Historia larga Bleu ex machina

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por LhaurgigSesnas, 3 Mayo 2015.

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  1. Threadmarks: 26 Fortaleza y colapso
     
    LhaurgigSesnas

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    Fortaleza y colapso


    La primera vez que oyó cantar al muchacho, cuando estaba disfrazado como mujer, había abarcado las notas altas con unos falsetes horripilantes, los que demostraban falta de entrenamiento vocal. Eso era indicador de que su voz de cabeza no tenía ninguna preparación, de otra forma sonaría de un modo más sólido.

    Es casi seguro que cuando un hombre descubre su voz de cabeza, encuentre que suena tan tonta como la de un dibujo animado, y se avergüence de ella, pensando que mejor no le escuchen usándola. Si el cantante es capaz de soportar ese primer descubrimiento, y trabaja en fortalecerse en el uso de aquella coordinación, su timbre mejora excelentemente, y su voz de cabeza pasa de sonar ridícula a parecer musical.

    El reto consiste en lograr conectar la voz de pecho con aquella voz de cabeza, logrando una voz mixta, o de otro modo el sonido se entrecortará al querer pasar a tonos agudos. En el proceso se descubre que la diferencia en el color de voz con ese tipo de impostación combinada, no varía, pues se mezcla la potencia del registro de pecho, con la brillantez del registro agudo.



    Pero Namie nada de eso tenía, no la primera vez que le oyó. Sus agudos eran tan espantosos que era muy claro que acaso se habría entrenado alguna vez. Él cantaba muy bien dentro de un rango de notas abarcables por su voz central, pero al querer cantar a tono con Flovia o Vilma, llegaba a ser risible. Aquella ocasión no quiso hacer mención, pues tenía por sabido que el impacto psicológico sobre los cantantes en formación es algo a tomar en cuenta.

    Era un desastre por simple novicia, como si no hubiese tenido una lección de canto nunca. Ni siquiera intentaba resonar mejor, simplemente soltaba el falsete como si eso fuese ya admirable de por sí.



    En cambio, el Namie que estaba cantando ahora era más que fenomenal. Partió con algunas imprecisiones, pero pronto se niveló. Su voz mixta era tan poderosa que incluso temió no haber oído un operista profesional al volumen que él. Además, sonaba tan masculino en tonos agudos que haría sonrojar al mismo Kitrinos. El falsete ridículo no se asomó un solo instante, aquel contratenor tenía la voz más madura de lo que dejaba notar al hablar. Era un muchacho de quince años que estaba en edad de cambiar de voz, y todavía no era muy “viril” en su timbre, pero en aquel rock que estaba ejecutando, tenía uno difícil de creer. Incluso sostuvo su voz mixta por encima del segundo puente, llegando a los tonos estratosféricos de una soprano, sin que el color de su voz se volviera tan ligero como el de una.

    ¡Y qué decir de su forma de cantar! No parecía esforzarse en lo más mínimo, la canción era un simple paseo para él, y la adornó como quiso. Una ejecución absolutamente lírica dentro de un rock. Extendió las notas tanto como le vino en gana, hizo sobreagudos muy intensos, jugaba con el vibrato con lúdicas intenciones. El vibrato puede usarse para estabilizar, pero él no requería de eso… ¡no había corrido nada! La única respuesta posible era que un gemelo del Namie que conocía lo había remplazado; no estaba frente a quien fingió robar su moto para después huir a toda velocidad. Aquel Namie estaba fresco como lechuga.



    No había visto tanta maestría en un rock. El joven se dio el gusto de cantar en la cuarta, quinta y sexta escala, sin que se notase una mínima tensión, a propósito subiendo una octava algunas estrofas, sólo por lucirse. Cuando quería sonaba un poco más cristalino, haciendo que sus agudos fuesen espléndidos. ¡Los gritos del rock como nunca los había oído!

    Duró tres minutos y la canción todavía proseguía. Aunque vio la palidez del chico, no había notado el motivo por el que Ao se había puesto de pie, y pedido a Namie que se detuviese. Él negó con su cabeza, prosiguiendo sus versos sobre un mítico país de las maravillas, arriba de las nubes.

    Todo aquel colérico modo de cantar se cortó de pronto. El cuello de Namie pareció llenarse de tensión. Su sonido se entorpeció, desafinó y luego se intentó poner a tono sin éxito. Su voz de pecho apareció de pronto, y por último un suspiro. Luego se sujetó al escritorio más cercano, y sólo por eso no cayó desplomado al suelo.

    ¡¿Qué le había ocurrido?! Ao comentó que era de esperarse, y le ofreció ayuda para caminar hacia su cama. Namie con una voz menor a un susurro, creyó que esa ayuda era una exageración. Se repondría… tenía que ducharse, cambiarse de ropa. Impactada, oyó que el muchacho planeaba recuperarse de a poco. Debía bañarse y quitar el sudor de su cuerpo, luego disfrazarse de mujer, todo antes de que Flovia llegase. ¡Claro, su amiga había sido citada en horario parecido al suyo! No iba a perderse el comienzo de los experimentos en ella.

    Namie tenía toda la pinta de desmayarse, pero luego de usar el suelo como asiento, bastó menos de un minuto para quitarse la palidez. Prefirieron dejarle solo.



    La maestra Vert le pidió ir a la sala de estar, para que se tendiera en el sofá, y descansara por fin de manera apropiada. Antes de hacerlo, preguntó por la cocina y llegó hasta el lavaplatos. Puso su boca debajo del chorro y en esa posición estuvo, decidida a beber hasta que el agua se le devolviera, o hasta que Namie le mandara a cerrar la llave para poder entrar a la ducha; lo que fuese primero. Después, fue a paso lento hasta el dichoso sofá, donde Ao le esperaba.

    ¡Había perdido! La japonesa sonrió, y le pidió que reflexionara en algo. Si no hubiese corrido nada, y Namie sí, ¿seguiría pensando que tenía opción de batirse con él? Dicho así tenía toda la lógica del mundo. Kitrinos y Ao estaban en lo cierto, de vez en cuando nacen esparcidos por el mundo algunas personas, las que son superiores al resto, con habilidades innatas en ciertas áreas.



    Ao esperó verle un poco mejor, para comenzar a pedir disculpas por el plan que urdieron. También obligaría a Kitrinos a que se excusase… pero estaba demasiado cansada, como para que le importara mucho. Cerró los ojos y ladeó la cabeza. Supo que estaba más preocupada por Namie que por sí misma. Él no se había detenido aunque Ao se lo pidiese, y fue más allá de sus límites. ¿Cómo había logrado tal cosa?

    No pudo averiguar prácticamente nada. El timbre sonó, y apareció desde una de las habitaciones el hombre francés dueño del sitio. Le saludó, pues no tuvo oportunidad de hacerlo antes, y fue a abrirle a Flovia. La muchacha se abalanzó hacia al sofá al verle, ¡qué sorpresa! Aunque estaba toda sudada, y olía. No sería buena compañía.

    Como le dijeron a la otaku que había sufrido una broma, Flovia quitó importancia al tema, y preguntó si empezarían luego las pruebas. Pero había que tener calma hasta que Namie se compusiera, y saliera de la ducha. Él había pedido permiso para no asistir a la escuela, sólo para ver aquello.



    También quiso mojarse la cara, y lavarse un poco. Asearse daría tiempo a que Kitrinos volviera, además. ¿No debería estar ya de regreso? Había salido a recoger su motocicleta, dejada a pocas cuadras. Estaba convencida de que había pasado tiempo suficiente.

    Entonces su celular sonó, con un tono monofónico bastante ruidoso. Lo sacó con prisa, sólo para darse cuenta de que quien llamaba era Velásquez. Seguramente estaba preocupado, luego de no poder convencerle de quedarse con él. Eso a Flovia le causó gracia, ¡ahora tenía una excusa para romper! “Yo pensé que me defenderías, pero te interesó más lo que dijo esa otra chica”. “Estoy dolida, corrí un riesgo y tú no me apoyaste”.

    Pero eso no sucedería jamás, lo haría sentir mal, culpable. ¡Él ya se sentía mal!, ¿no le estaba llamando?

    No hizo nada. Estaba demasiado cansada, y desgastada mentalmente, como para contestar. Después le explicaría la situación, mientras, un corto mensaje de texto sólo para calmarlo.



    Flovia era bastante astuta, sólo se hacía la tonta. ¿La otra chica era su hermana? Quería sembrar la discordia, pero lo cierto es que no dudaba de la palabra del violinista. Sin embargo… había venido del extranjero para estudiar en el conservatorio. Su familia estaba en otro continente. ¿Cuál hermana?

    No todos los hombres son por necesidad como los pintan. Desde aquella perspectiva… cuando llegó a esa calle, ¿por qué supuso que la pareja allí era de novios? Intentó analizar en su cabeza, por si había visto algún indicio que demostrase algo. Pero estaba en blanco.



    Es más, permaneció en blanco un buen rato.
     
  2. Threadmarks: 27 El señor realista
     
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    El señor realista


    Había enviado el mensaje de texto, y luego apagó su teléfono para no tener que aguantar la insistencia de Alberto. Eso era lo que recordaba… ¡vaya, se había quedado dormida! Había estado durmiendo mal todo lo que llevaba del mes, y mucho peor le hizo el correr. Así que quedó tumbada entre medio de cojines desordenados.

    Se compuso. Namie estaba comiendo en aquel sofá, animoso, mientras observaba televisión a poco volumen. La mesa del comedor estaba totalmente desocupada, ¿por qué no almorzar ahí, más cómodo? Tenía evidentes dificultades para mantener el plato en el cojín, pues sus senos postizos le estorbaban.



    Vert no se veía por ninguna parte, y Flovia estaba en un sillón, también quedándose dormida, pero del aburrimiento. Por la programación de la televisión, sólo parecía haber estado durmiendo quince minutos, o veinte.

    ¿Había vuelto Kitrinos, en ese lapso? No. ¿Qué había ocurrido con él?

    Trató de ser menos obvia, y fingió no importarse demasiado del asunto. Ya que el francés caminaba cerca, aprovechó la ocasión. Estaba por primera vez ante el padre de alguien sobre quien tenía amplias dudas. ¿No le molestaba, como la persona encargada de criar, que su hijo fuese, pues… travesti?

    Namie hizo un ademán y se apresuró en tragar, objetando la pregunta, pues era transformista. Flovia era travesti, él no.



    Una discusión entre Flovia y el joven se originó. Flovia era un hombre que se identifica a sí mismo como mujer, eso es disforia de género, un trastorno psicológico que no tiene nada que ver con la intersexualidad. ¡Pero le dieron en gusto! Estaba tomando hormonas, y ya se había operado. Era transgénero, y eso no es ser mujer realmente, ser mujer no es un título así como volverse duque o conde. Así sería para siempre, incluso terminara su tratamiento.

    ¡Increíble que Namie, que se vestía de mujer, fuera tan intolerante! Ya había tenido peleas con Flovia antes, no era nada nuevo. En cambio, ahora los ataques caían hacia sí. La intolerante era ella, pues en vez de preguntar a Namie, preguntó a su papá, ¡eso era de maleducados! Le sacó en cara que fuese miembro del CVA, y además otaku. Entre discriminados había que tenerse respeto, no reprocharse diferencias. Pero seguro no podría entenderlo ¿no?, pues era miembro incógnita del CVA. Se avergonzaba de estar emparentada con travestis y hermafroditas.



    La reprimenda de Namie le pareció excesiva, pero quizá todavía por cansancio, no se molestó. Intentó arreglar las cosas, pues no le juzgaba de ningún modo. Pidió disculpas por hablar primero con su padre, pero tenía que resolverse una vieja duda: ¿por qué algunos jefes de familia permiten a sus hijos tener comportamientos tan fuera de lo común, y a otros les cuesta tanto? En su opinión, Namie tenía padres muy tolerantes, en cambio ella todo lo opuesto.

    Los padres del chico sabían que lo que hacía no era una degeneración, sólo era para divertirse. A Namie le gustaba ser raro, ser contratenor y que la gente pensase que le dieron una patada en las bolas. Esa es la diferencia entre él y un travesti, Namie se disfraza porque es su forma de entretenerse cantando, ¡es arte! Pero era heterosexual. De hecho, el cojín entre sus piernas no logró ocultar ese hecho… Ah, ¡por eso comió en el sofá! Seguramente era por estar en plena adolescencia; las hormonas le tenían activado.

    Mejor tener cuidado con ese chico, menos mal que Flovia nunca le quitó un ojo de encima.



    Como el francés vio que todo eso no acabó en pelea, ofreció algo de tomar a las visitas. Flovia explicó que con Namie tenían una apuesta: él había asegurado que tras varios años de amistad, la otaku le conocía menos de lo que creía, al punto en que si le viese vestido como un chico, no sabría quién era. Eso seguramente no funcionaría: una simple foto que Flovia mirase, y ya estaría advertida.

    El papá del chico no se alteraba en lo más mínimo con esa situación. Como padre, sentía la obligación de intervenir lo menos posible en los gustos de su hijo. Al verlo de mujer por primera vez, ¡claro que se alarmó muchísimo! Namie se vestía en secreto, y con su madre le conversaron. Durante gran tiempo, estuvo convencido de que la caracterización significaba que su hijo era homosexual.

    Namie un día, por jugar, se colocó lápiz labial. ¡Era un juego! Pero ese mismo día avanzó y le sacó a su madre varias cosas. Se plantó frente al espejo, hizo poses, habló con voz de mujer. Se coqueteó a mí mismo incluso, pero no era gay.



    Un padre siempre espera lo mejor para sus hijos. Sin embargo, un padre que no diferencia entre lo que él considera mejor, y lo que ellos realmente pretenden, está desenfocado. Intentará imponer a la fuerza sus ideas, y luego evolucionará a querer volver a su hijo el que quería tener, no el que tiene. Nadie lo sabía mejor que ella, le encontró toda la razón al francés. Al hombre le significó un impacto lo que Namie hacía, pero en aquel instante le molestaba más su personalidad tan brava, que su apariencia. Lo segundo no lo podría controlar, y estaba trabajando en lo primero.

    Flovia intervino para decir una sabia frase de su mamá: las acciones son lo que importa. Namie podría ser peleonero, pero no se drogaba, ni era un ocioso que no estudia o falta a las clases. Así que todo iba a bien.



    Ya que su amiga tocó el tema, se interesó en ese punto. Sabía que Namie había pedido permiso para ausentarse del colegio ese día, pero desconocía por qué Flovia tampoco se encontraba estudiando. Ella contó que había sido expulsada de su escuela, injustamente.

    ¡Namie opinaba todo lo opuesto! Sin reparos dio su opinión. ¿Injustamente? ¡Pero si le expulsaron porque insistió en colarse al baño de mujeres! Él le había dicho cien veces que no lo hiciese, porque a los profesores no les interesaba lo de “yo me siento una mujer”. Aunque siguiera un tratamiento de reasignación de género, su cédula de identidad mostraba “Sexo: M”. ¡Masculino! Flovia era legalmente un hombre, y tenía que ir al jodido baño de varones.

    El paso de los meses hacía que la otaku pareciera cada vez más femenina, y ya podía pasar desapercibida en el sanitario “incorrecto”. El problema fue que tuvo un ataque de rebeldía, y decidió cambiar de baño cuando lucía totalmente masculino. Aparte, incluso le retaron por dejarse crecer el pelo, pero no oyó advertencia, y al agravar las cosas tuvo castigo.

    Flovia aún no podía creer que Namie estuviese de acuerdo con ellos. ¡Pero él no lo estaba, sólo era realista! Si es un niño, es natural que en el colegio le pidan llevar el cabello corto, uniforme y buena presentación. Si de la noche a la mañana se cambia de baño y asusta a todas, peor. Era muy obvio que le iban a expulsar.



    Quizá eso no fuese problema a futuro, en cuanto Flovia fuese legalmente mujer. Así podría decir tranquila “¡soy mujer, yuhuu!”, y nadie le miraría raro. O en realidad sí, pues nadie grita eso. El raro en todo eso era Namie, pues cuando salían por ahí, iba al baño de hombres. En opinión de la otaku, debía ir al de mujeres si estaba disfrazado.

    ¡Hay que ser realista! Si se disfrazaba de vaca, ¿iba a pastar? Si entrase al baño de damas, las chicas le mirarían raro. Si iba al de hombres, lo mismo. ¿Es que era tan difícil entenderlo?

    La encendida conversación acabó cuando la maestra Ao bajó del segundo piso, con una cámara de video. Flovia se puso de pie, expectante.



    Ya iba a empezar el trabajo con su amiga, pero ya no estaba tan curiosa, hacía falta alguien. Por más que mirase hacia la puerta, Kitrinos no aparecía.
     
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    —¿Está bien que me hayas contado eso? Se supone que son detalles delicados, y yo que no conozco a Flovia o a Namie, ya sé qué clase de cosas sufren.

    —No importa si lo sabes. Flovia y Namie no tienen nada que esconder, incluso han servido de ejemplo a otros. Para que sepas, por eso no hablo de Vilma. Ella sí tiene reservas con su condición.

    Volvió al hilo. Ao dejó sobre la mesa del comedor una cámara de vídeo, la cual apuntó hacia una pared color crema. Se sentó cerca para poder manipularla, y luego notó algo evidente, así que pidió permiso y llevó una serie de libros a la mesa. Los colocó apilados uno sobre otro, formando una inestable torre sobre la que posar su cámara. Eso anunciaba el desastre, así que tras buscar por muebles o sitios a mejor altura, Ao optó por sujetarla ella, no sin antes colocar los libros uno por uno de vuelta en la biblioteca.

    Fue realmente tedioso el verle múltiples veces dejar un solo libro. Ella se justificó asegurando que era bueno ver que los libros no tienen polvo, e iban quedando en el orden establecido. ¡La tentación de hojear era valiosa! Pero se contentaba mirando las portadas, imaginándose de qué tratan las historias por su título.

    Es más sencillo aprovechar pequeños momentos, que abalanzarse tan rápido hacia el propósito. Sonaba muy lindo, pero el asunto era que al principio Ao movió todos los libros juntos.



    Finalmente Flovia comenzaría. Se ubicó por delante de la cámara, y Namie debió servirse bebida rápido, para que el sonido del gas no saliera en la grabación. La japonesa partió explicando que explorarían en los tonos altos de la muchacha, quien supuestamente tenía desarrollada una voz mixta muy buena, sin ayuda de un profesor. Había descubierto una coordinación nueva para ella, llegando a una nota muy elevada. Ya que la chica estaba descansada, debía repetirla sin calentar previamente. Flovia lo intentó, y le salió mal debido a la saliva. Al aclararse logró un tono bastante chillón y alejado de su voz habitual. Lo sostuvo más o menos poco, y se cansó.



    Fue pobre, pero estaban ahí para indagar qué ocurría. ¿Qué pensaba Flovia?, ¿cuál supondría era el problema con su voz? Lo atribuyó a que era la segunda vez que lograba la nota, y simplemente le faltaba práctica, conclusión que era muy básica, no ayudaba en nada. Ao le explicó que soltaba demasiado aire, por eso no sostenía esa nota mucho. También había subido su laringe bruscamente. Para demostrárselo, le pidió que tragase saliva, mientras ponía un dedo encima de la garganta, con suavidad.

    Así hizo Flovia, y comprobó todo lo que subía con dicho acto. Al cantar no se elevaba mucho, sin embargo era un defecto que podía corregirse.



    Con unas simples pruebas más, Ao terminó de comprobar que la muchacha dejaba salir demasiado aire. ¡Eso es controlable! Poniendo mayor presión cordal su timbre sería mejor, y duraría más la nota, puesto que dejaría escapar menos oxígeno. Reservarse mucho para botarlo al cantar es malo, debía trabajar a fondo resistiéndose a la sensación de tomar aire. Como primera cosa, Flovia probó algunas escalas, abarcadas por su voz de cabeza normal. Luego subió un poco el tono, primero oxigenándose mucho, y luego nada. En ambos casos la chica se cortaba, y su timbre se volvía más ligero.

    La laringe de la chica seguía subiendo, puesto que el flujo de aire era mucho. Ese flujo hace que se resequen las cuerdas, igual que el secarse las manos con aire caliente. Aunque Ao se secaba con papel; el papel mojado luego se endurece, y se fabrican cosas bonitas.

    El motivo de que Flovia sonase airosa y se cortase inclusive no tomara aire primero, era que provocaba demasiadas tensiones en su cuello, y al llegar por encima de sus notas habituales, la laringe hacía algo idéntico a tragar. Quien intente respirar y tragar a la vez, tendrá noción clara de la situación. Al final todo era un problema grande, que se expresaba de muchas formas.



    Ao pidió un voluntario, con la finalidad de poner sus manos en algunas zonas del cuello de Flovia, y comprobar que efectivamente ponía mucha tensión en todo éste. Era obvio sin referencias tan claras, sólo quería graficarlo. Namie fue quien se prestó para eso, contento de tener a la muchacha por el cogote.

    La maestra Vert aseguró que esa voz de cabeza tan alta que poseía Flovia, de momento sólo podría usarla como una “técnica especial”. Podía hacer pequeños efectos, pero emplear aquella coordinación en modo permanente, estresaría demasiado sus cuerdas, y acabaría sonando áspera, o definitivamente bloqueada hasta descansar.

