Explícito Círculos 2: Santos y Pecadores (Finalizado)

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Dark RS, 29 Agosto 2021.

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  1. Threadmarks: Pecadores. Pulga
     
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

    Capricornio
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    Título:
    Círculos 2: Santos y Pecadores (Finalizado)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    21
     
    Palabras:
    2179

    Pecadores: Pulga.



    Un terrible aire helado recorre cada rincón de la vieja iglesia, que desde hace veinte años se utiliza como orfanato mixto, y más recientemente, como orfanato exclusivo para niñas. El Centro para Jóvenes y Adolescentes de Ciudad Esmeralda ha sido el hogar de las niñas huérfanas que no han tenido la suerte de encontrar un hogar, y en algunos casos, desafortunadamente la mayoría, donde viven hasta que cumplen los dieciocho años y son enviadas solas al mundo.


    Cindy Zares es una pequeña niña de nueve años de edad, que ha pasado la mitad de su vida en dicho lugar. Tiene la mala manía, según las palabras de la hermana Gabriela, una de las monjas que cuidan a las niñas, de dormir bajo la cama. Siempre intenta despertar temprano, para que la hermana Gaby, como las niñas la llaman, no la regañe por encontrarse bajo la cama y amanecer llena de pelusas, polvo, y algunas veces, con bichos atrapados entre su dorado cabello.


    Despierta cerca de las cuatro de la mañana, se sacude un poco su camisón blanco, luego se pasa las manos entre el cabello, para asegurarse no tener nada enredado. Se mete rápidamente en la cama y se ríe por haber pasado otra noche sin haber sido descubierta.


    Pero la risa no dura mucho. Le llama la atención ver que Mónica, quien normalmente duerme en la cama a su derecha, no se encuentra ahí. Supone, al principio, que seguramente anda en el baño y pronto volverá. Al menos no cree que Mónica la haya ido a acusar con la hermana Gaby, no es la clase de persona que haría eso. Aunque, conforme más tiempo pasa, más se convence que si la fue a acusar. Espera un largo rato, ansiosa por ver si la hermana Gabriela entra por la puerta para reprenderla. Pasan diez minutos y nada. Media hora y nada. Se incorpora y se percata, alarmada, que ninguna de las cinco niñas con las que comparte la habitación están en sus camas. Están desordenadas, pero nadie en ellas.


    Se levanta y nota que la puerta está entreabierta. Se asoma con temor, pero no ve nada. No hay ninguna vela encendida, ni siquiera se ve el tan familiar pequeño destello en la lejanía. Lo cual es extraño, ya que normalmente hay una pequeña luz saliendo de la biblioteca, donde la madre superiora suele leer la biblia desde muy temprano en la madrugada, preparando todo para la catequesis de las más pequeñas.


    La única fuente de iluminación, si es que se le puede llamar así, es un tenue halo de luz de luna, que ingresa por un agujero de clavo en una las muchas tablas que cubren las ventanas. Todas y cada una de las ventanas y puertas de la vieja iglesia fueron tapiadas hace poco más de tres meses, a finales de enero o quizás principios de febrero, no lo recuerda bien. A ninguna de las niñas se les dijo el motivo de esto. Las mayores, desde entonces, parecen preocupadas todo el tiempo. Ellas, antes hablaban de cómo al salir del orfanato se convertirían en cantantes, pintoras, actrices o modelos, pero últimamente parecen haber perdido las ganas de salir. Tampoco han vuelto a haber viajes al parque, o al museo. Ahora que lo piensa, hace mucho que nadie entra o sale del orfanato, al menos no que ella se haya dado cuenta. Solo la hermana Marion, que salió más o menos en la fecha que se tapiaron las ventanas, pero nunca volvió.


    Avanza a tientas por los pasillos. Toca una maceta con solo tierra, la cual se ha volcado tantas veces que es increíble que no se haya quebrado aún. Antes tenía un hermoso arbusto que se resistía a morir, pero hace uno o dos meses que se secó de un día a otro y fue arrancado de raíz. Pasa la mano izquierda por la fría pared de cemento. Hasta que llega a la siguiente puerta. Se asoma. Pero ninguna de las seis niñas que ocupan ese cuarto están ahí tampoco. Lo mismo pasa con las otras siete habitaciones que revisa.


    La biblioteca está completamente a oscuras. Le da miedo hablar. Se siente como en una de esas películas de horror que las mayores les ponen a veces para asustarlas. Teme que algo vaya a atraparla desde las sombras. Se tropieza con un libro caído. Ahoga su grito con ambas manos. Si hay algo en las sombras y la escucha, de seguro se la comerá.


    Decide ir a las habitaciones de las hermanas. Están más allá de la capilla. Ese cuarto le da miedo, las figuras siempre parecen estarle mirando fijamente, como si le leyeran el pensamiento o, peor aún, vieran su alma. Abre con cuidado una de las grandes puertas de madera que dan a la capilla. Hay velas encendidas. Finalmente encuentra luz. Escucha un murmullo. Supone que todas deben estar en una misa y se les olvidó despertarla. Aunque no se explica cómo pueden hacer una misa tan temprano.


    Entra a hurtadillas, esperando que ninguna de las hermanas se de cuenta que está llegando tarde. Para en seco al ver a alguien que definitivamente no es una de las hermanas. Es un hombre; calvo, ojos negros como la misma oscuridad, su piel brilla pálida ante las cientos de velas que están encendidas por todas partes. Viste un hábito color rojizo que llega hasta el suelo. Carga un libro de cubierta negra en el que parece estar muy concentrado. Murmura algo que definitivamente no es español y que definitivamente no tiene prisa por entender. Su mente le dice que lo que sea que está escrito en ese libro, debe ser completamente lo opuesto a lo que dice la biblia.


    Retrocede con cuidado. Pero se resbala con algo, se golpea la espalda contra el altar, del que caen decenas de cirios, que ruedan en todas direcciones. Emite un leve quejido. Se da cuenta que se resbaló con algo rojo y espeso, que emana un olor nauseabundo, casi como oxidado.

    —Miren lo que trajo el gato —escucha decir una voz grave. Se trata del hombre del hábito rojo, que evidentemente escuchó todo el ruido que hizo al resbalarse.


    Cindy está al borde del llanto por el miedo. Ese hombre luce, sin encontrar una mejor palabra para describirlo y con el perdón de Dios y de la hermana Gaby, demoníaco.

    —Una última inocente... Creo que tengo toda la sangre que necesito, pero más nunca es mucho, ¿cierto? —se dice, mirando hacia un rincón.


    La niña voltea a mirar hacia esa misma dirección. Ve algo amontonado. Al principio no le ve forma. Pero cuando lo hace, se dice que no puede ser cierto. Son cuerpos, cuerpos apilados como ropa sucia en un rincón de la capilla. Sus amigas, las hermanas, la hermana superiora... incluso los bebés, todos en posiciones imposibles y manchados de sangre.


    Vomita irremediablemente. El hombre la patea, mandándola bajo el altar.

    —No ensucies el piso, arruinarás mi precioso trabajo.


    El del hábito toma el mantel púrpura del altar y lo arroja sobre el vómito. Luego se apresura a revisar algo en medio de la capilla, no tan cerca de donde Cindy vomitó. Algo que la niña reconoce como, nuevamente con el perdón de Dios y de la hermana Gaby, un círculo satánico como los de las películas de terror que tanto le asustan. Se trata de un círculo con un círculo dentro de otro círculo y una serie de símbolos extraños en circunferencia con el del interior y el superior a este, y uno más grande en el centro. Quiere pensar que está pintado con pintura roja y no sangre, pero le es difícil lograrlo.

    —Que bueno —respira tranquilo el hombre, al ver que su preciado círculo está intacto —. Al final no necesito a esta última mocosa, tengo todo lo necesario para invocar un Celestia de alto rango. Un caballero o incluso un duque. ¿Te lo imaginas? —se pregunta asimismo — Me ascenderían, a mí, el Hermano Zacarías. Pasaría a ser el Arzobispo Zacarías. Suena bien. Me darían mi propio país para predicar las enseñanzas del Salvador.


    La pequeña no tiene idea de lo que habla el hombre. Su cerebro e instinto de supervivencia le dicen que debe huir y rápido, pero su cuerpo no le responde. Quien se hace llamar el Hermano Zacarías, saca un largo cuchillo de entre su hábito. Está sucio con lo que parece ser sangre, se nota que le pasaron algo para limpiarlo, pero aún hay mucha sangre en la hoja.

    —Te prometo que esto te dolerá mucho —murmura el hombre, mostrando una sonrisa blanca.


    Cindy tiembla y su vejiga la traiciona, dejando salir todo su contenido. Puede sentir como está sentada en un charco de su propia orina y no le puede importar menos. El Hermano Zacarías corre hacia ella. Dos pasos es lo que llega a dar. Por descuidar el suelo, se termina resbalando con uno de los cirios. Cae de espaldas, y se golpea la cabeza contra una de las bancas. Un sonido, similar al que hace una rama al quebrarse, hace eco por la capilla y el Hermano Zacarías ya no se levanta más.


    El libro de cubierta negra cae abierto, entre dos hojas. Algo la hace gatear hasta ese libro, un presentimiento o una fuerza extraña que no entiende. Nota que está abierto entre dos hojas en las que aparece dibujado el mismo símbolo satánico que está pintado, con pintura roja y no sangre, insiste para sí misma, en el suelo. Un texto compuesto por letras extrañas, que no se parecen a los símbolos grabados en el círculo satánico, parecen bailar ante sus ojos. Ese baile, por alguna razón, les da sentido a las letras y a la vez no, como si pudiera leerlas sin problemas pero a la vez no entendiera lo que significan. Murmura algo que ni para ella tiene sentido. Está leyendo ese texto sin querer leerlo o eso le parece hace.


    Al finalizar, o creer que lo hizo, porque fue como si alguien más usara su boca para leer esas letras extrañas, que nuevamente son desconocidas, el círculo satánico comienza a brillar. Todo se vuelve blanco, casi da la impresión que todo hubiera sido consumido por una nada blanquecina. Dura tan solo cuatro o cinco segundos, y todo se vuelve a oscurecer, con solo las velas iluminando. La luz no la dejó ciega, como si no se hubiera tratado de luz en absoluto.


    Pero no todo está igual. La pintura roja que definitivamente no es sangre, está completamente seca y algo levita sobre esta. Da la impresión de ser un maniquí de porcelana muy blanca, sin rasgos faciales ni brazos, usando un vestido largo color gris cemento muy largo que no deja ver si tiene o no piernas, pero si Cindy tuviera que suponer, supondría que no las tiene. El vestido se mueve como si hubiera viento, pero no lo hay, la capilla tiene las ventanas tapiadas y las puertas cerradas.


    De pronto el vestido se abre desde el pecho hasta un metro hacia abajo, mostrando una monstruosa boca llena de colmillos y cientos de delgados tentáculos blancos que serpentean cual gusanos. Los tentáculos se apresuran a atrapar los cadáveres de las niñas, luego los de las monjas, terminando con los cuerpos de los bebés. Los cadáveres son, rápidamente, introducidos en el interior de la boca, por más imposible que parezca, todos los cuerpos entran ahí y son tragados de golpe, esto a pesar que el maniquí no es más grande que una mujer promedio. La boca se cierra, escondiendo los tentáculos y volviendo a ser eso, un vestido. Solo que ahora la niña sabe que no es un vestido, sino el cuerpo de ese maniquí monstruoso.

    —La ofrenda es satisfactoria —dice una voz proveniente del maniquí. Un ojo, en posición vertical, color dorado, aparece en el cuello del ser —. El pacto ha sido establecido.


    Cindy, con lágrimas en los ojos y segura que será devorada, comienza a retroceder lentamente a gatas. Se oculta detrás del altar. Se asoma, pero el maniquí o, mejor dicho, monstruo maniquí, no se encuentra donde estaba antes.

    —Humana Cindy Zares, yo, la Segunda Duquesa Celestia, Ulimina, prometo protegerte en cuanto tu vida dure. Por corto que sea ese tiempo.


    La voz provino desde detrás de ella. Se voltea, y ahí, justo detrás, casi a nivel de suelo, el monstruo maniquí la observa fijamente, con ese enorme ojo dorado desde su cuello.


    ****************************************************************
    Nombre: Cindy Zares
    Apodo: ---
    Afiliación: ---
    Edad: 9 años
    Género: Femenino
    Ojos: Verdes
    Piel: Blanca
    Cabello: Rubia
    *******************
    Nombre: Zacharias
    Apodo: Hermano Zacarías
    Afiliación: Santos
    Edad: 40 años
    Género: Masculino
    Ojos: Negro
    Piel: Blanca
    Cabello: Calvo
    ++++++++++++++
    Nombre: Ulimina
    Rango: Duquesa
    Raza: Celestia
    Afiliación: ---

    Saludos, estimado lector. Bienvenido a la continuación de Círculos, lo iré publicando en pares, una pequeña presentación a alguno de los personajes y luego un capítulo de historia. Espero lo disfruten y agradezco se tomen su tiempo para darle una oportunidad.
     
    Última edición: 29 Agosto 2021
    • Ganador Ganador x 1
  2. Threadmarks: Capítulo 01. Un Mundo en Ruinas
     
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

    Capricornio
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    Círculos 2: Santos y Pecadores (Finalizado)
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    Tragedia
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    21
     
    Palabras:
    1733

    Capítulo Uno. Un Mundo en Ruinas.



    La ciudad comienza a ser cobijada por la brillante y cálida luz del sol. Todo está en silencio. A pesar de ser una enorme ciudad, no se escucha nada más que el cantar de las aves y el ocasional gruñido de ciertas criaturas que han invadido por completo la ciudad.


    Donde antes había enormes edificios ahora hay montañas de escombros. Únicamente tres edificios parecen intactos, limpios, haciendo un extraño contraste con la destrucción y polvo que cubre todo el resto de la metrópoli. Vehículos yacen abandonados en la calle, algunos pocos intactos, aunque a la mayoría les falta una puerta o les fue arrancado el techo por algo o alguien con gran fuerza. En esos últimos hay manchas de sangre seca y cubierta de polvo o escombros desde hace mucho tiempo.


    Por excepción de unas cuantas, las casas, negocios y fábricas se encuentran en estados deplorables, como si algo inhumano hubiera embestido a su interior con una brutal fuerza y la única misión de destruir.


    En estas condiciones se esperaría hubiera cuerpos, o al menos huesos tirados en las calles. Pero no, algo de sangre seca en algunas partes, pero aparte de eso no hay evidencia alguna de lo que pueda haber ocurrido con los habitantes de tan enorme ciudad.


    —¡Auxilio! —se escucha la voz de una niña hacer eco entre las calles del área comercial.


    Cindy Zares, una niña de nueve años, huérfana desde mucho antes que aconteciera lo que algunos llamaron el Día del Juicio final, corre por las calles con todas sus fuerzas. Sucia. Con una blusa blanca llena de tierra y sudor, al igual que su falda azul marino. Sus zapatillas de goma maltrechas están en tan malas condiciones que puede sentir cada pequeña piedra que pisa, y esto le tiene los pies más que adoloridos. Carga un bulto gris claro estilo escolar, lleno con sus pocas posesiones en este mundo.


    Gira hacia la derecha, pasando frente a lo que alguna vez fue una verdulería bastante popular por tener los vegetales más frescos. A los pocos segundos, tan solo tres, lo que parece ser la cabeza de una serpiente venenosa, la persigue, volando. Se trata de una criatura que siempre ha sido solo una cabeza, de piel azul cielo, en lugar de escamas, que brilla hermosamente a la luz del sol. Vuela sin alas, solo levita, moviéndose en el aire de una forma imposible de entender, como si nadara. Mide dos metros de longitud y poco más de metro y medio de altura.


    Esta bestia reptilesca abre sus enormes fauces e intenta devorar a la pequeña cuando la tiene casi al alcance, de no haber sido por un tentáculo negro que atrapa al reptil, la hubiera alcanzado sin problemas. El tentáculo lleva a la cabeza de serpiente hacia una criatura similar a un maniquí blanco con vestido gris, la cual apareció de la nada. Introduce a la cabeza de serpiente en la boca de su cuerpo y se lo traga, a pesar de ser la cabeza de serpiente de un tamaño muy superior al maniquí. Da casi la impresión de tener, ese ser de vestido gris, un agujero negro en lugar de estómago.


    Más cabezas de serpiente aparecen desde el interior de las ruinas de los edificios cercanos, algunas de piel azul cielo y, en mayor medida, siete de cada diez, de piel color rojo fuego.


    Cindy no se detiene, continúa corriendo. No se dio cuenta de lo cerca que estuvo de ser devorada, ni se ha dado cuenta que pasó de tener un perseguidor a más de setenta. El maniquí, que se hace llamar Duquesa de los Celestia, Ulimina, lanza más tentáculos desde su boca, atrapando a casi veinte cabezas de serpiente al primer intento. Los devora. Atrapa otras diecisiete de inmediato. Algo la golpea desde atrás, lanzándola contra la calle, provocando un cráter que a la vez crea un pequeño temblor.


    Ulimina se levanta, da varias vueltas a una velocidad tal que casi parece un taladro, sacudiéndose el polvo de encima. Busca al culpable de haberle hecho eso. Obviamente tiene que ser algo o alguien más fuerte que las simples cabezas de serpiente que se estaba comiendo.

    —¿Quién se atreve a...? —cuestiona enfadada, hasta que ve al responsable y se calla de golpe.


    Un hombre joven, de piel grisácea, levita en el aire. Usa un traje rayado, color azul oscuro, con camisa negra y corbata verde. Sonríe hacia la maniquí. Ulimina sabe muy bien que esa apariencia no es más que un disfraz para parecer humano. Pero la presencia que este ser desprende no deja lugar a dudas de su identidad y eso la aterra como no lo había estado en mucho tiempo.

    —Oh, veo que han invocado a la Duquesa Celestia, Ulimina —comenta el de traje, bajando para estar a la misma altura que ella.

    —No...

    —¿He dicho que puedes hablar en mi presencia? —cuestiona el de traje azul oscuro.


    Ulimina retrocede, muda y no por voluntad propia. Un Inferno, del más alto rango, se encuentra ante ella. Busca a la humana con la que tiene un pacto. La ve perderse en una esquina, con las serpientes que no tuvo tiempo de devorar pisándole los talones.

    —Es una pena, tu protegida será comida por simples Buah, me pregunto si el primer mordisco lo dará un Inferno o un Celestia —muestra una gigantesca sonrisa de colmillos negros que físicamente no cabe en su rostro.


    Pierde la sonrisa. Levanta la mano, la cual se convierte en una lanza. Atraviesa a Ulimina justo en la cabeza. Fallando el corazón de la Duquesa por escasos milímetros. Falló deliberadamente, se da cuenta la Celestia. La maniquí, como último recurso, se vuelve polvo y se mezcla con la abundante suciedad de la calle. El de traje levanta los hombros despreocupadamente y se retira, desapareciendo en un instante.


    El cuerpo de la niña está por ceder. Lleva demasiado tiempo corriendo y ya no da más. Llora de miedo, porque se da cuenta que desacelera el paso y no es capaz de ir más rápido. Algo la jala hacia un callejón. Unos grandes brazos la aprisionan y una fuerte mano le cubre la boca. Es llevada tras un contenedor de basura. Escucha un "shhh" en su oreja. Apenas si logra respirar. La peste a podredumbre y sangre fresca le llena los pulmones.


    Un cabeza de serpiente, de piel roja, entra al callejón, mientras que las demás se dispersan en todas direcciones.

    —Sin ruido —murmura una voz masculina. De inmediato es dejada en libertad, al ser arrojada detrás del basurero, fuera de la vista del monstruo reptiliano.


    La pequeña se asoma. La curiosidad de lo que ocurre es mayor a su instinto de supervivencia. Un hombre joven se encuentra entre ella y la serpiente gigante que es solo cabeza. Es muy alto, más alto que todas las personas que ha conocido. También ancho, pero no gordo, no está segura como describir eso. Calvo. Usa un overol azul sin camiseta y botas de trabajo pesado. Carga un machete en cada mano. Ambas armas chorrean un líquido negro que en definitiva es la fuente del olor a podrido.


    La cabeza de lagarto sisea con fiereza, pero esto no lo hace retroceder. El monstruo abre la boca por completo y se abalanza sobre él. El hombre joven le da una estocada en la boca a la criatura, esto la para en seco. La bestia abre por completo sus ojos, que en poco tiempo pasan de verde a grises. Comienza a caer y al tocar el suelo, una especie de oscuridad se traga el cuerpo del ser, consumiéndolo por completo.

    —Ven conmigo si quieres vivir —murmura el hombre, comenzando a adentrarse aún más en el callejón. La niña no lo nota, pero una sonrisa se forma en su rostro ante su propio comentario. Es algo que el hombre joven siempre había querido decir.


    Cindy, sin más opción, lo sigue, manteniendo siempre una distancia de dos o tres metros entre ambos. El hombre de pronto se detiene, mira en todas direcciones, incluyendo arriba. Al estar satisfecho que no hay nadie, o más bien, nada, observándolo, levanta una pesada tapa de alcantarilla.

    —Pasa —se limita a decir.


    La niña lo mira con desconfianza. Él rueda los ojos, impaciente, no tiene tiempo para perder. En cualquier momento pueden llegar más enemigos y, aunque es capaz de defenderse por sí mismo, no puede asegurar que sea capaz de proteger a la niña si los rodean. El hombre refunfuña y comienza a bajar. Si la niña se quiere quedar atrás tampoco le va a rogar.


    Antes de darle tiempo de poner la tapa, la niña salta al agujero, cayendo en aguas negras que la mojan por completo. El hombre niega con la cabeza y termina de poner la pesada tapa de acero. Este baja con cuidado las escaleras y se apoya sobre el camino de cemento. Ayuda a la niña a salir del río de agua sucia.

    —Sígueme —ordena. Saca una pequeña linterna de luz led de su bolsillo y comienza a avanzar. La pequeña lo sigue, esta vez de cerca, por el temor de quedarse sola en ese lugar tan terrorífico y nauseabundo.


    Por el rabillo de su ojo le parece ver cucarachas y otros bichos arrastrándose por las paredes. Una enorme rata le pasa entre las piernas, provocando que grite de pánico. El joven voltea a morarla, niega con la cabeza y continúa avanzando. La niña lo sigue. Ve más bichos en la paredes que no se atreve a tocar. El sonido de agua cayendo es lo único que escucha. Casi se resbala en un par de ocasiones debido a lo resbaloso del impulcro suelo.


    Llegan hasta una amplia grieta en la pared, que de no saber donde se encuentra, es fácil pasar de largo. Entran a la grieta, luego de unos metros, una luz amarilla se comienza a ver a la lejanía.


    ****************************************************************
    Nombre: Cindy Zares
    Apodo: ---
    Afiliación: ---
    Edad: 9 años
    Género: Femenino
    Ojos: Verdes
    Piel: Blanca
    Cabello: Rubia
    *******************
    Nombre: ---
    Apodo: ---
    Afiliación: ---
    Edad: 19 años
    Género: Masculino
    Ojos: Negro
    Piel: Moreno
    Cabello: Calvo
    ++++++++++++++
    Nombre: Ulimina
    Rango: Duquesa
    Raza: Celestia
    Afiliación: ---
    ++++++++++++++
    Nombre: ---
    Rango: Lord Inferno
    Raza: Inferno
    Afiliación: ---
    ++++++++++++++
    Nombre: Buah (Cabeza de Serpiente Roja)
    Rango: Sirviente
    Raza: Inferno
    Afiliación: ---
    ++++++++++++++
    Nombre: Buah (Cabeza de Serpiente Azul)
    Rango: Sirviente
    Raza: Cesletia
    Afiliación: ---
     
    • Ganador Ganador x 1
  3. Threadmarks: Pecadores. La Macha
     
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

    Capricornio
    Miembro desde:
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    Mensajes:
    1,641
    Pluma de
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    Título:
    Círculos 2: Santos y Pecadores (Finalizado)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    21
     
    Palabras:
    1403

    Pecadores: La Macha.



    María Porras es una joven mujer de veinticuatro años de edad. Cabellera teñida de rubio, esto se nota por las raíces castañas que se comienzan a asomar. Ojos azules, herencia de su padre. Hoy, como cada tres días a la semana, trabaja en una peluquería, durante el día. Durante la noche asiste a clases de estética y maquillaje en el centro comunitario. Su sueño es convertirse en una famosa estilista y maquillar a los ricos y famosos. Una estilista de las estrellas.


    Uno de sus pasatiempos favoritos es escuchar los chismes que cuentan los clientes, en su mayoría mujeres, mientras les arregla el cabello. Y este día, los chismes son bastante extraños.


