Historia larga Bleu ex machina

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por LhaurgigSesnas, 3 Mayo 2015.

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  1. Threadmarks: 08 La maestra Vert
     
    LhaurgigSesnas

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    Hola! Todos los me gusta de esta semana, y el comentario de una nueva lectora, han formado una gran Genkidama, la cual ha provocado que adelante el siguiente capítulo un día xD
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    La maestra Vert


    —Ah, por fin se acabó la parte aburrida, ¡vienen los experimentos!

    —Yo no cuento las cosas mal, tú estás muy ansiosa.

    —Pudiste contar lo mismo en la mitad del rato; ¿pero de qué se trataron los experimentos?

    —¿Ves?

    Sólo por las dudas, le recordó a la niña las diferentes colocaciones de la voz, aunque la muchachita de rojo cabello supiera. Además, así mantenía el suspenso un poco más, ¡le gustaba tanto crear pausas en su relato! La pequeña estaba interesada y urgiría, necesitaba saber la historia. Podía divagar y dar la lata, y aunque la chiquilla acabase consternada, no se iría de ese sofá.

    —La voz de pecho es la que se utilizan los terrícolas para hablar. Abarca el registro grave de la gente, y se llama así porque al emplearla, se produce una resonancia en esa área. La voz de pecho resuena en el pecho, pero hay otro registro más agudo; esa voz de cabeza resuena en…

    —… el codo —contestó aburrida.

    —En el codo, así es, me quitas las palabras. También hay un falsete, que es agudo y hace sonar distinta la voz, con otro timbre. La voz de cabeza y el falsete son cosas aparte, pero los terrícolas las confunden.

    —¿Hasta qué hora voy a tener que escuchar tonterías? Siento como si llevara sentada dos meses(1).

    —Calma. Tú niñita, no puedes llevar la voz de pecho muy arriba, porque se convierte en voz de cabeza o en falsete. Necesitas saber conectarlas, y hacerlo sin que se note una diferencia en el color de la voz.

    —La voz mixta —se impacientó, así que completó ideas.

    —La voz mixta es la correcta combinación de ambas, y es un sonido con más cuerpo, pero a la vez más complejo de sostener.

    —Kitrinos me puede contar esta misma basura en quince minutos.

    ¡Era mentira que podía mantener a la niña en el sofá por siempre! Se dejó de preámbulos y agilizó el relato. Estuvo deseando que el hombre se volviese a comunicar con igual frecuencia, lo que no sabía era que éste consumía el tiempo con una mujer proveniente del Japón, la cual equipó su triste salón de control con equipo más moderno. La mujer estaba próxima a los cuarenta años, y vestía solamente variedades de kimono, los cuales se negaba a dejar de utilizar. Los bordaba a mano, sin máquina, y se tardaba mucho tiempo en cada uno, pero por eso mismo les tenía cariño, pues eran el fruto de su esfuerzo.



    Al principio Kitrinos no se la presentó. Le pidieron otra vez pruebas vocales, estaban midiendo sus tonos graves, estudiando cómo los sostenía y cuánto podía extenderlos. En un intento por calmarle, el hombre tuvo que convencer a la japonesa de explicar las cosas, pues de otro modo se negaría a cooperar… ¡otra vez pruebas!

    No podía oír lo que pasaba en la sala de captación, pero estaba casi segura que hablaban japonés y no castellano. ¡El joven sabía el idioma y no se lo mencionó! La mujer del kimono se presentó, tras abrir la comunicación entre las dos salas. Era la maestra Vert, aunque se refería a sí misma como “Ao”. La pañuelo de color verde en realidad obraba como programadora, y había desarrollado su talento como soprano por la insistencia de Kitrinos. En cierta forma él era su maestro aunque nada le enseñó nunca, y ella también podría decir lo mismo a la inversa. Ambos se influían mutuamente en inmensidad de formas.

    Parecía tener algunos problemas para armar bien las frases en español, aunque se le entendía. Inclusive al principio nombró a su amigo como “Kuritinos”, a lo que fue corregida con ahínco. También mostró problemas con la pronunciación de las eles, a lo que el pañuelo amarillo le mostró con su lengua cómo se hacían. ¿Era acaso una maestra mundial, la cual no sabía pronunciar una sencilla L? Ao le restaba importancia, puesto que tenía una dicción perfecta. Si se olvidaba de las eles cada vez que volvía a Japón no interesaba, pues sólo cantaba en su idioma. Desarrolló su pronunciación por años, y aunque con frecuencia se interesaba en el alfabeto fonético internacional, en realidad no lo necesitaba.

    No se tragó aquello de la dicción y la fonética, puesto que allí todos se decían maestros, pero no cantaban ni aunque lo pidiera por favor. Desde ese momento decidió no atender opiniones sobre canto por parte de ninguno, hasta que lo demostraran en la práctica.



    Su escepticismo rindió frutos. Ao entró al salón de captación, y esperó a que Kitrinos con torpeza pusiera todo en orden para proseguir. Cantó a cappella una canción creada por ella misma, acerca de la brisa invernal en la sala de ordenadores donde trabajaba, aunque de eso nada comprendió. Lo que tuvo claro, fue que su conocimiento del japonés era bastante menor de lo que pensaba.

    Esa mujer tenía grandes cualidades, aunque su timbre era algo más chillón de lo que demostraba al hablar. La canción fue lenta y melódica, pero aun así surgieron matices muy abruptos, los que evidenciaban una gran agilidad. La maestra Vert podía pasearse por su rango tonal con pasmosa facilidad; incluso cuando acabó la canción fue más allá y demostró que de hecho, no perdía esa coloratura cuando pronunciaba.

    Por lo general la coloratura se usa en legato, es decir, las notas cantadas son continuas, no se interrumpen ni varían. No obstante, la asiática podía pronunciar perfectamente sin cortarse, pegando las palabras para no dejar espacio entre ellas. Estuvo atenta a ver si Ao se interrumpía al menos una fracción de segundo, pero no. La hipótesis de la maestra fue que ella se abstraía del acento, que no es más que matices tonales y de ritmo dentro del habla. Acostumbrada a articular neutra sin perder un ritmo, podía asumir con facilidad las distintas alturas de la melodía. Es algo mental, una habilidad de concentración; y el resultado: permitirse unas agilidades difíciles de creer mientras pronunciaba. ¡Fonética sin parangón!



    Para demostrarle, acercaron un segundo atril y micrófonos. La pañuelo sugirió cambios drásticos de tono, de ritmo y de velocidad, sólo pronunciando “abecé”. Pudo con los más fáciles, pero los más complejos no era siquiera capaz de asimilarlos, sencillamente se hacía un revoltijo y terminaba desapegada del ritmo. ¿La razón?, ¡el canto lírico! Estaba habituada a un ambiente donde importa mucho más la melodía que el ritmo. Dentro del Bel Canto esto cambiaba un poco, pero los legatos sólo son vocalizaciones, trinos o efectos. No se pronuncia a la vez.

    Si quería mejorar aquello, tenía alternativas. Vert le aconsejó que aprendiese a tocar la batería, para que estuviese más atenta a la rítmica de las canciones y, cuando se sintiese preparada, intentara cantar también, sin descoordinar ni lo uno ni lo otro.



    Ya que había sido convencida, volvieron a insistir en la experimentación. Ao tenía ganas de ver sus pliegues vocales usando un laringoscopio. Necesitaba comprobar su anatomía al vocalizar, claro, si no era mucha molestia. No lo era, cada cierto tiempo iba al laringólogo para prevenirse de nódulos u otras cosas desagradables, los que pueden aparecer tras un uso extenso de las cuerdas. El tener un artefacto bajándole por la boca le impediría articular como corresponde, pero sólo le pedirían vocales abiertas.

    Accedió, pero no tenía mucho tiempo disponible. Aquella semana estaba muy atareada…



    ¡Al parecer no había entendido a Ao! Quería que lo hiciesen ya mismo.

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    (1) Cómo va pasando el tiempo...

    PD: la maestra Vert prefiere que le digan "Ao" en vez de "Midori", pero nadie entendió la explicación que dio sobre el porqué.
     
    Última edición: 6 Julio 2015
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    Wow, sabía que se debían cuidar mucho las cuerdas vocales, pero no qué tanto. Disculpa que no lea las letritas, la verdad, no alcanzo a verlas ni por más que me acerque, mi vista no es muy buena y odio los anteojos, aunque sé que a la larga tendré que usarlos u.u

    Saludos.
     
  3. Threadmarks: 09 Análisis laríngeo
     
    LhaurgigSesnas

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    u.u entonces a partir de ahora no usaré más letritas.

    En fin, antes de partir el capítulo, aclarar que el de esta semana es bastante técnico, pero eso es lo que pasa cuando me leen ._. aprenden conceptos xD
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    Análisis laríngeo


    Todo podía hacerse dentro de la casa de Kitrinos, pues tenía muchas cosas raras. El hombre fue a buscar una llave, la cual abría el salón de análisis improvisado. Había una camilla y todo era blanco, como si de una consulta médica se tratase.

    La misma Ao lo haría. Se lavó las manos, se colocó guantes y una mascarilla. Lo de la mascarilla no parecía ser necesario, y también aprovechó de pedirle a Kitrinos que no se acercase demasiado, pues había que intentar ser antisépticos. Una vez todo le pareció a Vert higiénicamente correcto, sacó el aparato de uno de los cajones, éste sellado como era lo correspondiente. Tuvo que conectarlo a una pantalla de televisión, y sintonizar en vídeo, mientras tanto Kitrinos buscaba una cinta VHS para hacer la grabación.

    ¡El laringoscopio estaba conectado a la entrada de la tele! Usaban una cajita parecida a las requeridas para que se viese la imagen de las consolas de video. Eso le puso nerviosa, pero al menos el laringoscopio no era de papel crepé.



    Al usar su voz de pecho sus cuerdas vocales vibraban con gran masa muscular implicada. Cuando cambiaba su colocación hacia voz de cabeza, sus cuerdas se mantenían mucho más juntas, se estiraban, y obviamente su tono se hacía agudo. Acostada le costó un poco, pero pudo combinar ambas funciones y desarrollar la voz mixta, con lo que los pliegues vocales no se cerraron tanto, y la masa vibratoria no se redujo en igual proporción.

    Vert quiso oír gallos en ella, así que le pidió cambiar su voz de pecho y sus tonos graves por otros agudos, sin mayor cuidado. Al igual que toda persona sin entrenamiento, se cortaba al llegar a cierto límite, su puente o passaggio, en donde la voz de pecho se rompe.

    Lo siguiente fue elevar esta voz de pecho todo lo posible, sólo unos segundos para no dañarse. Después, la japonesa pidió que pasara de graves a agudos en correcta forma, por lo que usó su voz mixta para subir y bajar varias veces. Empezaron pruebas de agilidad, y más tarde otras en donde buscaba su voz más profunda. Cuando llegaba a su límite en los bajos, la masa muscular implicada era máxima, y los pliegues vocales estaban muy abiertos. Era bastante similar al trabajo en voz de pecho, pero esto era su registro gutural, y no podría usarlo para cantar.

    Tras otras pruebas en que sólo tuvo que dejar escapar aire, y transformar eso en un falsete donde sus cuerdas prácticamente no se movían, Vert le preguntó si tenía registro de silbido.



    Mientras más pequeña fuese la apertura entre los pliegues vocales, o cuerdas, el tono tendría que hacerse más alto, hasta llegar a límites ridículos. Nunca lo había intentado, así que se descubrió cerrando sus cuerdas por completo, sin lograr ese pequeño agujero. Era un problema de control muscular, en opinión de Kitrinos, pero no debía tomárselo a mal, pues el 99% de los adultos son incapaces de conseguirlo.

    Ao terminó pidiendo que llegase a su límite en los agudos. De todas maneras era hábil, subía más de lo que Kitrinos le había oído. Lo importante es que fuera capaz de afinar, y lo hacía.



    Vert sacó el laringoscopio de su garganta, y luego de desconectarlo lo tiró a la basura, aunque eso le valió quejas por parte de Kitrinos, puesto que el objeto no era un modelo desechable. Mientras sacaban del cajón otro nuevo, tuvo la idea maravillosa de detener la grabación, puesto que el perder la señal no quitaba que el VHS siguiera su curso.

    Ao se desentendió de comentar el motivo de aquel análisis, explicando que la segunda parte de sus averiguaciones requería al hombre imitándole, justo como había hecho antes. Buscaba comparar la anatomía entre su sonido y el de Kitrinos, pues los dos timbres se parecían mucho.

    Con algo de desgano el joven se sometió a lo mismo, y por ello notó que no sabía distinguir entre cuerdas vocales de hombres y mujeres, pues las encontró razonablemente parecidas a las suyas.

    Lo primero que Kitrinos hizo, fue abarcar de pecho el mismo rango grave que poseía ella, usando su voz normal. La diferencia tímbrica era evidente, aunque los pliegues vocales vibraban en modo similar. Kitrinos subió lo más que pudo hasta que su sonido varió, siendo un poco más cristalino. Era su voz mixta, así que sus cuerdas se notaron algo más cerradas. La pañuelo verde le pidió que llegase al tope de su impostación de pecho, sólo unos segundos. ¡Eran experimentos análogos a los suyos! La diferencia obvia era que Kitrinos tenía la voz más profunda, y con su coordinación de pecho no alcanzaba sus agudos. Por otro lado, ella no sería capaz de alcanzar los tonos más graves del hombre, pues era un bajo, y podría sacarle varias notas con facilidad. ¡Pero no tan sólo eso! Kitrinos podía deambular sin problemas por la primera octava del piano estándar, o sea que sus tonos más graves, aquellos guturales, lo eran más que la primera nota de un piano de 88 teclas.

    Alcanzaba graves más allá de lo necesario para un repertorio operístico. Para sacarse dudas, le pidió alzar el volumen, dejando Kitrinos claro que al menos parte de la primera octava podría usarla en un auditorio perfectamente, sin micrófono alguno. El resto ya era un resabio gutural, en donde perdía fuerza y volumen.



    Al fin llegó el imitarla. Kitrinos empleó su falsete para cantar tonos bajos, y su timbre de voz era bastante parecido al suyo. Seguramente la diferencia estaría en los matices, y como había dicho antes, en la intensidad de esa voz, pues no podría elevar el volumen tanto como bajo otra coordinación. El laringoscopio demostraba que sus cuerdas se estaban juntando, así que de hecho no era falsete, sino que la voz de cabeza. Eso le llamó la atención.

    ¡Vilma lo había mencionado! Kitrinos entonces cantaría todo con voz de pecho. Seguramente sería algo común a muchos hombres de su tesitura, no estaba muy familiarizada con bajos.

    Pero… Ao no pidió a Kitrinos en ninguna oportunidad usar cualquier coordinación para alcanzar notas elevadas. Los experimentos concluyeron, sin saber qué tan agudo podría llegar el pañuelo.



    ¡Qué curioso! Tuvo algún raro presentimiento, pues Kitrinos era capaz de cubrir varias octavas con su voz de pecho, y aseguraba que la gente podría disponer de su registro de silbido sólo con control muscular. ¿Entonces…?
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    PD: en la mayoría de los países e instrumentos se usa la misma norma de afinación, así que se puede usar el piano para referirse a las notas. Si surge curiosidad de conocerlo, visitar esta página (supongo que poner una url no infringe las normas de FFL), donde se puede usar un piano y relacionarlo con las notas respectivas.
    Eso es notación anglosajona, o sea que en vez de "Do Re Mi..." hay "C D E...". A es un La, la B es un Si, y recién la C es Do. De ahí sigue sin cambio hasta el siguiente La.
    Por eso, el piano abarca desde el La0 hasta el Do8. Son siete octavas y dos notas.
     
    Última edición: 26 Junio 2015
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    Vaya, así que de esa manera se hacen esas observaciones en las cuerdas vocales. Me pregunto si sera doloroso.

    Gracias por el link, también por ya no poner letritas. Como dije antes, no sé mucho sobre este tema, pero sí que estoy conociendo con esta historia. Saludos.
     
  5. Threadmarks: 10 Inevitables estereotipos
     
    LhaurgigSesnas

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    Inevitables estereotipos


    —Tampoco quiso mostrarme nada en esa ocasión.

    —¿Qué ocurrió tras las pruebas?

    —La situación volvió a la normalidad. La maestra Vert se quedó aquí dos semanas más, y luego regresó a Japón. Yo aproveché y les pedí que me enseñaran japonés, pero me dijeron que no, que mirara anime sin subtítulos y descubriera los diálogos. No lo hagas, no funciona.

    —No me interesa aprender japonés, no veo para qué.

    Después de que la mujer se marchase a oriente, nuevamente las reuniones con Kitrinos surgieron. El hombre más que nada intentaba conversar de canto, aún sin haber demostrado sus capacidades. Por su parte aprendió algo más de él: los benefactores le dan una pensión a cada trascendido, así que el sujeto, en sus propias palabras, era un vago sin preocupaciones. Se dedicaba a indagar entre el mundo de la música, conociendo a intérpretes alrededor del mundo. Antes viajaba más, pero como en Europa los países están más próximos entre sí, sólo salía unas semanas y regresaba.



    Aquella investigación respondía a su necesidad de hallar la gente idónea para considerársela trascendida. Entre los motivos por el que un pañuelo de cualquier color queda sin representante, figuran la muerte de éste, la propia declinación al constatar que sus capacidades ya no son iguales, el tener cambios de comportamiento abruptos que ya no encajasen con el ideal buscado para su color, o la renuncia para la búsqueda de un sucesor. Nunca ocurrió que un pañuelo cantante rechazara el beneplácito para encontrar a ningún remplazo; muchas veces el Kitrinos de cada época estaba pendiente de posibles sustitutos, a los que descartaba en base a su personalidad, o su destreza todavía menor a la del actual exponente.

