Interior Biblioteca

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Insane

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    Seguí de manera distraída el movimiento de la moneda, en cuanto quitó la palma sobre el metal denoté el sello, me sonreí, cosa de nada. A fin de cuentas era la persona que me interesaba entrevistar, además... Mi padre, no, definitivamente no lo quería acá dentro.

    —Varía, por lo que preferiría que fuese en semana la programación —le miré de regreso—, si es posible hacerlo en la escuela está bien para mí, pero si a tu tío no se le ajusta, puede ser cualquier día luego de clase.

    Es decir, por fuera de los fines de semana, que eran los más fluctuantes dependiendo de la agenda de papá.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Asentí ligeramente y sus últimas palabras me estiraron una sonrisa modesta, torcida, en los labios. Había distraído la mirada en mi propia mano, entretenida con la moneda del sorteo sobre la mesa, y busqué los ojos de Orn tras soltar una risa nasal.

    —Al cabrón le encanta ser el centro de atención, no va a negarse —afirmé con una tranquilidad que no condecía con el contenido de la frase y liberé un suspiro ligero—. Seguro le revive la nostalgia pisar una preparatoria, le trae buenos recuerdos y todo el circo que suelen montarse los viejos.

    Detuve el movimiento de mi mano un poco de repente, estampando la palma contra la madera, y le di dos golpecitos rápidos.

    —¿Quieres quedarte charlando de la vida o cerramos aquí? —ofrecí sin problema evidente; lo conocía poco, pero lo suficiente para anticipar algunas de sus preferencias.
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Era lo que solía decir la gente mayor, el que la preparatoria había sido de las mejores etapas y no sé qué más. Vete a saber si en unos diez años nosotros pensaríamos lo mismo, como fuese, Shinomiya fue directo como era de esperarse.

    —Cerramos aquí —decidí siendo lo más lógico al no tener nada más en común. Me levanté del asiento porque no planeaba pasar mi receso en la biblioteca, al menos no en esta ocasión—. Nos vemos.

    Regresé a pasos tranquilos hasta la puerta de la biblioteca, pensé en ir al observatorio pero eché un vistazo al reloj de mano, quedaba la mitad del receso y lo mas probable es que ya hubiese gente allá...
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Su apunte tenía todo el sentido del mundo, pero eso no significaba que fuera a dejarlo ganar la discusión donde supuestamente yo estaba más versada que él. No sabía hasta qué punto era propio de mí decir tantas bromas o tonterías e igual la noción no me preocupaba; se lo podría achacar a la flor de papel que seguía en mi mano y ya. Al fin y al cabo, nunca recibía atenciones del estilo y era bastante bonito.

    —¿Cosas como cuáles? —lo molesté, mirándolo con evidente intención.

    Mi comentario sobre su carita lo hizo menear la cabeza y yo regresé la vista al frente, satisfecha. Estábamos llegando a mi destino inicial cuando preguntó por la sala de invocaciones. Me sonreí y empujé con suavidad la puerta de la biblioteca, sosteniéndola hasta que él pasara.

    —Hay mucho que no sabes de esta escuela —solté porque sí, como si yo no fuera nueva también, y cerré.

    Apresuré el paso hacia el escritorio de la bibliotecaria y me incliné para preguntarle por un libro específico. Ella tecleó en su ordenador, anotó su ubicación en un papelito y me lo extendió, a lo cual le agradecí en voz baja. Le eché un vistazo fugaz a las indicaciones y las hundí en mi bolsillo mientras regresaba junto a Kenneth; ya sabía perfectamente cómo llegar a la sección que buscaba, sólo había incorporado el hábito de preguntarle a la señora tras descubrir que así me dejaba en paz.

    No le dije nada, le concedí una sonrisa y viré con suavidad para adentrarnos en las hileras e hileras de estanterías. De por sí había poca gente a esa hora y conforme nos alejamos del sector principal el murmullo se evaporó gradualmente. Me sentí cómoda en el silencio, el mero eco de nuestros pasos y la penumbra que generaban los gigantes a los costados. Ya lo había traído aquí una vez, pero ahora mantuve un ritmo estable y pausado al caminar.

    Finalmente giré en un pasillo concreto, hacia la derecha, y aminoré el ritmo. Me fui distrayendo con los lomos de los libros a nuestro alrededor, rodeándonos en ambas direcciones, y pestañeé con calma.

    —"Sin importar cuán rápido la luz viaje, siempre encontrará que la oscuridad llegó allí primero. Y que la está esperando." —Me detuve, girando el cuerpo hacia la estantería, y empecé a buscar—. No sé invocar espíritus, jamás en mi vida vi, oí ni toqué uno. No sé si existen. Pero, en cierta forma, eso nunca me detuvo de buscarlos. De una amiga aprendí que las certezas son absurdas y en última instancia innecesarias.

    El tulipán permaneció en una mano, mientras que la otra recorría con premura los lomos de los libros. Cuando finalmente encontré el que buscaba, lo enganché de arriba y lo removí con cuidado. Me quedé observando la portada, sencilla y de letras doradas sobre la pasta dura.

    —Al final sí te mentí: tampoco soy popular entre los fantasmas. O quizá sí, ¿quién sabe? No sé invocarlos, pero creo que leer sobre ellos y darles forma en tu mente se le parece bastante. Acercarse a lo desconocido ayuda a que luzca menos atemorizante.

    No me importó demasiado estar allí diciendo puras mierdas raras, si es que me preocupaba en absoluto. Cuando despegué la vista del libro, giré el rostro y encontré los ojos de Kenneth. Mi plan original siempre había sido venir aquí a buscarlo, la flor de papel y la presencia del muchacho sólo complementaron la pequeña travesía.

    —Además, aquí puedo agradecerte apropiadamente —finalicé, arruinando por fin la broma tonta.
     
