Tokorozawa Bosques de Totoro [Bosque]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Gigi Blanche, 31 Enero 2023.

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    [Estatua de Jizo]

    Kenneth era considerablemente más... común que Kashya, suponía. No me atrevía a calificarlo de relajado o sociable siendo que conocía a la chica y sabía que, más allá de ciertas extravagancias, no había nada mal con ella. Con todo, quizá fuera la persona más madura, centrada y confiada que conocía. Lo que no podía negarse, por otro lado, era que el muchacho se adaptaba con mayor facilidad a los contextos sociales. La decepción que se impostó fue genuinamente graciosa, casi adorable, y mantuvo la sonrisa divertida adherida a mi rostro. Joey también se mantuvo en silencio, a la espera de su respuesta.

    Viendo su afición por la teatralidad, estimé que me devolvería la jugada. Alcé las cejas, asumiendo la derrota, y Joey abandonó mi lado para colocarse en un punto neutro entre ambos.

    —Y de repente tengo todo el poder —advirtió, encantado con la idea—. Bueno, ya saben, soy un gran comerciante, así que podré soltar la sopa por el precio adecuado.

    —Tentadora oferta —lo molesté, en tono suave, pasando junto a él para empezar a caminar.

    Kenneth propuso desviarnos de aquel bosque tan espeso en una dirección que, según él, aún no habíamos investigado. Mi ubicación espacial no se destacaba por su precisión y tampoco era una cualidad que me hubiera interesado cultivar, así que decidí confiar en su juicio. Joey le dio la razón, aparentemente mejor localizado que yo, y seguimos el camino.

    —A mí sí, me tocó con un amigo —respondió Joey, bastante tranquilo, y al parecer el recuerdo le hizo sonreír—. Bueno, un amigo y un chico que no conocía, pero parece simpático. ¿A ti, Blee?

    —Balaam y Mamiya. —Miré al moreno—. Violet va contigo y siempre lleva una venda en los ojos, supongo que la ubicas. Y Mamiya va a la 3-3, senpai.

    Era información que tenía almacenada porque sí, porque llevaba ya dos años en la institución y la presidencia del Consejo me había interesado lo suficiente para prestarle atención al alumnado. Con todo, seguían siendo datos de color.

    —Con Violet me llevo bien —agregué, una sonrisa más cálida y pequeña asomando en mis labios—, así que estoy contenta.

    What about you, Kenny boy? —preguntó Joey, propinándole un codazo amistoso.

    Cuando quisimos acordar, habíamos alcanzando un nuevo camino que derivó hacia la siguiente zona.


    me DUELE el doble post, pero prefiero hacerlo así los posts linkeados en el índice quedan prolijos y sin roleo innecesario metido en medio
     
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    Gigi Blanche

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    El grupo de Joey, Kenneth y Bleke atravesó la espesura esmeralda del Bosque Tres hasta alcanzar un nuevo camino señalizado. Tras echarle un vistazo a las indicaciones, se hundieron en otra porción de vegetación bastante similar a la que habían abandonado. Era densa, había un silencio extraño y poca luz se colaba entre el follaje. Fue así, al menos, hasta un buen rato después, cuando notaron que el sendero comenzaba a verse recubierto por bloques de piedra. Se erigió ante ellos un arco torii, pequeño pero en muy buen estado, con la madera firme y las columnas pintadas de un intenso escarlata. Al atravesarlo, subieron unas breves escalinatas y toparon con un modesto santuario.

    Estatua de Jizo.png

    Lo que había dentro era una estatua de piedra, emulaba a un hombre sentado, con los ojos cerrados y las piernas cruzadas, y tenía encima un gorro diminuto y una bufanda, ambos de lana y color rojo. Alrededor del santuario, cuando prestaron atención, notaron una gran cantidad de torres hechas con piedras apiladas.

    —Una estatua de Jizo —murmuró Bleke, habiéndola reconocido casi al instante.

    —En efecto.

    La voz provino de atrás, y al girar notaron que había un anciano de pie, en el nacimiento de la escalinata. Llevaba las manos a la espalda y los observaba con una sonrisa serena en el rostro. Su ropa era tradicional y le quedaba poco cabello. Cuando se reunió con ellos, no sin algo de esfuerzo, soltó un profundo suspiro.

    —El seno de la tierra, erigidas en honor a Jizo Bosatsu —explicó, sin necesidad de alzar la voz; ya lo habían notado antes, el silencio de ese lugar era particular—. Tú pareces conocer la historia, jovencita, pero ¿qué me dicen ustedes, muchachos?

    >> Preguntar al anciano respecto a la estatua.
    >> Preguntar al anciano sobre él.
    >> Marcharse.
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    [Bosque #2]

    — Entonces levanté toda la vajilla rápidamente, y me alejé de allí, sin decir nada más, seguramente con el rostro encendido. ¿Qué diablos puedo hacer ahora, Totoro?

    Me encontraba sentado, apoyando mi espalda contra la estatua del personaje que le daba nombre a los bosques en los que acampábamos. Mi bastón estaba a un lado, y sobre mi regazo, se encontraba mi guitarra, la que me encontraba afinando en esos momentos. No es como si el instrumento lo necesitara (lo había hecho antes de venir), pero servía para relajarme un poco. Tenía un barullo de sentimientos dentro mío, y necesitaba calmarme. Mi turbación no provenía de que no entendía que sentía, si no todo lo contrario. Sabía muy bien que me estaba pasando. El problema es que... no sabía en sí como reaccionar a ello.

    Era algo distinto a como lo había sentido otras veces, tal vez un poco más intenso, pero era demasiado similar a aquella otra vez como para sentirme tranquilo. Tampoco es que me enojara. Alethea era una chica muy buena, atenta y dulce, y bueno, la danza no le hacía nada mal, pero sentía que recién empezaba a conocerla. Lancé un suspiro al aire, y me giré hacia Totoro con el que había estado conversando desde que había llegado. No era muy hablador, pero al menos, parecía que sabía escuchar. Contemplé su mirada perdido en la distancia, su ancha sonrisa vacía, y asentí, como si acabara de soltar un increíble consejo, y necesitara digerirlo.

