Cúpula de ceremonia [FSN]

Tema en 'Fate Stay Night' iniciado por Tarsis, 6 Mayo 2019.

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  1.  
    Tarsis

    Tarsis Usuario VIP Comentarista supremo Escritora Modelo

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    Nuevamente la luz llenó el espacio, y al apagarse, la segunda invocadora había desaparecido.
     
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    Etihw

    Etihw ghost Comentarista empedernido

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    Daichi Nishimura~

    Solo sintió un leve roce de la otra mano con la suya, cuando de pronto la muchacha en cuestión la apartó y como pudo se levantó por sí misma. Su rostro estaba colorado, dándole un aspecto que Daichi consideró adorable, incluso con aquella mirada desafiante y altanera que le dirigió momentos después. Pero aquello no le intimidaba, más bien le recordaba a un pequeño gatito.

    Tsk. No necesito tu ayuda, ¿bien? Si piensas que iba a caer a tus brazos por una linda sonrisa y un trato como ese estás muy equivocado. Deberías ir a ayudar a esas otras de allí, héroe. A lo mejor tienes más suerte.

    Le sorprendió su hostilidad y el sarcasmo empleado, y la miró con gran interés. Aquella muchacha había picado su interés, y unas tremendas ganas de molestarla le invadieron. Aquel sonrojo, junto a su intento por intimidarlo y alejarlo de su lado… sí, se iba a divertir de lo lindo.

    —¿Crees que mi sonrisa es linda? ¡Vaya, muchas gracias! —Acabó giñándole un ojo, aún manteniendo su sonrisa en el rostro, que cambió pronto a una más suave y amable—. Pues que sepas que tus ojos verdes no se quedan atrás. Son preciosos.

    Daichi observó al resto de los presentes de soslayo, viendo como la pequeña de antes se había acercado a aquel cáliz y tras pronunciar las mismas palabras que el señor anterior, desapareció tras un gran haz de luz. Su mirada se afiló, estudiando aquellas llamas que había allí, y su sonrisa se borró.

    Oye, tú. ¿Tienes alguna idea de dónde demonios estamos?

    Volvió a dirigir su vista hacia ella, observándola con intensidad. El sonrojo poco a poco abandonaba su rostro, y percibió un pequeño atisbo de clara duda en sus ojos. Su mirada se ablandó, y una pequeña risa emanó de sus labios.

    —Mi nombre es Daichi, no “tú” —Comentó con una sonrisa juguetona, buscando que lo mirase de nuevo—. Pero lamento decirte que no, no tengo ni idea. De pronto me encontré en este lugar tan extraño, sin entender nada de lo que está pasando. ¡Y encima hay gente que se desvanece!

    Tras unos segundos meditándolo, Daichi cogió la mano de la muchacha y tiró con suavidad de ella, no sin antes dirigirle una sonrisa tranquilizadora.

    —¿Te parece bien si nos acercamos a hablar con alguien más? Quizá… alguien comprenda mejor que nosotros. Oh, por cierto, ¿tú cómo te llamas?
     
    Última edición: 9 Mayo 2019
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  3.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Jezebel Vólkov.

    Mila se comportaba como una niña, esa era la única verdad. De hecho, le recordaba a sus primos cuando estaban pequeños, revoloteando por aquí y por allá, llamando su atención constantemente.

    Asintió ante la lógica de Joey. Lo cierto era que, tarde o temprano, tendrían que seguir aquellas raras instrucciones.

    Al notar que la mirada del chico se deslizaba a un punto tras de ella, se volteó ligeramente, viendo como un muchacho de cabello negro ayudaba a una joven a levantarse. Rápidamente regresó la vista a quienes ya conocía.

    La albina entonces se les adelantó, diciendo que volvería para avisarle a su nuevo amigo que no había peligro alguno, pero si el hombre brusco no había vuelto, ¿por qué volvería ella?


    —¡Mila, espera! —Sin darse cuenta alzó un poco la voz, pero la alegre muchacha ya había desaparecido.


