Betrayal & Revenge Hace mucho tiempo, exactamente en el siglo 18, existían grandes familias, entre ellas los Black, ellos, podían decirse que era una de las más famosas por su éxito, las mujeres llevarían el apellido de la madre y los hombres el del padre pero había un problema las mujeres de esa familia solo daban a luz a niñas y luego de dar a luz morían, pero cada 3 generaciones, daban a luz gemelos, y para evitar la propagación de la sangre, la segunda generación era sacrificada, les había funcionado ese método por varios años, dando como resultado una familia de puras mujeres, pero sabían que eso cavaria su propia tumba si la heredera muriera antes de dar a luz un hijo la línea sanguínea de las mujeres Black se cortaría, para siempre. La muy joven heredera estaba cumpliendo sus siete años, que a pesar de su corta edad, contaba con una sabiduría extraordinaria, ya que al estar encerrada en casa, los únicos amigos que tenía eran los libros, tenía una memoria casi fotográfica y decían que ella había leído todos los libros de la biblioteca dos veces. Su padre, como regalo, por su séptimo cumpleaños, la habían dejado dar la vuelta por el pueblo, a petición de ella, para que escogiese lo que más le gustase, lo que ella quisiese, no importaba que, sería suyo si ella lo pedía, pero ya se había hecho tarde y no había escogido nada, según ella, todo le parecía muy burdo e ordinario y estaba dispuesta a volver a la casa con las manos vacías, de todas maneras, sabia que por más que siguiera buscando todo terminaría igual. El carruaje con el cual volvería a casa estaba al lado de un callejón, en el cual vio un gato entrar, ese gato sería suyo, se adentró en el obscuro callejón, siguió al gato y quedo sorprendida el gato estaba al lado de un niño que aparentaba la misma edad que ella, tenía unos moretones y raspones era pálido y flacucho y sus ropas estaban todas rotas, pero de todas maneras era muy lindo, ¿estaría muerto? Tenía los ojos cerrados, se acercó a él, y vio como respiraba dando conclusión a que estaba vivo. —Joven Alice! —gritó uno de los sirvientes que siempre la acompañaban, aunque le parecieran realmente inútiles “Joven Alice esto, Joven Alice lo otro”, era demasiado molesto y tedioso. —¿Qué quieres Angus? —preguntó fríamente, ese chico era el novato, Angus Bianchi, rubio y ojos de un marrón claro, él la había acompañado en su “búsqueda de objetos en el pueblo”, ella había corrido hacia el callejo y él la había perseguido de seguro. —Joven Alice ¿por qué ha corrido de esa manera? —preguntó exaltado, ¿por qué se alteraba tanto?, pero claro no era solo él, todos eran así y era que no entendía, no es como si cada vez que se desaviara ella hubiera ido a un campo minado o algo. —Creí ver un gato —sonrió —pero he encontrado algo mejor —miró de reojo al niño, el joven sirviente miro al niño magullado y sucio poniendo cara de asco y luego miro a la niña con cara de de confusión volviendo a su exaltado estado anterior restándole importancia a la frase de ella casi afirmando que fue una vil broma de mal gusto. —¿Qué hubiera pasa si se hubiera hecho daño? —Él le agarro de la muñeca —nos vamos de este lugar —declaró ella frunció el seño y se soltó de su agarre inmediatamente. —No vuelvas a tocarme —exclamó ella con asco hacia él, él la miro ofendido —quiero que venga con nosotros. Dijo apuntándole al niño a lo que el sirviente iba a recriminar pero Alice habló primero —Tráelo con nosotros y no te atrevas a negarte, mi padre dijo que podía escoger lo que yo quisiera y lo quiero a él —dijo de una manera un poco infantil antes de que el articulara alguna queja, sonrió con suficiencia y él asintió y lo llevo a la casa Black. Atendieron al niño le curaron las heridas lo bañaron, le pusieron una mejor vestimenta y lo dejaron en una habitación no muy lujosa pero bastante cómoda, curiosamente aun no despertaba, de seguro estaba bastante débil cuando despertara le darían de comer. La pelinegra se encaminaba al cuarto de su nuevo juguete abrió la puerta y vio que aún estaba dormido se sentó en el borde de la cama pero valla que era lindo, y ahora se veía mejor, acaricio su cabello y vio cómo se revolvía en las sabanas aparto de inmediato la mano y vio cómo habría lo ojos, eran verdes, él se sentó en la cama y frotó sus ojos y miró todo a su alrededor estaba en una habitación y donde los ojos azul intenso de una niña que lo miraban. —¿En dónde estoy? además ¿Quién eres? —le preguntó a ella la