Cuando la madre de Kenneth no dijo que podíamos sentarnos basicamente acoplé el direccionamiento, crucé la derecha sobre la izquierda y paseé el lapiz sobre el post-it, aprovechando para anotar las ideas que me habían surgido desde ayer, más o menos con la estructura de lo que había visto en youtube, por lo que me dispuse a ennumerarlas mientras asentía con la cabeza al escuchar el agradecimiento de la mujer. Me pregunté en algún momento si las editoriales leían todo lo que se los enviaba, y lo asemejé con una como bailarina sobre qué porcentaje de probabilidad había en que te viese no sé, un cazador de talentos... en parte lo atribuí a la suerte, el ser descubierta claro estaba, ya si se contaba con el resto de características caíamos en trabajo duro, lo cual no dudaba y tenía la mujer para poder posicionarse como escritora. Di tiempo a Kakeru a continuar y ya luego cuando lo creí conveniente pregunté también: —¿Hay algún género en partícular que haya evitado escribir hasta el momento? ¿Por qué razón?
Kakeru logró llamar la atención de la mujer justo cuando esta dejó de vuelta la botella de agua sobre la mesa. Al igual que sus hijos, Elain tenía cierta facilidad para leer a las personas y, por lo tanto, no le había pasado para nada desapercibido el nerviosismo que ambos compañeros de Kenneth parecían sentir... especialmente aquel muchacho. No podía culparlos por ello, a decir verdad, y si bien no era una persona que se preocupase demasiado por aquellos detalles, sí que intentó suavizar sus expresiones con intención de parecer más accesible para los estudiantes. —Por supuesto. El primer libro que me publicaron... oh, fue un poco desastroso —comentó, con un ligero cambio de voz que, si bien casi imperceptible, permitió a los oyentes entender que el calificativo no iba del todo en serio—. Después de crecer en Gales y estudiar en Escocia, acabé un poco obsesionada con la mitología céltica y quise hacer una historia inspirada en ella, pero con un toque más contemporáneo. La idea tenía potencial, pero mi narración terminó siendo algo pretenciosa y el ritmo se hizo lento y pesado... lo que quiero decir es que no vendió especialmente bien. En cuanto a lo primero que recuerdo haber escrito... uhm, deja que haga memoria. Creo recordar que fue cuando empecé a imaginar lo que hacían mis vecinos cada día... a cada página que empezaba, me inventaba algo más descabellado para ellos. Era bastante divertido. —Dices que tu primer libro publicado no vendió muy bien... —tomó la palabra Kenneth, tras un par de segundos de silencio que les permitiera anotar todo lo necesario a los entrevistadores (y a la entrevistada, claro)—. Pero seguiste intentándolo, ¿cierto? Hasta conseguir hacerte un nombre en el mercado. ¿Alguna vez pensaste en rendirte porque el esfuerzo no merecía la pena? —Alguna vez, sí. No es un camino fácil ni corto, y como cualquier persona, he llegado a dudar de mis capacidades más veces de las que pueda enumerar. Aun así, siempre supe que este era el camino que debía seguir. No me veía dedicándome a otra cosa, simple y llanamente, así que nunca permití que esos pensamientos se apoderaran de mí. Tuve mucha suerte en otros sentidos, también, pues siempre tuve el apoyo incondicional de mi entorno, la confianza de mi editorial a pesar del primer descalabro y los medios que me permitieron enfocarme por completo a la escritura. La mujer tomó otra pausa para beber agua, no sin antes haberle indicado a Katherin que había escuchado su pregunta y que la contestaría en cuanto acabase con ello. >>He probado a escribir de toda clase de géneros, pero el romance se me resiste... me refiero a estos libros de comedia romántica que ahora están tan de moda, específicamente. No tengo nada en contra de ellos, más bien todo lo contrario. Soy capaz de desarrollar algo de romance secundario en mis novelas, quizás algo cómico de vez en cuando también, ¿pero la idea de escribir toda una historia completa con ambas cosas...? No hay otra razón más que el hecho de que se me complica demasiado —explicó Elain, una vez más su tono de voz lo suficientemente ligero como para saber que aquella información no le pesaba; parecía hasta hacerle algo de gracia. Mientras la entrevista se iba desarrollando, y viendo que sus servicios de traductora no estaban siendo en absoluto necesarios, Kashya decidió dedicar toda su atención a Kakeru, pues se quedó con la vista clavada en el muchacho en todo momento. Pobrecito...
