Su expresión pareció suavizarse ligeramente al saber que había acabado su tarea, y una parte de sí se sintió bien de haberle dado ese empujoncito que necesitaba para evitar darse por vencida. Pero lo que pareció destensar su cuerpo fue la confirmación que necesitaba: no estaba incordiando a nadie con su presencia. Dejó caer la mano que apoyaba en su nuca como un peso muerto, aliviado en cierta medida, porque a decir verdad no conocía a nadie más allí. No es que le importase almorzar solo, p-pero... todo era mejor en compañía, ¿no? Y... ¿Ahora qué? Yule miró hacia todos lados, incómodo. Watanabe no le había echado (aunque quizás solo estuviese siendo amable), pero no parecía muy puesta en tener alguna clase de charla. Sorbió un poco de su chocolate, desviando la mirada de un lado al otro, y entonces la voz de la castaña hizo que se le fuese por mal sitio, comenzando a toser ligeramente. Oh, cielos, no esperaba que siguiese hablando. Tras dar unos golpecitos a su pecho, intentando recuperarse de la tos, tomo aire e intentó enfocar su atención en los panqueques que traía. No se veían... demasiado apetitosos, no. Pero desde luego no era algo que fuese a decir en voz alta. —N-No creo que pase nada si los dejas, ¿no? —se atrevió a preguntar, en un intento por romper el hielo. Su mirada nerviosa acabó llegando al vaso de chocolate en su mano—. ¿Quizá con algo de chocolate estén mejor?
Apenas le escuchó toser dirigió su mirada a él; algo preocupada. —¿Estas bien? —murmulló, casi inaudiblemente; más suave, casi como una nube. Apretó los dientes, avergonzada de haberle mirado de repente; como si no debiera hacerlo, casi se reprendía así misma: decidió dirigir la vista al chocolate caliente del chico. Frío, hacía mucho frío; los panqueques estaban fríos, sus manos, pies y piernas también; pero su rostro aun estaba ardiendo; se sentía rara. >>No puedo dejarlo —suspiró mirando los panqueques nuevamente—. Sería un desperdicio si lo hiciera... —volvió a soltar el aire pesado dentro de ella—. Bueno, pero la basura debería ir al tacho... ¿No?—. Pues era claro que había interpretado mal las palabras ajenas, pero ella ni enterada. Miró de reojo a Yule cuando mencionó el chocolate; después miró directamente el contenedor del líquido. Manos heladas ¿El también tendría frío? No; no podía quitarle su chocolate caliente. Watanabe se paró, dejando el pote en el piso; se sacudió el uniforme y nuevamente agarró su almuerzo, de paso también el bolso; parecía a punto de marcharse... Y aún así miró a Yule, solo para desviarlos al piso casi de inmediato, mirando los zapatos de ambos... Los de él estaban algo embarrados, los de ella más limpios. >> No... No sé... —contestó finalmente; tartamudeante—. Nunca he untado panqueques en leche o algo... creo que no se untan... es primera vez que hago—. Había empezado a pestañear mucho; tomo una gran bocanada de aire; suspiró lentamente— Perdón, creo que estoy incordiando; ni siquiera se tu nombre—. Ansiosa miró de reojo todo su alrededor, evitando el mirar del chico: quería encontrar un basurero y tirar esos panqueques de una vez por todas, antes que alguien más se enterara de ellos; como Kurosawa, por ejemplo.
Pareció algo confuso con la respuesta de la castaña, pero más aún con el hecho de que cada vez que se animaba a mirarlo, apartaba la vista casi con brusquedad. Parpadeó, mirando hacia ambos lados, incluso detrás de sí. Con cierto disimulo posó una mano en su propia mejilla, palpando su rostro en busca de alguna mancha, algún rastro de suciedad. ¿Sería eso por lo que no podía mirarlo? ¿Estaba aguantando la risa por algo? Sus mejillas se encendieron de tan solo imaginarlo y siguió inconscientemente la dirección de la mirada ajena, directo hacia sus zapatillas. Tragó saliva al darse cuenta tarde del barro que las decoraba y mientras la chica se levantaba intentó quitarse algún resto, abrumado. Normal, había acabado metiendo los pies en varios charcos producto de su torpeza. Vaya imagen estás dando, Yule. Algo pareció hacer "click" en su cabeza cuando la voz ajena llegó una vez más hasta él. Watanabe pareció incómoda, y buscaba con la mirada una papelera donde dejar la comida. Comenzó a repasar la cafetería con la mirada, dando media vuelta, y de espaldas a ella señaló un contenedor en la distancia. —Tranquila, no molestas. De hecho, agradezco ver una cara conocida por aquí —reconoció, volviéndose ligeramente mientras jugaba con su mechón, algo avergonzado. Pronto añadió, llevándose un pulgar al pecho—. S-Shirai Yule, un placer.
