Interior Casilleros

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    ¡Katty-chan!

    Era probable que la detonación de un arma a su lado la hubiese alterado menos que la sola voz del exageradamente ruidoso de Wickham, dio un respingo y cuando sintió que le rodeaba los hombros, la segunda galleta que iba a llevarse a la boca se le resbaló de las manos y tuvo que hacer malabares para que no fuese a dar al suelo.

    —¡Hijo de puta, no te acerques así a la gente cuando está comiendo! —Cuando posó la vista en él por fin y topó con aquella sonrisa radiante, más que calmarse, se alteró más y frunció el ceño. No tenía una sola puta neurona funcional en el cerebro—. Más maravillosa hubiera sido de no tener que verte la cara tan temprano, cabrón.

    Wickham.


    More like wicked.


    Contuvo la risa que su propio pensamiento había provocado. Comió la galleta de un bocado y guardó la bolsa con la que le quedaba en el malentín.

    —¿Por qué tanto misterio, inglés? Incluso si me lo dijeras y no te ayudase, no significa que vaya a delatarte. —Apartó la mirada de él y se llevó una de las mechas rojas detrás de la oreja, descubriendo las perforaciones. Golpeó su mano en cuanto sintió que le acomodaba las solapas de la chaqueta, haciéndolo a un lado y lo siguiente lo dijo casi en un murmuro—. Saliste de la misma alcantarilla apestosa que yo. Somos el mismo bicho asqueroso.

    Dios, qué criatura más insoportable.

    Lo cierto es que lo único que los unía era el mundo de sombras, la alcantarilla, la boca al infierno, pero cada uno venía de una planta de aguas negras distinta.

    Pero no iba a dejarlo estar.

    Colocó los brazos en sus hombros y finalmente entrelazó las manos tras la nunca de Joey, atrayéndolo hacia sí.
    Eran las ocho de la mañana y ella ya olía ligeramente a humo.

    —Suelta tu estupidez, cielo, no tengo todo el día. —Su aliento chocó contra el rostro del moreno. Depositó un beso en la comisura de sus labios, que desencajó completamente con su apariencia, había sido un suave, casi como un roce—. Me gusta ver arder el mundo o directamente ser yo quien le prenda fuego, así que te escucho, niño inglés.

    Había vigilado a Jez todo el tiempo, no los estaba mirando, para suerte del perro sucio de Wickham.
     
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    Gigi Blanche

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    El repentino estallido de ira de Katrina sólo ensanchó su sonrisa, casi como si disfrutara de molestar a la gente al punto de recibir insultos, golpes o escupitajos. Bueno, casi no. No necesitaba que nadie se lo dijera, era un auténtico pendejo y lo veía en el espejo todos los días. ¿Debería parar? se preguntaba a veces.

    ¿Debería ser más considerado?

    —Aw, ¿no hay para mí? —se quejó con un mohín, viendo inmóvil cómo guardaba las galletas en su maletín—. Qué mala, Katty-chan~

    ¿Debería dejarla en paz?

    "Saliste de la misma alcantarilla apestosa que yo. Somos el mismo bicho asqueroso."
    Se llevó una mano al pecho, fingiendo estar dolido, y en pocos segundos renovó la diversión casi malévola de su expresión; sobre todo cuando Katrina se acercó a él y enredó los dedos detrás de su nuca. No la apartó ni un centímetro, sólo desvió la vista un mínimo segundo para... comprobar el panorama. No estaba mirando, ¿eh?

    Mejor.

    —Te gusta ver el mundo arder, dices —murmuró, inclinándose para hablar cerca de su oído—. A ver si puedes incendiarlo sin esto.

    Joey había aprovechado la cercanía disimulada para colar la mano en el bolsillo de su falda y extraer de allí su mechero. Se alejó como relámpago, prácticamente brincó hacia el costado y se le apareció de repente a Jez. Ya había guardado el mechero en sus propios pantalones y le sonrió a Kat desde lejos. No querría armar un escándalo allí, en los casilleros, a las ocho de la mañana, ¿verdad?

    —¡Luego te paso la tarea, Akaisa! ¿En el receso, te parece? Será rápido, no te preocupes.

    Con la misma sonrisa inocente, bajó la vista a la chica que ahora tenía enfrente y agitó la mano. Ya no dirigió su atención a Katrina, como si hubiese dado por finalizado su breve intercambio.

    —Hola, Bellabel. Buen día. ¿Hoy tienes club?
     
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    Zireael

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    No iba a dejar que un perro asqueroso como Wickham le robara una galleta hecha por Kurosawa, pero ni de coña. No merecía probar comida que fuese hecha con esmero.

    No necesitaba un encendedor para incendiar el mundo, al menos no literalmente. Permaneció estática, cruzó los brazos bajo el pecho y lo siguió con la mirada.

    Maldito estúpido.

    Al menos había fumado antes de entrar a la academia, realmente le daba un poco igual lo que hiciera con un mechero casi sin gas. No es que fuese el único que cargara consigo, aunque igual había logrado fastidiarla.

    Eso no era difícil. No debía darse tanto crédito.

    Levantó la mano y sacó el dedo corazón cuando notó que le sonreía, escudándose con Vólkov.
    Sonrió, una sonrisa que como el beso desencajó de una forma casi perturbadora, fue una imitación perfecta de las sonrisas suaves e inocentes de Jez.

    —¿Tú, pasarme la tarea? —respondió alzando la voz y siguiéndole el juego a medias—. Quiero entrar a la universidad, Wickham, con tu tarea me ganaría un boleto directo para vivir bajo un puente. Haz lo que sea con tus deberes mediocres, inglés.

    Dicho eso, encaminó sus pasos y se dispuso a subir a la tercera planta.

    No tenía nada más que hacer allí. No le correspondía sacar a Vólkov de las manos del imbécil de Joey.

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    Jez había cerrado el casillero y se había volteado para regresar con su amigo cuando Joey apareció, haciéndola dar un paso atrás.
    Su rostro se encendió de inmediato, sin permiso.

    Bellabel.

    —Buenos días, Joey —respondió con un hilo de voz y asintió con la cabeza—. Todos los días, ya sea en el receso o en la tarde.

    Le sonrió con suavidad y sostuvo su mirada oscura unos segundos, antes de desviarla a algún otro punto menos directo.

    >>¿No te sientes mal ni nada luego de haberte empapado ayer?

    Sonnen luego de haber terminado el intercambio con Shiori, se dirigió hacia los casilleros de tercero, se detuvo apenas iniciaba la línea de compartimentos, o más bien se vio obligado a detenerse.
    Vio a Jez hablando con alguien, no pudo detallarlo demasiado, estaba de espaldas a él y apenas distinguía las hebras níveas del cabello de Jez tras su silueta.

    Escuchó pasos a su lado y con el rabillo del ojo notó una cabellera lila, la reconoció. Era la única amiga, además de las chicas del club que él no conocía, que había hecho Jez allí.

    —Veo que ya te diste cuenta, Sonnen. —dijo en voz baja, casi como si fuera un secreto. Laila no sabía cómo eran las cosas entre Altan y Jez, lo había visto poquísimas veces, pero había algo en Joey acercándose a su amiga que tampoco terminaba de cuadrarle—. Lo conoció el primer día, creo, cuando me di cuenta estaba preocupándose por él, ya sabes cómo es ella.

    El muchacho sintió que le arrojaban una cubeta de hielo sobre la espalda.

    —¿Quién coño es, de todas formas?

    —Joey Wickham, va a mi clase.

    —Lo que significa que no está con ella. —Laila respondió con un afirmación. Punto para él—. ¿Desempeño académico?

    —¿Qué?

    Señaló a Joey con un movimiento de cabeza.

    —Desempeño académico, Meyer.

    La vio mirarlo confundido un momento y luego se encogió de hombros.
    No tenía sentido que él preguntara por eso, o quizás sí, porque era de esa forma que había conseguido que lo transfieran, pero era igual. Hasta entonces las notas le habían importado una mierda.

    Pero no quería a Jez cerca de ningún retrasado mental.

    —No he visto su nombre en las listas nunca y su presentación, en resumidas cuentas, decía que la probabilidad de que hiciera una tarea era de menos del uno por ciento.

    —¿Con quién se junta?

    —Alisha Welsh, Katrina Akaisa y, creo, Bleke Middel de segundo. —Altan frunció el ceño. Tres chicas, entre ellas la princesa americana y la reina de papel—. No estoy al tanto de nadie más.

