en ponerle los pinches cuervitos i have no fucking clue *rueda en crowish Al x2* i lov it
Numéria Russo No me había enterado de lo del proyecto hasta el mismo día de entrega, que para el infortunio de todo el grupo fue imposible que saliera bien, pues no se podía entregar algo que no existía. Al menos teníamos otra oportunidad y, ahora siendo consciente del asunto, no dejaría que volviera a arruinarse. No tenía idea de qué había ocurrido antes para no estar preparados, ¿falta de comunicación, puede ser? Pero desde que me integré sí que parecían ser responsables al respecto. Ahora solo nos faltaba terminar de acoplar la información que nos faltaba, Nakagawa ya había avisado de que hoy día faltaría, por lo que envío su información de antemano. Y más allá de aquel proyecto del cual esperaba deshacerme de una vez, los días habían girado en ir aprendiéndome las calles de la ciudad y una variedad de kanjis a medida que seguía estudiando el japonés. Podía alardear de mi facilidad para los idiomas sin problema, pero era justo este idioma el que más problemas más me había traído. De cualquier forma, me las había arreglado para entender en su mayoría las clases. Miré con un movimiento de ojos los alrededores de los casilleros, sin una distracción a la vista me dirigí a mi correspondiente lugar para hacer el intercambio debido de calzado.
Ilusa yo, asentí casi a la velocidad de la luz cuando preguntó si el juego era de cuando era pequeña, pero no tardó nada en soltar la tontería que se le había atravesado en la cabeza y me mordí el labio, propinándole un golpe de nada en el brazo. —Qué va —me escudé, ladeando el rostro, y le lancé una mirada medio de soslayo para decir lo siguiente con el tono suavizado—: Lo mejor viene en envase pequeño, al fin y al cabo~ Igual y él sí era capaz de llevar a McDonald's al año 2150, ni idea, quizá el problema lo tenía yo y su cerebro de niño genio descifraba la fórmula del éxito al vuelo. Ya que estábamos, un día se lo hacía jugar y comprobaba mis teorías. ¿No tenía pinta de llevarse bien con la tecnología? Además, de esa forma se salvaba de jugar cualquier cosa conmigo, que seguro salía de ahí con un pico de estrés. No me llevaba bien con la derrota, las cosas como son. No la toleraba en ningún ámbito de la vida, prácticamente. De la forma que fuera no tenía mucho que hacer o fingir cuando mis resistencias por fin se habían aflojado, cuando me sentía capaz de aceptarlo en mi espacio sin morirme de la culpa y cuando lo tenía allí, acariciándome las manos y con toda su atención encima. En algún punto esa mierda me habría cohibido un montón, pero ahora lo sentía casi natural y me di cuenta lo mucho que me había acostumbrado ya a su presencia en mi vida. Qué peligro, eh. La seriedad que se echó encima me hizo gracia, pero igual ya estaba hecha una imbécil así que sólo fue ternura lo que se me imprimió en el gesto. Alcé las cejas luego, curiosa, y le agité un poquito las manos. —Las palomitas dan igual, si solas saben a cartón. ¿Cómo son, entonces? ¿Valen la pena? ¿Las manzanas acarameladas eran importantes? Claro que no, al menos no tanto, si es que encima imaginaba que usaran manzanas viejas o arenosas para hacer las mierdas y me moría del asco, pero si se trataba de conversar con Altan seguro hasta el vuelo de una polilla se convertía en la tontería más interesante del mundo. Nada que hacerle. En definitiva no me dejó tiempo a responder nada, al segundo lo noté aproximarse y lo recibí con la naturalidad que ya había pensado antes. Teníamos que ser los estúpidos más besuqueros de las ocho de la mañana, pero lo poco que me importaba era digno de portada. Acabé por apoyar ambas manos encima de su pecho, poniéndome de puntillas y tal, y al final las deslicé a sus hombros en cuanto su frente encontró la mía. Me quedé allí, regresé al suelo y respiré con toda la maldita paz del mundo, hasta que regresó a su espacio y parpadeé, recobrando noción del lugar. Era curioso, porque podía tragarse la luz de la habitación a la que ingresara y aún así, ahí para mí, era lo que más brillaba en metros a la redonda. Fue una tontería, pero me pregunté cómo se vería el reflejo del agua en sus ojos. Quedé un poquito idiota, ni modo, así que asentí despacio y me separé de sus manos para entretenerme trazando caminos aleatorios encima de su camisa, a la altura del pecho. —Me encantan los waffles llenos de mierda, son como los crepes. O los daifukus de durazno. —La sonrisa se me ensanchó con aquello último y sentí su anillo contra el pecho, o más bien recordé que estaba ahí—. Ah, cierto. Tengo otro número de móvil, por si quieres que te lo pase.
