Si en algo era buena, era descifrando las posturas ajenas, al menos analizándolas como si tuviese un ojo clínico despierto las veinticuatro horas. Su infancia tenía que ver en ello, el ser olvidada, dejada de lado, utilizada, quebrada. Sin embargo, nada de ello deparaba en estrés, en enfermedad, tan solo en apatía, odio, por no poder siquiera pertenecer. No era una princesa, ni cerca estaba de serlo. Asintió suavemente ante la presentación del niño, notando ahora su reacción por su apellido. Es asqueroso, ¿cierto? Astaroth, la duquesa del infierno, la abogada del diablo. —Un placer —respondió en igualdad de medida, pasiva, viéndolo ahora alejarse. Miró de soslayo a Amery, con las uñas situadas alrededor de la bebida ofrecida. Algo sucedía con él, y ese algo tenía que ver con su pequeño hermano, ¿no era así? Miró entonces a la nada, guardando silencio, permitiéndole hablar lo poco que parecía y le apetecía hacerlo. ¿Su presencia comenzaba a molestarlo? Bebió del té con parsimonia. <<¿Y bien? ¿Mejor?>> —Te lo dije el viernes —no le miró en esta ocasión al hablar—, no tengo malos días. Solo una mala vida, pero no era esa la pregunta. —Lamento quitarte tiempo, deberías estar con tus amigos o algo por el estilo —soltó una risa fresca, serena, fingida tan acorde a una real que el único que sería capaz de diferenciar sería Zuko en realidad—, lo que sucedió no fue nada grave.
Contuve las ganas de picarle la mejilla ante su respuesta. Si es que era adorable incluso tratando de sonar amenazante. —¿Vergüenza? Para mi madre eres como de la familia, Dant~. Y no te haces una idea de lo que se divierte dándole largas a tu padre —Apoyé mi mejilla en la palma de mi mano, con una sonrisilla dibujada en los labios. Mamá en su juventud se había servido de su labia para grandes cosas y desde luego que no iba a desaprovechar su don, por más serio que pudiese verse el señor Miles—. Si vuelve a tener efecto en él incluso después de tantos años te prometo que moriré de la risa. Eso me recordaba que aún tenía ganas de hacer tour por su nueva casa. Sabía que aún estaban en plena mudanza y les habíamos ofrecido ayuda, pero parecían ir bien por el momento. Tenía que dejar mi sello en algún lado de su habitación como antes. Me llevé feliz el pescado en tempura a la boca y no contuve la satisfacción al terminar de probarlo. No sabía cómo lo hacía, pero sus bentos nunca perdían el toque. —Con un postre será suficiente, no quiero arruinarte un lunes en la mañana —le guiñé un ojo, divertida, y sostuve los palillos en el aire replanteando la idea—. Y si no quieres pedir otro para ti siempre podemos compartirlo. ¿Te parece? El muchacho recargó la espalda en la silla, extendiendo los brazos a ambos lados mientras la escuchaba. El rumor de la lluvia mezclado con el calor que irradiaba la bufanda alrededor de su cuello le habían mantenido en cierto estado de sopor, que había acabado olvidando con el atercado de Zuko. —Sé bien cómo invertir mi tiempo —respondió, liviano, sin rastro alguno de reproche en su voz—, y en esta ocasión decidí pasarlo contigo. Aunque no sucedió nada grave, el mero hecho de que sucediese es más que suficiente como para requerir al menos un mínimo de compañía. Se llevó una mano a la nuca con cierta lentitud, curvando sus labios en una sonrisa extraña, que se asemejó mucho más a la del chico que se sinceró con ella en el dojo. Ese que tanto parecía contrastar con la imagen confiada y segura que había creado en la escuela, y que de alguna forma salía a flote en su compañía. >>Lamento si esperabas a otra persona, pero me temo que solo soy yo.
