Cada Gota de Lluvia.

[Song-fic] Cada Gota de Lluvia.

Aclaraciones del Capítulo: Esto es, como lo dice en el título, un One-shot y un Song-fic. La canción en realidad es una poesía original mía. Leyéndola me dio la idea de hacer algo trágico con ella. Aún soy novata en esto de incluir canciones, así que puede que no esté muy bien ubicada, pero traté de hacerlo lo mejor que pude.
No hace falta aclarar que es 100% original, supongo :D
Lubecita, sé que vas a querer matarme por cieto parecido con un tal Carpatiano con ojitos plateados --y más por lo que le pasa--, pero todo se explica en las notas finales. Espero lo disfrutes y ansío haber mejorado bastante.
Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia... xD.

Cada Gota de Lluvia.​

¿Cada gota de lluvia? Sí. Una a una, las perlas líquidas caen inducidas por su propio peso. Hacia abajo, hacia mí. Me llaman con un susurro conforme se estrellan contra mi rostro.
Juegan. Juegan con las gotas que recorren mis mejillas, donde su nacimiento no es otro que mis ojos llorosos. Se mezclan con ellas, fusionándose, y entonces continúan de la mano hasta parar al suelo, allá donde mis pies las pisan sin prestar atención, porque mi mente no quiere atender razones, no quiere escuchar los susurros de cada gota. Y es que es una lluvia tan espesa y pura que no creo merecer que me moje. ¿Por qué? Mi cuerpo ensucia su esplendor cuando me roza.

Que lloro por ti,​

Camino. No me importa estar empapado hasta los huesos. No me importa el rumor de los charcos bajo mi cuerpo, el cual parece muerto, que vaga sobre la fina capa de agua que cubre la calle.

Que lloro sin ti,​

Lento, suave y tenue. Un llanto iniciado por el susurro de la tormenta. Ese susurro que me llama, que un día me quiso abrazar… ese susurro, sin más, porque cuando hablabas, no hacías sino imitar a la belleza de cada gota de lluvia.

Que yo entendí,​

¿Acaso no lo entiendes? Mi obsesión no es por la lluvia, por cada gota o por mis lágrimas. Mi obsesión tan sólo eres tú. Una obsesión que se refleja frente a mí, como un espejismo; un espejismo de gratuitas, pero costosas, ilusiones. Eso eran tus palabras. Porque me hacían caer, como cada gota de lluvia, al abismo de tus caprichos. Caprichos envueltos en caricias, en palabras vacías, en gestos sin sentido, pero caprichos al fin y al cabo. Al fin y al cabo también simples caricias, simples palabras y simples gestos.
Caricias frías, como las que me regala la lluvia en esta noche oscura. Para recordarte, para abrazarte, para compararla con tus cabellos ébanos. Esos cabellos que aspiraba en la distancia, que imaginaba mojados tocando mis mejillas.
Sólo era un sueño. Un sueño a conciencia.

Que no eras para mí.​

Y la conciencia no está tranquila. Ahora no, porque me obsesioné con tu presencia. Una presencia en la distancia. Sí, lejana, tan lejana como la posibilidad de que mañana salga el Sol. Sólo ellas se acercan, me besan, me aman... o eso quisiera creer, porque el líquido tranparente que las compone no es capaz de aquello, de reemplazarte..
¿Por qué no me amas? ¿Por qué no comprendes que la lluvia sólo quiere arropar nuestros abrazos? Los abrazos que no me das, los que te niegas a regalarme por pertenecer a otro. Así es, tú ya amas a alguien que no soy yo. Ya tienes tu propia lluvia que se te acerca, te besa, te ama. Y no aceptas que te quiera por el simple hecho de que estamos lejos, porque necesitas ver que no estás sola… y yo eso no puedo arreglarlo.

No somos iguales, nunca podremos serlo. Y nuestros sentimientos aún menos, porque nada hay semejante entre nosotros salvo las miradas cruzadas. Y tú te niegas. Y yo me obsesiono. Y aunque me haga daño, sigo lamiendo cada gota de lluvia para ver si alcanzo tus manos, las mismas manos que se abren ante el cielo para atrapar, sin más, el agua que te ensalza. El agua que te ama.

Te veo a lo lejos, sola. Sin más compañía que la de cada gota de lluvia inundando tu alma. Una compañía vacía; sin abrazos, sin caricias, como los que yo te daba. Como los que ahora rechazas.

Y ahora me hundo en un profundo mar de nostalgia y recuerdos. Un mar creado a nuestro alrededor, gracias, tan sólo, a cada gota de lluvia que se esparce como la llama, aquella extinta llama que nos cubrió un día. Un día lluvioso, por cierto, como hoy. Como hoy, aunque muy distinto… como cada gota de lluvia semejante a la anterior, distando al mismo tiempo de su hermana.