Guiada por la señalización del chico; Nagi observó el basurero a lo lejos: casi parte hacía aquel objeto, sin siquiera despedirse, pero... —... agradezco ver una cara conocida por aquí — Se quedó totalmente estática, aun mirando el tacho de basura tras la espalda del tipo; el rostro le había escalado diez grados rojizos de vergüenza. Estaba cohibida. ¿Shirai Yule?... ¿Shi-shirai?... ¡Shirai!... Por algún motivo no deseaba olvidarlo... El nombre, claro; que vergüenza olvidar el nombre de tu compañero de curso y pupitre. —Qué va, qué va —murmullaba nerviosa, mirando el piso mientras jugaba con sus dedos—. ¿A quién le emocionaría verme? —susurró suave tal suspiro, casi inaudible; recordando a su padre. Tomó aire profundamente, alzando la vista al techo: exhaló lentamente mientras bajaba con lentitud la cabeza; al abrir los ojos vio... los ojos de Shirai. En ese momento se sentía profundamente agradecida de recordar las enseñanzas de Haruka; para calmar nervios. Azules... sus ojos eran azules; tímidamente miró de reojo su cabello: Negro y lacio... Cómo el de Haru... Y extrañamente blanco también... No se percató que eso no le generó un rechazo como normalmente sucedía. Los ojos de Nagi estaban cristalinos; pero no lloró. Tan solo volvió a desviar la mirada al piso, apretando fuertemente la caja de bento: totalmente sonrosada. Ahora parecía que los zapatos del chico estaban algo más limpios... ¿Por qué se percataba de ese detalle tan mínimo? >>U-un gusto —murmulló sin alzar la vista—. Wa-wa-watanabe... Nagi... eso... — Había olvidado completamente que él chico si recordaba su nombre; culpables los nervios—. Vo-vo-voy a ir a botar eh-estos —dijo mientras alzaba una mano agarrada al pote de los panqueuqes; apuntando el contenedor— ¿Vale? Y fue con la cabeza gacha hacía el contenedor; caminando muy, muy despacio: totalmente distraída. Se había perdido en aquella palabra... "Agradezco" Y sentía su rostro volver a arder, y no tenía idea por qué, pero si sabía que su corazón había vuelto a querer escaparse tal conejo asustado por un disparo de realidad. Existían chicos agradables aparte de Ichirou o Kazuki; pero no sabía si estaba preparada para eso. De todas formas, inconscientemente; tras vaciar los panqueques en el tacho, Nagi Watanabe se encontraba nuevamente con la cabeza gacha... ... frente al chico, y no tenía idea de por qué sus piernas se movieron solas; pues no era consciente de la calidez que empezó a anhelar. Calidez perteneciente a su compañero de fríos colores. "Shirai Yule" Y ese era su nombre; uno que ya no olvidaría con facilidad.
El desgarbado chico nunca pareció haberse erguido tanto como hasta en ese momento: su cuerpo se echó ligeramente hacia atrás, ante la silenciosa e insistente mirada de Nagi. Una gota de sudor recorriendo su mejilla, sin moverse un solo ápice. La incertidumbre por intentar entender a la chica que tenía frente a sí le paralizó en el lugar, nervioso y desconcertado como él solo, y apenas se percató de que estaba conteniendo la respiración. Cuando sus ojos café buscaron su mirada Yule se la sostuvo todo lo que pudo, hasta que su rostro enrojeció y tuvo que apartarla de golpe. Dios, las orejas le empezaban a arder demasiado. ¿Qué le pasaba a esa chica? "Vo-vo-voy a ir a botar eh-estos..." —¡S-Sí, sí, eso! ¡Eso! ¡L-La basura! —su voz salió como un resorte a la vez que Nagi intentaba explicarse, chocando sus palabras en un intercambio cuanto menos, peculiar. Luego de que por fin pudieron coordinarse para hablar asintió varias veces, como si una no fuese suficiente, mientras la veía alejarse de reojo. Se llevó una mano al rostro cuando le dio la espalda, soltando un quejido lastimero—. Patético. Se permitió dejar caer el brazo, tomando una bocanada de aire para tranquilizarse. Bueno, estaba claro que después de esa actuación no volvería a acercarse a un rarito como él. Cuando volvió a abrir los ojos, listo para marcharse de allí, debía admitir que le sorprendió ver a la tímida chica de nuevo frente a él. No le miraba, pero el gesto fue suficiente para que una oleada de alivio sacudiese su cuerpo. Una tenue sonrisa brilló en su rostro... ¿enternecido, quizás? —B-Bueno... Ahora que el problema de los panqueques está solucionado, uhm... —sopesó sus palabras con cuidado, buscando no ahuyentarla en el proceso—. ¿Te gustaría... uhm... ir a algún sitio durante el receso? Para pasar el rato, c-claro. ¿El gimnasio, la biblioteca, quizá? >>¡P-Pero si quieres seguir sentada allá puedes hacerlo, claro!
