Cafetería

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Hygge

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    Kurosawa Shiori.

    Escuché su nombre con cierto interés, discreto, dejando que fuera Rachel quien encaminase la conversación. No me pasó desapercibido el curioso detalle de que tanto su nombre como mi apellido podían ser confundidos fácilmente. No sabía qué tenía aquella chica, si era la curiosa serpiente azul de su mechón, los ojos anaranjados o la eterna sonrisa, pero atraía mi atención y me incomodaba a partes iguales. Era una dualidad extraña, pero preferí obviarla mientras sacaba mis palillos, pues tampoco era mi intención que se me notara en toda la cara.

    Satoko y su amiga no tardaron mucho en llegar, y Rachel pareció especialmente feliz con ese detalle. Yo me limité a seguir a la joven de cabello esmeralda con la mirada, reparando en sus facciones y sus brillantes orbes del mismo color, y regresé la atención hacia mi comida al notar cómo el calor volvía a dirigirse hacia mis mejillas sin previo aviso.

    Dejad de mandarme chicas lindas, por favor os lo pido.

    —¡Ah, hola! ¡Me alegra que hayas venido, Inuoe-chan! —La rubia saludó a ambas chicas una vez tomaron asiento, mientras yo me tensaba ligeramente ante la cercanía de Satoko al tomar el asiento libre a mi lado. Intercambié miradas silenciosas entre ambas mientras hablaban, inclinándose ligeramente para ver a la otra y llegando hasta a mí el aroma a jazmín de Rachel, y decidí encogerme en mi asiento, enrojeciendo aún más. Sí, mejor me enfocaba en la comida. La comida era buena opción—. Kurosawa-senpai se había presentado hace nada, al parecer Watanabe-chan y ella son amigas desde hace un tiempo. Qué lindas, ¿verdad?

    Pero yo no me iba a salvar tan fácil, vaya que no, porque Yukie, quien parecía tan tímida como yo, se armó de valor y decidió que era buena opción hacerme un halago al desastre con patas que estaba hecho en ese momento. El arroz se me fue por mal sitio de la impresión y empecé a toser, haciendo que Rachel me diese palmaditas en la espalda algo preocupada.

    —¿Estás bien, Shirai-kun? —preguntó, y asentí varias veces hasta que terminé por recuperarme.

    —Sí, sí, yo... Eh... —carraspeé, sintiendo los ojos algo cristalizados por la tos, y me animé a mirar a Yukie con parte del rubor aún en el rostro—. ...Gracias, Inuoe-san. Los deportes no son lo mío pero mi hermano se esfuerza mucho porque me agraden y... bueno. Hoy no podrá ir al club, así que me dejó a cargo a mí, o algo así.

    Más bien si se atrevía a aparecerse por el gimnasio en lugar de ir con Laila le iba a echar a patadas de allí.

    —¿Hoy hay entrenamiento? —cuestionó Rachel, recordando la última sesión—. Podemos ir a veros de nuevo, ¿verdad? Watanabe-chan y Kurosawa-senpai también están invitadas.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Esta vez logré no tensarme o sentir que podría quemarme o romperme si me tocaba. Su mano navegó el espacio hasta alcanzar mi frente y me di cuenta que, al menos de momento, era capaz de recibir su tacto sin que un relámpago paralizante me inyectara el terror en las venas. ¿Era porque había abierto el grifo, al menos un poco? ¿Era porque por una vez en la puta vida había puesto en palabras algunas de las mierdas que me perseguían a diario?

    Siempre creí que hacer eso les daría más entidad y poder sobre mí.

    Quizás... había estado equivocada.

    Se me escapó una sonrisa floja cuando la sentí trazar un camino hasta la punta de mi nariz, había intentado ver su mano por puro reflejo pero tenía que cruzar los ojos y lo dejé estar. Sabía que Emily iba a soltarme las mierdas que no lograban pasar mi armadura, el mismo tipo de mierdas que Altan había intentado alcanzarme cuando insistió en permitirle entrar, en acudir a él cuando tuviera un problema. Dejarle cuidarme, le había llamado.

    Puede que fuera de testaruda, pero las murallas seguían ahí y... era tan difícil.

    Tan jodidamente difícil.

    Peor habría sido nada, de cualquier forma. La oí con atención, pretendiendo absorber cada una de sus palabras y entonces lo pensé, que una parte de mí se sentía francamente desesperada por encontrar la lanza con el filo suficiente para atravesar mi jodida armadura de lado a lado. Como un padre buscando a su hijo perdido, capaz de volver una y otra, y otra vez debajo de la misma piedra que ya revisó mil veces. Era la estúpida esperanza, el manotazo de ahogado. El chaleco salvavidas.

    Tienes tanto amor para dar.

    Dios, Em.

    Quería creerle. Que mis amigos están aquí, que no van a desaparecer, y que los merezco. Que merezco amor, felicidad y contención, que me lo supe ganar y que no es algo tan débil como para evaporarse de la noche a la mañana. Lo único que quería era creer en esas cosas, creerlas desde el fondo de mi corazón.

    Pero aún me resultaba imposible.

    —Gracias, cariño —murmuré de todos modos, porque sin importar el vacío dentro de la armadura lo cierto era que podía distinguir el afecto en los ojos de Emily y no veía cómo no agradecerlo—. Eres una persona super bonita, lo sabes, ¿verdad?

    Arrugué la nariz al sentir su golpecito y me erguí lentamente, tapando el bento y viendo de ordenar las cosas.

    —¿Una maratón de Disney? Venga, estoy adentro —acordé, logrando concederle una sonrisa que no se sintió forzada—. ¿Con qué podríamos arrancar? No te voy a mentir, Mulán es de mis favoritas y creo que Frozen está ampliamente sobrevalorada.

    En eso estaba cuando mi móvil vibró. Había unos mensajes de hace unos minutos pero no sé, no lo había oído o qué se yo. Abrí el chat y se me escapó una risa floja al ver la foto de Kohaku, alcanzando el aparato con ambas manos para tipear.

    Por favor, qué puta joyita
    Gracias por tanto y perdón por tan poco, Al
    Siesta en el patio, huh? Venga, ni que fuera una alumna tan responsable
    Les caigo con una sorpresa


    Lo había notado al vuelo, ¿verdad? La foto, el tinte jocoso de sus últimos mensajes. Ya me hacía una idea de que el humor de Altan había mejorado considerablemente y, Dios, no era capaz de poner en palabras lo mucho que eso me aliviaba. Luego de enviar los mensajes volví a abrir la foto y se la mostré a Emily, con una cuota de diversión impresa en el rostro.

    —Oye, vamos a echarnos una siesta en el patio con los chicos, ¿quieres venir?
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Pronto apareció Satoko de nuevo junto a Inuoe, con la energía de siempre, y les dediqué una sonrisa mientras se acomodaban en la mesa junto a los demás. Me llegó la voz de Nagi en respuesta a mi pregunta y recordé lo que había traído el día anterior, arroz y tomate.

