Spin-off Cabaña del bosque [Pokémon Rol]

Tema en 'El cuento de la doncella y la flor de cristal' iniciado por Hygge, 18 Noviembre 2020.

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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    El interior olía a leña y galletas recién horneadas. Sentí la necesidad de echar un vistazo al interior decorado pero ni siquiera pude hacerlo. Me aparté el gorro del anorak sacudiendo la cabeza para adecentar mi cabello dorado que cayó libre y suelto sobre mis hombros y espalda como una cascada de sol.

    —¡Kyah!

    Una exclamación ahogada emergió del fondo de mi garganta cuando sentí un cuerpo ajeno rodeándome y el calor de su piel contrastando con lo fría de la mía. Era tan agradable. No podía esperar realmente otra cosa. Sabía que en cuanto abriese la puerta ella saldría corriendo a mi encuentro.

    Después de todo era Liza White. La figura maternal, la hermana mayor que resguardaba a todos bajo su ala protectora. No pude sostener su mirada bajo sus reproches y su evidente tensión y la agaché, ensombreciéndola bajo el flequillo dorado. Mis brazos permanecieron estáticos a ambos lados de mi cuerpo, inamovibles, incapaz de devolverle el abrazo.

    Me sentía tan malditamente culpable.

    Era orgullosa y detestaba ser reprochada como una cría pero no era tan estúpida como para pasar por alto el hecho de que había actuado imprudentemente. De que había preocupado a White y probablemente también a los demás.

    Sabía que podía haber muerto. ¡Por supuesto que lo sabía! Sabía que podía haberme perdido y acabado muriendo de hipotermia, congelada en algún rincón del páramo helado. Pero en ese instante me ahogaba dentro de la cabaña. La presencia de los chicos de Gérie me crispaba los nervios al igual que el hecho de que Nikolah hubiera salido por ahí, siendo el bobo torpe que era.

    Que lo hubieran dejado solo.

    El nudo en mi garganta creció cuando se percató de la ausencia del resto. Tragué saliva con dificultad buscando de alguna manera disipar el nudo con ello.

    —En el bosque—respondí con toda la neutralidad que pude y me quité los guantes. Tenía los dedos helados, agarrotados, completamente entumecidos—. O algo así. Precisamente hoy, que hay luna azul.

    Tenía que contarles todo. Sobre la tribu, el monstruo del lago, la luna. Tomé aire con lentitud y finalmente busqué sus ojos azules, encarándola directamente. Mi voz fue directa, sin titubeos.

    >>Nikolah está desaparecido, Liz. Se internó en el bosque y no hay señales de él. Es como si la montaña se lo hubiera tragado. Los demás han ido a buscarlo y...

    Me llevé las manos al rostro a tiempo de contener un estornudo. Estúpido sistema inmune. No pude sostener su mirada por más tiempo. Aquello solo le daba más razones para preocuparse.

    >>¿Puedo tomar algo caliente?—cuestioné aunque no era una pregunta en sí misma incluso si su tono fue cauteloso y casi tímido. Al menos el calor había regresado a mis mejillas—. Os pondré a todos al corriente pero antes necesito volver a sentir mi nariz.
     
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    Rider

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    Tras unos cuantos minutos, la cabaña estaba totalmente decorada, si que éramos eficientes ¿Eh? Me crucé de brazos, ciertamente orgullos, no había logrado colaborar mucho, pero algo es algo, Yukio parecía ser el más emocionado de todos, correteando entusiasta por todo el lugar.

    Tras un par de segundos, noté cómo Gen estaba igualmente absorto en su pensamientos, tal vez un poco melancólico; quizás yo seguía algo emocional o quizás estaba alegre de estar ahí junto con ellos, así que me acerqué y le di un fuerte abrazo, seguido de unas palmadas en la espalda, tal vez era extraño, pero sentía que tanto a él cómo a Cay los conocía de toda la vida, sentía un vinculo con ellos, distinto a cualquier otra persona que hubiera conocido.

    Luego entonces el chico sugirió que tal vez podríamos decorar a nuestros Pokes también, seguro que a Lochie le encantaría salir un poco, este ambiente gélido sería de su agrado seguro; tomé la Pokeball disponiéndome a sacarlo para que se divirtiera un poco, seguro que le gustaría jugar con Genesis o conocer a Yukio.

    Pero antes de que pudiera activar el esférico, escuché cómo la puerta principal de la cabaña se abría ¿Por fin habían regresado los chicos? Me acerqué rápidamente, pero sólo pude ver a Mimi entrar al lugar, sonreí levemente, me alegraba ver que al menos había regresado a salvo pero...

    — ¿Dónde están Niko y Dante? ¿Dónde está Cay?— Pregunté una voz un tanto baja, con una mirada muy sería; Liza corrió a abrazar a la rubia y cuestionarle lo mismo, pero la rubia parecía estar muy afligida, tal vez por el frío que ya estaba haciendo, limitándose a decirnos que seguían en el bosque, y Niko continuaba desaparecido. Quería reclamarle, quería gritar...Pero no podía, sabía que en el fondo, que Niko se hubiera marchado solo era nuestra culpa; apreté mis puños con fuerza, empezaba a sentirme culpable, y ahora por nuestra culpa 3 chicos siguen allá afuera en plena noche nevada, habíamos acabado involucrando al pobre Dante en todo esto.

    Pensé en tomar mi abrigo, salir sin dar explicaciones, pasaría afuera toda la noche si fuera necesario con tal de encontrar a los demás, pero no, ya se habían cometido demasiadas imprudencias por un rato, tenía que al menos esperar a que Mimi nos contara que era lo que había ocurrido.

    Pero antes de seguir hablando, la chica pidió algo de beber, pero había algo en su voz que era diferente, sonaba mortificada, no con ese típico tono tan severo que usa; me retiré un segundo a la cocina, cubriéndome la cara con ambas manos, repitiéndome que todos estaban bien, ya estaban bastante grandecitos, sabía que no les pasaría nada...¿Verdad?

    El ruido de la tetera interrumpió mis pensamientos, indicando que la segunda tanda de té seguía listo para servirse, serví dos tazas, bebí la primera con cierta rapidez, tanta que me había quemado un poco la lengua, pero al menos me ayudaba a tranquilizarme; tomé la segunda en mis manos y se la lleve a la rubia en la sala; el vapor aun sobre salía un poco de la taza, y el calor era suficiente para sentirlo atreves del contacto de mis manos con la misma; pero no llegaba a quemar, era reconfortante.

    — ¡Ten, bebe un poco, seguro te ayudará!— Extendí la taza a manos de Mimi, con cierta alegría a decir verdad; algo dentro de mí me decía que los tres chicos seguían bien, así que, a diferencia de la rubia, no había punto en reprocharle, además, se veía que ella ya había pasado por bastante en su estancia en el bosque.

    >> ¡Anda, tómalo, lo preparé yo mismo!— Inquirí. — No querrás enfermarte más ¿O sí? — Pregunté con una amplia sonrisa, pese a todo lo ocurrido, tenía fe en que el té le ayudaría tanto a sentirse mejor, cómo a limar asperezas, además es víspera de navidad, era cómo mi buena acción del año ¿No?
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Aguardé en silencio una respuesta sin moverme, sin añadir nada más. Terminé rodeando mi cuerpo con el brazo contrario. Estaba helada. Probablemente había pillado la gripe del siglo, me sentía culpable, no sabía donde demonios estaba Nikolah ni que podía pasar con la bestia del lago o con el influjo de la luna azul sobre los Pokémon de tipo hielo.

    Sorbí por la nariz.

    Y entonces... el chico de antes se acercó. ¿Aleck? Con una taza de té humeante. Me la extendió con esa sonrisa amplia y genuina que me recordaba a Alpha y aunque en un primer momento no logré hacer funcionar los engranajes de mi cerebro, tras unos cortos segundos acerqué las manos y la tomé.

    Olía bien y estaba cálida. ¿De qué era? Acerqué los labios a la misma y tomé un sorbo. Nunca había probado un té similar. Era floral, suave... y fragante. Ni siquiera había podido mostrar mi típico escepticismo o ser reacia.

    —¿Ah? Está bueno...—murmuré con cierta sorpresa y lo miré, como si fuera sencillamente incapaz de creerlo. ¿De verdad lo había hecho él? Carraspeé para aclarar mi garganta rasposa y con la taza en las manos pasé de largo para sentarme en la mesa. La voz me tembló apenas, mis murallas tambaleándose ante tan desinteresada muestra de amabilidad—. G-gracias y eso.

    Una vez tomé asiento en la mesa mantuve las manos sobre la taza. Era cálido y calor era lo que más necesitaba en ese momento. Me sentía fría tanto por dentro como por fuera. Era un sentimiento angustiante, opresivo, que me tenía prácticamente al borde.

    Tsk.

    ¿Por donde empezar? Había tanto que contar, tantos eventos inesperados en este viaje. Hice una breve pausa y tensé mis dedos en torno a la taza de té.

    >>En la llanura, no lejos de la cabaña hay un asentamiento nómada. Los encontré mientras buscaba a Nikolah—empecé—. Bueno, realmente no son nómadas... solo mantienen vivas sus raíces pues sus antepasados habitaban estas tierras cuando los Kabutops y los Omastar no eran fósiles. Pero es como una tradición que tienen y que culmina con la aparición de la luna azul. Esta noche, concretamente.

    Los miré a todos en silencio.

    >>La luna azul es un fenómeno que ocurre cada determinado lapso de tiempo y su influjo aumenta de forma descomunal el poder de los Pokémon de tipo hielo. Esta tribu pretendía marcharse con su aparición pero ocurrió un percance inesperado. Uno de sus miembros, la esposa del jefe, enfermó gravemente. Es un padecimiento extraño que no responde a tratamientos médicos convencionales. Ni siquiera los Pokémon pueden hacer nada por sanarla. Su única salvación reside en una flor que crece en las profundidades del bosque: La flor de cristal. De modo que enviaron a uno de los suyos a buscarla. No solo Nikolah no aparece, el enviado de ellos tampoco. Así que decidieron enviar un equipo de búsqueda para encontrarlo y a Nikolah con él. Dante y Cayden fueron con ellos.

    Mi mirada se fijó entonces en Liza, Emily, Ian y Lucas alternativamente. Nadie mejor que ellos podía saber de lo que estaba hablando y entender la seriedad en mi tono de voz. Habíamos pasado por situaciones similares mil veces.