    A primera hora en la mañana, le cortó el cabello a una mujer mayor que habló sobre rayos negros y familias que desaparecieron de la noche a la mañana en su vecindario. Le dio poca importancia, supuso eran habladurías de una anciana que se estaba comenzando a poner senil.


    Casi a la hora de almuerzo, unas adolescentes pasaron a hacerse rayos. Ambas con la apariencia de ser lo que María llama snobs. Por qué eligieron esa peluquería, que está tan lejos de los vecindarios snob, es un misterio. Estas conversaron sobre la violación y muerte de una estudiante "pobrete" a principios de mes. Palabra usada por ambas para describir a la pobre chica muerta. También mencionaron como un chico guapo ha estado muy distante y serio desde ese suceso. María se pregunta si ese chico será el culpable de dicha tragedia. Muy posible, es la conclusión a la que llega luego de imaginarse toda una película de drama en su cabeza.


    En su hora de almuerzo, come mientras mira el pequeño televisor en el cuarto de descanso. Una presentadora pelirroja comenta algo sobre una nube negra que cubre por completo a los Estados Unidos desde hace ya dos días y que las comunicaciones con dicha potencia mundial se han perdido por completo. Apaga el televisor. Le parece que los noticieros se han vuelto más como tabloides que cubren cosas ridículas que como noticieros que cubren sucesos serios. No es posible que Estados Unidos esté aislado del resto del mundo. Suena como una teoría conspirativa de alguna clase.


    Para las tres de la tarde, una clienta comenta como uno de los tres edificios más altos de la ciudad parece haber sido abandonado. Algún chico sin nada que hacer seguramente hizo una llamada de broma diciendo que hay una bomba y tuvieron que evacuarlo, supuso otra clienta. La primera no lo cree así, ya que no habían policías ni bomberos a la vista.


    Un fuerte ruido, seguido de un terremoto afecta el vecindario. Una nube de polvo imposibilita la vista por algunos minutos. Cuando el polvo disminuye, todos en la peluquería salen a ver lo que ocurrió. Casi la mitad de un edificio, a solo tres cuadras al norte, fue destruido. Sorprendentemente, no es el mismo del que hablaban las clientes sino la Torre Central del Instituto de Electricidad. Las clientes observan boquiabiertas algo en el cielo. Un nuevo sonido fuerte y otra sacudida del suelo hacen que todos miren hacia el oeste. Otro edificio de oficinas, la torre Libeskind esta vez, el cuarto edificio más alto, acaba de caer por completo.


    Las clientas y demás empleadas vuelven a entrar corriendo a la peluquería. María se queda extrañada de esto. Pero su confusión no dura mucho, ya que al momento ve de reojo algo en el cielo. Pequeños puntos rojos y azules surcan el cielo de un lado a otro. Pero no se centra en ellos, sino en la enorme serpiente color verde que vuela en los aires. María siempre ha sido mala para calcular tamaños, pero esa serpiente es lo bastante larga como para rodear una cuadra entera con su cuerpo. Corre hacia la peluquería, baja la cortina metálica lo bastante como para pasar y ya estando dentro la termina de cerrar. Todas tiemblan de miedo. Las líneas de emergencia están saturadas, y al anochecer todos los teléfonos se apagan al mismo tiempo.


    A cada momento han estado escuchando algo derrumbándose, seguido por su respectivo temblor, o gritos de agonía en la calle. en un par de ocasiones oyen golpes en la cortina y gruñidos como si de fieras salvajes se tratara.


    Transcurren dos días desde que no se oye nada. Una de las clientas había intentado salir la noche del primer día, pero no llegó muy lejos y una cabeza de serpiente la devoró a las pocas cuadras. Sus gritos bastaron para que nadie más se atreviera a salir durante tres días enteros. La otra clienta enloqueció al tercer día, tomó unas tijeras y comenzó a atacar a las empleadas. Mató a la dueña del local, de una estocada mortal al corazón, e hirió gravemente a otra empleada. La clienta se terminó suicidando al darse cuenta de lo que hizo. La estilista que sufrió la grave herida, murió a las pocas horas, desangrada a pesar de los esfuerzos de sus compañeras por salvarla.


    María y otra empleada de medio tiempo, de nombre Julia, son las únicas sobrevivientes de las seis mujeres que se encerraron originalmente. Han pasado ya cinco días desde eso. Para la sexta noche, ambas deciden probar suerte y salir al exterior. Esperan que, con la protección de la noche, puedan buscar ayuda. Aunque, si quedara alguien que pudiera ayudar probablemente ya lo habría hecho, es el pensamiento que ronda la mente de María, pero, tanto por su salud mental como la de Julia, no lo dice en voz alta.


    Caminan siempre orilladas a los edificios, y corren al cruzar las calles. Llegan tan lejos como siete cuadras. Van en camino al apartamento de Julia, que es el más cercano, hasta que algo las detiene. Una anguila gigante, o mejor dicho, una gigante cabeza negra de anguila que fácilmente pasa los dos metros de altura y dos metros y medio de longitud, se encuentra en medio de la calle. Desgraciadamente, las vio venir mucho antes que ellas se enteraran de su presencia.


    El ser oscuro flota y se lanza, como una bala, hacia ellas. Un parpadeo le toma avanzar siete metros y devorar a Julia, excepto por sus piernas. Le dedica un gruñido a María, mostrando pedazos de Julia atorados entre sus verdes colmillos alargados y filosos como estacas. Se escucha un disparo que hace eco a varias calles de distancia. La anguila comienza a desintegrarse y caer, al tocar el suelo, una oscuridad, salida de la nada, consume lo que queda de su cuerpo.


    Cinco cabezas de serpiente, todas de piel rojo brillante, vuelan hacia el sitio donde se encuentra María, atraídos por el sonido del disparo. Ella los ve llegar, y se agacha con terror, esperando a que la maten. Dos disparos más y sonidos blandos, como de cortes en carne, se escuchan. Ella no se atreve a mirar, ni siquiera es capaz de respirar. De pronto, silencio absoluto. Aguanta la respiración e inmóvil durante casi dos minutos. Silencio al principio. Luego le parece escuchar a alguien respirando ruidosamente.


    Finalmente se atreve a mirar. A unos metros de ella se encuentran dos personas. El primero, joven, delgado, de cabello negro y ojos color avellana, vistiendo chaleco de cuero negro con el parche de una pandilla muy conocida en la zona, bordado en la espalda, pantalones jeans rotos, zapatillas de goma con punta de acero. El otro, notoriamente más alto que el primero, calvo, joven también, ojos negros, de contextura fornida pero no musculoso, vistiendo un overol azul y botas de trabajo cafés. El primero lleva una pistola en su diestra y un cigarro en la siniestra. El más alto, tiene bien agarrados dos machetes que gotean algo extraño que se asemeja a baba.

    —Buenas, preciosa —saluda el delgado —, tu principie azul ha llegado a salvarte el pellejo — guiña el ojo. El otro hombre rueda los ojos y murmura algo.



    ****************************************************************
    Nombre: María Porras
    Apodo: ---
    Afiliación: ---
    Edad: 24 años
    Género: Femenino
    Ojos: Azules
    Piel: Blanca
    Cabello: Rubia (Con raíces castañas)
    *******************
    Nombre: ---
    Apodo: ---
    Afiliación: ---
    Edad: 21 años
    Género: Masculino
    Ojos: Avellana
    Piel: Moreno Claro
    Cabello: Negr0
    *******************
    Nombre: ---
    Apodo: ---
    Afiliación: ---
    Edad: 19 años
    Género: Masculino
    Ojos: Negro
    Piel: Moreno
    Cabello: Calvo
    ++++++++++++++
    Especie: Malok (Serpiente Verde Gigante)
    Rango: Montura
    Raza: Inferno
    Afiliación: ---
    ++++++++++++++
    Especie: Polocion (Cabeza de Anguila Negral)
    Rango: Sirviente
    Raza: Inferno
    Afiliación: ---
     
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  4. Threadmarks: Capítulo 02. Pecadores
     
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

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    Título:
    Círculos 2: Santos y Pecadores (Finalizado)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    21
     
    Palabras:
    1696

    Capítulo Dos. Pecadores.




    Cindy tiene algunos problemas para adaptarse a la luz luego de haber estado en un túnel tan oscuro. Hace a frotarse los ojos, pero alguien la detiene, haciendo que pegue un brinco del susto.

    —No, cariño —le dice una voz femenina —, lávate las manos primero, porque se te puede meter una infección si te pasas las manos tan sucias sobre el ojo.


    Ya con la vista acostumbrada, observa a otras tres personas en ese sitio. Un hombre delgado que parece un pandillero, el cual fuma un cigarrillo que está por acabarse. Otro hombre, el mayor de todos los presentes, de cabello negro y ojos cafés, este usa una camiseta gris muy sucia y unos sucios jeans negros. Por último, la que la detuvo de restregarse los ojos, una mujer de cabello amarillo con café cerca de las raíces, la cual viste un pantalón beige con blusa amarilla.

    —¿Quiénes son...? —cuestiona la niña, retrocediendo un poco.

    —Ven, lávate un poco y responderemos a tus preguntas —le dice la mujer con dulzura.

    —Genial —se queja el de chaleco de cuero —, saliste a patrullar y volviste con otra boca para alimentar y lo peor es que se trata de una mocosa —arroja el cigarrillo al suelo y lo pisa.

    —Lo que sea —murmura el joven alto, para luego salir por otro camino distinto al que usó para entrar.


    Una media hora después, la niña, nerviosa y con el corazón latiendo aceleradamente, se encuentra sentada en una vieja silla de madera, con seis adultos ante ella. Uno de los adultos es la mujer rubia-castaña, otro es el que parece pandillero, o al menos es como los ha visto en la televisión, el tercero es el de camiseta gris. Las otras tres personas son; una mujer castaña y ojos azules que viste una falda larga amarillenta, blusa verde desteñida y un delantal de cocina, es algo obesa y la de mayor edad de todos, a finales de sus cincuentas. El quinto es un un hombre en sus cuarentas, con grandes entradas en su cabello negro opaco, ojos cafés, viste una camiseta blanca, unos pantalones de bombero café muy claro y botas grandes café oscuro. La quinta persona, es una mujer de entre treinta a cuarenta años, con ojos negros y cabello teñido en azul, con notorias raíces negras, ropa negra y aretes en su labio y nariz.

    —¿Quién rayos eres? —pregunta de forma agresiva el de chaleco. La niña se encoge asustada.

    —No seas grosero con la niña —regaña la rubia-castaña, golpeándolo en el hombro —. Discúlpalo, cariño, aunque parezca lo contrario, es un buen tipo, solo que con la educación de un perro callejero. Yo soy María, él —señala al del chaleco —es Brandon, todos le dicen Jefe, pero no te dejes llevar por el nombre.

    —Soy el jefe —señala él, sacando pecho de orgullo —. A ella la llamamos la Macha, el de gris es Electricista, la vieja por allá es la Cocinera, y esos dos son Bombero y la Gótica. Tu serás... —se queda pensativo un momento — la Enana, no, la Pulga.

    —No le pongas apodos a la niña —reprende la Macha —. De seguro tiene muchas preguntas, igual que nosotros. ¿Puedes decirnos cómo habías podido sobrevivir hasta ahora?


    La niña duda al principio, le cuesta trabajo confiar en estas personas, pero al menos no son monstruos cabezones. Les termina explicando que vivía en el Centro para Jóvenes y Adolescentes de Ciudad Esmeralda, los meses que vivieron escondidos y, finalmente, el encuentro con el monje de rojo y la maniquí llamada Ulimina.

    —Vaya, una Duquesa, ¿en serio? —dice Jefe, impresionado.

    —¿Quieres preguntar algo, cariño? —cuestiona María.

    —¿Qué pasó allá? —pregunta, señalando hacia arriba.

    —Un mal día, unos monstruos atacaron la ciudad sin previo aviso —explica la rubia-castaña —. No sé cómo, pero se supone un pequeño grupo logró traer criaturas de otro mundo y estos destruyeron la ciudad y quizás todo el país.

    —Esas criaturas —comienza a decir una voz acelerada, proveniente de detrás de Jefe — somos Infernos y Celestias.


    Una especie de ser simiesco aparece detrás del de chaleco. De pelaje café oscuro por todo el cuerpo, excepto en el rostro rojo, ni en las manos y pies negros. Sus ojos son como dos bolinchas de una tonalidad entre azul y verde. Una cola larga se asoma detrás de su cuerpo, casi en medio de la espalda.

    —Soy el Séptimo Noble de los Infernos, Horns —se presenta, mostrando una dentadura repleta de colmillos negros como agujas.


    La niña se cae de la silla y comienza a sollozar del miedo ante tal criatura. Le asusta más este ser peludo que la maniquí que a veces se le aparece.

    —No hay nada que temer. Este es mi compañero, tenemos un contrato —informa el de chaleco —. Puede que parezca un chango con cara de mierda embarrada, pero es de fiar.

    —Oh, qué amable forma de describirme —se queja el Inferno, rascándose el trasero.

    —Ignora a ese par de idiotas —pide la rubia-castaña —. ¿Te molesta si te pido traigas a esa Duquesa aquí?


    La niña, un poco más tranquila, la mira con confusión. No parece tener idea de lo que está pidiendo la mujer. Y al esta verla así, se da cuenta tiene que demostrarlo con el ejemplo.

    —Mira, cuando una persona hace un contrato con una de estas criaturas...

    —Celestias e Infernos —corrige nuevamente Horns.

    —Como decía, cuando una persona hace un contrato con estas... Celestias o Infernos —se asegura de decir, para no ser interrumpida nuevamente —, tienen la capacidad de llamar al monstruo del contrato con decirlo.

    —No monstruos, Celestias e Infernos —corrige Horns, rodando los ojos.

    —Ven, Noreve.


    Una ligera neblina comienza a formarse ante María. Luego esa neblina empieza a compactarse hasta formar una nube blanca, no mayor a un metro de longitud.

    —Esta es Noreve.

    —Para ser exactos —corrige el ser peludo —, es una Noreve Celestia, pero se llama K'ha Kulilili Mo'tt T'ak...

    —Ya, en serio —se harta la mujer de ser corregida.


    Horns frunce el ceño, salta y desaparece entre el techo, dejando atrás solo algunos pelos cafés, los cuales caen cual aserrín.

    —Lo intentaré... Ven... Ulimina... —murmura la niña con timidez. Siente mucho temor, ya que en el fondo cree que eso funcionará, y realmente no quiere ver a ese ser blanco de vestido gris.


    Polvo blanco comienza a elevarse de entre las fisuras del suelo, el cual se reúne en un solo sitio hasta formar a la Celestia Ulimina.

    —Heme aquí —dice el ser similar a un maniquí vistiendo un vestido gris. Presenta algunas fisuras en su cabeza.

    —¡Wow! —exclama Horns, cayendo del techo. Tiene la mirada fija en la Celestia, mostrando una sonrisa de mofa en su cara —. Nunca creí ver a un Duque o Duquesa Celestia en tal mala condición.

    —Un simple Noble Inferno no tiene el menor derecho a dirigirme la palabra de forma tan casual —reprende la Duquesa Ulimina.

    —Vaya, pero que pesadita —se continúa burlando el ser similar a un simio.


    El vestido de Ulimina se abre al nivel de abdomen y varios tentáculos negros salen volando hacia Horns. El simio cierra los ojos, esperando a ser destrozado, pero un sonido extraño lo hace abrir de nuevo los ojos. Un ser humanoide, hecho de una sustancia babosa transparente, con algunos órganos, no conectados entre sí, flotando dentro, tiene atrapados los tentáculos en su gelatinoso cuerpo.

    —Basta —se escucha decir una voz distorsionada, la cual proviene del ente gelatinoso —. Si continúan luchando podrían comprometer nuestra ubicación.

    —Lo siento —se disculpa el simio, sentándose en el suelo.


    Ulimina recupera sus tentáculos y cierra la boca en su abdomen. El ojo en su cuello se abre.

    Quinto Duque de los Infernos, Juliius —murmura con desprecio la Celestia.

    —Solo Juliius, si no te importa —permite la voz distorsionada —. Nos hemos matado tantas veces que pensaba éramos amigos.

    —No me hace gracia —escupe la maniquí.


    Cindy vomita del miedo, por ver una nueva criatura, que tiene los órganos visibles.

    —No hay razón para espantarse —la intenta tranquilizar Jefe —, esa cosa babosa es el compañero de Oso.

    —Se refiere al chico alto que te trajo aquí. Tiene un contrato con esa criatura hecha de babas —explica la Macha.

    —Inferno —corrige Horns.

    —Ese daño que tienes —señala Juliius —, si no ha sanado es porque te lo hizo un Lord o quizás un Serafo.

    —No es que le importe a un Inferno como tú, pero fue el Lord Inferno, Behl' H' Bhus —informa, de mala manera, la maniquí.

    —Tuviste suerte de salir con tan poco daño —comenta impresionado el simio.

    —¡Calla, mugroso Inferno! —grita la Celestia, abriendo la boca en su vientre.

    —Calma —pide Juliius —. Si comienzan a pelear los Lores y Serafos podrán encontrarnos.

    —¿Cuántos Lores y Serafos hay invocados? —cuestiona extrañada la Celestia, cerrando la boca.

    —Tres Lores y dos Serafos —interviene Horns —. Al menos que sepamos solo esos.


    María toma a Cindy de las manos y le sonríe.

    —Puede que luzcan aterradores, pero son nuestros aliados y no son tan distintos a un humano, ¿no te parece? —dice, para tranquilizarla.

    —No me siento muy bien —murmura la menor, muy pálida —. Necesito descansar...

    —Claro, has tenido un día muy pesado. Ven, te llevaré a donde puedas dormir un buen rato.


    La niña duerme durante día y medio.





    ****************************************************************
    Nombre: Brandon Chiles
    Apodo: Jefe
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 21 años
    Género: Masculino
    Ojos: Avellana
    Piel: Moreno Claro
    Cabello: Negr0
    *******************
    Nombre: María Porras
    Apodo: La Macha
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 24 años
    Género: Femenino
    Ojos: Azules
    Piel: Blanca
    Cabello: Rubia (Con raíces castañas)
    *******************
    Nombre: Cindy Zares
    Apodo: Pulga
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 9 años
    Género: Femenino
    Ojos: Verdes
    Piel: Blanca
    Cabello: Rubia
    *******************
    Nombre: ---
    Apodo: Oso
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 19 años
    Género: Masculino
    Ojos: Negro
    Piel: Moreno
    Cabello: Calvo
    *******************
    Nombre: Raúl Miñez
    Apodo: Electricista
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 36 años
    Género: Masculino
    Ojos: Cafés
    Piel: Blanco
    Cabello: Negro
    *******************
    Nombre: Angela
    Apodo: Cocinera
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 57 años
    Género: Femenino
    Ojos: Azules
    Piel: Blanca
    Cabello: Castaño
    ++++++++++++++
    Nombre: Ulimina
    Rango: Duquesa
    Raza: Celestia
    Afiliación: Pecadores
    ++++++++++++++
    Nombre: Horns
    Rango: Noble
    Raza: Inferno
    Afiliación: Pecadores
    ++++++++++++++
    Nombre: Juliius
    Rango: Duque
    Raza: Inferno
    Afiliación: Pecadores
    ++++++++++++++
    Especie: Noreve
    Rango: Sirviente
    Raza: Celestia
    Afiliación: Pecadores
     
    • Ganador Ganador x 1
  5. Threadmarks: Pecadores. Electricista
     
    Dark RS

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    Escritor
    Título:
    Círculos 2: Santos y Pecadores (Finalizado)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    21
     
    Palabras:
    1610

    Pecadores: Electricista.



    Raúl Miñez ha tenido un día muy pesado en su trabajo. Como técnico electricista siempre está yendo de un lado de la ciudad a otro, reparando desperfectos. Este día atendió cinco trabajos, uno de ellos, el segundo, quedó muy grabado en su mente, no por lo difícil, sino por lo que sucedió. Sucedió en el sótano de una de las torres que es propiedad de uno de los grandes empresarios de la ciudad, Tercera Torre de Magno & Asociados. O más bien, sería el más grande empresario desde la sospechosa muerte de James Libeskind, hace tan solo unas semanas.


    Asistió con dos asistentes, un problema de rutina. Saltos de voltaje. Simple de reparar y solo tuvo que dejar a un par de pisos sin electricidad por no más de quince minutos. El olor que provenía de ese sótano era inusual, más metálico de lo que debería ser. Uno de sus asistentes jura haber visto algo largo moviéndose entre las sombras. Algo muy largo. Pero por más que revisaron no encontraron nada.


    Lo que hizo memorable ese trabajo, de mala manera, fue un símbolo pintado en rojo en el suelo, espera fuera pintura al menos, el cual le dio escalofríos como nunca los había tenido antes. Se sintieron observados todo el tiempo.


    Se intenta sacudir esa mala experiencia de la cabeza, pero la tiene bien grabada en el cerebro. Se sirve una taza de café recién colado, para esperar a que llegue la hora de salida. Necesita ir a casa para relajarse con urgencia. De pronto alguien grita algo que suena como "serpiente".

    —¿Una serpiente en este piso? —comenta alguien más que estaba en la sala de descanso.

    —He visto cosas más raras —dice Raúl, recordando ese símbolo rojo en el suelo y la sensación de ser observado.


    Más gritos de terror se escuchan, seguidos de un fuerte estruendo que hace cimbrar con fuerza el edificio. Seguidos del primer estruendo, hay otros siete que no hacen tanto ruido como el primero, los cuales mantienen la edificación temblando. Las luces se apagan, paredes, techos y pisos en todo el edificio comienzan a colapsar. De pronto, silencio.


    Raúl cae de espaldas, apenas si algunos escombros lo golpearon, no siente dolor, por lo que supone no está herido. Se levanta, un tanto desorientado. Busca a Viniccio, quien estaba con él. Y lo encuentra cerca suyo, y lejos suyo también. Una viga cayó y lo partió por la mitad, matándolo al instante.


    Miñez logra quitar escombros de la puerta y pasa a la oficina. O lo que queda de esta. Una fuerte ventisca entra por un colosal agujero en la pared. Mientras avanza, se pregunta si habrá sido un ataque terrorista. Avanza, saltando los cadáveres de sus compañeros de trabajo. No encuentra a nadie con vida. De las veintisiete personas que, cree, estaban en la oficina al momento del siniestro, encontró a quince muertos. En cuanto al resto, espera hayan podido escapar, porque, de no ser así, cayeron por el hoyo en la pared a o fueron sepultados por los escombros.

    —¡¿Hola?! —grita con todas sus fuerzas. Comienza a toser por la cantidad de polvo que se mete en su boca — ¿Hola? —repite. Escucha con atención, pero solo oye el viento silbando.


    Saca su teléfono, marca al número de emergencias, pero una grabación le informa que todas las operadoras se encuentran ocupadas. Pierde por completo la señal en contra de toda lógica, ya que tenía las cinco barras cuando marcó. Intenta marcar nuevamente, pero no tiene éxito. Lo arroja con rabia contra el suelo, viéndolo partirse en pedazos. Suspira, arrepintiéndose de inmediato de haberlo hecho.


    Llega a la puerta y sale al pasillo, que también está en ruinas. Está por darle al botón del ascensor, cuando es consiente que es más peligroso usar un ascensor que quedarse donde está. Eso suponiendo funcione algún ascensor. Va a las escaleras, aunque están destruidas en algunas partes o llenas de escombros en otras aún puede pasar si salta algunos trechos o se va colgado de los barandales.


    Para el piso seis, ya es imposible seguir bajando por las escaleras, todo está lleno de escombros y no queda ni el menor espacio para pasar. Entra a ese piso. Si la memoria no le falla, y en este momento todo le falla, en ese piso están las oficinas de recursos humanos. Sin mayor sorpresa, todo está en ruinas y a oscuras. Se da cuenta, gracias a un reloj en la pared que parece funcionar, que ha pasado casi cuatro horas bajando las escaleras y ya es de noche.


    Hasta este momento se le ocurre que no ha escuchado sirenas. Ni la policía, paramédicos o bomberos han venido a socorrer a los sobrevivientes del ataque terrorista.

    —Ayuda —le parece escuchar decir a alguien. Cree que se trata de una mujer, pero fue muy débil y no puede estar seguro.


    Se apresura hacia el origen de la voz. Le alegra escuchar finalmente a otro sobreviviente de la tragedia. Está en una oficina grande, el vidrio de la puerta está quebrado y las letras del nombre del dueño de la misma se hicieron añicos. Antes de poder abrir, desde la parte quebrada del vidrio, ve algo que solo puede describirse como infernal.


