Estaba bastante dormida todavía, no iba a mentir, habíamos llegado a casa pasada la medianoche y aunque había caído como una roca, la diferencia horaria todavía me tenía jodida. A la mañana siguiente me había levantado, me había preparado para la escuela y comido un par de tostadas bastante a la carrera luego de haberme acomodado el cabello, con las coletas de rutina y el resto suelto. Me despedí de mis tíos, de mis primos y para cuando puse el primer pie fuera me di cuenta que Altan estaba esperando en la acera, enjuagándose los ojos con algo de fuerza. Estaba todavía más dormido que yo. Lo noté al pelo, las líneas que asomaban por su cuello y bajaban hasta su espalda, también que tenía una pequeña sección de cabello rapado. —¿Me voy unos días y te tatuas y empiezas a usar anillos? —pregunté mientras le daba alcance para echarle los brazos encima. Correspondió el abrazo primero con movimientos mecánicos, antes de estrecharme con fuerza y dejarme ir poco después. —Bueno lo tenía pensado hace rato y algunos impulsos hay que seguirlos. El día anterior había seguido más impulsos de la cuenta, sin duda, la gracia era que yo no lo sabía, pero tampoco me quitaba el sueño. Sabía que Altan se movía por áreas extrañas, con gente extraña, pero nunca pregunté y él nunca me habló de ello, el resto, lo de Anna pues quién sabe qué hubiese dicho si me hubiese enterado. Como fuese, me sentía bastante más tranquila en comparación al día en que él se había aparecido en casa para ponerle orden a mi desastre, a pesar de que me había ido para bueno… Visitar a mi familia que había perdido a alguien. Empecé a caminar, balanceando el maletín de un lado a otro y me volví para mirarlo de costado. —¡Apúrate, estoy deseando ver a Anna! —solté sin más, con la emoción de una chiquilla. Él dejó salir una risa floja mientras hundía las manos en los bolsillos del pantalón y comenzaba a seguirme los pasos. Al final había terminado por ser transferido a aquella escuela de niños pijos a petición de mamá, al parecer mi padre que vete a saber dónde estaba metido, le había enviado el dinero y toda la mierda para ello, pero seguía sin atreverse siquiera a darme la cara, como si no sé, nunca hubiese querido tener un hijo. Realmente no me interesaba demasiado, no tenía casi ningún recuerdo del viejo y a pesar de todo no le guardaba rencor realmente porque mamá tampoco lo hacía. No era que me costara seguir normas, de hecho podía pecar de pisoteado y me adaptaba al menos a las normas necesarias para pasar inadvertido, porque tampoco era un jodido loco como los lobos o pseudolobos que conocía. Por el motivo que fuese sabía atar corbatas, ya no recordaba si porque había tenido que ir a algunos eventos formales con mamá o porque directamente había aprendido para colarme en sitios de ricachones y sacarles cuanta mierda tuvieran encima, pero posiblemente las dos, así que mientras salía de casa me la ajusté al cuello a la perfección y todo hubiese sido normal si no fuese que, como el jodido teatral que podía ser, me había puesto encima una de las jodidas sukajan que no encajaba ni de coña con la camisa y la corbata del uniforme. Era la negra, la que tenía el dragón bordado en dorado a la espalda. No había sido la mejor de mis ideas eso sí porque me la tuve que quitar apenas unos metros antes de llegar a la estación, porque con ese sol el maldito negro de la tela se chupaba todo el calor y tampoco era suicida. Lo cierto es que estaba ansioso como la mierda, cambiar de escuela siempre me causaba esa ansiedad, porque de por sí me costaba habituarme a cualquier sitio. Sabía que por los momentos al Sakura asistía David Mason y Altan Sonnen, pero no me había molestado en decirle al segundo nada de la transferencia porque los días antes que lo vi estaba en la más absoluta de las mierdas y bueno no tenía caso. Así que allí iba, solo con… Maze como conocido en una escuela de elitistas, empollones y seguro un montón de princesas insufribles. No era la mejor carta, sin dudas. Crucé el patio frontal con la vista puesta en el suelo y entré a la academia de la misma manera, moviéndome en la periferia como era usual. A pesar de no estar mirando al frente, sorteaba la gente con una capacidad que solo mi necesidad de evitar al todo el mundo me había conferido. Alcé la vista cuando detecté las líneas de casilleros, solo para buscar la que correspondía a los de tercero y me acerqué buscando la taquilla que debía tener mi apellido, que bueno, tampoco iba a ser difícil eso de leer un apellido irlandés entre un montón de nombres japoneses. Estaba en eso cuando no muy lejos detecté una melena rubia que había conocido hace semanas en condiciones un poco extrañas. Asteria Bel era una chiquilla bastante tonta en lo que respectaba a las mierdas de la calle y había tenido que salvarle el culo porque iba a terminar aceptado hierba de dos putos lobos famélicos a los que estaba vendiéndoles en un jodido hueco de Shinjuku, al que no sé ni cómo fue a parar. La vida era una cosa rara, había terminado en su casa comiendo y recibiendo amenazas de su padre que bueno, Dios, parecía el tipo este de Hell’s Kitchen y o me cortaba la cabeza o me cortaba las pelotas o las dos. Me había puesto jodidamente nervioso y había salido pitando luego de la cena de Asteria, aunque le había dejado mi número por si acababa perdida de nuevo en algún barrio de mierda, pero total que la chica se vino un poco encima y pasaba enviándome fotos de las cosas que hacía y tal. Me había activado el instinto aquel de hermano mayor, no iba a negarlo, pero sabía que su padre no estaba contento con mi existencia. Y vaya que le había salido el tiro por la culata al señor. Hice el cambio de zapatos sin prisa realmente y luego de un debate mental me acerqué a la chica hasta estar a su lado. —Buenos días, Asteria —saludé con el tono suficiente para que me escuchara. Al final había caminado junto a Jez hasta la escuela, todavía dormídisimo, pero en el camino en uno de los espacios de silencio me saqué el móvil del bolsillo y me puse a revisar Instagram, pasé las historias casi sin verlas hasta que entre el desastre de Anna, noté el destello de alguien conocido. El pelirrojo de Shibuya. ¿Pero qué cojones? Igual y era un delirio del sueño, pero medio lo vi, el tatuaje del cuello. Era un parchón eso sí, porque la calidad de Instagram siempre había sido mierda pero estaba en el mismo lugar, se asomaba y podía intuir la misma silueta. En cualquier caso no iba a darle mayor importancia, así que me regresé el aparato al bolsillo. Al llegar a la Academia Jez se precipitó a los casilleros de segundo como una tromba, buscando a Anna claramente, y yo me limité a seguir hacia los casilleros de tercero mientras tanto. Me había cambiado el plástico del tatuaje luego de algunas maromas para lograrlo y sentía la zona resentida todavía, pero nada que fuese imposible de ignorar realmente. Cuando me acerqué a la taquilla para hacer el cambio, algunos metros más allá, distinguí el pelo de fuego del culo ansioso de Cayden Dunn y enarqué una ceja. —Buenos días, Swallowtail —dije alzando lo suficiente la voz para que me escuchara a pesar de estar con la atención puesta sobre una chica rubia, bastante agraciada cabía decir. El chiquillo se volvió y me dedicó una suerte de sonrisa. —Hola, Sonnen —saludó para luego regresar la atención a la muchacha. Luego de eso busqué con la vista a… ¿Bueno a quién realmente? Ni idea, tal vez a Ishikawa nada más, por mera costumbre, pero ubiqué a Welsh con otra pelirroja. La gringa tenía unas pintas fatales, como siempre casi, pero era evidente que se cargaba un resfrío de padre y señor nuestro, no alcancé a escuchar lo que le dijo a Welsh la otra pero contuve el impulso de meterme y decirle a la tonta que dejara de hacer el imbécil y se largara a la enfermería de una buena vez.
