Interior Casilleros

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Por el rabillo del ojo advirtió la tensión en Shiori. Fue leve, pero empezaba a conocer su cuerpo como la jodida palma de su mano y no le pasaban desapercibidas esa clase de reacciones. Kurosawa estaba por saltarme a yugular.

    La fogata que se convertía en incendio y lo arrasaba todo a su paso.

    Idiota. No quiero meterte en esto.

    Sabía que no iba a tener el más mínimo caso tratar de dejarla al margen. No lo iba a hacer porque era una jodida cuidadora. Y cuidaría, cuidaría y cuidaría hasta no dejar nada de sí. También vio la figura de Izumi, aterrada tras la espalda de la amiga de Hiradaira, sosteniéndola por los hombros y asomando apenas la cabeza, pálida como una hoja de papel. ¿Qué esperaba? ¿Una guerra? No estaba por la labor de comenzar ninguna. No iba a dejar que empezase ninguna.

    Ni de coña.

    Chasqueó la lengua.

    —¿Me ves cara de que me gusten las fiestas, tanuki?—respondió áspero y se inclinó hasta estar a su altura. Las manos en los bolsillos se apretaron en un puño. Joder—. Me viste en la de la azotea pero no fue por la fiesta en sí. No soporto a los putos borrachos de mierda y las aglomeraciones de gente. Lo que pasara en la fiesta de Septiembre no tuvo nada que ver conmigo.

    Podía ser un cabrón, pero era un cabrón íntegro. Nunca había sido un mentiroso.
     
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    Nekita

    Nekita Amo de FFL

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    Da
    nte Miles

    Aquel repentino desbalance en él si lo terminó tomando por sorpresa, definitivamente ya no estaba acostumbrado a las "venganzas" de Liza hacia sus comentarios, pero en definitiva, sabía que lo extrañaba demasiado.

    Cuando inició hablar la miró curioso,¿tantas cosas podían pasar en cuatro días? Y su respuesta inmediata fue un rotundo sí, casi ni pudo ocultar lo mucho que abrió sus ojos en sorpresa. No era lo que imaginaba ni era la magnitud de problemas que creyó que alguien normal pudiera tener en sus clases, de hecho, solo había imaginado cosas con respecto a pruebas físicas, algun tobillo torcido, raspones, competencia pero... claramente tenía la barra muy baja.

    —¿Seré capaz de impresionarte y ganarme un derecho triunfal? —Preguntó al tiempo que también aprovechaba en picarle también su mejilla —, estoy en la 2-3, ¿estás allí o terminaré solo y abandonado? —No pudo evitar exagerar un poco, aunque si tenía la esperanza de no tener perfectos desconocidos en su salón —, ¿hay club de fotografía? Creo que... ya tienes mi respuesta, una excusa para que me dejen usar la cámara mas tiempo~

    > ¿Tú estas haciendo algo en algún club?
     
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  3.  
    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Comenzó a estabilizar la respiración, tratando de enfriar su cabeza al sentirse el rostro ardiendo, asintiendo suavemente. No era torpe... pero si un poco nerviosa con interacciones sociales, más cuando era sorprendida. Tragó grueso y comenzó a deslizar disimuladamente sus dedos por la superficie dura, comenzando a caminar con suavidad, alejándose un poco más de aquella voz que comenzaba a grabar.

    —Natsu ha de estarme esperando —mintió al querer desaparecer de ahí, ofuscada.

    Había fastidiado a un desconocido con su presencia, no deseaba continuar retrasando el tiempo de alguien más, como hizo con la señorita Bleke el día anterior.

    —Hasta luego —se despidió moviendo sus pulgares entre sus muñequeras.

    Dios, sus sensores ni siquiera estaban encendidos. Lo olvidó al ser trasladada en el auto de su madre, entrando por mero instinto en forma recta, distrayéndose con Gotho en cuanto la abordó contra los casilleros por la espalda. Llegó hasta las gradas y comenzó a subir escalón por escalón, comenzando a contarlos mentalmente.

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    Zireael

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    Era una jodida necia, había aparecido solo para revolver las aguas, allí en plena Academia como no tuviese la decencia siquiera de hacer lo que hacían los idiotas como Altan de vez en cuando, esperarse a la salida para armar la bronca.

    “Cierra el hocico, lobo”.

    La flama titiló, acercándose peligrosamente a la fuga de gas. Igual que cuando Katrina hizo todas aquellas insinuaciones repugnantes y cuando Honda había sido despectiva con él.

    Qué puta cagada te estás clavando, maldita necia.

    La respuesta de Hiroki le sonó lejana, a pesar de que pudo atajar cada una de las palabras. Hiroki era un imbécil social, un brusco y un torpe, podía tener nula o ninguna paciencia y ser agresivo, pero no era mentiroso.
    Lo sabía ella de sobra, desde hace bastante tiempo ya.

    Coló el brazo entre el espacio entre ambos y empujó a Hiroki hacia atrás, él era un maldito armario empotrado pero aún así el movimiento fue fluido y permitió que ella sustituyera su lugar, encarando a Hiradaira.
    Se forzó a contener el impulso de sujetarla por el uniforme y estamparla contra la línea de casilleros.

    Las palabras de Katrina hace unos minutos hicieron eco en su cabeza.

    Zorra de Usui.

    —Ya te respondieron —murmuró—, ahora deja de joder, estorbo.

    —No seas insufrible, Kurosawa. —La quinta pata del gato, Altan Sonnen, estaba jugando… en el otro frente. Dejó el resguardo de los casilleros, pero se mantuvo distanciado; la mirada de Shiori, encendida como carbón, se deslizó apenas hacia el mayor sin descuidar a Anna—. Ni siquiera le diste tiempo de reaccionar.

    —¿Quién eres ahora, Sonnen, la justicia personificada? No me vengas con mierdas, niño genio.

    —Que te apartes, jodida terca. —Con todo no sonaba brusco como tal, solo estaba hablando con firmeza.

    —¿Qué pasa, estás molesto porque nunca pretendí cuidar de ti? No seas llorón. —Altan frunció el ceño, sin moverse de su lugar—. ¿Qué te importa lo que hago o dejo de hacer ahora?

    —Háblame cuando te calmes, idiota. Ahora, te lo diré una última vez, deja de ser un grano en el culo y apártate o tendré que apartarte yo y te conozco, Shiori, no quieres eso.

    Kurosawa prácticamente gruñó, pero obedeció y retrocedió. Aún así permaneció allí, entre Anna y Hiroki.

