One-shot Cadena de favores [Deadman Wonderland | AU]

Título: Cadena de favores
Fandom: Deadman Wonderland
Personajes: Shawn Amery, Aimi Shiotani, Galen Rutonver, Connie Dubbois.
Palabras: 2290
N/A: Es gracioso, tenía esta idea desde hace mucho tiempo y ahora, cuando son las 4 am, me sale todo de cero xDD Gigi Blanche aquí está la wea soft de la que te hablé en su momento :D Gigavehl SweetSorrow Salen vuestros bebos <3 Esto me recuerda a cuando hice el fic de la playa *cries*.

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—¡Ah! ¿Has visto eso, Galen?

—¿La enorme y misteriosa fila que no parece avanzar nunca? Sí, la he visto —comentó, sin apenas seguirle la mirada, burlón.

—¡No, bobo! —la joven se removió en el sitio, haciendo que alguien bajo ella soltase un quejido lastimero. Se llevó una mano a los ojos, a modo de visera, y con la otra apuntó algo en la distancia. Detrás de toda la muchedumbre de fans que se agolpaban varios metros a la redonda—. ¡A la cantante! ¡Estaba ahí, la he visto pasar! ¡Y creo que me ha mirado!

Galen le dirigió una mirada escéptica. No era la primera vez que aseguraba algo así, y sabía bien que no sería la última. A pesar de ello siguió la dirección que apuntaba con cierto dejo de curiosidad. Le recibió la imagen de cientos de personas ocupando un espacio antinatural, charlando y gritando como si les fuera la vida en ello. El ruido ensordecedor del gentío le taladraba los oídos, y los pies comenzaban a matarle de pasar tanto rato de pie. Apenas llevaba el recuento de cuántas horas llevaban desde que habían empezado a guardar cola, pero pensó que lo mejor sería no saberlo.

Al no ver nada tan solo atinó a suspirar, resignado.

—Te lo habrás imaginado —resolvió, con notorio cansancio en la voz. Pero ver cómo la chica inflaba las mejillas, enrojeciendo de la frustración contenida, le hizo alzar las manos en señal de inocencia. Agregó—. Y aunque dijeses la verdad, no todos tenemos el privilegio de ir en hombros de un adulto, Aimi.

Dejó de reclamarle a la menor cuando decidió desviar el foco de atención y frunció el ceño, mirando de forma acusadora a la persona que tenía a su lado.

>>¿Y por qué le dejas a ella y a mí no? ¡No es justo, Shawn!

Aquel comentario pareció arrancar una risa de labios del adulto del grupo. Afianzó el agarre de la chica con una de sus manos mientras que con la otra revolvía el cabello de Galen, arrastrando lejos de sí su mal humor repentino. Aún le costaba asimilar el hecho de que le hubiesen convencido lo suficiente como para estar allí: en una ciudad que no era la suya, guardando cola durante todo un día para poder entrar en el concierto de una de las cantantes más famosas del público adolescente... que Shawn no había escuchado nunca. De hecho, tuvo que fingir que le sonaba de oídas, porque la emoción palpable en esos dos le delataba que decir la verdad no le sacaría vivo de allí. Pero allí estaba, vigilando que el coche estuviese bien estacionado en la distancia, mientras procuraba que una niña se irguiese sobre sus hombros y atendía las quejas del otro.

Demonios, ¿en qué momento aquellos dos le habían adoptado como su hermano mayor? ¿Y por qué, aún así, se sentía tan realizado con ello?

—¡Porque yo estoy más delgada y Shawn aún puede cargarme! —Aimi se llevó las manos a la cintura, triunfante—. ¿No es eso obvio?

—¿¡Me estás llamando gordo acaso!? ¡Estoy en mi peso ideal, que lo sepas!

—Ya, ya. Una queja más y damos media vuelta, último aviso —amenazó el mayor, y la seriedad en su rostro les aseguró que no había rastro de duda en sus palabras. Ambos resoplaron, no muy contentos con la idea, y decidieron dejarlo estar... de momento. Shawn sonrió, complacido, dirigiendo su vista al frente—. Bien, por la velocidad a la que va la fila es probable que entremos cuando los teloneros empiecen a tocar. Podemos dividirnos de tal forma que yo me encargue de ir a por los refrescos, mientras que Aimi va a por los aperitivos y tú buscas las butacas, ¿de acuerdo?

Aimi y Galen asintieron no sin cierto recelo, conformes.

—¿Y si nos perdemos?

—Llevas tu teléfono, ¿cierto? —recordó el albino con resolución.

—Es que... —Aimi hizo una pausa, agachando la mirada en el proceso—. ...se me agotó la batería de camino a aquí.

Nadie le había dicho que cuidar de dos críos podía ser tan difícil. ¡Nadie lo había hecho! Bueno, puede que no directamente. Recordaba, de hecho, la sonrisa significativa que le dirigió Laila cuando le contó la idea, pero no esperaba todo lo que se ocultaba tras ella. No pudo evitar llevarse dos dedos al puente de su nariz, cerrando los ojos, mientras se desataba otra batalla campal a su alrededor. Y si tuviese sus brazos libres ya estaría llamando a su novia para reclamarle que no le avisó a tiempo.