Alisha Welsh Me encogí de hombros, indiferente, al escucharla. —Soy una chica de costumbres~ —me excusé, ladeando ligeramente la cabeza al hacerlo—. Y sí, estuvo bien. Quizás algún día te quieras venir, pasar un buen rato~ —el tono plano del inicio tomó un ligero tono jocoso al añadir lo último, sabiendo que seguramente nunca aceptaría la oferta. Era un poco raro, la verdad, que se estuviese preocupando así por mí a aquellas alturas pero tampoco estaba para darle muchas vueltas al asunto la verdad. Distinguí apenas de reojo al pseudo-novio de la chica, pasando prácticamente de largo de la misma, y simplemente asumí que, de alguna manera, tenía algo que ver. No sabía de qué manera, no me interesaba demasiado tampoco. Volví la vista hacia ella como si nada y en aquella ocasión logró sacarme un ligera risa irónica. >>Los profesores hace mucho que no me hacen ni caso, preciosa —contesté, y en un impulso levanté la mano para atrapar un mechón de su pelo entre mis dedos, jugueteando con él mientras seguía hablando sin apartar la vista de su rostro—. Pero quizás me quede en la enfermería si alguien decide llevarme ahí, you know~
Ni siquiera había bebido tanto, a lo sumo un cuba libre y algunos tragos robados de la cerveza de los muchachos, pero fue cuestión de llegar a casa y dormirme como una puta piedra. A la mañana me sentía muy bien descansada y bajé para clavarme un desayuno de antología. Lo agradecía, en verdad, después de haber estado tres días prácticamente sin comer me aliviaba un huevo ser capaz de mantener todo en mi estómago. ¡Y hacía una mañana preciosa! El cielo ya había despejado la noche anterior así que me lo había olido, pero incluso la temperatura estaba super bien y pude quitarme la chaqueta y meterla hecha un bollo en la mochila para ir de camisa y falda. Ojalá también atarme el cabello, pero le temía a la puta marca que ya comenzaba a darme pesadillas y aunque me hubiera echado dos kilos de base encima, pues prefería reducir los riesgos al mínimo. Tocaría dejarlo suelto un par de días, hasta que la piel volviera a sus tonalidades normales. Cuando doblé para ingresar al patio frontal reconocí la cabellera albina de Jez varios metros por delante, casi entrando a los casilleros. A su lado iba Altan, y ¿era idea mía o tenía algo en el cuello? Como fuera, me llené los pulmones de aire mientras balanceaba los brazos a los costados de mi cuerpo. Muy bien, Anna, hora del show. La vi quedarse en la sección de segundo y aunque no supiera las verdaderas razones, pues ¿cómo desaprovecharlo? Sonreí amplio, la energía me chispeó en el cuerpo y eché a correr hasta sorprenderla y lanzarme encima suyo. El cabello se me fue en todas direcciones y solté una risa de lo más emocionada, apretándole el cuello con fuerza. Los pinchazos de culpa estaban por todas partes, pero los ignoré como una campeona. —¡Bienvenida! —exclamé, volviendo a mis dos pies para verla y me acomodé el cabello con ambas manos antes de dejarlas sobre sus hombros—. ¿Qué tal estuvo? ¿Hacía mucho frío? ¡Tienes que contarme todo, ¿me oyes?! Igual no me aguanté y volví a abrazarla, meciéndola de lado a lado. —¡Es martes de abrazos! —solté, en un impulso estúpido que se me acababa de ocurrir, y la idea ciertamente me gustó—. ¡Qué bueno que hayas vuelto! Era verdad, joder. No importaba el resto, aunque fuera contradictorio y no tuviera idea cómo podían caberme tantas emociones dispares en el pecho, era verdad. Estaba tan, tan contenta de volver a verla.
Di un respingo que casi se me cae el celular de las manos, frunciendo levemente el ceño en forma de reproche ante la sorpresa hasta que diferencié las facciones del chico, reconociéndolo al instante, y entonces las mejillas se me pusieron coloradas como los tomates que corté en la mañana para mi almuerzo, recordando la ardilla que perseguí, el helado que se me cayó por correr, y la planta exótica que me ofrecieron a probar justo ahí, en el barrio grisáceo que nunca había pisado en mi vida hasta ese día. —Cayden —murmuré contrariada—, justo estaba por enviarte una foto, yo, ya sabes, del desayuno de esta mañana —me mordí la lengua al sentir que tartamudeaba—, ¿vas a mi clase? Traté de tomar aire al sentirme estúpida, hablando sin parar como aquella vez en que lo arrastré y lo obligué a comer, luego de que según él, me salvara la vida. —¿Ya tienes amigas? Vaya pregunta tan estúpida al puntualizarlo en el género femenino. ¿Qué esperaba? que me dijera que no, ¿por qué? no sé, no sé, estoy entrando en pánico. —Es decir, ¿ya conoces personas de este instituto? —guardé el móvil en el bolsillo de mi falda, controlando el temblar de mi muñeca en el proceso—, yo no me he relacionado mucho, pero... ¿Pero qué? ¿Pero qué Asteria? Piensa rápido. —Pero podemos almorzar juntos, con Noah, si él le apetece. Sintió el cerebro freírsele.
