Interior Cafetería

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Reual Nathan Onyrian

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    Asentí a lo que me iba diciendo, mientras me habría paso. Dos años, ¿eh? Y medio, encima. Era bastante tiempo que estaban solos. Era raro para mí. Nunca había vivido solo. O sea, era bastante independiente, y había veces que me iba y no volvía en semanas, para disgusto de mis padres (llegó un momento en el cual directamente dejaron de preguntar en donde estaba; si no les avisaba, es que todo estaba bien), pero nunca había vivido solo. Suponía que era una experiencia distinta. ¿Y cómo había dicho? ¿En otra prefectura distinta? ¿Prefecturas serían como otras localidades? ¿Cómo otros barrios? Suponía que lo primero, si estaba a hora y media de viaje. Mierda, de verdad tenía que ponerme a estudiar. No podía ser tan ignorante con estas cosas.

    — ¿Veintitrés barrios? Creo que tiene más sentido que sean como intendencias o localidades, sí. En especial teniendo en cuenta lo grande que es Tokyo. ¿Y por qué se mudaron a Japón? ¿Por trabajo? ¿Los estudios de tu herman0? No me acuerdo si te lo pregunté. Tal vez sí. Ni idea —me encogí de hombros, y luego negué con la cabeza ante su propuesta, sonriendo.— Nah, no te preocupes. Tengo experiencia en estas cosas.

    Levanté la bandeja por sobre mi cabeza, y la fui llevando así hasta que llegamos a la mesa que había elegido Joey. Deposité las cosas en la misma y me senté, soltando un suspiro de relajación. Me troné el cuello, como de costumbre, y me dispuse a atacar mi almuerzo, mientras le iba soltando mi idea a Joey. Y por la reacción que había tenido, parecía que le había agradado mucho. Contemplé con curiosidad su rostro. Por alguna razón, sentía que no sonreía así tan a menudo. Bueno, misterios de cada uno, suponía.

    — ¡Sí, genial! Sin problema. Lo organizas tú, eso sí. A menos, obvio, que quieras tener la Jackxperience de no saber a donde diantres te diriges y ser detenido por la policía porque no puedes hacer ejercicio en plazas públicas. Eso de verdad me sorprendió, la verdad. ¡Encima son tan lindas y están tan bien arregladas! Y algunas tienen barandas y bancos justos para hacer acrobacias. O sea, puedo entender el razonamiento, la verdad, no es como si fuera un total disidente, pero al menos que te dejen hacer ejercicios tranquilos. Ejercitarse al aire libre es como lo mejor que uno puede hacer. Eso es algo que sinceramente extraño de casa.

    Solté una risa baja, y continué comiendo, con la mirada algo baja. Vaya, que fácil era ponerme melancólico. Se me hacía difícil superar ciertas cosas.
     
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    Gigi Blanche

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    Jack no iba a dejar de preguntar, eso ya lo iba teniendo claro, y llámenle sexto sentido o poderes de brujo, quizá coincidencia y ya, pero incluso antes de que metiera la pata en el barro sentí que iba a hacerlo. No que estuviera esquivando el tema adrede, debía insistir, pero ahora sencillamente no había escapatoria y pensé que, bueno, era hora de perturbar la ligereza del almuerzo. ¿Se podía evitar? Pues sí, pero a costa de mentirle. Y no me apetecía mentirle a Jack, la verdad. El tío me caía bien.

    Tomé aire por la nariz y lo solté poco a poco, preparándome para... saltar.

    —Bueno, eso fue por mamá —respondí con toda la naturalidad de la que fui capaz, y porque me negaba a ser un puto cobarde busqué sus ojos antes de seguir hablando—. Estaba enferma y papá quiso que pudiera regresar al lugar donde se crió. Luego simplemente nos quedamos aquí, por inercia o vete a saber qué.

    No lo había dicho como tal pero quedaba implícito, ¿verdad? Hasta un niño de doce lo pillaría. Porque ¿luego de qué habíamos decidido quedarnos?

    Le concedí una sonrisa, fue tranquila e incluso dulce, como si intentara pedirle que no se preocupara, que no hacía falta que hiciera nada. Estaba bien así. Al final denegó mi oferta de llevarle la bandeja, como había predicho, y me sonreí sin malicia al ver cómo la posicionaba por encima de su cabeza. Bueno, no iría a cortarle las piernas, bromas aparte. Me parecía bien que se empeñara en valerse por sí mismo porque, mierda, ser un parásito era un puto asco.

    Nos dispusimos a comer, Jack se alimentaba con el mismo entusiasmo que vivía, se ve, y lo observé unos pocos segundos antes de abocarme a mi almuerzo. Ahora que lo pensaba, nunca había sido de atragantarme como imbécil. Vete a saber si correspondía a algo, siempre había comido con calma y ya. No sentía apuro por nada. Lo escuché con atención y se me escapó una sonrisa con lo de la Jackxperiencie, si sería tonto. Alcé las cejas, sorprendido, al saber que la policía lo había detenido, y solté una risa breve tras saber la razón. Dios, qué chico.

    —¿Acrobacias? —destaqué, revolviendo el arroz—. ¿Hacías algo de eso antes?

    Creí detectar una nota de melancolía en sus últimas palabras, si entre todo lo que hablaba este grandulón también era transparente a cagar. Alisha debía divertirse mogollón con su pobre culo. Pero bueno, no era un metiche y no me pareció correcto indagar donde claramente aún conservaba sentimientos encontrados, de modo que lo dejé correr y decidí, en su lugar, brindarle cierto apoyo.

    —Es difícil, yo a veces extraño Falmouth también. La vida era... más sencilla allá. —Me detuve en sus ojos y le sonreí, encogiéndome de hombros—. Pero es lo que hay, ¿verdad?
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    Frené mi despiadado ataque hacia mi indefenso almuerzo en cuanto terminé de escuchar la respuesta de Joey. Lo miré con las mejillas hinchadas de comida, e hice un esfuerzo por tragar todo. Me di un puñetazo en el pecho, para ayudar a mi pobre garganta a bajar toda la comida, y meneé la cabeza. Pestañé un par de veces y me aclaré la garganta, intentando pasar los últimos rastros de almuerzo que quedaban allí.

    — Oh —fue todo lo que pude decir, acariciándome la nuca.— Yo, eh... lo siento. No tendría que haber preguntado, no sabía. Lo siento.