    Le enseñó hasta dónde llegaba su técnica forzada. Hizo que subiese con tensión la laringe todavía más, presionando todo lo que pudiera, para así elevar el tono unas notas, si cabía. El resultado fue que el volumen de Flovia ascendió, igual como un grito ahogado, y más tarde tuvo un nuevo corte en su voz. Después produjo un sonido demasiado agudo, el cual sostuvo una fracción de segundo. ¡Registro de silbido! La muchacha quedó roja como un tomate.



    Pero era algo que no podía usar. Haciéndolo así, Flovia no podría utilizar el registro de silbido desde el principio, sin pasar por “súper cabeza” primero; mucho menos afinar. De hecho, su voz de cabeza elevada era una fase “pre-silbido”, no voz de cabeza real. Con esta última, el tono viene dado por lo estirado de los pliegues, y la vibración de la capa mucosa en la laringe. En el silbido, por la elevada presión de aire que fluía a través de un pequeño hueco.

    En aquella fase intermedia, sus pliegues vocales partían muy estirados, pero mientras más se subía el tono, los pliegues se juntaban, y la mucosa vibraba cada vez menos. Esto significaba que Flovia sí era capaz de hacer presión cordal suficiente, pero sólo lo podía controlar en tonos estratosféricos. Necesitaba sacarse las tensiones musculares.



    Ya que fue imposible no sacar a colación la enorme tardanza de Kitrinos, Ao aprovechó de comentar que el hombre era lo suficientemente descuidado, como para olvidar la diferencia entre la fase pre-silbido, y una real voz de cabeza elevada. Su registro era tan uniforme, que ya no le interesaba cómo su aparato fonador producía el sonido. Era idéntico a la torpeza para identificar sus propios falsetes. A final que la voz de cabeza suena mejor; lo importante es saber sonar justo como uno quiere. Había que tener en cuenta la airosidad del timbre, la nasalidad, el trabajo de los pliegues y el de la musculatura laríngea. Eso podía ser difícil sin escucharse uno mismo.

    En cambio, Kitrinos poseía una habilidad casi sobrenatural para definir, sólo con ver a una persona cantar, si estaba haciéndolo de cabeza o con falsete. Muy extraño.



    Antes de seguir ahondando en Flovia, la japonesa necesitaba asegurarse de que tenía bien dominada su voz mixta. Su amiga debía poder cruzar sin dificultad por el primer puente vocal, entre las notas medias de su registro. Las voces de pecho y de cabeza pueden ser bastante diferenciadas si no se trabaja en ello. ¿Cómo afrontar un puente más complejo, sin tener controlado lo básico? Pero Flovia tenía una pericia formidable.

    Aún con eso, parecía prematuro afrontar algo tan estresante como abordar cambios de coordinación musculares así de salvajes. Parecía ser algo que sólo contadas personas en el mundo podían hacer con total libertad.

    ¡No hablaba sólo del segundo puente! Flovia tenía quizá una octava con pre-silbido, ¡debía intercambiar entre tres coordinaciones distintas! Voz de cabeza, súper cabeza y silbido. ¡Demencial! Y obviamente no era trabajo de un solo día. Pensando en lograr eso tras años, mientras Flovia expandiría su amplitud tonal con ayuda de la doctora Darwin, Ao decidió poner fin a los experimentos. ¡Namie había faltado a la escuela para nada! Pero como no le gustaban las clases, no se quejó.

    Vert no apagó la cámara, pues tenía que poner suspenso en su narración. ¡Debían ir con la doctora Darwin urgente! Luego quiso finalizar con un poema japonés, pero fue interrumpida por un eructo del transformista.



    Todo estaba bien, excepto que Kitrinos debía estar de regreso ya. El volver a recordarlo pareció un conjuro mágico, puesto que el timbre sonó de pronto. ¡Era él, junto a Alberto Velásquez!
     
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    Adiós


    Con mutuo desagrado por el otro, Velásquez y Kitrinos entraron y tomaron asiento. No tuvo que pensar cuál debía ser su reacción, puesto que el violinista lucía mal, agitado. Tenía un golpe bastante feo, ¡urgía ponerle una bolsa con hielo! El francés estaba en la cocina, y escuchó lo que pasaba. Trajo el hielo y saludó a Velásquez, pues no le había visto desde que su hermana había terminado las clases de canto en aquel sitio.

    Flovia tuvo una idea repentina. ¿La hermana? Menos mal, ¡con todo lo que había insistido en que le estaban poniendo los cuernos!

    Intentó hacer vista gorda a tal tontería. Lo importante era el estado del hombre, así que se agachó para examinar su rostro. Tenía inflamado un párpado, con mal color, y además su ojo estaba muy rojo.



    No hacía falta que le explicasen.... volteó hacia el sofá, y Kitrinos frunció el ceño. ¡Lo había hecho bajo defensa propia!

    Lo que había sucedido fue que el violinista se preocupó, arrepentido de no ayudarle en la persecución. Recorrió las calles cercanas interrogando a la gente, por si habían visto al chico en moto o a la mujer tras él. Le comentaron que el muchacho se había bajado, dejando la scooter a un lado de la calle, y que ella había proseguido la carrera aun así. Velásquez encontró el vehículo y preguntó por los alrededores, sin lograr mayor información. Cuando se acercaba a la moto apareció Kitrinos, quien se subió y la echó a andar.

    La reacción de Velásquez le valió un ojo en tinta. Generó bastante escándalo, incluso pensó en llamar a la policía. De pronto aparecía una segunda persona, con intención de llevarse la moto, ¡y tenía sus llaves! Se imaginó lo peor.



    ¡Pobre hombre! Y lo peor de todo, es que se había enojado con él, por celosa. Pero de lo único que se enojaba, era de Flovia y sus intentos de echar leña al fuego, ¡no era para tomarlo a juego! Como le reprendió, su amiga fue a la cocina y no salió de ahí. Por su parte, Namie no quería ver dramones cursis en su casa, y dejó el plato en el sofá para alejarse. Su padre le obligó a devolverse para llevarlo a la cocina, cosa que hizo aprisa.

    La maestra Vert no marchó a ningún lado, pero le prometió que borraría esa escena de su video, pues eran cosas íntimas. Mejor suponían que ella no estaba ahí; intentó camuflarse aproximándose a la biblioteca, para leer las contraportadas de los libros.



    ¡Pero qué clase de amistades tenía su novia! Kitrinos se sintió aludido, y trató de explicar que la culpa del incidente no había sido de nadie. Pensándolo bien, la reacción de Velásquez era natural, y él tuvo que defenderse. Luego de que el mexicano intuyese la identidad del hombre, le soltó y le ayudó a incorporarse. Venía a buscar la moto, pues de hecho no hubo ningún robo, fue todo un montaje. Velásquez prácticamente entra a los golpes otra vez, puesto que a ella nadie le faltaba el respeto de esa forma. El hombre del pañuelo amarillo desestimó el arrebato, puesto que las explicaciones no debía dárselas a él, además su novia estaba bien. Simplemente tomaría la moto, y se iría.

    Velásquez no le permitió hacerlo. Le creyó, pero no estaba seguro. Podría tratarse de algún truco.

    Para zanjar el dilema, le llamó por teléfono, así resolverían todo el entuerto. Pero como sólo contestó con un mensaje de texto inservible, tardaron minutos en ponerse de acuerdo. La solución hallada entre medio de bravuras e insultos, fue el ir los dos juntos en dirección a la casona, pues nadie quiso dejar la scooter en manos del otro.



    Tuvo que pedirle disculpas a Alberto, pues fue desconsiderada al no contestar. Pero se defendió también, pues acababa de vivir algo de impacto, y no supo reaccionar. Kitrinos y Ao habían expuesto sus razones, y aunque no les justificaba, ya no estaba tan ofendida como al principio. Estas razones escapaban de lo que quería explicar al violinista.

    Y no, no estaba celosa. Muy desgastada se hallaba como para pensar en quién sería aquella joven. En todo caso, debía ser alguien importante, como para disuadirle de ayudarle a ella, su novia.



    Aquel fue un argumento del que se arrepintió sólo con pronunciarlo. Lo cierto es que había corrido un riesgo estúpido, y Velásquez intentó detenerle. ¡Estaba muy confusa como para seguir con aquella plática! Debían continuar en privado, sin gente fingiendo no estar allí.

    ¿Qué haría ahora? Seguramente lo mejor era regresar con Velásquez a casa de su hermana. Allí tendrían privacidad suficiente para hablar. Ante tal sugerencia, la maestra Ao abandonó su estado de falsa ausencia, pues habían quedado de ir con la doctora Darwin. Es decir, debía elegir entre acompañar a su novio o resolver muchas dudas, y al fin comprender su finalidad.

    ¡Vert era más pilla que Flovia! El hacerle elegir entre atender a Velásquez o acompañarles, era mejor forma de producir el tan ansiado quiebre en la relación. Seguramente la japonesa dedujo que eso pretendía, por las conversaciones que oyó.

    Pero no podía dejar a Alberto así como así. Acababa de tener una pelea, y tenía magulladuras, un ojo morado… era su responsabilidad el hacerle compañía, como mínimo. ¡Aunque Velásquez quisiera restarle gravedad! Él no estaba tan mal, y era obvio que le interesaba ir con sus amigos.



    Alberto usó un tono que le inquietó. ¡No era correcto que dijera eso! Claro que estaba interesada en conocer a la doctora Darwin, y tal vez se había involucrado mucho con aquel grupo de gente, pero no tanto como para dejarle ahí, tirado en un sillón sosteniendo una bolsa repleta de hielo.

    Ao miró un reloj de pared. Había tiempo para decidirse, pues necesitaba tomar una ducha. Estaba oliendo, y su ropa estaba sudada. Quizá fuera buena idea hablar con Namie, hacer las paces y pedirle ropa.

    ¡Claro que no, qué parecería! Pero realmente le urgía una ducha, así que pidió permiso al dueño de casa, en la cocina. Recibió disculpas de Flovia, y preguntas reiteradas del transformista sobre cuándo se iba a ir “el violincitos”. Si le reconocía, se armarían más problemas, y dudaba de estar completamente recuperado como para defenderse. Por mucho que insistió en que Velásquez no era de esa clase de gente, ¡se le tiró encima a Kitrinos!

    Había sido por la tensión del momento, no cabía duda, pero a Namie no le interesó. Planeó esconderse hasta que se compusiera. Eso le pareció extraño, puesto que ella ya no se sentía cansada casi para nada. Muy claro estaba que Namie tenía mejor estado físico, no obstante por poco cayó desmayado dentro del salón de clases.



    Como el chico fue totalmente incapaz de explicárselo, entró a la ducha. Se deshizo allí de toda la basura que había acumulado. Su situación le estaba pesando mucho, había dejado que las cosas se le saliesen de control. Las charlas con Kitrinos, esas teorías raras y las payasadas con Flovia, las múltiples interrogantes que debían esperar. Ahora Namie parecía ser todo un prodigio, pero acaso supiera cantar. Demasiada confusión, la que le alejaba de lo importante: sus estudios. Mientras el agua caía, se dio cuenta de lo evidente que era eso, y además estaba poniendo escalones intermedios. No podía abarcarlo todo a la vez, debía cortar lo que menos le atraía. Así que aún sin acabar de secarse el pelo, volvió a la sala de estar.

    La golpiza hacia Alberto no fue tan grave, así que iría con sus amigos. Ellos dos debían hablar más tarde, cuando estuviesen calmados; entonces podría comunicarle algo que estuvo queriendo decirle hacía tiempo. Por mientras, lo que necesitaba era que Kitrinos se disculpase con él, pues sí que había sido culpa suya. El mexicano ayudó la idea de fingir el robo, y producto de eso, acabó golpeando a Alberto. Debía ofrecerle disculpas, y sinceras, como si fueran hacia ella.



    Kitrinos intentó pensar, pero como estaba apremiándole con el rostro, hizo lo que creyó más sensato. Se acercó a su persona, para pedirle perdón; no iba a disculparse a través de un tercero. La idea no fue suya, pero era el responsable de llevarla a cabo, y dudó bastante de hacerle algo tan feo. Era obvio que se indignaría, ¡con justa razón!, pero tenía la promesa de que nunca más iba a suceder algo semejante. En adelante, él ya no necesitaba comprobar más nada, y podría tratarle con el respeto que se merecía, con el que en verdad nunca había perdido.

    Miró al suelo. Terminó aceptando que el hombre no se apegaría a lo que ella esperaba, y que no se aproximaría a Velásquez. Entonces, pidió a su novio que disculpara a Kitrinos, pues las cosas no tuvieron que darse de tal manera, y el mexicano era un tonto orgulloso.



    El violinista también buscó respuestas al bajar la vista. Lo importante era que su novia estaba bien, y que tampoco sufrió pérdidas materiales. En lo que respectaba a sí mismo, debía hacerse la idea de asistir al conservatorio con moretones. No iba a dejar que unos golpes le arrebatasen su puesto como concertino.

    Así que allí no había pasado nada. La vida continúa, en tanto una cosa de tal calaña no volviese a suceder. Al fin pudo sentirse aliviada, en cuanto el musculado sujeto se aproximó a Velásquez, para darle un apretón de manos. Él la estrechó, momento que Namie consideró óptimo para salir de su escondite, y revelar que quien había robado la moto fue él. ¡Qué más daba! El poder femenino había entrado en escena, aunque a él no le convencerían de pedir disculpas, esas eran puras formalidades añejas.



    Como ya había concretado el momento en que terminaría su relación con Velásquez, más que nunca debía insistir en las preguntas de las que no tenía respuesta.
     
  5. Threadmarks: 30 Por completo ilógico
     
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    Por completo ilógico


    Namie decidió quedarse con su padre en la casa, tranquilo y descansando una vez la ingente cantidad de visitas desapareció. Él ya no tenía más que hacer en aquel lugar al que iban, además le regañarían, y no estaba para soportar cosas.

    El vehículo blanco de Kitrinos llevaba a Vert en el asiento del copiloto, quien no se cansaba de apuntar cosas afuera, como las nubes o letreros. Según ella, lo que hacía era disfrutar del camino, pues era diferente al que tomaba siempre para llegar al sitio. La mancha de un perro se volvió intenso tema de conversación, pues Flovia opinaba que si fuese algo más parda, parecería que el perro entero estaba manchado, y que la mancha era el verdadero color. Kitrinos refutó diciendo que el perro depilado tendría un color negro, ese era el que contaba. Era como si él fuera de color café claro o Ao negra, siendo que sus pieles eran blancas.

    No tenía sentido eso, ¡los perros están cubiertos enteros de pelo!



    Por su parte, no tenía opinión acerca del tema. De hecho, le hacían sentirse incómoda con toda esa charla completamente ilógica. Tal crítica le valió replicas, puesto que seguramente si hablasen de armaduras de bronce y doradas, le parecería lo más normal del mundo. ¡Cómo no iban a poder hablar de un perro en una esquina, sólo por ser adultos!

    Bueno… si hablaran de armaduras doradas, al menos conversarían de elementos que existen dentro de una ficción. Era tan válido como conversar sobre las leyes de la robótica, o las diferentes eras de Marte.

    Llegaron a una conclusión obvia: las cosas no son lógicas o ilógicas porque lo decida la gente. La opinión de las personas levanta prejuicios, como por ejemplo, que es más intelectual hablar de unas cosas que de otras. La misma Ao consideraba ridículo el manga y el anime, y eso que era japonesa. De hecho no veía televisión, puesto que era una ermitaña que vivía en una cabaña dentro de un bosque. Era mucho más natural hablar de un perro vagabundo.



    La maestra verde aportó otro modo de ver el debate, diciendo que la lógica es la manera de relacionar conjuntos, con uniones o intersecciones, y que en el habla la lógica no puede venir definida por el tema, puesto que entonces la gente tiene pie a decidir qué tema es más coherente que otro. Es la conversación la que tiene que ser lógica dentro de sí misma, en su estructura lingüística, o por las relaciones entre argumentos, los mensajes entre emisor y receptor, etcétera. Pero el tema puede ser un manga, un fontanero saltarín, o que la mancha del perro está perfecta del color que tiene.

    Lo encontró convincente. En realidad tampoco hallaba lógica a darle vueltas al tema. No le podrían obligar a conversar sobre la mancha en el lomo de un can.



    Tanto debate inocuo hizo que la pelirroja niña se hastiara, puesto que escuchaba algo totalmente innecesario. ¿Es qué no podía dejar de lado eso, y continuar la narración sin absurdos rellenos?, ¿qué objeto tenía el que le contase aquello?

    —¿Esta es una especie de cuento con moraleja? Porque no me interesa nada de eso.

    —Aunque no te interese, es posible que recuerdes mejor los detalles más inusuales de una historia. Te puedes olvidar de todo este relato, de sus personajes y lo que hacían, de lo que ocurría; pero cuando trates de recordar mi narración, recordarás el perro que tenía una mancha. El cerebro almacena las cosas de forma poco lógica.

    —¿Y eso significa qué…

    —Para mí es importante. Todos luego se quedaron en silencio, porque yo les había frustrado el tema. Ahora me sentí incómoda de que todos estuviesen callados, quizá por mi culpa.

    De algún modo, mantuvo en su cabeza aquello del can, y semáforo tras semáforo recordaba el asunto. En su caso, ese detalle se le quedó en mente por motivos totalmente obvios, no simple azar. Así que rompió el hielo. Un día había tenido un perro con una mancha en la espalda, un Bull Terrier. ¡No los que tienen la cara plana! Esos son Bull Terrier ingleses; el Bull Terrier Stanford se parece un poco a los pitbull, es un perro ancho y macizo.



    La historia de aquel perro sería más lógica que la discusión sobre manchas, además podría hablar con el grupo de algo más aparte de canto. Antes de los quince años tuvo un perro que llamó “Don Can”, pues era un juego de palabras para asemejarlo a “Duncan”. Era un animal bastante llamativo, aunque poco valorizado puesto que era mestizo. Estaba muy apegada a su mascota, jugaban mucho, e incluso pasó tardes enteras enseñándole cosas.

    Por esos tiempos ya leía mangas, y a sus padres eso no les gustaba. Tampoco congraciaban mucho con Don Can, puesto que no había sido idea de ellos tenerlo, y a veces desobedecía, metiéndose en la casa para estropearlo todo. Solo a ella le tenía en consideración, y le hacía caso. Múltiples veces Duncan quedó atado a un árbol sin comida, bajo la lluvia o pasando frío.

    Sus padres quisieron que volviese a centrarse en los estudios, puesto que sus calificaciones en la escuela estaban disminuyendo. ¡Qué dirían de ellos! Su hija debía tener un rendimiento perfecto, en cambio estaba perdiendo mucho tiempo diario. Era a causa del perro o de los mangas.



    Recibió un ultimátum: o dejaba de interesarse en los mangas y coleccionar estupideces, o regalarían a Don Can. Eso le sentó muy mal, le estresó puesto que debía reprimirse para conservar a su perro. Sus calificaciones no dejaron de descender; ahora debía leer sus cómics dentro del colegio, a escondidas de sus progenitores. Se le reían en la escuela, al evidenciar su afición tan tonta, ¡era una completa nerd! La reina de las empollonas ahombradas pasó a leer en su propia casa, a escondidas, y a guardar en un cajón sus figuritas.



    Sus padres no eran tontos para nada. Un día luego de llegar de la escuela, Duncan no estaba. Habían regalado al perro, y ni pensar en tener otro nuevo. No le mencionaron la familia que lo tenía, para que no se interesara en buscarlo. Lo único que debía interesarle era recomponer su promedio en la escuela. Debía ser la número uno de su clase.

    Le hicieron sentir muy culpable. Por lo menos, con los años se volvió alguien más madura, y sabía que no había tenido responsabilidad. Sin embargo, eso no implicaba que se hubiese olvidado de su mascota; muchas veces se preguntaba adónde dejaron a Don Can.



    La maestra Vert se llevó una mano al mentón. Un Terrier Stanford, de color pardo y una mancha en la espalda. ¿Cómo era la mancha? Tras la pregunta, Kitrinos miró a Ao de forma bastante dura. Comenzar interrogatorios justo después de que contase algo así, no tenía ningún objeto. Según el relato avanzaba, se comenzó a deprimir. No debían bajonearle más, ni menos hacer comparaciones ilógicas.

    Pero Flovia no pillaba esos llamados de atención. ¿No era el perro que estaba en la calle un Terrier? Era similar a un Pitbull. Entonces lo desestimó, puesto que aquel can se veía demacrado, flaco y tenía partes de pelaje arrancadas. También estaba muy viejo y malogrado. ¡No se parecían en nada!

    Kitrinos alzó entonces una ceja. Buscó en donde detener el auto. ¿Qué otra diferencia había, aparte de esas? Quiso contestarse esa pregunta a sí misma, pero en vez de eso acabó palideciendo. Largo tiempo miró a un punto fijo, abstraída de las preguntas de Flovia sobre lo que le ocurría.



    A su petición, Kitrinos dio la vuelta en U sin importar los bocinazos de los otros vehículos.
     