    Esas situaciones donde terminábamos enfrentando a la muerte otra vez.

    >>La tribu cree que la historia de la bestia del lago no es más que una leyenda pero yo tengo un presentimiento extraño—sentencié y apreté los labios, tensa—. Un presentimiento de mierda.
     
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    —L-Liza...—traté de hablarle al notar como le daba un sermón a Mimi, y esta de verdad parecía afectada, pese los tintes rudos que tiene encima. Aún así, bajé de las escaleras, aún con Yukio en mi cabeza a quien por estar ahí no podía saber en qué clase de estado de ánimo se encontraba.
    Me acerqué apenas un par de pasos, manteniendo cierta distancia pues no quería incomodarlas tampoco, estaba claro que las cosas empezaban a tensarse demasiado y que los nervios estaban a flor de piel.

    La chica apenas si podía hablar, Aleck parecía especialmente serio ante aquella y eso me sorprendió, escasas veces se ponía así. Y habían dos posibles razones...

    O simplemente no puede llevarse bien con ella, o la propia Mimi hizo algo inadecuado ante Cayden y tal vez hacia el resto.

    Aún así, no quería guiarme por sus emociones y pronto pareció relajarse, volviendo pronto a su actitud alegre, la verdad es que eso es algo que envidiaba de Aleck, era tan jovial y se recuperaba tan fácil...
    Puede que yo perdiese la calma con dificultad, pero una vez la perdía... Arceus.

    Y este, de hecho, podría ser uno de aquellos momentos.

    Mimi consiguió recuperarse poco a poco, agradeciéndole un poco extraño a Aleck, me quedé en mi sitio sin hacer nada y sin emitir sonido alguno, al menos, creo yo, nadie había explotado por ahora.
    Comenzó a resumirnos los hechos y no evité parpadear atónito, ¿Nómadas, que al final no lo son? ¿Flor de Cristal? ¿Esposa enferma, miembro desaparecido? ¿Nikolah no aparece? ¿Cayden y Dante fueron con un grupo de búsqueda..? ¿Luna Azul? ¿Dijo, Luna Azul?

    Mimi miraba a los de Galeia, parecía decir algo con su vista, no podía saber qué concretamente pero no había que ser avispado que, para las pintas que tiene, se notase que hablaba muy en serio, aunque la sola sensación que sentía en todo esto me hacía presentir que, por segunda ocasión, al menos con nosotros, parecía que nos involucraba a nivel de nuestras vidas, y como fracasemos... podríamos...

    Maldita sea.

    Mimi culminó lo que estaba pensando en esos instantes, un presentimiento muy, muy malo. Y solo pude suspirar mientras miraba a un lado, bueno, realmente estaba consciente de todos los peligros y odisea que pasaron ella, Liza, Ian, Lucas... bueno, todos en realidad. Entendía que estaban hartos...
    —La Luna Azul... ¿eh?—. Pregunté, mientras miraba a Mimi y a Liza.
    >>He escuchado de ese fenómeno en mi hogar, Gérie. Sin en cambio, lo leí en uno de los tantos libros de la escuela donde me hospedaba—. Comencé a decir entonces, con mi habitual calma aunque presentía que no me iba a durar mucho la faceta en esos momentos.
    >>Relataban precisamente lo que me dices, que cada cierto tiempo el fenómeno se presentaba, que tenían algún efecto místico sobre todos los Pokémon de Tipo Hielo que estuviesen presentes y que solo algunos, vaya, pokes eran capaces de notar el color de la luna a simple vista. Sin en cambio, nosotros, no podemos notarlo, podría ya haber acontecido quince veces por ejemplo en un año y nunca darnos cuenta, ya que la diferencia es mínima para nosotros. No se sabe concretamente porqué pasa, pero lo hace, sin en cambio, del libro en el que lo saqué era de puros mitos y leyendas. Nunca en la vida había escuchado algún caso o algo pero... veo que aquí, es distinto—. Dije, para mirar a todos en esta ocasión.

    —Si mencionan que hay un monstruo en el lago cerca de aquí, y que el fenómeno parece que si es real. Entonces me parece que aquella cosa debe ser tipo Hielo como mínimo, así que oficialmente me estoy empezando a agobiar—. Dije mientras apenas caía en cuenta y mi semblante cambió a preocupación.
    >>Esto... ¿Yukio expresa algo? N-No lo puedo ver...—. Dije preocupado al sentirlo en mi cabeza aún.
     
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    Rider

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    Sorpresivamente, mientras recogía nuevamente la bandeja, unas palabras fuera de lo habitual me detuvieron, era Mimi, quien había dado el primer sorbo al té, mis ojos brillaron, ¿Acaso era un cumplido? Su voz había sido muy baja, pero había logrado escucharla a la perfección, incluso mi boca se abrió un poco al escuchar esa simple palabra: "Gracias" Son el tipo de gesto que ya no escuchaba en casa, el tipo de gestos que me hacían sentir útil.

    Sonreí aun más mientras inclinaba un poco la cabeza, algo emocionado. — ¡No tienes nada que agradecer, Mimi! — Me tomé el atrevimiento de llamarla por su nombre, no sabía si ella conocía el mío, pero ya a estas alturas no le daba importancia.

    Bueno, vamos progresando, al menos ya no me querrá ver muerto a la mañana siguiente, je, je .

    Entonces me recargué por un segundo en la pared, justo a lado de Givan, mientras la chica explicaba todo lo ocurrido; ¿Nómadas? ¿Luna Azul? ¿Flor de Cristal? ¿Cómo la de Gérie? Y que curioso, no sólo uno de nos nuestros se perdió en el bosque. Me sentía realmente preocupado, miré por segundo a través de una de las ventanas, sólo para confirmar que, en efecto, la luna se veía particularmente más azul de lo que debería, sobre todo por el hecho de que, ya saben ¡La luna no debería ser azul!

    —Oye Gen. —Murmuro — ¿Tú tienes el numero del Video-emisor de Cay? ¿En caso de que tengamos que llamarlo?

    Crucé los brazos preocupado, apretando mis antebrazos con fuerza, la noche se volvía más fría a cada instante, aunque me aliviaba saber que al menos ya había adultos acompañando a Cayden y Dante ¿Pero que hay de Niko? No podía parar de repetirme que se había acabado metiendo en este embrollo por culpa nuestra, por dejarlo adentrase solo al bosque, y mientras Cay arriesgaba su vida para rescatarlo yo me quedé aquí bebiendo té cómo un maldito holgazán cobarde.

    Y ahora...¿Ya no podíamos hacer nada? Lanzar más adolescentes a la tormenta es cuanto menos imprudente y estúpido; Cay a salido de situaciones complicadas por su cuenta, y Niko y Dante son entrenadores experimentados, así que algo en mí me lo dice, Cay y los demás están bien y volverán antes del amanecer, pero por mucho que intento, me cuesta convencerme a mi mismo de eso.

    — Disculpen un segundo.— Me retiré nuevamente a la cocina, para tratar de tranquilizarme nuevamente, pero no quedaba más té de hibisco. —Bueno, supongo que puedo preparar más...— Revisé nuevamente en la alacena y los gabinetes, pero no hay más flor de hibisco, pero al menos hay un poco de menta, tome nuevamente un poco de las bolsas y lo coloqué en la infusora, después de enjuagarla, por supuesto.

    Revisando más la cocina mientras estaba listo el té, me dediqué a examinar un poco el lugar, aun había resto de, lo que sea que fuere, que Niko estaba tratando de preparar, pero parecía que aun nadie había abierto la nevera, por mero ocio la abrí, sólo para encontrarme con lo evidente, algo de carne, vegetales, casi nada para beber, sólo algo de agua minera y unas cuantas sodas, además de una bolsa de hielo en el fondo, además de una botella de cidra de manzana sin abrir.

    —Esta nevera parece propiedad de un cuarentón ¿Y quien compra una bolsa de hielo en un sitio cómo este? — Exclamé mientras me disponía a cerrar la puerta, pero justo antes de cerrarla, súbitamente recordé algo importante, mis maletas, "mis cosas"; debatí internamente ante tal recuerdo.

    Esta es una mala idea, Aleck.

    No dije que fuera una idea sensata, ¿Pero tienes un mejor plan?

    ¿Qué tal...No hacer nada imprudente? ¿Eh?

    Ya he estado haciendo "nada" desde que llegué, gracias.


    Sacudí ligeramente la cabeza, abrí nuevamente la nevera y tomé la bolsa de hielo de la nevera, junto con un par de sodas y la botella de agua mineral, sujeté todo cómo buenamente pude y lo llevé con dificultades hasta la sala, lo dejé sobre una de las mesas, volteé a mirar por un segundo al resto de los chicos, contando mentalmente cuantos vasos harían falta.

    Regresé algo apresurado a la cocina antes de que alguien pudiera decir algo, para tomar seis vasos, sólo para percatarme de que el la parte inferior de la alacena había unos cuantos cartones de jugo: Frutos rojos, uva, manzana y durazno.

    ¡Perfecto!

    Tomé todo nuevamente y lo lleve hasta la sala, todos me miraba algo confundidos, y no era para menos, pero antes de expresar cualquier palabra, corrí hacía donde había dejado mi equipaje, sacando de mi segunda maleta un maletín algo grande, lo tomé entre mis brazos y me planté en la sala enfrente del resto de los holders.

    — Eh...Bueno.— Carraspeé un poco. — Se que ahora mismo no es el momento más oportuno, pero...Desde antes de realizar el viaje tenía pensada un pequeña sorpresa, después de todo son vísperas de navidad y...Bueno... —Comienzo a sonrojarme un poco. — No sé realmente si alguno de ustedes les guste pero pensé: ¿Por qué no?

    Entre ruboraciones y risas de vergüenza, abrí aquel maletín para dejar mostrar su contenido: Una serie de botellas de diferentes tipos de licores, Vodka "Monte Corona", Ron "Not enough water" de Hoenn; y la joya de la corona, Whisky Reserva Especial de Gérie.

    — Probablemente pocos aquí beben...O probablemente ninguno, pero las traje para todos nosotros, así que si alguien gusta tomar un poco, por favor, con confianza. — Tomé uno de los seis vasos y le coloqué un poco de hielo y abrí la botella de Whisky, oliéndola un poco, para seguidamente servirme sobre el mismo vaso.

