No negó con la cabeza pese a que la sentía presionarlo como nunca permitía que se le presionara, dejándola sermonearlo sin torcer los ojos o chasquear la lengua, quedándose perfectamente quieto, dándole la razón por completo. —Sé que no es suficiente, pero no es como si pudiera hacer algo más —murmuró desde su perspectiva, sincero. Porque no sé qué puedo hacer. ¿Llorar? ¿Gritar? No es mi forma de expresarme, ya me di bastante látigo psicológico a mí mismo, y si pudiese regresar el tiempo no habría hecho aquella idiotez. —Es de tercero… puedes, solamente, ¿puedes dejarme tranquilo con respecto a esto? Prefiero decirle a las directrices y que ellos tomen decisiones, antes de ponerme a hablar sin parar de algo que no quiero recordar —tomó aire, volviendo a desviar la mirada como si no tuviese ninguna arma argumentativa a la mano más que su sentir. Se disculparía de nuevo, las veces necesarias rendiría cuentas, pero a ella, a la afectada, no a nadie más. Al volver sus pupilas sobre las violáceas ante el rumbo que tomaba la conversación, denotó la precariedad en sus facciones, el carmín acaparando sus pómulos mientras llevaba el mechón tras su oreja, como la princesa que era. Konoe. ¿Siempre había sido así de tonta? La pastilla que le dio luego del acto sexual, obligándolo a cuidarse, el dejarse abrazar, el quedarse pese a que de forma arisca le exigió que se marchara y lo dejara en soledad, confesando lo que había comprendido desde el enfrentamiento extraño entre ella y Welsh, un momento incómodo al detestar el consumo y ver como la idiota se tomaba una pastilla como si fuese un caramelo. Aun así: —Suzumiya, no tienes que pedirlo —murmuró, cuidando que nadie más escuchara. Eran intimidades en las que no quería que nadie más metiera las narices, que se atrevieran a opinar, a juzgar como si sus vidas fuesen un ejemplo. —No saldrá una palabra de mi boca —continuó entonces, con aquel tono de voz plano, casi enigmático—, pero… no prometeré que lo borraré de mi memoria. Más que los besos, más que el sexo, más que las caricias… Suzumiya era indudablemente, una buena chica, tanto como para escuchar a un perdedor como él hasta el final, sin lanzársele encima a golpes como lo haría cualquier otro. Volvió la vista a la lluvia, sintiendo la brisa colarse por sus rebeldes cabellos azabaches. >>¿Quieres que caminemos juntos a casa? No la miró aunque la cuestionó directamente. Sin embargo, no indagó por sus párpados inflamados, mucho menos por lo que hizo luego de salir corriendo de la enfermería, prefiriendo darle su espacio y no sofocarla cuando claramente necesitaba estar sola, o al menos, así lo interpretaba desde su realidad, colándosele en la cabeza un solo pensamiento: no seas tan idiota para volver llorar por un amor no correspondido. Se gana, se pierde, o se aprende.
Lentamente regresó a su posición original. Buscó nuevamente sus ojos notablemente cansados y percibió su malestar, a pesar de que parecía estar conteniéndose para no mostrarlo abiertamente. Era de tercero. Aún se le escapaba su nombre pero no sentía la necesidad de seguir presionándolo. La tensión en sus músculos, la mandíbula apretada, eran la prueba fehaciente de que se sentía incómodo, reprochado como un niño ante su madre; que detestaba aquella situación. Era como un animal salvaje al que habían acorralado y encerrado en una jaula. La situación seguía crispándole los nervios pero se permitió relajarse y destensar sus propios músculos. Se permitió suspirar y aunque no lo justificaba, dejaría el asunto estar. Al menos de momento. Estaba genuinamente arrepentido. Y eso era mucho más de lo que Altan o Anna esperaban. Era un atisbo de aquello que había visto en él. De la luz brillando en las sombras, la piedra preciosa bajo las aguas turbias. Natsu Gotho no era ningún monstruo sin consciencia. —¿Realmente pensabas salir con esta lluvia?—cuestionó finalmente. Su voz se deslizó suave, ligera, apenas por encima del rumor de la tormenta. No era un reproche como tal—. Ya no tienes fiebre, pero si te expones, podrías acabar con una pulmonía. Traje paragüas. Podemos... caminar juntos a casa. No se trataba de que lo contara o no. De hecho, le resultaba indiferente si decidía hacerlo. Había ocurrido, era cierto y aunque lo sentía incorrecto no tenía la necesidad de ocultarlo como si fuera un error, como quien esconde la suciedad bajo la alfombra. Si le estaba pidiendo que lo olvidase era meramente porque lo había usado. Como Cerbero usaba. Pero estaba siendo inconsistente con sus propios actos. Porque colgaba de esa fina cuerda sobre el vacío. Y presentía o más bien sabía que aquella escena volvería a repetirse. No sabía cómo, ni cuando, ni en qué circunstancias... pero lo haría. Así que al menos, no se sentiría como si lo hubiese usando, como si fuera un mero juguete desechable para su propia satisfacción. Sentía el genuino deseo de saber más de él. Sus gustos, disgustos, sus aficiones. Qué quería estudiar o especializarse. Si le gustaban los animales, las flores, si aún se mantenía en pie la idea de llevarlo al invernadero junto a Violet. —Gotho-kun, sobre la conversación que no pudimos llevar a cabo con Balaam-san en la azotea...—prosiguió mientras le extendía su paraguas para que lo tomase—. Me gusta la literatura histórica y romántica. ¿Por qué trataba siquiera de fingir? Tenía una única certeza en ese momento. Ella tampoco iba a olvidarlo.