    Porque era una maldita terca.

    belu: jen salvó el desastre
    yo: jjsjs bueno más o menos
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    La combustión intentó retroceder, lo sintió en su pecho: la llama menguando poco a poco, tras cada palabra que salía de la boca tosca de Hiroki. Ella, sin embargo, seguía sosteniendo la cerilla con una tenacidad irrisoria.

    Casi como si ansiara dejarla caer.

    Nunca lo había superado, ¿verdad? Había pretendido enfocarse en mil mierdas diferentes, se había abocado de lleno a eso, con la voluntad suficiente para salir adelante, salir de ese puto pozo, del pantano donde casi a voluntad había metido la cabeza.

    Y ahora, aún a voluntad, quería hacerlo arder. Tuvo que reconocerlo.

    Estaba buscando un maldito chivo expiatorio al alcance de su mano y había creído encontrarlo en Hiroki. Pero no.

    ¿O sí?

    La intromisión de Kurosawa fue algo brusca y le tensó cada puto nervio del cuerpo, las piernas firmemente estaqueadas al suelo, los puños comprimidos. Estaba lista para morder de vuelta si alguien, si cualquier hijo de puta osaba ponerle un dedo encima. Y no se detendría aunque lo que hubiera frente a sí fuera una bonita muñeca.

    Las quería, las envidiaba y a veces también las despreciaba.

    ¿Ah? ¿Estorbo? Estuvo a punto de responder cuando la voz de Altan se abrió paso desde su espalda y obligó a las llamas a retroceder apenas unos centímetros. Había olvidado por completo dónde se encontraban. Anna pestañeó, aprovechando el intercambio para virar su atención hacia los costados y arrugó el ceño. Altan, Emily, Aika.

    Si es que era un puto desastre.

    Y ella no tenía ninguna maldita correa al cuello.

    Se sonrió, prácticamente desbordando prepotencia, tras ver a Shiori retroceder. Avanzó hacia el espacio que la chica había liberado, lanzándole una mirada de suficiencia por el rabillo, y se detuvo justo frente a Hiroki. No tenía nada que decirle a princesas metiéndose en puñeteros asuntos que no las incumbían.

    —Así que a toda tu puta pandilla le vino en gracia cagarme un poquito la vida, pero tú no tuviste nada que ver. —Se relamió, viéndolo de arriba abajo, y se encogió de hombros; ¿cómo era capaz de sonreír? Dios, si es que estaba loca—. Muy bien, lobo, muy bien. Si así lo quieres.

    Su sonrisa fue casi premonitoria. Retrocedió apenas, se puso de puntillas y le escupió en el medio de la cara.

    Se movió rápido, se movió como había salido corriendo de aquella fiesta. Cuando corrió y corrió y corrió hasta quemarse los pulmones. Cuando sintió que se ahogaría entre las lágrimas, el terror y la furia. Volvió a retroceder casi de un salto, con la agilidad de una pantera, saliendo del alcance de Usui o la estúpida de Kurosawa. No importaba con cuánta velocidad se le abalanzaran, tenía el entrenamiento suficiente para esquivarlos.

    Y molerlos a golpes también, pero no era esa idiota.

    No iba a tocar a nadie, pero tampoco se iba a ir con las manos vacías.

    —Dile a tus amigos —sentenció, despidiendo veneno con cada palabra, y ejecutó una reverencia exagerada— que la perra de Kakeru les envía saludos.

    ay diosito
     
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    Zireael

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    Y soltó la cerilla, la hija de perra, la soltó como una maldita suicida y la explosión sin control arrasó con todo.
    Shiori aún así hizo el intento de echársele encima. Altan, hasta entonces al margen, se coló entre el trío de la desgracia y la interceptó, la sujetó por la cintura con fuerza.

    —¡Suéltame, hijo de puta, suéltame de una maldita vez! —Estaba desatada. La voz, en general sedosa y suave surgió de su garganta como un gruñido que se transformó en el grito de un animal rabioso. El aire silbaba al pasarle entre los dientes—. ¡Suéltame, le voy a partir la puta cara!

    Altan aumentó la fuerza de su agarre, no porque pretendiera hacerle daño, sino porque de verdad iba a lograr zafarse. De repente la fuerza que tenía la desgraciada no correspondía con su cuerpo.

    —¡Ya basta, Shiori! —espetó y no la soltó ni siquiera cuando sintió que le enterraba las uñas en los brazos, que habían quedado expuestos de la tela de la chaqueta en medio del forcejeo—. ¡Maldita idiota, no tenías que meterte!

    —¡Ella fue la que se metió, nadie la llamó, a la puta zorra! —A tientas estiró las manos y, ciega como estaba, hecha una absoluta furia como nunca en su vida, buscó rasguñarle el rostro directamente con tal de que la soltara.

    Le alcanzó el cuello y le arrancó algo parecido a un gruñido del pecho, pero no consiguió lo que buscaba. No importaba lo que hiciera, en tanto estuviese así no iba a soltarla.

    Mucho menos cuando lo que le surgió de la garganta a Shiori no fue ya no una maldición, no fue una sarta de insultos ni un grito, sino un sollozo que casi dio la sensación de que se le había rasgado la garganta. Lo reconoció, era el mismo sollozo fúrico y cargado de frustración que le había surgido a él de la garganta a las putas cinco de la mañana de camino a casa, era incluso peor.

    Porque Kurosawa nunca sentía nada.

    Anna, ¿qué destrozo hiciste? ¿Qué valía tanto la pena para hacer este puto desastre?


    Cuando finalmente la chica se rindió en su lucha por librarse de su agarre la dejó ir y la vio apoyarse contra los casilleros, todavía sollozando como una cría, y el cuerpo se le dobló hacia adelante en una arcada contenida.
    Estaba tan malditamente furiosa que podía vomitar, pero logró por lo menos no pasar por esa humillación.

    Altan ni siquiera se detuvo a mirar los rasguños en sus manos y brazos, ni reparó tampoco en el hilillo de sangre que brotaba del arañazo en el cuello, cálido. Miró a Hiroki de costado, sabiendo perfectamente que el imbécil podía decidir partirle la jeta por haber intervenido de parte de Hiradaira, incluso si luego había sujetado a Kurosawa.

    No iba a detenerlo tampoco.

    Merecido se lo tenía.

    No dejaba de parecerle una estupidez, eso sí.

    Deberías controlar mejor a tu chica, wan-chan.

    Anna había actuado al final por la intromisión impulsiva de Shiori.


    Además la jodida suicida de Anna se había quedado allí, esperando por el espectáculo. Como hiciera algo contra la otra, que ya ni en pie podía sostenerse, pues iba a tener que meterse todavía más en la mierda ajena.

    Katrina que apenas estaba por subir al ascensor, escuchó todo y, evidentemente, no movió un solo músculo.
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Puta enana.