    —De acuerdo. Gracias.

    Estuvo por dar un paso, pero Laila lo sostuvo del brazo.

    —Espera, no vayas aún.

    —¿Por qué no? Estás loca, Meyer.

    —¿No tienes curiosidad tú también de ver qué es lo que planea? Ha estado tres años en esta academia y hasta ahora se junta con ella.

    Tenía un punto, de hecho Meyer era bastante perceptiva a esas cosas, como si su experiencia le hubiese enseñado a ser particularmente desconfiada.
    Permaneció apoyado al final de la línea de casilleros, allí donde el metal prácticamente lo ocultaba de la vista y se limitó, por el momento, a observar, y Laila lo imitó. La muchacha se dio cuenta del evidente desdén con el que miraba la silueta de Wickham.

    Si las miradas mataran, Joey estaría enterrado hace rato ya.
     
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    Gigi Blanche

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    Seguía mirando a Jez cuando oyó la voz de Katrina alzándose por sobre el murmullo general. Apenas vio su dedo corazón de reojo, pero no le llevó el apunte; al menos no directamente. Sonrió algo avergonzado y se rascó la nuca.

    —Ah, estudiar nunca fue uno de mis fuertes —se excusó, junto a una risa corta y baja—. Bueno, todos tenemos nuestras debilidades, ¿no? Quizá puedas ayudarme con eso, Bellabel.

    Le guiñó un ojo, risueño, y atendió a sus palabras.

    —Ah, todos los días. ¿Estás en algún otro club? —Colgó las manos de las tiras de su mochila mientras apoyaba el hombro sobre los casilleros—. Yo voy al de fotografía desde primero, y ayer tuve mi primera práctica de baloncesto. ¡Por cierto! Creo que descubrí un talento oculto, te juro. Hicimos unas prácticas de tiro y ¿puedes creer que atiné a todas? ¡Estaba, como, super sorprendido! —Alzó los brazos al aire, gesticulando mucho, y rió otra vez—. Te juro que había una conexión loca entre mí y el balón, algo así como Troy Bolton, pero sin la parte de cantar ni los ojos azules que enamoraron a media población femenina. Aunque ¿quién sabe? Quizá estás hablando ahora mismo con el próximo Jordan. Aunque me falta algo de estatura. —Se pellizcó unos mechones de flequillo y los observó con el ceño fruncido antes de volver la mirada a Jez—. ¡Como sea! ¿Sentirme mal? ¡Ja! Eso es para debiluchos. No recuerdo la última vez que me resfrié, te lo juro. Aunque no estaría mal, si lo pienso con detenimiento.

    Se inclinó suavemente hacia ella y le sonrió amplio.

    —Si me enfermara, tú podrías cuidarme, ¿verdad~?

    Volvió a erguirse rápido. Sabía que Jez no era como las chicas que solía frecuentar y, aunque hablara hasta por los codos, no le gustaría... sobrecargarla con demasiada cercanía, o contacto físico, o algo así. No.

    Debía ir con más cuidado.

    —Y bueno, Bellabel, ¿tú cómo estás?



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    Enfermarse para tu primer día de clases en una nueva escuela. Qué puto chiste.

    Y lo peor, saber que no venía de comida en mal estado, ni un virus, ni haber pasado frío. Claro que no. Era, como siempre, su cabeza estúpida jugándole una mala pasada.

    Una pasada de mierda, más bien.

    Ya era el tercer día, genial. Como si no fuera suficiente ser la chica nueva, tendría que ser la nueva entre los nuevos. Suspiró pesadamente mientras caminaba, las manos en los bolsillos de la sudadera, los cascos en las orejas, el uniforme desalineado y el chicle tutti frutti casi sin sabor ya. Apenas se detuvo para echarle un vistazo al edificio antes de adentrarse. No tenía nada que ver, todas las escuelas japonesas públicas eran prácticamente iguales. Su vieja había ofrecido alcanzarla, pero la rechazó de inmediato. Tenía esta extraña contradicción rayándole la mente a cada minuto, como estar cagada hasta las patas y aún así querer hacer las cosas sola.

    Parecía encantarle complicarse la vida.

    Se fijó en las diferentes hileras de casilleros, viendo cuáles correspondían a segundo. En medio de su camino se topó con una cabellera morada, casi pastel, similar a una suave cascada de seda, y se detuvo junto a ella. Con una mano se colgó los cascos al cuello mientras la otra agarraba un mechón de pelo sin más, lo alzaba y le permitía deslizarse entre sus dedos.

    Esos japoneses y su frialdad. Estaba de humor para verlos incomodarse y dar respingos porque hacía meses que no estaba de humor para nada bueno.

    Sweet —murmuró, asintiendo, y le sonrió a la chica; no era cálida, sin embargo, apenas simpática. Contenía una diversión casi áspera—. Lindo cabello, chica. Muy bien.

    Había notado que parecía estar hablando con un muchacho, pero le dio bastante igual. Tampoco esperó realmente recibir una respuesta, sólo siguió mascando su chicle y lo infló mientras enterraba las manos en los bolsillos y retomaba su camino hasta los casilleros. Bueno, tendría que buscar su nombre uno por uno.

    Qué puta ladilla.
     
    Última edición: 31 Mayo 2020
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    Zireael

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    Ni siquiera se molestó en buscar a Katrina con la mirada, había bastado con escuchar lo que le había dicho a Joey para tensarla, aunque volvió a relajar los músculos segundos después.

    ¿Ayudarlo con el estudio? Balanceó el maletín que sostenía en sus manos y asintió brevemente con la cabeza. Es posible que no fuese una maestra de la interacción social, pero estudiar no se le daba para nada mal.

    Antes de que se diese cuenta, él había soltado otro de sus monólogos y ella abrió mucho los ojos, preguntándose cómo hacía para no quedarse sin aire. Al menos era bueno ver que sus pulmones funcionaban correctamente.

    ¿Troy Bolton? ¿El próximo Jordan? Además, Dios mío, gesticulaba un montón. Se le escapó una risa mientras lo escuchaba.

    —Cuando hablas tanto pareces un niño. Es lindo —dijo sin pensarlo en absoluto.

    Notó que se inclinaba hacia ella y el sonrojo en su rostro se intensificó.

    ¿Cuidarlo si enfermaba? Bueno, suponía que sí. Asintió tímidamente con la cabeza, de hecho apenas se notó que lo había hecho, y después atendió a su pregunta.

    —Estoy bien, estaba pensando en, no sé, unirme a otro club pero no soy buena en los deportes, ni con las cosas de arte y tampoco me interesa eso de cocinar —admitió algo cohibida—. Supongo que queda el de jardinería… y lo único que no se me ha muerto ha sido un cactus. Creo que al final del día solo soy buena con los libros, nada nuevo.

    Clavó la vista en sus zapatos, aunque volvió a alzar la mirada a Joey rápidamente.

    —Ah, parece que te divertiste descubriendo tu talento deportivo. Podría ir a verte jugar un día si quieres.

    No había ninguna intención detrás de sus palabras, como siempre, era solo lo que le nacía decir y ya que Joey parecía interesado en acercarse a ella, le resultaba normal responder esas cosas. Ayudarle a estudiar, cuidarlo o verlo en el club.

    Altan se había tirado el monólogo de Wickham de principio a fin y la expresión de desdén en su rostro no había hecho más que acentuarse.

    El rey de los idiotas.

    Ni siquiera un niño era así de irritante, pero allí estaba Jez, la eternamente paciente Jez, escuchándolo y hablando más de lo que la había visto hablar con alguien que no fuese él o Meyer antes.

    Lo vio acercarse a Jez, decirle algo y retroceder.

    Qué se jodiera Meyer con eso de observar.

    Rodeó la línea de casilleros por el otro lado sin prestar atención al llamado de Laila, de forma que no tuviese que pasar junto a Joey para llegar a la albina y apareció tras ella, habiendo eliminado el desdén de su rostro, al menos la mayoría. Se colocó a su espalda, deslizó los brazos por sus hombros y la atrajo hacia él, sin molestarse siquiera en mirar a Wickham.

    Jezzie, te estaba buscando. —Mentira, si nunca la perdía de vista.

    —¿Ah? —La muchacha giró un poco la cabeza para mirar su perfil y unió su cabeza a la de él, casi como un gato mimoso, un instante—. Lo siento, seguí caminando para dejarte hablar con Kurosawa.

