Spin-off Cabaña del bosque [Pokémon Rol]

Tema en 'El cuento de la doncella y la flor de cristal' iniciado por Hygge, 18 Noviembre 2020.

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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Abrí los ojos con lentitud. El mundo seguía viéndose distorsionado, oscuro en ese momento con la única compañía de la luz trémula que se colaba por las ventanas. Podía escuchar una respiración profunda y calmada no demasiado lejos, amoriguada, como de otro mundo.

    Los engranajes de mi cerebro, aún enlentecidos por el alcohol, tardaron unos segundos eternos en funcionar.

    —¿Dónde...?—murmuré en voz baja, confundida debatiéndome aún entre el sueño y la vigilia. Me incorporé de golpe y el mundo me dio vueltas. Todo giró, vibró difuso y distorsionado. Me rayó el cerebro. La bilis me escaló repentinamente a la garganta, el sabor amargo del alcohol pude sentirlo en mi nariz y me giré hacia un lado bruscamente. Pensé que volcaría todo el contenido de mi estómago en... ¿una cubeta? ¿Qué mierda...?

    Pero nada pasó.

    Solo tosí asqueada, tanto por las náuseas como por la sensación rasposa, similar a una cuchilla en mi garganta. Ardía, quemaba. Tanteé la mesilla en busca de un pañuelo con el que limpiarme la boca. Qué puto asco, por el amor de Arceus. Solo habían sido arcadas pero no dejaba de ser sumamente desagradable.

    Arrugué el gesto.

    —No voy a volver a beber en mi vida—mascullé en una especie de gruñido seco, áspero, y me incorporé con dificultad mareada aún. Estaba en uno de los cuartos así que suponía que alguien me había llevado hasta allí. ¿Quién? Me importaba bastante poco en ese momento. No fue hasta que mis pies no rozaron el suelo que me percaté de que no tenía mis medias negras. Estaba descalza. ¿Me habían desvestido y metido en la cama?

    ¿¡Ah!?

    —¡Ah!—chillé en voz baja y me cubrí el cuerpo con las manos como si estuviese en ropa interior o algo así. Tenía todo en su sitio.

    Caminé fuera de cuarto, avanzando por el pasillo y prendí la luz del baño tras cerrar la puerta. La iluminación repentina pareció taladrarme los ojos y mi aspecto en el espejo era horrible, borroso y difuso como una niebla intangible. Me senté en el retrete.

    Había estado dormida pero no sentía haber descansado nada. Era como un negro sin fin, intenso, inerte. Sin sueños. Por si fuera poco, el efecto vasodilatador del alcohol había empezado a diluirse y aunque la temperatura era estable empezaba a sentir frío. ¿Por qué me dolía tanto la cabeza? Aún estaba borracha. ¿Y la garganta? ¿Era normal o es que realmente mi sistema inmune de mierda me habían apuñalado por la espalda?

    ¿Por qué me hacía preguntas tan ridículas? Era simplemente obvio que había terminado pillando algún virus en el bosque.

    Chasqueé la lengua y una vez terminé, me lavé las manos y regresé al cuarto cerrando la puerta a mi espalda. Caminé hasta la cama contraria a la mía y haciendo atrás las sábanas me incorporé—los muelles crujieron y se resintieron apenas bajo mis rodillas— y me aproximé en cuatro hasta mi compañera de habitación.

    Estaba profundamente dormida. Todo en su expresión demostraba una paz profunda. Bueno, Nikolah estaba vivo. Era suficiente.

    Se me escapó una risa ligera, suponía que debido aún al efecto del alcohol. Pero qué linda.

    —Liz~—rezongué con un tono claramente quejumbroso, como una niña. El calor que irradiaba su cuerpo era tan reconfortante. Me movía casi por intinto, por mera preservación—. Muévete un poco. Pareces un Wailord ocupando toda la cama.

    La empujé con suavidad lo suficiente para tener espacio para mí y allí me quedé con el rostro hundido en su espalda, el cabello castaño cosquilleándome la nariz. Olía a lavanda. Exactamente igual que en aquel callejón de Atracadero.

    Me gustaba.

    Debía preguntarle qué marca de champú usaba cuando despertase.

    ups (?)
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Le dediqué una sonrisa genuina a Cayden cuando habló, porque tampoco había que ser un genio para darse cuenta que en realidad no era la persona más social de ahí y aun así se estaba esforzando, con Mimi, con Nikolah e incluso conmigo, sincerándose como si nada.

    —Gracias —le dije, en tono suave, antes de volver mi atención al resto.

    Me fijé después en el resto con una ligera sonrisa distraída, sin darle mucha importancia mientras seguía bebiendo el zumo. Lucas se había acercado también para beber un poco, Ian se había despertado como un resorte pero pronto se tranquilizó, seguramente al ver que las galletas estaban a salvo, y Nikolah apareció para avisar de la cena y llevar a Mimi arriba.

    Después de unos segundos me levanté finalmente, cogiendo una galleta de la mesa y me acerqué a Ian, extendiendo el brazo para colocarle la galleta entre los labios.

    >>Suena bien, pero mejor después de comer, cariño —dije, con una ligera sonrisa, antes de girarme hacia el resto con las manos en las caderas—. Venga, no seáis vagos, ¡a poner la mesa!

    Aviento este post bien cutre porque sé que como se me empiecen a acumular de nuevo los mensajes no voy a tener ganas de ponerme al día así que mejor aprovechar ahora que tengo un poco de tiempo pero que ninguna prisa de contestarme ni nada vaya (?) aka por favor no lo hagáis im gonna die (????
     
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    Hygge

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    Liza White

    Me sentía flotando en una nube. Suave, esponjosa y extrañamente cálida. El peso de las emociones convulsas que me habían llevado al límite había desaparecido, y dejado en su lugar la liviandad de una pluma. Las piezas habían regresado a su lugar. Todo estaba en orden de nuevo, y no quería desprenderme de la repentina calma que me acunaba.

    Mis labios se encontraban curvados en una suave y apacible sonrisa mientras dormía. No lo recordaría al despertar, pero podía jurar haber recibido la visita de alguien. Quizás solo fuera producto de la sugestión, pero lo sentí tan real. Y a pesar de tratarse de una despedida, no me entristecí del todo.

    Me sentí liberada, extrañamente en paz.

    —Mmh...

    Aún entre el sueño y la vigilia el contraste de temperaturas me hizo removerme sobre el colchón. No me percaté de que habían apartado las sábanas hasta que la voz de alguien más me llegó lejana, desde otro mundo. Fruncí el ceño, acomodándome apenas. Cualquier rastro de incomodidad desapareció al notar el calor de otro cuerpo en mi espalda.

    —...Esta es mi cama —murmuré, arrastrando las palabras con lentitud. Giré mi cuerpo con suavidad hasta encararla, los párpados pesándome tanto que apenas le sostuve la mirada unos segundos—. Busca la tuya... Tonta...

    Era evidente que no sabía lo que decía, porque mi propio cuerpo me delataba solo. Mis dedos se cerraron en torno a la tela de su ropa y me acurruqué junto a ella, buscando el calor que irradiaba.

