Note que la chica había asistido a mi pregunta, repase una vez mas la biblioteca notando y leyendo cada libro que estaría en mi pendiente, cuando volviera a pasarme por aquí por que estaba segura le lo haría. Entonces antes de seguir repasando gire mi vista a la chica que tenia al frente y note que estaba viendo una mesa en especifica, seguro que esa mesa era un lugar importante para los integrantes del club, cuando ella volvió a verme sonreí un poco con boca cerrada y ella empezó a caminar hasta esa mesa, y para decir verdad la seguí. Pero antes de pararme junto a la mesa repase a su respuesta, una y otra vez, entrecerré un poco los ojos ladeando la cabeza, suspire el aire que había estado reteniendo y asentí, sobre lo que me dijo sobre la líder. Entonces me tocara, conocerla en otro momento. Sonreí cuando escuche su explicación, de como podía entrar al club. —Gracias, por la ayuda —murmure mirando la hora en mi móvil, faltaba poco para que terminara el receso—. Si no entiendo algo de la solicitud, vendré por aquí espero que no te moleste. Contenido oculto Creo que esta aquí llego con Isla, ya que no se si me de tiempo de algo mas uwu
La chica decidió seguirme hacia la mesa, algo no me molestó y que realmente había anticipado que haría de todas formas, pero luego no me imitó a la hora de sentarse, lo que provocó que acabase girando la cabeza para mirarla, curiosa. Procesé su reacción durante un par de segundos, hasta llegar a la conclusión de que quizás estaba decepcionada con el hecho de no haber conocido a la presidenta del club en cuestión. Suponía que podía entenderlo, al fin y al cabo era ella la que se tenía que encargar de recibir a nuevos miembros, pero seguramente con el tiempo se iba a dar cuenta del poco interés que la misma tenía hacia el club. Asentí con la cabeza cuando volvió a hablarme, pues lo cierto es que no había sido demasiado problemático ayudarla con lo poco que le había dicho y tampoco me molestaba especialmente que me consultase si tenía alguna duda al respecto de la solicitud; lo dudaba, de todas formas, porque era un formulario muy básico. Con todo eso solucionado, saqué un libro de mi cartera y se lo extendí, mostrándole con especial interés la portada. —"Matar a un ruiseñor" —recité aun así, por si acaso—. El libro que estamos leyendo ahora, por si quieres empezar también. Y después de darle aquella información, me giré de nuevo hacia la mesa, abriendo el libro por la página en la que me había quedado y retomando la lectura como si nada. Contenido oculto well, ka-chan no es la persona más habladora del mundo y he estado algo busy, pero it was a nice little chat uwu also, me tomé la libertad de poner el libro que me dio la gana para el club, I REGRET NOTHING, IF YOU READ ME BELU (?)
La mañana se había desenvuelto con bastante suavidad, si acaso las nubes densas del exterior le otorgaban al paso del tiempo algo de pesadez, que parecía ralentizar su ritmo. No me supuso una dificultad para aprehender las clases del día con precisión y eficiencia, absorbiendo con calma la información transmitida y procesándola de cara a futuros trabajos. Siempre había sido un alumno ejemplar en Suecia, y Japón procuraba volcar una determinación mayor para hacer valer mi intercambio, mi presencia en esta tierra. No planeaba defraudar a mis padres y, principalmente, buscaba no decepcionarme a mí mismo... Convencerme de que podía permanecer de pie, aunque el pecho no dejase de sangrar. Era probable que, por esta razón, el dilema que ensombrecía a Altan me supusiera una comprensión mayor de toda la afección que parecía comprimirlo. Él no decía nada, no hablamos desde entonces y me preguntaba hasta qué punto era correcta la distancia que le permitía. Yo poseía una pista apenas mínima de su problema, la cual permitía