Sin ser consciente realmente se me escapó una suerte de bufido ante sus palabras, ¿que me interesaba al menos un poco? No tenía ni puta idea y si me interesaba era por razones bastante egoístas quizás, porque la idiota de Suzumiya me recordaba de una forma ridícula a Jez y no podía imaginarme, ni en el peor de los sueños de fiebre, a Jez haciendo las estupideces que ella estaba haciendo por deporte. Poco sabía yo. "Intenta hablar con ella, la intención se nota y es lo que vale. Al menos conmigo sí lo hiciste bien". ¿Qué iba yo a decirle de todas maneras? ¿Iba a disculparme así nada más? Encima le había soltado aquella mierda de que se suponía que la gente hablaba de lo que los ponía incómodos y yo no era bueno hablando de por sí. Mucho menos me dignaba a externalizar mis incomodidades de una forma que no fuera, casi siempre, directamente por la intimidación o la evitación directa. —Bien —murmuré todavía con aquel tono casi de niño regañado—. Si fracaso como los grandes diré que fue idea tuya. Eso era broma, por supuesto, no importaba qué tanto la cagara en mi posible intento de arreglar la estupidez con Konoe jamás iba a soltar que había sido idea de ella o nada que pretendiera echarle la culpa de mis propias cagadas. Si yo era un inútil social, pues era mi culpa y de nadie más, había sido así siempre. Todo era culpa mía y del mundo gris en el que me movía. Solté una risa floja cuando me palmeó la espalda y al verla sacar el móvil cerré los ojos, acomodándome mejor. Podía dormitar un rato, realmente, allí junto a ella y no me importaba lo que pasara alrededor. Contenido oculto hold my relleno
Estiró su mano hasta sujetar la muñeca de él, con suma delicadeza. Se puso a caminar entonces, halandolo despacio a lo largo del pasillo hasta llegar a la cafetería, que de a poco comenzaba a llenarse. Deslizó sus pupilas púrpura de mesa en mesa hasta que encontró la que creía indicada, reluciente. Le soltó entonces y tomó asiento, colocando el bentō sobre la superficie plana, deslizando la yema de sus dedos por la tela blanca que lo cubría. —Asteria Bel —se presentó entonces, sin mirarlo hasta que la tela se abrió como una flor, permitiendo que la madera hecha a mano que utilizaba como recipiente fuese visible. El cedro solía ser atractivo. Elevó el mentón entonces, preguntando: —¿Tu nombre es? —las mejillas se le colorearon en vergüenza al caer en cuenta de que no lo había solicitado en cuanto lo vio en el ascensor, evitando el fruncir el ceño por su propia estupidez. Deslizó las palmas de las manos entonces y abrió el bentō con parsimonia, dejando ver bombones de pollo, rellenos de jamón y queso, pasta de huevo en forma de figuras redondeadas, verduras, tomates cherry que brillaban de lo fresco que estaban, y trozos de brócoli. Balanceado, ideal, exquisito. —Por favor, degusta primero —tomó el par de palillos y sujetó uno de los bombones de pollo, los cuales había condimentado meticulosamente con ajo, romero, achiote, sal y pimienta. Estiró entonces a la altura de los labios varoniles—, sé sincero —casi e infla las mejillas bajo aquella capa delgada de arrogancia. Contenido oculto
Contenido oculto: uwu♥ Si bien no había sido capaz de prestar la mínima atención al entorno que los rodeaba como para volver a la cafetería por su cuenta en otra ocasión sin perderse treinta veces en el mero intento, sí que había podido destacar ciertos detalles, al menos, sobre su misteriosa acompañante. No podía evitar sentirse ligeramente incómodo al tenerla agarrando su mano, porque, intriga y curiosidad al costado, seguía siendo una perfecta extraña llevándolo por ahí como si fuera un ser inerte dispuesto a su voluntad. Si ligeramente distinto fuera el escenario, definitivamente, Noah no estaría tan complaciente. ¿Qué lo tenía tan sumiso? ¿La promesa de un almuerzo? ¿El suave y reconfortante tacto de su piel, tan extraño como valioso para alguien como él? ¿La forma en la que había impuesto su voluntad sobre él, sin dejar espacio a preguntas entre tantas afirmaciones? Muchas preguntas que lo tendrían ocupado en la próxima tarde, cuando todo aquello pasase, y quién sabe, quizás y hasta lo mantendrían en vela por la noche. Porque, después de todo, ¿quién te ve así como estás y te lleva a almorzar sin hacerte pregunta alguna de por qué estás así? 