Prácticamente conocer a Fiorella seria un gusto para el, por que así lo entendí al ver su emoción cuando le dije que también era italiana, y en si hablar en italiano con Fiore era grandioso ella fluía claramente en su idioma natal, de seguro ella y el chico que ahora que tenia alado se llevarían muy bien, ademas no podía negar que aprendí también italiano gracias a ella. —Si, te la presentare algunos de estos días —sonreí—. Hablare con ella para cuando este disponible y pues nos reunimos en algún lugar de la academia ¿te parece?. Con eso mire a mi alrededor antes de ver mi móvil después de sacarlo del bolsillo de mi falda, faltaba no mucho para que acabara el receso así que no sabría si llegaríamos a la piscina, en eso le entregue unos del trozos de pastel cuando me hizo seña con el indice a que lo siguiera a la expendedora, lo hice sin mucho problemas, entonces cuando ya estuvimos frente a ella escuche lo que dijo sobre el chocolate y su pregunta. —Me encanta el dulce, pero no creo que vaya conmigo en si soy una mezcla extraña de la naturaleza humana por mi carácter —alce mis hombros mientras cogía el jugo que me entrego de naranja, hasta pude sentir una que una risilla se me escapo al escucharlo llamarme otra vez Sophita—. Por cierto me quedo nomas con el Sophita ¿no? ¿me llamaras así cada vez que nos veamos?- Lo mire sonriendo. >>Pero tranquilo no me molesta, para ser sincera eres el primero que me llama así —murmure tranquila mientras esperaba que lo que el pidió para el saliera de la maquina mientras añadía: —¿Entonces seguimos o nos quedamos comiendo aquí? —le eche un vistazo a mi móvil—. No falta mucho para que el receso acabe, así que si quieres pues te presento la piscina en el momento que te presente a Fiorella, si quieres claro esta. Contenido oculto Holis uwu, perdóname la demora <3,
Flotaba en el aire la promesa de conocer a su amiga y quedar en algún lugar de la academia los próximos días, por lo que la opción que me quedó fue asentir con energía. Apenas recibí mi porción de pastel, éste ya fue debidamente atacado con un pequeño pero sabroso mordisco, pues porque el hambre ya estaba pegando más duro que el sol. Tragué con la mayor elegancia que pude cuando Sophita me preguntó si la seguiría llamando con el nombre con el que ahora, precisamente, la llamaba: Sophita. —¡Por supuesto, estimada! —respondí con tono alegre y juguetón—. Tengo la costumbre de apodar a la gente con versiones chiquitas de sus nombres —me reí con ganas—. Así como te digo Sophita, a tu amiga de seguro la llamaré Fiorellita nada más verla. No es por quitar belleza a sus nombres, pero suenan bastante bien de esa forma, ¿no crees? —le devolví la sonrisa. Quedaba poco tiempo de receso, al menos eso fue lo que dijo la chica tras pegarle una revisada a su teléfono. Suspiré con un dramatismo teatral, pero al final me encogí de hombros. —¡Quedémonos comiendo en este lugar! —dije— Al menos aprovechamos para quedar bien frescotes con el aire acondicionado. ¡La piscina puede quedar para cuando nos veamos con Fiorellita! Así las cosas, invité a Sophita a una mesa, donde nos quedamos el resto del almuerzo conversando cositas así, cositas asá. Pasé un muy buen rato con ella, y me quedé con la dulce sensación de que valdría la pena repetir. ¡Claro que sí! Contenido oculto Holo, no pasa nada uvu Acá dejo el cierre de la interacción, quiero que sepas que las disfruté mucho y que hay que repetir. Sophie es un amor <3
Para el final del día de ayer seguía sintiéndome para el culo, algo del dolor me regresó al cuerpo y me la tiré despierto hasta las dos de la mañana, momento en que le mandé el mensaje a Shimizu diciéndole que si quería nos podíamos juntar el receso siguiente porque todavía me sentía mal, el cabrón ya me había soltado que podría ser entonces así que me tocó internalizar que él y el famoso cuco estaban en la academia. Es más, por rebote asumí que la chica en cuestión debía ser mi compañera de clase porque no sabía de qué otra forma se habría dado cuenta de que estaba aquí. El tema era que no creía que me diese la cabeza para tener una charla de esa índole, mucho menos luego de que Tora y Bernard me dejaran las neuronas desgastadas. Que a ver, toda cosa que uno se propusiera en la que se quisieran buenos resultados necesitaba algo de sacrificio, tampoco era idiota, pero había que reconocer cuándo era más contraproducente que útil y a mí me parecía que ese era el caso. Total que Arata me contestó poco antes de que empezaran las clases, fue un Ok de lo más escueto y lo dejé