Agradeció en silencio el hecho de que dejara el tema, al menos por ahora. Ya sabía que en cualquier momento cualquier otro se le lanzaría encima por lo mismo, y estaría dispuesto a recibirlo en cualquier caso, estaba cansado. Casi y se permite sonreír ante el reproche sobre la lluvia. Si, pensaba irse así aunque las probabilidades de pescar una pulmonía se incrementarán. Deslizó el cierre de la chaqueta negra hacia abajo, quitándose la prenda con parsimonia para volver a verla de nueva cuenta. Suzumiya estaba sacando un paragua, y bueno, él de igual manera le puso sobre los hombros la prenda pesada que lo mantuvo abrigado la mayor parte del día, recibiendo el objeto que los protegería de la lluvia. Podía dejarla en casa y seguir él luego a la suya, así no la escucharía recriminando por no cuidarse como debía. <<Gotho-kun, sobre la conversación que no pudimos llevar a cabo con Balaam-san en la azotea... Me gusta la literatura histórica y romántica.>> Sintió ganas de darle un pequeño zape en la frente al arrugar un poco las cejas, sin embargo, apenas y se le escapó una línea suave en los viriles labios. ¿A qué viene eso? ¿Debo decir que me gusta a caso? Tonta. —Se nos hace tarde —habló abriendo el paraguas, esperando a que ella se colocara la chaqueta para evitar que se expusiera demás al frío con una falda como esa. No era idiota, sabía que las probabilidades de que amaneciera indispuesta al día siguiente eran crecientes. En cuanto la sintió cerca susurró: —Los girasoles. Esos me gustan.
Se sintió diminuta bajo la pesada chaqueta que él extendió sobre sus hombros, demás está decir que le quedaba bastante grande. Pero era cálida y aunque no sentía realmente frío, agradeció un gesto tan desinteresado como ese. ¿Qué pasa Gotho-kun? De verdad pensé que me odiabas. —Gracias—murmuró. Era extraño realmente. Cómo habían cambiado las cosas entre ellos en tan poco tiempo. Hace tan solo una semana juraría desagradarle como nadie lo había hecho nunca. Era de ese tipo de personas prepotentes y díscolas, demasiado acostumbradas a hacer siempre lo que querían, que le crispaban hasta el último pelo del cuerpo. Luego había mostrado cierta empatía en la azotea, había abierto apenas sus murallas y le había permitido echar un vistazo a su interior. Y brillaba como una gema bajo las olas. Se preguntaba... qué situación le había convertido en un muro prácticamente infranqueable. Sentía la necesidad de cuestionar, de saber un poco más de él. Y permitirle a cambio saber más de ella. Como si a pesar de todo tuvieran la posibilidad de trazar algo parecido a una amistad con el tiempo. Los girasoles. Abrió los ojos de la sorpresa al escuchar su voz. Había respondido. Se había permitido abrirse un poco más a pesar de su hermetismo. Y aquello la hizo exhalar lentamente por la nariz. Ah. Su expresión se suavizó ligeramente y su mente de archivo se puso inmediatamente en marcha sin siquiera pedir permiso. —En la mitología griega, la ninfa Clytia se enamoró locamente del dios del Sol, Apolo, pero era un amor no correspondido—contó con un tono pausado, suave, con la vista fija en el camino. Se veía reflejada en esa historia, le era francamente imposible no hacerlo—. Clytia murió de tristeza con el corazón roto, convirtiéndose en un girasol que seguía al sol allá donde fuera. No quería perder de vista a su amor. Las gotas de lluvia golpeaban rítmica y suavemente el paraguas. Ruido blanco que parecía proceder de otro mundo. >>Las flores y semillas de los helianthus se distribuyen siguiendo la espiral de Fermat—se corrió un mechón tras la oreja—. Eso los asocia con la magia, el cosmos, lo divino y la