'Asteria Bel', escuchó, y prácticamente le sonó como a su despertador en plena mañana, suficiente como para sacarlo de su ensoñación. '¿Tu nombre es?' «Hambre», pensó, mas logró contenerse fuera uno a saber exactamente cómo. Aquel despliegue que se había montado en cuestión de segundos le hacía agua la boca; demasiado tentador para pensar. —Noah —contestó en voz baja, sin poder despegar la vista de aquella croqueta que se dirigía directamente hacia él. ¿Una croqueta que se dirigía hacia él sin ser él mismo quien se la llevaba a la boca? That's what dreams are made of, baby. Menos mal que su inmadurez aún le permitía tener visión de túnel cuando se trataba de la comida, porque si se hubiera detenido un segundo a pensar en que estaba a punto de ser alimentado de la mano de una chica cuyo nombre ni siquiera recordaría si lo apuraban lo suficiente, entonces tendría los cachetes (y el rostro entero) más rojos que los tomates. Se bajó la bufanda y se inclinó ligeramente hacia la mesa, atrapando la preciada croqueta con su boca, cerrando los ojos casi al instante. ¿Dónde había quedado el 'mucho gusto de conocerte, comoseaquetellamabas' o el 'se ve bastante bien, gracias por invitarme' que tendría que haber salido de sus labios antes de que la croqueta pudiera despedirse de este mundo tan cruel? Un suave gemido, casi que inaudible, pero pecaminosamente placentero, se escuchó salir de lo más profundo de la garganta de Noah a medida que aquella bendita croqueta se hacía paso hacia su nuevo hogar: su pancita. —Wow... —alcanzó a decir, encontrándose, prácticamente, sin palabras. Ni que tuviera ganas de hablar, tampoco, que no veía la hora en la que le metieran otra de lo que fuera que le habían metido previamente en la boca. Oh, boy, he was in heaven.
Retiró los palillos al concentrarse en su expresión facial, con una fijación casi increíble, como si la persona frente a ella fuese un chef cinco estrellas, y su puntuación equivaliera al iniciar o no su carrera profesional como cocinera, escapándosele una sonrisa llena de orgullo entre el tenue rosa del pintalabios, comenzando a juntar los tomates cherry con un bombón de pollo. —Noah, prueba esta combinación —susurró entonces, con aquel tinte narcisista que sin darse cuenta, le teñía las mejillas de un pincelazo—, trata de masticarlos en conjunto —explicó con detenimiento estirando de nueva cuenta su mano hasta sus labios. El encantarse la cegaba sobre el hecho, de que ni siquiera estuviese preguntando su apellido para no faltarle al respeto, el que ni siquiera se hubiese fijado los diferentes tonos que mantenía la piel ajena tras las prendas estudiantiles, pese a que algunas marcas sobresalían en las zonas expuestas a la vista. Y en caso de que así fuese... Extendió ahora el brócoli luego de acomodarlo sobre un pedacito de huevo, dándole de comer nuevamente. Fue entonces que se percató de algo; ¡la bebida! Le entregó los palillos y le acercó el bentō para que comiese a placer u voluntad, inclinándose un poco hacia la la otra tela blanca que cubría un perfecto recipiente de cristal, destapándolo con gracilidad. Té de sencha. Lo había preparado ella, de igual forma. —Toma —ofreció la bebida entonces. No le importaba si se lo acababa todo, estaba disfrutando en demasía el que alguien probase su comida el primer día de asistencia. Su padre estaría orgulloso.