intuir una realidad mayor que, sin embargo, no dejaba de ser eso: una intuición. Nuestro encuentro de hoy a la mañana fue ciertamente incómodo, pero también me alegró que se nos acercara a mí y a Verónica, y que incluso tuviera el humor suficiente para usar el mismo apodo con el que Maxwell se dirigía a mí, por los motivos que sólo él sabía. Presenciarlo de esa manera no significaba que las cosas estuviesen bien, o que hubiesen mejorado o… que acudiera al poco apoyo que podía darle. Así y todo, lo tomé como una señal positiva en medio de la oscuridad. Pero el silencio era denso, y en él se escondían destinos cruentos que escapaban a mi radar. Tardé en salir de mi salón tras el sonido de la campana del receso, entretenido con la organización de mis materiales. Había considerado la idea de invitar a Verónica a almorzar, como para poder mantener una conversación más calmada entre “vecinos”; aunque nos habíamos puesto al día con nuestros respectivos asuntos, tales conversaciones se desenvolvieron entre el fragor de los trenes o el ajetreo de la academia por la mañana. Pero dio la casualidad de que la vi pasar frente a mi salón junto con dos personas que, también casualmente, eran albinas. El cuadro hizo que una sonrisa divertida atravesara fugazmente mis facciones, tras lo cual opté por ir a la biblioteca a tener un receso de lectura, donde además quería encontrar un libro en particular… Durante los minutos finales del receso, cerré el libro que tenía entre mis manos y dediqué mis acciones a recorrer un sector de las estanterías, sereno, sin prisas. Embargándome del aroma de los libros, percibiendo el sutil eco de mis pasos y dejándome envolver por este silencio, uno que era más amable, que me seguía a todas partes. El mutismo de las bibliotecas. Recorrerlas respondía al llamado de una búsqueda, pero, asimismo, era un ritual donde me despojaba de mis pensamientos para conectar con las páginas que me rodeaban. No obstante, en algún punto de mi desplazamiento, comprobé el horario en mi teléfono para ver cuántos minutos quedaban a mi disposición. Fue así como me encontré con las notificaciones: eran mensajes de Cayden. Los abrí con algo de preocupación al notar que habían sido enviados casi al principio del receso, temiendo que me hubiera necesitado para algo o que hubiera realizado una invitación que terminó por no ser correspondida. Pero hallé algo bastante diferente, que me hizo alzar las cejas con bastante confusión. ¿Un pedido de disculpas? Cayden era la otra persona que estaba atravesando algo que no se decía en voz alta, como le ocurría a Altan. Había notado cierto viraje en su actitud durante el show de baile e, inclusive, creí percibir un indicio más ínfimo en el momento que conocí a Rockefeller. Dunn y Sonnen podrían tratar de callar sus propios fantasmas, pero no podían escapar de mis ojos. Era un observador, tenía esta virtud que también se vestía de maldición. Sin embargo… a la confusión siguió el alivio. Con Cayden también había mantenido distancias, porque no sabía qué hacer en este tipo de situaciones, desconocía hasta qué punto involucrarme podría hacer que la otra persona se alejara y temìa hacer que se cerraran aún más sobre sí mismas si les preguntaba qué les ocurría. Quizás... debería reconsiderar mi actitud. Respondí: Buenas tardes, Cayden, lamento la tardanza de mi respuesta. No es necesario que te disculpes por eso, es comprensible dado todo lo que ocurría a nuestro alrededor En todo caso, valoro que te preocupes por mí. Gracias. Espero que tú también la hayas pasado bien. Daba la impresión de que los mensajes finalizarían en este punto. Sin embargo, añadí con una sonrisa: ¿Qué te parece si almorzarmos mañana? La vez pasada me buscaste en el pasillo de segundo. Ahora me corresponde a mí hacer lo propio.
