[capitulo catorce]: ¡vamos al parque de diversiones!

Suspiré mientras tomaba la red y me ponía— Gracias a que si como muchos puerros, casi no se me cae el pelo —conté como chiste mientras jalaba una de las mejillas de Gakupo— Ahora ha mezclar yemas con claras —agarre ambos recipientes y los junte en uno— claro que debemos hacerlo con cuidado, tienen que quedar tenuemente mezcladas, ya que si se nos pasa arruinaremos todo el proceso.

 

Reí ante su broma, ni loco comería puerros de nuevo... simplemente no me gustaban y ya. Incluso mi estómago me apoyo en eso. Fruncí el ceño cuando jaló mi mejilla, ¿qué era? ¿Un niño? Mi día había empezado bien cuando él no me hizo una broma pero, ¿a quién engañaba? Casi todo el día, bromeaba conmigo... era como su juguete, suspiré y miré como los juntaba. Lo hacía con tal cuidado, que nunca lo vi tan serio en algo.
—¿De verdad te gusta cocinar Mikuo? —pregunté con curiosidad.

 

Miré el plato de forma fría ante la pregunta de Gakupo— No en realidad, pero como mis padres salían mucho de viaje me tocaba cuidar de mi hermana menor y entonces yo debía cocinar —suspiré— al inicio sólo hacía comida instantánea, pero después de un rato cansaba y no era sano, una vez incluso Miku vomitó en la noche porque le sentó mal —miré el techo— entonces me decidí aprender a cocinar, aunque algunas veces me hubiera gustado que alguien cocinara para mí —hice un ligero gesto y una leve risita salió de mi boca.

 

—Ya veo fue lo único que comenté, su historia era algo similar a la de Len, quien también cocinaba para su hermana. Estos chicos... en realidad no tenían gustos propios sino impuestos, me sentí un poco culpable por pedirle algo así a él. Miré la mezcla—. Am, ¿qué es lo que sigue? —pregunté para cambiar el tema y la atmósfera.

 

Me empecé a reír sólo tratando de recordar la primera vez que cocine— ¡Bueno! ¡Sigue la Mikuosorpresalidad! —comenté con un guiño un poco más animado— vamos a mezclar harina y maizena en un colador mientras lo vertimos a la mezcla —tome un colador y lo puse sobre el recipiente para empezar a verter ambas harinas— quiero que tú empieces a mezclar con tus manos lentamente —mientras Gakupo hacía eso, empezaba a añadir la mantequilla derretida lentamente a la mezcla.

 

—Bien... esto no es cómodo, me siento algo sucio —dije mientras comenzaba a mezclar mientras él agregaba la mantequilla que había derretido antes. Cambiar el tema fue rápido. Miré el lugar, estaba más muerto que un panteón, ese parque de diversiones me iba a dejar sin trabajo— Vacío... nadie, si esto sigue así, estaremos fuera antes de lo previsto je~ —dije como broma.

 

Sonreí— Bueno, supongo que a veces hay días así... tranquilos, pero mira el lado bueno, si no fuera por eso no estaríamos aquí haciendo este pastel —volví a mirar la mezcla, esta vez tome todo y lo vertí en un molde y con una espátula de goma empecé a darle forma para poder meterlo al horno— tiene que quedar de forma uniforme en este molde —comenté— o no se va a hornear bien —una vez el molde en el horno— ahora sólo debemos esperar una media hora.

 

—Solo por eso lo tolero —dije con una sonrisa mientras miraba como lo metía al horno, me quede mirando a través de él con una sonrisa, estaba emocionado y eso no lo podía ocultar—. Mikuo... te debo una, cualquier cosa, puedes pedírmela —dije sin mirarlo, no pensé en ese momento en los puerros, no creía que desperdiciaría algo así con "puerros".

 

Medité un rato para hacer una sonrisa macabra— ¿Lo que sea, dijiste? —comenté con una mirada un poco diabólica hacia Gakupo— debes cuidar más tus palabras Gakupo, recuerda que soy peor que el propio diablo —comenté con una sonrisa mientras empezaba a lavarme las manos— pero por ahora no creo necesitar algo, supongo que quizá ni si quiera tenga oportunidad de pedírtelo, muy pronto me iré de aquí.

 

Cuando lo miré y dijo aquello, un escalofrío recorrió mi cuerpo y me arrepentí de mis palabras pero en mi honor estaba, cumplir las promesas y no retractarme de ellas. Asentí con la cabeza.
—Lo sé pero sí...lo que sea —dije serio para después acercarme a él y darle un pequeño golpe en la cabeza—. Confío en que regresaras, no dejaré que nos abandones tan fácil... —comenté de forma seria, directa y segura.

 

— Bueno, en si, no es raro. — dijo Maika mientras se terminaba de peinar. — Solo que no me lo esperaba...