Bueno, pero es que le habían achacado a la pobre Sakuya hacer una entrevista como tarea o proyecto o una chorrada de esas, ¡Venga ya hombre! Lo mas probable que quisiera hacer era ir a su antiguo trabajo en un maid café, leer revistas de coches, o jugarse alguna partidita del Warzone, así que eso le había caído de una manera no muy positiva. Y es que bueno, tampoco es que fuera una chica con las mejores habilidades sociales. Era grandota, algo torpe y de paso un poco... ¿Intimidante? Bueno, había que hacer el intento de cumplir con la tarea, después de todo, era mejor tragar seco que suspender una asignatura por una tarea que no entregó. Por lo tanto, había que ponerse las pilas y ponerse a buscar a alguien que pudiera ayudar con el tema de la entrevista. ¿Cómo se hacía una entrevista para empezar? Pero el meollo del asunto... —¿Cómo puedo entrevistar a alguien sin asustarlo? —se detuvo a pensar, con una mano en un mentón y una expresión un tanto confundida— Contenido oculto por aquí me la dejo jajddaj estoy libre aaaa
Las respuestas de Elain eran serenas y organizadas. Me pareció una mujer muy elocuente y pensé, bueno, que se parecía bastante a sus hijos. Había empezado a relajarme, pero al pasear la mirada entre ellos noté que la menor tenía los ojos clavados en mí y volví a sentir el cuerpo tenso. ¿Se... se había dado cuenta? ¿Tan obvio era? Y si ella lo hizo, seguramente los demás... Ah, cielos. Solté el aire por la nariz y me enfoqué en la entrevista, ahora que ya había soltado mis preguntas. Me sentía bastante en el aire, no sabía nada de literatura y no podía conectar de ninguna forma con lo que nos contaba. ¿Narración pretenciosa? ¿Cómo se suponía que un texto escrito acababa siendo pretencioso? Era cuando... ¿no se entendía? Llevaba muchos años sin agarrar un libro y definitivamente mi experiencia con los cuentos infantiles no me servía de nada aquí. La crónica de sus vecinos tenía más sentido para mí, y la idea me pareció bastante curiosa. Esbocé una sonrisa ligera, pensando en los ancianitos de al lado y el matrimonio con los mocosos de enfrente. Nunca me había preguntado cómo eran sus vidas más allá de lo evidente, y aún peor, ¿qué verían ellos en nosotros? Elain sonaba muy segura del camino que había elegido. Suponía que la confianza nacía de una pasión, de la creatividad que veía en su interior y la perseverancia con la cual avanzó hacia sus objetivos. Era admirable, podía incluso ser inspirador, pero para mí... bueno, sólo me recordaba que no tenía la menor idea de nada. La preparatoria acabaría ¿y luego qué? No me gustaba estudiar nada específico y si estaba aquí gracias a Kou; cualquier universidad decente encontraría mi registro de expulsión, las calificaciones mediocres, ¿y luego qué? Mientras Elain respondía las preguntas de Manson, paseé la mirada alrededor y noté a una chica muy alta, al parecer, buscando algo. Me incliné hacia Kenneth y le pregunté en voz baja si esa era la integrante restante de nuestro grupo, que iba a su clase. Con la debida confirmación, me incorporé con cuidado de no hacer ruido y me acerqué a ella. —¿Izayoi-san? —le pregunté en voz baja, junto a una sonrisa, y al recibir sus ojos le señalé nuestra mesa con movimientos serenos—. Estamos allá, estamos entrevistando a la mamá de Thornton-kun que es escritora. Le preguntamos por su primer trabajo publicado, lo primero que escribió, los géneros que no le gustan... —Fui enumerando con los dedos de una mano y al final volví a sonreírle—. ¿Vamos? Y le preguntas algo, si quieres.
El monólogo interno que estaba a punto de estallar se vio frenado sin siquiera haber comenzado, al parecer su grupo de la entrevista estaba allí y se le había acercado uno de esos chavales. Un leve tinte rosado se posó en sus mejillas, demostrando un poco de timidez, a pesar de su físico imponente, Sakuya podía ser un manojo de nervios en ocasiones, y mas vulnerable no se podía ver. Pero tampoco se podía mostrar de esa manera, había que ser un poquito mas firme, y se volteó al escuchar la voz que le llamaba. —¿Ah? —dejó salir un leve suspiro de sorpresa al escuchar, pero se volteó rápidamente al escuchar su nombre— Hmm, si, soy yo, es usted Fujiwara-san, ¿Cierto? Pero es que esta señorita no perdía los modales y la formalidad ni con un arma en la cabeza, educada y testaruda, simplemente Sakuya. >>No tengo mucho en mente para hacer preguntas... ¡Pero se me ocurrirá algo! Espero...
Escuché atentamente las respuestas de la mujer, asentí también cuando mencionó lo del género del romance, a mi personalmente me encantaban las películas de ese ámbito, había leído algo en mi escuela pasada pero luego por falta de tiempo terminé escuchando más podcast en lo que me desplazaba en tren sino era música, por lo que no tenía mucho material para agarrar y seguir preguntándole al respecto. —¿En algún momento deseó cambiar el título de uno de sus libros? Si es así, ¿podría decirnos el por qué? Fue entonces que Kakeru se levantó, lo noté por el movimiento que se filtro en el rabillo de mi ojo. Me pregunté por qué me estaba dejando aquí sola por lo que garabateé un poquito en el post-it para no girar a ver a dónde iba, siguiendo con las pupilas al frente. Ya luego regresó, no demoró nada en realidad y el aire que había medianamente retenido lo solté con calma, girando el rostro ahora sí. Estaba acompañado de una niña que no creía conocer, por lo que aguardé en caso de que ella también quisiera participar.