Kenneth accedió a mi petición sin problemas y comenzamos a caminar. Había esperado que me entregara mi almuerzo, pero decidió llevarlo consigo y yo no opiné nada al respecto. Mejor para mí, ¿cierto? Su pregunta me alcanzó de soslayo y murmuré un sonido afirmativo, bajando las escaleras. —Un libro antiguo transmite más conocimiento del que contienen sus palabras. De por sí me gusta el aroma que tienen, el estilo de la imprenta de antes, las encuadernaciones tan elaboradas y el tinte amarillento del papel. Leer un libro antiguo es como... una comunicación con el pasado. Una voz que perdura a través del tiempo. —Lo miré—. Cartas viejas, ¿has leído? O diarios, también. Se siente casi como traer un fantasma a la vida. Si debía elegir, el pasado me interesaba ampliamente por encima del futuro. Lo que me deparara la vida me traía sin cuidado, pero la historia que dejábamos atrás... En cierto modo sentía que sería un pecado no atenderla. Estábamos ya alcanzando la biblioteca, el silencio del espacio nos rodeó y me adelanté algunos pasos. En el movimiento giré sobre mis talones, enfrentando a Kenneth, y le sonreí con un dejo de diversión. No dije nada, sólo seguí y seguí caminando hasta perderme entre los recovecos y los pasillos de estanterías. El murmullo general se mitigó hasta prácticamente desaparecer y, tras virar en una esquina algo de repente, aguardé por él. Había ido ralentizando y apresurando mi ritmo, tomando atajos y trazando un camino bastante enrevesado, con la pura intención de que tuviera que prestarme atención. Perseguirme, si se quiere, para no perderme de vista. —¿Y tú? —murmuré una vez lo tuve frente a mí—. ¿Prefieres el pasado o el futuro?
La respuesta de Morgan a mi pregunta fue bastante más extensa y profunda de lo que había podido esperar así que, por supuesto, yo acabé dedicándole toda mi atención a la misma. Sabía que a la chica le gustaban los libros, pero lo cierto era que no había sido hasta ese momento que me había dado cuenta de lo realmente apasionada que parecía ser por ellos; gracias a ello entendí, también, porque a Kashya parecía gustarle tanto su presencia. Yo mismo había admitido que la chica me causaba intriga, así que no era de extrañar que quisiese prestarle especial atención cuando se trataba de algo que dejaba ver parte de su personalidad. Negué ligeramente con la cabeza cuando me preguntó si alguna vez había leído cartas antiguas, demasiado metido en la conversación como para darme cuenta que, una vez quise hablar para comentar al respecto, ya nos habíamos adentrado en la biblioteca. Me percaté gracias al pesado silencio que nos rodeó y, especialmente, por haber seguido el camino que hizo Morgan al adelantarme, pudiendo así distinguir las estanterías llenas de libros que había en el lugar. No tardé en corresponder la sonrisa de la muchacha, justo después de haber chocado con su mirada, y empecé a seguir sus pasos hacia el interior de la biblioteca, sin ser del todo consciente de sus planes. Más o menos a medio camino empecé a darme cuenta de sus intenciones, claro, pero mentiría si no admitiese que la tontería me hizo su debida gracia; me sonreí a medida que la perseguía entre los pasillos, sin perderla de vista en ningún momento. —¿Sería muy cliché si dijese que ninguna, que me gusta vivir en el presente? —murmuré en respuesta, habiéndola alcanzado por fin, y ensanché apenas la sonrisa al encogerme ligeramente de hombros—. Aunque si tuviese que elegir una de esas dos... supongo que tendría que ser el futuro. El pasado ya está hecho, ¿cierto? El futuro es incierto, es... emocionante. Me emociona no saber lo que va a pasar, al contrario de interesarme por algo que ya no se puede cambiar. Mi forma de verlo era diametralmente opuesta a la suya, suponía, pero eso también era interesante a su manera, ¿cierto? Sea como fuere, había aprovechado toda la charla para acercarme todavía más a ella, a paso ralentizado, y una vez la distancia estuvo prácticamente extinguida, me agaché para dejar el su almuerzo en el suelo, cerca de sus pies. Conecté con su mirada al alzarme de nuevo, con una sonrisa algo ladeada alcanzándome los labios, y repasé nuestros alrededores con un vistazo consciente, antes de parar una vez más en sus ojos. >>¿Algún motivo en particular por el que me hayas traído a este recoveco protegido de miradas ajenas~?