Ni los combates de esgrima le suponían tanto desafío como una sola tarde a cargo de esos dos, y eso ya era decir.

—Vale, vale, no pasa nada, escuchad —alzó la voz, reordenando las ideas en su cabeza—. Aimi, cambio de planes: irás con Galen a las butacas, luego iré yo a traer lo que haga falta, ¿sí? —otro asentimiento, ambos agarrándose al bote salvavidas que era Shawn en medio de todo ese descontrol, en el que todos ellos eran unos primerizos. El albino dejó caer los hombros ligeramente, extenuado—. ...Recordadme de nuevo por qué acepté venir aquí.

—Porque era tu deber en la cadena de favores, hmpf —recordó Aimi, indignada por el tono de su voz. ¡Ellos no eran ninguna molestia! Solo... algo desastres, sí.—. Ya sabes: hoy por ti, mañana por mí. Solo que tu mañana llegó más pronto de lo que esperabas.

Galen asintió a su lado, rebuscando algo en sus bolsillos. Parecía que la fila empezaba a agilizarse.

—Nosotros te encontramos la cartera, ¿no es así? ¡Te tocaba a ti hacer algo a cambio, Shawn! —secundó el chico con convicción. Pronto le mostró un papel entre sus manos, arrugado y apenas visible a los ojos, que obligó al mayor a entrecerrarlos con cierta dificultad—. ¿Ves? Esta es la cadena. Tú estás aquí, ayudándonos a nosotros. Y ahora es nuestro turno de hacerle un favor a alguien.

—Hacedme el favor de sacarme de aquí.

Pero los chicos no tardaron en exclamar al unísono.

—¡Denegado!

Y Shawn por más que intentó fingir, siguiendo su papel de adulto amargado, no pudo ocultar que en el fondo se estaba divirtiendo.

***
​

—¿¡Cómo que no encuentras las entradas!?

El grito de la joven hizo que varias personas a su alrededor se volviesen hacia ella, asustados. Aprovechando que estaba en el suelo el albino le tapó la boca con ambas manos, instándola a guardar silencio con aquel gesto. La cola había avanzado lo suficiente como para estar a escasos metros de la puerta, allí donde los guardas requisaban los boletos. Uno de ellos se volvió, pero no reparó en ellos.

Por qué poco.

—Pues lo que estoy diciendo, ¡no están! —Galen, alterado, les mostró el contenido vacío de su equipaje—. ¡Las había dejado en la mochila viniendo hacia acá!

No, no, no. Definitivamente las cosas siempre podían ir a peor. Shawn se revolvió el cabello, visiblemente nervioso, e hizo un esfuerzo titánico por guardar la calma. La fila avanzaba a pasos agigantados, justo cuando menos lo necesitaban, y no había rastro de las entradas. Volver al coche y dejar a los niños esperando no era una opción: apenas podría moverse entre la muchedumbre como para llegar a tiempo sin perderse. Y mucho menos podían permitirse salir y volver a entrar. Después de luchar por ocupar un buen puesto en las gradas durante toda la mañana se veían incapaces de hacer otra cola.


—¡Shawn! ¿Qué hacemos?


No tenía idea.


—Tierra llamando a bro, ¿estás ahí?


La cabeza empezaba a martillearle con insistencia.


—Nos vamos a quedar sin entradas...


Piensa, joder, ¡piensa!


—¡Nadie se quedará sin entradas, ¿bien?! —exclamó, haciendo que ambos guardasen silencio. Apenas era los siguientes, tendría que ser sincero y contarle lo sucedido al guardia. Que se quedase con los chicos mientras iba al coche al menos. Debía intentarlo todo, no podía permitirse fracasar ahora—. Tan solo esperad aquí, ahora vuelvo.


Y así iba a ser. De hecho, a una velocidad impensable, ya había armado todo un guión de excusas para soltarle al encargado. Pero todo pareció congelarse cuando al apartarse el último grupo pudo ver que el encargado hablaba con alguien más. Una joven que conocía bien, y que no esperaba ver por allí. Su porte altivo y desenfadado parecía ser inconfundible, y supo al notar su cabello dorado y sus gestos que no se equivocaba de persona. Dejó de sonreír hacia el guarda, coqueta, cuando reparó en su llegada. Y ambos pronunciaron el nombre del otro al mismo tiempo.

—¿Shawn?

—¿Connie? —repitió, dejando por un segundo de prestar atención a la cola—. ¿Qué haces aquí?

La chica pareció divertida con su pregunta. Alzó una ceja, inquisitiva, descansando una de sus manos sobre su cintura mientras hablaba. Paseó la mirada de arriba a abajo con curiosidad.

—La verdadera pregunta es qué haces tú aquí, ¿no crees? —reformuló. Shawn no tardó en notar que parecía buscar a alguien—. Este es parte de mi campo, después de todo. El mundo del espectáculo no se mueve solo~. O al menos eso dice mi manager, ugh.

>>No creía que este fuera un sitio para ti. ¿Has venido con Laila?