    Alguien que dio paso al costado, pues su habilidad no era la de antes, fue la maestra Rouge hacía 2 años atrás. Ella declinó considerarse una trascendida y devolvió su pañuelo a Kitrinos. No obstante, la causal típica era el fallecimiento. Lo usual es que pasasen algunos años tras la muerte de un trascendido, para hallar un heredero.



    Lo curioso es que cada pañuelo tiene derecho a elegir a tres auténticos “maestros”, que son admirados por el trascendido, o bien designados maestros mundiales por sus dotes, sin que haya una mayor relación social entre ellos. Dentro del canto, nunca ningún maestro había alcanzado el título de pañuelo, no por esa vía. Hubo maestros que acabaron como trascendidos pero bajo color distinto al del pañuelo que lo nombró.

    Eso se le hizo más fantasioso de lo que ya pensaba, pues a más personas involucradas y con rangos, mayor posibilidad de que el secreto se difundiera. Sobre todo en tiempos modernos, donde al fin los trascendidos o sus maestros no tenían que ser por necesidad operistas. Podían ser estrellas del rock o íconos pop, y eso daba pie a nombrar a algún ídolo internacional, quien acabase abriendo la boca.



    Kitrinos había comprado sus mangas luego de volver de Islandia, quería conocer a quien podría resultar la primera maestra que nombrase. Sin embargo, si lo hacía sería tras largo tiempo, era una elección a consciencia. En todo caso, más que buscar maestros el hombre insistió en su afán por completar el “arcoíris” y rellenar los colores faltantes. Ya fuese por cuál causa que no viniera al caso, el pañuelo blanco no tenía un representante desde 1.960; el pañuelo azul estaba libre, y el rosado.

    Era difícil hallar alguien que exhibiera el color rosado sin volverse una manipuladora sin escrúpulos, usando sus dotes de seducción para fines totalmente egoístas. El rosa debía expresar feminidad, sensualidad y el amor, esas tonterías, pero Kitrinos acabó descubriendo algo: la línea entre las provocativas y las zorras es delgada.



    ¡Él lo dijo con seriedad, pero no evitó dar una risa nerviosa! El amor no le parecía algo tonto, lo buscaba en su vida. Kitrinos opinó parecido, también creía en el amor, sin embargo cuando se tenía que dedicar la vida a buscar personas que encajasen en perfiles, y que encima sepan cantar, todo se convierte en clichés y estereotipos.

    Además él no era un romántico. No era un caballero ni tampoco galante, así no atraía a las mujeres. Su táctica consistía en jugar con la excitación, y caían solas. Se jactaba de eso, pero no en vano. De pronto le veía con alguna joven exuberante, y luego de dos o tres días no se volvía a saber de ella. Era un casanova, y era que no, con esa voz profunda, con ese cuerpo esculpido, con ese carisma raro que tenía… era inteligente y tenía tema de conversación para todo. La desventaja, decía fervorosamente que no le gustaba bailar, y que era más tieso que pelea de marionetas.



    Aparte de sus conquistas ocasionales, las cuales eran prácticamente modelos, había un grupo de chicas más estable. Ellas aparecían no tan a menudo, pero por mayor tiempo, más íntimamente y hasta salían por ahí. Inclusive en grupo, aunque Kitrinos en esos casos “seleccionaba” para más tarde. Por cómo les hablaba se notaba más cercano a ellas, y conocía más de sus vidas. Eran más amigos que amantes.

    Eso no era lo raro, sino que el grupo estuviese compuesto por muchachas empollonas, fanáticas de algo poco común, con modas y modos de vestir tontísimos, modales arrebatados o peinados y colores de cabello que ni en pelea de pintores. Había gente gótica, había punks, otakus y hasta hippies salidas de época.

    Lo más raro entre todo eso ya raro, era que la belleza del grupo fuese considerablemente menor al de las otras mujeres que Kitrinos presumía. Eran muchachas normales, no supermodelos altas y curvilíneas. Muchas estaban pasadas de peso, aunque no gordas, pero no saltaban lo común y seguramente varias eran ineptas socialmente, igual o peor que ella.

    Un poco conmocionada buscó una respuesta. Su intuición fallaba, pues asumía que él debía llevarse mejor con las más buenas, en vez de con el grupo extravagante. Pero no era así, puesto que Kitrinos no se consideraba una persona normal.



    Le recalcó que en su inmensa investigación, tanto de cantantes como de féminas, los estereotipos se le reforzaban. Las mujeres más guapas eran bastante huecas, y no tenían material para interesarle. Sólo tenían boca para hablar de sí mismas, para reclamar si no les prestaba la atención que querían, para hablar mal de otras o para conversar de zapatos de tacón, de vestidos y de dietas.

    Si él fuera una persona normal seguramente tendría amistades masculinas, compadres, pero no se daba el caso. Viajaba demasiado y estaba fuera de su país. Además, los hombres eran igual de monotemáticos: fútbol, mujeres y autos. No le gustaba el fútbol, sólo se interesaban en el físico y aparte conducía automáticos, así que no resultaba ser algo fructífero. Los hombres por sobre las mujeres son cascarrabias, testarudos sobre sus gustos y opiniones, y por lo general, la gente de su edad no estaba demasiado centrada como para sostenerle una conversación seria ni cinco minutos.

    En cambio las frikis o nerds eran ideales. Cuando dejan de hablar de su autoestima por el suelo, de sus traumas en la sociedad, y cuando conseguía que desistiesen de charlar de sus aficiones inusuales, se descubren como las más interesantes del mundo. No son monotemáticas, son más inteligentes que las otras vanidosas, y tienen una forma singular de ver la vida y el mundo.



    Así que Kitrinos prefería ir a fiestas o ayudar a alguna de aquel funesto grupejo, que salir con amigotes para conocer chicas en el intertanto. Raro, pero de pronto habló con algunas de ese grupo, y eran agradables. Se hizo amiga de una otaku de gafas gigantes que gustaba del cosplay, es decir, de disfrazarse de sus personajes favoritos. Le prestó algunos mangas y viceversa. Finalmente aquella joven se transformó en su primera profesora de japonés, con quien aprendió más de lo pensado.



    Entonces se fijó de lo ridícula que era su posición en aquel momento.
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    PD: y también agrandé las letritas de todos los otros capítulos anteriores xD aunque al margen de la historia yo sólo hablo tonterías.
     
    Última edición: 6 Julio 2015
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  6. Threadmarks: 11 El club de voces andróginas
     
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    El club de voces andróginas


    El hombre creía en el amor, por lo menos. Eso dijo, por lo tanto su siguiente pregunta era obvia. No pudo evitar suponer que Kitrinos estaba fornicando con lo que se le pusiera al frente, sólo por compensar. Eso no podía durar para siempre, a pesar de la insistencia del hombre en que prefería estar solo, sin mantenerse atado a nadie. ¿Había tenido antes algún romance por sobre los demás?



    ¡Kitrinos no podía estar con una sola mujer a la vez! Él quería a alguien por sobre las otras, pero el amor y la excitación son cosas distintas, y esa opinión no la cambiaría nunca. Como no resultó con aquella mujer, cada uno siguió su camino. Se hallaba apenado por cómo se habían dado las cosas, pero no por su situación actual, lo cual enfrentaba sus puntos de vista. Fue criada en un ambiente sumamente conservador; lo que Kitrinos hacía sólo era aprovecharse de ellas, pasar un rato. Seguramente daba esperanzas a esas otras chicas con quien más se relacionaba, y acabaría hiriéndolas.

    No hay nada igual que compartir una relación con la persona amada. Tenerla ahí, poder abrazarla, entregarse… debía sentirse distinto que al relacionarse sólo por placer. Pero eso Kitrinos lo veía como cursilerías. Por supuesto que tenía que lidiar con las expectativas de ese grupo de amigas, la situación estaba controlada… a menos que se hubiese juntado demasiado con chicas, y estuviese siendo demasiado sutil en aquello de no ilusionar.



    El tema se les hizo incómodo. Tenía planes sin él, aunque ya no se trataba de ensayos. Supuso que estaba evolucionando hacia su afición más que a su carrera, puesto que se iba a reunir con aquella chica de gruesas gafas de la que se había hecho amiga. Fue curioso cómo se dio aquello, pues la joven parecía estar muy cercana a Kitrinos, pero eso no podía ser. Tenía quince años.

    Ese día hablaron por horas de sus mangas favoritos, hasta que la muchacha le explicó algunos de sus trabajos manuales. Ella era buena para esas cosas, e intentaba aplicarlo a la hora de disfrazarse. ¡Jamás había tenido tanta charla trivial!, no pudo evitar sentirse como una especie de niñera de la chica, pues ella sólo estaba interesada en su afición, y era lo más importante; los estudios o el resto del universo eran cosas secundarias. Estaba en las nubes, alejada de la realidad, e incluso había dejado de usar su nombre real, sustituyéndolo por su apodo: Flovia. ¡Y tenía intenciones de cambiarse el nombre legalmente! Eso era un despropósito, además necesitaba llegar a la mayoría de edad para poder realizar un trámite así… a menos que sus padres se involucraran en el proceso.



    La muchacha sólo le explicó porque ya se tenían mayor confianza, y eran verdaderas amigas, aunque no quisiera hacer mención de ella en otros círculos. De todas formas haría que eso cambiase, puesto que quizás lograra inmiscuirse en ámbitos más amplios.

    ¡Su real nombre era Flavio!, eso fue lo que explicó con vergüenza. Nunca se sintió un hombre y tuvo múltiples problemas en múltiples colegios distintos. Le molestaban, no entendían que se vestía como mujer por una necesidad suya, en vez de por ser raro, homosexual o enfermo de la cabeza. De ahí nació su afición al cosplay, practicó muchas veces el disfrazarse vistiéndose como chica. Hasta que finalmente sus padres le pusieron un psicólogo, y terminaron entendiendo que su hijo no era “raro”, si no que tenía un problema real.

    Su familia estuvo pasando reales penurias para la cirugía de reasignación, y todo el tratamiento. Se encontraba tomando hormonas femeninas, y ya había sido intervenida quirúrgicamente en el área genital. Lo que faltaba era continuar adelante con su tratamiento de estrógenos, y la parte estética. Flovia no se sentiría completa hasta tener mejor cintura, implantarse senos, trasero, y también quería sacarse el huesito de la nariz, para feminizarla. ¡Ah, y por supuesto!, las lentillas. Quizá hubiera para sus dioptrías.

    Tal vez pareciera banal el preocuparse de los pechos, y dejar los lentes de contacto al último, pero quería ser una mujer completa. Los hombres y las mujeres usan gafas.

    El cambio de nombre va acorde con el cambio de género, de acuerdo con las leyes de su país. Por tanto, era un trámite que debía hacerse tarde o temprano.



    Quedó bastante choqueada, y no supo qué decir. Flovia aprovechó aquello para avanzar con su propósito. Tenía una propuesta que hacerle, aunque se rebuscó mucho para plantearla, por no hacerle enfadar o que pensase mal.

    El Club de las voces andróginas incluía a multitud de travestis, transexuales, hermafroditas sobre los cuales era difícil distinguir su voz como masculina o femenina, ese era el común denominador que los vinculaba. En el caso de Flovia, al cantar tenía la voz de una chica, pero era lo suficientemente ambiguo como para confundir a la gente; podría tratarse de un niño muy joven. Era un contratenor, o más bien algo como un castrati en aras de volverse soprano, según su tratamiento de hormonas avanzara, y sus cuerdas vocales dejasen de verse afectas.

    El club poseía miembros completamente normales, hombres y mujeres sin “disfunciones”, pero que tienen voces confusas. Había variedad de contratenores, lo que faltaban eran contraltos. Como Flovia era más conocedora de lo que supuso, le invitó a formar parte, pues tenía completa consciencia de su voz, y de lo masculina que podía ser para muchos. Estaba informada de su creciente carrera e influencia en la ópera del país, gracias a una amiga suya, Vilma.



    La chica no supo explicar a qué se dedicaba el club. Se repartían consejos entre ellos, o había gente que daba clases de baile. Hay una escuela de transformistas, incluso se hacían esfuerzos para enseñarles a feminizar su voz, siempre tan fea. El tener membresía no significaba que estuviera obligada a participar en alguna actividad, pero le llegarían cartas o faxes con fechas de reuniones, eventos, o a veces duelos. De pronto otras personas buscaban encuentros amistosos.

    No es que discriminase, pero no estaba interesada en unirse. Flovia no se desanimó, pues Vilma y también Kitrinos estaban seguros de que acabaría inscribiéndose. Sería ilógico que alguien con un color de voz como el suyo no formara parte de eso. El hombre era uno de los patronatos hasta que hallase alguien que lo remplazara, pues estaba ocupado en asuntos de pañuelo. Era muy claro que la muchacha conocía la historia de los trascendidos, y además había tenido que oír al hombre cantar.



    ¡Curioso! Si Kitrinos era uno de los jefes, entonces… sus sospechas se le estaban confirmando de modo muy raro. Era mejor aclararlo todo de una vez; no estaban muy lejos de la casa del hombre, así que fueron para allá de inmediato. ¡Qué frustración! Si era cierto lo que pensaba, el pañuelo le había estado engañando.

    ¡Pero ya no más!
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    PD: aunque eso ya quedó patente en un capítulo previo, me gustaría recalcar que el ser Soprano, Barítono, Contralto, etc, son las clasificaciones habituales para los diversos tipos de voces y/o sus rangos tonales. No porque Flovia tenga voz de soprano hace óperas ni nada de eso, no hay relación.
     
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    Se hace un poco complicado esto de colgar un capítulo a la semana, porque de pronto esta sección ha sufrido una invasión de historias nuevas, y ahora dejando sólo siete días he quedado en el medio de la segunda página. Lo atribuyo a que al parecer en el hemisferior norte empiezan las vacaciones, y la gente tiene tiempo de comenzar lo que estuvieron ideando. Pero, ¿y qué pasará con estas historias cuando se acaben las vacaciones? Quizá no sea lo adecuado comenzar en esta época, pues el escritor no tiene formada la constancia que requerirá cuando se quede sin tiempo.

    Ideas mías, me da miedo leer la mayor parte de lo nuevo que aparece en esta fecha. Supongo que es un prejuicio mío. Así que esta semana hay un capítulo que habla de otros prejuicios.
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    Prejuicios positivos


    Por suerte el hombre estaba en casa, y aunque no se esperaba que las dos tan abruptamente apareciesen, les dejó pasar y les invitó a jugar en la consola algún título de peleas. Flovia estaba en edad precisa, y ella necesitaba pasar el estrés de su agenda tan apretada.

    Ese no era el motivo de la visita, él debía demostrarle de una buena vez sus capacidades. Kitrinos entendió inmediatamente; por seguro tuvo que Flovia había hablado del club, y se había ido de boca respecto a todo su potencial.



    Entre las múltiples amigas de Kitrinos, eran muy pocas las enteradas de que era cantante, pues lo mantenía en reserva. No entendía tal actitud, ¿de qué podría servirle saber cantar sin que jamás alguien le escuche, y nadie lo sepa? Por ese mismo modo de pensar el famoso club de voces andróginas tenía distintos grados de membresía, de modo que había integrantes desconocidos para los demás, u otros de los que no se debía hacer mención como miembros.

    ¡No era por eso! Flovia podría dedicarse a ser cantante, pero si descubriesen que es miembro, investigarían. No tenían por qué todos enterarse que fue hombre antes. O si se uniese, al ser operista y adquirir fama, el descubrir que era miembro haría sospechar al público que ingería hormonas, o que es un hombre; la gente es muy maldita. Era un riesgo, puesto que el grupo aparte de lo referente al canto apoya los tratamientos de cambios de sexo, o brinda psicólogos que orienten sobre la sexualidad. Estaban afiliados a clínicas, eran una fundación formal.



    Era el modo en que Flovia pudo costear su tratamiento. Kitrinos le fichó, y en base a derrotar bandas de rock con pocas luces, demostró que su voz andrógina era buena. Si no se dedicase a cantar, el club no hubiera aportado dinero.

    Flovia era una orgullosa miembro del club de voces andróginas, el cual tenía por meta el romper barreras y demostrar que no se necesita de mujeres u hombres para diferentes roles. Con una voz apropiada todo podía lograrse. A lo largo de las generaciones, los hombres soprano no han podido tener carreras acordes a su gran talento, todo por su condición masculina. ¿Y si eso de pronto dejara de interesar? Promover la carrera de artistas con voces confusas, apoyar a cantantes que han pasado por discriminaciones, o que necesitan tratamientos médicos u orientación, ese era el objetivo.



    Le pareció una gran labor, no había escuchado que se hiciese algo así. Pero, ¿en serio querían que se uniera? Ya tenía éxito; si su carrera continuase tal cual, no necesitaba de ayuda para ponerse en la cima, ni de tratos con disqueras. Sería operista, no grabaría. Los trabajos sociales que le explicaron le quitaban tiempo, además. Así que lo dejó pendiente y les cambió el tema. Había venido para escuchar a Kitrinos, ya había pasado demasiado tiempo en ascuas, con aquella duda en su cabeza. ¿Por qué él era un trascendido? Debía haber un motivo poderoso.

    Había 3 motivos por los que lo era, supuestamente, y ahora comprobaría uno de ellos. Avanzaron a la sala de grabación, y Flovia les acompañó a pesar de que pretendía seguir en la consola. Debía ser un conejillo de indias obediente, pues Kitrinos le necesitaba para comparar su voz con la suya. El pertenecer al patronato de aquella fundación no tenía que ver, pero él efectivamente poseía una voz andrógina si así se lo proponía, a diferencia de Flovia, quien tenía una voz ambigua al hablar cotidianamente.