en visto. Para terminar de hacerla, Diekmann llegó a la academia venida de la putísima nada y se me ocurrió que tenía demasiados hijos dorados de la mafia extranjera cerca, más de lo que me gustaría y eso que ni siquiera sabía que la otra chica estaba en la clase contigua. En mi defensa yo solo quería un buen nombre en mi expediente académico, no venía aquí por otra razón, pero la cosa estaba bastante espesa. —Pues eso, que la cría me preguntó que a qué me dedicaba y eso es completamente diferente a preguntarme por mis hobbies, ¿sabes? —explicó Sakai casi en un susurro en relación al incidente de ayer—. La cabrona olía a problemas de todas formas, ¿viste a Diekmann en las fotos y ahora resulta que aparece en la puta academia? Me cago en mis muertos, como sea igual de intensa nos fuimos a la mierda. —Tú procura no acercarte y todo el mundo tranquilo, Tora —le dije sin mucho ánimo mientras compraba algo en la máquina expendedora de la cafetería—. Y si te preguntan a qué te dedicas otra vez, hombre, di que trabajas a medio tiempo en una tienda de conveniencia o algo. No me hagas pasar por ese martirio otra vez en tan poco tiempo, estoy agotado. No me respondió como tal, se limitó a chasquear la lengua y cuando le dejé espacio en la máquina se puso a ver qué elegir. Estaba medio indeciso, pero al final pilló un jugo cualquiera. Contenido oculto Insane ahí te dejo a los pendejos
Los nuevos estudiantes y eso llamaron la atención de la clase, era inevitable, ser el nuevo no era por demás algo que pasará desapercibido. Escuché que escogieron a una de las chicas para darles el tour en lo que me desperezaba en mi asiento, siguiendo luego con la mirada a Craig en lo que salía del salón, notando que llevaba el almuerzo con él. Era algo absurdo estarlo viendo en medio de la clase y apenas lograr un saludo. Suspiré en lo que sacaba de mi mochila el dinero de la billetera, levantándome por fin para salir del salón y caminar escaleras abajo. Me fui tarareando una de las canciones que le había compartido a Hal por Instagram, y ya llegando a la cafetería compré un bento, terminando luego sobre mis pasos hacia máquina expendedora, escuchando parte de su conversación sin intención alguna, fingiendo lo contrario en lo que rebotaba la bebida que había seleccionado uno de ellos. —¿Está frío? —pregunté para saber si seleccionar la misma bebida que él—. Ayer compré uno acá, y salió al clima, no sé si estará defectuosa la máquina o fue mala suerte. Sonreí con ligereza, casi que pidiendo permiso para insertar las monedas. Andaba muy encasillada con estar cuidando a Hal, tanto que si lo pensaba detenidamente me había aislado de conversar con los demás, el trabajo, la beca y eso... Un descanso mental no estaba de más.
En cierto punto de la conversación noté al tercera presencia, el tema era que se me hacía más extraño callar a Tora que dejarlo seguir hablando y solté lo último un poco para que cerrara la boca con otra excusa. Así lo hizo, abocando su atención en el jugo y mientras estaba abriéndolo la voz de la chica nos alcanzó; él giró le cuerpo primero, el cascabel de su pendiente anunció el movimiento incluso antes de que lo concretara y yo me volteé a medias. No era de nuestro salón, eso era todo lo que sabía, y ninguno de los dos le sacaba diez centímetros de altura siquiera. Tora atendió a su pregunta, probó el jugo y asintió con la cabeza, con lo inofensiva que le pareció la pregunta fue capaz de comportarse como un ser normal, para variar. —Tal vez acababan de rellenar la máquina —dijo luego de bajarse el trago—. Este salió frío. Cuando noté que la muchacha casi estaba pidiendo permiso para poder insertar las monedas estiré un brazo hacia Sakai, lo jalé un poco en mi dirección y le dejé el espacio libre a la muchacha. El otro hasta entonces se dio cuenta que estaba estorbando, así que después de que lo aparté hizo una reverencia japonesa a cagar en forma de disculpa y siguió bebiéndose su juguito como si fuese un niño bueno. A mí no me quedó más que contener el suspiro resignado que hubiese querido soltar. Eché un vistazo general al espacio, me di cuenta que la chica parecía andar sola y pues nosotros seguíamos adaptándonos a ser los nuevos del salón. Había pasado un poco de ser el cabecilla de la clase a no tener dónde caer muerto, pero daba igual. —¿Quieres almorzar con nosotros? —le pregunté sin ningún tapujo, alzando el bento que mi madre había preparado para mí y para Sakai—. Si no tienes otros planes, quiero decir. Somos nuevos, no conocemos mucha gente todavía.