    Frunció ligeramente el ceño. Debió dejarlos ir primero a ellos, pero dudaba poder razonar con ella.
    Mantuvo la vista en el cáliz, volviendo a cruzar los brazos sobre el pecho, y dejó salir un largo suspiro.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Joey Wickham

    Apenas tuvo tiempo de reaccionar. No había hablado con esas intenciones, a decir verdad, sólo había soltado lo que pasaba por su mente sin reflexionarlo en demasía; como solía pasarle, vamos. Pero Mila lo tomó por la cazadora, asintió tan enérgica, y Joey se quedó demasiados segundos pensando en lo decididos y alegres que lucían sus ojos como para reaccionar.

    —¡Espera, Mila! —exclamó, con el brazo estirado hacia ella, su voz mezclándose con la de Jezebel.

    Pero eso fue todo. No llegó a detenerla, su silueta ya había desaparecido. La luz cegadora se esfumó y Joey miró su propia mano, extendida en el aire, que se había comprimido en un puño. Frunció el ceño.

    ¿Qué era... esa sensación?

    Pasados pocos segundos, dejó caer el brazo y se giró hacia Jezebel.

    —Bueno, parece que quedamos tú y yo.

    Luego de sonreírle a la chica, hizo dos pasos hacia ella, deteniéndose a su lado, y utilizó sus manos para amplificar su voz.

    —¡Oigan, todos! A ver si nos ordenamos un poco las ideas. ¿Qué carajo vamos a hacer? Escucho propuestas. —Hizo una mueca—. Preferentemente, que no impliquen desaparecer gente.
     
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    Hygge

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    Lena Sallow

    "¿Crees que mi sonrisa es linda? ¡Vaya, muchas gracias!"

    —¿¡Qué!? ¡No! —chillé casi por inercia, abochornada y malhumorada a partes iguales. ¿Acaso aquel tipo iba a tergiversar todo lo que decía a su antojo? A pesar de que quise anteponerme a la situación, dejarle claro que su presencia comenzaba a sacarme de mis casillas, las palabras se trabaron en mi garganta. Él seguía insistiendo con aquella sonrisa brillante y confiada, como si fuese consciente del efecto que tenía en las personas, y eso solo lograba irritarme más. Me abracé a mí misma, apartando la mirada con orgullo al sentirme expuesta ante su incesante mirada—. ¿Puedes dejar de mirarme así? Es realmente desagrada...

    "Pues que sepas que tus ojos verdes no se quedan atrás. Son preciosos".

    ...¿Eh?

    Todo a nuestro alrededor se detuvo en el momento en el que dos voces se abrieron paso entre el resto, pidiéndole a alguien que se detuviese. Me giré con brusquedad, alerta, el tiempo suficiente para ver cómo aquella risueña chica desaparecía al repetir el mismo patrón que el grandullón de antes. No supe qué hacer. Apreté los dientes, cada vez más desconcertada con aquella situación. La gente desaparecía, y por la estructura del lugar, no parecía haber otra forma de salir de allí. Todos tendríamos que seguir los pasos de aquella chica en cualquier momento. Noté de reojo la seriedad en el rostro del chico que me acompañaba, su mirada fija en el lugar donde se desvaneció la figura de la albina, y la volví a desviar al notar que se giraba hacía mí una vez más. No iba a darle material para hacerme sacar de mis casillas a un tipo que ni siquiera conocía.

    "Mi nombre es Daichi, no “tú”. Pero lamento decirte que no, no tengo ni idea. De pronto me encontré en este lugar tan extraño, sin entender nada de lo que está pasando. ¡Y encima hay gente que se desvanece!

    — ¿Te he preguntado cómo te llamas, acaso? —mascullé entre dientes, cruzada de brazos de pie frente a él. Además de tergiversar mis palabras a su antojo y hacerme perder los papeles, daba por supuesto que quería siquiera llegar a conocerle. Qué... Qué... Ugh, ¿por qué demonios seguía hablando con él?—. Pues ya somos dos, por lo que se ve. Gracias por decirme algo nuevo. Y ahora, si me disculpas, me voy a...

    Pero algo impidió que diese un solo paso para alejarme de su presencia. Daichi se había tomado la libertad de sujetar una de mis manos, soltándome un pequeño quejido antes de llevarme con él para poder hablar con las demás personas. Tardé un par de segundos en reaccionar, anonadada, pero pronto comencé a tironear con fuerza para soltarme de su agarre, golpeando sin mucha energía su espalda con mi mano libre.