Contenido oculto: me fui a mimir anoche sowwy uwu Noah, de momento, podía encontrarse en lo más próximo al mayor nirvana gastronómico que alguna vez hubiera experimentado. ¿Había algo mejor que estar comiendo sin necesidad de alimentarse por sus propios medios? Nada más ni nada menos que de la mano de una bella chica, pero mejor no pensar en eso. ¿Había algo mejor que estar comiendo algo tan delicioso y que ni siquiera se haya tenido que esforzar en prepararlo? Aquello era como ir a McDonalds, no pagar, y encima recibir un tratamiento premium, si es que existía. Pero, aunque estuviera prácticamente ebrio en su felicidad momentánea, había algo que él no podía obviar: el brillo en sus ojos y la emoción que se la comía viva en esos momentos. ¿Quién se ponía tan feliz de darle de comer a un perfecto extraño? A menos que... —Espera —le dijo en voz baja, justo después de prácticamente haber tragado a las apuradas, víctima de su propia sorpresa—. ¿Tú cocinaste todo esto? No había otra explicación al por qué se emocionaba tanto, ni por qué presentaba tanto énfasis en las combinaciones. Las tenía bien claras porque las había preparado ella. Y entonces la realidad lo golpeó durísimo, como un camión. Estaba comiendo de la mano de una bella extraña, y nada más ni nada menos que la comida que ella misma había preparado, y los tomatitos se quedaron pálidos al lado del rubor que tiñó la totalidad de su rostro. Nunca se había sentido tan agradecido por tener una taza de té en frente, pues de esa forma, podía esconder su vergüenza. Pero de qué servía, si al probarlo se dio cuenta de que también estaba delicioso. Más rojo, más nervioso. Y si bien tenía los palillos en su propia mano, la vergüenza se le hacía tan pesada que ni podía levantar su mano. Y la realidad lo golpeó, de nuevo, con la conclusión de sus delirios: aquello parecía una cita.
Sin percatarse cerró los párpados con notable agrado hacia el recibimiento de su preciado esfuerzo al disfrutar la cocina como un paraíso inmensurable, manteniendo una sonrisa suave en sus labios que comenzó a desvanecerse a medida que las pestañas se deslizaban hacia arriba, centrando sus orbes en él con lentitud, como si anteriormente no se hubiese dedicado más a sucumbir a sus deseos egoístas. Fue entonces que cayó en cuenta: Lo había arrastrado como un niño pequeño, lo había forzado a probar su almuerzo sin darle tiempo a pensar cuidadosamente, le había dado de comer en la boca. Al sentir el rostro caliente llevó un mechón de su cabello áureo tras la oreja, desviando sus pupilas violáceas. ¿Había hecho mal? Tragó. No, con su solo existir hacía bien a los demás. Y entonces, el ego volvió a su ser. —¿Te gustó? —susurró mirándolo de nueva cuenta, deslizando sus dedos por la superficie hasta llegar al bentō vacío, tapándolo con parsimonia, comenzando a cubrirlo con la tela blanca, logrando nuevamente aquel envoltorio similar a una flor cerrada. Era muy perfeccionista. —Noah —notó ahora, el tono amarillento en su piel—, ¿te untaste de algún resaltador, o alguna bebida azucarada? Sí, algunas sustancias podían manchar la piel. Y ella, era muy tonta como para diferenciar una agresión física de algún contratiempo cotidiano. Sí, eso sucedía cuando había crecido tras una caja de cristal, cuidada, amada y alejada de las realidades del mundo.