Nunca se me habría ocurrido la posibilidad de que Kenneth no supiera que nuestra madre había aprendido japonés, pues la regla general en nuestra familia era que él se relacionaba mucho más con ellos y, por lo tanto, estaba más al tanto de este tipo de detalles. La realidad era que había planeado pasar el receso en la biblioteca de todos modos, así que no tuve mayor problema en aceptar hacerles compañía, y dado que mamá se las estaba apañando perfectamente con la entrevista, no tuve mayor problema en fijar mi atención en el compañero de Ken. —Posiblemente de todos —siguió contestando mamá, en aquella ocasión en dirección a la morena—. Decidir el título es todo un proceso en sí mismo. La editorial y yo tenemos que ponernos de acuerdo, y nunca va a ser el primer título que le hayas puesto al manuscrito. Con algunas decisiones finales me he quedado más contenta, con otras no tanto, pero la publicación no deja de ser una industria con un mercado y a veces hay que ceder por el bien de las ventas. En cuanto al porqué... bueno, son mis creaciones, ¿cierto? Puedo aceptar propuestas de mi editora, porque ella ha trabajado en el escrito de la misma manera que yo, ¿pero alguien de marketing, que no tiene ni idea de la historia que estamos contando? Para mí es como si la persona del registro civil me dijera que no le gusta el nombre que he elegido para mi hijo y me obligara a cambiarlo. Mientras mamá terminaba de responder a aquella pregunta, Kakeru acompañó a la nueva alumna que había aparecido a nuestra mesa. Supuse que era otra integrante del grupo, pero había llegado algo tarde y el receso estaba por terminar, lo que implicaba que la entrevista también. Kenneth esperó un tiempo prudencial, pero al final indicó que tenían las preguntas necesarias y apagó la grabadora; aquello me permitió levantarme e ir en dirección a Fujiwara, no queriendo perder el tiempo en caso de que hubiera pretendido irse. Le pedí hablar en privado y él aceptó, por lo que nos alejamos un poco del resto de personas para ello. >>Eres amigo de Anna y Emi, ¿verdad? —solté, sin ninguna clase de preliminar—. Yo también. Bueno, lo soy de Emi desde hace tiempo, aunque creo que también puedo considerar mi relación con Anna como una de amistad ahora. No sé si te han hablado de mi alguna vez, pero quería presentarme, así que... Kashya Thornton —finalicé, junto a una pequeña reverencia. Antes de que el chico pudiera responderme algo, sin embargo, Kenneth apareció a nuestra lado y nos interrumpió. —Kachito, mamá quiere subir a ver cómo son nuestras clases antes de irse. ¿Vienes? —Asentí con la cabeza—. ¿Nos vemos por ahí, Fujiawara? —Adiós. Así, tras despedirnos de los demás, salimos de la biblioteca en dirección a las escaleras. Contenido oculto perdona, rojito, hoy se acaba el receso y tengo que ir cerrando esto unu also para belu, claramente no tienes que reaccionar a esto but se me ocurrió desde que dijimos que no se conocían and i had to JAJAJA
Contenido oculto: spoiler para evitar lecturas innecesarias (? Gigi Blanche no redacté el mensaje como tal en el post, pero Jez le escribió a Yuta diciendo que su tío está disponible para le entrevista mañana, que le confirme si puede, y como esto es un teléfono escacharrado el mismo mensaje se lo envía Cayden a Haru en algún punto del receso JAJAJ A Anne le había entrado un resfriado por los aires acondicionados, pero por alguna razón le dio muy fuerte, lo suficiente para que mejor la llevaran al médico, y hubo que dejarla en casa por obvias razones. A mí no me dio el corazón para dejarla sola, me quedé con ella, así Nani también pudo ir a trabajar luego de que le riñera un buen rato de que yo cuidaba a la niña, fue como media hora de "No pierdas el día de trabajo" y "No pierdas el día de escuela" que al final, por puro milagro, acabé ganando yo. Ayer le escribí a Laila para que fuese a la escuela sin pasar por mí, también a Al para que me guardara los apuntes (apuntes mentales seguro) y me eché el día pendiente de que Anne se tomara las pastillas, estuviera bien hidratada y descansara mucho. Aproveché para estudiar, pensé algunas preguntas para cuando entrevistáramos a tío Vic y en la noche entré a la habitación de los niños para leerles uno de los cuentos del libro que me había dejado Kakeru. Al terminar ambos se pusieron a ver los dibujos, Isaac se los mostró a su hermana y cuando me lo regresó para que lo guardara, me preguntó si podía hacerle una tarjeta para darle las gracias a Kakeru, porque los dibujos estaban muy bonitos y le gustaban. La idea me dio mucha ternura, se emparejó con mis planes de prepararle algo de agradecimiento cuando tuviera tiempo y asentí con la cabeza, le dije que la prepararíamos cuando Anne se sintiera mejor. Hoy volví a pasar por la discusión de perder un día de escuela o uno de trabajo, pero esta vez Nani solo medio torció el brazo, me dejó cuidar a Anne por la mañana y me dijo que fuese a clases por la tarde, que ella llamaría para explicar el asunto en la escuela. Accedí un poco a regañadientes, pero entré a la academia con el receso ya empezado y dudé sobre qué hacer, el sol estaba pesado. Fui a la expendedora del pasillo, me compré una botella de agua fría aunque tuve que batallar para que la máquina la dejara caer y enderecé los pasos a la