Long-fic de Naruto - Behind your shadows.

Tema en 'Fanfics de Naruto' iniciado por OneKind, 16 Mayo 2016.

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    OneKind

    OneKind Iniciado

    Escorpión
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    Behind your shadows.
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    Ciencia Ficción
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    No te disculpes.

    — ¡Déjalo ya! Yo... Lo entiendo. Quiero decir, es tu deber ¿No? Deja de disculparte.


    A veces mi mal humor salía a la superficie con temas que no tocaban ¿Qué culpa tenía él? Toda. Él era el culpable de todo ¿Tenía que irse realmente? No ¿Pero a caso él decía algo? No. Su deber era ser el consejero de una importante empresa de seguridad, ya lo sabía, pero ¿Porqué tengo que sacrificarme yo siempre? ¿A caso no hay gente igual de capacitada para llevar a cabo esa estúpida función? Que pregunta más estúpida Temari. Claro que no. Él es único, y eso bien lo sé. Pero era incómodo que me conociera tanto y al mismo tiempo fuera incapaz de darse cuenta de las cosas. Es decir, si sabe que algo me va a molestar ¿Por qué debe hacerlo? Pero lo que más me frustra es que luego me persigue para que le perdone ¡No haberlo hecho! Suspiré. Él no tenía la culpa. En el fondo, él lo pasará igual de mal que yo. Pero me da rabia que haga esas cosas. Maldito vago. Él sí que crea problemas.

    — ¿Pero entonces estás enfadada o no? — Me preguntó Ten-Ten, confusa.

    — Claro que lo está. Era el día más importante de sus vidas y Shikamaru acepta ese viaje. —Contestó Ino de mi parte.— A mi Sai me hace eso y no le perdono.

    — No es la boda lo que me enfada. — Intervine.— Es que, yo he dejado a mis hermanos en Suna, mi trabajo, lo he dejado todo por venirme con él aquí... ¿Y es incapaz de dejar pasar esta reunión? Después de todo la boda es una fecha, sí, pero... ¿A caso solo me voy a sacrificar yo en esta relación?

    — Creo que Hinata está conmigo cuando pensamos que realmente eres bipolar, Temari. — Me dijo Ten-Ten, mientras tomaba un sorbo de su té.— Si estás enfadada con él, debes decírselo.

    Todas hicimos lo mismo. Aún que llevaba ya varios años viviendo en Konoha nunca me acostumbraría al frío que hacía en invierno durante el día. Dejé que aquella taza de té calentase mis manos durante unos instantes, mientras pensaba en el último comentario que había dicho Ten-Ten. Si bien era cierto que estaba enfadada, no estaba de acuerdo con hacérselo saber. Se supone que es un genio ¿No tiene que darse cuenta él solo de lo que me pasa? Claro, que hablamos de Shikamaru, el vago más grande en la historia de los Nara. Volví a beber de esa taza de té verde que nos habían servido. Las chicas me miraron por un segundo, a la espera que objetara o diera la razón. Alcé una ceja mientras la miraba ¿Qué esperaban que dijera? Ni yo me aclaraba. Me costaba enfadarme con ese hombre llorón.

    — Si quieres... —Empezó Hinata, mirando la mesa tímidamente.— Puedo hablar con Naruto para que busque otro consejero. Seguro que él lo entenderá...

    Parpadeé, mirando a mi amiga. Esa chica tenía un gran corazón y una gran inteligencia. Le dediqué una suave sonrisa, mientras pensaba en su oferta. Seguramente a Shikamaru esa idea no le desagradaba, por otro lado no quería interferir en su trabajo. Además, Naruto era un desastre para tomar decisiones, y ese tal Sasuke, el marido de Sakura, no tenía un buen historial. Suspiré, echando la cabeza hacia atrás como si de esa forma evitase tomar la decisión. Finalmente negué, sacudiendo la cabeza.

    — No, pero te lo agradezco Hinata. Ya hablaré yo con mi prometido. — Zanjé el tema así, sabiendo que eso no era verdad y que luego las chicas me regañarían.

    Para mi suerte Sakura apareció por fin en la cafetería. Ino rápidamente le reprendió por llegar tarde, y así iniciaron una pequeña discusión que parecía una partida de ping pong entre tanto insulto. Ten-Ten y yo nos reíamos a carcajadas con cada adjetivo despectivo que se ponían, mientras que Hinata intentaba calmarlas. Tras unos minutos de risas, las dos se abrazaron y dejaron la discusión de lado. Sakura se apresuró a poner encima de la mesa una bolsa y comenzó a sacar varios conjuntos de vestuario para bebés. Desde que se había enterado que esperaba un hijo, se pasaba el día comprando cosas para su futuro bebé. Hinata le dio un juguete unisex para el niño, por lo que nuestra futura mamá se emocionó tanto que lloró. Pobre Sakura, las hormonas las tenía por las nubes.

    Así transcurrió el resto de nuestra tarde invernal en aquella ciudad. Sentadas en la cafetería un domingo por la tarde mientras hablábamos del embarazo, de los niños, de como nos había ido la vida. A esas alturas de mi vida, todo era tranquilo y como cualquier mujer podría desear, menos por el inútil de mi prometido que decidía irse a U.S.A. un mes antes de casarnos, durante dos meses, saltándose así la boda. Pero ¿Qué le iba a hacer? El trabajo era trabajo, y ya nos iba bien ya que yo seguía estudiando mi grado en A.D.E. y no estaba trabajando.