    —¿¡Qué crees que estás haciendo!? ¡Suéltame, idiota! ¡Te digo que me sueltes! —a pesar de mi insistencia, el chico no me soltó hasta que no nos reunimos con el resto de personas que quedaban. Aparté la mano con brusquedad, fulminándole con la mirada una última vez antes de salir de detrás de su espalda, para poder ver al chico que había captado nuestra atención. Me crucé de brazos, alzando una ceja con incredulidad—. ¿De verdad piensan que habrá otra salida que no implique desaparecer como el resto? Echad un vistazo a la sala, aquí no hay puertas ni ventanas.

    Aparté la mirada, cansada de aquella situación. Pero para la sorpresa de los presentes, decidí aportar con algo más.

    —...Debe haber algo que tengamos todos en común. Una razón por la que somos nosotros, y no otras personas, ¿uh?
     
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    El Calabazo

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    Mizuki Satō

    Un día estas en una tienda de ropa probando prendas nuevas y de repente, apareces en un lugar baldío, con un fantasma contándote un nosequé de que solamente uno sobrevivirá.

    — Esto debe ser una broma... ¿verdad? ¿¿VERDAD?? — prolifero la joven mientras llevaba sus manos a la cabeza y volteaba de un lado a otro viendo exaltada su nuevo entorno.


    Solamente le quedaba algo por hacer, se sentó en el suelo delicadamente, colocando una mano en su barbilla pensando lo que había pasado, lo que estaba haciendo y que pasaría ahora — Esta claro que estaba viendo ropa... le pedi a la vendedora una pieza mas chica, luego yo-yo mi vestido yo-y... aparecía aquí — se detuvo para mover su cabeza hacia arriba para ver el techo — Este lugar parece costoso, muy costoso, pero nada explica a la señora que se desvaneció, ni la luz destellante. — Se detuvo en seco tapando sus pequeños labios con ambas manos.


    — ¿¿¿Acaso estoy muerta??? — Se paro de golpe y se abofeteo en el rostro, solamente para darse cuenta de dos cosas: 1 - Duele mucho y 2 - No, no parecía estar muerta. Ahora podía relajarse un poco, tomar suspiro y finalmente, en verdad concentrarse y actuar como una adulta.


    — Vale, estoy en una zona desconocida, el fantasma comentaba que solo uno de nosotros sobrevivirá, "nosotros" es plural, significa que debe haber mas personas aquí. — Sin mas miramientos, la joven acomodo su peinado con un cepillo que cargaba en la cartera, reviso que no se le corriera la base de maquillaje que usaba, se guiño el ojo contra un pequeño espejo que tenia y empezó a caminar sin rumbo fijo.
     
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    Etihw

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    Daichi Nishimura~

    Sonriendo, tratando de aguantarse la risa mientras escuchaba las quejas de la muchacha y aquellos suaves golpes en su espalda, siguieron caminando hasta llegar al lado de aquel muchacho, que momentos antes se hubo dirigido a todos para hablar en alto y preguntar qué hacer. Sintió la brusquedad en la que la desconocida separó ambas manos, parecía realmente irritada. Se preguntó si siempre era así de gruñona y desconfiada.

    Debe haber algo que tengamos todos en común. Una razón por la que somos nosotros, y no otras personas, ¿uh?

    —Buen punto, pequeña gruñona —soltó con un pequeño tono burlón mirándola, poniéndole aquel mote al no haber recibido respuesta a su pregunta anterior. Y realmente, pensó, tampoco le quedaba mal—. ¿Pero qué puede ser? ¿Puede ser algo de nuestras vidas diarias? ¿Sobre nuestras familias? Lo siento, nena, pero sin un mínimo de idea de qué hacemos aquí poca cosa podremos sacar en claro.

    Se llevó un dedo pensativo a la barbilla, preguntándose seriamente cómo había llegado a aquel lugar, y por más que trataba de pensar no podía llegar a una conclusión. En un abrir y cerrar de ojos se encontró allí, nada más. Y la muchacha tenía razón, parecía no haber otra salida de aquel lugar más que aquel cáliz que hacía que las personas desapareciesen. ¿Qué era exactamente lo que debían de invocar? ¿Estarían bien una vez pronunciadas aquellas palabras?

    Su mirada se dirigió a las dos personas que estaban frente a sí, observando primero al muchacho. Se veía bastante jovial y expresivo, y aquello le agradaba bastante.