    Entraron en el salón, y Kitrinos hizo pasar a Flovia a la sala de captación. Luego de resueltos unos problemas de retorno, ella cantó una balada en inglés, permitiéndole ver que aquello de la voz andrógina era verdad. Femenina, pero a su vez alguna duda ocasionaba. Tenía un timbre muy plácido, era difícil imaginar que pudiera violentar su voz en la forma que un rock fuerte necesitase. Pero la segunda canción, ahora en castellano, le demostró que la joven era muy versátil; de hecho era bastante buena. Cuando le había dicho que era cantante, le miró con algo de pena, suponiendo que era más bien un pasatiempo. Al decirle que era rockera, se la imaginó saturando parlantes y gritando cosas dentro de un garaje, con amigos de la escuela utilizando guitarras, o una batería que sólo era golpeada sin ritmo.

    —¿Ves? —interrumpió la niña pelirroja el relato— ¡Toda la gente del mundo es prejuiciosa!

    —No me cortes la narración, eso es feo.

    Algo de cierto había en eso del prejuicio, cosa de lo que nadie está exento. Como Flovia era un bichejo otaku de gafotas, sumamente arrebatada y gritona, no le pudo tomar en serio cuando le mencionó que cantaba; pero en ese instante hasta ganas tuvo de pedirle disculpas. El saber que además era un contratenor, no una real mujer, le impresionaba.



    Intentó minimizar su asombro. La gente al escuchar algunas canciones, puede sorprenderse de los agudos a los que llega un intérprete, o la fuerza que demuestra en algunas estrofas, sin pararse a pensar en que aquel es el rango de notas en que es diestro. Considerando eso, ella como contralto no era más impresionante por su voz que cualquier soprano, no necesariamente tenía mayor perfeccionamiento que una mujer que no rozase sus notas más graves; simplemente era un motivo anatómico. Independientemente, la gente tiene la mala costumbre de asombrarse de las notas agudas, no de las graves.

    En efecto, la gente se asombra de las notas más elevadas, y piensa que por ese sólo hecho la persona en cuestión es el culmen de lo artístico, siendo que es una capacidad común de su aparato fonador. En opinión de Kitrinos, era lo mismo que asombrarse de que un negro corriese más rápido. Corre más velozmente que el promedio de gente blanca porque sí, porque nació con otro tono muscular. Pero eso no significa que sea un consumado atleta.

    Por ende, si un contratenor canta la misma nota alta que una soprano, el contratenor impresiona más. Pero no interesa si es hombre, es una capacidad normal en sí, básica para cantar. Lo sabía muy bien, pero de todas formas Flovia le asombraba más allá de la cuenta. Si desconociese su condición, y creyese que era una real mujer, su crítica sería más recatada.



    Era un prejuicio positivo que el club de voces andróginas buscaba. También le ocurría a menudo, pues su textura era inusual; la gente común se asombraba de su timbre y su tono, no de lo refinado en su canto, no de su técnica o de sus matices. Sólo cuando era escuchada por gente con mayor formación musical, podían éstos apreciar las reales capacidades y su talento. Los motivos por los que Kitrinos decía que era única.

    Así que ahora debía escuchar al pañuelo amarillo teniendo eso muy en cuenta. El efecto de asombro no tenía que ver con las 3 causas por las que era un maestro.



    Tantas declaraciones le hacían conjeturar mucho. Ya no tenía dudas de que su sospecha era una realidad, pero quería echarse atrás en esa silla, y disfrutar de cerrar los ojos y oírle con asombro. Quería sentirse invadida por ese prejuicio habido siempre en todos.
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    PD: más parece que la culpa es de un evento del abecedario xD Mejor me informo antes de hablar u.u
     
    Última edición: 16 Julio 2015
  8. Threadmarks: 13 El maestro Kitrinos
     
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    El maestro Kitrinos


    Kitrinos se metió a la sala de captación y se aseguró de que el micrófono estuviese en omnidireccional. Si estaba en cardioide o parecido, podrían reforzarse los bajos y sería hacer trampa. Flovia entró la sala de grabación y se sentó, tentadísima de meter mano en los controles. Por fortuna supo contenerse, y guardó sus brazos debajo de los muslos.



    El pañuelo amarillo buscó alguna pieza de la ópera Les Huguenots que le acomodara, y a capella demostró algo que esperaba desde hacía tiempo: a pesar de ser bastante bueno, no era la gran cosa. Era un bajo buffo con una potencia inusual en los tonos profundos, y gran capacidad para las notas más altas, aunque en ellas parecía sentirse incómodo. Recordó que tal vez un bajo no dispondría de la voz de cabeza para los agudos; por ello Kitrinos abarcaba de pecho esos tonos, notándose ahí un esfuerzo innecesario.

    El hombre debiera bajar la partitura entera 1 o 2 notas, así estaría totalmente pleno. Aparte, llevar la voz de pecho tan arriba es uno de los “usted no lo haga” más recalcados en el canto.

    Esa era su impresión, en cambio Flovia alucinó. Inclusive afirmó nunca haber escuchado la nota más grave del pequeño fragmento, pero no era para tanto, fue un Do2. Varios bajos eran capaces de alzar un tono así, a buen volumen como para aprovecharlo en un auditorio lleno de gente.



    ¡La muchacha no había escuchado cantar así a Kitrinos! Aunque ella juraba que era grandioso, el joven estaba dentro de lo esperado para un bajo, pero… había perdido el toque, y ese ya no era el rango de notas en donde era hábil. ¡Otra vez aquella presunción! Su sospecha estaba confirmada, pero debía comprobarlo, pues si no insistía el mexicano podría evadirse.

    Previo a la segunda ejecución, Kitrinos explicó que su timbre para la impostación de cabeza le parecería muy distinto a lo que había oído de él, puesto que su voz como bajo no era parte de su registro mixto. Usaría su real voz, y la conectaría convenientemente a la voz de cabeza, de ese modo su timbre sería uniforme.

    La pieza elegida era parte del repertorio Bel Cantista, nuevamente a capella. El hombre tenía una habilidad bastante buena para recordar la altura correcta del aria, era evidente que debía tener oído absoluto, si bien no era lo importante en ese momento. A Kitrinos el francés se le daba fatal, y de hecho olvidó la letra de la canción, mas no la tonalidad ni el tempo, o sea la velocidad. Acortaba las pausas, pues no había música que le acompañase.



    ¿Cómo era posible que una voz de apariencia masculina, pudiera alzarse tanto? Los agudos eran muy cristalinos, finos incluso, y al hombre no le faltaba agilidad para nada. Conocía contratenores, inclusive uno muy famoso que se dedicaba al Bel Canto. En el caso de esa persona, sus notas tan altas y su coloratura eran un rasgo tan claro como lo femenino de su timbre. En cambio, Kitrinos todavía sonaba como un hombre. Su interpretación carecía de sutileza, en todo caso, pues era agresiva y mucho más enérgica de lo requerido para el canto lírico. ¡Parecía un rock! Un cantante lírico debía poder sostener su canto a buen volumen con un timbre uniforme, y eso significaba ser muchas veces comedido. Por el contrario, Kitrinos estaba simplemente a su tope, sin llegar a perder el control y gritar sin técnica. Tenía melodía, armonía y matices muy ricos, aunque un poco curiosos, dado que eran los habituales del Bel Canto, y en su caso sonaban algo forzados, pues se estaba obligando a sonar duro. Ambas cosas no mezclaban.

    No acababa de impresionarse aún. Conocía bien lo que se estaba interpretando, y al final se ejecuta una nota de aquellas que es ridículamente aguda. Sabía que Kitrinos podía conseguirla, ¡se lo dijo entre líneas junto a la maestra Ao! Comprobó que así como a veces usaba su voz de pecho más agudo de lo recomendado, podía hacer igual en su registro de cabeza, rozando la nota en forma afinada. Se interrumpió antes de tiempo, seguramente para no lastimarse.



    Flovia otra vez se descontroló de asombro, pues ella no podía llegar tan alto, ¡además el hombre había usado vibrato! Eso era prueba de que no empleó el tan afamado registro de silbido. De haberlo utilizado, sus pliegues vocales estarían casi cerrados, y de ese modo es muy difícil articular palabra alguna, mucho más hacer vibrato.

    Lo curioso es que Kitrinos pareció gastar gran energía, pero no sonó agitado en ningún momento. Carraspeó un poco, y se preparó para repetir lo mismo sólo “de cabeza” y no con voz mixta. Entonces sonó mucho más operístico y recatado, sin la fuerza extrema que había exhibido antes. Su ejecución fue la tradicional de cualquier soprano coloratura, y los matices y trinos ya no parecían fuera de lugar. Su timbre se feminizó bastante, aquel era el motivo de su membresía en el club de voces andróginas. Ya le recordaba a un contratenor común, con una voz que podía parecer un falsete permanente, pero que no lo era. Sus movimientos faciales estaban más trabajados que antes, logrando una mejor resonancia. Significaba que no requería tanta fuerza para proyectar su voz, por lo que su registro se hizo más uniforme todavía. La nota final la logró sin tensión, pues no se obligó a sonar masculino en ella.

    Un verdadero maestro.

    Pero… no debía impresionarse porque fuera varón, y lograse esas cosas. Había visto contratenores antes, en multitud de arias. Nunca tan agudo ni con tanta agilidad, pero lo atribuyó a los repertorios menos escandalosos de aquellos hombres.



    Flovia decidió elevar su voz a modo de juego, a ver si llegaba a esos niveles. Kitrinos tuvo que explicarle lo inútil que era, puesto que su voz de cabeza no sería capaz de lograrlo aún, y por otro lado, el registro de silbido es producido muy diferente. Los pliegues vocales quedan casi absolutamente cerrados, del mismo modo en que juntar los labios produce un sonido agudo y sin timbre, pues el hueco dado para el paso del aire es mínimo. Se puede hacer lo mismo con los pliegues vocales, con el control muscular suficiente.

    ¡Ahora sí rebatiría eso! ¿Control muscular? Muy poca gente puede hacer uso del silbido con las cuerdas, es algo con lo que se nace, no algo que pudiese entrenarse.



    El pañuelo amarillo entonces rió. Asegurar eso, era conceder que la amplitud de su rango venía dado de nacimiento.

    Sabía que Kitrinos podía llegar a notas tan graves, que caían abajo de la primera nota de un piano estándar. En los agudos, estaba incluso por entre las sopranos más estratosféricas, todavía no lo oía en sus límites. Sin duda alguna el hombre tenía la amplitud tonal más alta de la que alguna vez tuviera noticia, ¡quizá y hasta fuese el récord del mundo! Por lo general un cantante promedio tiene 2 octavas útiles; un cantante lírico quizá un poco más, tras entrenarse y reforzar sus límites. Nacía gente con 4 octavas, gente por encima de todos los cánones. En la música popular, tal vez hubiese algunos casos puntuales sobre las 5 octavas, notas más, notas menos. Pero Kitrinos… era un real monstruo. ¿Nacer con su amplitud tonal? Dudoso.



    Todo era producto del desarrollo acondicionado.

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    PD: lo primero que Kitrinos cantó en aquella ocasión fue esto:


    pero seguramente con un poco menos de pericia
     
    Última edición: 25 Julio 2015
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    Desarrollo acondicionado


    —Ah, me hablarás de los estudios de Dalia Darwin —se alegró la pelirroja, mínimamente.

    —Es que explica la obstinación de Kitrinos con hallar mujeres de voz muy grave. Estaba buscando los límites, necesitaba experimentar. Él quiere trabajar sobre esas teorías, pero no hay nadie en quien practicarlas.

    La joven niña carraspeó.

    —¡Sí, claro! Ahora entenderás mejor lo que te ha mencionado, para que no seas un conejillo de indias ignorante.

    —¿Por quién me tomas?

    Era difícil hablar con la niña, pues no se le podía bromear en absoluto, se enojaba. En cambio debía soportar de su parte que la tachara de fenómeno y la discriminase. Sinceramente, tenía ganas de terminar su relato, y darle un buen sermón.



    Con dudas retomó. Para explicar sobre el “desarrollo acondicionado de laringe y cuerdas” era mejor cambiar el escenario, y avanzar por un pasillo bastante monótono. Es que Kitrinos era malísimo decorando y tampoco le importaba hacerlo. Por esa misma causa, parecían tan extravagantes aquellos dos cuadros juntos en medio de la pared.

    Sólo había un cuadro y otro más a su lado, el resto vacío. Supuestamente tenían relación entre sí, ¡pero no compartían nada en común! En el cuadro de la izquierda había una mujer que vestía un corsé, pero lo particular era que éste se encontraba tan ridículamente apretado que la fémina poseía una cintura de avispa. Era una exageración de la pintura, igual que el cuadro de la derecha. Allí se mostraba una mujer que usaba una espiral de bronce en su cuello, de modo que éste se alargaba hasta por encima de las copas de un árbol. ¿Qué podían tener en común esas dos cosas?



    Las dos pinturas encerraban un mensaje. Hay mujeres que a propósito han reducido su cintura usando corsés, sometidas a una rutina constante de llevarlos apretados hasta que sea insoportable. Consiguen cinturas de 40 y pico centímetros, pero bajo riesgo de atrofia muscular, miles de problemas físicos, digestivos o respiratorios; es mala idea. Hacer eso se conoce como tightlacing, Kitrinos lo sabía bien, pues conocía a alguien que estaba pensando hacerlo, ¡persona merecedora de un coscorrón! Flovia reclamó que no entendían lo que para ella significaba el volverse una mujer completa. Quería una cintura curvilínea, pero no hasta esos límites aberrantes. Además, corría riesgo de apretar su diafragma y dificultar su canto; no quería transar algo tan valioso. La muchacha estaba consciente de los peligros que revestía ese método, y debía ser orientada por médicos. Kitrinos era reacio a tal clase de medidas; en particular el tightlacing era una clase de desarrollo acondicionado brutal para el cuerpo. No lo recomendaba en absoluto, y de hecho, amenazó a la muchacha con cortar su tratamiento de feminización, si se pasaba de la raya con el corsé.



    ¡Ya le quedaba claro! Los dos cuadros eran ejemplos de personas que estaban deformando su anatomía. En lo técnico, eran casos de “desarrollo acondicionado”. Se está obligando al organismo a desarrollarse de un modo, preparando condiciones que el cuerpo debe seguir a la fuerza.

    El retrato de la derecha era una exageración de las mujeres conocidas como Padaungs, las que viven en algún sitio de Birmania. Eso sí, no gustaban del nombre de “Padaungs”, detalle que casi se le escapó producto de la discusión con Kitrinos, acerca de si la nación se debía nombrar Birmania o Myanmar. Lo que interesaba, es que las mujeres desde los cinco años de edad se colocan los anillos. El cuello no se estira, sino que la espiral fuerza las clavículas hacia abajo, y por eso da la apariencia de que el cuello fuese más largo. En tal caso también había un cambio físico, forzado.

    Eran las muestras de que el cuerpo es capaz de soportar algo de castigo, y a cambio sufrir modificaciones importantes. Lo de la izquierda era ejemplo de lo que no hay que hacer, lo de la derecha, lo que pudo haber sido mejor. Después de un tiempo Kitrinos pretendía colocar a Flovia en otra pintura más a la derecha, como el ejemplo de lo que sí daba frutos.



    Flovia quería empezar el desarrollo acondicionado de su laringe, y así ampliaría su rango tonal, aunque no alcanzaría los extremos de Kitrinos. Aquel pañuelo en realidad sí era un bajo, la faceta de contratenor venía dada por haber estado desarrollando toda su garganta para la producción de tonos altos.

    Es fundamental comenzar desde la niñez. En la adolescencia las propias hormonas acaban modificando de forma sustancial el timbre de un niño, y descenderá el tono de su voz. Según Kitrinos, si aquel joven insiste en producir las notas altas que acabará perdiendo, lo que pasa es que simplemente no se pierden. Punto final.

    ¡Imposible que fuese tan fácil! Pero sólo lo era en apariencia. Si se fuerza más de la cuenta, se pueden echar a perder las cuerdas para siempre, afectadas con nódulos o pólipos graves. Insistir menos hará que la voz puberta se siga desarrollando, y la voz se engrose. Los límites requieren estudio, toda la gente es diferente.



    Todavía debía asimilar más información. Los niños y niñas de escasa edad son totalmente capaces de acceder al registro de silbido, aquella área sumamente aguda de la voz. Un bebé de 2 años con pataleta, puede emplearlo y generar chillidos sumamente molestos. Pasando los años dicha capacidad se va perdiendo, la laringe va madurando y los pliegues vocales se hacen adultos, pero ¿y si un niño de cinco años, por ejemplo, se sometiera diariamente y para siempre, a un régimen supervisado de uso de su registro de silbido? Al no dejar de usarlo con constancia, en teoría esa propia utilización desplazaría al desarrollo típico en la adolescencia. La maduración de las capacidades vocales es algo controlable parcialmente, o quizá por completo; eso aseguraba Kitrinos y una tal doctora Darwin.

    Es anatómicamente imposible que alguien con registro de silbido, no sea capaz de abarcar los tonos intermedios entre éste, y la voz hablada. No significa que pueda encarar dichas notas con pericia, ni comodidad, pero ahí estaban.



    Le pareció un completo error. Si se impide la maduración vocal de un niño, guardaría una voz infantil al ser un hombre adulto, algo conocido como “puberfonía”, si se admitía ese término en modo amplio. Podrían tener contratenores al por mayor, con sus voces abarcando el rango tonal de una soprano. Mantendrían un timbre de niño o casi femenino, pero, ¿ampliar el rango tonal? Flovia era ejemplo de esto, era un castrati que ampliaría su rango, pero a base de mejorar su técnica vocal, algo completamente normal.