    Con la respiración acompasada y una profunda paz instaurada en mi pecho volví a cerrar los ojos, dispuesta a seguir durmiendo. Lástima que no era consciente del poco tiempo que me quedaba.
     
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    Lelouch

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    Ian Lockhart

    La idea había sido aceptada con mayor facilidad de lo que había imaginado. Je, qué bueno era conseguir las cosas con facilidad.

    O casi.

    Emily me colocó una galleta en la boca que acepté de buena gana, devolviéndole una mirada juguetona, y nos sacó de la idea de hacer el vago.

    —De acuerdo, de acuerdo —hablé, quitando la galleta de mis labios—. Creí que podría hacer como que no escuché a Nikolah, pero veo que no podré salirme con la mía esta vez —reí—, supongo que la diversión tendrá que esperar un poco más. Al menos no han faltado jugadores por lo que he visto.

    Me acerqué a la mesa y la miré, analizándola. Y ella le analizó a mí... si también hubiese tenido ojos, supongo. La cosa es que cuando vivía con mis padres nunca existió el concepto de "poner la mesa", y viviendo solo ni siquiera tenía mesa para comer, así que... ¿Qué se supone que debía hacer?

    —Uhm, sí, este tenedor está 3mm fuera de su posición óptima —dije, moviéndolo de posición—, o quizá estaría mejor a la derecha —lo volví a mover, haciendo el tonto para que pareciese que estaba acomodando.

    Al menos hasta que llegara alguien más y pudiese copiar lo que hiciera.
     
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    Reual Nathan Onyrian

    Reual Nathan Onyrian Adicto

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    Nikolah Cruz

    Volví a la cocina, luego de haber cargado a la otra dormilona, mientras chocaba mis manos en una expresión satisfecha. Sonreí al ver al Snorunt que nos habían asignado como guardián dando vueltas por la cocina. Incluso trepó sobre mí. Vaya, a pesar de su rostro lleno de hartazgo, parecía bastante ama.... y se estaba comiendo todo. Ah, no. No en mi cocina.

    — ¡No, fuera, shú! ¡Yukio malo! ¡Eso no se come! Eso está crudo, maldita sea, te va a caer mal. No, no me mires así. Mira, si llegas a soltar tu aliento helado aquí, te juro que... Ah, ¿crees que no soy capaz? Oh, ¿quieres hacer un trato, eh? Bueno, estas son las condiciones. Si ayudas al resto de los holgazanes a que terminen de poner la mesa, podrás comer algo de manera anticipada, ¿te parece? ¿Ok? Ok.

    Una vez que el enano se fue, mordisqueando pan con salsa que le había untado, me dediqué a la tarea que tenía entre manos: hacer una bella presentación. No tenía mucho con lo que trabajar, pero al menos, había preparado un par de cosas antes. Busqué entre las bolsas que había traído, y extraje de ellas varias estrellitas y adornos. Y obviamente, mi disfraz. Y los disfraces para el resto de mis ayudantes. Liberé a Mimo y a Faraday de sus pokéballs, y les expliqué cual era mi plan. No estaban así super encantados, pero sí dispuestos a ayudar.

    Con una sonrisa, me acerqué hacia la puerta, para cerrarla. No quería mirones mientras me preparaba.

    ****

    Salí de la cocina con una sonrisa, una vez que toda la mesa estuvo puesta. Llevaba dos bandejas en cada brazo, cada una cargada con comida. Me acompañaban Mimo y Faraday, ambos vestidos como elfos, con orejas, cascabeles y todo. Detrás estaba Florencio, vestido como Santa, con barba incluida, llevando todavía más bandejas. Y yo estaba vestido de Rudolph, cornamenta, nariz roja que titilaba, y una cola que había hecho con papel crepé y algodón. Como no, había olvidado la parte de arriba, así que solo tenía unos bermudas con tirantes. Pero al menos, le había puesto cascabeles a las tiras, así que con eso podía compensar, ¿no?

    — ¡A comer!— llamé, mientras Faraday se ocupaba de prender todas las estrellitas, haciendo un show de luces.— ¡Vamos que es Nochebuena!

    Al ir poniendo todo sobre la mesa, me di cuenta que faltaban un par de personas. ¿Seguirían dormidas? Bueno, tal vez debería ir a despertarlas. Así que después de dejar toda la presentación de cada plato en las capaces manos de Florencio, me dirigí hacia las escaleras, y de allí, a las habitaciones. Toqué suavemente la puerta, y la abrí despacio al no recibir respuesta.

    Me detuve al contemplar el espectáculo de ambas dormidas, juntas y abrazadas, y sonreí con dulzura. Se veían muy tiernas ambas. Pensé por unos momentos en no despertarlas, y dejar que descansaran, pero el rugir de mi estómago me hizo pensar que tal vez no fuera tan buena idea. Seguramente ambas debían estar hambrientas luego de todo lo que pasó.

    Me acerqué despacio, sin hacer ruido, y les puse ambas manos en los hombros, sacudiéndolas con delicadeza.

    — Despierten dormilonas. Es hora de cenar.— dije, sonriendo cálidamente.

    Prometí el disfraz y va a estar, carajo (? Also, si quieren saber que hay de comer, lean el post anterior que hice. Me da pereza poner todo de vuelta (?

    Oh, y para mí, las estrellitas son esto. No sé como lo llamarán en otros lados, si tienen otro nombre.

    [​IMG]
     
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    Rider

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    La cena estaría lista en un par de minutos de acuerdo con Niko, y aunque la mayoría estábamos dispuestos a comenzar a jugar, Emily interrumpió, colocándole una galleta a Ian en la boca, sugiriendo que deberíamos dejar eso para después la cena; una vez más se podía percibir esa aura de hermana mayor que brotaba de Emily, cómo si de alguna manera fuera la chica responsable del grupo y se asegurara de que nada más fuera a salirse de control esta noche (Otra vez). Solté una pequeña risa nasal al percatarme; parecía que estaba rodeado de "hermanos mayores" y la verdad, ya no me desagradaba la idea.

    — ¡Aw! ¡Pero a mí me encanta ser vago! — Gimoteé, mientras veía que todos se ponían de pie para comenzar a ordenar. — Bueno, esta bien, todo sea por la comida.

    Solté un pequeña risa mientras todos comenzamos a organizar platos y vasos, quitamos de las mesas el resto de las botellas para colocarlas en la barra, ya si alguien quisiera acompañar la cena con alcohol sería su elección.

    Realmente no nos tomó mucho tiempo lograr colocar todo en su lugar, la mesa lucia bastante bien, muy refinado todo aun para mi gusto, pero bueno, se trataba de una noche especial después de todo. Parecía que el castaño seguía jugando con los cubiertos, debatiendo si el tenedor debía ir del lado izquierdo o derecho.