  6. Threadmarks: 31 Gran casualidad
     
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    Gran casualidad


    De pronto le surgió una urgida prisa, expresada en un continuo sudar con agitadas respiraciones. Habían llegado al mismo sitio en donde vieron el perro, y no estaba por ningún lado. Le pidieron calma, ¡pero no podía mantenerse tranquila! Intentó abrir la puerta para bajarse a buscar el animal, pero ésta se hallaba con seguro.

    Mejor recorrer en el auto. El perro no debía haberse alejado mucho, puesto que le habían visto echado descansando, intentando ponerse a la sombra. Estaba viejo, y no debía tener mucha energía.

    Pasearon unas cuadras a la redonda, sin éxito. Miraba ansiosa, atenta a todo lo que hubiera fuera del vehículo, igual que Ao había hecho. Si de verdad esa era su antigua mascota, lo había estado pasando horrendamente durante casi diez años, ¡por culpa de la obstinación de sus padres! Siempre fueron estrictos, muchas veces le coartaron en miles de ideas, porque escapaban de lo que querían de su única hija. Sobre todo su padre era severo y prejuicioso a más no poder, pero no era capaz de dejar tirado a un animal, a su suerte… ¿cierto? No era posible que esa fuese su mascota.



    El auto se detuvo cuando lo hallaron, orillándose todo lo posible. Cruzando la calle estaba el perro, echado y mordisqueando una pelota de plumavit, a la entrada de una tienda de artículos escolares. ¡No lo podía creer!

    Flovia tuvo que tocarle, para que se diera cuenta que Kitrinos le estaba hablando. Si ella estaba segura de que aquel era su viejo perro, ¿él le reconocería? Qué gran problema había planteado… luego de tantos años, ¿Don Can le recordaría, le extrañaría? Tomando en cuenta la avanzada edad de ese perro, había pasado mucho más tiempo sin hogar, como vago, que junto a ella. Tal vez sólo fuese un recuerdo apagado por la necesidad de sobrevivir.



    Había un modo de comprobarlo. Una de esas cosas que el cerebro olvida, pero que en cambio su Duncan tendría grabada. En ese momento recordó que de hecho, en aquellos tiempos, sí usaba el registro de silbido. ¡El llamado especial de Don Can! Una nota muy alta que sólo ella podía hacer, un sonido distinto a cualquier otro que pudiera escuchar un perro en la vida cotidiana.

    En esos momentos no tenía noción de qué hacía, le faltaban conocimientos y no entendía cómo se estaba produciendo ese sonido. A sus trece años ya le costaba mucho, y ahora acababa de recordar el modo de realizar el silbido laríngeo. Cuando lo intentó hacer bajo laringoscopio aquella ocasión, estaba a ciegas.

    Pero aunque ya recordaba la forma, fue incapaz de reproducir el resultado. Simplemente sus pliegues no podían trabajar en esa forma más.



    Kitrinos le dijo que no se preocupara. ¿Recordaba cuál nota era la que usaba? En ese tiempo no lo sabía… pero casi seguro que se trataba de un sol5. Si aquel perro era Duncan, sin duda lo reconocería.

    Sin embargo, al hombre le pareció una nota muy baja para ejecutarla con silbido, él la podía cubrir con voz de cabeza común y corriente. ¡Pero eso qué importaba!, sólo fue un comentario. Otra vez intentó abrir la puerta, sin éxito.

    No había notado lo que el pañuelo pretendía. Kitrinos gritó aquella nota en forma lo más plana posible, intentando aligerar el timbre lo más que pudiera. Como respuesta, el perro dejó su trozo de aislapol y alzó la vista, inspeccionando el alrededor.

    ¡Era él! Al fin recordó que debía subir el seguro, o la puerta no abriría. Cruzó la calle abriendo sus brazos, sin fijarse en si acaso los automóviles transitaban. A medio camino el animal le reconoció, incorporándose animoso, con los más felices ladridos que había dado. Un vehículo frenó bruscamente ante la escena, pero ella y Duncan apenas fueron conscientes de eso, y de los insultos. Le afirmó firmemente, acariciando su piel maltratada. Tenía algunas heridas.

    En el vehículo Flovia sonreía, al ver cómo la vieja mascota le daba de lengüetazos.

    Cayeron al suelo, entre sus risas.



    Aquel viejo can demostraba tener todavía gran parte de la vitalidad de aquellos años alegres, los cuales desaparecieron de pronto, sin arrojar señales. Ya no sería un perro anciano nunca más, con su humana al alcance de sus ladridos.

    No se iba a separar de él, ¡nunca más! Mientras Don Can no acababa de lamerle, pidió a Flovia el inmenso favor de recibirlo en su casa por unos días. Era obvio que no podía llevarlo de vuelta a casa de sus padres. ¡Ellos lo habían tirado en la calle! Su amiga no se esperó la petición, era algo que debía consultar con sus papás. No podía llevar un perro así como así.



    Kitrinos esperó a que el momento de cariño con su mascota perdida parase, ¡pero no acababa! No se habían visto en años. Cuando pudo, explicó que era demasiado raro que los de la perrera no hayan dado con Duncan. Debía conversar con sus padres antes de acusarles, quizás sí lo regalaron, y fue la nueva familia quien lo perdió.

    Aparte de la casi imposible casualidad de encontrar a su vieja mascota, era igual de improbable el que éste estuviese todos esos años en la calle. Tenía que averiguar bien el asunto, pero por el propio bien de Duncan, prefería no llevarlo de vuelta a su casa. Necesitaba un hogar, y un chequeo completo con un buen veterinario. Ao señaló una clínica veterinaria cerca de donde irían; le podían llevar, y de paso sabría la dirección del sitio al que conducían.

    Pero ya no era buena idea ir con la doctora Darwin. Eso podía dejarse para después, había ocurrido un imprevisto. Lo importante era el perro y en dónde viviría desde entonces. Kitrinos dijo tajante que aunque podría quedárselo, ¡no quería! Pero al menos ofreció un sitio, donde seguramente lo aceptarían felices: la casona del francés. De hecho Namie quería un perro, pero no se lo compraron debido a sus bajas calificaciones en la escuela. Tener que cuidar de un perro quizá le hiciera bien, aprendería a ser más responsable.



    ¿¿Con Namie?? Pero no debía pensar en el muchacho, sino en su padre y su mujer. Además, ese era un sitio en el que siempre sería bien recibida. Mientras acariciaba a Don Can, lo meditó, ¡no era mala idea! Tenía algunos reparos con Namie, por lo que había pasado hacía rato. No conocía al muchacho lo suficiente.

    La casona tenía un amplio jardín, y también patio trasero. Concurrían alumnos para allá casi a diario, ¿eso supondría problema? Mientras se resolvía dudas sobre el futuro del perro, y también aquellas sobre su pasado, preguntó a Kitrinos si podían devolverse. Subir a Duncan a la parte trasera del vehículo dejó a Flovia apegada a la orilla contraria, pues el animal seguramente tenía pulgas, o quizá qué bichejos. ¡Necesitaba un buen baño! Y también había que pasar a comprar comida, o hasta un collar.



    Le convenía guardar en su teléfono portátil el número de la casona, para hablar respecto a la situación, y luego poder comunicarse fluidamente. Kitrinos estaba segurísimo de que aceptarían al perro, pero debían hablar con el dueño de casa, antes de que apareciesen allí. Ella intentó hablar, pero Duncan estaba tan feliz de verle, que no le dejó tranquila. Kitrinos tuvo que ser quien llamase y pidiera aquel favor.

    ¡Don Can tendría casa nueva!



    El devolverse a la casona, en vez que seguir en dirección a la doctora Darwin, les significó librarse de un problema sumamente grave.
     
  7. Threadmarks: 32 Oportunidad laboral
     
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    Oportunidad laboral


    —¡Deux ex machina! —se lamentó la niña, quien jugaba con su pelo.

    —¿A qué te refieres?

    —Acaba de suceder algo que era imposible, que podía pasar 1 vez de entre un millón de cosas, todo para que en tu historia se salvaran de llegar a donde Dalia Darwin, y la trama fuese de cierta manera.

    —No entiendo lo que dices. De partida esto es una narración de cosas que me han pasado. ¡Es la vida real!

    —Pues tu vida real es bastante tonta.

    —Deja de interrumpir mi historia. Si lo vuelves a hacer, te juro que no seguiré.

    —¡No! Tus ganas de contarla son mayores que mis ganas de oírla.

    Dicho eso, se arregló el cabello. La chiquilla criticaba mucho, y seguramente si tuviese que contar su propia historia, lo haría en forma espantosa. Diría que todos son imbéciles, o fallados de la cabeza; no sería lindo de leer o de oír. Pero lo cierto es que el improbable encuentro con Duncan había influido bastante en su “trama”. Detonó una nueva pelea con sus progenitores, y un distanciamiento de ellos. Ya no los veía como aquellas personas severas, las que lo eran por estar buscando su bienestar. De pronto se volvieron manipuladores y sin escrúpulos, quienes para convertirle en lo que ellos querían, eran capaces de crueldades tales como abandonar a una mascota, dejándola a su suerte en una selva de cemento. De su madre no lo esperó, ¡y ella había dado la idea! Al comienzo buscaron familias que quisieran al perro, pero eran muy cercanas y acabaría descubriendo el paradero de Duncan. Era mejor opción pegar avisos en los postes, para regalarlo a desconocidos, pero eso tampoco funcionó. ¡Seguramente porque era un mísero mestizo! Si fuese un perro triunfador, con pedigrí, hubieran podido sacar buen dinero, pero como no, lo más sencillo era tirarlo. No se iban a preocupar de un simple cuadrúpedo, y a ella podían mentirle. Lo habían dado a una buena familia que lo quería.



    ¡Toda su vida fue designada a antojo de sus padres! Tuvo dudas, pero le insistieron entrar en el conservatorio a temprana edad, le ponían horarios, le obligaron a asistir a audiciones que realmente no deseaba, decidían sobre sus gustos personales (y lo que no aprobaban, lo quemaban), inclusive intentaban encajarle por novio a quien querían. ¡Pero ya no más! El escándalo que les hizo fue tan grande, que pensaron que estaba perdida, rebelde. No comprendieron que con la vida de un animal no se juega, ¡y precisamente fue Don Can! También jugaban con ella, pero no era un perro, y tenía medios para defenderse.

    En primer lugar, concretó el quiebre de su relación con Velásquez. Lo más adulto era asumir frente a él que estaban juntos porque lo vio ventajoso, y aunque hizo esfuerzos para quererle, no rindió frutos. Por el bien del propio hombre debía terminar, para que no se aferrara a ilusiones imposibles y, aunque el violinista supuso que terminaban por culpa del sujeto mexicano, no le dio vueltas al asunto. ¡Que pensara lo que quisiera! Tendría que seguir trabajando con él, no debía dejar abierto el campo a polémicas.



    Frecuentar cada vez más el hogar del francés y de Namie le quitaba todavía más tiempo, pero su agenda iba a quedar liberada en poco más, por un hecho inevitable: ¡se titulaba! Sería “Intérprete musical superior en Canto lírico, con mención en música de cámara y teatro musical”. Por supuesto que no se quedaba tan sólo en eso, puesto que también tenía experiencia junto a orquestas completas, inclusive había participado más de óperas que de eventos de salón. Para cambiar eso, la señora Ossandón le ofreció unas presentaciones acompañando a su agrupación, una vez terminase la carrera. Estaba confundida al respecto, pero tuvo planeado aceptar, aunque eso significaba recorrer por la geografía de su país.



    No invitaría a sus padres a la ceremonia de graduación, pero daba por seguro el que se presentasen de todas maneras. El averiguar el horario sería sencillo. A quien pensó invitar fue al francés, puesto que Kitrinos dijo que no en cuanto se lo planteó, y Flovia hubiera acabado traumatizada en un evento así, con gente tan formal. El maestro amarillo rechazaría cualquier cosa que involucrara mezclarse con estudiantes y profesionales de la música, pues mantenía las reservas sobre su identidad.

    Aunque fuera algo importante, simplemente dijo que no. Debía disfrutar su momento, pero él consideraba que las ceremonias eran “mamadas”. ¡Eso era un muy sensible detalle de su parte! Pero evitó reflexionar sobre las abruptas hosquedades de aquel hombre, pues debía sacárselo de la cabeza en tanto fuese posible. Era un terreno al que no podría entrar.



    Los que entraron en su vida más de lo que pronosticó, fueron Namie y su padre. Como ahora el muchacho era el dueño de Duncan, tenían discusiones acerca de sus juegos, o de lo que podía comer o lo que no, sobre el ducharlo, y sobre quién debía ser el veterinario. No eran peleas serias, la verdad el chico le caía cada vez menos pesado.

    Como iba por las tardes de visita, muchas veces se topaba la casona con alumnos, y algunas veces se inmiscuyó en las clases. Aunque eran grupales, se trataban de hacer lo más personalizadas posibles; había un equipo de profesores quienes pulían los problemas comunes de pequeños conjuntos de alumnos. Durante el break salían a guitarrear, y cantaban cosas al azar en el patio trasero. Don Can se animaba a correr alrededor de ellos cuando ocurría, y el resto del tiempo prefería estar echado.



    Unas cuantas veces dio consejos a aquellos jóvenes, pues era frecuente que algunos profesores no fuesen muy estables, y no asistieran, se excusaran por cualquiera causa, o simplemente no se volviese a saber de ellos. Es que el empleo no era estable tampoco, ni la cantidad de estudiantes o su continuidad; en realidad las cosas eran un poco disfuncionales. Un día fue reconocida por uno de los alumnos, el más viejo, quien le había visto en una presentación teatral, antes de que ella cumpliese los veinte. ¡La verdad apenas se acordaba de haber participado en eso! Se dio cuenta de lo ocupada que había estado, tanto que inclusive había perdido noción del tiempo. Terminar sus estudios le aliviaría.



    Fue entonces que recibió una oferta, la cual se coló en sus planes. Asistía con frecuencia a la casona del francés, era amiga de la familia, conocía a los estudiantes del lugar y prontamente sería una profesional. Sin tener tanto tiempo ocupado al día, sería más estable que los otros profesores, así que… ¿en serio? No era posible, no estaba capacitada para dar lecciones. Enseñar canto no es un juego, y se necesitan estudios mayores a los suyos.

    El contratenor no lo veía tan crítico. La metodología allí era diferente, además eso no era un instituto, conservatorio, o un sitio en donde el estudiantado saliese con credenciales. Los mismos alumnos estarían encantados de tenerle como guía, pero todo eso no fue suficiente argumento.



    Enseñar canto a gente que jamás había tenido contacto con la técnica, más allá de la ducha, es cosa seria. Detectar sus pasiones, sus gustos y sus expectativas es algo que por necesidad un profesor instruido debe hacer. Ella misma sabía multitud de historias en donde profesores daban malos consejos a sus alumnos, estropeando incluso el aparato fonador de los mismos. Los profesoruchos de canto eran miles, casi una peste. Frustraban a sus estudiantes, no tenían un plan de trabajo, ¡ni siquiera sabían comunicar a sus alumnos lo que buscaban! “Estás haciéndolo mal, no grites, ¡proyecta! Y sonríe la nota”, ¿y eso cómo diablos se hace?

    Mejor dejar de lado la propuesta, por el bien de aquellos chicos.
     
  8. Threadmarks: 33 La maestra Noir
     
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    La maestra Noir


    Del dicho al hecho el trecho está maltrecho; ahora era una de las profesoras en la casona.

    El motivo, acceder a otra clase de entorno. Había reflexionado mucho al respecto, pero lo cierto es que su vida avanzaba en otro rumbo, distinto al que tenía en mente hacía un solo año atrás. Estaba cambiando mucho por la influencia de personas a las que conocía recientemente, y ahora había oportunidad de avanzar por aquel nuevo mundo de fantasías.

    Rechazó la oportunidad de colaborar con Nina Ossandón, pues prefirió quedarse en la ciudad. Quizá eso y el camino que tomaba no fueran más que un inmaduro acto de rebeldía, pero así lo quiso. Se tomó un tiempo, una especie de período sabático, el que podría durar hasta que ordenase sus ideas, y se fijara metas nuevas.

    Podía parecer un capricho, pero habiendo encontrado a su fiel mascota de años, no iba a salir de viaje tan pronto. Duncan y ella debían reencontrarse.



    ¡Sus padres estuvieron por completo en desacuerdo! No podía desperdiciar la oportunidad que Nina Ossandón le ponía en bandeja, ¡era una profesional reputada! Luego de eso debía abrirse camino entre el resto de liristas, sin descanso. La competencia era así, y no podía darse un respiro, puesto que el medio en el que estaba era muy duro. Sólo los más capaces y astutos salían adelante.

    Pero qué dijesen eso y mucho más. Ya no tenían autoridad moral para hablarle, imponerle lo que hacer, o decirle cómo actuar en su vida. ¡Debían entender que era una adulta! Se buscaría algo que le conviniera, a su propio ritmo.

    ¡Ya estaba harta de tanta presión! Le parecía incluso infantil, un capricho de dos adultos obsesionados. Lo malo era que al final de cada día, debía volver a su cama en aquel hogar, el cual sentía ajeno. ¡Por fin había dejado de ser una aberración! Estaba rodeada de personas que no se burlaban, que le valoraban y con las que podía relacionarse y trabajar. Ya no estaba cómoda en casa, donde se le criticaba, donde no había ética.

    Por eso tomó el empleo. Cambiar de aires y rodearse de otra gente, quienes no le presionaban en ningún modo, ni se reían de ella en su cara, era lo que cualquier persona querría. No se sentía capacitada para enseñar, pero lo haría orientándose al respecto. Lo ideal sería no cometer equivocaciones, pues podría perjudicar a esos jóvenes a quienes pretendía ayudar.



    En otro ámbito de ideas, estaba preocupada, y necesitó un ambiente en donde sentirse segura. En su titulación había visto a la maestra Vert sentada observándole, pero la expresión de su rostro era otro, igual que su peinado y su ropa. El kimono ya no estaba, su pelo era demasiado liso y sus facciones desagradadas. La mujer se hallaba muy pendiente de ella, tanto que le generó algo de nerviosismo.

    ¡Eso era sumamente malo! Ao se había disculpado por no ir, puesto que estaba muy atareada con el trabajo del que debía encargarse, tras lo ocurrido en el centro de la doctora Darwin.

    La japonesa estuvo reacia de hablar al respecto, pues era algo que le dolía mucho. El saqueo en la clínica, el sabotaje a ésta y el incendio que se provocó, tenían responsables claros, pero no contaban con pruebas. Aquello retrasó lo de Flovia varias semanas, además la doctora Darwin estaba demasiado ocupada como para recibirle, así que no pudo saciar su sed de respuestas.



    La responsable intelectual de esos crímenes era la maestra Noir, el pañuelo negro. Lo que Ao no le había querido contar, es que era su hermana melliza.

    Es una mujer que juega con las esperanzas de las jóvenes promesas, es experta en engañarles. Una estafadora que finge ser productora musical, para utilizar a gente a su conveniencia, haciéndoles creer que forman parte de un proceso de casting, o que sus tareas son favores que demuestran su valor como artistas. Luego les roba, cuando ya no puede sacar mejor partido de ellos.

    Noir utiliza la ilusión de cantantes que de algún modo son persuadidos para trabajar con ella, bajo paga, o bien engañados con falsas promesas. La pañuelo negro había comprobado qué fácil era el jugar con gente frustrada tras audiciones, o quienes han perdido papeles, remplazados por otros.



    Precisamente, el ámbito educativo es muy malo en lo referente al canto, y existen miles de hombres y mujeres que saltan de profesor en profesor, suponiendo que en verdad no tienen talento, buena voz, o que no sirven. Noir conoce los principales problemas que generan esos malos profesores, uno de ellos la autoestima. Y como ésta sí sabe enseñar y es toda una maestra trascendida, demuestra el verdadero potencial de las personas en cuestión de días. Luego se sirve de ellos, cualesquiera fuese su propósito. Si no tiene un objetivo concreto, simplemente les roba.

    ¿Estaba por completo segura de que Noir apareció por ella? Más gente se había graduado allí, cantantes, otros instrumentos… pero no tuvo duda alguna. Había pensado que era Ao, y no se habían sacado la vista de encima, la una a la otra.



    Vert descartó que la mujer tuviese conocimiento suyo como miembro del CVA, o siquiera que estuviese tan próxima a ella y Kitrinos. Seguramente, si le había echado ojo pensase en seguir el “proceso normal”. Aunque eran hermanas, Noir tuvo una suerte distinta y fue obligada a cantar desde la niñez, sin gozar de ello. No le gustó jamás, a través de los años acabó aborreciéndolo, y es por eso que busca hundir a quien ose hacerse hueco en el mundo de la música. Europa es demasiado grande como para intervenir en las carreras de todas las estrellas que aparecen y aparecerán, pero uno que otro infortunado podía acabar conociéndole.

    No debía fiarse de ahí en adelante de ninguna persona nueva, pues confiar le metería en problemas. Para avanzar su carrera debía apoyarse de la gente que ya conocía, pero entablar relación con nuevos productores, encargados de discográficas o directores, era mala idea. Podían estar armando un engaño para hundirle.