Enarcó las cejas casi por reflejo al oír su invitación. No era que tuviera ningún tinte especial y lo sabía, a una chica como Alisha no le significaba nada soltar cosas así a quien fuera, era ese tipo de persona. Simpática, despreocupada. Su primer impulso fue sacudir la cabeza y excusarse, como siempre, en su agenda ocupada y algo impredecible, pero se contuvo. No porque no fuera cierto, sino porque Daute las pasó como un camión lleno y una chispa de molestia reverberó al fondo de su pecho. —¿Por qué no? —Sonrió amplio, mostrando los caninos ligeramente afilados en una brillante sonrisa que chispeó junto a la plata líquida de sus ojos—. ¿Adónde sueles ir, cielo? Vivir un poco por fuera de Hanson no le vendría mal, ¿verdad? La dejó hacer en cuanto atrapó un mechón de su cabello, siguió sus movimientos con cautela pero no hizo ademán de mover un solo músculo. Volvió a sus ojos al oírla hablar y esta vez de ella brotó la risa cargada de una ligera mofa. —¿No puedes mover el culo por ti misma? —soltó, no fue precisamente áspero aunque su tono de voz natural era firme y podía pecar de contundente—. Anyway, no me molestaría acompañarte. Se encogió de hombros, desviando la mirada alrededor, antes de esbozar una suave mueca divertida. ¿Se la estaba queriendo ligar o era idea suya? Qué gente loca había en esa Academia.
¿Había llegado muy temprano? No veía la melena de chicle de Anna por ninguna parte y estuve a punto de hacer un puchero al pensar que quizás, no sé, llegaría tarde o algo y no podría verla hasta el receso, pero pronto escuché unos pasos a toda prisa y la aludida apareció, lanzándoseme encima la recibí sin dudar siquiera, dejándola colgarse de mi cuello, y solté una risa fresca. Su cuerpo era cálido y verla tan contenta, recibiéndome así, me alegraba de una forma que no era ni medio normal. La estrujé con fuerza cuando volvió a abrazarme, como si quisiera apachurrarla, fundirme con ella o quién sabe qué. —Mi niña, te extrañé tanto. ¿Cómo estás, estás bien? ¿Te cuidaron mientras no estaba? ¡Qué mira que me cierro a golpes a quien sea si no! —Le tomé el rostro con las manos, casi como si fuese una madre revisando el estado de su hija y luego le giré el rostro para estamparle un gran beso en la mejilla y luego otro y otro y otro. No tenía idea que el tonto de Altan había hecho lo mismo el día anterior y, en realidad, si me enteraba no iba a molestarme tampoco, esa niña se merecía todo el amor del mundo—. Martes de abrazos~ Ahora fui yo quien la abrazó apenas segundos después de haberla apretujado y la mecí de un lado a otro antes de soltarla por fin y ponerme a escarbar en el maletín hasta sacar una bolsita llena de llaveros, cada uno tenía un pequeño tulipán y todos eran de diferentes colores o tonos. Tomé uno amarillo y lo extendí hacia ella, no me había puesto a reparar en ello, pero era del mismo tono que mis ojos, como de resina amarilla. —Tu recuerdo. No es la gran cosa, pero me parecieron bonitos. —Le dediqué una amplia sonrisa. Bueno le había sacado un susto que a la pobre casi se le va el móvil a la mierda, tuve el reflejo de atajarlo pero ella logró evitar que fuese a dar al piso y yo puede volver a relajar los músculos, cuando volví a posar la vista en su rostro notó que se había ruborizado, vete a saber por qué realmente y sonreí resignado, algo más tranquilo que cuando había entrado a la academia. No tardó demasiado en soltarme un montón de cosas, como ya era normal y la escuché antes de empezar a responder a sus preguntas. —No sé, me asignaron a la 3-2 —respondí mientras me llevaba las manos a los bolsillos de los pantalones. ¿Amigas? ¿Por qué tan específica? Además, Dios tenía que verme mejor la cara o algo, no era de tener amigos en general, si caso conocidos—. Conozco a un par, bueno quizás tres ahora que lo pienso. El cara de culo de allá es uno. Señalé a Altan sin darle realmente importancia, tampoco me apetecía demasiado que Asteria se acercara a más gente de la calle sinceramente. Como fuese, de verdad que era tonta, ¿me estaba invitando a almorzar con ella y otra persona? ¿Era siquiera consciente de que su padre me podía aplastar la cabeza? Lo dudaba mucho. Estiré la mano y le revolví l flequillo. —Ya veremos.
Alisha Welsh Que me sorprendió la respuesta pues era totalmente cierto, pero que no lo dejé ver también. Como si ese hubiese sido el plan desde el principio, saqué el móvil de mi falda con la mano libre y se lo extendí tras haberlo desbloqueado. —Regístrate, cariño, y te aviso cuando vaya a un sitio... más tranquilo, tampoco quiero asustarte~ Esperé a que se hiciese con el aparato y aproveché el momento para soltar su pelo, pasando los dedos a su mejilla en una caricia suave. Siempre podía culpar a la fiebre que me estaba haciendo delirar, ¿verdad? >>Sorry, creo que mi culo también está cansado después de anoche. Quizás me pasé un poco con eso también~ Rocé sus labios con un par de dedos y quité la mano justo después, girándome de nuevo hasta dejar la espalda apoyada sobre los casilleros, cruzándome de brazos como si nada. Le eché un último vistazo de reojo antes de cerrar los ojos, suspirando. >>Gracias por la intención, sweetheart, pero no hace falta. Ve a clase tranquila, iré en un rato. Me moría por fumar un maldito cigarro antes de subir, a decir verdad.