Shawn negó con la cabeza, y señaló a los dos jóvenes que charlaban a sus espaldas. Los chicos se volvieron hacia ella con entusiasmo al reconocerla, y Connie les devolvió una escueta sonrisa. Nunca se le había dado bien tratar con crios.

—Me has pillado, vine como acompañante. No te equivocas, este nunca será mi sitio —se permitió dedicarle una sonrisa, alzando sus manos. Pronto se dirigió hacia el hombre que aguardaba con impaciencia sus entradas—. Hablamos luego, Connie. tengo que resolver una...

Pero los gritos de los chicos no le permitieron acabar la frase.

—¡Connie, tienes que ayudarnos! —Shawn abrió los ojos, perplejo, y se volvió hacia Aimi sin comprender.

—¿A-Ah? —Connie ladeó la cabeza, jugando con uno de sus mechones—. ¿Ayudar? ¿A qué?

—¡Eso, Connie! —fue Galen quien secundó su voz, repentinamente determinado—. ¡No encontramos las entradas, y llevamos todo el día esperando! Tú eres famosa, ¿cierto? —la duda le ofendió, y no tardó en fruncir el ceño con molestia—. ¿No podrías hacer algo?

Pero fue la voz serena del albino quien cortó con la conversación, antes de que esta se le saliese de las manos.

—Chicos, las cosas no funcionan de esa forma —colocó ambas manos sobre sus cabezas, haciendo que se volviesen hacia él, desconcertados—. Será mejor que dejemos de interrumpir la fila.

Connie no pudo evitar retroceder, abrumada por las intensas miradas que Aimi y Galen posaban sobre ella. Intercambió miradas entre ellos y un avergonzado Shawn, perpleja. ¿A qué demonios venía todo esto? ¿Por qué iba a tener que molestarse por ayudarles así, sin previo aviso? No, eso no iba con ella, ciertamente. La muchedumbre empezaba a agobiarla y no podía permitir que el sudor le corriese el maquillaje. No tenía tiempo para eso.

Dio media vuelta, sin desear detenerse mucho más allí, y les dio la espalda, comenzando a caminar hacia el interior.

—Otra vez será. Nos vemos~.

Pero no iba a ser tan fácil. Aimi no le permitió marcharse. La tomó de la mano, haciendo que soltase una exclamación ahogada ante la repentina acción, volviéndose hacia ella.

—Si nos ayudas, Shawn te hará un favor a cambio. —exclamo entonces, sin pensarlo—. ¡El que quieras!

El aludido abrió la boca, perplejo.

—¿Qué?

—¡Sí! ¡Es parte de la cadena de favores! —Galen le plantó el papel arrugado en la cara, crispándole aún más los nervios si cabe—. Hoy por mí, mañana por ti.

—¿De qué cojones estáis hablando? —Connie volvió a retroceder, prudente—. Estáis dementes.

Aquello era de locos. Pero la presión de la fila, del guardia y de las intensas miradas de los niños hicieron que desviase la mirada con frustración. Todo el mundo parecía mirarla, y no precisamente de la forma que ella quería.

Dando un toque con su tacón en el suelo se volvió hacia el encargado, exasperada.

—Agh, está bien. Dales mi pase a esos niños, Freddie. Después de todo era una visita de compromiso de mi manager —sentenció, mirándose la manicura con desinterés, ante la sorpresa de los chicos—. Pero solo podéis entrar vosotros dos, nadie más.

Galen y Aimi asintieron, felices, y echaron a correr hacia el interior. Galen se volvió una última vez hacia el albino, preocupado.

—¿Qué harás tú, Shawn?

—Estaré aquí cuando acabe, tranquilo —sonrió entonces, alzando su mano en el aire. Debía admitir que le debía una a Connie. Una bastante grande—. Pasadlo bien.

Cuando quiso darse cuenta, todo había acabado. Suspiró con verdadero alivio, apartándose de la cola. Fue entonces cuando Connie se volvió hacia él, indignada, y extendió su mano. Parecía requerirle algo.

Shawn parpadeó, confuso.

—Te toca devolverme el favor.

—¿De qué estás hablando?

—Lo que esos críos han dicho, la cadena de favores —movió una de sus manos, reatándole importancia al asunto. Pareció tipear algo en su teléfono, y le mostró las imágenes de un enorme centro comercial que le quitó el aliento—. Lo cierto es que hay un centro comercial suuuper chic que tiene ropa de temporada, y quería pasarme por allí antes de irme de aquí, ¡pero no tengo manos suficientes para todo lo que necesito! —para cuando quiso darse cuenta, agarraba uno de sus brazos con resolución, tironeando de él sin pedirle su opinión—. Y ahí es donde entras tú. Después de todo no tenías naaaada que hacer ahora, ¿cierto? ¡Tendrás que agradecer mi compañía!

Antes de percatarse de ello, estaba siendo envuelto en una nueva vorágine de problemas al que nunca deseó entrar. Pero en vez de demostrar su descontento, el joven pareció acelerar la marcha, evitando quedarse atrás.

—Está bien, pero puedo caminar yo solo.

En esa cadena de favores tan extraña, Shawn Amery era ciertamente un eslabón perdido.