    Estas situaciones siempre me descolocaban. Y por mi curiosidad y mis ganas de sociabilizar, solía encontrarme inmerso en ellas mucho más de lo que deseaba. Encima me había mirado directo a los ojos. Puta madre, la presión era peor. Me dedicó una sonrisa tranquila, como diciendo que no me preocupara. Pero oh señor que lo iba a hacer. No me manejaba muy bien este tipo de presión social, la verdad, y una vez que metía la pata, o terminaba de meter todo el cuerpo o terminaba en un limbo raro de que todo estaba bien pero al mismo tiempo no.

    Comencé a hablar para cambiar totalmente de tema, una clásica táctica para huir de los problemas lo más rápido posible, y me alegre cuando Joey decidió también continuar con esa conversación. Que a ver, bien podía haberlo dejado pasar y ya está, y continuar comiendo en silencio. Pero también parecía dispuesto a dejar esa otra conversación detrás, así que más que mejor. Además, era una pregunta que me encantaba que me hicieran.

    — ¡Obvio que hice! Y sigo haciendo. Lo que puedo, obviamente, con los claros impedimentos presentes. Practico desde los... ¿nueve años creo? Una combinación de gimnasia artística y parkour. Ya no puedo hacer tanto del segundo por mi pierna, lo que hace que me enfoque más en la segunda. Estaba buscando algún gimnasio o academia para hacer aquí, pero entrar de vuelta al deporte a mi edad en un instituto nuevo es complicado, en especial con el nivel de competitividad que tiene el mismo. En ese sentido, había gimnasios más relajados en Europa. Pero quien sabe, tal vez haya uno oculto por ahí, esperando por ser encontrado. Pero bueno, amo hacerlo, la verdad. Sinceramente, las semanas que pasé en el hospital después del accidente fueron de lo peor. Las ansias que tenía de moverme eran increíbles. Y los siguientes años en fisioterapia tampoco fueron color de rosas.

    >> Pero como bien dices. Es lo que hay. Supongo que por algo pasó todo esto.

    Lo imité con la encogida de hombros, devolviéndole la sonrisa, y continué almorzando. Sentía que me olvidaba de algo...
     
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    Gigi Blanche

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    La verdad, haberle soltado la bomba y que el pobre justo tuviera la boca llena de comida contribuyó a sacarme peso de encima. No pude evitar pensar que parecía una ardilla y eso en parte contribuyó a la sonrisa que le dediqué. Cuando se esforzó por tragar pensé que se me iba a morir o algo, pero por suerte todo marchó bien y se deshizo en disculpas. Esperable, la verdad, con lo buen chico que parecía. En fin, me limité a menear la cabeza sumamente calmado y supe que a ambos nos iba a venir bien un cambio de tema, puede que incluso más a él que a mí.

    Luego empezó a contarme sobre su pasado como... vaya, ¿gimnasia artística y parkour? Esa sonaba a una combinación de lo más peculiar e intensa. No me imaginaba lo que debía haber sido para él tener que estarse quieto luego del accidente, y de hecho acabó arribando a ese tema. Mientras hablaba sólo seguí confirmando la idea de que Jack contaba con mucha más energía que yo, porque si me ponía en su lugar la verdad era que... ni tan mal lo veía. Quería decir, probablemente me limitara a zamparme series y ya, incluso lo usaría como excusa para no ir a la escuela. Extrañaría cocinar, probablemente, pero poco más.

    Al final tuve que preguntarme cuánto de la energía que exudaba a diario era real, y cuánto contribuía únicamente a mantener la fachada en su lugar.

    Fruncí los labios, pensativo, al mencionar lo de los gimnasios. Intenté hacer memoria sin éxito, así que tocaría ofrecerle ayuda desde otro ángulo.

    —Puedo preguntar aquí y allá, si quieres. —Se me escapó una risa—. Pero primero vas a tener que averiguarme en qué barrio vives, que Tokyo es demasiado grande.

    Seguí comiendo de a ratos, mientras él hablaba, y en un pequeño silencio aproveché de colar una pregunta. Bueno, el receso ya iba acabando y por suerte lo mismo ocurría con mi bento.

    —Por cierto, ¿hace cuánto fue el accidente?

    No sé si me dará tiempo mañana de volver a postear con Joey así que por si las moscas, lindo almuerzo, Tomtom uwu

    Jack es el primero en enterarse el drama de boca de Joey, siéntete orgulloso boi
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    — Me vendría bárbaro, de hecho. Si me puedes ayudar con eso, te estaría debiendo una. Y sí, mañana te confirmo el barrio —comenté, con una pequeña risa.

    El resto del almuerzo transcurrió de forma tranquila. Seguimos conversando de temas sin demasiada substancia, simplemente llenando el ambiente. Me estaba dando cuenta de que Joey era mucho más tranquilo de lo que parecía la primera vez que lo conocí. ¿Simplemente el día lo habría bajoneado un poco? ¿O es que acaso así era normalmente, y en la escuela asumía otro rol o papel? O simplemente tenía un sube y baja de mood también. Eh, supongo que lo podía averiguar más tarde. Total, tenía todo un año para conocerlo. Si igual íbamos a ser parte de su club.

    Levanté la mirada levemente al escuchar su pregunta. Supongo que era inevitable, también. Bueno, él me había contado de su madre. Creo que era justo que yo también soltara cosas mías. Además, la peor etapa ya había pasado, la verdad, y los recuerdos no eran tan dolorosos. En un día demasiado bueno, hasta podían ser graciosos.

    — A ver, déjame recordar... creo que... ¿hace tres años? O este año se cumplían tres. Está medio difuso. No, sí, tres años. No, dos. Dos, sí, tenía quince. Estaba cruzando una calle, perdido como siempre, y no vi el auto que iba con exceso de velocidad. Recuerdo fragmento de luces, gritos, volar por el aire, y luego despertar en una cama de hospital. Al parecer, había logrado saltar a tiempo, así que el auto me golpeó en las piernas. Eso, obviamente, no salvó mis piernas. Fueron un par de años... complicados, a decir verdad. Muchas cosas pasaron al medio, como te puedes imaginar. Fue un cambio bastante rotundo en mi vida. Supuestamente, no debería poder caminar. O al menos, sin la ayuda de bastantes aparatos. Pero no me iba a rendir. ¿Yo, dejar de moverme? Por favor.

    Me reí, mientras me levantaba y escuchaba como el timbre volvía a llamarnos a las aulas. Me estiré cuan largo era y me troné la espalda. Ser alto tenía sus problemas.

    >> Bueno, creo que toca volver. Fue bueno conversar contigo. Espero el anuncio para el club, ¿eh? ¿Volvemos al aula?