Que Emily soltara ese "¿En serio?" le hizo incluso más gracia que todo lo demás y se le escapó una risa nasal. La chiquilla ignoraba un montón de cosas, entre esas que la noche que Kurosawa se había aparecido como una maldita loba rabiosa ella estaba preparando resúmenes como la intensa de la organización que era. Con todo y que vivía haciendo y deshaciendo de la misma forma que Joey y Alisha, la verdad era que tenía que ganarse a su padre por algún lado y lo único que tenía eran sus malditas notas. Si no bajaban Damian Akaisa no reclamaba, pero además de eso tenía un titán del que apoderarse, cosa que solo iba a poder hacer si lograba entrar a la Universidad de Tokyo. Y librarse del estorbo de Aoyama. Comió un poco más mientras escuchaba a la chica. No era que le interesara realmente, pero tampoco iba a ser tan bruta para dejarlo ver y de todas formas podía divertirse un poco a costa de Emily contándole todas esas cosas. —¿Hmh? ¿Y te divertiste el sábado, Emi-chan? Contenido oculto Kat: le encarga un gatito a Aaron y a Joey Also Kat: sis idc pero well tengo que oírte
Ocultó los labios tras el dorso de su mano, divertida al oír un: <<Lamento si esperabas a otra persona, pero me temo que solo soy yo.>> Jugó entonces con la bebida entre los dedos, con las pestañas ocultas al agachar la cabeza y ocultarlas con su fleco, como si aquella risa llena de gracia fuese completamente sincera. Lo había logrado, hacerla reír como el viernes. Sin máscaras. Aunque ella tenía puesta una que no estaba dispuesta a que él viese. Su ser real. ¿O sí? Recordó entonces sus pasos por las estanterías, tomándose un tiempo privilegiado al escoger entre tantos artículos exhibidos, el llegar a casa procurando que Zuko no estuviese presente, el ocultarlo entre el cajón de noche para continuar la lectura en donde la dejó. ¿Podía ser ella misma, quizá? —Nu mă așteptam pe altcineva —comenzó entonces a sujetarse el cabello en una coleta alta luego de hablar, con aquella gracilidad impregnada en el movimiento de sus dedos, acompañada de la elegancia en sus acciones—, soy generosa, te he dado una pista bastante grande de mi lugar de procedencia —al terminar de atar las hebras azabaches volvió su vista hacia él, con algo de calidez entre tanto muro gélido—, si adivinas te daré un premio —cerró los párpados con suavidad—, no será un recuerdo como la vez pasada, por si te preocupa. Había comenzado a girar la ruleta, entre las luces imaginarias en su cabeza. ¿Acertaría? —Tengo muchos acertijos en mi vida —susurró—, por sino puedes solucionarlo, puedo darte otro. Sí, así era en realidad. De las que subestimaban a cualquier ser bajo su intelectualidad deductiva. ¿Qué tan inteligente eres en realidad, Shawn?
—¿Le divierte estar allí manteniendo a mi padre ocupado? —Negó con suavidad su cabeza mientras sonreía, eso lo hacía sentir mejor sin lugar a dudas, él mismo sabía lo pesado que podía ser su padre —, estoy seguro que tendría el mismo efecto que antes, creo que cuando se trata de tu madre simplemente sabe que no va a ganar, y como se suele decir, el tiempo es dinero. Y discutir con alguien con el cual no iba a llegar a ningún lado ni iba a ceder, tampoco era algo que debiera extender mucho, él lo sabía. Continuó comiendo su bento con tranquilidad, observando el área donde vendían la comida, de una vez dando un vistazo a los postres que podría comprar —Uhm~ comprarte postres no arruinará mi lunes de ninguna forma posible.—Hizo como si estuviera a punto de agarrar su nariz con los palillos, cerrándolos justo antes de llegar. —Pero compraré dos distintos y lo compartimos, así es par y es mas fácil de dividir —comentó, recordando aquel comentario sobre las cosas impares —, por otro lado, si la lluvia no se detiene, ¿tienes como regresar a casa? Podría hacer que pasaran por nosotros.
