Bosque.

Tema en 'Isla' iniciado por Insane, 10 Abril 2019.

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    No había pretendido seguirle el ritmo a Aisha, sólo planeaba alcanzarla en algún momento. Cuando, sabía, Andrea la detuviese y ella se diera por vencida. No era una chica idiota, sólo le tomaba algo más de tiempo asimilar lo que sucedía a su alrededor; y aunque Morgan fuera diferente, no podía realmente culparla por ello. Aisha poseía una facilidad extraordinaria para liberar el cauce de sus emociones cuando éstas llamaban a su puerta. No era un defecto per se, siendo honestos. Pero dicha liviandad va ligada a la ausencia de control, y en aquella isla, la falta de inteligencia emocional podía significar la diferencia entre la vida y la muerte.

    Ella lo sabía mejor que nadie.

    Oyó sus voces a lo lejos y alzó la cabeza, identificando sus siluetas varios metros más adelante. Andrea le murmuraba algo que no llegó a escuchar, para luego revolverle el cabello y retomar su camino. Morgan se detuvo silente junto a Aisha, y prestó atención a su débil susurro. Aunque no la mirara, podía sentir en su voz las lágrimas bañando su rostro. Apretó los labios y asintió, mientras su mano se aferraba con fuerza a la correa del maletín.

    —Cuando el momento llegue, iré a buscar su cristal —definió, con la resolución suficiente en su voz como para no brindar derecho a réplica.

    Había sonado más áspera de lo normal, lo sabía. Podía sentir el trago amargo en su garganta y eso le molestaba. Realmente esperaba que Aisha no cuestionara su decisión. Era consciente de su propia fragilidad y no quería perder los estribos frente a una chica al borde del colapso emocional. Como lo había resuelto antes, Aisha ahora era su responsabilidad; y como tal, no entraba en sus planes forzarla a presenciar el cadáver decapitado de Andrea. Sería una imagen que jamás podría borrar de su memoria.

    Eso era... un peso que estaba dispuesta a cargar.

    «Uno más de tantos»

    Suspiró, chasqueando la lengua. Realmente estaba molesta.

    —¡Oye, idiota! —exclamó, lo suficientemente fuerte para que el italiano la oyera; pese a vivir en base a despedidas nunca se le habían dado bien, por lo que prefirió hacer una simple promesa—. Saldremos de aquí y me encargaré de agradecerle los consejos a la vieja bruja. Eso tenlo por seguro.

    Muchas más cosas se acumulaban en su mente, muchas mierdas cursis sobre agradecerle la confianza mutua, las palabras de aliento, el indiscutible sacrificio. Pero creía haber aprendido a conocer a Andrea lo suficiente como para poder decir que nada de eso le apetecía escuchar. Eran cosas que ya sabía.

    Luego de hablar, giró la cabeza hacia Aisha y le regaló una pequeña, muy pequeña sonrisa. Se dio cuenta que le resultaba mucho más fácil ser fuerte por otros, antes que por ella misma.

    —Ya, volvamos. Considera este trecho hasta el edificio el tiempo para calmarte, porque luego no tendremos tiempo de eso.
     
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    Tarsis

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    Aisha Nakamura.

    Aisha asintió a las últimas palabras de Morgan. Se dio la vuelta y comenzó a caminar antes de que se arrepintiera y corriera nuevamente tras Andrea. Morgan le había sonreído, el mensaje allí estaba más que claro. Eran alíadas y pelearían con las uñas y dientes para salir de allí como sea, o todo sería en vano.

    —La verdad es que no esperaba que estuviesemos tú y yo al final —admitió, haciendo conversación para olvidarse de lo que podía estar pasando con la persona con la que sí había esperado estar. No quería imaginarlo colocando una bomba en su boca y explotando. Desde el inicio Morgan había sido decidida, ruda y bastante seria. Ahora le sonreía y hablaba más. También había demostrado que se mantenía firme en sus alianzas. Y tenía que admitir, que no podría señalarla para morir sobre Andrea, realmente no era lo que sentía. Quería que los tres viviesen y salieran de esta pesadilla, pero al parecer era mucho pedir.

    El sonido de sus pasos sobre las hojas en el bosque comenzaron a calmarla. Necesitaba su mente, sus habilidades. Necesitaba aceptar el último consejo de Andrea, y dejar a un lado sus emociones, o simplemente moriría como una rata en este sádico juego. ¿Qué oportunidades tenían? Repasó en su mente las pocas cosas que el creador de esto este rollo había dejado caer.

    —Estamos como en un juego. Y, también a veces quieren ver cosas específicas. Por eso nos orillan a esto —repuso pensativa—, si morimos sólo de hambre o sed no cumplen su objetivo.

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    Reual Nathan Onyrian

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    Andrea Dalcorvo

    "Necesitaremos su cristal..."

    Así es, bambina. Lo necesitarán. Había apenas captado los susurros en el bosque, pero el silencio que este tenía le servían para poder escuchar mejor. Sinceramente, no era un espectáculo que quisiera brindarles. Ver un cadáver decapitado por una explosión no debía ser algo lindo. Y mucho menos, el de alguien con el que habías pasado días sobreviviendo en una isla desconocida, atado a los caprichos de un maníaco con suficiente dinero para compensar el insignificante tamaño de su miembro. Pero no se podía todo en esta vida, como estaba demostrando en esos momentos.

    Seguí con mi paso tranquilo, disfrutando como las hojas de los árboles dibujaban sombras en el suelo, que danzaban a medida que el viento las acariciaba. La verdad, estaba bastante pacífico. Hasta sería una caminata que podría llegar a disfrutar, si no tuviera la fría mano esquelética de la muerte en su hombro, animándolo a seguir. Podía sentirla a su lado, haciéndole compañía, caminando junto con él. Al menos, le agradecía su presencia. Era bueno estar acompañado en casos así.