inmortalidad. Es una flor que representa la vitalidad, la amistad, el amor, la suerte, la salud y el optimismo. También presentan una gama de colores mucho más extensa de los que se piensa. Lo más común es ver girasoles amarillos. Pero los hay rojos, blancos... Incluso violetas. Y cada uno tiene su propio simbolismo. >>Si conoces a la presidenta del club de jardinería deberías prepararte para ser llamado Helianthus-kun—se le escapó una risita suave, divertida que disimuló tras el dorso de su mano. El tono burlón también se coló en su voz—. Go-tho san~
Contenido oculto En definitiva, su primer día había sido demasiado bueno como para ser cierto, y ahora venía este reverendo imbécil a, no solo golpearle la puerta de su propio casillero en su cara e impedirle largarse a su casa, sino que también se creía con derecho a venir con prepos y exigencias. Qué buen momento para cerrarle el hocico con el puño, y lo único que lo frenaba era, bueno, que él no era necesariamente el tipo de chico que buscaba una pelea. Estaba más acostumbrado a recibir golpes que a darlos. 'Prefieres decirme mejor que acabas de ingresar a la academia, cuando no es relevante en lo absoluto en vez de responder una pregunta, tu apellido no me sirve en lo absoluto, tu nombre sí, que tienes la misma maldita cara...' Alzó una ceja de forma retórica. ¿La misma cara de quién? ¿La misma cara de adolescente pelinegro obstinado con la vida que compartía con la mitad de los que se había cruzado durante el día? No hay nadie aquí que luzca como tú en estos momentos. ¿Acaso estaba hablando de las heridas en su cara? 'Niños, parece que solo te pusieron en un cuerpo más grande y mantuviste la misma cara de cachorro enojado, soy Aaron' —Pues mucho puto gusto, Aaron, mi nombre es No... Mi nombre es Noah... Mi nombre... es Noah... Mi nombre... ... es Noah... Silencio. El eco de sus propias palabras resonando en su cabeza lo habían aturdido en cuestión de segundos, pero no era su propia voz de adolescente la que escuchaba, sino la de un niño. Y tampoco la de cualquier niño, pues le resultaba muy familiar... Todo aquello se sentía demasiado familiar. 'Soy Aaron...' «¿De dónde coño lo conozco yo?», pensó, y lo escrutinó con la mirada ahogada en un profundo pánico. ¿Recuerdas aquella casa, Noah? —Joder. Cómo olvidarla.
La espera no era algo que se le diera muy bien cuando realmente quería respuestas de algo, como cuando dos personas atacaban al mismo tiempo y tenían que esperar a que se deliberara quien recibía el punto o cuando tenía que esperar por resultados sobre calificaciones de una materia de la cual necesitaba pasar sí o sí para mantenerse en el equipo de su anterior escuela o bien... los avisos de cuando todos los trámites habían sido finalizados y finalmente podías salir de esa casa o el edificio. Sus dedos golpeaban con cierto ritmo la puerta de su casillero en busca de no decir nada más en caso de que realmente se equivocara y tuviera que simplemente dar vuelta y fingir que nada de eso había pasado. Y por fin tuvo su respuesta. La tensión abandonó su cuerpo y una risa incrédula se le escapó, a veces sin duda alguna podía confiar en su memoria cuando se trataba de esas cosas y de todo el maldito mundo que tenían había ido a parar allí, a la misma maldita escuela y con aquella porción de suerte de haberlo podido ver y comenzar a cuestionarse las cosas. —Sin lugar a dudas, joder... —Apartó la mano de su casillero para poder apoyarse mejor al lado, para finalmente darle oportunidad de tomar sus zapatos y cambiarlos —, y es jodido porque... vuelvo a verte como la primera vez que te conocí, eso no debe ser mucha coincidencia.
