Melinda La luz reapareció pero, como en anteriores ocasiones, se marchó, como un gusano asustado que se esconde en el interior de una manzana. No obstante, yo me mantuve tranquila. Era muy difícil, por no decir casi imposible, que algo me alterara. La calma es la mejor arma que puede portar un mago o una bruja. Eché atrás mi cabello con ambas manos, para poder continuar con más comodidad. Ya habría tiempo después de atarlo. —Rashio~
Melinda —Rashio~ —Volví a pronunciar con suavidad. Era difícil. Muy difícil. De a ratos había indicios de que lo hacía bien, otras veces parecía que no iba a ocurrir nada. Algo me decía que se necesitaban grandes facultades y una voluntad de hierro para aprender estos. Yo quiero aprender.
Melinda Y otra vez, la ausencia, el silencio. Empezaba a sentir cansancio en el brazo con el que sostenía la varita mágica; y seguramente, no tardaría en sufrir sequedad de garganta ante tanta saliva desperdiciada. Pero... Me eran indiferentes ambos asuntos. Lo que me importaba era aprender el conjuro, a como diera lugar. —Rashio~
Melinda Esto definitivamente estaba muy por encima del nivel de dificultad de las clases. Pero tratándose de un conjuro de Rowena Ravenclaw, era de esperarse tanta dificultad. Ya me estaba empezando a cansar, pero pensar en la satisfacción que me daría aprender el Rashio, me daba la motivación para seguir adelante. Volví a hacer los movimientos de varita: —Rashio~
Melinda La luz volvió a manifestarse. En esta oportunidad lo hizo con más intensidad, iluminando toda la estancia. La idea de que iba a lograrlo se cruzó por mi mente, pero lamentablemente volvía a equivocarme. El conjuro desapareció más violentamente, haciendo retroceder unos pasos. Estaba cerca, eso me motivaba. —Rashio~
Melinda La luz violácea continuaba saliendo, pero no lo hacía del todo. Dado que mi brazo ya no daba para más, cambié la varita de mano. Era un hecho de agradecer, en circunstancias así, el hecho de ser ambidiestra. Volví a intentarlo, con más energía ahora que usaba un brazo descansado: —Rashio~
Melinda No estaba funcionando. Antes de continuar con mis intentos, le quité brevemente a Parker el libro para repasar las instrucciones para aprender el conjuro. Y tan repentinamente como se lo había sacado, volví a dejarlo en sus manos, pero siempre con delicadeza. —Rashio~
Melinda Haber repasado las instrucciones había sido una buena decisión de mi parte. Apenas terminé de realizar los movimientos de la varita mágica, de su extremo salió disparado un rayo de luz intenso, fantasmal, de ese color violeta que tantas veces se había negado a manifestarse del todo. Acaba de dominar el hechizo. Nuevamente había triunfado. Y dado que yo tenía aptitudes especiales para los hechizos que implicaran la manipulación de la luz, el rayo violeta salió con más fuerza de lo normal. Dejó un agujero importante en el tapiz que cubría la pared de enfrente, además de una grieta en la misma. Tales daños me resultaron indiferentes; después de todo, bastaban otros movimientos de varita, más palabras diferentes, para dejar como nuevo lo que ha sido destruido. Guardé la varita en mi túnica, ubiqué las mangas de estas correctamente y coloqué el broche del rodete en mi boca, mientras volvía a juntar mis cabellos sueltos con prolijidad. En tanto lo hacía, di media vuelta y pasé al lado de Parker sin mirarlo. —Buena suerte —le dije sin más. Coloqué el broche en su lugar, asegurando mi peinado. Tras lo cual me retiré de las sala secreta y, acto seguido, de la Biblioteca.
