Al final se habían detenido en una de las máquinas dispensadoras para comprar un par de sodas que les vinieran bien a la migraña que ambos se cargaban, una vez hecho eso, continuaron hasta la biblioteca. Jez entró despacio. —Permiso~ —Altan solo la siguió, abriendo la lata para darle un trago largo. La albina alzó apenas la voz, lo suficiente para ser escuchada pero tampoco para interrumpir demasiado si había alguien leyendo—. ¿Blee? No fue hasta después de que llamó al nombre de su amiga que reparó en la presencia de Gotho y soltó un pesado suspiro. Tomó asiento en una de las mesas, mientras sacaba el libro que habían acordado leer para el club. Altan se sentó pesadamente en la silla junto a ella, también había reparado en la presencia de Natsu pero realmente no se molestó en alzarlo a ver. Ya que la fastidiosa de Eris no estaba era mucho más fácil pasar de él. Además no era imbécil, desde el principio en las noches cuando topaba con él se había dado cuenta que realmente buscar provocarlo no tenía caso alguno. Realmente Gotho nunca reaccionaba de forma que lo entretuviera y de hecho, si lo intentaba, era más fácil que él fuese quien perdiera los estribos. —¿Vas a leer algo, Al? —Qué va. Tal vez otro día revisen qué tienen —dijo mientras se colocaba la lata fría contra la frente, soltando un pesado suspiro.
Kashya Thornton La profesora apareció antes de que Bleke pudiese decir nada más, aunque me di cuenta de lo contrariada que parecía al darse cuenta que Emily también había ido a aquella fiesta. Bueno, tampoco había esperado que Jezebel fuese y estuvo ahí, ¿no? No eran tan diferentes, a decir verdad. Las clases pasaron como siempre, sin mayor precedente, y cuando la campana sonó avisando del descanso mis siguiente objetivo fue obvio. Recogí las cosas mientras miraba por la ventana. Con la lluvia, mucha más gente se reunía en la biblioteca y a veces era un poco molesto porque había mucho ruido, pero tampoco tenían más sitios a los que ir así que tocaba ignorarlos. No vi a Emily cuando salí al pasillo, quizás se había quedado dormida o le estaba costando más moverse. Sea como fuere, sabía que lo más probable es que acabase viniendo también a la biblioteca así que la esperaría ahí. Cuando llegué al lugar, no me costó distinguir el cabello blanquecino de las demás chicas del club, así que me acerqué hacia dónde estaban. Vi que Bleke estaba con otra chica así que me senté delante de Jez, saludándola con un suave "buenas tardes". —Jezebel —llamé su atención después de unos minutos, tras haber rebuscado entre mis cosas para sacar la bolsita que Emily me había dado y entendérsela—. De parte de Emily. No sé nada, quizás venga luego a explicártelo. Y tras decir aquello, abrí el libro de nuevo y me puse a leer. Contenido oculto Si Emi no se me puto muere por Shio-chan, luego se la aviento a Jez para la softness, pero por el momento podemos ir preparando el escenario *sips tea* Lo que hay en la bolsita, btw, son unos cuantos trozos de manzana hechos como conejitos que suelen comer los japos, tú sabes uwu
Esperó pacientemente a que Bleke respondiera sus preguntas —En tercero —respondió mientras obedecía el pedido de seguimiento, caminando con suavidad al mantener el libro abrazado contra su pecho, manteniendo la mano derecha libre para deslizar su tacto con sumo cuidado a cada vibración de la manilla en su muñeca, evitando entorpecer el paso, y a la vez manteniendo una distancia prudente. <<Capacidades diferentes>> —Mi madre —susurró al recordar el capricho que hizo por tratar de ingresar al anterior instituto de Natsu, sin embargo aquel llanto fue inútil en cuanto su padre sospechó sus intenciones, terminando matriculada en Gakkou. Sin embargo, el que Natsu terminara ahí por descache suyo fue un gol que no se esperó anotar. Frenó su caminar por un instante al escuchar la puerta de la biblioteca abrirse. ¿Más estudiantes habían ingresado? —¿Te gustan los libros, Bleke? —preguntó mordiéndose el labio al caer en cuenta de los honoríficos que no estaban dentro de su cultura—. ¿San? Elevó su filosa mirada entre el libro que traían sujeto en su mano izquierda, denotando aquel pesado suspiro que lo hizo sonreír en mofa. ¿Estaba ella a caso en el club de lectura, o solo era una empollona más del sitio? Ninguna de las dos opciones lo sorprendía en lo más mínimo, sin embargo el que Altan continuara con ella provocaba que quisiese intervenir un poco en el medio. ¿Alguna vez la dejaría sola? Qué niñito más pegajoso. Se levantó de su puesto y se encaminó hasta ellos, posando el libro en el capítulo tres que se encontraba leyendo mientras tomaba asiento frente a Jezabel sin siquiera preguntar si podía ocupar el espacio, a fin de cuentas no tenía intención de retirarse de la biblioteca hasta conocer los miembros del club. Ciertamente, hablaría de libros, no era tan idiota como para espantarla de nuevo. —El amante de Lady Chatterley —murmuró dejando que su gruesa voz se deslizara por sus cuerdas vocales de manera impersonal—, ¿alguna vez lo has leído? —cuestionó volviendo la vista al libro después de quitarse la chaqueta y dejarla sobre el respaldar del asiento, permitiendo que las líneas finas de tinta en sus antebrazos, muñecas y nudillos quedaran a la vista.