    No le bastaba obtener una jodida respuesta. Quería más. Quería tirar y tirar de la cuerda a pesar de que sabía la poca paciencia y control sobre sí mismo que tenía el lobo
    . Apretó los dientes y casi gruñó al ver al puto cuervo contener a Shiori, salvándole el culo a Hiradaira. La tipa no tenía idea de con quién mierda se estaba metiendo. Él era un asesino, joder. Le había reventado la cara a su padre.

    Sus manos estaban manchadas de sangre ajena.

    No quería ser un puñetero monstruo. Pero era difícil cuando aquella enana bocazas no hacía más que arrojarle el pasado a la cara. Se lo lanzaba una y otra vez. Él no había tenido nada que ver con lo sucedido en esa fiesta. Estaba con su pandilla, por supuesto, pero siempre había mantenido las distancias, marcando la línea entre él y ellos como un lobo solitario. Sus asuntos le traían sin cuidado. ¿Qué tenía que meterse en peleas? Lo hacía. ¿Qué tenía que robar? Lo hacía. Los cabrones habían sido Tomoya y el resto de los chicos. Estaba seguro de eso.

    No se movió un ápice, ni siquiera cuando la saliva de Anna impactó en el centro de su rostro como una serpiente lanzando su veneno. Estaba furiosa, rabiosa con él, aunque ya le había dejado clara la verdad sobre los hechos. ¿Qué cojones quería que hiciera? ¿Que se disculpara? Ni siquiera era el líder de esa panda de putos imbéciles. Soltó una risa sardónica y sin gracia por la nariz y se secó el rostro con la muñeca, asqueado.

    No juegues con la electricidad, hija de puta.

    Los eventos se precipitaron entonces. De un instante a otro dejó de ver a Shiori a su lado. Se había adelantado, casi echándosele encima a Hiradaira, completamente fuera de sí. Después fue la silueta oscura del cuervo quién volvió a retenerla. A sujetarla.

    Estaba ida.

    Porque habían tocado el centro de su mundo.

    Como le había sucedido a Mimiko Honda.

    Aika observaba la escena con ojos desencajados, lívida. Abrazó a Emily por la cintura y con lentitud retrocedió tratando de sacarla de la línea de fuego. Algunos alumnos observaban, pasmados, estáticos. Kurosawa arañaba el aire, gritaba como un animal enfurecido, buscando partir y quebrar huesos hasta que no quedase nada.

    ¿Y todo por qué?

    Porque ese cachorro torpe y huraño le había permitido sentir después de años de sequía. Porque era una eterna cuidadora y protegería a aquellos que quería hasta dar su último aliento.

    Como la madre loba.

    Aquel grito desgarrado, el sollozo quebrado que emergió de su garganta puso a Hiroki en marcha. Se había roto. Nuevamente estaba hecha pedazos, abrumada por sus propias emociones. Usui pasó al lado de Sonnen y lo empujó con el hombro dirigiéndole una mirada ladeada. Sus ojos parecieron chispear.

    Fue ciertamente brusco pero el perro-lobo de Shibuya no parecía molesto realmente. No con él. Quizás era su forma de darle las gracias por haber evitado un verdadero desastre. Seguía teniendo cuentas pendientes con él, pero ese no sería el día que le cruzaría la cara. Él no hubiera podido retenerla, no tenía paciencia ni autocontrol.

    —Shiori—la llamó con firmeza cuando finalmente la alcanzó allí, en la línea de casilleros—. Te dije que te preocuparas más por ti y menos por los demás. ¿Vas a dejar de hacerlo en algún momento?

    ¿Para qué preguntaba? "No" era la clara respuesta a eso. No iba a hacer una mierda.

    Porque no quería perder a nadie más.

    Y él lo sabía. Claro que lo sabía. Se habían contado todo
    . Nuevamente estaba allí como un perro guardián, para protegerla de todos sus demonios.

    La rodeó con sus brazos, cálido y la estrechó con fuerza. No importaba que no fuese la primera vez, verla tan rota, tan echa pedazos era como una daga atravesándole directamente el pecho. El asunto con la Tanuki se la traía floja. Pero joder.

    Joder.

    Se estaba metiendo hasta el cuello en la mierda por un asunto donde él era inocente.

    Apoyó su frente sobre la suya y los mechones cenizos se mezclaron con las víboras negras. Su respiración por la ira aún latente seguía sonando agitada pero se permitió suavizar su voz áspera y ser el ancla al que ella se aferrase.

    Tomando aire lentamente por la nariz, buscando serenarse, dijo las palabras exactas.

    >>Estoy aquí—susurró solo para que ella lo escuchase. La estrechó nuevamente buscando reafirmar sus palabras—. Estoy aquí, tonta. No voy a irme a ninguna parte.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    this comedown won't cure itself
    it's driving you away
    it's driving you away
    p i e c e b y p i e c e
    d a y b y d a y

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    Había tenido que volver a retroceder, justo como anticipó, pero... no había sido por Hiroki. No.

    Y en realidad, lo mismo habría dado si escapaba o no a tiempo. Una muralla se había interpuesto entre ella y Shiori.

    Altan.

    Bastó un click para que su cerebro se fuera a negro. El aire se vició con gritos, insultos, respiraciones pesadas; y su retina, ofuscada y desenfocada, difícilmente lograría borrar esas imágenes. Kurosawa estaba fuera de sí, de formas que jamás habría siquiera imaginado y... era su culpa, ¿no? Ella la había empujado.

    Ella había causado ese auténtico desastre.

    ¿Y había valido la pena? La respuesta reptó hasta su garganta y se la oprimió con la fuerza desquiciada de dos manos adultas, como si Shiori realmente la hubiera alcanzado y estuviera asfixiándola. Bien merecido se lo habría tenido.

    No podía temblar, o quizá lo estaba haciendo sin darse cuenta. No tenía forma de saberlo, su mente no lograba conectar las piezas. No encontraba el hilo. Pero allí estaba, una vez más: la consecuencia de sus errores. De su maldito veneno.

    Y había sangre en el cuello de Altan.

    ¿Por qué aún no se había ido? ¿Por qué seguía anclada al suelo como una estúpida, presenciando las ruinas tras el incendio? ¿Era su propia cobardía o su intento fútil de compensación? ¿Era, acaso, su forma de castigarse?

    Hiroki se agachó junto a Shiori, la abrazó y Anna pudo sentir emanando de ellos toda la calidez que a ella hacía tanto tiempo le faltaba. Una calidez que, siendo francamente honesta, cada vez creía menos merecer. Su corazón no hacía más que desplomarse y seguir desplomándose a cada segundo que pasaba. Quería echar a correr, necesitaba largarse a llorar como la maldita niña egoísta, impulsiva e injusta que era. Entreabrió los labios, sin saber muy bien para qué, y de cualquier forma ninguna palabra salió. Siquiera un sollozo.