    Kitrinos negó. La muchacha estaba pasada de edad para el desarrollo acondicionado, sin embargo, el estar tomando hormonas femeninas evitaba la maduración de su voz. Sufría un período de cambio, el que tenían que aprovechar. Por otro lado, él mismo era la prueba viviente que refutaba su planteamiento. Era un bajo y un contratenor al mismo tiempo. A pesar de dominar ambos modos, ¡sería poco creíble verle conectar su voz de bajo buffo, con su timbre sopranista! Le cambiaría demasiado el color cuando avanzara a voz de cabeza.

    De hecho, él prefería no encajar su voz profunda a su registro combinado, la voz mixta, puesto que la resonancia y el modo de proyectar el sonido, como bajo buffo, es muy diferente al resto. Por esa causa, si quería una transición cómoda, debía resonar menos la voz de pecho y hacerla ligera; el resultado sería una voz varonil pero no operística. Aquella es la que puede extender hasta el modo de canto de una soprano.

    La forma de arrojar la voz de un bajo, es un universo por completo distinto al modo de proyectar de una soprano lírica. Pero… podía hacer esa transición, de quererlo.



    Sin embargo, no se lo demostraría. No aligerar la voz de pecho entregaría demasiada presión cordal hacia la voz mixta, y mantener ese timbre sin dejar que se entrecortara sería peligroso. Como querer llegar a 100 km/h con la segunda velocidad de un automóvil. Por tonterías así, por probar, el hombre prefería los automáticos.

    Ella sabía, pero quizá Flovia necesitase una clase sobre “pasar cambios”. Sólo tomaría un minuto.
     
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    Amplitud tonal


    Es conocido por cualquier cantante novato, que el falsete es más agudo y de un timbre mucho más airoso, distinto a la voz central, la hablada. Aquella voz hablada se llama “de pecho”, mientras el falsete, con práctica, puede convertirse en la voz de cabeza. En ésta el timbre se vuelve más sólido que con un falsete, no tan diferente al de la voz hablada. Sostener la voz de cabeza y conseguir un poco de soltura con ella, es lo que da ese tinte “lírico” en un principio.



    Kitrinos desde su infancia practicó mucho las diferentes posturas, para realzar cada una. Desplazó su voz de cabeza por los tonos agudos, gatillando el cambio anatómico que lo viabilizara; a la vez desplazó su voz de pecho a áreas más profundas que para la gran mayoría de hombres.

    No todo es color de rosa, el defecto de Kitrinos era precisamente tener su voz central tan grave. Por ende, debía cubrir “de cabeza” las notas altas comunes de un barítono, o un tenor. De no ser por su trabajo en la voz mixta, o sea, el pasar velocidades en su caja de cambios vocal, perdería fuerza en casi toda la música popular, tendría cientos de desafinaciones o imprecisiones. Todos los cantantes iniciados saben lo complejo que es decidir cuál posición usar en esas notas limítrofes entre registros. La voz flaquea, aparecen gallos. Es un tormento que derrota a muchos, y Kitrinos tenía aquel puente en un rango demasiado usado en la música moderna.



    No es el único puente existente. Kitrinos explicó a Flovia que tenía “fraccionada la voz”, pues ninguna persona en el mundo puede cubrir su cantidad irracional de octavas, sólo de pecho, o únicamente de cabeza.

    Si no impostaba bien, quienes le oyesen notarían 4 cortes en su voz, con cambios de timbre más que notorios. Tenía una voz de pecho profunda, que en tonos muy graves se fundía con su registro gutural. Por encima tenía su voz de pecho corriente, la cual era similar a la de cualquier tenor, aunque en su caso estaba poco ejercitada, pues prefería cambiar a voz mixta antes de su tope. Descontando aquella voz mixta (que cabe entre medio de los dos registros, sin tener notas “propias”), venía luego su voz de cabeza, que abarcaba las notas medias de un tenor, hasta las notas altas de una mezzosoprano.

    Tenía un nuevo corte, y venía una voz más aguda. Tampoco gustaba de emplearla demasiado, puesto que sus pliegues vocales se cerraban bastante, y perdía algo de dicción y vibrato. Muchas veces contratenores se topan con este registro y lo confunden con la voz de silbido, puesto que el timbre se aligera mucho, y se puede abarcar la sexta octava de un piano con suficiente soltura. En cierta forma es un “pseudo-silbido”, aunque la diferencia entre ambas voces es muy evidente.



    El registro de silbido de Kitrinos estaba intercalado con esa voz súper aguda. Para notas dentro de aquella sexta octava podía intercambiar entre “súper cabeza” y “silbido”, aunque con cautela, pues son trabajos musculares distintos que estresan la producción del otro. Usar la fase pre-silbido bloquea el silbido mismo, y viceversa. Era debido al flujo de aire en éste último, y el estiramiento de los pliegues vocales en el nivel previo.

    Utilizar la voz de silbido requiere mayor esfuerzo, y además el resultado es menos musical, pues la resonación de un tono casi sin timbre no es muy rico. Lo que le vieron usar en el último Bel Canto fue “súper cabeza”. Aunque hay poca gente que puede utilizar vibrato en el silbido, él no poseía tanta soltura.



    Flovia se interesó en aquello de un nuevo corte, encima de la voz de cabeza. Kitrinos era capaz de seguir cada voz sin “pasar cambios”, pero eso significaba desgaste. El resultado era la evidente tensión en el cuello, cosa que en Flovia se notaba sobremanera cuando intentaba llegar a sus notas más agudas, jugando. Tendría que descubrir aquella nueva voz elevada, si es que su anatomía laríngea la permitía. Debía explorar, ¡pero con cuidado! O se acabaría produciendo lesiones.



    No se sacaba sus propias dudas de la cabeza. Si Kitrinos pudo llegar a un Si6 sin dificultad, ni pasando la última velocidad en su caja de cambios, ¿hasta dónde era capaz de ascender? Tal nota era muy elevada, difícil de asimilar incluso para mujeres. ¡Era por completo ilógico… pero lo que decía, tenía sentido! No comprendió, ¿acaso tantas aventuras fantásticas no le prepararon para vivir algo así, si acaso hallaba cosas singulares en la vida real?

    Cuando el hombre le dijo, tuvo una reacción súbita, la cual no se esperó ella misma. Se acercó al muro y lo golpeó con ambos puños a la vez, entre el espacio de los dos cuadros. Después se acercó a Kitrinos bastante. ¡¿Le estaba queriendo decir que podía engrosar tanto, que afinaba por debajo de los tonos graves de un piano, y que a su vez era capaz de aligerar, hasta llegar por encima del margen agudo?! ¡Ni siquiera era un cantante formal, se dedicaba a hacer crecer sus músculos! ¿¿Por qué??



    La8, Si8… ¡aunque afinase sólo unas décimas de segundo, no lo aceptaba! Quitó las manos de la pared, y se las llevó a la frente. Cerró sus ojos y se concentró en definir si todo lo que le decía Kitrinos era posible. Tanto lo que afirmaba con las teorías, como sus capacidades, le habían dejado marcando ocupado, fuera de toda calma para un análisis inteligente. Más que nunca, parecía estar frente a una de sus añoradas historias fantásticas. Seguramente estaba inmersa dentro de una historia de ficción.



    En medio de su negación, se dio cuenta de algo, y rió muy fuerte. Era momento de explorar en lo más sombrío de su voz.
     
  11. Threadmarks: 16 Friendo la voz
     
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    Friendo la voz


    Ese día ya no tenía ensayo alguno al que concurrir; estuvo segura que cualquier desgaste de sus cuerdas lo repondría tras una noche de sueño. Seguramente podría desmitificar el supuesto talento de Kitrinos en los tonos graves. ¡Nada mejor que explorando sus propias capacidades! Su formación como cantante lírica le instaba a tener mesura, a no prestarse para juegos que podrían ser perjudiciales, pero ¿por qué no experimentar aunque sea una vez? La curiosidad no mató al gato la primera ocasión que éste husmeó.



    Tomó mucho aire. Era alguien de baja estatura, pero su capacidad pulmonar estaba bastante bien desarrollada, más arriba del común de la gente. Los tonos bajos eran mucho más gastadores que los altos, de ahí el sonido airoso que emitió sólo para verificar.

    Hundir lo más posible su voz de cabeza no tenía resultado práctico para su experimento. Usó la voz de pecho y bajó hasta donde fue capaz. Su cero fónico fue alcanzado pronto, por lo que intentó alzar el volumen de su voz, sin mucho éxito. Se logró estabilizar en un punto, con una intensidad bastante baja y un tono casi en sus límites. A partir de ahí, en vez de ahuecar la voz practicó el volverla gutural. La vibración le era molesta, sin embargo la nota que sostenía bajaba. Abrió su boca mucho, y luego notó que eso era peor, por lo tanto la cerró lo más posible. Sus mejillas se estiraron tanto que pareció chupada, como si estuviera bajo el efecto de un limón muy fuerte.

    La intensidad del sonido se hizo casi inaudible, por lo tanto Kitrinos y Flovia tuvieron que acercarse a pocos centímetros. Curiosamente el hombre no acercó un oído, sino que su cara y sus labios; eso le hizo desconcentrar. Se detuvo, un poco sorprendida.



    ¡Había rozado un Mi1, más bajo de lo que oyó en el cilindro fonográfico! Y suponía ser capaz de descender un poco más, quizá un medio tono. Kitrinos le dijo que tal vez fuese la mujer más grave viviente, pero ¡esa declaración no tenía sentido, no entendió por qué había hecho tal experimento! El volumen de su voz fue tan bajo, que jamás podría utilizar aquellas notas en el canto.

    La glotalización, o voz rota, es un área gutural del registro grave, y no es cierto que no se utilice en el canto. En el góspel hay hombres que lo usan, claro que con micrófono. Allí hay coros de voces muy profundas.

    Fuera cual fuera su negativa a aceptarlo, el rango vocal de una persona debe tener en cuenta esos casos atípicos. No es voz de pecho, ni parece algo natural, pero lo importante es que se trata de sonido producido desde la garganta.



    No era primera vez que Kitrinos tenía esa discusión. El maestro de color marrón opinaba como ella: el vocalizar así no es “canto”, y por tanto no forma parte del rango tonal de las personas. Era irónico, pues con esa postura gutural podía bajar hasta los 7 hercios, más bajo de lo que el ser humano puede percibir. Infrasonido. Él lo sentía resonar, y con instrumentos estaba comprobado que emitía ruido.

    Como el hombre descartaba aquella “voz frita” del rango tonal, era una curiosidad que no venía al caso. Sólo es posible contar desde la voz de pecho profunda, hasta que ésta deja de ser aplicable y su propia producción se transforma. ¿Cómo distinguir eso? No hay un puente notorio, la voz de pecho desciende sin detenerse, y de pronto el sonido parece producido de otra forma. ¿Cuándo empieza el growl, y termina la resonancia pectoral? Además, con mejor apoyo era posible bajar la voz de pecho un poco más, y al revés, subir la voz frita.

    Así que, sin poderse distinguir un límite claro, imposible pretender que aquello no formase parte de la amplitud tonal.



    Podían hacerse escalas con esa voz frita, afinar, incluso pronunciar. En cambio, Kitrinos fundamentó ser incapaz de pronunciar en el registro de silbido, ¿por qué discriminar la voz gutural, y no el silbido? Ambos son modos forzados de alcanzar notas fuera de la voz cantada. Y por consiguiente, freír a la voz en exceso, o producir silbidos con los pliegues, es dañino.

    Él podía usar el silbido en forma fluida y controlada hasta la séptima escala, más allá sólo sostenía las notas un instante. Su propio récord lo mantuvo una fracción de segundo, a bajo volumen, y le era incómodo reproducirlo. En cambio friendo la voz, hasta en su cero fónico seguía manteniendo la capacidad de afinar, la dicción también. ¿Por qué discriminar entonces, una posición vocal completamente funcional, salvo por la intensidad del sonido? Lo que había que discriminar era el silbido.



    Por lo visto, otra vez acababan cayendo en un conflicto de opiniones en el que nadie ganaría. En todo caso, Kitrinos esta vez se comportó más salomónico que de costumbre. ¿Se podría sentir conforme si le mostraba que podía alcanzar la nota más grave de un piano, con la voz de pecho normal? Sin caer en aquello denominado “freírla”, pues ese es el efecto que recuerda. Aquella nota es un La0, y fue fácil demostrársela.

    Argumentó además, que en el góspel había variados casos de hombres con voces más profundas que él, frieran o no la voz. Ignorar una capacidad que usaban profesionalmente sería ilógico, quitaría 1 octava de su límite grave al rango tonal. ¿Cómo su amplitud tonal, iba a ser menor al rango de notas que usaban en su desempeño cotidiano? Absurdo, tanto como pretender quitarle una o dos octavas a algunas cantantes de pop, negando el silbido laríngeo.

    Si se conviene que el registro de silbido entra en el rango tonal, entonces no se puede descartar la voz frita.

    —¡Ya me cansé! —interrumpió nuevamente la niña el relato— ¡No es posible que vayamos tan avanzadas en la historia, y todavía no haya conflicto! Para que una trama resulte debe haber conflicto. Seguimos en el desarrollo.

    —Estoy contándote mi vida. La vida es un montón de situaciones que pasan, y que sólo se relacionan entre ellas porque las vivió la misma persona. Muchas veces no hay conflicto definido, y…

    —Ya basta. Sé que habrá conflicto, sé de qué se trata. Así que continúa; ya me da flojera seguir oyendo teorías de la voz humana, son puras mamadas.

    Se rió.

    —¡Ya has convivido con nosotros mucho! Se te pegaron los modismos.

    —Lamentablemente.

    Por un momento esa niña pareció amurrada en forma infantil, no molesta ni prepotente. Tuvo la impresión de que quería actuar en forma más pesada de lo que era. ¡Qué curioso! Pero no encontró conveniente el preguntarle, pues ella también estaba fingiendo buena parte de sus reacciones. Es parte de ser una aberración absolutamente desplazada de la realidad. Podía ser todo un poco más actoral y pintoresco.



    Avanzó el relato justo a la parte donde se inician los problemas.
    --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
    Para que quede claro, esto es voz frita:


    Es imposible confundir eso con la voz de pecho normal. Suena como el croar de una rana xD, aunque en estudio pasa más desapercibido, como por ejemplo al principio del mismo vídeo. Eso sí, hay algunos poquitos en el mundo que alcanzaron esas notas con la voz normal, como por ejemplo J.D.Sumner, quien tuvo el guinness como el más grave del mundo un gran tiempo.
     
  12. Threadmarks: 17 Inepta sentimental
     
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    Inepta sentimental


    A pesar de que Kitrinos ya estaba aburrido de hablar, recalcó que su sobrehumano rango tonal nada tenía que ver con que fuera un maestro. Una de las tres cosas por las que lo era, era el poder aplicar dichas teorías en sí mismo, entregándose obvias ventajas a la hora de la interpretación. Si quería, podía imitar a un bajo operístico, si quería podía cantar igual que una soprano o una contralto. Prácticamente no tenía limitaciones; lo importante es saber utilizar los recursos, no la amplitud vocal.

    Pero… si era maestro por el desarrollo acondicionado, entonces significaba que lo era por su rango tonal, ¿no? Aunque debido al fondo, no a la forma.



    Ya hartos de la plática, se entretuvieron con la consola un rato, una época donde a nadie le interesaba la gráfica, pues mientras los dos mandos estuvieran conectados, la felicidad se construía. Excepto para el tercero que estaba de mirón, esperando a que alguien perdiera su batalla para entrar.

    De esa forma es como la tarde se convirtió en noche. A Flovia no le dijeron nada por llegar tarde a casa, y sí a ella, pues su padre era controlador. Él durante semanas había estado atento a su reciente amistad, aquel joven de aspecto atlético que nada tenía de buen partido.

    No lo conocía, pero no hacía falta conocer para juzgar. ¿Qué podía ver en aquel tipo con malos modales? En vez de interesarse por el violinista, por Alberto Velásquez. Él sí que era buen partido, tenía una carrera ascendente como la suya, se abría paso en el ambiente, y aunque era sudamericano, parecía venir de buena familia.



    ¡Pero por favor! Ambos eran sudamericanos, sin embargo, uno tiene por necesidad que ser de buena familia, al interesarse en la música sinfónica y hacer carrera. Sus progenitores tenían ideas tan distorsionadas, que llegaba a darle vergüenza oírlos.

    Eso desató una pelea bastante fuerte con sus padres. No podían entender que el ser de buena familia no significa compartir sus mismos gustos, ni tener una buena posición social. Las buenas familias tienen respeto por el resto, por ejemplo. Las buenas familias intentan ponerse en la postura de sus otros miembros, en vez de comportarse radicales, y quemar pertenencias privadas. Las buenas familias se alegran del progreso de sus hijos, cualquiera sea el camino que tomen en la vida, mientras sea honesto. Pero es de familias disfuncionales el forzar a los descendientes por un camino que sea el que ellos prefieran, además manteniendo vínculos con gente que también ellos escogen.

    La buena familia no era lo que aparentaban ante el resto de la sociedad, no se trata de la forma sino del fondo. Lo que la familia hace, lo que comparte. Pero les pidió tranquilidad, pues no veía en Kitrinos nada más que un amigo, el cual había aparecido de repente. Se los dijo para tranquilizarlos, y para tenérselo ella misma en cuenta, pues sabía que su real aspiración era un imposible.



    Además, estaba copada de agenda, pues de pronto Alberto Velásquez tuvo oportunidad de ser el concertino de la orquesta del conservatorio. En algún minuto el director faltó sin avisar, a causa de un problema de salud, y sin haber un remplazo, se la jugó y trató de dirigir él. No estuvo muy conforme del resultado, pero era un comienzo. Aquel era su real sueño, el dirigir orquestas.