    Aunque tampoco debían pasarse de paranoicos. Tal vez Noir no tuviera especial fijación en ella. Sin embargo, ¿por qué entonces se presentó a su graduación? Era demasiado buena, y ahora comenzaría su carrera artística. Por alguna causa estaba en el país, y atentó contra la clínica de Darwin. ¿Por qué en esa fecha? Lo único cierto es que producto de su presencia, debían tomar precauciones.

    Ao deseó que su hermana no supiese que ella también se encontraba en la nación, puesto que podría causar más dificultades. Algo de la documentación que robaron era importante. Se logró extraer cantidad de documentos, pero algo que no pudo averiguar, fue la identidad y ubicación de todos los miembros del CVA. Antes había tenido roces con el club, quizá por qué. Kitrinos y Tom Thri parecían tener mejor noción de la causa, pero eran herméticos, no hablaban.



    Ya estaba prevenida de cualquier posible fechoría; debía ir con cautela, planificando bien. ¡Quizá hasta fuera buena idea tomarse el tiempo de descanso! Le costaría estar tan tranquila, simplemente dejando que los días transcurrieran. El incendio y organizar un robo no eran simples delitos de estafa, sólo para incautos. Eran atentados reales, y seguramente el tema era peor de lo que Ao mencionó. Ella habló intentando no preocuparle mucho, fue comedida.

    Cada vez iba de mal en peor. Si antes era Flovia, ahora los consejos se los pedía a Namie. ¿Debería aproximarse a la doctora Darwin, y averiguar al respecto? Después de todo, habían robado documentos de su propiedad.

    El chico, con prepotencia, le dijo que era metiche, que esas cosas no le concernían. No conocía a Darwin, ¡y ya pensaba en preguntarle por documentos! Era ser muy impertinente. Aparte, nadie podía poner un pie en la clínica hasta concluir las reparaciones. El muchacho no podía entender que cualquier cosa relacionada con Noir le preocupaba, pues no quería resultar perjudicada en ningún modo. ¿Qué pasaría si Ao estaba calculando mal, y su hermana sí sabía que era miembro del CVA, o lo relacionada que estaba con Kitrinos?

    ¡Pero es que no tenía relación con Kitrinos! O al menos, no esa clase de relación… divagaba. Afortunadamente, al siguiente día la doctora llamó al mexicano y a Ao, para que comentasen a Flovia que podía darse comienzo al trabajo sobre ella. Se enteró por parte de la otaku, y preguntó si acaso podía ir.



    ¡Por supuesto que sí! La doctora no había oído su nombre, pero al parecer Ao comentó sus análisis en ella, aquel lejano día en que recién le conoció.

    Por fin tendría respuestas.
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    PD: no se ven los iconos para dar formato al texto, tuve que centrar el título de memoria xD
     
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    Bajo la supervisión de la doctora Dalia Darwin, Flovia mejoró excepcionalmente en cosa de dos o tres semanas. No era el uso común para algo conocido como “biofeedback”, pero siendo éste un modo de retroalimentación de las funciones fisiológicas del cuerpo, caía en lo que hicieron. Con uso de instrumentos, el usuario se hace consciente de la función que busca dominar, de forma muy clara.



    En el laboratorio, la muchacha experimentó la sensación de tener el laringoscopio dentro de su boca, sin aquella rara adaptación casera hecha por Ao en la casa de Kitrinos, que dejaba al aparato conectarse al televisor. Bajo condiciones profesionales, tanto observando por dentro y por fuera su cuello, Flovia tuvo noción real de lo que hacían sus pliegues vocales, y Darwin le indicaba los señaladores naturales, obvios, de que estaba sufriendo tensiones. Aprendiendo el comportamiento de su laringe con la voz de pecho, y posteriormente la voz de cabeza, Flovia pudo conectar en forma un poco más cómoda que antes.

    Ya no tuvo problemas con la presión que hacía, antes poca, pues estaba notando el efecto sonoro producido, frente al grado de cierre de los pliegues y lo que éstos se estiraban. Con esa referencia certera era mucho más fácil lograr la correcta ejecución. Hizo variedad de ejercicios, aunque éstos un tanto coartados por el propio laringoscopio. Una vez se lo quitó, tardó en hallar lo experimentado en su memoria, pero finalmente pudo, pues sabía cómo se siente su verdadera voz bien trabajada.

    Darwin no gustaba de los pacientes que se hacían dependientes de las herramientas. Insistió a Flovia que trabajase el segundo puente ella sola, y únicamente si no estaba contenta con el resultado, volviera al laboratorio.

    Todo eso no era biofeedback al pie de la letra. Para eso se requiere control médico y tratamiento continuo, riguroso, con equipo mucho más complejo. Por mientras, Ao podía seguir trabajando con la adolescente en su voz de castrati.



    No le habían presentado a la señora en correcta forma. Era Dalia Darwin, logopeda y médico otorrino laringóloga de profesión, especialista en voces cantantes. Estaban en el laboratorio de análisis laríngeo del CVA; algunas personas trabajaban allí aunque no muchas, pues el lugar no era sostenible económicamente por sí solo. La doctora había cambiado su consulta a ese sitio, luego de que éste contara con la categoría de centro médico. Aquella consulta era la única fuente de ingresos, pero el lugar lograba subsistir debido al aporte de la fundación. El CVA debía costear personal médico extra, en caso de que alguien necesitase operarse. La doctora Darwin hizo cirugías en sus tiempos mozos, pero en aquel momento estaba empezándole un Parkinson que le hacía imposible realizarlas.

    A sus 67 años, Dalia podía al fin relajarse de su trabajo como profesional médico, puesto que había jubilado. Antes todo era ir de clínica a consulta, de consulta a hospital, de hospital a mutual laboral… ahora era el momento en que retomar sus investigaciones, y con mayor tiempo libre sólo se dedicaría a su consulta privada, y a seguir adelante con el CVA.



    Por un momento supuso que la señora era la tercer patrono de la fundación, junto con Kitrinos y Tom Thri, pero ella le sacó de su error, en vista de que conocía toda la historia de los pañuelos. Ella no era el tercer miembro, sino que la fundadora, un pequeño capricho que se dio cuando estaba investigando el “espectro humano de voces”. Le pareció interesante tener a mano algunos personajes de difícil hallazgo, y el club fue la excusa para ello. De aquel modo, si necesitaba un contratenor lo hallaría, y si necesitaba explorar las capacidades de alguien intersexual, no sería problema el encontrar uno. Los hermafroditas dedicados al canto esconden su condición y rehúyen de admitirlo; el CVA les brindaba seguridad, confidencialidad, progreso si ellos se comprometían, y a ella una enorme lista de gente con cualidades tímbricas poco comunes.

    Junto a los tres patronatos, era la única que podía contactar a cualquiera de los miembros, ¡eran muchísimos más de los que pudiera imaginar! Eso significó que su inocente club se le había ido de las manos. Tom Thri era el empresario, el auditor, y quien le dio coherencia a todo el entuerto que había formado.



    En el laboratorio está albergada la base de datos, con el nombre real de cada integrante, su apodo, dirección y número de teléfono fijo. Darwin pidió a Vert que añadiera dos campos nuevos: el número de teléfono celular, y el correo electrónico. ¡Pobre, se estaba haciendo dramas muy grandes para algo así! También le pidió que las fechas de afiliación se expresaran en cuatro dígitos, para que cuando llegase el año 2.000 no hubiese dramas. A Ao modificar la base de datos y el indexador le pareció tan complejo, que se había negado en un principio. Sin embargo, luego del sabotaje se lo replanteó, y además sugirió cambiar el soporte físico de otros datos, para que no fueran susceptibles a robos.

    No tenía por qué ser complicado de lograr, ¡sólo eran listados! Desde que existían los ordenadores personales todo se había simplificado, pero Ao prefería el modo difícil. Era testaruda, y la doctora no alcanzaba a comprender los motivos.



    La maestra Vert no trabajaba nada más que en mainframes de la edad de las cavernas, perforando tarjetas y escribiendo en cobol con “código espagueti”, sea lo que fuere eso. Renegaba de toda la ciencia informática moderna, por no se sabía cuál cosa estructurada, que había destruido el olimpo en el que estaban los programadores. En consecuencia, la lista de los afiliados se almacenaba dentro de una cinta magnética de ridícula capacidad, y si había que hallar a alguien, o clasificar unos cuantos con factores en común, tenían que hacer una búsqueda, e imprimir resultados con una impresora ostentosa y ruidosa, pues ni pensar en tener una simple pantalla ¡herejía!

    Lo positivo, con los datos de los miembros allí, nadie sería capaz de robar la información. ¡No hay quién supiera utilizar esos trastos! Es por eso que Darwin apreciaba el trabajo de la japonesa, era pintoresco y resultaba una total ironía que tuviese un sentido práctico.



    La doctora le mencionó que algo más pasaba en el sótano, o “departamento de proceso de datos”, el cual permanecía casi inmutable desde los setentas. La maestra Ao desde hacía décadas trabajaba en un programa, algo que había montado allí abajo, para seguir trabajando mientras no estaba en Japón. Cuando Vert se marchase de vuelta, se llevaría el trabajo para continuar en casa.

    Mientras estaba en el país, ¿por qué impedirle usar esos aparatos que sólo ella sabía aprovechar? Ao había enseñado a algunos, pero si se rompía una de esas máquinas, sólo ella era capaz de repararla. Si se hallaba en Japón, debían llamar a un hombre que trabajaba allí hacía veinte años, certificado por la empresa fabricante de esos ordenadores.

    A aquel caballero y a un grupo de gente llamaron, para volver a poner en funcionamiento los mainframes tras el sabotaje, empleando piezas de repuesto que estaban guardadas desde siempre. Vert era con diferencia la más joven de todos, y fue la creativa que prefirió el término “sabotaje”, porque “patearlo todo hasta que pareciera roto” no era elegante.

    Si le intrigaba saber qué programa era el que diseñaba Ao, no debía inmiscuirse todavía. ¿Por qué le contó entonces? Por un motivo simple: Kitrinos y Vert estaban ilusionados con ella. Ellos le explicarían el real motivo de los versus; le estaban sondeando pues necesitaban probar que era la correcta.

    ¿Kitrinos estaba ilusionado de ella?, ¿eso qué quería decir?



    Como fuere, le pareció bastante tonto que Ao trabajase con procesadores obsoletos. ¿De qué le podría servir crear un programa, si luego no iba a ser compatible con ninguna tecnología?

    Todo eso era sorprendente, pero como la señora no le comentaría sobre el programa, cambió de tema. Le urgía averiguar sobre Namie, aún recordaba el encuentro; ¡había hecho algo imposible! Aparte, había descubierto que estaba dialogando con la vieja maestra Rouge. La veterana probó en sí misma muchas cosas y el resultado fue espectacular, pero su intenso trabajo como doctora le fue quitando tiempo para practicar, hasta que ella misma sintió que no estaba a la altura.

    ¡Por fin alguien que no tenía reparos en cantar! Era fascinante, aunque algún desgaste debido a la edad se notaba. Sin embargo, era una contralto de timbre muy cristalino. La mujer era muy nostálgica, se dio cuenta. ¡Cómo le hubiera gustado que le oyese en sus tiempos mozos! Pero quizá, pudiera hacerlo pronto…



    ¿Qué estaba diciéndole? Independiente a frases inconexas, Darwin estuvo bastante interesada en hablar de su trabajo con alguien, y le conversaría de Namie.
     
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    Un caso especial


    Namie había sido buen conejillo de indias, sometiéndose bajo permiso escrito de sus padres a una rutina seria de biofeedback. ¡Era la segunda ocasión en que Darwin pudo explorar ese ámbito! Aun estando sano, fue sometido a una terapia de reentrenamiento respiratorio, buscando algo totalmente distinto: un nivel de autocontrol no solo de pulmones, sino del sistema respiratorio entero, inclusive la parte neuronal encargada a ello.

    El entrenamiento propio de Namie con Kitrinos ayudó. El pañuelo buscó llegar a los límites de la resistencia del joven, más allá del punto que ella tuvo el desagrado de experimentar: hacer demasiado esfuerzo físico sin haber respirado bien.



    En aquella carrera que forzosamente debió hacer, tuvo suerte de cansarse progresivamente, pero si hubiese respirado mal o prácticamente no respirado, los efectos se amplifican. Durante su persecución apenas hubiese sentido malestar, y habría pensado que podía continuar para siempre. Las piernas le hubiesen pesado sin llegar a suponer que debía detenerse.

    Al parar, cualquier persona se pondría palidísima, se marearía, le dolerían los músculos que utilizó, sentiría ganas de vomitar, y notaría que su corazón estaba a tope. Sin apenas aliento para hablar, el cuerpo necesitaba reposo inmediato y oxigenarse con bocanadas de aire salvajes. Unos minutos totalmente tendido, muchas veces no impiden el seguir exhausto por tiempo prolongado.



    Debieron trabajar con Namie en aquella situación en que su aguante se ponía prueba. El biofeedback fue vital, y luego de mucho esmero, supo la forma en que su organismo de modo natural, inconsciente, se suministra oxígeno. El siguiente paso era influir en ese proceso.

    Era el motivo por el que se podía hacer correr al chico, y no se vería señal de agitación en su canto, pese a que mostrase todo síntoma natural de fatiga. Namie preparaba toda su fisiología para funcionar de modo normal cuando debía cantar. Eso significa que su cuerpo comienza a necesitar el oxígeno que gasta cantando, motivo por el que estuvo a punto de desmayar. Hacía funcionar a varios músculos y al organismo de modo poco común; esa vitalidad que demostró no sale gratis.



    Su cuerpo y sistema nervioso hacen trabajo adicional, esforzándose por mantener incólume toda la anatomía dedicada al canto. Además de eso, Namie sigue cansado, su cuerpo necesita más oxígeno del habitual. No se lo suministraba en forma óptima, pues lo expelía al cantar. El aire estaba reservado principalmente para esa tarea, puntualmente para conducirlo por su tráquea y laringe hacia afuera.

    El muchacho incluso era capaz de olvidar por completo su sensación de fatiga, ignorando los estímulos nerviosos si cantaba bajo ese medio forzoso. Los médicos a veces detectaron calambres en alguna extremidad suya, los cuales él simplemente no sintió en absoluto.



    Por lo visto, estaba haciéndose pedazos bajo una falsa sensación de inmortalidad. Había comenzado sus ejercicios previo a robarle la motocicleta, y ante tanta demanda no se tuvo que haber dado cuenta de que cedería. ¿Para qué, qué era lo que lograba cometiendo algo así en su persona?

    En realidad no hacía falta que lo preguntara… por eso le había parecido tan malo la primera vez que le oyó. El cuerpo humano es sumamente complejo, y el cuerpo cuenta con mecanismos de defensa para el abuso que Namie provocaba.

    Para garantizar la dosis de oxígeno, la solución fisiológica es aumentar la capacidad inspiratoria, y así conseguir más aire en cada bocanada. La segunda medida es garantizarse el retener ese oxígeno, para utilizarlo antes de que el canto lo expulse. Así que los pliegues vocales de Namie se cerraban con mayor facilidad, para que el escape de aire fuese leve. ¡Eso repercutía mucho en la producción de su sonido!

    A su vez, se estaba haciendo daño al cantar. Hacer mayor presión cordal de la correspondiente genera pólipos, o nódulos por el continuo roce de los pliegues. Namie lo sabía, sin embargo, cuando cantaba en un estado normal, era absolutamente incapaz de usar en manera adecuada su voz de cabeza. Siempre generaba falsetes, pues tenía el mismo problema que Flovia, pero amplificado: hacía poca presión.



    Así sería hasta que aprendiese a cantar, se lo habían repetido mil veces. Pero él no quería, gustaba de explotar aquella voz mixta atípica que se generaba. Usándola tenía los pliegues menos estirados, era diferente la reacción de éstos; su timbre de voz cambiaba, cantar bajo estrés físico le aumentaba el tono.

    Recordaba claramente que Namie tenía una voz muy fuerte y masculina para notas tan agudas. Su volumen inusual era debido a que su potencia pulmonar había crecido de pronto, pero por sobre todo, su timbre de voz se endureció por estar haciendo presión exagerada para resistirse a la inmensa salida de aire. Era un uso extremo de las capacidades de su laringe, uso imposible en un estado normal, estado correspondiente a toda persona del planeta.

    ¡Era muy curioso que la voz le cambiase tanto! La doctora le explicó que en el caso de Namie, hacer mayor presión cordal influía en su color de voz en modo muy grande. El que además tuviese quince años, y estuviera cambiando el timbre, no parecía intervenir demasiado; sólo psíquicamente.

    Namie abusaba de cantar en ese estado, porque le gustaba mucho la voz que proyecta, su potencia. ¡Por eso no mejoraba en su condición normal! Despreciaba su voz natural, y esperaba que al madurar su timbre se volviera lo suficientemente varonil, como para no depender del acondicionamiento fisiológico.



    Lo que el transformista parecía no querer entender, era que cuando estaba bajo esa condición, su propio cuerpo conspiraba para mejorar sus características. Él podía cantar cualquier cosa a su mínima voluntad, sin concentrarse en la ejecución, porque en modo inconsciente su organismo estaba ayudándole. Ya no necesitaba concentrarse en sostener su voz mixta, su cuerpo la sostenía. Tampoco necesitaba concentrarse en respirar, y no se preocupaba de quedar sin aliento. Era su propio cuerpo el que tomaba aire, sin que él mediara conocimiento.

    No necesitaba preocuparse de imprecisiones, su organismo luchaba para funcionar en orden, y producto de eso él tenía suficiente firmeza en su voz. De modo involuntario su registro se volvía homogéneo, sin cambios de timbre o de volumen, para no gastar oxígeno de más con imprecisiones. Su coordinación vocal cambiaba sin esfuerzo, si jugaba en su puente de voz. También su vibrato se facilitaba bastante, cuando el Namie ordinario apenas comenzaba a explorar en su producción. ¡Se volvía un verdadero prodigio cuando aprovechaba aquel control de su estado fisiológico! No necesitaba que se lo recordaran, le había visto.



    Darwin se apenaba un poco del chico. El motivo por el que no quería dejar de abusar era claro, y se planteaba utilizarlo cada vez que pudiera. La doctora tenía por seguro que él jamás lograría cantar así, ni aunque gastara toda su vida practicando.

    Ser un maestro de talla mundial, dominando la técnica y musicalidad precisas, un repertorio, y mostrándolo con carisma, es un trabajo de toda la vida. El resultado es grandioso, pero ¿y si la fisiología entera lo facilita?, ¿y si el subconsciente libera al cantante de todo trabajo mental, y las cosas funcionan solas? La técnica estaría limitada solamente por la imaginación, y se mezclaría con el sentido musical del intérprete de otra forma.

    Pero el olimpo sólo está reservado para los dioses. Por más que Namie trabajase en ello toda su vida, el lograr manejar así su organismo y sin cansarse previamente, era un sueño. Un particular y loco sueño que sólo una única persona en el mundo tenía, y un imposible. El cuerpo necesita condiciones fuera de lo común, para priorizar unas funciones por sobre otras.



    ¿De verdad era sólo la aspiración de una sola persona? No era para nada tonta, seguramente Kitrinos podía lograr algo parecido, ¿cierto? Dalia le felicitó por su capacidad deductiva, aunque el pañuelo no estaba obsesionado con el biofeedback, ni buscaba el control fisiológico de Namie. Kitrinos había logrado algo diferente, más práctico y funcional.

    Pero no le dijo qué. Mejor preguntárselo al hombre, era buenos amigos, eso sabía Darwin. Además el hombre buscaba explorar en su personalidad, era bueno que pasaran tiempo juntos.



    Entonces, llegar a su puerta y tocar el timbre, esa sería su siguiente misión. Le habían dicho que Kitrinos estaba ilusionado… ¡no podía ser posible que una persona a la que recién conocía, supiera más que ella misma sobre su relación con aquel hombre!

    Pero no había relación.
     
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    Antes de proseguir, la muchachita cabellos color de atardecer tuvo que ir al baño. Se estaba aguantando desde la parte en que comenzaban los versus, en aquella versión traducida de la vieja canción. “¿Y cuál traje usará la pobre chica, en todas las fiestas futuras?” Era más bien una traducción para calzar con el ritmo, y no la letra, pero no perdía el significado. La cantidad de sílabas en inglés y castellano siempre son un problema a la hora de crear una buena adaptación.

    En el baño, la niña tuvo tiempo para reflexionar y hacerse preguntas.

    —Oye, ¿qué tanto influye Namie en lo que te acaba pasando?

    —¿Aparte de cuidar a Duncan? Como nos veíamos a menudo Namie dejó de ser tan brusco conmigo, y comenzó a piropearme y a tratarme bien. Me hizo sentir incómoda, y le pedí a Flovia que lo disuadiera. Es menor de edad, y además no tiene buena facha.

    —Y se viste como mujer.

    —¡Sí! Y el collar de gato es para esconder su nuez de Adán, que es prominente.

    —Eso no me importa. Lo que me enferma es que te gastaste demasiado hablándome de Namie, ¿y ahora no interesa? ¡De verdad que me haces perder el tiempo!