    — Tienes razón, tal vez solo tengo que quedarme aquí un rato, contemplando el horizonte, y dejando que mi cabeza se despeje. Después de todo, no hay forma de que sea como la otra vez, ¿no? Son personas totalmente distintas. Maldición, hasta continentes totalmente distintos —me encogí de hombros.— Ya le estoy hablando a una estatua de una película para niños. Creo que todo esto me está afectando demasiado.

    Solté una risita nerviosa, y comencé a rasgar las cuerdas de la guitarra. Me frené, saqué mi celular, y le conecté los auriculares. Busqué una canción, le puse play y comencé a tocar al ritmo. No quería que nada me interrumpiera en esos momentos. Tan solo quedarme con mi música, en el medio del bosque, hablando con Totoro. Debía dar la apariencia de que era un vagabundo que estaba pidiendo monedas para el transporte.


    Acá está la canción que estaba cantando Jack. El muchacho tiene una voz bastante similar al cantante acá. En general, Jack tiene voz grave (?
     
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    Gigi Blanche

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    Bosque #2

    Jack se había alejado lo suficiente del grupo para no ver una persona a la redonda ni de casualidad. El Totoro gigante se erigía en una altitud del bosque, brindándole un escenario bastante bonito y un panorama amplio del cielo. Hacer terapia con una estatua de un personaje infantil podía sonar bastante descabellado, pero si a él le servía, ¿qué tenía de malo?

    Tras divagar, afinar su guitarra y empezar a cantar, lentamente comenzó a relajarse. Quizá fuera la energía de aquel bosque, la compañía de Totoro o la soledad tan reconfortante que había encontrado. O al menos eso era lo que él creía, claro. Cuando la canción iba terminando y volvió a oír los sonidos de la naturaleza, una voz suave, infantil, se acopló al viento.

    —Qué bonito cantas. —Se oyó claramente, aunque le resultó imposible definir su proveniencia. Era casi etérea—. ¿Te molestaría tocar otra? Me ha gustado mucho escucharte.

    ¿Estaba... estaba enloqueciendo? ¿Era Totoro? ¿Era un ave? O quizá... ¡¿un fantasma?!
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    [Bosque #2]

    Terminé de cantar, y dejé que los últimes acordes de la guitarra resonaran en la soledad del bosque. Disfruté unos segundos en silencio, mientras pensaba qué canción tocar a continuación. Quería aprovechar que estaba solo, así que podía cantar lo que quisiera. Usualmente, cuando sacabas una guitarra y estabas en un grupo, siempre te pedían tocar las mismas canciones una y otra vez. Llegaba un punto que te cansaba. Además, querías tocar algo que uno quisiera, no lo que le diga el resto.

    Me relajé contra Totoro, lancé un suspiro, y puse los dedos sobre las cuerdas. Quedaron allí, congelados, en cuanto escuché la voz. Miré alrededor, pensando que tal vez alguien se había acercado sin que lo hubiera detectado (lo cual no era muy difícil, tampoco). Sin embargo, no podía ver a nadie. ¿Me lo habría imaginado? Sacudí la cabeza. Seguramente era eso. Tenía los pensamientos demasiado revueltos. No era como si Totoro pudiera hablarme, ¿no? O peor, un fantasma.

    Un fantasma en este bosque. Que sonaba como un niño. Mientras yo estaba solo.

    Solté una risotada algo histérica y nerviosa, mientras sentía como un escalofrío me recorría la espalda, y comencé a rasgar las cuerdas de nuevo. No, no. No había fantasmas aquí.

    ¿Verdad...?

    ¿Buen momento para hintear que Jack se asusta fácil? Buen momento para hintear que Jack se asusta fácil.

     
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    Kaisa Morinachi

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    Bosque 2

    Pasé por mi carpa, recogí un bolso grande, tan solo era una cartera de buen tamaño, no llegaba a ser deportivo, y salí del lugar dejando todo como si nunca hubiera pasado por ahí. Caminé con tranquilidad, de acá por allá, y terminé en un campo florido con el Totoro tras mis espaldas... Siempre miraba a mis alrededores, cada que veía que no había nadie cerca, destapaba el cúter que en verdad era mi crucifijo, ese que llevaba colgado al cuello. Cortaba una planta, con exactitud, y la guardaba entre las páginas de un croquis pequeño que tenía guardado dentro del ya mencionado bolso. Saqué tres ejemplares de cada tipo de planta que encontraba, de hojas caídas, entre otras cosas.

    La cosa es que estaba a punto de retirarme a una parte del recinto menos calurosa cuando mis ojos cayeron sobre una silueta a lo lejos...

    La cara de extrañeza que se coló en mi casa, sin saberlo, era digna de memes raros en internet. Cómo fuera, que el pendejo de Jack le hablaba a la estatua, luego pareció tener una epifanía y terminó por cantar una canción con su guitarra. Quién era yo para juzgar locos, me quedé mirándolo con la cara de culo a la distancia, extrañada...

    Curioso...

    Sonreí por aquella emoción que me recorría cuando algo lograba captar mi atención...

    Rodee la zona de forma que quedé detrás del Totoro, donde él no podía verme. Me respaldé y saqué mi navaja mariposa para juguetear con ella, haciéndola volar en el aire tras haber regresado el cúter a su lugar, un simple pendiente más con forma de crucifijo.

    Canta bien el condenado, algo que supiera hacer bien con esa boca aparte de sobrepensar. Miré el cielo, soleado, exhalé suave, me cargaba esperar...

    ¿Ahora qué? Guardé mis cosas, impoluta, nada que saltara las alertas de nadie, solo que ahora cargaba con el bolso conmigo.

    Caminé para colocarme delante de Jack, lo miré con mi cara de nada.

    —¿No crees que es mejor hablar con Ethans antes que con la estatua de un show infantil? Digo... Je —sonreí con oscura sorna, volví a la seriedad—, así darían menos ganas de mandarte al loquero, ¿Qué crees?