    —Hablando de Shiori, me dio un galleta. Te guardé la mitad. —En efecto, había comido exactamente la mitad de la galleta de mantequilla, la acercó a la boca de la albina quien la comió de su mano, como si fuera lo más normal del mundo.

    Una parte dentro de Sonnen ronroneó satisfecha. Era probable que tuviera más cosas en común con las perfeccionistas, controladoras y manipuladoras de Akaisa y Kurosawa de lo que quisiera admitir.

    Jez regresó su atención a Joey después de masticar.

    —Por cierto, Altan, este es Joey. Lo conocí en la biblioteca. Joey este es-

    En la biblioteca.

    —Sonnen —completó y le sonrió a Wickham, solo porque Jez estaba allí.

    Condescendiente.

    ¿Qué dirá el árbol del conocimiento sobre ti, Joey?


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    Había que ver lo testarudo que era Sonnen, porque al final había terminado por acercarse de todas formas y, a decir verdad, aquello no pintaba muy bien.
    Lo llamó en vano.

    Sintió que alguien se hacía con un mechón de su cabello y se volteó de inmediato, no porque la hubiese asustado realmente, sino porque el movimiento había llamado su atención.
    Cuando se volvió topó con la muchacha de ojos magenta, le estaba sonriendo, pero era una sonrisa extraña.

    Lindo cabello.

    Sonrió también, suave y genuina. Antes de que pudiera responderle, la vio continuar su camino y ella la siguió, hasta llegar a su lado.

    —Hola~ —dijo con suavidad—. Tu cabello también es bonito, me gusta mucho ese color. No te había visto antes en la escuela, asumo que eres nueva.
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Toda su vida le había traído sin cuidado observar o no el panorama escolar. Llegar por la mañana con las ganas de entrar a un clase por interminables horas arrastrándose por el suelo y detenerse a simplemente observar al resto de alumnos—sus conversaciones triviales y gilipolleces varias; aquella chica que hablaba de bases de maquillaje con su amiga y el tipo musculoso que charlaba sobre alguna serie con un colega— pero últimamente se había vuelto algo habitual.

    Llegaba, observaba y abría la taquilla con un gruñido áspero.

    Obviamente no lo hacía por mera casualidad. Era casi un impulso, un acto inconsciente que nacía de un extraño, casi ajeno deseo por encontrar aquellos ojos color atardecer entre la gente. No pensaba acercarse pero solo verla allí lograba hacerle sentir bien. Saber qué estaba, que iba a volver a verla ese día lograban mandar a la mierda parte de su odio acérrimo a ese jodido lugar.

    Kurosawa.

    Quizás la escena en el pasillo había tenido algo que ver.

    ¿Qué coño había sido eso? ¿Esa paz, ese sosiego, esa sensación cálida en su pecho? ¿Desde cuando no sentía esa calidez? ¿La había sentido alguna vez en su triste vida de mierda? No. Por supuesto que no. El sonido de la lluvia y la respiración calmaba de Shiori en su hombro se había casi como una burbuja. Ellos dentro, solos, en compañía el uno del otro. Fuera todo lo demás.

    Shiori tenía la extraña habilidad de ser cálida casi sin pretenderlo. Era como si el fuego naciese en ella. No tenía que esforzarse por estar con escorias sociales como él o Akaisa, era algo que parecía llevar impreso en los genes. Era una innata domadora de fieras.

    Y él era una fiera que en el fondo quería ser domada.

    En ese momento algo extraño se removió dentro de él. Mientras observaba, en silencio. ¿Quién cojones...? Alzó una ceja apenas observando el breve intercambio con aquel tipo. Alto, cabello oscuro, pinta de capullo. Ah, un cuervo. Los lobos podían colaborar con los cuervos. Ellos planeaban sobre la carroña, indicándole a los lobos donde estaba el alimento. Luego la compartían. Devoraban tendones, partían huesos. Deshacían a su antojo, hasta que sus estómagos estaban llenos.

    Pero no. Ese lobo no.

    Apretó la mandíbula.

    ¿Qué cojones hacía con Kurosawa?
     
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    Gigi Blanche

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    "Cuando hablas tanto pareces un niño. Es lindo."

    Joey alzó las cejas, genuinamente sorprendido por un breve segundo, antes de recomponer su eterna máscara de diversión y simpatía. Pero bueno, ¿quizá la había subestimado? ¿Sería más directa de lo que asumió en un primer momento? De cualquier forma, seguía sonrojándose como una niña. Su primera hipótesis, que no se había molestado en replantear, era que le incomodaba la cercanía del sexo masculino.

    No tenía idea cuán rápido tendría que descartarla.

    —¡Jardinería! —respondió, animado, y soltó una risilla fanfarrona—. Bueno, Bellabel, yo llevo toda una vida cuidando de plantas y flores. ¡Ya sé! Si me ayudas a estudiar, te ayudaré a mantener vivos los pequeñines bajo tu cuidado. ¿Qué dices? ¿Es un trato? Digo, además de ir a verme jugar que por supuesto lo estaré esperando.

    Estuvo por extenderle la mano cuando un tipo que no conocía de nada apareció junto a Jez y... bueno, todo pasó bastante rápido y casi tuvo que tragarse una risa de incredulidad. ¿Y ese numerito de comedia romántica barata? Joey se quedó de una pieza, observando el intercambio Dios sabía salido de dónde, hasta que la albina le llamó la atención mencionando su nombre. Le echó un vistazo más riguroso al muchacho cuando sus miradas conectaron. El mismo pozo oscuro, pero con mierdas tan diferentes dentro.

    Sonnen.

    Joey contuvo un suspiro de hastío y sonrió, señalándolos con el dedo. Sonrisa usual, semblante usual, frescura usual, como si nada.

    —Un gusto, hombre. ¿Son novios? —soltó sin más, y es que era en verdad lo único que le importaba.

    Podía decidir el resto sobre esa respuesta.



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    No había sentido los pasos de la chica tras su espalda, a decir verdad. Cuando comenzó a inspeccionar los casilleros y percibió su cercanía de reojo, arrugó un poco el ceño. No era exactamente molestia, de todos modos, sino más bien... sorpresa.

    —Hola —respondió algo áspera, volviendo a la tarea de revisar los apellidos en los casilleros—. Ah, gracias. Genial, ¿eh? Lo sé.

    "No te había visto antes en la escuela. Asumo que eres nueva."

    Vaya, qué perceptiva. Anna le concedió un nuevo vistazo de costado mientras sus labios se curvaban apenas.

    —Ding, ding, ding. Y yo asumo que no eres japonesa. Eso, o te falta un tornillo.

    Ah, Hiradaira. Ahí estaba. Lo abrió y procedió a cambiarse los zapatos, como ya acostumbraba hacer allí en Japón.
     
    Última edición: 1 Junio 2020
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    —¿Se encuentra bien Señorita Honda?

    Tecleó algo rápido en su teléfono móvil, deslizando sus dedos magullados y cubiertos de apósitos sobre la pantalla táctil. Última generación, una cuantiosa suma que no le importaba gastar. Mientras fuese la hija de quién era, iba a disfrutarlo. Moura Honda, un imponente y gélido magnate de los negocios, obsorbido por su trabajo, ciego a las necesidades de su única hija.

    Lo mejor. Eso era lo único válido. Era lo que le habían enseñado. El dinero dominaba el mundo, las masas ignorantes. Y si lo poseías, poseías parte de él. Extrañamente no había sido educada de forma estricta. Fue consentida en exceso. Quizás, porque su padre jamás pensó en dejar el peso del imperio Honda sobre sus hombros.

    Probablemente no quería convertirla en él.


    —Sí.

    Una breve mirada por el retrovisor de la limusina.

    —¿Necesita...?

    —No.

    —Disculpe, pero-

    Era una muñeca, por lo tanto. Materialista, déspota, mimada e inútil. En eso la habían convertido. Y aunque no le gustaba serlo tampoco lo detestaba. Necesitaba la fama y la notoriedad que le otorgaba su estatus. Era importante. Porque por dentro se sentía brutalmente sola.

    ¿Y cómo podías simplemente desaparecer y deshacerte entre los dedos como la arena cuando te conocía todo el mundo? Por eso la fama era un pilar. Lo necesitaba. Casi tanto como el oxígeno.


    —Ya dije que no—frunció el ceño—. Deja de importunarme Watari. Es molesto.