    Estaba desvanecida, como un puto fantasma.

    Pestañeó, intentando reconectarse, pestañeó y pestañeó, y se llevó las manos al rostro y sus dedos estaban... tan fríos. Y cuando enfocó el mundo, estuvo a punto de rendirse a las lágrimas. Otro click la puso en funcionamiento, aunque una parte de sí deseó no haberlo hecho.

    ¿Adónde se habían ido los malditos colores?

    Quería echar a correr, largarse a llorar, huir y envolverse en su cascarón vacío. Pero ella había provocado ese desastre y había sangre en el cuello de Altan. Era increíble que más temprano hubiera podido hacer tanto ruido al caminar y que ahora se moviera con el sigilo de un fantasma. Mantuvo la vista al frente, estoica, aunque sólo fuera su voluntad para no ceder al llanto, y jaló casi sin fuerza del gakuran de Altan.

    Bien podía mandarla a la mierda, y estaría bien.

    —Estás sangrando —musitó, era apenas una aclaración contenida. Temía horrores que, si alzaba la voz, ésta se le quebrara en millones de pedazos.

    Bien podía no querer nada de ella, y estaría bien.

    —¿Vamos? A la enfermería.

    Ella tampoco se soportaba, de todas formas.

    La había cagado, cagado como los grandes. Se lo había dicho el primer día, ¿no? Estaba meada por una manada de elefantes.

    El terror que le calaba los huesos había alcanzado sus manos y las comprimió con fuerza; Dios, estaban heladas. Estaban heladas pero no podía echar a correr, huir y largarse a llorar cuando sentía que aún había algo que podía, que debía hacer.

    hold my fuckin depressed sadness
     
    Última edición: 16 Septiembre 2020
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    Zireael

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    Se había quedado allí, con la espalda pegada a los casilleros, sintiendo que el estómago se le volvía al revés. El mundo era, de repente, una mezcla de negro y rojo intenso, cristalizado tras sus lágrimas.

    Caían.

    Caían.

    Y caían.


    Se iba a ahogar, mierda.

    Otra arcada.

    Dios.


    No eran lágrimas de tristeza, como la tarde anterior, ni de liberación. Eran de pura y genuina ira, del avasallante rojo bermellón que había probado la noche de la azotea y la tarde anterior. Era casi idéntica en color, pero el sentimiento era abismalmente distinto.

    El mundo de repente no tenía límites físicos, estaba a la deriva, incluso aunque había una superficie bajo sus pies y tras su espalda.
    Cada sollozo rasgado era un intento por pasar aire a los pulmones, para que le llegara oxígeno al cerebro, pero no lograba asirse a nada ya. No podía enfocar a Altan, a Anna, había perdido de vista a Aika y tampoco ubicaba a Hiroki, ni siquiera cuando se le acercó y llamó a su nombre.

    Las palabras se le antojaron incomprensibles, como si la parte del cerebro relacionada a la comprensión del lenguaje hablado se le hubiese destrozado. Negó con la cabeza por puro reflejo, respondiendo sin saberlo a su pregunta.

    Sácame.

    No sé dónde estoy.

    Es negro y rojo.

    O solo negro.

    ¿Es el pantano?

    Qué horror.

    Hay un reflejo en el espejo negro del pantano.

    Soy y no soy yo.

    Tiene la máscara partida en dos.
    Sácame.

    Cuando Hiroki la envolvió en sus brazos fue capaz de enfocar parte del mundo por fin, formas recortadas, pero formas al fin y al cabo. Al unir sus frentes pudo distinguirlo y la mirada antes absolutamente perdida pareció direccionarse de nuevo, como si alma le hubiese vuelto al cuerpo. Estiró la mano izquierda, su mano dominante, porque era jodidamente zurda como la madre loba y rozó su mejilla con las yemas de los dedos. Era esa la mano con que prácticamente le había arrancado un trozo de piel del cuello a Sonnen.

    “Estoy aquí”.

    ¿Ah?

    Volvió a estrecharla y sus lágrimas no se detuvieron, pero al menos pudo dejar de sollozar como una cría.

    “Estoy aquí, tonta”.

    Sus manos temblorosas reaccionaron por fin, envolviéndolo, y se aferraron con fuerza a él, apretando su ropa entre sus puños. Anclándose como si temiera que al soltarlo todo fuese a desaparecer de nuevo bajo el rojo y el negro, como la luz de un sol apocalíptico o del cielo en un incendio forestal.

    “No voy a irme a ninguna parte”.

    Dos palabras brotaron de su boca, quebradas, temblorosas. Fueron un murmuro quedo, un reflejo de las palabras de Usui, como si buscara entenderlas ella misma.

    —Aquí estás.

    1.png

    Era negro, blanco y gris. Negro, blanco y gris. La luz del día se filtraba, blanca, caía sobre las figuras de distintos grises: los casilleros, los pisos, el techo, las paredes, el mismo Hiroki y Anna.
    El negro lo manchaba todo, era la furia de Shiori, su melena oscura y sus gritos. Era él mismo, intentando contenerla.

    Agradeció por encima de todas las cosas que Jez no estuviese allí, que no la hubiese visto, porque habría intentado pararla y Kurosawa, en su ira ciega, se la habría llevado en banda. Se habría llevado en banda a cualquier imbécil que estuviera en medio, porque eso la había sostenido antes de que tocara a Hiradaira.

    Por eso siempre, siempre, había temido a la furia de Shiori.

    Incluso sin conocerla.

    Sin saber que podía existir.

    Era la ira de un monstruo, era una ira como la suya y de repente se dio cuenta por qué lo aterraba tanto.

    Era como verse al espejo.

    Era una furia motivada pero injusta, salvaje y animal.

    Era negra pero forzaba al rojo a salir.

    Y tras ella llegaba el vacío.


    Hiroki había hecho, para su sorpresa, lo más sensato. Alcanzó a Shiori, pretendiendo traer su mente partida de regreso en lugar de írsele encima aunque se notaba que quería hacerlo.

    No solo era sensato, era lo correcto. Si realmente amaba al desastre que era la Shiori capaz de sentir, era y siempre sería lo correcto. Era posible que de toda la gente solo Hiroki Usui pudiese hacer retroceder a los demonios de Kurosawa, porque ella le había dado acceso a su pequeño infierno, dentro del círculo de fuego que la mantenía viva.