    Me siento halagado. Vamos a ir coleccionando facetas wholesome de la gente.
     
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    Gigi Blanche

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    Las cosas habían ido con bastante calma hasta que Frank volvió a aparecer por casa. Jamás me aprendería su rutina porque sencillamente no existía. Volvía, fresco como una lechuga, pasado de drogas o molido a golpes, con un color de cabello diferente o un tatuaje nuevo. A veces volvía sin calzado, joder. Se servía algo de comer, se pegaba una ducha y dormía dos años. De tanto en tanto asomaba la cabeza, compartíamos alguna comida o el tiempo en el sofá, y un buen día volvía del trabajo o llegaba de la escuela y ya había desaparecido otra vez. Era peor que un gato.

    Ese fin de semana la mierda fue tranquila en el casino. Ningún imbécil borracho lloriqueando por patinarse el sueldo, ninguna maldita escritura o carro apostado, me habían permitido andar sin exabruptos y recibí alguna que otra visita interesante. No me interesaba el tablero grande, el chico aún menos, en tanto nada amenazara mi pequeño reino construido bajo suelo el resto podía matarse y me daría igual. Pero sería necio negar que, quisiera o no, le había vendido el alma al puto diablo por los privilegios que me eran conferidos. De vez en cuando los favores tocaban a tu puerta y si te atrevías a ignorarlos, una bala te perforaba el cráneo.

    Que Shibuya, Shinjuku, Chiyoda, tanto nombre que me entraba una pereza terrible. El demonio me ató a la barra por un par de horas, adoraba su voz como pocos cabrones que alguna vez hubiera conocido, y en resumidas cuentas deslizó una sugerencia que, bien sabía yo, fungía como orden a secas. Ahora al tío le había apetecido incorporar un par de chicas al negocio, ampliarlo, diversificarlo, que el casino iba bien pero podía ir mejor. Tendría que encargarme de reclutarlas, evaluarlas y no sé qué más, me dio una palmada en la espalda y se fue a la mierda. Dejó a su paso un camino de humo y cenizas que tardó lo suyo en disiparse.

    Qué coñazo.

    Pero bueno, ya era martes y en la escuela le ponía un freno a todas esas cuestiones, así que me bajé los tres pisos que me separaban de la cafetería y antes de buscar el bento me detuve en la máquina expendedora. Necesitaba algo de cafeína o me iba a caer dormido, de veras.

    hacía mucho que no lo roleaba así que lo dejo acá por si a alguien le apetece, sé que es un cara de moco so no hard feelings si da mucha paja hablarle JAJAJA pero eso *huye rodando*
     
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    Zireael

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    Últimamente me andaba dando una vuelta por el extremo del espectro que no me correspondía desde hacía años ya, pero tampoco me iba a poner a pensarlo porque lo cierto era que así me permitiera ciertas cosas con Aaron, nadie me estaba poniendo ninguna correa y nadie me estaba dando órdenes. Yo seguía haciendo las mierdas que me salían del coño, cuando me salían del coño y ya.

    So that's that.

    Al llegar a casa cené con mi madre, acomodé los apuntes de turno y jugué un rato con Nova. Por ahí de las diez y tantas, mi padre pasó, asomó la cara en mi habitación diciéndome que me esperaba en su estudio y me desinflé los pulmones con pereza, para levantarme cosa de un minuto después y dirigirme allí. No tenía que usa más de dos neuronas para saber que quería, de nuevo, dar por culo con los Aoyama y su condenado imperio farmacéutico.

    Al entrar me recibió desde el escritorio, su eterno trono, me preguntó hasta cómo estaba el gato antes de soltar lo que quería y me tragué la gracia, contestándole en monosílabos y me dieron ganas de preguntarle cómo estaba su relación con mi madre solo para dar por culo, pero cerré la boca. Papá, después de todo, era mi espejo, la vena calculadora, controladora y estirada me la había heredado él.

    La puta sangre Akaisa, la enredadera de espinas.

    Me dijo entonces que quería agendar, oficialmente, el compromiso con Aoyama para mitad de año y tuve que calentarle la oreja como una hija de puta con las notas de la escuela, las clases particulares y todo el tema para conseguir que cediera. Costó un huevo y medio, para qué mentir, pero acabó por decir que hablaría con el padre del otro cabrón que no debía tener ni voz y ni voto para modificar fechas.

    Suficiente para mí.

    Aún así, a la mañana me dijo que pasaría por mí un choche de los Aoyama para llevarme a la escuela y que sería así por un tiempo, para dar por entendido que ahora la otra familia sería responsable por mí también y no me quedó más que acceder. Fingir que accedería, quería decir, tomaría la caridad una semana si acaso y luego vería qué excusa me inventaba para librarme.

    Como fuese, cuando sonó la campana me desperecé y salí de la clase con intenciones de subir a la azotea, pero al acercarme me pareció escuchar gente arriba así que me rendí. Retrocedí sobre mis pasos, pensé qué coño hacer y al final bajé a la cafetería con intenciones de comprarme algo en la máquina antes de ir a meterme a la sala de arte. No contaba que el Sugawara dark version estuviese allí, pero era un regalo del cielo o algo para hacer el imbécil.

    —Buenas tardes, Suga-kun —dije mientras apoyaba el peso del cuerpo a un costado de la máquina, esperando a que comprara lo suyo y eso—. Gracias por tu ayuda el otro día con lo del proyecto~

    En realidad me era indiferente, pero por decir algo, hombre. Además todavía tenía pendiente darle las gracias a Ishikawa por desencadenar todo lo del otro día sin saber, porque debía insistir, me lo había pasado bomba.

    Me pareció ver la mata de pelo negro de Kurosawa pasar, siguiendo su camino hacia alguna otra parte de la academia e imaginé que le habría caído antes a la misma víctima, al menos eso pensé cuando confirmé que era ella porque giró el rostro y nos miró de refilón. La cría iba a tener que seguir participando o entrar en Berserk mode o algo para caerle al mismo tiempo que yo a este desgraciado, luego de haberse disculpado por mensaje conmigo hace días ya.


    tengo la cantidad de cero autocontrol *patea la mesa*

    y quiero picar a haru, yes (???
     
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    Gigi Blanche

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    Estaba irguiéndome luego de recoger la lata de café cuando advertí la presencia ajena allí, junto a la máquina. Por el movimiento ascendente fue que básicamente llegué de último a su rostro, repasé la heterocromía que seguía recordándome a un gato y mantuve la expresión neutral de toda la puta vida, incluso a expensas de haber detectado la suavidad burlona en su voz. Nada nuevo, desde la otra vez ya me había hecho a la idea de que me había sacado las papeletas con este Oompa Loompa para que se entretuviera molestándome. Me daba bastante igual.

