Beso Prohibido

Beso prohibido​

El sol comenzaba a asomarse en el horizonte, mientras que en una enorme cama de la más fina madera descansaba Angélica, con su oscuro, largo y ondulado cabello que cubría su rostro al dormir. La muchacha comenzó a despertar de su letargo, removió el cabello de su rostro y muy lentamente se desperezo, mientras abría sus ojos para darle la bienvenida al nuevo día que comenzaba, como era costumbre se cambio su bata de dormir y la reemplazó por un elegante vestido azul, bordado con hilo de oro. Se recogió el cabello en un moño, una última mirada al espejo y todo parecía estar en su lugar, aunque esa mañana el corsé le apretaba un poco.

El cantar de los pájaros en su ventana la alegraba, se asomo por la ventana de su cuarto, miro las rosas del jardín y al lindo jardinero que las cuidaba, él miro hacia ella y la saludó agitando su muñeca y ella correspondió un poco sonrojada.
–Sebastián –suspiro la muchacha.

El día transcurrió de forma normal, ella entre sus clases y lecciones, mientras él trabajaba sin cesar en el jardín. A la hora del té Angélica salió de la casa para disfrutar del día, curioso pensar que ese era su lugar favorito. A menudo Sebastián trabaja por allí y ese día no fue la excepción, mientras cuidaba afanosamente las rosas de mayo, la muchacha lo observaba apreciando cada detalle del hermoso jardinero. Un cuerpo bien formado más no exagerado, cabello dorado en eterno contraste con su mirada oscura y profunda, para angélica era una gran vista y no del jardín precisamente. Luego de un rato Sebastián termino su labor, dio un último detalle a una rosa en particular y se marcho.

La muchacha se levanto de la silla donde leía y comenzó a apreciar el buen trabajo del jardinero, se inclino para ver de cerca una rosa –que extraño- pensó su mamá que la vigilaba desde el balcón. Luego ella tomó la rosa y salió corriendo a su habitación –o pues eso pensaba su madre.
Se sentó en su cama, miro la rosa y junto con ella la nota que su amado Sebastián le había dejado.

Querida:
“Es tan difícil decir adiós cuando se ama y tan arduo el dolor que se tiene que soportar. Cuando te miran ven a la doncella perfecta, educada y gentil. Cuando yo te veo lo aseguro no puedo mirar otra cosa que no seas tú. Quiero atraparte en mis sueños y permanecer juntos por siempre, aunque en la realidad solo pueda tocarte en secreto. Espero poder verte esta noche… Siempre tuyo”
Sebastián.

La muchacha tomo fuerte la carta entre sus manos y la abrazó, tenía el aroma de su amado, a quien no podría ver hasta esa noche cuando todos estuviesen dormidos. Para que ni siquiera el más mínimo roedor pudiese escucharla salir al encuentro de Sebastián.

La espera fue larga, durante la cena su madre la miraba de manera extraña y ella trataba de no mirarla a los ojos, tratando de ocultar su nerviosismo sin mucho éxito, sus hermanas hablaban de los vestidos que se pondrían para la fiesta que el conde daría en su mansión ella trataba de hablar igual que ellas pero esa fiesta no le agradaba en nada, algo pasaría ese día y por lo que había escuchado de las conversaciones de sus padres tomarían a una de ellas y seria la futura esposa del conde, mientras su padre estaba absorto en la deliciosa cena que los criados habían preparado. Cuando todos terminaron cada uno se fue a su cuarto, se pusieron sus ropas de dormir y se metieron en la cama.

Ni un alma se escuchaba en la gran mansión el respirar acompasado de las personas durmiendo, de repente el rasgar del viento se escucho, alguien no estaba descansando en su cama. Angélica corría por los pasillos de la casa emocionada por el próximo encuentro, salió al jardín con un vestido de noche tan blanco como la luna y allí estaba él, la luna lo hacía parecer un adonis griego, con una rosa en la mano él la esperaba. Ella corrió, salto un seto y otro al llegar se lanzo en los brazos de su querido Sebastián. Él la abrazo, le entrego una rosa tan blanca como sus vestidos y luego la tomo de la mano, juntos fueron hasta una hermosa banca en el jardín.


Él la atrapo con su mirada y de una manera muy delicada la atrajo hacia su cuerpo, la rodeo con sus brazos y le susurro al oído: Te amo


Beso el susurro, bajo a su cuello depositando otro beso –ella suspiraba con cada caricia– él no quería parar… subió hasta su mandíbula dejando con sus labios besos, centímetro a centímetro, él estaba tan cerca de llegar a sus labios y ella lo esperaba con ansias, solo un beso mas y sus bocas se encontraron, dando paso a un sinfín de emociones.


Mientras ella se inclinaba hacia atrás incitándolo a besarla de una manera más profunda él no dudo y la siguió besando con pasión. Solo la luna fue testigo de su prohibido pero tan deseado beso.
“Cuidar las flores es como amar y ser amado, el arte de amar es difícil de aprender, pues la pasión del amor debe nacer no crearse”