    Ah, como era usual. En esa casa, entre esa gente, solo su mayordomo y chófer podría preocuparse por ella. Bueno, no era como si se hubiera cortado y quemado sus delicados dedos de pianista a placer. Era la cocina. Maldita cocina de mierda. No la entendía para nada.


    Obviamente era demasiado orgullosa para su propio bien, era bien consciente de ello. Era orgullosa y soberbia y terca y deslenguada y en su pequeño ser se formaba una dicotomía entre lo que suponía ser una señorita y lo que no. Su carácter contrastaba de forma poderosa. Encajaba con el estereotipo de las jóvenes bien posicionadas japonesas y al mismo tiempo se salía por completo del molde. Le gustaba el té, la música clásica. Pero en ella se forjaba cierta rebeldía occidental, probablemente por parte de su madre inglesa.

    Sí, esa era Mimiko Honda en todo su esplendor.

    Detente aquí. Quiero caminar un poco.

    En cualquier caso, debía opacar la humillación del club de cocina a como diese lugar. Por eso había tomado una de las hojas que la presidenta del club había escrito con la receta. Cuidadosamente, sin llamar demasiado la atención.

    Galletas de mantequilla. Simples, comunes, algo que la plebe devoraría a manos llenas.

    Chasqueó la lengua.

    Ni siquiera podía hacer eso bien.

    Horas. Horas interminables había pasado en la cocina, durante la noche, cuando el silencio sumía la mansión en sombras. Siguió la receta a pies juntillas, teniendo que rehacerla varias veces. Siete.

    Siete jodidas veces hasta que logró algo medianamente decente. Algunas quemadas, la masa pastosa, unas finas y otras gruesas. Había mordido una.

    Salada.

    Palideció y tosió, asqueada. A la mierda. Ya eran ocho veces.

    Pero allí estaba, en los casilleros, con su bolsita de galletas convenientemente guardada en su bolso
    . Podía ser una princesita tirana pero sabía reconocer sus errores. Sabía pagar las buenas acciones y recompensarlas y sabía disculparse cuando tenía que hacerlo incluso si imponía el orgullo y se escudaba tras aquella máscara burda, resguardando sus emociones del resto. Odiaba sentirse vulnerable, expuesta. Odiaba la sensación de saber que podían ver a través de ella y esa era justo la impresión que le daba Shiori Kurosawa. Su mirada audaz podía traspasarla como si su corazón fuese de vidrio.

    Sin embargo, estaba allí y aquel maldito orgullo suyo le impedía retroceder. Porque se lo había prometido a sí misma y las promesas eran sagradas para una Honda.

    —Kurosawa-san—la llamó acercándose. Trató de sonar neutral, de puro milagro no falló miserablemente. Abrió su bolso—Ten. Me costó un ojo de la cara hacerlas así que más vale que te las comas.

    Y le extendió la bolsita de galletas. Orgullosa, porque era rebajarse. Y ella odiaba eso. Maldita afrenta a su orgullo y maldito corazón considerado a pesar de todo lo demás.

    —Ni agradezcas. Se quemaron—sonrió con falsedad—. Es una lástima.

    Puto orgullo.
     
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    Zireael

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    Lo que no sabía era que el cachorro había visto todo el rollo con Altan, se había centrado en él y en Akaisa, aprovechando que estaban en el mismo camino y, como no había visto a Hiroki en la línea de los de tercero, había seguido andando hacia su casillero.
    Y ya que estaba, tampoco había visto a Watanabe.

    Sacó la bolsa de galletas que le quedaba, intacta. De la que había sacado una para Sonnen era de la de Akaisa, la de Hiroki no la iba a tocar para nadie más, ni de coña.
    Las guardó en el bolsillo de su falda mientras tanto.

    Como aquel bento.

    Suspiró con cierta pesadez y casi pudo sentir los ladrillos de la muralla vibrar con solo el recuerdo del receso del día anterior.
    ¿Qué había sido eso de todas formas? Hasta se había dormido después de clase, cosa que nunca hacía. Era ridículamente cálido.

    Cerró el casillero luego de hacer el cambio y cuando se movió hacia el pasillo lo vio. No era que pasara muy desapercibido de por sí, le sacaba algunos centímetros de altura a Altan y ella reconocería ese cabello cenizo en cualquier parte.

    Dejó salir un suspiro que no supo estaba conteniendo y cuando estaba por dirigirse a él, la interceptó Mimiko, llamándola y haciendo que se volteara antes de siquiera iniciar su marcha para alcanzar a quien era su objetivo principal.

    El corazón se le atoró en la garganta un momento.

    Ten. Me costó un ojo de la cara hacerlas así que más vale que te las comas.

    Parpadeó, incrédula, mirando la bolsa de galletas que la rubia le extendía. La tomó con cuidado, casi como si estuviera alcanzando un plato de porcelana.

    La sonrisa falsa que le dedicó al decir que se habían quemado le importó una mierda. Porque era Honda dándole una bolsa de galletas que ella había hecho, porque vio sus manos, el resultado de varios intentos.

    Sonrió mirando las galletas, una sonrisa genuina de nuevo, e increíblemente suave, cargada de algo muy parecido al cariño.
    De nuevo la muralla se sacudió.

    —Gracias, Honda-san —dijo casi en un murmuro a pesar de que le había dicho que no lo hiciera. Hizo una leve reverencia y su cascada oscura junto al flequillo, ocultó su rostro—. Yo, bueno, solo me hace feliz que hayas hecho esto. De verdad.

    Sintió que el rostro le ardía y agradeció que el cabello estuviera ocultándola. No importaba si la rechazaba, si saltaba a decirle algo, si no respondía y se iba. Solo quería ser transparente con ella, como lo había sido con Hiroki al querer ser su amiga.


    altan.png
    Había que admitir que Wickham sabía jugar, lo supo con lo que escuchó de su respuesta a Jez apenas antes de doblar y hacer su movida.

    De felino posesivo.

    Conocía bien a los de su tipo, se les notaba a leguas, sin embargo, este era una subespecie diferente. ¿O era Jez quien lo hacía mutar? Poco importaba. Eran básicos y aburridos, con pocas o ninguna neurona funcional.

    Qué ganas de un cigarrillo, joder.

    Misma altura, mismo cabello oscuro, mismos ojos de abismo. Vaya chiste de mal gusto era aquello.

    Confirmaba lo cagado que era.

    Y aún sabiendo que, en lugar de ayudarle en algo, lo ponía en desventaja, no soltó a Jez en ningún momento. Su cuerpo cálido y pequeño entre sus brazos, los hilos de cabello blanco rozando su piel, el perfume dulce pero no empalagoso.

    Su mirada se afiló al escuchar la pregunta de Joey y estuvo por soltar una risa sin gracia.

    Qué ganas de aflojarle los dientes.

    Recordó cuando le reventaron el labio con diez años y el sabor de la sangre en su boca. Estuvo por relamerse los labios, pero el cuerpo tibio de Jez entre sus brazos hizo retroceder la ola de violencia.

    —¿Novios? —preguntó Jez son suavidad y, sorprendentemente, no se ruborizó—. No, somos amigos desde la escuela elemental.

    Joder, Jez, te acabas de colocar como carne para los lobos.

    —Lo que dice la señorita —secundó sin mayor complicación.

    No necesitaba ser novio de nadie para tener suficiente excusa para estamparle esa cara de cordero contra los casilleros.

    >>Como sea —empezó mientras liberaba lentamente a la albina de su agarre, que como reflejo retrocedió un paso para sujetarse de su brazo. El gesto lo hizo flaquear en su escena, porque se volteó a mirarla y sonrió de verdad un instante. Regresó la vista al frente, se tronó los dedos de la mano derecha, sacó el móvil del bolsillo y abrió su caja de Pandora. Wickham—. Hablas fuerte, hombre, te escuchó toda la escuela, ¿de verdad crees que se te dé tan bien el baloncesto para quizás ser el próximo Jordan?

    No se dignó a mirarlo de nuevo.

    Qué aburrimiento.

    —¿Te imaginas? —añadió Jez junto a una risa, luego agitó a Altan un poco—. Al, acompáñame a ver a Joey jugar un día.

    Maldita sea, era increíblemente densa.

    —En realidad pensaba unirme a algún club, supongo que los de deportes suenan bien. —Separó la vista de la pantalla cuando le habló a ella y cuando terminó la regresó al aparato, que guardó en su bolsillo de nuevo en cuanto finalizó su pequeña tarea.