Una vez hubo ingresado a la biblioteca, echó un vistazo por los alrededores para, no lo sé, ¿detectar al club? Se imaginaba un grupo de estudiantes más o menos decentes y tranquilos reunidos en torno a una mesa, y aunque el primer requisito no lo cumplían los chicos de allá, seguían siendo la mayor concentración de gente y decidió probar suerte. Fue hasta ellos con pasos amortiguados y deslizó los dedos suavemente por el borde de la mesa antes de alzar la voz. —Hola —murmuró, ¿a quién debía dirigirse en particular? Optó por las chicas, se veían más... como de un club de lectura—. ¿Es el club de lectura? Reparó entonces en el tipo de los tatuajes, el que iba a clases con ella, y detalló el libro que llevaba entre manos; no dijo nada. Estaba simplemente aguardando por una respuesta cuando observó a Kashya con más atención y alzó las cejas, sorprendida, y se inclinó sobre la mesa hacia ella. No tenía mucha idea de espacio personal, en verdad, y la escrutó con detenimiento antes de soltar una exclamación de sorpresa. Sonrió, divertida, y tomó su barbilla sin ser bruta para girar un poco su rostro y seguir analizándola. —Shite, es como verme a un espejo pero luego de un baño químico. ¿Acaso eres mi gemela perdida, lass? —Oh —se apresuró por corregirse al saber que era de tercero, y le sonrió—, entonces Balaam-senpai. Asintió al oír su simple respuesta sobre las razones que la habían llevado a Sakura, hasta que se dio cuenta que la chica no podría verla y se llevó una mano a la frente con suavidad, meneando la cabeza. —Ya veo —murmuró, notando por el rabillo del ojo que se había detenido y virado su atención hacia la entrada; Bleke la imitó y vio que sus compañeras ya habían llegado. Como supuso, tenía buen oído. Retomó la marcha un instante después, ya que se encontraban cerca de la sección asignada. —Sí, me gustan mucho. Son una gran compañía, ¿no crees? Por ello estoy en el club de lectura. —Se detuvo, girándose hacia Violet, y apoyó apenas la punta de los dedos sobre el borde de la estantería—. Aquí están, senpai. Si tú también disfrutas de los libros, podrías unirte a nosotras. Nos reunimos aquí todos los días durante el receso o después de clases, además la Academia cuenta con una gran variedad de libros en braille. Una chispa de orgullo se había colado en su voz. Bleke consideraba realmente importante la inclusión de las minorías, la atención a las excepciones, y un detalle como ese le parecía sumamente relevante en las labores de la institución. Si llegaba a ser presidenta, le gustaría seguir trabajando por esa línea. —Podríamos leer los mismos libros, todas juntas, y luego debatirlos. Personalmente, es una actividad que disfruto mucho. Así que, senpai, tómate el tiempo que desees y si quieres, estaremos por allí. Atender a las excepciones sin ahogarlas le parecía clave. La chica había logrado seguirla hasta allí sin trastabillar, ni perderse, ni dudar. Había reparado en el pequeño aparato que llevaba entre manos y, además, contaba con una gran audición. Puede que el mundo no estuviera diseñado realmente para personas ciegas, pero la capacidad humana de adaptación era extraordinaria y confiaba en Violet. Confiaba en que podría hacer algo tan simple como elegir un libro y volver a la mesa junto a ellos. Los votos de confianza eran muy importantes. Volvió junto a las chicas, pues, además de Altan y aquellas dos nuevas caras. ¿Qué estaría pasando? Se acercó a Jez, depositó las manos sobre sus hombros suavemente y le sonrió desde arriba. —Buenas tardes, Jez —murmuró, pues ya había pasado la mañana junto a Kashya. Metió la mano en el bolsillo de su falda y sacó de allí un pañuelo de tela con tulipanes bordados, que depositó sobre la mesa justo frente a Altan—. Tienes todo el rostro mojado, senpai. Sin esperar una respuesta, se acomodó en la silla libre junto a Vólkov y abrió su maletín para sacar el libro que estaban leyendo. El muchacho de los tatuajes, el amigo de Violet, había hecho mención de un libro, pero se lo había dicho a Jez y decidió prestar atención al intercambio en silencio. Por allá también había una morena de pelo corto hablando con Kashya. ¿Serían miembros nuevos del club? Vaya.
—Al, no deberías estar bebiendo nada aquí —lo reprimió con la vista clavada en el libro. —Está diluviando afuera y no voy a salir al pasillo por una lata de soda —respondió sin ser brusco, mientras se retiraba el envase del rostro. Iba a decirle algo más cuando notó los movimientos de Kashya hacia su dirección y le regresó el saludo con una ligera sonrisa en el rostro. Sin embargo, algo de confusión se reflejó en su rostro cuando la chica le tendió la bolsita. La tomó, por supuesto. ¿De parte de Emily? La pregunta era por qué. Como fuese, dejó la bolsa junto a la lata de soda que había comprado y regresó la mirada al libro. Notó el acercamiento del chico de la mañana de inmediato, si había algo en lo que era buena era notando los movimientos de otros a su alrededor incluso cuando estaba inmersa en un libro. Suspiró con pesadez al escucharlo hablar. ¿El Amante de Chatterley? Altan a su lado se revolvió en su asiento, evidentemente tenso, era después de todo un estúpido niño rico y con todo sabía de libros aunque pocas veces se interesara en ellos. Jez era una densa, ciertamente, pero si de algo tenía conocimiento era de libros, el color le subió al rostro pero a pesar de eso lo que hizo fue fruncir el ceño. Separó la vista su propio libro para echarle un ojo al que él había colocado frente a ella, no pensaba mirarlo a los ojos de todas formas. En ese momento notó también las líneas de tinta en sus brazos. ¿Tatuado? ¿Cómo terminaba un tipo con esas pintas en el Sakura? —No —respondió, concisa, sin ser brusca—. Nunca me llamó la atención esta clase de literatura, honestamente. El tacto suave de Bleke sobre sus hombros la hizo echar la cabeza hacia atrás, buscando su mirada para regresarle la sonrisa. Cuando se separó, notó el gesto del pañuelo frente a Altan. —¿Ah? —soltó, extrañado por el comportamiento de la rubia—. No importa. Gracias de todas formas, Middel. Le regresó el delicado pañuelo sin molestarse en utilizarlo. El frío hacía retroceder ligeramente su migraña.