 

Sonreí— En realidad estoy considerando no volver —tomé mi mochila y saqué algunos folletos— si la situación no es favorable deberé estudiar allá, incluso he checado algunas universidades para hacer examen de admisión... dedicarme a algo como administración o derecho —me encogí de hombros— aparte que mi cabeza esta hecha pelotas —reí ligeramente— ¿O tú que harías en mi lugar Gakupo?

 

—Hacer lo que me gusta Mikuo —dije tomando los folletos y viendo las carreras, eran buenas, peor no para alguien como él. Había estudiado lo que mi padre había ordenado, pero nunca fui feliz, realmente y perdí varios años de mi vida—. Sí, quizá tu familia este sufriendo, pero no se va a arreglar años de dolor en días de suplicios, quizá solo te necesitan como apoyo moral para Miku —era cruel lo sabía, pero se debía considerar todas las posibilidades, no me gustaba decirle estas palabras a Mikuo pero no podía permitir que desechara su felicidad por la de su familia, ya no era ese Mikuo. Tomé los folletos y se los devolví con rostro serio, ¿por qué sonreía? Se estaba definiendo por un futuro que odiaría toda su vida...

 

Miré los folletos— ¿Felicidad? —me quedé pensando en ello— cuando pienso en eso, creo que mis padres no han sido malos, sólo no han tenido tiempo de conocerme. Quizás esta sea una oportunidad para mi madre de conocerme, de saber como soy —miré por la ventana— ¿Será tan tarde para eso? Aunque estudie cualquier cosa, yo podré seguir dedicándome a la música, y más aún podre ver ese mundo que jamás entenderé —mi rostro se puso serio— definitivamente no sé que es lo que quiero, pero creo ese es el chiste de la vida.

 

Solté un bufido, no lo criticaba por querer hacer eso, sino porque pensaba actuar a como ya le habían impuesto y no se daba cuenta. El mundo de la música sería solo un desahogo para él.
—¿Crees que ellos quieran conocerte en unos días? ¿Tal y cómo eres? La expectativa que creaste de ti ante ello con lo que eres en realidad, es un muro muy grueso, y ahora ni siquiera sabes como eres en realidad, están en ese proceso, ¿no? —suspiré, este chico cuando se le metía una cosa a la cabeza, no había poder humano que lo convenciera de lo contrario— Bueno, solo te puedo dar razón en lo último, el chiste de la vida es equivocarse —miré a la ventana junto a él.

 

Reí— No estoy de acuerdo en irme, pero ese "Mikuo", él que tanto tiempo fue el que vivió e hizo todo, ese hijo perfecto, tiene un deber con esa familia —miré a Gakupo— puede que sea sólo un títere de lo impuesto, una sombra de su hermana menor, puede sea alguien falso, y no tenga que ver con el "Mikuo" de ahora, pero... —sonreí— aunque aún no me conozca del todo a mí mismo, todas esas caras y máscaras son yo y son parte de mí. Por eso creo debo cerrar primero los cabos de ese "Mikuo" antes de poder empezar mi vida de cero.

 

Sonreí... atar cabos, ¿cómo pensaba hacerlo?
—Entonces, una vez que llegues allá con tus padres, ¿qué Mikuo piensas mostrar? —pregunté cruzándome de bazos y recargándome en la barra. No quería regresar al tema de que se iba, a decir verdad me dolía el perder a un amigo como él. Alguien que, si bien me molestaba, también me había enseñado varias cosas. Tenía que dejar de pensar en esas cosas y ser más "positivo" pero siempre se debía preparar para lo peor.

 

Suspiré— Es difícil de explicar, porque ni yo lo entiendo, pero todavía no he tomado una decisión definitiva —miré a Gakupo— sólo intento tener un plan en llegado caso las cosas no salgan como espero, intento ver el lado positivo —miré el horno— ¿De qué me sirve amargarme la vida y comportarme como un niño pequeño? La vida es larga y si una puerta se cierra, alguna otra se abrirá.

 

El mundo estaba llena de puertas, el caso era que si ellas se abrían ante nosotras... no al revés, aún así lo miré y sonreí. Me acerqué un poco y revolví su cabello.
—Al niño pequeño lo conozco mas que bien, ese Mikuo me ha hecho creer que me cortó el cabello, me puso ropa que no quería, me ha dado besos que no deseé —fruncí el ceño—, entre otras cosas pero, este Mikuo adulto, que no sabe lo que quiere...me sorprende. Sea como sea, trataré de apoyarte —le ofrecí con una sonrisa amable.

 

Lo miré entre cerrando los ojos— No soy un adulto, pero hay que intentar ser maduro —sonreí mientras le acercaba un plato de puerros hervidos— pero si hablamos de niños, no soy el que se pone a chillar por la comida que no le gusta —sonreí diabolicamente— ¿Debería cocinarte más comida especial?