    Me acerqué a él y le di una cuantas palmadas en el hombro. — Sólo colócalo en la izquierda Ian, ya cuando estemos cenando seguro que ni nos figamos a que distancia están.— Mientras le sonreía al chico, Niko entró al lugar con con 2 bandejas de comida en cada mano, a su vez que con una vestimenta muy "Peculiar" cuernos y una enorme nariz roja, reí un poco mientras contemplaba como incluso sus pokes estaba vestidos con aspecto de Santa y sus elfos, pero el verdadero espectáculo comenzó cuando encendieron las luces, era realmente bello, le aportaba tanto a la escena, tanta chispa, casi parecía mágico.

    —Wow...— Solté por lo bajo mientras contemplaba las luces, con mi ojos impactados por la luz, era bellísimo, sin duda Niko había excedido las expectativas de todos. Me acerqué nuevamente a mi silla, recargado mis antebrazos en el respaldo, todo lucía tan bien que no podía esperar; pero noté cómo el chico había subido a las habitaciones, probablemente a despertar a Liza y Mimi para que bajaran a cenar, me sentí un poco nervioso sólo de pensar que dirían después de todo lo que ocurrió. Pero fuera lo que me fuerana decir lo tendría que aceptar; además, había que esperarlas de un modo u otro, sería descortés comenzar sin ellas, debía hacer lo posible por no arruinar esta deliciosa cena.
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    El calor se coló por todas y cada una de las rendijas de mi muralla expuesta. Tan agradable y hogareño como la calidez de una hoguera. Liza se aferró a mí y yo la dejé hacer. Tan solo fruncí ligeramente el ceño cuando me insultó en medio del sueño pero tampoco le di excesiva importancia. Mi cuerpo se movió por inercia e hice lo propio. La suavidad de las sábanas y el calor que irradiaba su cuerpo había logrado alejar cualquier rastro de frío.

    Era como estar realmente en casa. Acunada y cobijada en los brazos de mi madre. Liza tenía esa capacidad, de forma bastante similar a como me sucedía con Em.

    —Ngh~—murmuré antes de que la oscuridad volviera a cernirse.

    Abrí los ojos con lentitud, irritada. Una luz roja parpadeante fue lo primero que logró colarse en mi visión. Era... como las luces de navidad que se usaban como decoración en estas fechas. Brillante y absolutamente molesta.

    Entreabrí los párpados con dificultad, casi arrastrándolos, sintiéndolos pesados aún. Desenfocado logré visualizar una silueta sobre mí. Era alta, con algo similar a cuernos en la cabeza y la luz rojiza y parpadeante le iluminaba el rostro de forma irregular. Dibujaba sus facciones, el contorno de sus ojos, la enorme sonrisa de dientes blancos. En medio de la oscuridad parecía sacado de una pesadilla.

    ¿La... bestia del lago?

    Todo mi cuerpo se tensó, la sangre se me congeló súbitamente en las venas y abrí de par en par los ojos.
    Y chillé. El grito, casi visceral, resonó por toda la cabaña. Se coló por las paredes y retumbó en el cuarto.

    Impulsada por el terror terminé empujando a aquella figura lejos de mí haciéndola perder el equilibrio y caer estrepitosamente al suelo. Rápidamente prendí la luz y la misma reveló la identidad de la extraña presencia. Era... Nikolah. Se había vestido de Stantler o de Sawsbuck o lo que demonios se suponía que fuese. Estaba descamisado con tirantes cubiertos de tintineantes cascabeles. La luz rojiza era una suerte de nariz redonda y brillante.

    ¿¡Ah!?

    Lo miré con incredulidad durante unos segundos y parpadeé con celeridad tratando de hacer funcionar los engranajes de mi cerebro. Cuando finalmente lo comprendí todo el miedo mutó en enojo y crispación como si hubieran prendido la chispa de un abrumador incendio.

    —¿¡Qué mierda haces imbécil!?—le espeté irritada—¿¡Quieres matarme de un infarto!?
     
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    Hygge

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    La paz terminó por desaparecer con la contundencia de un chillido. El corazón me dio un vuelco en el pecho y abrí los ojos, incorporándome de golpe y arrancándome un grito de profundo terror al vislumbrar a Mimi enfrentándose a una extraña sombra frente a nuestra cama. Me levanté de un salto, el cabello enmarañado cayendo sin orden ni concierto por mi espalda, y lancé con todas mis fuerzas la almohada hacia nuestro atacante, quien ahora yacía desconcertado en el suelo. Permanecí de pie sobre el colchón, con cualquier otro objeto en mi mano dispuesto a ser lanzado, cuando Mimi atinó a encender la luz y reveló al causante de todo el revuelo.

    Nikolah nos observaba desde abajo, tomado por sorpresa. Estaba disfrazado de reno y llevaba unos curiosos cascabeles decorando su pecho cubierto por algunas vendas. Parpadeé, tratando de calmar mi respiración agitada mientras la rubia le reclamaba, y lentamente fui soltando el cojín en mi mano hasta dejarlo caer al suelo. Me enjuagué los ojos con cierta incredulidad, producto del susto y la hilarante situación en sí, y terminó por nacerme una carcajada cristalina de lo más profundo de mi pecho, mientras Mimi discutía con el pobre chico.

    Arceus, ni siquiera podía tener un despertar decente por un día, ¿cierto?

    —¿Qué es lo que estás haciendo vestido así, cielo? —logré decir al fin, aún entre risas, y descendí de la cama para tenderle una mano a Nikolah. Me di cuenta entonces de que la voz me salió algo rasposa y que notaba la garganta resentida, quizás por haberme desgarrado la voz en mitad del frío o del propio clima en sí, pero lo ignoré en ese instante. Mi atención se posó en las vendas sobre su pecho, arrugando el ceño, y busqué su mirada con cierta urgencia—. ¿Y esto? ¿Te duele mucho, Niko?

    Las imágenes y los recuerdos comenzaban a regresar lentamente a mi mente adormilada, y la preocupación en mi expresión terminó por mezclarse con el infinito alivio que me daba verlo allí. Vestido de reno y atacado por dos adolescentes en pánico, sí, pero vivo a fin de cuentas.
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    Nikolah Cruz

    Las cosas salieron... distintas a lo esperado. Pensé que había sido lo suficientemente delicado, pero al parecer no. ¿Tal vez tendría que haber prendido las luces? Ni yo sabía muy bien que había ocurrido. En un segundo, Mimi estaba chillando de forma tan aterradora que yo también terminé gritando, me empujó, me caí al suelo, me lanzaron un almohadón, Liza también gritó, y yo no entendía un pepino por qué todos estábamos gritando.

    — No, yo no quería matar a nadie.— dije, parpadeando confundido, y con un dedo en la oreja, que estaba pitando por los gritos.— Solo las venía a despertar por la cena. Ya es hora de comer.

    Me acomodé las astas y la nariz, que se habían torcido ante el asalto de las dos adolescentes. Los cascabeles habían logrado una extraña sinfonía durante todo el ataque. Me giré hacia Liza, que se encontraba riendo. Al menos era bueno ver que una de las dos se despertaba de buen humor. ¿Sería porque todavía estaba con resaca? Si eso era verdad, tal vez gritar no hubiera sido lo más indicado.