Un suspiro terminó saliendo de sus labios cuando escuchó aquel aviso, quería probar que tanto había perdido su "toque" luego de no haber practicado mucho deporte en los últimos par de meses, le resultaba curioso cuando menos, más cuando la personalidad de esa profesora parecía tan apasionada por la prueba en sí. Le recordaba bastante a algunos compañeros de su padre que solo sabían gritar ordenes para meter presión en los que hacían los entrenamientos de los cadetes haciéndolos sentirse algo más nerviosos al punto o donde podían mejorar su desempeño o terminaban teniendo más fallos de lo usual. ¿Así habría sido en la escuela? ¿Estudiantes habrían fallado por nervios o habrían hecho mejor? ¿Ella en que lado caería? Todos aquellos pensamientos los tuvo que dejar de lado cuando llegó a la cafetería para poder centrarse en la comida, y aunque en un principio solo iba a hacer fila para comprar algo, su atención se vio dirigida a una cabellera pelirroja que tenía una caja de madera algo grande en su mesa, comiendo con delicadeza, sin dudar más terminó por acercarse causando un pequeño sobresalto en ella. —¿Vas a comer todo sola o puedo acompañarte un poco?~ Las mejillas de Akizu se encendieron casi al instante, la realidad era que su tía había insistido en traer un almuerzo grande cuando le escuchó comentar que había hablado con un par de personas en el almuerzo el viernes, en su idea, ella debía ofrecerles de su almuerzo como agradecimiento de permitirle estar con ellas pero... no había visto a nadie, y con la lluvia solo incrementaba la cantidad de estudiantes que se movían por allí haciendo su trabajo más dificil, sumado al hecho de que ni siquiera sabía si iban a querer recibirla de nuevo por como habían terminado las cosas el viernes. —Si deseas acompañarme sería un placer para mí.—Acomodó la caja mejor entre ellas y de una bolsa de tela sacó otro par de palillos que le extendió para que pudiera comer con mayor comodidad, se presentaron y finalmente iniciaron a comer. Contenido oculto Disculpen el super relleno, queria a mis niñas comiendo juntas (?
Por un momento mi actuación se tambaleó, producto de la ternura que me dio el beso sobre mi cabello, pero me forcé en recuperar el mohín mientras descendíamos por las escaleras, en dirección hacia la cafetería. —Pero cinco es un número impar, queda feo para un postre. Y seguro se hace difícil de dividir —Y lo decía quien pidió tres y era un número impar, vaya contradicción—. Que sean seis. Y como soy benevolente, lo repartimos entre los dos y listo. Dejé la broma de lado al escuchar su mini-aventura del día y extendí mi mano libre hasta revolver su cabello, conciliadora. No parecía haber sido demasiado agradable, no. Al menos y con el gasto en postres que suponía, yo era mejor compañía, hmpf. —Ya, ya~. Al menos espero que no te veas obligado a repetirlo, una vez es suficiente —Abrí los ojos con sorpresa al escuchar el nombre de Emi y sonreí, con renovado interés—. ¿Ah sí? ¿A que es buena chica? Yo tengo a Aika y a Kash en mi clase, así que me alegra que Em tenga compañía ahora. Tuvimos suerte en encontrar asiento libre, habiendo llegado relativamente temprano, porque los alumnos estaban por concentrarse en la cafetería en cero coma. >>¿Yo? Casi me quedo dormida porque el inútil de mi hermano se llevó mi teléfono sin querer —suspiré—. Mira que estaba deseando que regresase a casa, pero ahora preferiría volver a ser hija única. Contenido oculto No sabía que echaba tanto de menos las charlas soft de estos dos ;-; Nekita
Observó con curiosidad a Yule. ¿Quién era en la vida de Shawn ? Se percató del comportamiento nervioso al cargar lo solicitado por Amery, procurando no observarlo, no deseaba hacerlo sentir incómodo en su presencia. Al menos, no ahora. Parecía de las personas que desarrollaban ansiedad social. Volvió entonces sus orbes a la sonrisa amable de Shawn. Se sentía agradable el que le sonriera de esa forma, pese a sentirlo algo tenso. —Té de menta —respondió con pasividad, escuchando los murmullos de los estudiantes al atravesar el pasillo, hasta llegar a la cafetería—, ¿todo está bien? —preguntó, procurando que solo él escuchase su voz, llevando su mano libre hasta su cabello negro, para dejar las hebras carbón tras su espalda. No había olvidado lo que guardaba en el bolsillo de su falda. <<Amery está en mi aula... y no es tan impecable como todos dicen que es.>> ¿Impecable? No tenía que ser impecable, con que fuese él mismo bastaba.