biblioteca. En el camino saqué el móvil, tenía unos mensajes de tío Vic que me hicieron buscar el chat de Yuta y el de Cayden, aunque al segundo lo vería en clase, pero pues para adelantar, les escribí por separado, pero casi lo mismo, que mi tío había sacado el permiso para la entrevista mañana y que me confirmaran si podían, aunque ya me habían dicho que solo eligiéramos un día de semana. Al entrar en la biblioteca lo hice en silencio, traía todavía el maletín porque me dio pereza subir solo para dejarlo en la clase, y vi a Mason sentado en una de las mesas, con un tupper transparente lleno de galletas frente a él y los ojos hundidos en un libro, serio que daba gusto. Al escuchar que alguien entraba alzó la vista, sonrió al reconocerme y aunque lo hizo con fluidez, sentí que fue diferente. En general sonreía con facilidad, se lo había notado en el salón. —Puedes acompañarme si quieres, Vólkov —dijo antes de volver a leer. Dudé, pero acepté la oferta, dejé el maletín a un lado de la mesa y tomé asiento frente a él, husmeando el libro que tenía en las manos. Él lo alzó para que pudiera ver la portada, resultó ser un título de mitología celta, y luego desvié los ojos al tupper. —Puedes comer si quieres, aunque no sé si aquí se puede —murmuró sin mirarme. —¿Tú no vas a comer? —No tengo apetito, linda, no te preocupes. Toma las quieras, aunque sea para después. Contenido oculto ahí quedan bc why not
No era mi primera vez entrando a la biblioteca, pero igual seguía sintiéndose como... ¿como cruzar la frontera sin pasaporte? ¿Como meterse en la sala de un club en plena reunión? No era que tuviera un cartel de "no lector" colgándome del pecho, sólo era mi mente volviéndome demasiado consciente de mí mismo, pero para el caso era más o menos lo mismo. Crucé las puertas, echándole un vistazo a mi móvil, al chat con Hayato, e intenté localizar el escritorio de la bibliotecaria. En mi paneo visual, sin embargo, también noté a Jezebel de espaldas con otro de nuestros compañeros de curso, el pelirrojo que... tenía como nombre estadounidense, ¿no? Golpeteé el aparato contra mi otra mano, intentando hacer memoria sin éxito. Al final lo guardé en mi bolsillo, me acerqué y me detuve contra el lateral de la mesa, entre ambos. Apoyé las manos al borde de la madera, prácticamente en las esquinas, interponiendo mi espalda entre la bibliotecaria y ellos con intención. —No soy el mejor experto en bibliotecas del mundo, pero... —Esbocé una sonrisa divertida, deslizando la mirada a Jezebel—, estoy bastante seguro que no se puede comer aquí. Contenido oculto me di cuenta que mis opciones eran terriblemente escasas, so here we are :D
Me distraje mirando el tupper de galletas, me había parecido escuchar a alguien entrar, pero estaba muy concentrada preguntándome si este chico las había horneado o si eran compradas, porque se veían muy bien. Con todo, cuando percibí movimiento más cerca de nosotros giré el rostro poco antes de que Kakeru se detuviera en el lateral de la mesa. No me di cuenta y por rebote no lo controlé, pero se me iluminó el semblante al verlo. Mason bajó su libro y alzó a verlo. Kakeru se apoyó en la mesa, yo no noté la intención de interponer su silueta, pero me pareció que el pelirrojo deslizó la vista entre él y la bibliotecaria, antes de que una sonrisa le alcanzara los labios, luego se rio al escuchar lo que dijo. —No iba a comer —me defendí en voz baja. —Aunque podríamos, digo, si queremos ser cómplices de algo como eso —apañó Mason, divertido, y empujó apenas el contenedor hacia mí, pero también un poco hacia el moreno antes de hacerle una pregunta—. ¿Te gusta la fresa? Eras... Fujiwara, ¿no? Asentí, enérgica de repente, y volteé a ver a Kakeru. —¿Venías a algo? ¿Te quedas con nosotros? —Al pobre lo ametrallé a preguntas, solo me di cuenta después y me dio algo de vergüenza—. Aunque no sé qué tan divertido suene pasar el receso en la biblioteca. —Pues si se queda con nosotros sí que será divertido, ¿no ves que somos la fiesta personificada? —sumó el pelirrojo con la sonrisa suspendida en el rostro. Contenido oculto *gritito* omg hiii
Alcé las cejas y miré a Jezebel con intención, poniendo en tela de juicio su defensa. La presión duró poco, pues el pelirrojo propuso cometer crímenes con todo el descaro del mundo y reemplacé mi indignación por una sonrisa llena de ilusión. Asentí para confirmarle mi apellido; pobre, y yo sin recordar el suyo. —Me encanta la fresa, ¿cómo lo supiste? —bromeé, riéndome en voz baja, y eché un vistazo furtivo sobre mi hombro—. Bueno... si me sobornan tan bien supongo que lo puedo dejar pasar, pero a mi jefa no va a gustarle, así que... Sin deshacer la pseudo protección de mi cuerpo, estiré una mano y pillé una galleta. Mientras la masticaba Jezebel preguntó qué hacía aquí y sonreí, notando la forma en que retrocedía sobre sus intenciones. El chico parecía considerablemente más relajado, y eso que no nos conocíamos de nada. —Venía a algo, sí, ¿qué era...? —dramaticé, dándole otro mordisco a mi galleta. Por la forma en que el muchacho las había ofrecido asumí que eran suyas, y si las contrastaba con mi experiencia... eran caseras, sí, estaba seguro. Tragué y lo miré a él, frunciendo el ceño de forma acusatoria. —Cielos, lo he olvidado, ¿qué les pusiste?