    La relación entre el director y Velásquez se hizo tan buena, que el segundo tuvo gran influencia en las decisiones sobre el repertorio, y eso le involucraba, pues se buscaba ensayar junto con los estudiantes de canto lírico. La contralto por excelencia no podía dejar de participar.

    Pasaban mucho tiempo juntos, se quedaban después de los ensayos, cuando ya todos los músicos se retiraban. Hablaban sobre el propósito del compositor para una partitura, o historias sobre la vida de los más reputados. Conocer el contexto en que el compositor creaba su sinfonía, ayuda a entender el propósito envuelto en la partitura.

    De un modo u otro, aun sin estar segura, acabó comprometida con el joven.



    Él realmente estaba interesado, pero ella no. Sin embargo, era la primera vez en toda su vida que tenía algo formal, estuvo contenta, se sentía estimulada, pues un hombre le tomaba en serio, en vez de utilizarla para una sola noche, o en vez de ignorarla por ser un bicho raro. El no estar marginada y tener una vida más común le dio ánimos. Velásquez era atento, y muchas veces se sintió culpable de no poder corresponderle. En ocasiones fingía interés en verle. Se entregó completamente a él varias veces, se dejaba querer, pues pocas veces los hombres le tomaban atención.

    Francamente, estaba ansiosa de experimentar algo así, tenía las mismas expectativas de cualquier mujer. Velásquez le podía satisfacer tanto física como socialmente, y realmente intentó engancharse, pero pronto se dio cuenta de que no podía forzar los sentimientos en favor del hombre.

    No supo si bueno o malo, pero dejó de pensar en Kitrinos estando con él; seguramente esa idea era sólo un capricho. No dejaron de verse en ocasiones, pero eso cada vez fue más espaciado.



    Hasta que de pronto, ya no más. El motivo fue que el pañuelo amarillo supo que estaba comprometida, y en consecuencia dejó de hablarle. ¿Qué podía impulsar a un hombre que no quería nada, a dejar terreno a otro? Si en realidad eran amigos, ¿por qué no seguir como tales? Seguramente lo normal era que tuviese que lidiar a momentos con los celos de Velásquez, pero no estaba del todo clara, ¿así funcionaban las cosas, cierto? Era bastante inepta socialmente.

    Se recortó el cabello un poco, pues lo tenía bastante alargado. Otra vez sus mangas quedaron de lado por días, pues el poco tiempo libre lo pasaba con aquel violinista. Pronto dejó de parecerle todo tan perfecto, también empezaba a cansarse. Se descubrió estresada, estaba demasiado involucrada con él, muchas horas al día compartiendo momentos que no le significaban igual que al hombre. Pero… estaba siendo más aceptada. El tener un noviazgo con Alberto le convertía en una persona normal. La gente ahora estaba más próxima, ya no se burlaban tanto, y al fin pudo hablar de forma madura con algunos, pues ya no interesaba tanto que fuera una otaku, fanática de idioteces japonesas.

    Velásquez ya sabía de su afición, y no se avergonzaba. Inclusive le vio a veces con Flovia, pensando que era alguna especie de prima pequeña a la que tenía que aguantar. La amistad con la muchacha también fue creciendo, y el nivel de intimidad en lo que se contaban crecía.

    Qué desesperación más grande el que ella, una mujer hecha y derecha, buscara su consejo para resolver su problema. Es que Flovia tenía un sentido muy agudo; quizá fuese que comprendía la mente masculina y la femenina mucho mejor, al poseer de ambos géneros.



    Lo que dijo, fue que Kitrinos había descubierto sólo con mirarle, lo que estaba comenzando a sentir. Eso no le convenía, no era la única mujer del mundo que se fijaba en él. La relación con ese violinista podía hacerle bien, pues así ya no se interesaría más en su persona. Por eso habían dejado de reunirse, para que se lo sacara de la cabeza.

    Era la percepción de su amiga, que sabía cómo funcionaba el cerebro del mexicano para con las mujeres. Aquello le frustró, ¡no necesitaba que Flovia le dijese que Kitrinos tenía multitud de relaciones, y que bajo ningún motivo buscaba involucrarse con alguien! La adolescente desconocía ese motivo, el cual seguramente era alguna desilusión pasada. Él le había dicho claramente que amaba a una mujer, pero que las cosas no funcionaron, así que no estaban juntos. No lo dijo en tiempo pasado, no dijo “yo amé”, dijo “yo amo”. Y con su cabeza ocupada, sería inaccesible.

    Además, se dio cuenta en carne propia, tenía varios métodos para desalentar a las mujeres. En cuanto él vio lo que le estaba pasando, optó por mantenerla controlada.



    Pero es que, ¡él fue quien se le acercó al principio! Fue Kitrinos quien le dijo “quiero conocerte más”. Él era quien le llevaba en auto a su casa, y quien le invitaba a salir.

    No tenía sentido nada de aquello. Estaba desvariando.
     
  13. Threadmarks: 18 Convocatoria abierta
     
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    Convocatoria abierta


    —¿Sabes? No me interesan tus relaciones personales. Ni siquiera me acordaré de ese Velásquez en veinte minutos más. Además soy una niña, ¿está bien que me cuentes esto?

    —Claro que sí, tú sabes cómo funciona. No es la cigüeña, ni se planta un arbolito, ni se arma un cubo rubik con los pies.

    Se lo estaba contando en forma muy superficial, así que su cerebrito no se impactaría con detalles innecesarios. Retomando, antes de hallar alguna forma poco hiriente de terminar con el hombre, recibió una carta, la cual lamentablemente descubrió previos momentos a que su padre se dispusiera a abrir el sobre y leerla. Era la primera carta del CVA, sólo que aquella ocasión no aparecieron dichas tres iniciales, sino que el título completo: “Club de voces andróginas”. Eso dio pie a su progenitor para especular mil cosas, las que descartó una por una con algo de desagrado. Su familia se estaba metiendo en su vida más de lo normal, o mejor dicho, más de lo normal para ella, pues eran bastante invasivos siempre, pero desde hacía unos pocos meses estaban poniéndose peores que nunca.

    Debería cambiar la chapa de la puerta de su cuarto, y buscar algún apartamento pronto. No podía ser que no estuviese tranquila ni con Velásquez, ni en el conservatorio con tantas burlas, ni en su propia casa. Acaso estaba tranquila cuando subía a su moto, y eso tan sólo porque no había nadie que le hablara.



    Su membresía al club fue algo de lo que tuvo que ser convencida. No le veía provecho, pero de pronto le picó el bichito de la curiosidad. Quería conocer a esas personas de voces tan poco comunes, compartir experiencias y entender cómo se las apañaban en el día a día. Seguramente estaba en un mar de tranquilidad, puesto que era una cantante de ópera, un ambiente respetuoso de su habilidad y entendedor de sus capacidades. Su voz era valiosa, su timbre daba juego para mucho repertorio, todo era color de rosa. Sin embargo, lo más probable era que cantantes de otros estilos fuesen incomprendidos, o tal vez rechazados. Se podían burlar de ellos, pues eran los raros hombres con voz de mujer, o las extrañas mujeres con un timbre varonil. Oyó sobre variados miembros que eran más afamados de lo que hubiera podido suponer. ¡El club tenía integrantes consagrados y con ventas a nivel mundial! Ellos la pasaron difícil al comienzo, pero su talento garantizó su éxito.

    La carta le agradecía por unirse, daba constancia de la clase de membresía a la que optó, y le informaba de algunos proyectos que la fundación tenía. Adjunta había una pequeña revista fotocopiada, con un estilo similar a un periódico, pues tenía noticias sobre algunos miembros, sus lanzamientos discográficos, reportajes breves acerca de otros eventos más, y algo respecto a unas audiciones para nuevas competencias.

    Dentro de aquel cuadernillo impreso había una pequeña tarjeta, en la que se le invitaba gentilmente al período de casting. Esa invitación no era en general, sino en específico para ella, pues le citaban con nombre y apellido a concurrir a una dirección. Claro, si así lo estimaba conveniente. “Para más información, favor contáctese al siguiente número”, pero como no decía quién atendería del otro lado de la línea, prefirió no conocer a quizás qué jefe del club. Mejor preguntarle a Flovia.



    Los 3 patronatos buscaban a un equipo de cinco o seis personas, quienes representarían al club en los versus. El CVA no es el único club que existe destinado a la música, hay bandas de rock, o incluso otros clubes que a veces tienen ganas de desafiarlos. Dichos clubes no eran organizaciones grandes, como el CVA.

    Sería demasiado trabajoso hacer venir a alguna de las grandes estrellas de voz andrógina, para dar un par de lecciones en aquellos piques contra otros vocalistas; preferible llamar a los miembros más activos, o a los que todavía no eran consagrados. Una contralto lírica vendría muy bien, sobre todo con los antecedentes que tenían de su trabajo. Ya era algo conocida por sus actuaciones, su nombre se esparcía de a poco.

    Dudó de asistir, pese a que Flovia se lo pidió, al menos para que le acompañara. El asunto que le preocupaba era que su membresía difería a la de la mayoría de miembros. Recordaba muy bien la charla que tuvo con Flovia y Kitrinos cuando le explicaron lo que la fundación hacía, y por ello su afiliación al club estaba en secreto. Era miembro formal, pero sólo unos pocos cabecillas sabían que era parte, el resto no tenía idea. Jamás saldría en aquella revista, ni nunca los otros integrantes conocerían de sus hazañas.

    No era una integrante especial, ni quería sentirse en las sombras de aquel grupo, pero la fundación debía saber garantizar la discreción. Al igual que muchos otros, el ser miembro y que de pronto el resto del mundo se enterase, podría traerle problemas, y más prejuicios a sus espaldas. “¿Ella miembro del CVA? Oh, qué raro, no sabía que era hermafrodita”. Ya aguantaba suficientes payasadas como para sumar más, sobre todo siendo ese el comienzo de su carrera.

    Por lo menos el CVA no era muy conocido tampoco, por ese mismo ambiente de prejuicio que se preveía sobre sus miembros. Así que éstos tenían derecho a elegir si lo eran y se sentían bien con ello, o preferían discreción. Flovia era de las que pregonaban a los cuatro vientos la existencia del club, y se empeñaba en llevar al menos una insignia en su ropa, o chapitas en su bolso. Si alguien le preguntaba, ella contestaba deslenguada.



    Aceptó ir, sólo a tantear el terreno. Desconocía cómo le garantizarían el permanecer anónima en un sitio lleno de miembros. Además no contaba con tiempo como para hacer versus con aficionados, o competencias de algún tipo. Flovia con picardía le hizo ver que sí tenía tiempo, pues pasaba extensos ratos al día con Velásquez. De pronto surgieron compromisos. “¿Dejémoslo para otro día? Yo te aviso, no me presiones”.

    Eso era tema delicado, pero la muchacha insistió en que todo mundo rompía intentando poner distancia. O si no, simplemente ir y contarle al violinista que nunca le gustó, y punto final. Es lo que debiera hacer, pero no le era posible.

    Se comprometió a acompañar a Flovia y se acostó temprano, pues la cita era en la mañana. Luego tendría que conducir al conservatorio al límite de la velocidad permitida. O eso esperaba, porque no sabía cuánto podía tardar en todo ese asunto, y sólo se basaba en estimaciones de su joven amiga.



    Pero entonces tuvo una corazonada. ¿Aquella pequeña tarjeta fue mandada desde el patronato, no era cierto? Hacía tiempo le dijeron que su celular almacenaba en la memoria todos los teléfonos con los que se comunicaba. “Para más información, favor contáctese al siguiente número”… lo tenía en el listado.

    Aquello le desanimó. ¡Estaba escrita por Kitrinos! Le trataba en ella como si no le conociese, en modo impersonal. Claro, por eso los patronos conocían sus habilidades, y le buscaban en aquel grupo. ¿Por qué no algo más efusivo, una invitación más cercana? O simplemente ahorrarse de imprimir en ese pequeño rectángulo de cartón, y llamarle. “¿Cómo la pasas, chido? A ver, ¿por qué no le caes a esto? es un grupo con cantantes, la neta todos son bien chingones, para hacer unas batallitas…”

    Nada de eso. El hombre se desligó de ella con una facilidad que le pareció incluso cruel. Al parecer la amistad entre ambos no importaba mucho, pues ni siquiera tenía la mínima necesidad de verle, y saludarle.

    Sólo asistió porque Flovia tenía muchas ganas de someterse al casting, y ya le había prometido que le acompañaría.



    No sabía que desde el siguiente día, su vida tomaría un brusco cambio en su rumbo.
     
  14. Threadmarks: 19 Un trío dinámico
     
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    Un trío dinámico


    Durmió mal, pero logró levantarse a tiempo, y se encontró con Flovia en donde acordaron. Luego se encaminaron al sitio, el cual era una casona en donde se impartían clases de canto. El dueño y también profesor del lugar era un contratenor francés, y como la casona era lo suficientemente grande, la prestaba cada vez que hiciese falta. Ahora la convocatoria no había tenido mucho éxito, aunque según parecía era debido a que el propio club fue más selectivo. De hecho Flovia no estaba invitada, pero como acabó enterándose del sitio en que sería el casting, tuvieron que aceptar que se sumase al proceso.

    Veintiséis miembros del club estaban allí, de los cuales 6 eran incógnitos. Obviamente al estar en la casona y ser vistos, podía evidenciarse que eran integrantes, pero suficiente resguardo tenían al estar entremezclados con espectadores. Los postulantes podían invitar a su familia, y estaba lleno de parientes y amigos. Flovia sólo le traía a ella, estaba fingiendo ser su hermana mayor. La otaku le explicó que en algún momento debía tener irremediables ganas de ir al baño, pero cuando nadie observase, se desviaría del camino y pasaría al salón, donde estaba uno de los patronatos, y un jurado imparcial.



    Divisó a Vilma sentada, resistiendo la tentación de comer galletas, y al principio ambas hicieron como si no se hubieran visto. Seguramente las dos eran miembros incógnitos, ¿no? Al lado de ella estaba un joven de edad parecida, con una peluca colorina y un maquillaje algo exagerado. Era un joven transformista contratenor, según Flovia le dijo. El chico parecía obsesionado con acomodarse aquellos dos bultos bien formados que tenía, los cuales eran bastante realistas. Por el contrario, no podía abrirse mucho el cuello, obviamente no debía dejar que se le viera el escote. Pero combinaba bien, era alguna especie de traje largo, estilo gótico, el cual utilizaba abierto. Debajo una blusa blanca bastante fina, de mujer, y en el cuello ¿un collar para gato? El chico era bastante rudo de modales, se pudo dar cuenta intruseando en lo que hablaba con Vilma.

    No se sintió tan mal de oír conversaciones ajenas, cuando Flovia se aproximó estridente y feliz de verles. Eran un trío muy unido, con una amistad casi desde la cuna, siempre compartiendo los mismos gustos musicales, o al menos con Namie, el transformista. Vilma recién estaba incursionando en el rock, aunque frecuentemente se les reunía, y derrotaba gente al dar los matices líricos en la banda.



    O en realidad no formaban nada, sino que muchas veces cantaban las tres, o los tres, juntos… juntas… difícil, ¡estaba confundida al respecto! Lo importante es que tenían canciones en común, casi todas rocks bastante poderosos, y una que otra balada, las que eran llevadas a cabo por Vilma, quien tenía el talento para cantar de forma menos arrebatada. Por su parte, Namie era un falsetista, y al ser un contratenor intermedio, tenía una voz de pecho un poco más grave respecto a sus otras dos amigas. Llegaba a notas que ambas apenas rozaban, y competía en sus tonos agudos aunque su sonido era claramente pobre. A Namie le faltaba entrenamiento para homogeneizar su rango vocal, supuso una vez oyó lo que improvisaron. Era más bien una cantante “de micrófono”, y sin éste se notaba la distancia que tenía frente a Flovia y Vilma, mucho más aventajadas.

    ¡Juntos, o juntas, eran el terror de muchas bandas emergentes! Unos pocos grupos amateur buscan saber si sus miembros combinan juntos, o tendrán peleas a futuro, si sus expectativas concuerdan… y quieren ponerse a prueba. El trío les ofrecía un duelo, aunque no tuviesen una banda propia. A veces integraban sus conjuntos por un tiempo, dándoles ideas nuevas, ayudando a que se cohesionen y no peleen por tonterías.

    Siempre las bandas principiantes tienen problemas con la duración de los solos, o no se ponen de acuerdo en las letras de sus composiciones, incluso en quién compone. Y si el compositor recibe sugerencias, puede no gustarle aquella modificación, no querer cambiar el original y al final se acaba desechando la canción. Con un poco más de conocimiento musical se puede sacar mayor provecho a la creatividad de todos, y aprender a envolverse en un contexto y un estilo melódico en común.



    Cuando pasan algunas semanas, y los integrantes creen que sus bandas están mejor cohesionadas, además de tener buenas canciones, el trío consigue una agrupación provisoria y les da una paliza musical. Siempre ganaban, la lección es que nunca deja de haber camino por recorrer.

    Tanta jactancia no era simple alarde. Exceptuando a Namie, tanto Vilma como Flovia tenían suficiente habilidad y desenvolvimiento como para ser profesionales. Había multitud de cantantes que apenas tenían talento, ¿por qué ellas dos no iban a ser capaces de triunfar? También Namie con clases de canto se pondría a la altura de sus amigas.



    Aquella fue la primera oportunidad que tuvo de oír cantar a Vilma. Sencillamente, no se explicaba su timbre tan plácido, ¿cómo iba a mezclar eso en el rock? Con una mejor resonación, cosa que ella sabía hacer, sonaría con más fuerza, pero sus matices eran indudablemente líricos. Desencajaba bastante, y el resto del trío lo sabía.