Tan concentrada en el palpitar incesante de su corazón, no se percató frente a quien estaba nuevamente, por lo que apenas escuchó su voz se sobresaltó un poco. Nuevamente alzó la vista para mirarle el rostro, atendiendo a sus palabras... El chico también tenía un lunar, pasó saliva. —¿Te gustaría... uhm... ir a algún sitio durante el receso? — Al igual que su rostro, sus neuronas parecieron chamuscarse también, estaba hirviendo. Escuchó todo lo que dijo, pero sus primeras palabras le inhabilitaron entender las otras, como si de repente no conociera ni su propio idioma. Volviendo la vista nuevamente a los zapatos tocándose su frente... Era muy leve... Definitivamente el calor de su rostro no se debía a que tuviera fiebre. ¿En serio le estaba invitando a pasar el rato? Eso era demasiado... bueno. Volvió a observar al chico; ahora con bastante seriedad y el ceño algo fruncido, pero sin perder lo rojizo de su rostro. Estaba analizando, buscando alguna pista que le indicara dónde estaba la mentira, la farsa, pero su corazón le jugaba mucho en contra últimamente. Al final solo atinó a voltear la mirada a la salida de la cafetería; porque si de por sí sostener miradas no se le daba bien, menos aún sí sus intenciones eran buscar pistas de que algo andaba mal. Sin mencionar el constante martilleo en su pecho; abrumador. Ella en realidad no era buena observando, solo escuchando: él se oía con un nerviosismo casi familiar, pero decisión en su voz... y algo de... suavidad también, como cuando su madre amortiguaba sus pasos para arroparles en la noche y no despertarles. Para no molestarlos... Si el chico tenía segundas intenciones, lo ocultaba bastante bien. Y si era difícil controlar los temblores de la voz; aún más complicado sería fingirlos tan bien. No podía estar mintiendo. ... ¿Por qué le daba tantas vueltas? De todas formas no quería quedarse sola en un día lluvioso y pesado como aquel, pues se terminaría perdiendo en cosas que no le harían bien. Era consciente de ello, y solo tenía dos opciones: ir en busca de Kurosawa o... —¿E-estás seguro? — Le miró por el rabillo del ojo, alzando levemente la mirada en su dirección—. De... pasar ti-tiempo... conmigo, di-digo —hablaba con dificultad, intercalando miradas entre los orbes azules y los zapatos negros, más sus propias manos dolorosamente entrelazadas—. No me conoces—murmuró al final. "Obvio que no te conocen si no dices ni una jodida palabra. ¿Por qué después todos te ignoran? Por maldita retraída" Volvió a mirar a Shirai al rostro. >> M-me... me gusta el... manga, anime y esas cosas. Veinticuatro siete paso en mi cuarto... —dijo, con cierto deje de tristeza en su voz y rostro, y aun así lo mantenía serio—. Sin amigos. Supongo que si eso no te da vergüenza ajena podemos ir juntos —había hablado apresurada y con notable nerviosismo en su voz, pero en un momento dejo de apartar su mirada, no parando de mirarle directamente hasta el final. Tras eso infló el pecho conteniendo el aire en su interior. Se volteó con rapidez en dirección al pasillo, a paso veloz, pero sin llegar a correr. Casi escapando... Casi, pues esperaba que le siguiera. Lo que no quería es que notara sus ojos acuosos más de lo que seguramente ya había hecho.
Mimi Honda Tomé la taza de té y caminé acompañada por el murmullo casi ensordecedor del resto de alumnos. En días lluviosos era como andar en medio de una manada de ñus salvajes acosados por leones. Tantos grupos diversos, tantas personas tan distintas encerradas en un mismo lugar, inmersos en conversaciones tan dispares. Tan banales. Tampoco planeaba quedarme ahí mucho tiempo. Me había tomado unos minutos para retocarme el maquillaje frente el espejo del baño. El rímel empezaba a correrse a consecuencia de las lágrimas manchando mis mejillas y no iba a tirar mi máscara a la basura. Me ocupaba fieramente cada día de perfeccionarla lo suficiente para que no mostrara grietas ni imperfecciones. Una máscara. Todos teníamos una. Estaba segura de que la mayoría de adolescentes teníamos la necesidad casi imperiosa de ocultarnos ante los demás, dejando solo nuestro verdadero ser para personas conocidas o de confianza. Algunas personas tenían un sinfín de máscaras. Tantas, que a veces ni siquiera sabían cual era su verdadero ser detrás de tantas fachadas. Cambiaban entre ellas en función de las circunstancias. Si estaban felices, o tristes, decepcionados o eufóricos. La gente rica tenía cientos de máscaras. Cada una más falsa que la anterior. Lo veía. En las reuniones formales de papá, en las conversaciones triviales del resto de empresarios. Era como tratar con marionetas de plástico. Yo, sin embargo, era del tipo de tener una sola. No era difícil quitármela realmente. Solo era orgullo, obstinación y un burdo arranque de rebeldía adolescente. Caminé hasta las paredes de cristal de la cafetería observando la lluvia caer fuera, sobre el patio norte. Le di un sorbo al té. ¿Cuántas máscaras... tenía Aika? Algo simplemente no estaba bien con ella y no era necesario ser un lince para verlo. Me preocupaba. A veces solo quería tragarme todo ese maldito orgullo y decirle cuánto la apreciaba realmente. Cuanto me preocupaba su actitud. Si le decía las cosas no era porque pretendiese joderle la vida. Era como una hermana para mí... nos conocíamos prácticamente desde siempre, como Emily y Liza. Desde la primaria. No me gustaba la idea de que hubiera secretos entre nosotras. Y sin embargo, pecaba de hipócrita, porque yo era la primera que les guardaba secretos a ellas. Suspiré y me llevé un mechón de cabello rubio tras la oreja. El cristal me devolvió mi reflejo. Estaba cansada, pálida. Con el problema de Emily no había dormido nada esa noche... y ahora había pasado eso. Ni siquiera estaba segura si me apetecía ir al club de cocina y verle la cara a Kurosawa esa tarde. Le había prometido a Emily comportarme... pero aún así no podía evitar ese pensamiento que rondaba mi mente como una colmena de abejas furiosas. Kurosawa... también debía tener una máscara. Me preguntaba si podría quitársela.