Kakeru me miró como si fuese a cuestionar mi defensa y le habría preguntado si tenía cara de romper las normas escolares de no ser porque Mason, de hecho, sugirió romperlas así nada más. La ilusión de Kakeru pareció contagiársele, pues su sonrisa cordial se ensanchó, sobre todo cuando lo escuchó decir que le encantaba la fresa y al verlo dar el vistazo furtivo. —Vaya, de repente tenemos contactos que nos ayudan a cometer crímenes y todo —dijo el pelirrojo, entretenido con el numerito. Total que el moreno pescó una galleta, yo le hice el interrogatorio express y al verlo pensar tanto a qué habría venido fruncí apenas el ceño. De repente Mason acabó siendo acusado por el olvido, de inmediato dejó el libro en la mesa y alzó las manos, declarándose inocente. —Son unas inofensivas galletas de fresa, si acaso se me habrá pasado la mano con las fresas deshidratadas. Si para ti tienen propiedades amnésicas, bueno, ese es otro tema, ¿o quizás sea un extraño efecto secundario? —Fue una defensa bastante pobre, pero también lo había sido la mía. El caso fue que el chico me miró y volvió a sonreír—. ¿Dejarás que tu amigo se salte la ley él solo? —¿Qué dices, Mason? Claro que no —soné ofendida y todo—. Somos todos cómplices. Estiré la mano, pesqué una galleta y le di un mordisco, estaba bastante rica. Miré a ambos, sonreír mientras seguía masticando y al terminar miré a Kakeru, pensativa. —¿No irás a olvidar más cosas si te comes toda la galleta?
—¿Yo? Me río de la ley todo el tiempo —bromeé hacia el pelirrojo, aunque internamente el chiste corriera aún más profundo. La conversación se siguió desarrollando y Jezebel soltó el apellido del chico como quien no quiere la cosa, detalle que agradecí como salvavidas en el océano. Ahora sólo me faltaba el nombre. Me iba acabando la galleta cuando Vólkov volvió a mirarme, ante lo cual alcé las cejas. Su apreciación me hizo fruncir el ceño, miré muy consternado el bocado que me quedaba en la mano y tragué. Alterné la vista entre ambos. —Oh, no... ¡He olvidado sus nombres! Contenido oculto alright that was a smooth and smart move digno de la escuela de kohaku
Mason alzó apenas las cejas al escuchar a Kakeru decir que se reía de la ley todo el tiempo y yo, a medio camino de darle otro mordisco a la galleta, pretendí escandalizarme. Fue entonces que lo señalé con la mano libre, acusadora. —Entonces ya ni necesitas cómplices —solté aunque se me aflojó una risa. Mi señalamiento de que terminarse las galletas quizás lo haría olvidar más cosas hizo que mirara lo que le quedaba de lo más consternado y me quedé esperando, Mason también. Terminó diciendo que había olvidado nuestros nombres, ante lo que dejé salir una suspiro de lo más dramático. —¿Nuestros nombres? Qué mal, qué mal —cuestionó el pelirrojo, preocupadísimo, y negó con la cabeza como si le hubiesen dado una noticia de lo más triste—. David, aunque vale más Maze, ¿crees poder acordarte aunque comas más galletas amnésicas? Me preocupa grandemente. —¿No que no eran amnésicas? —acusé al chico y volví a Kakeru, aparentemente ofendida—. ¡Jez! Yo no debería estar en la lista de amnesia. El comentario le arrancó una carcajada a Maze, que se inclinó hacia atrás para descansar la espalda. No dijo nada al respecto, pero le echó un vistazo a la silla a mi lado y finalmente le habló de nuevo a Kakeru. —¿No te quieres sentar, estimado Fuji que nos ayuda a romper la ley? Bueno, eso si no quieres seguir haciéndonos de escudo, pero como te digo, me preocupa el estado de tu memoria. Contenido oculto trained by ko-chan