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    Amane

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    —Pues... quedar con chicas bonitas para tomar algo, por ejemplo —contesté, dedicándole mi sonrisa más galante en el proceso, sin ninguna pizca de vergüenza.


    Al final, los pasos de la chica nos hicieron alcanzar la biblioteca, a lo que me sonreí con cierta diversión antes de seguirla al interior de la estancia. Claro, ¿dónde si no iba a llevarme Morgan? Le sonreí a la bibliotecaria al pasar a su lado, después de que Morgan se hubiera acercado a ella para hablarle, y después continué caminando detrás de la muchacha sin mayor problema al respecto.

    Me di cuenta de su ruta estaba siendo bastante más calmada en aquella ocasión, así que me permití echar algunos vistazos curiosos a los libros que reposaban en las librerías, hasta que volví a escuchar la voz de la chica alzándose sobre el silencio. Le presté toda mi atención a sus palabras, desde la frase que sonó a cita de libro hasta su confesión de haberme mentido, con esta última logrando arrancarme una nueva sonrisa de diversión en respuesta, y aunque quise responder algo medianamente inteligente a todo su discurso... bueno, al final era un muchachito bastante simple, y todo mi interés centrándose por completo en lo último que pronunció.

    >>¿Agradecerme apropiadamente? —murmuré, ladeando apenas la cabeza, y mi sonrisa adquirió un tinte sedoso al dar un par de pasos más en su dirección—. Ahora sí que me tienes intrigado~
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Seguí al detalle cómo su expresión mutó luego de soltarle la última tontería y lo escuché mientras se acercaba a mí. Mi semblante se mantuvo inalterable y permanecí en silencio un par de segundos extra, dejando el espacio suficiente por si él quería agregar algo más; o sea, algo relacionado a todo lo que yo había dicho, pero no fue el caso. Supuse que su atención había acabado absorbida en el detalle del final y exhalé por la nariz, desviando la vista al libro un breve instante.

    Era un poco decepcionante.

    Sin decir una palabra, consumí la distancia que me separaba de él y me puse de puntillas para dejarle un beso en la mejilla. Con eso hecho, lo rebasé y me detuve un par de pasos después, asumiendo que voltearía en mi dirección.

    —Gracias por la flor, Kenneth —murmuré, con una sonrisa suave—. Nos vemos~

    Las últimas palabras las solté ya virando el rostro y reanudé mi camino sin más. Tenía que fichar el libro con la bibliotecaria y ya de ahí podría subir a clases, suponía que me daría el tiempo.

    medio obvio que estoy cerrando pero nobleza obliga avisar en un spoiler JAJAJA
     
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    Bruno TDF

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    Los ecos de mi presencia se desvanecían, solitarios.

    Me hallaba entre dos amplias estanterías, observando los lomos de los libros, que como ladrillos conformaban murallas de papel, letras y extensos universos. El ritmo de mi caminar era lento, al punto de rozar lo insonoro. Habría sido improbable que alguien escuchara mis pasos en los diferentes sitios de la academia, cada uno con su tipo diferente de murmullo y susurro. Pero en esta biblioteca, nada ni nadie podía pasar desapercibido.

    Su silencio era profundo, sombrío y gratificante.

    Como el inicio del receso me había encontrado sin un apetito exuberante que necesitara saciar, la biblioteca pasó a ser el destino directo de mi tiempo, lugar al que llegué sin detenerme en algún otro sitio. Lo primero que noté fue que, además de ese silencio, reinaba el vacío en las mesas, en sus sillas ordenadas y en las sombras que se alzaban entre los estantes más alejados de las ventanas que daban iluminación. No divisé a nadie más, aparte de la empleada que se encargaba de esta biblioteca, a la que saludé apenas alzando la voz. En lo que respectaba a los estudiantes, había sido la primera y única en llegar.

    En apariencia, al menos.

    Seguí avanzando, despacio, depositando en el suelo el sonido amortiguado de mis pasos. Observando con detenimiento cada título, cada nombre impreso en los lomos. Si bien había venido con la idea de encontrar mi siguiente lectura, no existía una prisa real en eso. La búsqueda también era un acto que aprovechaba para embriagarme de este silencio, de la envolvente soledad de las bibliotecas.

    Alcé una mano, sin dejar de caminar, y deslicé el índice sobre uno de los libros. Ligeramente distraída.

    En apariencia.

     
    Última edición: 29 Mayo 2024
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    Gigi Blanche

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    Deslicé la hoja del libro con suavidad y repasé su contenido por encima, ligeramente distraída. No tenía una lectura concreta para hoy, nada que hubiera captado lo suficiente mi atención, así que me quedé parada frente a una de las estanterías husmeando parte de su contenido. El peso del objeto sobre mi mano, el sonido tenue del papel, el sutil aroma a polvo y los quejidos silenciosos de la encuadernación se replicaban con premura sobre el silencio. Era como hundir la cabeza bajo el agua y permanecer allí, en la tranquilidad y la quietud de un inmenso océano.

    Eso fue, al menos, hasta que detecté a otra persona. Sus pasos eran serenos y amortiguados, respetuosos, pero a la debida distancia irrumpieron en mi pequeña burbuja como quien activa una alarma al pisar un cable invisible. Despegué la vista del libro, alcé la cabeza y miré alrededor, hacia los pasillos. No que fuera extraño, después de todo me encontraba en una biblioteca escolar. Lo que llamó mi atención fue, precisamente, la sutileza de su presencia.

    Cerré el libro con cuidado y lo regresé a su hueco, sin hacer ruido. Pensé que quizá se tratara de Kashya, la verdad, y de todas formas ya me había picado la curiosidad. Además, la lectura me estaba aburriendo. Miré por encima de los lomos, la fina ranura de luz que permitían, y en el pasillo de enfrente vislumbré a una chica.