Era una opción, es decir, una que no había contemplado en su momento, lo de que quizá habían hecho un nuevo surtido en la máquina expendedora. En cuanto el chico de cabello rojo lo atrajo hacia él, quitándolo del paso disimulé la sonrisa, no era burla, sino más bien algo de ternura por la consideración. Saqué entonces las monedas en lo que recibía la reverencia. Japonés, sin duda. —No te preocupes —murmuré seleccionando el mismo jugo que él, inclinándome para sujetarlo—, sí, está frío —murmuré con un dejé de satisfacción—. Últimamente hace demasiado calor. Volví a enderezarme en lo que deslizaba mis pupilas al que me dirigía la palabra. Ellos eran nuevos, yo aunque llevaba más de un mes, no era el mejor punto en conseguir amistades, por lo que me causó algo de gracia pero era justo lo que buscaba. Alcé mi bento también, aunque el de él parecía hecho con cuidado, el mío era uno más del común. —De acuerdo. Reposé la lata fría en mi cintura en lo que pensaba. La cafetería era un lugar bullicioso, por lo que prefería almorzar más al aire libre. Regresé la vista al chico de cabello rojo, no era por nada en especial, pero parecía el de más iniciativa. —Vamos al patio, no está lejos y suele ser agradable almorzar ahí —me di vuelta sobre mis talones, siguiéndome el cabello azabache en el movimiento, dispuesta a empezar a caminar, pero fue entonces que miré sobre mi hombro—. A todo esto, ¿cómo se llaman?
En mi defensa, hacía mucho calor como para que le llevara el apunte a mis alrededores con la atención usual, eso y que quería quejarme de la mierda de Bernard desde ayer, pero no quise joderle más el día a Rowan en la vuelta a casa ni nada. De hecho ni siquiera me detuve a pasar el rato con él, lo dejé en el apartamento de su familia y me fui para que el imbécil descansara o al menos lo intentara. El punto era que noté la presencia de la chica hasta que Ro dijo que estaba agotado, haciendo que me callara en vez de seguir incordiándolo. Hasta yo sabía que este cabrón tenía la paciencia de un iluminado, al menos hasta que le tocabas demasiado las pelotas, así que tampoco quería tentar a mi suerte. Lo que menos se me apetecía era cabrear a Ro, no conociendo lo que podía implicar para su propia salud y para mi integridad. Le respondí a la chica lo del jugo ajustándome de inmediato a la idea de jugar a la casita, como me había impedido ayer Jean, y hasta me disculpé con una reverencia cuando Rowan me hizo a un lado. ¿Me importaba realmente hacer amigos como parecía importarle a Ikari? No, pero que andar cagándola tampoco era mi opción principal y en sí la chica esta lucía capaz de comportarse, así que todos ganábamos. Miré al pelirrojo por el costado cuando la invitó a almorzar con nosotros, luego regresé la vista a la chica y esperé por su respuesta, terminó por alzar el bento también y accedió sin más. Había mirado a Rowan al responder, lo esperable siendo que era el que tomaba la iniciativa con todo, y propuso ir al patio para luego girar el cuerpo. Seguí el vaivén de su cabello entonces, fue una cosa automática a decir verdad y no respondió a nada en particular, y la miré cuando ella nos observó sobre el hombro. —Sakai Torahiko —solté de inmediato sin molestarme a girar apellidos ni una mierda aunque ella tuviese pintas de extranjera, a la vez le seguí los pasos—. Solo Tora está bien. El pelo de fuego es Ikari. —Rowan —completó acompasándose a nuestro andar—. ¿Y tú?