Recibí a Kenneth con una sonrisa modesta, sin moverme ni un centímetro de mi posición. Incluso sin haberme interesado previamente por sus impresiones de mi pequeña travesura, la expresión con la cual apareció me dio la respuesta. Su postura ante mi pregunta, como había estimado, fue opuesta a la mía. Escuché cada una de sus palabras sin desviar los ojos de su rostro; detallé sus facciones, de hecho, sin ninguna prisa. Él había seguido acercándose casi a cámara lenta. Se agachó, dejó el almuerzo a mis pies y mi sonrisa se estiró ligeramente en aquel escaso tiempo muerto. Regresó a mis ojos, soltó la broma de turno y exhalé por la nariz, en una suerte de risa nasal. ¿Recoveco oculto? Ni siquiera husmeé alrededor, no me moví de sus ojos y ladeé ligeramente la cabeza. —Quizá quería saludarte apropiadamente —murmuré, alzándome sobre mis puntillas. Mi mano encontró su mejilla en el movimiento y me presioné sobre sus labios. Fue un beso sencillo, lo prolongué unos pocos segundos y regresé al suelo, rompiendo todo el contacto con su cuerpo. ¿Por eso lo había traído aquí? No, pero ya que estaba... —Dices que el futuro es incierto, a diferencia del pasado —retomé la conversación anterior sin dificultad, ahora sí, desviando la vista a los libros a mi lado; repasé el lomo de uno con la yema del índice, estaba ligeramente polvoriento—. Pero ¿y toda la información que aún desconoces? ¿El pasado no es, en cierta forma, un pozo de incertidumbre también? Como cuando se piensa algo del pasado y aparece un descubrimiento que cambia todo lo que creíamos verdadero.
Tenía que admitir que la reacción de Morgan, una vez más, me resultó bastante impredecible. Si bien era cierto que mi pregunta había pretendido tener cierta insinuación, mentiría si negase que una gran parte de mí había asumido que la muchacha no me haría necesariamente mucho caso. Así que el beso, a pesar de ser bastante superficial, se hizo doblemente placentero; una vez por la unión en sí misma y, otra, por la ligera sorpresa de todo el asunto. Le dediqué una sonrisa serena cuando se separó, sin querer mostrar demasiado de aquella misma sorpresa, y me coloqué a un lado de ella mientras le escuchaba retomar la conversación que habíamos empezado antes. La chica tenía un muy buen punto, claro, ¿pero qué clase de hombre sería si no buscase defender el mío hasta la muerte? —Sí, pero no es algo que puedas cambiar de ninguna manera —comenté, siguiendo de reojo el camino que hizo su dedo sobre el lomo de uno de los libros—. I mean, yeah, dices que un descubrimiento histórico puede cambiar algo que teníamos ya completamente concebido, y te puedo dar la razón, pero eso no quita que, creamos lo que creamos ser verdadero o no, eso es algo que ya ha pasado y que no se puede cambiar. A menos que tuviéramos una máquina del tiempo, claro —añadí, junto a una nueva sonrisa levemente divertida—. ¿Visitarías el pasado si tuvieras una? En mi caso, cambiaría de respuesta con esa variante~
Saqué el móvil en cuanto nos comenzamos a desplazar por la cafetería, atravesando el pasillo y llegando a la biblioteca. Le envié una nota de voz a mi hermana, la cual me estaba contando que se sentía cómoda en su nueva escuela y que probablemente el fin de semana la pasaría en casa. Me hice un cronograma mental sobre lo que podríamos hacer luego de mi trabajo de medio tiempo que cubría los días sábados. Mientras tanto, también le hablé a Ilana para retomar un hilo de conversación. —¿Y vives acá con tus padres también? Me quité los lentes negros al llegar a la biblioteca. No recordaba haber estado antes en este espacio partícular por lo que me tomé mi tiempo detallando el lugar luego de que ingresaramos. Paimon siguió caminando, en algún punto delante de nosotros con la calma de siempre, visualizando el lomo de los libros de manera superficial. —¿Cuál es el que buscas? —En busca del tiempo perdido. Alcé las cejas ligeramente, no era algo que él soliese leer hasta donde recordaba. —¿Y eso? —Alika. Ganó un parcial que creía que iba a perder, y como cobro por subestimarla debo leerlo —me miró por encima del hombro, noté el hastío en su mirada—. Supongo que eso me pasa por abrir la boca cuando no debo —regresó la vista al frente, en lo que aproveché yo para sonreír, cosa de nada. Me incliné ligeramente hacia Ilana. —Alika es la hermana mayor de Pai, se llevan bien pero hay ocasiones en que chocan mucho.