Se me soltó una risa al recibir su golpe en el brazo, porque la tonta había asentido con la cabeza antes de darse cuenta que iba a soltar la estupidez de turno y me llevé la mano a la zona, mirándola con cierto reproche bastante impostado a decir verdad. De todas formas se subió al tren, ladeé un poco el rostro también y me tragué la gracia. —No, si eso no lo dudo —atajé a su comentario de que lo mejor venía en envase pequeño. Nos estábamos moviendo con tal naturalidad que me di cuenta entonces de lo mucho que estaba acostumbrado a ella ya, es decir, me volví a dar cuenta porque de por sí ya había tenido como dos epifanías al respecto y pues qué remedio. La jodida se había colado por todas las rendijas, ni siquiera había tocado la puerta, y allí estaba tan pancha como si hubiese estado conmigo siempre o algo. La sentí agitar mis manos antes de responder, lo de que las palomitas sabían a cartón me hizo fruncir apenas el ceño y lo relajé unos segundos después, porque se me ocurrió que debían usar palomitas que añejas y todo, así que tenía sentido. Me encogí de hombros antes de responderle la pregunta, no eran una maravilla del mundo, pero suponía tampoco estaban tan mal. —Me comí una cuando estaba pequeño, ¿qué debía tener? ¿Once años? Y el caramelo me empalagó como cuatro mordidas después, mamá se comió el resto como si nada. Era una manzana verde, no estaba mal pero igual, imagínate si hubiera sido de esas rojas que son super dulces, me moría. Había divagado de lo lindo, pero bueno qué importaba, la vez de la azotea también habíamos hablado bastante y tal, así que de ahí que pudiera contarle una estupidez de esas como si fuese una conversación de vital importancia. De nuevo, la forma en que había aceptado a esta chica en mi espacio era hasta cuestionable, pero ya no importaba demasiado, si es que había importado alguna vez. Sentí sus manos apoyarse en mi pecho y no me di cuenta, pero sonreí ligeramente contra sus labios porque idiota se nacía, y ya cuando le regresé su espacio dejó mis manos para entretenerse trazando caminos en mi camisa. La dejé hacer, ni modo, y solté el aire por la nariz solo disfrutando del contacto mientras la escuchaba responder lo de los waffles, que no me sorprendió para nada, la verdad a mí me gustaban más los crepes, se me hacían apenas un poquito menos dulces. Cuando mencionó los daifukus se le ensanchó la sonrisa y la reflejé. —Los crepes no están mal, con helado de vainilla y fresas de esas que son medias ácidas. —No tardé mucho en asentir con la cabeza a lo del número, en ese momento me explicaba a medias por qué el otro no servía, pero vaya de ignorancia vivía la gente—. Por favor, así te puedo molestar con stickers otra vez. De la forma que fuese debíamos ir subiendo, así que me separé de ella con cuidado y estiré la mano en su dirección, pues porque eso tampoco me lo cuestionaba ya. —Te acompaño a tu clase, An. Contenido oculto iba a responder ayer pero como te dije, la neurona ya no me daba pa nada y me morí *gatito chillando* en el Villa contesto a la madrugada, que tengo que salir en un rato asdbjhe te lo puedes arrastrar si te da tiempo de contestar y si no, pues no biggie, nomás das por asumido que acompañó a la niña arriba <3
La vista de ese casillero a medio llenar era básicamente deprimente, un sutil y estúpido recordatorio del estado actual de su vida, todo a medias. ¿De verdad era tan malo? Ir sin rumbo fijo, a la deriva, esperando algún milagro o la presencia de alguien a quien compartir su vida. Soledad, inevitable compañera, a veces bienvenida, otras veces no tanto, pero siempre inseparable de alguna manera u otra... Alzó la mirada para ver una foto que había pegado en la puerta del casillero, una copia de una foto familiar en un viaje a Yokohama, era más joven, por lo menos una niña de primaria, antes de aquel horroroso incidente. Se dedicó a esbozar una leve sonrisa al toparse con aquella instantánea, así como ese casillero le recordaba su maltrecha vida social, esa fotografía le hacía ver todo lo opuesto, gente que lo ha dado todo por ella. Y ya llegaría el momento en conocer a alguien por quién darlo todo también. Luego de dar una sonrisa más amplia cerró el casillero para recostarse en el mismo al ponerse sus audífonos, y dispersar la mente al suave ritmo de música instrumental, no había que dar nada por perdido aún. Si bien concedía que el haberme