    — Además, son de excelente calidad, así que si alguien desea acompañarme, bueno, ya saben, todo con medida ¿Eh?

    El Whisky es originario de Escocia, en Escocia les gusta mucho el whisky, Gérie se basa en Escocia, Aleck es de Gérie, por ende: A Aleck le gusta el whisky. Simple aritmética
    Si ya sólo nos queda espera pues de menos hay que meterle emoción ¿No? ¡Sí, tírenme sus borrashooo no me arrepiento de nada! (?
     
    Última edición: 24 Noviembre 2020
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    Hygge

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    Liza White

    "Nikolah está desaparecido, Liz"

    Mi cuerpo no reaccionó. Permanecí estática, el aire se sentía enrarecido y hacía tediosa la tarea de siquiera respirar. Los chicos recibieron a Mimi con mayor comprensión, asegurándose de brindarle una taza humeante de té y de dejarle espacio a sus explicaciones. Pero yo no quería oírlas. Me importaba una mierda si habían encontrado una aldea, comprendido el significado de la verdadera amistad o encontrado un tesoro milenario en mitad del bosque. Tres personas corrían un peligro de muerte en ese momento. Tres personas de las que de alguna forma u otra me hacía cargo.

    Pero no dije nada. Mi cuerpo entró en piloto automático y tomé asiento, con la mirada ensombrecida bajo mi flequillo castaño.

    Mimi inició así el relato. Llegaron hasta mí palabras sueltas, sin sentido entre sí, pero cuya carga era suficiente para caer sobre mí como pesadas losas. Luna azul. Bestia del lago. Dante y Cayden en una patrulla de rescate. Miembro experto desaparecido. No me pasó desapercibida su mirada severa, la mirada de quien había vivido situaciones similares con anterioridad, y apreté los labios con fuerza. Todo mi cuerpo se tensó sobre la silla.

    Aquella ocasión no era igual que el resto. Y ambas lo sabíamos bien.

    La calmada explicación de Givan acerca de la luna azul crispó aún más mis nervios si cabía. Me traía sin cuidado su jodido efecto, ¿cómo era capaz de seguir la conversación como si se tratase de una mera historia de campamento? La sangre me burbujeaba bajo la piel, al borde de un colapso nervioso, y fue entonces cuando la voz animada y desinteresada de Aleck colmó el vaso que había estado conteniendo hasta entonces. Observé las botellas sobre la mesa. Las repasé con la mirada en silencio, todas y cada una de ellas, sin creer lo que estaba viendo.

    Una risa sardónica escapó de mi garganta.

    —...Tienes que estar de broma —murmuré. Me levanté de la silla y golpeé la mesa con las palmas de mis manos, clavando la mirada en Aleck. Jamás les había levantado la voz así a ninguno—. ¿De verdad piensas que podemos olvidar lo que está sucediendo con un poco de alcohol? ¡Nikolah podría estar muerto en este momento, los chicos podrían morir congelados allí fuera, ¿y lo único que se te ocurre es... esto?! —señalé con desprecio las botellas sobre el maletín, volviendo la vista hacia el resto—. ¿Y a vosotros os parece bien? ¡Dejad de actuar como si un milagro fuese a salvarnos las navidades! ¡No está bien! ¡Nada está bien! ¡Y es por culpa de hacer la vista gorda de esta forma que los chicos siguen allí fuera!

    Me estaba contradiciendo como las grandes, pero la situación se había vuelto insostenible para mí desde que puse un pie en aquella cabaña. Los chicos no reaccionaron, y a pesar de que su actitud era la adecuada, en ese momento lo sentí como una ofensa. Sentí que les estaban dejando de lado, abandonados a su suerte en el bosque. El ardor en mis ojos y el nudo en la garganta me obligaron a dar media vuelta, lanzar el gorro de navidad al suelo y tomar mi abrigo de la entrada. No podía esperarles allí dentro, fingiendo que nada pasaba, pero aún conservaba algo de raciocinio para no largarme al bosque y rizar aún más el rizo, si es que era posible.

    Cerré la puerta de la cabaña de un portazo. Aguardaría su regreso en el frío abrazo de la noche, todo el tiempo que hiciera falta.

    Era lo único que merecía.

    No se lo tengas en cuenta Aleck, la niña es pendeja pero nosotros sí queremos el alcohol :( (?)
     
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    Yugen

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    Mimi Honda

    Mi relato finalizó sin mayores complicaciones. Aquel presentimiento horrible se había cernido sobre mí como una sombra y no parecía particularmente interesado en dejarme en paz. Escuché las preguntas del resto pero no respondí, apenas sí les presté atención.

    ¿Qué iba a pasar ahora? ¿Por qué habían dejado solo a Nikolah? ¿Por qué nos acompañaba la desgracia y la mala suerte a dónde quiera que fuéramos? Nunca podíamos tener un momento de paz, de calma, donde pudiéramos estar juntos sin temer que al minuto siguiente todo se truncara de forma horrible.

    Alcé la mirada al escuchar el sonido de botellas de cristal. Había permanecido estática, ensombrecida mi mirada, solo sintiendo el calor proveniente de la taza entre mis manos. Pero aquel sonido captó mi atención y me hizo alzar la vista. ¿Qué... diablos...?

    Alcohol.

    Botellas de licor dispuestas sobre la mesa.

    Sentí la necesidad de reír. De soltar la risa más irónica y sin gracia que me estaba burbujeando en la garganta.

    Oh Arceus, despreciable borracho. Maldito bastardo.

    Mis palabras acabaron en labios de Liza. Fue como si el frágil hilo que estuviese sujetando su cordura se rompiese súbitamente. Su actitud, su exabrupto era más típico de mí que de alguien como ella, usualmente tan tranquila y diplomática.

    No dije nada. Fulminé a los chicos de Gérie con una mirada de absoluto desprecio. Una en la que no hacía falta palabras pero dibujaba nuevamente una línea, si acaso un muro entre ellos y nosotros aún más denso y difícil de cruzar que el anterior.

    Yo era un Liepard guardián.

    Y cuidaría de los míos con mi vida si hacía falta.


    Me incorporé de la mesa, me eché el gorro del anorak sobre la cabeza y abrí la puerta. Probablemente no era el momento adecuado para ir tras ella pero no podía dejarla sola después de todo. Nuestra relación siempre había sido distante y sin embargo desde Gérie había conseguido abrir las pesadas puertas de mi corazón y entrar sin trabas.

    La había besado, maldita sea.

    No me acerqué. Me apoyé contra la puerta cerrada porque la brisa era gélida y aún así, tan cerca de la casa, me temblaba el cuerpo. La luz del interior iluminaba la nieve a un par de metros pero la oscuridad más allá lo envolvía todo.

    Era absoluta, distante. Como de otro mundo.

    —Eres una tonta White—solté sin más. Pero no sonó como un reproche, ni siquiera como un toque de atención. Mi ceño se frunció apenas—. Esto no es tu culpa. Nada de esto lo es.
     
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    Hygge

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    No iba a postear más con Liza hasta que regresasen pero empezó a sonar esta ost mientras dibujaba y las palabras vinieron solas, gosh.


    Liza White

    El primer contacto con el exterior se sintió gélido e inhóspito. Me recibió con la contundencia de una bofetada, que logró aflojar el retorcido nudo en mi garganta y me permitió volver a llevar algo de aire a los pulmones. Cada bocanada de oxígeno ardía y la ansiedad burbujeaba en mi pecho, desenfocando mi mundo mientras este daba vueltas a mi alrededor, en una frenética danza de luces y colores.

    Sentí la necesidad de gritar. Sacar el remordimiento, la culpa, la impotencia y la frustración de mi pecho, amalgamados sin orden ni concierto en una vorágine aterradora. Pateé una piedra cercana con todas mis fuerzas, haciendo saltar la nieve hasta manchar mi chaqueta, y dejé caer los brazos a los costados de mi cuerpo, deteniéndome tras dar un par de pasos sin dirección. Las luces de la cabaña a mis espaldas me hicieron preguntarme qué estaba haciendo. Se suponía que debía estar dentro. Que debía darles la calma que necesitaban en mitad de aquella inestable tormenta.

    Pero no podía hacerlo. Era incapaz de hacerlo.

    La puerta se abrió poco después, pero no me moví en ningún momento. Me encontraba a escasos metros de la entrada, de espaldas, contemplando la oscuridad de la noche. Creía haber dejado claro que no quería que nadie me molestase. Pero, aún así...

    "Eres una tonta White"

    Era irónico. La absurda facilidad que teníamos para cambiarnos los papeles de esa forma. Cómo recomponíamos las piezas de la otra cuando estas amenazaban con perderse. Nunca imaginé que alcanzaría a ver la faceta inestable que tanto me esforzaba por guardar bajo llave, pero ahí estaba, y no pude si no abrazarme a mí misma en respuesta. Chasqueé la lengua desde mi lugar.

    —Mimi, no estoy de humor para...

    "Esto no es tu culpa. Nada de esto lo es"

    ¿Eh?

    Sus palabras me tomaron por sorpresa. Tuvo que hacer un esfuerzo por contener la mueca que amenazaba con contraer mi rostro, y parpadeé rápidamente, despejando cualquier rastro de lágrimas en mis ojos. Tenía más culpa de la que ella imaginaba. Lentamente me volví, abrazándome con algo más de fuerza. Tenía la mirada perdida en algún punto de la casa, incapaz de sostenérsela realmente. Había comenzado a temblar, pero era imposible saber si se debía al frío o a algo más.

    —Fue en una noche como esta. Cuando aún era una estúpida cría que solo se preocupaba por sí misma —murmuré. La mente humana tenía una cruel facilidad para recordar escenas que creía olvidadas en los peores momentos posibles—. Acabábamos de salvar el mundo por incontable vez a lomos de Lugia. Estaba tan emocionada por trepar sobre un legendario que no vi cómo unos escombros se abalanzaban hacia mí. Uno de los holders me empujó, salvándome la vida en el proceso. Pero él no... No pudo hacerlo.

    Mis dedos se aferraron en torno a los pliegues del abrigo, apretando los labios en el proceso. Las imágenes jamás se borraron de mi cabeza. Supusieron un antes y un después en mi vida, comenzando a forjar retazos de aquella personalidad protectora que había acabado desarrollando con el tiempo.

    Alcé la mirada lentamente hacia ella con renovada firmeza.