    Bueno, pero qué maneras de comer eran esas.

    Y me cagaba en mi vida, que incluso con los cimientos destrozados seguía pensando en otros.

    Con cuidado saqué dos de los onigiris y los coloqué en su bento sin siquiera preguntarle de nuevo, había preparado cinco, rellenos de salmón aprovechando que no sé a papá le había dado por traer una tanta de salmón bastante importante ayer en la noche.
    Luego estaban los del otro almuerzo. Contuve el impulso de comprimir los gestos en lo que regresaba la atención a los tres onigiris que me quedaban en la caja, pero no me atreví a comenzar a comer todavía sinceramente.

    Escuché entonces a Yukie, se había esforzado por decirle algo a Shirai, un cumplido y solo saber eso me arrojó una diminuta cantidad de calidez al cuerpo, que no provenía ya del calor abrazador del incendio que llevaba dentro. Al otro pobre le había subido el color al rostro incluso antes de que hablara, así que debía asumir que ya no se trataba solo de su timidez natural, si no que estaba rodeado de chicas bonitas.

    Pobre diablo.

    Al menos vas a morir feliz, cariño. Alégrate un poco.


    Y literalmente casi se muere apenas escuchar a la chica, como si hubiese sido el tiro de gracia que hacía falta para dejarlo fuera de juego, pero alcanzó a recomponerse para responderle a la muchacha. Ojalá haber podido salirme de la línea de tiro de Rachel, porque para cuando me di cuenta nos había extendido la invitación al entrenamiento de baloncesto a mí y a Watanabe.

    Cielo, no puedo.

    No puedo.

    Tengo que salir pitando de aquí apenas suene la campana de la última hora.


    —Lo siento, no puedo quedarme. Me surgió algo y tuve que cancelar la reunión del club de hoy incluso, pero muchas gracias por invitarme, Gardner-san. Espero poder ir a ver el entrenamiento pronto. —Volví a sonreírle a la chica, a pesar de que la culpa me estaba comiendo viva.

    Imaginaba que Nagi, Satoko y Yukie no habían visto el tablón de anuncios siquiera y allí estaba yo, soltándoles que no habría club esa tarde luego de que había ilusionado a las dos primeras en la mañana.

    Cuando el mundo no era rojo.

    Perdón.

    Perdón.

    Perdón.

    Lo siento.

    No puedo arrastrarlas conmigo.

    se me acumularon respuestas aquí y me salió una cosa rarísima JAJAJA adbakes *rueda*
     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Nagi Watanabe

    Recibir la sonrisa de Inuoe de vuelta había logrado que ampliara la propia, aunque junto a ello el rubor. Luego Rachel volvió a mencionarlas, a Shiori y ella, que eran amigas de hace tiempo, que era algo lindo. La expresión algo calmada que había logrado conseguir con la pequeña interacción con Yukie se contrajo, aunque no demasiado para parecer fuera de lo normal en ella, y desvió la vista a su comida.

    A comparación del tiempo que llevaba conociendo a sus otras dos amigas, casi un año no le parecía mucho; pero era claro que la quería mucho y la palabra "amiga" ya había rondado un par de veces entre ellas, pero sentía que aún faltaba algo. Sin saberlo, aquello que faltaba podía estar poniéndose a prueba en ese mismo momento.

    Dejó escapar un suspiro suave, escuchando sin demasiada atención las voces de los demás, otra vez desconectándose. Entonces dos onigiris aparecieron en su plato, como si un acto de magia se tratase, pero no fue necesario voltear para saber quién era la hechicera. Lamentablemente, el truco no provocó el mismo efecto que el día anterior. ¿Era por ser una cantidad más grande?, ¿por estar delante de otras personas?, ¿o a causa de la rara sensación que llevaba teniendo desde que se encontró a Kurosawa en el pasillo? O incluso desde un poco antes, cuando recibió la respuesta de la chica por mensaje.

    Otra vez se sentía como un parásito.

    Inspiró corto, manteniendo el aire en su interior mientras tensaba los dedos alrededor de sus palillos. Su ceño se frunció con preocupación, sus labios se apretaron para contener lo que fuera que sentía crecer en su interior, terminando por sentir su mirada algo perlada. Su corazón latía con fuerza; ¿por tristeza?, ¿impotencia?

    ¿Enojo?

    Pareció bufar, tomó uno de los onigiris y lo devolvió a la caja de Kurosawa, no se atrevió a replicar el movimiento con el otro. La miró directo a los ojos, seguro era la primera vez que la veía con aquella expresión tan enfadada, a pesar que la tristeza se filtrara con suma facilidad. "Para mejorarte debes comer bien" resonó en su cabeza, hipócrita, incapaz de replicarlo con los labios sellado, entornándo los ojos intentando contener las emociones que se filtraban por ellos.

    Respiraba profundo y con lentitud, sintiendo el corazón golpearle el pecho, porque hacer todo eso en verdad le estaba tomando demasiado valor. Le aterraba enfrentarse a otras personas, y la situación actual se lo estaba refregando en la cara.

    Devolvió su atención a su bento, apartando el onigiri a un costado con cuidado, a pesar de su clara alteración, y tras eso se acercó la caja y empezó a comer con demasiada velocidad. Sin gracia, sin cuidado, casi rozando lo indecente. Se trapicó un par de veces y tuvo que dejar la caja en la mesa, tapándose la boca con el antebrazo.

    Y ahí, sintiendo su propio ceño fruncido, sus facciones se contrajeron con fuerza en un gesto de tristeza, aún con el brazo cubriéndole el rostro.

    Como odiaba la furia, incluso si venía de ella misma.

    Escuchó a Rachel, invitandolas a ver el partido, pero a esas alturas ya era incapaz de centrarse en algo que no fuera sentir; los ojos cristalinos, el corazón martilleánte, el revoltijo de sentimientos que no sabía de dónde salían, pero los sentía en el centro de su pecho.

    ¿Por qué diablos los tenía? Sí nada más que un simple accidente había ocurrido, ¿por qué tenía que alterarse como una loca?

    Una pequeña flor silvestre, vulnerable hasta con el aletear de una libélula.

    —Permisó —masculló tosca, logrando que prevaleciera la furia sobre la impotencia y pena, por lo menos de momento, mientras interrumpía la respuesta cortés de Kurosawa con ambas manos sobre la mesa— Voy a orinar —murmuró sin ningún toque de vergüenza por las palabras elegidas.

    Tal vez seleccionadas a posta para repeler al resto.

    Y se dió media vuelta para marcharse con pasos pesados, manos empuñadas, sin demorar en aumentar la velocidad a medida que se alejaba. Terminando por correr una vez estuvo fuera del campo de visión de todos.
     