cual sonrió con hipocresía. —Mi nombre es Alice Black y estás en mi casa —respondió sus preguntas sin rodeos – Dime tu nombre – más que pedírselo le estaba obligando a decírselo y él la miro ceñudo por su tono autoritario, no le gustaba que le dieran órdenes pero de todos modos respondería. —Soy Gerard Britt —ella lo miro divertida ¿como un chico tan lindo podía tener un nombre tan extraño como ese? bueno ya que había despertado tenía que decirle a una sirvienta que le dieran de comer, estaba muy flacucho de seguro no comía en días. —¿Tienes hambre? —pregunto ella con amabilidad esperando un “si” como respuesta. —Claro que no —él giro la cara hacia otro lado, asqueroso niño orgulloso. —Eres un mentiroso —él la miro molesto. —Aléjate de mí —dijo levantándose de la cama caminado hacia la puerta pero no llego a la puerta porque una pequeña lo agarro de la camisa. —Perdón Gerard, no fue mi intención molestarte, de seguro debes tener hambre, ¿verdad? si me dejas pue- —ofrecía amablemente la pequeña, con una sonrisa tierna. —Eres demasiado molesta, No necesito tu hospitalidad, ni mucho menos que me des de comer —interrumpió fríamente, se soltó bruscamente de su agarre y salió del cuarto oyéndose un portazo, se había ido, ¿molesta? Pero si el molesto era él, ella se lo ofrecía amablemente y el osaba a rechazarlo, ella lo aria arrepentirse de sus palabras busco por todos los pasillos y habitaciones y no lo encontró también busco en los jardines a excepción de el último lugar donde pensó que estaría… la cocina, además de molesto era un oportunista. Él era un año mayor que ella lo había descubierto En el transcurso del tiempo en el que él se había vuelto su sirviente, su rival, su mejor amigo y su gran amor oculto el cual confeso al cumplir sus 14 había sido bastante lindo con ella. Estaba nerviosa no tenía idea de que diría había muchas formas de decirlo podía decir un simple “te amo” o “me gustas” o “eres más que un amigo para mi” en fin el punto es que no se decidía pero de algo ella estaba segura se declararía ese día, ni un día más, ni un día menos, eso le había recomendado Charlot una de las sirvientas que bueno podía considerarla con el término “amiga”, pero ese consejo le sonó algo raro ¿es que acaso no eran los hombres los que debían declararse? Pero ella le había dicho algo como “la mujeres tenemos el mismo derecho” valla amiga tan rara que tenía. No sabía si decírselo o hacer una carta en resultado era toda un lio no sabía que o como le diría, además el resultado también le asustaba y si la rechazaba y se alejaba de ella como a el millar de chicas que ya lo habían intentado, raramente todas aconsejadas por Charlot además y ella estaba segura que ni una había sido aceptada, definitivamente no quería perderlo, ¿debería posponer la confesión?, pero se lo había prometido, “ ni un día mas, ni un día menos” suspiro resignada, al fin y al cabo eso tendría que pasar algún día “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy” temerosa se dirigió al patio, a Gerard le encantaba ese lugar y allí lo vio debajo de un viejo árbol, viendo a la nada, esa eran una de las cosas que le molestaban nunca poder saber en lo que piensa, se acerco a él y sus piernas comenzaron a volverse gelatina, ¡Dios ayúdame! imploraba, no podía ser posible estar tan nerviosa, se sentó a su lado a lo menos de ese modo no se notaria tanto que estaba por caerse. —Gerard —lo llamó y el por inercia voltio al oír su nombre. —¿Qué pasa “Joven Alice”? —sonrió burlón recalcando las dos últimas palabras ella frunció el ceño, como odiaba que la llamaran de ese modo y él lo sabía, era un odioso siempre la fastidiaba y aun no entendía cómo es que se había enamorado. —Eres un fastidioso —dijo ella dándole un pequeño empujón, luego de eso nadie dijo nada y ella se debatía en decirle o no, pero ya había llegado muy lejos para retroceder, suspiro entrecortadamente —sabes yo– Se trabó tenía un nudo en la garganta, al la final si se echaría para atrás. —No importa —él la miro extrañado “Alice Black se ha tragado un pensamiento” eso definitivamente seria la noticia de primera palana. —¿Tú qué? —preguntó, definitivamente, sea lo que sea, tenía que saberlo, ella negó con la cabeza. —Te he dicho que no es nada —intentó evadirlo pero lo sabía “pequeña Alice tú de esta no te salvas” —Dime —insistió —No —respondió —Dime -dijo de nuevo —Te dije que no —insistió en evadirlo, e intentó huir pero fue detenida por la mano del joven —suéltame —intentó zafarse pero no pudo. —No te soltare hasta que me digas —suspiró resignada ¿había otra opción? —Yo- Yo —Tartamudeó Dios dime ¿por qué es tan difícil?, ella tragó grueso – ¡me gustas! bien, ya lo dije ¿feliz? Ahora suéltame- No podía verle a la cara ahora, tenía su plan, solo huiría, se encerraría en su alcoba, y se esperaría lo peor, pero por desgracia, él aun no la soltaba, nerviosa levanto la mirada para verle la cara, asco, decepción, eso era lo que ella esperaba, pero no, era una sonrisa y no era de esas que usaba cuando la fastidiaba, si no, una cálida y angelical llena de ternura, algo nuevo, nunca visto por la humanidad, Un ángel caído del cielo. —Yo también —dicho eso pego su frente a la de ella —, más que a nada en este mundo —susurró. Después de confesar su amor fue comprometida, ¡Así de maldita era su suerte!, a pesar de que no le gustara la idea aceptaría, ella siempre supo que pasaría, se casaría con un viejo rabo verde con cerebro de cacahuate, un completo tarado, después de cumplir los 16 años, aunque Gerard tampoco estaba contento con eso y comenzó a alejarse de ella sin motivo aparente, a Alice eso le molesto, no por el hecho de se alejara en sí, si no que cuando le iba a explicar su compromiso él la había ignorado olímpicamente y no pudo ni explicarle ni J por que el al parecer se resignaba a escucharla, Pero después de un tiempo, justo en su cumple años número 16 a una semana de su boda vio algo que no preferirá haber visto nunca. —Gerard aquí no, que pasa si la Joven Alice te descubre —dijo burlesca esa voz estaba segura de que era una de sus sirvientas de hecho era una de las nuevas una de las más jóvenes su nombre no lo recordaba —A quien le importa, estoy seguro que está disfrutando con su prometido —dijo burlesco, ella vio como todo ocurría como esa poca cosa tocaba y besaba el cuerpo de su sirviente, su chico, su propiedad. Esa escena no podía causarle más que tristeza y asco, pero no era del todo la culpa de ella, él era el traidor, él le había mentido, él merecía morir e iba a recibir lo que merecía y ella misma se lo daría Esa noche ella fue a la cocina tomó el cuchillo más afilado que encontró y se escabullo como una sombra a la habitación de su sirviente, vio como dormía se veía tan tranquilo en esos años se había vuelto mucho más lindo habían pasado tantos momentos hermosos alzo el cuchillo y sintió como un liquido tibio bajaba por sus mejillas, no era capaz, claro que no lo era, después de todo lo amaba, soltó el cuchillo y comenzó a llorar de forma desgarradora “¿por qué tenía que doler tanto?” Hasta ese momento ella no se había dado cuenta de nada, sintió una punzada en su vientre el cuchillo estaba incrustado en ella ¿por qué? Subió su mirada y lo miro, él la había apuñalado y en los ojos de él se notaba enojo, comenzó a sentir un dolor inimaginable y sintió otra apuñalada cuando ella se confesó el había dicho que la amaba más que a nada entonces ¿por qué la estaba apuñalando? tuvo una punzada en el corazón y perdió la conciencia y vio como todo se volvía negro, no grito, no lo detuvo después de todo a ¿Quién le importaba si ella moría? Se escuchó ella misma decir algo confuso tal vez solo había balbuceado algo ¿a quién le importaba ahora?, a la final ella siempre los supo, los finales felices no existen en la vida real, el “vivieron felices por siempre” era una vulgar mentira, ningún cuento era eterno todos tenían su final este era el final del cuento de ella y no importaba como lo viese su final no fue uno de “vivieron felices y comieron perdices” porque los finales eterna y enteramente felices no existen en la vida real solo en los cuento de hadas y en su mundo de fantasía en el que a ella le hubiera gustado vivir. La parte de la historia de la que nadie había visto más que él, después de morir ella él estaba llorando como nunca lo había hecho, la había matado ¿por qué había hecho algo tan estúpido? ella había aceptado casarse con ese idiota que tenía como prometido en una semana entonces ¿Por qué había dicho algo tan contradictorio como eso? “te amo Gerard” era lo que ella había dicho antes de morir en sus brazos, no podía, no quería vivir así, así que agarro el cuchillo y se apuñalo a sí mismo, dolía y ella de seguro que le había dolido mucho mas. Fin ¿Qué tal está? es una historia que escribí hace mucho tiempo, pero hoy decidí sacar mis viejas historias y la edite un poquito e.e solo un poquito, pero buenito ¿qué les parece?