Kashya Thornton Después de aquello me había centrado por completo en mi libro, así que fui incapaz de darme cuenta de lo que sucedía a mi alrededor. Parecía que nuestra mesa estaba especialmente concurrida ese día pero nada que me incumbiese, a decir verdad. Eso fue hasta que sentí como alguien me agarraba de la barbilla y giraba mi cabeza, viéndome de repente reflejada en unos ojos violáceos idénticos a los míos. No era Emily, sin embargo. Y quizás en aquel momento fue la primera vez que mi rostro expresó algo parecido a un sentimiento. Los ojos se me abrieron ligeramente, presa de la impresión y quizás con algo parecido al terror. El gaélico fue la gota que colmó el vaso, por supuesto. No solo éramos prácticamente idénticas a excepción del color del pelo, también hablábamos el mismo idioma. Hacía mucho que yo misma no lo pronunciaba, mis padres eran los únicos que sabían y casi nunca estaban en casa, pero lo reconocería en cualquier lugar. —Ten cuidado hoy, puede que muramos después de habernos visto. * * * Emily Hodges Mis pasos me dirigieron hacia la puerta de la biblioteca. Con la lluvia la mayoría de los sitios estaban ocupados así que tampoco tenía muchas opciones, al menos la biblioteca sería uno de los lugares más tranquilos a pesar de todo. No podría concentrarme en las clases ni ponerme al día con el trabajo escolar, pero quizás un libro me ayudaría a centrarme un poco. Distinguí la cabellera de Kashya no muy lejos pero no fui capaz de adentrarme por completo al percatarme de que no estaba sola. Qué tonta, me había olvidado que el resto del club de lectura se reuniría ahí y que Vólkov-senpai estaba ahí. Logré distinguir también la bolsita que yo misma le había preparado delante de ella y sentí de nuevo el rubor atacando mis mejillas. Ah, mierda, era vergonzoso. Pero tenía que hacerlo, ¿verdad? Ya había hecho bastantes cosas que no debía la noche anterior, más me valía equilibrar la balanza. Suspiré, en un intento de calmar mis nervios, y finalmente me decidí a avanzar hasta alcanzar la mesa donde estaba la chica. Apenas me di cuenta de que Kashya estaba con lo que parecía su gemela, e intenté con todas mis ganas no sentirme intimidada por aquellos dos chicos que la estaban rodeando. Al menos conocía algo a Sonnen-senpai y sabía que no era mal chico, pero aquel otro de los tatuajes... qué miedo. —V-Vólkov-senpai... —llamé su atención, apretando con fuerza el maletín entre mis manos—. ¿P-puedo hablar contigo, p-por favor? En el p-pasillo, si puede ser... Contenido oculto Chale, ¿te la vas a declarar o qué? (?
La distendida charla con Ai Mamiya había logrado disolver gran parte de su tensión inicial. Para cuando alcanzaron la biblioteca incluso se había convertido en una ligera sonrisa que se borró nada más cruzar las puertas. Se detuvo como si hubiera chocado contra una pared invisible y la palabra abandonó sus labios como un murmuro. —Middel-san. No tenía los datos necesarios sobre su rival política. Por generalizar, no la conocía en lo absoluto. Y aquello era probablemente un movimiento nefasto. Por lo que había podido ver aparentaba ser una joven tranquila, bastante calmada. Su voz incluso podía parecer átona según que ocasiones, pero podía notar una clara chispa desafiante detrás. No dudaba que un entorno silencioso y recogido como la biblioteca estuviese en su lista de lugares predilectos de la academia. Como lo estaba el invernadero para ella. Pero... ¿qué hacía ahí el chico tatuado? Esperaba que no hubiera venido a seguir molestando. —¿Son tus amigos Cerasus-chan? Un escalofrío traicionero le recorrió la espalda cuando sintió el aliento cálido de Ai hablando tan cerca de su oído. No era verdaderamente necesario. No podía alzar la voz allí, pero podía escucharla sin dificultades. Poseía un tono sedoso, casi dulce. Que solo se dulcificaba hasta casi volverse un ronroneo empalagoso cuando pretendía molestarla. En esa ocasión su voz solo mostró curiosidad. No tenía intenciones de ser nada más que una pregunta inocente. Konoe asintió. —Ven—le pidió y tomó su mano. Su expresión se había iluminado y parecía algo más emocionada que el resto de la mañana. Se filtraba discretamente en su voz—. Quiero que los conozcas. Se acercó a la mesa solo para encontrar también allí a otra figura conocida. Nada más sus ojos se toparon con la cabellera oscura, tan similar, recordó como había estado actuando la noche anterior. Akaisa, luego Wickham. Había pensado que Hodges no encajaría en ese mundo de sombras. Pero puede que Sonnen tuviese razón y ella fuese como él, una infiltrada a medias. Una que tenía la capacidad de mimetizarse por completo No era necesario ser tan perceptivo como Altan. Le gustaba andar entre monstruos. Le gustaba ser uno de ellos. —Buenas tardes Hodges-san—la saludó brevemente con una ligera inclinación, cortés, antes de regresar su vista a la mesa—. Sonnen-kun, Vólkov-san, ella es... —Mamiya Ai—respondió la otra con suavidad y soltó una risita suave, breve y femenina. Todo en ella tenía la sutileza de una de esas princesas de cuento—. Ah, es maravilloso conocer a los amigos de Suzumiya-san. Soy la presidenta del club de jardinería. Si alguna vez sentís el irrefrenable deseo de conectaros con la madre naturaleza estaré encantada de recibiros en mi edén particular.