    Última edición: 9 Diciembre 2020
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Emily Hodges

    Negué con la cabeza por pura inercia, aunque no super definir muy bien si lo que estaba negando era lo de ser una persona bonita o lo de saberlo. No importaba demasiado en ese instante y me refugié en que quizás no me había visto al recoger el bento para descartar rápidamente el pensamiento.

    Me incorporé segundos después de que ella lo hiciese y me estiré un poco mientras la escuchaba, comenzando a recoger también mis cosas para guardarlas de vuelta a su lugar.

    —Oh, creo que mi favorita es Blancanieves~ —respondí, con una risilla—. Y vaya, no digas lo de Frozen cuando vengas a mi casa porque a mi hermana le encanta y no te dejaría en paz hasta que la adorases.

    Aunque tenía que admitir que imaginarme a Alice atacando a Anna con toda clase de datos y objetos de Frozen para demostrar lo buena película que es me hizo bastante gracia y quizás me arrepentí un poco de haberla avisado.

    Como fuese, había acabado de recoger prácticamente todo cuando levanté la vista para ver la foto que me estaba mostrando la chica y una sonrisa enternecida se me plantó en el rostro. Vaya grupo más variopinto nos habíamos ido a juntar, ¿no? Y curiosamente habíamos encajado bastante bien.

    >>¿Qué tengo que hacer para que me la reenvíes? —pregunté, con claro tono de broma y una sonrisa liviana.

    Asentí con la cabeza ante su propuesta, algo distraída mientras me ponía en pie. ¿Una siesta? Qué va, me era prácticamente imposible dormir fuera de casa y mucho menos en horario escolar, pero al menos podría hacerles un poco de compañía silenciosa y leer algo, que siempre era más disfrutable hacerlo al aire libre. Quizás incluso vigilarlos antes de subir a clases, ni idea.

    >>Hey, Annie~ —murmuré, acercándome con paso silencioso antes de lanzarme y rodearla con mis brazos, con delicadeza a pesar de todo—. ¡Martes de abrazos!

    Fue fugaz de todas formas. Le dije aquello, apreté un poco y me separé finalmente, devolviéndole el espacio personal. No me había apartado en ningún momento cuando buscaba su contacto y eso me permitía tirar un poco de la cuerda, pero sabía que tampoco debía abusar demasiado de su confianza y que no estaba tan perceptiva como cualquier otro día.

    Di un paso hacia delante y me giré sobre mis talones para mirarla, sonriendo.

    >>¿Vamos, entonces~?

    Luego postearé con Satoko, ya que Emi se va para llevarlas una a una y no colapsar en el proceso (?)

    Anyways, ¿asumo que posteas ya tú en el patio con todos los pendejos, Belu? Que yo me voy a mimir (?)
     
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  6.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Yukie Inuoe

    Yule Shirai en cualquier caso parecía tan tímido o incluso más que ella misma. Era... ciertamente extraño. Watanabe era algo retraída pero no parecía serlo tanto como ella o Yule... o quizás solo había terminado por acostumbrarse a la presencia del resto. Con el paso de los segundos su cuerpo tenso logró relajarse y tomó algo más de seguridad tanto en la situación como consigo misma.

    Era agradable sin dudas.

    Poder charlar de esa forma.

    Tomó su bento y sin decir nada, empujó con sus dedos discretamente sobre la mesa el otro en dirección a Satoko. El que había preparado por y para ella esa misma mañana antes de ir a clases. No la miró y si lo hizo fue un leve contacto de soslayo, ligero, por debajo del rubor que repentinamente le cubría el rostro.

    Aún no sabía si tenía o no almuerzo pero solo por si acaso quería asegurarse de que tuviera algo que comer.

    El tiempo transcurrió aparentemente sin alteraciones. Quizás seguía aún demasiado tensa y había pasado ciertos detalles en la mesa por alto; pero así como era, retraída, también observaba su entorno con más cautela y atención que el resto. Tendía a reparar en pequeños detalles como un cervatillo en campo abierto asegurándose de la ausencia de peligros y depredadores.

    Enseguida la notó. La extraña tensión que parecía haber en torno a Nagi y Shiori. No habría club de cocina esa tarde. Y eso pareció crispar los ánimos de una de sus compañeras de mesa.

    Había empezado a comer con clara ansiedad, con furia. Tenía los dedos apretados sobre la madera de los palillos y por un instante tuvo el presentimiento de que terminaría por quebrarlos. La miró consternada, algo turbada por la voracidad con la que devoraba su bento llenándose las mejillas con granos de arroz.

    La preocupación se sobrepuso a la inseguridad y acercó lentamente la mano para tocar su hombro.

    —Watanabe-san—la llamó con cierto temor, insegura— ¿estás...?

    Sin embargo retrocedió de súbito, tensa y alterada cuando Nagi se levantó de la mesa abruptamente. El corazón le dio un vuelco en el pecho.

    Fue inesperadamente fortuito.

    Movida por la ansiedad y la preocupación, adivinando que su reacción no estaba motivada por una mera necesidad biológica, ella también se incorporó de la mesa. Arrugó el ceño, preocupada, conmocionada, y apretó la camisa del uniforme sobre su pecho en torno a su puño.

    —¡Watanabe-san!
     
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  7.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Al final me había forzado a darle un par de mordiscos a uno de los onigiris, pero lo cierto es que... No sabía a nada. Era insípido, pastoso, sin gracia y sabía que no era por cómo los había preparado, lo cierto es que la comida tenía sabor pero yo no podía sentirlo. Había sido así los meses después de la muerte de Kaoru pero me había forzado a seguir comiendo con tal de poder seguir avanzando, porque no sabía dar un solo paso atrás.

    Vi cómo Nagi regresó uno de los onigiris y me clavó la mirada encima, fue la primera vez que lo vi, creo, pero parecía verdaderamente cabreada. La había sacado de sus casillas a pesar de haber intentado mantenerla al margen, a salvo de mi fuego sin control, a pesar de que la máscara fusionaba a la perfección, en sincronía con mis movimientos.
    Imaginé que deseó regresarme el otro pero no vio por dónde y entonces se volcó en su almuerzo, comiéndoselo con rabia y a velocidad.

    Sentí los dos bocados de onigiri que me había bajado escalarme por la garganta y tuve que contenerlos, no sé ni cómo. Interrumpió mi respuesta, se levantó y dijo que iría al baño.

    Y la culpa, como si no fuese suficiente desde el momento en que recibí la oreja cortada, siguió escalando sin piedad.

    Repasé con la vista a los demás, sin perder la calma ni un solo segundo, mientras cerraba la caja del almuerzo con movimientos lentos.