    Una mujer yace en el suelo. Tiene el abdomen abierto y una criatura se alimenta de sus entrañas. Se trata de una especie de rata gigante, de ojos rojos que brillan en la oscuridad, pelaje negro como la noche misma y cola del doble del largo de su cuerpo. Su hocico chorrea sangre y parece alimentarse sin ganas.

    —Ayuda —pide la mujer, en voz casi inaudible.


    Raúl retrocede aterrado, esa cosa se está comiendo viva a esa mujer. Se va sin hacer ruido. Se siente como el mayor cobarde de la historia, pero ya no hay nada que pueda hacer por ella. Eres un cobarde, le reclama su cerebro.


    Un agujero en el piso de otra oficina es su boleto al quinto piso. Ayudado por unas cortinas consigue bajar. Ahí encuentra a otros dos sobrevivientes, que, al igual que él, no están mal heridos. Los tres repiten lo de bajar por hoyos en el suelo, asistiéndose por cortinas y cables, hasta que finalmente llegan al primer piso.



    Salen. No hay ni un alma en las calles. Algunas patrullas yacen estacionadas cerca, pero ni señas de los oficiales. Hay sangre salpicada en algunas partes.

    —¡Serpiente! —grita uno de los sobrevivientes que acompañan a Raúl, señalando hacia el cielo.


    Los otros dos voltean hacia donde señaló la persona que gritó. Ninguno de los tres da crédito a lo que ven. Es en efecto una serpiente en el cielo. Una gigantesca serpiente que bien podría rodear un edificio con su largo cuerpo, de escamas color verde brillante. Hermosa a la vista. Se quedan paralizados en el sitio, como si estuvieran hipnotizados por la presencia de tan titánico reptil. Observan como esa larga criatura derriba un edificio de oficinas al embestirlo. No pueden dejar de mirar. La criatura se sacude los escombros. Y un gran trozo de concreto se asegura de despabilarlos al caer a escasos metros de donde se encuentran.


    Esta vez corren, ninguno se interesa por seguir a los demás. Terminan huyendo en direcciones distintas. Raúl recorre varias cuadras, no está seguro de hacia qué dirección corrió o dónde se encuentra ahora. Consigue entrar en una tienda para mascotas, que extrañamente está intacta. Se mantiene atrincherado en ese sitio durante horas. Los animales se encuentran bastante tranquilos, como si no percibieran amenaza alguna afuera.


    En la madrugada, alguien levanta la cortina de acero desde fuera. Al no saber si se trata de una persona o algo más, se oculta detrás de unos sacos de alimento para perro. Apenas si deja un pequeño espacio para ver. Dos personas, vistiendo hábitos rojos, ingresan. Ambas personas calvas, con un símbolo extraño tatuado en sus cabezas, que desde donde está no alcanza a ver claramente.

    —¿Esta es la quinta tienda de la lista? —cuestiona la primera persona, una mujer por la voz.

    —Sí, luego de esta vamos a dos más y terminamos —responde la otra persona, revisando un teléfono celular. De los pocos que no se apagaron repentinamente al anochecer.

    —Me alegra que los animales sobrevivan a esto —menciona la primera.

    —No solo sobrevivirán, evolucionarán y heredarán la tierra. Qué envidia les tengo.

    —Mientras sigamos las enseñanzas del Salvador estaremos bien.


    El segundo saca un frasco de vidrio de su túnica, el cual está rotulado con el número 5. Una especie de humo sale de este y se esparce por la tienda. El cual entra a las jaulas de los animales. Los animales enloquecen por un momento, pero luego hay silencio. Las jaulas se abren solas y todos los animales salen por la puerta. Y quizás haya sido imaginación de Raúl por el miedo, pero puede jurar que el último en salir, un ratón blanco, comenzó a aumentar de tamaño.

    —Listo —dice el del teléfono —. A la siguiente dirección.

    —¿Te has preguntado qué pasará con las mascotas abandonadas por la personas que han muerto o huido?

    —No te preocupes, hay otros hermanos y hermanas encargándose de liberarlos y evolucionarlos mientras hablamos.

    —El plan del Salvador es absoluto y perfecto —dice la mujer, levantando los brazos en señal de alabanza.


    Raúl sobrevive comiendo alimento para perros durante los próximos dos días. Hasta que una conmoción lo lleva a conocer a un pandillero y un chico muy alto con machetes que lo salvan de lo que parecían ser dos cabezas gigantes de anguila.



    Nombre: Raúl Miñez
    Apodo: Electricista
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 36 años
    Género: Masculino
    Ojos: Cafés
    Piel: Blanco
    Cabello: Negro
     
  6. Threadmarks: Capítulo 03. Plan
     
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

    Capricornio
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    20 Marzo 2012
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    Escritor
    Título:
    Círculos 2: Santos y Pecadores (Finalizado)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    21
     
    Palabras:
    986

    Capítulo Tres. Plan.



    El grupo liderado por Brandon, alias el Jefe, se reúne, casi en su totalidad, en un gran espacio circular con paredes, piso y techo hechos de ladrillo viejo y mohoso. Varias cañerías, tanto de agua potable como de aguas negras, pasan por todas partes en este sitio. Este es el único lugar donde todos caben y donde se suelen realizar las reuniones. El lugar está iluminado gracias a un sistema de luces antiguas que por puro milagro aún funciona.


    Jefe preside, con la Macha a su derecha y Oso a su izquierda. Suelen realizar estas reuniones al menos una vez cada semana. Tratan temas como la cantidad de comida que tienen disponible, armas y reportes de la situación de la superficie.

    —Me temo apenas si queda comida como para dos semanas —comenta una mujer de casi sesenta años, algo obesa, de cabello castaño y ojos azules. Viste unos jeans negros, blusa amarilla con diseño floral, zapatillas de goma y un delantal blanco lleno de manchas. Su nombre es Angela, y antes de que el mundo se fuera a su fin, era cocinera en una secundaria.

    —Tendremos que salir a ver lo que conseguimos. De nuevo —se dice el de chaleco de cuero.

    —Aún no hemos visto las tiendas del suroeste —comenta Raúl, alias Electricista, mirando una libreta pequeña, donde lleva una especie de minutas de las reuniones y otros datos que considera importantes.

    —También podríamos entrar a los edificios de apartamentos y las casas, a ver si hay comida que pueda aprovecharse —añade la Macha.

    —Nos ocuparemos de eso hoy mismo —informa el de chaleco —. Iremos en tres grupos. Yo lideraré el que va las tiendas del sureste, no, suroeste. La Macha liderará el de las casas de habitación. Oso puede ir a los edificios de apartamentos. —El aludido asiente.

    —¿Quiénes irán en cada grupo? —pregunta la Macha.

    —Bombero, Oficinista y Niñera vendrán conmigo, Detective, Maestro y el Chino irán contigo. Oso se mueve mejor solo, así que nadie con él —propone Jefe.

    —¿Alguna objeción? —cuestiona María, alias la Macha. Todos niegan y se da por aceptada la propuesta.

    —Con eso listo, planearemos de una vez el ataque a los Santos y su glorioso "Salvador" —escupe Brandon.

    —Aún creo que es peligroso —menciona el hombre al que apodan Bombero.

    —No creo que nadie aquí esté cien por ciento seguro de llevar a cabo ese plan tan arriesgado —menciona la Macha.

    —Tengo mis reservas también —comenta la mujer a la que apodan Maestra.

    —Ya lo estudié con Plomero —informa Jefe.

    —Si se me permite decir algo —interviene el antes mencionado Plomero, quien posterior a la tragedia trabajaba como técnico hidráulico para la ciudad. Sus conocimientos de las alcantarillas y que se haya hecho de copias de los planos de las mismas ha sido la razón principal de la construcción de la comunidad bajo tierra —. Hace unos días logré desviar una cañería de agua a un pozo que ha estado en desuso desde hace años. Hay suficiente agua potable acumulada como para subsistir durante un par de años.


    Las personas comienzan a murmurar, discutiendo lo que acaban de escuchar.

    —¿Qué hay con el riesgo de inundación? —interroga Bombero, interesado por lo que tenga que decir sobre esto.

    —Debo admitir que existe una pequeña posibilidad de que ocurra una desgracia y las alcantarillas se desborden, dejándonos sin refugio —confiesa Plomero.

    —Pero —interviene Jefe —, si todo sale bien, dejaremos sin luz a toda la ciudad. Y de ser así, les daremos un fuerte golpe a esos bastardos Santos.

    —Teóricamente también se contaminarían sus fuentes de agua potable, con lo que serían dos grandes golpes —agrega Plomero.

    —Lo podremos a votación —dice la Macha —. Levanten la mano los que crean debemos llevar a cabo el plan.


    Veinte manos levantadas a favor. No hay necesidad de preguntar por los que están en contra, veinte es más de la mitad de los presentes.

    —Supongo que la mayoría ha hablado —suspira la Macha.

    —Muy bien —se dice Brandon, pensativo —. Saldremos poco después del medio día para ir a buscar provisiones y tendremos que estar de vuelta antes del anochecer.


    Pulga, la más pequeña del grupo, está confundida en cuanto a la decisión de salir a buscar provisiones durante el día. Le parece que sería mejor salir de noche, pero no dice nada, le da miedo hablar. Oso la nota confusa, rueda los ojos, con cara de fastidio.

    —Se sale de día, porque los Celestias e Infernos más fuertes suelen patrullar de noche —de pronto dice el enorme chico. Los demás lo miran confundidos por comentar algo así de la nada. La niña asiente, entendiendo la razón. Oso solo refunfuña y se queda callado.

    —Eh, sí... —agrega Jefe, sin entender lo que acaba de ocurrir.


    Se discute detalladamente el ataque a los Santos. Se concuerda que no todos participen, y que los demás huyan a las montañas, solo como precaución en caso de que ocurra una inundación. Por tener una Celestia de rango Duquesa, la pequeña Cindy es elegida por Jefe para ir a la misión. A pesar de ponerse a votación, y tener solo un voto a favor, la pequeña termina ofreciéndose, entendiendo, en esencia, la importancia de que el maniquí que la aterra participe.



    Nombre: Brandon Chiles
    Apodo: Jefe
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 21 años
    Género: Masculino
    Ojos: Avellana
    Piel: Moreno Claro
    Cabello: Negr0
    *******************
    Nombre: María Porras
    Apodo: La Macha
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 24 años
    Género: Femenino
    Ojos: Azules
    Piel: Blanca
    Cabello: Rubia (Con raíces castañas)
    *******************
    Nombre: Cindy Zares
    Apodo: Pulga
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 9 años
    Género: Femenino
    Ojos: Verdes
    Piel: Blanca
    Cabello: Rubia
    *******************
    Nombre: ---
    Apodo: Oso
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 19 años
    Género: Masculino
    Ojos: Negro
    Piel: Moreno
    Cabello: Calvo
    *******************
    Nombre: Raúl Miñez
    Apodo: Electricista
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 36 años
    Género: Masculino
    Ojos: Cafés
    Piel: Blanco
    Cabello: Negro
    *******************
    Nombre: Angela
    Apodo: Cocinera
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 57 años
    Género: Femenino
    Ojos: Azules
    Piel: Blanca
    Cabello: Castaño
     
  7. Threadmarks: Santos: Hermano Victor
     
    Dark RS

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    Título:
    Círculos 2: Santos y Pecadores (Finalizado)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    21
     
    Palabras:
    1396

    Santos: Hermano Víctor



    Víctor Chivo es profesor de historia en la Universidad de Comercio y Contabilidad de Ciudad Esmeralda. Es un hombre de poco más de sesenta años, con poco cabello color negro, ojos castaños, un particular bigote poblado casi gris, y es algo obeso. Normalmente viste un traje color vino, con zapatos y corbata del mismo color. Prepara en su oficina todo lo concerniente al plan de estudio del próximo semestre. Esto a pesar de que faltan algunas semanas para el inicio del mismo. Siempre se ha caracterizado por ser un hombre responsable, que se prepara de antemano.


    Es una tarde fresca, tanto así que no tiene que encender el aire acondicionado. Mientras escribe en un planificador, escucha una estación de música country en una pequeña radio. De pronto, Stardust de Willie Nelson es abruptamente interrumpida por estática. Trata de cambiar de estación, pero en todas recibe estática. Apaga la radio. Tocan a su puerta. Esto lo extraña, ya que, según él, no había nadie más en el edificio, aparte de algún conserje y el guardia de seguridad, claro está.

    —Adelante —permite, levantando una ceja, en señal de intriga.

    —Gracias —responde una chica entrando, cierra la puerta tras ella.


    El profesor Víctor Chivo observa a la chica, que toma a siento en la silla acolchada frente a su escritorio. Su cara le suena, probablemente una de sus estudiantes de semestres anteriores. El nombre Mariana le viene a la cabeza, de hace dos semestres, solo que está cambiada. No recuerda que fuera peliroja y menos que tuviera los ojos color rojo brillante. Claro que con tintes para el cabello y lentes de contacto una persona puede parecer otra totalmente distinta en cualquier momento.

    —Profesor Chivo, quizás no me recuerde, pero tomé su clase de Historia Clásica hace uno o dos semestres —informa ella.

    —Me parece recordarla.

    —Me alegro, porque usted dejó una fuerte impresión en mí —dice ella, sonriente.

    —¿Qué puedo hacer por usted, señorita Mariana? —normalmente no trata a los alumnos de nombre, pero no logra recordar el apellido de la joven.

    —Es sobre lo que nos enseñó sobre la teología antigua. Nos dijo que muchas culturas, aunque distantes en tiempos y geografía, comparten la creencia de que existen ángeles y demonios.

    —¿Qué hay sobre eso? —cuestiona interesado.

    —Verá, hay alguien que quiere conversar con usted justamente sobre ese tema, si le permite unos minutos de su tiempo.

    —¿Quién sería esa persona?

    —Esa persona sería yo —dice un hombre joven, que está de pie tras Mariana.


    Víctor salta de la impresión. Está seguro que la joven ingresó sola y no ha visto que la puerta se haya abierto desde que la misma la cerró. El joven detrás de Mariana no es mayor que ella, al contrario, parece más joven. Muy alto, moreno, aún con un traje de manga larga negro se nota es musculoso, cabello corto negro, ojos cafés vacíos y atemorizantes. Presenta una expresión seria que produce algo de escalofríos al mirarla. Y este joven, también se le hace familiar.

    —Me puede llamar Magno —dice, al momento que la chica se pone en pie para darle a él el asiento y pasar ella a pararse detrás. Víctor asiente, ya sabe de dónde le sonaba el rostro del joven, se trata del presidente de Magno & Asociados.

    —¿En qué puedo servirle, señorito Magno?

    —Solo Magno, si me hace el favor —pide, fingiendo una sonrisa.

    —Está bien, ¿en qué puedo servirle, Magno?

    —Profesor Chivo, ¿qué pensaría si le dijera que su tesis "Seres Extradimensionales: la Verdad sobre los Ángeles y Demonios", es cien por ciento correcta.

    —¿Perdón? — Se inclina hacia adelante, sumamente interesado. Por la seriedad con la que el joven lo dijo, no cree que esté bromeando.



    En un parpadeo, alguien vestido como una especie de mayordomo aparece de pie sobre el escritorio del profesor, en medio de este y Magno. Víctor alza la mirada hasta el rostro del recién aparecido. Tiene la cara gris, muy gris, ojos amarillos brillantes, labios rojos cual fuego. El mayordomo le dedica una sonrisa que no debería caber en ese rostro, mostrando cientos de pequeños colmillos negros.

    —Un gusto, soy el Lord Inferno, Behl' H' Bhus —se presenta el ser de piel gris.

    —Ba'al Z'vüv —murmura el profesor.

    —Qué horrible nombre —niega el Inferno —. Odio la forma en que los humanos degradaron mi nombre con el paso de los siglos.

    —Profesor —interrumpe Magno —, Behl' H' Bhus, es lo que, erróneamente llamaría, un señor del infierno, un gobernante de otra dimensión, si así lo prefiere. Con el paso de los milenios se le ha conocido con otros nombres. Belcebú, Baal Zebub o Ba'al Z'vüv, como usted lo llamó, son solo algunos de esos nombres.

    —¡Es imposible! —exclama el profesor, poniéndose en pie. Admira al supuesto lord demonio y se entusiasma.



    El de piel gris desaparece. Víctor se deja caer en la silla, sumamente agitado. Ni por un segundo le pasa por la cabeza que lo que acaba de presenciar pueda ser producto de su imaginación o una broma muy elaborada. Mira a los ojos a Magno. Es como mirar al abismo, solo que en este caso el abismo está mirando de vuelta.

    —Profesor, intente por favor tranquilizarse —pide el joven, con seriedad.

    —Perdone... —susurra, perdido en el abismo de los ojos de Magno.

    —Me informó, mi aquí asociada —señala a Mariana con un leve movimiento de su mano —, que usted sabe la localización del resto de los papiros que busco.



    Magno saca de un bolsillo interior de su saco un pergamino, lo extiende en el escritorio. Víctor Chivo lo estudia detenidamente.

    —Es un rollo de Qumrán —murmura, sorprendido. Es la primera vez que ve ese en específico, pero conoce otros. Este tiene escrituras indescifrables y el dibujo de un círculo triple con cuarenta y tres símbolos indescriptibles en su interior. El símbolo del medio es el de mayor tamaño.

    —Correcto —asiente Magno —. Hay quienes piensan que los rollos del mar muerto contenían libros de la santa biblia, más algunos que se supone no están en la misma. Pero no es todo lo que había ahí, ¿cierto? Había algo más que se conservó en el mayor de los secretos.

    —Correcto, había también una especie de caja de piedra, dentro de la que había una caja de metal, dentro de la que había una de bronce, y dentro de esta...

    —Otras cinco —interrumpe Magno —, plata, oro, jade, roble y la última de un metal negro que nunca se ha sabido qué era. Una verdadera matryoska.

    —Exacto, y cada caja tenía un candado, un sello y una advertencia que advertía, valga la redundancia, que nunca se abriera o sería el fin del mundo humano.

    —Estos papiros o pergaminos, son instrucciones de un antiguo sacerdote o quizás era un hechicero, en el que explica como invocar demonios y ángeles, como transferirlos a otro compañero, como matarlos y el último dice como traer a este mundo un... —hace silencio por un momento, pensando en la palabra correcta para describir lo que quiere expresar — evolucionador.

    —Interesante forma de decirlo. Creo que el pergamino lo llama el Líquido de la Vida Perfecta.

    —¡Exacto! —exclama.

    —Esos pergaminos llamaban a los demonios y ángeles como...

    —Infernos y Celestias —termina el joven—. Es el término correcto.

    —Si le digo dónde están los otros pergaminos, ¿qué hará con ellos? —pregunta el profesor de historia, acomodándose en su silla.

    —El fin del mundo humano —sentencia el joven, con una expresión vacía y seria.



    Víctor Chivo pasa la mirada de Magno a Mariana, esta sonríe, pero su sonrisa es una que se podría describir como la de una persona que ha perdido la razón. Voltea la silla hacia la ventana que da al patio, mira hacia el despejado cielo azul, considerando en si darle a Magno la localización de los otros pergaminos. Sin saber, que a este únicamente le falta uno de los cuatro pergaminos, el que enseña como traer a este mundo el Líquido de la Vida Perfecta.



    Nombre: Victor Chivo
    Apodo: Hermano Victor
    Afiliación: Santos
    Edad: 61 años
    Género: Masculino
    Ojos: Cafés
    Piel: Blanco
    Cabello: Negr0
    *******************
    Nombre: --
    Apodo: Magno
    Afiliación: Santos
    Edad: 18 años
    Género: Masculino
    Ojos: Oscuros
    Piel: Moreno
    Cabello: Negro
    *******************
    Nombre: Mariana
    Apodo: ---
    Afiliación: Santos
    Edad: 22 años
    Género: Femenino
    Ojos: Rojos
    Piel: Blanca
    Cabello: Pelirojo
    ++++++++++++++
    Nombre: Behl' H' Bhus
    Rango: Lord Inferno
    Raza: Inferno
    Afiliación: Santos
     
  8. Threadmarks: Capítulo 04. Represa
     
    Dark RS

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    Título:
    Círculos 2: Santos y Pecadores (Finalizado)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    21
     
    Palabras:
    1603

    Capítulo Cuatro. Represa



    Mediados de junio. La mayor parte de los Pecadores se refugiaron en las montañas, donde las ruinas de una antigua aldea sirven como sus cuarteles hasta que tengan noticias de Jefe o alguno de los demás. Únicamente seis se aventuran al plan que desde hace tanto se ha estado fraguando. Jefe, Oso, la Macha, Electricista, Plomero y, en contra de todo buen juicio, Pulga.


    Lo planeado es simple y depende mucho de que sean capaces de actuar antes de que los Santos los detecten. Pondrán cargas de dinamita en la represa. Eso arrasará con gran parte de la ciudad, pero también dejará sin electricidad a la ciudad entera, sus alrededores y muy probablemente contamine todas las fuentes de agua potable. Lo que dejará a los Santos en igualdad de condiciones que los Pecadores.


    Actúan de noche. Esta vez lo ven más prudente de esa forma. No son muchos los Infernos y Celestias que recorran esa zona, pero si han visto a personas de hábitos rojos en el sitio en otras ocasiones. Se separan en dos grupos, el primero conformado por Jefe y la Macha, quienes tienen la misión de desactivar las comunicaciones, y así evitar que alguien de la señal de alarma. Los demás estarán sobre la represa. Con Plomero y Electricista colocando las cargas de dinamita, mientras que Oso y Pulga, junto con sus compañeros Inferno y Celestia respectivamente, se encargarán de proteger a los dos primeros de cualquier enemigo.


    Brandon y María recorren las instalaciones. Sus pasos hacen eco, por más que intentan que no sea así. Las amplias ventanas les dan una impresionante vista del valle, que no tienen tiempo de apreciar. A la vuelta de un pasillo se detienen ante la presencia de una nube gris, ocultándose para no ser encontrados. Aunque sus pisadas ya habían alertado al gaseoso ser desde antes y los está buscando. Jefe le da una mirada a su compañera y esta asiente, comprendiendo lo que quiere decir. La nube blanca se forma ante ella, saca sus tijeras para cabello y las mete en el interior de su nube compañera. Las tijeras salen expulsando una especie de aura gaseosa, como si estuvieran congeladas.


    El de chaleco negro sale corriendo en línea recta. La nube gris lo percibe y le da persecución, al pasar por la esquina, María le incrusta al enemigo sus tijeras, lo cual provoca que la nube gris se comience a evaporar y sea tragada por un portal oscuro. Brandon regresa, asiente, dando a entender que ella lo hizo bien.


    Afuera, Guillermo, al que apodan Bombero, y Raúl, usan cuerdas de escalar para bajar las paredes de la represa, y así colocar las cargas. Colocan las primeras tres sin mayor contratiempo, faltando tan solo dos más.


    Un siseo llama la atención de todos. Rápidamente ven en las alturas a una enorme serpiente de color azul, la cual destaca hermosamente en el cielo nocturno.

    —Un Malok Celestia —comenta Juliius, el Duque Inferno compañero de Oso, apareciendo de entre el suelo. Ulimina aparece pocos segundos después.

    —Se aproximan más —comenta la maniquí.


    Oso atraviesa a Juliius con sus dos machetes, dejándolos llenos de algo baboso con olor a putrefacto.


    Pronto, diez Maloks de escamas celeste y doce de escamas verde aparecen en el horizonte, en camino a la represa. Oso levanta un machete y señala al más cercano de los reptiles, uno de tonalidad celeste. Juliius se lanza sobre este y lo golpea, enviándolo a chocar contra un edificio a varios cientos de metros de la represa. Los Maloks restantes se alarman y emprenden la retirada.

    —Solo venían por agua. Los Maloks son tímidos por naturaleza y solo atacan bajo órdenes de un superior —comenta Ulimina, dando a entender que si se ocultaban hubieran pasado desapercibidos.


    Juliius solo levanta los hombros en forma despreocupada, al mismo tiempo que una molesta y ruidosa sirena comienza a sonar.


    Oso da prioridad a subir a Electricista y Bombero, al ver que cientos de puntos de color rojo y azul comienzan a divisarse en la lejanía. Tiene que hacer un enorme esfuerzo para jalar el cuerpo de los dos hombres, especialmente porque estos dos no pueden ayudar mucho por lo rebaladizas que son las paredes.

    —Buahs y Ch' Hies, cientos de ellos, tanto Celestias como Infernos, vienen hacia acá —comenta el Duque Inferno, con su particular voz.