    — Oh, es que hicimos con Florencio, Mimo y Faraday la presentación de la cena, y todos estábamos disfrazados. Me olvidé de la parte de arriba del disfraz, eso sí.— comenté, mientras aceptaba su mano para levantarme.— Nah, no duele, ya no. O sea, sí, obviamente, si me terminé desga...

    Sostuve la última letra en el aire durante un tiempo, al darme cuenta de lo que iba a decir, después de notar la extraña mezcla entre preocupación y alivio que tenía Liza en el rostro.

    — ¡...bale! Eso, me resbalé y me caí. No pasa nada, un par de rasguños y arañazos. Ya me cosí y todo, no hay de qué preocuparse. Y hey, hace juego con la cicatriz en la espalda.— dije, dándome la vuelta y señalando la cicatriz que me había dejado el rayo al impactar hace tantos años.

    >> Pero bueno, a lo que venía. La cena ya está lista, y las estamos esperando abajo. Las vine a despertar porque no quería que se quedaran con hambre, y bueno, ¡es Nochebuena! Teníamos que estar todos juntos.

    Giré el rostro a Mimi, con una sonrisa.

    — Que bueno que ya estás mejor. ¡Estabas fusilada en el sillón! Tuve que cargarte y todo. Al menos se te nota un poco más descansada, eso es bueno.

    Voy a aprovechar el escudo de Liza para que no me maten al niño (?
     
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    ¿Pero qué tan bobo podía ser? ¿Y cómo demonios no tenía frío andando semi-desnudo por ahí? La risa de Liza resonó clara y me hizo dirigirle una breve mirada de circunstancias. De verdad éramos tan distintas... Allí estaba yo, dispuesta a arrearle una patada si hacía falta; y allí estaba ella, riéndose como si fuese una escena hilarante. Quizás, internamente, debajo de esa enorme capa de irritación, me hacía algo de gracia. Nikolah era como un Slowpoke con la mitad del cerebro pero seguía resultando entrañable. Dante podía decir lo que quisiera, pero era un niño en el cuerpo de un joven de diecisiete años.

    Fue en ese momento de que me percaté de algo que había estado pasando por alto. Cuando volví a mirar a Nikolah y atendí las palabras de ambos, las alarmas se prendieron en mi cerebro descubrí la venda que cubría parte de su torso, por debajo de los tirantes y cascabeles. Una sensación angustiante me presionó el pecho repentinamente, tensa, y sentí la culpa escalar, porque genuinamente había pensado que había resultado ileso de su aventurita por el bosque. ¿Se había caído realmente? ¿O había pasado algo más? ¿Y como era eso de que se había cosido él mismo las heridas? Ni siquiera podía llegar a imaginar lo desagradable y doloroso que podía resultar eso.

    Ew.

    —Tú... ¿me cargaste hasta acá?—cuestioné con verdadero horror, pálida. En un arranque de pudor repentino me cubrí el cuerpo con los brazos. Nuevamente no estaba en nada como en ropa interior, pero si me había cargado... me había visto en uno de mis momentos más vulnerables. Me había visto débil, dormida, noqueada por el alcohol. Y el pensamiento era tan humillante como vergonzoso. No me gustaba mostrar vulnerabilidad, aún menos cuando no tenía intenciones de mostrarla. Había sido un error, algo fuera de mi voluntad.

    >>Bueno sí, estoy más descansada—mascullé liberando el abrazo alrededor de mí cuerpo y jugueteé con un mechón de cabello enredándolo en mi índice mientras hablaba. Casi me da un paro cardíaco. Si tan solo hubiera esperado un poco más podría haber descansado la mitad de lo suficiente—. Aunque no gracias a ti. Pareces un Sawsbuck con rinitis.

    Me incorporé finalmente de la cama y apoyando la palma de mi mano en su espalda lo redirigí hasta la puerta. No quise pensar demasiado en la cicatriz notablemente antigua que cruzaba su columna. Blanquecina, ramificada... el impacto de un rayo. Con semejante vestuario era perfectamente visible.

    Arceus Nikolah, parece que un Gengar te ha echado un mal de ojo.

    >>Venga, fuera Rudolph—le dije con la voz algo áspera, ligeramente ronca tanto por el ardor en la garganta como por el hecho de que acababa de despertar. Se me escapó una risa sin gracia— No creerás que voy a bajar a cenar así ¿o sí?
     
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    Entorné la mirada sin dejar de atender a sus heridas, algo intranquila aún. ¿Un par de rasguños y arañazos te obligaban a cubrir tanta piel con vendas? ¿Y había tenido que coser incluso? Me mordí el labio, pero decidí creerle y confiar en que sanaría a su debido tiempo. Me aseguraría de que no volviese a abrirse las heridas en un descuido, porque conocía la impulsividad de ese chico de sobra. Era lo menos que podía hacer, después de todo.

    Mimi dirigió a Nikolah hacia la puerta y yo no pude apartar la mirada de la horrible cicatriz en su espalda, ramificada a través de la piel expuesta, pero no me animé a preguntarle por ello. No aún. Había varios misterios a su alrededor que tenían cierta prioridad de momento, y tampoco tenía intención de avasallarle a preguntas. Debía estar exhausto.

    En su lugar me encogí de hombros mientras la puerta se cerraba, dirigiéndole una sonrisa resignada como despedida. Yo también quería cambiarme; ya habría tiempo de ponerse al día en otro momento.

    —Así que... —Alcé la voz en cuanto la puerta se cerró, arqueando las cejas con curiosidad cuando Mimi se giró hacia mí. Me llevé las manos a la cintura con cierto aire burlón—. ¿Te quedaste noqueada en el sillón? ¿Tan aburrida estaba la fiesta sin mí?

    Ingenua de mí que desconocía la verdadera razón por la que había terminado cayendo rendida. ¿Y en qué momento se había metido en mi cama? No lo había notado, y si lo había hecho no lo recordaba. En cualquier caso había descansado más que bien durante ese par de horas, así que en parte debía agradecérselo a ella, suponía.

    Solté un ligero bostezo y me dirigí hacia el armario con cierta pereza. Aún tenía sueño, y extrañaba el calor de la cama, pero no podía perderme la cena de Nochebuena por nada en el mundo. Además, Nikolah había dicho que nos estaban esperando, ¿no? Sería maleducado hacerles esperar demasiado. Me acuclillé y saqué del cajón el overol negro que había traído, junto a un jersey blanco de lo más suave, y los dejé sobre la cama. A pesar del termostato, que mantenía el calor de la casa a una temperatura adecuada, sentí un escalofrío recorrerme la espalda al quitarme la sudadera y regresarla al cajón.

    —Lo cierto es que me ilusiona bajar y cenar con todos, pero... —Dudé por un momento, mientras me acercaba al espejo y me colocaba el jersey con cuidado. Saqué de dentro el collar con forma de corazón que siempre llevaba conmigo, y que Destiny también tenía, y jugueteé con él algo nerviosa mientras observaba mi reflejo—. Me incomoda un poco. Después de perder los papeles de esa forma, quiero decir. ¿Cómo estaban los ánimos en la cabaña después de que me quedase dormida?
     