    —No se lo tomen en cuenta, debe estar molesta conmigo —comenté como si nada. ¿No había sentido nada realmente, como cuando Altan se encogió sobre sí mismo como si tuviese terror de que lo tocara? Casi, porque sabía que me lo estaba ganando a pulso—. Gracias por aceptarme en su almuerzo, fue un placer conocerlos, Gardner-san, Shirai-kun.

    Sigue afilando ese instinto, enano.

    Puede serte útil.

    Guardé la caja de regreso en el maletín, tomé mis cosas y me levanté de mi asiento, haciendo una reverencia casi de noventa grados como disculpa. La cascada de carbón junto a la víbora azul siguió el movimiento de mi cuerpo.

    —Espero poder hablar con todos otro día, por hoy creo que sería mejor que me retire. —Miré a Yukie y Satoko cuando me incorporé—. Si me necesitan para algo les había dejado mi número la primera reunión del club. Hasta luego.

    Me retiré, impasible, como el desgraciado pilar que había sido desde hace tanto tiempo que ya no era capaz de recordar otra cosa.

    Vaya mierda, no era capaz de sentir miedo siquiera.
     
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  8.  
    Hygge

    Hygge Game Master

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    La sensación de que algo no estaba realmente bien me acompañó durante todo el almuerzo, y fue incrementando con el transcurrir del tiempo. A pesar de las charlas triviales, del ambiente ameno y la comida sobre la mesa simplemente se me escapaba algo. Algo que parecía jodidamente importante. Y me frustraba. Rachel tan solo se limitó a hacer un mohín lastimero, comprendiendo que su senpai no pudiese ir al entrenamiento, pero yo no pude apartar la mirada de Nagi durante el intercambio. Había estado tan aturdido hasta entonces que no había reparado en la tensión en su cuerpo, su ceño ligeramente fruncido.

    Antes de la llegada de Shiori había estado bien. Quizás no estaba tan loco como esperaba.

    Todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos. La marcha de Watanabe, que quizás la rubia vio como algo normal pero yo no me la tragaba, y tampoco lo hizo Inuoe. La partida posterior de Shiori hizo que volviese la mirada hacia ella por última vez, quizás con más intensidad que antes. ¿Qué sucede contigo? No me di cuenta de que para ese entonces todo rastro de nerviosismo había desaparecido, concentrado en tratar de comprender, de analizar mi entorno.

    La tensión parecía palpable en el momento en el que solo quedamos cuatro.

    —¿Inuoe-chan? —Rachel parecía confusa—. Tranquila, si solo ha ido al baño...

    Contuve una sonrisa resignada, porque prefería que la chica se mantuviese en la ignorancia, y por primera vez posé mi mirada en Yukie, con una firmeza que parecía impropia de mí.

    —Inuoe-san —la llamé, sin rastro de titubeos ni dudas en mi voz. Era importante que me escuchase—. Respira hondo y escúchame. Watanabe-san es algo huidiza y aún no nos tiene confianza, pero contigo es diferente —Lo había notado, ¿cierto? Había sido la única a la que le había dirigido la palabra de forma natural, a la que le había sonreído con calma—. Es probable que te necesite. ¿Podrías hacerlo? ¿Por favor?

    Ve con ella, comprueba cómo está.

    Tú puedes hacerlo, te has esforzado mucho hasta ahora.

    ¿Shirai-kun...? —murmuró Gardner, mirándome con cierta preocupación, pero no separé mi mirada de Yukie. Me esforcé por brindarle una ligera sonrisa, quizás en un intento por darle fuerzas. No podía hacer mucho más.

    >>Nosotros esperaremos aquí.

    Confío en ti.
     
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  9.  
    Yugen

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    Yukie Inuoe

    La tensión solo pareció confirmarse cuando Shiori también se fue. Pudo verlo, quizás tan solo por una décima de segundo. La venda que cubría una de sus manos.

    Lamentó no haberlo notado antes, no haberse percatado de que había algo más allá que una trivialidad sin importancia.

    ¿Qué había pasado? ¿Por qué tenía la impresión de que no se trataba tan solo del hecho de haber cerrado el club hasta nuevo aviso? ¿Por la aparente neutralidad, casi frialdad con la que trató de disculparla Shiori? Era tenso, gélido. Y la usual calidez que solían transmitir las acciones de su senpai se la antojaron ajenas y ausentes.

    No había... nada en la voz plana de Kurosawa.

    En un estado de absoluto nerviosismo y ansiedad no había dejado de mirar en la dirección en la que Nagi se había marchado. Cuando Shiori hizo lo propio, también la siguió con la mirada antes de sentir aquella punzada en el pecho. Aquella sensación angustiante y opresiva que había empezado a asfixiarla.

    Apretaba. Y apretaba. Robándole el oxígeno con cada segundo.

    Quería moverse pero sus piernas no respondían. Estaba anclada al suelo, paralizada. La conmoción atrajo algunas miradas indiscretas y las sintió clavarse en su piel como certeras agujas. Aquello le venía grande. Enorme. Era un pozo oscuro de intensa ansiedad. Escuchar la voz de Rachel, la inocencia e ingenuidad en su voz solo logró tensarla aún más. Sentía que no, ¿pero y si realmente era así? ¿Y si estaba sacando las cosas de quicio? Solo habían hablado un par de veces contadas, no podía saltar a conclusiones de forma tan precipitada. ¿O sí?

    Watanabe-san. Kurosawa-senpai.

    Apretó los labios hasta que formaron una fina línea en su semblante. Fue en ese preciso instante que la voz repentinamente calmada de Yule despejó todas y cada una de sus dudas. No se giró a mirarle pero fue suficiente. No era la única que lo había pensado, que lo había sentido.

    Algo estaba mal.

    "¿Podrías hacerlo? ¿Por favor?"

    "Es probable que te necesite."

    Aún lo sentía, la ansiedad arrastrándola nuevamente, regresándola a su caparazón, a su zona de confort junto a Satoko. Las garras frías y afiladas del monstruo que se le tensaban en torno al cuello.

    Contuvo el aire.

    Era difícil, era realmente difícil. Pero no podía simplemente dejarlo estar. No cuando todo era tan obvio y estaba tan claro. No podía quedarse al margen.

    —Yo... sí—respondió y por primera vez desde que había llegado a la mesa su voz no titubeó. Sonó decidida, segura. Hizo un lado sus propios demonios. Fue entonces que cruzó miradas con el muchacho. El verde de sus ojos se había recrudecido y mostraba determinación por primera vez en mucho tiempo—. Iré, Shirai-kun.

    Dirigió su mirada al resto de presentes.

    >>Regresaré con ella.

    No dijo nada más al respecto. Simplemente miró a Satoko y le dirigió una ligera sonrisa a pesar de las circunstancias. No lo dudaba, Shichimiya al igual que Rachel no había notado nada. Y prefería brindarle aunque fuese un mínimo de tranquilidad.