    Sonreí con calma y caminé hasta bordear el mueble, apareciendo en su pasillo. Apoyé el hombro en el mueble y la repasé de arriba abajo. No recordaba haberla visto en mi vida.

    —¿Quizá pueda ayudarte? —ofrecí, sin elevar el tono.
     
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    Bruno TDF

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    Mi brazo se hallaba apenas alzado, a una altura precisa que me permitiera seguir rozando los libros que se encontraban a la altura de mi hombro, porque mantenía mi caminata silenciosa. El extremo de mi índice absorbía la sensación de diferentes texturas, las de aquellos materiales usados para la encuadernación de estas obras; desde finos cueros hasta material plástico, pasando por elementos más rústicos. Podría decirse que, además de estar disfrutando de su silencio característico, realizaba un reconocimiento más profundo de la biblioteca del Sakura. Tenía por objetivo que se volviese, paulatinamente, parte de mí.

    Ahora que las bibliotecas de Kioto quedaron irremediablemente atrás.

    No noté a la chica que me miró a través de la hilera de libros que se extendía detrás de mí, sus ojos violetas habían quedado fuera de mi campo de visión. Tampoco sentí sus pasos, como si estuviera por completo desprovista de sonido. Sólo fui consciente de su presencia cuando apareció en el extremo del pasillo que recorría, justo frente a mis ojos, como una silueta surgida de la nada. Pese a que su aparición fue en cierta manera inesperada, mi rostro conservó su expresión impasible. A lo sumo, detuve mis pasos para mirarla, con un dedo aún posado sobre el lomo de un libro, en la estantería que se alzaba a mi costado.

    Cabello negro, ojos de un violeta profundo, sus rasgos eran suaves. Mientras que ella me miró de arriba abajo, yo me mantuve observando su rostro, sin incomodarme por el repaso que hizo sobre mi figura. Fue una situación similar a la que viví con Cayden, y que seguiría repitiéndose por los próximos días: trataban de reconocerme, tarea infructuosa debido a mi procedencia desde otra ciudad.

    Su voz también fue suave cuando habló, ofreciéndome ayuda. Bajé el índice que aún tenía apoyado sobre el libro a mi costado, y entrelacé las manos frente a mi cintura, a la vez que mantenía la mirada sobre su semblante. Mis movimientos eran tan calmos como mi expresión, de por sí neutral. Lo mismo sucedió con mi voz cuando la hice oír.

    —Hola —saludé—. En verdad, tengo en mente leer alguna obra de narrativa gótica —mis ojos regresaron hacia la estantería, pues esta sección contenía literatura relacionada con ese y otros géneros similares, como el terror—. De hecho, planeaba llevarme uno de estos libros, de ser posible una novela. Pero… —volví a girar el rostro hacia la chica— Sería más interesante si recibiera una recomendación de otra visitante de la biblioteca. ¿Podría pedirte ese favor?
     
    Última edición: 1 Junio 2024
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    La muchachita se mostró inalterable ante mi aparición, cosa que me llevó a preguntarme si me habría notado de antes o si sólo era difícil sobresaltarla. Sus facciones y la aparente neutralidad que reflejaban, incluso su complexión y paleta de colores me recordaron a Kashya al instante. Era como una versión más sepia, más cálida de la niña, y pensé que la pobre criatura volvería a escupir el corazón de enterarse que la colección de doppelgängers sólo seguía en expansión.

    Seguí el movimiento de su brazo de soslayo, que regresó a su espacio con una fluidez pasmosa. Volví a sus ojos apenas abrió la boca, y conforme la oía hablar confirmé más y más mis ideas iniciales. Sentía haber hecho un descubrimiento interesante, uno que bastaría para entretenerme un rato, y la curiosidad de ver hasta dónde llegaban las similitudes me ensanchó la sonrisa con una mezcla de diversión y cordialidad. Podía hacerle de guía, ¿cierto? Con lo bien que conocía aquel espacio.

    —¿Eres nueva en la escuela? —inquirí, caminando hacia ella, y me detuve a su lado para repasar los libros frente a nosotras—. Novela gótica... ¿Un viejo gusto o querrías introducirte en el género?

    Deslicé la mirada a ella y me permití repasar sus facciones, ahora que podía apreciarla con claridad.

    —Si me permites arriesgar... ¿intuyo que es la primera opción~?
     
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    Bruno TDF

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    En el rostro de la chica hubo una sonrisa que se volvió, a partir de mi respuesta, más pronunciada. Fue un gesto cordial, en el que también me pareció notar la sombra de la diversión, como si una idea estuviera entreteniendo sus pensamientos. Podría haber creído que la causa era yo, por cómo sus ojos me alcanzaban. No le di la suficiente entidad a esta posibilidad y, en cambio, continué detallando sus facciones mientras le hablé. Tuve la impresión de que, quitando la similitud de estaturas, era de un curso superior.

    Me acompañó en la contemplación de los libros. La recibí a mi lado en completa quietud, pero ésta se rompió cuando asentí para confirmar que era nueva en la academia. Dejé que continuara deslizando más de sus comprensibles interrogantes, y me volteé hacia ella en el instante que noté que ella hacia lo propio. Detalló mi rostro, permití que lo hiciera porque no había motivo alguno para sentir reparo. A fin de cuentas, yo hice lo mismo, deteniéndome sobre todo en sus ojos.

    —Me transfirieron el jueves pasado, a raíz de una mudanza familiar. Vengo de Kioto —dije, para despejar su primera duda, no tardando en virar la conversación hacia el tema central:—. En cuanto a mis lecturas, estás en lo correcto: no sería la primera vez que tengo contacto con la narrativa gótica.