enrolado en una academia en un país donde era una recién llegada, no teníamos ni el año en Tokio, y cuyo idioma aún podía dominar, la experiencia había sido cuando menos gratificante, conocí a Sakuya, que pues por casualidades de la vida hablaba francés, no el mas fluido, pero era básicamente una francófona perfecta, y gracias al cielo que estaba allí, me simplificaba un mundo la vida. Además de ello había hecho de tripas corazón con mis habilidades deportivas... Aunque me daba pena tener las rodillas y los muslos raspados y con unas cuantas banditas, ¡Cualquiera diría que me había metido en problemas! Aunque la verdad... Había sido muy divertido, me lo había pasado bomba y los demás chicos habían sido amables conmigo, no tenía quejas al respecto. No iba a negar que extrañaba casa, pero la verdad, no me sentía mal de estar fuera, había anhelado abrir la puerta hacia el mundo, así que este era un gran primer paso... Contener la emoción pues era difícil, empezar de nuevo era abrumador, pero se sentía extrañamente tan bien ser uno mismo donde nadie te conoce. Contenido oculto REGRESÉ AAAAAAA
Las clases trascurrieron sin mayores sorpresas, pues era el último día de clases antes de la golden week y yo no entraba entre los reprobados, cual era un real alivio. También el tema de la golden week me venía de perlas para convencer a mamá de salir a algún lado en su tiempo libre, recuerdo muy bien como antes sí se daba uno o dos días para sí misma y recorrer las calles de la ciudad, pero desde que se separó de papá su vida parecía estar solo entre el trabajo y casa. Tras ir a comprar mi almuerzo opté por buscar un lugar para almorzar que no fuera la cafetería, pues a pesar del buen clima igual sentía que había demasiadas personas, o tal vez se debía a que me daba un poco de corte ir a almorzar sola ahí cuando se podía ver perfectamente que la mayoría iban acompañados. Y por el mismo buen clima quise evitar el patio, no me apetecía estar bajo el sol de momento y las bancas bajo los arboles ya habían sido ocupadas. De alguna forma terminé llegando a la zona de casilleros, parecía vacío casi en su totalidad, pero alguien logró llamar mi atención. Titubeé en sí acercarme 0 no, pero recordar lo amble que era Izayoi-senpai conmigo y Horiazana-kun me impulsó a decidirme. —Ho... Hola, senpai —saludé con esa voz baja de siempre, junto a un gesto de mano e intento de sonrisa, algo tímida. Esperaba no estar interrumpiendo nada, talvez ella quería estar sola—. A sido un tiempo, ¿no crees? Contenido oculto Aquí estamos, Rojito uwu
El paso de la mañana no había sido el más armonioso, así que se dedicó a pensar, y uno de sus puntos más críticos a reflexionar era el que se veía bastante simplona. Punto. No gustaba del maquillaje de ningún tipo y hasta le incomodaba de ciertas maneras, después de todo limpiarse la cara sin parecer que se estuviera derritiendo era un plus tremendo, además pues disfrutaba del dinero que no tenía que invertir en cosméticos... Como para zapatillas, si, nunca podían faltar un buen par, una verdadera sneakerhead. El otro restante podía tirarlo en revistas y partidas de paintball con sus correspondientes moretones, aunque la verdad la experiencia es bomba. Un brillante ejemplo del estrambótico, y fácil de desviar, proceso lógico de la joven Izayoi, podía empezar con cualquier cosa, pero en algún momento dado, terminaría por decantarse entre zapatillas, coches o juegos de guerra, intereses para nada ortodoxos teniendo en cuenta su formación (y cosa que disfrutaba por completo) como criada. Una verdadera caja de sorpresas. Pero una suave voz, muy familiar, la sacó de su propia mente, dirigiéndose a ella. Esa linda niña tímida, penosa y ligeramente antisocial, que la perseguía como una sombra de vez en cuando, y en efecto, era un espectro sobre aquellos tiempos más felices en su vida, y para finalizar, un espejo donde se veía hacía un par de años. Una dulce e inocente jovencita. —¿N-Nagi-san? —fue lo primero que terminó por murmurar, casi que su cerebro haciendo cortocircuito. Pero terminó por esbozar una gran sonrisa, una presencia bienvenida, y en alguna manera, ansiada, si con alguien tenía plena confianza, era con ella. >>Es un placer verte de nuevo a pesar del incesante paso del tiempo, Watanabe-sama~