    "¡Oye, idiota! Saldremos de aquí y me encargaré de agradecerle los consejos a la vieja bruja. Eso tenlo por seguro."


    Mis pasos se frenaron al captar la exclamación de Morgan. Me quedé mirando el suelo, mientras varios sentimientos se agolpaban en mi cabeza. Suspiré para calmarme y levanté la cabeza, hacia las copas de los árboles. Los rayos de sol bailaban entre las ramas alegremente, como niños en un parque. Casi que podía escuchar sus risas, divirtiéndose, despreocupados absolutamente del mundo alrededor suyo. Solté una pequeña risa. Me estaba volviendo loco ya. Sin embargo, de alguna manera, las palabras habían calado hondo. Tal vez fue el sentimiento detrás de ellas, tal vez era todo lo que esas palabras ocultaban. Tal vez era el saludo final que iba a recibir, después de todo.

    Giré la cabeza hacia ellas, y pude ver como ya se habían dado vuelta y comenzado a caminar hacia el edificio. Juntas. Sin que pudiera detenerlo, las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas, y por primera vez en muchos años, tal vez demasiados, una sonrisa sincera y cálida iluminó mi rostro. Cerré los ojos, intentando contener las lágrimas, aunque ya ellas no me pudiera ver. Y a pesar de que ya estaban lo suficiéntemente lejos como para escucharme, dije al viento:

    "Gracias, ragazza. Te tomo la promesa. No me decepciones."

    Retomé mi camino hacia la playa, con las manos en los bolsillos, tarareando una canción que había escuchado hace mucho, cuando todavía era un niño. Vaya, me había tomado 26 años y estar en una isla perdida a merced de un idiota para hacer algo bueno por alguien sin nada a cambio. Y pensar que me habían dicho que nunca podría hacer algo altruista. En tu cara, Amanda. Espero que estés orgullosa, al menos, vecchia stregga.

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    Me faltan tres posts más para volver AAAAAAAA QUÉ PAJAAAAAAA

    Morgan O'Connor

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    Morgan soltó una risa seca ante las palabras de Aisha, mientras caminaban despacio de vuelta al edificio. Ella tampoco habría predicho nunca este desenvolvimiento en los acontecimientos, pero sinceramente, desde que puso un pie en esa isla había apagado su interruptor de sentido común. Después de todo, tampoco habría predicho nunca matar a alguien, ni utilizar bombas de gas, ni desmayarse por deshidratación, ni luchar por su vida en un coliseo moderno.

    Al menos, algo que se le daba bien era adaptarse.

    —Desde el momento en que esto es un reality de medianoche, no podemos pretender superar las reglas del juego. Porque no están establecidas, van fluctuando conforme los intereses del público, y eso lo vuelve impredecible.

    Es decir, ni siquiera podían confiar ciegamente en que dos personas salieran vivas de allí. Existía la posibilidad de que, llegados a cierto punto, las reglas cambiasen de vuelta y los supuestos ganadores se conviertan en los finalistas.

    Quizás, aún, ellas tendrían que luchar a muerte. Asesinarse la una a la otra. Eso significaba, por supuesto, que el sacrificio de Andrea habría sido en vano. Pero prefería no colmar la mente de la chica con esos pensamientos ahora mismo; sería echar más leña al fuego. Además... de ocurrir como sospechaba, ¿eso no significaría estar espabilando a su propio oponente?

    Morgan esbozó una sonrisa ladeada, sacudiendo la cabeza. A veces realmente le sorprendían sus niveles de egoísmo.

    Ni siquiera se consideraba merecedora de la oportunidad que Andrea les había obsequiado; le daba asco, la enfurecía. Pero allí estaba, aferrándose siempre a la vida. No era como Aisha. Cuando el italiano presentó su idea, la primera sensación que colmó el pecho de Morgan fue alivio. Cuando vio a Aisha corriendo detrás de él, apretó los puños y lloró. No sólo por la muerte de Andrea, ni por su acto tan noble, sino por cuánto se estaba odiando a sí misma.

    Ni siquiera servía como aliciente la idea de querer proteger a Aisha, porque ella era su única aliada y su supervivencia era clave para poder volver a casa. Cuando el creador del juego le anticipó el cambio de reglas, no dudó un momento en ponerse del lado de Andrea. Y si hubiese tenido que arrojar una bomba sobre aquella chica dormida...

    Se mordió los labios con fuerza y soltó un bufido. Era una estupidez preocuparse por eso ahora.

    Alzó la mirada, hacia adelante. Se preguntó qué estaría pasando en el otro equipo, y quiénes quedarían vivos luego de este evento. Vio a Aisha de soslayo, y decidió soltar un tema de conversación para aligerar el ambiente.

    —Me pregunto qué tendrá el maletín... Ojalá traiga algo de café, o sandwiches.
     
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    Aisha Nakamura.

    Apresuró el paso intentando salir de aquel condenado bosque lo antes posible. No quería estar allí cuando escuchara la explosión. No quería saber el momento exacto y definitivamente no quería estar cerca de allí mientras ocurría. Así que sintió un enorme alivio al ver la edificación comenzar a entreverse entre los gruesos y frondosos árboles. Contuvo una sonrisa ante la demanda de su compañera y asintió.

    —Muero por una Coca-cola o un helado en estos momentos —admitió con una sonrisa. Aún tenía los ojos hinchados y la luz le lastimaba, pero, no desperdiciaría la oportunidad de vivir que otra persona le había dado.

    Ambas cruzaron al edificio de comunicaciones.

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