Su rostro reflejó algo similar al desconcierto al escucharla reír con aquella claridad y apartó su mano lentamente, enarcando las cejas desde su lugar. Soltó un jocoso "¿Qué? ¿Qué he dicho?", colocando los codos sobre la mesa, y aguardó con cierta comicidad por una respuesta que le iluminase, a pesar de que la pregunta era claramente retórica. "Nu mă așteptam pe altcineva" Shawn entornó la mirada en cuanto detectó el cambio de idioma en su habla. No necesitó escuchar la aclaración posterior, lo había sentido; la fluidez que solo te otorga tu lenguaje materno. Agnes le estaba dando un empujón hacia la primera pieza del rompecabezas y el albino no dudó ni dos segundos en aprovecharse de ello para avivar su competitividad. ¿Estaba subestimándolo, acaso? ¿Le estaría poniendo a prueba? El muchacho se cruzó de brazos, repentinamente serio. Había algo en la estructura, en el acento y el tono de sus palabras que se le antojaron muy similares con otros idiomas, y quizás esa fuera la clave del éxito. Lenguas germánicas, eslavas, indoeuropeas... —Tu idioma natal viene del latín, ¿cierto? Estoy bastante convencido de que es una lengua romance —tanteó el terreno, moviendo el pie bajo la mesa con rapidez, ansioso. A pesar de no ser su lengua materna era consciente de que eran las lenguas más reconocidas mundialmente, y todas provenían del mismo molde. No era difícil encontrar conexiones entre ellas—. Algunas terminaciones me evocaron al italiano, y juraría que el acento se sintió similar al francés en algunas palabras. Casi pareció una mezcla de ambos idiomas, es curioso. Agnes no podía saber que la vida del príncipe de la academia no era solo una metáfora escolar; siempre había estado llena de lujos y exclusividad, y a muy temprana edad ya le habían permitido ver medio mundo, aunque apenas se enterase de nada. Había crecido escuchando toda clase de idiomas, pero obtuvo una mayor influencia de los países más cercanos. A pesar de ello, no podía tener clara su respuesta con tan poco. —No creo que sean ninguno de esos dos. Tampoco el portugués; mucho menos el español. Desconozco cómo suenan el resto de variantes romances pero si tuviese que apostar al azar entre los que recuerdo... Diría quizás el rumano —alzó la mirada entonces, destensando los brazos, y aguardó con cierto interés en su rostro por una respuesta—. ¿Eres de Rumanía, Agnes? Y si es así... ¿Qué quisiste decirme? —Tiene gustos curiosos y demasido tiempo libre —me encogí de hombros, resignada. No eran pocas las veces que se aparecía en mi cuarto para sacar temas de conversación de debajo de las piedras incluso cuando más ocupada estaba—. Así que nadie puede culpar al señor Miles. Inflé mis mejillas mientras veía acercarse peligrosamente los palillos hacia mi nariz en mitad del juego, y seguí la mirada de Dante con curiosidad. Ah, ya estaba reparando en los dulces, genial. —Bueno bueno, no me lo digas dos veces —comenté al aire, jocosa, a pesar de que nunca iba a aprovecharme de algo así. Dos era una muy buena cifra y ambos podrían disfrutarlos de igual manera, ¿había un trato mejor acaso?—. Me parece un plan perfecto. En cuanto termine te acompaño, la fila tiene pinta de ir para rato. >>Oh, y lo cierto es que planeaba ir andando. Si haces eso me salvas la vida por... ¡bueno, ya perdí la cuenta!
Su mente siguió el ritmo de sus expresiones faciales al permitirse hablar su lenguaje natal, produciendo en su pecho aquella sensación de curiosidad ante cualquier respuesta que fuese a dar, manteniendo los finos hilos que él iba tejiendo al buscar un enlace directo que lo llevase a interpretar desde lo más grande, a lo más chico, descartando varias opciones que provocaron y posara sus dedos sobre la madera, sin hacer ruido pese al movimiento sobre la superficie lisa. Estaba genuinamente curiosa por su análisis, sintiéndose como en una pequeña clase de geografía. Lo había subestimado. O había alargado la oración en base a la pista. Se estaba acercando, a paso sorprendentemente rápido. Ladeó la cabeza con interés innato en sus pupilas, escuchándolo hablar sobre el azar, sobre la suerte en la que ella tanto confiaba al apostar su vida a diario, dudaba que tuviese de aquello Amery en sus manos, sin embargo: <<¿Eres de Rumanía, Agnes?>> Sus mejillas despabilaron sin autorización alguna en un fuerte tono rosáceo, enderezando su pequeña espalda como si aquello fuese posible, al mantenerse en realidad en una postura recta. No era normal, la sensación bajo sus costillas no era normal. Entreabrió los labios, dispuesta a decir algo al sentirse expuesta, pero no pudo articular palabra, terminando por primera vez, desviando la mirada por un instante. Habla. Astaroth. Habla. —Acertaste, Shawn —ocultó entonces con el dorso de su mano el pequeño puente de su nariz, tratando de que se le pasase el color de los pómulos pese a que probablemente, Amery pudo verlo. Buscó entonces en el bolsillo de su falda con mesura, mientras hablaba delicadamente de nueva cuenta. —Este es tu premio —deslizó por la mesa el pequeño empaque rojo. Recordaba el sonar de la campana al abrir la puerta, el aire helado recibiéndola, grupos de chicas caminando de aquí para allá en búsqueda de algún presente, la ligereza de sus pasos por cada pequeño espacio, además de la voz carismática de la persona que la asesoró en su compra. Sí, era un pequeño objeto sin valor, que le había tomado gran parte de la tarde seleccionar, esconder y envolver. ¿Le gustaría al menos, o lo aceptaría por mera cortesía? —Espero esté mejor que el recuerdo del dojo —murmuró sin ninguna doble intención en su tonalidad de voz. Un pequeño llavero en forma de florete. Si Zuko la viese...