    —No me di cuenta de que ya tenías almuerzo, Satoko-chan—le dijo y una ligera culpabilidad se coló en su voz—. Puedes comer el mío si quedas con hambre ¿sí?

    Dicho lo propio se marchó de la mesa. La buscaría por toda la academia si había falta.
     
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  10.  
    Amane

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    Satoko Shichimiya

    Quizás fuese un poco maleducado por mi parte pero lo cierto es que en cuanto abrí la caja del almuerzo, prácticamente desconecté del resto del mundo y me centré en lo que había dentro. Como el lunes no había podido comer mucho y había estado prácticamente todo el día metida en la cama, papá se había encargado aquella manera de hacerme un almuerzo bien cargado y rico como solía hacerme cuando tenía más tiempo. ¡Y tenía tan buena pinta!

    Prácticamente había devorado más de la mitad de mi comida cuando escuché la tímida voz de Yukie dirigiéndose directamente a mí y tuve que levantar la cabeza para mirarla. ¿Huh? ¿Otro almuerzo?

    —Gracias~ —canturreé, extendiendo el brazo para coger la caja y acercarla hacia mi posición.

    Ya lo había dicho, ¿verdad? El lunes no pude comer mucho y era una persona muy enérgica, ¡tenía que alimentarme bien! Así que acabé con mi propia comida antes de abrir la caja de Yukie y mirarla con ojitos brillantes. Al menos, al menos, podría comerme la mitad. Es que encima sería una pena desperdiciar tanto esfuerzo, ¿o no?

    Pero antes tendría que tomar un descanso, momento en el que aproveché para beber un poco del té que había traído en una botella y... darme cuenta que las tres personas que se habían sentado delante mía habían desaparecido. Tras terminar de beber, giré el rostro para mirar a Yule y ladeé también un poco la cabeza para alcanzar a ver a Rachel, ya que ambos se habían quedado ahí conmigo.

    >>¿Qué ha pasado?
     
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  11.  
    Hygge

    Hygge Game Master

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    Cuando quise percatarme de ello, solo quedamos tres personas en la mesa. La burbuja que me había esforzado en formar había explotado de golpe, y volví a ser consciente del lugar donde nos encontrábamos almorzando, de las miradas indiscretas sobre nosotros. Una por una las integrantes del grupo habían salido de la cafetería casi como si se hubiesen coordinado para ello, y yo solo pude posar mi atención en Yule al igual que Satoko, angustiada, buscando respuestas que se habían negado en concederme.

    Los zafiros de Yule me recibieron, templados y calmos, pero no tuvieron ningún efecto en mí. La ansiedad me burbujeó el pecho.

    —Watanabe-san no se encontraba bien, y creí conveniente que Inuoe-san fuera a revisar su estado —nos explicó, sin borrar la pequeña sonrisa en su rostro. Mi ceño se frunció ligeramente y cerré los puños en torno a mi falda escolar cuando intercambió miradas entre ambas—. Regresarán en seguida.

    Yule continuó con su comida, animándonos a hacer lo mismo, pero yo no le saqué la mirada de encima. No fui consciente hasta ese instante de la enorme madurez que se cargaba ese chico encima. Era inteligente, observador y analizaba su entorno con una intensidad abrumadora a través de su propia burbuja. Se aislaba de su entorno con frecuencia, pero ello no quería decir que perdiera detalle de lo que le rodeaba. Quizás le fallaba su faceta social, pero lo había visto con mis propios ojos: era capaz de abstraerse de sus emociones cuando ponía en marcha los engranajes de su cabeza.

    No se me hubiera ocurrido una respuesta más adecuada y lógica que la que había tenido, pero no podía evitar sentir que había más. Quizás yo no era tan lista como él, pero no podía pasar por alto la situación. Y tenía derecho a saber.

    Empezaba a cansarme de que me aislasen de todo cuanto sucedía a mi alrededor.

    —¿Estás seguro? —cuestioné entonces, mirándolo con cierta intensidad. Estaba posando en él mi confianza, mis últimas esperanzas. Confiaba en mí también, ¿cierto? Apreté los labios cuando me sostuvo la mirada, desconcertado—. ¿No hay nada más?

    Pero todas mis esperanzas se desvanecieron cuando regresó la atención hacia el bento, negando la cabeza con suavidad.

    —Solo es eso —murmuró, liviano, pero su tono no sonó igual que antes—. Le habrá sentado mal la comida, nada más.

    Los ojos comenzaron a arderme pero me tragué el enojo, apretando los dientes, y simplemente volví a mi comida. Siempre había sido así. Mis padres me habían mantenido en una vitrina de exhibición como una muñeca de porcelana toda mi vida, y ahora que por fin comenzaba a experimentarla, volvían a dejarme fuera. A protegerme. A mantenerme a salvo sin pedirme siquiera permiso.

    Como si fuese a romperme con el más mínimo roce.

    —Bien —respondí, sin más. El chico pareció mirarme de soslayo, algo preocupado, pero le ignoré deliberadamente. Suspiró, incómodo, y giró el rostro hacia Satoko, jugueteando con la carne del bento que le quedaba.

    —¿Irás al entrenamiento esta tarde? —le preguntó, esforzándose quizás por mantener los ánimos como podía. Se rascó las raíces del cabello con la mano libre—. ...Creo que voy a necesitar algo de ayuda.
     
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  12.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Satoko Shichimiya

    Rachel no parecía muy convencida por la explicación del chico pero por mi lado lo cierto es que no tuve motivo para desconfiar así que simplemente asentí con la cabeza y seguí centrándome en la comida que tenía delante.

    Lo bueno es que había saciado gran parte de mi hambre ya así que pude comer con algo más de tranquilidad y prestando algo más de atención a mi alrededor, mismo motivo por el que distinguí la voz del chico dirigiéndose hacia mí. Lo miré llevándome los palillos a los labios y con la vista hacia el techo, en un gesto pensativo.

    —Kurosawa-senpai dijo que el club de cocina estaba cancelado hoy, ¿verdad? Así que sí, iré al entrenamiento~ ¡No te preocupes, Shirai-kun! ¡Lo tendremos todo bajo control!

    Sobre todo porque la mitad del club está tan en la mierda que ni sé si aparecerá (????
     
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  13.  
    Nekita

    Nekita Amo de FFL

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    Que el día volviera a ser soleado y lindo la motivaba para seguir con sus actividades escolares de forma tranquila sumida en su propio mundo al realmente no estar conviviendo demasiado con sus compañeros de clases y en sí, que hoy tuvieran las pruebas la emocionaba un poco al querer realmente descubrir qué tan diferente podía ser a las comunes clases que tenía ella en su anterior escuela.

    ...Donde realmente encontraba más estudiantes con fichas médicas falsas para no hacer absolutamente nada.

    Y realmente muy pocos terminaban haciendo las actividades y acababan realmente temprano.