    Joey Wickham.

    Ja, en la caja de Pandora estaba su nombre completo, aunque eso no era en mínimo difícil de encontrar.
    Tuvo que contener la risa. Cumplía años en unos días, vaya cosa, también le sacaba medio año y aún así parecía que le faltaba casi toda la corteza prefrontal, o al menos actuaba como si así fuese.

    En casa continuaría con el resto, si no se aburría de lo que las búsquedas más sencillas arrojaran.

    laila3.png
    Pecaba de áspera, pero realmente no importaba, tampoco es que quisiera que la gente fuera efusiva de buenas a primeras, así como si nada.

    Bingo —respondió al comentario de su nacionalidad mientras apoyaba la espalda en la fila de casilleros. Debido al comentario se entendía que ella tampoco lo era, a pesar de que tuviera un apellido claramente japonés: Hiradaira—. Los japoneses son algo… insípidos, ¿no crees?

    No había borrado la sonrisa de sus labios. Era de segundo, como Kurosawa, quizás eso fuera bueno, podría hacer una amiga de su año teniendo en cuenta que Shiori era particularmente cálida.


    ay diosito ya llévame. Perdón por el tochazo pero no quería dejar a alguno para otro post porque seguro me duermo pronto y las dejo esperando un buen rato (?) y mi culo fangirl pues no se controla tampoco
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Coso de Mimiko.png

    La suavidad y el cariño en la voz de Shiori pareció descolocarla. ¿Qué pasaba con eso? ¿De verdad podía hacerle tan feliz una insulsa bolsa de galletas?

    Fue entonces que recordó sus dedos. Magullados, heridos, cubiertos de tiritas y apósitos. Ella lo había visto. La presidenta había atestiguado su esfuerzo. Desearía poder haberlo ocultado a tiempo pero ya era tarde para eso. Se había esforzado, sí. Para hacer galletas para ella, pero por encima de todo, para demostrarle y demostrarse a sí misma que podía hacerlas. Que no era ninguna estúpida inútil. Que tenía coraje y valor y no permitiría rendirse ni que ningún obstáculo la detuviese. El leve rubor de sus mejillas se acrecentó.

    —N-no es como si las hubiera hecho para ti ni nada ¿de acuerdo?—bufó apartando la mirada y jugueteó con un mechón de cabello rubio entre los dedos. Dejó escapar una risa por la nariz—. Solo sobraron un montón. Iba a tirarlas, así que pensé que tal vez querrías probarlas.

    ¿Por qué no podía ser honesta?

    La miró un momento, un breve instante. El necesario para preguntarse sí aquella excusa absurda había servido para algo. No, evidentemente. Sus verdaderas intenciones habían sido expuestas y ahora era visible como un cristal. La terca y obstinada Mimiko Honda se había pasado toda la noche destrozándose los dedos para preparar galletas de mantequilla.

    Para ella.

    Por y para Shiori Kurosawa.

    Soltó el mechón rubio y sus ojos azules se clavaron en los orbes color atardecer de Shiori. Había determinación en ellos, seriedad. Repentinamente su gesto pareció ensombrecerse. Estaba siendo trasparente, sin máscaras, sin barreras.

    Desnudando sus sentimientos al menos un instante.

    —Puedo hacerlo—le dijo—. Eso y todo lo demás. No te atrevas a dudarlo.

    Su voz sonó mucho más dura de lo que pretendía. Pero estaba hablando con honestidad, clara como el agua de un arroyo de montaña. No sabía si se lo decía concretamente a Shiori o a ella misma o al mundo en general. Pero hablaba con convicción, segura del alcance de sus palabras. Era una promesa.

    Y las promesas jamás se rompían.

    Pasó por su lado sin volverse, sin mirarla, alejándose por el pasillo en dirección a las aulas. Su pequeño encuentro pareció crear otra grieta en el escudo.

    >>Nos vemos el Jueves en el club—ni siquiera dudó—, presidenta.

    Si Kurosawa observara de cerca las galletas vería que aunque su formas eran extrañas, no tenían una sola quemadura.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    La respuesta llegó por parte de Jez, como había esperado que ocurriera, y genuina diversión se le escapó en la mueca que estiró sus labios; fue casi una risa sin sonido, que dejó escapar como aire por la nariz.

    —Woah, ¿desde primaria? Eso es un laaaargo tiempo —dijo, y desvió su mirada hacia Altan al agregar—: Digo, para ser amigos.

    El rollo estaba más transparente que el agua pero Jez parecía no enterarse de nada. Aunque, más allá de eso, ¿cuántos huevos tenían que faltarte para estar así de coladito por tu amiga y que ella no tuviera la menor idea? Vamos, hombre, ¿ni un pequeño movimiento? ¿En tantos años?

    Debía matarse a pajas.

    Escuchó el intercambio entre los amiguitos con las manos enterradas en los bolsillos y semblante calmado. Cuando tuvo un espacio para hablar, se encogió de hombros y rió.

    —Bueno, no sé si el próximo Jordan, ese saco está bien grande. Recomiendo no hacerle mucho caso a la mitad de las cosas que diga, suelen ser relleno barato. —Hizo una pausa a consciencia para fijar su vista en Altan, aunque éste se hubiera empeñado en ignorarlo—. Cuando voy en serio se nota.

    No le quedaba mucho por hacer allí, realmente. Alternó la mirada entre sus interlocutores, risueño, y acabó por concentrarse en Jez. Estiró los labios un poco más y se inclinó como antes; esta vez, sin embargo, sacó una mano del bolsillo para palmear su cabeza suavemente.

    Bueno, linda, si el problema no son todos los hombres, ¿qué debería pensar?

    —Nos vemos más tarde, Bellabel, tengo que ir a clases —murmuró, suave, y bajó la mano por un mechón suelto de cabello blanco—. Luego te busco en el club, tengo una muy honorable invitación que hacerte~

    Volvió a erguirse y emprendió su camino hacia las escaleras. Cuando pasó junto a Altan, sólo le dio una palmada rápida en el hombro.

    —Un gusto, Sonnen. Me cuidas a Jez, ¿eh?

    Toda la mueca en su rostro gritaba diversión, y es que Joey nunca atendía realmente a los peligros. Hacía lo que le venía en gana, cuando le venía en gana, como le venía en gana. No había más.



    [​IMG]

    Dirigió su atención alternada entre la chica y la placa de su casillero, y suspiró suavemente. Podía encargarse después de eso, no quería que nadie hiciera demasiadas preguntas.

    ¿Soria Hiradaira?
    Claro que no, señor. Estaba cansada de ser carne de cañón.

    Su entrecejo se arrugó aún más al oír el comentario de la chica. Sabía que estaba siendo ridículamente precavida y huraña, no necesitaba un espejo para verse la cara o notar la incomodidad en su pecho. Pero nadie, ni siquiera esa extranjera rara, le haría decir cosas así. Menos el puto primer día, donde no conocía un alma y cualquiera podía ser un lobo disfrazado de cordero. La princesa incluida.

    —¿Insípidos? —replicó, encogiéndose de hombros, y enterró las manos en los bolsillos—. Si tú lo dices.

    Se giró en redondo hacia ella y su voz, quizá, sonó más ruda de lo que pretendía.

    —Oye, ¿sabes dónde está la 2-2?
     
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  12.  
    Zireael

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    shiori3.png
    Levantó despacio la cabeza cuando escuchó que la rubia seguía hablando y volvió a sonreír al prestar atención lo que decía.

    Esa no funciona, Honda. Usé la misma excusa.

    Podía provocarla y de hecho tenía ganas de hacerlo, pero para su propia sorpresa, se contuvo de tocarle los ovarios tan temprano. Además no sabía qué tan bien saldría cuando estaba genuinamente contenta.

    Sus siguientes palabras, más sus ojos azules ensombrecidos por un instante hicieron que el tinte de su sonrisa cambiara. No era burlona tampoco, más bien, ¿orgullosa?

    Puedo hacerlo.

    Eso y todo lo demás. No te atrevas a dudarlo.

    ¿Dudar, ella? Había visto la energía que cargaba consigo y ahora, había logrado darle dirección al menos para conseguir aquello.
    Cruzó los brazos bajo el pecho, apretando ligeramente la bolsa de galletas en su mano derecha.