    Hello /w\, perdón la intromisión, lo prometido es deuda.

    Nuevo dato Freak: Gianna es re chismosa, como buena vieja chismosa de pueblo
     
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    Gigi Blanche

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    [Bosque 2]

    Jack oyó aquella voz con suma claridad, la suficiente para detenerse y corroborar que, en efecto, estuviera solo. ¿O habría deseado no estarlo? ¿No ver a nadie significaba que... había enloquecido? ¿Se lo habría inventado? Con todo, obedeció al deseo de aquella voz y comenzó a tocar otra canción. No logró escuchar nada sobre la melodía y, en cuanto fue acabando, una segunda persona apareció en escena: Gianna.

    Lo hizo desde su costado, con el suficiente sigilo para espantarlo probablemente, pero así y todo... aquella voz no volvió a escucharse. Ahora le quedaría la duda eterna de si la había imaginado o si fue real.
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado that's that me espresso

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    Kenneth 2.png
    [Estatua de Jizo]

    Aquel teatro que improvisé en apenas unos segundos sirvió su propósito bastante bien, pues pude notar como el ambiente animado a nuestro alrededor se mantuvo de esa manera mientras hablaba. A Bleke se le veía divertida, de hecho, y tenía que admitir que era bastante refrescante ver que una compañera de mi hermana era, bueno, bastante más expresiva que ella; Joey se mantuvo a la espera de mi respuesta y se subió al carro inmediatamente después, tal y como había esperado, provocando así que mirase a la muchacha con una sonrisa de circunstancias.

    —No podemos permitir eso, ¿eh? Ahora tenemos que compartir un secreto solo entre nosotros dos también, Blee~ —añadí, guiñándole un ojo cómplice que acompañé con una nueva sonrisa divertida.

    Después de aquello, ambos estuvieron de acuerdo en seguir por el camino que había señalado y, al mismo tiempo, cambiamos el tema de conversación hacia los compañeros de nuestras respectivas tiendas de campaña. No reconocía ninguno de los nombres que Bleke había mencionado, aunque eso tampoco era sorprendente con la cantidad de alumnos que había en la academia, pero tanto ella como Joey afirmaron llevarse bien con al menos unos de los compañeros que les había tocado y eso sonaba como una buena noticia, vaya.

    >>Al parecer los tres tuvimos suerte —contesté, suavizando la expresión después de la ligera carcajada que se me escapó tras el codazo del moreno—. También me tocó con alguien que me cae bien. El otro chico se ve bastante nervioso, pero al menos no parece problemático.

    A medida que seguíamos conversando, también el paisaje a nuestro alrededor fue cambiando y, después de un rato más caminando, finalmente dimos con una pequeña zona que nos incitó a pararnos para verla mejor. Miré a nuestro alrededor con toda la atención del mundo, mientras nos acercábamos al pequeño santuario que había tras la escalinata, y me quedé observando la estatua de su interior hasta que una nueva voz logró llamar nuestra atención.

    >>Eh... pues yo no, la verdad. Soy bastante nuevo por la zona todavía... —admití, girando el torso para dedicarle una ligera sonrisa avergonzada al hombre, y deslicé la mirada fugazmente hacia Joey antes de volver a hablar—. ¿Podría contarnos un poco más sobre la estatua, si es tan amable?

    >>Preguntar al anciano respecto a la estatua.
     
    Última edición: 5 Mayo 2023
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    Reual Nathan Onyrian

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    [Bosque #2]

    La canción había logrado calmar mis nervios, y había hecho que momentáneamente me olvidara de la voz que había susurrado en mis oídos. Sin embargo, nada de eso sirvió cuando Fiore apareció repentinamente en mi campo de visión, salida de la nada, y casi provoca que me de un síncope. Me llevé la mano al pecho, y solté un suspiro, mirando el cielo. Cuando sentí que el corazón se me estaba calmando, volví la vista hacia la chica, y le dediqué una media sonrisa.

    — No te me aparezcas así. Me asusto con demasiada facilidad —me la quedé observando durante unos segundos. ¿Ella había sido la de la voz? No sonaban muy parecidas, pero la verdad que la conocía de nada y bien podría ser muy buena imitando o cambiando su propio tono de voz. No era una habilidad que parecía pegarle, pero la vida a menudo te sorprendía. Agité la cabeza, quitándome ese pensamiento. Mejor no volver a eso, y dejar que simplemente pasara.— ¿Qué haces aquí? ¿Viniste a visitar a Totoro?

    Había ignorado deliberadamente su pregunta, mientras me ponía a tocar un par de acordes sueltos con la guitarra. La verdad que no tenía muchas ganas de hablar del tema. ¿Pero no sería algo rudo no contestarle? O sea, había sido más directa que una autobahn, pero teniendo en cuenta lo difícil que le parecía a la chica sociabilizar, era un buen intento. Exhalé, dejando la guitarra reposar sobre mi regazo, y retorcí los labios, mientras pensaba.

    — ¿Hablar con ella? ¿De qué? "Hola, Ale. Mira, acabo de tener un crush bastante fuerte cuando te enfoqué con mi cámara, estabas preciosa en ese vestido. Ah, y me dijeron que la cena es a las 20. Tchüss." —meneé la cabeza.— Es todo muy reciente, Fiore. Ni sé bien lo que me pasó. O sea, sí, sé lo que me pasó, pero es todo muy imprevisto. No pensé que me iba a pasar con ella, sinceramente. No puedo ir y decirle, así como así. Sería algo... incómodo.

    Había otras razones, pero no quería compartirlas ahora, menos con Fiore. La acababa de conocer, y seamos sinceros, la chica no parecía muy receptiva con ciertos temas. Y este era complicado. Volví a rasgar las cuerdas de forma aleatoria, y la miré de soslayo.

    >> ¿Te gusta algún tipo de música en específico, o hay una canción que quieras escuchar?
     