    Al llegar la hora del receso se dirigió rápidamente a la cafetería para comprar su almuerzo y acaparar alguna de las mesas cercanas a los ventanales de esta al ya haber aprendido que eso era lo que se llenaba primero cuando no hacía un mal día fuera para poder disfrutar de su comida de forma un poco más cómoda.

    Con suerte, el resto del día seguiría igual de tranquilo y ameno.

    Mori si ignoramos el post tan raro que me ha salido... eres libre de tirarle a Mar (?
     
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  14.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Su prohibición me cayó encima con tanto énfasis que lo miré con los ojos bien abiertos antes de soltar una risa fresca, encogiéndome de hombros. Recorrimos el pasillo y empezamos a bajar en dirección a la cafetería, justo como el día anterior.

    Oh, well, ayer te comiste la mitad de mis rollitos así que mira, me parece un trato justo. —Me había adelantado apenas, incluso sin darme cuenta, y busqué sus ojos por sobre el hombro; mi voz sonó suave, ligeramente grave—. You're allowed to treat me, hon.

    No era que lo hiciera con ninguna intención oculta adrede, en sí no difería demasiado de mi tono usual. También se lo podía adjudicar a las claras diferencias entre el japonés y el inglés australiano que llevaba impreso de nacimiento, similar al británico. Como fuera, seguimos caminando y volví a conectar con sus ojos al oír su pregunta.

    —Todo bien~ —Otra vez, ¿qué puto sentido tendría echarle encima a un casi desconocido mis problemas? No lo hacía por ocultar la existencia de Daute ni nada, que en sí ese tipo de estupideces siempre me habían parecido de preescolar—. Hoy las clases estuvieron un poco pesadas, no lo sé, ¿tengo la neurona fundida? Kind of. Anyway, también lo agradezco porque qué puta pereza ponernos a correr con el sueño que me cargo.

    Me había puesto a juguetear con un mechón de mi cabello sin darme cuenta. Lo enroscaba, relajaba, acariciaba y tal, distraída en mis palabras. Unos segundos después le devolví la pregunta, concediéndole una sonrisa modesta.

    —¿Y tú, Maze? Ayer en la cena extrañaste mis super rollitos de pescado, ¿a que sí~? —Estiré los brazos frente a mi cuerpo, con los dedos entrelazados, y ya entrando a la cafetería me detuve delante de la máquina expendedora; no le presté atención aún, sin embargo, en su lugar esbocé una sonrisa ligeramente juguetona y me estiré lo necesario para hablarle cerca del oído—. ¿Te cuento un secreto? Hoy también traje.

    Regresé a mi posición original sin demasiadas complicaciones, como si mis movimientos no estuvieran impregnados de ninguna clase de intención, y le indiqué la máquina expendedora con ademanes casi principescos. Si no ponía la moneda no podía elegir mi zumito~
     
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  15.  
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Gigi Blanche ; te etiqueto, porque la niña le devuelve su cuaderno a tu niño uwu
    Nekita ; a ti te etiqueto, porque Margarita esta haciendo la fila para comprar un almuerzo, así que, bueno. Sí quieres tirarle a alguna de tus niñas o niños, ahí está pa' ti uwu
    ioKWVbp.png

    Una vez volcada totalmente en pasar materia al otro cuaderno, fue que por fin, muy de a poco y con cuidado, empecé a recobrar los sentidos: El dolor de cabeza, la sensación de mi boca seca, el frío repentino me llegó y pronto todo empezó a ser nuevamente cálido. Mi piloto automático había acabado, y ahora en verdad debía centrarme en escribir... por lo que decidí detenerme. El cuaderno que me prestó el chico; lo cerré con cuidado, cariño, y de la misma forma caminé hasta su pupitre otra vez.

    Pestañeé, una, dos; tenía unas ganas inmensas de llorar, esas que simplemente venían y se iban, como la lluvia en primavera o mi propia ira. Le extendí el cuaderno, asegurándome de no invadir su espacio; ladeé con cuidado mi cabeza, brindándole una sonrisa de agradecimiento y compasión genuinas. Era así de fácil, así de fácil era alegrarme todo un día, quitarme la rabia continua, sentirme algo más feliz y recordar también que tenía emociones. Que era humana, y no solo una potencial asesina.

    —Gracias, Shinomiya —dije con la delicadeza y cortesía que en realidad apreciaba y, tras que tomara el cuaderno por el otro extremo, llevé las manos a mis espaldas, mirándolo aún, pero nada especifico de él; cabizbaja y avergonzada, porque en verdad me cohibía sentir cosas tan lindas—, me ayudó a relajarme y todo. En verdad gracias.

    No volteé a verlo más, simplemente inhalé para exhalar con pesadez; un suspiro demasiado pesado, tan pesado como mi propio cuerpo. Tan pesado como el recuerdo constante de que Jacob ya no estaba con nosotras; ese que me oprimía la garganta, pero al mismo tiempo me empujaba a seguir adelante. A no rendirme, a no caer ante la adversidad. Porque Jacob siempre fue ese tipo de hombre; duro, tosco, crítico, sin rodeos; pero con un corazón enorme y justiciero, que siempre se iba a poner delante tuya para defenderte, no importaba qué enemigo tuviera por delante.

    Fue un muy gran hombre, un muy buen padre, a pesar de conocerlo por solo una parte mínima, pero significante de su vida. Fui y quería seguir siendo la hija que tanto deseó, el tesoro que tanto añoró, pero no alcanzó a ver en su máximo esplendor. Tenía mucho por lo que vivir y pasar, y en verdad deseaba hacerlo. Con calma, a mi manera, a mis tiempos.

    Salí con la seriedad absoluta del aula, con la frialdad por fuera; pero por dentro solo era una mezcla de alegría infinita y nostalgia que me dejaba al borde de las lágrimas y romper en llanto... pero ya intentaría eso cuando estuviera con Lily, a solas en nuestro cuarto.

    Empecé a hacer la fila para comprar el almuerzo, ahí: Tranquila, mirando todos mis alrededores, pre-juzgando a la gente, tanteando el terreno e imaginando las infinitas posibilidades. Se notaba de inmediato, era un lugar con menos ira y agresividad que el internado... pero de seguro el sentimiento predominante debía ser otro. Por descarte, los japoneses debían guardarse una angustia y nostalgia abrumadoras...

    Sí hubiera sido una niña huérfana japonesa, no hubiera vivido por tanto tiempo.


    .............................................
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    Y tan rápido como vienen, tan rápidas como dura; tan verteginosas como toda mi vida, las sensaciones van, vienen. Cambian, desaparecen, tal fantasma: Porque tarde o temprano vuelvo a sentir. La minúscula alegría, la desapercibida melancolía, la inquietante ira. Nunca se van del todo, listas para aparecer cuando...

    ¿Cuándo?, ¿por qué? ¿Desde cuando? ¿desde casa, desde el inernado? ¿Desde la muerte de Jacob, o el viaje a Japón?