    —Me parece que, como dice la pequeña gruñona, no hay más remedio que hacer lo mismo que la chica y el fortachón de antes, aunque no suene ni una pizca placentero. ¿Quizá obtengamos respuestas después? —Le comenté acercándome a él con una sonrisa amistosa en mi rostro, y después dirigí mi mirada a aquella chica que se encontraba a su lado, alternándola entre los dos—. Claramente somos desconocidos pero pase lo que pase, nos pasará a todos, y no hacemos nada quedándonos en este lugar en el que, realmente, no tenemos ninguna otra opción que mirar el techo.
     
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  8.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Joey Wickham

    Joey alzó las cejas, bastante divertido con la escena desarrollándose frente a sus ojos. Por un lado, una chica andaba gritando cosas sobre estar muerta mientras se abofeteaba con fuerza; por el otro, el muchacho pelinegro se había empeñado en arrastrar con él a la joven que luchaba y le golpeaba la espalda para que la soltara.

    Cada vez más se convencía de haber acabado en un loquero.

    Le lanzó una mirada a Jezebel a su lado y le sonrió, encogiéndose de hombros. Al menos, ahí había una persona relativamente cuerda.

    "Debe haber algo que tengamos todos en común. Una razón por la que somos nosotros, y no otras personas, ¿uh?"

    —Podemos poner en común nuestros signos del zodíaco, colores favoritos o a qué edad dejamos de orinarnos en la cama —soltó, encogiéndose de hombros con los brazos en el aire—, pero dudo que saquemos algo de ahí. La diosa, o Virgen María, o lo que fuera, dijo que éramos los elegidos para cumplir nuestro mayor deseo. Supongo que eso es lo más importante que debemos saber. —Soltó un profundo suspiro, volviendo a guardar las manos en sus bolsillos—. Aunque, siendo honestos, ¿qué ser humano no tiene algún deseo a cumplir?

    Luego, el muchacho le habló directamente. Mientras lo escuchaba, una lamparita se encendió en el cerebro de Joey. Su rostro se iluminó y comenzó a palpar todos sus bolsillos, sin éxito.

    —Ah, mierda. Me habrá quedado por ahí. Oye, tú —dijo, acercándose al chico—, y tú también, Jezebel. Si tienen sus celulares, les dejo mi número por si las moscas, ¿les parece? Quizá nos sirva luego de ser absorbidos por ese cáliz-vórtice extraño. —Hizo una breve pausa antes de girarse hacia la compañera del chico; una sonrisa ladina curvó sus labios y agregó, ligeramente burlón—: Tú también, linda, si quieres.

    Entonces recordó de improviso a la última que faltaba, la de las cachetadas. Dio un brinco hacia el costado para alejarse del grupo y fue alternando amplias y livianas zancadas hasta dar con ella.

    —Tú también, anda. Te estás perdiendo toda la diversión.
     
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    Zireael

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    Jezebel Vólkov.

    Pues sí, al parecer ahora eran ellos dos.
    Volvió a suspirar y dio un respingo cuando Joey alzó la voz a su lado, pero no fue más que un reflejo.

    Para su sorpresa, el muchacho de cabello negro arrastraba a la chica que había intentado ayudar hacia ellos. Parpadeó un par de veces, estupefacta por primera vez desde que habían caído en esa extraña sala, el chico era bien parecido y tenía unos preciosos ojos rojizos; cuando la joven tras él finalmente se mostró, su atención pasó directamente a sus preciosos ojos verdes, eléctricos.
    Sacudió la cabeza, intentando regresar a la conversación, pero sentía el rostro enrojecido.
    Notó como Joey le sonreía, encogiéndose de hombros, y le regresó una sonrisa resignada. Aquel par era un espectáculo.

    Debe haber algo que tengamos todos en común. Una razón por la que somos nosotros, y no otras personas, ¿uh?

    Asintió, concordando con aquella lógica. Tampoco podía discutir el razonamiento del muchacho de cabello azabache.
    Una chiquilla, metros más allá, se golpeó el rostro y no pudo evitar volver a ladear la cabeza, extrañada. A decir verdad allí había gente de lo más rara.
    Apenas y le puso atención a Joey por estarla mirando, así que cuando el joven se ofreció a darles su número de teléfono se sobresaltó ligeramente y negó enérgicamente con la cabeza.