En lo que bajamos supuse que no tendríamos el tiempo de ver varias cosas, a la final suponía que al día siguiente podía darme una vuelta sino me daba pereza y le decía a Craig que fuéramos a la biblioteca, con el calor que estaba haciendo estos días no se negaría a ello. Llevé entonces el dedo índice y corazón hasta el cuello de la camisa, aflojándolo al llegar a la cafetería. —Algo rápido —respondi a Eun-bi, repasando lo que había y como acababa ella de decir, mucho de dónde escoger. Metí las manos en los bolsillos y comencé a caminar hacia la fila. Suponía que ellas dos también comprarían por lo que caminé sin prisa, formándonos atrás de la mujer de cabello oscuro y los dos muchachos que venían con ella. Creí haberla visto antes por lo que en algún momento la repasé con la vista y ya luego me fijé en en el móvil al asociarla como una chica de nuestra clase. Abrí el chat con Craig y le envié un sticker de un gato negro abandonado, tal cual como me había dejado en el receso. Ambos me habían hecho el favor de acompañarme, a lo que noté que Ikari no había borrado la forma en que me había guardado, por lo que en lo que caminaba me pensé el hecho de que probablemente no tenía pareja, es decir, de lo contrario la persona querida si lo viese podría ponerle algún problema -en definitiva yo me sentiría extraña si viese algo así en los contactos de mi novio, no sé-, y no era en realidad mi interés el saber si tenía o no pero por alguna razón me pasó por la cabeza y nada que hacer. Asentí con su comentario sin ver el celular aún al tenerlo en silencio en el bolsillo de mi falda, continuando por el pasillo. —¿Ustedes suelen comer algún dulce luego del almuerzo? No postre, sino como un caramelo —los miré por encima del hombro en lo que Rowan ya se acoplaba al ritmo del grupo al quedarse atrás por andar con el celular—, suele ser como un antojo —comenté risueña regresando la vista al frente. Denoté al moreno con las dos chicas cuando llegamos a la cafeteria; la profesora le había asignado una guía a él y a la chica nueva, por lo que me surgió la curiosidad —¿Y qué tal les fue en su primer día de clase? ¿Les asignaron a alguien para el recorrido que les enseñó todos los rincones? Era gracioso el hecho de que a pesar de llevar más que ellos hasta el momento estaba segura de no conocer todos los espacios de esa escuela, al permanecer en el almuerzo en la cafetería o en el patio donde estábamos. Y si me encontraba con Hal solía ser en algún salón de clase desolado para acompañarlo. Empecé a hacer la fila que estaba relativamente corta en lo que reposaba el peso de mi cuerpo en la pierna derecha, repasando los sabores de las frituras. Limón con una soda estaría bien para él.
La verdad era que no teníamos nada mejor que hacer, ¿cierto? Así que daba igual si acompañábamos a Manson a la cafetería antes de que sonara la campana, por eso accedí. Había husmeado por encima los mensajes que Rowan le envió a la chica antes de acompasarme a sus pasos, así que noté cómo ella se había guardado a sí misma y el hecho de que a él, como tantas otras cosas, no parecía molestarle lo suficiente. Era el mismo que dejaba a Akaisa beber gratis en tanto tuvieran el polvo de rutina. —¿Hmh? No realmente —respondí a lo de comer algo dulce luego del almuerzo—. Si lo hago sí es en plan postre, la verdad. —Y yo no soy mucho de dulces en general —añadió Ro al volver a incorporarse a la conversación. Antes de volver al resguardo del edificio él alzó la vista al cielo, la mantuvo así unos segundos y luego la volvió al nivel del suelo, apenas un segundo antes de que la sombra nos recibiera. Eran la clase de cosas que solía hacer Rowan, ni idea, parecía fascinado con cosas de lo más sencillas la mayoría del tiempo. —Ah, sí. ¿Creo que antes Tora lo mencionó? Que la chica había sido muy amable y no sé qué —respondió Ikari a la siguiente pregunta—. Alethea Ethans fue a la pobre a la que le tiraron el muerto de darnos el tour; cabello y ojos azules, muy bonita. Nos dio un tour general y luego nos llevó al invernadero porque yo quería verlo. ¿Te gustan las plantas, Kathe?