—La verdad merece que le den largas y distraigan de esa forma, así también se sale de la rutina —Comió un poco más de las cosas que le quedaban en su bento y cuando terminó, tan solo guardó sus palillos dentro del bento para poder tomar unos tragos del té frio que traía, quizás lo hubiera preferido caliente pero sabía que si lo traía de su casa de igual forma iba a terminar enfriándose —, claro, así de paso tampoco te quedas aburrida aquí esperando en caso de que tarde...lo que tiene tener la cafetería llena. De igual forma, si lo compraban antes de que acabara el receso todo estaría bien, no había mucha prisa. —Si puedo evitarte la lluvia lo haré, y bueno, tengo que ponerme al corriente de todo lo que tu haz hecho por mi.
Emily Hodges Lo noté, claro, que en realidad le daba igual. Siempre me había preocupado por los demás y eso, para bien o para mal, me había hecho tener cierta facilidad para saber si estaban bien, si estaban interesados o si estaban incómodos... así me podía adaptar con más facilidad. ¿Qué pretendía, de todas formas? Había aceptado la comida por pura cortesía, no significaba nada. Aunque no entendía por qué había aceptado comer con nosotros, de todas formas. ¿Cortesía también, quizás? Pero no había necesidad de ser cortés con alguien que solo era un polvo, ¿no? Irónicamente, aquella revelación me sirvió para relajarme, y le dirigí una sonrisa sincera, dentro de lo que cabía, asintiendo con la cabeza. —Me lo pasé muy bien, síp —contesté sin más, y volví a centrarme en la comida. Los problemas vinieron después, por supuesto, pero eso era algo que no hacía falta sacar a la luz.
Shawn afiló sus sentidos, expectante, pero su mente pronto se anticipó a su respuesta. Lo vio en sus ojos, los notó vibrar, presos de una conmoción repentina. La joven irguió su cuerpo sobre el respaldo de la silla, y pudo jurar que sus mejillas se tiñeron de carmín con fiereza, desviando por primera vez la mirada, incapaz de seguir sosteniéndosela por mucho más tiempo. La vio entreabrir los labios, dubitativa, y la sombra de una sonrisa victoriosa se dibujó sobre sus propios labios. A veces tú también puedes ser un libro abierto, Agnes. "Acertaste, Shawn" El albino destensó los hombros, recargando la espalda en la silla como un resorte, y soltó un suspiro repleto de alivio. Parecía que el azar le había sonreído aquella mañana gris de abril. La vio rebuscar en el bolsillo de su falda y alzó las cejas en un gesto inquisitivo cuando tuvo frente a sí un diminuto envoltorio rojo. Parpadeó, tomado por sorpresa. De sus labios escapó una carcajada cristalina, genuina, y por un momento su rostro se suavizó tanto que se asemejó al de un niño. No había maldad alguna en su gesto, tan solo cierta ternura. —¿De verdad te has tomado la molestia de comprarme un recuerdo? —dejó escapar, condescendiente, pero lo cierto era que el ligero brillo emocionado en sus orbes le delataba. Lo abrió con cuidado, atento, y los focos de la cafetería reflejaron un tenue destello en el pequeño llavero gris de un florete en miniatura cuando lo alzó frente a su rostro. Sin volverse hacia Agnes sacó sus llaves del bolsillo del gakuran con tranquilidad, buscando hueco entre ellas, y comenzó a enganchar el accesorio en ellas, concentrado en su tarea. Las palabras escaparon solas de su boca—. Mis padres me inculcaron desde que era un crío su profundo amor por visitar el mundo. Cada año organizaban un itinerario diferente, preferiblemente hacia un país europeo por cuestiones de cercanía. Creo que tenía ocho años cuando decidieron que era buena idea llevar a su hijo de vacaciones a Rumanía, para quitarle el miedo a las criaturas fantásticas que no le dejaban dormir por las noches. Sus labios dibujaron una ligera sonrisa cuando el enganche terminó de encajar, y alzó orgulloso el llavero para poder observarlo detenidamente. >>Pasé los primeros días queriendo encerrarme en el hotel. El hecho de que el cielo soliese encontrarse ennegrecido cada día le daba un aspecto aún más terrorífico a los castillos, las iglesias, los monumentos históricos. Desconfiaba incluso de los guías, para que te hagas una idea —dejó escapar una risa nasal, bajando por fin el objeto, y terminó por mirar a Agnes a los ojos—. Al final terminé tan enamorado de los relatos e