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    Kaisa Morinachi

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    Bosque 2

    Algo en el sobresalto que dio Jack me cambió, aunque no lo exteriorizara me conoció para saber que descubrí algo que no había comprendido con anterioridad y todo mi cuerpo cambió con ese conocimiento. Solté otra risa, suave, suspiro que descargaba mi propia tensión, y la sonrisa se llenó aún más de sorna.

    Mira, sabía que era escalofriante y un peligro, pero no creí que estuviera tan presente como para asustar a un joven. Cuando me habló y me explicó su reacción lo miré con la seriedad calma de siempre, mano entrelazadas tras mi espalda, mirándolo con precisión.

    —¿Cómo lo sabría? —fue lo único que le rebatí para luego seguir escuchándolo. Bueno, de paso pensé que su reacción reflejaba que al menos se calmaba y, conociéndome, seguro borré gran parte de esa calma con solo abrir mi boca.

    ¿Podía ser de otra forma? Puede, pero poco me importaba cambiar en post del bienestar de otros. Tenía que ser algo muy inquietante para que mostrara aunque sea un poco de consideración, porque me movía la busca de libertad y el miedo de perderla era lo que me controlaba... así que haría lo que quiciera a menos que eso me jodiera más de lo que quería. Escudriñé la mirada cuando preguntó que hacía acá, tensa, pero como siempre me veía igual lo único que cambio fue el filo de mis ojos que se podía interpretar de muchas maneras.

    Cerré los ojos.

    —Queria calma...— Los abrí y le sonreí von calma, pero jocosa—, pero encontré algo que no quise...— Ladee solo un poco la cabeza y en mi rostro se vio una sonrisa.

    Una de ingenuidad, tranquila, puede que risueña. De que no mataba ni una mosca.

    Hipócrita.

    >>
    Pasar por alto...

    Bueno, que el chico volvió a callarse, me fijé con seriedad en él y sus acciones empezando a conectar puntos y buscar entender lo que ocurría, por más que ya supiera lo que ocurría. Lo había visto, escuchado y analizado por más que no quisiera, mis ex-compañeros eran muy escandalosos y estos parecían no ser taaaaaan diferentes, aunque, claro, puede que hubiera menos desquiciados que en mi pueblo.

    Tan solo era una suposición. Tal vez solo la gente era diferente y lo que me parecía casual para otros era lo más extraño que podían ver.

    Lo miré con seriedad dura cuando empezó a liberar lo que cargaba, en medio discurso me abrume, inhalé hondo y exhalé cómo si mi alma se escapara con eso.

    Taaaan... pequeño... Creo que me recordaba un poco a Manon, puede que por eso no podía dejarlo ahí, aproblemado.

    Por más que odiara a la pendeja, también tenía que protegerla... incluso si no quería, lo hacía... y eso era por algo, por más que no quisiera saber por qué y por eso no me lo cuestionaba.

    Afiancé la seriedad en mi cara cuando mencionó lo de la música, un par de flashback me llegaron con fuerza, imágenes, una cara. Cerré los ojos, aún cuando seguía seria se me veía más calmada...

    —Uhm...— Miré ceñuda la guitarra, me moví para respaldarme en el Totoro, coloqué un pie sobre su superficie y luego le extendí una mano hacia Jack—, ¿Me permites?

    Quería la guitarra, mi mira seria, casi inquebrantable, se mantenía.

    ¿Querría prestarme su guitarra?

    ¿Sería capaz de tocar?

    ¿Era capaz?
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    [Bosque #2]

    Así que en busca de calma, ¿eh? Sí, suponía que yo había venido por lo mismo. O al menos, para despejarme la cabeza, e intentar calmar el acelerado palpitar del cual mi corazón había hecho gala hace algunos minutos. Obviamente no logré mi cometido, a ver de aquella voz fantasmal que parecía haber surgido de la nada, y de la aparición igual de repentina de Fiore. Además, la muchacha había ignorado un poco lo que le había contado, aunque parecía más que nada sumida en pensamientos. Bueno, no la podía culpar. Me pasaba a menudo, aunque desde el viaje desde casa esa tendencia había disminuido un poco.

    Me quedé mirando el frente, mientras la muchacha murmuraba, y aprovechaba la calma para meditar sobre mis mismas palabras. Uno pensaría que la solución más sencilla a todo este embrollo (si es que de verdad podía ser llamado "embrollo") era simplemente ir a hablarlo con Ale, pero tampoco sabía como encarar el tema. ¿Ella que había pensado de mi brusca salida? ¿Había pensado algo en sí? Tal vez solo estaba confundida. Yo también lo estaría.

    Había comenzado a tocar acordes al azar, dejando que mis dedos se movieran solos, cuando volví en mí y pude notar como Fiore me estaba tendiendo la mano. La miré algo extrañado, con la cabeza levemente inclinada. ¿Quería que me levantara? Ah, no, estaba señalando la guitarra.

    Torcí el gesto ante el pedido, para luego menear la cabeza y ofrecerle una sonrisa algo avergonazada.

    — Perdón, pero esta guitarra es especial. Es un regalo de alguien muy importante para mí, verás, y me hicieron prometer que nadie excepto yo la tocaría. Y quiero respetar esa promesa —me encogí de hombros, sonriendo como si yo hubiera hecho algo malo.— Perdón.

    Miré hacia el cielo. No era para nada tarde, pero considerando mi nula falta de orientación, seguramente me llevara mucho más tiempo del normal regresar al campamento. Más valía volver.

    >> Oye, ¿te parece si regresamos ya? No sé si habrá alguna actividad a la tarde o algo.
     
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  12.  
    Gigi Blanche

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    Bleke mantuvo su atención sobre Kenneth cuando el muchacho, tras expresar una preocupación fingida, le sugirió que ahora ellos deberían compartir también un secreto. Sonrió a los pocos segundos, lucía divertida y, por encima de eso, genuina. Aprovechó la broma para acercarse un paso hacia Thornton y, desde allí, mirar a Joey.

    —¿Podrás vivir con eso? —lo molestó, en tono ligero.