    Mi atención volvió a la estantería que enfrentábamos. De allí saqué, con silenciosa delicadeza, la novela que se consideraba el texto inaugural del género gótico: El castillo de Otranto. Lo abrí en una página al azar y allí deslicé los dedos, como en una caricia, para sentir la textura de sus páginas.

    —Aunque… no diría que me centro en un género literario al elegir un libro —comenté, volviendo a mirar a la chica—. Quizá te sirva, para la recomendación, saber que me interesan los temas sobrenaturales, sobre todo la magia. Me gusta ver cómo sus representaciones varían en cada obra, como ilustrando los conceptos de cada autor, cada individuo.

    >>Este interés por lo desconocido, ¿también lo sientes? ¿O te gustan otro tipo de lecturas?
     
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    Gigi Blanche

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    Era, en efecto, una estudiante recientemente transferida. Llevaba aquí desde la semana pasada y provenía de Kioto, pero no era información que me interesara de algún modo. Al menos por ahora. Confirmó mi pequeña apuesta y, cuando ella deslizó la mirada de regreso a los libros, mantuve mi atención en su perfil un par de segundos. Había una satisfacción silente, casi culpable, en observar a las personas durante los momentos que ocupaban en otras distracciones. La niña no era ignorante de mi presencia, por supuesto; estaba, de hecho, plenamente convencida de que era harto consciente de mis acciones. Daba igual. Fuera adrede o involuntario, el encanto se mantenía.

    ¿El peligro no solía venir de aquello donde no prestábamos la suficiente atención?

    La idea se garabateó en mi mente sin un origen ni un motivo concretos; como tal, sólo le concedí la importancia estilística que ostentaba. Saqué mi móvil y, mientras Melinda seguía hablando, me anoté la frase para no olvidarla. La oí, entre tanto, afirmar que buscaba contenido gótico con elementos sobrenaturales, aún mejor si se trataba de magia. Sentí su mirada encima, pero no sentí la presión de corresponderle a expensas de interrumpir mi tarea. Sus preguntas, sin embargo, detuvieron por un breve instante el movimiento de mis dedos. Cerré el cuestionamiento en la pantalla, bloqueé el aparato y bajé el brazo, buscando los ojos de la niña con una sonrisa satisfecha.

    Era una mera coincidencia, por supuesto, pero ¿qué importaba? Con la obsesiva tendencia del ser humano para trazar patrones, señales y significancias. Encontrábamos profecías en el agua y las estrellas, ¿por qué me negaría el placer de coincidir con esta chiquilla?

    —Tu pedido es algo difícil de cumplir, lass —murmuré, arrimándome a la estantería para empezar a buscar; según recordaba debía estar por aquí—. La magia como la entendemos hoy día no es un concepto que haya permeado la literatura gótica clásica. Es probable que a algún autor contemporáneo se le haya ocurrido fusionar sus elementos, pero escapa a mis conocimientos.

    Enganché el lomo de un libro con la punta del índice y lo deslicé fuera de su lugar, como una pieza floja. Lo observé un instante y se lo extendí. La portada simulaba una hoja de papel arrugada y amarillenta sobre la cual se distribuían, de forma bastante anárquica, una variedad de dibujos infantiles. Un conejo, una sirena, un perro iracundo, flores, una pequeña casa y una niña rodeaban la estampa de una rosa roja. En su centro estaba la princesa, triste, y de su mano se extendía un hilo que, entre giros y enredos, alcanzaba al pez turquesa coronando la parte superior de la composición.

    El nombre del texto se encontraba en el centro, con la caligrafía igualmente anárquica y descuidada de las ilustraciones: "La memoria de las rosas".

    —Inglaterra, década del treinta. La historia sigue a Jennifer, una chica de diecinueve años que acaba atrapada en un extraño mundo gobernado por niñas que establecieron una sociedad jerárquica llamada Los Aristócratas del Crayón Rojo. —Presenté la sinopsis con premura y busqué sus ojos—. Hay novelas góticas más puras, pero no me gusta idealizar los clásicos. Es una historia triste, enrevesada, perturbadora e irreverente. ¿Qué ocurre cuando las reglas se trastocan y las personas adquieren verdadero albedrío? ¿Qué define lo que es real e irreal, sino nuestra propia mente?

    Suspendí la pregunta sin pretensiones de recibir una respuesta y renové mi sonrisa con suavidad, conectando mis ideas con su pregunta anterior.

    —Lo desconocido se parece bastante a la imaginación. Aquello que siquiera podemos imaginar ya no es desconocido, es imposible, y esa imposibilidad desvanece nuestro interés, permitiéndole, quizá, un mero espacio de reverencia. ¿Cómo podríamos concederle pensamiento a aquello que nos excede por completo? Pero allí, en ese trémulo límite entre lo conocido y lo desconocido, entre la realidad y la imaginación... —Pestañeé y ladeé apenas la cabeza, sin correrme de sus ojos—, si resistiera la tentación de navegarlo no estaría aquí, ¿verdad?

    Le di dos toquecitos a la portada del libro con el índice, como reafirmando mi recomendación, y luego agregué:

    —Magia, dices. ¿Qué es la magia para ti, lass?


    El libro en cuestión vendría a ser este. Es un trabajo no oficial basado en un videojuego, and i must say que no está brillantemente escrito, pero el juego es una de mis cosas favoritas ever así que voy a fingir que en el Gakkouverse el libro sí le hace justicia :D
     
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    Su certeza sobre mi percepción era precisa. Aunque mantuve mi atención puesta sobre las letras impresas en cada tomo, seguí sintiendo la energía de su mirada. Era lo único de lo que podía ser consciente, porque no podía adivinar el pensamiento que la estaba atravesando al observarme. Pero, como siempre, no fue algo que afectara mi carácter imperturbable, tampoco es que me provocase nada concreto. Sólo dejaba ser, y fluía.