    Todo eso era impresionante, pero seguía sin tener idea de qué se trataban las competencias. Ahora era un casting interno del club, y como el trío estaba afanado en entonar cánticos y le excluían sin querer, debía esperar a reunirse con el jurado para que se resolvieran sus dudas. Se acercó al salón donde todo ocurría, y le pareció perfecto que tuviera una buena insonorización. Así los miembros incógnitos no se exponían a que se oyesen sus voces fuera de la sala, y les reconociesen.

    De todas maneras algo se oía, y por estar pegando el oído a la puerta, casi se da un porrazo cuando la abren. Salía un grupo de 7 personas con caras algo entristecidas. Al parecer daban el veredicto en el mismo momento, y no habían tenido el resultado esperado.



    No fue ni la primera ni la última de las chismosas que intentaran escuchar lo que pasaba dentro. La mayoría de la gente entraba en grupos de a 7, estaba allí casi media hora y luego se marchaba. Aparte de eso, los invitados por ellos también hacían ingreso y se sentaban en silencio a mirar. En algún momento el dueño del lugar le llamó para conversar un poco, ¡qué mal pronunciado su castellano!, pero en eso se percató de la puerta cerrándose con un golpe. ¡Al parecer uno de los integrantes incógnitos había hecho ingreso, y nadie debía ver qué persona era! Intentó mantenerse pendiente de esa puerta hasta que el sujeto saliera, pero de pronto entró el último grupo, esta vez de seis personas, sin que alguien saliese antes. Seguramente había una segunda puerta en otro lado. Estuvo pendiente del acceso al baño, a ver si seguían el mismo plan que el pensado para ella, pero no hubo nada raro tampoco.

    Todo estaba muy bien coordinado, era increíble. Como si santa Claus estuviese camuflado en la casona, y los esfuerzos por descubrirlo fuesen infructuosos. Seguramente no debería intentarlo, puesto que tenían igual derecho a reservar su identidad, como ella la suya. Mientras conversaba, fue cuidadosa de no hacer alusión a sí misma, no fuera a ser que alguien oyese por casualidad. En todo caso, si cualquiera de los presentes descubría que era una de las incógnitas, nada importaba, puesto que nadie le conocía ni tenía idea de que era una contralto en formación. Más le parecía un juego.



    Le preguntó a Flovia qué tal le había ido, pues no salió con buen ánimo de allí. No le dieron respuesta, la tendría una vez todos se hubiesen ido. Al contrario, Namie y Vilma ya habían recibido visto bueno, y seguramente trabajarían en equipo. Era ilógico que no incluyesen a Flovia, ¿no? Era el alma del grupo.

    Pero la muchacha minimizó el tema, y le recordó su repentina necesidad por ir al baño. Era la hora, ¡tenían respuestas que darle!
     
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    Caminó rápido y cerró la puerta con suavidad, queriendo compensar el abrupto golpe que ésta había recibido hace poco. El salón parecía cualquier recinto donde se dan clases, con varios pupitres. La diferencia era que no había pizarrón, y aparte de eso, la acústica del lugar estaba bien cuidada. Hacía algo de calor, pues todo era más o menos hermético, y no había ventanas ni aire acondicionado. Tampoco otra puerta, como se había imaginado.

    Le dieron la bienvenida, aunque el jurado desconocía su nombre, puesto que su identidad estaba a resguardo. Al parecer sólo el patronato sabía quién era y los jurados tenían noción, aunque ciertamente mejor idea tendrían más adelante, si acababa volviéndose famosa.



    Fue invitada a sentarse para hablar un rato. El miembro del patronato presente, de nombre Tom Thri, ni siquiera era cantante, y por eso confiaba en aquel jurado para escoger a los más idóneos. Los 3 jueces: la esposa del francés, un miembro de mucha antigüedad del club, y… un profesor suplente del conservatorio donde estudiaba. De eso hacía años, ¿le podría reconocer entonces? No hizo gesto alguno que lo evidenciara.

    Con un acento mexicano mucho menos exagerado que el de Kitrinos, Thri le explicó que el propósito era seleccionar a 6 cantantes, para seis agrupaciones provisorias. Habían pensado un trío de voz, viola y piano, si le acomodaba, pues sabían que era cantante lírica.



    Existía una academia, la que año tras año buscaba al CVA para poner a prueba a sus estudiantes. No le dijeron qué instituto era; había varios en la ciudad, con un número comedido de estudiantes, especializados en diferentes ramas de la música. Era común ver a “intérpretes en jazz y música popular”, o “intérpretes en teatro musical, con mención en…” aparecer en los procesos de admisión de su conservatorio, seguramente buscando expandir sus horizontes. Parecía ser que aquellos duelos eran alguna especie de preámbulo, antesala a los exámenes de grado o las licenciaturas. Una forma lúdica de descubrir opciones, estilos, y tener un desafío.

    Así las cosas parecían tener más sentido. Los duelos enriquecían un poco la educación de los estudiantes, servían de experiencia a los miembros del club, y de paso, daba algo de dinero a la fundación.

    Ofrecían retos en diferentes aspectos. En términos musicales, por lo general los estudiantes de una carrera, están mejor preparados que los competidores aleatorios que el CVA les envía, salvo que se trate de cantantes. En el club todos deben saber cantar en algún grado, aunque muchas veces no se solicita.



    Al ser admitida no le pidieron demostrar nada, ni que su voz fuera de aspecto andrógino, pues había antecedentes de su desempeño. Pero ahora sí era el momento, debía cantar a cappella cualquier cosa que le acomodara. Se levantó de su asiento y se ubicó al medio de la sala, moviendo un poco algunos pupitres. Su opción: “todas las futuras fiestas”, traducción propia de una vieja canción de los 60. Decidió usarla en aquella audición por dos simples motivos: no era una canción lírica y buscaba explorar, además quizá así despistase al profesor en el jurado, quien podía acabar recordándole debido a su voz.

    Lo que pasó, fue que al reconocer la canción comenzó a golpear su pupitre al ritmo del pandero que debía sonar, e instó a los demás a hacer parecido. El resto con sus pies comenzó el ritmo de percusión, bastante potente en aquella canción. La señora francesa no conocía el tema, pero vio un poco perpleja la situación, igual como ella, que constataba algo evidente: el jurado no cumplía la función que supuestamente debía, puesto que ya le tenían elegida desde antes de iniciarse el casting. Simplemente se dedicaron a disfrutar, y eso era bueno. La música es para compartir momentos, no para juzgar.



    Aunque tenía una menor dureza en aquel canto, respecto a lo conocido de la fallecida intérprete original, poseía un timbre más opaco, y además la canción le acomodaba algo más grave de lo que era. Así que el efecto que consiguió fue hipnotizante, según describió la señora francesa. Todos lo encontraron la palabra adecuada. Resultó algo sombrío, aunque no fue su intención.

    Fue mejor cantar aquello, que algo de su rubro. No habían conseguido un violista aún, y empezaban la siguiente semana. La sugerencia de buscar en su propio conservatorio le trajo una sola idea a la cabeza, dado que tocar una viola o un violín no debía ser demasiado diferente. Por eso mismo, se justificó diciendo que en realidad prefería otros aires.



    Se trataría de improvisaciones entonces, y por ello no le darían nada a ensayar. Le sugirieron imprimir algunas partituras para que se guiasen los músicos que le acompañaran, y de esa forma tener un pequeño repertorio. Todo lindo, pero ¿sería la siguiente semana? No daba tiempo a encontrar la partitura para cada instrumento de una banda, ni sabía qué género musical emplearían los contendientes… ni cómo se iban a definir esos versus, si habría espectadores, de dónde saldrían los músicos a los que se uniría, o quiénes eran los otros cinco miembros elegidos para los demás encuentros. Tampoco sabía a qué sitio tendría que asistir, en qué horario, o si acaso iba a llover o a hacer sol.

    Su sed de respuestas fue saciada en parte, pues esperaban que aquel proceso fuese mayormente una sorpresa. Sería distinto a cómo siempre ocurría. Iba a durar menos de un mes, y eso era inusual, pues en ocasiones la cosa daba para largo.



    Cuando se retiraron, Flovia le explicó que hubo una “guerra mundial”, en la que luego de algún instituto aparecieron los estudiantes con sus propias agrupaciones. Fueron varios meses de duelos, porque descubrieron la esencia del CVA, y aseguraron que la fundación no tenía propósito, y que sus integrantes no encajarían en toda clase de géneros.

    Incluso algunos empresarios que tenían hijos participando en la “guerra”, decidieron prestar atención. Arrendaron sitios y las batallas fueron más formales, con público, cosa que al club le costó controlar, puesto que tanta atención en sus miembros podía ser comprometedora para varios. De todo ello aparecieron situaciones curiosas, como gente de discográficas que por casualidad caía entre el público, y se interesaba en personas del club, o una batalla que en verdad era un examen de ingreso a un conservatorio, no el suyo. Algunos miembros del club y sus rivales, se postularon a un programa de talentos, aunque eso precisamente no funcionó a ninguno de los bandos.

    La guerra no fue ganada por nadie, se fue apagando de a poco, aunque incluso Kitrinos participó para poner algo de orden. Según Flovia, aplastó como moscas a varios exhibicionistas. Eran pomposos que creían ser los mejores del mundo, y se jactaban de poder hacer cosas difíciles, usaban voces guturales, silbidos, puras fanfarronadas.

    El pañuelo amarillo dijo que los soportaran una semana o así, pues acabarían todos disfónicos ante la tonta idea de creerse buenos, sólo por tener registro de silbido, hacer voces de black metal, o pasarse con el scat. Acertó, la mayoría luego no servía ni para trapear el piso, y para los restantes, Kitrinos tenía dosis elevadas de tonterías para principiante.



    El hombre también tuvo que encargarse de un tenor profesional, padre de un joven que había acabado a golpes con un travesti del CVA, seguramente por homofóbico, y luego de recibir provocaciones, el clásico “yo soy mejor que tú, lero lero”. Kitrinos comentó que batallar con tenores le era divertido, dado que él tiene la voz de pecho muy grave, y debe cubrir las notas fuertes empleadas por esos tenores en otro registro. Un tenor en una canción ligera, tiene mucha expresividad. La voz de cabeza suena claramente distinta cantando a tono, y un aria bien compuesta explota dicha expresividad, por lo que se volvía un desafío.

    Eso lo solucionaba empleando su voz mixta, con un timbre ligero y poco femenino, queriendo sonar lo más semejante a un tenor, simulando matices como los de uno, resonando parecido. De querer cantar al modo sopranista a igual tono, el conservadurismo entraría en juego, y todos encontrarían mejor al tenor, pues era lo que estaban esperando oír.



    Pero lo que Flovia contaba eran viejas anécdotas con dos o tres años de antigüedad. Le preguntó si tenía algo preparado para la nueva jornada de encuentros, pero no le dejaron participar. Siempre lo hacía, y querían probar gente diferente. Iría sólo como observadora, frustrada y mirona.



    Ahora debía prepararse para un duelo dentro de los siguientes días.
     
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    De todos modos buscó partituras, para que los músicos con los que participase supieran de qué se trataba. Era mejor ir preparada que llegar a lo que fuese. Tomó ideas de Flovia, pero ella gustaba de música bastante diferente a la que habituaba escuchar, mucho menos interpretar. Decidió emplear de nuevo su traducción “todas las futuras fiestas”, esta vez en modo más singular, más rockero y a la vez con mayor coloratura. Subiría un poco el tono de la canción, para poder tener algo más de soltura a la hora de hacer legatos.

    Sería poco típico y quizá no encajasen las partituras impresas. Por fin su amiga le dijo algo cuerdo: el tipo de música orquestada que acostumbraba, era muy perfeccionada y rígida, todo tenía que hacerse al pie de la letra. Pero ahora encararía un rock en vivo, y había que improvisar. Las partituras podían servir de guía, pero si se dejaba llevar por su creatividad, la guitarra querría seguirle, la batería aprovecharía… las partituras sólo por si acaso. Había que preguntar a los músicos, “¿oigan, ustedes conocen esta canción de la era de los dinosaurios?”, y sólo si no, dar una partitura, la que ellos usarían como guía. Pero no se trata de algo estricto.

    ¡Era cierto! Pensaba en forma muy cuadrada y necesitaba despeinarse.



    Llegó junto a su amiga al instituto. Apretó el timbre y explicó que estaba citada por el profesor de Dirección de conjuntos. Venía a “comprobar al estudiantado y su capacidad de cohesión”. Tardaron un poco en comprobar si estaba autorizada, y finalmente le dejaron entrar. Por el camino hasta el auditorio algunos pocos reconocieron a Flovia, los más antiguos quienes le vieron hacía 2 años. Ella se esmeró en feminizar su voz, caminar lo más sobreactuado que pudiese, y en hundir su estómago, a ver si sacaba algo de senos.

    El profesor descansaba sus gafas en una rodilla, sentado en las butacas echando una siesta. Era bastante anciano, y al poco conversar se dio cuenta de que era muy afable. Él aseguró conocerle de algún lado, y antes de poder responder, Flovia se le acercó para decirle al oído que muy pocos allí sabían lo que era el CVA, así que podía hablar con confianza. En lo que respectaba a los profesores, CVA era “conglomerado vocal asociado”, algo así como una alianza entre profesores y directivos de algunos institutos y conservatorios del país, los que también buscaban a sus alumnos para aquellas actividades extracurriculares.

    Como fuere, era posible que el anciano le conociera, si acostumbraba ir a la ópera. ¡Eso significaba que era una profesional! Un poco injusto para los estudiantes del sitio, puesto que venía a participar, no a supervisar a Flovia, quien rezongó por no poder involucrarse. Le calmó diciendo que todavía era estudiante, aunque hubiese debutado. Además, la mejor forma de comprobar si le conocía, era permitiendo que cantase.



    El caballero explicó la mecánica del asunto. Los músicos a los que se uniría los elegiría de entre un grupo. Había guitarristas, bateristas, bajistas, tecladistas, otros cantantes… bastante variedad, y escogería según necesitara de músicos para su presentación. Luego del acto, sería la hora en que él designaría a los idóneos para vencerle. Ningún alumno había preparado nada, aunque el profesor tenía algunas canciones de jazz en mente. Su objetivo, ver cómo los muchachos trabajaban en grupo, con personas a las que recién conocían; quería ver el grado de organización y de compromiso entre todos. También buscaba reconocer líderes naturales.

    Un buen conocimiento musical garantizaría una gran improvisación, pues todos se compenetrarían y sabrían llevar sin problema una o dos canciones. Hablarían con música, debían entenderse por ese lenguaje, no por las escasas palabras que lograrían cruzar antes de la ejecución.



    Cuatro bandas con formaciones creadas en el instante, dos de ellas con líderes del CVA, y otras dos con el profesor de Dirección a la cabeza, aunque él no se involucraría demasiado. Tenían pocos minutos para elegir dos canciones y organizarse, luego vendrían los duelos. Las dos bandas ganadoras serían finalistas, y luego competirían entre sí.

    La otra cantante del club de voces andróginas era Vilma, a quien se le veía dubitativa. En cuanto a su voz no habría problemas, pero eso de elegir músicos y luego tener que encajar bien el sonido en conjunto, le daba algo de nervio.



    El profesor ordenó a los estudiantes para que se agruparan en el escenario de acuerdo al instrumento que tocaban. Había pocos cantantes allí, dado que casi todos asumían que no serían escogidos. La contralto se acercó a una chica que hojeaba un cuadernillo, pero al indagar un poco en su experiencia, una profesora le explicó que debía elegir completamente a ciegas. Eso les daría desventaja, pues los estudiantes se conocían entre ellos; aunque se compensaba dado que éstos no tuvieron tiempo para prepararse. Para ellos era un evento sorpresa.

    Reflexionó un corto tiempo y decidió cambiar sus planes. Eligió a los más serios, o con expresión de estar concentrados. Le hacía falta una guitarra y un bajo eléctrico, además de algún tambor o similar. Tuvo que conformarse con una batería, la cual no sería usada completa. Además traía en una mochila un pandero, y se lo dio a Flovia. ¡La joven pidió una partitura!, ¡para el pandero! Seguro le estaba tomando el pelo, ella misma había dicho todo lo contrario antes. Le indicó la secuencia que debía tocar durante la mayoría de la canción, y a qué velocidad. Flovia no conocía la canción, pero confió en que para tocar algo tan increíblemente complejo y sofisticado como un pandero, no le hiciese falta un razonamiento analítico de nivel superior, más un postgrado en percusión y rítmica.



    Reunió a los 3 integrantes que fichó, a Flovia, y les indicó que tocarían la traducción de aquel tema. Afortunadamente los 3 ya conocían la canción, así que no sería tan complejo lograr un buen resultado. Su intención inicial era jugar un poco, hacer una versión libre, pero en cambio era mejor ceñirse más a lo original, con una pequeña variante en la intención que se buscaba.

    Esa debía volverse la versión más sombría que nadie hubiera ideado nunca. Al oírla, todos debían sentir un escalofrío, tenían que quedar hipnotizados, intranquilos, sobrecogidos. ¿En qué forma lograrlo? El bajo debía tener fundamental protagonismo, necesitaba estar a mayor volumen que la guitarra eléctrica. Ninguno de los dos músicos recordaba bien la instrumentación, así que tomaron las partituras, en tanto el batero decidió utilizar su memoria, y tratar de ponerse en sintonía durante el transcurso del tema.

    Por su parte, Flovia divagó en ideas para hacer que un pandero sonase tenebroso.