    —Pff, su secreto jamás será tan bueno como el nuestro —replicó, y al notar cuán ambiguas habían sido sus palabras alzó las cejas y agregó, mirando a Kenneth—: ¡O el nuestro! Aunque el nuestro sí es un poco aburrido.

    Tras eso, el grupo siguió andando hasta topar con la estatua de Jizō. El anciano, quien había aparecido de forma algo repentina, paseó la mirada entre los jóvenes y le sonrió a Kenneth apenas él le respondió. Fue un gesto lleno de ternura y serenidad, como si tuviera ante sí a tres niños pequeños. Quizá lo fueran.

    —¿Llevan poco tiempo en Japón?

    —Yo nací aquí —respondió Bleke, envuelta en una seriedad que sólo pretendía ofrecer respeto.

    —Tiene sentido, sí. Hablas impecablemente el idioma —destacó, rebasándolos para ir hacia la estatua. Transcurrieron algunos segundos hasta que volvió a hablar—. Es una bella historia. Jizō es el nombre que nosotros le otorgamos a una deidad budista: Kṣitigarbha. "El tesoro de la tierra", le llaman algunos, o como les mencioné recién, su seno. Verán, hace muchos eones existía una doncella dentro de la casta Brahmin. Esta señorita se encontraba profundamente preocupada tras el fallecimiento de su madre, quien había sido mezquina y difamatoria en torno a las Tres Joyas, o los Tres Refugios. —Medio giró el torso hacia el grupo, aún con sus manos entrelazadas a la espalda; su voz fluía ligeramente rasposa sobre el silencio—. Probablemente no sepan lo que es, puesto de forma simple... las Tres Joyas conforman una de las prácticas pilares del budismo. El Buda, el Dharma y el Sangha son los tres refugios adonde los fieles acuden. Creer en ellos es creer en su religión.

    Suspiró brevemente, distrayendo su mirada en el bosque.

    —La doncella, entonces, temiendo que su madre hubiera renacido en alguno de los tormentosos Naraka, vendió todo lo que poseía y con ese dinero compró ofrendas que entregó a Buda diariamente. Rezó y rezó fervientemente, para que el karma de su madre fuera saldado. Un día, estando en el templo, oyó a Buda. Le dijo que regresara a casa, tomara asiento y recitara su nombre si quería saber dónde se encontraba su madre. La doncella obedeció y su consciencia fue transportada a los Naraka. Allí, un guardián le informó que su madre, gracias a sus ofrendas y plegarias, había acumulado suficiente mérito y había ascendido. La doncella sintió un alivio inmenso, mas no felicidad, ya que la indescriptible tortura de los Naraka le había sido mostrada y, desde entonces, cargó un profundo dolor en el corazón. Juró, así, hacer todo lo que estuviera a su alcance para aliviar el sufrimiento ajeno durante sus próximas vidas.

    Una brisa sopló, cálida y tímida. El anciano cerró sus ojos un momento, inhaló muy hondo y se vació los pulmones, sonriendo.

    —Jizō es la deidad guardiana de los niños y viajeros. Es amable, paciente y servicial, y se dedica a proteger las almas de todos aquellos pequeños que fallecen antes de sus padres. Estos niños quedan a la deriva, incapaces de cruzar el río Sanzu e ingresar al Meido, o el Yomi. Probablemente hayan oído más ese nombre. Jizō los cuida de los yōkai malignos, escondiéndolos y abrigándolos entre sus ropajes. Y nosotros, desde aquí, los ayudamos.

    Desvió la mirada a la pequeña estatua, abrigada con aquellas prendas tan diminutas, y luego a las torres de piedras que rodeaban el santuario.

    —¿Les gustaría echarles también una mano?

    >> Aceptar.
    >> Rechazar.
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    [Bosque #3]

    Parecía que Fiore tenía otras cosas que hacer, o no parecía con muchas ganas para acompañarme a deambular por allí por el bosque. O simplemente no tenía ganas de volver al campamento todavía. Como fuera, esperaba que mi negativa ante prestarle la guitarra no la hubiera ofendido demasiado. Esa chica era un verdadero misterio, difícil poder descifrar lo que iba por su cabeza. Me encogí de hombros, me despedí con una sonrisa, y, con los auriculares puestos, me dispuse a volver al campamento. Sin embargo, no contaba con un factor muy importante: mi nula y total falta de orientación.

    Demasiado tarde me di cuenta de que me había desviado de mi camino. Los bosques que me rodeaban no se parecían mucho a donde habíamos levantado las carpas. Aunque la verdad, todos los árboles allí me parecían iguales. Además, todo era super denso, por lo que intentar orientarse era demasiado complicado. Se sumaba también la falta de un camino marcado, así que simplemente me quedé dando vueltas hasta que la pierna comenzó a quejarse, por lo que tuve que hacer un alto, y me senté en el suelo, con la espalda apoyada en un árbol.

    Miré alrededor, con una creciente ansiedad. Ojalá no me quedara allí atrapado cuando cayera la noche. Vamos, no debía ser tan difícil encontrar el camino de vuelta.

    ¿Verdad...?

    Gigi Blanche ahí tal el niño, servidito en bandeja.
     
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    Gigi Blanche

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    El pobre Jack se distrajo lo suficiente para acabar hundido en la densidad del tercer bosque. ¿Cómo había ocurrido? ¿En qué momento se había desviado del camino? Vaya, no tenía idea. Al sentarse y observar alrededor, reconoció el colchón de helechos y la vegetación de ese verde tan brillante: ya habían estado allí apenas llegaron. La voz de la profesora Sachi rebotó en sus oídos de repente. "Tengan mucho cuidado", había advertido, "ya que es muy fácil perderse".

    Bueno, al menos lo confirmaba.

    Allí adentro estaba relativamente oscuro, al menos en comparación al resto de la reserva, pero el calor se acumulaba y los sonidos también. Las aves, el viento y los insectos generaban una cacofonía que a Jack, entre los nervios y la soledad, le obligaron a recordar aquello... bueno, eso que había ocurrido junto a la estatua de Totoro. Y justo, justo, justo cuando pensó en eso, oyó un chasquido. Como una rama quebrándose. No supo definir la distancia, lo sintió hacia su derecha y, poco después, otro. Esta vez de la izquierda.