Pensaba que iba a estar más preparada para volver a clases después de las vacaciones, pero nada más lejos de la realidad, y me planteé más de una vez saltarme aquellos días de clases para descansar como Dios mandaba. ¡Además de que no tenía ningún sentido acabar las vacaciones en mitad de semana! Meternos tres días de clase por la cara era una jodida tortura medieval, ¡seguro lo habían hecho a propósito! Por desgracia, estaba el jodido proyecto que habíamos reprobado, y ni de coña iba a dejar que pasásemos otra vez por lo mismo. A mis padres les daba bastante igual todo lo que hiciese, pero me habían dejado bastante claro que si quería cambiarme a una escuela como aquella iba a tener que demostrarles que me las apañaba para ser una alumna decente y, como mínimo, aprobar las asignaturas correspondientes. Y si les daba por castigarme sin la tarjeta por suspender o algo por el estilo, iba a pasarlo realmente mal. Así que ahí estaba, a las ocho de la mañana como cualquier otro día de la semana, cerrando el casillero después de haberme cambiado los zapatos y bostezando como si la vida me fuese en ello. Había entregado el proyecto el miércoles, en realidad; había sido lo primero que hice al empezar la semana, de hecho, pero ya que me había podido despertar y había ido a clases ese día, iba a tener que hacer el esfuerzo lo que restaba de semana también.
Ayer fue un día bastante normal, estuve andando de acá para allá como siempre, en clase conversé con la persona detrás mío, pero tampoco es que pudiera hacer mucho. Era distinto a mi escuela de campo, más bulliciosa y desordenada, se notaba que acá o tenías padres estrictos, o te había costado un kilo entrar en la academia, pues a pesar de haber uno que otro revoltoso, pues la realidad era que la mayoría prefería evitarse demasiadas broncas. Y bajo esa visión de orden o rigurosidad, hasta daba miedo distraerse en clases y que alguno de los profesores te acusaran. Así que en general me estuve manteniendo tranquilo, como lo llevaba haciendo desde que llegué a la academia. Máximo y me han retado por correr en los pasillos o chocar con alguien, pero bueno, ¡no podemos ser simples robots! Correr va en mi sangre, gritar en mi corazón y saltar en mi cerebro. Así que nada, se podría decir que de momento era fortuna no haberme ganado el desprecio de algún docente, ¿eso me haría un chico maduro? ¡Como fuera! Que almorzaba cada día con alguien distinto, aunque cuando notaba que Watanabe-san andaba sola, claro que me acercaba y decidía almorzar con ella, era una chiquilla calmada y aun con su timidez y silencio se podían lograr buenas conversaciones. Era curioso como en general nos enfocábamos en nuestros hermanos y experiencias de vida, jeje. Ella parecía tener dos, pero nunca me dejaba bien en claro cómo era su familia en casa... talvez tenía problemas que no quería contar, yo no iba a molestarme en indagar. Con esa cotidianidad presente, llegó un nuevo día tras las vacaciones que se me pasaron volando, pero bueno, ¡la diversión nunca terminaba! Hace un par de meses me habían regalado un patineta, era curiosa y de lo más cool, pero aun no tenía la habilidad suficiente para venir con ella al colegio. Podían atropellarme por ir descuidado como era, ¡imagina el problema que sería para mis padres sí ocurriera eso! Era mejor venir a pie y evitarlos, siempre me podía divertir con mi ocarina. Llegué a los casilleros e hice los intercambios correspondientes, tranquilo y entonando una alegre canción a labios cerrados. Miré a mi alrededor entonces, curioso en busca de algún rostro conocido, necesitaba hacerme pronto de un compañero con quien pasar el rato. Contenido oculto Libre para el que quiera (?) Edit: madarauchiha ya se lo pidió prestado XD Que algo de decencia le quedaba, decía... Recordar un par de cosas del tiempo que pasé con Dunn-san me hacía reír con levedad de la nada, en verdad debería dar más chances para conocer personas nueva, el asunto me traía alegre y se notaba en que no llegué a la escuela con tanta cara de culo como era costumbre. Era así de sencillo, ocurría un evento estimulante y ya estaba toda la tarde dándole vueltas al asunto, meditando, inspirándome en cierta forma: ¿Qué podía hacer con eso, valía la pena escribirlo, una canción podría expresar lo que sentía? Pude haberme pasado la tarde en casa avanzando en proyectos o simplemente perdiendo el tiempo en internet, pero las memorias de mis amigos revividas por el pelirrojo me hicieron tomar