En lo que le respondió a Gotho, aparecieron otras dos personas, Emily Hodges y Suzumiya, acompañada de una muchacha de aspecto suave. Jez sonrió, animada a pesar de al tensión que le provocaba Natsu y su propio malestar físico. —Un placer conocerte, Mamiya-san —le dijo a la chica, antes de levantarse, dejando en su lugar el libro y la bolsita que le había entregado Kashy en nombre de Emily—. Me van a disculpar un momento, ya casi regreso y podemos irnos a almorzar. Se dirigió entonces a Emily. >>Te sigo entonces, Hodges-san. ¿Por qué la chiquilla estaba tan jodidamente nerviosa al hablarle a Jez? No era como si ella fuese a morderla. Frunció el ceño sin siquiera darse cuenta, observándola. ¿Era porque se había dejado comer por el puto perro de Wickham? Qué desastre de niña. Sus gestos se suavizaron al escuchar la voz de Konoe abrirse paso en la biblioteca y la buscó con la mirada, solo para comprobar su estado. Detalló a la muchacha que la acompañaba y soltó una risa nasal. ¿Qué pasaba con esa escuela? Tenía a los mismísimos engendros de Satanás, pero también un montón de princesas o intentos de princesas por lo menos. Se permitió una sonrisa genuina aunque apenas visible. —Es bueno conocer a una amiga de Suzu —soltó bastante más relajado. ¿Club de jardinería? Ni de coña, pero sonaba ridículamente acertado para ese par de chicas. Contenido oculto que no se note que quería usar la cintita del pendejo (?
<<entonces Balaam-senpai.>> Negó con la cabeza al comprender levemente, avergonzada. —Puedes llamarme Violet —solicitó suavemente mientras le escuchaba con atención. ¿El club de lectura? Asintió sonriendo tomando aquello como si hubiese sido una invitación directa. Oh, se sentía tan contenta de tener la posibilidad de hablar con otras personas sobre el placer que causaba la lectura al sumergirse en diferentes escenarios que quizá, no viviría jamás en su vida. Y entonces escuchó los pasos de Bleke alejarse luego de indicarle dónde estaba los libros acorde a sus necesidades. Comenzó a palpar cada lomo, como si se abriera camino hasta uno que llamase su atención. Quizá podía pedir un permiso y de tal forma llevarse uno a casa consigo, leer en las noches y contarle a Natsu sobre su nueva experiencia como miembro de un club. ¿Mm? Logró divisar con suma facilidad el sonrojo ajeno. Iban dos veces en que lo producía el mismo día, aquello le incitaba a que una sonrisa ladina tratara de dibujarse al fastidiarla con tanta facilidad, sin embargo, en esta ocasión se la guardó, pasando de página con parsimonia mientras la escuchaba, leyendo sin perder su respuesta con aquella expresión simple que solía mantener. En cuanto iba a volver a hablar para mantener un flujo de conversación escuchó una voz desconocida proclamar la atención de Vólkov, por lo tanto no interfirió, en otra ocasión tendría la oportunidad de dialogar con ella sobre libros, sin tanto insecto alrededor. Y entonces, se dio cuenta. ¿Vólkov? No se le sabía ni el apellido hasta ese entonces. Continuó leyendo con calma escuchando a la niña políticamente correcta presentar a otra más como presidenta de quién sabe qué, leyendo en silencio al no sentir interés por interactuar. "El mundo moderno, al dar rienda suelta a la emoción, solo ha conseguido vulgarizarla. Lo que necesitamos es el dominio clásico." Si continuaba devorándose las páginas, no tendría necesidad de llevarlo consigo a casa de Violet.