Era obvio que ninguno de los dos pensaría que hablaba en serio, Mason porque directamente no me conocía y Vólkov porque, sabía, le había vendido la versión inofensiva, amable y superficial con la que tendía a conservar las apariencias. Dijo que ya no necesitaba cómplices y fruncí el ceño, contrariado. —Para burlar la ley siempre se necesitan cómplices, además es más divertido así —repliqué. Maze, era el chico. Maze Mason sonaba extremadamente raro en mi cabeza, así que quedaría en el apodo a secas. Se preocupó por el efecto de sus galletas y en mis labios revoloteó una sonrisa, entre suave y divertida. —Es que están tan ricas... Creo que me arriesgaré —concedí, mirándolo. Era un cumplido encubierto, si se quiere. Me acabé mi galleta mientras Jezebel le replicaba y su ofensa dirigida hacia mí me ensanchó la sonrisa; supe que cargó el tinte de niño bueno que solía usar Kohaku, pues era precisamente mi intención. La fachada inofensiva, amable y superficial. —Perdón, perdón~ No puedo controlarlo, estas galletas son demasiado poderosas. Maze me invitó a sentarme, pero si hacía eso ¿qué nos protegería de la bibliotecaria? Mantuve la sonrisa y tomé la dirección que él me había indicado, sólo que en vez de tomar asiento, levanté la silla con un brazo. —Y como te decía yo, me arriesgaré —resolví, sereno, y dejé la silla donde había estado parado hasta ahora para acomodarme ahí—. ¿Te gusta hacer postres, Maze? O cosas dulces en general. A esa altura ya no cumplía la labor de escudo, no de ellos al menos, pues yo podría seguir comiendo sin ser pillado.
Venir a meterme a la biblioteca fue lo único que se me ocurrió luego de ver el mensaje de Sasha, le había contestado que no se preocupara y que si necesitaba algo estaba para ella, pero habría sido mentira decir que algo no me había punzado el pecho. Ni siquiera supe darle nombre y lo zambullí en un rincón, incapaz de lidiar con ello ahora mismo. Jamás habría asociado la ausencia de Suiren con que Sasha se fuese de la escuela, ni en el más potente de los viajes astrales. Solo Dios sabría por qué me traje el tupper de galletas, fue una cosa automática, ni me di cuenta hasta que lo dejé en la mesa y noté que no tenía mucho caso. Cuando apareció Vólkov, que venía recién llegando a la escuela, obvio no le pregunté nada, pero le ofrecí de las galletas porque ya yo había comido las del otro día y ahora no se me apetecía mucho. No tenía idea de si se podía comer aquí, asumía que no, por eso le dije que podía llevarse algunas si quería. Fue entonces cuando llegó el muchacho moreno, nuestro compañero de salón, ella pareció muy contenta de verlo y me dio algo de ternura, aunque yo usé mi cerebro en recordar su apellido. Terminamos con el crimen, los cómplices y la amnesia, que me vino en gracia a decir verdad. No tuve problema en refrescarle la memoria y la albina reclamó que ella no debía olvidársele. —Me lo voy a pensar —atajó a lo de los cómplices, tratando de parecer seria. A ninguno de los dos se nos iba a ocurrir tampoco que lo de saltarse la ley de este muchachito tampoco era mentira. Sin embargo, en las sonrisas amables y las bromas siempre había más. Estaba oculto de la luz del día o de los propios ojos. El chico dijo que se la iba a jugar con las galletas amnésicas porque estaban ricas, oírlo me estiró la sonrisa porque lo interpreté como un cumplido disimulado al chef y me quedé observando su reacción a la ofensa de Jezebel. Ensanchó la sonrisa, a ella la ofensa fingida se le resbaló de inmediato al verle la cara y suspiró de forma audible. —Bueno, quedas perdonado porque las galletas de Mason sí están ricas —argumentó cruzando los brazos después de comerse el bocado que le quedaba mientras Kakeru cambiaba la silla de posición y luego me miró, picoteó entre sus palabras de forma tan delicada como pudo—. ¿De verdad puedo llevarme algunas? —Claro. Tú igual, Fuji, o te las comes aquí, como prefieras —respondí incluyendo a ambos en el saco, pero en vistas que de él podía seguir comiendo sin que se dieran cuenta y luego atendí a su pregunta con un asentimiento de cabeza—. Cocinar en general, no solo postres y tal. Aunque si debo cocinar para mí solo me da algo de pereza, bueno, mucha en realidad. Es aburridísimo hacer comida para uno solo, ¿tú cocinas? ¿Prefieres los postres? Ahora te espera una entrevista, ojalá tu amnesia te lo permita. El comentario hizo reír a la albina, que se quedó mirándolo como esperando que a la criatura no se le olvidara su propio nombre de repente. Eran bastante simpáticos, si me detenía a pensarlo.