    Los Buahs son los seres que son similares a cabezas de serpientes y los Ch' Hies son los que son similares a las cabezas de los cocodrilos.


    El jefe y la Macha se encargan de su segunda nube enemiga, de una forma similar a la que usaron con la primera. Avanzan un poco más rápido, se dedican a buscar en la oficinas, pero todo parece estar vacío. Una alarma comienza a sonar.

    —Supongo es el final del elemento sorpresa —comenta Brandon. Horns se aparece a su lado.

    —Jefe... —murmura la Macha, señalando hacia una oficina más adelante, cuya puerta se está abriendo.

    —Buenas noches, jóvenes —saluda un hombre algo obeso, usando un traje color vino, el cual parece ser nuevo y hecho a la medida. Es de escaso cabello negro y ojos castaños. Trae una túnica roja doblada en su mano derecha.

    —Un Santo —advierte Jefe, al ver la túnica.


    El hombre sonríe divertido. Arroja la túnica al interior de la oficina de la que acaba de salir. Se acomoda la corbata.

    —Veo que llegaron hasta este lugar sin ser detectados —vuelve a sonreír. Casi parece que soportara las ganas de reírse.

    —¿Qué es tan gracioso, vejete? —cuestiona Brandon, frunciendo el ceño.

    —Nada —niega con la cabeza —. Solo es curiosa la forma en que funcionan las cosas.

    —Creo que está loco —susurra la Macha.

    —No lo dudo —produce una pistola desde su chaleco y apunta al hombre.

    —Me temo eso no sucederá —asegura el Santo.


    Una enorme nube negra, arrojando rayos, se forma de la nada entre ellos. El jefe dispara cuatro veces. Los cuatro tiros entran a la nube negra pero las balas salen debajo, sin fuerza, como si las hubieran dejado caer. La nube se disipa, mostrando que el hombre ya no está.

    —No me gusta esto —menciona la Macha.

    —¿Horns?

    —Se fue —informa el Inferno de apariencia simiesca.

    —¿Queda alguien más? —pregunta el pandillero.

    —Nadie que pueda detectar —niega el Noble Inferno.

    —Salgamos de aquí y ayudemos a los de afuera —pide la rubia-castaña.


    Sobre la represa, Oso consigue subir a Electricista. Bombero aún está a unos cien metros de la cima. Los Duques devoran a los cabeza de serpiente y cabeza de cocodrilo que se acercan a atacar. Pulga se mantiene oculta detrás de Oso, agachada y con los ojos cerrados por el miedo. El enorme chico le da la mano a Guillermo para subirlo de un tirón. Un fuerte sonido hace eco por toda la ciudad.


    Brandon y María corren hacia la parte superior de la represa, sintiendo lo fría la noche de golpe. Paran al escuchar algo que hace eco por todas partes.

    —¿Eso fue...?

    —Un disparo —asegura el pandillero. Continúan corriendo.


    Oso levanta a Bombero y lo sube. Raúl abraza a Cindy para que no mire. El enorme joven suelta al hombre que acaba de subir. Un agujero se muestra en la nuca de Guillermo.

    —Un francotirador —susurra Electricista. Oso asiente, mirando a su alrededor, como si buscara al responsable del disparo. Aunque es inútil, evidentemente el tirador está muy lejos.

    —Juliius, bombas —ordena el enorme joven.


    El ser gelatinoso le arrebata las bombas a Raúl y las mete en su propio cuerpo. Vuela hacia los dos sitios donde se suponen irían las otras bombas y las pega con la baba de su ser a la pared de la represa.

    —¿Qué sucedió? —pregunta Jefe, llegando en ese momento.

    —Guillermo... —señala Electricista.

    —¡Diablos! —grita el pandillero, al notar el cadáver de su compañero — ¿Las bombas?

    —Puestas —contesta con simpleza Oso.

    —¿El detonador? —interroga el de chaleco de cuero.

    —Lo tengo yo —informa Raúl.

    —Nos vamos, ahora —ordena el de chaleco.


    Los cinco corren hacia el interior de la represa, y de ahí salen hasta adentrarse en la montaña cercana. Continúan corriendo hasta que calculan están fuera del alcance del agua.

    —¡Coman mierda, malnacidos Santos! —grita Jefe, activando el detonador.


    De inmediato, las bombas estallan, haciendo varios hoyos en la represa, la cual, en menos de quince segundos cede y se derrumba por completo. Una titánica ola embiste el valle, llegando hasta la ciudad en cuestión de minutos, arrasando varias cuadras en su furia. Las pocas luces que se veían en algunos edificios se apagan.


    Viendo que todo resultó según lo planeado, excluyendo la trágica muerte de Guillermo, corren hacia las montañas, donde el resto los aguarda.



    Nombre: Brandon Chiles
    Apodo: Jefe
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 21 años
    Género: Masculino
    Ojos: Avellana
    Piel: Moreno Claro
    Cabello: Negr0
    *******************
    Nombre: María Porras
    Apodo: La Macha
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 24 años
    Género: Femenino
    Ojos: Azules
    Piel: Blanca
    Cabello: Rubia (Con raíces castañas)
    *******************
    Nombre: Cindy Zares
    Apodo: Pulga
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 9 años
    Género: Femenino
    Ojos: Verdes
    Piel: Blanca
    Cabello: Rubia
    *******************
    Nombre: ---
    Apodo: Oso
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 19 años
    Género: Masculino
    Ojos: Negro
    Piel: Moreno
    Cabello: Calvo
    *******************
    Nombre: Raúl Miñez
    Apodo: Electricista
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 36 años
    Género: Masculino
    Ojos: Cafés
    Piel: Blanco
    Cabello: Negro
    *******************
    Nombre: Victor Chivo
    Apodo: Hermano Victor
    Afiliación: Santos
    Edad: 61 años
    Género: Masculino
    Ojos: Cafés
    Piel: Blanco
    Cabello: Negro
    ++++++++++++++
    Nombre: Ulimina
    Rango: Duquesa
    Raza: Celestia
    Afiliación: Pecadores
    ++++++++++++++
    Nombre: Horns
    Rango: Noble
    Raza: Inferno
    Afiliación: Pecadores
    ++++++++++++++
    Nombre: Juliius
    Rango: Duque
    Raza: Inferno
    Afiliación: Pecadores
    ++++++++++++++
    Especie: Ch' Hies
    Rango: Sirviente
    Raza: Celestia/Inferno
    Afiliación: Santos
    ++++++++++++++
    Especie: Noreve Gre
    Rango: Líder Sirviente
    Raza: Inferno
    Afiliación: Santos
     
  9. Threadmarks: Santos: Hermano Klaus
     
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

    Capricornio
    Miembro desde:
    20 Marzo 2012
    Mensajes:
    1,641
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Círculos 2: Santos y Pecadores (Finalizado)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    21
     
    Palabras:
    1062

    Santos: Hermano Klaus.



    Klauss Hausson podría ser considerado un héroe de guerra, de no ser porque sus superiores lo inculparon por una operación encubierta que salió terriblemente mal. Un chivo expiatorio sin culpa. Le dieron de baja deshonrosa, a pesar de que los demás integrantes de su unidad abogaron por él. De eso hace ya diez años.


    De familia orgullosamente militar, fue rechazado por los suyos. Las explicaciones no valieron de nada para su orgulloso padre, el general. Se casó una vez, pero su esposa lo dejó luego de unos meses debido a las pesadillas y comportamiento distante de este. Trastorno de estrés post traumático, fue la conclusión del médico de seguridad social. Se le recomendó tomar terapia, pero nunca fue capaz de conservar un empleo estable como para pagarla. Por su baja deshonrosa, no pudo aplicar para el programa de veteranos de guerra, que da sesiones de terapia gratuitas a los excombatientes.


    Abandonado por su familia y la sociedad, se recluyó en las extensas montañas boscosas de Ciudad Esmeralda, específicamente en Montaña Minos. De eso hace cinco años, pero para él ha sido toda una vida. Actualmente, con cuarenta y ocho años de edad, aunque aparenta fácilmente sesenta, es un hermitaño que vive de las presas que caza en las montañas para sobrevivir. Es un hombre de altura promedio, muy fornido, ojos negros y ni un cabello en su cabeza rojiza por el sol.


    Un buen día, a finales de enero, vuelve con un reno a cuestas. La vida en las montañas le ha aumentado su fortaleza y resistencia física a niveles casi sobrehumanos. Y su puntería es de lo mejor, tanto así que puede acertarle a un ave en pleno vuelo a trescientos metros de distancia.


    Entra en su cabaña, para buscar un cuchillo con el cual despellejar al cérvido. Se paraliza al ver a alguien sentado en uno de sus sillones de tronco, bebiendo tranquilamente algo caliente en una taza, esto lo sabe por el vapor que despide la taza, que reconoce como una de las que había dejado en el fregadero esta mañana.

    —Buenas... —el extraño revisa su reloj —noches, señor Hausson. Disculpe por entrar sin permiso, pero no sabía cuánto tardaría en volver.

    —¿Quién es usted y qué hace en mi casa? —pregunta, apuntando al extraño con su rifle de cacería.


    Lo estudia. Es un joven muy alto y fornido. Cabello negro corto, ojos cafés vacíos. Intenta ubicar esa clase de mirada, pero solo logra pensar en los ojos de los depredadores antes de atacar. Es refinado, se da cuenta con solo verlo; buen aseo y manos cuidadas. No es la clase de persona que frecuenta las montañas. Se le cruza por la cabeza la pregunta de cómo llegó hasta aquí ese extraño, ya que no vio vehículo o caballo alguno en los alrededores, lo habría notado sin lugar a dudas.

    —Me puede llamar Magno —permite el joven, con una expresión seria —. En cuanto a lo que hago aquí; me gustaría proponerle algo, si me lo permite —hace un ademán con la mano, invitándolo a tomar asiento.


    Ni él mismo sabe por qué, pero toma asiento aceptando la invitación, baja el rifle. Magno le sirve una taza, de lo que ahora sabe es café. La sostiene, sin tomarla, solo mira al enorme joven que invadió su casa. Por alguna razón no es capaz de percibirlo como amenaza, pero al mismo tiempo lo considera más peligroso que una jauría de lobos o un puma hambriento.

    —Es una pena que alguien de su talento se pudra en las montañas, ¿no lo cree así, señor Hausson? —El ex militar asiente, sin saber bien por qué asiente. Supone que es por que este joven le da más miedo que un oso pardo. — ¿Qué pensaría si le dijera que el mundo humano como lo conoce está por perecer y que solo unos pocos sobrevivirán?

    —No sé...

    —Ya veo —dice Magno, jugueteando con la taza entre sus manos.

    —¿Por qué perecería el mundo?

    —No el mundo per sé, sino el mundo humano. —Klauss quiere preguntar cuál es la diferencia, pero su instinto le dice que no diga nada —. Y contestando a la pregunta, perecerá porque yo así lo he decidido.

    —¿Por qué me dice esto? —cuestiona el ex militar, sintiéndose incómodo. No cree que ese joven esté loco, en lo absoluto, parece alguien que habla muy en serio y que está en sus cinco sentidos.

    —Ya se lo dije; considero es una pena que alguien de su talento se pudra en las montañas.

    —¿Mi talento?

    —Klauss Hausson, tres años en el ejército, dos más en operaciones negras, ascendido rápidamente a teniente, dado de baja deshonrosa debido a una injusticia —los ojos del ex militar se abren por completo —. Oh, lo sé, estudié muy bien su currículo, señor Haussen. El comandante Jade cometió un grave error táctico y fue más fácil culparlo a usted que admitir que envió a siete buenos hombres y mujeres a morir por nada.

    —¿Cómo...?

    —Digamos que con dinero consigues lo que sea —se sirve más café, de un jarrón de latón que se encuentra a un lado del sofá.

    —¿Qué espera de mí?

    —Digamos que es algo un tanto... obscuro.

    —¿Es decir?

    —Necesito un asesino que mate a quien se le ordene. Un mercenario, si lo prefiere ver de otra forma.

    —¿Y si me niego?

    —Se pudrirá en la montañas —sentencia, con tal seriedad que a Klauss se le hela la sangre. Trata de levantar su rifle para dispararle, pero ya no está en sus manos, ni a su lado, ni en el suelo.

    —No quiero que crea que lo amenazo, señor Houssen —menciona Magno, sosteniendo el rifle en sus manos, pero desde el cañón. Se lo devuelve al hombre con total serenidad. —Tengo unos rifles mucho mejores que podría usar. Grado militar. Solo considere mi oferta —se termina el café de un sentón, se pone en pie y camina hacia la puerta. Un helicóptero se escucha llegar, el cual aterriza justo frente a la cabaña —. Tiene hasta el final del mes, si para entonces no ha ido a la Torre Magnus a buscarme, sabré su respuesta.


    Nombre: Klauss Hausson
    Apodo: Hermano Klaus
    Afiliación: Santos
    Edad: 58 años
    Género: Masculino
    Ojos: Negrs
    Piel: Blanco
    Cabello: Calvo
    *******************
    Nombre: --
    Apodo: Magno
    Afiliación: Santos
    Edad: 18 años
    Género: Masculino
    Ojos: Oscuros
    Piel: Moreno
    Cabello: Negro
     
  10. Threadmarks: Capítulo 05. Ruinas
     
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

    Capricornio
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    Título:
    Círculos 2: Santos y Pecadores (Finalizado)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    21
     
    Palabras:
    1270

    Capítulo Cinco. Ruinas.



    Jefe y los demás llegan al punto de encuentro luego de tres horas de viaje entre el bosque. Se trata de las ruinas de una pequeña aldea, muy cerca de la cima de la montaña Ignis, la cual no se sabe por qué razón fue abandonada. Aunque los rumores apuntan a que algo tuvo que ver el laboratorio en la cima de la montaña, que hace años se encuentra desierto.


    Antes de salir de entre una arboleda, Oso, que va adelante, se detiene y extiende la mano derecha para que los demás se detengan. Casi golpea a Brandon con el repentino movimiento.

    —¿Por qué mierda te detienes? —pregunta Jefe. Oso señala hacia el frente.


    La Macha se apresura a abrazar a Pulga para que no vea. Siente que, de haber comido algo, vomitaría. Electricista saca un revolver de su cinto y observa en todas direcciones, sumamente nervioso.

    —Esos malnacidos... —se limita a susurrar el de chaleco de cuero, ante la horrible escena que se encuentra más adelante.


    Siete cadáveres yacen al descubierto, frente a las ruinas de un edificio que alguna vez fue una bodega. Cada uno asesinado de manera brutal y obviamente dejados en exhibición para cuando ellos llegaran y se horrorizaran.


    Reconocen a cada uno de ellos. La primera, partida por la mitad por una lata de zinc oxidada, Tatiana Hidalgo, su apodo en el grupo era Niñera, apenas si pasaba los dieciséis años, era la más joven del grupo hasta la llegada de Cindy. El segundo, Oficinista, Luis Cervantino, crucificado de cabeza. La tercera, Maestra, Filomena Janueth, desmembrada, su tórax y cabeza yacen sobre un barril oxidado, de sus miembros no hay ni rastro. El cuarto, el Vago, Julio, nadie sabía su apellido, su cabeza yace empalada en un bidón de agua grande lleno de su propia carne, sangre, órganos y huesos triturados. El quinto, Plomero, Primitivo Cruz, irónicamente fue crucificado en una pieza de madera en forma de X. La sexta, Kirlia Gardevo, o mejor dicho, su piel, yace extendida entre dos postes de madera como una alfombra secándose al sol, la apodaban Marilyn por un lunar en la comisura de su boca. El séptimo, al que llamaban el Chino, era un miembro de una pandilla rival a la de Brandon, y ese mismo era su apodo en la pandilla. Este último está sentado en una silla, sin camisa y sin cabeza. Reconocen que se trata de él por el amplio tatuaje de tigre en su pecho.

    —Los mataré —gruñe Jefe, soportando las ganas de gritar.

    —¿Qué pasa? —pregunta con miedo Pulga.

    —Nada —le susurra la Macha, sin dejarla mirar —. Vamos por este lado por unos momentos. —Se la lleva.

    —¿Qué habrá sucedido con los demás? —pregunta Electricista, tomando con fuerza su revolver. Le tiemblan las manos de tal forma que parece que se le va a salir un tiro.

    —¿Horns? —cuestiona jefe.

    —Ocultos —menciona el simio, saltando desde la copa del un árbol y cayendo ante ellos —. No hay nadie aparte de los que conocemos. Seguramente los que hicieron esto ya se fueron —dice, mientras se saca un moco naranja, se lo limpia en el pelaje del estómago.


    Oso avanza hacia el lugar donde están los muertos. Los pasa de largo y continúa hacia la vieja bodega, donde, por suerte, encuentra una pala y un azadón, algo antiguos, pero funcionales. Se quita la camiseta y la arroja a un lado, sobre un viejo barril de madera. Comienza a cavar.

    —¿En verdad es seguro? —pregunta Electricista.

    —Sip, totalmente —asegura el Noble Inferno —. No detecto a nadie desconocido cerca, ni tampoco algún Inferno o Celestia. Aunque si hay alguno de alto rango y que oculta su presencia me sería imposible decirlo.

    —No hay Duques, Duquesas o Caballeros en las cercanías —comenta Ulimina, apareciendo de entre la tierra.

    —Esperemos que no hayan Lores o Serafos, que a esos nos los detectan ustedes dos —menciona Hors, subiendo un árbol con una gran agilidad.


    Brandon y Raúl se unen a Oso para cavar tumbas para sus compañeros. Luego de una hora, los que se ocultan en el bosque se atrevan a salir. Veintiún personas. Algunos se unen a los tres primeros para cavar. Otros acondicionan las casas en mejores condiciones para pasar la noche. Mientras que cinco salen a cazar y recolectar comida para la cena.


    Por lo duro de la tierra, y tener tan malas herramientas, terminan de enterrar a sus amigos caídos ya muy entrada la noche. Al final no encontraron las partes restantes de los cuerpos. Suponen que algún Inferno o Celestia los devoró. Cosa que se confirmó gracias a que varios de los sobrevivientes lo contaron. La mayoría come en la bodega, que es el edificio más grande disponible.

    —¿Quién hizo esto? —pregunta Brandon, acabando de cenar. Tira el plato de latón a un lado, sin mucho cuidado.

    —Fue una chica de cabello y ojos rojos —informa Detective. Su nombre real es Leonardo Fogarata. Un policía retirado que había comenzado a dedicarse a detective privado poco antes de que ocurriera el Día del Juicio Final —. Muy joven, veintitantos, pálida como si no saliera mucho. Vestía túnica roja con bordados dorados. Era una maldita Santa. Se hacía llamar la Arzobispa Mariana.

    —Vino con quien creímos era una persona encapuchada en negro —agrega Doctor. Su nombre real es Carlos Javier, médico de cabecera retirado.

    —Pero se quitó la capucha y no había nada abajo —añade Detective, recordando lo mucho que lo sorprendió eso.

    —Lo raro es que al tener la capucha arriba, puedo jurar se le veía un rostro ennegrecido —dice el Gordo. Nombre por el que apodan a Gabriel Orosí. Apodo que no tiene muy contento al hombre.

    —¿Parecía flotar? —pregunta de pronto Horns, apareciendo detrás de Jefe. Su repentina aparición hace gritar a algunos.

    —Calma —pide el de chaleco de cuero —. ¿Te suena de algo?

    —Mmmm... —se mantiene pensativo por unos momentos, cruzando sus velludos brazos —. Es posible se trate del Séptimo Duquesa Inferno, Ill.


    Los presentes comienzan a murmurar. El miedo es mas que evidente en ellos. Mas o menos se les ha explicado sobre la jerarquía de los Infernos y Celestias, y los que se clasifican como Duques y Duquesas son los segundos en rango. Siendo estos capaces de hacer cosas que los humanos no son capaces ni de imaginar.


    Por ese día, permanecen en esa aldea en ruinas. Ninguno es capaz pegar un ojo en toda la noche. Llantos, gritos ahogados y rezos seguían a cada mínimo ruido en el exterior.


    Al día siguiente, deciden volver al refugio de las alcantarillas. Donde siempre se sentían a salvo. No sin antes esperar a que Oso revisara que no se hallaran enemigos dentro que los fueran a atacar y que el agua no hubiera inundado las alcantarillas al punto de volverlas inutilizables. Por suerte para todos, ninguno de los dos escenarios sucedió.



    Nombre: Brandon Chiles
    Apodo: Jefe
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 21 años
    Género: Masculino
    Ojos: Avellana
    Piel: Moreno Claro
    Cabello: Negr0
    *******************
    Nombre: María Porras
    Apodo: La Macha
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 24 años
    Género: Femenino
    Ojos: Azules
    Piel: Blanca
    Cabello: Rubia (Con raíces castañas)
    *******************
    Nombre: Cindy Zares
    Apodo: Pulga
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 9 años
    Género: Femenino
    Ojos: Verdes
    Piel: Blanca
    Cabello: Rubia
    *******************
    Nombre: ---
    Apodo: Oso
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 19 años
    Género: Masculino
    Ojos: Negro
    Piel: Moreno
    Cabello: Calvo
    *******************
    Nombre: Raúl Miñez
    Apodo: Electricista
    Afiliación: Pecadores
    Edad: 36 años
    Género: Masculino
    Ojos: Cafés
    Piel: Blanco
    Cabello: Negro
    ++++++++++++++
    Nombre: Ulimina
    Rango: Duquesa
    Raza: Celestia
    Afiliación: Pecadores
    ++++++++++++++
    Nombre: Horns
    Rango: Noble
    Raza: Inferno
    Afiliación: Pecadores
    ++++++++++++++
    Nombre: Juliius
    Rango: Duque
    Raza: Inferno
    Afiliación: Pecadores
     
  11. Threadmarks: Santos: Hermana Raquel
     
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

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    Título:
    Círculos 2: Santos y Pecadores (Finalizado)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    21
     
    Palabras:
    1571

    Santos: Hermana Raquel.



    Es el último día de enero. Rachel Glass es una mujer de veintiocho años. Policía de profesión, por presión de su padre. Es baja y nada esbelta, de ojos verdes y cabello negro. Este día se encuentra en el Centro de Atención Institucional de Ciudad Esmeralda, conocido también por su siglas como CAICE, un nombre elegante puesto a la prisión más grande de la ciudad. También es la que cuenta con la mayor seguridad, y por buenas razones, los criminales más peligrosos y violentos son encerrados en este lugar. Pero, su presencia ahí no es una visita social, ni mucho menos por trabajo, tampoco es una reclusa. Sus motivos para estar ahí son mucho más oscuros, aún más de lo que ella misma esperaba.


    Alguien se le acercó hace unos días y le ofreció mucho dinero si conseguía acceso a dicha penitenciaria. Le fue fácil, como su madre solía decir; los hombres son idiotas. Seducir a un guarda de dicha prisión y robarle un juego de llaves fue pan comido. Al principio creyó que sería una fuga, o algo similar. Dinero fácil. Pero la razón de las personas que la contrataron no era sacar a nadie, al contrario, la idea era que nadie saliera con vida de ahí.


    Magno, el ahora mayor magnate de Ciudad Esmeralda, desde la muerte de Libeskin, junto con una chica que parece ser de medio oriente, asesinaron a cada guardia y trabajador de ese sitio en pocas horas. Luego de eso, asesinaron a los presos, uno por uno, desangrándolos y usando esa sangre para pintar algo en el patio de recreación del CAICE. ¿Símbolos satánicos? Rachel no tenía ni idea, pero si hubiera tenido que apostar, hubiera apostado a que sí.


    Ciento trece muertes en total, para el momento que dan por terminado lo que pintaban en el patio. Asesinos, violadores, traficantes, pedófilos y estafadores, siendo Rachel sincera consigo misma, no cree que fuera una enorme pérdida para la humanidad.


    La chica de apariencia de medio oriente recita algo en un idioma extraño. "Los extranjeros y sus lenguas raras", es lo que primero que le cruza por la cabeza a la oficial. Pero, en el fondo, no cree que esas palabras tengan sentido en ningún idioma conocido por la raza humana. Lo que esa chica de piel oscura y ojos dorados recita ante el símbolo no debe ser de este mundo. Un rayo negro cae sobre la sangre, oscureciendo todo por unos segundos. Al aclararse de nuevo, aparece una mujer, o al principio Rachel creyó que se trataba de una mujer. Está casi por completo cubierta de vendas blancas, como una momia, con cuatro ojos, de distintos colores; rojo, azul, verde y negro, con la boca cocida con lo que parecen ser grapas muy gruesas. En lugar de cabello presenta trozos delgados de carne, la cual chorrea mucha sangre. Con los brazos aprisionados entre las vendas. La sangre negra que cae de su cabello, por llamarlo así, pudre el cemento y lo desintegra poco a poco, como si se tratara de ácido.