—Es mejor dividir cinco postres a dividir tres, así tenemos algo más de variedad, ¿sabes? —Casi le daba gracia que ambos hubieran dicho números impares pero el de él estaba incorrecto —, me gusta donde está yendo esta negociación...seis parece ser un número perfecto, así tenemos dos veces tu propuesta inicial~ Sonrió un poco más cuando sintió la caricia en su cabeza, era algo muy pequeño pero siempre le agradaba el tacto —Si sucede de nuevo tendré que escabullirme de nuevo, avisada estás si terminas viéndome fuera de tu casa escondido —Una risa se le escapó tan solo de imaginar eso, porque estaba seguro que su padre sabría exactamente a donde fue y si sentía la necedad de que fuera, lo iba a buscar —, lo es, bastante...de hecho, se convirtió en mi salvadora al dejarme tomarle fotos a sus apuntes de la semana pasada, ya no estaré atrasado. Una vez que se sentaron, abrió su caja de bento y sacó sus palillos —Piensa que ya tuviste que iniciar el día de forma algo más energética, no podías iniciar un lunes de manera tranquila, pero con todo eso...¿llegaste a tiempo?
Tal y como esperaba, la cafetería se encontraba a rebosar de estudiantes, atrapados en las instalaciones académicas debido a la lluvia. Su atención se dirigió por inercia hacia Yule; sus ojillos vibraban, abrumado ante la presencia de tantas personas juntas, pero sabía disimularlo con una entereza admirable. Revolvió su cabello con cariño fraternal sin voltearse a mirarlo y les indicó a ambos que le siguieran, en cuanto encontró una mesa libre. Shirai le siguió el paso, soltando un suspiro resignado, y su mirada azul se posó en Agnes cuando ambos quedaron atrás. Era un chico terriblemente perceptivo y avispado y pareció notar algo en los orbes carmín de la chica, algo muy distinto al profundo amor que derrochaban los ojos de Laila, de una tonalidad similar pero tan diferente a la vez. Pero si llegó a notarlo no dijo nada. Apartó la mirada en cuestión de segundos y siguió a su hermano en silencio. Él ya era mayorcito para saber con quién se juntaba. Dejó los bentos sobre la mesa mientras su hermano regresaba con el té de menta de la máquina expendedora. El albino le tendió la bebida y tomó asiento, escuchando la pregunta de Agnes sin detenerse a mirarla. —Claro, ¿por qué no iba a estarlo? —dejó caer con tranquilidad, pero su expresión corporal se notaba mucho más tensa que de costumbre. Le hizo un ademán a su hermano para que tomase asiento con ellos si gustaba—. Ah, sí. Agnes, este es Yule Shirai, mi medio hermano. Yule, esta es Agnes Astaroth, una compañera de curso. Yule pareció sorprenderse apenas. ¿Astaroth? ¿Había oído bien? —Es un placer —se inclinó con suavidad hacia ella, y pronto tomó el bento que le pertenecía de la mesa, mirando a Shawn—. Creo que iré a buscar a Gardner-san. Me agobio un poco aquí, ya sabes. El mayor pareció comprenderlo y agitó la mano, restándole importancia al asunto. Yule se disculpó, dirigiéndole una última mirada a Agnes antes de marcharse de la mesa. El albino suspiró, revolviendo su propio cabello con cierto cansancio cuando quedaron solos. —Lamento que no sea de muchas palabras, es un poco tímido. Pero es muy inteligente, y un gran chico —sonrió, con cierto orgullo tiñendo sus palabras. Señaló el té de menta sin borrar su expresión—. ¿Y bien? ¿Mejor? Sonreí victoriosa ante mis portentosas capacidades de regateo, habiendo pasado de un único postre a la ingente cantidad de seis. Podía ser una broma, ¿pero y si el destino me decía que debía probar suerte regateando en el mercado? Seguro que conseguía cosas interesantes a un módico precio. Y ya si eso, le compraría un detalle a Dante como agradecimiento por el descubrimiento de mi habilidad oculta. —En ese caso más te vale avisarme para que te haga hueco en mi cuarto —le apunté con un amenazador dedo índice, pues lo que menos quería era que se enfermase o algo así por andar escondido fuera. Dejé escapar una risa ante un recuerdo fugaz, sosteniéndole la mirada con decisión—. Puedo volver a crearte un escondrijo de emergencia como cuando éramos niños y te escapabas un rato de casa. Un futón, un par de mantas y... ¡Listo! Mi madre se pondrá de nuestro lado si tu padre aparece por allí, yo