En lo que caminábamos hacia la biblioteca Suiren retomó la conversación después de haber enviado un audio que supuse tuvo como destino un familiar. Me dediqué a observar el pasillo que se abrió ante nosotros de nuevo, a las personas y todo lo demás, aunque no lo hice con una intención particular. —Sí. Mi padre consiguió un trabajo aquí y mi madre está con sus estudios de posgrado. Al parecer él tampoco había estado en la biblioteca, porque se dedicó a observarla de una forma parecida a mí mientras que Paimon siguió caminando. Miré las estanterías, estiré la mano para rozar el lomo de los libros con delicadeza y el intercambio entre los chicos me llegó un poco como ruido de fondo, aunque les presté atención, lo que me brindó un nombre: Alika. Que eso le pasaba por abrir la boca cuando no debía. Era muy probable. —Imagino que él choca con más gente que con la que es capaz de llevarse bien —le respondí a Suiren en voz baja y suspiré—. Las relaciones entre hermanos son complicadas de todas maneras. No que lo sepa de primera mano, pero me basta verlo.
Tanto ellos como yo pisabamos el lugar por primera vez, aún así, no me dediqué a reparar en la infraestructura porque lo veía innecesario, me guié apenas por los enunciados sobre las estanterías que clasficaban los libros por género, más o menos diría yo. Me tomé mi tiempo en repasar los lomos de los libros con la vista hasta encontrar el título. Ciertamente creí en algún punto que terminaría pidiéndolo por internet para que llegara a casa, pero al parecer le invertían bastante a la literatura en esta escuelo. Estiré la derecha, extraje el libro y me cercioré que fuese el mismo autor que mencionó mi hermana, en lo que el par hablaba a unos pasos de mí. —Lo gracioso es que, él nisiquiera se esfuerza por llevarse de una u otra forma con la gente —agregó el albino en el mismo tono bajo de voz—. ¿Eres hija única? Los miré entonces sin tinter partícular, tan solo para que supieran que ya había encontrado por lo que habíamos venido aquí. —Supongo que debo pedirlo prestado con la bibliotecaria —hice el comentario en busca de alguna afirmación, a lo que Craig asintió. Me distancié entonces más de ellos hasta ubicar a la encargada. Registró en el sistema el libro, la fecha en la cual se sacó de las instalaciones y una fecha tentativa de entrega. Proporcioné mi nombre completo y número de identidad. Me lo extendió de regreso, y retorné sobre mis pasos, regresando mi atención visual al par, no dije nada. —¿Listo? Asentí. —¿Y ustedes no llevarán nada? —y aunque hice la pregunta a ambos, en realidad era para Rockefeller.
—Y justo por eso incomoda a los otros —atajé a lo de que Paimon no se esforzaba por llevarse de determinadas formas con nadie y saqué un libro del estante solo para mirarlo—. Sí, hija única. Lo más cercano a hermanos que tenía eran los primos por parte de mi madre, pero vivían en otra parte de Pensilvania. No tenía intenciones de sacar el libro de la biblioteca, así que lo regresé a su estante con calma y giré el rostro hacia Orn cuando nos miró, como anunciando que ya tenía el libro que buscaba. Le sonreí con la suavidad usual, asentí casi al mismo tiempo que Suiren y lo seguí aunque me quedé a cierta distancia en lo que él hacía el préstamo del libro y tal. —¿Tú? —le pregunté a Suiren aunque parecía que había dejado el tema de la familia olvidado atrás—. Hermanos digo. Antes hablabas con un familiar, ¿no? Paimon preguntó si no llevaríamos nada, así que negué con la cabeza. De momento no había nada que me interesara particularmente, quizás otro día diera una vuelta otra vez.