Nagi Watanabe Soltó un suspiro aliviado en cuanto Izumi la liberó de sus brazos, apartándose un par de pasos. —¿Eh? —exclamó desconcertada ante el comentario de Aika, ¿eso era un halago?— Ya... —murmuró mientras se cruzaba de brazos. Aunque la distancia le desaceleró el pulso, el rubor no se fue a causa de aquellas palabras. Suave y blanda, como si fuera una almohada o un animalito pequeño, frunció levemente el ceño. Vaya vergüenza. Observó nuevamente a su senpai en cuanto esta comentó con quien pasaría el almuerzo, aclarando con bastante alegría que no había ningún problema en que la acompañaran. Tampoco pudo negarse, pues de manera repentina la chica agarró una mano de ambos, para llevárselos escaleras abajo en dirección a la cafetería. Le sacó un gritillo de sorpresa al inicio, pero luego solo se escuchaban sus pisadas contra la cerámica, intentado seguir el ritmo de la mayor. Al llegar a la cafetería se llevó la mano libre al pecho, mientras intentaba regular su respiración alborotada. Temió caerse de bruces contra el suelo, pero al final el susto pareció deshacer algo de los nervios que había acumulado. Cuando se recompuso, soltó la mano de Izumi, a la cual se había aferrado con fuerza hace unos momentos. —Ehm... —Entrelazó sus manos, jugando a rodar sus pulgares—. ¿Van... van a comprar algo? —preguntó apuntando con la cabeza la tienda de la cafetería—. Yo si.
Se había dejado arrastrar por Izumi sin más remedio, aunque ciertamente le alegraba haber topado con una chica así de enérgica el primer día. Además ya tenía con quienes almorzar, lo que era un alivio. Deshizo con cuidado el agarre de la muchacha en torno a su mano, pero se acercó más a ella, pasándole el brazo sobre los hombros, recorriendo la cafetería con la mirada. —¡Ah, pero qué escuela y qué espacios tan bonitos! —soltó animado—. Izu-chan, gracias por arrastrarme con ustedes. Ahí iba el jodido pasado de confianza, pero poco importaba, ¿no? Ella le había puesto un apodo de por sí, así que por lo menos parecían la misma clase de tontos enérgicos que no podían parar quietos. En tanto, la vocecilla de Watanabe volvió a llamar la atención de ambos. Hiroshi se separó de Aika para esculcar en su mochila y sacar su almuerzo. —Pues yo traje comida de casa, pero puedo acompañarte si gustas, Watanabe-chan. Si no, supongo que puedo buscar una mesa si ustedes necesitan comprar algo de comer. Contenido oculto la de posts que he disparado desde que me levanté, me muero xdd
Aspiró hondo, sintiendo como si en vez de caminar hubiese corrido a la deriva por los pasillos, provocando que la palma de sus manos se posara en su pecho que subía y bajaba al detenerse de forma abrupta, comenzando a regularse luego de tomar aire, recostándose en una de las paredes elevando la cabeza como si estuviese viendo hacia el techo. Nunca había hecho tanto deporte en su vida. Pfff, sus piernas le temblaban y se sentía... extraña. Empuñó las manos y sintió el largo de sus uñas. ¿Dónde estaba? Percibió el gentío al dejar su mente en blanco, sus fosas nasales asimilaron la distinción de aromas y el sonar de los cubiertos. La cafetería. El vibrar de la manija lo sintió tardado al chocar con un cuerpo sólido. Sus manos depararon en la espalda ajena al retroceder, chocando con la pared, golpeándose la cabeza. Menuda mierda. —Lo siento —se disculpó apartando el tacto de Hiroshi como si el ardor en sus piernas se desvaneciera por lo gélido de la situación al sentirse estúpida.
Apenas había terminado de hablar cuando alguien lo chocó por la espalda, tuvo que hacer malabares para que la caja con su almuerzo no fuese a dar al suelo, y al conseguir sostenerla soltó un suspiro de alivio. Se volteó entonces, buscando a la persona que casi se lo había llevado por delante, solo para notar a una chica. —¡No te preocupes! —le dijo, agitando las manos. Tardó demasiado, quizás, en darse cuenta en que Violet tenía necesidades diferenciadas. Se golpeó la frente con la mano libre, reprendiéndose a sí mismo, y luego estiró la mano hacia ella, dándole un toquecito en el brazo, conciliador—. Es culpa nuestra por estar aquí a medio camino, después de todo. Esperaba cualquier respuesta por parte de Hiradaira, ciertamente, pero no que se abochornara de aquella manera. Tampoco podía culparla, ¿no? Una bola de gente se había preocupado por ella y encima estaba él, que hasta entonces no había sido más que un brusco y un puto distante, preocupándose por ella. A cualquiera le habría dado un ataque. Soltó una risa por la nariz al ver sus reacciones y de nuevo aquella oleada extraña de calidez le envolvió el cuerpo. Bueno ya estaba bien de sentir ternura por una enana culo inquieto como esa, ¿no? Debió notarlo desde el primer momento, lo que se escondía detrás de aquellos cambios de actitud, de aquella personalidad huraña que forzaba tantísimo. Esa chiquilla había estado malditamente sola y abrirse le parecía en sí mismo un peligro. El hilo que surgía de ella no estaba unido a nadie más antes, solo le rodeaba el cuerpo, tensándola y ahora se había aflojado, para lazarse a las otras. Se permitió una sonrisa genuina, dirigida prácticamente al aire. El instinto de Jez nunca fallaba y, después de tantos años, el suyo se había afinado casi de la misma manera aunque le faltaba la paciencia de la madre loba. Más le valía no olvidarlo a la cabrona. No quería más sustos de esos, ni él ni ninguna de las chicas. Poco le duró el bochorno y todo lo demás, porque se echó a correr hacia las escaleras. Ganas de decirle que dejara de corretear y agitarse como una idiota no le faltaron, pero ella misma se calmó. Suspiró, quitándose el flequillo de la frente con la mano y rascándose las raíces del cabello como solía hacer Jez. La migraña había mermado un poco y ni siquiera se había dado cuenta. Siguió a las cuatro con pasos más lentos, mientras las dejaba tomar la delantera. Como un perro guardián. Suzu, Anna, Emily y Jez; eran un grupito de lo más variopinto, a decir verdad, pero de alguna