    —No he dudado nunca, Honda —soltó sin más justo cuando pasó a su lado—. Nos vemos y gracias de nuevo.

    Una vez se alejó, sacó una de las galletas de forma algo rara, pero se dio cuenta… Perfecta cocción.
    Rio para sí misma, se la llevó a la boca y guardó el resto en su maletín.

    Era todo un caso.

    Como fuese, ella estaba en medio de algo cuando la rubia apareció.
    Volvió a buscarlo con la mirada, hasta encontrar de nuevo su cabellera ceniza y esta vez sí inició la marcha hasta que estuvo junto a él.

    —Buenos días, senpai —saludó mientras metía la mano en el bolsillo de su falda y sacaba la pequeña bolsa con algunas de las galletas del día anterior para extenderla frente a él—. Las hicimos ayer, no son muchas pero guardé algunas para ti.

    No... había mentido. Y sonrió, la sonrisa más genuina que le había dedicado nunca antes. No era que le sonriera por compromiso, sino que siempre parecía que algo la contenía, pero ahora luego de las galletas de Honda y con el recuerdo del receso del día anterior, pues algunos ladrillos habían caído de todas formas.


    altan.png
    Es probable que Wickham llevara razón, aunque le costara darle semejante crédito teniendo en cuenta que tenía funciones mentales de organismo unicelular casi.
    Era un largo tiempo para ser amigos, pero no le molestaba realmente.

    Jez sabía identificar los sentimientos cuando estos rebotaban de las otras personas a ella y así nuevamente, casi como el sistema de espejos de un telescopio reflector.

    Si ella no reaccionaba, era porque sencillamente no estaba proyectando el mismo cariño que él sentía por ella y Jez era su mejor amiga, nunca iba a presionarla para nada. Era su amiga antes que cualquier otra cosa.

    Recomiendo no hacerle mucho caso a la mitad de las cosas que diga, suelen ser relleno barato.

    Es decir, era bastante obvio.

    Cuando voy en serio se nota.

    Tuvo que contener una risa de nuevo. Los de su tipo no iban en serio con nada, ¿de qué coño estaba hablando?

    Contuvo la respiración cuando lo vio inclinarse hacia Jez, sacar la mano del bolsillo y palmearle la cabeza como si nada.
    Jez cerró los ojos como reflejo y para él no pasó desapercibido el sonrojo que le empezó a subir al rostro. De hecho hasta el brazo de la albina se sentía más caliente.

    Joder.

    Siguió los movimientos de Wickham con una precisión exagerada, al verlo recorrer un mechón níveo. Ella asintió con la cabeza de nuevo ante las palabras de Joey.
    Permaneció estático cuando el moreno pasó a su lado y le palmeó el hombro. Apretó la mandíbula, justo como había hecho Usui al verlo con Kurosawa, otro con el que pronto se daría cuenta compartía más similitudes de las que parecerían posibles.

    —Nos vemos, Wicked boy —respondió en inglés, el resto de su frase no necesitaba de respuesta alguna.

    Era Jez, su Jez, claro que la iba a cuidar sobre todo de perros sucios como él y si tiraba lo suficiente de la cuerda iba a terminar en la enfermería. Soltó un pesado suspiro de hartazgo y se le escapó un quejido cuando sintió que Jez le clavaba el codo en el costado.

    —No seas grosero, Al.

    ¿Grosero?

    —¿Qué? ¿Él puede hacer el imbécil y yo no?

    —Tú vas en serio.

    ¿Ah? Lo había notado, claro, el deseo tan grande que había sentido de reventarle la cara de idiota que se cargaba.

    Bufó.

    —Como sea, Jezzie, vamos a clase.


    laila3.png

    Notó que la muchacha arrugaba el ceño ante su comentario. Bueno, quizás se le había ido un poco la mano, ¿no? Pero era cierto, las únicas personas que no habían sido frías en esa escuela eran los extranjeros, excepto por Kurosawa.

    Entrelazó las manos tras la espalda y notó con el rabillo del ojo la silueta de Altan, junto a la chispa blanca de Jez.

    —Meyer, ¿me harías un favor? —preguntó el muchacho deteniéndose a su lado. La chica apartó la mirada de Hiradaira un momento, mientras respondía con un rápido “Sí”—. Bueno, te lo diré después para no interrumpirte tanto. Anótame tu número aquí.

    Le extendió su móvil, Laila hizo lo que le pedía rápidamente y se lo regresó, Altan siguió andando.

    —¿Qué necesitas de Laila? —preguntó Jez cuando ya se habían alejado un poco.

    —Dijiste que sabía de los clubes de deporte, ¿no? Solo quiero preguntarle por eso.

    Mentira.

    La joven de cabello lila regresó la mirada a Hiradaira.

    —Perdona por eso. ¿La 2-2 dices? —Era compañera de Shiori, al parecer. Asintió con la cabeza y señaló las escaleras—. Segundo piso, apenas llegas al pasillo verás el rótulo con el número. También hay ascensor, por si no quieres usar las escaleras.
     
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  13.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Tensó los músculos casi por reflejo cuando dos estudiantes aparecieron de la nada. Eran amigos de la princesa, claramente. Oyó su breve intercambio por la cercanía, aunque ni siquiera los estaba mirando. Había sacado el móvil del bolsillo y, con la espalda contra los casilleros, se había puesto a revisarlo sin rumbo alguno. Se habría ido, la verdad, pero le había hecho una pregunta a la chica y, bueno, pretendía recibir una respuesta. Apenas les echó un vistazo, a la albina que parecía hecha de cristal y el muchacho moreno. Volvió al dash de Instagram, sonriéndose con disimulo.

    Eh, nada mal.

    "Perdona por eso."

    Levantó los ojos hasta conectar con su mirada púrpura, seria. No respondió.

    "La 2-2, ¿dices? Segundo piso, apenas llegas al pasillo verás el rótulo con el número. También hay ascensor, por si no quieres usar las escaleras."

    —Genial, gracias.

    Devolvió el móvil a su lugar y se calzó los cascos de un movimiento rápido, emprendiendo su camino a las escaleras. Apretó los dientes con fuerza, sintió los débiles resquicios del tutti frutti contra su paladar, y chasqueó la lengua. ¿Debería haberse presentado? ¿Ser más amigable? Aquella chica no parecía, en definitiva, una mala persona; hasta había soportado su actitud de mierda.

    Ah, ¿acababa de desperdiciar una oportunidad de oro?
    Ella misma se traía la mierda encima.
     
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  14.  
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

    Tauro
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    Nagi Watanabe

    Definitivamente ese año sería el más agotador de su vida. Había llegado a la escuela muy ensimismada; agotadisima de todas las emociones por las que había pasado el día anterior.

    No sabía si estar triste por las cosas que le atormentaban los pensamientos, o feliz de haber podido compartir tiempo con Kurosawa en el taller de cocina. Y hablando de talleres, claramente su madre se enteró de que algo había hecho. Le preguntó, y como mala mentirosa que era, terminó admitiendo que se quedó en un taller de cocina antes de volver a la escuela, a pesar de que sabía que su madre no le agradaba la idea de que Nagi cocinara fuera de su supervisión tras el incidente del aceite. Le descolocó un poco que no le regañara, pero no le dio tantas vueltas.

    Al llegar a la escuela se dirigió directamente a los casilleros, este día si que había llegado temprano. Los casilleros estaban algo concurridos, lo que le incomodó un poco, por lo que prefirió cambiarse rápidamente los zapatos para poder marcharse a su salón lo más pronto posible.

    Deseaba un tiempo a solas, para organizar sus ideas.
     
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  15.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    hiro.png

    El cuervo no tardó en centrar la mirada en otro cabronazo de su calaña. Joey Whickham. La chica que se posó al lado del cuervo, aquella jovencita de blanca cabellera no la reconoció. Pero le recordó a una paloma. Grácil, todo en su actitud y sus sonrisas mostraba vulnerabilidad y templanza. No había que ser un lince para notar como el cuervo y el buitre de Whickham planeaban sobre ella, a ver quién se llevaba la pieza más grande.

    Puta gente. De verdad, que puto asco.

    Al menos Kurosawa parecía haberse librado de él y mantener una conversación con la enana imbécil de Honda. Enarcó apenas una ceja. ¿Eran amigas ahora? ¿Tan solo dos días después de haber estado a punto de matarse en la azotea?

    Si que Kurosawa era diestra en el arte de domar fieras. Y en ese caso, en el arte de domar gilipollas elitistas.