    Una buena señal era que la niñita comenzaba a patalear en el sofá, pues sus piernas no tocaban el suelo. Era pesada y decidida de lo que buscaba, pero sin llegar a imponerse porque sí, porque ella era la que escuchaba, y tenía todo el derecho del mundo a que la historia fuese hecha para sí, a su gusto.

    —¡A callar, mocosa! Te lo conté porque lo que interesa no es Namie, sino que todo ese embrollo que hacía, lo fisiológico. Lo que logra Kitrinos también me fue útil, de hecho me fue indispensable. De otro modo, hubiera sido mi fin.

    —Qué pena que sí funcionó lo que hiciste.

    —Morirás. Morirás dos veces.

    Retomó. Estaba allí, como tonta pensando en qué decirle al hombre en cuanto éste abriera la puerta. Pero lo que pasó fue que se oyó la voz de Vert por el intercomunicador. Nuevamente empezó con su “moshi moshi”, pese a no estar al teléfono. En poco tiempo apareció para abrir la reja, con cara soñolienta.

    En la sala de estar Kitrinos continuaba el mismo juego de peleas. Gustaba de escoger mujeres como personajes, eran más rápidas aunque sus golpes tuvieran menos fuerza. Además vestían trajes absolutamente ligeros y eso venía bien a la imaginación, cuando la imagen de la chica era de pocos pixeles.

    Jugó con él aunque no tenía ganas. Estaba buscando las palabras qué decir, y entonces le surgió la idea de sencillamente ir al grano.



    Pero el pañuelo tenía preparado un sermón aquella tarde. Lo que hubiera hablado con Darwin no le interesaba, lo importante es que le habían advertido de Noir. A diferencia de Ao, él era menos cauto con sus ideas: era posible que la maldita supiese de su afiliación al CVA, quizá hasta intuyera lo que habían estado planeando respecto a su persona.

    ¿Tenía algún valor lo que había hecho, desde que les conoció? En aquel instituto, corriendo para perseguir al ladrón, o ¿tenía significado el ser profesora? Kitrinos con una secuencia de botones hizo un combo, y mandó a su personaje al suelo. Ya no se levantaría más, pero jugaban al mejor de tres. Quizá le lograra empatar.



    Desde un comienzo, había estado realizando cosas por un propósito, el cual seguramente estaba desdibujado en su cabeza. Al comienzo de todo, el hombre le había dicho que quería conocerle más, se acordaba perfectamente. Pues bien, lo había entendido mal. Se estaba entusiasmando más de la cuenta con el hombre, a sabiendas de que no conseguiría nada.

    Kitrinos tenía plena consciencia de que le gustaba, tal como Flovia le dio a entrever anteriormente. Pero él no tenía intención de darle alas. Ese “quiero conocerte más” significó que necesitaba comprender su personalidad, era el motivo de pasar tiempo juntos. Por eso le iba a dejar a casa, por eso pidió a Namie que le quitase la scooter. Necesitaba saber si saldría en persecución o no, estaba haciendo un perfil de conducta. Kitrinos no era psicólogo, pero no le importaba.

    ¿Todo aquel tiempo juntos fue para estudiarle? ¡Por eso no siguió buscándole luego!, se lo había explicado muy claro. Su personaje se quedó quieto en la pantalla. El pañuelo, sin piedad, continuó golpeándole; la batalla era contrarreloj.

    Tiró el joystick a su lado en el sofá, en medio del espacio habido con el hombre. Con aquella voz profunda Kitrinos le dijo que no fuese tonta, que el tiempo que pasaron era valioso, y que le simpatizaba bastante. Su amistad era real, no producto de una investigación caprichosa. Y le tenía para lo que fuese, él estaba ahí para apoyarle. Si antes dejó de verle tan abruptamente, fue porque le pareció prudente estar ausente en su vida. No sería bueno engancharse de alguien que no podía corresponderle.

    La palabra fue más dura que cualquier golpe que recibiera su personaje en el videojuego. Siempre lo tuvo claro, pero… eran “amigos”.



    ¡Buenos amigos!, claro. Kitrinos no le trató de reconfortar, debía asumir el vínculo de ambos sin anestesia. De hecho, le puso en apuros. ¿Acaso continuó viendo al hombre porque valoraba su amistad, o porque esperaba algo más? Es cierta forma, eso no era justo con él, puesto que él sí la veía como una auténtica amiga, y ahora eso podía irse a la basura, por no tener las cosas claras desde el comienzo.



    ¡Qué atrevimiento!, ¿acaso podrían ser amigos, siendo que él le buscó por conveniencia? El pañuelo, en forma poco sutil, le dijo que eso era un pensamiento femenino bastante estúpido. ¿Por conveniencia? Pues sí, más o menos, ¿dónde estaba el problema?, ¿le disgustaba el que se hubiese aproximado porque le impresionó su voz, y porque creía que era una cantante mejor que genial?

    Reprimió una sonrisa tímida. ¿Le molestaba ahora el tiempo que estuvieron juntos? No era eso, lo que le molestaba era el motivo por el que estuvieron reuniéndose, pues era experimento. ¡Huy sí, no es una relación normal! Válgame, ¡válgame la chingada! Desde el principio Kitrinos tuvo intención de hablarle, y de pronto compró sus mangas, sin saber que lo eran. Así se habían dado las cosas, punto final. No tenía por qué pedir perdón, ni ella mortificarse.



    En realidad no. Kitrinos sintió necesidad de disculparse por el incidente con Namie y la motocicleta; también tuvo esa necesidad respecto a poner distancia de repente. No fue lo más maduro que pudo haber hecho.

    Así que… el estar juntos y que se ilusionase no era óptimo. El estar lejos y que le extrañase, tampoco. Lo correcto era que ella misma decidiera todo lo que involucrarse, y así podrían encarar las cosas como los dos adultos que eran. Kitrinos no quería falsas expectativas, además era muy reacio a las chicas que intentaban demostrarle cuán mujer eran, o que tratasen de cambiarle. La que lo intenta pierde para siempre; es más digno un “creo que me hará daño verte entonces, si no puede haber nada”, el que permitiera deshacerse de esa esperanza con el tiempo. Luego la vida continúa.

    Así que tenía la decisión en sus manos.



    ¡Kitrinos era tan tajante! La mujer tiene derecho al coqueteo, a luchar por lo que quiere… pero ya sabía lo terco que podía ser. No habría nadie que le hiciese aflojar un poco. Debía asumir las cosas, precisamente lo contrario sería querer cambiarlo, y así poner las cosas a su favor.

    Ya que el pañuelo ganó en su juego, y no podía pasarse la tarde entera frente al televisor, era tiempo de explicarle el propósito de haberle conocido. Lo de los versus no fue más que un simple preámbulo, incluso la “guerra” del CVA hacía tres años era una mera jugarreta que se había salido de los límites.

    Debían avanzar hacia lo serio.
     
  12. Threadmarks: 37 La maestra Bleu
     
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    La maestra Bleu


    Se sintió muy atropellada con lo que Kitrinos había terminado de decirle. En su cabeza no tenía para nada claro qué haría, y si eso levantaría cualquier suspicacia del hombre. ¿Cómo tener una relación de cualquier clase, si suponía eternamente que él estaba indagando en su interior? Ser espontánea y actuar con naturalidad podía volverse cosa muy ardua, si creía a cada segundo que la otra persona le analizaba.

    Tenía que aclarar sus ideas con calma. Ahora no estaba en condición, puesto que se sentía igual que un títere. Lo que había vivido en los últimos meses era importante, pero no pasaba de ser lo que otras personas planificaron, utilizándola para quizás qué fines extraños.

    Su vida estaba cambiando. La operista no podía avanzar prósperamente hasta asegurarse de que Noir no fuese una amenaza, aparte, la influencia del CVA estaba cambiando sus objetivos. Ya sentía demasiada curiosidad por lo que el maestro amarillo, y la maestra verde buscaban. Además, no conocía los límites de ninguno de los dos. Era igual a descubrir que el país de las maravillas era el real, y que vivió bajo un manto de realidad ignorante.



    A veces pensaba que no seguiría mejorando su canto mucho más. La educación que recibió era de primera, su formación envidiable, pero sabía que sólo mejoraría por mano de mucha práctica, a través de años. Ahora conocía un jovenzuelo con nulo talento, el cual en cosa de meses, bajo técnicas médicas experimentales, podía sostener un nivel impensable. Era un prodigio como no había tenido oportunidad de escuchar, pero sólo durante unos minutos.

    Preguntó a Kitrinos sobre los otros pañuelos, cambiando el tema radicalmente, y sin darle una respuesta. Tuvo que revelar algunas de las cosas que la doctora Darwin, la antigua maestra Rouge, le había comentado. También preguntó por el camino del hombre como cantante, usando biofeedback.

    ¡Los demás maestros no eran monstruos! Los raros eran Ao y Kitrinos, el resto de los pañuelos eran personas “normales”, gente con una formación lírica que ninguno de los dos tenía, como la educación que ella recibió, pero con años de trayectoria. Los dos eran casos especiales.



    Pero y… ¿qué tal si Namie estudiase? Kitrinos desestimó al muchacho absolutamente. Nuevamente cayeron en la vieja discusión acerca del talento, o el esfuerzo. Seguramente si Namie se lo tomase en serio, podría tener un gran nivel interpretativo, sin necesidad de ayudas.

    ¡Imposible! El muchacho, que se apodaba así sólo cuando se vestía como mujer, era una persona común y corriente. ¡Estaban hablando de pañuelos!, encima de los maestros mundiales de la disciplina. Sólo personas con talento y con esfuerzo llegan hasta allá. Casi cualquier persona puede ser cantante de ópera, con constancia y paciencia, pero para brillar por entre todos hay que nacer especial. Por esa misma causa, Kitrinos y la maestra Vert eran vistos como bichos raros por los benefactores, por los otros pañuelos y por cualquiera a quien explicasen la producción de su canto. La misma doctora Darwin y su equipo corroboraban que eran “fenómenos”, cerebralmente distintos al resto.



    Namie es un bicho raro por controlar sus procesos fisiológicos, que son inconscientes. Pero también se es uno si se tiene alguna característica neurológica, o si el aparato fonador es anatómicamente diferente al promedio. Esas son las 3 causas de que Kitrinos fuera un trascendido.

    En lo referente a Vert, en su cerebro, el Área de Broca funciona de forma distinta al común de los humanos. Eso le da una diferencia vital, pero tan sólo es una causa neurológica. No tiene control fisiológico, ni su anatomía vocal es distinta.

    Se levantaron por fin de ese sofá, bastante incómodo y viejo. Era el momento de explicarle junto a la japonesa, la intención de lo que hicieron, de convencerle de entrar al CVA, y de usarle en aquellos versus. También de los “estudios” de Kitrinos sobre su persona.



    El lugar para hablar del tema no parecía ser muy acogedor. La habitación que Kitrinos acondicionó para su rutina de ejercicios era espaciosa, pero no se pudo sentir cómoda en la mesa habida en una orilla. Todas las máquinas le quitaban la concentración. ¿Por qué tanto afán por eso, por qué tanta dedicación, al punto de conseguir instrumentos carísimos, y para él solo? Podría ir al gimnasio como cualquier persona.

    Pero no, el hombre rehuía de los estereotipos. El común de los tipos que van con frecuencia al gimnasio y son dedicados, le caen mal. Demasiado vanidosos, y huecos por dentro. Se miran al espejo como diciendo “¡ah, qué mamado que estoy, mira que brazotes!”. Se sienten los reyes por unos simples músculos, que en realidad sólo tienen por estética. Jamás harían trabajo físico real, eso no les serviría para presumir.



    Finalmente, lograron que Kitrinos dejase de quejarse del resto, para avanzar en el tema que les convocaba. Él había dado su opinión sobre sus dotes como contralto antes: poseía una voz muy especial para ser mujer, además mucha agilidad con ella. Tal vez fuera la única en el mundo, a menos que alguien demostrase lo contrario.

    El hombre supuso que no le había dado importancia, puesto que no era de personalidad jactanciosa. Tal vez pasara por un momento en el que los halagos no le significasen mucho. Por esa razón, había descartado por completo la conexión que estaban haciendo el hombre: él decidía quién es pañuelo y quién no, y se hallaba buscando a personas que tomasen los que en aquel momento estaban desocupados. Lo supo desde un comienzo, mas nunca se paró a reflexionarlo.



    En la mesa había una pequeña caja negra, la cual había ignorado debido a la atención que estaba dándole a las máquinas de ejercicio, además había otras cosas allí, como baterías viejas o mancuernas. La caja pasaba desapercibida, pero cobró interés en ella cuando Kitrinos la empujó al frente, y se le ofreció. Debía abrirla… a Kitrinos las ceremonias no le gustaban, eso lo supo desde que se negó a ir a su graduación. Así que ahí estaba la caja.

    Sabía perfectamente lo que contenía, aún sin mirar su interior. Pero como el hombre se lo estaba pidiendo, la abrió. Ao se inclinó sobre la mesa, interesadísima. Parecía emocionada.

    Un pañuelo de seda de color azul brillaba dentro, cuidadosamente doblado. Su primera reacción, más que la sorpresa, fue mirarse las manos, sabiendo que tendría que sujetar aquel emblema con ellas. Por suerte sus dedos estaban limpios, pues no quiso manchar algo que supuestamente llevaba cientos de años existiendo. Era un accesorio que se debía tomar con delicadeza.

    Pero no lo tomó. Cerró la caja y la alejó con una mano. Ao entonces se volvió a sentar, frustrada por no lograr ver nada.



    ¡Lo que querían era ilógico! Kitrinos se apresuró a explicar que siendo un pañuelo, no tendría compromisos ni obligaciones extra. A veces unos empresarios querrían funciones privadas, pero eso cada varios años. En lo que respecta a esas personas, ni siquiera necesitaba conocerlas, lo que le debía importar era el cheque.

    ¡No! No entendían su negativa, la evadían. Ao estuvo guardando en algún sitio de su kimono una bolsa de confeti, la cual abrió con fuerza para que todo lo de dentro saliera volando. Luego aplaudió y se quedó inmóvil, conteniendo una risa. Kitrinos debió sacarse confeti de los hombros, un poco fastidiado. Al ver la reacción del hombre, Vert reunió un poco del confeti caído en la mesa. Parecía estarlo limpiando, pero luego lo sopló a la cara de Kitrinos.

    Se abstrajo de la escena infantil. El recibir ese pañuelo azul significaba mucho, pero a la vez no era algo cuerdo. Ni siquiera estaba convencida de la increíble pericia de Kitrinos, menos de Ao. ¿Era bueno pensar en ellos dos como “trascendidos”? Si lo admitía, reconocía que ambos personajes figuraban entre los mejores intérpretes de todos los tiempos.

    Precisamente ellos se creían con la autoridad de decir de sí, sólo una estudiante recién graduada, que era mejor cantante que todas las otras personas que había conocido en su vida. ¡Ella se codeaba con gente reputada, reconocida a nivel planetario! Los dos ni siquiera estaban inmiscuidos en el ambiente.

    Estaban otorgándose demasiadas atribuciones, ciertamente.
     
  13. Threadmarks: 38 Retomando la magia
     
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    Retomando la magia


    Kitrinos tuvo que convencerle. Lo que sucedía, era que no tenía capacidad para admitir la amplia ventaja que tenía, y todo el futuro que por delante sólo le auguraba grandeza. Era mejor que todos en su país, inclusive mejor que los profesores que le habían enseñado. Y no se trataba sólo de su voz única, sino que de una solidez musical que estuvo desarrollando por años. Su canto poseía propósito, y por ello brillaba con luz propia.

    Eso dejaba apreciar una convicción muy fuerte en sus pasiones, en sí misma y en todo lo que le definía. Su lucha perseverante por hacerse valer le había dado fortaleza, y le entregaba un modo de ver el mundo que compartía con poca gente. Ese modo le hacía hermosa. A ella y a su música. Era de admirarse por sí sola, inclusive no cantase. Era un ejemplo, y como tal, debía ser reconocida.



    Reconocida aunque fuese por un grupo pequeño de personas. El público claro que se sorprendería de su voz, y le admiraría en el futuro, pero no todos sabrían apreciarla verdaderamente. Gustarían de la música que creaba, de los personajes a los que daba vida en escenario, pero su vida era tan valiosa como su obra. Ella era arte puro. Su expresión era pura melodía.

    Se sonrojó, pero siguió rechazando la idea. ¡Aún no entendían! Había cumplido hace poco los 24 años, y estaba apenas comenzando su carrera profesionalmente. Kitrinos cada vez que tenía oportunidad, le preguntaba si acaso habría alguna diferencia si tuviese 25 años más, y una trayectoria que envidiase incluso Nina Ossandón. Pocos momentos atrás, había dudado sobre eso mismo, ¿qué diferencia habría? Lo cierto es que debía sentirse conforme en ese instante, no en el futuro, cuando su carrera terminase.



    Kitrinos le recalcó que tenía que aceptarse a sí misma como era. ¡Pero si eso lo llevaba haciendo desde que era niña! Era despreciada por el resto, dejada de lado por tener aficiones poco comunes. ¡Más que nada ella se aceptaba como era! Sabía que era alguien excepcional, pero no podía cruzar un límite como el que le proponían. Debía mantener los pies sobre la tierra.

    Pero querer tener los pies sobre la tierra quizá fuese un error. ¿Cuándo había sido la última vez que se impresionó con la voz, potencia o interpretación de alguna persona? Repetidas veces aparecía alguien con maestría, pero seguramente no había llegado a considerarlo un prócer, no en la forma en que juzgaba 10 años atrás, cuando era una adolescente. Kitrinos apostaba a que en esa época podía quedarse por horas en su butaca del teatro, por no poder creer lo que había presenciado. ¡Los señores y damas que cantaban la ópera eran incomparables!

    ¿Recordaba acaso la última vez que se sintió emocionada hasta las lágrimas? Ahora encontraba muy buenos a esos mismos intérpretes, luego de pasarse la juventud estudiando para llegar a alcanzar algo de esa pericia. ¿Habían mejorado ellos en una década, realmente? No supo contestar.



    Nina Ossandón era de aquellas sopranos dramáticas que, hacía diez años, le conmovió de forma en que no podía explicar. Ahora que era adulta, su relación con ella era distinta. Sentía admiración, pero en otro sentido. Esa emoción mágica, inocente, era propia de alguien como un niño o un adolescente. Con sus conocimientos, y con mayor educación musical, esa sorpresa casi mística evolucionó a una admiración madura, respetuosa de la interpretación y de la musicalidad. De lo que era Ossandón en escenario, o cualquier otro ícono.

    Pero fue refutada. Esa clase de sensación no viene dada por ser niño. En su caso, había avanzado a convertirse en negación. “¡No puedo creer que Kitrinos esto, no puedo creer que Namie lo otro!” Si fuera una niña, hubiera quedado gratamente sorprendida con cualquiera de los dos. Pero en cambio, ahora que era una persona con trayectoria musical, con una base teórica y con un sentido artístico desarrollado, su reacción era de incredulidad. Es una respuesta comprensible, por supuesto, porque lo que Namie o Kitrinos lograban era por medios ajenos a lo docto, a lo que conocía, y a lo que estaba convencida era la vida. Y por supuesto, hasta que ellos dos y la maestra Vert entraran dentro de lo ortodoxo, seguiría quitándoles crédito.

    Su mente se aferraba a lo que durante años había asimilado como normal. De pronto, gracias al esfuerzo y al conocimiento, dejó de ver a Ossandón u otros cantantes líricos con magia, pues ya podía explicar de dónde provenían sus habilidades. Cuando todo su universo personal entró en su comprensión, al aparecer la magia nuevamente, es razonable que sea negada.

    Ya había demostrado signos de querer negar las cosas antes, pero Kitrinos y Ao no se lo recriminaban, ¿cómo hacerlo? Era la reacción más humana del mundo, muy sensata.



    Dentro de aquellas cosas “mágicas” que su cabeza no quería aceptar, estaba el propio descubrimiento de sí misma. Si se aceptaba tal cual era, comprendería que su canto era tan asombroso que ni ella misma, con sus años de estudio, se lo podría explicar. Pero su cabeza lógica y aterrizada le forzaba a refutar las cosas no cabidas dentro de su marco teórico, lo que implicaba el no admitirse que era tan buena, que de hecho estaba por encima de toda la gente con la que se había emparentado.

    Eso tenía una forma de demostrarse. Si antes Ossandón le maravillaba, ¿qué sentiría ahora, si veía alguna grabación suya hacía diez años? Lo malo es que al ser una cantante lírica, no graba en estudio, y los audios o videos son hechos por gente que frecuenta los grandes teatros. Tuvo que comparar a aquel contratenor del que una vez hizo mención a Kitrinos. Era un hombre con una voz con gran cuerpo, al mismo tiempo que ligera y rica en expresividad. Un sujeto con una técnica delicada, a diferencia del pañuelo, quien parecía querer golpear a todo el mundo con la voz, a menos que se propusiera “feminizarse”.