forma podían encajar como las piezas de un rompecabezas. ¿Qué, ahora tendría que cuidar de cuatro tontas? Regresó las manos a los bolsillos de los pantalones. Él, el maldito problemático, el que no se molestaba siquiera en llevar el uniforme correctamente y para quien el mundo se había limitado a Jez durante tanto tiempo. Lo notó demasiado tarde, quizás, en su visión monocromática del mundo se estaban colando tonos de lo más sutiles. Aquí y allá, como si los píxeles dañados de una televisión revivieran de puro gusto, uno a uno. Podían irse a la mierda en cualquier momento también, pero allí estaban. El bullicio de la cafetería le llenó los oídos cuando por fin llegaron. —¿Deberíamos buscar dónde sentarnos? —preguntó alzando la voz apenas para hacerse oír. Contenido oculto Amane Gigi Blanche Que si voy a dejar de rolear al pendejo? no porque estoy muertísima con el develop que se está clavando y god bless Annita por permitir esto *rueda en sus lágrimas de softness*
Fue conversando con las chicas en el camino hasta la cafetería sobre cualquier cosa; estaba contenta y se le notaba, pues la sonrisa no había aflojado ni un instante, aunque sí se las había ingeniado para calmarle a su energía usual y acompasarse con el ritmo de las chicas. Konoe, Em y Jez. Eran, según sus parámetros, lo que siempre había considerado princesas. Bonitas, femeninas, gráciles y amables. Eran lo que tanto tiempo, e incluso a día de hoy, una parte oscura suya seguía contemplando con recelo. Como una niña observando una muñeca de porcelana, vidriera de por medio, sin un solo centavo en las manos. Pero no podía sentir el menor ápice de resentimiento, no por ellas. No luego de conocerlas, recibir su calidez y su bondad. Eran princesas por algo, y a ella sólo le quedaba lo que todos los demás hacían: admirarlas y quererlas. Como el niño que lustra zapatos al costado de la acera. Estaba bien, de verdad. Por primera vez en mucho tiempo podía afirmar, de todo corazón, que estaba bien. ¿Estás bien, Anna? Joder, estaba mejor que nunca. Podría estallar de alegría. Antes de ingresar a la cafetería recordó de milagro los juguitos perdidos y le echó un vistazo al pasillo, encontrando la bolsa tirada más allá. Vitoreó, animada, y se echó a correr de vuelta con el grupo mientras chequeaba su contenido. Quedaba un zumo. Se giró de costado hacia Sonnen en cuanto lo escuchó y repasó la cafetería, poniéndose de puntillas para ver mejor sin siquiera notarlo, y soltó una exclamación de sorpresa. No sólo había topado con asientos vacíos, sino que... —¡Ai-chan! —exclamó, contenta, y se giró hacia sus acompañantes—. Encontré asientos vacíos más allá, ¡vamos, vamos! Empezó a sortear la gente de la cafetería hasta que alcanzó el grupo con el que Aika se encontraba. Se acercó desde su espalda, con sigilo exagerado, y dio un saltito para taparle los ojos en cuanto la tuvo lo suficientemente cerca. —Ai-chan —la saludó, riendo—, ¡te encontré! ¿Vamos a por esos mochis? ¡No aceptaré un no por respuesta! Luego se giró hacia los acompañantes de Aika, tan extrovertida como alguna vez había sido, y alzó la bolsa por sobre su cabeza con una amplia sonrisa. —¡Muy bien, al que madruga, Dios lo ayuda! El primero que me pida la bolsa se la queda.
Contenido oculto: tururu Nada, soy weak por esta canción *sobs* me pone super soft. Also última intervención de mi amargado y mi culo inquieto para que las que tienen que ponerse al día lo hagan tranquilitas. Me puto muero de softness, no les explico lo que estoy disfrutando esto alv Su atención la atrajo entonces una tromba de energía que le recordó a sí mismo. Había aparecido literalmente de la nada, lanzándosele encima a Aika, cubriéndole los ojos y hasta después se dirigió a Watanabe y a él, alzando una bolsa. Apenas pudo disculparse torpemente con Violet para volcar toda su atención en la recién llegada, como el culo inquieto que era. Sus ojos verdes brillaron con una emoción infantil. —¡Yo, yo, yo! —exclamó levantando la mano. No iba a arrebatarle la bolsa, eso le parecía maleducado, pero nadie se lo iba a ganar, de eso estaba seguro. No era que fuese muy caballeroso de por sí. Atrás de Anna y quienes la acompañaba notó otra cara conocida. —Ah, senpai, perdona de nuevo por lo de la mañana. —No le pasó desapercibida la evidente tensión en los gestos de Altan a pesar de que se encogió de hombros, pero tampoco le importaba demasiado—. ¿Kuro-chan no estaba contigo de casualidad? Una amiga suya la andaba buscando. —No —respondió sin más y reparó entonces en la muchacha castaña, la que debía ser de primero. Esa era la chica a la que Kurosawa le había estado dando tutorías, ¿cierto?—. Debe estar con el perro. Hiroshi arqueó una ceja, confundido. El mayor soltó un pesado suspiro, perfectamente consciente de que se iba a armar una buena, se habían juntado el hambre con las ganas de comer, las dos trombas de energía por excelencia se habían topado: Koizumi y Hiraidara. Casi sintió la migraña regresar. >>Hiradaira. —La llamó ya que el menor se había abalanzado para reclamar el jugo—. Este es Koizumi Hiroshi, lo transfirieron hoy. Otro culo inquieto por excelencia. Koizumi, ella es Hiradaira Anna, no te la vayas a llevar por delante en los pasillos ni nada así. —Un placer, Hira-chan —añadió con genuina alegría. No esperaba conocer tanta gente en el primer día, mucho menos que fuese precisamente Sonnen el que se pusiera a presentarle personas. Jez asomó la cabeza, para detallar al desconocido. —¿Amigo tuyo, Al? —preguntó con voz suave. —Kohai de su anterior escuela —respondió el menor. —Bueno, vale. Tendré que hacer toda la presentación formal, ¿no? —dijo con cierto fastidio en la voz, acto seguido señaló a Jez, a Suzumiya y finalmente a Emily—. Jez, Suzu y... —Hodges-san —añadió la albina, salvándole el culo, porque seguía sin acordarse si había escuchado el nombre de la chica o no. Pues qué remedio, ¿no? Había terminado allí metido, ya no tenía opción. Además no podía engañar a nadie, era... cálido.