    —Recuerdo haberlo dejado sobre el escritorio antes de ponerme a estudiar —dijo dejando salir un suspiro.

    Abrió los ojos cuando el chico se dirigió hacia la chiquilla de las cachetadas y pensó que el grupito que se estaba armando era verdaderamente preocupante, pero se lo reservó para sí misma.
     
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  10.  
    Etihw

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    Daichi Nishimura~

    Observó con cierta gracia cómo el chaval frente a él rebuscaba entre sus bolsillos. Quizá tenía hambre y buscaba alguna galletita que por suerte habrá tenido guardada. O quizá eran solo sus deseos de llevarse algo a la boca, pues era él mismo el que se empezaba a morir de hambre.

    Oye, tú, y tú también, Jezebel. Si tienen sus celulares, les dejo mi número por si las moscas, ¿les parece? Quizá nos sirva luego de ser absorbidos por ese cáliz-vórtice extraño.

    Daichi silbó ante aquella interesante idea, pensando que probablemente fuera de aquel lugar alguno descubra algo, o quizá esa misma cosa les suceda a todos nada más salir. Pero, ¿qué mejor forma de descubrirlo que aquella?

    Esta vez fue él el que rebuscó en sus propios bolsillos, y chasqueó su lengua al ver que tampoco tenía su teléfono consigo, al igual que la muchacha que parecía llamarse Jezebel. En cambio, encontró el bolígrafo que había guardado momentos antes, así que con una sonrisa satisfecha se arremangó y le acercó su brazo desnudo al muchacho, entrecerrando sus ojos.

    —Toma, puedes escribirme tu número aquí, y de paso también tu nombre —le comentó con una sonrisa juguetona, pensó que podría llevarse bien con aquel tipo, y esperó realmente que fuese así. Dirigió una mirada al resto de las presentes con expresión traviesa, guiñándoles el ojo—. Si queréis también podéis darme vuestros números, tengo espacio de sobra en mi cuerpo.
     
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    Hygge

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    Laila Sallow

    "Buen punto, pequeña gruñona".

    —¿¡Eh!?

    Mi cuerpo se movió mecánicamente, encarando a aquel idiota de sonrisa estúpida, y sentí unos deseos enormes de cruzarle la cara de un solo golpe. Me contuve, no obstante, gracias a la mirada que sentí posarse en mí. La de aquella jovencita menuda y de cabello albino que me observaba con cierto interés en sus orbes dorados. Le devolví la mirada frunciendo el ceño, inquisitiva, pero esta se limitó a desviarla con cierto nerviosismo.

    ¿Qué demonios le pasaba a toda esta gente?

    Me crucé de brazos, dirigiendo ahora mi atención hacia el muchacho de antes, quien parecía buscar algo entre sus bolsillos. Pronto, nos reveló que necesitaba los números de teléfono para... ¿qué, exactamente? ¿Para informarnos, cuando nada nos aseguraba que saldríamos vivos de esta? Desvié la mirada con notorio disgusto, pero por lo menos no osó preguntarme a mí.

    ...Craso error.

    "Tú también, linda, si quieres"

    Volví la mirada hacia él aún cruzada de brazos, perpleja, sintiendo mis mejillas colorearse de la rabia. Aquel ya era el colmo. Ya tenía suficiente con un idiota como para que ahora aquellos dos se juntasen para sacarme de mis casillas, con aquella facilidad que parecían tener. Clavé mis orbes eléctricos en él, escupiendo las palabras con desagrado.

    —Que os den.

    Mis pies se movieron solos, quizás movidos por el orgullo. Caminé hacia el cáliz, como aquellos dos habían hecho con anterioridad, dejando a aquel extraño grupo atrás (sin contar a la albina, quizás era la única que no me había desagradado de todos los presentes). Lo sostuve entre mis manos por unos instantes, e inconscientemente le dirigí una última mirada de soslayo a Daichi, ceño fruncido.

    —Yo te invoco —alcé la voz con firmeza, cerrando los ojos en el proceso. Mis mejillas aún ardiéndome ligeramente.

    ¿Por qué había vuelto a buscar la mirada de aquel odiota? ¿Acaso era masoquista?
     
    Última edición: 9 Mayo 2019
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    Tarsis

    Tarsis Usuario VIP Comentarista supremo Escritora Modelo

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    Aquellos enojados orbes verdes desaparecieron tan pronto las palabras salieron de su boca.