    Aguardó hasta que llegó junto a él con las manos en los bolsillos del gakuran. Había cierta confusión en su expresión, cierto escepticismo, pues aún antes de que ella mencionara el tema de las galletas ya tenía una ceja alzada, haciendo una pregunta muda. La mañana parecía estar particularmente animada ese día.

    Sin embargo, su sonrisa lo desarmó. Quizás tuvo que ver con el encuentro durante el receso, esa atmósfera cálida y llena de paz, tan inusual en su vida de perro callejero. Tal vez porque la sonrisa de Kurosawa era amplia y honesta y por primera vez se le antojó genuina y sin barreras. Tal vez porque era, simple y llanamente, ella.

    Galletas.

    Shiori le había preparado galletas.

    Joder, le ardía la cara.

    —¿Ah?

    No pudo evitar soltar una risa por la nariz. Casi como si exhalara un suspiro que no sabía estar conteniendo.

    Aunque también le había dado galletas a ese.

    Acercó la mano y tomó la bolsita. Se sintió extraño. Como si estuviese recibiendo chocolates por el día de San Valentín de alguna kohai encaprichada de su actitud y apariencia de pandillero.

    —Ayer un bento, hoy galletas... aunque lo parezca no soy un perro callejero que debas preocuparte por alimentar, Kurosawa—le dijo. Y se llevó la bolsita al pantalón con cierta posesividad. Podía decir lo que quisiera y ser lo amargado que deseara, pero aquello le alegró el día. No veía la hora de comerse la bolsa entera—. Hoy no tengo nada a cambio que darte. No se me da bien la repostería.

    Sus ojos volvieron a fijarse en el cuervo y su expresión se tensó. Algo en él hacía que le ardiera la sangre en las venas. Quizás porque los lobos eran territoriales y el cuervo era un eslabón nuevo en la cadena. Alzó la cabeza con cierta pose chulesca y arrugó la boca en una mueca de desagrado.

    >>¿Le conoces?

    Preguntó señalándole con un ademán de cabeza.
     
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  16.  
    Zireael

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    ¿Había esperado por ella, así nada más? Seguro la había visto hablar con Honda incluso.

    Una parte, en lo profundo de sí, se sintió realizada de que la esperara de aquella manera. Como la había esperado fuera de la cafetería el primer día.

    Era un brusco, pero estaba para ella.

    Escuchó su respuesta, bastante predecible a decir verdad, y ladeó apenas la cabeza sin dejar de sonreír.

    —Eso lo sé —soltó sin más y desvió la mirada hacia algún punto tras él. Un momento, ¿acababa de decir que parecía un perro callejero que tenía que alimentar? Qué chico tan raro, dios, admitiendo esas cosas así—. Quiero decir, que no tengo que preocuparme por alimentarte, pero lo hago porque quiero, lo que significa que tú no debes darme siempre algo a cambio. Aunque supongo que puedo canjear esas galletas por tu chaqueta cuando haga frío, ¿no?

    Lo había dicho un poco para molestarlo, pero también era en serio y sintió que un ligero rubor le subía al rostro aunque desapareció al escucharlo hablar de nuevo.

    ¿Le conoces?

    Volvió a mirarlo y notó el gesto de desagrado en su rostro, siguió sus ojos dorados hasta la persona que estaba mirando y, por algún motivo, tuvo que tratar grueso.
    Lo vio dejar el área de los casilleros, acompañado de Vólkov.

    Altan.

    No esperaba tener que lidiar con eso tan temprano.

    ¿Lidiar con eso? ¿Con el qué?

    No. La pregunta era por qué Hiroki estaba preguntando por él, era evidente que los había visto entonces, pero de todas formas, ¿por qué? ¿Desde cuándo le importaban esas cosas?

    —Sonnen-senpai —respondió con una calma que no sentía completamente. Llevaba meses sin llamarlo por su apellido y menos junto al honorífico—. Fuimos a la misma primaria y escuela media.

    Hizo una pausa, pensando qué tanto tenía que responder, qué tanto debía decir o si dejar algo sin mencionar era igual a mentirle, porque no podía mentirle a Hiroki, incluso si solía divertirse a costa suya.

    Era rara, no mentirosa.

    >>Salí con él unos meses o algo así, pero bueno es bastante obvio quién es su interés romántico, ¿no crees? —Aquello lo había soltado con tono genuinamente divertido al final. No es que le hubiese importado nunca, porque no había querido a Altan ni él la había querido a ella, al menos no de aquella forma. Miró al chico perro con el rabillo del ojo y lo que salió de sus labios fue casi un murmuro—. ¿Por qué preguntas?

    Habían cosas en la vida que se hacían para llenar vacíos o encajar piezas rotas. Altan había sido eso, sin más, pero nunca se había tenido que detener a decirle a nadie, ni siquiera a la misma Vólkov, nada al respecto.

    Pero Hiroki Usui siempre cambiaba todo el juego.

    *cava su tumba* creen que así está lo suficientemente profunda? (??)
     
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  17.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    Al final, el día anterior no había sido tan malo. ¡Y me encontraba mucho más animada el día de hoy, sí señor! Además, al ser los primeros días de clase, aun podíamos tener algo de tiempo libre por las tardes y eso me permitió hacer unas cuantas de aquellas galletas para practicar.

    Había preparado una pequeña bolsa que le di a Kashya aquella mañana, indicándole que era para sus amigas del club de lectura, incluida ella misma. La chica lo aceptó sin más, como solía hacer, y le respondí con una sonrisa.

    Nos encaminamos hacia la Academia, como todas las mañanas, yo contándole algo sobre alguna serie que me estaba viendo y preguntándole sobre los libros que se leía, recibiendo, por supuesto, respuestas concisas. La verdad, siempre había admirado mucho la capacidad que tenía de leer libros tan complejos sin dificultad. ¡Y los entendía muy bien! Cuando un libro le gustaba de verdad, comenzaba a explicarme cosas sobre el mismo y... ¡siempre eran cosas muy complejas!

    Normal que sacase tan buenas notas, que envidia.

    Sea como fuere, llegamos a la Academia justo a tiempo, y no pude evitar observar con curiosidad la actividad que había en los casilleros. ¿Estaría Kurosawa por ahí? ¡Ah, sí! La vi, no muy lejos de nuestra posición, pero antes de acercarme por completo vi que no estaba sola y parecía estar en una conversación importante con... a-aquel chico que tanto miedo daba...

    Sentí un escalofrío recorrer mi espalda y me giré de nuevo hacia Kashya. Quería agradecerle a la chica por la receta pues Alice intentó hacer un par de galletas conmigo y a toda mi familia le habían gustado, pero... ¡ya tendría tiempo!

    Miré el reloj y, con una sonrisa, le indiqué a Kashya que lo mejor sería subir a la aulas, y así lo hicimos.

    * * *
    Alisha Welsh

    Siempre acababa metiéndome en los enredos de Joey, y no es que me quejase, porque era divertido y era la primera que adoraba un poco de problemas, ¡pero siempre me liaba! Esperaba que Konoe no nos pillase, pero si lo hacía, ¡iba a culparlo de todo!

    Pero tenía curiosidad, a decir verdad. Curiosidad por saber si Katrina aceptaría ayudar, y por conocer a aquella chica de la biblioteca que Joey había conocido (aun me preguntaba qué demonios hacía Joey en la biblioteca). Aunque... ¿a quién demonios iba a invitar yo? No es que las chicas de la Academia disfrutasen especialmente de mi compañía, me era mucho más fácil relacionarme con los chicos.

    Entre lo dormida que estaba y que pensaba en mis cosas, casi me choco con la menuda figura que se acercó a mi posición. Por suerte, pudimos evitar el desastre de milagro.

    —Ah, Satoko~ Buenos días —saludé, con una sonrisa animada.

    —B-buenos días, Welsh-senpai. Ah, qu-quería disculparme —ladeé la cabeza, confusa, al escuchar aquello—. El club de cocina y el de baloncesto me coincide en algunos días, por eso no pude ir ayer...

    —¡No te preocupes, Satoko! Resulta que un amigo mío está en el club y nos lo pasamos bastante bien~


    —A-aun así... he hecho esto para pedir perdón...

    La chica extendió entonces una bolsita bastante adorable y, bueno, ¡un regalo es un regalo! Por supuesto que lo acepté y miré en su interior, con genuina curiosidad.