Después de haberle confirmado a Eun-bi que había llegado a Japón no hace poco, noté la sonrisa que nos ofreció se la devolví sin más en sí sentía que no se me había hecho difícil acostumbrarme a todo, las pocas semanas y días que llevaba aquí. Pero suponía que dentro de mi le agradecería que quisiera ayudarnos y obviamente se las pediría no era una persona que despreciara algo. Siendo como fuese mi carácter, pues lo había heredado de mis padres, los dos eran unas personas difícil de tratar y yo no era mucho menos, excepto que Eda se había encargado de enseñarme cómo tratar a las personas con carácter tranquilo como Eun-bi. Asentí poco a poco cuando mencionó que podríamos buscarla si teníamos algún problema después del tour. Entonces seguimos caminando y yo por mi parte iba procesando la información sobre los lugares que nos enseñó antes de bajar a la planta baja, íbamos hacia la cafetería así que la seguí en silencio cuando empezó a dirigirnos hacia allá, sobre la pregunta que hizo la respondí después de que el chico lo hiciera justamente cuando ya entrabamos a ella . —No soy mucho de comer, así que de seguro pediré algo leve —respondí cuando el chico empezó a caminar hacia la fila, en si no me di cuenta quien estaba atrás o adelante de nosotros, bueno la cosa cambio cuando decidí alzar la cabeza para preguntarle algo a Eun-bi visualice una chica con cabello oscuro y otros dos chicos que estaban con ella mi vista se poso en el noto de sus cabellos—. ¿Tu quieres algo? no me molestaría comprarte algo así que puedes pedir lo que quieras, tómalo como un agradecimiento por el tour. Eso lo había dicho cuando había apartado mi vista de ellos para posarla en Eun-bi. Pero ahora que lo pensaba bien, el color de cabellos de esos chicos se me hacían conocidos. Sabia muy bien que si se trataba de quienes pensaba que eran no era el momento para encontrarme justamente con ellos ahora. Simplemente recordé las palabra de Eda. Sabes como pasar desapercibida ¿no? así que hazlo, ahora no es el momento para que se den cuenta de que estamos aquí, por lo menos espérate unos días. Si supiera que los tenia casi cerca.
En lo que escuchaba la respuesta de ambos sobre comer un dulce luego del almuerzo señalé a la señora de la cafetería las frituras de limón y la Coca-Cola. Saqué el dinero de mi bolsillo y esperé la devuelta luego de haber murmurando sobre los dos caramelos, uno de chocolate y otro de mandarina. Recibí lo que solicité y me aparté de la fila. Había comprendido que no era mucho de sabores dulces, por lo que opté por lo agridulce, quizá era más como Hal en eso. —¿Y qué tal lo ácido? ¿Te gusta? —pregunté extendiéndole primero a Tora el pequeño caramelo de chocolate, y luego a Rowan—. No sé si los has probado antes. Ya con una mano libre sujeté la lata de refresco que había dejado apoyada en una de las mesas libres, continuando con las papitas en la otra. Mencionó el nombre de la muchacha que les dió el tour y la característica física que no venía a cuento, pero ahora me había hecho preguntarme qué diría la gente de mi luego de conocerme. De esas dudas que no aportaban mucho. Pestañeé pensando lo de las plantas y junté mis labios, como si comprobará aún el brillo hidratante en éstos. —No son de mi interés como tal, pero mi abuela paterna tiene varias plantas en casa, supongo que me parece lindo es el cómo cuida de ellas —descansé entonces la cadera contra la mesa, en lo que les regresaba la pregunta—. ¿Y tú tienes algunas en casa, Ro, o tú, Tora?