historias detrás de cada lugar que recuerdo llorar el día que debíamos volver a casa. Mis padres tuvieron que asegurarme de que volveríamos el año que viene, y yo me empapé de su cultura durante los meses restantes. Echó un nuevo vistazo al pequeño florete sobre la mesa y lentamente se quitó la bufanda que rodeaba su cuello. Inclinó su cuerpo sobre la mesa, estirando los brazos hasta poder rodearla con la tela, y colocó el accesorio sobre sus hombros de vuelta. Aún conservaba parte del calor de Shawn en ese entonces. —Gracias por traerme de vuelta esos recuerdos —se sinceró, finalmente. No había rastro de falsedad en sus palabras—. Cada vez que vea el llavero tendré una buena razón para visitar tu lugar de origen de nuevo. Terminé de comer poco después que Dante y guardé los palillos sobre la cajita, echando un vistazo al reloj de pared con alivio. Aún teníamos bastante tiempo, incluso para disfrutar de seis postres si se diese el caso. Anudé el pañuelo en torno al bento con tranquilidad, porque no había prisa después de todo, y me puse en pie en el momento en el que otros alumnos parecieron darse cuenta de nuestros movimientos. —Qué rapidez —murmuré con cierta ironía, para que solo Dante me escuchase—. Parece que ahora somos nosotros su nuevo objetivo, ¿te imaginas subastar la mesa al mejor postor? Tuvimos que apartarnos para dejar que ahora fueran ellos los que pudiesen aprovechar la mesa para almorzar y me volví hacia el chico, encogiéndome de hombros con una sonrisa de circunstancias. Ya podríamos tomarnos los postres en otro sitio, supongo. El aforo de la cafetería no daba para más. Nos colocamos así al final de la cola y sujeté la cartera con ambas manos, balanceándola en el aire con movimientos rítmicos. —Ahora llega el momento donde soy tan indecisa que no puedo elegir entre tantos postres, lo estoy viendo venir —me quejé al aire, aunque lo cierto era que ya estaba acostumbrada. Me volví hacia Dante con cierta curiosidad—. ¿Te pasaste al final por el club de fotografía? Puedo acompañarte luego si quieres.
Era probable que si me hubiese enterado de cómo había terminado el sábado de Emily me hubiese descojonado al imaginar la puta tuerca que se la había caído a Pelo de Chicle para comerse a su amiga, así de la puta nada, pero para mi suerte o la de Emily más bien, no sabía nada y ella no iba a contármelo tampoco. Seguí comiendo en silencio un rato más, hasta que caí en una cosa que había ignorado desde que la chica apareció para llamarme a mí y al muchacho. Contuve la risa de nuevo, antes de volver a hablar con tranquilidad. —Por cierto, ¿cuándo conociste a Ishikawa-kun? —pregunté para luego llevarme algo más de comida a la boca. La verdad es que la chiquilla tenía mano para cocinar y a mí me gustaba la comida casera, a pesar de que mamá no cocinaba, estaba tan acostumbrada a la comida que cocinaban las criadas latinas en Estados Unidos que era lo que más había echado en falta al llegar a Japón, donde la comida seguía siendo casera, seguía siendo deliciosa, pero había perdido algo de ese sabor a... Hogar. Las japonesas eran distantes, extremadamente cuidadosas, y nunca me llamaban de otra forma que no fuese por su apellido con un honorífico exagerado. La comida de Emily no sabía a hogar como tal tampoco, pero estaba buena, y eso nadie se lo iba a quitar.
Emily Hodges Comí pues con cierta tranquilidad pero la nueva pregunta de Katrina me pilló desprevenida y, sobre todo, bebiendo agua de la botella, así que acabé teniendo que toser durante unos largos segundos tras haberme atragantando con la bebida. Dejé la botella sobre la mesa cuando logré finalmente controlarme y carraspeé un par de veces más antes de lograr hablar de nuevo. —¿A-a senpai? Me quedé unos segundos en silencio, intentando recordar, y sin pesarlo comencé a jugar con mi pelo mientras lo hacía, en un gesto distraído. Volví a sentir las mejillas tomando un tono rosado, no por cómo nos conocimos, si no por... bueno, todo lo demás. >>Fue el día después de la fiesta~ —respondí, finalmente, recuperando la sonrisa—. Es amigo de Anna, me lo presentó en el almuerzo. Podía simplemente omitir el pequeño percance de la chica con el ataque de asma, ¿verdad? Eso no había sido nada lindo, ciertamente. >>Está en tu clase, ¿habéis hablado o algo?