Emily Hodges Me sorprendí ligeramente cuando noté que el móvil desaparecía de mis manos pero al ver que había sido Kohaku me relajé al instante, sabiendo que no lo usaría para nada malo. En cuanto me lo devolvió observé con una sonrisa como se había seguido y aproveché para hacer lo mismo con Anna y buscar a Altan también. Me despedí de Anna y Altan con la mano y aproveché para recoger mi maletín antes de dejarme llevar por el chico hasta la salida, sin perder la sonrisa. —¿Eh~? Pues si no me sigues te haré fotos vergonzosas y las subiré a mis historias hasta que lo hagas, ¡que lo sepas! ¡Y yo siempre cumplo mis promesas! —dije, acompañando las palabras con una risa divertida. Luego hubo algo de silencio que no fue para nada incómodo y levanté la cabeza cuando volví a escuchar su voz, ladeando la cabeza con curiosidad ante la pregunta. No dije nada de primeras, aprovechando que habíamos alcanzado la salida del invernadero, y liberé al fin su brazo del agarre. Pensé en volver a arrastrarlo de la muñeca pero de repente me dio un poco de pena así que simplemente le hice una señal para que me siguiese y aceleré el paso para que la lluvia no nos mojase demasiado, hasta llegar a los Casilleros. Me dirigí hacia mi taquilla y la abrí para sacar una toalla que usé para secarme el pelo, extendiéndosela después al chico con una sonrisa. >>Me ha gustado mucho el té, senpai~ —respondí finalmente, sincera—. Ya estoy deseando a que me des la clase para aprender a combinar las hierbas como tú~ Ah, ahora que lo pienso, ¿por qué no empiezas por decirme qué nos has puesto hoy? Contenido oculto Gigi Blanche <3
La temperatura de afuera era bastante diferente al clima que se había formado dentro del invernadero. Puede que la lluvia hubiera amainado pero el viento soplaba frío y atendí a la señal de Emily sin réplicas. En cuestión de segundos estábamos al resguardo de los casilleros. Solté un suspiro breve producto del esfuerzo repentino y sacudí la cabeza un poco por reflejo, como perro mojado. Su amenaza me vino bastante en gracia y una risa divertida se mezcló entre mi respiración algo agitada. Venga, era un puto desastre en lo que actividad física refería. —¿Y cuál es el problema si yo no voy a verlas? —cuestioné, siguiendo la broma, y me recosté en la línea de casilleros mientras ella se secaba el cabello—. Ojos que no ven, corazón que no siente~ Acepté la toalla sin mayores complicaciones y la froté contra mi mata de pelo aquí y allá, desordenándola un poco. Como fuera, mi cabello era bastante lacio y me lo arrastré hacia atrás para que no me cayera sobre los ojos. Volvió rápido a su lugar pero un poco más aireado. ¿Le había gustado el té? ¡Pues claro! Era la receta infalible de la anciana Ishikawa. —Me alegro mucho, Hodges-san. Bueno, ya que estamos juntos en el club de jardinería no será la última vez que lo pruebes así que... —Le devolví la toalla y me crucé de brazos, recostando suavemente el costado de mi cabeza contra los casilleros—. Puedo ayudarte a mejorar tus infusiones siempre que quieras, ¿qué mejor forma de conservar el legado que entrenando adeptos? Solté una risa por la nariz ante mi propia broma y pestañeé, prestándole atención, al notar que parecía haber recordado algo. Ah, ahora que lo pienso, ¿por qué no empiezas por decirme qué nos has puesto hoy? Mis labios se curvaron con cierta malicia y me giré para aplastar la espalda contra los casilleros, lanzando la vista al techo. Lo cierto era que entre toda la joda lo había olvidado por completo, pero ahora que lo mencionaba podría usarlo a mi favor. —Ah, es cierto~ —canturreé, como si no lo hubiese revelado adrede—. Qué cosas, se ve que me he olvidado de decirles. Esta memoria de anciano. Meneé la cabeza suavemente, soltando un suspiro de resignación, y una sonrisa pequeña revoloteó en mis labios al buscar a Emily de soslayo. —Y qué cosas serán, en efecto, que ya ni siquiera recuerdo qué hierbas mezclé~