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    Cuando la puerta se cerró apoyé la espalda contra la misma y suspiré. Aún me latía acelerado el corazón por el susto. No tenía consideración ninguna, simplemente no pensaba las cosas. Exactamente como un niño.

    Pero no tenía malas intenciones así que suponía que podía perdonárselo. Solo era... Nikolah. Y estaba bien así.

    Pretendía tomar mi ropa y prepararme cuando la voz de Liza me asaltó repentinamente. Generalmente su pregunta me hubiese hecho enrojecer como un maldito Corphish a la plancha pero no parecía estar por la labor en ese momento.

    Ah, ¿quería burlarse de mí? ¿En serio? No lo iba a lograr. Me negaba sistemáticamente. Y si iba a hacerlo, dos podíamos jugar ese juego. Solté una risa por la nariz, de circustancias, y llevé las manos a mi cintura para quitarme la camiseta que llevaba puesta arrojándola al suelo sin contemplaciones Tampoco iba a vestirme con algo excesivamente elegante. No era una cena con los colegas elitistas de mi padre.

    No tenía nada que demostrar a nadie.

    —¿Ah? ¿Bromeas?—le respondí con evidente jocosidad y caminé hasta mi maleta. Ni siquiera me había tomado el tiempo de guardar y ordenar mis cosas en el cuarto con todo lo que había sucedido—. Cariño, la fiesta sin ti era un absoluto muermo. Estoy segura de que si hubieras estado te hubiera vuelto a besar solo para hacerlo todo un poco más interesante.

    El rubor me subió ligeramente a las mejillas pero la reacción que esperaba obtener por su parte lo valía con creces de modo que, resuelta, terminé por guiñarle un ojo antes de darle la espalda. A Emily jamás logré devolverle las bromas. Me había pillado en un punto de extrema inseguridad de mi vida cuando mis murallas se debatían entre sí derrumbarse o reforzarse. En ese momento tenía mucha más confianza en mí misma y había desterrado gran parte de las cosas que me hacían vulnerable.

    Los sentimientos románticos era la principal de todas ellas. El amor que tenía se lo había dado de cenar a mi Luxray.

    Le dirigí una mirada de reojo mientras terminaba de tomar la ropa que iba a ponerme y detallé brevemente su figura antes de que se pusiera el jersey. Lo había pensado ¿verdad? Durante la cena en Atracadero cuando nuestra cenita de amigas escaló repentinamente sin que nos diéramos cuenta. Era mi tipo. Chicos idiotas y chicas dulces.

    —Supongo que... ¿estaban?—respondí, casi dejé caer en realidad mientras yo también tomaba un jersey. No era lo más elegante del mundo pero era una cena en familia y... tres pseudo-conocidos. Nada reseñable—. Creo lo olvidaron pronto cuando Graham volvió a sacar el alcohol. Ni siquiera yo recuerdo demasiado.

    Mientras comentaba aquello como si no fuese la gran cosa, apoyé el jersey sobre mi torso y comprobé mi figura en el espejo. De frente, de lado. Había algo que seguía molestándome.

    Chasqueé la lengua.

    Una de mis mayores inseguridades. Nuevamente, siempre que trataba de ver el lado bueno aparecían en mi cabeza los enormes flotadores que tenía Emily. Arceus, qué chica más injusta. Generalmente me lo callaría y sufriría internamente sintiendo como me corroía la envidia desde dentro. Pero en ese momento, quizás por el ambiente distendido o por la confianza que le tenía a White, no evadí la pregunta.

    —Hey Liz... ¿crees que mis pechos son pequeños?

    Es una obsesión (?)

    Btw, this is so gay y no me arrepiento de nada
     
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    Hygge

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    Su inesperada respuesta extendió un violento rubor por mis mejillas y giré el rostro hacia ella, con una mezcla de vergüenza e... ¿intriga, quizás? Mimi me guiñó un ojo en respuesta, más que encantada con mi reacción, y si hubiese tenido la almohada a mano se la hubiese estampado en toda la cara. Me limité a bufar y volver la vista al espejo, el ceño ligeramente fruncido.

    No habíamos vuelto a hablar de aquel beso desde que simplemente sucedió aquella noche en Atracadero, y quizás por esa razón no esperé que la rubia lo sacase a colación de nuevo. No tenía nada de malo, en cualquier caso. Un beso no tenía más importancia de la que querías darle, pero había sido el primero en el que no había puesto intenciones románticas detrás. No podía evitar sentirlo diferente, de alguna forma.

    Había sido extraño y despertado mi curiosidad a partes iguales.

    —Espera, ¿habéis estado bebiendo alcohol? —Parpadeé, tomada por sorpresa. Retrocedí para dejarle espacio frente al espejo pero mi atención siguió posada en ella mientras tomaba el pantalón y los tirantes—. ¿Y cómo es eso de que no te acuerdas demasiado? ¿Voy a tener que ponerme a confiscar cosas antes de que inicie la cena, Mimiko?

    Dejé escapar una breve risa incrédula, pero mi tono no sonó demasiado serio. Bueno, había dicho su nombre completo para que sonase como un regaño, pero no es como si pudiera hacer demasiado aunque lo intentase. De cualquier forma ya eran mayorcitos para manejar sus propias responsabilidades. Pero los regaños los iba a seguir soltando igual, eso seguro. Panda de imprudentes.

    Cerré el broche del pantalón una vez me cambié del todo y coloqué los tirantes sobre mis hombros, observando a Mimi posar frente al espejo de vez en cuando. Cuando me llamó y me hizo esa extraña pregunta sentí que de repente su inseguridad con respecto al uniforme del gimnasio de Aqualia cobraba sentido, y me acerqué hasta colocarme tras su espalda, borrando cualquier rastro de jocosidad en mi expresión.

    Las inseguridades no eran algo con lo que se podía jugar de esa forma.

    —¿Uhm? A mí no me lo parecen —le aseguré con suavidad, mirándola a través del reflejo en el espejo. Recogí su cabello con un cuidado maternal y lo dejé caer como una cascada dorada tras su espalda. Siempre había pensado que tenía un cabello precioso—. Y aunque lo fueran, ¿qué más daría? Cada cuerpo es único e irrepetible. Deberías estar orgullosa del tuyo.

    Lo noté en ese momento. La extraña tranquilidad que me daba hablar de algo así desde que había aceptado mi bisexualidad. Reparar en las figuras de Mimi o de Emily y decir sin pudor alguno que me resultaban atractivas, que no era un pensamiento extraño y fuera de lugar. Que la única que sufriría tratando de enterrar mis emociones era yo misma. Me coloqué de perfil, bajando los tirantes del peto y estiré la tela hacia abajo, marcando mi figura bajo la ropa.