Suspiros. Miradas. Tensión. Inmovilidad. Miradas. Suspiros. Inmovilidad. Tensión. Más suspiros y miradas. Más de lo mismo. Minutos que pasan y el agua que empapa. Todo conformaba una imagen borrosa ante nuestros ojos. Unos ojos conectados entre sí, reflejando sentimientos raros. Reflejando más suspiros, miradas, tensión, inmovilidad. Más de lo mismo.

Hasta que comenzaste a andar. Lento, suave y tranquilo, sin dejar de mirarme. Tampoco dejaba de mirarte. Tus cabellos se pegaban a tu rostro, lo enmarcaban; lo hacían bello, puro, sensual. Seria y distante, me seguías mirando. Pareciera como si alguien hubiera fijado tu vista en mi cara, como si quisieras memorizar cada fibra del rostro que te devolvía la mirada… mi rostro.

Quédate un momento así y no mires hacia aquí,​

Que no podré aguantar si me clavas tu mirada.​

No me había pasado antes sentir un impulso eléctrico sorprendente;​

Me llena el cuerpo, no me deja hablar.​

Porque yo te escrutaba, te observaba, te analizaba. Me aprendía tu silueta, tu porte, la esencia de tu ser si era posible. Y tu frialdad, más que la de la lluvia, te envolvía como un aura ensoñada, como un aura de autosuficiencia muy mal disimulada.
No sé cómo, pero sabía que me necesitabas. Conforme te acercabas, yo lo sabía. También lo sabías. Tu sonrisa crecía, con inocente sensualidad. Me acariciabas con los ojos mientras andabas. Yo sólo ansioso esperaba.

—Gregori… —susurraste cuando estuviste frente a mí. Mojándote y yo observando y envidiando a cada cristal que acariciaba tu piel. Tu tono bajo, hipnotizante, una caricia de terciopelo negro, hizo que mi piel se erizara.

—Ma petite… —te respondí sin siquiera poder llamarte por tu nombre.

Y ahí murió nuestro diálogo. Las palabras se ahogaron en nuestras gargantas y nos dejamos embargar por el sentir del momento. Un roce, una caricia, una sonrisa… sólo eso bastaba. Alrededor no había más que lluvia fría y atrayente, que nos cubría con su manto de felicidad. Una felicidad que nos cubría de lluvia. Porque, al fin y al cabo, era el agua el que nos unía. Nos unía con sus brazos de cálida familiaridad.


Me miras. Ya no hay caricias, ya no hay roces, ya no hay sonrisas, porque una vez te alejaste de mí yo me volví nada en tu vida. Dejé que la mía se estancara, se parara en el momento en que ambos éramos uno. Lo fuimos, ¿no te acuerdas?
Me miras como si no estuviera; parece ser que me he vuelto transparente al estar mojado por cada gota de lluvia. Ausente, tal vez.
Yo recuerdo que todo fue real. Una realidad que me agradaba en el pasado. Mi presente es tu pasado, aún cuando tu pasado no sea más que eso y no pueda ser jamás mi futuro.

Tal vez pienses que estoy loco,​

Y es verdad un poco, tengo que admitir.​

Pero si no te explico lo que siento dentro,​

No vas a entender cuando me veas llorar…​

¿Recuerdas cuando te acercaste al fin a mí? Era un día de lluvia. Yo lloraba por verme solo, por sentirme sin más compañía que la de mi dolor. Así me sentía porque ya entonces te quería. Ya entonces te soñaba, y eras tan distante…

—No llores —me pediste con tono delicado, tu voz era pura magia negra. Tu mano pasó cálida por mi mejilla, haciéndome estremecer en su proceso. Un proceso que me petrificaba, al fin conseguía un sueño tan irreal como esperado. Eso era.

— ¿Por qué? —Ninguno sabía a qué venía esa pregunta. Esas palabras que se me escapaban sin dejarme pensar, sin dejarme actuar; y yo quería abrazarte, tocar tu cuerpo y sentirme acogido por tu calor. En el interior de esa mirada dulce y dorada, parecida a la de un felino.
Sin contestar, suspiraste sobre mi garganta. Besaste mi cuello mientras yo no hacía nada. Y tus brazos me rodearon al fin, tal y como yo deseaba. Tu cuerpo se amoldaba al mío como si fuera fuego líquido. Sonreí… Me hiciste sonreír. Por fin te tenía. Mientras tú me acariciabas la espalda, los brazos, la nuca, la cara, te besé en los labios. Tu sabor me envolvió por dentro. Era un narcótico, una droga de la que pretendía poder consumir todo el tiempo, toda la eternidad. Mis ojos se cerraban, mi cuerpo reaccionaba.