    Vilma también había conseguido su agrupación, compuesta de un teclado y del único miembro de la academia que tocaba el clarinete. Fue obvio que se iría a la segura con música de cámara; esa clase de trío tenía algunas composiciones a su haber. Ahora restaba ver si los otros dos muchachos podrían ejecutar algo de la complejidad que supuso eso tendría. No estar ambientado a la música clásica para algo tan complejo, incluso fuesen sólo tres miembros, podía ser fatal.



    Los dos grupos hechos enteramente de estudiantes internos, no estaban conformados aún. El profesor esperaría a ver la presentación de cada una de las bandas, para idear aquellas que le darían batalla. Eso era muy ventajoso para los alumnos, así que junto a Vilma estaban presionadas a dar desde el principio lo mejor.
     
  17. Threadmarks: 22 Melodía fantasmal
     
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    Melodía fantasmal


    Los primeros en partir fueron los muchachos escogidos por Vilma. Como se esperó, todo fue bastante desastroso, y aunque la muchacha le entregó las partituras a sus dos acompañantes, ninguno tuvo forma de encajar el sonido. Tuvieron problemas con el tempo, luego se corrieron del tono, pues el segmento cantado era más agudo, y sintieron que no cuadraban las cosas. Ella en teoría lo estaba haciendo una octava más arriba de lo original, no debiese haber problemas, pero simplemente su voz no encajó.

    Era un nivel de complejidad demasiado elevado como para salvar la situación improvisando, además. Un real desastre, todo un fracaso del que Vilma aprendió bastante, tras hablar con el profesor de Dirección en privado. Para lidiar contra eso, el hombre creó una banda de jazz melódico con trompetas y 2 vocales, uno femenino y otro masculino, quienes se relevaban el uno al otro cada dos versos. Ellos fueron el punto flaco del conjunto, puesto que decidieron cantar a igual tono, lo que significaba que la mujer iba más grave de lo que le acomodaba, y el hombre más agudo. Hubo algunos falsetes bastante feos de su parte.

    Ya habían notado el problema, pero avanzada la canción seguramente sintieron mejor el continuar tal cual, a cambiar sin justificación lo que hacían. De todas maneras el resto del conjunto funcionó muy bien, imprecisiones aparte. La victoria estaba garantizada luego del desastre con Vilma. Ella había tenido muy buen nivel interpretativo, sin embargo la cosa era en equipo. El aplausómetro inclinó la balanza hacia los jazzistas.



    El que estuviesen en una academia dedicada al jazz les entregaba a los locales clara ventaja. El rock era un pariente cercano, pero sería difícil superar el swing de los estudiantes. ¡Había que pedir la fuerza de Pegaso para la misión!

    ¿En serio Flovia le estaba diciendo semejante tontería? Recordó que tenía quince años y que era tan aficionada al anime como ella al manga. Así que en voz baja dijo “¡dame tu fuerza Pegaso!”, y le dejó tan contenta que tuvo la suficiente paz interna, y claridad mental, como para tocar el pandero con todo su espíritu.



    Ayudantes movieron los instrumentos al fondo, para que su banda comenzara a ubicarse. Afinaron y hablaron lo justo, hasta que estuvo todo listo para empezar.

    El bajo y la guitarra dieron inicio, segundos después la batería entró en acción, de forma potente. Flovia notó con agrado que la pequeña secuencia de su pandero encajaba, y tocó entusiasmada. Por último, le tocó sumarse, y ennegreció su voz tanto como le pareció natural, a tono. ¿Estaría correcto aportar un poco de exhibicionismo? Había ido a aquel lugar a experimentar, pero eso nada tenía que ver con la pericia necesaria para cubrir aquella canción. Sólo sería impresionar al público con pantomimas, así que no lo haría… ¿cierto?

    El bajista decidió descender una nota la melodía, puesto que el hombre notó que empezaba a emocionarse con los tonos graves; bajó un semitono de pronto. La guitarra le siguió, y así llegaban a la mitad de la canción, nivelándose. Estaban obteniendo el efecto deseado, impregnando un aire mágico y aletargador en el ambiente. Todos se hallaban concentrados en el espectáculo, pues sabían que era difícil volver a escuchar algo semejante.



    En la parte final, cuando las estrofas quedaron todas atrás, restaba acabar con la misma frase, repetida hasta perderse. No resistió la tentación, ¡bajó una octava completa! Con un poco más de concentración pudo sostener su voz, dejando a varios con la boca abierta.

    ¿Sería verdad lo que Kitrinos le dijo, que en realidad podía ser la mujer de voz más grave en el mundo? Lo descartó, era por efecto de lo sombrío de su timbre. Anteriormente, hubiese atacado la segunda octava del piano en forma discreta y más airosa, pero con micrófono, podía descender la intensidad y encarar esas notas en forma menos suspirada. Incluso podía freír su voz para bajar todavía más, pero no gustaba de aquello. Ya había descendido una octava, era suficiente. La última nota rozaba el límite, su cuerpo avisaba que podría guturalizar.

    Ya debían descender el volumen, y el primero en hacerlo fue el guitarrista. ¡Pero ella todavía tenía ganas de seguir! Bajó la laringe para ahondar más su voz, sin descender la nota. Estuvo engrosando un poco cada palabra, y comprobó que era cierto: se podía pronunciar con esa voz frita. La última nota, un Re#2, se extendió por 3 segundos. Una sensación rara, como menos.

    Cuando se detuvo, el bajo eléctrico también. El baterista prosiguió un poco más, buscando terminar su idea. Flovia por algún motivo continuó, y comenzó a dar golpes cada vez más lentos al pandero. Para finalizar, por alguna clase de creatividad rara, lo dejó caer.



    En un comienzo nadie abandonó su actitud pasmada, tal vez era cierto que se hallaban hipnotizados. Pero por fin el silencio se rompió con el sonido del aplauso, momento en que varias personas se le aproximaron asombradas, para preguntarle alguna cosa. También Flovia se acercó y ofició de guardaespaldas, para alejar a todo el gentío, usando poses y gestos que demostraban su inmenso cosmos. Algo lejos, Vilma miraba apagada por su derrota. La ejecución le hizo cuestionarse sobre su propia voz.



    El profesor de Dirección se sacó las gafas para pensar, y decidió que el jazz no sería lo apropiado para lidiar con eso. ¡Tuvo la idea perfecta! Era necesaria una soprano, pero no cualquiera, necesitaban a una profesora. Uno de los jóvenes salió corriendo a buscar a quien requerían.

    No era algo valedero, sin embargo ella misma había debutado profesionalmente, y no presentó queja, por lo que continuaron. Aparte de buscar a la soprano, el estudiante trajo debajo del brazo un instrumento que incluso algunos desconocían, y al chico encargado de interpretar.

    —¿El chico venía debajo del brazo también? —la niña le cortó la historia.

    —No digas esas cosas tontas.

    —Es que confundes con tu relato. Tampoco sé si estás narrando en primera, o en tercera persona. Cuando das tus conclusiones sobre lo que pasa, a veces no sé si era lo que tú pensaste, o lo que otro dijo… en fin.

    —¿Quieres que te diga qué instrumento raro era el que trajo el estudiante?

    —Sí sí…

    Un theremín. Una caja de madera con dos antenas, una vertical y otra horizontal. Hay que colocar el theremín en un pedestal, y encenderlo. Mientras más cerca está una mano de la antena vertical, el tono se hace más agudo. La antena horizontal sirve para graduar el volumen. ¡No hace falta tocarlo! Por eso Flovia dijo, no pensó ella misma, que era música fantasmal, ¿te quedó claro, niña?

    —¡Agh!

    Junto a eso, un teclado debía timbrarse de forma similar a un vibráfono, instrumento parecido al xilófono. El tecladista tendría que tocar notas cortas muy precisas; él llevaría la batuta sobre la canción que planeaban.

    Con sólo 3 integrantes no era más que una agrupación poco común, y por eso fueron subestimados por casi todos. El teclado inició, creando una melodía lenta y pausada, muy aguda. El theremín más que ejecutar una secuencia, se encargaba de dar un sonido atmosférico, logrando un tétrico envolvimiento del ambiente al compás de la profesora. Ella tuvo que improvisar una letra referente a caer en el infierno, describir las torturas que estaba viendo, y que sufriría pronto. Repitió castigos y fechorías parecidas en dos versos, y en el último, relató la sensación de desesperación al saber que se pasaría toda la eternidad bajo aquel tormento.

    La voz de la profesora, con quien de hecho había trabajado en alguna ocasión, era muy cristalina, pero esta vez la usó un poco diferente. Se paseaba sin dificultad por la quinta escala del piano, pero parecía mucho más aguda por lo que estaba haciendo con su timbre. Los matices que ofrecía eran bastante curiosos, y el último grito de terror impactante. Se trató de una escala la cual abruptamente se rompía, para acabar con un fa6. Sin duda una soprano bastante dotada en sus notas limítrofes.

    ¡Fue fenomenal! De no ser por lo minimalista de aquella improvisada canción, se hubiese dado por perdedora.



    Debían escuchar el dictamen del público. Entonces recordó una afirmación de Kitrinos; era obvio que ganaría. La gente se impresionó por su voz, pues una mujer que lograse hacer eso era inusual. Había explotado aquel prejuicio, y ahora ganaba por un margen bastante cómodo. En todo caso, no se podía decir que el profesor no había sabido jugar sus cartas. El efecto de la soprano fue estremecedor, resultó una total batalla de lo atípico y pavoroso.

    Las notas agudas pueden inquietar más que las graves, debe ser algo enraizado en lo más oculto del subconsciente. Ella misma sintió un escalofrío, y eso que había oído muchas cantantes de igual tesitura antes.

    ¡Flovia, quien no estaba acostumbrada al lirismo, estaba patidifusa! Pero no era para tanto, la tesitura de la mujer se lo permitía, supo disminuir la presión cordal justo en aquel último grito. Seguramente, había abandonado la voz mixta en el fin, para continuar de cabeza las notas elevadas.



    No pudo profundizar en las dudas de su amiga, pues la banda que había vencido a la propuesta por Vilma tocaría nuevamente. En todo caso, ellos dejaron claro que sería ilógico enfrentarse a algo como lo visto; sólo lo harían para disfrutar de la música. En esa ocasión los dos cantantes estuvieron mucho mejor, no hubo problema.

    El siguiente desafío seguramente sería más complicado que aquel. ¿Qué le depararían aquellos encuentros?
    ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    La versión que usó la protagonista en aquel encuentro no está basada en la original "todas las futuras fiestas", sino que en la versión de la cantautora:
     
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    Una futura derrota


    Para acabar, propuso a su banda que hiciesen un homenaje a aquella rara melodía fantasmal, en una versión heavy y grave. No recordaba la letra con exactitud, pero algo se le ocurriría. El baterista se las arregló para encajar en aquello, y por su parte Flovia dejó el pandero de lado. Durante el segundo verso, se introdujo bajo el tono original usado por la profesora.

    Se puso tensa al final, pero tomó palabra y cortó su voz mixta, para de pronto quitar presión a sus cuerdas y emitir en falsete. Cuando descubrió que eso era “súper cabeza” y se estabilizó, continuó subiendo y acabó casi perfectamente.

    ¡Daba saltitos por lograrlo! Su timbre se perdió mucho, y sacó esas notas bajo gran esfuerzo, pero nunca había llegado tan agudo antes. Lo valioso era que pudo afinar, aunque debía tener en cuenta que a futuro, por nada del mundo debía lograr eso esforzándose.

    ¡Es que la primera vez siempre duele! Eso provocó risas de varios estudiantes, y le hizo sonrojar un poco.



    Luego de las felicitaciones del viejo profesor, vino el explicar a los estudiantes el propósito de los duelos y el objetivo buscado, contrastándolo con lo visto. Ciertamente fue algo de provecho, y esperó se repitiese alguna vez. Por último, las miembros del CVA tomaron desayuno allí, y hablaron de música con algunos otros estudiantes. El bajista con quien tocó estaba bastante animoso, pero finalmente abandonaron el recinto. Flovia, e incluso Vilma reprocharon su falta de instinto ¡Era obvio que estaba haciéndose el interesante! Justo cuando necesitaba distraerse del violinista… pero no era de esas mujeres, estaba en una relación; sería sólo por malicia. Era inepta socialmente, pero no malcriada.

    Decidió cambiar de tema, preguntando si acaso alguna tenía noticias de lo que vendría. Vilma las tenía, pero sería distinto a lo supuesto. El maestro Kitrinos le había pedido que estuviese atenta a Flovia, pues buscaba trabajar con ella en cuanto descubriese la voz de cabeza elevada. Quería ayudarle a desarrollar bien el puente vocal entre esa voz de cabeza alta, y la común. No sin antes fortalecer su nuevo registro, por supuesto.



    Pero había una serie de condiciones. Primero que nada, la doctora Dalia Darwin sería quien le orientase, y necesitaba hablar con Flovia en privado para explicarle a cabalidad de qué se trataría el proceso. Su amiga estaba planteándose el seguir un proceso de desarrollo acondicionado, pero para hacerlo de verdad, bajo garantías médicas, necesitaban autorización firmada de sus padres. Eso no sería difícil de obtener, en vista de todo lo que el CVA ya había intervenido a la chica.

    Además, la maestra Vert estaba nuevamente en el país, y quería que el proceso de transformación vocal de Flovia fuese bien documentado. Había que aprovechar para hacer estudios, ahora que se daba el raro caso de un púber que decidía cortar la maduración de su voz. Debían comprobar cómo avanzaba su timbre, y también descubrir sus límites tonales. El terminar de expandir su rango de forma natural tomaría años, y aparte, debían ver cómo evolucionaba éste por el propio entrenamiento para aumentarlo.



    Ya estaba concretada una fecha y dirección para Flovia. En tanto ella, tendría que afrontar un nuevo versus aquel mismo día, a una hora parecida. ¡Lástima! Sentía curiosidad por la clase de consejos que darían a su amiga, o qué tipo de enseñanza seguiría. También sentía curiosidad por la maestra Ao, de quien no había oído suficiente, como para conceder que fuese una trascendida por entre las sopranos.

    Además extrañaba a Kitrinos. Por como Vilma había explicado las cosas, parecía que se involucraría en el proceso.



    Aparte de eso, Vilma le dio una hoja doblada, con un mensaje de la maestra Vert. Leyó luego de ofrecer unos consejos a la joven, por si los nuevos duelos seguían una temática similar. Eso no era necesario, pues Vilma ya había fallado, entonces no seguiría adelante en aquel proceso. La joven había fracasado y Flovia no participaba, así que del trío original, tan sólo continuaba Namie.

    ¡Aquel muchacho travesti! Casi había olvidado su existencia. No quiso decir nada, pero no tenía fe en el joven. Se despidió de Vilma, quien decidió caminar sola para tomar un bus. Su expresión no lo demostraba, pero se notaba perturbada. Era evidente que los duelos a ella le significaban mucho, y su estrepitoso desatino le dio qué pensar. Quizás se lo tomaba demasiado gravemente; sólo tenía catorce años, era el comienzo de su camino dedicado a la música.



    Desdobló la hoja. La caligrafía en castellano era bastante descuidada, aunque no había faltas de ortografía. Al lado opuesto estaba lo mismo escrito en japonés, pues Ao recordó que buscaba aprender un poco del idioma, y le pareció bueno colocar el texto traducido. Si sabía leer los kanjis, podía serle de utilidad.



    ¡Hola!

    Si ganaste el desafío, entonces Vilma te entregó este papel que está escrito, y eso significa que quiero hablar contigo, pero no supe cómo encontrarte. Así que te anoto mis palabras en esta hoja, y atrás está lo mismo en mi propio idioma que hablo. No lo mismo idéntico, me cuesta armar frases en español porque se me olvida.


    Escribo esto para comentarte que estoy de vuelta en el país, porque volveré a trabajar con la doctora Dalia Darwin, no sé si la conoces pero te lo digo. Ella se encargará de esa amiga de Kitrinos que es Flovia, y yo asistiré y haré mis propios estudios para mi proyecto. Más después te diré qué es el proyecto, por ahora debo darte la dirección a la que debes ir, para el asunto de los versus del CVA. No soy una de los tres patronos, así que no te puedo decir los detalles, aunque no tengo muchos.


    Hay que preparar una canción, me tienes que decir cuál es y yo arreglaré para que exista una versión grabada cuando la cantes. El contrincante tuyo hará lo mismo, ninguno de los dos sabe cuál canción podrá ser la otra.


    Es importante que vayas, porque el siguiente desafío lo perderás rotundamente. Yo sé que quieres saber por qué perderás, así que no faltes. No hay público ni jurados, uno de los dos decidirá que el otro está mejor, y se rendirá.


    Si tienes problemas con la fecha y horas que te indico más abajo, debes comunicarte. Y también no olvides decirme tu canción, puede ser cualquiera que exista. Saludos amiga.



    Leyó entretenida esa carta, curiosa del estilo tan raro para escribir de la mujer. ¡Y ese incentivo era de lo más extraño! Ya que le amenazaban con ser derrotada, se puso en mente el salir triunfante, eso le daría “autoridad” para pedir a Ao, a modo de premio, que cantase y así comprobar sus capacidades reales.



    No se tomó en serio aquello de ser vencida. Sin mayor información, no podía estar segura de que el siguiente versus fuera equilibrado. Si tenía que comprobar sus agilidades frente a una soprano, o si ponía a prueba su rango tonal al lado de personas con registro de silbido, era obvio que la tendría difícil.

    Así que todo se basaba en esa canción que tenía que elegir. ¿Debía optar por la canción más loca que se le viniera a la cabeza? Así demostraría todos sus dotes vocales de una vez, por si cabía espacio a entrar en minucias estilo “ella es peor al contendiente por esto, pero el rival es malo para esto otro”.

