Cartas con su razón.

Carta número ciento sesenta y tres: Sus ojos.

Querida Julieta,

La saludo de nuevo, bajo este arcoíris que después de una infame tormenta se plasmó.

Es tan encantadora, estoy consumadamente enamorado y embelesado; ¿embelesado de qué?, de sus ojos,…Tan hermosos que son.

Tan bellos como una noche atiesta de estrellas; tan sagaces, que ven a través de los míos, de mi alma y de mi corazón; tan colmados de vida, tan animes, que ni la margarita recién brotada los culmina. Llanamente, maravillosos.

Tan perfectos son que consigo creer que son fruto de mi imaginación, que desde hace tiempo se la adueñó y no perdonó.

Con sus espesas pestañas cubre lo que le da brillo a mi corazón.

Siempre suyo, Romeo.​

 

Carta número ciento sesenta cuatro: Su aroma

Amada Julieta,
La saludo de vuelta, bajo mi hogareño hogar.

Es tan agraciada, estoy consumadamente enamorado y deslumbrado; ¿deslumbrado de qué?, de tantas cosas, que no me alcanzan las palabras. Pero una de las cosas que mas arrebatan mis sentidos de usted, es su dulce, dulce aroma.

Con un impalpable toque a fresas, me enamoro día tras día de su aroma achocolatado, tan dulzón, pero en la vida empalagoso.

Da un aire a rosas, tan fresco y núbil; debo admitirlo, odio que pueda ser apreciable para otros, meramente el corazón se me vuelve loco. Téngame clemencia.

Tan hermosa usted, por donde le conozcan.

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Con amor, Romeo.​