    Pestañeo, pestañeo, y apenas me di cuenta tenía un par de miradas encima. Los miré con la frialdad que a veces me cargaba, esa frialdad con la que trataba para que me trataran; para alejar a todos, antes de que estallara en una furia tan ardiente que nada dolería. No tenía punto medio, y eso era desesperante; un constante todo o nada, y en verdad... Yo solo quería calma, algo de paz.

    Inhalé, exhalé y repetí. Intenté mitigar el repentino dolor de cabeza, mientras sentía que me recuperaba de mi encimismamiento. Por un momento... ¿y me abría desmayado?... ¿o era otra cosa? Bueno, independiente de lo que fuera; ya estaba delante de la encargada de vender los bentos, a la cuál le compre la caja más barata con una saciedad y calma que era común de mí cuando andaba por las calles de día, caminando por el bosque en la mañana o los ocasos y cuando volvía después de un tiempo que me mereció eterno a mi hogar. Habían distintos hogares, creo, para mí: Pero el primordial, era dónde fuera que estuviera Lily.

    Eso o al lado de la tumba de Jacob, pero ya no podía ir a visitarle. Era ridículo pensar tan solo el costearse un pasaje en avión para eso. Pero bueno, como siempre pensaba desde que inició este año: Tan solo uno más, el último, y podrás ser por fin una adulta.

    Y todo será diferente, ya lo verás.

    Apenas me pude percatar, había fijado mi mirada sobre una chiquilla con coleta y unos ojos rojo sangre. Creo que dos cosas llamaron mí atención; su cabello rubio y liso, que sentía, delataba que no era japonesa; lo segundo, sus ojos.

    Eran rojos, como la ira que llevaba dentro... y no sé, como una polilla a la luz por las noches me atraía. Y, aunque sabía el peligro que podía significar, y a pesar de que odiaba ese lado mío, entre todas las cosas de las que podía confiarme; eran precisamente mis impulsos la respuesta.

    No importa lo que hiciera, ni como lo hiciera; sí mi cuerpo me decía "hazlo", era por algo. Ya luego, en calma, meditaría los errores, qué pudo haber salido mejor, y sería cosa de borrón y cuenta nueva.

    Borrón y cuenta nueva. ¿Siempre terminaba haciendo eso?, ¿por qué no podía recordarlo con claridad?

    Bueno; lo que fuera, la cosa es que terminé sentándome cerca de ella, por al frente, porque no me parecía mala opción. Cerca de los ventanales, con una chica a primeras impresiones bastante calmada y centrada. No tendría por qué incordiarme sí no hacía nada, ¿verdad?

    Pero siempre tenía la necesidad de hacer algo, sobre todo desde que Lily dijo que nos marcharíamos a Japón. Tenía la necesidad de hacer todo, pero solo un poco de cada.

    Puse a disposición para mí el bento, con movimientos calculados y cuidadosos, rosando lo insonoro. Cuando ya estuve lista para empezar a comer, un deseo impulsivo me hizo buscar los orbes rojos. Ladeé un poco la cabeza, con suerte mostrando un deje de curiosidad en toda la expresión que, sentía, estaba repleta de apatía.

    No podía ser de otra forma, porque tan solo reflejaba lo que otros querían ver; o lo que yo quería que me mostraran.

    —¿Eres extranjera también? —pregunté en mi japonés torpe y nada preciso, con un murmullo suave, casi como sí existiera la posibilidad de que me ignorara. Esperé unos tres segundos, para hacer un mínimo de contacto visual. Tras eso, tomé los palillos y me dispuse a comer con calma.

    Tal vez esta vez sí se me daba mejor agarrar las cosas con dos pinzas.
     
    Última edición: 12 Enero 2021
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  16.  
    Nekita

    Nekita Amo de FFL

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    Mantuvo su atención fija hacia la ventana, viendo a los estudiantes pasar o las aves pasearse de un lado a otro con una pequeña sonrisa mientras llevaba pequeños bocados de comida a su boca para no acabarse su comida tan temprano y disfrutar del receso que ni siquiera notó que alguien se había interesado en ella o se aproximaba a su mesa.

    No fue hasta que notó una sombra sobre la mesa que desvío su atención hacia quien la provocaba, encontrándose con una chica que claramente no era japonesa. Le sonrió tranquila cuando sus miradas se cruzaron, juntando algo que más sus cosas para que pudiera colocar su almuerzo con comodidad y esperó a que se acomodara, notando aquellos movimientos tan precisos que estaba segura que ni siquiera escuchó cuando dejó sus cosas.

    ¿Estaría nerviosa?

    —No puedo fingir lo contrario —Se señaló con su diestra, no se acercaba en lo absoluto a un prototipo japonés —, gracias por venir a sentarte aquí, espero que te gusten las vistas del exterior en este dia. —Señaló el ventanal con sus palillos antes de tomar algo más de arroz y comerlo.

    —Soy Anna White, puedes decirme Anna directamente, sin demasiadas formalidades... ¿y tú como te llamas?
     
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  17.  
    Kaisa Morinachi

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    Comí con paciencia, observándola de reojo a penas me habló, sin detener mi actuar. Sí iba a entablar alguna conversación, en verdad prefería estar entretenida con algo, entre mis manos y tal, así me centraba en sus palabras y en cualquier cosa mínima; reducía las probabilidades de una mala reacción de mí parte. Esperé a que terminara de decir lo que deseara decir, con la mirada menos seria y más relajada. Una sonrisa suave con mis ojos cansados se asomó en cuanto concluyó. Terminé de masticar lo que tuviera en la boca y tragarlo; mandarlo a lo más profundo de mi ser, con los ácidos y demás.

    Una vez me sentí preparada, hablé, ladeando ligeramente la cabeza.

    —Margarita Nieves, Estadounidense, Americana. No influye demasiado—. Mi gestó mostró algo de tensión, como una leve y ligera angustia que solo se podía ver a través del brillo en mis ojos y la cejas arqueadas con poca lástima; todo acompañando la sonrisa aún. Solté todo en inglés, supondría que sabría hablarlo, pero bueno... no era exactamente la más adecuada para decir aquello—. ¿Y tú, de dónde vienes?

    La miré un rato más y, tras un pestañeo, volví a comer. Y me detendría otra vez, cuando terminara de escucharla.
     
    Última edición: 12 Enero 2021
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  18.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Joder, que me metieran un tiro si desperdiciaba el tiempo que podía dedicarle a esa chica, de verdad. Si hasta que me deleitaba la vista un poco de gratis, sin que siquiera pareciera intencional. Un poco cabronazo sí que era, bueno, bastante realmente pero lo disimulaba como un puto campeón. Fingía que era diferente de las bestias de la calle cuando no era tanto el caso.

    ¿Era una mentira?

