Cabeza de calabaza

Tema en 'Relatos' iniciado por Ruki V, 28 Octubre 2016.

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    Ruki V

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    Cabeza de calabaza
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    Horror
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    Siempre he detestado las lámparas de calabaza, maldita sea.

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    A mis veinte años de vida, llegar a la universidad y ver esas estúpidas cabezas anaranjadas iluminando la entrada de mi aula, cuando todavía hay sol a pesar de que empieza el turno nocturno, me irrita en sobremanera.

    ¿Por qué? Porque me recuerdan a mi viejo yo de diez años de edad, que era uno de los más grandes cobardes que alguien haya conocido en toda su vida.

    Ese cobarde niño de diez años le creyó a su hermano cinco años mayor una absurda historia “aterradora” que le contó.

    La historia decía que cuando las personas hacían esas lámparas de calabaza y las usaban para decorar la entrada de sus casas en noche de brujas, era porque no querían responder a niños pidiendo truco o trato; así que fabricaban esas falsas caras monstruosas para que se hicieran enormes y se tragaran a los niños que se acercaran.

    Me lo contó justo en mi primer halloween, en el que yo ya estaba listo con mi mejor disfraz de esqueleto viviente para salir a pedir dulces, sabiendo perfectamente que los vecinos en mi calle siempre organizaban un taller en alguna casa para todos juntos hacer de esas lámparas un día antes y decorar sus entradas con ellas.

    Mis padres no pudieron convencerme de que mi hermano me estaba mintiendo. Tras esa vez nunca volví a pedir dulce o truco; los primeros años por cobarde y los siguientes porque, pues, crecí y acabé por convencerme de que estaba grande para eso. Claro, a los quince años incluso logré comenzar a ir fiestas de halloween con gente de mi edad o un poco mayor, logrando a la misma vez odiar e ignorar si había lámparas de calabaza cerca.

    Pero, ugh, la universidad. No, más bien, ugh, mis compañeras de clase que se encargaron de la decoración. Si las hubiera puesto la universidad en general no me habría importado, pero justo frente a mi aula… parecía una horrible broma. Hasta llegué a pensar que fue a propósito.

    Pero en fin, lo ignoré y entré a clases como si no fuera 31 de octubre sino otro lunes más.

    Había llegado algunos minutos antes a clase, aún sabiendo que el profesor llegaba algunos minutos después.

    Cuando pasaron esos algunos minutos pasaron, lo escuché tocando a la puerta del salón, costumbre suya.

    Pero, cuando tocó la puerta, gritó “¡Truco o trato!” y después se escuchó un gruñido bestial además de un grito muy agudo por parte de mi profesor.

    Abrí los ojos como platos y me sobresalté en mi asiento, agitándome, respirando agitadamente y sudando. Miré a mi alrededor y me di cuenta de que todos me miraban extraño.

    —¡¿N-no lo escucharon?!— les pregunté inevitablemente exaltado.

    —¿Escuchar qué?— preguntó la chica que estaba sentada al lado de mi, más cerca de la puerta.

    —El gruñido, y e-el grito— balbuceé bajando la voz.

    —¿De qué estás hablando?— me preguntó la chica sentada atrás de mí.

    —¿Intentas asustarnos?— preguntó un chico que ocupaba la computadora. —Ya no somos niños.

    —No, ha-hablo totalmente en serio. ¿En verdad no lo o-oyeron?

    Muchos en el salón compartieron miradas y después me miraron a mí, justo antes de volver a lo que estuvieran haciendo.

    Quince minutos más tarde, les extrañó que el profesor no llegara y fueron a preguntar por él. En las oficinas les dijeron que ya había marcado su entrada y que debería estar en la universidad. De cualquier modo ningún compañero mío podía irse de la universidad con esa excusa porque todavía nos faltaba una clase, pero muchos se fueron del salón a comprar comida, como solían hacer.

    Yo dejé una tarea que debía entregar al siguiente maestro con una de mis compañeras más responsables y me largué de ahí a contarle la historia a mi hermano mayor.

    —¿Recuerdas…— me decía muy nervioso —…que nuestros padres te dijeron, cuando te conté esa historia, que yo me había inventado esa historia desde que tenía diez años? Bueno, no les cuentes de tu profesor, porque ahora sabes por qué fui al psicólogo por años. Creyeron que estaba loco.

    Debíamos estar locos, como para ser, tal vez, los únicos que lo sabían, pero al demonio los psicólogos y las endemoniadas lámparas de calabaza.
     
    Última edición: 9 Febrero 2022
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  1. Ichiinou
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