Emily Hodges —Pero lo verá la gente que me siga, será una humillación pública que afectará a tu imagen social, ¡es un plan genial! —expliqué, como si fuese la cosa más obvia del mundo y con una seriedad impropia hasta que no pude aguantarlo más y solté una risa divertida. Dejé que se secase en paz mientras aprovechaba para ordenar un poco lo que tenía en el casillero, sin dejar de escucharlo en ningún momento, y me giré con una sonrisa para aceptar de nuevo la toalla. Preferí no guardarla aún, jugando con ella entre mis manos mientras seguía sus movimientos. >>Eh, qué honor~ —murmuré, divertida, cuando dijo lo de legarme las recetas como si fuese su adepta. Con bromas y todo, en realidad no tenía ningún problema en aprender un poco más sobre cómo preparar el té y hacerlo mejor. Siempre disfrutaba una buena taza y sabía que a mi hermano también le gustaría, por ejemplo. Levanté una ceja cuando siguió hablando, soltando una risa algo floja después. ¿Que no se acordaba? Qué mal~ Sin decir nada más, di un par de pasos silenciosos hasta volver a quedarme delante suya y, con un movimiento rápido, pasé la toalla por encima de su cabeza hasta rodearle el cuello. Tiré de ella y lo obligué así a estar a mi altura, nuestros rostros apenas separados por unos centímetros. >>¿Uhm? —murmuré, mirándolo directamente a los ojos y con una sonrisa extraña en los labios—. ¿Es eso cierto? ¿Y qué podemos hacer para ayudarte a recordar, senpai~?
Puede que en apariencia fuera una mezcla algo extraña. Era sociable, no en el sentido de lanzarme y convertirme en el alma de la fiesta, pero no me molestaba estar en grupos grandes de gente y, en general, las personas tendían a sentirse cómodas con mi presencia. Contaba con una facilidad de antología para amoldarme y encajar entre bordes ajenos, como si no tuviera sustancia o materia propia. ¿Agua? No, el agua es densa, puede derramarse, asentarse y pasar por cualquier cantidad de estados. Era más bien similar al aire, aunque al final del día también supiera marcar mi propio ritmo. Emily se detuvo frente a mí y utilizó la toalla para que me agachase hasta quedar a su altura. Fue bastante rápida y no lo sé, ¿seguía siendo demasiado ingenuo? ¿Se suponía que a cualquier momento me esperara... cualquier cosa? Pestañeé, sorprendido, y prácticamente pude sentir su aliento contra mi rostro cuando habló. Repasé el morado de sus ojos y la sonrisa extraña, me recordaba ligeramente a las que solía ver en la calle. De noche, en boca de las gyaru, o incluso de Anna cuando estaba de humor suficiente para tontear con un tipo cualquiera. También la había visto tontear así con Kakeru, el viernes. Era aire. Pero también sabía marcar mi ritmo. Y era, en definitiva, individualista y algo egoísta. Tomé aire por la nariz, lo hice profundamente y cerré los ojos, mientras mis manos buscaban las suyas para aflojar el agarre de la toalla. La hice ceder lo suficiente para erguirme y le sonreí desde allí, como si nada hubiese pasado. —Puede que algo de aire me refresque la memoria —dije suave, y le indiqué con la barbilla el camino hacia el pasillo—. Nos deben estar esperando.
Emily Hodges No me inmuté demasiado cuando sentí que buscaba mis manos para aflojar el agarre, en todo caso aproveché que cerró los ojos para volver a la expresión amable de siempre. Como si nada hubiese pasado. —A ver, un segundo~ —canturreé, comenzando a doblar la toalla mientras me giraba sobre mis talones—. ¿Sabes? Tengo algunas cosas que hacer por aquí, ¿por qué no vas y avisas a Kashya por mí también, por favor? Quizás te acuerdes de camino~ Giré la cabeza para dedicarle una última sonrisa y, tarareando alguna canción que me vino a la mente, seguí doblando la toalla hasta poder guardarla en el casillero.