    —Por ejemplo yo sé que no tengo un busto de escándalo, pero estoy bien así. Me gusto y eso es suficiente —Le dirigí una sonrisa sincera, regresando mi atención hacia ella a través del espejo, y apoyé mi mentón en su hombro con cierta diversión en la voz—. Además, eso de ser entrenadoras es mucho mejor que ir al gimnasio. Recorrer tantas regiones nos han dejado a todos los holders con unas piernas que ya quisieran conseguir ellos, ¿eh?
     
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    Yugen

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    Justo como esperaba la reacción de Liza no tuvo precio. Si hubiera enrojecido más hubiera entrado en combustión espontánea. La miré en cuanto mencionó el tema del alcohol. ¿Sorpresa? Bueno, todo había sido culpa de Aleck y la destilería de su abuelo o algo así. Las escenas estaban difusas y borrosas. La mayor parte de lo que había sucedido antes de que Nikolah casi me asesinara vestido de Stantler eran parchones negros en mi memoria.

    Sus palabras me sorprendieron. Era la primera persona a la que le preguntaba directamente pero también se lo había insinuado a Alpha y había estado de acuerdo conmigo. Ese estúpido. Le dirigí una mirada insegura desde el espejo y presioné inconscientemente el jersey contra mi cuerpo. ¿Lo decía en serio?

    —Eso lo dices porque los estás viendo con sujetador. ¿Quieres verlos sin?—la pregunta era claramente jocosa, de hecho se me escapó una risa sin gracia. Un intento por destensar la tensión y desviar la atención real de mi propia vulnerabilidad. Ya lo había mencionado, no era como si pudiera dar marcha atrás—¿Estas insinuando que te gustan White?

    Una sonrisa burlona se me dibujó en los labios. Había empezado a tomarle la gracia a molestarla. Ahora entendía a Ian. Aunque sinceramente me crispaba los nervios sentirme identificada con él en cualquier cosa.

    Hice una breve pausa y me recosté ligeramente contra ella apoyando mi espalda sobre su torso cuando puso su mentón en mi hombro. El calor que irradiaba seguía atrayéndome como un imán. Era relajante... tenía la extraña capacidad de calmarme que tan pocos parecían compartir.

    >>Bueno, algo bueno tenía que tener ¿no?

    Dado que apenas teníamos tiempo para nosotros mismos o tan siquiera para descansar. A veces era simplemente angustiante. Salvar el mundo y esa clase de cosas. Pero podíamos fardar de tener unas piernas de escándalo.

    Mi expresión se endureció.

    >>No me gusta hablar de estas cosas ¿sabes?—murmuré mirándola a través del espejo. Aunque sentía cierto pudor la mayor parte de mi actitud y tono era serio y directo—. Probablemente pueda parecer todo lo contrario... pero en el fondo soy una persona bastante insegura en relación a mí misma. No es como si me considerase poco atractiva ni nada así. Pero siempre... termino por compararme con el resto. Quizás porque he estado demasiado tiempo acostumbrada a tener lo mejor de todo.

    Dejé el jersey sobre la cama y volví a buscar en la maleta para prenda tras prenda. Arceus, ¿por qué costaba tanto encontrar algo decente? Al final me decidí por un body de terciopelo negro sin mangas y cuello alto. Quizás era demasiado oscuro pero el total black siempre era una opción acertada en cualquier reunión social. Un pantalón pitillo de esos apretados—porque si de algo estaba realmente orgullosa era de mi trasero y mis piernas— y unos zapatos de tacón.

    Terminé de vestirme y me coloqué dos pendientes de argolla de oro en las orejas. El cabello me lo dejé suelto permitiendo que cayera en ligeros bucles sobre mis hombros. Generalmente se me quedaba demasiado liso pero tenía mis truquillos para darle gracia.

    —Deberías decírselo. A Nikolah—le comenté de pasada y tomé mi estuche de maquillaje para darme algo de color—. Sabes que realmente no soy yo quien quieres que te bese. No esperes que el tonto se de cuenta por sí mismo.
     
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    Liza White

    Le dirigí una mirada de circunstancias apoyada aún en su hombro y uní el dedo pulgar y el índice, impulsando el segundo hasta darle un toque de reproche en la frente. Será idiota.

    —Si vas a seguir con esas no esperes que te halague nunca más —le aseguré, fulminándola con la mirada desde mi posición. En cualquier caso no duré demasiado. Era más que consciente de que volvería a hacerlo si eso la ayudaba a sentirse mejor consigo misma. Era esa clase de estúpida a fin de cuentas.

    Permití que se apoyase en mí a pesar de insistir en crisparme los nervios y terminé por escucharla con atención, como si estuviese contándome su secreto más profundo. Bueno, en parte lo era. Mimi podía parecer segura y confiada la mayor parte del tiempo pero tenía sus debilidades como cualquier otra persona, y había decidido conferirme una de ellas. Así como yo hice con ella en Atracadero.

    No supe en qué momento empezamos a resguardar pedacitos de la otra, pero no me arrepentía de haber comenzado a confiar en ella de esa forma. No me había dado motivos para pensar lo contrario.

    —Es comprensible, Mims. No es como si fuese un proceso rápido, después de todo —respondí, dándole un ligero apretón en los brazos antes de separarme por completo—. Pero estoy segura de que con el tiempo dejarás de sentir la necesidad de compararte con el resto. Confía en mí, no tiene caso.

    Permití que se cambiase tranquila y me dirigí de vuelta al armario, colocándome los botines negros finalmente. Saqué de mi mochila el cepillo y una goma y me senté en la cama, peinando mi cabello mientras la escuchaba hablar. No respondí en seguida, como si tratase de responderme a mí misma primero. Comencé a trenzarme el pelo con la mirada perdida en algún punto de la habitación.

    —...Me había propuesto hacer un avance en este viaje, ¿sabes? —Dejé escapar el aire por la nariz en una risa sin gracia—. Quería aprovechar para acercarme un poco, ver reacciones en él. Pero me es imposible leerlo. Y no sé si eso es bueno o es malo realmente —Anudé con algo más de fuerza el trenzado, evitando que parte del cabello se saliese de su lugar, y finalmente afiancé el agarre con la goma. Me asomé hacia el espejo desde mi lugar, satisfecha con el resultado—. Pero después de casi perderlo en el bosque me di cuenta de que no podría haberme perdonado no habérselo dicho nunca. Quizás lo intente esta noche.

    Suspiré, levantándome del colchón, y tras darme un último vistazo comencé a caminar hacia la puerta. Me volví hacia Mimi con una ligera sonrisa, tratando de dejar los nervios y las inseguridades de lado por una noche.

    >>Espero que tengas preparado el helado en caso de que me rechace, porque te vas a hacer cargo quieras o no —bromeé con ligereza, llevando una mano al pomo de la puerta—. Pero de momento lo importante es reunirnos con el resto, suficientes desgracias por un día. ¿Lista, Honda?
     
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  16.  
    Yugen

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    Mimi Honda

    —¡Auch!—solté cuando sus dedos impactaron en mi frente y sin soltar la brocha de maquillaje me llevé dos dedos a la zona golpeada. Aún con todo se me escapó una risa burlona, ligera—. Vamos, es divertido~—repliqué con un mohín y arrugando momentáneamente las cejas seguí maquillándome—. No podrás detenerme ahora que he descubierto lo susceptible que eres.