    —Hizo un buen trabajo, señorita Glass —alaba Magno, sorprendiéndola.

    —¿Gracias? —responde nerviosa, retrocediendo.

    —El dinero que se le prometió está depositado en su cuenta, puede revisarlo en línea en cuanto guste —informa él, con una expresión seria.

    —¿Qué es eso? —cuestiona, señalando hacia el ser de vendas.

    —Es el fin del mundo humano —sentencia Magno, con tal seriedad que la mujer no tiene dudas de que sea cierto.

    —Por cierto —produce dos dagas, con grabados indescriptibles en la hoja, una con empuñadura de oro y la otra de plata, las cuales le ofrece —, si mata a muchas personas con estas dagas, invocará un protector.

    —¿Un protector? —cuestiona, mirando los símbolos en una de las hojas. Consta de tres círculos, uno dentro de otro y este dentro del tercero, con símbolos que le son imposibles de describir y probablemente de replicar.

    —Suponiendo quiera sobrevivir, y siempre que esté a mi servicio, claro está.

    —Yo...

    —Piénselo, tiene hasta el final del día. Y ya que está en eso, mate a los cinco presos que no sacrificamos. Sería muy cruel dejarlos morir de hambre, ¿no le parece?


    Rachel asiente, más por miedo que por otra razón. Se metió en algo realmente malo. Maligno. Se guarda una de las dos dagas en el bolso, dejando la de empuñadura de plata en su diestra. Va hacia la sección en donde aún quedan cinco presos con vida. Están dormidos, de alguna forma, ese chico Magno durmió a todos los reos. ¿Usó algún gas? ¿Hipnosis? ¿Algo maligno y desconocido? Decide no darle más vueltas al asunto, por su salud mental. Revisa su estado de cuenta por medio de su teléfono. Efectivamente depositaron cinco millones de aurums en su cuenta, pero algo le dice que pronto eso no tendrá el menor valor.


    Degolla al primero de los presos. Un asesino. Casi vomita al hacerlo, pero pensar en el crimen que cometió la ayudó mucho. Sigue con otro asesino, este mató a su esposa e hijos bajo la influencia de las drogas. Este fue más fácil de matar. El tercero, era un estafador. Le tembló la mano al quitarle la vida. El cuarto estaba cumpliendo dos años por matar a un peatón por manejar en estado de ebriedad, que tuviera antecedentes de violencia doméstica fue un incentivo a terminar con él. Por último, otro asesino. Un patricida. Una persona que asesinó a su propio padre a sangre fría. Al verlo bien no puede dejar de pensar que tan solo es un chico. Un enorme chico, calvo, grueso y moreno. Le clava la daga en el pecho, pero calcula mal y golpea una costilla.


    El dolor hace al enorme joven despertar. Toma a la mujer del cuello, le toma la mano con la que sostiene la daga y se la aplasta. La envía a volar contra la pared. Se saca la daga, ahoga el grito al mantener la boca firmemente cerrada. La hoja del arma con la que fue atacado tiene un grabado muy extraño, de un rojo brillante. No lo sabe, pero eso rojo brillante es su sangre mezclada con la de los otros cuatro prisioneros que acaban de ser asesinados.


    No es listo, pero tampoco tan tonto como para no saber que algo malo ocurre. Huye. De reojo ve a los presos muertos. En su camino pasa algunos guardias tirados en el suelo, sin duda muertos también. Llega a un callejón sin salida. Una amplia ventana con barrotes de acero es su única forma de salir. Es fuerte. Muy fuerte. Lleva un año preso por asesinar a su padre, y no ha hecho nada más que ejercitarse día y noche. Toma el barrote que parece ser el más débil y lo comienza a jalar. Las venas en sus brazos y cuello se tensan por el esfuerzo. Luego de unos dos minutos, logra sacarlo. Calcula que necesita quitar al menos otros dos para poder pasar. Es una caía de dos pisos, pero igual lo prefiere a seguir encerrado. Además, su instinto le dice que no debe quedarse más tiempo en ese sitio.


    Rachel Glass, a duras penas sale de esa zona de celdas. Su mano derecha está completamente destrozada. Por casualidad llega al pasillo donde se encuentra el chico que se le escapó. Se oculta tras una esquina al verlo. Lo ve arrancar un barrote. Alguien le pasa al lado, sin siquiera mirarla. La presencia de la maldad pura, es lo que piensa la mujer al ver a Magno pasarla.

    —Vaya fuerza —felicita el Magno, acercándose al enorme recluso —. ¿Puedo intentarlo?


    El preso retrocede ante la presencia de esta persona. Es aún más alto que él. Muy fornido. Expide una presencia que le atemoriza. Lo ve tomar dos barrotes, los mismos que debe arrancar para poder pasar, uno con cada mano, los comienza a jalar y en pocos segundos los arranca. Los usa para romper la ventana. Se asoma.

    —Vaya, una caída de dos pisos. Qué valor.


    El recluso murmura algo ofensivo que Magno no llega a escuchar. De inmediato se la lanza con la daga preparada, con el fin de matarlo. Pero el enorme joven de mirada seria lo agarra de la muñeca y al presionarla con fuerza lo obliga a soltar el arma, dejándola caer por la ventana. Se escucha como si algo explotara abajo. Magno sabe lo que sucedió y suspira negando con la cabeza. Empuja al recluso por la ventana. Lo ve caer, y también ve como algo gelatinoso, o quizás sea más adecuado decir baboso, lo salva de chocar contra el suelo. El preso aprovecha esto para huir a toda velocidad.


    Magno lo ve perderse en un callejón. Rachel se acerca, con mucho miedo, como un conejo acercándose a un león.

    —Lo siento —dice ella, con verdadero temor.

    —No importa —menciona él, con seriedad —. A la larga caerá, al igual que todos los demás en esta ciudad.

    —Sí... —responde ella, en voz muy baja.

    —Supondré que me servirá, señorita Glass.

    —Con mi alma —murmura, sabiendo que es la respuesta que debe dar si quiere seguir con vida.


    Magno echa un último vistazo hacia el callejón donde desapareció el preso. Se da la vuelta y comienza a avanzar hasta perderse a la vuelta del pasillo. Rachel se deja caer al suelo, se siente enferma. El dolor de la mano no es nada comparado con el malestar que siente su conciencia.
     
  12. Threadmarks: Capítulo 06.Armería
     
    Dark RS

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    Título:
    Círculos 2: Santos y Pecadores (Finalizado)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    21
     
    Palabras:
    1698

    Capítulo Seis. Armería.



    Los Pecadores se mantuvieron prácticamente inactivos durante las siguientes dos semanas. Les complació ver que, durante las noches, la ciudad se ha mantenido casi a oscuras. Solo algunas pocas luces destacaban entre la oscuridad, en algunos pisos de las tres grandes torres propiedad de Magno. Generadores, supuso Electricista y fue la explicación que todos aceptaron. Siguiendo ese pensamiento, saben que los generadores no son eternos, por lo que en cualquier momento dejarán de funcionar. El mismo Raúl sabe que si los generadores funcionan con gasolina o diesel, tardarán meses, o quizás hasta años en agotarse las reservas. Y eso es solo pensando en lo que tienen disponible en la ciudad, porque si traen recursos del exterior, durarían hasta décadas. También le cruzó por la mente la posibilidad de que los Santos podrían tener personas que conecten las principales edificaciones a otras plantas hidroeléctricas, de ciudades vecinas, lo que volvería en vano la muerte de Guillermo. Aunque deja esos pensamientos en su cabeza y no se atreve a exteriorizarlos.


    Han visto Santos rondando en la superficie, muy cerca de su refugio. Razón por la que deciden conseguir más armas y municiones para defenderse. Al menos una para cada uno de los Pecadores. Aunque piensan conseguir un arma para Pulga, la Macha insiste en que no se la den bajo ninguna circunstancia. Solicitud a la que todos acceden.


    Solo dos se aventuran a tan peligrosa tarea; Jefe y Oso. Para el primer día, ya que planean dividir la recolección en tres días distintos a tres delegaciones distintas, van a la comandancia regional de Barrio Caelum, la más cercana. No sacan mucha cosa de esta. Dos revólveres, una escopeta, cinco cajas de balas para las armas de mano y tan solo una para la escopeta. Suponían no sacarían mucho de ese lugar, es una edificación tan pequeña que ni baño o celdas tiene. Prácticamente es una caseta.


    El segundo día les fue un poco mejor. La comandancia regional de Barrio Sombra es cuatro veces más grande que la de Barrio Caelum. El botín que sacaron de esta consistió en un rifle, seis revólveres, dos escopetas, casi cincuenta cajas de balas de varios calibres, un escudo antimotines, dos cascos, cinco chalecos antibalas y dos pares de botas gruesas. Encontraron también algunos dulces en un escritorio, que le fueron dados a la más pequeña del grupo.


    El tercer día irrumpen en la Delegación Beta de Ciudad Esmeralda. De las más grandes de la ciudad. Esta consta de cinco pisos y está justo al lado del Juzgado Tercero de Ciudad Esmeralda.

    —Lindo sitio —comenta Jefe, luego de dar un silbido. Voltea hacia Oso, este mueve la mirada a los lados, como si intentara recordar algo. — ¿Pasa algo?

    —Nada —se limita a decir, con algo de confusión en el rostro.

    —Bueno. ¿Nos dividimos para abarcar más espacio?

    —La armería está en el sótano —levanta dos grandes bolsos y se los pone al hombro.

    —¿Cómo lo sabes?

    —Lo sé y punto —responde, de mala gana.

    —Ve al sótano, trae tanto cuanto puedas. Yo revisaré las oficinas, quizás haya algo útil —. El enorme chico asiente.


    En cuanto ingresan, son atacados por un cabeza de anguila, pero Oso rápidamente se encarga de esa criatura. Sin cruzar más palabras, se separan.


    El líder de los Pecadores entra en la primer oficina que se encuentra. Hay muchos papeles, pero nada más. De la segunda oficina saca una pistola semiautomática y un par de esposas. En la tercera, la cual tiene que forzar para ingresar, el olor a humedad y putrefacción lo golpean tan de repente que se tiene que apoyar a la pared para no caer sentado. Encuentra un cadáver momificado con un agujero de bala en la cabeza, este usa un uniforme de policía. No hay que ser muy listo para suponer que ese oficial se atrincheró en ese lugar, y al no encontrar otra salida prefirió quitarse la vida a ser devorado por los monstruos. Varios papeles volando por los aires lo sacan de sus pensamientos. Nota que Horns está revisando los archiveros.

    —¿Qué se supone haces, bola de pelos? —pregunta, mirando al peludo ser.

    —Curioseando —contesta el Inferno —. A veces me gusta leer cosas para cultivarme sobre los humanos.

    —Vaya, pero que culto resultaste para ser un chango gigante.

    —Inferno —corrige, al momento tira un expediente hacia atrás, el cual pierde todas las hojas que contenía en todas direcciones.

    —No te tardes mucho —le dice, negando con la cabeza.


    La cuarta y quinta oficina no dieron frutos. Para la sexta, se decide a descansar en la silla acolchada frente al escritorio. Revisa los cajones para ver si encuentra algo que comer.

    —Lotería —se dice, al encontrar una barra de chocolate. Está algo derretida, pero no le importa, lleva mucho tiempo sin comer chocolate y este le sabe a gloria.


    Sigue buscando en los cajones. Encuentra varios expedientes, está por pasarlos por alto cuando nota que uno dice "Angulo Jerez". Le parece recordar que el nombre de Oso es Angulo, pero no está seguro si alguna vez dijo su apellido, probablemente no. Sería mucha coincidencia que ese fuera su expediente. Aunque, se supone estuvo en la cárcel. En la CAICE le parece recordar que mencionó alguna vez. En algún lugar tuvieron que ficharlo e interrogarlo antes de ser pasado a un juzgado, y esta delegación es de las más probables para que hayan tomado sus datos.

    —Lotería —dice de nuevo, sonriendo, al ver la foto de Oso en la primera página, pegada en una esquina con una grapa. Luce algo enclenque, pero no hay duda que se trata de él.


    Lo ojea. Agradece que los policías no usen términos tan complicados como los abogados. Se entera que Angulo Jerez fue detenido por el asesinato a sangre fría de su padre, Alfredo Jerez. Halla notas que dicen que parece haber una razón para que Oso asesinara a su padre, pero que un fiscal ordenó borrar mención de eso por no ser relevante al caso. Una última anotación menciona que, junto con este, el caso CBCE-158588952-20 queda archivado ya que el sospechoso fue asesinado.


    Se lleva ese expediente al cuarto donde vio a Horns por última vez, que era el cuarto de archivos, supone. Al ingresar nota que cientos de hojas tapizan el suelo.

    —Oye, ¿sabes cómo buscar un expediente aquí? —pregunta Jefe.

    —Este.. —se dice, mirando los expediente regados por el suelo — Si no está tirado, creo que sí.

    —Este expediente —le extiende el papel para que vea el número del caso.

    —Esto no me ayuda mucho que digamos, aquí están organizados por apellidos...

    —Intenta con el apellido Jerez.

    —Entonces J... —dice, mirando al suelo. Observa con rapidez todos los papeles. Leer rápido es uno de sus mayores dones. Puede que se parezca a un primate en este mundo, pero en realidad es un intelectual en su mundo. Levanta algunas hojas de varios lugares y los separa en tres grupos —. Puede que pasara algo por alto, pero estos son los casos que mencionan el apellido Jerez. Nombres de pila; Laura —pone la velluda mano sobre el primer puño —, Alfredo —posa la mano en el segundo grupo — y...

    —Este —se apresura a decir Brandon, tomando esos papeles.

    —Estoy para ayudar —menciona y de inmediato pasa a seguir sacando expedientes de los archiveros.


    Jefe, leyendo los documentos, notas y resultados de laboratorio, descubre que Alfredo Jerez fue sospechoso de la violación y asesinato de su propia hija, Ana Jerez, de tan solo trece años de edad. Su hermano mayor, Angulo Jerez, en ese entonces de diecisiete años, encontró el cadáver de su hermana. Las pruebas de ADN comprobaron que el semen encontrado en la fallecida pertenecía a su progenitor, el cual se dio a la fuga y no pudo ser detenido por las autoridades. Unos meses después, el propio Angulo Jerez dio con él y lo mató con sus propias manos.

    —Qué fuerte... —murmura el de chaleco de cuero — Aunque, yo hubiera actuado igual.

    —¿Dijiste algo? —pregunta Horns, volteando hacia él.

    —No, hablaba solo...


    Oso, por su parte, acomoda escopetas, rifles, municiones, pistolas, bastones antimontines y pistolas paralizantes en los dos grandes bolsos que porta. Frunce el ceño al ver lo mucho que aún queda en la armería. Amarra cinco chalecos antibalas a los bolsos, a como pude ata también dos cascos y se amarra al cuerpo dos escudos antimotines. Cuando está por salir, voltea la mirada hacia la sala de evidencias, algo en específico llama su atención. Entra a esa sala, rompe un candado con una silla y saca una katana samurai con una funda blanca. Le arranca una etiqueta, que la cataloga como evidencia de alguna clase de delito. Saca el arma de la vaina y la admira con emoción. La prueba al golpearla contra un escritorio, no se mella y produce una hendidura en el mueble.


    Al salir, se encuentra con algo que no creyó vería. Una mujer con hábitos rojos ronda por el corredor, revisando un teléfono. Su mano derecha está cubierta por un guante blanco.

    —No veo a nadie por aquí —se dice ella. No comprende qué pudo ocasionar que se activara una alarma silenciosa en ese edificio.


    Oso la toma del cuello y la azota contra la pared. La mujer, al salir de su sorpresa, abre los ojos por completo al reconocer a la persona que le corta el aire. Es el chico que escapó de la CAICE hace unos meses. El parricida, si mal no recuerda. La mirada feroz del enorme chico le asusta más que el saber que se queda sin aire. Él le susurra algo y ella cierra los ojos.


    Oso vuelve con jefe. Este lo mira con algo de lástima. No se molesta en preguntarse por qué Jefe lo mira de esa forma, y menos en preguntárselo a él.

    —Queda mucho más —menciona el enorme joven, mostrando el botín que lleva.

    —Excelente —finalmente habla Jefe al apartar su vista de Oso —. Creo que ya estamos bien. Pero revisaremos bien una vez estemos de vuelta. ¿Tuviste algún contratiempo?

    —No —niega el enorme chico, quitándole por completo la importancia a su encuentro con la Santa. Después de todo, esta no volverá a interponerse en sus caminos.
     
  13. Threadmarks: Pecadores. Detective
     
    Dark RS

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    Círculos 2: Santos y Pecadores (Finalizado)
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    Género:
    Tragedia
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    21
     
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    1202

    Pecadores: Detective.



    Leonardo Fogarata es un policía retirado, sin familia ni amigos que pueda llamar como tales, consecuencia de su propia vida como oficial de la ley. No soportó la vida de un pensionado y mejor buscó algo a lo que dedicarse. La respuesta la encontró en una vieja película en blanco y negro, donde una hermosa dama pide ayuda a un galante detective privado para buscar a su hermana, aunque eso resultó ser solo un engaño para recuperar una valiosa estatuilla de ave. Se dijo que él podría ser ese galante detective y vivir asombrosas aventuras. Quizás escribir un libro sobre sus hazañas detectivescas y ser el Sherlock Holmes de Ciudad Esmeralda.


    Un buen día, a mediados de enero, una hermosa joven entra en la pequeña oficina que él alquila en el centro y ha logrado acondicionar. Lamenta lo joven que es su clienta, porque de ser ella unos veinte, quizás treinta, años mayor, podría actuar como Sam Spade, el detective de esa película que lo inspiró. Es una joven muy elegante, de unos veinte años, quizás menor, ojos dorados como el sol, cabello negro brillante y sedoso y piel oscura. Parece de ascendencia de medio oriente; árabe o pakistaní quizás. Viste un atuendo que roza entre lo elegante y lo casual, perfectamente coordinado y sin una sola arruga.

    —Buenas tardes, señorita —saluda Leonardo, poniéndose en pie y acomodando la silla de enfrente a su escritorio.

    —Gracias —contesta ella, tomando asiento.

    —¿Qué puedo hacer por usted, señorita...? —pregunta el detective en cuanto toma asiento en su propia silla.

    —Budusk.

    —¿En que puedo ayudarla, señorita Budusk?

    —Verá, busco algo. Son unas antigüedades que nos fueron sustraídas en fechas recientes.

    —¿Qué clase de antigüedades? —pregunta, sumamente interesado.

    —Se trata de un molde y unas dagas. El molde sirve para hacer hojas similares a las de esas mismas dagas. Es de un material bastante peculiar, digamos que es... negro como el ónix. En lo referente a las dagas... supongo las hojas dan lo mismo, pero las empuñaduras son sumamente valiosas. Son ocho en total, todas de distintos materiales; oro, plata, platino, rubí, zafiro, esmeralda, perla y diamante.

    —¡Deben valer una fortuna! —expresa su sorpresa.

    —En efecto que sí —esboza una sonrisa pícara, pero se nota era para ella misma y no para él —. Pero, el valor de sus materiales palidece al compararlas con su valor histórico y sentimental.

    —¿Tiene alguna pista de quién pueda haberlas sustraído?

    —Sí y no. Asaltaron el camión blindado en el que los transportaban. Un trabajo bien coordinado, según me informaron. Solo se me ocurren dos personas que pudieran tener interés en ellas, que supieran que serían transportadas ese día y que tuvieran el capital para llevarlo a cabo tal empresa.

    —¿De quiénes sospecha? —pregunta, inclinándose hacia el frente.

    —Madam Olenka y el Carnicero del Sur.

    —¡Uff! —bufa Leonardo con terror —. Una mafiosa internacional y un terrible traficante de diamantes de sangre.

    —Ve mi problema, ¿no es así?

    —Yo... —lo piensa por un momento. Esta sería la mayor aventura de su vida, y, mas que evidente, la última. — Lo siento, esto me supera, con creces.

    —Lo entiendo —suspira decepcionada —. No lo culpo, es el octavo detective que declina mi solicitud hoy. Igual agradezco me dedicara su tiempo.


    La chica, que se identificó solo como Budusk, sale de la oficina. Leonardo se pregunta si debió aceptar ese trabajo. Pudo ser la mayor experiencia de su vida. Sin embargo, cuando recuerda que seguramente acabaría muerto se le pasa. Como ex policía conoce muy bien los nombres de Madam Olenka y el Carnicero del Sur. Una es una rusa despampanante que bien podría ser la mayor madrina Europea, y el otro es un desalmado que pone a trabajar a niños en las minas de diamantes más peligrosas de África del Sur. Por qué estarían tales personalidades en Ciudad Esmeralda y por qué querrían poner sus manos en esas antigüedades está fuera de su comprensión.


    Días más tarde, luego de lograr encontrar un perro fino desaparecido, Chichi, una french poodle, por la que recibió una buena suma, descansa solitario en su oficina, disfrutando de una buena copa de coñac. Últimamente sus trabajos consisten en conseguir pruebas de infidelidades y encontrar perros extraviados. Se pregunta si algún día su suerte cambiará y hallará un caso espectacular. Aunque, sabe bien que el caso espectacular ya lo había encontrado y él lo había rechazado, como un cobarde.


    Un fuerte ruido lo obliga a correr hacia la ventana. Antes de llegar, el suelo cimbra violentamente, haciendo que pierda el equilibrio y caiga. Se pone rápidamente en pie, saca la cabeza por la ventana y es cuando ve una especie de serpiente gigantesca color verde surcando los cielos. Piensa que quizás se trate de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada. No tiene idea de por qué aparecería una deidad Mexicana en Ciudad Esmeralda, pero es una suposición tan buena como cualquier otra en estos momentos.


    Sale a la calle, mira a ese enorme reptil embestir contra varios edificios. Espera, con toda su alma, estar teniendo una alucinación o estar sufriendo una pesadilla, porque la otra opción sería que en verdad está ocurriendo. Personas, aterrorizadas y con toda la razón, corren de un lado a otro.


    El policía en su interior resurge y comienza a dirigir a las personas lejos de los edificios altos. Nota a una mujer muy mayor tropezar con unos escombros.

    —¡Señora! —exclama, corriendo hacia ella.

    —Ayuda... —pide ella, al borde de un ataque de asma.

    —No se preocupe. Yo la sacaré de aquí —. Se agacha, la anciana lo ve confusa, luego cae en la cuenta que el hombre la quiere llevar a cuestas. Se sostiene de él lo mejor que puede. Es muy ligera para su tamaño.

    —Gracias...

    —Sosténgase fuerte.


    Leonardo corre con la mujer en la espalda. Conforme más avanza, más pesada la siente. El cansancio lo hace ir cada vez más lento. Maldice estar envejeciendo. De un momento a otro, el peso de la mujer mayor desaparece y es sustituido por la sensación de que le echan un líquido espeso encima. Tropieza y nota que está bañado en sangre. Le comienzan a temblar las manos. Busca a la mujer, pero no la ve. Lo que si encuentra es lo que se podría describir como la cabeza de un caimán, o quizás un cocodrilo, nunca supo diferenciarlos, solo la cabeza, de dos metros y medio de longitud, masticando carne y huesos entre sus fauces. Reconoce un trozo de tela que cae del hocico de la criatura, es parte del vestido que usaba la mujer que llevaba a cuestas.


    Huye. Se esconde detrás de un contenedor de basura. Ahí, oculto, ve que no es solo esa cabeza de caimán, sino que hay otras. Cabezas de serpientes también. La cuales vuelan por todas partes, atacando a las personas, embistiendo las ventanas de los departamentos para atacar a sus ocupantes.


    Gritos, disparos, derrumbes y gruñidos es lo que reina en la metrópoli. Presta mucha atención, lo que no escucha es lo que lo tiene más preocupado. No se oyen sirenas. Ni de patrullas policiales, bomberos o ambulancias. Es como si alguien se hubiera encargado de todos los cuerpos de rescate antes de que comenzara esta apocalíptica situación.
     
  14. Threadmarks: Capítulo 07. Enfrentamiento
     
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    Círculos 2: Santos y Pecadores (Finalizado)
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    Tragedia
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    Capítulo Siete. Enfrentamiento.




    Oso patrulla las alcantarillas, con el fin de detectar cualquier amenaza que pueda haber ingresado. No ha encontrado la mayor cosa. Cientos de ratas e insectos rastreros gigantescos, pero ni un Celestia o Inferno. Tampoco parece haber nada que indique que algún desconocido haya bajado en un tiempo. Está conciente de que lleva sombra desde el principio de su ronda, pero no ha dicho nada por ya saber de quien se trata.