Apenas notó que Liza se levantó, terminó imitándola unos cuantos segundos después, lo suficiente para que también pudiera notar el interés de los demás estudiantes en la mesa que estaban abandonando, lo cual lo hizo preguntarse...¿cuánto tiempo habían estado allí esperando a que hicieran el primer movimiento de irse solo por no querer acercarse? —O quizás sentarnos de nuevo y decir que solo nos estirábamos.—Estaba seguro que eso si los sorprendería pero no había necesidad, todos buscaban donde sentarse para poder comer tranquilos y ellos realmente ya no tenían esa necesidad de estar allí, podrían cederlo sin problemas. Para cuando iniciaron a caminar y llegaron a la fila no dudó mucho en quitarle la cartera para esconderla tras él, mostrándole la lengua de forma juguetona. —Esto queda confiscado hasta que tengamos los postres, siento que terminarás adelantándote a mi y no me vas a dejar invitarte —Se apresuró a aclarar para que en caso de que Liza reaccionara, tan siquiera supiera el porqué, sí, tenian un trato y demás pero... debía estar completamente seguro —, esperemos que cuando estemos allí nos ayude ver que tan apetecibles se ven... —Y no, me olvidé por completo si debo ser honesto... pero si me acompañas te lo agradecería, tampoco se donde está.
Si es que la niña era un absoluto desastre, en la cama y fuera de ella, sin duda alguna. Había bastado una pregunta para ponerla nerviosa de nuevo y eso que realmente no llevaba demasiado de segunda intención. La gracia era que su reacción me había dado la pista para saber que alguna estupidez había hecho, no interesaba el qué, pero era así. Anna. Anna. Ah, la del pelo rosa que se había lanzado antes que yo hecha una furia por lo del imbécil de Astaroth y la última en la que había caído la botella la noche de la azotea. Con la energía que se cargaba encima esa mocosa, imaginarla como amiga de Ishikawa era casi raro, pero bueno allí estaba. —¿Hmh? Realmente no había hablado con él hasta que me invitó a almorzar con ustedes. —Moví algo de arroz con los palillos—. Se me fue un poco el tren~ Más o menos, porque había tanteado el terreno con el denso de Aaron en ese tiempo, además de que me había comido a la muchacha frente a mí. Como tal, tiempo no había perdido.
El verlo adquirir aquel tinte infantil, de niño ilusionado al recibir un pequeño detalle fue suficiente para no sentir el que había perdido la tarde de aquel sábado. Ciertamente, alimentó aquel ego en su persona, escuchándolo ahora contar una anécdota de familia. Brevemente se le escapó risa suavecita por la narizl al imaginarlo temeroso por viajar a su país natal, al ser popular entre los turistas por sus paisajes góticos, historias paranormales y demás. Se decía que habían brujas, como ella. Demonios, como Zuko. Deslizó sus pupilas al Shawn elevar el llavero y aquello le hizo vibrar el pecho, como en la mañana cuando le dio la bufanda. Lo siguió con la mirada, dándose cuenta que la estaba mirando fijo, continuando la plática. Él había despertado un interés infantil por el país donde nació, creció, sin embargo ella recordaba aquellas calles tan diferentes, tan distintas a como él lo narraba desde su realidad, aquella con padres amados que te llevan a pasear, con atención, amor. <<Las escorias de la calle como nosotros no tienen permitido juntarse con las altas clases.>> Sintió la calidez en su cuello al ser regresada la bufanda, manteniendo un leve aroma varonil, el aroma de Amery. Con su dedo índice, corazón y pulgar acarició la tela propia que sentía ajena, pestañeando. Tenía una facilidad irrisoria por hacerla remover sensaciones irreconocibles, más allá de la literatura. <<Gracias por traerme de vuelta esos recuerdos>> Sus palabras dulces, suaves la hicieron sentir perteneciente por un instante, olvidando el rechazo de su madre, el frío al correr con Zuko por los callejones, el que éste le quemara la piel cada que ella lo hería emocionalmente, la luz de la puerta que tanto esperó en aquellos pavimentos gélidos, en pleno invierno donde carecía de algún recurso para evitar la hipotermia. —Avivemos la trivia —murmuró sacando la coleta alta de la bufanda, sin quitársela—. Es mi turno de adivinar, Shawn. <<Deberías ser consciente de cual es tu sitio. Nosotros no somos como ellos, ni lo seremos nunca.>>