Jez era mucho más calmada que yo, lo sabía aunque no la conociera de toda la vida o algo así. Su voz era dulce, su andar bastante agraciado y, qué se yo, era una jodida princesa, con su cabello largo, albino, la piel de nieve, los ojos dorados y... y ya me estaba yendo en banda. Pero era cierto, y con lo amable y atenta que era no podía hacer más que admirarla, quererla, como cualquier mortal a su lado debería hacer. Era mucho más calmada que yo, sí, pero así y todo me correspondió los abrazos con muchas ganas y el corazón se me llenó de felicidad o algo así. Me hizo competencia con el reguero de preguntas y habría sido gracioso que ninguna de las dos le respondiera a la otra, pero solté una risa divertida y asentí a medida que hablaba. ¿Ella, cerrando a golpes a alguien? Dios, era tan bonita. —Todo bien por aquí, capitana~ ¡Ha sido muy divertido! Iba a seguir hablando pero entonces me estampó las manos a cada lado del rostro y lo manipuló a su antojo. Yo la dejé, riendo, y cerré los ojos cuando empecé a recibir los besos, uno atrás de otro. La sonrisa la tenía impresa en el rostro y arrugué la nariz. Pero bueno, ¿ahora la gente iba a hacerme eso todos los días o qué? Tampoco iba a quejarme. Correspondí su abrazo con fuerza y me di cuenta que estaba moviéndome a su ritmo, que Jez más o menos se había equiparado a mi energía y eso me sorprendió bastante. Seguí sus movimientos a medida que escarbaba en su mochila, como un niño en vísperas de Navidad; Altan me había dicho ayer que iba a traerme algo ¡y estaba muy emocionada! Apenas vi el llavero de tulipán los ojos me chispearon y extendí ambas manos en forma de cuenco para que me lo pasara. Lo sostuve entre dos dedos y lo observé por cada costado posible, por más pequeño que fuera, con una sonrisa enorme pegada al rostro. Había hecho lo mismo con los cupones, ¿no? Trataba hasta los regalos más insignificantes como hermosos tesoros. Y es que lo eran, al menos para mí. —¡Me encanta! —resolví de inmediato, y me llevé la mochila al frente para enganchar el llavero en uno de los cierres—. Mira, queda genial~ Combinaba bastante bien con los demás llaveros idiotas que llevaba colgados y que solían tintinear cuando trotaba o corría. Devolví la mochila a su lugar y dejé las manos enganchadas a los precintos de las tiras, balanceándome sobre mis talones. —¡Muchas gracias, Jez! Pero no podía estarme quieta, claro, y rápidamente busqué sus manos para darles un apretón y mecerlas de lado a lado. Le sonreí con más calma y los ojos cerrados, y una especie de risilla vibró en mi garganta antes de hablar más suave y, si se quiere, con una ligera intención por molestarla. —Muy bien, ahora vas a contarme todo, ¿verdad? Vas a mostrarme las fotos, ¿verdad? Porque sacaste muchas, ¿verdad? ¿Verdad? ¿Verdad~?
Oh... no está en mi clase. Bueno, podría igual hablar con él fuera de ella, si él le hablaba primero, las reglas de papá eran claras: Nada de amigos varones, solo conocidos. Nada de chatear o compartir información personal con hombres, mucho menos compartir tiempo a solas con ellos. E inimaginable el tener contacto físico hasta cumplir veintiún años, y eso, que aún la edad estaba en discusión. —Yo voy a la 3-3, no me preguntaste pero no está de más, no puedo dejarlo sin información pertinente, no sería educado de mi parte —asintió ligeramente con la cabeza, convenciéndose de ello—, ¿el cara qué? —deslicé las pupilas por el chico de mala pinta, mirando nuevamente a Cayden. Bueno, si era su amigo o conocido, no debía ser tan malo como el aspecto tosco que tenía—, no uses esas palabras, no son de clase —corregí tratando de contener el escándalo que causó dicha palabra mal sonante en mi cráneo. Al estar perdida en mis pensamiento el tacto de sus dedos sobre mi flequillo me hicieron mirarlo entre las pestañas, sintiendo mis pómulos ardiendo. "Recuerda Asteria, nada de contacto físico con los chicos, ellos pueden ser muy crueles y solo buscan una cosa, de la cual no estás lista para hablar aún." <<Ya veremos>> —B-bien —tragué grueso—. Si quieres puedo llevarte a tu salón de clase, digo... somos conocidos también, ¿verdad?
Haber logrado romper las murallas de Anna la noche de la azotea posiblemente había sido el logro de la semana, del mes o del año, porque estaba encantada con verla ser una trompa de energía, entregar todo su cariño y emocionarse como una chiquilla. Encima le había gustado el llavero y se veía tan contenta cuando lo colocó con los demás que me sonrisa solo se ensanchó, achinándome los ojos. Estiré la mano para acariciarle la mejilla con mimo luego de que me agradeciera. —No es nada, cielo. Se me escapó otra risa al escucharla soltarme otro montón de cosas, de que se le contara todo, que le mostrara las fotos y tal. No había sido un viaje por gusto, vaya, pero tampoco iba a mentir, fotos sí que había sacado aquí y allá, porque regresar a Países Bajos era siempre bueno a pesar de las circunstancias. Era, a fin de cuentas, dónde había nacido y una parte de mí pertenecía a esas tierras. —Claro, claro~ Te contaré cómo me tomó horas elegir un montón de llaveritos de tulipán y mi primita estaba harta de esperar —respondí con cierta diversión en la voz. Supongo que visitar la tumba de tus padres no debería sumarse a esas cosas que contar. Le pasé un brazo sobre los hombros, atrayéndola hacia mi de nuevo y pegué mi mejilla a la suya como un gato mimoso. —Gracias por cuidar a Al mientras no estaba, cariño —murmuré, por aquello de que el otro tonto se apareciera de la nada, luego me separé un poco—. Eh, tú y yo tenemos que salir un día de estos. Una... ¡Cita! Lo solté como si hubiese tenido una epifanía o algo, sin ningún rastro de vergüenza siquiera. De alguna forma había regresado cargada de energía y sabía que a Anna se la podía arrojar encima así sin más, que me iba a seguir el rollo. Tomé sus manos como ella había hecho con las mías, presionándolas suavemente. Quería recuperar el tiempo que había perdido con ella, de verdad. Se me escapó una risa incrédula al ver su reacción a la forma en que me había dirigido a Sonnen, error mío, éramos de dos esferas distintas. No era que viviera en la calle, tampoco iba a mentir, el jodido dinero corrupto de mi padre nos tenía bien vestidos, bien alimentados y quizás algo estirados, pero no alcanzaba ni en broma el nivel del idiota que había bautizado como cara de culo o de varios otros en esa escuela de niños pijos. Estaba, si se quiere, en un bonito punto intermedio pero la cosa era que por la gente con la que hacía negocios y tal, hablaba como un camionero en comparación a una chica como Asteria Bel. Y de nuevo, no alcanzaba el nivel de las manadas, de los omegas o los alfas. —Asteria —empecé, suavizando bastante la voz—, pasa que no soy de clase. Te lo digo por si no se notaba o algo. Ladeé ligeramente la cabeza al escuchar su ofrecimiento de llevarme hasta la clase, como si fuese un cachorro perdido cuando realmente era ella la que parecía uno y mientras regresaba la mano al bolsillo le respondí. —Lo somos, sí. Quiero decir, me enviaste fotos de las cosas que preparas durante semanas, supongo que eso cuenta como conocerse. —Casi rozaba la amistad desde mi punto de vista, pero mira apreciaba tener la cabeza pegada al cuello y eso, además no era bueno con eso de hacer amigos en general así que entre más indefinido pues mejor para mí. Contenido oculto puedes llevarte al niño a idk el pasillo o las aulas directamente, cómo gustes unu