    Para a descansar cerca de una coladera, donde la luz del sol ilumina un poco. Saca un emparedado, lo parte por la mitad.

    —¿Quieres? —ofrece a la oscuridad. El ruido de un estómago rugiendo destruye el silencio.

    —Gracias —dice Pulga, saliendo a la luz y tomando el medio emparedado con mucha pena.

    —¿Por qué me sigues? —cuestiona el enorme joven.

    —Y-yo...

    —No estoy enojado —informa él.

    —Quería ver cómo son las patrullas —confiesa la pequeña, un poco avergonzada.

    —¿Por?

    —Para ver si me uno a estas y soy de utilidad a todos...


    Oso rueda los ojos. Se termina la comida y continúa avanzando. La niña lo sigue, haciéndose tragado el emparedado.

    —¿Es peligroso? —Recibe un gruñido como respuesta — ¿Qué tanto caminan en un día? —Otro gruñido — ¿Han visto Santos aquí abajo? —pregunta, nerviosa, mirando en todas direcciones.

    —No —se limita a responder.

    —¿Cuántos Santos hay? ¿Qué otros monstruos hay allá arriba? ¿Quién comenzó todo esto? ¿Sabes si...?

    —Preguntas mucho —interrumpe Oso, con el ceño fruncido.

    —Perdón...


    Él suspira pesadamente. No quiso hacerla sentir mal. Pero realmente no es alguien que le guste hablar mucho.

    —Me recuerdas a alguien... —Ella lo mira ante tan súbito comentario.

    —¿A quién?

    —Está muerta, por culpa de un mal... un mal hombre. Era una chica demasiado inocente y pura para este mundo. Pero no pude salvarla. Solo vengarla.

    —¿Y te la recuerdo?

    —Un poco. Desprendes algo de luz, como ella, por decirlo así.

    —¿Luz?

    —Shhh...


    Cindy se cubre la boca con ambas manos, aprendió que si le dicen que haga silencio, es porque tiene que hacerlo sin rechistar. Se escuchan pasos muy pesados. Aguardan a ver lo que se acerca. La pequeña abre por completo los ojos al ver la criatura que se aproxima. Se oculta detrás de Oso. Se trata de una especie de cocodrilo, muy grande, casi siete metros de longitud, de escamas negras puntiagudas, como agujas, con ojos rojos brillantes y monumentales colmillos blancos. Respira aire helado, que hace que la temperatura a su alrededor baje. Angulo pone contra la pared a la niña y la protege con su cuerpo. Se mantiene mirando al lagarto, con mucho detenimiento, sin mover ni un músculo. El cocodrilo se detiene para mirarlo, olfatea con fuerza. Pierde rápidamente el interés y continúa avanzando. Cuando se aleja bastante, la pequeña cae de rodillas, al borde del llanto, siempre cubriéndose la boca. Ulimina aparece ante su protegida.

    —Tranquila, siempre te estoy cuidando. Te habría defendido de ese evolucionado si hubiera percibido hostilidad de su parte —asegura la Duquesa.

    —Quiero volver... —pide la pequeña, con lágrimas en los ojos.

    —Te guío de vuelta —se ofrece Ulimina.

    —No... —se voltea hacia el enorme hombre —. Llévame tú, por favor —ruega, comenzando a derramar lágrimas.



    Después de pensarlo un poco, él asiente y la lleva de regreso con los demás. Lo considera como un inconveniente, ya que nunca aceptó que ella lo acompañara en primer lugar, y ahora tiene que acortar su ronda. Supone que sería demasiada mala suerte que más adelante hayan enemigos rondando. Cuando se alejan lo suficiente, Juliius aparece ante Ulimina.

    —Aún te tiene miedo —comenta el Inferno hecho de babas, a modo de mofa.

    —Nadie pidió tú opinión —contesta de mala gana la Celestia, quien se vuelve polvo y se pierde entre el suelo.


    Cuando vuelven al lugar que sirve como comedor, se encuentran con la Macha y Cocinera. Cindy se lanza hacia la Macha y comienza a llorar de miedo. Las dos mujeres pasan la mirada de esta al enorme joven.

    —¿Qué le hiciste? —reclama alterada María.

    —Nada —contesta simplemente, cruzándose de brazos.

    —¿Qué ocurrió? —pregunta Cocinera, intentando escuchar una explicación antes de recriminar algo.

    —Escamas Negras —se limita a responder.

    —¿Te asustó el enorme cocodrilo negro? —pregunta la Macha a la niña, acariciando su cabeza. Esta solo alcanza a asentir levemente antes de continuar llorando.

    —Hace mucho que no sabía sobre Escamas Negras —comenta Cocinera, relajándose un poco.

    —Un mes —comenta él, antes de irse.

    —Creo que aún no le hemos explicado sobre los "evolucionados" —se da cuenta la rubia-castaña.

    —No había necesidad. No nos atacan como lo hacen los Infernos y Celestias.


    Cuando Pulga se tranquiliza, le dan algo de comer y se disponen a explicarle sobre los que caen dentro de la categoría de evolucionados.

    —Perdona que se nos olvidara explicarte sobre estos animales —comienza la Cocinera.

    —¿Animales? —pregunta la niña, algo confundida. Esa enorme bestia que vio en los desagües se parece más a los monstruos que atacan la ciudad que a un animal.

    —Sí —afirma la Macha, pareciendo pensativa. Quiere ordenar bien lo que va a decir para que la niña lo entienda —. Poco después de que los monstruos atacaran, los Santos usaron un gas extraño para mutar a la mayoría de los animales del exterior. Son más grandes, más fuertes e inteligentes que cuando eran animales comunes —deja por fuera que son inmortales y que es imposible dañarlos, solo porque eso solo alteraría más a la pequeña.

    —Pero no suelen ser salvajes —añade Cocinera —. Al principio atacaban a las personas, pero, parece que descubrieron que no necesitan comer mucho. Basta con que inhalen un poco más de ese gas para estar satisfechos.

    —Aunque —interviene la rubia-castaña —, si se les molesta atacan. Escamas Negras solo se dedica a caminar por el drenaje, no ataca si no se siente amenazado. No ha matado a nadie, que sepamos. Nos quedamos quietos al encontrarlo por si las dudas, normalmente solo nos pasa de lejos. A veces se detiene a olernos, pero no nos gruñe ni nada.


    Pulga está por decir algo, cuando Oso regresa, agitado, algo para nada común en él.

    —¡Santos!

    —¡¿Qué?! —exclama con preocupación la Macha.

    —Vi dos. Están en camino.

    —¡Demonios! —exclama María. Cindy está al borde del llanto.

    —No te preocupes. Escaparemos. Oso y María se encargarán de todo —la intenta tranquilizar Cocinera.

    —Sí —afirma la castaña-rubia, sacando un revolver su su cinto —. Avisa a Jefe. Que los refuerzos nos alcancen.

    —Claro —levanta a la niña y se echa a correr.

    —Ven, Noreve —susurra la mujer, haciendo que la nube gris se forme ante ella.

    —Vienen con un Duque —informa Juliius, apareciendo de entre el suelo —. Ill, el Séptimo Duquesa de los Infernos.

    —¿Séptimo Duquesa? ¿No es...?

    —No —interviene Horns, llegando junto con jefe —. Ill se considera un Duquesa, no un Duque, ni una Duquesa.

    —¿Acaso vinimos a discutir la identidad de los enemigos? —reprende Brandon.

    —Vi al menos a dos Santos —informa Oso.

    —Son cinco humanos, un Duquesa Inferno, cinco Noreves Inferno, dos Buah Celestia, un Policion Inferno, un Jiri Inferno y un Jiri Celestia —informa Jullius.

    —¿Qué mierdas es un Jiri? —pregunta Brandon.

    —Son como... babosas —comenta Horns, luego de pensar en un animal que se les parezca —. Sumamente corrosivas, muy resistentes, casi todo les rebota de la piel. Aunque se les considera en los rangos bajos, nada más que los Nobles en adelante pueden matarlos.

    —Espero no toparme con uno —comenta la Macha, mirando a su nube gris, que también se considera entre los rangos más bajos.

    —¿Dónde los podemos encontrar? —pregunta jefe.

    —Si salimos, nos vamos por el norte, y hacemos suficiente ruido, nos perseguirán y pasarán por alto la entrada —propone Horns —. No es más que una fisura y está muy oscuro como para encontrarla sin estarla buscando. Y, aunque entren, la Duquesa Ulimina protegerá a la niña y, por extensión, a los demás.

    —Hagamos eso. Igual no tenemos muchas opciones —acepta Jefe.


    Salen y toman hacia el norte. No tienen que hacer ruido en lo absoluto, ya que los descubren muy pronto y les dan persecución. Siete Santos, dos cabezas de serpiente azul, un cabeza de anguila negra y cinco nubes grises, les siguen muy de cerca.

    —¿El Duque? —pregunta jefe, sin desacelerar la carrera.

    —El Duquesa —corrige Horns.

    —Lo que sea. ¿Dónde está?

    —Más adelante, en la dirección que vamos. Como a doscientos metros —calcula el Inferno peludo.

    —Cerca de la caída de agua —murmura Oso.

    —¡Alto! —ordena el de chaleco de cuero.

    —¿Qué ocurre? —pregunta la Macha, ansiosa por continuar huyendo.

    —La caída de agua es un pozo sin fondo —informa Brandon.

    —Es imposible que no tenga fondo —le hace ver Horns.

    —Si qué te odio a veces, chango mugroso —se queja el de chaleco —. La cosa es que si caemos, y por casualidad sobrevivimos a la caída, no podremos salir.

    —Lucharemos —dice el enorme chico, sosteniendo sus dos machetes con fuerza.

    —No queda de otra —se lamenta Jefe —. La Macha, dispara a matar. Oso, trata de llevarte al monstruo fuerte lejos.

    —Inferno —corrige Horns.

    —Calla y babea mis balas —pide, cansado de escuchar las correcciones del simio. Saca el cartucho y lo acerca al Infenro, este les escupe encima. La saliva penetra hasta la última bala.

    —Es asqueroso lo que hay que hacer para que nuestras armas funcionen en los enemigos —comenta, asqueada la mujer. Acto seguido, mete su revolver en el interior de la Noreve color gris. El arma sale expidiendo una especie de gas, como si estuviera congelada.


    Oso apuñala con ambos machetes a Juliius, dejando las hojas llenas de un repulsivo líquido traslucido con olor a putrefacto. Corren muy cerca de dicha caída de aguas negras, deteniéndose a escasos cincuenta metros de esta, manteniéndose fuera del caudaloso río de agua sucia. Cubriéndose tras unas gruesas tuberías oxidadas que hace muchos años no se utilizan.


    Comienza el intercambio de balas entre dos Pecadores y tres de los Santos. Las detonaciones producen un terrible eco por toda la cloaca, además de iluminar el lugar con cada descarga. Una bala de Brandon pega en el cabeza de anguila, matándola, al caer esta al suelo, una oscuridad se abre debajo y se traga el cuerpo antes de desintegrarse.


    Horns corre por el techo, con tanta facilidad como si lo hiciera por el suelo. Se deja caer sobre una Santa, le tuerce el cuello en un veloz movimiento. Antes de poder atacar al Santo junto a esta, algo lo golpea y lo envía contra la pared, produciendo un agujero por el fuerte impacto, donde queda incrustado. Las balas de los Santos cesan ante el impacto que recibió el Inferno, y de inmediato lo hacen la de los Pecadores.

    —Pronto serás parte de la colección del Salvador, Séptimo Noble de los Inferno, Horns —comenta una chica, de forma alegre. Sus hábitos son algo más vistosos que los de los demás, con bordados en dorado. Sus ojos y cabello son color rojo fuego.

    —Ese cabello... —murmura el de chaleco, reconociéndola como la responsable de la muerte de sus amigos en las montañas.

    —Si se me permite presentarme como lo hacen los Infernos y Celestias; soy la Arzobispa de los Santos, Mariana —se presenta la joven, con mucha petulancia.

    —Si ella está aquí... —comienza a decir la Macha.

    —... el encapuchado está aquí —termina Brandon.


    Oso aprovecha la distracción, corre hacia los Santos. Derriba a cuatro de ellos con un simple golpe de sus brazos extendidos. Una figura encapuchada aparece sobre los caídos y se los traga entre su capucha. Luego desaparece y reaparece unos segundos después.

    —Vaya amabilidad, el sacar a los heridos de aquí —comenta Juliius, acercándose al ser encapuchado —. Pero te faltó esa —señala hacia la mujer que tiene la cabeza torcida.

    —No me interesan sus vidas, pero es la orden —comenta el de capucha, alzando los hombros.

    —Es la orden —afirma Juliius. Procede a producir un ensordecedor grito en dirección al encapuchado, obligándolo a retirarse.


    Oso, nuevamente, aprovecha la distracción para atacar. Noquea al resto de Santos, pero a la que se denomina como Arzobispa la toma del cuello del hábito y la manda a volar. Juliius produce una onda sónica que la envía aún más lejos, hasta la orilla de la caída del agua. Mariana logra aferrarse de una varilla saliente salvándose de caer a una muerte segura.


    Nota que el enorme joven se acerca a ella, a paso firme, resistiendo sin dificultad la fuerte corriente de las aguas negras hacia el vacío. Siente una terrible presencia viniendo de este. Oscuridad. Una oscuridad muy grande y asfixiante.

    —Esto me pasa por salir sin permiso, ¿cierto? —se dice, mirando al enorme hombre que no parece tener buenas intenciones.


    Oso le atraviesa un machete justo en el hombro, haciendo con esto que ella caiga al profundo pozo. No se escucha el sonido del cuerpo cayendo al agua.

    —Ill la rescató —informa Juliius —. ¿Voy tras ellos? —. Oso niega —. Como desee —desaparece entre las aguas negras.


    Jefe y la Macha chocan los cinco. La amenaza fue fácilmente repelida y estarán a salvo, por un tiempo al menos.


    Horns reacciona, le pareció sentir por un momento una presencia muy fuerte, como una esencia similar a la de un Inferno de muy alto rango, pero a la vez muy distinta a la de un Inferno. Le parece recordar, que hace muchos siglos, en una ocasión anterior que fue invocado a este mundo, un humano llamó a esa sensación como la de un corazón oscuro. El corazón oscuro de alguien que ya no tiene luz en su interior.
     
  15. Threadmarks: Santos: Hermana Runa
     
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    Círculos 2: Santos y Pecadores (Finalizado)
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    Tragedia
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    Santos: Hermana Runa



    La noche anterior al día que muchos llamaron el Día del Juicio Final, tres sombras acechan una lujosa casa, en un elegante vecindario. Esperan a que las luces se apaguen. Es una noche fresca, despejada, con media luna iluminando. Nadie sospecha que al siguiente día todo cambiaría para siempre.


    Cerca de la media noche. Un hombre y una mujer se encuentran atados y amordazados en dos de las cuatro finas sillas de roble del comedor. Intentan soltarse, pero las sogas están muy apretadas y los nudos muy estrechos. Dos chicas, gemelas por su parecido, aguardan en un sofá. De cabello negro, ojos dorados y piel oscura. Una de ellas notoriamente aburrida, la otra expectante sobre lo que está por suceder. Un enorme joven, trae a una pequeña niña, la hija de la pareja. De tan solo ocho años de edad, pálida como la misma luna, de cabello negro muy largo, muy pequeña y delgada para su edad.


    El lord Inferno, Behl' H' Bhus, aparece de la nada. Se agacha para quedar a la altura de la niña, la observa y respira profundamente, olfateándola. Muestra una sonrisa negra que no le cabe en el rostro.

    —Es perfecta —informa el Inferno, levantándose —. Tiene un corazón oscuro perfecto. No se acerca al suyo, claro está —dice, mirando al enorme joven.

    —El presidiario de la CAICE hubiera sido mejor —hace ver la chica que parece aburrida.

    —Pero ese se escapó y no hemos podido encontrarlo —añade la otra.

    —Oye, pequeña —susurra el Inferno a la niña —. ¿Acaso no sientes ira contra ese humano? —señala al padre —. Las terribles cosas que te hace por las noches sin que lo quieras —sonríe horriblemente —. ¿Qué clase de padre le hace eso a su propia hija de ocho años?


    La niña retrocede, sus ojos vacíos observan a su padre. Este la mira aterrado.

    —Míralo —continúa en susurros, el de piel grisácea, aún sonriendo —, asustado, suplicando por ayuda. ¿A ti quién te ayudó cuando él se metía en tu cama y te hacía cosas repulsivas? Nadie. ¿Tuvo piedad cuando le suplicabas que se detuviera? Ni una sola vez. No. Esa basura te quitó tu inocencia y luego actuaba como si nada. Si no hubiéramos venido hoy, estaría mancillando tu cuerpo en este momento.


    La niña comienza a hiperventilar. Ese ser tiene razón. Es culpa de su padre que se sienta sucia, sin valor y sin ganas de vivir.

    —Tienes dos opciones —interviene el enorme joven —; acaba con él en este momento, logra un poco de justicia con tus propias manos. No te hará sentir mejor, pero te ayudará a recuperar control sobre tu vida —le ofrece una daga con la empuñadura de zafiro. Ella la toma, con las manos temblorosas —. O, corta sus ataduras, perdona su vida, demuestra que eres mejor persona de lo que él llegará a ser en su miserable vida —se aparta, se cruza de brazos —. Es tú decisión.


    Behl' H' Bhus desaparece y reaparece cerca de las gemelas. Observan cómo se desarrolla todo. Claro que le dieron opciones a la niña. Matar a su padre y terminar de oscurecer su corazón, o perdonarlo. Si llega a elegir la segunda opción, matarán a los tres miembros de la familia y usarán su sangre para invocar Infernos comunes.


    La niña se acerca a su padre, lo duda por un momento, pero finalmente le quita la mordaza y la arroja a un lado.

    —Gracias a Dios —suspira él, aliviado —. Ahora desátame, amor. —Oírlo llamarla "amor" le revuelve a la menor el estómago.

    —¿Por qué? —pregunta ella, en voz baja.

    —¿Qué? —reacciona su padre confuso —. Desata a papi, amor, rápido. No hay tiempo que perder.

    —¿Por qué? —insiste, derramando una solitaria lágrima desde su ojo derecho.

    —No sé de qué hablas —miente, mirando, nervioso, de reojo a su esposa.

    —Solo quiero saber por qué. ¿Qué fue lo malo que hice para que tuvieras que violarme cuando tenía seis años? ¿Por qué me lo merecía? —otra lágrima, del mismo lado, abandona su ojo —. Solo quiero saber por qué.

    —Estas personas te engañan, amor. Desata a papi y todo estará bien, te lo prometo.

    —¿Lo prometes?

    —Claro.

    —¿Igual que prometiste aquella horrible noche que jamás lo volverías a hacer?

    —¡Corta las malditas cuerdas de una maldita vez, Runa! —exige el hombre. Esto asusta a la niña que retrocede.

    —Te diré por qué —interrumpe el Lord Inferno, apareciendo detrás del padre, tomándolo de los hombros —. Porque está podrido por dentro. Se convenció de que no hacía nada malo. Con el tiempo dejaste de llorar y creyó que lo deseabas.

    —No lo quería. Nunca lo quise... —lágrimas salen de ambos ojos.

    —Pero a él no le importó.

    —No te importó... Por más que te rogué no te detuviste...

    —Runa, amor...

    —¡No me llames así! —grita al momento que clava la daga en el estómago de su terrible padre.


    La niña retrocede, la tiemblan las manos. Se deja caer de rodillas y comienza a llorar a todo pulmón. El enorme chico se acerca al hombre. Una enorme ira se refleja en su rostro. Quizás él mismo no sea la mejor persona del mundo. Ha matado a más personas de las que puede recordar, destruido familias enteras, llevado a la quiebra a incontables competidores, aunque honestamente no siente el menor resentimiento sobre esto. Pero, este hombre frente a él, cruzó una línea que jamás nadie debería cruzar.

    —¿Puedo acabar con él? —pide él, esperando permiso de la menor.

    —¡No me importa! —grita la pequeña, sin poder calmarse.


    El enorme joven toma de vuelta la daga, provocando que un chorro de sangre lo salpique, lo apuñala de nuevo, dejando el arma dentro. El grito que pega hace que la niña se cubra los oídos. El Lord Inferno le mete en la boca el pedazo de tela que antes usaba como mordaza, bien adentro, evitando que el hombre respire con normalidad. El joven le presiona la cabeza con ambas manos y se la comienza a estrujar lentamente. Quiere que sufra lo más posible. Cuando escucha que el cráneo se le comienza a partir, se detiene y lo apuñala de nuevo en una pierna, luego en la otra. Le parte el húmero del brazo derecho de un solo golpe, luego lo mismo con el del izquierdo. La agonía en el rostro del hombre complace al Inferno, pero no sacia la ira del chico. Le rompe ambas piernas de una patada en cada una.

    —Devóralo, lentamente —le permite al ser de piel grisácea.

    —Un placer —acepta el Inferno, sonriente.


    Behl' H' Bhus se parte en cinco pedazos. Cada uno de estos toma la forma de reptiles, similares a caimanes. Uno de estos le arranca trozos de carne al padre, el segundo muerde con fuerza, destrozando huesos, el tercero escupe ácido y bebe la carne disuelta, el cuarto arroja llamaradas concentradas y luego devora la carne quemada. El quinto, se pega en la nuca del hombre, inyectándole su saliva, la cual lo mantiene despierto, cientos de veces más sensible al dolor y lo hace percibir que el tiempo pasa muy lentamente. Los cinco minutos que tarda en morir, el padre de la niña los sintió como si fueran cinco horas. Una vez que acaba con cada trozo del hombre, el Inferno se regenera en un solo ser nuevamente. Se coloca detrás de la madre, coloca las manos sobre sushombros.

    —Y ahora, vamos con mami —sonríe exageradamente —. Apuesto a que...

    —Ella lo sabía... —murmura la pequeña. Todos la miran. — Se lo dije... —levanta la mirada hacia su progenitora, sus ojos están rojos y presenta mucha mucosidad saliendo de su nariz — Al siguiente día de la primera vez que sucedió se lo dije.

    —¿Qué te contestó? —pregunta el Lord Inferno, relamiéndose los labios.

    —Me dijiste que no mintiera —le dedica una mirada feroz a su madre —. Que papi nunca me haría eso. Me costó tanto tomar el valor para contártelo, y me llamaste mentirosa —se pasa la manga de la pijama por la nariz un par de veces, llenándola de mocos —. Unas semanas después, te lo dije de nuevo. Lloré frente a ti, rogando que me creyeras.

    —¿Y qué hizo ella? —cuestiona Behl' H' Bhus.

    —Me abofeteó. Me llamó mentirosa y me castigó. Ya nunca más volví a intentar decirle nada. Incluso se lo conté a la maestra Duarte, pero la convenciste de que soy una mentirosa que solo quería llamar la atención.

    —¿La perdonas? —pregunta el enorme joven, de brazos cruzados.

    —No... —susurra ella, dándose la vuelta.


    El joven asiente, va hacia la madre y de un movimiento veloz le parte el cuello. El Lord Inferno abre la boca de una forma imposible y se traga de golpe el cadáver de la mujer, con todo y la silla.

    —Fue una estupenda velada —se burla el de piel grisácea, relamiéndose los labios.

    —No para todos —reclama una de las gemelas. La otra asiente asqueada.

    —Mátame —pide la niña al ser que devoró a sus padres.

    —He de admitir que tu corazón oscuro te hace lucir apetitosa —comenta el Lord Inferno, mostrando su dentadura negra. Babea un poco.

    —Te puedes retirar, Behl' H' Bhus —ordena el joven.

    —Como ordene —se despide, haciendo una reverencia. Desaparece.

    —No te mataremos. Al contrario, te ofrecemos la oportunidad de comenzar de nuevo, en un mundo mejor —le extiende la mano —. Nadie volverá a dañarte, lo prometo.

    —¿Lo prometes? —pregunta, sintiéndose algo esperanzada. Ese hombre joven se siente similar a ella. Vacío por dentro.

    —Lo prometo —asegura, sonriendo sinceramente.

    —No dejaremos que nada malo te suceda mientras vivamos —promete una de las gemelas. La otra asiente.


    La niña le toma la mano al hombre joven, la siente cálida y fría a la vez.
     
  16. Threadmarks: Capítulo 08. Santos
     
    Dark RS

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    Círculos 2: Santos y Pecadores (Finalizado)
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    21
     
    Palabras:
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    Capítulo Ocho. Santos.