    —Hola.

    Ah, siempre un encanto. Permanecí de pie frente a la máquina en lo que traía a colación la ayuda que le había prestado el otro día, en la biblioteca. No era un desastre en la escuela, tampoco un empollón, me movía entre el promedio que no destacaba ni por putas y si quería, sólo si quería, me arrimaba hacia el costado de los exitosos. Para el informe había puesto un par de neuronas en funcionamiento, siendo honestos la tarea tampoco era nada compleja, y el tema que habíamos pillado era interesante así que tampoco fue una tortura. Si me sirvió de algo todo el circo fue para darme cuenta que si había aceptado mi ayuda fue de llena, porque estaba claro que tenía la capacidad para redactar el informe sola.

    Pedazo de honor.

    Tampoco creía que sintiera verdadera gratitud, pero para rellenar el silencio colaba. Destapé la lata, era cálida entre mis dedos y le di un sorbo, atento a su rostro. Nada que hacerle, tenía una manía casi enfermiza con observar a la gente y no solía reparar en lo que podría llegar a provocar. Supuse que algo tenía que responder, que seguíamos siendo gente decente, y me encogí de hombros. Podría haberle preguntado si había recibido ya la calificación, pero íbamos juntos a clase y me constaba que no.

    —No fue nada.

    Había dos opciones, o se había detenido sólo para molestarme o también quería algo de la máquina. Quise creer que no era tan, tan tocahuevos, y en lo que le daba otro sorbo al café estuve a punto de correrme hacia un costado. Es decir, podría haberlo hecho mucho más rápido, apenas me hice con la bebida y tal, pero con la cara de culo y todo no me gustaba ceder absolutamente y si la tía esta se empeñaba en picarme, pues lo visto. No iría a convocar un montón de sombras de puro gusto como la otra vez, pero sí podía afirmar alguna que otra resistencia.

    De la forma que fuera, me congelé a mitad de mis intenciones de moverme en cuanto noté que su atención se desviaba hacia una chica y, para la gracia, yo también creí reconocerla. Volví el rostro en el momento justo para recibir los ojos anaranjados de Kurosawa y mi expresión no cambió de ninguna forma, como ya venía siendo lo usual, pero percibí una tensión extraña y asumí que esas dos se conocían.

    A ver, ¿y estas coincidencias de novela de cuarta?

    Enderecé el cuello en dirección a Akaisa y ahora sí di un paso hacia el costado, permitiéndole acceder a la máquina si así lo deseaba.

    —¿Amiga tuya? —inquirí pues porque sí, a pesar de haber sentido la tensión de los hilos, llevándome la lata a los labios.
     
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  9.  
    Zireael

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    No era que buscara sacarlo de quicio ni nada particular, se veía que ese no era mi objetivo último en realidad y para algunas mierdas alargaba el trabajo tanto como fuese necesario, como si no tuviese nada mejor que hacer. Como si este vivía con cara de póker me daba igual, no estaba allí para sacársela de encima, solo estaba y picaba por gusto, porque me gustaba el hielo negro de este crío y ya estaba visto que me encaprichaba con ciertos idiotas.

    Obsesiva había sido siempre.

    Por la naturaleza del movimiento sus ojos llegaron por último a los míos, amplié apenas la sonrisa sin pizca real de la burla que se me colaba en la voz y correspondí su saludo con un movimiento apenas perceptible de cabeza.

    La verdad era que solo con la gracia del proyecto daba por asumido que este chico, aunque no era una mente maestra, tampoco era estúpido y si le ponía un poquito de empeño quizás podía superar el promedio. Es decir, eran de esas cosas que yo me ponía a pensar porque luego me tocaban compañeros de grupo como Shimizu que no asomaban ni la nariz, además de que yo tampoco era idiota y ya estaba bien visto. Me gustaba el desastre que era otra cosa muy distinta, pero eso venía con el fuego suponía, era siempre parte del paquete de ira y ya.

    Digamos que al final hicimos el informe juntos por la gracia, ninguno era retrasado.

    Seguí sus movimientos porque básicamente no tenía otra cosa al frente, lo vi abrir la lata, darle un sorbo y seguir pegado en mi rostro como siempre. Ya daba también por asumido que este era uno de esos que miraban, miraban y miraban a la gente porque eran observadores natos, no porque estuvieran buscando algo en específico o por hacer contacto visual por protocolo. La respuesta sí fue de manual, pero me daba igual.

    En sí tampoco me afectó que no se hiciera a un lado de una vez, total no era lo que había pretendido y por mí que se tomara todo el tiempo del mundo si quería, porque al final significaba que debía dejar el culo allí conmigo. Seguí con el peso echado en el costado de la máquina y me hizo gracia que pillara a Kurosawa un poco con las manos en la masa, lo suficiente para preguntar luego de hacerse a un lado.

    No respondí de inmediato, me limité a despegar el cuerpo de la máquina y colocarme al frente para ver qué me pedía. Repasé las opciones, suspiré con cierta pesadez y acabé por decantarme por un té negro caliente.

    —¿La Flamita? —cuestioné entonces, introduciendo el dinero y presionando el botón. Me encogí de hombros en lo que la lata caía y me agaché para tomarla, hablando desde allí—. Supongo que algunos usarían esa palabra. Aún así se ve que venía por ti y tiene su gracia.

    Me incorporé, abrí la lata y le di un par de tragos antes de decir nada más.

    —Le van los que tienen cara de perro en bote~ —En ese comentario se me coló algo de diversión, pero pronto regresé al tono algo más neutral con el que le había contestado antes y lo repasé con la vista—. Eh, ¿te interrumpí los planes de ir a almorzar por ahí?
     
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    Gigi Blanche

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    Qué se yo, al menos la tía esta parecía tener las suficientes neuronas en fila para no ir a hacerse ideas estúpidas o inconvenientes, y de momento me bastaba. En líneas generales nada me perturbaba, difícil sacudir un témpano, pero me imaginaba un par de cuestiones irritantes y verme forzado de repente a lidiar con expectativas surrealistas podía tener dos resultados posibles: o me hartaba y me iba a la mierda, o me meaba de risa en su cara. Y mira, las dos eran desastrosas, así que por mí mejor si ostentaba cierto nivel de inteligencia superior a la media.