Emily Hodges ¿No habían hablado y aun así la había invitado a almorzar con nosotros? B-bueno, ¡no es que hubiésemos quedado para almorzar juntos ni nada! De hecho, ¡qué bien que la había invitado también! Cuantos más, mejor. Jugueteé con la verdura que aun quedaba mientras asentía ligeramente con la cabeza. —Comprendo~ Es muy bien chico, ¿sabes? Ha sido muy amable conmigo aunque... —me corté a mitad de frase, dándome cuenta a tiempo de que me iba a ir de la lengua. Rápidamente aparté la mirada, dirigiéndola hacia la entrada de la cafetería con cierta ansiedad. >>C-cómo está tardando, ¿no? Contenido oculto La chaotic energy de esta niña istg JAJAAJ
Debía admitir que aquel movimiento por parte de Dante me tomó desprevenida; tanto, que no fue difícil para él hacerse con la cartera con suma facilidad. Giré mis talones para encararle automáticamente, pero no había caso en intentar estirar el brazo. Era bastante más bajita y él me conocía demasiado bien. —¡Oye, eso no vale! —exclamé, dejando caer los brazos como un peso muerto a ambos lados de mi cuerpo. Mis labios amenazaron con formar un mohín lastimero y me crucé de brazos, dándole la espalda para poder avanzar en la fila—. ¿Es que no te fías de mí? ¿Es eso? Muy bonito, Dante. Pero lo cierto es que no podía durar demasiado la molestia porque en el fondo Dante tenía razón. En el fondo una parte de mí había estado barajando esa posibilidad, pero no tenía por qué saberlo. Volví la cabeza hacia él de perfil, aún fingiendo parte del enojo. >>Entonces supongo que te acompañaré o algo así —dije, y desvié la mirada tras fijarme en el cartel de postres que se volvía cada vez más cercano, mejillas sonrosadas—. ...y creo que elegiré dangos esta vez. El muchacho cerró la mano en torno al llavero, empujando hacia arriba para terminar soltándolo y volviéndolo a atrapar al instante de manera distraída. La suavidad en su rostro ante los recuerdos que la charla con Agnes le habían despertado varió ligeramente ante su propuesta, recuperando parte de la seriedad inicial. Era lo lógico, ¿no? Querer saber del otro cuando le había dejado un fragmento de su vida en la palma de su mano de esa forma. Con todo y que Shawn era un chico carismático y sociable, prefería conocer antes que darse a conocer. Siempre había sido así. Era irónico, teniendo en cuenta que era toda una celebridad en la escuela. ¿Se trataba de una imagen fiel a la realidad, esa que había creado? Nadie podía saberlo. —¿Quieres saber sobre mí? —cuestionó, de manera retórica, dejando de lado el vaivén del objeto para mirarla fijamente. Pese a que ya no sonreía, su tono era amable y no perdía esa aura de confort que irradiaba Amery hacia otros. Era difícil distinguir qué le pasaba por la cabeza—. Eso no se ve todos los días. Normalmente las personas me conocen antes de siquiera llegar a presentarme. Y lo cierto es que no mentía. Ya fuera por su reputación o por la enorme carga que se escondía detrás del apellido de Shawn, incluso los estudiantes de nuevo ingreso escuchaban hablar alguna vez del albino deportista de la academia. Por primera vez no se filtró aquella prepotencia en la voz con la que solía escudarse; había, si se quiere, cierta resignación en sus palabras. El chico pareció darse cuenta del ligero desliz y rascó las raíces de su cabello, un tanto incómodo. La máscara que portaba se le había descolgado ligeramente mientras hablaban. Se había dado cuenta, ¿no es así? De la influencia que parecía ejercer Agnes sobre él, aflojándole la lengua más de la cuenta. —Intenta adivinar entonces de dónde soy. Te daré dos pistas —se removió en su asiento, alzando sus dedos sin dejar de sostenerle la mirada. Parecía verdaderamente interesado en su respuesta—. Mi familia tiene un título nobiliario. Aunque ahora es meramente protocolario. Y no soy de Noruega. Soltó una risa nasal poco después, anticipando de alguna forma su reacción. >>Puedes usar el teléfono o los libros para encontrar la respuesta, no hay prisa. Después de todo, tengo que pensar aún tu premio en caso de que aciertes.