Nagi Watanabe Nagi negó con la cabeza la oferta de Hiroshi sobre acompañarla, que buscará una mesa vacía sonaba como una buena idea, aunque no mencionó nada. Tras eso, una chica pasó a chocar con él, ganándose una mirada preocupada por parte de ella, aunque parecía no haber sido nada grave y el chico no se lo tomó mal. Entonces, una vocecilla hizo aparición mientras la dueña de esta cubría los ojos de Aika. Las observó sorprendida tras distanciarse un paso, la recién llegada rebosaba de alegría y parecía igual de enérgica que su senpai, ¿sería ella la tal An-chin? Después de la aparición de la chica llegaron más personas, la tensión de Watanabe debido a esto no pasó desapercibida en su rostro, llevando el ceño ligeramente fruncido y las manos entrelazadas. Una chica de cabello tan blanco como la nieve y otra que de inmediato contrastada a la anterior con su cabellera más oscura, su rostro le sonaba un poco, también había un tipo al que no pudo sostenerle la mirada ni por dos segundos y... Hodges, su senpai en el Club de cocina, que también era amiga de Aika y Mimi. Verla logró destensar algo sus facciones, para luego brindarle una sonrisa aún tímida. —Hola, Hodges-senpai —saludó con suavidad manteniendo la leve sonrisa, para luego prestar atención al intercambio de palabras entre los chicos, algo más seria. Primero decían que andaba con un senpai y ahora un perro, a la chica cada vez se le hacía más claro que se trataba de Usui. Con lo gruñón que se mostraba ante la cercanía de varias peronas, era lógico que si Kurosawa quería pasar tiempo con él optara por un lugar menos atiborrado de gente. Luego el chico de tercero, a juzgar que lo era por el honorífico usado por Hiroshi, empezó a presentar a las chicas que iban con él. Le sería mucho más fácil dirigirse a ellas tan solo por "Senpai" de momento. También debería presentarse, ¿no? El nerviosismo volvió a invadirla, intercalando miradas entre los nuevos presentes. —Uhm... Soy Watanabe —murmulló inclinándose de manera formal, al erguirse llevó un mechón de pelo tras su oreja, sonriendo claramente tensa— ¿Un gusto? No le duró mucho, rápidamente se mostró algo afligida tras soltar un suspiro. >>Vo... voy a comprar mi bento —comentó mientras apuntaba con su pulgar a la tienda tras su espalda—. Con permiso—. Una leve reverencia más y dio media vuelta para dirigirse al negocio. El panorama no se veía tan mal estando Hodges y Aika presentes, aun así sentía que no encajaba demasiado. Esperaba que la fila de la tienda le diera tiempo suficiente para quitarse los nervios de encima.
Emily Hodges La renovada alegría de Anna acabó contagiándose al resto, así como el alivio al ver que genuinamente se encontraba bien, y no tardamos en reanudar la marcha hacia nuestro destino inicial: la cafetería. La conversación que tuvimos fue sobre cualquier cosa pero se notaba bastante fluida. Era extraño, de alguna manera las cuatro despuntábamos y éramos más parecidas de lo pudiese parecer. Y luego estaba Sonnen-senpai, yendo detrás de nosotras, casi como si estuviese vigilándonos. Reí para mis adentros hacia el pensamiento. Pero Jezebel tenía razón, quizás solo mordiese a los que pusiesen en peligro a aquellos que vigilaba, como un perro guardián. La cafetería estaba abarrotada pero curiosamente encontramos una mesa disponible para nosotros, a pesar de ser un grupo bastante grande. Así como Anna, no tardé en distinguir la cabellera de Aika y supe entonces que ese sería nuestra única oportunidad de sentarnos. Nos acercamos y las presentaciones no tardaron en sucederse. Por suerte, aquel chico era al único que no conocía así que sería fácil de recordar. Hiroshi... parecía que teníamos la misma edad, ¿no? Al menos era menor que Sonnen-senpai, así que podría ser. Miré a Jez con una sonrisa cuando dijo aquello, asintiendo ligeramente, y luego vi a Watanabe-chan ahí, claramente intimidada a lo que intenté sonreírle de la mejor manera posible, intentando calmarla. Bueno, ni modo, acabó por salir casi corriendo antes de que pudiese decirle nada más. —Eh, sí, pero por favor, llamadme Emily —dije, finalmente, con una ligera inclinación y una sonrisa amable—. Un gusto~