    Que igual no se me daba bien tolerar a los estúpidos.

    Como tal no era ningún fan del desastre, del caos. Todo lo contrario, incluso. Me sentía cómodo dentro de límites autoimpuestos, me quemaba las pestañas hasta construir un castillo de hielo, un reino gobernado por reglas nacidas de mi puño y letra, y entonces descansaba. Me gustaba que las máquinas, que las piezas del tablero fueran autosuficientes. Desarrollarlas, nutrirlas, y luego limitarme a controlar y observar. La fuga de gas, la chispa capaz de estallar los cilindros de petróleo, surgía directamente del margen de error correspondiente a cualquier sistema. Lo sabía, vivía con ello, estaba incluso dispuesto a convertirlo en arma si la necesidad se presentaba.

    Tomar el fuego de personas incandescentes, como esta de aquí.

    Moldearlo.

    Y arrojarlo encima de la falla.

    Me mantuve en la tarea de seguir sus movimientos, detallar incluso la silueta de su cuerpo, hundí la mano libre en el bolsillo del pantalón y le di sorbos al café de a intervalos irregulares. Deslicé la vista hacia la máquina para distinguir el botón que presionó y atendí a sus palabras casi por un canal diferente, como si fuera capaz de escindir mis sentidos y recibir información precisa sin ninguna clase de interferencia.

    Y es que el mundo se manejaba con mil idiomas diferentes.

    Algo de gracia me hizo el apodo que le clavó, porque de lo poco que la conocía al menos a mí no se me habría ocurrido. Pero claro, ¿qué se puede hacer con cinco minutos de intercambio? Una mierda. Luego dijo que se había aparecido por mí y la idea no se me había ocurrido ni remotamente, siendo francos. En líneas generales no asumía por la cara que la gente buscara mi compañía adrede, las razones eran más que obvias, pero si recapitulaba lo suficiente ¿acaso a estas dos no las movía la misma estupidez?

    Picarme y ya.

    Como una puta piñata o algo.

    Adiviné que seguiría hablando después de probar su té, de modo que la imité con el café y permanecí en silencio. La estupidez de los cara de perro sí me hizo la gracia suficiente para esbozar una sonrisa ladina, de nada, que cargó una chispa de mofa consigo. Claro, si algo me divertía no podía ser de forma sana. Elevé la lata a la altura de mi nariz, desviando brevemente la mirada, y al descubrirme el rostro deslicé el hielo de regreso a Akaisa.

    —Qué gusto de mierda —sentencié, apenas con un atisbo de burla impreso en la voz.

    Luego regresó a la neutralidad inicial y yo hice lo mismo, mantuve mi atención en ella y me encogí de hombros, señalando la fila para comprar comida con la mano donde sostenía el café.

    —No realmente, sólo vine a comprarme algo.

    Que dicho eso, mejor me ponía a ello o la puta fila se iba a seguir alargando. Me desinflé los pulmones sin prisa y de repente me cayó encima una incomodidad bastante molesta, era de esos momentos donde no me daba la neurona para decidir si debía largarme sin agregar palabra, despedirme, decir otra cosa o qué cojones. Un leve atisbo de molestia se me fundió en el semblante y empecé a caminar.

    —¿Tú? —le regresé la pregunta al pasar a su lado, y así no demostré intenciones de esperarla igual acababa de dar por sentado que me seguiría o algo.

    Si por alguna razón parecía divertirse un huevo con mi culo malhumorado, la tipa esta.

    Y luego que a quién le iban los cara de perro.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    La única ventaja que podía decirse que tenía si me comparaban con el fuego de otros, con el fuego resentido de Kurosawa, la explosión inminente que era Hiradaira (sabiendo que había tenido los ovarios de escupirle a Usui) y las serpientes de fuego que contenía Dunn como un puto traumado, era que yo tan siquiera tenía control sobre el elemento. Pasaba de mala hostia, eso no lo negaba nadie y lo sabía todo Dios, pero no iba volcando el incendio encima de todos como una estúpida. Qué va.

    El fuego había que saber cuándo y cómo desatarlo, había que saber usarlo o no servía de nada.

    Era un arma de guerra después de todo.

    Una cosa era salir, buscar el polvo de turno, meterse el chute de drogas de la semana y otra muy distinta hablar directo con las figuras de sombras, con las que tenían cerebro quería decir. Podía moverme entre ambos espectros como quien se pasea por su casa sin ninguna clase esfuerzo, era mi don y lo usaba con más frecuencia de lo que diría cualquiera. No por nada le calentaba la oreja a mi padre para que alargara y alargara el asunto con los Aoyama.

    Éramos dos bestias de sombras llegando a acuerdos.

    Aunque no lo supiéramos o no nos interesara averiguarlo más bien, el caso Sugawara y yo éramos ambos criaturas de control al final del día, de orden. En nuestros propios imperios las mierdas se hacían a nuestra manera, punto, y el resto de márgenes de error había que manipularlos, ajustarlos. Las tareas se delegaban, los títeres se movían de forma autónoma y si uno no servía, bueno, ni para qué mencionarlo.

    De allí que este se hubiese olido mi potencial desde la otra cuadra y viceversa.

    La estupidez de los cara de culo le arrancó una sonrisa, cosa de nada, pero llevó algo de mofa consigo y solté una risa baja directo del pecho, compartiendo la gracia. Muy cara de moco y lo que quieras, pero cuando algo le hacía gracia al crío este nunca era una gracia inocente y allí yacía toda la diversión de ver sus reacciones.

    —Lo mismo opino yo, Suga-kun —suspiré con cierta pesadez—. Es un gusto de mierda.

    Pues claro, si la había llevado directo a la desgracia y todo.

    Le eché un vistazo a la fila cuando la señaló, con la lata de té pegada a los labios y regresé los ojos a él después, notando la molestia que se le coló en los gestos. Asumí que no supo si dar la conversación por terminada, irse sin más, seguir añadiendo algo o lo que fuese, porque podía tener cerebro, pero obvio no tenía un máster en socializar ni nada. De cualquier forma me regresó la pregunta ya echando a andar.

    —El té nada más, pero ya vine hasta aquí y pues ni modo —respondí acompasándome a sus pasos. Ya de por sí no iba a subir a fumar, así que para hacer tiempo y tal, además de seguir haciendo el imbécil, obvio—. Bien podríamos colarnos en la fila y nadie nos diría una mierda~ bueno, al menos nada que nos detuviese realmente.