Danielle Abbadie. No había encontrado algo de relevancia, así que volví con el grupo. Vi como a lo lejos Melinda hojeaba un libro de Astronomía, quizá encontró algo de relevancia para la investigación. Estaba por caminar a ella, cuando se abrió un pasadizo en el estante, cuado camine al mismo frunci el ceño, Lydia decia llevar ya una hora allí, al final de una pequeña platica, descubrimos el "tesoro" un libro cuyo tema principal era Ravenclaw. Después Lydia mencionó un conjuro y al terminar de hablar se marchó, como si esto ya no fuera interesante. Melinda comenzó de inmediato a practicar el hechizo, yo por mi parte camine hasta donde estaba escrito comencé a leerlo con cuidado. Cuando vi una luz supe que la chica había logrado dominar el encantamiento, se fue más que satisfecha. —Rashio —pronuncié con mi acento y el movimiento de varita indicado en el pergamino.
Ryder Parker. Melinda respondió luego de hacer un extenso re-cuento y análisis, el cual estuvo bien elaborado. Sin embargo, su respuesta estuvo cerca, bastante cerca, pero no 100% precisa según la doña "yo resuelvo todo antes que el resto del mundo", pero bah. En esencia sí tenía razón, porque el libro tenía un conjuro, al fin y al cabo. Finalmente, la fanfarrona ñoña de Lydia decidió irse del lugar, haciéndose la interesante para variar (que lástima que sólo puede fingirlo, porque en realidad no lo es para nada). No obstante, lo que ocurrió luego me sorprendió. Melinda me dedicó unas palabras: me felicitó por mi participación y, según ella, si llegué hasta acá era porque tenía harto potencial como mago. Si bien no había sonrisa alguna en su rostro (aunque no me esperaba que eso ocurriera de todas maneras), el tono de su voz me hizo entender que hablaba de corazón, y a eso sumémosle que hizo contacto visual (hecho que puede contarse con los dedos de la mano, hasta donde tengo entendido). Luego de eso, me pasó el libro para que revisara como se hacía el conjuro, mientras ella comenzó a practicarlo. Y... debo admitirlo. Me sentaron bien esas palabras. Admito que en el fondo la idea de ser un mago con talento me emocionaba bastante. Digo, con magia podría hacer... tantas cosas. ¡Lo que yo quisiera! Si tan sólo uno pudiese aprender magia en un sofisticado lugar con Wi-Fi y arquitectura futurista... en vez de una especie de asilo gigante. Pero bueno... La era moderna ya podré verla en vacaciones, supongo. PD: Dije que me gusta la idea de tener poderes mágicos para usarlos a mi gusto, pero sigo odiando a Hogwarts. ¡No se confundan ni den nada por hecho! Ryder Parker aún sigue prefiriendo el hermosísimo mundo muggle. Finalmente, Melinda logró dominar el hechizo, y antes de irse me deseó buena suerte. Yo asentí como respuesta, para agradecer tanto a eso como a su cumplido anterior. Tomé aire, y levanté mi varita para practicar el nuevo hechizo, cosa que también estaba haciendo otra chica (De la cual no sé su nombre pero sí sé que tiene mascota, así que mientras tanto la llamaré la chica del gato) —Vaya —dije mientras leía el libro—. Esto es como decir "rayo" con acento río-platense. ¿Quién es el que inventa estos nombres? >>Como sea... ¡Rashio!
Ryder Parker. Parece que el "difícil" no era sólo para asustar. En verdad es algo complicado, pero meh... Esto lo domino como sea. Mi papá es el dueño de la cadena de comidas rápidas más grande del país, mi madre una maestra de yoga exitosa... y yo fui el más popular y listo de mi clase en mi colegio anterior. El éxito está en mis venas. —¡Rashio!
Ryder Parker. Y... ¡Bang! Una potente luz violeta salió disparada de mi varita. Sonreí con poderosos aires de triunfo. ¡Sabía que podía hacerlo! Era cuestión de re-afirmar mi talento y capacidad. —¡Greaaat! —exclamé, emocionado. Lo cual, si mal no recuerdo, era algo que hacía por primera vez frente a otros en esta anticuada escuela—. Lo logré. >>Andrew, chica del gato: buena suerte. Nos vemos en la sala común después. Y salí sin perder mi sonrisa. ¡Se siente tan bien cuando todo sale como yo quiero!