    ¿Eran reales? ¿Se los estaba imaginando? Transcurrieron un par de minutos, pero ya nada se oía igual. Ni el viento, ni las aves, ni los insectos. En medio de sus tribulaciones, Jack escuchó un sonido más que absorbió su atención por completo. Era... ¿qué era? Una especie de castañeteo, como si alguien golpeara sus dientes entre sí, o incluso como si... era como un reloj al que le están dando cuerda. Un sonido delicado, breve y continuo, pero definitivamente antinatural. Compenetrado en ello, Jack creyó ver algo por el rabillo del ojo, a su derecha: una pequeña mancha blancuzca, difusa, que salió de un arbusto y al instante se coló dentro de otro.

    Bueno... quedarse allí no era una opción, ¿cierto? A menos que buscara un paro cardíaco inducido. ¿Qué haría Jack?

    >> Investigar la mancha blancuzca.
    >> Irse del Bosque Tres (conecta con Bosque 1, Bosque 2, Zona de acampada y Estatua de Jizo).
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    [Bosque #3]

    Que las palabras de la profesora Sachi llegaran en ese momento para recordarme lo fácil que era perderse en ese bosque no hicieron más que aumentar la decepción contra mí mismo. Bueno, al menos recordaba que ya habíamos pasado por ahí. El problema principal era que ahora no tenía idea para donde continuar. ¿Por dónde había venido, a todo esto? Mientras intentaba recordar el camino que habíamos tomado para ir hacia el campamento, el calor comenzó a aumentar, de manera directamente proporcional a la oscuridad. Increíble. Mira que me había perdido en bosques en Austria, antes, pero allí al menos hacía frío. Podías justificar los tembleques con eso.

    El bosque estaba lleno de sonidos, una especie mezcolanza de ruidos que no tenían ni ton ni son. La naturaleza podía a veces hacer hermosas composiciones, pero hoy no era uno de esos momentos. De hecho, parecía que todos estaban compitiendo por ser el más descoordinado con sus vecinos. Eso era algo que no me gustaba del verano. Y fue en ese momento cuando escuché la rama quebrándose. ¿Lo había escuchado? ¿O era solo mi imaginación?

    Scheiße! —exclamé, en cuanto volví a escuchar el mismo sonido, esta vez en mi izquierda.

    Miré frenético hacia ambos lados, pero no se distinguía nada fuera de lo normal. De hecho, ahora que me daba cuenta, no se distinguía nada. Todo el bosque parecía haberse callado. Un sudor frío comenzó a recorrerme la nuca hasta el coxis. Por un demonio, era mitad austríaco y mitad irlandés. Me había pasado la mitad de mi vida metido en bosques tenebrosos. Y aún así eran capaces de hacerme temblar hasta la médula. Lo peor de todo era que este no era uno lúgubre, o extremadamente tupido. Era una jodida reserva nacional a media hora de mi colegio. ¿Por qué tenía que ser tan miedoso?

    Y luego vino el castañeo. O quizás era un reloj que le estaban dando cuerda. No sé, estaba demasiado asustado como para pensar de manera cuerda. Había comenzado a hablar en una extraña mezcla entre alemán e irlandés, lo que siempre me pasaba cuando me ponía extremadamente nervioso. Y ahora había comenzado a sumar el japonés a mi léxico, así que a veces hacía acto de presencia.

    Y allí estaba, como no. Como no iba a haber algo que se escabullía por el rabillo del ojo, una mancha blancuzca que parecía irreal, y nunca podía enfocar. Me incorporé, pero mis piernas se negaron a salir de allí. Parecía como si se hubieran transformado en raíces. Un pensamiento insidioso, estúpido, comenzó a hacerse lugar en mi cabeza. ¿Y si me acercaba hacia aquella cosa? Era tremenda idiotez, en especial teniendo en cuenta que sentía como mi corazón iba subiendo cada vez más por mi tracto respiratorio, pero la verdad, si había algo de lo que NO podía vanagloriarme, era de mi sentido de la autopreservación. La cantidad de veces que había aceptado ver una película de terror solo para terminar pidiendo que la quitarán e ir a ver Lilo & Stitch eran incontables..

    Wer Angst vor dem Sterben hat, möge nicht geboren werden —murmuré, hablando de manera inconsciente en alemán, mientras me acercaba lentamente hacia aquella cosa.

    El principal problema era que yo sí tenía muchísimo miedo.

    >> Investigar la mancha blancuzca.
     
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    Amane

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    [Estatua de Jizo]

    La tontería de tener secretos entre nosotros se mantuvo un buen rato más mientras nos adentrábamos en el bosque, pero al mismo tiempo no vi qué más añadir a la conversación después de los respectivos comentarios de Joey y Bleke, así que acabé por dejar morir el asunto un par de segundos después de las intervenciones ajenas. No fue especialmente difícil hacerlo, de todos modos, porque en ese instante fue que también acabamos por alcanzar el santuario donde acabaríamos parando para escuchar la historia que el señor mayor parecía querer contarnos. Antes de eso, sin embargo, nos preguntó si llevábamos poco tiempo en Japón y yo asentí una par de veces con la cabeza, justo un par de segundos antes de que Bleke también respondiese al respecto.

    Curioso como siempre había sido con las culturas ajenas, no pude evitar poner toda mi atención en el relato que el anciano comenzó a narrar para nosotros. Las leyendas asiáticas llevaban ya un tiempo llamando especialmente mi atención; me resultaban fascinantes, si bien al mismo tiempo también me llegaban a parecer algo enrevesadas y difíciles de seguir. Suponía que sería más bien cuestión de costumbre, pues imaginaba que cualquier otra persona podría pensar lo mismo de la mitología céltica cuando yo lo consideraba como simple conocimiento común. Siendo así el caso, quise dedicarle todas las neuronas posibles a la historia para entenderla, y cuando el hombre nos ofreció ayudar a aquella deidad, no pude evitar la ligera emoción que se vio reflejada en mis ojos.