En nuestra defensa, habíamos entrado en la cafetería bastante distraídos y justo ahora no estábamos en modo sabueso ni nada, incluso luego del incidente de Bernand con la foto con tres cuartos de los hijos de la mafia extranjera en ella la verdad era que no andaba buscando sombras en las esquinas más allá del fact de que Diekmann había aparecido por generación espontánea. Igual su esfera era distinta a la nuestra, Tora y yo entrábamos por pasta, ellas entraban por linaje, justo como el hijo del viejo Dunn. Eran versiones pequeñas de los árboles que sus padres dominaban. ¿Nosotros? Nosotros íbamos a fiestas pijas, pero en la calle solo éramos peones y yo me disfrazaba de rey. Mi hermano me había cedido un trono de humo, uno que yo seguía ocupando solo porque sabía que alguien peor podía tomarlo y entonces debería preocuparme por otras cosas. No éramos de la misma especie, puede que ni del mismo planeta. En asunto era que por eso no reparamos en la presencia de la rusa, ni siquiera Tora que vivía esperando hostilidad hasta de una sombra, y cuando creí percibir un chispazo blanco por el rabillo del ojo no encontré nada, el grupo de gente que ya se preparaba para ir regresando a los salones o para hacer una última cosa antes de la campana debió cubrirla. No le llevé mucho el apunte, hasta donde había visto en esta escuela abundaban los albinos y percibir destellos blancos aquí y allá era más bien lo esperable. Qué poco sabía, de verdad. Nos quedamos en la fila con Katherin, la chica pidió algunas cosas y su pregunta me pescó distraído, así que giré el rostro para mirarla con algo de confusión. Tora aceptó el caramelo con entusiasmo, de hecho lo sacó de su envoltura de inmediato y se lo llevó a la boca después de agradecerle a la chica. Cuando extendió el otro hacia mí entendí por qué había hecho la otra pregunta, reí por lo bajo, acepté el dulce aunque me lo guardé en el bolsillo para más tarde y le agradecí igual que Sakai. Manson atendió también a mi pregunta de las plantas, asentí con la cabeza para que supiera que le prestaba atención y sonreí con calma. En sí no era bueno cuidado plantas, se me olvidaba regarlas muchas veces, pero al final mi padre se acordaba y las que teníamos seguían vivas por él. —Tengo pero me olvido de ellas, al final es mi padre el que las cuida la mayoría del tiempo aunque sea yo quien las compra. Al verlas pienso que son bonitas y las compro por impulso —resolví junto a una risa. Luego de decirlo se me ocurrió que podía sonar caprichoso a cagar, comprando plantas solo porque me parecían agradables a la vista y después olvidándome de su existencia. No me corregí, habría sido peor, pero esperaba que a la chica no se le ocurriera extrapolar esa opinión al cómo veía a las personas ni nada. —A mí no me mires, te puedo matar un cactus y eso casi ocupa esfuerzo consciente. En sí cuidar cosas vivas se me da mal en general —contestó Tora con tal honestidad que rozó el sincericidio—, por eso Rorin se tiene que cuidar solo. —¿Pero por qué lo haces sonar como si fuese un perrito? Ya de por sí se supone que me cuide solo por default —Me quejé luego de un suspiro pesado y volví la mirada a la chica—. ¿Tienes todo lo que necesitas entonces? Te podemos acompañar a tu clase. Contenido oculto imagino que por acá voy cerrando por si acaso uwu estuvo nice el almuercito de los niños
Con la propuesta de mi parte hecha, llegamos finalmente a la cafetería, y no tardamos en ponernos en la fila para que mis dos acompañantes pudiesen pedirse lo que quisieran para comer; curiosamente, los dos estuvieron de acuerdo en que querían algo ligero. Tal y como había supuesto, no había demasiada gente haciendo cola a aquellas alturas del receso, lo que significaba que íbamos a poder comprar lo necesario sin tener que esperar demasiado. Mientras avanzábamos en la fila, sin embargo, escuché la voz de la chica volviendo a alzarse para indicarme que ella me compraría algo si así lo deseaba y no pude evitar pestañear rápidamente un par de veces, teniendo que procesar la oferta. —¡Oh! Muchas gracias, pero no es necesario —dije finalmente, recuperando la sonrisa amable que había tenido hasta el momento—. Podemos ir al patio norte en cuanto compréis vuestra comida. Hoy hace buen día, así que seguro que se está muy bien fuera~ Contenido oculto no creo que pueda postear más en lo que queda de día, so cierro por aquí uwu
Relajé los hombros como a quién le da igual, a fin de cuentas había terminado resignándome a lo que comiera, aunque supiese que eran mejor sus oniguiris que los que vendían por aquí. Al bajar a la planta baja, y cruzar por el pasillo era notorio el sol como se reflejaba contra los ventanales, y aunque la cafetería no era de mi gusto al rebolotear de gente no tenía ganas de subir o buscar otro sitio más desolado, por lo que no hice ningún gesto al entrar y escuchar voces por doquier. Fijé la máquina expendedora e hice fila tras un grupillo de chicos, cuando se movieron ingresé las monedas, comprando un café negro, frío como tal, especificando al presionar el botón que señalaba la marca sin azúcar. La miré entonces, por el rabillo del ojo. —¿Qué te gustaría tomar? —un minímo de decencia por hacerla perder el tiempo si que tenía, y más si me iba a disponer a recibir parte de su almuerzo. Entre tanto, fijé una mesa vacía, sujetando la lata de mi café luego de comprobar que no parecía que se fuese a ocupar dicho espacio en una de las esquinas del lugar, por lo que di un vistazo en los ingredientes solo para comprobar la ausencia de los azúcares añadidos. No era una marca muy reconocida, por lo que al menos agradecía que estuviese presente en esta escuela, aunque en una presentación distinta. Relajé el brazo con la lata a mi costado, dirigiéndome de nuevo a Shiori. —Sentémonos allá —indiqué con un movimiento de cabeza el lugar solo para que lo mapeara luego de ingresar más monedas a la máquina, a la espera de su opción para presionar el botón de lo que ella quisiera tomar.