    Lo mío con los cara de perro era parecido a lo de Shiori, claro, pasaba que yo me divertía a su costa y hasta cierto límite, porque de Sonnen me aburrí a los minutos. Kurosawa... un poco lo mismo, pero también se creía casa de rehabilitación en su necesidad de control, era una mierda rarísima, de ahí que con su necedad de picar también se colara por las rendijas, pero bueno.

    Superpoder del lago negro.

    Se lo habría robado a su hermano suponía o lo había perfeccionado luego de sepultarlo.


    yo: yeh, seguro ya lo deja en paz
    katty-chan: no, fuck u
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    No importaba cuanto empeño le pusiese a la hora de estudiar, puede que incluso más que a otras asignaturas, que el inglés nunca iba a ser algo en lo que destacase. Era verdaderamente frustrante, sobre todo teniendo en cuenta que estudiaba en un colegio internacional y que se suponía que tenía un mínimo de sangre extranjera corriéndome por las venas. Al menos me había acostumbrado un poquito más al idioma y, gracias a ello, capté el significado de lo que Sasha me dijo en cuanto terminé de hablar.

    Podría haberme avergonzado, a decir verdad, al darme cuenta que quizás me estaba tratando como si fuese más pequeña de lo que era y con razón, ya que un poco me estaba comportando como tal, pero lo cierto es que no se sintió como tal. Se le notó muy genuina, al igual que la sonrisa que me dedicó después, y como decidió responderme contándome también una anécdota parecida con su familia, no pude más que seguir prestándole atención con la misma amabilidad que había presentado hasta el momento.

    Vaya, la suya también parecía una familia numerosa, qué casualidad.

    Luego me aclaró que solía trabajar en el turno de tarde, cosa que facilitaba bastante la tarea de encontrarla algún día, y también me soltó lo de que era bonita, pero para cuando lo procesé lo suficiente para sentir el rubor ligero de mis mejillas, ya me había dado la vuelta para ir hacia el aula. Todo aquello para mi suerte, claro, que no quería que me viese otra vez reaccionado como una estúpida.

    Las clases fueron como siempre y, cuando las mismas acabaron, me dirigí hacia el aula de al lado en busca de Kashya. Lo cierto era que últimamente la había descuidado un poco, entre una cosa y otra, y si bien sabía que ella no era del tipo de molestarse, posiblemente menos conmigo, no podía evitar sentirme un poco mal por ello. Así y todo, dispuesta como estaba a dedicarle todo el almuerzo, tampoco pude evitar fijarme en que Anna no estaba por ahí.

    —No ha venido hoy.

    —¿Eh? ¿En serio?

    Claro que Kashya iba a saber al instante lo que me pasaba, a aquellas alturas ni siquiera me sorprendía que me diese la información exacta sin yo pedírsela directamente, y me quedé un par de segundo más mirando el pupitre de Anna antes de suspirar y volver a centrarme en la albina. Bueno, ¿quizás podría mandarle un mensaje más tarde para ver cómo estaba? Puede que solo no le apeteciese venir, no tenía por qué ponerme catastrófica.

    Sea como fuere, avisé a Kashya de que hoy le tocaba almorzar conmigo sí o sí, no puso ninguna queja al respecto, y nos dirigimos hacia la cafetería. No estaba lloviendo, pero sabía de primera mano que salir al patio o a la azotea no eran realmente una opción con ella. No le gustaba mucho el sol, aparte de que le hacía daño en la piel, pero tampoco le gustaba aquel tiempo tan gris. En realidad... bueno, simplemente no le gustaba salir y ya, así que el interior siempre era la opción segura.

    Había bastante gente ahí, si total seguía nublado y hacía bastante frío, pero fuimos capaces de encontrar una mesa vacía para las dos y, ya acomodadas, saqué los bentos que había preparado para ambas, con una sonrisa deslumbrante.

    Ah, aquel iba a ser un almuerzo largo para ella, que tenía muchas cosas que contarle~

    Buenas, no me hagan caso, pero es que necesitaba hacer una post en reacción a lo de Sashie teehee y pues ya de paso aventarme relleno, pero nada relevante so sigan con sus vidas (?)
     
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  13.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Podría haber apostado un brazo a que Akaisa me iba a seguir, en cierta medida se lo había avalado al regresarle la pregunta y pues, ni modo. No derrochaba simpatía ni me desvivía por tener compañía, pero también era nuevo en la escuela y no disfrutaba de la soledad a pulso, sólo no renegaba de ella. En resumidas cuentas, en tanto se mantuviera relativamente tranquila tampoco encontraba motivos para rechazarla de forma activa. Que era una cucharada de moco y todo eso, sí, pero siendo francos mi awkward ass para socializar no disfrutaba precisamente de sentarse solo en una cafetería abarrotada de gente.

    La observé de soslayo mientras nos acercábamos a la fila, en cuanto mencionó eso de que podíamos colarnos y nadie nos diría nada. Estaba claro que yo era más apegado a las normas, digamos, las que no me significaban un impedimento para conseguir un objetivo pues las cumplía y ya, no me desvivía por sentirme un puto rebelde sin causa mejor que todos esos imbéciles sólo por colarme en la fila y hacerme el malo. Eso se lo dejaba a los críos.

    —¿Y qué ganarías? ¿Cinco minutos?

    Quizá fueran un par más, pero el punto se entendía: me parecía inútil. De cualquier forma, no pude evitar imaginar a este piojo abriéndose paso entre un montón de estudiantes como le salía del puto coño y mira, gracia sí que me hizo. Detuve mis pasos, a unos pocos metros de la fila, y medio giré el torso hacia ella, hablando en tono bajo y ligeramente burlón.

    —Pero si te mueres de ganas no seré quien te detenga, ¿sabes?

    De repente me apetecía verlo, qué sé yo, total no planeaba sumarme al crimen. Podría quedarme por ahí, disfrutando del espectáculo, con las manos bien limpias. Justo como a mí me gustaba. Pero vaya, vete a saber si aceptaba o si lo hacía de gratis. Fuera como fuera, mantuve mis ojos sobre ella a la espera de su respuesta.
     
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  14.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Con o sin sombras la naturaleza se este crío es significativamente diferente, venía de su hielo suponía, pero obviamente no tenía cara de ser el que se pasaba las normas por el arco del triunfo porque sí. Posiblemente hiciera otro tipo de... ilegalidades, si la peste no mentía, pero lo de ser un incordio para normas básicas no estaba en la lista de estupideces. Poco o nada interesaba, claro, era si acaso una anotación que me tomé el tiempo de hacer y ya.