    >>S-son las galletas que aprendimos a hacer ayer. E-espero que te gusten...

    Sonreí con cierta ternura al escucharla. Aquella chica... era muy buena, vaya que sí. Descarté la idea de invitarla en cuanto la misma cruzó mi mente, no podría llevar a alguien como ella a un ambiente así, al fin y al cabo.

    —Muchas gracias, seguro que están muy buenas —dije, con sinceridad, guardándolas en mi mochila—. Vete a clase anda, no vaya a ser que llegues tarde.


    La chica asintió con la cabeza, con un rubor en sus mejillas pero realmente contenta y la observé alejándose hasta las escaleras, con los brazos tras la nuca. ¡Se sentía bien eso de ser una Senpai!

    Bah, que Joey se jodiese, de todas formas iba a tener suficiente con las chicas que íbamos a estar. Encima iba a ayudarlo, ¡Alisha era chica de una sola tarea, ah!

    Bueno, siento no interactuar con nadie pero ya casi todos os habéis ido y aun no estoy 100% disponible so solo era por ponerme un poco al día *vuelve a su cueva* (?)
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Chasqueó la lengua. Tenía las manos dentro de los bolsillos del gakuran, apoyada la espalda contra los casilleros. Siguió con la mirada el rastro del cuervo hasta que desapareció. Todos sus sentidos estaban puestos en él, analizándolo, vigilándolo.

    Como si estuviese preparándose para saltarle en cualquier momento a la yugular.

    Sonnen-senpai.

    Tsk.

    Resonó dentro de su cabeza con una fuerza abrumadora. Las palabras de Shiori Kurosawa se le antojaron ajenas y distantes y despertaron la llama de un extraño fuego en su interior.

    Compañeros en la escuela media. Pareja.

    ¿Pareja? ¿Ah? ¿Lo estaba jodiendo?

    Arrugó la nariz con desagrado ante el solo pensamiento. Le molestaba. Le molestaba como una puñetera patada en las bolas. Era incluso... posesivo el sentimiento que lo embargó. Tal vez solo había sido un idiota por pensar que era el único animal salvaje que podía domar. Después de todo Shiori era una chica rara con arranques marcadamente masoquistas. ¿Por qué le importaba tanto? Él, que solo era un perro callejero y apaleado. ¿Por qué le jodía tanto saber que habían estado juntos?

    ¿Qué cojones Kurosawa?

    Era solo una pregunta—respondió con desinterés y se apoyó casi desganado contra los casilleros. Su voz tenía un tono tosco, desinteresado incluso. Más áspero de lo usual.

    Su expresión estaba tensa y tenía la mandíbula ligeramente apretada.

    Sentía que aquella confesión los había alejado después de tanto y el ambiente se tornó incómodo y tenso a su alrededor. No lograba comprender por qué le molestaba. Pero lo hacía. Joder si lo hacía. Repentinamente se sentía como un lobo encerrado necesitado de libertad. Quería salir de allí. Ir a la azotea, tal vez, alejarse. Retornar el control sobre sus emociones repentinamente caóticas.

    Se pasó una mano por el cabello cenizo buscando centrar sus ideas. Tratando tal vez de ocultarse.

    >>Estás como una puta cabra, Kurosawa—soltó. Y dejó escapar una risa sin gracia por la nariz. Desvió la mirada a cualquier lugar salvo los ojos color atardecer de ella—. Lo de acercarte a gente de mierda debes de llevarlo en los genes.

    Lamento la enoooooooorme espera, de verdad. Disculpadme, soy una obsesiva de mierda (?? Pero aquí estamos de nuevo y me gustaría saber si aún cuento con vosotros para este proyecto.

    Gigi me comunicó que se saldría, si alguien más no quiere seguir por favor que me lo diga. Necesito saber si Gakkuen aún tiene futuro o no.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Si había algo que Hiroki no era, además de muchas otras cosas, era disimulado. Si algo le desagradaba todo su cuerpo lo demostraba; su rostro, sus músculos y la voz, siempre la voz.

    Soltó un pesado suspiro en cuanto lo vio arrugar la nariz y escuchó la aspereza en sus palabras. Cruzó los brazos bajo el pecho, quizás por primera vez desde que lo había conocido, y la acción dio la sensación de que se había cerrado sobre sí misma, como un armadillo, o quizás un puercoespín, si Hiroki no pisaba el terreno con cuidado.
    No pretendía mostrar nada más de sí, pero quizás por una vez, tampoco parecía abierta a recibir las emociones erráticas del chico lobo.

    ¿Por qué parecía tan fastidiado de todas formas? Si hace apenas un par de días había estado al borde un colapso por el comentario de Honda y había tenido que aclarárselo, como si no fuese obvio de por sí.

    Apoyó la espalda en la línea de casilleros frente él, aún con los brazos cruzados, y bajó la mirada al suelo, el cabello le cubrió el rostro, lo que no importaba porque como era usual él estaba evitando mirarla.

    ¿Desde hace cuánto no miraba hacia abajo?

    ¿Hubiera sido mejor no decirle nada y que luego él solo se hiciera ideas raras? Ya no estaba segura. En todo caso, qué le importaba a ella que se hiciera las ideas que le vinieran en gana.

    Otra parte de sí, de la Shiori que era siempre, sentía la necesidad de acercarse de nuevo, darle un toque en el brazo e intentar redireccionarlo, para que tan siquiera fuera el áspero que era siempre, no el tosco de ahora. Pero tampoco sabía muy bien qué hacer, quizás en el fondo estaba fastidiada también por esa reacción sin fundamento.

    Su voz volvió a atraer su atención, haciendo que separara la vista del suelo un momento. Pues sí, era cierto, Katrina, Altan y ahora él. No eran gente de mierda, como él lo estaba diciendo, pero de que eran difíciles lo eran.
    Curiosamente el menos arisco podía ser Altan, porque lo había sosegado Vólkov, pero que no fuese arisco no significaba que fuese paciente o sumiso.

    Se encogió de hombros antes de hablar, casi en un murmuro.

    —Tal vez, no lo sé. —Apretó el agarre de sus brazos en torno a su propio cuerpo—. Pero implicaría que tú eres esa "gente de mierda" y sinceramente no creo que lo seas, aunque tengas toda la pinta.


    A mí me descuidan un rato y me suelto un tochazo con esta niña. Perdón (?)
     
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  20.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    ¿Por qué actuaba como un verdadero imbécil, dios? La repentina aparición del jodido cuervo y su relación con Shiori tensaba su cuerpo como una rama a punto de partirse. ¿Era la actitud territorial del lobo? ¿Eran, más concretamente, celos?

    Apretó ligeramente los dientes, mostrando los colmillos como un animal salvaje. No la estaba mirando pero era consciente de algo. Muy consciente de algo.

    Era un jodido imbécil.

    ¿Qué derecho tenía de molestarse por lo que Kurosawa hiciera o dejara de hacer con su vida? ¿Había sido, quizás, el pensamiento de ser alguien importante, único? Como si ella le diese esa chispa de luz que iluminaba sus oscuros días. Eran amigos, el primer amigo que no tenía cuatro patas y cola que el chico lobo tenía en mucho tiempo. Creía que podía ser algo mutuo pero era una gilipollez de pensamiento. Shiori no era un huraño de mierda como él. Ella tenía la habilidad de iluminar con su sola presencia.

    —¿Ah?—murmuró apenas girándose para mirarla cuando la escuchó hablar. Murmurar más concretamente. No era bueno descifrando emociones pero no era necesario ser un lince para comprender que no estaba bien. Suspiró con pesadez y se pasó la mano por el cabello—. Yo soy esa gente de mierda, Kurosawa. No tienes más que verme.

    Lo dijo con cierta resignación pero con seguridad. Era el hijo de un puto cerdo. Debía de tener algo de monstruo en las venas.

    —Deberías largarte ya, vas a llegar tarde a clase—se echó las manos a los bolsillos de la chaqueta, la pierna flexionada y la zapatilla contra el casillero. Su voz sonó áspera pero mucho menos tosca. Había incluso cierta preocupación, velada, en él—. A la gente de mierda no le importa una mancha más en su expediente
    . Pero tú no eres como nosotros.

    Ahí estaba, dejando clara la línea entre ambos. De nuevo renacía ese pensamiento del por qué. Qué pintaba una niña de bien, llena de luz, con un grupo de desechos sociales como ellos.
     
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