    No necesariamente.


    La escuché con una atención estúpida, asintiendo suavemente a sus palabras cuando hacía falta y mientras nos acercábamos a la cafetería me puse a escarbar monedas en el bolsillo, sin dejar de verla jugando con el mechón de cabello. De nuevo el pensamiento del otro día me rayó la cabeza, el de despertar pegado a su espalda, a su cabello y toda la mierda.

    Eh vamos, David, enfócate.

    —Una ladilla como siempre, pero bueno es lo que hay. Y claro que me hicieron falta esos rollitos para la cena~ —Detallé sus movimientos, su acercamiento y al final tuve que contener la risa, no, la suerte de ronroneo que estuvo por arrancarme escuchar su voz cerca de mi oído. No estaba ayudando demasiado a que me enfocara, pero su puta madre iba a quejarse.

    Giré apenas el rostro, solo lo suficiente para encontrar sus ojos antes de que regresara a su posición original y me indicara la máquina expendedora. Me acerqué, introduje la moneda y le cedí su espacio con un ademán parecido, con el mismo aire teatral.

    —Señorita, elija el zumito que se le apetezca y elija también nuestra mesa. Yo, su acompañante de esta tarde, la seguiré a donde usted lo decida.

    Al 2.png
    Lo había detenido en seco al pobre cabrón, ¿cierto? Planeaba salir huyendo, no lo tenía escrito en la cara como tal, iba a reconocerle su capacidad para fingir que no pasaba nada, pero no podía decir lo mismo del resto de su lenguaje corporal ni de coña. Dios, qué jodida risa me estaba dando pero me la tenía que aguantar solo para, no sé, entretenerme un rato más.

    En realidad asumía que debía estar cagado hasta la putas patas por más de una razón, que venga, yo de por sí no tenía las pintas más amables del mundo y luego había subido con Anna, si había conectado los cables también con ella, joder qué puto cagado. Si había tenido suerte, eso sí, Anna no habría conectado ni un solo punto para caer en que ese chico era el que nos había escuchado y si tenía todavía más suerte, habría podido ver a la Anna amable, no al fantasma de lo que esa Anna era.

    Adaptarse.

    Y no encontrarse gente casi follando en un club, sí.

    Huh. Desafortunada coincidencia.


    —¿Hmh? Claro, por qué no —respondí comenzando a caminar.

    Me acoplé a su ritmo, no dije mucho más hasta que llegamos a la cafetería y le eché un ojo al espacio general. Mason... la rubia enojona por otro lado y no mucho más. Miré a Dante de soslayo y tuve que tragarme la risa ya por incontable vez.

    —Y bueno, Miles, ¿al final no dejaste tu nombre para el club de fotografía? —Di un par de pasos en dirección a la cola para comprar y una sonrisa de mierda se me formó en los labios—. Esa parte no era coña. No era el plan quitarles el impulso de entrar, que vamos, el club no es mío.

    Aunque lo usé como si lo fuera.

    Sentí el móvil vibrarme en el bolsillo de nuevo y asumí que era Anna, de forma que ya la leería luego.


    JAJAJAJA AYUDA, ALTAN, YA PARA
     
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  19.  
    Nekita

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    ¿Margarita Nieves?

    Ya imaginaba el desagrado que podría cargar encima para mucha gente de su país pronunciando su nombre de una manera extraña por no estar demasiado cerca del inglés y tratándolo como si fuese más cercano a la bebida que pedirían en alguna reunión en un bar cercano o aquellas comidas de señoras donde solo se dedicaba a hablar habladurías.

    —God bless America~ —murmuró algo risueña al sentir que en sí toda la conversación estaba siendo demasiado seria —, también soy otro punto blanco en ese mapa, orgullosamente patriota de nuestro país libre y lleno de oportunidades~ —dramatizó sin perder la sonrisa de su rostro al ella personalmente encontrarlo demasiado gracioso —, o esa clase de cosas que la mayoría suele decir cuando salen del país, pero por si acaso no te lo tomes muy en serio, estoy bromeando.

    Ni con su padre siendo prácticamente un veterano sería de esa forma.

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    En todo el camino a la cafetería temió que en cualquier momento sería amenazado por simplemente haber existido en ese mal momento en el lugar menos adecuado de todos, quizás solo para asegurarse que nada iba a ser comentado (aunque al mismo tiempo le parecía altamente improbable por el simple hecho de que ya habían pasado días de eso), molestarlo más o bien, simplemente atormentarlo.

    Deseaba solo que en algún giro pudiera simplemente irse a algún lado completamente lejano donde pudiera evadir todo aunque sabía que no era adecuado y probablemente todo lo empeoraría.

    —No —Su respuesta fue bastante rápida y casi tajante como si no quisiera hablar del tema, luego suspiró antes de quedarse detrás de él en la fila para comprar, mirando a algún punto que la parecía mas interesante del suelo al no querer verlo en realidad—, lo siento, no dejé mi nombre... y aunque no fuera su plan, no me dan ganas de entrar.

    Mordió el interior de su mejilla antes de buscar su billetera para sacar algo de dinero y ya tenerlo a la mano cuando por fin avanzara la fila —...Pero no pasa nada, es un pasatiempo tonto de igual forma, cualquier cosa. Todo esta bien, senpai.
     
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  20.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Al 2.png
    Su respuesta casi inmediata, como quien presiona un gatillo, me arrancó una risa floja y me limité a escucharlo mientras seguía hablando, tratando de explicarme que aunque no hubiese querido espantarlos de esa manera —que para empezar era una mentira grandísima— ya no se le apetecía entrar allí. Estaba allí tensando sus cuerdas, fastidiándolo por puro amor al arte, y fue cuando me dio todas esas explicaciones y me siguió llamando con el honorífico a pesar de todo que me rendí.

    No tenía demasiado caso molestar a un pobre mocoso de esa clase, ciertamente, e igual nunca fue mi plan joderlo todo el receso ni de coña pero lo que me accionó fue una única cosa y me quedé estaqueado en el suelo unos segundos a pesar de que la fila avanzó, antes de seguir caminando.

    Pero no pasa nada, es un pasatiempo tonto de igual forma, cualquier cosa.

    —No hay pasatiempos tontos, Miles —atajé, lanzando por la borda la actitud que había mantenido hasta entonces—. Si te gusta hacerlo inmediatamente deja de ser tonto.

    Observé las opciones de almuerzo con cierto aire distraído antes de pedir algo, junto a un par de dulces pues porque pintaban, y seguir hablándole al chico.

    —Como sea. Lamento haberte arruinado el rato de esa manera. —Me guardé el cambio en el bolsillo—. De verdad.

    Salí de la fila pero me quedé a un lado, esperando al chico dado que no tenía mayores planes realmente.

    Tremendo parkour me marqué pero lo del pasatiempo me triggereó a Altan durísimo (?
     
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