Maze me ofreció seguir comiendo de sus galletas y no verbalicé la duda de por qué él no estaba haciendo lo mismo, más que nada porque lo creí cruzar un límite invisible que, quizá, derivara en explicaciones indeseadas. Puede que sólo no tuviera apetito, le doliera la barriga o lo que fuera, pero al pasar la pregunta por el filtro de mi cabeza concluí que prefería quedarme con la intriga. Si veías a alguien con los ojos irritados, ¿le preguntabas si había estado llorando? —Creo que prefiero seguir desafiando a la ley —dije con clara diversión, tomando otra galleta. Me contó que le gustaba cocinar en general, aunque también confesó que hacerlo para uno le aburría y el hilo se enmarañó con lo que había callado antes. Bajé la vista a las galletas un segundo y murmuré un sonido afirmativo mientras mi sonrisa se ensanchaba por su última broma. —Me gusta hacer postres, sí, todo lo que sea hornear, más que nada. Mamá tiene una relación muy compleja con el horno, pero yo descubrí que nos llevamos muy bien. Reí con ligereza, volví a sus ojos y mi gesto se suavizó. No iba a meterme, no me correspondía, pero... —La comida casera tiene un sabor especial, ¿no? No es más dulce ni más salada, sólo es distinta, y entusiasma hacerla para otras personas. Es como una forma de alcanzarlas. —Alcé ligeramente la galleta que tenía en mi mano—. Gracias por compartirlas con nosotros, Maze. Estoy seguro que cualquiera las disfrutaría, ¿verdad, Jez?
En los límites invisibles uno solía moverse, hacía inferencias y actuaba, quizás el hecho de que Jezebel no preguntara más allá era igual a que Fujiwara no lo hiciera. Ninguno de los dos me conocía en realidad y allí los dichosos límites se establecían con más fuerza, ni siquiera era incorrecto, solo era normal. Igual si alguno preguntaba lo evitaría con la misma fluidez que evitaba a casi todo el mundo, me escapaba constantemente por debajo de las puertas. La broma del horno me hizo reír, también a Jezebel, y mantuve una sonrisa serena en el rostro. Lo dicho, la amabilidad cubría muchas cosas, tantas que enumerarlas podía parecer un esfuerzo desperdiciado. Aún así, lo escuché reír, su gesto se suavizó y el mío, en espejo, hizo lo mismo incluso antes de escucharlo. Deslicé la vista a las galletas, pensé también en las que me había dejado Sasha cuando el fiasco de mamá estando fuera de casa más tiempo y en sí las comidas que compartía, aunque pocas, las apreciaba. Eran esos momentos casi contados donde podía pretender tener raíces incluso sobre un suelo que no permitía algo como eso, era una linda mentira y estaba bien, al menos para vivir. —Claro que sí —secundó, Jezebel, y me dedicó una sonrisa muy bonita que luego también le brindó a su amigo. Fue dulce y comprensiva—. Me gustaría poder preparar cosas así de ricas sin ayuda para compartirlas con los demás, sé que quien las recibe las disfruta. Así que gracias, Maze. Hasta ahora usaba el apodo, lo que me estiró la sonrisa y el semblante se me cruzó de agradecimiento genuino. El comentario del chico, apoyado por ella, fue agradable y mermó la sensación sin nombre. —La comida casera no alimenta el estómago, alimenta el corazón, al menos eso pienso. Por eso es una forma maravillosa de alcanzar a otros, habla de esfuerzo y cariño. Me alegra poder compartirlo con ustedes, gracias por aceptarlas —respondí entonces, contento, y volví al muchacho—. Bueno, Mister Postrecitos Caseros y amigo oficial del horno, entre lo que preparas, ¿tienes algún favorito? Sea porque te queda más rico, porque es más simple, porque solo te gusta más prepararlo y ya. Me pareció que Jezebel dudó un momento, pero cuando terminé de hablar estiró la mano y le dio un toquecito a Kakeru en el brazo, fue para llamar su atención. Creí notar que balanceaba las piernas bajo la mesa también y esperé, desviando la vista al libro que había dejado en la mesa un momento. Como el llamado de atención fue directo, me pareció importante y no quise interrumpir su iniciativa, no cuando parecía dudar de sus sugerencias o acciones como cuando lo invitó a quedarse con nosotros. —Muchas gracias por el libro, el de comic. Me gustó mucho —dijo con una alegría transparente, una risa cristalina se le coló en las palabras—, perdona que hasta ahora te lo dijera directamente. Está precioso, se lo enseñé a mis primos e igual les gustó un montón. Hiciste felices a tres personas de una.