Mamiya siguió los pasos de Jezebel cuando se incorporó de la mesa hasta que desapareció por la puerta de la biblioteca. Era grácil como una flor de lirio. Sus pasos suaves, la melena albina como un manto fino de seda. Yuri no Hana. —El placer es mío Lilium-chan—respondió con una sonrisa suave, los ojos celestes entrecerrados, levemente entornados. Su voz fue casi un ronroneo. Mamiya Ai era sin duda la Dionaea si la referían al mundo de flores y plantas que tanto amaba. Una planta carnívora. Tal vez no se movía en el mundo de sombras como lo hacía Cerbero pero no era necesario. Incluso aparentando serlo no era ni por asomo un lienzo en blanco. No era una muchacha inocente ni ninguna princesa en apuros. Era, de hecho, una depredadora nata. Paciente, meticulosa. Su carácter maternal podía tanto ser una máscara como podía ser tan real como el resto de sus facetas. —Oh, ¿amiga?—preguntó con una risita y rodeó la cintura de Konoe con ambos brazos apretando su pecho contra su espalda. Suzumiya se tensó y sus mejillas no tardaron en tomar el color de los cerezos en flor cuando percibió sus intenciones. Contuvo la respiración—. Cerasus-chan y yo no somos amigas. Somos pareja. ¿Verdad? —Mamiya-san...—murmuró pero no hizo ademán alguno por liberarse de su agarre. Una parte de su cuerpo parecía necesitarlo y reprochó su dolor de cabeza y su propia debilidad. Su voz sonó ligeramente más grave, un tono de advertencia—. Por supuesto que no. Sonnen lo sabía de todas formas. Sabía que estaba enamorada de Welsh, aquel juego no iba a llegar demasiado lejos. Incluso la propia Ai lo sabía. Había sido la pieza clave que inició todo ese desastre mencionando aquella cita de Pablo Neruda. Tirando de los hilos correctos y señalando lo evidente. El elefante en la habitación. >>Podrán cortar todas las flores pero no podrán detener la primavera<< La primavera eran sus florecientes sentimientos. Aquellos que Konoe había negado tanto tiempo, rehusándose a aceptar la idea de que había terminado enamorada de una persona que podía destruirla con una facilidad irrisoria. Una promiscua y escandalosa muchacha que por designio del destino había terminado por ser su mejor amiga. Para Ai Mamiya todo era una novela. Y ella era la narradora que, con mano diestra, podía mover sus personajes como deseara hacerlo. Era una sádica y al mismo tiempo era extremadamente dulce y maternal. Parecían dos conceptos incompatibles. Soltó una risa sedosa. —Es broma, por supuesto. Lo lamento—finalizó pero no la soltó. Apoyó el mentón sobre su hombro y apretó su agarre. El largo y ondulado cabello rubio le hizo cosquillas a Suzumiya en el rostro—. ¿Pero no es adorable~? Cerasus-chan es demasiado linda. Me pone celosa... Konoe desvió la mirada, aborchonada. La situación de la noche la tenía prácticamente caminando por una cuerda muy fina suspendida a metros de altura. Cualquier paso en falso y caería con todo su peso. Mera bioquímica cerebral. —Mamiya-san...—susurró. >>Dime Helleborus-kun ¿cómo os conocisteis?—Ai centró su mirada en Altan. Helleborus niger. Una planta venenosa, floreciente en invierno—. Me da genuina curiosidad. ¿Fue anoche?
Su sonrisa se había ensanchado al percibir la clara sorpresa en el rostro de la albina, pero luego... Arrugó el ceño y la soltó. ¿Qué? Mientras más y más lo pensaba tenía menos sentido y acabó por soltar una carcajada corta, algo áspera pero ciertamente divertida. Tomó asiento junto a Kashya. —Bueno, siempre podemos morir, ¿verdad? —Se encogió de hombros y observó a la chica de costado, con el rostro apoyado en el dorso de la mano; tenía aquella diversión casi burlona plasmada en todo su rostro—. Aunque no lo andamos pensando por ahí, entonces, ¿a qué viene el vaticinio, bonnie?
Bastó un movimiento de Mamiya Ai para que él arrojara el pensamiento que acababa de tener a la papelera, para eliminarlo completamente de su mente. Podía tener pintas de princesa, pero no lo era, en definitiva. La jodida chica no era ni por asomo tan suave como aparentaba. Entrecerró los ojos unos segundos, borrando el atisbo de sonrisa que se había permitido, y entonces la figura de Mamiya Ai se fundió con una que conocía bien: Kurosawa Shiori. ¿Qué pasaba con eso, había otra desquiciaba de mierda que colaba su vena posesiva con cariño y calidez? Qué gracia. Había que ver el peligro, de verdad, solo les faltaba salir con un Trastorno facticio infligido a otro. Lilium. Lirio. Cerasus. Cerezo. Helleborus. Eléboro. ¿Ella...? Plantas carnívoras. No, era demasiado evidente. Aquella flor tropical que crece a las orillas de las calles en algunas zonas de centroamérica, que era una jodida droga. Reina de la noche la llamaban, aunque en línea se registraba como floripondio. Sus flores recordaban a campanas, blancas o de un tono parecido al de los duraznos. Brugmansia arborea. Soltó una risa plana, apoyando el codo en la mesa, observando el resto de las gracias de la chica. ¿Pareja? A él se le escapaban detalles, pero no necesitaba más que la lectura superficial de aquella tirada de cartas de la madrugada anterior. Tuvo unas ganas de soltarle en la cara que sabía que no era una mierda de Suzumiya, pero se contuvo y se limitó a apoyar la cabeza en su mano, observando a las dos casi como un depredador. La negativa de Konoe le vino en gracia casi tanto como la de Jez a Gotho, solo que esta vez tuvo la decencia de no soltar la risa. Sabía la mierda en la que se había metido Suzumiya, además. —¿Ah? —soltó, tomado fuera de base ante las palabras de Ai sobre Konoe. ¿Adorable decía? Bueno, no era ciego, Suzumiya era una japonesa prototípica en comportamiento pero eso no quitaba que fuese una chica ciertamente agraciada. Se encogió de hombros, porque de todas formas lo traía sin cuidado, y acató la otra pregunta—. Sí, fue anoche.
Kashya Thornton La observé sentarse a mi lado después y la escuché, con cierta sorpresa. No parecía preocupada, más bien divertida, y regresé la vista al frente mientras recuperaba la calma. Ciertamente, siempre podíamos morir, pero era obvio, ¿no? A lo que me refería. Bonnie. Hm, ¿de verdad lo pensaba? —Doppelgänger —respondí, al fin, volviendo a mirarla aunque habiendo recuperado la impasibilidad que solía mostrar—. O gemelo malvado. ¿No lo has oído nunca? Si te lo encuentras, significa que vas a morir.