    Tuvo que analizar a aquella persona, y admitió que quizás no hubiera un cambio muy notorio en diez años. Estaba patente; había dudado hacía pocos instantes que el continuar una rutina de entrenamiento vocal, por años o décadas, pudiera dejarle algo. El control técnico que tenía estaba enraizado en su cabeza, y su expresión musical quizá no cambiase demasiado tampoco, no a menos que ella misma cambiase, y entregase la melodía de otro modo. Seguramente con los años maduraría, mejoraría pequeñas sutilezas y tendría otro carácter en escenario. Se entregaría a su ejecución de otro modo.

    Ya había dejado atrás el aprendizaje, y estaba perfeccionada casi por completo. Cualquier esfuerzo futuro sería para mantener un nivel, y estar a la altura de las circunstancias.



    Por sobre todo, insistieron, era una persona con un temple digno de admirar. Tenía mucha fuerza y pasión aunque muchas veces pasara desapercibida. Había buscado ocultar varias cosas de su persona, y se volvió introvertida por todas las críticas y burlas, proceso en que también escondió muchas características valiosas. Tenía gran estabilidad emocional, y era inteligente, incluso podía decirse más que eso. Era sabia para su edad, y tenía una confianza en sí misma muy grande. Esa confianza no era vanidosa en modo alguno, sino que estaba basada en el propio desarrollo de sus facultades. No fallaría en lo que se propusiera, pues era sólida como pocas mujeres, y sabía valerse de las herramientas que había en el entorno. Afrontaba los desafíos con calma y mesuradamente, templada. No se apresuraba en obtener el triunfo, prefería avanzar contemplando el ambiente.



    Era todo lo que podían esperar de la maestra de color azul. Igual que el cielo o el mar, que provienen de lo más alto hasta donde se puede llegar, y que exploran lo más profundo y oscuro. A su vez, cubren el mundo entero y le entregan regazo. Era como un gran mundo el cual debía descubrirse, pero había tiempo para hacerlo.

    Sólo con un poquito más de esa magia que negaba, su vida sería distinta. De pronto lo fantástico ya no estaba sólo en sus historias, ¡ella era la historia! Era quien vivía una aventura, y con su nombre y apellido titulaba la que sería emoción de muchos.

    Con un poquito de magia en su vida, además, podría seguir otro camino, y avanzar hasta donde hacía poco hubiera considerado ilógico. Tenía que trascender.
     
  14. Threadmarks: 39 El verdadero vuelco
     
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    El verdadero vuelco


    El terreno para ella era seguro. Si quería, podía comenzar a llamarse a sí misma “Bleu”, y nadie podría oponerse. Decidió no hacer semejante cosa, puesto que le sería algo confuso identificarse de ese modo. Ao y Kitrinos parecían acostumbrados, pero hasta donde entendía, llevaban años con sus títulos, y la mayoría de la gente que les conocía era posterior a sus nombramientos. ¡Eso no le funcionaría! Por lo demás, si comenzaba a llamarse Bleu ante todos, la gente dentro del ambiente operístico haría preguntas, y la sociedad de pañuelos era secreta. Sólo unos pocos se asombrarían de su afirmación: ella era Bleu, el regazo donde posar el mundo entero, y confortarlo.

    Esa era la frase inscrita en francés, en su pañuelo azul. Lo observó detenidamente y luego volvió a doblarlo, preocupada de no darle ningún mal uso. Seguía dudosa de merecerlo o aceptarlo, pero no había marcha atrás.



    Fue a casa y lo metió en un cajón bajo llave, llave que inclusive tenía bajo otra llave. Su padre se había vuelto adepto a revisar sus cosas y luego criticarle por seguir “recopilando tonterías”, así que debía tomar medidas de seguridad.

    Eso pronto iba a cambiar. Tendría una pensión y un patrocinio para cualquier proyecto musical o artístico que quisiese, los benefactores no permitirían que se frustrara su creatividad y su don, por lo financiero. Así que uno de esos “deducibles artísticos” sería marcharse. Ya no quería seguir viviendo en esa casa opresora, no más.

    Debería esperar un poco, pues Kitrinos fue poco protocolar en su nombramiento. Él se podía saltar el conducto regular cuando quisiera, pero en realidad sería buena idea que algunos de los demás pañuelos le conocieran, y le diesen la bienvenida, o por el contrario mostraran desavenencia. El hombre debía escribir una carta a los benefactores explicándoles, y seguramente un pequeño grupo pronto le localizaría para escuchar aquella voz que se alzaba por entre las otras.

    En privado, uno de los sujetos le pediría algún número de cuenta donde depositar, o si prefería cheques se podía arreglar. Hablarían en extenso; lo importante es que tuviera una agenda de proyectos y, por sobre todo, no comentar con otros que estaba recibiendo dinero extra.



    Por lo visto, Kitrinos sabía bastante del funcionamiento de la sociedad, no por nada era quien elegía. Eso le era raro, teniendo en cuenta que tenía casi su misma edad, ¿desde hace cuánto que era un pañuelo? A veces, los trascendidos tenían interés en ciertos niños o adolescentes, pues les parece que en cosa de años van a volverse lumbreras. En el caso de Kitrinos, al estar la maestra Rouge trabajando en él para su desarrollo acondicionado, se dio cuenta de sus dotes.

    ¡Pero no había pensado en él a futuro! Kitrinos ya era un portento. Fue maestro de pequeño, y con los años se le sumaron atribuciones. El hombre no le vio preparada para contarle sobre su pequeña diferencia neurológica, así que recondujo el tema. Los pañuelos que son menores de edad tienen a veces roces o percances con los benefactores, pues éstos son reacios a compartir información con más gente. Es decir, no le pueden brindar dinero a un padre o pariente próximo, a menos que ya sea conocido con antelación. Así que o bien esperan a los dieciocho y reciben una suma grande, o bien se les “olvida” y dan las cuotas normales. Nada está firmado ni hay compromisos de algún tipo, así que es cosa de voluntad.

    El concepto de “buena voluntad” en los empresarios era risible para el musculado sujeto. Como los benefactores se sienten los dueños, había meses en que las cuotas disminuyen, o se retrasan, o bien dicen que el pañuelo no está cumpliendo las expectativas. Pero ya que recibían dinero gratis, no había que quejarse mucho. En caso del hombre, mucho menos osar hablar.

    Cuando era niño, la maestra Rouge recibía su propia parte, y un poco para él. Con ese dinero se levantó el CVA de sus cenizas, y con donaciones. Por fortuna, los benefactores estaban traspapelados, y en cuanto pasó la mayoría de edad, comenzó a recibir sus cuotas, pero a la maestra Rouge no le disminuyeron las suyas. Era evidente que se hicieron los tontos.

    Rouge ya estaba retirada, así que no más bonanza. Ni tampoco las gracias por el trabajo. Como él ya tenía totales poderes, le instaron a buscar personas aptas para los colores faltantes.



    Antes de que Kitrinos le conociese, Ao había pensado en la joven Vilma como posible aspirante al pañuelo azul, no obstante, a lo largo de los meses se dieron cuenta de que con su sola voz no era suficiente. Eso quedó muy patente la ocasión en que las dos fueron al instituto de música, fracasando Vilma de forma rotunda. Es evidente que le faltó formación musical, y además todavía no se había propuesto un rumbo.

    ¿Vilma como aspirante a Bleu?, ¡pero si tenía una personalidad por completo diferente a ella! Kitrinos se sonrió, puesto que si hubiese conocido al anterior Kitrinos, no diría eso. No se trata de la personalidad, sino que de los “matices de carácter”, de la motivación, de las metas y de la entrega a su música y la expresividad. Las dos se parecían más de lo que creía, además no había oído cantar a Vilma en toda majestad.



    En casa había vuelto a repasar aquella conversación. Se acordó especialmente de lo callada que estuvo Ao, aunque trató de opinar varias veces, pero quizá se contenía, o dejaba explicar a Kitrinos. Con todo, las cosas regresaron a la normalidad en su vida, pues ambos le dijeron que volviese al centro de la Dra. Darwin en cuanto se sintiera preparada.

    Antes de que volviera, una nueva edición del noticiero del CVA le llegó por correo. Tenía estimado el rango de días en que aparecía, así que estaba a la espera, para que su madre o padre no descubriesen el sobre antes y le echaran una hojeada. Eso había ocurrido en anteriores ocasiones, pillándoles de regreso del conservatorio leyendo los artículos. ¡Esas sí que fueron discusiones! Su negativa a explicar nada al respecto sólo ponía más tenso a su padre, quien sospechaba que andaba en malos pasos. Pero sólo tendría que aguantar un poco más.

    Ese número del noticiero hablaba de los últimos duelos pactados con el instituto de jazz, proceso en el que no participó, puesto que fue derrotada por Namie. Aparte de eso, pequeñas notas acerca de integrantes nuevos, y una entrevista a Flovia, acerca de lo útil qué es la retroalimentación. Viéndose bajo supervisión médica, había aprendido mucho.

    También había una nota, con fotos, del trabajo de la señora Darwin, escrito por ella misma y editado por el tercer patronato, quien era periodista. ¡La señora tenía un estilo para redactar muy distinto al mostrado en todo el noticiero!



    Ese había sido un buen número. Pero lo que interesaba era que Kitrinos había colado una carta, doblada de mala forma. Más que carta era una nota escrita con una letra bien fea, en una hoja cuadriculada arrancada de un cuaderno. Kitrinos ni siquiera se había molestado en sacarle la basurilla a un lado, donde se soportaba el anillado.



    Hola Bleu:


    Me siento obligado a escribirte, porque todavía no te has llevado todas las respuestas a tu casa. Esto es independiente a que seas pañuelo, íbamos a explicarte esto de todas formas con Ao.


    El motivo de esos tontos duelos, donde te ganó el escuincle malcriado ese, el Namie (jaja!), era analizarte un poco, pero al mismo tiempo hacer nosotros una investigación entre los miembros del CVA. Estábamos buscando topos, soplones, o cómo les quieras llamar.


    Desde que la vieja Rouge comenzó su investigación, ha habido gente que no se conformó solamente con cooperar, ellos quieren poner en práctica estas teorías que a ti te parecen locas. Lo malo es que no son gente con escrúpulos, así que esto puede ser bastante problemático. La principal persona que busca beneficiarse de esto es Noir, ya te lo dijo Ao antes.


    A Noir le resultó demasiado fácil colarse en el centro laringológico del CVA, pues debe haber alguien cercano ayudándole, persona que no pudimos descubrir con los pinches versus. El hecho es que se ha colado varias veces, a lo largo de años, y seguro ya tiene lo suficiente para poner en marcha quizá qué tontería, la Noir esa es cabrona y está bien loca.


    Toda esa mamada de los versus, y la guerra, nos han revelado que Noir tiene su propio grupo de gente, cantantes a los que ha engañado para que le sean de utilidad. Esos güeyes sueñan con progresar rápido, y Noir juega con sus ilusiones.


    Esperemos que no se aproxime a ti, pero yo no soy tan optimista como Ao. Debe conocerte, y estar atenta a ti desde hace tiempo. Y si no, el hecho de nombrarte como Bleu puede hacer que te conozca. Ojalá no pienses que te he expuesto, porque yo me encargaré de que esa información no llegue a Noir.


    En fin, tú tómatelo con calma y luego cuando te sientas preparada, nos ubicas a mí o a Ao, que está en mi casa, aunque pasa más tiempo con Darwin. Estoy casi seguro de a quién busca Noir, y tú no eres, así que tranquila.

    Ahí te ves.
     
  15. Threadmarks: 40 Mal pedigrí
     
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    Mal pedigrí


    La muchacha pelirroja por fin cambiaba su rostro aburrido. Estaba esperando ese momento desde hacía tiempo.

    —Por fin, ¡comienza el conflicto en tu historia!, ¿no pudiste empezar desde esta parte, y luego hacer una retrospectiva?

    —Pero, ¿y el conflicto emocional, el desarrollo de mí como personaje, o…

    —Tus emociones son tontas y no me interesan. Todas las emociones son estúpidas, y para niñas.

    —¡Pero si tú eres una niña!

    —Para niñas simpáticas.

    Bueno, no se podía esperar más. La chiquilla se mantuvo en silencio buen rato, su amenaza de no seguir contando sí funcionó. Pero no se detendría, puesto que venía la parte cargada de tabú, y lleno de decadencia. Quizá fuese mucho para la pequeña.

    La carta de Kitrinos no contribuyó al propósito de contestar sus preguntas, pues le generó dudas nuevas. Y aunque el hombre no logró transmitir la gravedad del asunto, sí supuso que era algo serio, así que tenía que reflexionar la situación. Se acercó al centro de estudios del CVA, y allí buscó hablar en extenso con Dalia.

    La señora no estaba enterada de que era la nueva Bleu, así que se lo mencionó para que pudieran hablar de tú a tú, sin reparos. De algo que sirviera su título. Recibió sus felicitaciones, ¡Kitrinos y Vert no se equivocaban! Ella también le había escuchado, y sabía lo que podía ofrecer. Aunque no había ido a alguna de sus presentaciones.

    Quizá de dónde.



    Avanzaron a su oficina, la que en realidad era su consulta. No halló nada mejor que sentarse en la camilla, era lo más cómodo; en tanto Darwin acercó una de las sillas del escritorio, y retiró un tacho de basura mal ubicado. Suspiró, pues según se acrecentaba su Parkinson, su trabajo profesional llegaba a su fin.

    La doctora había partido sus investigaciones cuando no tenía dinero ni posibilidad de experimentar. Dejó pasar los años, y su juventud se desvaneció estudiando medicina en Norteamérica, luego especializándose en laringología. Su interés por cantar se combinó con su pasión por la medicina, y quiso adentrarse en la producción del canto, tanto la anatomía implicada en la tarea, como la parte mental. La neuroanatomía era algo en lo que no tenía conocimientos, así que pasó otros años consultando con especialistas, dejándose asesorar, todo eso sin dejar de lado su carrera.



    La teoría del desarrollo acondicionado de laringe y cuerdas, era su trabajo básico. Había escrito multitud de ensayos al respecto, los cuales sólo dio a leer a pocas personas. Esos escritos fueron robados, pero no era para nadie secreto que el truco consistía en potenciar las habilidades cantantes en la etapa de la niñez, y trabajar bajo supervisión el rango tonal, para evitar que se perdiera el registro agudo en los niños, y para que las niñas descubrieran a temprana edad su voz de pecho y su registro grave, el cual ahondarían según su aparato fonador se hacía adulto. ¡Trabajar la laringe para desarrollarse según criterios específicos!

    Habían sustraído los estudios y notas referentes a Kitrinos, el único en quien había podido probar su teoría. Tampoco tenía las expectativas de desarrollo laríngeo, puesto que era documentación que el séquito de Noir extrajo.

    Con un solo caso indocumentado, y que además no había pasado por el criterio científico, ella no osaría publicar una hipótesis (la probabilidad de alterar el desarrollo del aparato fonador humano), ni mucho menos definir una teoría (el desarrollo acondicionado como modo de explotar esa capacidad). ¡Mucho menos plantearse resultados y expectativas! Ahora proseguiría sus estudios en Flovia, en modo experimental. Esperaba tener la documentación a resguardo esta vez.



    Eso era sólo la punta del iceberg de su trabajo. Había guardado reportes y artículos referentes a la “manipulación fisiológica de la anatomía del aparato fonador, a través de estímulos al sistema nervioso central”. Eso estaba en pañales, y Darwin consideraba a Namie algo como un frankenstein, un callejón sin salida. No valía la pena proseguir el trabajo con él, sobre todo porque el muchacho gustaba de abusar de aquel control. Así que no tenía sujeto de pruebas, y ella misma ya no estaba en condiciones de seguir adelante sus hipótesis. Necesitaba un sucesor, un médico joven que pudiera continuar su trabajo, pero no había ninguno. Así que debía escribir al respecto absolutamente todo, y dejarlo a resguardo.

    Debía considerar métodos de seguridad, pues en el pasado Noir se había hecho pasar por su hermana, logrando fácil acceso al recinto. Por lo menos ya no podía volver a hacerlo, la mujer estaba loca, y había dañado su garganta. Sin que pudiera hablar en modo normal, para distinguirle de Ao bastaba con preguntarle algo.



    ¡Entonces sí que odiaba mucho cantar!, ¿cómo era posible? La historia por ese desprecio patológico era lo que el señor Thri y Kitrinos usaron, para figurarse qué es lo que Noir buscaba del CVA. Lo consideró lo más raro de todo lo que había oído desde hacía meses, algo por completo irracional. Según la doctora Darwin afirmaba, Noir y su hermana Ao eran personas nacidas para el propósito de cantar. De igual modo que a lo largo de miles de años, el ser humano ha mezclado unas y otras raza de perro, las hermanas vienen de una familia que ha sufrido lo mismo.

    Hay perros pastores, perros de caza, perros de pelea, otros perros sólo estéticos, y todos ellos fruto del trabajo humano en seleccionar a los más idóneos para la cruza, intentando rescatar las características que querían en la descendencia. La variedad de perros es tan amplia, que es imposible clasificarlos a todos sin entrar en debates.

    Eso se hace en canes y felinos desde la prehistoria, sin necesidad de método científico, antes de postularse las leyes de Mendel o la teoría evolutiva de Darwin. La diferencia entre los perros o gatos, y las personas, es que estas últimas tienen una distancia genética con otras etnias o “razas” tan pequeña, que es casi impracticable el rescatar características a través del mestizaje generacional. El color de la piel, el color del cabello, sus folículos, la forma de los ojos y el pigmento, la estatura y complexión física, son pequeños detalles que conforman un abanico de características. Los canes tienen aquel abanico mucho más amplio, debido al empeño del hombre. Pero dichas características son tangibles, notorias. Por el contrario, cantar es un arte y es algo abstracto.

    Los benefactores habían comenzado aquello sin nociones, nada aseguraba el éxito. Además no era ético, ¡para la reproducción hace falta amor, una vida en pareja! No se pueden tener hijos con quien se deba, por transmitir cierta característica.



    El pensamiento de la doctora era una visión poética, temió. El color de ojos azul, por ejemplo, fue una mutación que prosperó exitosamente sólo por fines estéticos. Antes no existía, hasta que cierta persona nació con la diferencia, y eso le dio inusual éxito reproductivo a él y a su descendencia. Toda la gente con ojos azules tiene un mismo ancestro en común.

    Además, muchas veces las personas quieren que sus hijos saquen ciertos rasgos. Algunas veces eso se lleva al punto de decidir al padre por motivos meramente estéticos… hacerlo en forma generacional podría intentarse. En todo caso, no negaba que lo que habían hecho con el linaje de Noir era reprochable.



    Pero, ¿cómo lograr el nacimiento de talentos natos? La música y el canto son un arte, no una característica física. Darwin le dijo que aquel arte es sustentado por un aparato fonador, por estímulos eléctricos producidos por el sistema nervioso. Si se descubre a alguien mínimamente diferente, con suerte se puede esperar que sus hijos compartan la característica. A lo largo de siglos, Ao y Noir han recopilado un montón de condiciones genéticas inusuales, no todas ellas buenas.

    Darwin confió en que Ao no se molestase de lo que le comentaría. Lo cierto es que la japonesa provenía de una genealogía plagada de incestos. ¡Qué mejor para preservar características que mantenerlas en familia! Si la descendencia era compatible con la vida social normal, todo iba bien. Lo cierto es que Ao y Noir algunos problemas tenían, aunque libraron de otros.



    Desde la época de sus abuelos, se sabía que no era aconsejable tener hijos, pues podrían nacer con anomalías. Ao era completamente fértil, pero no traería niños al mundo por miedo del resultado. Más que nada alguien como Ao, una mujer elegida el pañuelo verde por el inmenso aprecio que sentía hacía la naturaleza, quería hijos. Pero no era correcto, y como mujer eso le dolía demasiado. No podía seguir el flujo que la biología dictaba, no quería una paupérrima vida para el niño, si todo resultaba mal.

    La doctora se detuvo, prefirió no seguir la plática; era comprensible que no quisiera hablar al respecto. Se estaba metiendo en un terreno escalofriante, y lo peor de todo, era algo concerniente a Noir. ¿Tenía que ver con su propósito?



    No continuó con preguntas. No hacerlas significaba ser incapaz de entender el propósito de Noir, y por ello quizá estuviese expuesta.

    En poco tiempo, supo que Kitrinos tenía razón: no era a ella a quien buscaba. Un nuevo incidente se había producido, e involucraba a quien no se imaginó.
     
  16. Threadmarks: 41 Alcanzada por el destino
     
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    Alcanzada por el destino


    A la salida de la escuela, una persona delgada tomó a la joven Vilma y la subió por la fuerza a su vehículo, a vista y paciencia de todos. Fue amordazada, golpeada, y luego fue tirada en la calle inconsciente, a pocas cuadras. Mientras no despertaba, un grupo de jóvenes que estaba saliendo de su trabajo le halló, y llamaron a una ambulancia. En el hospital se descubrió un pinchazo en un brazo, totalmente descuidado, lo que era señal de que le habían extraído sangre. En efecto, Vilma describió a los oficiales de policía lo sucedido: un sujeto de piel bronceada, flaco y con ojos rasgados, le había pegado e insultado, sin mayor objetivo que el de tomar una muestra de su sangre. Luego de ello, preguntó por una amiga suya: Flovia. Vilma no dijo absolutamente nada, pese a la tortura recibida.