Al parecer, también coincidí un poco con los gustos de la chica, pues me dijo que leer ensayos era algo que igualmente le agradaba; por lo demás, me dijo que le gustaban las novelas fantásticas e históricas. Asentí con la cabeza cuando terminó de hablar, habiendo guardado esa información en mi memoria, por si alguna vez necesitaba recurrir a ella para algo. Si le gustaba leer sobre magia, quizás podría llevarse vine con Morgan; a mí también me interesaba, pero desde un punto de vista mucho más... científico, por decirlo de alguna manera. —Creo que tienes que rellenar un formulario y entregarlo en la sala de profesores, sí —contesté, manteniendo el ritmo tranquilo al caminar—. Pero también puedes venir a leer cuando quieras, normalmente pasamos el receso o la tarde en la biblioteca. Y mientras nombraba el lugar, finalmente lo alcanzamos. Abrí la puerta con cuidado y permití que ella entrara después de mí, dirigiendo después la marcha hacia la mesa donde generalmente nosotras (ahora también estaba Hubert, pero seguíamos siendo mayoritariamente chicas) nos reuníamos. En el proceso, repasé el espacio con la vista, notando especialmente la cabellera albina de otra chica que parecía estar leyendo tranquilamente; quizás fuese nueva, pues por norma general había muy pocas caras conocidas que habituaban visitar la biblioteca por fuera de la época de exámenes. >>Aquí nos sentamos —le señalé al alcanzar la mesa en cuestión—. ¿Querías venir a buscar algún libro en particular, quizás? Aquí... hay una buena cantidad de libros interesantes, la verdad.
Para unirse a un club bastaba con llenar un papel y presentarlo en donde correspondía, como en la mayoría de escuelas japonesas. Pero de todas maneras pregunté sobre el trámite en cuestión, en vistas del carácter internacional de la academia Sakura y la posibilidad de que su reglamento fuera distinto. No fue el caso, al menos no en éste punto; lo que no quitaba utilidad a la información proporcionada por mi compañera. Lo que sopesé con más detenimiento fue lo de ir a leer a la biblioteca cuando así lo deseara. Era mi plan desde un principio, pero asumí que Kashya ofrecía la oportunidad de aproximarme a ella y el resto de sus compañeros. En mi escuela anterior existía un club de literatura donde, además de la lectura, también fomentaban a escribir relatos cortos y poesía; yo concurría a ese lugar sin ser un miembro realmente, por lo que mi presencia era intermitente y me permitía esquivar las jornadas cuyas temáticas no me interesaran. No tenía previsto unirme formalmente al club de lectura de la academia Sakura, pero tampoco lo descartaba. Entre la conversación y mis pensamientos, llegamos a la biblioteca. Entré después de la chica. Los murmullos del exterior se anularon apenas la puerta quedó cerrada a mis espaldas. El sonido de nuestros pasos se elevó en medio de un profundo silencio. El lugar era pequeño, pero contaba con estanterías altas, amplias y rebosantes de libros. Saltaba a la vista que su catálogo era considerable, tal como apuntó Kashya cuando llegamos a la mesa del club de lectura. Al momento de recibir su pregunta, aún me encontraba deslizando la mirada por las estanterías y en torno a las mesas. Noté la presencia de una tercera chica, que leía tranquilamente en una de éstas; me detuve en ella un breve instante, quizá porque me resultó llamativo dar con otra persona albina en tan poco tiempo. —Quería conocer el lugar y, principalmente, sentir su silencio. Cada biblioteca es única e irrepetible, en mi opinión —respondí, habiendo girado nuevamente hacia los ojos de Kashya—. Aunque, ya que nos encontramos aquí, revisaré si tienen El nombre del viento de Patrick Rothfuss. Necesitaré tu ayuda, ya que no sé cómo tiene organizados los libros. >>Y hablando al respecto, ¿qué estás leyendo actualmente?