Ingresó con pasos ligeros a la biblioteca, en busca de la silueta de su prima. Era muy probable que la encontrara allí, de modo que había sido su primera alternativa. Sonrió con calma al identificar la melena rubia en medio de un gran grupo de gente, sumida en su libro como si el mundo alrededor no existiera. Al menos, en eso se parecían. No reparó realmente en nada más, sólo se sentó junto a ella a la espera de su reacción. Bleke la percibió de inmediato, lo sabía. Llevaba, después de todo, una vida entera conociéndola; sabía absorber hasta las señales más pequeñas. Su prima se había tensado ligeramente al percibir, quizá, su aroma. Solían decirle que poseía un aroma muy característico. Aguardó en silencio, no ansiaba interrumpir su lectura. —¿Qué sucede, Ophelia? —murmuró, fue casi un susurro monocorde. Byrne ensanchó apenas su sonrisa de forma casi condescendiente y se colocó un largo mechón de cabello castaño tras la oreja. —Prima —la llamó, en un tono igual de bajo; su voz era más grave y madura que la de Bleke, toda ella, a decir verdad, exudaba adultez—. ¿Podría hablar contigo un momento? —Es reunión de club. Tendrá que ser luego. Ophelia contuvo un ligero suspiro y se la quedó viendo mientras Bleke fingía seguir leyendo con gran parsimonia. Bueno, lo había visto venir. No disfrutaba de su compañía, ¿verdad? Y no podía culparla, no luego de haber rechazado de plano sus intentos por congeniar. Puede que no hubiera maldad o rencor en el corazón congelado de Middel, pero cuando cerraba una puerta... lo hacía para siempre. Vivir acorde a sus decisiones, solía decir su madre, la responsable de la sangre Middel fluyendo por sus venas. Lo decía mucho, Bleke era un fiel reflejo de ello y es que la rubia, al fin y al cabo, era en sí un fiel reflejo de su familia. Ella misma tampoco consideraba que hubiera maldad en su propio corazón, aunque en ciertas ocasiones la dominara un extraño impulso por... jalar de la cuerda. Se inclinó hacia Bleke, suavemente, y entreabrió los labios justo sobre su oreja. Nadie más fue capaz de oír lo que dijo. Sólo su querida prima. Mantuvo su sonrisa al alejarse. Vaya, en verdad tenía un talento increíble para enmascarar sus emociones, un talento que entre las paredes de su casa probablemente admiraran y reconocieran. Pero ella, fiel adepta al romanticismo y a la exaltación de los sentimientos, no lo soportaba. Le parecía repulsivo. No era vida en absoluto. Los dedos de Middel apenas se contrajeron alrededor del libro que mantenía abierto, y sus ojos se detuvieron un instante sobre las hojas. Nada más. Siquiera volvió la mirada para ver a Ophelia. —Ya lo sabía —fue toda su respuesta. ¿Estaría mintiendo? No logró descifrarlo. Se permitió suspirar suavemente y paseó su mirada por la biblioteca. Justo a su lado se estaba dando un intercambio al cual apenas le había prestado atención, al menos hasta el momento. También estaba el chico cuervo, ese al cual parecía haber casi espantado ayer. —¿Este es el club de lectura? —le preguntó, volviendo a interrumpir la lectura de Middel; vaya, ¿estaba algo molesta?—. Lo imaginaba más pequeño. —Lo era, ciertamente, pero ahora parece haberse convertido en una reunión de bar. Ophelia se sonrió con amplio interés y se permitió una risa breve y sutil. Disfrutaba demasiado los pequeños momentos donde Bleke dejaba de ser una perfecta muñeca de hielo. —¿Los conoces? —No a todos. —Pasó de página—. La muchacha albina, de cabello corto, es Kashya, miembro del club. La morena a su lado, no lo sé. El chico de los tatuajes tampoco. Aquí a mi lado, un amigo de Jez, y las chicas... —Se tomó un instante para recordar—. Mamiya Ai y Suzumiya Konoe. Los ojos de Ophelia se abrieron un poco. —¿Suzumiya? ¿La otra candidata a las elecciones? Bleke simplemente asintió, y Byrne viró su atención a las dos jóvenes de pie. ¿Cuál de las dos sería Suzumiya? Vaya, llevaba un tiempo queriendo conocer a la rival de su querida prima y... parecía el momento idóneo para ello. Sin embargo, parecía atorada en medio de una charla bastante fluida. Sería descortés interrumpir, ¿verdad? Se mantuvo quieta, con aquella sonrisa impresa en el rostro, a la espera de un momento para intervenir. Su sonrisa casi se transformó en una risa, pero tuvo la suficiente decencia de opacarla antes de que hiciera sonido. Se mantuvo exactamente en la misma posición, sopesando sus palabras. —¿Y tú crees en esas cosas? —fue todo lo que dijo. A ella, realmente, le traía sin cuidado cualquier mierda de esas. Religiones, espíritus, mitología, lo que fuera. Morgan era pragmática, racional e incluso, si se quiere, algo nihilista. ¿Qué sentido tenía buscar respuestas allí donde jamás tendríamos acceso? Contenido oculto perdón el tocho jsjs
Kashya Thornton —Mhm. Eso acompañado de un asentimiento de cabeza fue toda mi respuesta. En realidad, siempre había sido un poco extraña en ese sentido. No creía en ninguna religión, en deseos o en cualquier otra cosa sobrenatural, pero los mitos y leyendas de ese estilo tenían un efecto especial en mí. Quizás no era que creyese al 100% en ellas, pero tampoco podía descartarlas por completo. ¿No era, de todas fornas, extraña la coincidencia de habernos conocido siendo tan parecidas? >>Aunque si mañana seguimos vivas, supongo que tendré que dejar de hacerlo. Me dispuse entonces a seguir con mi lectura tras sentenciar aquello pero me detuve a medio camino y volví a centrar mi atención en ella. No todos los días conocía a alguien así, ¿verdad? Al menos tendría que ser educada y presentarme, como Emily solía decirme. >>Me llamo Kashya. Contenido oculto This is so funny istg (? PD: este es mi post 9000. Coincidencia, no lo creo (?)
