La ventisca moldeaba pequeños remolino de arena, tornados débiles que deambulaban sin control a lo largo y ancho del desierto, devorándose unos a otros hasta conformar ráfagas de gran tamaño. Pero gran parte de ellos no sobrevivía a la Casa del Montañero, que se erigía como salido de las profundidades de las dunas, y en cuyas paredes sólidas los remolinos se desarmaban, tiñendo el techo de beige a causa de los granos de arena constantemente acumulados. En lo alto, Pidgeotto planeaba, camuflándose en la tormenta de arena. Sentado en su lomo, yo tomaba nota de la ubicación de la casa y de sus características físicas. —No parece estar habitada. Pero si mis investigaciones no son inexactas, aquí se llevan a cabo subastas. Si todo sale como esperamos, nuestro equipo adquirirá más fuerza. Continuamos sobrevolando el terreno aéreo de la casa durante largos minutos. No observé ningún movimiento. —Me temo que no ganaremos nada con esperar a que salga el Montañero —dije a Pidgeotto tras unos momentos—. Lo mejor será "invocarlo". Mi pokémon aterrizó cerca de la entrada, momento que Serperior aprovechó para salir de su pokébola. Volví a leer las anotaciones de mi libreta, y golpeé la puerta. Contenido oculto @Gold-Kun @Nami Roronoa
—Me temo que no está —dije a mis pokémon—. No perdamos más tiempo y vayamos a seguir con el entrenamiento. Más tarde volveremos. Tras decir esto, Serperior regresó a su pokébola y Pidgeotto me ayudó a subir a su lomo. Alzamos vuelo.
Contenido oculto @Nami Roronoa Durante la reciente travesía aérea, le sugerí a Pidgeotto que no estaría mal volver a la Casa del Montañero. Dado el tiempo pasado desde la última visita que hicimos, el famoso poseedor de objetos evolutivos debía encontrarse en la calidez de su hogar, ajeno a la violencia de la tormenta de arena. Serperior salió de su pokébola cuando aterrizamos frente a la fachada. Con más energía que la vez anterior, llamé a la puerta con los nudillos.
La puerta se abrió de par en par por su cuenta, y dentro se encontraba un hombre gigantesco y con cara de bonachón, en compañía de una adolescente con un Misdreavus y un niño con un Murkrow… el hombre sonrió al ver a un tercer entrenador llegar al lugar. —¡Otro entrenador! —exclamó el montañero con entusiasmo—. Venga venga, pasa, pasa que esta feo afuera, aquí está cálido…
(@Nami Roronoa) —Si no es molestia... Pidgeotto, Serperior y yo entramos a la casa del Montañero y, mientras nos sacudíamos la arena de encima, yo me encargué de cerrar la puerta, para que la tormenta no se tragara el acogedor interior del hogar. Observé a la adolescente y al niño... ¿Acaso también venían con intenciones de conseguir objetos evolutivos? Fui directamente al grano: —Un gusto conocerle, Montañero, ¿de casualidad tendrá una Piedra Noche?
La joven hizo una mueca y el niño se cruzó de brazos; otro pretendiente para el preciado objeto evolutivo… —¡Sí, sí, por supuesto! —exclamó el hombre jovialmente—. De hecho, estamos subastando ese objeto en este preciso momento, y la adorable Katie aquí ha ofrecido 200 puntos por ella, comenzando la subasta… ¿participarás de esta subasta, amigo desconocido? ¿Puedes alcanzar el precio o mejor aún, aumentarlo, tornar la balanza a tu favor?
Como lo había sospechado, los otros entrenadores buscaban lo mismo que yo. Les dirigí un sonrisa que no lograron interpretar, y miré al Montañero: —Ofrezco 400 puntos por esa Piedra Noche.
—Oh, 400 puntos… esto viene en buen comienzo… ¿quién da más? ¿Karen, Timothy? La joven mujer se mostró algo reacia, intercambiando miradas significativas con su Misdreavus, pero antes de que hiciera algo el tal Timothy se interpuso. —¡Ofrezco 800 puntos! —exclamó el muchacho, secundado por su energético Murkrow.
Serperior y Pidgeotto me miraron. Me rasqué la nuca, mostrando una expresión de contrariedad. —850 puntos —dije al cabo de un rato.
—Ugh, no llegaremos a nada así… ¡1200 puntos! —exclamó Karen repentinamente, mirando con fiereza al montañero. Era todo lo que tenía, pero realmente quería esa piedra… —¡Bien! Tenemos 1200 puntos ya… ¿quién da más? ¿Alguno supera esa oferta? —preguntó el montañero, mirando a los presentes sonriente.
Miré a Karen con un dejo de tristeza. —Eres una entrenadora muy sagaz, por eso me da algo de pena decirte que yo, por mi parte, ofrezco 1500 puntos por la piedra que tanto deseas. Serperior, Pidgeotto y yo le dedicamos una solemne (y exagerada) reverencia a la chica. Pero... ¿Nos sorprendería el pequeño Tim?
La chica se sintió insultada por la reverencia del otro entrenador, tomandse la acción como una grave ofensa, y ofreció al montañero una suma más alta aún: 1800 puntos, todos y cada uno de ellos por la piedra noche...
—¡1890 puntos! —exclamó Timothy repentinamente, rompiendo el silencio justo cuando el montañero estaba a punto de declarar la piedra para el otro muchacho, a la vez que Karen se retiraba de la casa derrotada.
Suspiré... Al final resultaron más persistentes de lo que esperaba. Esta vez abandoné mis provocaciones y miré con sinceridad al Montañero: —Le ofrezco 2000 puntos.
—¡Vendida! —declaró finalmente el montañero. Timothy se marchó junto con su Murkrow, y el montañero saltó en el acto y le hizo entrega al entrenador que restaba de una pequeña caja de madera—. ¡Felicidades, amigo mío! ¡La Piedra Noche es tuya, toda tuya, por tan sólo 2000 puntos!
—¡Lo logramos! —dije a Serperior y Pidgeotto, mostrando la Piedra Noche con una amplia sonrisa en mi rostro. Ellos se mostraron joviales y celebraron en su idioma. Miré al Montañero con aprobación. —Ha sido un placer hacer negocios con usted ¡Le deseo mucha prosperidad! Salí con mis fieles compañeros de la casa del aquel buen hombre y, previo ingreso de Serperior a su pokébola, comencé a ganar altura sobre el hombro del tipo volador. Saludé con la mano al Montañero, que nos acompañó hasta la puerta, y desaparecimos en la tormenta.
El hombre con una sonrisa en el rostro abrio la puerta y encontró a cierto joven. — Hola chico ¿A qué se debe tu visita?