    Sería un real problema de egos establecer que el ganador fuese decidido por el propio contendiente derrotado. Imaginar que estaba frente a alguien que le ganara en forma tan tajante como Ao aseguraba, era absurdo, pues se hallaba al nivel de cualquier lirista internacional. Quizá le faltase perfeccionarse un poco más, y tener mayor experiencia, pero en cuanto al canto neto, era asombrosa. ¿De dónde saldría alguien que no sólo le hiciera el peso, sino que barriera con ella? En tal caso, el mostrar terquedad carecería sentido. Si el duelo era justo, sería bastante tonto negar la derrota, e impedir que el encuentro terminase.

    ¡Pero era ilógico! La diferencia con el opuesto tendría que ser inverosímil.



    No le dio más vueltas al asunto, pues aquella frase fue escrita por la maestra Ao, quien en otra época había convivido mucho más cercana a Kitrinos. Seguramente tenía la misma opinión absurda del hombre: el que es mejor lo es y punto. Camuflar eso por lo políticamente correcto, era querer cegarse. Por aquella conclusión se tranquilizó un poco, y buscó la dirección en un mapa. El sitio estaba bastante cerca de la casona donde realizó la audición del CVA, se pudo dar cuenta.



    No tuvo problemas con la fecha ni la hora, así que cuando llegó el momento, fue en su moto al lugar. Al presentarse, supo que ese no podía ser el sitio del duelo.
     
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    LhaurgigSesnas

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    Paseo en motocicleta


    El sitio era una zona residencial muy tranquila, apenas se veía uno que otro vehículo avanzar por la calle, rozando muy de cerca los retrovisores de los autos estacionados, pues era un área un poco estrecha. Era un lugar plácido con buenos árboles, frondosos. Salvo una pareja que conversaba antes de despedirse, no había nadie más alrededor.

    La dirección que tenía era la de una casa en cuya reja había un enorme cartel de “se vende”, y por lo largo del pasto y lo polvoroso de las baldosas, se notaba que nadie vivía allí. Le dieron mal el número, quizá fuera la casa de al lado, o la de enfrente. Sin embargo, alrededor no parecía haber ningún indicio de que se fuese a producir algún evento, ni había más gente que pudiera tener el mínimo asomo de ser músico.

    Se estacionó y miró hacia el jardín. Una pequeña ventana estaba sin cortina, así que dio vistazo al interior, y se veía desocupado. Ningún mueble, por lo tanto Ao se había equivocado; seguramente la casona del francés era el sitio correcto. Estaba a pocas cuadras.



    Preguntó a la pareja si la casa de verdad estaba deshabitada, pero se llevó una sorpresa. ¿Alberto? Su novio no le había notado llegar, ni tampoco ella se había detenido a ver quién era el hombre que estaba tan entretenido con la joven allí. El violinista se apresuró a decir que era su hermana, y esa su casa. La muchacha respondió que en aquel sitio que preguntaba, nadie vivía desde hacía más de un año.

    Con la mayor de las sutilezas pidió a Velásquez que no se entusiasmara mucho de su presencia, pues tenía prisa y debía resolver el problema. Si no era la dirección indicada, tal vez fuese alguna clase de truco, o prueba. El letrero tenía un número de teléfono escrito, para que llamasen los interesados en comprar el inmueble. ¿Tal vez marcarlo? ¡No, por supuesto que no! Le tomarían por loca. En todo caso, lo anotó en su teléfono portátil, quizá hubiese posibilidad de arrendar el sitio. Cada vez tenía mayores ganas de mudarse, y si el lugar estaba bien conservado, podía ser preciso. Se hallaba cerca de todo, y el vecindario parecía amigable.

    Si la casa estaba a metros del domicilio de la hermana de su incómodo novio, pues no interesaba. ¡No iba a rechazar un buen sitio para evadir a una persona! Sería bastante inmaduro.



    Más que llamar al número en el letrero, con quien debía hablar era con Ao. Pero no tenía su teléfono, o quizás ni tuviese un celular. Entonces, a Kitrinos. Seguramente también supiese de aquellos encuentros, y le pudiera ayudar. Pero llamarle, y con Alberto ahí… ¡qué tonta era! Simplemente se quitó el casco y marcó, esperando que el hombre contestase, y hubiese en su tono una mínima señal de simpatía. Estuvo bastante expectante, pero quien levantó el auricular fue Vert, quien contestó con un llamativo “moshi moshi”.

    Iba a decir su nombre, pero la japonesa no lo necesitó, su voz le presentaba. Explicó su situación, sugiriendo que tal vez recibió mal la dirección. No obstante, Ao le explicó que la casa tenía un sótano, y por eso no veía nada. Tenía que acercarse y “golpear el timbre”.



    No había motivo para sentirse inquieta entonces. Debía cruzar la calle para aproximarse a la reja. Guardó su teléfono mientras se bajaba de la moto, y antes de meter sus llaves al bolsillo, apareció de la nada un chico con capucha, quien le tironeó, haciéndole caer en la acera. Eso fue tan abrupto que intentó colocar las manos para no golpearse, soltando las llaves. El muchacho las recogió y rápidamente se subió en la moto. De la incredulidad no pudo reaccionar rápido, se quedó tirada viendo atónita al muchacho echar a andar su motocicleta, y escaparse.

    ¡Pero qué rayos! Velásquez se apresuró en ayudarle a ponerse de pie. Le preguntó si no se había lastimado, y en cuanto los dos comprobaron que de pronto el hampón no avanzaba, le gritaron. Al parecer algún problema sucedía con la moto, pues se había quedado parada.

    Ambos salieron en persecución del ladrón, aunque ella no era tan rápida como su novio. Eso no impidió que le adelantara pronto, pues el hombre se frenó ante un llamado de atención de su hermana, ¡eso era peligroso! Velásquez le instó a detenerse también, pues no tenía sentido continuar. Estaba bien y era lo importante.

    ¡Pero el joven de la capucha miraba hacia atrás aún, sin poder arrancar! Cuando ya estaba a pocos metros, por fin pudo volver a partir.



    Sin reparar en los llamados, continuó. ¡No podían llevarse su motocicleta, le costó comprársela! Claro que el ladrón no estaba interesado en eso, así que ganó velocidad y pronto estuvo casi fuera de su vista.

    A toda la velocidad de la que era capaz, prosiguió. Había pensado en desistir y frenarse, pero luego del cruce notó al sujeto ahí, esperando la luz verde. De seguro el rufián no pensaba que continuaba tras de él, y ahora intentaba pasar desapercibido. Apuró sus piernas hasta donde ya no podía más, varias veces casi tropieza. El bolso que llevaba le caía una y otra vez a un lado de su cintura, haciéndole muy incómoda la carrera.

    Gritó por ayuda, pero nadie hizo caso. ¿Ayudarle en qué? No sabían qué era lo que seguía.



    El muchacho dobló a la izquierda y se perdió de su vista. Cuando llegó al fin de la cuadra casi cayó al girar, pero consiguió afirmarse de una farola. Divisó al ladrón a mitad de la calle, dejando su moto a un lado de la vereda. ¡Menos mal! A toda prisa alcanzó su vehículo, ¡pero la llave no estaba!, ¿por qué? Quizá la moto falló otra vez, pues el sujeto echó a correr. Decidió continuar persiguiéndole, pues tenía una lata de gas pimienta, y mientras con un ojo miraba a su asaltante, con otro ponía atención para abrir su bolso, ¡era difícil hacerlo así! El sujeto cruzó el paso de cebra con luz roja, imprudente, y cuando ella llegó a ese punto ya había luz verde.



    Se estaba quedando sin aliento, ya sentía sus piernas fallar. Gritó por ayuda otra vez, teniendo mejor éxito que antes. Un hombre subido de peso miró en dirección a donde apuntaba, y divisó al sujeto de chaqueta con capucha. El joven a cada rato se la volvía a colocar, tras ésta irse atrás producto del movimiento.

    Le persiguieron por otras dos calles, y eso bastó para que su improvisada ayuda quedase rendida. El caballero le pidió disculpas por no seguir, así que le hizo un gesto agradeciéndole, mientras no se detenía. Pero pronto tendría que hacerlo, la carrera se le hizo tan pesada que incluso comenzaba a marearse. Jadeaba igual que un perro, pero entonces algo raro hizo el muchacho. Cruzó la calle descuidado, haciendo que casi le atropellasen, ¡y luego se detuvo! Se le quedó mirando un rato, a ver si era capaz de alcanzarle, y luego se sacó la capucha.

    Pareció hacerle un guiño, pero no estaba segura, se había puesto nebulosa su vista. El joven esperó a que se acercase un poco más, y se metió al jardín de una gran casa. Sin poder abrir su bolso, sorteó la reja entreabierta y avanzó unos metros, internándose en una edificación en penumbras. Tuvo que frenar violentamente, pues se había metido en un sitio cerrado.



    El nerviosismo se mezclaba en su cara junto al sudor. El lugar era de tamaño reducido, y no vio al chico por ningún lado. De pronto reaccionó con un grito: ¡alguien le sostuvo con fuerza un brazo! El pánico le hizo ignorar la voz que oía, e intentó zafarse.

    ¡Si tan solo hubiera logrado abrir su bolso! Podría usar el gas pimienta y librarse de su captor. ¿Cómo se le había ocurrido perseguir al muchacho, por unas tontas llaves? Gritó por ayuda, esta vez mucho más tensa.

    Respiraba agitada, ya no sabía si por el cansancio, o presa del miedo.



    De pronto y por fortuna, se encendió una luz, y vio que quien le afirmaba era Kitrinos. ¡Por supuesto! Había hecho el trayecto hacia aquella casona, y se había metido en el garaje. Como estaba muy concentrada en la persecución, no había atendido a nada de lo que tenía alrededor.

    El alivio fue muy grande al reconocerlo, al por fin oír su voz pidiéndole calma, diciéndole que todo estaba bien. Se sintió tan confortada que en cuanto el hombre le soltó, se aproximó a él y se puso de puntillas para abrazarlo. Kitrinos no se esperó aquello, y tardó en rodearle con los brazos. Puso una mano en su nuca, y le ofreció un hombro. Le preguntó si estaba cansada.



    Emitió un suspiro. Ya todo estaba bien, tenía a Kitrinos para protegerle, y el sujeto que le había hurtado no se veía.

    Su sensación de alivio le duró sólo pocos segundos. Cuando logró pensar con calma, se dio cuenta que todo estaba torcido en su cabeza.
     
  20. Threadmarks: 25 Agitados momentos
     
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    Agitados momentos


    Aunque quería seguir sintiéndose confiada entre los brazos del hombre, necesitó tomar distancia. Agitada miró hacia su alrededor… el ladrón estaba cerrando el portón del garaje.

    Si eres un malhechor y tienes que dejar tirada la moto para huir a pie, ¿qué sentido tiene estacionarla bien? En cuanto se dio cuenta de lo que había pasado, el muchacho se aproximó con las manos en alto. Buscó en un bolsillo del pantalón las llaves, y las dejó encima del techo del auto de la familia. ¡No podía creer semejante payasada!



    Kitrinos tendría que dar explicaciones para semejante tomadura de pelo. Eso le pareció fatal, de verdad pensó que le estaban robando. ¡Con eso no se juega!, ¿y si alguien hubiera alcanzado al chico, y le daba una golpiza? ¿O si atropellaban a alguno de los dos, producto del desenfreno? ¿Qué pasaba si se torcía un tobillo? Pero el miedo que pasó fue lo peor, no es algo que se tome por broma.

    ¿Por qué diablos ellos dos se prestaron para eso?, ¡pero qué falta de criterio! Se sintió pasada a llevar, ultrajada. El chico le había robado… no tardó Kitrinos en echarle la culpa a la maestra Vert. Ella había ideado tal estupidez.



    El muchacho se desabrochó la chaqueta, despreocupado. ¡No era para tanto! Además tampoco le botó al suelo de forma brusca. Kitrinos les aconsejó entrar a la casa, y tomar agua, o descansar. Por mientras él iría a recoger la moto, así que tomó las llaves rápido y les pidió a ambos que no peleasen.

    Bastante reacia estuvo de ser guiada por el joven, quien pretendía conducirle hasta el salón insonorizado. ¿Por qué ir para allá? No se estaría cómodo, mejor tirarse en un sofá y no seguir instrucciones del chico. Ni siquiera debía dirigirle la palabra, ¿cómo se atrevió a hacer algo así? No le conocía, ¿con qué confianza?

    ¡El joven no se pudo creer que todavía no le reconociera! Él hasta hizo una seña al final, pero nada. Namie se alegró de que su disfraz de mujer funcionara, pues alguien que recién le conocía no sabía distinguirle sin éste. Su arte tan raro era efectivo, era todo un transformista.



    Aunque fuese Namie, su actitud era inaceptable. Casi comienzan a discutir, pero como no parecía haber esperanza de hacerle entrar a la sala, Ao apareció por las escaleras, con un vaso para cada uno. Agua mineral sin gas.

    Le urgió beber. Namie también tomó con avidez, y tras vaciarlos, Ao les instó a dirigirse al salón. Ya era hora del encuentro, había que ser rápidos, antes de que los dos tuviesen tiempo de descansar aunque fuese un poco.

    ¿Es que pensaban que iba a cantar para ellos? Era la razón de haberle hecho correr, el cansarle. Más adelante le daría Ao una explicación, debía tener paciencia, pues no tuvo mala intención.

    ¡Pero que desvergüenza! Y aunque quisiera cantar no podría, incluso por unos segundos se sintió desvanecer. No había podido si quiera tomar asiento, y temió desmayarse. Le costaba caminar en línea recta, todavía estaba agitada. ¡De hecho lo estaba más que cuando corrió! A cada rato que pasaba, más pálida estaba. Necesitaba urgentemente tomar asiento, y entre bocanadas gigantes de aire, entró en el famoso salón, por inercia. Los pupitres estaban apartados, querían que cantase de pie. Tuvo que tomarse un tiempo, dos o tres minutos, hasta que volvió a compensarse. Nunca había sentido una sensación peor. Su corazón golpeaba como si palpitara en grados Richter.



    Mientras se recuperaba, pensó en si era adecuado cantar. Por supuesto que no podía, ¡imposible! Apenas podía sostener su voz como un simple susurro tembloroso, impreciso. Pero la maestra Vert se lo pidió encarecidamente. ¿¡Qué tan importante podía ser eso!? ¿Acaso la mujer no veía su estado?, ¿no dimensionaba lo que le habían hecho? La japonesa le ofreció el permanecer enojada, pero cantando. Además le respetaba, y no volvería a hacer algo así. Lo que pasaba, era que Kitrinos necesitaba saber si correría, o cuál sería su reacción. En cualquier caso llegaría de regreso pronto, y tendría la moto de vuelta.



    Primero Kitrinos le dijo que Ao había sido la responsable, y ahora ella decía que la culpa era del hombre. Preguntó por el origen de esa retorcida idea, y la japonesa admitió que ella había sido quien ofreció la imaginativa estrategia al mexicano, cosa que él se dispuso a ejecutar. Ao le necesitaba cansada, y Kitrinos en una situación de riesgo. Todo controlado, inofensivo, por supuesto.

    ¡Pero es que en su mente no fue inofensivo! Namie acabo frustrándose de las quejas, estaba siendo cansina como nadie, indignada de tonterías. Además no podía excusarse con que estaba cansada, puesto que él sería su contendor. Aparte, estaba en su casa, ¡si no le gustaban las condiciones se iba, y descansaba en la calle!

    ¡Qué ganas de estrangular a Namie un rato, ahora que podía ver su cuello sin ningún collar felino rodeándole! ¿Vivía allí? Seguramente era hijo del hombre francés, y ya que se enfrentarían, era inútil ocultarse como miembro del CVA. Ojalá el muchacho no abriese mucho la boca.



    Al ver cómo el joven daba saltos y elongaba, desistió de sentarse y se ubicó en el lugar idóneo. Ao caminó hasta un estéreo sobre una de las mesas, para reproducir la pista de la canción que eligió. Pero antes pidió el apagarlo, pues cantaría a capella. ¡Era su improvisado plan B! Contrario a su idea inicial, escogió una canción que demostrase su solidez interpretativa, en vez de algo que simplemente fuera exhibicionista. La musicalidad era un factor a tener en cuenta para el duelo, la impronta artística.

    Sería incapaz de cantar sin dar lástima, pero al menos lo haría a tono, a tempo, con su sola memoria. No debía quedar mal parada, y se obligó a cantar de idéntica forma a cómo lo había hecho en muchas otras ocasiones. Sin embargo, cosa natural luego de su corrida, incluso tuvo dificultades para sostener su voz a buen volumen. Desafinó mil veces, no pudo cambiar de impostación sin quebrarse, y sonaba airosa a más no poder. Dio real asco, fue patética.

    Era natural que perdiese contra Namie, que estaba en mejor estado físico. No era justo. Intercambiaron lugares, y por fin pudo cerrar los ojos y descansar. Intentó hallar comodidad en la silla de madera; no estaba para nada interesada en oír al muchacho. Ya lo había hecho antes, y no podía esperar nada nuevo ahora.

    Él pidió solo un minuto, tiempo en que permaneció con los ojos cerrados. Luego Vert reprodujo un estridente rock el cual tenía un comienzo suave.



    Cuando Namie comenzó a cantar, quedó boquiabierta como nunca antes lo había estado. Incluso no sintió conmoción así con Kitrinos, cuando demostró sus reales capacidades. ¡Imposible!

    Producto de su abrupta reacción, sufrió un nuevo mareo, y tuvo que estirarse lo más posible en su asiento. Pero no cerró los ojos ni despegó la vista de Namie. Por ningún motivo debía perderse lo que estaba oyendo.
     
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