Ai Mamiya hizo un mohín. —Vaya qué frío—respondió casi como una niña ante la respuesta cortante de Sonnen. No hablaba en serio naturalmente. Solo estaba jugando—Ah~ Helleborus-kun es un tipo tan frío como el invierno que lo hace florecer. Aflojó el agarre en torno a la cintura de Konoe y poco a poco la dejó ir. Suzumiya no pudo contener el suspiro que abandonó de golpe sus pulmones ni el alivio que recorrió su cuerpo como agua clara cuando se vio finalmente libre. Dios. Se sentía más sensible de lo usual. En todos y cada uno de los sentidos. Después de todo estaba desnuda sentimentalmente. Estaba agotada y exhausta. Sin nada a lo que aferrarse salvo un corazón roto. Conocía a Ai de sobra. Era una rara amante de las plantas y las flores con un carácter cálido y maternal que la hacían parecer una senpai modélica. No era controladora ni manipuladora, no abiertamente, pero disfrutaba genuinamente de molestarla. A ella en especial. Andaba poniéndole nombres científicos de flores y plantas a todo el maldito mundo. ¿Debería extrañarle siquiera? Sonnen le venía en gracia en cualquier caso. Era evidente por la forma en que lo miraba. Y era adorable. Incluso bajo todo ese aspecto tóxico y oscuro le resultaba tierno. —Anoche...—murmuró y se llevó la palma de la mano a la mejilla cavilando en silencio. Cerró los ojos. La conversación con Konoe la había dejado bastante tensa. Sonaba totalmente rota al otro lado de la línea. Soltó un suspiro bajo y se volteó hacia Suzumiya antes de volver a abrir los ojos—. Cerasus-chan ¿me dirás ya lo que hiciste? Me dejaste preocupada. Lo que hiciste. Konoe se tensó como un elástico. La maldita pregunta de rigor. La maldita pregunta. Miró a Bleke y al resto de presentes. Sonnen, el tipo del tatuaje. Nunca había sido una mentirosa. Se consideraba una persona responsable y siempre aceptaba las consecuencias de sus actos fueran cuales fuesen estas. Era disciplinada, había sido educada de forma tradicional y se había criado en un ryokan sirviendo a los clientes. Jamás había huido o dado un paso atrás. Si había a alguien a quien señalar en ese desastre no era Cerbero, era ella misma. Por dejarse llevar. Por ser una tonta celosa. Sabía todo lo que estaba arriesgando si osaba sincerarse pero nunca había sido buena para ocultar por demasiado tiempo aquellas acciones que consideraba incorrectas. Ya tenía bastante carga lidiando con un rechazo, no quería arrastrar el peso de la culpa además. Genuina niña buena. Tomó aire lentamente buscando calmar los turbulentos latidos en su pecho. Bueno, como fuese. Era momento de dar la cara. Las cámaras solo grababan imagen y no había profesores cerca. —Yo... fui a—no pudo seguir. Notó los ojos de aquella joven sobre sí misma y una sensación extraña escaló por su garganta. Se giró en ese momento y su largo cabello liso acompañó el movimiento como un manto. La estaba mirando. Observando. Detallando todos y cada uno de sus movimientos. Era alta, espigada como un poste. Tenían un peinado similar, con el flequillo recto y el cabello largo cayendo como una cascada sobre la espalda. A juzgar por la cercanía con Bleke... ¿Era alguna familiar de Middel quizás?
Esta vez sí se permitió soltar una risa corta, que realmente no expresaba burla o ironía en exceso; sólo diversión. Su gemela albina le caía bien. —No tienes que, lass, podemos ser la excepción que confirma la regla. Es pesado dejar de creer en lo que creemos, ¿no? Deslizó los dedos sobre la madera, algo distraída. —Morgan —soltó, cabeceando hacia el libro que Kashya llevaba entre manos—. ¿Qué lees?