    Al encararla nuevamente, no encontré sus ojos. La chica estaba escribiendo algo en el móvil, y sus dedos no cesaron el movimiento constante mientras le hablé sobre los temas que me interesaban en la literatura. Sin embargo, mis preguntas provocaron una pausa fugaz en su escritura, que no me pasó desapercibida, y supe que había alcanzado una pizca de su atención aparentemente caprichosa. Aunque no me hubiera afectado si decidía pasar de mí, su reacción me resultó prometedora sin hacerme caer en el entusiasmo: conocer la visión de otros lectores era algo fructífero para mí, me suponían aprendizaje y descubrimiento.

    En ese sentido, esta muchacha iba a ser una revelación.

    Me dedicó una sonrisa satisfecha. En mi rostro no hubo variación alguna mientras nos miramos a los ojos. Dijo que mi pedido era complicado de satisfacer, porque la magia no era algo muy presente en la literatura gótica clásica. Asentí, pese a que no me vio por estar rebuscando entre los libros. Era algo sabido por ambas, y por eso preferí hablarle de mi interés por lo sobrenatural en términos más generales; la magia, en su caso particular, no se limitaba a un solo género, era una noción que poseía una versatilidad que le permitía estar presente en todo tipo de historias. La narrativa gótica no debía verse exceptuada de esto y, tal vez movida por esa idea, quise averiguar si los conocimientos de esta chica me traían algo nuevo.

    De este modo, recibí una novela titulada La memoria de las rosas. La tomé entre mis manos con los movimientos precisos y silenciosos que me caracterizaban. Miré con detenimiento la distribución confusa de los dibujos de la portada, detallándolos, a la vez que escuchaba la breve reseña que me concedió para captar mi interés. Cuando la chica dijo que no le gustaba idealizar los clásicos no dije nada, pero pensé que era un punto en el que coincidíamos: me gustaba la literatura clásica, pero evitaba apegarme a ella, pues con eso limitaría mi visión y mi campo de lectura.


    ¿Qué define lo que es real o irreal, sino nuestra propia mente?


    Volví a alzar la mirada hacia O’Connor, esperando a que continuara desarrollando la idea que nacía de su pregunta. Equiparó lo desconocido con la imaginación y afirmó que aquello que podíamos imaginar ya no era desconocido, lo que generaba una pérdida de interés, supuse que refiriéndose a la curiosidad innata en el ser humano.

    Y finalizó afirmando que recorría el límite entre la realidad y la imaginación. Como si se desplazara por un sitio donde sus fronteras no estaban del todo definidas, una zona en la que podían entremezclarse. Ladeó la cabeza sin despegarse de mis ojos y, nuevamente, volví a pensar en que su aparición en el pasillo había tenido cierto aire fantasmal.

    Le dio unos toques al libro que seguía en mi mano y añadió una pregunta. Yo tampoco me desprendía de su mirada, porque la naturaleza de sus ideas había atraído por completo mi atención.

    ¿Quién era esta chica y qué historia guardaba?

    —La magia… —dije, bajando las manos para sostener el libro a la altura de mi vientre— para mí, es dominio.

    Caminé unos pasos, rebasando a la muchacha para que darle unos segundos en los que pudiese interpretar el probable significado de mis palabras. Alcé el brazo para deslizar el índice, otra vez, a lo largo de los libros. No me alejé mucho, tampoco tardé en voltearme para volver a mirarla a los ojos.

    —La magia ha tomado muchas formas en el imaginario colectivo, a lo largo de la historia de la humanidad —continué—. Es algo que puede actuar sobre diferentes entornos, en personas y animales, incluso en uno mismo. Hasta los medios para canalizar la magia suponen una red de infinitas posibilidades, yendo desde las propias manos y las varitas, hasta el uso de maquinarias —hice una pausa—. Pero, en definitiva, todas estas formas de magia coinciden en un mismo punto.

    >>El control.

    >>Ya sea una energía invisible u otra cosa, la magia debe primero ser conquistada. Y través de la misma, puedes dominar sobre otros elementos: el entorno que te rodea, los seres vivos, los objetos inanimados y otros planos de la realidad, incluso te da acceso a lo inimaginable. Es un ejercicio de poder que, en muchas historias, no está al alcance de cualquiera. Como si pocos pudieran permitírselo.

    No tenía una visión fantasiosa sobre la magia. Las nociones de poder y conquista eran lo que más atraían mi atención, y debía preguntarme si en eso no había influido la naturaleza de la familia en la que crecí. Tenía diferencias con los Frenerich, y sin embargo no me diferenciaba tanto de ellos. De las irreverencias, así como del deseo de ver cumplidos mis cometidos, sin importar los medios.

    Miré a Morgan.

    —Al navegar esa frontera entre lo conocido y los desconocido, ¿qué cosas sientes que has aprendido? ¿Ha cambiado tu perspectiva del mundo, desde que empezaste?
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Mi pregunta había estado orientada hacia un aspecto más bien técnico. Si me detallaba el tipo de magia que le gustaba quizá se me ocurriera alguna otra recomendación. Su respuesta, sin embargo, tomó un giro inesperado. Apenas la palabra "dominio" brotó con sutileza de sus labios mis cejas se alzaron ligeramente. Mis ojos la siguieron al aproximarse a la estantería y permanecí en silencio, con la certeza de que ampliaría su respuesta.

    Su definición se asemejó a la que uno encontraría en un manual. Habló de control y de poder, de una suerte de elitismo también. Volcó la magia sobre el ejercicio mundano de carisma, astucia e influencias que se veía en las noticias todos los días, que ocurría en el susurro que se colaba bajo las puertas, en el privilegio de los parlamentos y la podredumbre de las oficinas. No sería la primera vez que la fantasía fungiera como espejo de la realidad, pero ¿por qué? ¿Para qué?