Había llegado a la cafetería en cuestión de unos minutos salteando alumnos que cruzaban por el pasillo y bajando escaleras casi de dos en dos. Cualquier pequeña cosa que le ayudase a mantener su mente lejos del asunto de Honda era bienvenido y hacer nuevas amistades siempre, siempre lo era. —Bueno, aquí estamos. Con todos ustedes, damas y caballeros, la primera maravilla del mundo dentro del Sakura Gakkuen...—hizo el sonido de un tambor creando unos instante de tensión bastante distendidos. Extendió los brazos nada más llegar como si pretendiese abarcar todo el espacio disponible—. ¡La cafetería! Bueno, no era una maravilla del mundo pero ¿qué importaba? La lluvia golpeaba los cristales con insistencia y el murmullo de platos, vasos y las voces de los alumnos congregados creaban un ambiente bastante apacible, recogido, como de una familia unida. Era el efecto de esos días grises y fríos. Dio un giro sobre sí misma y esbozó una sonrisa amplia, de dientes descubiertos. Le dio una palmada a Hiroshi en el hombro. —¿Qué te parece Hirochin? Genial, ¿no?—cuestionó y permitió, entre risas, que el muchacho le echara el brazo sobre los hombros. En ese breve espacio de tiempo, la confianzuda Aika Izumi había logrado conectar con una persona casi tan o incluso más confianzuda que ella misma—. Cuando no esté lloviendo te mostraré el resto de sitios. El invernadero, el patio norte y... Jeez, se me olvidan los demás. ¡Pero qué más da! ¡Disfrutemos de lo que tenemos ahora! Escuchó la suave vocecita de Nagi y sus ojos verdes enseguida se clavaron en ella. Era tan pequeña y tan linda, le daban ganas de llevársela a casa. Sin embargo se limitó a soltar una risa ligera y a sacudir la cabeza. —Que va, Watanabe-chan. Me olvidé el dinero en casa...—se sobó la nuca, avergonzada y su sonrisa se tornó algo tensa, nerviosa. Era una verdad a medias. Se lo había dejado porque era una completa tonta y tenía demasiadas cosas en la cabeza, pero de cualquier forma sentía el estómago cerrado. No sentía demasiada hambre—. Pero puedo— ¡Woah! ¿Quién apagó las luces? No pudo seguir hablando. Al sobresalto de Hiroshi con aquella pobre chica le siguió el tacto de unas manos suaves y cálidas sobre sus ojos. El corazón le dio un vuelco, tenso. Repentinamente solo oscuridad. Su tensión no duró demasiado cuando se percató del cuerpo que casi había trepado a su espalda, pequeño y recogido, y aquella voz suave, rebosante de esa vibra alegre llenó sus oídos. Una extraña emoción recorrió sus venas. —¡An-chin!—exclamó con ánimas y se le escapó una risa genuina al tiempo que ella liberaba sus ojos. Era, a fin de cuentas, la persona que estaba buscando y no venía sola. Pretendía responderle a la oferta de los mochis pero solo pudo alzar las cejas, sorprendida, al percatarse de la cantidad de gente que había con ella. Un chico alto de oscuro aspecto, una jovencita de larga cabellera albina, Emichii—se le escapó una sonrisa casi sin notarlo— y una joven de aspecto de muñeca. ¿Todos eran amigos de Anna? ¿Debería extrañarle siquiera? —¡Oye, no es justo Hirochin!—exclamó entonces y le echó los brazos a Koizumi por encima de los hombros. Tuvo que apoyarse sobre la punta de los pies porque el joven era ligeramente más alto que ella. Hizo un mohín. Su voz fue un murmullo quejumbroso, como el lamento caprichoso de un crío—. Yo quería la bolsa misteriosa de An-chin~ Se le escapó una risita. Dios, era una niña. Desde aquel lugar asistió a la breve y escueta presentación que hizo Altan sobre todos los presentes. Alzó la mano por encima de su cabeza, exultante de alegría. —¡Un placer sen-pa-is! Yo soy Izumi Aika, de segundo. Izumi-chan~ La joven del cabello oscuro, esa que parecía una delicada muñeca, soltó una risita suave y femenina. Pero cuanta energía tenía todo el mundo ahí debía estar pensando. La cabeza le punzó, pero el alivio resultante de ver a Hiradaira sana y salva y estar reunida en aquel cálido círculo fue suficiente para ignorarlo. Hizo una reverencia gentil. Su voz se deslizó suave pero vibraba en ella una alegría genuina que no pudo disimular. —El placer es mío Watanabe-san, Izumi-san y Koizumi-kun—se incorporó entonces y ladeando apenas la cabeza, sonrió—. Bueno, ¿vamos todos a comer? Se sentía cálido. Sumamente cálido. Como una gran familia.