lo sé. Y no es como si hubiese sido la primera vez que pasaba, pero me sentía verdaderamente feliz de que algo así de nuevo fuera posible. Había echado mucho de menos las tardes de juego con Dante y ahora que éramos mayores, las posibilidades solo parecían crecer ante nuestros ojos. Asentí orgullosa ante la respuesta sobre Em; yep, eso es algo que ella haría. Nos parecíamos bastante en eso, de hecho. Siempre ayudando a los demás sin pedir nada a cambio. Imité su acción de abrir el bento y me llevé un mechón castaño tras la oreja, inclinándome para comparar ambos con curiosidad. —Sí, bueno, al menos ayudó a despertarme. Llegué cinco minutos tarde, pero nada grave —Mis ojillos se abrieron de la emoción al notar una pieza inesperada en su comida. Lo apunté con los palillos—. ¡Ah, tienes pescado en tempura! Te lo cambio por lo que quieras, anda, anda~.
—Ya no vas a poder retratarte después, que lo sepas —Aunque su intento principal había sido sonar amenazante, no tardó absolutamente nada en reírse de lo mal que sentía que había salido esa clase de impresión —, pero a decir verdad me parece un excelente servicio de escondite de tu parte, pero siempre me dará algo de vergüenza por tu madre, que tenga que cubrirme y demás, aunque antes era muy efectiva con mi padre, asi que siento que va a seguir teniendo ese efecto en él. Siempre lo había relacionado a que sabía que Liza era su amiga desde la infancia y para evitarse más tiempo perdido, siempre lo dejaba ser hasta que tuviera motivación de volver por su cuenta, de igual forma, siempre era muy reconfortante saber que podía ir a un lugar donde también se sintiera cómodo. —Me alegra, entonces realmente no te perdiste de mucho eso siempre es bueno... —Posicionó mejor sus palillos y tomó la pieza de comida en cuestión que Liza quería, llevándola al bento ajeno y él tomando a cambio uno de los huevos que ella tenía —, todo tuyo y realmente si quieres algún postre después de la comida, voy y lo o los compro, esa propuesta iba en serio.
Emily Hodges Me relajé un poco al escuchar a Kohaku diciendo que podrían venir si querían, así que acabé por asentir algo más emocionada cuando finalmente nos alcanzó, comenzando a caminar no mucho después. —Eh, pero si ya sabes como es senpai~ —dije, con tono quejumbroso, mientras avanzábamos. Bajamos pues hasta alcanzar la cafetería y, como cabía esperar, la misma estaba a rebosar. Seguro que muchos alumnos ni siquiera se esperaban que comenzase a llover, lo que aumentó la cantidad de personas que buscaron refugio ahí. Me llevé la mano hacia la frente mientras miraba alrededor, de puntillas, pero era bastante difícil distinguir algo entre tanta gente y siendo tan bajita. >>¿Ves algún sitio libre, senpai? —pregunté, llevando la mano libre hasta la manga del chico para llamar su atención. Porque... bueno, Katrina tenía prácticamente mi estatura así que... Contenido oculto Hola babes <3 Hitori Gigi Blanche
No había prestado atención directa al intercambio entre Sonnen e Ishikawa, sabiendo que el otro era un repugnante de cuidado, sobre todo con las pintas que se cargaba ese día, peores que cualquiera de los anteriores. Cuando el muchacho regresó con ellas se limitó a irse con ellos a la cafetería, sin comentar nada en realidad, y al llegar repasó con la vista el lugar, arrugando un poco el ceño por reflejo al escuchar el bullicio. Con todo fue ella la primera en avanzar a pesar de que Emily había acudido a Ishikawa, había puesto la vista sobre un grupito de chicos de segundo que parecía haber terminado de comer ya hace bastante y solo estaban ocupando espacio y robando oxígeno. Dejó caer el bento en el centro de la mesa, que hizo un ruido seco. —Bueno, guapos, a caminar. Durante los días de lluvia comen y se largan —dijo como si no le importara ser incluso algunos centímetros más baja que los tanuki que eran Emily y Anna. Uno pareció ir a reclamarle, pero otro le soltó un codazo y pronto se levantaron, para alejarse en dirección contraria. Ella entonces tomó uno de los asientos y se dejó caer con pesadez. Echar gente de las mesas era una habilidad que se perfeccionaba en los bares de mierda y bueno, le estaba siendo útil incluso allí a mitad de la escuela.