No era partidaria de dormir poco, realmente aborrecía el pasar horas en vela por situaciones banales que no tenían que ver directamente con ella, pero aquella noche luego de salir del club de fotografía, caminar a la deriva por las calles rodeadas de luces bajo la penumbra de la noche tan solo apaciguó las ganas de dañar, de romper, de rasgar, lo suficiente como para estar cuatro horas después en casa, olvidándose por un rato del día ante el cansancio físico, pasando de los chicos que le chiflaban comentarios inapropiados, del policía que le preguntó si estaba perdida en un país extraño, hasta de la niña que se le acercó al confundirla con algún miembro de su familia. ¿Doce de la noche, una de la madrugada? Ni siquiera recordaba a qué hora exactamente abrió la puerta, echándose a caminar por el largo pasillo de madera, dejando las cosas sobre el comedor para dirigirse al baño, abrir las llaves y fundirse bajo el agua tibia de la bañera, sin desprenderse de la ropa para sentarse dentro y dejar que el agua le sobrepasara la coronilla al hundirse, empapando las medias, la falda, la blusa, el abrigo y hasta la bufanda, sin respirar una sola partícula de aire. ¿Dos minutos, quizá tres? Abrió el casillero y sacó el libro de ciencias, guardándolo en la mochila. Llevó entonces un mechón de cabello tras su oreja, escuchando las voces a su alrededor sin prestar atención en realidad a quiénes pertenecían. ¿Un día, dos, tres, cuatro? ¿Esa misma tarde? ¿Él le diría que le gusta, y ella correspondería de inmediato? ¿Tal cual lo dijo el niñato? Era obvio, completamente lógico. Sacudió la suciedad inexistente de los botones en su blusa escolar, comenzando a caminar hacia una de las máquinas expendedoras, sacando algunas monedas del bolsillo de su falda. Visualizó cada nombre grabado perteneciente a las bebidas, sin embargo no prestó atención al botón que terminó presionando, escuchando el sonar ensordecedor de la lata al golpear el cajón, deslizando su grácil mano derecha al inclinarse hasta entornar la lata entre sus dedos. ¿Incrementaría la ansiedad si llegaba a verlos sujetarse de la mano? ¿Dolería el estómago si los veía platicando en algún lugar del instituto? ¿Sentiría algo en realidad? Algo más que envidia, algo más que odio, algo más… que apatía por el otro. Miró la lata de forma superficial. Café. Sus párpados se ensombrecieron a causa del flequillo. ¿Podría si quiera ser su amiga en caso de no lograr nada más? Miró entre las pestañas la lata helada, como si estuviese leyendo los ingredientes pese a estar perdida en el mundo dentro de su cerebro. Hoy no había pinta de ser un corto día.
Aceptó el móvil que Alisha le había extendido sin complicaciones, y se agendó bajo su nombre y apellido. Podía ser bastante aburrida cuando quería, ¿eh? Se lo devolvió junto a una sonrisa suave, había ignorado con bastante cintura las caricias que la chica de repente le estaba dedicando a su mejilla. Sí, definitivamente se la estaba ligando. ¿No estaba pisando en terreno inestable? Soltó una risa breve al oír lo del culo y se tensó ligeramente en cuanto adivinó las intenciones de Alisha por alcanzar sus labios. ¿Pero qué cojones? La dejó hacer un primer momento, aunque para cuando el cerebro le ordenó quitarse ella ya había removido la mano. Aprovechó que la rubia cambiaba de posición para desviar la mirada un instante, ceño fruncido, y relajó el semblante tras oírla hablar. —Whatever. —Se encogió de hombros, algo seria, aunque de cualquier modo se las arregló para concederle una sonrisa suave al pasar frente a ella—. Nos vemos~ Y se alejó camino a las escaleras con su andar habitual, firme y cargado de ímpetu, el cabello vino tinto acompañando el rebote. De por sí era su estilo y ahora también estaba algo molesta, así que imagínate nomás. En resumidas cuentas, le correspondí a todos sus gestos o expresiones con una facilidad nacida del más absoluto cariño. Ya fuese abrazarla, estrujarle las manos, reír o sonreírle. Creo que una parte de mí había temido muchísimo que mis estúpidas inseguridades pesaran por sobre la emoción de volver a ver a Jez, pero estaba comprobando que no sería así y eso me llenaba de alegría. También me relajaba. Porque lo cierto es que los quería a ambos y odiaría perderlos. —¿Tienes una primita? Qué lindo~ ¿Cómo se llama? En momentos como esos era estúpidamente consciente de todo lo que el Sakura había sabido darme y arrebatarme en apenas una semana. Amigos con los cuales apenas había fantaseado, por un lado, y jodidos lobos depredadores, por otro. Y en el medio, el fuego que debía manipular y la necesidad cada vez más grande e imperiosa por proteger a mi propia manada de esas amenazas. Había pensado que había acogido a Altan el viernes, a Emily el sábado, a Suzu ayer. ¿Y Jez? Puede que Jez hubiera sido la primera, aunque no lo hubiera notado, pues ahora mismo sentía que siempre había estado aquí, conmigo. Volví a arrugar la nariz cuando frotó su mejilla contra la mía y envolví su cintura en un apretón cariñoso antes de separarme para hacer el cambio de zapatos. Haberle dado la espalda un momento me ayudó bastante a relajar las facciones. ¿Cuidarlo, decía? De repente me pregunté cuánta mierda se habría dignado a contarle Altan, y si lo conocía ya lo suficiente apostaría por que Jez no sabía nada de, bueno, lo no apto para todo público, digamos. Y yo no sería la primera en indagar al respecto, claro. —Eh, fue un placer~ —solté como si nada, aunque me di cuenta del jodido chiste interno y se me escapó una sonrisa torcida que borré antes de volverme hacia ella; la ironía había desaparecido, pero una ligera suavidad permaneció allí—. ¿Hmm, una cita~? Pues claro, cariño, sería un honor tener una cita con una princesa tan bonita~ En verdad no le estaba tirando los tejos ni pretendía mantener segundas intenciones, sólo me había salido un poco a broma, un poco en serio. Le piqué la mejilla como ella había hecho antes y enganché mi brazo al suyo, arrastrándola hacia el final de la hilera de casilleros. —Venga, remolona, que tú también tienes que cambiarte los zapatos, ¿eh? ¿O un fin de semana de lujo en Europa y ya se te olvidó cómo se hacen las cosas por aquí?