    El Séptimo Duquesa de los Infernos, Ill, aparece en una de las grandes torres que aún quedan en pie. Deja caer, desde su interior, a Mariana, junto con el resto de los Santos que rescató. Una fuerte música hace eco por toda la edificación. Rock, le parece reconocer a Mariana. Un grupo que hace años no escuchaba. Aunque, prestando suficiente atención, las que escucha no son las voces de los integrantes de la banda. Está tan fuerte el volumen que siente que la música le taladra la profunda herida en su hombro izquierdo.

    —Esa mocosa debe estar jugando de nuevo... —se dice, avanzando lentamente.


    Se siente algo desorientada. Nota que pierde mucha sangre desde la herida. Se arranca la manga izquierda del hábito y la usa para parar un poco la hemorragia. No ayuda mucho, necesita asistencia médica de forma inmediata, no solo para ella, sino también para los demás Santos que trajo Ill, suponiendo que ese enorme chico no los matara con el golpe que les dio. Tampoco se preocupó mucho por revisarlos. Por el momento, se dedica a seguir la música.


    —Alza tuuuuu, cerveza... —se oye cantar una voz áspera.

    —... brinda por la libertad.... —continúa la canción una voz tan aguda que no debería estar cantando.

    —...bebe y veeeente de fiesta... —sigue otra voz, masculina, le parece.

    —... y a la muerte emborrachalaaaa... —esta vez canta una voz grave, femenina.


    Llega a un enorme salón, de la clase que se usa para grandes fiestas o eventos de gala. Es de ahí de donde provienen las voces y música. Encuentra siete Infernos, algunos de ellos tocando instrumentos musicales, y una niña pequeña usando un vestido rojo largo estilo lolita gótica, bailando alegremente.


    Estos siete Infernos, son aquellos a quienes, en la antigüedad, se decía eran los culpables de esparcir los siete pecados capitales por el mundo humano. Y por sus apariencias, es fácil deducir cuál Inferno, supuestamente, representa cual pecado.


    Uno de ellos, es una bola de grasa putrefacta, con seis brazos de esqueleto saliendo desde distintas partes de su asqueroso ser. No tiene ojos. Presenta una boca llena de colmillos en su zona baja, la cual si no abre es imposible de ver.


    Otra, es una armadura completa, vacía por dentro, hecha de oro con distintas gemas preciosas incrustadas por todo su ser. En el casco de la armadura, donde van los ojos, flotan dos diamantes romboides blanquecinos.


    El tercero, es una especie de caballo azul, grande y musculoso, con una hermosa crin brillante verde atada en trenzas con flores blancas. De no ser por el color, y lo anormalmente grande de su cabeza, se le podría confundir con un caballo normal.


    Otro de esos seres, que es difícil determinar su género, asemeja a una persona hermosa, delgada, de grandes pechos. Su piel es color naranja, ojos verdes con fondo rojo, boca carnosa y pestañas largas. Usa una falda negra, que no es natural de su cuerpo, la usa para ocultar los genitales masculinos y femeninos que tiene. No oculta sus partes nobles por pudor, sino porque así se le ordenó vestir mientras estuviera en presencia de la niña.


    La quinta de ellos, desprende fuego desde los ojos, orejas y nariz. Su piel es azul claro, muy dura, como de piedra. Con cuatro piernas con cascos, dos brazos que terminan en una sola garra negra. Su espalda presenta miles de pequeños tentáculos negros que se mueven con furia.


    La sexta, es una enorme esfera blanca, como una perla, la cual está firmemente aprisionada por unas manos negras esqueléticas. Una presencia fantasmal se encuentra detrás de esa esfera, y las manos parecen salir de ese ser.


    El último de ellos, es una especie de animal con pelos muy largos color ceniza. Se para en cuatro patas terminadas en trozos de huesos sin acomodo. Tiene un enorme ojo donde debería estar su cabeza, el cual se mantiene cerrado. Produce un profundo sonido, similar a ronquidos.


    La masa de grasa carga una guitarra eléctrica, el ser similar a un centauro lleva un bajo, la armadura toca una batería y canta, el ser al que no se le puede identificar el género toca un violín y también canta, el caballo musculoso maneja un flautín gigante que sostiene ágil y grácilmente con unos tentáculos que salen de sus fosas nasales, mientras que los demás cantan o hacen coro.

    —Calla a esos bastardos —pide Mariana a su compañero. Ill procede a destruir los altavoces con un único ataque ácido que escupe desde las mangas vacías de su capucha.

    —¡Oye! —reclama la niña.

    —Busca ayuda —pide Mariana, mirándola desafiante.

    —No quiero —se niega ella, inflando las mejillas.

    —Zorra maldita —gruñe, pisando con fuerza.


    Los Infernos tiran los instrumentos musicales y se interponen entre ambas, mirando con intensidad a la mujer. Tienen una misión específica, y nadie, nisquiera la Arzobispa, evitará que la cumplan.

    —Te crees la gran cosa solo porque te protegen los Siete Caballeros Inferno, pero a ver qué haces cuando te agarre sola.

    —Uy, qué miedo me das —se burla la niña, llevándose las manos a la cintura, con aire de superioridad.

    —Ill, mata a esa niña insolente —ordena la mujer, comenzando a jadear por el esfuerzo que tiene que hacer para mantenerse en pie.

    —No puedo —contesta el encapuchado, sin atreverse a moverse.

    —Esos son solo Caballeros Inferno, un Duquesa como tú debería ser capaz de sacarlos del medio sin problemas.

    —Eso es correcto —afirma nervioso el Inferno —, pero...

    —Pero conmigo no puede —dice una voz, salida de la nada.


    De entre el suelo comienzan a salir pelos extremadamente blancos y brillantes. Se juntan creando a un monumental león blanco con melena dorada, de cinco metros de longitud. Abre el hocico, dejando ver un ojo verde brillante.

    —Maldición —escupe la mujer. Reconoce de sobra al monstruo que se apareció; un Serafo de los Celestias, Rafelus. Uno de los cuatro dirigentes del mundo de los Celestias.

    —El Salvador me ha encomendado la tarea de cuidar a Lady Runa. Y, si ustedes le desean algún mal, tendré que eliminarlos —sentencia el león, con seriedad.

    —I-dio-ta —se burla la niña, sacando la lengua.

    —Lo entiendo, Serafo de los Celestia, Rafelus. Lady Mariana solo está algo nerviosa por sus heridas y no mide sus palabras. Requiere asistencia médica. Me disculpo si nos comportamos hostiles en contra de Lady Runa —se disculpa el Duquesa, esperando que con eso baste, porque, de quererlo, el Celestia acabaría con Mariana en menos de lo que tarda un parpadeo.

    —Muy bien —permite el felino Celestia —. Ill, lleva a la Arzobispa al sexto piso, enviaré a alguien para que trate sus heridas.

    —Le agradezco su infinita paciencia y bondad hacia con nosotros, Serafo de los Ceslestias, Rafelus —agradece, bajándose la capucha, mostrando que no hay nada debajo.

    —Encárguense de llevar ahí a los demás heridos —ordena el Celestia a los Caballeros Inferno, sabiendo bien que hay más Santos cerca que requieren asistencia médica.

    —Cómo ordene, Serafo Rafelus —acepta el Inferno caballo.


    Una hora más tarde, Mariana yace reposando en una cama muy amplia, en un cuarto muy elegante del sexto piso. Necesitó casi veinte puntos en la herida de su hombro. Afortunadamente el machete no causó muchos estragos. Con los poderes sanadores de la Quinta Caballero de los Celestia, Beneficentia, quien fue la encargada de atenderle las heridas, estará como nueva en un par de días y sin secuelas. Ill la observa en silencio.

    —¿Cuántos de los Santos murieron? —finalmente se atreve a preguntar la mujer.

    —Dos. La hermana Yorleny murió a manos del Inferno Horns, su cuerpo permanece aún en las alcantarillas, y el hermano Troy murió hace un rato a causa del trauma por el golpe que le propinó el humano.

    —Malditos —murmura la pelirroja —. Troy era el que tenía el contrato con los Jiris y aún no se hacía el tatuaje. Magno se va a enojar mucho por perder a ese par.

    —Oh, claro que lo estará —asegura una voz femenina desde la puerta del cuarto.


    Se trata de una joven de piel oscura, cabello negro amarrado en una cola y ojos dorados. Viste una blusa blanca con pantaloncillos azul marino, y sandalias blancas. Porta una marcada expresión de enojo.

    —¿Quién te autorizó llevar Santos a las alcantarillas? —pregunta la de ojos dorados, de forma brusca, acercándose a la herida.

    —Yo...

    —¿Ajá? —cuestiona, impaciente.

    —Descubrí a un grupo de sobrevivientes en las alcantarillas... —comienza a explicar, nerviosa —. Los mismos que volaron la represa.

    —¿Y? ¡¿Quién diablos autorizó que llevaras refuerzos?! —insiste la joven, cada vez más enojada.

    —Nadie... Yo pensé que...

    —Ese es tu problema, pensaste —la interrumpe —. Magno tiene un plan para todo, sabe perfectamente sobre los grupos rebeldes, incluso sobre los grupos que desconoces. Los Pecadores, los del 8, las Pandillas del Sur, los Rebeldes Sin Causa, solo por mencionar algunos. Magno se encargará de todos a su debido momento. Tiene un plan muy bien cronometrado.

    —Pero... —intenta defenderse, pero el rostro enojado de la joven la intimida.

    —No me interesan tus mediocres excusas. La verdad tampoco me interesan las vidas de los Santos, pero a Magno sí le preocupa lo que suceda con los que han aceptado seguirle, y tú, imbécil sin cerebro, por tu infantil delirio de creer que lo que piensas le vale un pepino a alguien, mataste a dos Santos y de camino te llevaste entre las patas a dos Jiris. ¿Sabes lo difícil que es invocar Jiris?

    —Yo solo quería deshacerme de los estorbos antes de que...


    No es capaz de terminar de hablar a causa de un golpe que le propina la chica, en el rostro, dejándole una gran marca roja en la mejilla derecha. Ill reacciona para atacar a la agresora de su compañera, pero es arrojado contra la pared, donde unas vendas, que salen de entre la pared, le mantienen aprisionado. De entre el suelo se forma una especie de mujer vendada, como momia, con tres ojos cerrados y uno negro abierto, sus brazos están aprisionados bajo las vendas y su cabello consiste en tiras de carne que chorrean sangre negra que hiede a podrido.

    —Te mantendrás en este cuarto hasta que Magno decida tu castigo —sentencia la de ojos dorados —. Si dependiera de mí, te mataba con mis propias manos en este momento, pero no me corresponde esa decisión.

    —Sí, señora —acepta la Arzobispa, bajando la mirada.
     
  17. Threadmarks: Santos. Arzobispa Mariana
     
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    Círculos 2: Santos y Pecadores (Finalizado)
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    Tragedia
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    1793

    Santos. Arzobispa Mariana.



    Mariana no es muy bien parecida, pero tampoco es poco agraciada. En sus primeros años de adolescencia intentó lucir más linda con el uso de ropa cara y maquillaje, pero, al estar ante el espejo, siempre determinaba que era caso perdido. Para sus años de preparatoria, se dio por vencida, dejó de usar maquillaje, no se peinaba y habían días en los que no se bañaba. Evitaba cualquier superficie reflectante que le recordara, según ella, lo fea que era.


    En una visita al Museo de Arte de Cuidad Esmeralda, quedó perdidamente obsesionada con un pergamino que supuestamente fue encontrado en una caverna a las orillas del mar muerto. Había algo en el dibujo del pergamino que llamó poderosamente su atención. Los textos le eran completamente ininteligibles, pero el dibujo, tres círculos, cada uno dentro de otro, con símbolos extraños, se le grabó en la cabeza. Disimuladamente, copió el diseño en su cuaderno. No estaba segura si era ilegal copiar el dibujo, pero, por si acaso, lo hizo en silencio, sin llamar la atención. Pasó días pensando en ese diseño. Admirándolo durante horas. Era como si un misterio se desenvolviera ante ella, pero no lograra comprender la solución.


    A los diecisiete años, casi al final de su último año antes de ir a la universidad, tuvo la mala fortuna, o buena, según lo que recuerda, de ser el blanco de un violador y asesino serial que ya había cobrado la vida de doce mujeres jóvenes. No era tonta, llevaba siempre consigo un spray de gas pimienta en el bolsillo de su sudadera, después de todo, había un asesino y violador serial suelto en los alrededores. Supo esperar el momento para usarlo. No opuso resistencia mientras el sujeto la arrastraba a un callejón sucio, cuando este la arrojó al suelo, se bajó los pantalones y se acercó a ella, supo que era el momento de defenderse. Normalmente, el gas pimienta se echa en los ojos, pero ella optó por usarlo en los genitales de su asaltante. El grito de agonía del hombre le causó un gran placer. Pero no se detuvo a disfrutarlo, rápidamente le roció los ojos, causando que los gritos se intensificaran.


    El asaltante intentó apuñalarla a ciegas, pero ella le arrojó su bulto lleno de libros y lo hizo caer al suelo. La chica levantó un viejo y pesado tubo de plástico, de la clase que se utiliza para las cañerías, del suelo y comenzó a golpear al malhechor en la cabeza una otra y otra y otra vez. Ni ella misma sabe cuántos golpes le propinó, pero calcula fueron más de cincuenta. La cara del hombre quedó irreconocible.


    La policía se la llevó a la estación para interrogarla sobre lo ocurrido. Pasó la noche en una celda, en calidad de sospechosa de homicidio, la dejaron ir en cuanto se pudo comprobar su versión de los hechos. Le devolvieron su bulto en una bolsa de evidencia, completamente lleno de sangre. Le aseguraron que no habrían cargos, que, aunque había usado exceso de fuerza y técnicamente lo que cometió fue homicidio, el fiscal no iba a presentar cargos por la muerte del asesino y violador serial que había eludido a la justicia durante semanas. Las calles están más seguras gracias a ella, le dijo una oficial femenina, cuando la dejaron ir, a las tres de la mañana. Quizás las calles estaban más seguras gracias a ella, pero le hubiera gustado que le ofrecieran llevarla a casa en una patrulla.


    Su primer pensamiento fue el de tirar su bolso, chorreaba tanta sangre que no valía la pena salvar nada de su interior. Y así lo hizo, en el primer bote de basura que se encontró. Pero, no había avanzado ni cinco metros, cuando recordó que el dibujo seguía en el bulto. Se apresuró a buscarlo, lo sacó y la hoja estaba completamente roja por la sangre del criminal, a pesar de lo cual, el dibujo era aún perfectamente visible. Estaba por tirarlo de nuevo, cuando notó como la sangre comenzaba a ser absorbida por los trazos. Parpadeó varias veces para asegurarse que estaba viendo bien. Quizás el cansancio la hacía ver cosas. Pero no, era muy lentamente, pero el papel iba recobrando lo blanco y las líneas del dibujo brillaban levemente.


    Volvió a casa prácticamente al amanecer. Nadie le creyó su historia del encuentro con el asesino y violador serial. Sus padres la reprendieron duramente por llegar tan tarde y no haber llamado ni una sola vez. ¿Por qué no había llamado a sus padres cuando los policías le dijeron que tenía derecho a una llamada? No lo sabe, estaba muy alterada en ese momento. No está segura que le pasó a su teléfono, quizás se le cayó en el callejón o en la patrulla cuando la llevaron a la estación. La verdad no le interesaba mucho a estas alturas.


    Unos días después, llevó el dibujo al museo. La hoja estaba completamente limpia de sangre para entonces, pero las líneas del dibujo brillaban de una tonalidad carmesí. Se esperó a que no hubiera nadie cerca, sacó el dibujo y lo comparó con el pergamino que yace dentro de un domo de vidrio antibalas, sobre una columna de yeso negro. Esta vez, las letras ininteligibles comienzan a bailar, y ese baile, por alguna razón, les dio sentido. Ella las leyó, algo que no comprendía salió de sus labios. El dibujo en su manos se calentó al punto que tuvo que soltarlo. Antes de llegar al suelo, todo se oscureció. Al volver la claridad, un ser encapuchado levitaba sobre el dibujo. Ella, lejos de asustarse, sonrió ante el extraño ser.


    Dos años después, ya en sus años de universidad, una noche que estudiaba en su habitación del campus para los finales, alguien toca a su puerta. Intenta ignorar los molestos golpes. No hay urgencia en estos, pero son constantes. Cada treinta segundos. Aguarda varios minutos, pero la persona al otro lado no parece cansarse. Finalmente se harta y abre de golpe la puerta.

    —¡¿Qué rayos quiere?! —pregunta a gritos.


    Ante ella, se encuentra un joven de unos dieciséis o diecisiete años, bien parecido, cabello corto negro, ojos oscuros vacíos que al verlos generan una sensación de temor. Viste traje italiano color negro, camisa blanca, corbata y pañuelo de bolsillo color azul marino y zapatos oxford negros. Este le sonríe.

    —Disculpe la inoportune cuando está tan ocupada estudiando, pero me era de suma urgencia conversar con su persona —explica el joven, con serenidad.

    —No entiendo de qué querrías hablarme —le dice ella, mirándolo confusa. No le parece reconocerlo.

    —Es algo que sería mejor hablar en privado, si me lo permite —menciona él, sin perder la sonrisa.

    —No lo conozco y no me interesa lo que tenga que decir. —Le cierra la puerta en la cara.

    —Es una lástima —oye decir desde afuera —. Tendré que hablar con alguien más sobre las misteriosas desapariciones de varios estudiantes y profesores en los últimos tres halloween.

    —¿Qué? —cuestiona ella, abriendo de nuevo la puerta.

    —¿Me permite pasar?

    —S-sí...


    El joven pasa y toma asiento en la cama. Mariana se siente nerviosa. Algo en ese chico le aterra. Ella toma la silla del escritorio y la coloca delante de él. Está muy interesada en lo que él tenga por decir.

    —¿Sabía que en los dos últimos años, durante la gran fiesta de halloween del campus, han desaparecido en total veintisiete personas?

    —Lo-lo he escuchado... —murmura ella, tragando saliva.

    —¿Sabía que se presume que hay al menos dos personas detrás de esas desapariciones? Una mujer, como de su edad, altura y complexión, y un encapuchado que parece levitar, según algunos testigos.

    —¿Cree que... tengo algo que ver...? —responde nerviosa. Ya la policía la había entrevistado antes y les contestó con total naturalidad, pero este chico, por alguna razón le causa un miedo irracional.

    —Oh, no, no. No lo creo —saca unas fotos del bolsillo interior de su saco y se las da, ella las toma y palidece en cuanto las revisa —, estoy seguro.

    —¿Qué quiere de mí? —cuestiona temiendo que la quiera extorsionar.

    —El secreto de ese ser levitante. —Ella lo mira extrañada. — El encapuchado no es humano. Eso lo tengo muy claro. Verá, a mi me gusta un buen misterio de vez en cuando, si veo un caso interesante en los diarios o los noticieros lo investigo hasta resolverlo, luego lo dejo seguir su curso natural hasta que lo resuelva la policía o lo abandonen. Por ahora, solo la identidad de su cómplice me elude. No vive en ninguna parte, no tiene familiares ni amigos, no tiene un pasado. Algunas cámaras de seguridad lo han captado desvanecerse o aparecer de la nada.

    —¡Ill! —grita la chica, desesperada ante las palabras del desconocido.


    El encapuchado se aparece detrás del chico, saca dos estacas de huesos de entre sus mangas. El chico, en un parpadeo, se voltea, toma al encapuchado del cuello y lo azota contra el suelo. Le baja la capucha, mostrando que no hay nada abajo. Él sonríe.

    —Es muy fuerte —confiesa el encapuchado, luchando por liberarse.

    —¡Ill! —exclama ella, preocupada. Se levanta y toma la silla en la que estaba sentada para golpear al chico, pero este atraviesa al encapuchado, haciendo que el golpe caiga sobre este —. ¿Por qué no te puedes soltar? —cuestiona, aterrada.

    —Su oscuridad sobrepasa incluso a la de un Lord —confiesa —. Si me mata moriré en verdad.

    —Fascinante —murmura el chico, mirando el lugar donde debería estar la cabeza del encapuchado — ¿Cómo puedo conseguir uno de estos? —pregunta, mirando con seriedad a la chica.


    Sin muchas opciones, no le queda más que cooperar con el chico que podría matar incluso a un Duquesa Inferno. Le confiesa sobre el dibujo que hizo del pergamino y de las letras danzantes. Él, luego de obtener esa información, los deja en paz, al menos por un tiempo.


    Meses después, este joven, que ahora Mariana sabe se trata del influyente Magno, regresa a buscarla. La aborda en la cafetería del campus mientras esta cena. En esta ocasión no viene vestido tan formal como la vez anterior, aunque se nota que lleva ropa muy costosa. Camisa polo blanca, pantalones azul marino y zapatillas negras.

    —Buenas noches —saluda él, de forma tan casual que da la impresión de estar saludando a un viejo amigo.

    —Bu-buenas noches...

    —¿Le interesaría ayudarme con algo? —cuestiona él, con una mirada seria.

    —¿Con... con... con qué...? —traga saliva nerviosa.

    —Busco algo especial que podría incluso destruir el mundo humano como lo conocemos —sonríe.


    Ella abre por completo los ojos ante tales palabras. Se relaja un poco y sonríe. Él le explica sobre lo que busca, y ella sabe perfectamente dónde encontrar a alguien que puede saber dónde encontrar lo que Magno busca.
     
  18. Threadmarks: Capítulo 09. Ataque
     
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    Capítulo 09. Ataque



    Los Pecadores se reúnen para discutir sobre el reciente ataque recibido. Entre este y las muertes ocurridas en las montañas, la mayoría de ellos se sienten asustados y quieren abandonar la ciudad para probar suerte en los bosques aledaños. Y los ánimos estaban por empeorar aún más.


    Todos escuchan atentamente una pequeña radio de baterías, que milagrosamente recibe señal en esa área. Electricista una vez explicó que se debe a que el suelo es menos grueso en esa zona de la ciudad y que existen varios dispositivos que hacen de repetidores, que solían usarse en las estaciones del tren subterráneo. Nadie discutió con él sobre su razonamiento, pero él mismo se pregunta cómo es que esos repetidores siguen funcionando con la presa destruida. La persona que narra es un fanático de las conspiraciones que se atrincheró en una importante estación de radio, en la que tiene un equipo de radio aficionado con el que ha estado conversando con otros supervivientes alrededor del mundo y así compartir sus hallazgos con los pocos que quedan en el globo para escucharlo.


    —"...se espera que África sea corrompida en cuestión de días. Rusia, según algunos sobrevivientes, cayó bajo el dominio de un monstruo momia hace dos días. México continúa incomunicado por una neblina blanca y se desconoce si ya cayó, pero no me hago esperanzas. Para los que no hayan escuchado mis transmisiones anteriores, repetiré las porciones del mundo que han sido corrompidas por los monstruos: desde Chile hasta Guatemala está todo perdido. En México se desconoce el avance de las criaturas. Estados Unidos, Canadá y Alaska también cayeron. Se desconoce la situación en Groelandia e Islandia. Rusia, Mongolia y China cayeron, hay neblinas negras y blancas desde Kazajstán hasta Malasia. Indonesia y Australia están intactas, por el momento. África se espera caiga en los próximos días en su totalidad. Islas como Japón, Cuba o las Malvinas, por mencionar algunas, están incomunicadas y se desconoce su estado actual. No sé ustedes, pero..."

    —Ya tuve suficiente de ese sujeto —menciona la Macha, al apagar la radio.

    —¿No hay algo que se pueda hacer? —pregunta Pulga, al borde del llanto.

    —No realmente —contesta Jefe, en tono deprimente.

    —Quizás lo haya —interviene Juliius, apareciendo de entre el suelo.

    —¿Qué quieres decir? —cuestiona María.

    —Según parece, la mayoría de los Lores y Serafos tienen un contrato con la misma persona, es decir, ese tal Magno.

    —No te sigo, babotas —dice Brandon, con cara de confundido.

    —Bueno —interviene Horns, cayendo del techo —, por ejemplo, si te mueres, yo automáticamente seré tragado por un portal que me llevará de vuelta a mi mundo de origen y no podré volver hasta que alguien me vuelva a invocar, ofreciendo el sacrificio necesario, por supuesto.

    —Es decir, si acabamos con Magno, su imperio lo seguirá —sonríe el de chaleco.

    —Muy lindo y todo, pero se les olvida que es muy difícil acercarse a Magno sin que tenga un batallón de monstruos que lo protejan —hace ver la castaña-rubia.