Asentí con la cabeza cuando la chica me explicó que simplemente quería conocer el lugar, entendiendo por qué podría estar interesada en un lugar tan tranquilo y silencioso como aquel; yo misma disfrutaba pasando el mayor tiempo posible en la calma que solo la biblioteca sabía ofrecer. Aun así, mostró interés en buscar un ejemplar, aprovechando que ya nos habíamos adentrado en la estancia, y yo me quedé un rato en silencio, antes de volver a asentir con la cabeza. —Ah, ese es bastante popular —murmuré, paseando la vista por las estanterías que teníamos más cerca. Sabía que aquel libro no debería estar cerca de nuestra posición, pero aun así eché un vistazo por si acaso; de todos modos, mi suposición inicial acabó siendo acertada, lo que significaba que íbamos a tener que movernos en busca del mismo. Le hice una señal a la chica para que me siguiese y la guie hasta una de las estanterías más alejadas, donde busqué al autor hasta que... >>Vaya, hemos tenido suerte —le dije al girarme en su dirección de nuevo, extendiéndole el tomo en cuestión con cuidado—. Yo ahora estoy leyendo "Mi sombría Vanessa", ha salido hace poco. Entonces... si no tienes interés por conocer ningún otro sitio, podemos quedarnos aquí leyendo.
—Sí, mi padre dejó todo organizado desde esta mañana, así que solo es ejecutar —. Además, había otra persona que él consideraba su mano derecha ahí dentro, por lo que de antemano sabría que estaría vigilado. No es como si fuese a realizar las cosas a medias, pero me faltaba experiencia logicamente, y esa solo se conseguía en la práctica, por lo que en cuanto él tenía ese tipo de eventos, solía dejarme cada vez más tiempo frente los trabajadores, midiendo las fechas y leyendo a detalle los clientes que agendaban mesa para que no fuese yo quien tuviese que lidiar con un ministro ahí dentro. Al llegar a la planta baja noté la aglomeración en la cafetería, que por suerte no era donde nos dirigíamos, de lo contrario el hastío que me causaría mezclarme con tanta gente habría sido notable. Nos desviamos en dirección a la biblioteca en lo que me comentaba sobre su tio; era normal el mantener ocupado, así que supuse que en caso de ser el seleccionado para el proyecto debíamos pedirle con antelación su disponibilidad, aún así me causó gracia lo que vino luego. Solté el aire por la nariz, cínico. —Interesante pregunta —bajé el tono de voz al cruzar la puerta de la biblioteca, en donde el silencio exterior se hizo ajeno. Lo miré por el rabillo del ojo luego—. Tocando el tema de grupo, ¿sabes si los demás califican de mediocres para irlos sacando de una vez? A fin de cuentas, él tenía más probabilidad de conocerlos, al ser yo relativamente nuevo aquí dentro.
Asentí con calma al contarme que su padre había dejado todo organizado y que su tarea era ejecutarlo; sonaba lógico, por supuesto, de por sí se podría catalogar como una jugada arriesgada el hecho de que dejara a su hijo a cargo. Parecía agradable el hecho de que le tuviera tanta confianza, independientemente del tipo de relación que poseyeran o el temperamento del hombre. —Suerte con todo, entonces —murmuré, para cerrar el asunto. El paso a la biblioteca evidenció la tranquilidad que poseía el espacio. Nuestros movimientos hicieron eco al instante, cada pequeño sonido se intensificó y logré captar, por ende, el tinte de su gesto al soltar el aire. Lo miré, caminando con mayor lentitud, y que utilizara como vara la "mediocridad" de nuestros compañeros me dibujó una sonrisa en los labios. Mira que yo era un estirado, pero Orn parecía aún peor que yo. No me estaba quejando. —Hart parece un lastre, ni siquiera me molestaría en gastar energía pretendiendo que aporte —comencé a analizar, conservando un tono de voz suave pese al vocabulario empleado; derivamos en el espacio central de la biblioteca y fuimos navegando las mesas—. Lombardi es nuevo, puede que incluso más que tú, e Ishikawa... No creo que sea tonto, pero tampoco estoy seguro de cuánta utilidad posea. Elegí una mesa bastante apartada de las que estuvieran ocupadas, tomé asiento y crucé las piernas, relajando la espalda con movimientos lentos. —He intentado hablar con él, pero no salió muy bien. —Me sonreí, el gesto cargó una ambigüedad que no me molesté en explicar y le di un par de golpecitos suaves a la madera con la yema del dedo, de forma distraída—. Diría que nuestra mejor probabilidad recae en Lombardi, lo cual es... triste, cuanto menos, considerando que se salvó del escrutinio sólo por no conocerlo. ¿Va a tu clase, si no me equivoco?