Vi a la rubia restante despedirse de las chicas con una sonrisa gentil antes de inclinar la cabeza, respetuoso, y dejar la biblioteca con Morgan y Kashya. No tardamos en alcanzar los casilleros y allí seguía Emily, donde la había dejado. Le eché un vistazo a Morgan de reojo, por si le captaba alguna intención extraña en el semblante pero se la veía bastante tranquila. —Bueno, nos vemos mañana, Hodges-san, Thornton-san —saludé, sonriendo suavemente. Me solté del agarre de Morgan con movimientos cuidadosos para dirigirme a la línea de casilleros de tercero, aunque en el camino me detuve frente a Emily y me incliné apenas hacia ella, para captar su atención. —Menta, jengibre y unas semillas de amaranto. Eso tenía el té de hoy. No esperé realmente una respuesta, le sonreí y le palmeé la cabeza antes de retomar mi camino. Morgan me siguió de cerca y luego de cambiarnos los zapatos, finalmente nos fuimos de la escuela.
Contenido oculto Que me clave un rico relleno dise Emily Hodges En cuanto noté que el chico se alejaba lo suficiente, solté un suspiro pesado y dejé finalmente la toalla en su sitio, cerrando el casillero no mucho después. Me apoyé con la espalda sobre los mismos y, con los ojos cerrados y el ceño fruncido, me di un par de golpes en la cabeza son los nudillos. —Dios, qué tonta... —murmuré, chasqueando la lengua después mientras dejaba caer el brazo. Tendría que hacerle algo, ¿verdad? Para pedirle perdón. Porque siempre acababa preparando algo para la gente cuando quería disculparme, como aquella vez con Jezebel. Por eso mismo también le había preparado el almuerzo a Katrina, porque me sentía culpable por lo que Mimi le había hecho, y a Anna, por... bueno, el desastre que fue el viernes. Ganarse a la gente por su estómago me había resultado terriblemente efectivo hasta el momento así que seguiría haciéndolo... hasta que dejase de servir, vaya. Terminé por sacar el móvil y comprobar la foto que Anna había subido antes de compartirla en mis publicaciones, con una ligera sonrisa. Casi no parecía que habíamos estado en esa misma posición por unos buenos cinco minutos. Escuché los pasos del trío acercándose y solo entonces bloqueé el teléfono para recibirlos. >>¿Huh? No me lo había esperado, en verdad, y clara muestra de ello fue la confusión que se me extendió por el rostro. Pestañeé un par de veces cuando sentí que me palmeaba la cabeza y, al final, solo pude mirarlos yéndose con una sonrisa mucho más aliviada. Qué tontería. >>Ka-chan, dime por favor que has traído un paraguas —murmuré, en tono quejumbroso, esperando a que la chica se cambiase los zapatos. Ella asintió sin más con la cabeza y me enganché a su mano con entusiasmo, arrastrándola hasta el exterior en cuanto pude. ¡Si es que siempre podía confiar en ella! Y si no... hubiese llamado a mi hermano para que viniese a recogernos, que seguro solo estaba vagueando en casa como todas las tardes. Podría dedicar la tarde a preparar algún dulce y pasar el estudio a la noche, si la situación lo merecía. Y aquella lo hacía.
Cerró la puerta del auto, elevando la mano a la altura de su pecho para despedirse del chófer con una sonrisa amable, girándose con suavidad para comenzar a caminar en dirección a los casilleros, sintiendo el calor del sol que comenzaba a asomarse después de la fría noche, que si no fuese por su brillante cerebro que le indicó arroparse y beber algo caliente posiblemente se hubiese resfriado. Al llegar dentro realizó el respectivo cambio de calzado con suma paciencia, al ser consciente de que había llegado un poco temprano, siendo mejor aquello que llegar tarde como una desadaptada a las normas. Revisó el horario en su móvil y aligeró peso en la mochila al sacar el diccionario. Afortunadamente no tocaba lengua aquel día, así que no debía llevar aquella obra llena de terminología por el ascensor en donde corría el riesgo y su espalda se lastimara, pese a los pocos pasos que en realidad, debía dar. Deslizó el pulgar por la pantalla táctil e ingresó a la galería, mirando la última foto del exquisito desayuno que le había preparado su padre antes de irse de viaje, quedando nuevamente al cuidado de la empleada. Negó entonces con la cabeza al recordar que el día anterior había tomado leche saborizada. Aquel secreto debía acompañarla a la tumba, o de lo contrario contarle a su padre y esperar la desaprobación por su parte al exponerse a un problema de salud por algo de azúcares añadidos, sin embargo no estaba arrepentida de haberla bebido, a fin de cuentas Noah probó su almuerzo, y estaba sumamente contenta por ello. Cerró entonces el casillero y se enderezó con sutileza, perdida aún en las imágenes de su móvil. Contenido oculto Hitori