Alisha Welsh Apenas entreabrí los ojos para corresponderle el saludo a la chica con la mano y la miré de reojo para seguir su camino, aunque lo hice por pura costumbre más que por el interés de mirarla. Suspiré con pesadez, llevándome los dedos al puente de la nariz, y acabé por chasquear la lengua mientras le daba un golpe a los casilleros con el talón. Qué asco, ya podía hablarme la gente cuando estaba de mejor humor. Me separé del metal, sin saber muy bien de dónde saqué la fuerza para caminar con el ímpetu de siempre, y me asomé por los casilleros de segundo. Por suerte, Anna se había llevado a la conejita hacia el final del pasillo y no tuve que fingir demasiado para saludarlas. —Eh, alemán, ¿me acompañas un momento fuera? Pregunté, sí, pero no esperé respuesta antes de dirigirme hacia la salida, como si simplemente asumiese que iba a aceptar porque... bueno, era el alemán, y se las daba de duro pero en el fondo no era tan frío como pretendía.
Volví a sonreír al escucharla preguntar el nombre de mi prima, porque bueno la coincidencia me hacía algo de gracia. —Se llama Anne, el mundo es pequeño, le cambiabas una letra y era Anna~ La miré hacer el cambio de zapatos balanceándome sobre los talones como había hecho ella antes, solo porque pues qué más iba a hacer. En cualquier caso solo ahora, ya más tranquila, reparé en que llevaba el cabello suelto y Dios, se veía tan bonita. Tenía un pelo de lo más lindo, sobre todo con aquel contraste de color. En todo caso luego de que me respondiera lo de Al y lo de la cita en específico, algo de color me subió al rostro. Otra vez con eso de princesa. Cuando me picó la mejilla cerré los ojos por reflejo y luego me dejé arrastrar por ella al final de la línea de casilleros, hubiera podido irme sin ella, pero la jalé conmigo y cuando estuvimos en mi casillero, le dije que me sostuviera el maletín para hacer el cambio de zapatos. Cuando terminé, en lugar de quitarle mi maletín lo que hice fue rodearla para abrazarla por la espalda, pegando mi cuerpo al suyo. Algo tonta era, ya estaba sabido, así que realmente no medí las implicaciones del movimiento de nada. La balanceé suavemente, era una cosa rara, casi parecía un arrullo. Con la tontería me distraje y no vi a Alisha cuando pasó. —Te lo voy a decir antes de que se me olvidé. Te ves preciosa con el pelo suelto, cielo. Me había quedado apoyado contra el metal sin realmente saber por qué, quizás esperando a Jez aunque parecía estar bastante distraída con Anna o porque a secas no quería subir a la clase. Ojalá lo hubiese hecho, eso sí, porque pronto la gringa se desocupó la escuché hablarme y solté un suspiro hastiado. Si la seguí fue solo porque después de haber visto su desastre el día anterior, de haberle comido la boca y toda la mierda, pues no podía ya ser tan puto hipócrita. Alisha Welsh iba a ser, posiblemente, la única cabeza de Cerbero con la que podría llegar a ciertos términos. —¿Qué quieres, gringa? Digo, viendo que tienes una fiebre que seguro da gusto. Apoyé la espalda en la superficie junto a la puerta, para no estorbarle a la gente que iba entrando y esperé a que soltara lo que tuviese que soltar.
Alisha Welsh —¿Fiebre yo? Esta es mi temperatura corporal normal, cariño~ Me había colocado a su lado para responderle y, aunque solté aquello con toda la confianza del mundo, sentí el cansancio apoderándose de nuevo de mi cuerpo y acabé por deslizarme por la pared hasta acabar agachada. Podía permitírmelo, porque Altan me había visto el día anterior así que, ¿para qué mierdas engañarle? Tampoco me importaba ya mucho lo que él fuese a pensar de mí, que igual sabía que no era nada bueno. >>¿Tienes tabaco? Me han confiscado el mío antes de salir de casa así que me salvarías la mañana~ En realidad casi me había devorado el paquete la tarde anterior, pero sí era cierto que mi abuela me había escondido los pocos que me habían quedado en algún sitio y no tuve ni el tiempo ni la fuerza necesaria para buscarlos antes de salir.