    A consecuencia de eso, el hombre se mantuvo por los alrededores, hasta que reconoció a Namie. El sujeto estaba al tanto del trío que formaban, por lo tanto el muchacho podría darle aquella información. Lo que desconocía era que Namie había sacado el gas pimienta de cierta persona, un día en que olvidó su bolso. El joven no atinó a denunciar el hecho, y su atacante en poco tiempo se repuso, para dejar el sitio.



    A pesar de que el asunto no pasó a mayores, Vilma lloró desconsolada, y preguntó mil veces por Flovia, hasta que ésta por fin llegó a verle. La muchacha sería dada de alta ese mismo día, pues sólo tenía contusiones menores, y su período de inconsciencia no pasó de 2 o 3 minutos.

    Los oficiales de la ley preguntaron a la chica, con sus padres presentes, por el sujeto. Llegó un retratista e hizo una reconstrucción del rostro del sujeto, cosa que Kitrinos no necesitó para determinar la identidad del muchacho. ¿Manchas en el cuerpo; en su cuello la piel era más blanca? Tuvo que ser Haruna. El pañuelo ofreció a los oficiales fotografías, incluso un registro de su voz, en tanto le dieran tiempo de conseguir todo.

    Les explicó a los oficiales que Haruna participó de una fundación que tiene por sigla “CVA”, pero ya no era miembro. Como patronato, él podía acceder a una ficha de inscripción que dio hace años, en la cual anotó su dirección y teléfono. Lo más seguro es que ya no residiera en el mismo sitio.

    Kitrinos continuó en privado con los policías, y más adelante Namie y Vilma tuvieron que declarar. Flovia quedó muy nerviosa, al punto en que ni siquiera quería salir de su casa. ¡La estaban buscando, y pretendían hacerle daño! Pero ella no corría riesgo, según Tom Thri y Kitrinos. Los 3 patronatos se reunieron unos días después, para decidir las acciones que debían tomar. En consecuencia, explicaron a Flovia que tomase medidas de seguridad, pero en cambio, con el pasar del tiempo dejaría de estar presente el peligro. Ya era un hecho, la maestra Noir y su principal mano derecha, Haruna, buscaban a Vilma, no a ella.

    No obstante, no podían decirle por qué suponían eso.



    Aunque espectadora, se sintió demasiado envuelta por la situación. Conocía a Vilma y era una tragedia lo ocurrido, además su amiga Flovia estaba sumamente afectada, con miedo, y ella misma también. ¡Noir había asistido a su ceremonia de titulación! No sabía si el asunto en realidad le influía directamente, pero le tocaba en forma personal. No podía ser un simple miembro más del CVA, esperando decisiones tomadas en privado. Al menos quería tener una noción concreta del problema.

    Golpeó con insistencia la puerta del salón insonorizado, en la casona donde trabajaba. Allí los 3 patronos conversaban del tema, y finalmente Kitrinos abrió para dejarle entrar. Entendían su necesidad de enterarse del problema, pero estaban conversando asuntos delicados. Le dejaron pasar, a cambio de que no revelase lo que escuchara.

    Tom Thri, Kitrinos y el periodista, de nombre Hugo Barbarán, habían reunido 3 pupitres ordenándolos a modo de triángulo. Mientras le presentaban a Barbarán, acomodaron otro nuevo escritorio para formar un cuadrado, y así incluirle en la charla. En cuanto se sentó, le mostraron fotos de Haruna tomadas 3 años atrás, antes de su expulsión del CVA. La “guerra” de ese entonces le arrojó como el topo que buscaban. Lo bueno es que el CVA desde siempre había limitado la información de algunos miembros, por ello no logró extraer datos de Vilma entonces. Pero según pasó el tiempo, la muchacha fue haciendo amistad con Flovia y Namie; ya no se podía decir que fuera un miembro incógnito.



    El tomar una muestra de sangre de Vilma, ya no dejaba pie a dudas sobre lo que especulaban. Por eso además querían una muestra de Flovia. La pañuelo negro no podía estar segura de si acaso su víctima sería Vilma o Flovia, aunque descartó a Namie puesto que es un hombre por completo. En cambio, sus dos amigas eran intersexuales, de ahí el interés que causaban.

    Tom Thri habló, toqueteando una serie de documentos dentro de una carpeta. Aunque quizá ya lo supiesen, recalcó el progreso en los últimos años de la ciencia criminalística, debido al análisis de ADN. Han logrado inculpar a gente por rastros de pelo, que han dejado en el lugar de los hechos. ¡Sorprendente!, casi de ciencia ficción. Los juzgados del país ya estaban tomando el ADN como medio de prueba, lo que significaba que era un procedimiento que había llegado para quedarse.



    Eso quería decir que Noir, con la sangre de Vilma y los contactos adecuados, podría dilucidar que la muchacha era quien buscaba. Los documentos que Thri ofreció al grupo estaban en japonés, pero había una traducción adjunta de la mayor parte. En ellos se dejaba patente el veredicto de un juzgado, de quitarle a Noir la tutela de una hija suya, para darle la custodia a los abuelos maternos. La madre era una mujer con trastornos psiquiátricos, y con antecedentes de violencia intrafamiliar. No estaba capacitada para la crianza de niños.

    Tras tener los padres de Noir la tutela de aquella menor, tomaron la decisión de entregarla en adopción a un centro de menores en otra ciudad. Tenían que hacer lo que fuera con tal de alejarla de su madre biológica. Thri expuso documentos concernientes a la tramitación de ello, todos falsificados. Como la pequeña ya no era una bebé, falsearon sus documentos restándole edad, para que pudiera ser dada en adopción.

    Eso valió la cárcel a la madre de Noir, pero era el precio que pagar para alejar a la bebita de su madre. ¡Si no la podía tener, nadie la tendría! Aquella fue la amenaza que lanzó la pañuelo, así que todos esperaron los peor.



    Noir tuvo clara la intersexualidad del bebé desde un principio, era su principal pista en la búsqueda. Kitrinos sabía que la joven Vilma era adoptada, pero no tenía total seguridad de que fuese la hija quitada a Noir, no hasta que Thri se lo reveló. Lo cierto es que el pelirrojo hombre había pedido la ayuda de Barbarán para averiguar al respecto, pues le interesaba sobremanera documentarse sobre el suceso.

    ¡Qué raro le pareció! Sobre todo porque Vilma no tenía rasgos orientales, y por lo demás no había sido criada en Japón. Era obvio que una parte de sus rasgos venían del padre, del cual nunca tuvieron noticia. Por otro lado, Vilma fue sacada de Japón, pues sus padres adoptivos fueron instados a adoptar allá. Las leyes son estrictas, sin embargo, el abuelo de la bebé era directivo en el centro de menores, así que facilitó las cosas como medida de precaución. Tenía dinero y recursos, además la pareja se llevaría lo que tanto ansiaban, ¡una hija!

    El padre de Noir también pasó una temporada en la cárcel, pero ya estaba libre.



    Aquella era la historia de Vilma, quien era alcanzada por el destino, descubierta al fin por su madre biológica. Su progenitora no buscaba el bienestar de la muchacha, más bien, quería poner fin a su vida. En cuanto el análisis de sangre revelase el parentesco, se armaría un enorme problema.
     
  17. Threadmarks: 42 Un ajedrez sin ética
     
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    Un ajedrez sin ética


    Una persona que aborrecía tanto cantar, al punto de infringirse daño a sí misma para no tener que hacerlo, había tenido una hija a sabiendas de los problemas congénitos que podría tener. En efecto, Vilma era intersexual producto del obsceno capricho de los antiguos benefactores, quienes influyeron para que sus parientes se mezclasen entre sí de formas abominables. Seguramente no era el único problema que tenía, pero gozaba de una vida normal… hasta el ataque.

    Su madre biológica era una persona que la consideraba una aberración, ¡y además tal engendro tenía la osadía de dedicarse al canto! Noir odiaba más que nada en la vida al canto, y a quienes lo ejecutasen; había hundido la carrera de muchos. Una hija suya no podía dedicarse a tal enfermizo acto, era una total afrenta. Tenía que morir.



    Los benefactores no habían querido perder la costumbre de incentivar, en forma secreta, a cantar a los miembros de esa vieja familia, supuestamente con habilidades naturales en el área, algo cultivado generación tras generación. Afortunadamente, la joven Vilma gustaba de cantar, y ellos no necesitaron más que un pequeño incentivo inicial a sus padres, para que guiasen a su hija por la senda artística.

    Pero aquel afán tan obvio por promover el canto de la heredera de esas facultades, puso a Noir en la senda para comenzar sus averiguaciones. El grupo de benefactores de la sociedad de pañuelos no permitiría que Noir ubicase jamás a la joven, pero lo cierto es que fueron poco listos. Acercaron a la muchachita discretamente al CVA, aquel grupo incógnito montado por Rouge, para que estuviera a salvo, en un ambiente que favoreciera su talento y que no le discriminara. Noir había seguido las huellas, pero no pudo averiguar cuál de los miembros del CVA era su quitada hija. Por su edad y características tenía varias conjeturas. ¿Sería Flovia, o sería Vilma? Estaba a días, u horas de saberlo.



    No pudo creer lo que estaba pasando, tenía hecho un revoltijo mental. Finalmente, ¿los benefactores eran buenas personas? Por un lado le ayudaban a ella y a los demás pañuelos a prosperar en sus carreras, pero por otro, querían garantizar material para las generaciones venideras, bajo los métodos más poco ortodoxos posibles, al límite de la ley y desde las sombras. Noir era un producto colateral de esas acciones, se pudo dar cuenta.

    La mujer quizá estuviese operando en modo distinto a lo que era usual. Siempre había sido astuta, fue capaz de robar documentación y sin dejar rastros. También estafaba a personas, y sin ser pillada. El incendio en la clínica y el ataque a Vilma no cuadraban con su patrón habitual.

    Kitrinos tenía otra idea, de hecho se quejó de la falta de imaginación de Barbarán. ¡Claro que calzaba! Noir fue la responsable intelectual del ataque a Vilma y del robo y posterior incendio, pero no era la autora material. Seguramente Haruna participó en aquello, así como también atacó a Namie y Vilma. El que Noir trabajase con Haruna no implicaba que le tuviese estima alguna; posiblemente estaba mandándole a cometer crímenes poco planificados, para que le agarrasen. Haruna había demostrado una ceguera absoluta a la hora de seguir los planes de su madre, ¡pero ella le odiaba también!



    Por las fotos que pudo ver, supo que aunque Vilma y Namie reconocieron al atacante como masculino, era una mujer de aspecto totalmente andrógino. En ese sentido, Noir aborrecía a su primogénita quien también tuvo osadía de cantar, sin embargo le necesitaba para proseguir sus planes. En todo caso, si le arrestaban y no tenían forma de probar su nexo con ella, mucho mejor. Haruna había caído tan bien en el engaño, que estaba actuando ciegamente, desprevenida o ignorando a propósito el hecho de que en algún momento Noir le traicionaría.

    Pero… ¿Haruna no sabía que Vilma era su hermana?, ¿cómo se atrevió a cometer la golpiza? Al parecer los patronos podían explicar aquello en forma fácil: tanto Noir como Haruna padecen psicopatía. En sus mentes, la empatía o los remordimientos son pocos. No les interesaba que Vilma fuese pariente.

    Por sobre todo, Noir conocía lo que era socialmente aceptado, lo ético y lo moralmente correcto, pero eso interesaba poco y nada, frente a personas que infringen sus propios reglamentos. Para ella, una persona era incorrecta a sus cánones si pretendía volverse intérprete musical, sobre todo cantante; pero algo que le afectaba más allá, era que una hija suya rompiera tal regla. Eso aunque no tuviera un vínculo con ella, y no existiera en su mente una relación madre-hija, o la asociara con aquel bebé que en algún momento tuvo en brazos. Sobre Haruna no tenían estudiando un perfil tan claro.



    Con toda esa información disponible, había que decidir las acciones a tomar. En primer lugar, debían hablar con los padres de Vilma, y explicarles que la adopción planeada por aquel japonés, implicaba mayores cosas sobre la joven. Seguramente sería una carga muy grande, y las cosas se agravarían más, pues la familia adoptiva sería la encargada de hablar con su hija, para conversar acerca de su verdadera madre, y del motivo de aquel ataque. Aunque Kitrinos no era alguien muy cercano a Vilma, se sintió obligado a participar de esa charla, pues era quién entregaría la información a esos padres. Padres que quedarían devastados.

    Adoptaron una niña que arrastraba una maldición a cuestas, y ahora debían luchar junto a ella por su seguridad. De igual forma como la aceptaron en sus vidas, ahora debían guiarla, pero en otro ambiente. Los patronos pagarían todo lo que hiciera falta, con tal que la familia saliese de la nación, lejos de donde Noir tuviese influencia.



    Paralelo a eso, no tenían un modo lógico de dar con el paradero de Noir, ¿podrían hacer algo al respecto, si supiesen dónde encontrarla? Sea como fuere, lo más importante era evitarle a Vilma cualquier peligro, y también hacer desistir a los benefactores de su obsesión de alzarla como cantante. Si la muchacha quería dedicarse en serio al canto, lo haría por cuenta propia, sin que ellos mediasen su influencia, y de paso dieran nuevas pistas a su condenada madre biológica.



    Tom Thri se quedó pensando un instante. La historia de las hijas de Noir no acababa ahí, lamentablemente. Aunque Haruna y Vilma eran por completo diferentes físicamente, compartían rasgos comunes con el resto de sus hermanas.

    ¡Entonces había más de ellas! Noir era una manipuladora de primera, ataba a los hombres embarazándose, sin importar nada. Haruna era la primogénita, y debía rondar los 20 años. Vilma tenía catorce, y le seguía una pequeña que tenía 6 años. Accidentalmente descubrieron un cuarto hijo, por habladurías de los benefactores. Ellos no están interesados en el destino de esos infantes, ni les importa la amenaza que significa Noir. Tampoco la propia génesis de los niños, o los problemas con los que puedan nacer; ellos querían simplemente emplearlos para el canto. Durante mucho tiempo, habían amasado ese linaje a conveniencia. Por eso incentivaban a la pañuelo negro de seguir su modus vivendi, y si podía embarazarse de alguien que parezca tener habilidad natural para cantar, mejor.



    Era fácil para ella. Era una maestra de la seducción, del erotismo, era la mejor actriz de todas. Capaz de ablandar hasta al más duro; podía ser excesivamente dulce, o toda una puta, según los gustos del hombre al que quisiera amarrar. Anteriormente era el pañuelo rosado, sin embargo Kitrinos descubrió lo perversa que era, y el juego que parecía corresponder con los benefactores. Ellos y la mujer se convenían unos a otros.

    ¡Esos hombres eran tan asquerosos como Noir! Creían que todo eso les convenía, eran enfermos. ¿Cómo recibir dinero de ellos, y contribuir a toda esa espiral asquerosa? Reclamó al mexicano el haberle convertido en un pañuelo, sin haberle comentado antes nada.

    Él no se disculpó. El que fuese una persona digna de reconocimiento no tenía que ver con ellos. No eran quienes le admiraban, era él, y también le admirarían los demás pañuelos. ¡Y menos mal que no tocaban el piano, o algún instrumento de viento! Ahí las cosas estaban mucho más viciadas.

    Planeaban concretar una rebelión en el futuro, cuando las cosas se tornaran más favorables. Mientras, tenían dinero gratis, y aparte los benefactores no hacían nada ilegal. Eran una mierda como personas, pero legalmente correctos, así que no podían emprender ninguna acción.

    Para los benefactores todo salía a pedir de boca. En tanto pudieran explotar a los hijos bastardos de Noir, y lograsen alejarles lo suficiente como para evitar que ella les descubriese, todo bien.



    Tom Thri enseñó más documentos. Por fortuna la pequeña niña de 6 años estaba segura en Sudamérica, y no se necesitó mucho trámite con ella. La causa de que Barbarán continuara insistiendo al pelirrojo sobre medios para ubicar a Noir, es que era el padre de dicha niña.

    Era un error que llevaba a cuestas, pero el amor que sentía por su hija no le hacía arrepentir.
     
  18. Threadmarks: 43 Vacío legal
     
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    Vacío legal


    Tom Thri ya había solucionado gran parte del problema.

    Evitó distanciarse de Noir, y ésta no pudo separarse del hombre sin levantar sospecha, así que convivieron durante algunas semanas, una vez ya nacida la pequeña. Thri conocía la historia de Vilma, de cómo habían quitado la tutela a Noir, y se la ocultaron. Sospechando que su hija podría sufrir alguna clase de peligro, el hombre un buen día se la llevó. ¡Que no pareciera que robó a la niña, buscaba su seguridad! La disputa legal resultó ridículamente simple, por fortuna.

    No hubo necesidad alguna de realizar un proceso judicial muy complejo, pues la determinación de la corte fue tajante: la mujer a la que nombraban “Noir”, no era madre de la bebé. Las actas de nacimiento no resultaron suficientes para el juez, ni la inscripción en el registro civil.



    Thri enseñó nueva documentación, referente a las pruebas de paternidad en él, el acta de nacimiento, incluso documentos del hospital en donde recibieron a Noir. Pero sin duda lo más curioso, era el resultado del examen de ADN pedido por la corte, para determinar el lazo entre Noir y la bebé. ¡No era la madre! Por un lado toda la documentación así lo acreditaba, pero aquel examen contradecía todo lo demás.

    Kitrinos elevó las cejas. Los benefactores habían observado la batalla legal, y estaban gustosos de alejar a la niña de su progenitora. Seguramente se aferraron de la única evidencia a su favor que tenían, y sobornaron al juez. Aquella idea dejó a Thri en un estado introspectivo.



    El comprobar la identidad de la gente mediante su ADN era un método realmente novedoso, y prácticamente infalible, con un grado de fiabilidad casi del 100%. El que también pueda analizarse la proximidad sanguínea de un sujeto con otros, permite identificar y establecer vínculos familiares. La ciencia forense había avanzado sorprendentemente, desde el momento en que la tecnología abrió pasó a la implementación de dichas técnicas.

    No obstante, esa misma fiabilidad juega en contra, cuando el análisis es erróneo, o en el caso de Noir, cuando por lógica fallaría. Nadie osaría decir que ella es madre biológica de esa niña, pese a que sí lo era.

    ¡La mujer era una quimera! Aquello significaba que contenía en su cuerpo células separadas en dos constituciones genéticas distintas o, en síntesis, que poseía dos clases de ADN diferente. Las personas sólo tienen un tipo de ADN, el cual se produce por la combinación del material del padre y la madre, al momento de la fecundación. Normalmente, el cigoto se desarrollaría con un único tipo de material genético, creciendo hasta volverse un embrión, y posteriormente un feto humano.



    Noir era distinta, en cambio. Su madre fue alguien con desórdenes, y por ello tenía una ovulación múltiple. El proceso de fecundación podría haber seguido el curso normal: se generan dos cigotos con una combinación de ADN distinta cada uno, dando resultado a hermanos mellizos totalmente independientes genéticamente.

    Seguramente, lo ocurrido era que esos dos cigotos, en vez de desarrollarse cada uno para concebir a dos bebés, se habían mezclado, y el resultando prosiguió normalmente el proceso. Así que Noir era, literalmente, dos personas.



    Barbarán prosiguió el relato. Tom Thri quedó desasosegado luego de lo que Kitrinos dio a entrever.

    Lo sucedido, fue que a la bebé se le tomó una muestra de sangre, y no concordó con la muestra de Noir. ¡No era la madre! La sangre del pañuelo negro contiene ADN que no es aquel que su hija recibió al nacer. Quizá si se extrajesen muestras de otra zona del cuerpo se demostrase el parentesco, pero eso no se practicaba.

    ¡Había sido un real golpe de suerte, entonces! El juez, fuese o no sobornado, declaró que Noir no era la madre, así que no tenía relevancia alguna, y su padre pudo sacar a la niña del país sin dificultad. Le llevó a Sudamérica, y formó una familia con una hermosa mujer. Lamentablemente su esposa falleció cuando su hija cumplió 4, algo realmente doloroso para la pequeña.

    El señor Thri no tenía intención de decirle sobre su verdadera madre, quizá nunca lo hiciera. Con 6 años no lo podría entender, debía dejar pasar un largo tiempo.



    Consideró en igual forma que los patronos. ¿Para qué contarle? La joven no había sido adoptada, vivía con su real padre, y su madre postiza le quiso como Noir jamás pudo haber hecho. No tenía ningún objeto el ofrecerle la verdad, incluso creciera, porque eso sólo le traería dolor, y además podría aproximarle a riesgos que no merecía. Todo estaba bien tal cual.

    Sin embargo, algo estaba mal en la explicación que le dieron. Había comprendido mal, seguramente. Era respecto a la maestra Vert, ¿no era la hermana gemela de Noir? Eso no podía ser, algo se le escapaba.



    Kitrinos saltó en defensa de su amiga con algo de prepotencia. Estaba recordando mal, Noir y Ao eran mellizas, no gemelas. Si fuesen gemelas, un solo cigoto se duplicaría en dos, compartiendo idéntica información genética. En el caso de los mellizos, siempre se trató de 2 óvulos distintos, los que son fecundados por 2 espermatozoides diferentes.