    A fin de cuentas... no me tomaba la libertad de bromear con todo el mundo. De hecho, no me tomaba la libertad de bromear con nadie. Mis respuestas eran ácidas, sarcásticas y llenas de una honestidad brusca casi suempre. No era la persona más simpática con la que tratar. Las bromas estaban fuera de cuestión y solo me permitía mi lado más irreverente con personas de confianza. Aquella que se habían ganado mi lealtad y resguardaba fieramente tras mis propias murallas. Nadie podía ponerles un dedo encima... o les saltaría a la garganta. Era mejor no desatar la furia de Honda.

    >>Deberías estar agradeciéndome—comenté y cerré finalmente el estuche dirigiendo una mirada un poco más atenta a mi reflejo. Una copa C... no estaba mal ¿no? No entendía por qué seguía torturándome constantemente con las mismas tonterías. Quizás solo quería que alguien me dijese lo contrario. Solo quería escuchar que estaba equivocada... aunque tarde o temprano volvía nuevamente a la casilla de salida.

    La escuché con atención aunque no la estaba mirando realmente. Esperar que Nikolah diera el paso era tan absurdo como pretender cerrar la distancia que había entre Alpha y yo con las manos. Nikolah era tan simple como el mecanismo de un lápiz. No había que buscarle los cinco pies al Liepard, lo que veías era lo que había y nada más. Pero parte de sus palabras realmente me llegaron. Traspasaron la ligera capa altiva y me golpearon justo en el centro del corazón. No podía imaginar cómo hubiera sido para ella perder a dos personas tan preciadas en tan poco tiempo. Bruno. Nikolah. Resultaba desgarrador el solo hecho de pensarlo.

    Mi malestar sin embargo mutó en incredulidad cuando prosiguió y solté una risa por la nariz. ¿Ah?

    >>Helado en invierno ¿estas loca?—repliqué apartándome del espejo y le dirigí una mirada por encima de mi hombro—. Descuida, te prepararé un chocolate caliente con nubes. Pero no será necesario. All he wants for Chrismast is you. Y bueno, seguramente ver a Santa, pero no es el caso.

    "¿Lista, Honda?"

    Giré sobre mis talones para encararla finalmente y me acerqué a ella. Al menos quería que supiera que tenía mi apoyo. Curioso... como habíamos logrado conectar tanto en tan poco tiempo. Esbocé una de mis típicas sonrisas orgullosas. Pero al contrario que una soberbia totalitaria aquella era cálida. Cómplice.

    Genuina.

    >>Yo nací lista, White.
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    Nikolah Cruz

    — ¿Pero qué tiene de malo por cómo estás vestida?— dije, mientras dejaba que me empujaran fuera de la habitación.

    Me encogí de hombros cuando la puerta se cerró, y me dirigí hacia la escalera, sentándome en el primer escalón. Dije que iba a bajar con ellos, así que las iba a esperar. Sin embargo, había subestimado la cantidad de tiempo que podrían necesitar para prepararse. Pero si tan solo íbamos a cenar con todos. Sabía que era Navidad y todo lo demás, pero tampoco íbamos a, no sé, hacer algo super, ehm, super... ¿fabuloso? Era una cena en familia. Tampoco como que fueran a juzgarte o algo por como estuvieras vestido. Bueno, yo que sabía.

    Estuve un rato silbando, tratando de entretenerme, pero me aburrí rápidamente. Pensé en levantarme y tocar la puerta, para preguntar si les faltaba mucho, pero no quería molestar. Tamborileé con mis dedos sobre el suelo, hasta que el rostro se me iluminó. Me levanté, fui hacia mi pieza, y de allí comencé a sacar papel colorido tras papel colorido. Cuando tuve una buena pila, me dirigí de vuelta hacia la escalera, y comencé a realizar distintas figuras para entretenerme. Los modelos variaban desde cosas simples como flores, estrellas y figuras hasta diseños más complejos, como pokémon y personas. A medida que las iba terminando, las iba apoyando sobre la pared, para que se mantuvieran paradas. Y sin darme cuenta, comencé a formar una escena.

    Había hecho un castillo, sobre una colina, que lo rodeaba un bosque. Al lado del castillo, había dos figuras. Las dos eran humanas, pero una era más grande que la otra. Hice a mucha más gente chiquita a su alrededor, pero todos rodeaban a la figura mayor. Luego, pasé a otra escena. Otro castillo, otra vez el bosque, y otra vez la figura grande. Pero esta vez, había otra figura, más delgada. Le había intentando hacer cabello largo, aunque estaba difícil con origami. La figura grande estaba hecha en papel dorado, reluciente, brillante, mientras que la de pelo largo estaba hecha con azul mate, opaco.

    Otra escena más. Ahora los protagonistas eran la figura azul, pero esta vez, la había hecho de un azul cromado, que brillaba cuando le daba la luz. Y la otra figura era aquella pequeña de la otra vez. Era blanca, casi plata. Las dos figuras parecían estar corriendo por el bosque, alegres. Pero otra se cernía sobre ellos. Una negra, que si la dabas vuelta era dorada. Y la última escena era triste. Era un bosque, pero completamente negro. Parecía tener nieve. Había hecho figuras de casas, y las había roto en algunas partes, para simular que eran ruinas. Y entre ellas, otra vez la figura azul mate, pero esta vez su vestido tenía la forma como si estuviera flotando.

    Me quedé un rato observando mi obra, y mi mirada se detuvo en la última escena. Tomé la figura azul de la doncella, y la contemplé con detenimiento, abstraído de la realidad.

    — Te prometo que volveré. No voy a dejarte sola.— susurré.

    El sonido de la puerta abierta me sacó del trance, devolviéndome al presente. Me incorporé lentamente, y guardé la figura en el bolsillo del pantalón, sin ningún motivo en particular. Fue un reflejo.

    — Bueno, ¿ya están listas?— pregunté, con una sonrisa.— ¡Se ven muy lindas!

    >> Ahora, bajemos, que se nos enfría la comida, y los otros deben estar hambrientos.

    Me senté en la baranda de la escalera, y resbalé en ella. Siempre me gustaba bajar de ese modo. Llegué hasta el final, y con un saltito, caí parada. No era tan torpe como parecía, ¿eh?

    En ese momento me di vuelta y me llevé puesto una silla.
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Asentí, orgullosa, cuando vi que Ian aceptaba el encargo y por consiguiente todos los demás. No lo pensé mucho en ese momento pero Ian solía hacerme caso, ¿verdad? Era curioso cuanto menos.

    Sea como fuere, lo cierto es que fui un poco cruel porque en cuanto vi que el resto de personas estaban demasiado ocupadas con colocar las mesa como les había dicho, me escapé hacia el piso de arriba sin que lo notasen y me dirigí hacia mi habitación con una sonrisa maliciosa. Bueno, algo de ventajoso tenía que tener ser tan pequeña.