No esperaba grandes reacciones de este chico, la verdad fuese dicha, así que solo continué mi camino sin más. Iba a pasar directo a buscar una mesa, pero noté que él se quedaba en la fila de la máquina así que detuve los pasos y me quedé a su lado para esperar que comprara lo que quisiera. A mí no me hacía falta nada, traía la botella de agua bajo el brazo, y aunque calificara como decencia mínima no conté con que él me preguntara qué quería tomar. —Un jugo de frutas —respondí bastante en automático, pues porque era la misma que le había rascado golosinas a Altan por un tiempo sin una pizca de remordimiento. En lo que el jugo en cuestión caía noté dónde señaló que nos sentáramos y asentí con la cabeza, despacio. Me agaché para tomar la bebida, al enderezarme giré el cuerpo para dirigirme a la mesa que seguía sin ocuparse y me senté dejando las cosas en su superficie para luego sacarme el cabello de los hombros con un movimiento de mano. Miré a Paimon, inalterable, y esperé a que se sentara. —Eso no salió muy bien, ¿cierto? ¿Hacía falta señalarlo? En lo más mínimo, pero me había causado cierta gracia su molestia, como si fuese algo regular.
Presioné la opción que escogió y la esperé hasta que ya tuviera su bebida, para encaminarme con ella hasta la mesa. Dejé la lata sobre la superficie y me senté luego de que ella lo hizo, sacando el móvil para responder de manera distraída el mensaje de mi hermana mayor. Me había mandado la foto de la portada de un libro, por lo que le escribí que no lo recomendaba, no me había parecido interesante aunque lo terminé porque no podía quedarme a medias. Fue cuando la voz de Kurosawa me alcanzó que la miré, bloqueando el aparato. —Mi padre siendo mi padre —murmuré de manera vana, porque tampoco me apetecía darle largas al tema. Además de eso, no había que ser un genio para darse cuenta que de nuevo, me la había encontrado estando sola, o bueno, ella me había encontrado a mi, quién sabe. Recosté el codo sobre la mesa, y en el dorso de la mano descansé el mentón, repasando sus pupilas al decidir ignorar el ruido exterior. —¿Y qué traes hoy para envenenarme, Shiori?
Lo de siempre, no esperaba una respuesta demasiado elaborada de su parte y eso fue lo que recibí, pero de todas formas me sirvió para hacerme una idea de la naturaleza de ciertas cosas. Además desde que había sucedido la broma o el fiasco, no sabía qué nombre darle, había estado enviando mensajes así que al menos a alguien tendría que estarle contando la situación. No vi gran cosa que añadir de todas maneras, así que comencé a desenvolver el bento y no me cuestioné si él, así como Craig, se molestaban en pensar que encontrarme sola por la escuela parecía ser una constante. En este punto de la vida daba un poco lo mismo, había retrocedido, me había arrancado y estos eran los resultados. Era el menor mal posible luego de un caos de proporciones astronómicas. —Trocitos de pollo con miel y salsa de soya, arroz, verduras horneadas y ya —contesté a su pregunta sosteniendo su mirada y empujé el bento suavemente en su dirección—. Puede que todo tenga veneno, lo sabremos hasta que lo pruebes.