    —Infernos y Ceslestias, no monstruos —corrige el Inferno peludo.

    —Las torres de Magno —murmura Oso. Lo voltean a ver —. Lo he visto solo en la torre central.

    —¿Cuándo? —pregunta jefe.

    —Una vez al mes. Visita el cementerio. Va bien protegido. Al volver a la torre, los Infernos, Celestias y Santos se dispersan —comenta, algo incómodo por haber hablado tanto.

    —¿Por qué lo vigilas? —pregunta la Macha. Contesta con un gruñido de ira. Todos se quedan en silencio.

    —Tus razones tendrás —finalmente habla Brandon —. Si lo atrapamos a solas, aunque sea por un momento, tendremos la oportunidad de matarlo y acabar con todo, o al menos la mayoría.

    —Si los Lores y Serafos desaparecen, podremos dar la lucha. Hay dos Duques en este bando, siempre que no nos enfrentemos a más de dos Duques a la vez, saldremos victoriosos —asegura Juliius.

    —Me gusta la idea —sonríe Jefe —. ¿Cuándo sale el malnacido de Magno para el cementerio? —pregunta, mirando al enorme joven.

    —Mediados de mes. Quince, normalmente —informa Oso.

    —Mantente pendiente. Este mismo mes acabaremos con su miserable vida y destruiremos el imperio que ha creado —menciona Brandon, con decisión.


    El día quince de ese mes, aguardan frente a la torre central de las tres torres base de los Santos. Según comunicación por radio de Detective, Magno va de vuelta del cementerio. El grupo de ataque de los Pecadores para asesinar a Magno está conformado por Jefe, la Macha, Oso y Pulga. Los cuales llevan chalecos antibalas bajo la ropa. Todos los demás se quedaron atrás, con la instrucción de que en caso ellos cuatro no regresaran, huyan lo más lejos posible e intenten sobrevivir en algún sitio lejano.


    A los pocos minutos llega una limosina muy elegante. De la cual se baja alguien muy alto, moreno y de cabello negro corto, vistiendo un traje costoso. Un par de Santos bajan del mismo vehículo y miran en todas direcciones.

    —Es él —murmura Oso.

    —¿Seguro? —cuestiona la Macha. El enorme hombre asiente.


    Los Santos asienten y se alejan en direcciones distintas. Uno de ellos porta una metralleta, el otro no parece tener armas, pero no descartan tenga una oculta entre los hábitos.

    —Este es el momento, está solo —susurra Jefe, al ver que los Santos se pierden de vista y que no parece haber nadie más cerca.

    —Cindy, quédate aquí oculta en este callejón, si no salimos en una hora vete con los demás y no mires atrás —pide la rubia-castaña, dándole un reloj de pulsera con la función de cronómetro. Lo programa a una hora, en modo vibratorio, para que no suene y alguien pueda encontrarla.

    —Volverán, ¿cierto? —cuestiona la pequeña, preocupada.

    —Claro que volveremos —le responde Brandon —. Vamos, antes de que lo perdamos o lleguen refuerzos —dice al notar que Magno entra al edificio.


    Los tres corren hacia el edificio y entran pocos segundos después que aquel al que apodan el Salvador. Cindy mira el cronómetro con ansiedad.

    —Hola —saluda una voz alegre desde la calle.

     
  19. Threadmarks: Pecadores. Jefe
     
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

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    20 Marzo 2012
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    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Círculos 2: Santos y Pecadores (Finalizado)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    21
     
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    942

    Pecadores. Jefe.



    Brandon Chiles es un miembro de bajo rango de los Sabuesos Infernales, una de las pandillas más violentas y sanguinarias de toda Ciudad Esmeralda. Él mismo se considera un pez gordo por haber acabado con la vida de cinco miembros de pandillas rivales. La verdad es que no lo es.


    La noche anterior al que sería conocido como el Día del Juicio Final, Brandon despierta maniatado en una bodega. El olor a agua estancada y el ruido de las olas le hacen pensar que se encuentra en las bodegas que están cerca del río de la zona industrial. La bocina de un buque le da la razón.


    Las luces están apagadas, pero entra la suficiente luminosidad por las amplias ventanas como para poder ver bien. Hay otros pandilleros cerca, la mayoría son de otras pandillas. Algunos están inconscientes, mientras que otros pocos están despiertos y luchando por liberarse. No solo hay pandilleros secuestrados en ese lugar, sino que también, por los uniformes que usan, hay policías, paramédicos y bomberos. Además de algunas personas vestidas de civil.


    Una mujer de hábitos rojos entra en la bodega, es de piel oscura, ojos color miel, alta y un poco gruesa. Se baja la capucha, mostrando que está calva y con un enorme tatuaje en su cabeza. La acompaña algo imposible. Un ojo flotante de veinte centímetros de diámetro, con el iris color rojo sangre y venas gruesas color verde brillante. La mujer revisa una parte del suelo, donde no parece haber nada, al menos no desde el punto de vista de Brandon, porque en ese sitio se encuentran pintados tres círculos, cada uno dentro de otro, con varios símbolos indescriptibles.

    —Tal como el Salvador prometió —dice la mujer.


    El ojo flotante levanta a un policía que aún no recobra la conciencia, usando lo que se podría describir como una especie de telekinesis. Lo lleva hasta quedar sobre el círculo, donde la mujer le abre el cuello usando un cuchillo de carnicero que se sacó de entre el hábito. La sangre del oficial se desparrama en el grabado del suelo y comienza a ser absorbido por los trazos.


    La mujer saca un pequeño libro de cubierta negra y comienza a recitar algo que no tiene sentido. El círculo brilla, una luz blanca sale de la nada y de pronto, sobre el círculo, aparece un segundo ojo flotante, solo que este es distinto; de iris azul brillante y venas gruesas amarillas. El ojo mira el cadáver del policía por un momento, luego voltea hacia la mujer.

    —En nombre del Salvador, te doy la bienvenida al mundo de los humanos. Soy tu compañera, la Hermana Trinidad.


    Unos momentos después, la mujer y los ojos flotantes salen de la bodega. Ninguno de los que están despiertos pueden creer lo ocurrido. Brandon usa una navaja que suele guardarse en la espalda para comenzar a cortar sus ataduras. Se trata de ataduras de cable plástico, muy resistentes, por lo que va a tardar varios minutos en soltarse.


    Una nueva persona entra a la bodega, también vistiendo hábitos rojos. Esta vez un hombre algo mayor. Arrastra a un pandillero hasta el círculo, le abre el estómago por completo y recita algo que lee de un libro de tapa negra. El grabado brilla en una tonalidad oscura y aparece lo que se podría describir como la cabeza de un cocodrilo de color rojo, el cual, al instante, devora el cadáver.


    Una hora más tarde, y luego de que pasaron al menos siete personas de hábitos rojos para invocar criaturas horribles, entra una octava persona. Se trata de un hombre grande y algo grueso, de cabello negro y ojos azules. Ojea su libro de cubierta negra.

    —Si invoco algo de mayor nivel, tendrán que reconocer que soy muy superior a los demás —se dice, relamiéndose los labios. Luego sonríe.


    Comienza a matar a los rehenes, degollándolos, para dejarlos desangrarse sobre el grabado. En total cincuenta personas yacen muertas o muriendo lentamente. La abundante sangre provoca que los trazos brillen en una tonalidad carmesí muy brillante.

    —Dice aquí, que debería sacrificar la misma clase de sangre para invocar algo muy poderoso —lee en voz alta —. ¿A qué demonios se referirá con clase de sangre? ¿Estas bestias tendrán favoritismo por ciertos tipos de sangre? Supongo no importa, entre tantos debería bastar para invocar algo fuerte. Veamos...


    Antes de tener la oportunidad de recitar las palabras, Brandon lo toma por sorpresa desde atrás y le corta el cuello de un solo movimiento. El de hábitos cae muerto sobre el círculo. El libro cae abierto en la misma página que el hombre estaba por leer. Brandon le da un vistazo. Su mirada no se aparta de las letras danzantes. Lee algo que no entiende, sin saber por qué lo hace. El grabado brilla, la oscuridad envuelve la bodega, al volver la luz, una especie de ser simiesco se encuentra devorando los cadáveres con voracidad. Es de pelaje color café oscuro por casi todo el cuerpo, excepto en el rostro que es rojo, ni en las manos y pies negros. Sus ojos son como dos bolinchas que sobresalen, de una tonalidad entre azul y verde. Una cola larga se asoma detrás de su cuerpo, casi en medio de la espalda. Le toma pocos segundos comerse todos los cuerpos. Luego se sacude, quitándose la sangre que manchaba su pelaje.

    —Soy el Séptimo Noble de los Infernos, Horns —se presenta, sonriendo, mostrando una dentadura repleta de colmillos negros como agujas —. El sacrificio es aceptable. Aunque considero que se mezcló mucha luz como para haber sido considerado digno para un Inferno de paladar fino como el mío.
     
  20. Threadmarks: Capítulo 10. Final
     
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

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    Círculos 2: Santos y Pecadores (Finalizado)
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    Tragedia
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    Capítulo 10. Final



    Jefe, Oso y la Macha ingresan tan solo unos segundos después que lo hace Magno. Aunque entran juntos, al cruzar la puerta son llevados a un espacio negro, en solitario.

    —¿Hola? —llama María, esperando que los demás le contesten. Pero nadie contesta a su saludo.


    Camina durante varios minutos, sin llegar a ninguna parte. De la nada, aparece una puerta delante de ella. Es de madera, con grabados burdos de caballos. El picaporte es de plata, muy brillante. Sin más opciones, toma el picaporte, pero se punza con una aguja que está pegada en la parte de abajo. La puerta se abre. Al otro lado de la puerta hay una especie de oficina, con libreros, escritorio, un sillón, alfombra persa, antigüedades colgando las paredes y dos sillas, una a cada lado del escritorio. En una de estas, detrás del escritorio, se encuentra sentada una persona.


    Se trata de un hombre algo obeso, de traje color vino, con poco cabello. Le toma unos momentos, pero lo reconoce como el hombre que estaba en la represa. Entra en la habitación, preparando su rifle. Le apunta, le tiembla un poco el pulso y le pesa. Deja caer el rifle al sentir que ya no lo puede sostener más y saca un revolver de bajo calibre, el cual le comienza a pesar.

    —Por favor, pase adelante y tome asiento —pide el hombre, soltando un bolígrafo con el que escribía hasta hace un momento.


    Oso se cruza de brazos. También se haya en un sitio oscuro. Ve, a unos metros, a alguien de espaldas, la misma persona que entraron persiguiendo. Esta se voltea. No es Magno, se trata en realidad del Lord Inferno, Behl' H' Bhus, que había adoptado la forma de Magno para tenderle a los Pecadores una trampa. El Inferno le dedica una sonrisa que no le cabe en el rostro.

    —Le doy la bienvenida —saluda el Inferno, sin perder la sonrisa.

    —¿Llegué tarde? —cuestiona una mujer vistiendo hábitos rojos, la cual carga una katana blanca. Se trata de la Hermana Raquel, quien retrocede ante la vista del enorme chico.

    —Justo a tiempo —sonríe Oso. Juliius se aparece a su lado.


    Jefe, en un espacio totalmente negro, se pone a maldecir mientras corre, en busca de una salida, o al menos de sus compañeros. Se detiene al encontrarse con la Arzobispa Mariana, lleva un brazo bajo el hábito rojo con bordados dorados. El encapuchado se aparece a su lado.

    —¡Maldita suerte la mía! —grita el de chaleco. Horns se aparece desde el suelo.

    —Es un Duquesa, no tengo oportunidad —susurra el Inferno peludo.

    —Lo tengo malditamente presente —contesta Brandon.


    A las afueras de la torre, una niña de vestido rojo se aproxima a Pulga, dando saltitos. Tiene el cabello negro muy largo, pálida y de ojos oscuros. Muestra una enorme sonrisa. Carga un bolso con la forma de la cabeza de un gato negro de ojos saltones.

    —Debes ser uno de esos Pecadores, ¿cierto?¿cierto? —cuestiona la niña de cabello negro.

    —¡Atrás! —grita Ulimina, saliendo de entre el suelo.

    —Oh, eres muy linda —manifiesta la de vestido rojo —. Me encanta tu rostro de maniquí y tu vestido. Le pediré a Magno que te asigne a cuidarme en cuanto tome control sobre el pacto.

    —Esta humana tiene una enorme oscuridad en su interior —revela la Duquesa Celestia —. Es muy peligrosa.

    —Solo quiero jugar, jugar, jugar, jugar, jugaaaar —canta.


    Detective regresa a las alcantarillas. Su trabajo constaba solo en avisar cuando Magno regresara. Le parece extraño que no encuentre a nadie en el lugar. Se pregunta si habrán todos escapado a las montañas, anticipando que los cuatro enviados fracasarían en la misión de asesinar a Magno.

    —¡¿Hola?! —grita, esperando escuchar respuesta, pero solo el eco le responde.


    Va al lugar de mayor tamaño, esperando al menos encontrar una nota o alguna señal de lo que sucedió con el resto. En cuanto ingresa, alguien lo toma desde atrás y le parte el cuello, acabando con su vida al instante. El agresor lo suelta, dejando que caiga sonoramente al suelo.


    El asesino es un Santo, el Hermano Klaus, asesino de confianza de Magno. Un hombre de altura promedio, bastante fornido, ojos oscuros y sin un solo cabello en la cabeza. Saca un teléfono de un bolsillo interno de su hábito rojo. Revisa un archivo que le fue enviado esta mañana con instrucciones detalladas.

    —Bien, ese fue el último de los Pecadores —se dice, tachando mentalmente el nombre de la lista.


    Con todos los objetivos de la lista eliminados, se apresura a salir de las alcantarillas para tomar una ducha y quitarse el olor a desperdicios de encima.


    La Macha apunta con dificultad al hombre ante ella. Le tiemblan las manos y comienza a ver borroso. El Hermano Víctor se apresura para ayudarla a sentarse en la otra silla.

    —Muchacha, no malgaste energía, por favor —pide el hombre, regresando a tomar asiento en su silla tras el escritorio —. En la puerta se punzó con algo, ¿no es así?

    —¿Cómo...? —intenta decir más, pero esa fue la única palabra que es capaz de pronunciar. Deja caer su arma al sentir que la mano la traiciona.

    —El señorito Magno me había advertido que un grupo pequeño de Pecadores atacarían la torre, y me encomendó la, nada agradable, labor de acabar con uno de ellos —se acomoda un poco en la silla —. No me gusta la violencia y como se me dio libertad de decidir la forma de matar a quien llegara por este camino, es que decidí usar el veneno de la Noble Celestia, Nich, quien gustosa me lo facilitó. De los venenos disponibles entre los Infernos y Celestias, no es el que más rápido mata, pero era el más afable disponible. Simplemente se dormirá y ya no despertará.


    Mientras él daba esa explicación, la mujer perdió la conciencia. Unos momentos después, deja de respirar. La Noreve Ceslestia de María aparece de repente y es tragada por un portal blanco.

    —Es una pena que alguien tan joven tuviera que morir.


    Del techo cae una especie de simio de pelaje blanco, con el rostro verde, manos y pies color rojo, sus ojos son saltones en una tonalidad entre dorado y verde. En medio de su espalda se asoma una cola muy larga.

    —Halo, Noble de los Celestia, si mal no recuerdo —dice el hombre, revisando sus notas. Ha dedicado los últimos meses a escribir sobre los Celestias e Infernos. Quiere dejar atrás una enciclopedia de esos seres. No para que alguien la utilice, sino porque quiere hacerlo. Magno le había dado luz verde a dicha enciclopedia, diciendo que era una estupenda idea.

    —Correcto, humano Víctor —afirma el simio, su voz suena algo femenina —. He venido a recoger el cuerpo, para aprovechar su sangre. Hay algo de luz en ella, se puede aprovechar.

    —Por mí no hay problema, por favor, proceda —permite, volviendo a escribir.


    En la calle, Ulimina se lanza para atacar a la niña. Esta no luce preocupada, al contrario, sonríe en tono burlón. La Duquesa, de la nada, es arrojada lejos por una fuerza invisible. Lady Runa se acerca a Cindy.

    —Me gusta mucho tu color de cabello. Aunque está algo sucio y despeinado sigue siendo dorado —alaba la otra niña, tratando de tomarla del cabello. Cindy retrocede asustada.

    —Bueno —suspira decepcionada.


    En un parpadeo, Runa golpea a Pulga en el estómago con fuerza. La de cabello rubio siente un ardor en la zona en la que recibió el golpe. Se mira confusa, su blusa está llena de sangre. Voltea a mirar a la niña de vestido rojo, esta le muestra una cuchilla, chorreando sangre, que lleva entre los dedos de la misma mano con la que la golpeó.

    —Pudimos ser amigas —confiesa la pelinegro, un tanto melancólica —, pero tenías que estar llena de luz. Magno necesita sangre con luz para invocar al último Serafo Celestia. Lo siento.


    Pulga cae al suelo, comienza a perder la conciencia. Runa se le acerca y la voltea. Se saca un trozo de papel de su bolso de gato y lo coloca sobre el estómago de la agonizante menor.

    —Casi olvidaba ponerte el círculo de transferencia —se dice —. Si hubieras muerto antes de colocarlo habríamos perdido a la Duquesa con rostro de porcelana. Magno habría estado muy triste de perderla.


    Cindy no soporta más y cierra los ojos, dando su último respiro. El Serafo de los Celestias, Rafelus, se aparece al lado de Runa. Poco después, se aparece ante ellos Ulimina.

    —Soy la Duquesa de los Celestia, Ulimina —se presenta la maniquí.

    —Lo sabemos —le contesta la niña, feliz de verla.

    —Mi Serafo —saluda la Duquesa al león blanco, inclinando la cabeza.

    —Duquesa Ulimina, como la humana Cindy Zares ha expirado y usted sigue aquí, he de suponer que el círculo de transferencia de contrato fue puesto a tiempo. ¿Quién es el humano con el que tiene contrato? —cuestiona, sabiendo la respuesta, pero usa un hechizo de obediencia sobre ella, por ser esta una Celestia de menor rango al suyo no tiene más opción que obedecer, para cerciorarse que no haya ocurrido una transferencia de contrato anterior a la muerte de la Pecadora.

    —El humano Magno es ahora mi compañero de contrato —contesta la Duquesa Celestia.

    —Acude a la torre a mi izquierda y aguarda indicaciones —ordena el león blanco.

    —Sí, mi Serafo —la maniquí se vuelve polvo y se desvanece entre el suelo.

    —Toda esta acción me dio hambre —dice Runa, frotándose el estómago.

    —Claro, Lady Runa, le llevaré a comer.

    —¿Qué hay de... ? —señala el cadáver de Pulga.

    —Enviaré alguien para asegurar su cuerpo, su sangre tiene mucha luz —contesta el Celestia, moviendo un poco la cola.


    Sin dar oportunidad a nada más, Brandon dispara contra la Arzobispa hasta vaciar el cargador de su metralleta. Desafortunadamente, para él, el Duquesa Ill se interpuso y recibió todos los impactos, sin recibir daño alguno.

    —¡Maldición, me cago en...! —comienza a decir, pero se detiene el seco al ver a alguien que aparece detrás de la mujer de hábitos rojos.

    —Saludos, Brandon Chiles, líder de los Pecadores, es un placer conocerlo —se presenta un enorme joven, bien vestido de traje azul marino, con corbata negra.


    El recién llegado tiene una presencia intimidante, y no solo por su gran tamaño, que Brandon calcula es aún más grande que Oso, sino que hay algo en él que hace reaccionar su instinto de supervivencia y le pide a gritos alejarse.

    —Soy Magno, aunque supongo ya lo sabe —se quita el saco y la camisa, pasándoselos a Mariana, quien los toma sin decir palabra alguna. También parece asustada ante la presencia de Magno.

    —Lo sé —susurra Jefe, mirando con ira al enorme joven. Se pregunta por qué razón se aparecería Magno en persona.

    —Me imagino se pregunta por qué razón me presento ante usted, cuando Mariana prácticamente tiene las de ganar —sonríe —. Verá, es un asunto totalmente egoísta por mi parte. Usted es el líder de los Pecadores, y considero sería un insulto si dejo que alguien que no sea el líder de los Santos lo enfrente.


    Brandon solo lo mira con ferocidad, sin atreverse a mover ni un músculo.

    —Le propongo lo siguiente, le doy la oportunidad de enfrentarme, uno a uno, sin Infernos o Celestias, un duelo con el arma que usted elija. ¿Qué le parece mi propuesta?

    —¿Por qué harías eso? —cuestiona Jefe, desconfiando de las razones del joven.

    —Responder a eso sería repetir lo mismo que ya dije.

    —Cuando gane, ¿qué me ocurrirá?

    —Cuanta confianza, eso me gusta. Mariana, si Brandon Chiles me llega a ganar, no se le hará daño alguno.

    —Pero... —comienza a protestar la Arzobispa, pero la mirada fría de Magno la reprende. Baja la mirada, con arrepentimiento. —Entiendo, Salvador.

    —Elige el arma.

    —¿Qué te parece un duelo al estilo del viejo oeste, con revólveres y al sonido del reloj disparamos? —propone el de chaleco de cuero. Confía plenamente en su puntería y velocidad. Después de todo, considera que en su momento fue el mejor de su pandilla para disparar. Aunque en realidad no lo era, por mucho.

    —Me gusta tu estilo —alaba el enorme joven sonriente.


    Behl' H' Bhus aparece de la nada, sonríe ampliamente. Muestra ambas manos y de estas se comienzan a asomar huesos, los cuales toman, lentamente, la forma de revólveres, al estar completas se vuelven de acero.

    —Tome la que guste y puede probarla, no está trucada —le asegura el Lord Inferno, sin perder la enorme sonrisa.

    —Tomaré esta, si no le molesta, señor Chiles —dice Magno, tomando una de las armas. Abre el barril, revisa que tenga balas, le da vueltas al barril y procede a pegar un tiro al suelo. La detonación hace que tanto Jefe como Mariana retrocedan —. La mía funciona bastante bien. Pruebe con toda confianza la otra, o si gusta puede quedarse con esta.

    —¡Deme eso! —arrebata el pandillero el arma de la mano del Inferno. Este, al no tener más armas, retrocede diez pasos, caminando de espaldas, hasta quedar al lado de Ill.


    Brandon procede a revisar si tiene balas, al comprobar que tiene en todos los orificios, prueba que gire. Luego dispara al suelo. Comprueba que se haya movido el barril. Mira con resentimiento al líder de los Santos. Duda que vaya a jugar limpio, pero él tampoco lo hará.


    Se colocan a una distancia de veinte metros, con las armas en mano. Un reloj aparece de la nada, creado por el poder del Lord Inferno, en cual que faltan treinta segundos para el medio día. El segundero avanza. Los duelistas se miran a los ojos. Al faltar quince segundos, Jefe levanta el arma y dispara hasta acabarse todas las municiones. Impacta a Magno una vez en el hombro, dos en el estómago y una en la pierna derecha. A pesar de haber recibido todos esos impactos, y estar perdiendo mucha sangre, se mantiene inmóvil.

    —¡Malditos! —grita el pandillero, al verlo en pie. Continúa apretando el gatillo en un esfuerzo inútil.


    Suena la campanada del medio día, según el reloj que levita en el aire. Magno dispara una sola vez y baja la mano. Respira profundamente, tuvo suerte que ningún tiro le dio en una zona vital. Jefe no es tan afortunado, cae muerto por el único tiro, que le atravesó el cerebro.

    —Me siento tan vivo en este momento —menciona el enorme joven, sonriendo.

    —Estás loco —se ríe el Lord Inferno, ante tal escena —. Ill, ve y llama a la Serafo Rapholius. Magno requiere asistencia médica —pide, sin dejar de reírse.

    —No duele tanto como parece —asegura el enorme chico, moviendo la cabeza a los lados.

    —La Serafo Rapholius lo dejará como nuevo —asegura Behl' H' Bhus —. Por suerte el Serafo faltante es Gabrielium. El poder sanador de Rapholius es incomparable. Su sangre es lo que los antiguos humanos llamaban la Fuente de la Eterna Juventud.

    —Lo sé —asegura el joven —. Que Rapholius me alcance en mi cuarto, y deshaz este espacio de bolsillo, Behl' H' Bhus. Jefe... —niega con la cabeza — Brandon Chiles era el último Pecador con vida.


    El Lord Inferno chasquea los dedos y la oscuridad desaparece. Todos están de vuelta en la torre, en el primer piso. Magno sube al ascensor, presiona el botón del penthouse y sonríe complacido de que todo resultara, casi, conforme al plan.
     
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  1. Dark RS
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