Se sorprendió bastante al notar la energía que tenía aquel muchacho de ojos verdes y cabello tan negro como el propio, y le resultó tan contagiosa que soltó una risa fresca y le dejó agarrar la bolsa sin ningún pero. Estuvo a punto de decir algo cuando oyó a Sonnen llamándola a su espalda y alzó la cabeza, viéndolo desde abajo. Ah, conocía al muchacho. Le sonrió a Hiroshi ampliamente y le extendió el puño, para que lo chocara. —El placer es mío, uhm... —Se golpeteó la barbilla, pensativa, mientras probaba alternativas—. ¿Koi-kun? ¡Hiro-kun! Hmm, ¿Izumi-kun? ¡Ah, no podía decidirse! Volvió a reír y le picó el hombro para llamar su atención, señalando luego la bolsa. —¿Cuál te gusta más? ¡Tienes que responderme para ganarte el premio sorpresa! —soltó, con seriedad impostada y los brazos en taza. Entre tanto, Hiroshi había sido más rápido que Aika y esto pareció no venirle en gracia a la muchacha. Anna la observó totalmente enternecida y volvió a reír, poniéndose de puntillas y estirando el brazo para acariciarle la cabeza. —No te preocupes, Ai-chan, todo a su tiempo. —Le guiñó el ojo y unió las palmas frente a su pecho, emocionada—. ¿Qué tal mañana? Ah, ya le había prometido un zumo a Alisha y ahora también a Aika, ¿es que no tenía amor por su billetera? Bueno, siempre había sido estúpidamente generosa y era algo que, en definitiva, le encantaba hacer. Arrancarle sonrisas a las personas que quería. Era lo más bonito del mundo. Cuando Konoe intentó congregarlos a todos dentro de ese pequeño caos que se había formado, Anna recordó algo de vital importancia y se irguió como granadero. —¡Ah! —Señaló a Aika con el dedo—. ¡Mochis! ¡Los mochis, Ai-chan! Contenido oculto estoy pero que demasiado soft, por favor
Escuchó las disculpas y asintió con cordialidad, denotando la ausencia del joven al sentir que éste se retiraba encaminándose a un grupo al escuchar la algarabía, metiendo su mano al bolsillo de su falda. Había traído dinero, y tenía algo de sed. Sonrió suavemente para sí misma, llenándose de ánimo hacia el reto propio de encontrar un dispensador de bebidas. Fresa, mango, limón. Se corrió suavemente hacia atrás hasta palpar la pared con su espalda, procurando no estorbarle a nadie que decidiera desplazarse por el espacio, afinando sus tímpanos hasta que logró desprender el alboroto y centrarse en el sonar de las latas rebotar en el metal, el grosor de las monedas entre sí, y el pitido de lo que parecía un dispensador funcionando correctamente. Se movió entonces, procurando frenar cada que las manillas vibraban en sus muñecas, llegando hasta el aparato deseado. Ahora solo faltaba saber qué botón debía presionar para escoger el sabor. Natsu solía comprar las bebidas cuando salían a caminar por el parque, y en su anterior instituto las leía con su tacto, pero este definitivamente no estaba adecuado a sus necesidades. —Limón —susurró con las monedas entre sus dedos. Maldita sea... le daba vergüenza el pedir ayuda para algo tan simple, como lo era sacar una lata de un dispensador. Contenido oculto Yugen ♥
Era diametralmente opuesto al evento de la noche anterior, en la azotea. En ese momento se sentía segura, confiada y cálida. Nunca había tenido problemas conociendo a otras personas pero su círculo siempre había sido pequeño. Alisha, Ai. Tal vez algunas de las chicas del club de jardinería. Gracias a la fiesta había conocido a Altan y a Jezebel, así como a Anna. Ahora tenía la oportunidad de ampliar sus horizontes y conocer personas nuevas. Permitirse hacerlo. Izumi y Kuizumi parecían bastante animados, dos chicos con luz propia, derrochando una energía sin límites. Watanabe por su parte parecía bastante tierna y tímida. Le hubiera gustado hablar con ella un poco más. Habría otras oportunidades. De momento, no parecía producente presionarla. Se disponía a avanzar hasta la mesa cuando divisó no demasiado lejos a una jovencita de corto cabello claro. Parecía estar teniendo problemas con la máquina expendedora. Ladeó ligeramente la cabeza, intrigada. Su carácter servicial y caritativo le impedía simplemente quedarse al margen cuando era testigo de escenas así. Se volteó hacia el grupo y con una inclinación ligera les pidió que la disculparan. Solo entonces se acercó. —Disculpa, ¿está todo bien? Te vi y no pude evitar pensar que tenías problemas—cuestionó con suavidad acercándose por su espalda a la joven. No pudo verla de frente y por lo tanto notar la venda de sus ojos. Se llevó un mechón oscuro tras la oreja de forma mecánica. No se sentía ni tímida ni incómoda de hecho no se sentía tan cálida y relajada en mucho tiempo—. ¿No funciona la máquina?
Se tensionó ligeramente pese a que la voz que le habló desde atrás era sumamente suave y cálida, provocando que sus mejillas se tiñeran del carmín al sentirse tonta, pues ciertamente la maquina debía estar funcionando perfectamente, el problema radicaba en saber dónde estaba el maldito sabor a limón entre la variedad de opciones que debía traer el dispensador. Si hubiese escogido cualquier botón al azar, así fuese un café lo que hubiese sacado -y detestado-, se lo hubiera tomado tan solo para simular, pero ahí estaba de caprichosa meditando una solución que llegó en género femenino tras suyo. —Lo lamento —se disculpó avergonzada, ladeando levemente la cabeza como si mostrara respeto al asimilar que su voz era dirigida a la persona correcta, agachando un poco la cabeza como le decía su madre y debía hacerlo en aquel país extranjero. Jugó con el par de monedas entre sus gráciles dedos, inquieta. —El sabor a limón —tomó aire como si de valor se tratase—, podría por favor, ayudarme a presionar el botón correcto —pidió con suma cortesía, sin atreverse a tocar el cuerpo ajeno al no tener un consentimiento. Aún se sentía extraña por las voces de la biblioteca. Necesitaba como fuera el ácido, gélido y quizá amargo del limón para perder la sed y volver a la realidad. Como los zapes de Natsu. Volvió la cabeza al frente, esperando que aquella persona tomara su mano y le indicara a cuantos botones de distancia se encontraba el solicitado. De tal forma lo memorizaría a la perfección y no tendría que volver a molestar a alguien más por algo tan sencillo, como lo era sacar un zumo refrescante de un dispensador.