El pollo con miel solía ser un alimento fácil de preparar si se encontraba un punto de cocción en el hacer el pollo para evitar que quedara chicloso, o demasiado duro, y aún así no dejaba de ser agradable el comerlo, por lo que en algún momento eché un vistazo al bento. Era un almuerzo sencillo, y con lo que había dicho de los onigiris suponía que lo había preparado ella. Seguí el hilo de su chiste del veneno sin reaccionar realmente, sujetando los palillos de ella pues porque no me habían empacado ni un par, y para ser sincero no tenía ganas de hacer esa fila por un tenedor y no sé, la muchachita me daba la idea de que podría tener alguno extra para ya quedarme yo con los palitos de ella. —¿Te molesta si doy el primer bocado? —esperé cualquier indicio de respuesta aunque ya había tomado el atrevimiento de sujetar un trozo de pollo, llevándolo ya hasta mis labios para masticarlo. Ubiqué las pupilas en un espacio no específico hasta tragar el alimento, y ya luego sujeté de las verduras e hice lo mismo. Lógicamente no sabía cómo la cocina de mi padre, ni la mía, pero aún así: —No está mal —murmuré dejando los palitos y destapando la lata del café frío para beber un sorbo.
Era una chica de dieciséis años, jamás me iba a poner a preparar cosas elaboradas cuando tenía que ocuparme por estudiar, ayudar a mi padre en la tienda y pretender sobrevivir a secas. Sobrevivir era lo que llevaba haciendo desde hace años de por sí, por lo que me había entretenido con cosas relativamente sencillas pero que al menos tuvieran cambios de sabor y textura de tanto en tanto. Era un poco aburrido comer siempre lo mismo después de todo. Después de empujar el bento en su dirección lo vi tomar los palillos y anclé un codo en la mesa para reposar mi rostro en la mano. Lo observé con algo parecido al desinterés, negué con la cabeza a su pregunta de si me molestaba que diera el primer bocado y esperé a que lo hiciera. Sabía que no iba a alcanzar el nivel "chef profesional" ni "hijo del chef profesional" pero me valía que fuese solo capaz de masticarlo. —Obviamente —contesté a lo de que no estaba mal—. Me encargo de prácticamente todos los tiempos de comida en casa desde hace ya un rato, tengo que saber preparar algo que sea aceptable o todos habríamos muerto de hambre. Dudaba mucho que mis padres me reclamaran si algún día les servía algo que no supiera bien, vaya, si no me habían reclamado una sola cosa en cuatro años, pero entonces era yo la que no quería comer cosas feas. Mantuve la posición, pues porque la verdad era que no cargaba más palillos, y crucé las piernas bajo la mesa. Usé la mano libre para tomar el jugo, me las arreglé para abrirlo y le di un sorbo. Vi el sol que hacía afuera por los ventanales, suspiré y regresé la atención a Paimon. Su indiferencia me permitía reducir un poco la personalidad activa que poseía, algo parecido había pasado con Altan los meses que estuvimos revueltos y la cosa no terminaba de ser desagradable. —Come cuanto quieras, solo traía un par de palillos.
Lo había notado, el que esta niña se comportaba más simple en este momento que el día anterior en la piscina, o en la mañana de los casilleros, por lo que me pregunté si era una máscara lo que usaba para conversar con personas más sociables, carísmaticas o amables de lo que yo podría llegar a ser. O si a la final, era su rostro real pero se permitía bajarle a la hiperactividad con un desinteresado como lo era yo. Tampoco me importaba en realidad, eran simples observaciones que salían en automático. —¿Y tus padres no suelen cocinar en ocasiones? En lo personal, me entretenía la cocina, pero viviendo con mi padre eran contadas las veces que me metía a la culinaria por hambre, lo hacía más por experimentar, probar que otra cosa. Ya del resto se encargaba él, y de lo contrario alguna persona del servicio, aunque esto solo pasaba si él se encontraba de viaje por alguna razón laboral. Seguí sus movimientos de manera vaga en lo que bebía del café, se había hecho un leve problema abriendo el jugo pero a la final lo pudo hacer sola, así que fingí no notarlo. Ya cuando mencionó lo de los palillos entorné los ojos, evitando suspirar en realidad. Craig lo había mencionado, el que era quisquilloso y detestaba compartir implementos o alimentos en sí, pero en este caso, era ella quien los estaba compartiendo conmigo. Cogí otro trozo de verduras, comiendo con calma igual y ya luego le regresé los palillos. —Ahora come tú —murmuré en lo que desbloqueaba el móvil al éste vibrar, era mi hermana, que me estaba haciendo una video llamada, la cual rechacé.