    —Tienes un concepto bastante realista de la magia —destaqué, una vez terminó de hablar, y le sonreí con suavidad e indiferencia—. Es casi triste. ¿Por qué pretenderías alejarte tanto del mundo para, aún así, no despegar los pies de la tierra?

    Rumié en torno a sus preguntas por algunos segundos. Pensé en Jenny, en su voz sobre el eco vacío del bosque, en los gigantes dormidos dentro de los monolitos, los copos de nieve flotando a nuestro alrededor y los cánticos que creíamos oír en el aullido del viento. Las luces anaranjadas de Samhain, las sonrisas maltrechas de las ancianas y los presagios que vaticinaban en la palma de nuestras manos. En el lecho de los lagos dormían bestias antiguas y los castillos eran protegidos por espíritus torturados. Mi mundo había cambiado, eso era innegable, pero ¿de qué forma, exactamente?

    —Hay una frase un poco larga. —Mi sonrisa se estiró apenas y saqué el móvil, de donde comencé a leer—. "Los sentimientos que más duelen, las emociones que más afligen, son los absurdos. El ansia de cosas imposibles, precisamente porque son imposibles; la añoranza de lo que jamás ha existido; el deseo de lo que podría haber sido; la pena de no ser otro; la insatisfacción de la existencia del mundo. Todos estos medios tonos de la conciencia del alma crean en nosotros un paisaje dolorido, una eterna puesta de sol de lo que somos."

    Bajé el aparato con premura y regresé a sus ojos.

    —Me gusta perseguir leyendas e historias de fantasmas, cantar bajo la luna y danzar en nombre de criaturas insomnes. No lo hago conteniendo el aliento y mi alma no se desploma al recibir vacío y silencio como única respuesta. Pero lo he visto ocurrir una y otra vez. He visto a las personas aferrarse hasta hacerse daño, las he visto llorar sobre la misma herida, necias, y habitar sus dolores pintando rayos de sol en la pared. Las personas... son absurdas en esencia. El mundo lo es. Y si el mundo es absurdo, ¿qué sentido tiene atarse a él?

    Exhalé con ligereza y apoyé la espalda en el mueble detrás de mí, cruzando los brazos bajo el pecho.

    —No he descubierto nada, mi vida no ha cambiado sustancialmente, ni siquiera mi visión de las cosas. Si acaso, ahora... estoy menos aburrida. —Sonreí, aún indiferente, pero más incisiva—. Y sin embargo, tú quieres controlar y dominar la magia. ¿Por qué?
     
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    Bruno TDF

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    Con esa sonrisa enigmática, dijo que mi concepto sobre la magia estaba empañado de realismo y que, como tal, consideraba triste su aspecto. Escuché, sin inmutarme, el cuestionamiento sobre los motivos que me llevaban a alejarme del mundo mediante las historias, pero no dije nada. De todas maneras, su respuesta me dejó claro que poseíamos puntos de vista que, en un principio, se diferenciaban lo suficiente como para no comulgar.
    Ahí radicaba el encanto de esta conversación: la contraposición. Quizá yo tenía la mente muy apegada a la realidad, pese a mis lecturas e intereses; pero me era indistinto en este momento, no pretendía defender ni rebatir mi punto, porque me interesaba más la perspectiva de Morgan. Lo que tuviese que ofrecer a partir de mis preguntas.

    Su sonrisa se estiró y volvió a sacar el móvil. Mientras me leía la frase que iba a cimentar su respuesta, desvié los ojos primero hacia el teléfono, aunque luego me distraje brevemente mirando sus manos blancas. La cita de Morgan inundó el silencio mientras tanto. Se centraba, sobre todo, en la existencia de un dolor emocional constante, que surgía por la búsqueda humana de lo imposible. Ese imposible se encarnaba tanto en los escenarios hipotéticos que podrían haber redefinido a un individuo, así como en las oportunidades perdidas para siempre en la irrecuperable línea del tiempo. Me recordó un poco a la frontera entre lo conocido y lo desconocido, antes mencionada.

    Todo teníamos esas preguntas y añoranzas.

    Alcé los ojos al mismo tiempo que ella y seguí escuchándola con interés. Morgan perseguía leyendas y fantasmas, su canto se oía en la oscuridad de la noche y danzaba al son de otros seres sin forma. A ella no le afectaba el silencio que recibía como respuesta, lo cual conectaba con la cita de hace unos momentos, pero sí destacó que había sido testigo de cómo las personas desesperaban. Definió el comportamiento humano como absurdo, ante lo cual le concedí un asentimiento leve, porque allí coincidíamos. Mi movimiento se detuvo cuando, acto seguido, volvió a cuestionar el sentido de mantenerse aferrado al mundo, y finalmente concluyó que su visión no había cambiado. Dio a entender que se entretenía, o al menos así interpreté que estuviera menos aburrida.

    Luego, vino una nueva pregunta. No comprendí por qué me atribuyó un aparente deseo de controlar y dominar la magia. Pero era una forma interesante de plantearlo.

    —Me interesa el poder que representa —contesté, tranquila—. La magia, tal como es construida en los libros, implica la capacidad de manipular el mundo… y hasta la realidad misma —hice una pausa—. En nuestro plano, apenas podemos aspirar al arte del ilusionismo, que denominan vulgarmente como “magia”. Pero… ¿no es el mundo absurdo porque, precisamente, se trata de un conjunto de ilusiones? ¿No sufren las personas porque hacen parecer real lo que es imposible? Quizá la realidad sea una forma retorcida de magia y por eso me apego a este tipo de concepto.

    >>¿Qué tan real es lo que nos rodea? —la miré a los ojos, quieta— ¿Y qué pasaría si alguien pudiera controlar ese mundo de ilusiones... o engañar a los demás con las suyas?