el skate, cerrar bien la casa y cada una de la ventanas, y partir al centro de la metrópolis en busca del par de idiotas. Los pillé apenas me contestaron el mensaje, habían salido y por eso no los había encontrado en sus respectivas casas, siempre juntitos como era costumbre. No estuvimos juntos mucho tiempo, pero nos tomamos un granizado en uno de los centros comerciales y practicaron junto conmigo un par de trucos con el skate que compartimos, el mío. Esperaba que Kazuma se sacara la mugre contra el piso y algo, pero el condenado había mejorado un montón y eso me animaba a ponerme a su nivel, por lo que al final del día fuimos Taiki y yo los que nos mandamos un par de porrazos. Me preocupaba un poco quedarme atrás, pero ya iría mejorando a mi propio ritmo. Una vez de regreso a casa me sentí repleto otra vez, creo que había perdido mi rumbo sin percatarme, preocupado por cosas que en verdad no eran tan complejas. Me di un buen baño, ordené un par de cosas de la casa y mientras hacía la cena empecé a meditar qué cosas podrían servir para el club... Uhm... Tendría que hablar otra vez con Thorton-san, preguntarle sí a ella y sus amigas aún le interesaba lo de brindar algún que otro cuento, o incluso escrito propio, para ser leído en el club de radio. Podría ser algo interesante para todos los ratones de biblioteca que pudieran haber en la escuela, de paso y podría entusiasmar a alguno a que salieran de su burbuja y expresaran más cosas. En fin, que llegué a los casilleros con calma y tranquilidad, riéndome de manera corta a veces, de la nada ante recuerdos que en mi mente eran graciosos. No dejaba de ser el rarito de clases aun y estando alegre, parecía ser. Cambié mis zapatos sin prisas, pero más entusiasta de lo normal, para luego estirar brazos y espaldas con una sonrisa de oreja a oreja. Imagino que las vacaciones igual sirvieron para reponer cambiar de energías. Contenido oculto Lo mismo que con Vite, a quién le interese, ahí anda el bobo relajado y sonriente (?)
Vaya vaya con la toalla, en definitiva este anticipo del verano obligaba a mantener el buen humor, o al menos esa era mi impresión, al final, cuando fui a buscar a Lynn para ir juntas a la escuela ella se encontraba irritable y seria, como era su usual. Traté de hacerla reir pero ni eso lograba, no era mala chica y las conversaciones usuales y la cercanía que me esforcé por tener incluso parecía no hacerla mudar en su humor, yo simplemente suspiré apenada. Al final nos encontramos en las puertas de la escuela, habría querido platicar durante ese corto periodo pero nada más lejos de la realidad pues el camino fue acompañado de un incómodo silencio que simplemente me daba para darle vueltas a la cabeza sobre si hoy tendría suerte en mi intento de ir socializando con los demás, algo que, quizás por mi carácter taimado o la variedad de costumbres y mi afán por pasar desapercibida, nunca me dio la sensación de poder conectar profundamente con nadie. Pero como era alguien realmente fuerte en ese sentido ¡Ésta era mi misión para esta semana! Así que, inconscientemente me puse a silvar en lo que me despedía de Lynn en los casilleros, dirigiéndome a los de primero y me encontré a un chico solo, preparándose por lo que me acerqué a él y reverencié en lo que abría yo mi casillero. — Veo que estamos en el mismo año, me llamo Shiori Yamanata, ecantada de conocerte—. Me presenté, dirigiéndole una cálida sonrisa al chico, que si mal no recordaba, estaba en mi clase. *********************** Tsk... Esa Shiori y su parquedad de palabras, y yo que creí que tendría un entretenimiento en el camino hacia ese lúgubre lugar, yendo de refinada y conversadora ¡Oh si eso me dijo! pero ahora ni siquiera se dignó a soltar ni una palabra ¿Como quería tener conmigo una amiga si no era capaz de decir nada? Además mira que se lo advertí "Soy parca en palabras y tiendo a no decir nada cuando no me interesa algo pero ¡Se escuchar! O lo que es mejor, si me lo explican podría lograr que me interesara pero no, esa estúpida finolis se creía mejor que yo. Al escucharla silvar suspiré, de perdidos al río, así que al entrar en los casilleros nos despedimos y me dirigí a los correspondientes a los de mi año, viendo a un chaval prepararse... — Hey, buenas—. Dije escuetamente, si realmente me quisiera decir algo, que empezara él, tsk... Realmente se me daban fatal estas cosas.