    >>Si yo no os hubiera traído hasta aquí, ellos no se habrían perdido. Si no hubiera incomodado a Nikolah, aún seguiría haciendo dulces en la cocina. Si le hubiese seguido cuando huyó al bosque... las cosas podrían haber sido muy diferentes —No podía hacerme idea de la culpabilidad que Cayden debía estar sintiendo en ese instante, pero podía llegar a entenderla a la perfección—. Me prometí que jamás volvería a dejar que algo malo le sucediese a los holders si está en mi mano evitarlo. Aún si tengo que sacrificarme, aunque tenga que hacerme responsable y asimilar las consecuencias de otros, no dudaré en hacerlo. Pero no podría soportar que algo así le pasase a mi familia de nuevo. Que algo así le sucediese también a Nikolah... Yo no...

    La voz comenzó a quebrarse y me obligué a darle la espalda, conteniendo con esfuerzo las ganas de llorar como una estúpida. Carraspeé, volviendo a afianzar el agarre en torno a mi cuerpo.

    >>Mira, solo... Déjame sola. Ya tengo suficiente con haberle gritado a una persona, no quiero gritarte a ti también.
     
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    Yugen

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    Era esa clase de persona. Esa que estaba dispuesta a ser el resguardo y el refugio de quién lo necesitara. No importaba cómo ni qué. Buscaba la seguridad y el bienestar de los demás y se martirizada si no lograba conseguirlo.

    Lo cierto es que lo sucedido solo era un puñado de eventos de mierda que se habían dispuesto de forma precisa para jodernos la navidad. No era culpa de ella y tampoco era culpa de los chicos de Gérie. Aunque no era algo que fuese a admitir en voz alta. Era algo que simplemente sucedía de forma bastante asidua en nuestras vidas.

    —Hablas de Bruno Black ¿no?—tampoco era realmente una pregunta. Mantuve mi mirada sobre ella estudiando sus reacciones con cuidado. Su rostro compungido, contraído en una mueca de dolor. Lo recordaba con perfecta claridad. La luz intensa rodeándole y aquella sonrisa al despedirnos—. Lo vimos, Liz. En el Laberinto de las Sombras. Darkrai lo poseyó.

    Tal vez no debía decírselo, tal vez hacerlo solo acrecentarse la carga de la culpa. Pero no pude detenerme. No en ese instante, cuando ella realmente creía que la caída desde la plataforma de los cielos acabó con su vida. Cuando seguía culpando se sin necesidad.

    >>No murió al caer. Quedó en coma y una anciana con demencia lo recogió y lo cuidó pensando que se trataba de su hijo. Nos ayudó en nuestro combate contra Darkrai y nos pidió que dejaras de culparte por su muerte.

    >>Quizás si tú nos nos hubieras traído aquí podría habernos ocurrido cualquier otra cosa—sentencié y cierta ansiedad se coló en mi tono. El frío me calaba hasta los huesos y me abracé a mí misma buscando guardar el máximo calor posible—. ¿Proteger el mundo a costa de nuestra propia vida? ¿Enfrentar al núcleo del mundo para salvar una region? ¿Ser borrados por un zorra psudo-diosa que nos creó? ¿Enterarnos de que somos meros amasijos de energía vital? ¿O tal vez luchar contra un magnate psicópata y manipulador y sus ansias de poder?

    >>Siempre nos pasan cosas así, Liz. Siempre estamos en el ojo del huracán en los peores momentos. Eso es lo que hacemos. Y siempre salimos de él. Tú solo querías unas navidades tranquilas y cálidas pero no hay nada de eso. ¿Vamos a la playa? Nos ataca un Tentacruel de veinte metros. ¿Lo viste verdad? Nikolah también se perdió entonces. Y yo organicé junto a Emily ese viaje, ¿es mi culpa? ¡¿Es nuestra culpa querer ser normales por una vez?!

    Mi gesto se contrajo por un momento en una mueca amarga que logré recomponer a tiempo. No. No. No era el momento, joder. Pero yo también tenía miedo. Estaba aterrada, en realidad. Estaba al borde, incluso si me esforzaba por ocultarlo y mis emociones actuaban erráticas y volubles. Pero el hecho de culparnos, de sentir miedo o no, no iba ayudarnos en nada. No iba a traer a Nikolah de regreso. Ni a Cayden o Dante.

    Acorté la distancia entre nosotras y mis botas crujieron sobre la nieve.

    >>Grítame. Grítame si quieres hacerlo, si eso logra centrar tus ideas en esa cabeza en órbita. Yo le grito a todo el mundo, todo el tiempo. ¡Tal vez sea hora de que alguien lo haga conmigo!

    Deja de culparte maldita sea.

    La voz murió en mi garganta y apreté los labios sacudiendo la cabeza con obstinación.

    Basta.

    >>Pero no me voy a ir—acoté con seriedad—. Tú no me dejaste sola cuando yo me estaba rompiendo. Me guiaste cuando me sentía perdida con todo lo sucedido con Em. ¡Solo tú lo hiciste! Eso sí es tu culpa. El hecho de ser la hermana mayor que se preocupa por todos, que ahora me niegue a dejarte sola es totalmente tu culpa. Así que deja de decir estupideces, White. No pienso moverme de aquí.
     
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    Aleck entonces, feliz por al parecer hacer buenas migas con Mimi no tardó en colocarse a mi lado cuando yo había explicado las cosas, el cual me murmuró y yo solo negué.
    —Aquí las cosas funcionan distintas, Aleck, no lo olvides.—le respondí con calma, luego sin en cambio. Salió hacia la cocina y tardándose un poco, trajo mas cosas para beber, hasta que en determinado punto, de un maletín, sacó varias botellas de licor y eso sin dudas me sorprendió pero decidí no expresar mucho.
    Uhm, solo esperaba que-
    Y ahí estaba...

    Liza, nunca me dí cuenta en qué momento se había apartado con un gesto tan presionado, a punto de estallar que lo de Aleck fue la gota que colmó el vaso, y terminó por reír de forma extraña y estalló con el pobre Aleck, poniendo en mal situación las acciones del castaño.
    Solo vi como Liza se desmoronaba más y más, botando el gorro de navidad y salió de la cabaña sin mas, si de verdad la conozco, no creo que se aventure al bosque, por muy alterada que esté, tampoco es de tomar acciones así.
    Yukio se movía un poco impaciente en mi cabeza y decidí bajarlo a mis brazos, acariciándole la cabeza y sonriendole para decir "todo esta bien" con la mirada.

    Mimi sin en cambio le dedicó una mirada severa a Aleck y a mí incluído, fruncí el ceño extrañado ¿y yo qué diablos hice?
    Al final se salió, seguramente a acompañar a Liza, y las dejé estar, por lo que al final suspiré y comencé a caminar a tomar un vaso, mientras de un momento a otro sentí una severa punzada en mi pecho, como si de la nada me clavasen un cuchillo.

    ¿P-Pero qué era esta sensación? ¿Porqué me regresaba a mis tiempos de infante?

    Sentía que en el bosque estaba pasando algo todavía más grande, algo que no podía controlar pero a la vez como si me vinculara, sacudí mi cabeza, atribuyéndolo al cambio de ambiente y a mis clásicas teorías conspiranoicas.
    Suspiré de forma pesada, sirviéndome un poco de alcohol con un refresco y bebí.

    —Estoy tenso... L-Lo siento—. Dije con un tono un poco ahogado, no había que ser observadores para notar como mi mano con el vaso temblaba un poco, mi actitud en esos momentos jamás la había demostrado antes.
    Yo también estaba por reventar no por la actitud de Liza o de Mimi, ni no por la aparente situación que al final, teníamos que resolver, como siempre.

    Bebí el líquido con demasiada rapidez sin darme cuenta y sentí aquél calor recorrerme, dejé el vaso y no volví a servirme más, necesitaba algo que me distrajera.
    Comencé a sentir los segundos convertirse en minutos, sentía la necesidad de salir con Liza para intentar consolarla pero... ¿Y si al final... efectivamente, soy un desconocido para ella?

    ¿Y si al final no encajamos con ellos? Yo precisamente había hablado en serio con Aleck y con Cayden en venir aquí, no solo porque el primero hablara con Liza...
    Si no porque esta misma, de verdad me había mostrado confianza, demasiada, tal vez.
    No miré a nadie, y si alguien me hablaba ya me estaba encerrando en mi fortaleza de nuevo como para hacerle caso.

    Givan, no cometas una pendejada...

    Me toqué el rostro un momento, decidí ir al baño que daba cerca de la entrada cuando escuché un nombre debido a que Mimi estaba algo cerca de la puerta, sumado a que no había ruido alguno por el silencio tan incómodo.

    Bruno Black

    Terminé de entrar en el baño y gracias a una ventana del mismo, me quedé a escuchar un poco lo que ambas decían.

    No murió al caer. Quedó en coma y una anciana con demencia lo recogió y lo cuidó pensando que se trataba de su hijo. Nos ayudó en nuestro combate contra Darkrai y nos pidió que dejaras de culparte por su muerte.
    Darkrai...
    ¿Enfrentar al núcleo del mundo para salvar una region?
    Todo lo de las líneas alternas...
    ¿Ser borrados por un zorra psudo-diosa que nos creó? ¿Enterarnos de que somos meros amasijos de energía vital?
    Tau...
    ¿O tal vez luchar contra un magnate psicópata y manipulador y sus ansias de poder?
    Tyre Chance...

    En ese momento lo comprendí... Tal vez y por eso. No, era la razón por la que no nos aceptaban con nosotros, porque no habíamos pasado todo lo que ellos habían pasado.
    Pero Arceus, nosotros no éramos tan distintos, también pasamos por lo que tuvimos en Gérie... ¿De verdad de nada servía todo eso?

    Gruñí, frustrado, sin saber qué hacer... Si los chicos no volvían era obvio que teníamos que hacer algo.
    No iría a profundizarme en el bosque, pero tenía que saber algo, ¡Algo!
    Sin comunicación ni noticias... Era agobiante.

    Así que salí del baño con calma y dejé a Yukio en el suelo acariciándole.
    Mire a los chicos con ambivalencia y después me dirigí a la cocina, donde se hallaba una puerta trasera para salir.
    Había que ser muy idiota para salir sin más y sin taparme mejor, pero el Alcohol servía un poco para distraerte de eso, de cualquier forma, si somos unos idiotas encimosos e inútiles... que sea con derecho...