    —A mí me encantaría —contesté, con un tono de voz solemne a pesar del entusiasmo que sentía, y un par de segundos después giré el rostro para intercalar un par de miradas (un poco de cachorrito, para qué mentir) entre mis compañeros—. No os importa quedarnos un poco más, ¿verdad?

    >>Aceptar.
     
    Última edición: 5 Mayo 2023
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    [Bosque 3]

    Armándose de valor, Jack decidió aproximarse a la zona en la cual había creído ver... vaya, ni siquiera estaba muy seguro de lo que había visto. ¿Una cosa blanca? Cuánta precisión, sí. Sólo tuvo que atravesar unos pocos metros, pero el miedo latiendo contra sus oídos los tornó insoportables. Al inclinarse y remover los arbustos, sin embargo, no vio nada; al menos nada que estuviera vivo y pudiera quebrar ramas y saltar de planta en planta, claro.

    Todos sus sentidos, de repente, se absorbieron en el pequeño muñeco de trapo perdido tras el arbusto. Era blanco, sí, o al menos lo había sido en algún momento, pues estaba lleno de tierra y suciedad. Su cuerpito era simple, dos brazos, dos piernas, y en la cara llevaba bordadas una boca en forma de 'o' y los ojos a alturas irregulares, todo en negro. No estaba roto y se lo notaba mullido, probablemente relleno con algún edredón. Las costuras y detalles, sin embargo, lucían algo desprolijos. Tenía pinta de ser un muñeco casero. Al girarlo, Jack notó que tenía algo escrito con marcador indeleble, aunque estaba en kanjis y su inexperiencia le dificultó la lectura.

    ¿Qué hacía ese muñeco ahí?

    Tras ese breve lapso de concentración, los sonidos del bosque se reanudaron a su alrededor y creyó oír, en la lejanía, una risa cantarina. Curiosamente, sintió menos miedo que antes.

    Jack encontró: Muñeco de trapo blanco (un muñeco de trapo raído y sucio, de aspecto casero, con una inscripción en kanjis al reverso. Quizás alguien en la reserva sepa algo sobre este objeto).

    >> Seguir la dirección de la risa.

    >> Quedarse en el Bosque 3.

    [Estatua de Jizō]

    La sonrisa del anciano se ensanchó al recibir la respuesta de Kenneth y aguardó, como un mero espectador, a que el resto del grupo se definiera. Tanto Bleke como Joey notaron los ojos de cachorro de Thornton y cedieron; aunque, francamente, en ningún momento habían planeado lo contrario.

    —Para nada —aseguró Middel, meneando la cabeza, y dirigió su atención al anciano—. He leído sobre las estatuas de Jizō, pero no tenía idea que hubiera una aquí.

    —Es comprensible. ¿Sus profesores les contaron algo de la historia de la reserva?

    —Un poco, aunque fue bastante superficial.

    —Probablemente para no aburrirlos —concedió el hombre, y una risa rasposa silbó en su pecho—. Esta zona ganó popularidad gracias al proyecto de la Fundación, pero adquirieron tantos bosques que muchas de sus historias quedaron perdidas en el tiempo. Jizō lleva aquí más de veinte años, se podría decir que es... un secreto de los lugareños. Uno de tantos.

    Podía llegar a llamar la atención la forma en la que el hombre hablaba, como si no se encontraran a media hora del corazón neurálgico de Japón; como si, allí dentro, corriera otro tiempo y fuera un mundo separado del resto.

    —En fin, que se me van a aburrir también. ¡Manos a la obra! —El anciano se mostró entusiasmado y bajó las escalinatas, instando al grupo a seguirlo—. Hay varias formas de ayudar a Jizō y los niños que protege: tejiendo abrigos, dejando ofrendas, construyendo torres de piedras. A menos que alguno de ustedes traiga ahí escondidas agujas y lana, o arroz caliente, nos limitaremos a la última opción.

    —Hay algo que no entiendo —murmuró Joey, mientras seguían al hombre hacia el bosque—. Nos contó la historia de una doncella, ¿cierto? ¿Por qué la estatua se asemeja a un hombre?

    —Ah, gran pregunta, joven. —Los miró de soslayo, lucía más que satisfecho por la intervención—. Eso es por una de las reencarnaciones de la doncella, un monje budista proveniente de Silla que alcanzó el nirvana en el Monte Jiuhua, una de las Cuatro Montañas Sagradas de China. Este hombre, llamado Jijang, construyó allí una humilde choza y meditó durante setenta y cinco años. Tanto los locales como los peregrinos, asombrados por el hecho, decidieron levantar un santuario a su alrededor. Finalmente, Jijang falleció con noventa y nueve años y ¿saben lo más curioso? Su cuerpo jamás se descompuso.

    Se detuvieron en un punto que parecía totalmente azaroso, pero el anciano conocía el lugar a la perfección. Medio giró el cuerpo y señaló hacia adelante con un leve movimiento de cabeza, sonriéndole luego a los jóvenes.

    —Estamos cerca de un pequeño cuerpo de agua, por aquí encontrarán más piedras que en otros lados. Con... cinco o seis por cada uno bastará.


    Minijuego, uijaaaa

    Cada personaje (Bleke, Joey y Kenneth) podrá lanzar seis dados de tres caras. Estos dados determinarán la calidad de las piedras que encuentren, siendo 1 la mejor calidad y 3, la peor. Esta puntuación les servirá a la hora de construir las torres, así que de momento esto es todo lo que necesitas saber uwu


    Also, también lánzame un dadito de cincuenta caras y este no te wa decir para qué es
     
    Gigi Blanche ha tirado dados de 3 caras para Rocky Joey Total: 9 $dice $dice $dice $dice $dice $dice
    Gigi Blanche ha tirado dados de 3 caras para Rocky Blee Total: 9 $dice $dice $dice $dice $dice $dice
    Gigi Blanche ha tirado dados de 50 caras para Chorpecha Joey-Blee Total: 38 $dice $dice
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    Amane

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    [Estatua de Jizo]

    Si el teatro de los ojitos de cachorro había sido necesario o no, no era algo que realmente importase analizar una vez ambos decidieron quedarse conmigo para también ayudar al señor con lo que tuviese preparado para nosotros. El anciano nos siguió contando un poco más de la historia de la estatua mientras nos alejábamos del santuario, gracias a las preguntas que tanto Bleke como Joey le hicieron por el camino, y yo seguí escuchando con atención todo lo que tenía para contarnos.