Contenido oculto: Babooshka MEMEO Ni yo esperé ese pensamiento final de Vite, pero sí hay un copuchento cawuinero en entre mis personajes, ese es Horiazana XD Me lo veo enterado de la mayor parte de las movidas superficiales y claras de notar XD Una voz llamó mi atención inmediata, me alejé dos pasos de ella acomodándome el zapato sin usar las manos, buscando su rostro con una actitud bastante abierta. Mi cara pilló su pecho y con una ligera sorpresa que se incrementaba, lentamente alcé la vista hasta dar con un par de ojos gentiles. Mis labios formaban una O perfecta y mis ojos eran dos platos, la sorpresa estaba callada, pero presente en cada célula mía. Y rompí el hielo, soltando una risa cantarina y encogiéndome un poco de paso tras sentir toda la emoción recorrer mi cuerpo. ¡Claro, éramos compañeros! —Yamanata-chan, claro que te conozco —hablé con una mezcla de jocosidad y halago, haciendo un gesto con mi mano que remarcaba nuestras diferencias de altura, con la sonrisa filosa adornando mi boca y orbes—, serías la envidia de cualquier gran hombre —solté un halago medio raro, pero sí de algo estaba seguro era que no quería ofenderla, mucho menos, admiraba un montón su físico. Reí como un zorro bromista a ojos cerrados, para luego sonreírle con más alegría y pureza—, ¡me encantaría ser como tú al crecer! Alto, fornido, pero sí algo no quería perder era mi agilidad. Claro, claro, tendría que ser algo así como un velocista, ¿no? ¡Aunque los tíos que levantaban pesas también eran asombrosos! Que decir de las damas, esas ya eran otro nivel. Manos tras la nuca, hablé con calma sin perder la sonrisa que expresaba mi diversión. >>¿Qué tal te ha estado yendo con eso de integrarte en la academia?— Y tras eso procedí a hacer un puchero bastante infantil, pero sobre todo exagerado, liberando mis emociones sin pudor alguno—, ¡Yo creo que hay demasiados aburridos! Vamos, hasta miedo daba subirse a alguno de los árboles de cerezo, que ya veía como nos retaban de romper alguna ramita chiquita. Y luego estaban los tipos que cogían en baños y así se quedaban, tan panchos. En fin, quién entendía las prioridades de los docentes. Y, como nunca hubiera esperado, una voz pareció llamar mi atención. Tuvo suerte de que no llevara audífonos, porque de ser el caso ni cuenta me habría dado de que alguien quería dirigirse a mí, tan acostumbrado a ir a mi bola y que el resto me dejara ser con tranquilidad. La miré con una expresión bastante neutra, erguido como correspondía, lo que de por sí era raro para mi encorvada persona. La ligera curiosidad cubría mis ojos tranquilos y perezosos, pero en realidad estaba mucho más reactivo que ayer mismo. De por sí me era raro que me hablaran, más extraño aún me era interactuar con chicas sin un compromiso de por medio. Desventaja de solo tener un grupo de amigos, donde los tres seguramente éramos la gama exacta de colores de: "Virgen infantil promedio", pero bueno, que de por sí era de controlar cualquier nerviosismo que me pudiera generar la interacción social, logrando varias veces actuar natural. —Buenos días —solté despacio y terminé por sonreír con levedad, no había motivos para ser descortés o el amargado de turno. Era así más que nada con mis compañeros de curso, que ya más o menos se habían habituado a mí y a mi sencillo mal humor—. ¿Eres nueva, cierto?—. Y tras esas palabras calmas y seguras, terminé por sonreír con clara pena y nerviosismo, sin dejar de ser tranquilo en cierto aspecto—, lindo cabello, por cierto. No era mentira, me interesaba un montón ver como los distintos adolescentes se expresaban de distintas formas a través de su vestimenta. La mía dejaba en claro que poco me importaban las etiquetas: El pantalón me quedaba algo suelto, valiéndome de un buen cinturón para no pasar desgracias, y lo más rebelde que verían en mí era usar una sudadera holgada en vez del molestoso jersey, aunque a veces obedecía solo para que no contactaran con mis padres y les dieran cosas en qué pensar que no fuera en el trabajo. Eran unos obsesivos de la pega y yo no estaba para corregirlos, así que era mejor evitar en un principio causarle problemas.