    Así, pues, sin decirle nada a nadie, como en un inicio, me dirigía adentarme en el bosque, tenía que buscar huellas... ¡Algo!

    Sé que Givan no lo aparenta pero ya esta un poquitín alterado (?)

    jk el chico esta desesperado ya
     
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    Hygge

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    "Hablas de Bruno Black, ¿no?"

    Un chispazo me recorrió el pecho de lado a lado al escuchar aquel nombre en voz alta. Tanto por la enorme carga afectiva que encerraba como por el hecho de que era Mimi quien lo estaba pronunciando en aquel instante. Ella no debía conocerlo. No estuvo allí. Giré sobre mis talones con cierta brusquedad, tratando de buscar respuestas. Un extraño presentimiento me encogió el corazón cuando reparé en su mirada azul posada sobre mí, cautelosa.

    Mis pupilas se contrajeron al leerle los labios, y pude sentir cómo mi mundo se detenía de golpe a mi alrededor.

    "No murió al caer"

    "Quedó en coma"
    "Darkrai"

    Mi primera reacción fue la absoluta incredulidad. La escuché sin escuchar realmente. Aquello no tenía el más mínimo sentido. Yo lo había visto caer desde una altura de más de cuarenta metros con mis propios ojos. Sus pokémon se volcaron en su ayuda, creando una cadena por la que poder subirle de vuelta a la plataforma, pero no lograron afianzar el agarre. No había salvación posible en una caída así para ninguna parte del cuerpo humano. Era imposible.

    Una oleada de rabia sorda me recorrió el cuerpo, y tensé la mandíbula sin ser consciente de ello. Odié a Mimi por un instante. Por desenterrar aquel nombre, por atreverse siquiera a hablar por él cuando no lo conocía de nada. No tenía derecho a hacerlo. A pesar de que mi corazón sabía que ella jamás se atrevería a jugar con mis sentimientos de esa forma, en ese momento no quise creerla. Hacerlo suponía obligarme a regresar sobre mis pasos, revivir los traumáticos recuerdos de aquel día sabiendo que Bruno jamás había muerto. Que quizás podría haberse salvado si no lo hubiésemos abandonado a su suerte.

    Suponía darle un giro a mi comprensión del mundo y no creía estar preparada para ello. No creía estarlo jamás.

    Pero entonces lo escuché. La voz de Mimi se fundió de alguna forma con la suya en mi mente, con una claridad abrumadora, arrancándome el aire de golpe. Y entonces, cualquier rastro de duda se desvaneció para siempre.

    "Nos pidió que dejaras de culparte por su muerte"

    ...Idiota. No dejaste de preocuparte por mí hasta el final.

    Las lágrimas se deslizaron silenciosas sobre mis mejillas cuando acortó las distancias entre ambas. No pude seguir conteniendo más tiempo la mueca de dolor. Mis labios temblaron cuando siguió hablando, asegurando que no se marcharía de allí, obstinada como ella sola. De repente yo no era más que una chiquilla rota y aquella revelación solo resquebrajó aún más mi psique si eso era posible. Sabía que ella debía estar asustada, pero apenas podía sostenerme a mí misma en ese momento. No podría sostenerla a ella aunque quisiese.

    Las piernas me fallaron y me acuclillé sobre la nieve, enterrando los dedos sobre mi cabellera castaña. En otra ocasión me habría marchado de allí. Me habría alejado con tal de no volcar mi dolor sobre Mimi, pero apenas podía reconocerme a mí misma desde mi exabrupto en la cabaña.

    Un grito me rasgó la garganta y me encogí sobre mí misma con más fuerza.

    —¿¡...Por qué!? ¿¡Por qué tenías que ser tú quien lo viera!? ¿¡Por qué no fui yo!? —chillé, encogiendo los dedos mientras las lágrimas dibujaban pinceladas sobre la nieve. El dolor se había materializado en rabia con tal de llenar aquel horrible vacío en mi pecho—. ¡He dado cada centímetro de mí por esta región. ¿por qué no pude siquiera despedirme de él?! ¡Nosotros no quisimos esto! ¡No nos merecemos todas estas desgracias! ¿¡Entonces por qué!?

    Los sollozos y hipidos comenzaron a hacer difícil la tarea de hablar y permanecí encogida sobre la nieve, temblando con fuerza. Mi voz apenas salió en un murmullo, sin moverme un solo ápice. La rabia terminó dando lugar a la resignación. A la tristeza.

    >>¿...Por qué no podemos vivir una Navidad fingiendo que somos personas normales, Mimi? ¿Qué es... qué es lo que hemos hecho mal?


    Posteo el regreso de los chicos en otro post. El tema de Bruno era demasiado importante como para dejarlo de lado, chale
     
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    Yugen

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    Permanecí estática separaba de ella por algo así como poco menos de un metro y medio. Yo no sabía gran cosa de Bruno Black. No estaba con ellos por ese entonces, cuando Destiny aún formaba parte de los holders de Galeia. Todo lo que sabía es que Bruno había sido uno más y había muerto salvando la vida de su persona más preciada. Hubert y Alpha me habían puesto al corriente de todo. Cayó de la Plataforma de los Cielos tras la lucha con Entidad pero acabó en un coma del que jamás despertaría.

    Del que jamás despertó.

    ¿Por qué había sido yo? ¿Por qué había tenido que ponerme aquella estúpida pulsera y entrar al mundo de los sueños? ¿Por qué tuve que ser yo y no ella la que lo hiciera cuando yo lo desconocía por completo? Agaché la mirada y mi expresión se ensombreció. Mientras Liza estallaba y me gritaba y se rompía en pedazos arrojando sobre mí toda la furia de su catarata de sentimientos, no me moví. Permanecí quieta, escuchando como todas las pequeñas fisuras en el escudo se rajaban y se convertían en enormes grietas. Su dolor rebotó y me arañó el pecho con saña, brusco, y quebró aquella máscara de neutralidad. ¿En qué momento se había vuelto así? ¿En qué instante nos intercambiamos los roles de esa forma? Yo solía ser la niña llorona, frágil, incapaz de recomponerse y poner sus emociones en orden. Pero desde mi regreso a Sinnoh había desechado gran parte de mis sentimientos. Había trabajado en mejorar mi carácter volátil. Había madurado en general. Y me sentía lo bastante determinada para sujetar las columnas del mundo que se caía en pedazos.

    Nuestro mundo.

    Incluso si tenía que forzarme a abrir nuevamente mis murallas.
    Todas y cada una de las cosas que habíamos vivido cuando apenas éramos un puñado de críos conociendo el mundo. La cantidad de muerte, sangre y destrucción de la que habíamos sido testigos.

    Todo era injusto.

    Injusto.
    Era tan jodidamente injusto.
    Los sollozos de Liza se me clavaban como puñaladas de hielo y aunque traté, aunque quise mantenerme estoica, el labio me tembló y un sollozo traidor me rasgó la garganta. Solo... quería un instante, un segundo de normalidad. Sin problemas, sin miedos. Sin ese presentimiento horrible de que todo saldría mal de un momento a otro. Ser adolescentes normales con vidas normales. No algo así como héroes a tiempo completo.

    Había olvidado lo que era ser feliz de verdad.

    Lo había olvidado hacía mucho. Cuando mamá murió y mi padre se casó con esa arpía y al parásito usurpador de Matt. Cuando fui forzada a bajarme de mi trono y dejar mi corona en manos ajenas. Cuando mi idílico mundo se precipitó por inercia y comprendí que mi palacio, mi mansión, no era más que una lujosa jaula de oro. Con un padre ausente que todo lo que hizo fue llenar mis vacíos emocionales con bienes materiales haciéndome despreciar e ignorar el verdadero valor de las cosas.

    Solo con mi llegaba a Galeia pude empezar a comprender todo de lo que me estaba alejando deliberadamente. Hice amigos por primera vez en mi vida. Viajé sola, lejos de los muros de mi mansión. Olvidé la música melosa del piano incluso si de vez en cuando se colaba en mis sueños y volvía a aquella infancia temprana, cuando aún era feliz.

    Me aparté de la puerta y me dejé caer en la nieve de rodillas rodeándola con brazos trémulos. Buscando ser su soporte, su ancla, lo que demonios fuera. No me había puesto los guantes de modo que ni siquiera podía sentir los dedos y me estaba muriendo de frío pero no le preste atención. Hundí el rostro en su cabellera castaña sintiendo la nieve traspasar las medias finas y arañarme la piel, su cabello cosquillearme las mejillas heladas. Temblé, pero no supe si era realmente causa del frío o de los sollozos, del llanto que tenía atorado en la garganta; de la ansiedad, la preocupación o el miedo.

    Tal vez era un poco de todo.

    —Lo siento—musité. Me mordí el labio inferior con fuerza luchando por mantenerme estoica, por contenerla. Pero la voz se me quebró inevitablemente en un sollozo ahogado que no pude reprimir—. Lo siento tanto. Bruno no... lo único que lo mantenía con vida dentro del coma era la posesión de Darkrai. Lysson lo sabía, tenía un plan demente para controlar el mundo onírico usándolo como portal—hipé—. Él nos ayudó a vencerle a pesar de que sabía que cuando Darkrai cayese él lo haría con él. Nos ayudó Liz... fue realmente valiente.

    Llevé mis manos a sus mejillas y con cierta dificultad levanté su rostro. Sus ojos estaban anegados en lágrimas, su gesto contraído en un rictus de dolor amargo. Yo debía verme lamentable también. Le aparté el flequillo castaño de la frente y deposité un beso suave sobre su piel. ¿Qué habíamos hecho mal? Todo era culpa de la zorra de Tau. De crearnos como meras marionetas desechables.

    No debíamos poder pensar por nosotros mismos...

    pero lo hacíamos.
    No debíamos tener pasado ni futuro...

    pero lo teníamos.

    No debíamos sentir...

    Pero nadie sentía más que nosotros.

    >>Todo va a estar bien—susurré y deslicé mis manos por sus mejillas enjuagando sus lágrimas. Lamentaba tener las manos congeladas—. Te lo prometo. Que cuando todo esto termine tendremos la navidad que merecemos. No sé como... pero siempre lo hacemos. Al final todo saldrá bien.
     
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    Podía escuchar el sonido del liquido vertiéndose en el vaso, pero era todo lo que escuchaba, repentinamente en la cabaña todo fue silencio, frío y absoluto silencio; repentinamente oí un murmuro, casi imperceptible, las palabras era ilegibles para mí, pero el tono, las pausas entre cada silaba, sabía exactamente que tipo de palabras eran, aun cuando era incapaz de escucharlas, el tipo de palabras a las que me había acostumbrado.