No me pasó desapercibida la sonrisa leve de Shinomiya, aún así no le atribuí nada al respecto, prestando atención al listado de observaciones del resto de integrantes. Lart ya parecía estar fuera del proyecto, por lo que no me molestaría en hacer un mínimo esfuerzo por ubicarlo, Lombardi... Eché la vista por el espacio en lo que caminábamos entre las mesas, recordando el último ingreso. Era el tipo nuevo de cabello oscuro. Suponía que podía darle dos minutos para preguntarle si aportaría. Por último mencionó a Ishikawa. —Si ya lo intentaste tú —murmuré, dejándolo también de lado, porque si Shinomiya ya había tratado de hablar con él, no me molestaría yo en hacerlo, en caso del tipo estar interesado él se acercaría. Al llegar a la mesa que ubicó deslicé con lentitud el asiento sin hacer ruido en el proceso, para tomar lugar frente a él. Descansé la espalda en el respaldar y miré de manera distraída hacia una de las estanterías tras él. —Sí; ya acordándome, creo que ingresó esta semana —relajé los hombros—. Igual es posible que lo terminemos haciendo los dos solos. Lo cual recaía en una nota impecable, por lo que no me producía fastidio. >>Le preguntaré igual cuando lo vea, para no pasar por soberbio —la sombra de una sonrisa me alcanzó luego.
Paimon descartó a Ishikawa al instante en base a mi juicio, cosa que había estimado y tampoco cuestionaba. Quedaba en el tarro la única posibilidad de que Lombardi fuese un tipo decente y se sumara al equipo, y aún si no era el caso... Bueno, ¿qué más daba? Orn y yo haríamos un buen trabajo, no me quedaban dudas de ello. Recordó que el muchacho apenas había ingresado esta semana y asentí, cediéndole la responsabilidad de hablar con él. Había notado que su vista se había desviado a las estanterías a mi espalda, aunque no le concedí mayor importancia. Volví a tamborilear los dedos contra la mesa suavemente. —Queda definir el entrevistado, entonces. ¿Tu padre o mi tío? —Una risa de nada se escapó por mi nariz, apenas burlona—. Aún sin ser un gran partidario, podríamos dejárselo al azar.
Mencionó la conclusión de esta conversación, que era básicamente lo que faltaba para saber quién sería el foco del proyecto, de esa forma también tendríamos que acordar como nos distribuiríamos las funciones, la transcripción, la entrevista, el día, la hora. Deslicé las pupilas negras hasta el miel de las suyas. —Tampoco tengo a fin con la suerte —era un cincuenta porciento de probabilidad a mi favor, y cincuenta porciento de probabilidad a favor de él—, pero qué más da, sin una tercera cabeza que opine podemos hacer la excepción. Sello para mi padre, cara para tu tío. Hice referencia a utilizar una moneda, dejándole a él la acción de lanzarla.
Asentí ligeramente y rebusqué en mi bolsillo hasta dar con mi billetera, de la cual extraje una moneda y realicé el sorteo sin inconvenientes. Estampé el metal contra mi mano y, al revelar el resultado, una sonrisa me torció la comisura de los labios. Ese cabrón iba a disfrutar como un crío ser entrevistado por niños de preparatoria, ya me lo olía. —Mi tío, pues —murmuré, regresando el dinero a su lugar, y solté el aire por la nariz—. Tenemos hasta fin de mes. Luego hablaré con él, entonces, para definir un día que le quede cómodo. ¿Tu disponibilidad horaria va variando o es fija? Podíamos venir aquí a la escuela o montar el circo en casa, me daba bastante igual. Contenido oculto tiré una lista en el post anterior uwu