¡Oh! ¿Alguien se había fijado en mi? ¡QUE BONITO! Ni yo misma imaginé que alguien con quien no hubiera hablado me reconociera y, aunque no lo hubiera hecho, lo escuché con calma para sonreírle y reir ligeramente para agacharme y mirarle cara a cara. — ¿Ves? Ahora somos iguales, créeme que ser alta tiene también sus cosas malas mas que buenas Vite—. Sonreí con amabilidad— Sobre mi interés para los grandes hombres, no los juzgo por altura, me gusta por como son en carácter, personalidad—. Reí con amabilidad, mirándole con calma para volver a levantarme, Vite Horiazana, la verdad es que su personalidad dicharachera y vivaz me llamó la atención desde el primer minuto así que ¿Por qué no intentar ganarme su amistad? Quizás por timidez no me atreví a acercarme a él, más tras haberle observado supe que no había nada que temer. Me intenté ajustar los zapatos y la camisa, que por alguna razón siempre tenía la sensación de que me quedaba demasiado pequeña por alguna razón, quizás debiera hablar con la directora a ese respecto, pero por el contrario no tenía queja alguna, simplemente le miré en lo que acababa de intentar ajustarse el zapato y opté por ayudarle con calma hasta que lo tuviera listo y decidida también a responderle a su pregunta. — Pues... Honestamente me llevo bien con los compañeros más, no tengo un amigo propiamente dicho, así que aun estoy intentando adaptarme. No pierdo la esperanza, eso si que es veraz, anhelo que algún dia pronto pueda llamar a alguien así—. Comenté con calidez y calma, pues así me sentía. La falta de amistades me deprimía, obvio, pero también resultaba contraproducente forzar las cosas— Más respecto al ámbito académico, admito que de momento es la mejor escuela en la que he estado. Contra todo pronóstico el chico respondió a mi saludo y me ofreció conversación, ¿Ves Shiori? Es así como se me ha de tratar, así que en lo que me ajustaba los enseres estudiantiles el chico iba intentando hablar en un torpe intento de conectar dos palabras seguidas que tuvieran relación con un mismo tema, algo que difícilmente le funcionaba pero si que me hizo esbozar una debil sonrisa en respuesta a la que él me correspondía, parecía ser alguien educado y de bastante buen ver, todo había que decirlo. — En efecto soy nueva, entré hará dos semanas pero admito que las clases me resultaban demasiado abrumadoras y me tomé un tiempo sabático, más ahora anhelo tener una rutina más o menos normal, me llamo Lynn Ayala, ¿Tengo el gusto de conocerte?—. Preugnté en un intento de no sonar demasiado tajante o mordaz, claro que siendo como era mi tono de voz y mi forma de expresarme, difícilmente controlaba este tipo de cosas, solo me fijé en el chico— ¿Cuanto llevas en el centro?—. Pregunté antes de ruborizarme un instante por el asunto del pelo— Ahí donde lo ves es naturalmente así, no me lo he teñido en la vida, el tuyo tampoco está nada mal, me gusta el azul, me recuerda a la paz y al mar. No sabía ni lo que me decía pero bueno, ya había cruzado con este chico mas palabras que con nadie más con el que había hablado en el centro, curiosamente para alguien parco en palabras como yo, era un buen punto de inicio para una amistad...