Había decidido pasar el receso en la biblioteca, como venía siendo costumbre desde que había empezado el curso. Había reconocido a Jez en unas de las mesas del lugar, pero estaba acompañada por un muchacho pelirrojo y decidí que la mejor opción sería no entrometerme; la realidad era que tampoco me apetecía mucho socializar con nadie nuevo, así que la decisión de sentarme en otra mesa se escogió prácticamente sola. Mis deseos no se llegaron a cumplir del todo, pues unos cuantos minutos después de haberme acomodado y haber abierto mi libro de lectura, una chica de pelo azul apareció en la biblioteca y se acercó a mi mesa, preguntándome si podía sentarse en uno de los asientos que había libres. Asentí con la cabeza, pues no tenía sentido negarle algo así a una desconocida, y volví a mi lectura, algo más aliviada al notar que la muchacha tenía intenciones de centrarse en su propio trabajo. O al menos ese había sido mi plan inicial, porque al parecer ni siquiera yo estaba por encima de la curiosidad y... no pude evitarlo, eché más de un vistazo en dirección a sus apuntes. —El resultado está mal —dije, señalando con el índice el cálculo al que me refería—. Es cinco. —Oh —exclamó la chica, en lo que me pareció un gesto de sorpresa, antes de dedicarme una sonrisa tranquila—. Tienes razón, muchas gracias. —De nada. De hecho, hay varios resultados mal... —Ah, supongo que es cierto. Bueno, así puedo hacer los cálculos yo misma y práctico... Es demasiado fácil si no, ¿no crees? —Mhm. Si necesitas ayuda con alguno, puedes preguntarme. —Claro. Gracias... —Thornton. —Thornton-san. Asentí una vez más con la cabeza, antes de volver a centrarme en mi libro. Bueno, quizás no estuviera tan mal socializar un poco de vez en cuando... Contenido oculto don't mine me, era relleno que tenía pensado desde hacía tiempo por los loles, pero no quería interrumpir (?)
Jezebel manifestó su deseo de saber preparar esta clase de cosas y aunque las palabras de invitación se me revolvieron en la garganta, impacientes, me frené de decirlas. No estaba seguro de por qué. Hoy en general me sentía decente, relativamente liviano, al menos lo suficiente para acercarme a ellos y bromear con desconocidos; aunque, siendo honesto, eso solía resultarme más sencillo que profundizar relaciones con cierto historial. En el historial siempre acababan colándose dudas, momentos incómodos o acciones de las que, de a ratos, me arrepentía. Por eso en la calle me ganaba sin esfuerzo la reputación de ser un tío relajado e impasible. Me hacía lío cuando las personas empezaban a importarme, ¿no? Tamborileé con suavidad algunos dedos sobre la mesa y me quedé allí, disfrazando la invitación que había matado y la eterna duda de si me arrepentiría más adelante. Entre tanto, Maze nos agradeció y buscó saber mis preferencias... culinarias, o reposteras. Alcé apenas las cejas y luego lo ponderé un rato. Me gustaba hornear galletas porque eran sencillas y la variedad era casi infinita, además eran prácticas para transportar y me ponía contento dejarle los tupper preparados a mamá sobre la mesada. A Hayato, también, cuando andaba por la casa. Por otro lado, justamente por la cantidad que ya había hecho, no me significaban... ¿un desafío? Fui repasando varios postres y al final se me escapó una risa ligera por lo que estaba por decir. —Suena contradictorio porque no lleva horno, pero... últimamente me divierte preparar bombones —reconocí, y una pizca de emoción se me coló en el tono—. En general me gustó empezar a trabajar con chocolate, a veces es un poco frustrante porque la temperatura es importante y puede quebrarse si lo manipulas o lo derrites mal, pero me divierte y los bombones quedan muy bonitos. Mi hermano apenas se enteró apareció un día con un montón de moldes diferentes, de lo que se les ocurra. —Me reí—. Era una bolsa gigante. Jezebel me tocó el brazo, concentré mi atención en ella y que trajera a colación el asunto del libro me pilló en frío. No era culpa suya, sino el lío que yo solo me había hecho. Lo barrí bajo la alfombra, intenté concentrarme únicamente en sus palabras y la mención de sus primos me hizo sonreír. Sonaba sincera, ¿verdad? Quería creerlo, convencerme de ello. Aún si eso sembraba la culpa posterior por haber reaccionado tan mal a su nota, en definitiva lo importante era que a ella le hubiera gustado. —¿Un tres por uno? Vaya —bromeé, junto a una risa ligera, y le sonreí con calma—. Me alegra, Jez. Para eso lo compré. Me di cuenta al instante que acababa de admitir que lo había comprado, escenario que implicaba más esfuerzo que haberlo simplemente encontrado por ahí, y me puse nervioso. Regresé la espalda hacia atrás, miré la hora en mi móvil y di un ligero respingo. —Venga, me ha vuelto la memoria y queda poco de receso —me excusé, incorporándome, y le sonreí a ambos—. Tengo que preguntar por un libro. Nos vemos en clase. Me giré y empecé a caminar hacia la bibliotecaria, intentando ignorar la sensación de que estarían viéndome aún. Espera... ¿le había dicho Jez, también? Sentí calor en las mejillas y suspiré, resignado. Ni modo, ya estaba hecho. Contenido oculto perdón que venga a responder hasta ahora, tuve unos días complicadittos por acá cierro con Kakeru, obvi. It was very soft <3