    Nuevamente, seguía sustentando mi respuesta en la existencia de los Frenerich. Una familia poderosa que, para instaurar su posición, se valió de engaños, manipuló la realidad y usó otros trucos sucios sobre los que yo no echaba la suficiente condena. Por no hablar... de las otras familias con las que conformábamos una alianza, conocida como Black Stone Society.

    Y... cierre con la Meli. No estoy muy convencido con este post, pero no quise que el día se terminara sin que le contestara a Morgan uvu

    ¡Gracias por aceptar rolearlas! Siempre salen charlas interesantes con tu niña <3
     
    Última edición: 11 Junio 2024
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    Amane

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    Esto iba a ser un poco gracioso, a decir verdad. Al parecer, mi padre tenía que dar un conferencia en Tokio este mismo fin de semana, lo que significaba que tanto él como mi madre habían pillado un vuelo a mediados de semana para venir, y eso implicaba que iba a poder traer a mamá para la entrevista en carne y hueso. Podía parecer una tontería, ¿pero acaso no sería guay ver a mis compañeros impresionados por verla cuando les había dicho que la entrevista sería por conferencia? Yo creía que sí.

    Así pues, una vez sonó la campana anunciando el receso, pasé a recoger a Kashya de su clase y bajamos para hacer lo mismo con mamá. A Kashya me la tuve que arrastrar para hacer de traductora, básicamente, pues mi japonés todavía no era lo suficientemente bueno como para ello, y aunque la relación de mis padres con ella siempre había sido algo más complicada... bueno, también sabía que ninguna iba a reaccionar demasiado al respecto; se parecían bastante, de hecho.

    Mamá había venido vestida bien elegante, algo que me hizo su relativa gracia a pesar de no ser especialmente extraño viniendo de ella, y nos dirigimos hacia la biblioteca para esperar al resto. La sala de entrevistas parecía que iba a estar ocupada, así que le mandé un mensaje a Kakeru diciéndole dónde íbamos a estar en su lugar; aquella era la estancia más adecuada teniendo en cuenta el tema, ¿o no? Claro que sí.

    Gigi Blanche Insane heyooo uwu por aquí dejo el outfit de la mamá, solo imaginadla con el pelo blanquito y así (?)

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    "Creadora de mundos y conocedora de otros". La idea me quedó rebotando en la cabeza, distrayéndome momentáneamente de mi tarea de lectura, e interrumpí lo que estaba haciendo para mirarla con una sonrisa. Sólo pensé que ciertas honestidades no mataban a nadie.

    —Es una frase muy bonita —afirmé, y regresé la vista al cuaderno.

    Me contó que había buscado, básicamente, ejemplos de entrevistas, y asentí pues me parecía una buena idea... que no se me había ocurrido. Ni modo, igual esta lista deprolija de aquí también era trabajo honesto, ¿no? Alcanzamos la planta baja y me detuve al notar que ella lo hacía, mirándola con la pregunta impresa en el rostro. Lo que dijo me forzó a retroceder tres minutos al pasado y confirmar que la tontería del agua la había pensado, no verbalizado. ¿Me había leído la mente o algo?

    Me divirtió, en cualquier caso, y llevé el dorso de mi mano al borde de mi frente para concederle un muy fugaz saludo militar. Fui hasta la máquina, en el camino saqué la billetera y compré una botella de agua para la señora Thornton, tranquilo pero sin perder tiempo. Me reencontré con Katherin a mitad del pasillo y seguimos avanzando hasta, finalmente, entrar a la biblioteca. Las tres cabezas blancas fueron harto distinguibles y apreté un poco la botella entre mis dedos sin ser consciente; me habían caído los nervios de golpe.

    Le concedí una sonrisa a Kenneth, a la niña albina también (su hermana, suponía, ¿también estudiaba aquí?), y derivé en la mujer. Incliné la cabeza en un saludo bien japonés, cosa que no recordaba haber hecho en siglos. Lucía... elegante, y al mismo tiempo sofisticada.

    —Hola, señora Thornton, un gusto conocerla. Gracias por haber venido hasta aquí. —Le sonreí con suavidad y le mostré el agua, apoyándola en la mesa que, supuse, usaríamos; no le vi sentido a dársela en la mano, se le mojaría—. Le trajimos una botella de agua por si acaso.
     
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  18.  
    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Aduló la frase que me salió por allá de la neurona, asentí con cierta suavidad en las facciones. No había socializado antes con Kakeru más que para este proyecto, pero me daba la sensación de que era un chico lo más de dulce, amable y hasta podría encasillarlo de tierno, al menos con lo poco que había compartido de él. Me apeteció dejarlo en ese concepto por el momento.

    Me siguió con el cambio de idea de comprarle algo para tomar, hizo un saludo militar que me hizo reír, asentí por pura complicidad y cuando regresó continuamos con la marcha a la biblioteca. Me distraje con un par de estudiantes, primero porque no tenía mucha idea de fisícamente quién era el otro estudiante, por lo que cuando sentí el ambiente un poco tenso -a Kakeru en realidad- me giré para mirarlo, y ya luego seguí su vista hasta las tres personas presentes. Me contagió los nervios por lo que repiré profundamente y solté el aire con suavidad, era lo que hacía siempre antes de cualquier presentación.

    Esperé que mi compañero se presentara primero en lo que miré a -quien supuse y era Kenneth- para sonreírle, hice lo mismo con la otra chica presente que tampoco distinguía y luego me incliné de igual manera, siguiéndome los hilos negros en el proceso en dirección a la señora. Me enderecé de regreso.

    —Muchas gracias por aceptar ser la entrevistada de nuestro proyecto, mi nombre es Katherin Manson, mi compañero es Kakeru Fujiwara —me llevé un mechón tras la oreja y con curiosidad me quedé en sus facciones.

    Era una persona dedicada a la escritura, ¡había mucho por donde empezar! Y justo sentía el cerebro en blanco.