Cuando acercó su rostro al mío poniéndose a mi altura me quedé en absoluto silencio, quieto como un animal frente a su depredador, sosteniendo su mirada con mis ojos otra vez abiertos. Hice un poco la cabeza hacia atrás y procesé sus palabras mientras sentía un leve calor en mis mejillas. Sonreí de lado con la boca media tensa, soltando un "Je" corto agraciado ante su frase, había estado gracioso. En cierto aspecto se me hacía bastante maternal, ¿Cuántos años tendría? No quería asumir que fuera repitente o algo, así que no debía llevarme demasiada edad, ¡era una chica cool! Sonreí con compasión ante lo de tener cosas malas tanta altura, ¡claro que sí! Yo no me quejaba de cómo me tocó nacer, nomás porque no se podía cambiar y siempre había cosas peores que tu caso más allá de la altura, tono de piel o sí eras lindo o feo. Había gente con extremidades atrofiadas o la propia mente perdida, y aún así ellos eran capaces de apreciar la vida y disfrutarla, algunos muy a su especial manera. Así que terminé riendo con dulzura ente su descripción de chicos. —Jijijiji. Mi padre es de esos hombres grandes y trabajadores, mi madre también tiene buen cuerpo, yo creo que tendré suerte —comenté tranquilo y confiado, pasando el peso de mi cuerpo de un pie a otro. Era alguien inquieto, pero no me pondría a dar vueltas alrededor de ella para esperarla, sabía también evitar ser molesto—. ¡Aunque siempre existe la posibilidad de que me quede sí! —concluí sonriente y radiante. Ya con una sonrisa más perspicaz comenté—. Y claro, más allá del físico, lo importante es no ser irritable—. Miré el paisaje que se podría presenciar tras su espalda gracias a las vidrieras de la entrada—, no importa el exterior, solo lo que refleja de su interior. Frases de acá, de allá, era un chico lejos de lector o sabio, pero de reflexivo si podía pecar. Sonreí con ternura y compasión cuando me contó sus planes en las amistades, se le notaba que deseaba hacer amigos y no me extrañaba, yo también quería a alguien para divertirme que no fuera la pobre de Watanabe, que no siempre me podía seguir el ritmo. —¡Ya verás como encuentras a alguien! A pesar de los amargados o raros, hay gente muy amable y dulce por ahí. Los he visto —comenté al aire, pasando por sus ojos, por las taquillas, por los otros alumnos. Era real eso de que no podía quedarme quieto, ahora tenía las manos en los bolsillos y todo. Volví a sonreírle con brillo y tranquilidad a ojos cerrados—, ¡esta es mi primera vez en una escuela tan exigente!—. Entonces me di media vuelta y con un ligero movimiento de cabeza le apunté hacia el pasillo—, ¿vamos? Contenido oculto Me puedes etiquetar en algún pasillo o de plano en el salón de clases, como prefieras uwu <3 La chica se veía bastante tranquila, o al menos controlaba muy bien sus acciones, porque la cara de pocos amigos era distinta a la que a mí se me notaba a kilómetros. Sentía cierta agresividad, pero no que sus acciones lo hayan sido, vamos, es como poder distinguir al perro que muerde del que no muerde. Yo sería el gato vago que ni se inmuta en la pelea entre esos dos, por poner algún ejemplo. La cosa es que no me alteraba los nervios como bien podía hacerlo con su mera presencia chiquillas como la rubia de tercero, así que la conversación fluyó bien a mi parecer. Sonreí con suavidad cuando sinceró su situación, la misma compasión con la que le sonreí en su momento a Dunn-san un par de veces. Luego volví a la meditación tranquila cuando preguntó un par de cosas. Miré al techo como me era costumbre al responder. Le sonreí a los pocos segundos—, Nakagawa Yashihiro, estoy acá desde el año pasado, osea, ingresé en primero —respondí con voz tranquila y la sonrisa sutil, solo que al concluir cerré los ojos y la amplié más. El sonrojo que le salió ante mi halago tampoco pasó desapercibido, la victoria me hizo sonreír con suficiencia acompañada de ese sentimiento rojizo, pero se mantenía la expresión tranquila. Ella era... adorable, en cierto aspecto superficial. Eso sí, mi expresión de sorpresa no demoró en aparecer cuando mencionó que ese fantasioso color era natural. El mío era aún más raro y natural de toda la vida. Me agarré un propio mechón y me quedé un momento reflexivo... Era mejor no decir esas cosas. Le sonreí amplio sin perder el sosiego de mis ojos, sostuve los suyos sin mayores problemas con ambas manos en el bolsillo de mi sudadera. —Hey, que lindo halago... ¿Eres de la 2-2 o la 2-3? Yo estoy en la 2-1 —expliqué con una expresión más entusiasta en mi rostro alegre. Era una buena mañana, debería agradecerle a Dunn-san por impulsar un poco mi vida juvenil. Sí hubiera seguido como iba, de seguro terminaría hastiado de la vida demasiado fácil.