    Casi todos píxeles que habían revivido en su visión monocromática habían muerto en la madrugada y ahora todos habían desaparecido. No recordaba siquiera cómo lucían los colores que había visto el día anterior, en la mesa de la cafetería, con aquel grupo de imbéciles.

    No se había dado cuenta, pero respiraba con esfuerzo, el forcejeo de Shiori lo había agitado.

    “Estás sangrando”.

    La voz de Anna se abrió paso en su cerebro de máquina, ahora desconectado, y deslizó la vista a ella. No había reproche, resentimiento ni ira en sus ojos de ciénaga. No sabría decirse si había algo realmente.

    Sin embargo, el comentario lo hizo consciente de lo que señalaba la chica y hasta entonces sintió el hilo de sangre tibia en su cuello, bajando hasta parcharle lentamente la camisa. Se llevó la mano derecha al arañazo, jodidamente hondo, y luego se miró la mano.

    Rojo profundo.

    Unió los dedos, sintiendo su propia sangre, porque era de repente lo único que tenía algo de color. ¿Hace cuánto no sangraba? ¿Desde que se separó de Jez en primero o desde hace unos seis meses, cuando Shiori cortó su rollo y él se centró en cumplir el trato que había conseguido que lo transfirieran al Sakura?

    —Hmh. —Fue un sonido de afirmación o de quien sabe qué. Las palabras brotaron de su boca con más suavidad de la que habría esperado cualquiera y fueron casi un susurro—. Al menos me lo hizo a mí nada más.

    Fue consciente también de que le ardían el resto de rasguños, los de los brazos y las manos. Los surcos no eran profundos como para hacerlo sangrar, pero se superponían entre sí, sin piedad.

    “¿Vamos? A la enfermería”.

    De nuevo la mirada vacía. Esta vez algo parecido a la confusión se reflejó en ella.

    Los píxeles parecieron chispear pero volvieron a morir en segundos.

    Las trenzas de Jez.

    La paleta.

    El jugo.

    La preocupación por el ataque de asma.

    La ternura.

    La toalla.

    La puta cría había estado metida en mierdas raras y peligrosas, lo suficiente para ubicar a Usui, lo suficiente para encararlo por algo de lo que el otro parecía no tener idea. Era una maldita impulsiva, era errática, y la estúpida podía haber recibido todos y cada uno de los golpes de Shiori Kurosawa, los rasguños, las bofetadas, incluso un escupitajo como el que ella le había arrojado encima al perrito.
    Lo había podido recibir todo… Pero él se había interpuesto, como una pared.

    Porque Hiradaira era una maldita estúpida pero le fundía el cerebro, le impedía leerla. Lo sacaba de quicio y a la vez le daba curiosidad.

    Porque de alguna manera ya se había ganado el favor, se lo había metido a la bolsa irremediablemente. No importaba el resto, el fragmento que había visto de Anna con Jez y los demás… le había colocado una correa en el cuello, atándolo del lado del tanuki.

    Qué fastidio.

    —Como digas —respondió sin más.

    ¿Por qué había aceptado? Porque era un imbécil.

    Porque el mundo era monocromo.

    Y la mirada de Anna era magenta.


    me duele la vida girls. I wanna c r y
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Emily Hodges

    A eso estábamos destinados, ¿verdad? A rozar la paz y la tranquilidad con los dedos, a sentirnos felices durante un breve período de tiempo antes de caer de nuevo en la profunda oscuridad, cómo si solo mereciésemos sufrir.

    Vi a Anna alejarse con los ojos abiertos, sorprendida hasta el punto de costarme reaccionar... hasta que fuese demasiado tarde.

    ¿Por qué parecía conocer a Usui-senpai? ¿Y por qué toda aquella ira le desbordaba? ¿Por qué... todo aquello? ¿Qué le había pasado a Anna para lanzarse así a la boca del lobo, sin importarle las consecuencias?

    Intenté acercarme pero los brazos de Aika ya me habían asido con fuerza y alejado, impidiéndome escapar. Forcejeé, pero mi menudo cuerpo no podía hacer nada contra alguien como Aika. Lo vi todo difuso, culpa de las lágrimas, y la voz se me perdió dejándome sin capacidad de hablar.

    "Anna, no te metas en problemas."

    Vi a Kurosawa-san interponiéndose, a Sonnen-senpai evitándolo, y luego a Anna llevándose al chico mientras Usui-senpai abrazaba a la otra chica.

    Bajé la vista y me froté los ojos con fuerza, evitando la mirada de la chica en cuanto pasó a nuestro lado. Asentí ligeramente con la cabeza, simplemente, y no me moví hasta que sus pasos se perdieron por la escalera.

    Una vez calmada un poco más la situación, Aika había aflojado el agarre y pude simplemente apartarme, aunque no pude evitar algo de brusquedad en el movimiento.

    No la miré, mis pies se movieron solos hacia el objetivo que tenía en mente.

    Lo había visto antes también. La cabellera cian.

    —Ishikawa-kun.

    Lo agarré de la manga de la chaqueta, hablando con la voz en un murmullo para llamar su atención. Levanté la cabeza no mucho después, con los ojos de nuevo empañados por las lágrimas.

    No me importaba que me viese así, no en ese momento al menos.

    >>¿Quiénes son Kou y Kakeru? ¿Qué tienen que ver con Usui-senpai?

    Las preguntas salieron directas, sin pensarlo demasiado, mis ojos mostraban la clara preocupación por todo lo sucedido.

    >>¿Qué le hicieron a Anna? Si lo sabes, dímelo... por favor...

    El labio me tembló y no pude aguantarle más la mirada, bajando de nuevo la cabeza. Apreté el agarre en su uniforme, el brazo libre me lo llevé a los ojos, en un intento de controlar las lágrimas.

    Pero acabé por sollozar de igual manera.

    gabi: oh yas, no me meto porque amo el drama
    also gabi: i regret every second after that decision, now hold my fucking soft sadness

    PD: Dante y Joey en el club de fotografía, eso no puede salir bien (????
     
    Última edición: 17 Septiembre 2020
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    Hygge

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    Liza White

    Infló su mejilla cuando le picó, soltando el aire con una ligera risa como respuesta. Era difícil impresionarla después de esos cuatro días, pero no imposible.

    —El listón está alto, pero confío en ti~ —Soltó su agarre en torno a su brazo cuando divisó la entrada de los casilleros, y tiró ligeramente del borde de su gakuran, para no perderlo entre los alumnos. Se colocó los zapatos apoyada en el frío metal mientras hablaban—. ¿2-3? Primero tu padre y ahora la escuela, ¡no nos quieren ver juntos! Peeero, para tu alivio, es la clase de una buena amiga mía.

    >>Ojos morados, cabello oscuro; la reconocerás pronto.