    Aunque el Sakura nos dejaba hacer bastante lo que nos salía del culo para ser una academia de niños pijos.

    —Tal vez siete y la gracia de ser un incordio, pero eso ya era obvio, ¿no?

    Le respondí más o menos por el mismo motivo, porque el punto de su pregunta era claro, para él era inútil y en realidad es que lo era, porque no era un día en que fuese tan necesario tampoco. Es decir, la fila se ponía peor cuando llovía, porque no sé esta gente parecía que se entretenía con comer cuando no podía salir o qué sé yo, pero en fin, que entendía lo inútil de la movida y aún así nadie me detenía de hacerla de vez en cuándo.

    —Qué amable al no matarme el impulso~ muy caballeroso.

    Lo dejé allí donde de por sí tenía pinta de ir a quedarse y me acerqué a la fila, que vamos, tonta tampoco era y sabía delante de cuáles no colarme porque me comía como mínimo un speech que ni al caso. Acabé por encontrar el spot justo delante de un crío con pintas de ir a segundo aunque como medio mundo era más alto que yo, me colé y se quedó fuera de base unos sólidos segundos antes de reaccionar. De hecho ya un par estaba diciendo algo antes de que el otro conectara neuronas.

    Al parecer el mocoso no me tenía ubicada de nada, seguro era nuevo o qué sé yo, pero cuando reclamó le metí un cuentazo de que llevaba prisa para comprarle algo de almorzar a alguien que estaba en la enfermería y no se sentía muy bien. No se lo creía ni Dios, pero este idiota parecía no tener más que una neurona viva y al final me dejó ser.

    Me pedí un sándwich de pavo, nada del otro mundo, y un par de dorayakis porque a mitad del camino se me ocurrió una estupidez de las grandes. Recibí las cosas, pagué y regresé sobre mis pasos como si nada, hasta le di las gracias al crío al que me le colé antes de regresar con Sugawara como si fuésemos amiguitos de toda la vida.

    —Pues ya está, espero que disfrutaras el espectáculo. —Extendí uno de los dorayakis en su dirección, envuelto con cuidado en una servilleta—. Ten, te invito al postre~ y si no te gustan pues, no sé, se lo puedes guardar a tu hermana supongo.

    ¿Por qué? Porque sí básicamente. Por otro lado, lo de que se lo podía guardar a su hermana si quería no llevaba ninguna mala intención o deseos de picar ni nada, solo se me ocurrió en caso de que no sé, de verdad no lo quisiera por el motivo que fuese.


    alto parkour hizo kat JAJSHAJE

    also no que importe porque ni lo di a entender, pero Kat se le coló como las grandes a Hiroshi (???
     
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  15.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    No me extrañaba ni sorprendía que esta chica admitiera disfrutar de ser un incordio a viva voz, es decir, se le notaba y ya había dejado claro que tonta no parecía. No podía darme más igual cuán aficionada fuera de tocarle los huevos a los demás, incluso si rayaba la crueldad, en tanto a mí no me jodiera a un nivel significativo. Bueno, a mí o a Aya, claro, pero seguro las neuronas le daban para darse cuenta que era capaz de arrancar brazos con los putos dientes si se trataba de mi hermana.

    Me limité a asentir, porque tampoco iba a esconder lo que pensaba de ella, y en lo que se montaba el espectáculo en la fila me limité a recostar las caderas en una mesa cercana, manos a los bolsillos. No escuché claramente la excusa que se inventó, pero sí fue un poco larga y me hizo gracia la cara de confusión con la que dejó al crío, ¿de segundo sería? Qué importaba. No la había imaginado tan... teatral, la verdad, pensé que era más de echar el cuerpo y silenciar las quejas con un simple gruñido, incluso menos, pero la vida estaba hecha de sorpresas. Y bueno, tampoco era ningún vidente de verdad, sólo lo parecía a veces.

    La fila avanzó, la vi comprarse sus cosas y regresar junto a mí. Acepté el dorayaki sin mayor complicación, echándole un vistazo, y regresé los ojos a ella un poco de golpe al oír la mención a mi hermana. Al final me encogí de hombros y le di un mordisco, masticando con calma.

    —Tiene crema —anoté, pues porque sí, y antes de darle otra mordida busqué su mirada—. Gracias.

    Tampoco era un maleducado por el puro placer de serlo, así que ahí fue. Desplacé mi atención a la fila, entonces, quizá fue mi error al asumir que compraría algo para los dos y que yo luego le pagaba, porque ahora sería yo quien se comería la fila y bueno, si pretendía hacerme compañía no había ahorrado nada de tiempo, de hecho sólo lo había aumentado. Pero me daba bastante igual.

    Tampoco iba a entrar en explicaciones ni pedidos innecesarios, de modo que la miré y pensé en alcanzarle unas monedas por el dorayaki, pero asumí que no las aceptaría así que descarté la idea.

    —Disfruta del sándwich —murmuré, despegando las caderas de la mesa—. Nos vemos.

    Un poco le estaba cerrando las posibilidades de esperarme si eso era lo que tenía en mente, lo cual tampoco me habría molestado, pero no se me ocurrió de qué otra manera formularlo y para cuando lo pensé ya había empezado a caminar, era demasiado tarde. Ni modo. Avancé hasta la fila, comiendo el dorayaki con calma, y me dispuse en la fila para comprar un bento. Podría subirlo a mi clase y comerlo ahí, estaría más tranquilo.


    perdón la tardanza adjsakda

    entre que queda nada de día y el awkward ass de haru que formula las cosas para el culo, pues lo siento but nos quedamos sin lunchie *lo patea*
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    No podía quejarme demasiado, luego de las estúpidas pruebas físicas Kathe se ocupó lo suficiente como para aplazar el entrenamiento, mi día libre en la pizzería por ahí derecho, un par de monedas para largarme a un arcade cercano, de esos baratos que parecían abandonados de la mano de Dios, pero pfff, había disfrutado como un imbécil el estar en las máquinas, así que podía decir que el día anterior no se me había cagado del todo.

    Bueno, hasta que recordé el estúpido gorro que había dejado la niñita esa conmigo. No era tan brillante como para acordarse de sus propias pertenencias, y yo mucho menos de que había servido de esclavo cargándole ese trapo al que llamaba gorro. Bufé sin ganas por la nariz, deslizando los carmín por la cafetería. Tenía culo de hambre, así que por mucho que lo negara agradecía el que no estuviese tan llena, y estos niñitos hijos de papi y mami pudiesen comer fuera al no estar lloviendo, bueno, aún.