Alisha Welsh Si me hubiesen dado la opción de morir sin ninguna clase de dolor en ese instante, ciertamente hubiese dudado un segundo en elegir porque en mi vida me había sentido tan mal como en ese momento. Y había tenido muchas mañanas de resaca. Al menos no estaba lloviendo de nuevo, aunque tenía que admitir que ese sol tampoco me estaba poniendo de mejor humor. —Ugh. Me bajé la mascarilla que mi abuela me había obligado a llevar en cuanto alcancé mi casillero, abriéndolo con lentitud y haciendo el cambio de zapatos con la misma velocidad. En cuanto acabé dejé la frente apoyada sobre el frío metal, esperando que aquello mitigase un poco la fiebre y el dolor de cabeza que no dejaba de martillearme. ¿Por qué había decidido venir a clases aun así? En otra ocasión hubiese estado encantada de quedarme en casa viendo la tele o durmiendo, aun a costa de tener fiebre. Bueno, me lo había buscado, al fin y al cabo. Contenido oculto HOLA NIÑA FEBRIL I WANTED THIS SO BAD bueno, she is american but she is not a stupid anti-mask you know (??? well Yugen te etiqueto por si aun me vas a aventar a konoe o no sé (?)
El buen clima la ayudaba con los ánimos, ciertamente. Había nacido bajo un sol abrasivo, las olas cristalinas y arena entre los pies, y aunque nunca hubiera practicado surf como muchos de sus amigos, seguía sintiéndose agradable el cielo limpio y la brisa tibia. Se dedicó a su casillero con calma, sin buscar a Daute con la mirada ni nada parecido. No estaba enfadada exactamente, pero tampoco de ánimos para ponerle buena cara y es que, en definitiva, no quería echarle sus problemas encima. Había logrado llegar a un maldito acuerdo con la prepaga para que siguieran costeando los medicamentos de su hermano, pero ahora tendría que juntar un montón de papeleo insoportable y la discusión había sido larga y agotadora. Luego de eso, tuvo que tragarse al gerente del café y luego de eso, que unos imbéciles le chiflaran durante todo el camino en el bus. Los hombres podían ser un asco. Cerró la puertilla y detalló de soslayo a la muchacha un par de filas más allá, apoyando la frente en la superficie metálica. Era Alisha y llevaba una mascarilla a la barbilla, además de no verse de maravilla. Dudó un poco, pero al final se acercó a ella y buscó llamar su atención agitando la mano suavemente a modo de saludo. —Te ves fatal, Alisha —destacó, en voz baja, y se acomodó el bolso al hombro—. ¿Te ayudo con algo? Llevaban tres años en el Sakura y jamás se había dignado a dirigirle la palabra; Alisha mantenía, en líneas generales, el mismo tipo de aficiones que Akaisa, esas que ella no compartía mucho y... siempre le habían incomodado un poco, siendo honesta. Pero ayer la había conocido un poco a la fuerza y se veía maja, ¿verdad? Aunque fuera amiga del imbécil de Wickham. No le vendría mal hacer algún que otro amigo, quizá.
El día anterior había resultado bastante desastroso, Noah había huido de la conversación y realmente no sabía cómo tomárselo, si había sido demasiado inapropiado con su comentario aunque fuera algo completamente real y jodido, si realmente su aparición implicaba tanto shock o si en el peor de los casos deseaba alejarse de su pasado por como todo había terminado en ese tiempo que se conocieron. Ni siquiera le dieron ganas de ir al gimnasio, de nuevo. Y luego también estaba el hecho de que la lluvia no había querido darles tregua por mucho que esperó allí, haciendo que el resto de su día se la pasara lavando su uniforme y secando sus cosas con una secadora que había encontrado y finalmente hundirse en agua caliente lo mas que pudo para sentir que no iba a enfermarse y tratar de olvidar que no tenía marcado en el cuello a Daute y lo que eso implicaba si tenían que usar el uniforme deportivo al día siguiente. Y aunque si tenía un ligero dolor de cabeza al despertar no se había detectado una temperatura alarmante y lo agradecía. Salió de su casa con una chaqueta deportiva en su mochila, y en una bolsa de platico la ropa que Daute le había prestado el fin de semana y él se había olvidado de devolver luego de que lo hubiera lavado, de igual forma, en el camino había terminado yendo a una pequeña tienda para comprar algunos dulces en compensación, si bien no hacía muchas cosas japonesas, había otras donde simplemente no podía evitarlo, menos cuando jamás se había visto en la situación de que tuviera que llevarse la ropa de otra persona encima y luego, no dárselas de inmediato. Así que, en esa misma bolsa de plástico había terminado guardando algunos dulces de color rojo que compró, a fin de cuentas, siempre lo veía comiendo dulces y pareciera adecuado. Ahora, solo tenía que encontrarlo entre los casilleros.