    Escuché un fuerte golpe de dos manos impactando sobre la mesa, seguido de palabras con aun más volumen que casi rayaba en los gritos, gritos cargados de reproches, desprecio, desdén, de dolor...

    Dejé lentamente la botella sobre el mismo maletín, mientras escuchaba el habitual zumbido en mis oídos que experimentaba cada vez que alguien me hablaba así, traté de tomarlo con la mayor calma posible, después de todo, Mimi era así ¿No? Volátil y hostil con cualquiera, suponía que le tomaría mucho más tiempo al menos tolerar mi presencia, o quizás sólo no le gustaba el alcohol y por eso la palabras tan altisonantes.

    Pero para cuando crucé miradas con ella el zumbido se seguía intensificando, podía sentir cómo mi corazón parecía querer salir de mi pecho, el sudor en mis manos, justo cómo mi primer combate contra Enya, pero...No era la rubia quien gritaba; sus ojos se postraban sobre mí, con esa característica mirada helada y vacía, pero sus labios estaban sellados. Giré la mirada unos cuantos centímetros al lado, a donde parecían provenir los gritos.

    ¿L-Liza?

    En cuanto miré a la castaña, el zumbido en mis oídos se detuvo, mi vista periférica se nubló, la cabeza me daba vueltas y sentía cómo si me estuvieran estrujando el corazón; repentinamente, entre todo mi malestar, recuperé brevemente mi audición, sólo para escuchar la frustrada voz de Liza, soltando preguntas y reclamos.

    —¿De verdad piensas que podemos olvidar lo que está sucediendo con un poco de alcohol?

    ¿Olvidar...?

    —¡Nikolah podría estar muerto en este momento, los chicos podrían morir congelados allí fuera!

    ¿Congelados?

    —¿¡Y lo único que se te ocurre es...esto?!

    Esto...


    Quería responder, quería decirle algo, disculparme, pero era incapaz un nudo mi garganta me impedía expresar palabra alguna. El zumbido regresaba con intensidad a cada instante que pasaba tras aquellas palabras, hasta un punto en que sentía que mis oídos iban a reventar, todo estaba tan borroso que casi no podía ver más allá de mi nariz; lo ultimo que pude ver fue a la castaña quitándose el gorro que traía puesto, arrojando con ira al piso, cayendo justo frente a mis pies, lo levanté del suelo con delicadeza, era sorprendente que aun pudiera mantenerme en pie y tuviera equilibrio para realizar tal acción, todo esto sin soltar el otro vaso que ya tenía en mi otra mano...ni siquiera había dado el primer sorbo.

    Caminé con mucha lentitud hacía la mesa, recorrí una de las silla y me senté de manera algo brusca, colocando posteriormente mis antebrazos sobre dicha mesa, con el gorro de White en una mano y el vaso de whisky en la otra; era incapaz de pensar, de reaccionar, incluso estaba olvidando cómo respirar. Los recuerdos volvían.

    "Santa no le traerá nada a niños cómo tú...¡No mereces una feliz navidad!"

    — ¿Quién lo diría? —Murmuré.— tenían razón.

    Pegué mis labios al vaso, empezando a beber todo el liquido con cierto ritmo pausado, sin duda sabía diferente al té, pero para este punto estaba muy cansado cómo para si quiera tratar de levantarme e intentarlo. Estaba cansado, ahí siempre estaba yo: Aquel que alteraba las emociones de las personas tensas, el que no sabía comportase en situaciones serias, el inútil, el lento, el payaso sin gracias...El que siempre acababa pagando los platos rotos, el que siempre esta en medio.

    Pero de todas las personas, de todos aquí ¿Por qué ella? ¿Por qué Liza?


    — Vamos, será divertido, una linda navidad en Galeia, además, tú me dejaste conocer a tu familia, déjeme presentarte a la mía.~


    Mi única oportunidad, de quizás volver a formar parte de una familia de verdad, de sentir que encajaba, todo era gracias a ella, a aquella chica de la gorra fantasma, aquella que decidió ayudar a un extraño sin titubear, quien le extendió la mano a un entrenador novato que necesitaba ayuda, quien le dio un refugio a un trio de adolescentes dispares para pasar las fiesta en compañía y no solos y tristes en una habitación de hotel...Y lo terminé estropeando, le fallé, les fallé a todos, Liza, Niko, Cay, Dante; todo el barco se hundía y mi mejor plan era sentarme a beber, si es que para ser idiota no hacen falta estudios.

    Comencé a cerrar los ojos, quería llorar, pero no podía, quería sonreír una vez más, pero era incapaz de forzar mi cara para tal gesto ¿Acaso este era el destino de Aleck Graham? ¿Ser la pieza del rompecabezas que no encaja? ¿Ser el botón más difícil de abotonar de la camisa?

    Mis ojos se cerraron completamente, era oficial, me había rendido, deje caer mi cara y parte de mi torso, con un poco de suerte me dormiría sobre la mesa y para mañana podría pretender que nada de esto había ocurrido.

    Pero hubo algo, siempre hay algo que no me deje ni siquiera desistir en paz.

    Escuché cómo algo se abría, era una puerta. Abrí mis ojos con rapidez y me reintegré. — ¿Eso fue...la puerta de la cocina? — Pregunté, mientras miraba de manera rápida a todos los que aun se encontraban en la sala, notando cómo evidentemente estaba faltando alguien.

    — Oh no...— Me levanté con prisas de la silla. — Díganme que no acaba de...— Corría hacía la cocina, sólo para ver como la puerta se encontraba entre abierta, Givan había dejado la cabaña y parecía que se dirigía rumbo al bosque, la noche se ponía cada vez peor ¿Qué? ¿Pretendía ir a perderse solo? ¡Pues no! ¡No esta vez! ¡No iba a volver a dejar a mis amigos solos!

    Sentí mucho calor recorrer mi cuerpo y por una efímero instante mi mente se despejo, dejando todo atrás, para enfocarse en una sola prioridad: No dejar que Gen entre solo al bosque, cómo lo había hecho con el pobre Nikolah; tal vez eran los efectos del alcohol, porqué además de todo sentí una corazonada, los chicos ya no estaban tan lejos de aquí ¡Ya estaban por volver! Puede que ya sólo estuviera delirando, pero era un sentimiento tan real, no había pensamiento en mi cabeza que me convenciera de lo contrario, Los chicos ya regresaban y Niko estaba con ellos.

    — ¡Eh, Gen!— Le grité mientras salía de la cabaña. — No pensaras ir tú solo al bosque ¿Verdad? Ese tipo de ideas impulsivas son más cosa mía ¿Sabes? — Y extrañamente tras ese comentario, pude sonreírle al chico, no una sonrisa para ocultar el dolor y fingir que todo estaba bajo control, una sonrisa genuina, llena de vida y entusiasmo cómo solía ser.

    — ¡Venga, hombre! Que nosotros somos el quipo de rescate numero dos ¡No puede ser un equipo si sólo vas tú! — Me acerqué corriendo hasta donde estaba Givan, sólo para intercambiar miradas por unos instantes, mientras le daba un típico golpe en el hombro. ¿Acaso era bipolaridad? ¿O era que realmente el alcohol me hacía olvidar? No, era el sentimiento que me nacía cuando se trataba de mis amigos...No, no mis amigos, mis hermanos.


    — Vamos por el Pelo de Fuego y los demás antes de que se conviertan en muñecos de nieve ¿De acuerdo? — Y con mi simple y despreocupada sonrisa le comenté al chico, mientras el sonreía de vuelta, y así avanzamos poco a poco hacía el bosque.

    Aunque ya vengan de regreso que no voy a dejar a Gen irse sólo, si vamos a cometer más imprudencias las vamos a hacer a lo grande y cómo hermanos (??? uwú
     
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    Hygge

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    La luz de la antorcha murió antes de alcanzar la salida, pero ya no iba a ser necesario su calor. El rugido del bosque fue mermando, sus habitantes habían puesto toda su atención en el grupo de hombres que se internaron en sus profundidades, dejando el camino libre para los entrenadores. El destello de la doncella y las linternas de Amak iluminaron un letrero de madera en la distancia, dibujando su silueta en mitad de las tinieblas de la noche.

    La intersección. Habían encontrado la salida.

    Nikolah y los chicos corrieron hasta el cruce de caminos, dejando la espesura atrás. No obstante, no todos siguieron sus pasos. Al volverse, pudieron notar que aquel destello que les había seguido era incapaz de abandonar el bosque. Había algo... algo que se lo impedía.

    La voz regresó, y esta vez Cayden y Dante fueron capaces de escucharla también.

    "Me temo que no puedo seguiros más allá del camino. Mi hogar está en el bosque... Aún debo traerlo de vuelta"

    Su rostro se dirigió hacia Nikolah. Tenía tanto que agradecerle, y aún así se veía forzada a pedir más de él. Estaba completamente sola y desamparada... pero parecía haber encontrado su propia luz en mitad de la oscuridad que la encerraba.

    "¿Puedo... seguir contando con tu ayuda? La Luna azul no pierde todo su efecto al pasar la primera noche. Si aún así estás dispuesto... Vuelve mañana a las ruinas. Guiaré tu camino".

    Dirigió una última mirada a los chicos, justo en el momento en el que dos personas se acercaban a la intersección desde el camino de la cabaña. Un pequeño Snorunt correteaba tras ellos, y terminó por cerrarles el paso un par de metros más allá, creando barreras de hielo para impedir que avanzasen.

    La doncella dio media vuelta, comenzando a internarse en el bosque. La voz resonó una última vez en sus cabezas, lejana y dulce.

    "...Te estaré esperando"


    Quedaron finalmente solos, con la única compañía de la luna que brillaba con intensidad sobre el manto de estrellas. El silencio se antojaba irreal, y la tranquilidad, onírica. Distinguieron los rostros de Aleck y Givan discutiendo con Yukio y, a lo lejos, las luces de la cabaña. Donde dos personas abrazadas sobre la nieve aguardaban su llegada.

    Finalmente lo habían hecho. Habían... vuelto a casa.

    ¡Fin del evento de hoy! El día 24 ya no tendrá más historia, así que sois libres de hacer lo que queráis (menos volver al bosque, putos). ¡Descansad!
     