    >>Inicialmente quisiéramos conocer un poco de su vida. ¿Podría decirnos en qué momento incluyó la escritura como parte fundamental de su vida?
     
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  19.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    Mientras los demás llegaban, Kashya se había hecho con un libro de la biblioteca y lo estaba comentando con mamá, llegando a utilizar unos tecnicismos que a mí, honestamente, se me escapaban. Acabé distrayéndome con el móvil, pues, aunque en realidad no pasó mucho más tiempo hasta que escuché a Kakeru y Katherin adentrándose en la sala y levanté la vista del aparato. Alcé una mano también, saludándoles junto a una sonrisa animada, y no pude evitar que algo de sorpresa se me colase en el rostro al ver que el muchacho le traía una botella de agua a mi madre. Eh~, ¡qué detallista!

    —Muchas gracias, es todo un detalle —le dijo mamá al muchacho, dedicándole una sonrisa educada tras haber correspondido a su reverencia con una inclinación de cabeza.

    Luego enfocó su atención en dirección a la chica, repitiendo su gesto anterior con el mismo objetivo de responder al saludo, y asintió con la cabeza, con cierto aire solemne, cuando ella presentó los nombres de ambos. Kashya también les había saludado con un gesto similar, aunque pareció pasar bastante más desapercibido; mi mirada, sin embargo, se había quedado completamente fija en nuestra madre.

    —¿Cuándo has aprendido japonés? —le pregunté, sin pretender esconder el obvio asombro de mi tono de voz, y tanto ella como Kashya me miraron con la cabeza ligeramente ladeada en la misma dirección.

    —Empecé a estudiarlo cuando apuntamos a Kashya en el colegio de aquí, claro —contestó, como si fuese la información más lógica del mundo.

    —¿Y tú lo sabías? —retomé, deslizando en aquella ocasión la vista hacia Kashya, quien asintió con la cabeza de la misma manera—. Y yo creyendo que haría falta una traductora... Bueno, igual Kashya se puede quedar, que sigue sabiendo más japonés que yo. Os parece bien, ¿no? —solté aquello último en dirección a mis compañeros, haciendo como si nada de aquella escena hubiera pasado—. Ah, sentaos, sentaos~

    No tenía ni idea de lo nerviosos que estaban los pobres por tener que entrevistar a mi madre, a decir verdad, y por ello mismo seguí comportándome con la misma soltura que lo hacía siempre. Una vez todos estuvimos acomodados, deslicé mi móvil por la mesa hasta dejarla a una distancia media de nosotros y mamá, e inicié la grabación en la aplicación del aparato. A mamá le encantaba tomar notas de todo lo que hacía, así que ella misma también había sacado su libreta, lista para empezar a escribir la pregunta de Katherin en cuanto la chica la pronunció.

    —Antes de nada, quería agradeceros por haberme tenido en cuanta para este proyecto. Es un placer para mí ser entrevistada por los compañeros de mi hijo —comenzó, volviendo a dedicarles una pequeña sonrisa a cada uno—. Bien, entonces... Mi nombre es Elain Thornton, tengo cuarenta y tres años, y me dedico a la escritura de manera profesional. Empecé a escribir desde muy pequeña, pues también disfrutaba mucho leyendo y, siempre que lo hacía, me fascinaba la idea de que alguien pudiera crear una historia coherente a partir de las ideas abstractas que tuviera en mente. Al principio solo eran relatos cortos y sin mucho potencial, pero estando en el instituto me presenté a unos cuantos concursos de escritura y ahí me di cuenta que quería dedicarme de verdad a ello. Si hablamos de cuándo se convirtió en mi trabajo... bueno, no fue hasta que acabé la carrera que empecé a enviar mis manuscritos a editoriales, y fueron todavía un par de años más hasta que finalmente vi mi primer libro publicado en una librería.

    Tras contestar, mamá se inclinó para coger la botella de agua que le habían traído y beber algo, dándonos así espacio a hacer la siguiente pregunta. Yo ya la conocía, así que pensé que lo mejor sería permitirles a los otros dos hacer las cuestiones iniciales, y así se lo indiqué al sonreír con ligereza en su dirección.

    si os parece bien, podéis ir haciendo vosotros dos preguntas cada uno y ya al acabar le hago yo la última con Kenny, o si se me ocurre pues le hago dos también, para que sea justo (?)
     
    Última edición: 24 Junio 2024
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  20.  
    Gigi Blanche

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    Asentí con una sonrisa cuando Katherin me presentó. La señora Thornton, por su parte, aceptó la botella y estaba por proponer sentarnos cuando se desarrolló frente a mí un pequeño debate familiar. Fui alternando mi mirada entre ellos conforme hablaban, curioso, hasta que Kenneth buscó confirmar nuestra opinión respecto a la presencia de su hermana. Asentí, con una sonrisa tranquila, y entonces sí procedimos a sentarnos.

    Abrí el cuaderno sobre la mesa, escribí "Entrevista del proyecto" como título y me di cuenta que no sabía el nombre de la señora. Tamborileé el extremo opuesto del bolígrafo mientras ella empezaba a responder la pregunta de Manson, y apenas resolvió mi duda, lo anoté debajo. Nos contó que su camino había iniciado en el instituto, con relatos cortos, y eventualmente fue progresando hasta conseguir ser publicada por una editorial. Sonaba a un desarrollo lento, laborioso y lleno de paciencia. Pensé en verbalizar mis pensamientos, pero por algún motivo temí ofenderla, estar errado o meter la pata, así que acabé callándome.

    Carraspeé ligeramente la garganta, pretendiendo captar su atención, y esbocé una sonrisa cordial al hablar.

    —¿Podría contarnos sobre su primer trabajo publicado? ¿Y qué es lo primero que recuerda haber escrito?
     
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