Solo por si acaso mantuvo la cartera lejos del alcance de Liza cuando la vio reaccionar como había esperado acompañado de un par de risas, quizás sí había frustrado el plan secreto de Liza de invitarlo a él, no lo sabía con exactitud —¡Claro que vale porque es precaución! —Alegó todavía con un tinte divertido en su voz y solo fue hasta que vio a Liza rendirse que dejó de proteger un poco la cartera, permitiéndose guardarla en uno de sus bolsillos para mayor comodidad. —No es que no me fie porque siempre tendrás toda mi confianza, pero...estoy siendo precavido —volvió a mostrarle la lengua y así también aprovechó para mirar el menú de lo que había disponible ahora que la fila estaba avanzando un poco más —, entonces está decidido, iremos juntos y si tengo suerte podré unirme al club —sonrió con cierta emoción y de paso, acarició el cabello ajeno ahora que se había decidido —. Dangos serán entonces, yo creo que me decidiré por un Dorayaki de chocolate~
Contenido oculto: uwuuuuu ¿Que si le había gustado? Ya estaba tirado para atrás en su silla acariciándose el vientre. Si hubiera estado en su casa ya habría tirado el cinturón por algún rincón de la habitación, y si se dejaba llevar por sus impulsos, ya estaría en la cama listo para la siesta, con la panza llena. Pero la vergüenza no se iba a ningún lado, y él, por supuesto, no se atrevía a mirarle a la cara, así que simplemente levantó ambos pulgares mientras clavaba la vista en sus manos ordenando las cosas. Y suspiró apenas, tras unos segundos, volviendo a acomodarse en la silla, luchando contra todo instinto de salir corriendo a meter la cara en una cubeta de hielo; no podía simplemente haber 'compartido' el almuerzo con Asteria (se lo había comido casi todo él solo, más bien) y abandonarla por el resto del receso. Le había dado de comer y nada más ni nada menos que comida casera preparada de sus mismísimas manos, así ahora Bel era prácticamente su dueña. 'Noah', escuchó, y la miró mientras se levantaba de la mesa, caminando ligeramente hacia las máquinas expendedoras que, convenientemente, estaban más cerca suyo de lo que se había dado cuenta; prácticamente no tenía ni que alejarse más de un metro de su mesa y aún podía ser parte de la conversación. Puso un billete en el lector de la máquina, sin haber tardado demasiado en encontrar lo que estaba buscando. ¿Acaso sería adecuado comprarle algo prefabricado que llevaría semanas en esa máquina cuando había degustado un menú tan casero y elaborado? Probablemente no, pero peor era llegar con las manos vacías. '¿Te untaste de algún resaltador, o alguna bebida azucarada?' ¿A qué se refería? Se tocó el rostro un par de veces mientras se sentaba frente a ella a nueva cuenta, poniendo dos cajas de leche saborizada sobre la mesa; banana y fresa, para ser más exactos, ambos sus favoritos. —Espero no te sientas insultada ni por ofrecerte algo tan... distinto a lo que me ofreciste tú —le dijo en voz baja, apretando los labios en una pequeña sonrisa—, ni por saber de qué me estás hablando sobre mi ros... Calló en seco, desviando la mirada casi al instante. Se estaba sintiendo tan a gusto con Asteria que se había olvidado de cómo había lucía esa mañana. —Cierto —contestó luego de unos segundos, suspirando luego—. Un pequeño accidente —contestó casi de forma mecánica, como si no quisiera ahondar más en ello, y señaló ambas cajitas sobre la mesa—. Pick your poison —la invitó, y volvió a sonreír apenas, queriendo pasar de hoja. Se había tardado bastante en preguntar, y de acuerdo a su experiencia, mientras más rápido contestara y más rápido siguiera con otro tema, la gente solía pasarlo por alto. Aunque, ¿hasta cuándo?
Mantuve mis brazos cruzados mientras se excusaba acariciando mi cabeza, pero era imposible para mí ignorarle por demasiado tiempo y dejé escapar el aire finalmente, en un suspiro resignado. Hablar de dulces me sacó una diminuta sonrisilla y terminé colocándome tras él, poniendo las manos sobre sus hombros mientras me impulsaba para dar algún que otro saltito, buscando ver mejor el final de la fila entre tantos rostros. —Al menos esos postres son bastante sencillos de llevar y compartir, podemos comerlos en el club sin manchar nada. Dicen que son muy pulcros con la limpieza y los detalles —comenté, recuperando un poco del buen humor de antes, y para nuestra suerte la fila fue avanzando más rápido de lo que pensábamos. Dejé de saltar para colocarme a su lado, cuando apenas quedaban un par de alumnos por delante, y tironeé suavemente de la manga de su gakuran como si fuese una niña impaciente—. Venga, venga, tu turno~. Podía ser una alumna serena y tranquila la mayor parte del tiempo, pero estar con Dante me traía tanta comodidad que no me importaba comportarme como años atrás.