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    Zireael

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    Leo
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    Cayden Dunn

    Cuando vi la intersección sentí que el alma me regresaba al cuerpo y sin darme cuenta eché a correr, como si de repente hubiese visto, no sé, una botella de agua en el desierto, pero noté que la presencia que acompañaba a Nikolah se había quedado atrás y escuché sus palabras.

    Deseaba agradecerle por haber salvado al muchacho pero la voz se me atoró de repente cuando distinguí los pasos sobre la nieve y volteé el rostro bruscamente.

    Gen y Aleck.

    Gen y Aleck.

    Gen y Aleck.

    —Dante, lleva a Nikolah con Liza —dije sin alzar demasiado la voz.

    Me acerqué a los dos idiotas luego de haber sacado las manos de los bolsillos. Ya no llevaba la chaqueta encima, se la había dado a Nikolah, y no me di cuenta hasta entonces que la bufanda debió perdérseme en alguna parte de la carrera por el bosque pero ahora era yo el que de repente no sentía frío, aunque debía estar jodidamente pálido.
    Encaré a ambos sin atisbo alguno de mi carácter usual, con el mal genio burbujeando bajo la piel como agua hirviendo, y fruncí el ceño sin tregua.

    Había estado por morir por un puto árbol pero allí estaban esos imbéciles, saliendo a buscarse el peligro.

    Al que alcancé primero fue a Gen, lo tomé por la ropa y lo zarandeé.

    —¿Se puede saber qué mierda hacen afuera, estúpidos? —siseé en un murmuro contenido, cargado de una mezcla jodida de preocupación, ira y miedo—. ¿Desde cuándo son putos suicidas?

    Solté al menor para luego prácticamente obligarlos a avanzar a empujones o casi a golpes de regreso a la cabaña. En el camino me agaché, me encajé a Yukio bajo el brazo y seguí con el regaño mientras avanzaba tras ellos. Tenía a cada uno sujeto de la ropa y al pobre Snorunt como si fuese un saco de patatas o quién sabe qué.

    Jodido guardián de papel, a ver si se perdía él también como un tonto.

    Nadie más iba a salir de esa maldita cabaña ese día mientras yo estuviera presente.

    —¿Quieren provocarme una maldita crisis de estrés? ¿Eso quieren? ¡Hubiese tenido que regresar al bosque por ustedes, idiotas, luego de todo el esfuerzo que hice para sacarlos del peligro! —Estaba que me cagaba en mis muertos ya—. No quiero perder a nadie más hoy, mucho menos a ustedes. Estoy cansado de esta mierda, así que muevan el culo antes de que los agarre a golpes con una rama.

    Suerte tenía de que los hubiese enviado al frente, de haber decidido empujarlos, porque así no tendrían por qué notar que cuando relajé el ceño fruncido lo que me apareció en el rostro fue miedo a secas, profundo terror, y tuve que cerrar los ojos con fuerza unos segundos o iba a terminar deshaciéndome en lágrimas de la nada.

    —Lamento haberlos preocupado —murmuré entonces luego de haber tragado grueso—. Lo siento mucho, pero no quería que ninguno de ustedes saliera y... No quería perder a mis hermanos allí.

    Agradecía haber topado con ellos a tiempo, eso sin dudas.

    Luego hablaría con Liza, a la que había reconocido junto a Mimi, abrazadas frente a la cabaña. La chica estaba rota y recomponerla no era ya mi trabajo, había traído Nikolah de regreso con ayuda de Dante y los hombres de la patrulla, el resto debía hacerlo el rubio.

    A ella... Arceus, a Liza le debía la disculpa más grande de la historia, pero sería después.
     
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    Reual Nathan Onyrian

    Reual Nathan Onyrian Adicto

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    Nikolah Cruz

    Con esfuerzo, logramos llegar a la intersección de caminos, allí dónde había escuchado por primera vez aquella voz y vislumbrado aquellas luces, que me habían llevado a vivir una aventura, que si bien había sido mortalmente peligrosa, también había terminado despertando algo en mí. Arrojé la antorcha a un costado. Ya no nos servía. Mi primer impulso fue salir corriendo hacia la cabaña, para resguardarnos a todos, pero me giré. Allí estaba la doncella, en los lindes del bosque, observándonos en la distancia.

    "Me temo que no puedo seguiros más allá del camino. Mi hogar está en el bosque... Aún debo traerlo de vuelta"

    Su rostro giró hacia mí, y pude sentir como de vuelta me bañaba aquella calidez, que indicaba que el espíritu estaba sonriendo. Sonreí ante su petición, aunque algo de tristeza se albergaba en mi corazón al tener que separarme de ella. No le estaba prestando atención a nada más alrededor mío. En esos momentos, tan solo podía ver a la doncella, y la luz que esta repartía en el bosque. Los ojos se me cristalizaron.

    — Por supuesto que voy a volver.— respondí en voz baja, con la voz algo quebrada.— Prometí ayudarte, ¿o no? Mira si iba a romper una promesa en plena Navidad.

    Levanté el brazo sano, saludándola, mientras se alejaba en la oscuridad. Y luego, todo quedó en silencio. Un silencio que, después de lo que habíamos pasado, se me antojaba completamente inverosímil. Un silencio que traía paz. Me di la vuelta, y recién en ese momento capté la presencia de Aleck y Givan, siendo azuzados por el Snorunt que nos habían dejado para cuidarnos. Manso trabajo había hecho el enano. En cuanto los vio, Cayden se separó del grupo y se dirigió en línea recta hacia los otros dos, regañándolos y llevándolos por la ropa directamente hacia la cabaña. ¿Acaso habían salido para intentar buscarnos? ¿En medio de la noche? Se les había aflojado un tornillo.

    Sonreí de manera débil ante la escena, pero esta se borró en cuanto enfoqué mis ojos más adelante. Había dos personas allí también, abrazadas en la nieve, esperando. Una de ellas rubia, y la otra castaña. Mi pulso se aceleró, y tragué saliva. No sabía si estaba listo para enfrentarla todavía. Incluso impedí a Dante que continuara camino, clavándome en el lugar. Tal vez... tal vez podía esquivarla. Tal vez sería lo mejor. No sabía lo que podía causarle si me veía, no así. Tal vez...

    Pude notar su rostro quebrado, su expresión vacía, el temblor en su cuerpo.

    Ah, y una puta mierda.


    Me desembaracé de Dante y continué por mi cuenta, antes dejándole la chaqueta de Cayden al chico. No tenía caso seguir manchándosela con sangre. Hice oídos sordos a cualquier queja que el morocho pudiera soltar, así como también cualquier cosa que saliera de la boca de Mimi. Y mucho menos lo que pudiera haber dicho Liza. Pues todos mis sentidos estaban enfocados puramente en su rostro, el mío mostrando una única expresión: alivio. La abracé, aferrándola a mi cuerpo, impidiendo que pudiera soltarse. No quería que se soltara. No quería que se separara de mí. Hundí mi rostro en su hombro, y mis piernas cedieron, cayendo de rodillas al suelo, llevando a la muchacha conmigo.

    — Por favor, no digas nada. Ahora no. Luego escucharé todos tus retos, tus improperios, tus insultos, lo qué tendría que haber hecho y lo que no. Pero no ahora. Ahora... déjame tener esto, al menos.— susurré, en su oído, de manera suave.

    Y comencé a llorar.

    El pecho no se me contrajo ni sufrió convulsiones ante cada sollozo. No tragué saliva, ni la voz se me agrietó. Tan solo me sorbía los mocos cada tanto, mientras mis ojos goteaban de manera profusa. En algún lado, durante mis años de andanzas, había leído que el ser humano llora por distintos motivos: alegría, tristeza, incluso por el cambio. Podíamos llorar por cualquier cosa. Y cuando lo hacíamos, era que el cuerpo no podía soportar más de aquella emoción, y tenía que liberarla en lágrimas. Sufríamos una sobredosis de emoción. Y luego, venía la calma, pues el cuerpo se había equilibrado.

    Cada vez que llorábamos, sea por alegría, tristeza o lo que fuera, nos sentíamos lo más humanamente posible. Llegábamos a la cúspide de ese sentimiento en cuanto estándares humanos. Y había recordado todo esa información porque eso era exactamente lo que ahora estaba sintiendo.

    La sensación de su cuerpo contra el mío, de su rostro sobre mi hombro, el aroma de su cabello castaño, el brillo de sus ojos azules. A su lado, me sentía lo más humanamente posible. Tanto, que mi cuerpo tenía que llorar, para liberarse. No quería que se fuera. Quería mantenerla aferrada a mí por toda la eternidad.

    La liberé un poco del abrazo y sostuve su rostro con ambas manos. Contemplé sus ojos, sus bellos ojos del color del zafiro, aquellos que había visto en el espectáculo que la doncella me había mostrado. Aquellos que me habían dado la fuerza para continuar. Besé su frente y volví a enterrar su rostro en mi pecho.

    Me seguía sintiendo raro a su lado. Las cosas siempre serían más difíciles con ella cerca. Pero no me interesaba. Ya no. Porque si también era capaz de sentirme de forma tan maravillosa a su lado, valía la pena soportar todo lo otro.

    No valía solo la pena. Lo valía todo.
     
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    Hygge

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    Acuario
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    No supe cuánto tiempo permanecimos así. Mimi me abrazó, trémula, y yo me aferré a ella como mi único sostén. El frío de la noche era inclemente y apenas podía sentir mis manos, pero de alguna forma nos brindamos el calor que necesitábamos. Su cabello me cosquilleó el rostro empapado en lágrimas y solo atiné a enterrar la frente en su hombro, sin intención de moverme de allí. Sentía que si me apartaba terminaría por desaparecer.

    Ya no tenía fuerzas para nada más.

    Quizás por ello me sorprendió que me soltase. Lo hizo de forma lenta y cuidadosa, y estuve por hacer el amago de detenerla de no ser porque escuché sus voces. El regaño de Cayden me llegó diferido y por un momento creí estar alucinando por el cansancio. Pero luego escuché a Dante, los reclamos de Givan y Aleck y antes de poder darme cuenta alguien se abalanzó sobre mí, de rodillas sobre la nieve.