Había que ver lo pesada que era Mamiya si le daba la gana y lo frágil que parecía Konoe en aquel momento, con esa loca de cuidado aferrada a su cuerpo evidentemente tenso. Tenía aspecto de princesa la jodida, pero su comportamiento pegajoso le recordó precisamente a la clase de chicas que lo sacaban de quicio. Frío. Bueno, era innegable. La mayoría del tiempo era un maldito amargado, no era expresivo y mucho menos conversador. No se le daba bien, prefería observar, observar y observar, hasta que los hilos que movían el mundo, tejidos como una compleja telaraña, salían a la luz. ¿Había sido así de apático siempre? A decir verdad sí, como si desde que vino al mundo trajera un error de fábrica y estaba casi seguro de cuál era y dónde estaba en su materia gris. ¿Le importaba? No demasiado. Notó la forma en que lo miraba Mamiya, por supuesto, pero ahora con esa resaca de los mil demonios no le apetecía armar una bronca con una chica. Y ciertamente le venía en gracia también, lo cierto es que se causaban una gracia mutua jodida. Había notado también la presencia de la rara de Ophelia Byrne, pero simplemente no alzó a mirarla. Le importaba poco o nada mientras no saliera con sus mierdas raras de nuevo. Fue de hecho, su presencia la que detuvo la confesión pública de Suzumiya. Se dio cuenta también de eso, vio el hilo que cruzó de una a la otra. ¿Era jodidamente imbécil, iba a exponerse a un montón de desconocidos y dos con pintas bastante jodidas? Iba a hacerlo hasta que la mirada de Byrne la cortó en seco. Bufó por lo bajo, para terminarse la lata de soda que tenía frente a sí de dos tragos largos. —No tienes que contar tus cosas en frente de la mitad de los estúpidos de tercero si no quieres —comentó mirando la lata entre sus manos—. Si quieres contarle a Mamiya, puedes contárselo a ella nada más, en lugar de a todos nosotros y nadie puede juzgarte por ello. Había intuido lo que pasó, el fracaso de Suzumiya, pero lo cierto es que no tenía los detalles y tampoco los necesitaba. Le daba lo mismo, al final solo había fracasado como una total idiota, justo como él y eso era suficiente. Contenido oculto no tengo autocontrol
Y ahora era el propio Hades quien le lanzaba un salvavidas. Suzumiya sacudió la cabeza al escucharle. Agradecía su preocupación pero no era así como hacía las cosas. Lo descubría con el tiempo. Quizás porque no sentía la necesidad ni le gustaba moverse entre sombras, era tan diferente y ajena al mundo de Cerbero. Ese que ocultaba todo en la oscuridad y buscaba tapar la luz del sol con un dedo. Actuar tras bambalinas, ocultos, como vulgares ratas. A ella no le gustaba ocultarse, no le gustaba fingir. Destestaba las mentiras y los comportamientos hipócritas. —No me importa que el resto lo sepa Sonnen-kun—admitió calma, seria—. Solo no quiero que transcienda a los profesores. Ni que perjudique al resto de asistentes. Lo cierto es que lo hice. Lo hice y... siempre he dado la cara y aceptado las consecuencias de mis actos. Se había molestado con Alisha-san porque su comportamiento irresponsable hacía peligrar las elecciones. Pero allí estaba, lanzándose como una suicida al vacío, sin siquiera dudarlo. Poniendo toda su credibilidad como futura presidenta del consejo en riesgo frente a una rival política. Estaba haciendo lo que consideraba correcto. Había metido la pata demasiadas veces esa noche. Podía no ser un lienzo blanco por completo. Pero tampoco era por completo un lienzo negro. Buscaba redimirse. >>Middel-san—la llamó y sus ojos morados se clavaron en ella— puedes usar esta información para tu campaña como desees. Mamiya-san—Ai la miró confundida. Genuinamente preocupada. Esbozó una sonrisa ligera. Una sonrisa que contenía todo el peso de su arrepentimiento—. Lo cierto es que... fui a una fiesta. Me embriagué y acabé por estúpida con una amistad que era extremadamente importante para mí. Sus palabras fluyeron claras y sin pausas. Ocultaba detalles pero de su garganta no emergió una sola mentira. Había sido franca y transparente como el vidrio. Ai pareció sorprendida. Era demasiada información que digerir en tan corto espacio de tiempo. Jamás hubiera imaginado que la perfecta estudiante modelo que era Suzumiya se iría alguna vez de fiesta y se emborracharía. Eran dos elementos casi incompatibles. No encajaban. Su expresión se suavizó, sin embargo, al escucharla hablar sobre aquella amistad rota y solo necesitó unir las piezas del puzzle para entenderlo por completo. Se lo había dicho ¿verdad? Se lo había dicho a aquella chica extranjera, le había hablado de sus sentimientos y había fracasado de forma miserable. Como las grandes. Konoe se pasó el dorso de la mano sobre los ojos. >>No daré nombres ni mencionaré nada más. Eso es todo—como si acabase de dar un discurso se inclinó en una reverencia que era tanto una disculpa como una muestra de respeto hacia todos—. Gracias por escucharme. Nada más terminar su discurso su mirada volvió a centrarse en Altan. >>Sonnen-kun, estaré esperando por ti y Vólkov-san en la cafetería—avisó con una ligera sonrisa y girando sobre sus talones abandonó la biblioteca. Ya no tenía nada más que hacer allí de todos modos. Ya estaba expuesta, ya se sentía como tal... ¿por qué no terminar de abrirse en canal para todos? El silencio volvió a caer, pesado como una losa. Ai apretó los labios. Aquello era en parte culpa suya ¿no? Ella había movido los hilos necesarios para que Konoe se sincerase. Para que reconociese los sentimientos que guardaba desde hacía años. Para que se decidiese a dejarlos salir. Solo había acabado sufriendo en consecuencia. —Pareces buen chico Helleborus-kun—le comentó a Sonnen como si nada. Todo tono jocoso había desaparecido de su voz suave como por arte de magia. No era momento, lo sabía bien—. Me alegra que Cerasus-chan te tenga a su lado. Es una flor muy frágil. Por favor cuídala. Cuídala. Aquello fue todo lo que dijo antes de abandonar también la biblioteca.
Kashya Thornton Miré hacia el techo un par de segundos, pensativa, al escucharla decir lo primero y cuando finalmente la bajé, asentí con la cabeza. —Tienes razón. Eso suena bastante bien, también. Cogí entonces el libro y le enseñé la portada del mismos, "Demian", antes de volver a dejarlo sobre la mesa abierto por la página en la que lo había dejado. >>Es el libro que nos estamos leyendo para el club, quería acabármelo aquí —expliqué, y me quedé unos segundos en silencio antes de seguir hablando—. Es raro que no nos hayamos visto antes, ¿eres nueva?