Alisha Welsh —¿Mhm? Giré ligeramente la cabeza al escuchar una voz acercándose, aunque más bien lo hice porque logré distinguir mi nombre entre las palabras y lo último que pretendía era ser maleducada, así que hice mi mayor esfuerzo por prestarle atención. Además, no era yo del tipo de ignorar a una chica linda como lo era Sasha. Le dirigí una de mis mejores sonrisas, por difícil que me estuviese resultando formarla, mientras me incorporaba para mirarla mejor. Por suerte no tuve que mantenerla demasiado porque me volví a subir la mascarilla y aquello, por suerte o desgracia, me ayudaría a disimular. >>Estoy bien, linda, solo me pasé con las bebidas anoche —le dije, con una convicción que hasta a mi me sorprendió un poco—. Gracias por preocuparte~ Me dejé caer hacia el lado entonces, apoyando el hombro sobre el casillero mientras la recorría con la mirada sin el mínimo disimulo, volviendo finalmente al grisáceo de sus ojos. Seguía jodida de ánimos y estaba claro que si mis ojos brillaban era por la maldita enfermedad que por mucho que quisiese, no podía disimular, pero al final del día tenía una imagen que mantener, ¿verdad? Y una capacidad estúpida para fingir que nada me importaba. >>Tú te ves tan bien como siempre, por otro lado. Me alegro~
Siguió sus movimientos y reflejó su sonrisa casi sin darse cuenta, antes de que Alisha devolviera la mascarilla a su lugar. Recorrió sus facciones visibles con un ligero aire de preocupación, su excusa sonaba convincente y aunque no se la tragara del todo, ¿quién era ella para descreer? —¿Bebiendo un lunes, cariño? —replicó, no sonaba mordaz aunque se mofó ligeramente, quitándose el cabello del hombro—. Qué ladilla. ¿Al menos valió la pena ayer? Con la mascarilla puesta en verdad no tenía muchas otras opciones hacia dónde mirar, y no haber roto el contacto visual le facilitó notar cómo la chica la recorría casi con descaro. ¿Le molestó? No realmente, le dio bastante igual. Algo de gracia, incluso. Esperó a recibir sus ojos otra vez para encogerse de hombros, tranquila. —Pues muchas gracias —concedió, junto a una sonrisa sedosa, y cruzó los brazos bajo sus pechos—. ¿Irás a clase? Los profesores te cacharán en medio segundo, ya te digo. ¿No te conviene dormir un rato en la enfermería?
Vaya noche del carajo había tenido. Las ojeras bajo mis ojos eran ridículamente visibles, todo por trasnocharme pensando en si enviarlo o no hacerlo; el mensaje más largo de mi vida pidiendo unas disculpas que fueron aceptadas el día pasado de una forma tan apresurada que la sensación de malestar no se desvaneció ni con el cigarro que me fumé, ni con el pase de marihuana de Mason. Y mucho menos con el escándalo de mi padre al recibirme con quejas del jefe de Sasha, recordándomela como si ya no la tuviera en la cabeza la mayor parte del día... Todo un cobarde... al final no pude enviarle absolutamente nada. Qué infantil Hanson, que infantil de mierda. Al entrar y cambiarme los zapatos denoté por el rabillo del ojo el cabello rojo, platicando con la novia de Joey, o amiga, o novia amiga, sabrá ella. Cerré el casillero sin dignarme a mirarla, como un crío que prefiere evadirla mientras el cerebro le organiza las ideas. Me giré entonces, tomando otro camino para evitar topármela de frente. Y entonces, una sonrisa burlona se me impregnó en los labios. —Aaron —le llamé ampliando mi sonrisa para enseñarle mis dientes y golpearle el hombro de forma suave—, ¿vamos al salón de clase?