La coincidencia a mí también me vino en gracia, y solté una risa suave luego de aceptar su maletín mientras ella se cambiaba los zapatos. —Eh~ Tendrás que presentarmela, ahora quiero conocerla —dije, algo distraída, paseando mi mirada por los alrededores mientras balanceaba el maletín en mis manos. ¿Buscaba a Altan? Posiblemente, pero qué va, Alisha nos había rebasado y se alejaron para vete a saber qué. Lo dejé estar. —¡Ah! —agregué de repente, volviendo mi atención a la espalda de Jez—. Si vive aquí, claro, que quizás es de allá. Recibí sus ojos con una sonrisa aunque me sorprendió un poco cuando me rodeó y se pegó a mi cuerpo desde la espalda. La dejé hacer, claro, ni siquiera me tensé. Era cálido y olía bien, como... vainilla, creo. Se me escapó una sonrisa extraña al oírla casi sobre mi oído, y por un instante distinguí una cabellera negra algo más allá, cerca de la arcada que dividía los casilleros del pasillo. Miré a Jez de soslayo y aunque intenté reprimir la sonrisa de zorro, en verdad toda la suavidad acabó colándose en mi voz de una forma u otra. —Pero bueno, qué honor~ —murmuré, removiéndome para girarme sin romper el contacto, y colé ambas manos entre nosotras para traer sobre sus hombros todo el cabello albino—. Si me lo dicen tanto tendré que empezar a hacer caso~ Pero qué perra. Seguí cepillando la cascada de nieve con aires algo distraídos, cuando enderecé la vista reparé apenas un instante en las siluetas de Altan y Alisha, allá en la puerta, antes de enfocarme sobre el dorado de Jez y sonreírle. —¿Adónde te gustaría ir? —murmuré, sedosa, y con la misma suavidad busqué sus manos para instarla a moverse—. Ven conmigo, sólo es un momento. La conduje por el espacio que nos separaba de aquella muchacha de cabello carbón, esa que el día anterior había estado involucrada en el incidente con el jodido de Astaroth, y simplemente me detuve frente a ella esperando llamar su atención. Estaba leyendo una lata de café. —Hola~ —dije relativamente tranquila, aunque en verdad sólo me resultara un poco extraño hablarle de la nada luego de no haberme preocupado por ella en absoluto el lunes—. Uhm, ¿cómo estás? Contenido oculto Insane jujuju
Su lacio cabello se meneó al elevar el mentón y entrar entre sus pestañas la dueña de la voz que le chispeó el cerebro al instante, sintiendo el mismo asco que le produjo Zuko al no dejarle el desayuno esa mañana, y ella, dignándose a no alimentarse como mero reflejo por su estado anímico, teniendo apenas una lata fría de café entre sus dedos que no le apetecía tomar en realidad, sin embargo aquello estaba en segundo plano al tenerla ahí, de frente, acompañada de una chica que no había visto jamás. <<Hola. Uhm, ¿cómo estás?>> No mejor que tú, evidentemente, pero pronto lo estaré, no te preocupes, dentro de poco tiempo tu serás la que estará arrastrada convaleciendo por algún hecho inoportuno. Se inclinó con gracilidad, dejando que una sonrisa suave se le dibujara en los labios, tal como había aprendido cada que una familia nueva iba a verla en el orfanato. —Hola —saludó con cordialidad al enderezarse nuevamente, guardándose la lata en la mochila, procurando en ningún momento darle la espalda para no pasar por maleducada, aunque las ganas de arañarle la cara estaban presentes bajo aquella gruesa capa de perfección fingida—. Muy bien, gracias, por cierto, lamento lo sucedido el día pasado, fue un completo malentendido —se permitió decir con pasividad—. Tu novio se le vio algo violento —buscó a Altan con la mirada de forma superficial. El chico malo, que no conocía cuán mala podría ser ella en realidad. Contenido oculto Traté de rolearla en primera persona pero no pude. Creo que me asusté (?)
Suspiré de nuevo ante su gracia, porque ni enferma se quedaba quieta la maldita hija de puta pero como fuese no iba a decirle nada en respuesta a eso y ella debía saberlo de sobra, por más estúpida que fuese. En su defecto se permitió más de lo que creí y terminó por agacharse a mi lado. ¿Que si tenía tabaco? El día anterior apestaba a chimenea y de hecho, creía tener todavía un rescoldo tenue del olor a tabaco pero no estaba seguro. Escarbé en el bolsillo para sacar la cajetilla, me agaché a su altura sacando tres cigarrillos y se los extendí. A ver quién le creía esa mierda de que se los habían confiscado, porque yo no. —Gringa, deja de ser imbécil una vez en la vida y ve a recostarte en la enfermería —solté de mala gana mientras esperaba a que los tomara. No era mi problema, pero seguro a la idiota de Suzumiya le iba a dar algo si la veía por ahí tan fresca con plena fiebre. ¿Presentarle a Anne? Eso de seguro, cualquier día que la invitara a casa Anne estaría encantada de revolotearle encima, llenarla de preguntas y decirle que también quería pintarse el cabello de rosa, me lo estaba oliendo, e Isaac posiblemente se le encajaría en el regazo en el segundo cero porque así era. En cualquier caso la dejé hacer cuando se giró y me colocó el cabello sobre los hombros, dedicándole una sonrisa luego de escuchar su comentario. Como no apartó su tacto de mi cabello cerré los ojos unos segundos, tranquila, y no los abrí hasta que me instó a moverme con ella. ¿Qué dónde quisiera ir? Bueno no lo había pensado realmente, podíamos ir al cine o a comer juntas, tal vez a patinar aunque no sabía si Anna le gustaba eso, a mí me divertía un montón cuando iba con mi tía y Anne. No le respondí porque cuando pensé en hacerlo a estábamos frente a aquella chica esbelta, de largo cabello negro y ojos de sangre. Me arrojó un chispazo extraño, realmente no supe por qué, y fue tan tenue que fui capaz de ignorarlo en el segundo en que lo sentí. ¿Qué habría hecho de saber que quería hacerle daño a dos de mis amigos? Posiblemente arrastrar a Anna fuera de su espacio... y despertar el lado más jodido de Altan, con tal de levantar una defensa. Pero lo cierto es que no era muy avispada, así que estaba allí como si nada, al margen porque la conversación estaba enfocada en Anna y pues no iba a interrumpirla, no era una maleducada. La escuché eso sí, mientras me ajustaba el lazo del uniforme que en todo el revoloteo con Hiradaira se había salido de lugar y regresé la vista a la chica aquella cuando escuché lo último que dijo. —¿Novio? —pregunté aunque no estaba hablando conmigo. ¿Violento? Me estaba arrojando todas las pistas encima, pero yo las estaba dejando pasar así sin más. Al final había llegado a casa con la caja, como si nada, ni Fujioka ni las criadas me dijeron una