    Hice la fila con los audífonos a todo volumen en mis tímpanos, mirando hacia la nada en lo que movía los dedos dentro de los bolsillos al ritmo de la batería.

    Parecía que sería un día tranquilo, o al menos... yo me sentía menos irritable que de costumbre, vete a saber.

    Ahí dejo a mi bebé por si alguien quiere caerle <3
     
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    Nekita

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    Incluso aunque dijeran que no había mucha posibilidad de que lloviera la verdad no iba a arriesgarse a comer fuera, se dirigió entonces a la cafetería para poder comprar su comida con la intención de quedarse allí a comer. Para su suerte, notó que en la fila había un punto rubio que reconocía a la perfección, sonrió y se colocó detrás de él para formarse en la fila antes de darle una pequeña caricia de cabello.

    —Buenas, twin~
     
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  18.  
    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Seguí el flujo de la fila a medida que avanzaba, cerrando los párpados por la música de tanto en tanto, hasta que terminé entreabriéndolos al sentir el tacto en mi cabello. Traté de fruncir el ceño pero aquello apenas y lo conseguí, como una mala cara a medias al girar el rostro y notar la rubia tras de mí. Pestañeé un par de veces, hace no sé cuántos días no me topaba con ella por suerte, pero ahora parecía que mi suerte se estaba esfumando. Le bajé a la música al tener la derecha aún dentro del bolsillo, escuchando lo que dijo apenas.

    Elevé apenas la quijada como si respondiera a su estúpido saludo o algo.

    —Un bento, sí, de ese de allá —murmuré al escuchar la voz de una de las señoras que atendía, sin saber qué putas había escogido en realidad.

    En cuanto le entregué el dinero volví los rubis a los orbes de Anna, de nuevo, frunciendo apenas el ceño, forzado pese a tener un rostro parco de mierda.

    —Métete, no es como si los imbéciles fuesen a decir algo —murmuré haciendo señalamiento entre los estudiantes que habían la fila—, si es que vas a comprar, idiota, sino olvídalo.
     
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  19.  
    Nekita

    Nekita Amo de FFL

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    A decir verdad no había esperado en lo absoluto que Aleck no le hiciera ninguna clase de comentario, como por qué había tocado su cabello o algo así pero tampoco es que se iba a quejar al respecto, desde su punto de vista solo significaba que estaban avanzando un poco en ese estira y afloja que ella prácticamente había impuesto.

    —¿En serio? Muchas gracias entonces~ —Hizo lo que le indicó y se adentró a la fila, sonriéndole a la señora que atendía pese a su sorpresa de que le hubiera quitado el lugar a alguien —, a mi me puede dar un takoyaki y un té, por favor~ —Pagó por la comida y luego de que ambos recibieran lo que habían pedido le señaló una mesa con un movimiento de cabeza.

    —¿Te gustaría ir a sentarte?
     
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  20.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    En este punto era innegable que Pierce había dispersado la tormenta, al menos así había sido durante el primer par de horas y luego me regresó la mala leche, porque era parte de mí mera existencia y ya. Además eso de estar metido no sé cuántas horas en un salón de clase no era lo que se dice mi especialidad, encima entregaron las notar del famoso proyecto y nos fuimos al carajo, quería decir, Akaisa se fue al carajo.

    La escuché bufar como un puto toro desde su asiento, no muy lejos del mío, y cuando sonó la campana para el receso se acercó a mi asiento incluso antes de que me levantara. Estampó la palma de la mano en el pupitre de un golpe seco y no me habría sobresaltado así la hija de puta tuviera la altura de un jugador de baloncesto. Alcé la vista a sus ojos, prácticamente quería comerme de un bocado y mira, ganas de soltarle la puta tormenta eléctrica encima no me faltaron.

    —La reentrega, Shimizu —siseó y comprimí los gestos al escuchar mi apellido—. La harás, quieras o no.

    —Para ser un puto corcho eres un dolor en el culo gatita, ¿lo sabías? —solté desde mi posición—. Puedes sola... O bueno, por ese dos parece que no~

    —Como que sigas tocando los ovarios el corcho que te voy a meter por el culo va a ser memorable.

    Sí, sí.

    Suspiré con pesadez, me incorporé de la silla sin prestarle mucha más intención y de puro milagro la esquivé cuando hizo a pescarme por la muñeca, el movimiento fue fluido y giré apenas el rostro en su dirección.

    —Como me toques te vas a cagar en tus putos muertos, Akaisa. Hoy no es el día, te lo juro por Dios —dije en un tono tan bajo que no reconocí como propio antes de tomar aire despacio, poniendo mis jodidas prioridades en orden—. Por Kohaku.

    —¿Qué?

    —Haré el puto proyecto contigo por Kohaku solamente —repetí encontrando sus ojos—. No por tu maldita intensidad.

    Ni siquiera la dejé responder, salí de la clase con las manos hundidas en los bolsillos de la chaqueta y cuando alcancé el segundo piso casi me llevé a Sonnen en banda cuando pretendía seguir bajando. El desgraciado seguía con cara de culo, pero fue verme la cara y que la confusión le corriera por los ojos, suponía que era porque el apaleado debía ser él y no yo.

    Sorpresa~

    —¿Qué cojones te pasó? —soltó casi en tropel.

    —Podría preguntarte más o menos lo mismo, pero la verdad me importa bastante poco.

    Pasé a un lado suyo para seguir bajando, el imbécil me siguió los pasos porque evidentemente no tenía nada mejor que hacer y alcanzamos la cafetería no mucho después. Me detuve en la máquina y estaba por meter las monedas cuando el idiota apartó mi mano de un manotazo, introdujo su dinero y me dijo que eligiera con un movimiento de cabeza. Me dieron ganas de mandarlo a la mierda, porque me pareció entender de repente que a Cayden le tocaba los huevos por metiche, pero solo cedí y me pedí otro té como en la mañana porque mejor para mí eso de ahorrarme unas monedas.

    Busqué una mesa libre, me dejé caer en una de las sillas y Altan se sentó en la que estaba justo frente a mí con un café en lata. Iba a abrir la boca, pero básicamente lo detuve en seco.

    —Si vuelves a preguntar te encajo un cuchillo en la garganta, Sonnen. Quédate callado, te ves más bonito así.

    ¿Y si alguien me hubiese dicho que lo estaba haciendo sentir todavía más inútil?

    Seguro me hubiese dado lo mismo.

    dont mind mi poderosísimo relleno que quería largar desde ayer (?

    los pendejos quedan ahí just because
     
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