Emily Hodges Me dejé caer sobre los talones de nuevo cuando vi que Katrina se movía y observé sus movimientos con curiosidad, los labios formando una 'o'. Le dirigí otra mirada al chico antes de prácticamente arrastrarlo al no haber soltado su manga cuando comencé a caminar. Lo liberé en cuento alcanzamos la mesa y me senté en el asiento contrario a la chica, sacando mi propio almuerzo segundos después. —Qué miedo, senpai~ Contenido oculto Hold my lesbian ass for a second
Él también, por reflejo, se había puesto a escrutar los alrededores. Su estatura le confería ventaja sobre sus acompañantes pero, de cualquier forma, no fue necesario. Kohaku alzó las cejas, curioso, y siguió los movimientos de Katrina con una sonrisa divertida en constante crecimiento. Vaya, los había echado como si fueran basura. Qué tanuki más contundente. Se dejó arrastrar por Emily y, para cuando llegaron junto a Akaisa, la mueca divertida se había aplacado hasta ser ligeramente burlona y ya. —Sí que está lleno de gente —comentó al aire, antes de darse cuenta de algo y mirar a las chicas—. Ah, bebidas. ¿Qué quieren? Iré a la máquina.
Se encogió de hombros ante el comentario de Emily porque ciertamente no importaba mucho. Si se quedaban mirando hasta encontrar una mesa vacía iba a darles Navidad ahí de pie como estúpidos, así que era mejor acelerar las cosas, ¿no? Estaba destapando el bento que le había dado la chica cuando la voz de su compañero de clase llamó su atención, haciéndola clavar los ojos en él. No iba a ser ella quién le quitara el impulso. —Algún té —dijo luego de pensárselo un rato. No importaba de qué clase realmente. Luego sacudió la cabeza, recordando de repente que, a pesar de todo, tenía modales—. Gracias, Ishikawa. Si había algo que tenía, incluso a pesar de su carácter casi tímido o ansioso, era un orgullo que no se quedaba atrás con el del mismo Shawn. El comentario de Sonnen le había enterrado una estaca directo en el pecho y había estado a punto de atravesarla hasta salir por su espalda, para fracturarla irremediablemente, pero si algo no iba hacer era echarse a llorar por un idiota. No importaba que ese idiota fuese Shawn Amery. Lo había dicho ya. No era su madre para tenerlo vigilado y no era tampoco nada más para siquiera cuestionarle qué hacía. No era nada. Había terminado siguiendo a Kobayashi un poco en piloto automático, para acompañarla al salón para que sacara la famosa sorpresa. Fue breve, pero mientras la menor regresaba con sus cosas había desviado la mirad hacia la ventana del pasillo. La lluvia caía sin dar signo alguno de ir a detenerse pronto y sintió el frío colarse casi hasta sus huesos, erizándole la piel de repente. Si antes su mirada había chispeado de rabia, ahora estaba más opaca que nunca. Al menos agradecía que Jez no estuviese allí, con esa lluvia del demonio, porque bastaba con una persona con el ánimo por el piso. La voz de su kohai la sobresaltó un poco, logró sacudirse la apatía de encima y sus ojos recuperaron algo de brillo al ver la cajita que la chica traía consigo y cuando la abrió se le escapó un sonido suave de asombro, que para su sorpresa había sido genuino. Apenas la chica había destapado la caja el olor dulce de la vainilla y el chocolate le llegó a la nariz. Olía... a casa. En sus labios se formó una sonrisa pequeña, pero no por eso