    Me miré en el espejo con una mueca y comencé a peinarme el pelo con los dedos, de manera distraída. En realidad, no sabía muy bien para qué había subido si no planeaba cambiarme ni nada parecido. Que era Nochebuena y todo eso, pues sí, pero estábamos como en familia y tampoco me hubiese avergonzado bajar incluso en pijama la verdad, si con eso estaba cómoda.

    Qué desastre, ¿no?

    Por suerte lo que llevaba era lo suficientemente cómodo como para seguir con ello y así podía seguir algo "arreglada". Era un simple jersey negro, una falda vaquera y unas medias oscuras, ¡más que suficiente! A lo que sí acabé cediendo era a los zapatos, pues me puse a rebuscar entre mis cosas hasta sacar las zapatillas de andar por casa que había traído, con forma de botines y que eran terriblemente suavecitas y calentitas. ¡No iba a cambiarlas por unos tacones ni loca!

    En eso estaba, de hecho, cuando escuché el grito de Mimi en la habitación contigua, y el posterior grito de Nikolah, y la risa cristalina de Liza después. Solté una risa por la nariz, sin preocuparme demasiado, y seguí con lo mío. Al menos si bajaba y me pillaban, que viesen algún cambio que justificase mi falta o algo así, ¿no? Así que procedí a recogerme un par de mechones en unas finas trenzas que junté en la parte de atrás y finalmente salí de la habitación.

    Saludé a Nikolah con la cabeza, aunque el pobre no me tuvo que ver metido como estaba en sus figuras de papel, y bajé junto a los demás como si nada. Me colé entre un par de personas y moví un plato y un vaso, asintiendo con la cabeza después, satisfecha.

    —¡Qué buen trabajo hemos hecho chicos! Y la comida tiene muy buena pinta~

    Ni una pizca de culpa, oye.

    Liza y Mimi: poco más y se visten para salir de fiesta
    Emily: poco más y baja en pijama

    y esto es lo que pasa cuando llegas a la mayoría de edad, señoras y señores (?)
     
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    Hygge

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    Liza White

    Mi sonrisa se ensanchó ante su respuesta y finalmente abrí la puerta, encontrando a Nikolah sentado en el escalón más cercano. El pobre nos había estado esperando todo este tiempo, y estaba a punto de disculparme por ambas, pero toda mi atención se la robó el desfile de colores que había desplegado a través del pasillo. Eran figuras de origami. Distinguí formas humanas, siluetas de pokémon dobladas con maestría, incluso un castillo y un extraño bosque.

    Casi parecían formar una historia que estaba lejos de mi comprensión.

    —¿Todo esto lo has hecho tú? Son preciosos, Nikolah —musité, sin apartar la mirada de los papeles de colores. Conocía su manejo en el origami pero todo aquello me dejó simplemente asombrada. Mis mejillas se tiñeron levemente cuando nos hizo el cumplido pero lo dejé fluir y me agaché para tomar una de ellas mientras el chico se alejaba, la que más me había llamado la atención de todas. Una figura humana dorada por un lado, ensombrecida por detrás—. Me pregunto qué significará.

    Decidí guardarla en mi bolsillo con el mayor de los cuidados, sin permitir que se doblase, y bajé las escaleras junto a Mimi para alcanzar finalmente al resto. Niko parecía estar enfrentándose a una silla y estuve por acercarme a ayudarle tan solo para tener una excusa para no dirigirme a la mesa aún. No podía evitar sentirme algo fuera de lugar, después de todo lo sucedido. Pero yo no me caracterizaba por ser cobarde así que... terminé por redirigirme hacia la mesa.

    La escena que nos encontramos fue realmente increíble. La mesa se encontraba repleta de comida de toda clase, decorada de forma magistral y unas preciosas luces adornaban los platos principales. Ver a los pokémon de Nikolah disfrazados me arrancó una pequeña sonrisa que se mantuvo mientras posaba mi atención en los chicos. Todos habían escogido su lugar en la mesa y solo faltábamos nosotras.

    Mi mirada se posó en los asientos que quedaban libres, y fue entonces cuando noté que había uno frente a Aleck. Le dirigí una mirada fugaz, algo incómoda, pero decidí armarme de valor y tomar asiento frente a él. La había cagado como las grandes, pero aún estaba a tiempo para pedirle disculpas.

    Solo que... lo haría poco a poco.

    —Lamento haber tardado tanto —me disculpé hacia todos, soltando el aire por la nariz en una risilla nerviosa, y entrelacé las manos frente a la mesa mientras intercambiaba miradas entre los presentes y la comida—. Todo tiene muy buena pinta... ¿Lo habéis hecho vosotros?

    Vamos Liz, ni que tu familia fuera a comerte ni nada así.
     
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  20.  
    Yugen

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    Lo primero que nos topamos al salir del cuarto fue a Nikolah en el nacimiento de las escaleras. Había colocado varias figuritas hechas de papel de colores contra la pared y parecían representar una escena que solo él entendía. Figuras que parecían representar personas, una pequeña aldea, un castillo y demás... todo bastante novelesco. Fue Liza la que decidió abrir la boca y mencionar lo que ambas pensábamos.

    Era bastante lindo, no era algo que pudiera negar. Distinto era que fuese a mencionarlo en voz alta. No sabía que a Nikolah se le daba tan bien el origami.

    Cuando bajamos las escaleras el espectáculo que nos recibió fue... precioso. Y esta vez sí tuve la decencia de decirlo en voz alta aunque más para mí misma que para nadie. La mesa estaba repleta de platos de distinta clase, los Pokémon de Nikolah andaban por ahí disfrazados y el ambiente era cálido y hogareño. Podía sentirlo en el pecho... como todas las piezas encajaban de golpe. El hecho de saber que había encontrado mi lugar en el mundo, mi zona de confort. Que ya no tenía por qué estar sola.

    Junto al hecho de sentirme vulnerable la soledad era el otro de mis más grandes miedos. No la soledad física si no... esa angustiante y opresiva de tener la certeza de que no tienes a nadie en el mundo. Nadie a quien acudir cuando todo se rompe, nadie que te ayude a levantarte. Pasar por la vida como un mísero fantasma.

    Ahora, sin embargo, me daba cuenta de que no importaba lo mucho que mi familia de sangre se hubiera convertido lentamente en un infierno, tenía un lugar al que regresar. Un lugar donde alejar mis demonios.

    Aunque prefería no pensar en el hecho de que así y todo, me faltaba alguien en esa mesa.

    Suspiré pesadamente al notar de reojo la situación del Stantler semi-desnudo y me acerqué hasta Nikolah para quitarle la silla de la espalda. Podía parecer molesta pero mis movimientos no fueron bruscos. Nada más quitarle la silla de encima caminé hasta uno de los asientos vacíos en la mesa. Al lado opuesto de Emily. A su derecha estaba Ian y en frente Dante. Pero qué cena más interesante iba a ser esa.

    —Optando por lo simple ¿huh?—le dije en voz baja sin mirarla y aunque podía parecer un reproche no lo fue. Ni siquiera una ínfima parte—. Estás muy linda.
     
    • Adorable Adorable x 6
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