    Sabía que Dante había visto alguna vez a sus amigas pero dudaba si las recordaba de vista. En cualquier caso, prefería que fuera él quien estuviese en su clase ese día. Le comentó que no se había unido a ningún club e iba a agregar que lo visitaría cuando todo un estallido revolvió la entrada de la academia.

    Liza se tensó sin poder evitarlo, sin alejarse de Dante en ningún momento. Apenas podía ver entre las cabezas de los alumnos, pero eso sonaba a una pelea que acababa de finalizar.

    —¿Qué fue eso? —murmuró, a pesar de que los alumnos empezaban a alejarse del foco.



    Yule Shirai

    Definitivamente sus nervios habían acabado espantando a otra persona más, cómo no. La vio alejarse, sintiéndose culpable por molestarla así, pero lo peor sería seguirla e incomodarla aún más. Si decía que estaba bien, quería creer en su palabra.

    Se cerró el gakuran, estirando el cuello algo asfixiado por la reciente tensión y estuvo por avanzar hacia las escaleras cuando una jovencita de larga cabellera pelirroja lo detuvo en el lugar. La miró a los ojos durante un instante, con una mezcla de expectación y curiosidad.

    Otra chica linda que le hablaba aquel día. No la cagues de nuevo, Yule.

    —¿Hola? —se llevó las manos a los bolsillos, sus pupilas moviéndose entre la gente sin saber cómo permanecer quieto—. ¿Necesitas algo?
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Se había paralizado. Congelado. Como si la sangre en sus venas fuese hielo gélido. Toda la escena había transcurrido con celeridad ante sus ojos, sus pupilas contraídas por el terror, mientras observaba como toda la paz de la mañana se iba fácilmente a la mierda.

    Quiso saludar a Anna pero enseguida se arrepintió. ¿Por qué estaba tan molesta? ¿Qué hacía buscándose problemas con alguien como Usui? Quiso intervenir de alguna manera pero sus pies quedaron clavados al suelo y cuando todo comenzó, cuando se descontroló de aquella forma la ansiedad le nubló el cuerpo. Recordó la escena con Mimi en cuanto Shiori perdió el control y fue rápidamente retenida por Altan. Había perdido el juicio. Chillaba como un animal rabioso, enfurecido. Sus ataques sin dirección lastimaron a Altan y le grabaron la piel con líneas de fuego.

    Sangre.

    ¿Qué hubiera pasado si la hubiera dejado ir? ¿Qué hubiera pasado si ella hubiera dejado ir a Mimi? Le costaba entender la situación. Le costaba atar los hilos y su mente, abrumaba por el acceso de terror y ansiedad apenas era capaz de hilvanar un solo pensamiento coherente. Todo la pregunta que ocupaba su mente, que hacía eco en cada rincón era: ¿Por qué?

    Y entonces... frío.

    Emily se apartó de ella con brusquedad, sin siquiera mirarla. El calor del cuerpo ajeno la abandonó y Aika se dio cuenta de que sus propias manos, aquellas que la habían sujetado, estaban temblando violentamente. El frío gélido ascendió y ascendío de pronto se sintió helada por dentro. Vacía. Impotente. ¿Por qué? ¿Por qué estaba pasando todo eso? ¿Por qué no podían aspirar a tener un solo instante de paz? ¿Por qué Anna había actuado así? ¿Por qué Shiori había tomado por un momento la forma de Mimi cuando quiso abalanzarse y quebrar a Akaisa?

    ¿Por qué? ¿Por qué, mierda?

    —¿Emi-chii?—su voz emergió como un titubeo, con evidente confusión. Fue un hilo de voz, incluso le costó reconocerla como suya. La siguió con la mirada, aún en estado de shock, pero solo pudo ver su espalda mientras se alejaba.

    Ah.

    ¿Por qué repentinamente la distancia entre ellas era tan difícil de solventar? ¿Por qué sentía ganas de llorar como lo estaba haciendo Shiori en brazos de senpai? ¿Por qué en cierta forma sentía envidia de no tener a nadie a su lado que pudiese serenar su propio dolor?

    Ella era una torpe, infantil y estúpida. Pero no era ajena al sufrimiento propio y el de otros. Se le clavaba en el pecho, le atravesaba el alma en dos. Incluso si era demasiado tonta... siempre intentaba llevar luz a la vida de los demás.

    Pero cómo llevar luz cuando eres tú misma la que te apagas.

    ¿Era necesaria tanta brusquedad? ¿Era necesario que ni siquiera me mirases?

    Dijiste que seguíamos siendo amigas.

    Apretó los labios hasta que formaron una fina línea. Dolía. Dolía tanto saber que todo estaba hecho pedazos. Que los problemas se acumulaban y no tenía la más mínima idea de cómo ponerles solución. Quería salir corriendo. Esconderse en algún lugar donde la oscuridad que solía planear sobre ella no la alcanzase.

    Se llevó las manos al rostro.

    Mentirosa.
     
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  13.  
    Nekita

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    Dante Miles

    Frunció la nariz casi sin poder evitarlo, suponía que una de las únicas formas de superarlo era o pasando la prueba de una muy buena manera o fallando de forma estrepitosa y tener algunas risas de por medio.

    —Miraaaa, tan siquiera podemos venir juntos a la escuela y podremos comer también en los descansos, eso ya es algo, ¿no? —Aprovechando que estaba aferrada a él se movió de lado a lado para intentar sacudirla un poco mientras trataba de hacer memoria de esas descripciones —, hm... creo que...si tengo una pequeño recuerdo de ella, esperaré a conocerla formalmente entonces...

    No mucho después pudo comprobar todo lo que Liza se refería a lo que "no se había perdido". Terminó tomando su mano para evitar que tomara su uniforme para caminar hacia allí y ver todo un poco mejor, aunque de cerca la situación solo dejaba más incertidumbre, apretó ligeramente la mano de Liza en cierta preocupación, no conocía a esas personas pero podía suponer que su amiga tan siquiera los podía conocer de vista.

    —Hey...¿está todo bien? ¿Te encuentras bien? —Había terminado guiando a Liza hacia la chica más cercana a la situación, apenas tocando el hombro de la ajena con su mano libre para llamar la atención, verla cubriendose el rostro lo hacía pensar que no estaba en lo absoluto bien—¿Sabes que sucedió? —Estaba hablando bastante suave, lo que menos quería era asustarla o algo por el estilo.

    María Akizuki

    La resolución de aquella conversación la había terminado de poner un poco más nerviosa, ni siquiera había comprendido que había pasado pero por la reacción de ambas personas suponía que no había ido del todo correcto, sus manos estaban jugando bastante entre ellas con la intención de esperar el momento adecuado hasta que... él pareció darse cuenta primero.