menos significativa. El gesto era de lo más lindo y le había caído al pelo ahora que le habían tirado el ánimo en cosa de segundos. Asintió con la cabeza a la pregunta y estiró la mano para tomar una, sin poder contenerse. —Permiso~ —murmuró antes de darle una mordida y masticar para no ir a hablarle con la boca llena—. Están muy ricas. Reinició la marcha mientras seguía comiéndose la galleta, que la verdad no le duró más que un par de bocados, y al llegar a la cafetería le echó un vistazo general al espacio, buscando alguna mesa. Notó a Akaisa junto a otros dos y, más allá, a Shawn y Agnes, Yule parecía haber decidido retirarse. Soltó una suerte de bufido bajo y cuando desvió la vista a otra parte notó que un par de chicas estaba dejando una mesa libre, a lo que prácticamente se lanzó para que nadie fuese a ganársela. Contenido oculto Mori uwu ahí 'ta la niña
Emily Hodges Tras escuchar la propuesta del chico, volví a buscar en la bolsa y saqué una pequeña botella de agua, enseñándosela con una sonrisa. —No te preocupes por mí, pero gracias~ Dejé la botella sobre la mesa y centré mi atención en el bento en cuanto el chico se alejó. Había aceptado muy segura de mí misma y podía estar tranquila mientras pudiese estar hablando con otras personas pero, en ese momento, habiéndome quedado a solas con Katrina... sentí los nervios asolándome de nuevo. Estábamos en mitad de la cafetería, lo sabía bien, pero su simple presencia me resultaba intimidante. Y luego me venían recuerdos de la noche del viernes a la mente y... Comencé a comer, sonrojada, sin apartar la vista de la comida en ningún momento. >>¿Qué tal estuvo tu fin de semana, senpai? —murmuré, sin pensar demasiado, simplemente para romper el silencio que solo me ponía peor—. A-ah, aparte del viernes, c-claro...
Se llevó un bocado de arroz a la boca luego de haberle respondido al muchacho y volvió a recorrer la cafetería con la mirada, notando algunas caras más o menos conocidas aquí y allá. A un par de mesas de distancia vio que se sentaba Meyer junto a una chiquilla de primero, aparentemente. Con el rabillo del ojo también le pareció tomar los nervios de Emily. ¿Todavía después de lo del viernes? Qué gracia. Contuvo la risa que amenazó con surgirle de la garganta al escuchar la pregunta de la muchacha. —Normal. Ya sabes, haciendo cosas de niña buena, pasando apuntes a limpio y esas mierdas —respondió con cierta diversión en la voz y luego la miró—. ¿Y el tuyo? ¿Te portaste bien el resto del fin de semana o no?
Emily Hodges —¿En serio? Por un segundo olvidé todo los nervios y levanté la vista para mirarla, sorprendida. Repentinamente, la idea de Katrina haciendo algo tan simple y común como pasar apuntes me resultó extraña como... como si me fuese imposible imaginarla teniendo algo en común conmigo. Ella también era una chica de nuestra edad, al fin y al cabo, ¿verdad? Aun cuando parecía guardar tantas cosas en su interior. Volví a apartar la vista, en aquella ocasión hacia un lado, y me rasqué la mejilla. No había perdido el sonrojo en ningún momento, eso sí. >>Uhm... m-más o menos... —admití, en voz queda—. V-volví a salir el sábado, ¡pero el domingo estuve estudiando también! Bueno, y cocinando todo esto —añadí finalmente, con una risilla. ¿Por qué le contaba todo con tanta facilidad a Katrina? Sinceramente, ni idea.