    La desaparición no fue una sorpresa ésta vez, pero, notaron que al parecer, el lugar se había encogido unos metros.
     
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    El Calabazo

    El Calabazo Y dime, ¿Quién soy yo?

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    Mizuki Satō

    — ¿Teléfono? hace no mas de media hora, una hora a lo sumo un fantasma nos decía que solo uno de nosotros sobreviviría y... ¿nos pides los números? ¿Para qué? Es una estupidez... — Miraba a aquel chico pretencioso que se le acerco por un momento, con cara de extrañada para que momentos después escuchara a una amargada decir la frase "yo te invoco" frente a aquel cáliz de la habitación y posteriormente desaparecer...

    Para que luego, simplemente fuera reducida de tamaño la habitación. Esto no era momento para una fiesta de té o para ser bonito con otros, nadie es bonito con otros sin razón alguna.

    — Esto es una perdida de tiempo y la verdad, eres lindo, pero no creo que tengas nada que yo necesite así que... — Se despidió sonriendo de las otras chicas que estaban en la cercanía, giro y fue corriendo al cáliz para tomarle antes de que fuera otro antes que ella y viera reducida todavía mas aquella locación.

    — Prefiero no arriesgarme a morir aplastadas por las paredes, perdonen — dijo mientras acariciaba su cabello con una mano y con la otra apuntando al cáliz, mientras levantaba levemente su pierna derecha de forma coqueta.

    — Querido, ¡Yo te invoco!
     
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  14.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Joey Wickham

    Joey pestañeó. Vaya, ¿dos chicas lo rechazaban una detrás de la otra? Ese era un nuevo récord. Para colmo, eran las dos que habían huído, saltando al cáliz. Este mundo, definitivamente, estaba patas para arriba.

    Se giró hacia las dos personas restantes, el muchacho y Jezebel. Él, al menos, había apoyado su idea. Joey se encogió de hombros y caminó hasta ellos, dedicándole una sonrisa a ambos.

    —Aceptaré tu propuesta, darling —bromeó, en tono coqueto, y sujetó el brazo pálido del chico para anotarle su número y nombre, junto a un corazoncito. Luego se irguió, frunciendo el ceño, y se rascó la nuca—. Por cierto, ¿cómo te llamas?

    Aún con el bolígrafo en la mano, miró a Jezebel y le guiñó un ojo.

    —¿También quiere mi número, señorita?

    En serio que esas otras dos habían sido bien amargas, tanto como la yerba mate. ¡Se preocupaban demasiado! Les saldrían arrugas en cualquier momento, Joey estaba segurísimo.
     
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    Zireael

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    Jezebel Vólkov.

    Abrió los ojos con asombro al ver como la joven de los ojos eléctricos desaparecía como lo había hecho Mila. Bueno, todos tendrían que hacerlo, ¿no?

    Rio al observar como Joey garabateaba su número de teléfono en el brazo del chico de ojos rojos, junto a un coqueto corazón.
    El color le subió de golpe al rostro cuando el chico se volteó de nuevo hacia ella y le guiñó un ojo.

    —Está bien —murmuró mientras extendía el brazo hacia él.

    Dirigió la mirada de nuevo hacia el otro muchacho, esperando que respondiera la pregunta de Joey y les dijera su nombre.
     
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    Etihw

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    Daichi Nishimura~

    Tras hablar notó a la castaña a su lado voltearse con molestia, y tras unas palabras no tan amables, algo que creyó era usual en ella, se acercó al cáliz. Expectante, intuyendo lo que iba a hacer, no apartó sus ojos de ella ni un momento, entrecerrándolos, como si quisiera ver hasta el más mínimo detalle.

    Y así fue como vio que aquel par de esmeraldas brillantes se posaron sobre él por un momento, antes de pronunciar aquellas palabras y desvanecerse frente a él.

    Por algún motivo eso le dejó un regusto amargo en la boca. Se pasó la mano libre por el pelo, algo frustrado. No le habría importado que no le diese su numero, pero, ¿ni siquiera hasta el final iba a decirle su nombre?

    Y tan absorto estaba en pensar en aquello, que no se dio cuenta que la habitación había encogido si no fuese por aquella chica de curiosa apariencia, que se negó también a dar su número y se acercó al cáliz, desapareciendo al igual que la anterior.