    Y mientras seguíamos caminando entre la vegetación, simplemente con los sonidos de la naturaleza rodeándonos, llegué a entender porqué el señor se comportaba como si no siguiésemos en el corazón de Tokio; lo único que parecía respirarse en aquel bosque era paz.

    —Piedras serán —comenté con una ligera sonrisa divertida en los labios, intercalando miradas entre los presentes, antes de repasar el escenario con la vista y asentir con la cabeza, llevándome las manos a las caderas—. Será mejor que nos repartamos, entonces. ¡A ver quién encuentras las mejores piedras!

    A veces también podía comportarme como un crío, las cosas como eran.
     
    Amane ha tirado dados de 3 caras para Piedritas Total: 12 $dice $dice $dice $dice $dice $dice
    Amane ha tirado dados de 50 caras para Secreto secretoso Total: 21 $dice
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    Gigi Blanche

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    [Estatua de Jizō]

    Con la misión impuesta, el anciano despidió a los tres muchachos y se sentó en la deformidad de un grueso tronco para esperarlos. Cerró los ojos, inundando sus sentidos con el piar de los picogrueso a su alrededor, y emitió un leve suspiro. Se estaba muy bien allí dentro.

    El hombre los había guiado bien. Tal y como Kenneth había propuesto, el grupo se separó y pronto notó la abundancia de piedras que había camufladas entre el césped, los arbustos y los helechos; conforme se acercaban a la laguna, la concentración aumentaba. Kenneth optó por recorrer un poco el interior del bosque, asumiendo que sus compañeros se decantarían por la otra opción, y fue recogiendo las piedras que, según su criterio, mejor se adecuaban a la tarea. No era ningún experto en la materia, pero en tanto fueran chatas y no muy pequeñas debían servir, ¿no?

    Joey y Bleke, acorde a las predicciones de Kenneth, pronto alcanzaron la claridad de la laguna. Habían estado conversando de asuntos triviales y pronto reinó el silencio, apenas su atención se vio absorbida en la tarea que el anciano les había encomendado. Así se separaron, también, y cuando Joey se irguió y miró alrededor, no vio a la chica por ninguna parte. Despreocupado, siguió recolectando piedras al borde de la laguna. Su camino ciego lo llevó a una porción de terreno más estrecha, donde los árboles hacían sombra sobre el agua y las rocas, de mayor dimensión, se mezclaban entre sus raíces. Joey tuvo que empezar a cuidar por dónde caminaba y, concentrado en su tarea, dio casi de lleno con Kenneth.

    Christ! —soltó en medio de una exhalación, sobresaltado—. Me asustaste, hombre.

    Ambos llevaban encima su buena recolección de piedras. El agua junto a ellos se mecía suavemente y salpicaba apenas sus pies. Joey estuvo a punto de agregar algo cuando miró más allá de Kenneth y frunció el ceño. Se inclinó hacia un costado, concentrado en aquel punto lejano, y estrechó la mirada. Había una roca, lisa y amplia, enterrada un poco más adentro de la laguna que las demás; y sobre ella, lo que parecía ser una persona. ¿Una... muchacha, quizá? La brisa sopló, entonces, provino de aquella dirección y ambos creyeron oír las notas de una dulce, breve melodía.

    Prácticamente al mismo tiempo, sin embargo, un ruido los alertó desde el otro lado. Una especie de chapuzón, bastante fuerte y repentino. ¿A qué le harían caso?

    >> Acercarse a la muchacha.

    >> Investigar el ruido.
     
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  20.  
    Amane

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    [Estatua de Jizo]

    Los otros dos no pusieron queja alguna ante mi propuesta de separarnos para buscar las piedras que necesitábamos, cosa que me alivió y animó de igual manera, y les dediqué una última sonrisa ligera antes de dirigir mis pasos hacia el interior del bosque; no sabía yo mucho de recolección de piedras, pero suponía que debían ser relativamente planas para poder hacer una torre y, bueno, en el bosque vi unas cuantas de esas.

    Me puse inmediatamente con la tarea, en cuanto sentí la tranquilidad absoluta de los árboles rodeándome, y fue cuestión de segundos antes de que mi concentración pasase a ser completa y exclusivamente de aquella única tarea, haciéndome absolutamente unaware de cualquier posible presencia extra en aquel remanso de paz. Por ello mismo, cuando repentinamente alguien más hizo acto de presencia en mi espacio —casi chocándose conmigo, ya de paso—, tuve que hacer un esfuerzo enorme porque mi reacción se redujese a un simple respingo por la sorpresa.

    —Hombre, pero si fuiste tú quién apareció de repente... —me quejé al rato, una vez el intruso se descubrió como Joey y me sentí lo suficientemente relajado como para también soltar una risa ligera.

    Pasado el susto inicial, quise aprovechar la repentina reunión con el muchacho para preguntarle qué tal iba con la tarea de las piedras, pero al levantar la vista hacia su rostro, me di cuenta de que el muchacho había acabado centrando su atención en otro punto cualquiera a mi espalda; por supuesto, eso despertó mi curiosidad por completo. A medio camino de girarme para descubrir qué había llamado tanto su atención, sin embargo, fue que el ruido de algo parecido a un chapuzón cortó mis intenciones por completo. Podía no ser nada malo, pero había sonado bastante feo, y mis sentidos se pusieron un poco en alerta por ello.

    >>Voy a comprobar qué ha sido eso —le dije a Joey, comenzando a caminar hacia la zona de la laguna—. Puedes quedarte aquí si quieres, no te preocupes.

    >>Investigar el ruido.
     
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