Danielle Abbadie. Entonces el otro chico también logró el hechizo, se despidió animado por su logro, en cualquier momento no le habría prestado atencion, pero su forma de despedirse y desearos suerte llamó mi atención. "Andrew, chica del gato: buena suerte. Nos vemos en la sala común después." ¿Quién era "chica del gato"? Claramente yo no, no tenia gatos y el último gato con el cual me topé fue La profesora McGonagall, si es que cuenta como tal. Después de pensarlo uno segundos decidí que era mejor volver con el hechizo. Preparé mi varita. —Rashio.
Danielle Abbadie. Había tardado un par de minutos en volver a la biblioteca, por suerte las escaleras eran buenas conmigo y no me atormentaron, entre con cuidado y sin hacer ruido, el lugar estaba pronto a cerrar y yo quería aprender el encantamiento antes de ello. Camine a donde se había quedado Andrew. Lo salude con la mano de manera amable y una duda nació en mi cabeza ¿Acaso el chico no pensaba ir a cenar?, quizá las ganas de lograr el encantamiento eran mayores que el hambre, no le di importancia al asunto. Fui tranquila hasta el libro, volvi a leer el encantamiento y me prepare mentalmente. —Rashio.
Danielle Abbadie. Una pequeña, minúscula y casi inexistente luz salió de mi varita, la cual sólo duró unos segundos hasta extinguirse, era un avance. —Rashio —pronuncie con claridad mientras movía la varita y deseaba lograr ya el encantamiento.
Andrew Aldridge —¡Rashio! —exclamé blandiendo mi varita de Palo de rosa. Sólo quedábamos Danielle y yo en la Biblioteca. Ambos habíamos estado intentando dominar el hechizo hace ya buen rato.
Andrew Aldridge Ya sólo quedaba yo, mi compañera de Ravenclaw había dominado el hechizo y se había retirado victoriosa luego de desearme suerte. Releí el texto del libro una vez más y traté de vuelta. —Rashio...
Andrew Aldridge Mi estómago rugió de hambre y dudé en seguir intentando, al menos por ese día. Todos ya deberían estar cenando en el Gran Comedor. De sólo pensar en el banquete que siempre había, se me hizo agua la boca. Sacudí la cabeza alejando las imágenes de comida abundante y volví a concentrarme en el hechizo. —Vamos, si lo logro hoy, mereceré la cena... si no... bueno, tampoco hay que castigarse tanto—dije considerando mejor mis palabras—. ¡Rashio!
Andrew Aldridge Resoplé frustrado y miré el libro con molestia. Ya me estaba tardando. —No puedo quedarme aquí toda la noche, alguien me va pillar y nos descontarán puntos a la casa. Vamos Rowena, un poco de ayuda no estaría mal—dije mirando a mi alrededor como si ella estuviese mirándome desde algún lugar—. ¡Rashio!
Andrew Aldridge Realmente no pensé que funcionaría, hablarle a la fundadora de la casa Ravenclaw pidiéndole ayuda resultó ser muy efectivo. Una intensa luz violeta salió de la punta de mi varita, sorprendiéndome por el retroceso que generó el impulso. Me pareció la cosa más genial que había visto, más que cuando lo hicieron mis compañeros antes que yo. Estaba orgulloso y satisfecho, ahora podría ir a comer con la conciencia tranquila. Sabía que podía hacerlo. Me dirigí hasta la salida del pasadizo pero antes de irme, me detuve en el umbral. —Oh, por cierto... gracias, Rowena—dije guiñando un ojo hacia el interior de la sala secreta. Con ese último gesto, salí corriendo hacia el Gran Comedor. Mis pasos resonaron en el silencio de la biblioteca haciendo eco, la bibliotecaria se levantó furiosa de su asiento con intenciones de reprenderme pero fui más rápido que ella. Creí escuchar el sonido de algo volviendo a su lugar detrás de mí, el pasadizo seguramente se había vuelto a cerrar. Esperando a los próximos Ravenclaw que tengan sed de conocimientos y quieran desentrañar el misterio del tesoro de Rowena Ravenclaw.