    Ahora solo quedaban tres en aquel pequeño lugar.

    Sintió la presencia del chaval cerca de él y cómo le sujetaba el brazo. Sus ojos se abrieron con cierto asombro tras escuchar el tono coqueto del muchacho, y cuando miró lo que le escribió en el brazo, su expresión cambió a una de diversión.

    Sí, probablemente sí se llevasen bien.

    Oh, honey~ Mi nombre es Daichi, pero tú puedes llamarme como quieras —le respondió siguiéndole el juego, junto a una sonrisa socarrona. Pero no pudo aguantarlo mucho, porque acto seguido comenzó a reír. Le agradaban las personas como él.

    Observó a la albina, que fue la única mujer de las que estaban presentes que aceptó aquel intercambio de números. Su tez tan clara hacía notar perfectamente cómo se sonrojó cuando Joey le guiñó el ojo.

    —¿Y el mío no lo quieres? Jum —dijo, haciendo ver que se molestaba.


    Pero pronto cambió su expresión a la misma de siempre, y cogió el bolígrafo después de que Joey escribiese su número, escribiendo el suyo propio bajo este sin dejar lugar a respuestas. Antes de separarse le regaló una sonrisa de lo más amable, y dirigió sus brazos hacia el cáliz.

    —Las damas primero.


    cuadrar esos post me ha costao' we (?)
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Joey Wickham

    Soltó una risilla y escribió su número también en el brazo de Jezebel, tarareando bajito una melodía mientras hacía. Cuando acabó, le acomodó la manga de la blusa con delicadeza y le lanzó el bolígrafo a Daichi.

    "Oh, honey~ Mi nombre es Daichi, pero tú puedes llamarme como quieras."

    Joey lo vio divertido al oírlo hablar, y cuando Daichi rompió en risas él también lo hizo, contagiado por su alegría y la situación general. ¡Ese chico le caía bien! Luego de que él también socializara su número, soltó un suspiro y observó el cáliz, con los brazos en taza.

    "Las damas primero."

    Joey abrió los ojos y se apuntó con el pulgar, fingiendo una mezcla de sorpresa y diversión.

    —¡Ese es mi llamado! —bromeó, y le hizo una reverencia bastante cutre a los allí presentes—. Mi Lord, mi Lady, nos veremos en el más allá... ¡O quizás no!

    Sin más preámbulos, caminó en reversa hasta llegar junto al cáliz, se giró, y llevó su mano derecha a la copa. Soltó el aire de golpe, cerrando los ojos por un breve instante, y juntó toda su energía y resolución para exclamar:

    —¡Oh, gran cáliz sagrado! ¡Yo te invoco!
     
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    Tarsis

    Tarsis Usuario VIP Comentarista supremo Escritora Modelo

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    Dos iluminaciones, dos menos.
    Sólo quedaron dos frente a ese raro y brillante cáliz.
     
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    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Jezebel Vólkov.

    El violento sonrojo le regresó al rostro cuando Daichi anotó su número en su brazo también, pero no pudo contener la risa luego de ver cómo se llevaban aquellos chicos. Eran de lo más simpáticos, le sorprendía que la trataran como una más de su improvisado grupo.

    Entrelazó las manos tras la espalda y dio un par de pasos hacia el cáliz.

    —Supongo que llegó mi turno, ¿no, Dai? —Lo miró apenada cuando notó la forma en que se había referido a él. Era un costumbre acortar los nombres aunque no conociera mucho a las personas—. Espero que no te moleste que te llame así.

    No esperó una respuesta del joven, continuó caminando hasta detenerse frente al cáliz. Observó una última vez la brillante habitación y regresó la mirada hacia el joven un momento.

    —Espero poder verte de nuevo, también a Joey y a Mila. Suerte. —Le dedicó la más cálida de las sonrisas antes de regresar la vista al frente. Su postura cambió completamente, reflejando una determinación que parecía imposible que una jovencita tan vergonzosa y hasta ingenua como ella tuviese. Habló proyectando la voz con claridad—. ¡Yo te invoco!
     
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  20.  
    Tarsis

    Tarsis Usuario VIP Comentarista supremo Escritora Modelo

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    La luz se apagó llevándose consigo a la mujer y sólo quedó ese amable chico.
     
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