Y pasaron los segundos, largos, eternos, tranquilos. Llegaron los minutos, desesperados y pasionales. Eran momentos tiernos. Las horas, ardientes y excitantes, mientras compartíamos nuestros cuerpos, mientras nos regalábamos nuestras almas. Y los días pasaban. Monótonos, aburridos. Mi vida se escapaba y tú ya no mirabas, no mirabas mis ojos que se opacaban con la tristeza.
Semanas, semanas fueron las culpables de que ya no me amaras. Simples semanas en las que todo se rompió como el cristal contra el suelo. Te había perdido entre la nada. Entre un todo tan grande que no era nada. Una nada llena de todo. El todo que te hizo alejarme de tu lado.

Nunca me sentí tan solo,​

Hasta ayer cuando de pronto lo entendí.​

Mientras callabas, la vida me decía a gritos:​

Que nunca te tuve y que nunca te perdí. ​

Y ahora te vas, te marchas, te alejas. No, ya te alejaste. La distancia no es la misma que prometiste sería aquella vez; soportaría los kilómetros, las esperas, las llamadas, al menos te tendría, serías mía. Te querría. Me querrías. Pero eso acabó, estás a dos pasos. Largos. Inalcanzables. Y tu alma se marcha, vuela libre sin mí. Y la mía se marchita, cual rosa mugrienta. Ésa es la verdadera distancia. La distancia que me mata.

Y me explicaba:​

Que el amor es una cosa abstracta,​

Que lo veré de pronto en su forma natural.​

Lleno de fuego, sus fuerzas han de marchitarse,​

Teniendo principio, llega su final.​

¿Dónde estás? No puedo verte, no puedo sentir tu presencia. Te fuiste. Lo hiciste una vez, de mi lado; lo repites ahora, de mi vista. Y me quedo solo, con cada gota de lluvia que me susurra. Me dicen adiós. Todas y cada una de ellas se despiden. Conocen el final de la obra; también lo conozco. Es un final triste. No, mejor no. Es un final alegre, porque mi final empieza justo donde acabó nuestra unión; así no hay períodos duros en medio, así no hay dolor que justifique nada.

Ahora quizás lo puedas comprender,​

Si me tocas mi piel ha de quemarse.​

Ahora quizás lo puedas comprender,​

No te vuelvas si no quieres ver el pasado…​

Salto. Caigo. Me dejo llevar por el viento, mecedor de cada gota de lluvia. Al menos me uniré a ellas, quizás no como lo hice contigo, sin embargo seremos uno. Ellas me acunarán. Velarán mi sueño, mi sueño eterno, donde tus manos toquen mi cara, donde tu esencia me cubra de felicidad. Y de la nada pienso… pienso que me amas cuando me ves, cada vez que me sientes.

Caricias…​

No te pude decir adiós. Yo no pude despedirme de ti, no me dejaron. El destino fue caprichoso y me impidió hacerlo. Me lo impediste tú, y hasta lo impidió mi corazón. Si hubiera sido capaz de decirte algo, no habría sido capaz de hacer nada. No habría sido capaz de tratar de ir alargando la distancia que me acerca lentamente hacia el abismo de la soledad.

Abrazos...​

Ya estoy cerca. No me importa, sabía lo que pasaría. Era consciente de mis actos porque elegí vivir así, porque elegí amarte así. Elegí amarte, simplemente. Y porque elegí dejar de hacerlo a mi manera, la única manera que me permite conseguirlo. Aunque, quién sabe si incluso así podrás desocupar mi cabeza… mi cabeza ensangrentada.

Besos…​

No hay dolor. Fue más sencillo de lo que pensaba. Me alegro. No me arrepiento de nada: ni de haberlo hecho, ni de haber vivido, ni de haberte querido. Pues sé que así las cosas pasan, sin más, como tienen que pasar. Y no merece la pena desaprovecharlas, ni rechazarlas, ¡mucho menos olvidarlas! Pero dime, ¿te olvidarás tú de mí? ¿Me olvidarás? ¿Olvidarás cada gota de lluvia como se olvidan siempre hasta la próxima tormenta, cuando mojen nuestras almas, allá donde nuestros ojos se fundan a nuestras espaldas?

Fin​

Notas Finales: Bien, espero haya sido de su agrado. Si vieron algún error, algo ue no les gustó, algo que sí, no duden en comentarlo. Todas sus opiniones son bien recibidas.

Lubecita: Sólo utilizé el nombre de Gregori porque no sabía cual ponerle. Al principio se me cruzó Gabriel, pero no lo puse porque simplemente no pude. Luego se me vino Jacques y Gregori;sin embargo el primero me gustó menos y no quedaba bien.
Debo aclararte que el personaje no tiene nada que ver con el Sanador, ni físicamente, ni emocionalmente --sino estaría muy OoC, ¿no te parece?--, además de que no sería Original.

Glosario:

Ma petite: Si no me equivoco, significa "Mi pequeña" (no me resistí, lo siento, me encanta el fransés. Esa es una razón por la cual elegí "Gregori").

Bueno, creo que esos es todo.
Reitero: todos los comentarios, opiniones, etecétera, son bien recibidos.

Nos leemos luego.
Atte.
Tsuyuka, el 5to Dios.