    Sencillamente fueron tres los cigotos, y dos se unieron en uno solo, produciendo la quimera. El tercero se mantuvo al margen, y el resultado fue quien más adelante sería Ao. Por fuera era bastante similar a su hermana, aunque ésta era un poco más alta. Sin embargo, por dentro diferían muchísimo, tenían distintos problemas y características. Noir no poseía la rara particularidad en el Área de Broca, y Ao no daba muestra alguna de personalidad psicopática. Por eso tenían un carácter enteramente contrario al de la otra, con otros gustos, motivaciones y…

    —¿Irás al baño otra vez? —la pequeña muchacha con cabello anaranjado interrumpió nuevamente.

    —Me dieron ganas.

    Por más que esperara con paciencia, la chiquilla no salía. Incluso sus recuerdos perdieron algo de lucidez, un poco confundida sobre la fecha de ciertos sucesos posteriores. Justo en la parte donde más entusiasmada estaba de contar, ¡y la niña se va al baño con urgencia!

    Quizás la pequeña simplemente se había hartado de su historia. Era lógico, pues se estuvo quejando de mil cosas durante el transcurso de los sucesos. No obstante, no parecía ser su estilo el irse con excusas tontas. Ella era más de “no me gustó tu porquería de relato”, para marcharse con cara de enojo.



    Ya pasando minutos, la situación le pareció demasiado extraña. Se acercó al baño para tocar la puerta, pero antes de poder realizar acción, sintió los sollozos de la muchacha. Estaba llorando a la vez que intentaba no hacer ruido; nadie debía saber que ella estuvo acongojada. Los sentimientos son para niñitas blandas. ¡Laramie Thri no lloraba!


    Oh… ¿¡pero qué fue lo que le dijo!? Se llevó una mano a la cabeza, estúpidamente sorprendida de lo que había acabado de contar a la chiquilla. Había tomado la historia de su propia vida tan impersonalmente, que la relató sin inmutarse ante las propias reacciones que en esos momentos tuvo. Si hubiera sido más empática consigo misma, hubiese notado a tiempo lo estúpido que era el comentar si quiera un ápice de aquella reunión con los patronatos. Había prometido no revelar lo que habían dicho, cosa que ahora acababa de romper.

    Ya transcurrían años de eso, por supuesto. A sabiendas de que la pelirroja era hija de Thri, no hizo la conexión. ¡Pudo haber resumido eso, y sólo comentar que los otros 2 hijos menores de Noir habían sido alejados! La niñita no hubiese preguntado, pues estaba harta de la historia. Se entusiasmó más de la cuenta, y entregó demasiados detalles.



    Ahora Laramie sabía que quien fue su mami, no lo era. Había provocado el daño que en aquella reunión pretendieron evitar.
     
  19. Threadmarks: 44 Hablando más de la cuenta
     
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    Hablando más de la cuenta


    No se atrevió a acercarse a la pelirroja en todo lo que restaba del día. Cuando la niña salió del baño, evitó acercarse a la sala de estar, y fue a su cuarto.



    ¡Cómo había sido tan tonta! Todavía no se perdonaba el hecho de contar a la muchachita algo tan serio. Eso fue un error muy grave, no sólo por la niña, sino que también por el curso que podrían tomar los hechos. Kitrinos debía enterarse, ¡él soltaría un sermón que ni sus viejos padres le dieron jamás!

    Y si… ¿le echaba? Había estado viviendo en casa del pañuelo amarillo desde hacía mucho. Luego de resolver su vida, de transformarse, Kitrinos le había permitido quedarse no más allá de un mes, hasta que encontrara un lugar donde alojar. Cuando el mes estaba por cumplirse recibió varias indirectas, pero al llegar la fecha, el hombre no le pidió marcharse.

    Estaba esperanzada por eso. Significaba que el sujeto no era de piedra, y que prefería su compañía a estar solo. La casa era muy grande, y tenerla entera para él seguramente generaba una sensación de vacío. Una compañera valía la pena.



    Todo eso estaba muy bien, el problema para ella es que Kitrinos no cambió su modo de vida, y tenía que soportar semana tras semana a una nueva conquista, de la cual el sujeto se aburría en poco tiempo. No tenía recato alguno con su presencia, y si la dama de turno no veía problema a tener relaciones con ella en casa oyendo, pues avanzaban al acto. En todo caso, la mayor parte del tiempo se las llevaba a moteles, pues era reacio a dejar pasar la noche en su casa a chicas desconocidas.

    ¡Kitrinos era tan maldito, tan desconsiderado con ella! No le importaba su presencia, simplemente seguía en su juego; asumió que era el castigo que tendría que vivir hasta que consiguiera un departamento.

    Sin embargo, se descubrió capaz de aguantar esa sensación en su estómago, cada vez que una mujer entraba en la casa. Se quedó a vivir allí, pues exceptuando eso, no parecía que el hombre estuviera portándose pesado, haciéndole la vida hostil para que acabara por cansarse. ¡No! Él también era del estilo “¡lárgate de mi casa, chingados!”, sin guerra fría de por medio.

    Pero tal vez ahora sí pronunciara aquellas palabras.



    No podía ser cobarde, el miedo a una represalia de Kitrinos era injustificado. Y aunque no, cualquiera fuese la consecuencia tenía que asumirla como la mujer que era. Estuvo asumiendo cosas inusuales desde que nació; una más ahora sí por su causa no rompería su rutina de vida.

    ¿En qué forma explicarle? Se lo dijo sencillo: Laramie había estado rara ayer, sin querer ensayar, puesto que le había preguntado por la historia de su transformación. Le contó todo sin mucho detalle al comienzo, pero luego se fue entusiasmando, y habló más de la cuenta. De por sí ya le era difícil hacerlo, pero soltó frases, frases y frases. En medio del relato, pues… su origen, su madre, ¡todo!



    Kitrinos reaccionó peor de lo esperado: no articuló palabra. Estuvo intentando decir algo durante un tiempo, inclusive se sentaron a la mesa y comieron, como si nada hubiese ocurrido. Laramie también se sentó a almorzar, en lo que fue un triste puré de papas sin charla. Ni televisión, ni la radio si quiera. Pero estuvo cargada de miradas furtivas.

    Su cabello tan largo cayó en el puré por accidente, y aquello fue lo único mencionado en la sobremesa. Fue a lavarse el pelo, y al regresar, Kitrinos le esperaba en aquel sofá. Debían hablar con la niña, explicarle bien todo, y decirle que no corría peligro.



    Así lo hicieron, pero Laramie no pareció interesada o afectada, se comportó tal cual estaba haciendo. Durante el resto de la semana, la pequeña mantuvo recelo de las prácticas. Esperaron los dos que la revelación no mermara sus ganas de cantar, pues tenía un timbre de voz hermoso, y realmente querían verle incrementar su habilidad. Sin benefactores de por medio, sólo por el gusto suyo por aprender, y el de Kitrinos por enseñarle. Él se sentía casi como un padre, le afectó bastante el súbito descubrimiento de la verdad. ¡Eso tuvo que haberse hecho con cautela!

    Cuando por fin tuvo valor para mirar a Laramie a la cara, pronunció que no debía temer por lo que Noir hiciera. Estaba a salvo, no dejarían que nada le pasase.

    —¡Yo no tengo miedo de esa infeliz! ¡Lo que me duele, es que toda la realidad que conocía es mentira! ¡Ustedes me engañaron!

    El mundo era un sitio ideal para la niña, hasta que descubrió que no era más que una escenografía. Laramie actuó con rencor a ellos durante un tiempo, hasta que fue calmándose poco a poco. Aparte de lo que le gritó en ese momento, nunca más volvió a referirse al tema.



    No era tan ciega como Kitrinos. La pelirroja les guardaba rencor, lo estaba tapando con su entrenamiento. Se marchitaba la relación con su maestro, y con la inquilina tan rara, mutante y extraterrestre. Pero era algo sutil.

    Tendría que conformarse. Suficiente se conformaba de su vida rutinaria, aunque no monótona. Colaboraba con asuntos extraños, y seguramente Kitrinos le permitía vivir allí porque era cómodo para el trabajo. El programa de Ao había dado frutos, pero ellos dos querían hacer algo más.

    Tenía que dar gracias a la japonesa por preservar su voz, y evitar que ésta desapareciese. Aquel no fue el propósito para dicho programa, pero podía utilizarse de muchas formas. El único problema es que estaba contenido en armatostes arcaicos, y eso traía limitaciones. Pero la tecnología siempre avanza, cambia.



    Nunca olvidaría el día en que se vio obligada a cambiar. La primera vez con Kitrinos fue completamente inusitada, sorpresiva. Ni él ni ella se lo esperaron, pero cada uno tenía hormonas en el cuerpo, y las cosas fluyeron.

    Una lástima que para él no significara en igual modo que para ella. Desde ese momento, el mexicano intentó poner más muros entre ambos, insistiendo a rajatabla que lo de ellos no funcionaría, y que él no le amaba. Aquello fue sólo un momento de disfrute, un acto físico. Acto que había repetido muchas veces con diferentes mujeres. No era especial, no debía verlo en un mágico modo.

    ¡Era tan cruel cuando se lo proponía! Desde entonces ha sido una “amiga con ventaja”, pero como vivía con él, el hombre no le ponía mucha atención cuando estaba más juguetona de lo normal. Seguramente le dejaba en segundo plano para no darle más cancha, no conferirle poder. El alfa era él… ¡rayos!, ¿por qué estaba enamorada de alguien tan primitivo, machista, retrógrado?

    Aunque no era tan retrógrado. Él en su casa barría y cocinaba, horrendamente pero lo hacía. Se repartían tareas, y lo más importante, a veces Kitrinos le recriminaba por ser tan ñoña y no traer nunca hombres a casa. ¡No tenía nada de malo el que intentase hacerse una vida amorosa, o que buscara algo pasajero, sólo por disfrute! No era hipócrita en modo alguno.



    Pese a todo lo que implicó el encuentro, no fue lo importante de ese día. Quedó opacado por el cambio más abrupto de su vida.

    Para esa fecha estaba planeada la reunión en que sería presentada a los demás pañuelos; una ceremonia donde en modo simbólico, volvería a recibir el mismo azul que ya tenía. Por supuesto que Noir no estaba invitada; aparte habían conseguido traer del extranjero al maestro Arancio, y también asistió Brun. ¡El hombre era sumamente huraño, debía tratarse de una verdadera ceremonia para tenerle ahí! Su mayor particularidad, profesionalmente se desarrollaba como contrabajista, no como intérprete lírico. Eso no parecía tener sentido, puesto que era un bajo profundo sin parangón, tenía un timbre opaco como pocos, y una fuerza desgarradora. ¡Eso sí que era un real bajo, no como Kitrinos! La gracia del mexicano estaba en su coloratura, no obstante.

    El maestro Brun estuvo impresionado de su color de voz, también. Era una contralto muy inusual, y tuvo una real simpatía con el hombre durante la reunión. El pañuelo se dedicó a entonar arias a tono, y ella lo hacía una octava encima. Después los roles se invirtieron, y Brun era quien cantaba pasajes para contralto una octava más grave.

    Acordaron tener el placer de trabajar juntos en algún momento, claro que él con su instrumento. Aquello nunca se concretó.



    Todos los maestros presentes tuvieron su momento para participar, y luego conversaron en extenso, comiendo platos tan finos que harían sentir a sus padres como pordioseros. De beber, Arancio trajo vino francés, y por su parte Tom Thri consiguió vino chileno. Kitrinos en cambio tomó cerveza artesanal, porque el vino le parecía “vinagre de élite”.

    Quizás la única que se limitó a la hora de cantar fue Vert. Después sabría que su rara habilidad no era tomada en serio por los maestros “tradicionales”, aunque tuviera un nivel inigualable como soprano. Simplemente se salía de los cánones, así que no quiso armar polémica en medio de tanto conservadurismo. Aparte de los pañuelos, estaban invitados miembros de sus círculos de amigos.



    Ella no había invitado a nadie. Incluso se negó a ser llevada por Kitrinos. ¡No, porque había dejado la scooter en la casona, y Namie estaba hurgando en ella! Mejor la sacaba de ahí, pero esa decisión fue fatídica.

    Le cambió para siempre.
     
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    LhaurgigSesnas

    LhaurgigSesnas Entusiasta

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    En silencio eterno


    El viaje de regreso a casa fue muy tranquilo, y tuvo la suerte de toparse pocos semáforos en rojo. Así que avanzó rauda, llegando a una transitada calle de dos pistas en donde un camión con vigas de metal estaba detenido, haciendo descarga en una barraca.

    Un trabajador estaba amarrando cada extremo de una viga, para que un camión grúa pudiese acarrearla hasta el patio trasero del recinto. Practicaban levantando la viga unos centímetros, para ver si se encontraba nivelada, y en eso estaban cuando ella llegó con su moto, dispuesta a rodearles.

    El funcionario estaba en precario equilibrio, afirmado de la viga suspendida en el aire. Cuando la grúa quiso posar el metal, el hombre necesitó otro punto de apoyo, y trató de ubicar mejor sus pies. Eso provocó que se tropezara con otra viga, y cayera hacia aquella que el camión de la grúa sostenía.



    El efecto de poner todo el peso del cuerpo en un extremo de aquel alargado metal, era evidente. Éste empezó a girar en sentido contrario al reloj… ella se asustó sobremanera, pero parecía que la viga pasaría por encima de su cabeza. Sin embargo, ¡no estaba nivelada! Como no se hallaba por completo en horizontal, se precipitó directamente hacia sí, y no tuvo forma alguna de frenar, ni tampoco de ladear la cabeza. El golpe en su casco fue brutal, le hizo cerrar los ojos con inmensa fuerza. Lo segundo que sintió, en al aire y sin sujetar la scooter, fue una presión inmensa en el cuello. Según supo, el casco sacó chispas, y la viga continuó descendiendo.

    De haber estado más inclinada, el golpe hubiera sido en pleno tórax, y seguro le hubiera significado la muerte, así que estamparse de la forma que lo hizo, fue una suerte. Lo tercero que sintió fue su aterrizaje de cabeza, y la sensación de que su espalda y sus piernas se quemaban.

    Ya no sintió más.



    Al despertar, lo primero que notó fue dolor en la espalda, los hombros, aunque no en el cuello. Cuando terminó de entrar en lucidez, pudo comprobar que de hecho, éste se hallaba inmovilizado por un collarín ortopédico. ¡Entonces estaba en un hospital! Por supuesto…

    Aunque sus ojos estaban apuntando al techo, un mínimo de movilidad tenía. Pudo oír a Kitrinos… ¡le estaba sujetando! Lloraba por ella, sin haberse percatado de su despertar. Quiso hacer alguna clase de ruido, pero fue incapaz, así que apretó con fuerza la mano que el hombre usó para envolver la suya.

    ¡Eso le hizo inmensamente feliz! Se alegró también de verle contento, pero seguramente su sonrisa fue muy precaria, casi inocua. Kitrinos le explicó todo lo asustado que estaba por ella, puesto que durante 4 días no dio indicio alguno de querer despertar. Se había estabilizado pronto, y entre sus lesiones estaba un gran esguince cervical, producto del impacto, lo que provocó la hiperextensión de su cuello. Afortunadamente, no tenía una fractura mayor.

    ¡Qué bien que había despertado a tiempo! Ya debían sacarle el cuello ortopédico, el fisioterapeuta no sabía cómo proceder en su caso, sin que despertase. Seguramente en 3 o 4 meses… pero, ¡qué diablos decía! Recién despertaba, el doctor le comentaría más tarde, no quería atosigarle.



    Menos mal se dio cuenta. Estaba demasiado confusa como para retener detalles sobre su estado. Sentía increíbles ganas de estirarse como nunca, y emitir un gran bostezo. Sin embargo, se había dislocado el brazo izquierdo, y también estaba inmovilizado. Había yeso, aunque nadie había escrito nada en éste aún.

    Aún con todo lo que Kitrinos decía desatinadamente, era muy agradable tenerlo allí. El hombre lucía muy nervioso, y sus ojos estaban rojos igual como frutillas. Se sintió bien de tenerlo cerca, pues lo peor ya había pasado, y estando junto al hombre no tendría riesgo de nada más. El calor que le entregaba era reconfortante, y su plática sobre lo preocupados que estaban todos, le animaba. Le divertía escucharlo, con sus expresiones tan raras, sus chingados, sus pinches y sus mamadas.

    Realmente no necesitó hablar nada en ese momento, tenía interés en escuchar. Oyó mucho, pero de pronto Kitrinos le miró sin ya pronunciar nada más. Buscó algo en sus ojos, los dos lo hicieron. Tal vez estaban queriendo preservar una pequeña burbuja, pues ambos sabían que se reventaría, y deberían atender a la realidad. Así que quiso preguntar por aquella sensación curiosa en su garganta. Estaba con analgésicos, antiinflamatorios, y seguramente sentía menos de lo que era, ¿qué pasaba?



    Pero no fue capaz de alzar palabra. De verdad intentó, quiso poner toda la fuerza posible y sonar con gran volumen, pues sus preguntas no salían con ninguna intensidad. No lograron escapar de ningún modo. Muda, conmocionada por ello, llorosa por lo que significaba. Lloroso Kitrinos, pues no sabía qué decir para consolarle, ni para explicarle.

    La viga había golpeado en forma tal, que su faringe y laringe habían recibido una presión inmensa, tanto que cedieron. Varios músculos de su cuello estaban atrofiados por completo, y de hecho estuvo respirando por la boca todo ese tiempo, sin haberse dado cuenta. En cuanto practicaba respirar por la nariz, parecía que el aire no era suficiente.

    Aunque en las mujeres no es prominente, hay nuez, la que en su caso estaba deforme. El cartílago había sido totalmente aplastado, y algunos músculos asociados a la fonación no respondían a los estímulos eléctricos. Es decir, gran parte estaba paralizada. Su voz de pecho ya no existía, y cuando trataba de hablar de cabeza sentía muy raro, aunque no podía precisar si era dolor o no. En aquel caso, tampoco salía sonido.



    Así que… ya no saldría nunca un sonido de su boca. Jamás. Al no hallar la forma de consolarle, Kitrinos se quedó en silencio, sujetando su mano. Como lloró sin parar, el hombre se contagió de la tristeza y también irrumpió en llanto.

    Luego de recibir los informes y algunas visitas, llegó una persona del hospital a explicarle acerca del lenguaje de sordomudos. Ese debía ser su idioma a partir de ahora, debía aprenderlo. ¿De qué le servía aprender japonés, si ya nunca podría pronunciar nada? Lo que tenía que hacer, era centrarse en su terapia, en aprender a comunicarse con gestos, y en salir del hospital.

    Pero… ¿eso de qué servía? Por años había estudiado para cantar, y toda su vida soñó con hacerlo. Había combatido contra casi todo el mundo, en su lucha por ser quien era, había afrontado burlas, críticas, rechazo y aislamiento. Todo por una meta, por un sueño que le envolvía con fuerza. Apenas estaba empezando a disfrutar de su vida, ¿qué haría a partir de entonces? Cada vez que intentaba cualquier sonido, no salía más que aire, aparte tosía como condenada. Sentía una rara presión, se asqueaba al imaginar cómo estaría su laringe por dentro. Se imaginaba mil veces carne cruda chocando, traspasándose jugos, se le formaba un mal sabor en la boca, aún supiese que era sugestión.

    Estaba aplastada para siempre. Le hicieron callar.



    El lenguaje de señas era realmente aburrido, no quiso aprenderlo, pero tenía qué, estaba obligada. En los tiempos libres era poco lo que podía hacer, en esa cama de hospital. Intercambiaba entre mirar por la ventana, y ver la televisión aburrida. Adoraba cuando Flovia aparecía y le leía mangas; ponía voces chistosas y le dejaba ver las imágenes, aunque pasaba las páginas con torpeza.

    No tenía sus propios mangas a mano, puesto que sus padres se negaron a llevárselos. ¡Estaba en recuperación! El tiempo lo debía ocupar en definir su vida futura, ahora que estaba muda. De nada le servían sus historietas insulsas, ya que debía replantearse su vida y hacer cambios. ¿Por qué no dejaba de lado su tonto afán por la cultura japonesa? Podía transformar su vida, quitando todos los elementos inadecuados.

    Los odió como nunca, pero no lograba comunicar su inmensa frustración. ¿Es que no veían cómo estaba, en qué situación se hallaba? Era el momento en que necesitaba más apoyo por parte de sus seres queridos, y en cambio ellos no eran capaces del simple acto de traerle la que era su entretención, lo único que podía hacer en ese blanquecino lugar. Cuando más necesitó el cariño de sus padres, su protección, un hombro en el que echarse a llorar, le fallaron.

    Desde lo de Duncan pensaba mal de ellos. Con eso, demostraron ser unos desalmados. Por suerte existía Flovia, quien ya no tenía tanto temor y había sido matriculada en una nueva escuela. En todo caso, la muchacha se veía consternada de igual forma, apenada. Muchas veces le visitó disfrazada, para ver si así ambas levantaban los ánimos.



    Sin embargo, creyó que ya no podría esbozar una sonrisa nunca más.
     
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