    Dio un pequeño respingo y terminó inclinándose un poco hacia el frente para saludarlo de una forma más formal —Buenos días...l-lamento abordarte de esta forma pero, soy nueva y...realmente no se a qué dirección se encuentra mi salón de clases, debo ir al 1-2 —hizo una pausa para sonreirle ligeramente, sentía que sí había dado una muy buena explicación y se sentía bastante orgullosa —, ¿crees que podrías ayudarme?
     
    Última edición: 17 Septiembre 2020
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Lo había oído y visto casi todo. Reconoció sin demoras la voz de Anna al otro lado de la línea de casilleros, teñida por esa mancha oscura que hacía ya muchos meses creía enterrada.

    Olvidada.

    Los había engañado a todos, ¿verdad? Seguramente a ella misma también. Kohaku había temido que los acontecimientos se apresuraran hacia un destino desagradable en cuanto presenció la conversación de la noche anterior, cuando Anna le comentó a Rei quién era el muchacho de Shibuya que iba al Sakura y el rostro de su primo prácticamente palideció. Si por él hubiera sido, si de él hubiera dependido, habría tomado la mejor máscara de su exposición y habría sonreído como si nada. Y le habría mentido.

    Pero Rei no se la vio venir y, para cuando intentó desviar el tema, Anna ya estaba insistiendo. Ya se había dado cuenta, aunque nadie lo dijera. Kohaku lo vio en sus ojos y en la presión que ejercía de repente contra el borde del mostrador. Sus dedos habían perdido el color cálido de la sangre.

    Un error fugaz, involuntario, pero error en fin.

    Como fuera, tampoco había esperado que todo se fuera a la mierda tan rápido. Siquiera le había dado tiempo a buscarla y quedarse junto a ella; para cuando Kohaku rodeó los casilleros, el incendio ya se había desatado y el fuego crepitó a una velocidad aterradora. También quedó grabada en su retina la ira desatada de Shiori Kurosawa; aunque no la conociera de nada ni supiera su maldito nombre, tuvo el poder para quebrarle el corazón.

    Había tanto dolor, tanto terror tras esa furia.

    Su filosofía siempre había sido mantenerse al margen, pero esa vez probablemente se hubiera excedido. Como fuera, Anna no estaría sola. Sonnen la acompañaba y, por eso, la dejó ir. Además había visto a Emily y, de una forma extraña, supo que se acercaría. Y lo hizo.

    La miró en silencio, desde arriba, y su expresión se comprimió en una especie de lástima premonitoria. Tuvo que regular su respiración a consciencia por el instante en que Hodges alzó la mirada y encontró el morado tan amable anegado en lágrimas.

    Mierda, Anna, ¿qué hiciste?

    Las preguntas esperables de cualquier amiga preocupada se apilaron una tras otra y Kohaku soltó el aire poco a poco, buscando la pequeña mano femenina aferrada a su chaqueta para rodearla con la propia. Era cálida.

    Probó las palabras una y otra vez antes de decidirse a usarlas.

    —Son... fantasmas del pasado. Estoy seguro que algún día te hablará de ellos, Hodges-san.

    Le sonrió con calma y apretó un poquito más su mano.

    —A mí no me corresponde hacerlo.


    Buscó su cabello, lo acarició lentamente, y entonces señaló detrás de la chica con el mentón.

    —Tu amiga parece no encontrarse bien —señaló, en tono suave y conciliador; casi como un hermano mayor—. ¿Y si vuelves con ella?
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    No era su culpa. Shiori se lo había dicho. Que Mimi se hubiera ido y no respondiera sus mensajes no era su culpa. No era su culpa todo lo que acababa de suceder. No era su culpa que Anna hubiese buscado problemas con Hiroki, que Shiori hubiese perdido el control, ni que Altan hubiese salido herido. Pero no podía evitar... sentirse culpable. El sentimiento opresivo le hacía un nudo prieto en la garganta y casi le impedía respirar.

    No, por favor.

    Ahora no, depre-chan.

    Quería llorar. Y llorar y llorar hasta secarse. Hasta que la presión abrumadora, hasta que el peso de sus propias emociones y ese vacío en su pecho se llenase con algo. Quería esconderse en algún lugar donde nadie la viese. No soportaba ese sentimiento vulnerable, ese que le recordaba el sufrimiento de sus padres y sus hermanos menores y los días grises tras el accidente de coche con Minato.

    La voz suave y desconocida y el tacto ligero de unos dedos sobre su hombro se sintió ajeno, distante, pero aún así la hizo sobresaltarse levemente. ¿Quién...? Aturdida apretó aún más las manos contra su propio rostro y negó con la cabeza vehementemente.

    —Y-yo...—musitó. Su voz usualmente vibrante sonó apagada y rota, un simple hilo— no lo sé. No sé qué ha pasado. No lo entiendo. Todo estaba bien y de pronto...—sorbió por la nariz y le voz se le quebró en un gemido cuando sus hombros empezaron a convulsionar por los sollozos. Desde el incidente durante las pruebas físicas nada estaba bien—. No lo sé. No sé qué hacer, ni cómo ayudar. No sé cómo solucionarlo... Si tan solo no fuera tan estúpida.

    Inútil.

    Debiste morir tú y no tu hermana.

    Sollozó con más fuerza y las manos se le humedecieron contra los ojos.
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Emily Hodges

    Era obvio que no me lo iba a contar así cómo así, ¿verdad? Pero de alguna forma sus palabras sí lograron tranquilizarme, o quizás fue el tacto cálido de su mano que poco a poco logró estabilizarme.

    ¿Algún día me lo contaría? Me gustaría pensar que ese era el caso. Quizás pareciese exagerado, ¿no? Preocuparme tanto por una persona que acababa de conocer. Pero Anna...

    Anna era especial, podía sentirlo.

    Asentí ligeramente con la cabeza, volviendo a frotarme los ojos con la mano libre y, intentando controlar mi respiración, volví a levantar la vista para mirar hacia dónde el chico señalaba.

    Aika.

    Me mordí el labio, sorbiéndome la nariz por instinto y, sin ser realmente consciente, apreté el agarre de la mano que el chico sujetaba.

    Era una amiga terrible, ¿verdad? Había dejado de lado a Mimi, no había podido ayudar a Anna, había sido brusca con Aika sin motivo... y ahora no era capaz de enfrentarme a ninguna de ellas.

    Distinguí la cabellera castaña de Liza junto a otro chico hablando con la peliazul y volví a girar la cabeza, con la vista bajada, jugando nerviosamente con mi cabello con la mano libre.