    Reconocí su olor. Su cabellera rubia enterrada en mi hombro, sus brazos desnudos rodeándome con fuerza, con alivio. Su voz susurrándome al oído. No reaccioné ante sus palabras. De repente creí estar soñando, haber muerto congelada en la nieve quizás. Mi mente resquebrajada era incapaz de procesar que los chicos habían regresado. Que tenía a Nikolah entre mis brazos. Que habían vuelto sanos y salvos.

    Y entonces rompí a llorar.

    Un llanto desconsolado, cargado de un profundo alivio que me hizo desgarrar la voz, mientras mis manos temblorosas se aferraban a su espalda. Lloré como una niña porque estaba vivo, porque había regresado, porque no había muerto por mi culpa. Lloré porque mi cuerpo era incapaz de contener mis emociones, lloré en busca de purificar mi alma cargada de remordimientos. Lloré porque Bruno me había pedido que dejase de martirizarme, porque les había salvado la vida a mi familia y había muerto como un héroe.

    Lloré sin saber muy bien por qué, pero mi pecho había dejado de arder y los colores habían regresado lentamente hasta darle forma al mundo de nuevo. Y supe que todo estaba bien. Supe que jamás permitiría que Nikolah se alejase de mí de nuevo y lo abracé con más fuerza, mientras este sollozaba en silencio. Cuando me apartó para besar mi frente sorbí por la nariz, mis mejillas recuperando parte del color, y el corazón me dio un vuelco en el pecho como la estúpida enamorada que era.

    Porque hacía tanto que nadie me hacía sentir así que no quería volver a perderlo de nuevo.

    —No vuelvas a hacerme algo así —sollocé, pero mi voz no sonó como un regaño. Estaba impregnada de cariño y de alivio, a pesar de haber empezado a golpear sus hombros con los puños cerrados con pequeños golpecitos, uno tras otro—. Idiota, idiota... Idiota...

    Quizás fue el calor que su cuerpo me brindó. Quizás fuese la catarsis que acababa de vivir, la enorme paz que se instaló en mi pecho en su lugar, pero pude sentir cómo las fuerzas me abandonaban lentamente con cada golpe. Mi voz fue perdiéndose poco a poco y cerré los ojos, acurrucada contra su pecho.

    Y entonces me abandoné al sueño. Y fue el sueño más hermoso que pude tener jamás.
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

    Piscis
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    No sé cuánto tiempo estuve ahí sollozando en silencio tratando de contener el llanto de Liza mientras el frío se colaba por cada resquicio y el viento aullaba entre los árboles desnudos en las lindes del bosque.

    Solo necesitaba creer que mis palabras eran ciertas. Que todo saldría bien. Porque lo había prometido y yo jamás rompía una promesa. Había algo realmente importante al dar mi palabra, al prometer y tomar la confianza del otro, sostenerla como si estuviese hecha de vidrio. Y esa confianza... ah, y una mierda la iba a romper.

    En mi vida había tenido tanto y al mismo tiempo tan poco. Sí, era una niña rica... ¿y qué? Ser una princesita mimada solo me había dado problemas. Prefería haber bajado de mi trono, aunque me costase en un inicio, y volverme menos etérea e intocable... y más humana.

    El crujir de la nieve y ramas secas me hizo alzar el rostro. Y el chispazo súbito me llenó el pecho de alivio. Primero sorpresa, incredulidad. Porque allí, emergiendo de la oscuridad y siendo iluminados por la luz del interior estaban los chicos.

    Cayden. Dante. Y Nikolah.

    Aparté con lentitud mis manos heladas de las mejillas de Liza y me separé de su cuerpo con suavidad. No quería perturbar la paz repentina pero la situación lo requería a gritos.

    —¿Nikolah...?—murmuré casi sin ser consciente, en estado de shock. Aunque había tratado de mantenerme fuerte por las dos ya lo veía muerto, congelado en algún lugar del bosque. Fue en ese momento, al escuchar mi voz que Liza reaccionó y alzó la cabeza. Y apenas tuve un segundo para apartarme, aún de rodillas, que él se abalanzó sobre la nieve y rodeó su cuerpo entre sus brazos.

    Estaba vivo.

    Nikolah estaba vivo.

    Estaba allí abrazando y conteniendo a una Liza que había roto a llorar nuevamente. Estaba hecha un desastre pero sus piezas dispersas no me correspondía a mí recogerlas y devolverlas a su lugar.

    No era yo el consuelo que necesitaba.

    Cuando logré recomponerme de la sorpresa inicial me asoló una ola de rabia repentina, tan usual en mí. Pretendía reprocharle, gritarle, exigirle saber dónde mierda había estado metido todo el tiempo. Derramar toda mi ansiedad, mi miedo y mi preocupación en mis palabras cargadas de ira.

    Pero nada de eso pasó.

    En su lugar me incorporé de la nieve, helada como estaba, y suspiré de alivio. Parte de mi tensión se evaporó con eso, con el hecho de verlos juntos. De ver que estaba sano y salvo, que él había vuelto a colocarla en su eje, a dispersar sus miedos hasta el punto de dejar su mente lo suficientemente en blanco para que la tensión diese paso al sueño.

    Como el par de idiotas enamorados que eran.

    Solo entonces decidí intervenir y posé mi mano sobre el hombro desnudo de Nikolah. ¿Qué hacía así con el frío del demonio que había? Me estaba congelando solo de verlo.

    —Anda, entrad dentro—le dije—. Llévala a la cama, está agotada. Si quieres... puedo dejarte el cuarto. No me importa. Le vendrá bien saber que estás cerca.

    Mi mirada se posó entonces en los chicos de Gérie y al ver el recibimiento de Cayden y del resto comprendí que no éramos tan diferentes. Que tal vez... quizá... podía aflojar la cuerda, abrir la puerta y dejarles cruzar mis murallas.

    Llevé mis manos a mi cintura y volví a suspirar. Un suspiro de puro y genuino alivio. De hecho se me escapó una ligera sonrisa.

    >>Arceus, ahora sí que voy a beber.
     
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    Rider

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    Cáncer
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    Cuando íbamos caminando, alejándonos cada vez más de la cabaña, pude escuchar lo que parecían ser unos pequeños y apresurados pasos acercarse a nosotros, era ni más ni menos que nuestro pequeño amigo Yukio. Repetía su nombre una y otra vez algo disgustado, pretendiendo detenernos el paso; aun en esta situación, había que admitir que se veía adorable. Pero no había marcha atrás iríamos al bosque a traer a los muchachos, o al menos a intentarlo.

    De pronto, se vuelve a escuchar muchos más pasos, más pesado, cómo si vieran arrastrando su pies, giramos todos al unísono, unas sombras se aproximaban desde el interior del bosque, ¿Acaso eran...?

    — ¡Son ellos, de verdad son ellos!— Exclamé al ver a Cay, Niko y Dante, los tres se veían pálidos y agotados, pero enteros al menos. Dante venía cargando al pobre Niko, se desviaron un poco, el pelirrojo parecía estar furioso al mirarnos afuera, casi cómo si quisiera molernos a golpes, tomó por la camisa al pobre Gen y lo sacudió, cuestionando que se suponía que hacíamos ahí.


    —¿Se puede saber qué mierda hacen afuera, estúpidos? ¿Desde cuándo son putos suicidas?

    —Bueno, considerando toda la sucesión de hechos de esta tarde podría decir que desde hoy, la verdad.— Reí algo avergonzado mientras le respondía. — Por cierto...También me da gusto volverte a ver.

    Sonreí mientras el pelirrojo se limitaba a empujarnos de regreso a la cabaña mientras el pequeño Yukio nos seguía.

    —Lo siento mamá, la próxima vez pediré permiso para salir de la cabaña e ir a hacer algo imprudente.—Repliqué con un tono infantil, Cay amenazó con golpearnos con una rama mientras nos repetía sobre la crisis de estreses que le daba sólo de pensar que tendría que ir por nosotros al bosque, y sobre cómo lamentaba habernos preocupado. Me giré hacía él y lo abracé con todas mi fuerzas.

    —Me da gusto que estés bien, hermano...—Murmuré mientras el pelirrojo correspondía al abrazos.

    Di unas cuentas palmadas en la espalda de Cay para luego sepárame, el Pelo de Fuego se había ruborizado por la muestra de afecto, tal vez no estaba acostumbrado a los abrazos. —Entremos ya, que salí sin suéter y no me quiero poner tan pálido cómo ustedes, además, me urge otro trago. — Abracé por el cuello tanto a Gen cómo a Cay, y cortándoles un poco el aire, volvimos a dirigirnos a la cabaña, no sin antes ver tanto a Niko cómo a Liza abrazados bajo la nieve, y Mimi y Dante disponiéndose a entrar, era emotivo y encorazonador. Crucé miradas con la rubia por un segundo, parecía que nos había visto recibir a Cay, el ver en su cara un gesto de alivio me hizo sentir bien, que al menos la peor parte ya había pasado.

    —¿Te gustaría beber algo? —Pregunté a la chica. — Si no eres fan del alcohol aun puedo preparar algo de té.— Le sonreí alegre a Mimi, sólo para después entrar todos nuevamente a la cabaña.
     
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  20.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Escritora
    Mimi Honda

    Enarqué una ceja cuando Aleck se me acercó.

    —¿Fan del alcohol? ¿Huh?—cuestioné y se me escapó una risa sin gracia por la nariz. Me bajé el gorro del anorak y sacudí la cabeza nuevamente, resuelta, para adecentarme el largo cabello rubio—. No he tomado en mi vida. Me he pasado los últimos años solo bebiendo té. Me encanta.

    Té verde, té rojo, té de mil tipos. Solo té. Era una bebida sofisticada y elegante pero esa noche en particular quería probar algo nuevo y diferente. Quería presionar al máximo los botones y ver hasta que punto podía simplemente fluir con la corriente en lugar de luchar obstinadamente contra ella.

    Quería hacer el esfuerzo por permitirles entrar.

    Giré sobre mis talones y tras dirigirle una mirada difícil de definir pero que no contenía ni agresividad ni el desagrado de antes, ingresé dentro de la cabaña. Agradecí el calor del interior y la luz cálida de dentro. Ahora que mi corazón se había sosegado, me sentía cómoda entre tanta decoración festiva.

    Era... como estar en casa.

    —Entonces... ¿Vodka "Monte Corona"? ¿Es de Sinnoh?—cuestioné tomando la botella de cristal para leer su etiqueta. El corazón me latía con inusitada fuerza. ¿Expectación tal vez?— ¿Sabes qué? Me importa un cuerno de Tauros. Sírveme.
     
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