mierda porque no tenían derecho alguno para hacerlo, no fue así cuando topé con mamá saliendo al baño del pasillo y me paré en seco. —¿Qué traes ahí, Kat? —preguntó y un maullido quejicoso de Nova me delató antes de poder contestarle—. ¿Es en serio? ¿Dónde lo encontraste? —Mientras iba camino a la escuela —dije, concisa. —Dios... No creo que le haga mucha gracia a tu padre. —No es que interese, pero a papá no parezco hacerle gracia yo tampoco, ¿sabes, mamá? —solté mientras reiniciaba la marcha hacia mi habitación. Creo que no se lo había dicho nunca, pero ayer se me salió así de la nada. La dejé callada sin quererlo realmente y para la noche, se apareció en mi habitación diciéndome que podía quedarme con el gato, de forma que saqué el móvil, busqué el contacto de Rachel y le dejé un mensaje. Hey, Rachel. Me dejaron quedarme con Nova, puedes venir a verlo cuando quieras y te enviaré fotos y eso. ¿Por qué le había dicho eso de que podía venir a verlo? Ni puta idea, se me había ido la cabeza pero lo pensé demasiado tarde, cuando ya no podía borrar el mensaje. A la mañana siguiente me fueron a dejar a la escuela en auto a pesar del clima, así que bajé, crucé el patio frontal y busqué a Aaron con la vista en la línea de tercero para regresarle su bufanda limpia, pero no lo encontré así que me limité a hacer el cambio de zapatos sin demasiada prisa. Al final había regresado a casa en compañía de Yule, sintiéndose bastante más tranquila a decir verdad, y le había hecho algo de conversación pero conteniéndose de ser demasiado necia o cualquier cosa, porque tampoco quería incomodar más de la cuenta al pobre chico. Cuando se separaron volvió a agradecerle por su ayuda y como la confianzuda que podía ser, le robó otro abrazo. No había conseguido dormir muy bien a pesar de todo, pero era lo que había, así que llegó a la academia algo adormilada todavía. No saludó a Sonnen a pesar de haberlo visto en la entrada con Alisha Welsh porque fuera o no amigo de Jez, el cabrón se había metido en sus mierdas y ahora no le apetecía verle la cara. Jez debía estar dentro, claro, pero cuando la ubicó notó que ella y Hiradaira estaban hablando con otra chica así que se quedó entre las líneas de primero y segundo, ¿esperando a quién? Ni idea, quizás solo se quedó allí para no estorbar en la entrada. Contenido oculto Hygge Ceci owo ahí pos no sé, quien le quiera caer a Laila
Alisha Welsh Levanté ligeramente las cejas, durante un breve segundo, cuando vi que me extendía tres cigarrillos que, por supuesto, no dudé un segundo en aceptar y guardar en mi falda. Pero vaya, que amable el niño rico~ Solté un risa plana por la nariz, levantándome con cuidado y lo miré, cruzándome de nuevo de brazos. —¿Preocupado por mí? Voy a empezar a pensar cosas raras, guapo~ Tras murmurar aquello, sin embargo, acabé por apartar la mirada y comencé a jugar con mis uñas sin pensarlo demasiado, en un ademán algo nervioso. Era una estupidez aquello que estaba pensando pero quizás podía hacer algo bien en todo aquel jodido desastre en el que estaba metida. >>By the way... Gracias por haberme llevado a casa el otro día y... —me quedé un rato en silencio, sin saber muy bien qué decir a continuación. ¿Perdón por haberte besado? En realidad, no me arrepentía mucho de haberlo hecho, aunque tampoco supe las repercusiones tan fuertes que tuvo sobre él. ¿Me hubiese arrepentido en ese caso? Pues... qué sabía yo ya. Distinguí los tonos de la cabelleras de Anna y Jez acercándose a aquella chica de los ojos rojos y me pareció la mejor señal del destino para poder cambiar de tema sin que se notase demasiado. O eso creía. >>Y cuida a tus princesas también, que hasta yo me he dado cuenta de que esa chica da mal rollo —volví la vista de nuevo hacia él y le di una palmada suave en el pecho, sin mayor pretensión aun sabiendo que debía joderle—. Gracias por los cigarrillos~ Me di la vuelta entonces y, arrastrando los pies, me dirigí hacia el patio. Ni loca iba a subir hasta la azotea estando como estaba.
Podía ser bastante tonta, eso de seguro. Tenía un radar casi infalible para detectar pandilleros de mala monta e hijos de puta disfrazados de corderos, pero por alguna razón todas las alarmas se me desactivaban en torno a mujeres. Bueno, eso y que en mi cabeza Agnes Astaroth ya estaba encasillada en el papel de víctima. Habría ocurrido similar si hubiera presenciado o sabido lo de Lena a tiempo. ¿Intransigente? Seguro. Mi rechazo por ciertos comportamientos masculinos podía acabar, irónicamente, echándome una venda en los ojos. Se me dibujó una sonrisa pequeña, algo vaga, al verla inclinarse y todo eso. Me preocupaba un poco haberme montado semejante escena donde ella, obvio, quedó involucrada, y prefería hablar con ella para zanjar posibles asperezas más temprano que tarde. Había hecho lo mismo con Usui. Bueno, había dicho que estaba bien y no tenía razones para descreer, aunque prefería indagar un poco más. Me crucé de brazos, oyéndola atentamente, y arrugué un poco el ceño al oír que todo había sido un malentendido. ¿Malentendido, decía? ¿Haberla arrastrado a ese cuartucho de mierda? Encima la reacción posterior de Zuko no me había gustado ni medio pelo. Tu novio se le vio algo violento. ¿Novio? Miré a Jez de soslayo al oírla a mis espaldas, el entrecejo se me había fruncido aún más y suspiré, agitando la mano. —No es mi novio —resolví con simpleza, volviendo al cauce central de la conversación con Agnes—. ¿Pero y el albino? ¿Es tu novio? ¿Por qué dices que fue un malentendido? Sé que probablemente me esté metiendo donde no me incumbe, pero no me ha gustado la situación ni un pelo. Venía caminando con Morgan enredada a mi brazo, como acostumbraba hacer por razones que no me interesaban mucho. Al alzar la vista distinguí la figura de Altan justo bajo el umbral de la puerta, destacaba bastante entre los demás alumnos gracias a su estatura y le sonreí animado, levantando la mano libre en un saludo. —Buen día, Sonnen-kun —dije, contento, al detenerme junto a él; no había visto a Alisha irse—. ¿Todo bien? Ah, esta es... Miré a mi lado para presentarle a Morgan, pero no supe determinar en qué momento se había desenganchado de mi brazo para avanzar hacia los casilleros sin más. Distinguí su melena corta más allá, ni siquiera había abierto la boca para despedirse y suspiré, encogiéndome de hombros. —Bueno, esa era mi mejor amiga, pero tiene sus mañanas y mañanas. —Solté una risa liviana, apenas avergonzada—. Como sea, otro día te la presento.