    —Tiene mejor compañía ahora mismo... —murmuré, sonriendo con cierta amargura después—. Y no creo que quiera verme. Soy terrible.

    *sips tears*
     
    Última edición: 17 Septiembre 2020
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    Gigi Blanche

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    Detalló sus movimientos, palabras y expresiones con precisión, como hacía siempre debajo de su tranquilidad. Era probable que hubiera ido donde él en un impulso o que hubiera tenido problemas con aquella chica, ¿verdad? Lucía arrepentida y, lo que es peor, parecía no sentir el derecho de acudir en su ayuda.

    ¿La habría cagado?

    ¿Estarían peleadas?

    —¿Terrible? —replicó, suave, y le concedió una de sus sonrisas de ojos cerrados, sin deshacer ni aflojar el agarre de sus manos—. ¿A qué te refieres, Hodges-san?

    ¿Sería algo en lo que él pudiera ayudar, quizá?
     
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    Nekita

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    Casi era imposible ignorar la presión que sentía en su pecho por ver a la chica progresar en su mal estado, habría preferido saber su nombre o conocerla un poco más para saber qué era más efectivo para calmarla, no sentirse un completo extraño que pudiera hacer más mal que bien al intentar ayudarla, incluso miraba continuamente a Liza para buscar a alguna clase de respuesta que pareciera buena y no muy invasiva.

    Pero su mente estaba en blanco para más opciones.

    —Esta bien... no tiene nada de malo no entender a veces...las cosas pasan muy rápido, ¿sí? —Mordió su labio inferior algo nervioso, prefiriendo conducirla un par de pasos lejos de aquel problema y él ponerse en medio para que no viera a las demás personas que estaban allí buscando si eso podía hacerla sentir un poco más cómoda o menos afectada y, cuando dejó ir la mano de Liza, la abrazó al tiempo que daba suaves caricias en su cabello.

    Quería confortarla, calmarla, cualquier cosa y sobretodo esperar que aquello no la empeorara.

    —Puedo asegurarte que no eres estúpida y nunca lo serás, ¿esta bien? Estás viendo muchos problemas a la vez y tenemos que manejar uno por uno, ¿de acuerdo? —Estaba asumiendo completamente, pero ante toda la falta de información que tenía, habría que trabajar con eso —. ¿Te parece intentar respirar profundo un par de veces? Liza y yo podemos ayudarte a pensar en soluciones para todo lo demás... pero ahora, queremos ayudarte a ti.

    Y así volvió a mirar a su amiga, si la podían ayudar, ¿no?


     
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    Amane

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    Emily Hodges

    Dejé caer la mano con un suspiro y, con toda la delicadeza que me fue posible, liberé también la otra de la suya hasta llevar ambos brazos a mi cuerpo, abrazándome a mí misma. Dejé caer un poco más la cabeza y el flequillo acabó por taparme los ojos.

    —Mimi y Aika sufren por mi culpa —dije, con voz queda pero sin ningún atisbo de duda—. Se creen que no lo sé pero no soy tan tonta. Lo sé y aún así no hago nada para evitarlo, y ahora... ahora ya no sé como tratar con ellas, porque todo se ha jodido.

    Un suspiro tembloroso me estremeció el pecho y tuve que tragar saliva con fuerza, intentando así reprimir las ganas de llorar de nuevo.

    >>Y les miento para evitar enfrentarlas y Liza trata de arreglarnos porque ella sí es buena. Pero no puede arreglarlo porque al final del día solo soy una egoísta que pretende preocuparse por sus amigas pero... tiene miedo cuando se trata de algo tan simple como pedir perdón.

    Apreté los labios con fuerza y, sin darme cuenta, había acabado apretando también las manos, clavándome las uñas en la piel de los brazos.

    Tras unos segundos en silencio volví a pasarme las manos por el rostro y, como si nada hubiese pasado, lo miré de nuevo con aquella sonrisa característica.

    >>Ah, perdona, ¿por qué te cuento todo esto? Solo nos conocemos de un día, no deberías tener que aguantar mis lloriqueos de niña. Lo siento~ ¿Quizás deberías ir ya a clase, Ishikawa-kun?
     
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  20.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Se dejó hacer por aquel desconocido sin poner peros. Sin negarse. Aún sollozante se aferró a su cuerpo cuando la abrazó y buscó consolarla. El calor de su cuerpo alejaba el frío de sus venas y repentinamente quería asirse a él hasta que el hielo dejase de estaquearle el pecho. Hasta que esa presión desapareciese. Apartó las manos y hundió el rostro en su pecho. Asintió varias veces a sus palabras forzándose a creerlas aunque ya no tenían sentido para ella— ¿que no era estúpida? Lo dudaba. Si tuviese la mitad de la amabilidad de Emily, el carácter protector de Mimi o la suavidad maternal de Liza podría hacer algo. Si fuera un poco más lista podría evitar que sus amigas se rompieran— entre ligeros gemidos rotos que le rasgaban la garganta.

    Intentar respirar profundo.

    Liza y yo.

    Liza y yo.
    Liz—
    El nombre conocido fue lo único que pareció hacer click en su cabeza. Fue como ver la luz tras llevar mucho tiempo hundida entre penumbras. El mundo lucía desenfocado tras el grosor de sus lágrimas pero aún así apartó el rostro del pecho de aquel joven desconocido, aturdida. Contrariada.

    Olía bien y era cálido.

    Sorbió por la nariz.

    —¿Liza-chii?—musitó y dirigió la vista a un lado.

    Fue en ese preciso momento en que se percató que aquel chico desconocido de ojos claros no era la única persona que estaba allí. La vio también. Con su corto cabello castaño y sus ojos azules y el peso del mundo se le desplomó con estrépito sobre los hombros de una.

    Liza. Liza White.

    La mamá del grupo.

    Su gesto se contrajo en un rictus amargo. Se sentía tan tonta y tan culpable. Apretó los labios temblorosos inútilmente, arrugó el ceño en un intento por contener las lágrimas que fluían impávidas y el aluvión de emociones que en un solo segundo la arrasó.

    Mimi no estaba y no sabía si volvería.

    Emily no quería saber nada de ella.

    Liza... era todo lo que le quedaba. Era la única a la que podía acudir.

    La única que podía hacer algo por solucionar ese maldito desastre.

    —¡Liza-chii!—exclamó en un grito rasgado, un sollozo contenido en vano y se le lanzó a los brazos con tal ímpetu que podría haberla lanzado al suelo. La abrazó como si el mundo fuera a quebrarse si osaba dejarla ir
    . Como si fuera a desaparecer al igual que arena fina entre sus dedos. Se sujetó a su uniforme con auténtico terror.
     
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