    Me despedí de las chicas pasadas las siete, tenía que llegar a casa y preparar la cena para Shikamaru. No era que él me lo exigiera, pero era algo que me gustaba hacer para él. Apenas llegué a casa dejé las llaves en la entrada, junto con mis tacones y el abrigo colgado. Me recogí el pelo en un moño mientras iba hasta la cocina. Me puse a cortar verduras como guarnición de la carne que pensaba preparar más tarde para él, ya que esa mañana me lo había pedido. Me mordí ligeramente el labio, en el fondo, por muy estúpido que fuera me encantaba la vida que teníamos juntos. Respiré hondo y retomé la cocina. Hablaría con él, le pediría que no aplazara la boda. Llevaba un año esperando esa fecha, no quería esperar más para poder casarme con él.

    Escuché un ruido en la entrada, por lo que me giré, buscando la figura de mi prometido aparecer por el umbral de la puerta. Al no ver nada alcé una ceja y sujeté el cuchillo con más fuerza.

    — ¿Shika?

    Esperé una respuesta, y al no tenerla empecé a andar despacio hasta la entrada sin soltar aquel cuchillo. Escuché varios pasos que se acercaban, con miedo esperé. Justo cuando iba a golpear a lo que fuera, sentí como tomaba mi muñeca inmovilizándome. Alcé la mirada para encontrarme con su rostro serio, sereno. Una sonrisa burlona apareció en sus labios mientras soltaba mi muñeca lentamente. Con la mano donde no tenía el cuchillo golpeé su pecho varias veces, enfurecida.

    — Se-rás-es-tú-pi-do. —Cuando dejé de pegarle me llevé la mano al pecho y suspiré, intentando calmarme.— Casi me matas del susto ¿Por qué no me contestabas?

    — Perdona, no te oí. —Me dijo, sin dejar de sonreír de esa irritante forma, mientras señalaba los audífonos por donde escuchaba todavía su música.— Quería darte una sorpresa, además. — Mostró su mano, la cual había escondido en su espalda.

    En ella había un ramo de rosas rojas, bastante grande. Me brillaron los ojos seguramente, nada me gustaba más que esos momentos en los que él era tan detallista. Alcé la vista hasta sus ojos, devolviéndole una sonrisa tras ver las rosas. Llevé mi mano libre hasta su nuca y me puse de puntillas para poder darle un beso, lento, suave. Quería agradecérselo. Al separarme de sus labios tomé esas rosas y las llevé de nuevo a la cocina para ponerlas en agua. Mientras lo hacía, noté sus brazos rodeando mi cintura y sus labios en mi cuello, al igual que sus dientes. Le miré de reojo, disimulando mi sonrisa traviesa.

    — ¿Qué has hecho ya, Shikamaru? No es propio de ti estas cosas.

    — Irme el día de nuestra boda. Y a mi no me engañas, estás enfadada...

    Suspiré por décimo quinta vez en aquel día, ¿Tan evidente era? Dejé las cosas y apoyé mis manos en la repisa, antes de girar ligeramente la cabeza hacia él. Me miraba fijamente. Odiaba que me mirase así, me daba la sensación de que me atravesaba con sus ojos oscuros. Él me conocía mejor que nadie, casi como si pudiera ver dentro de mi. Con lentitud me giré, entre sus brazos, y apoyé mis dos manos en sus hombros. Le rehuí la mirada, hasta que me atreví a mirar sus ojos. Fui a hablar, pero no hizo falta, me robó las palabras de la boca.

    — No quieres que vaya.

    — ¡Sólo sería esta vez! —Argumenté.— Luego podrás ir a todas las reuniones y viajes que quieras cuanto tiempo quieras... Pero por esta vez ¿No puedes quedarte?

    — Sabes que no depende de mi eso, sino me quedaría. —Cuando dijo aquello me mordí el labio inferior ¿Tendría que insistir?— Lo siento... De verdad. —Bajé la mirada, no quería insistir en algo que sabía que no tenía sentido.— Temari, por favor, mírame. Lo siento.

    — ¡Déjalo ya! Yo... Lo entiendo. Quiero decir, es tu deber ¿No? Deja de disculparte. Estoy bien. —Me separé de él, sonriendo con timidez.— Voy a ducharme. Vigila la carne, ya casi está hecha. Que no se te queme, llorón.

    Me apresuré en subir las escaleras para poder llegar cuanto antes al baño. Al meterme en este cerré la puerta y me llevé la mano al pecho ¿Por qué me sentía tan mal? Al final las chicas iban a tener razón, seguramente era bipolar. Sonreí con nostalgia, adoraba esos momentos con las chicas. Con pereza me desvestí, quería relajarme con la ducha y despejar mi mente de esos pensamientos que llevaban atormentándome todo el fin de semana. El agua caliente hizo que mi piel se erizara, y por esos instantes de placer, noté como lavaba esa sensación de angustia de mi cuerpo. Cerré los ojos debajo de esa lluvia, olvidándome del mundo exterior por unos instantes.

    Hasta que sentí una mano en mi hombro, por lo que grité asustada y me di la vuelta, limpiándome los ojos y abriéndolos. Y ahí volvía a estar él. Con su sonrisa burlona y su mirada despreocupada. Sentí como esa imagen estrechaba mi corazón, haciéndome sentir una felicidad tan grande que hasta dolía. Sin embargo disimulé ese sentimiento y golpeé el pecho de Shikamaru de nuevo, sin fuerza, ya que no quería hacerle daño.

    — Joder Shikamaru. Definitivamente eres idiota ¿No ves que me estoy duchando?

    — Sí, lo veo, por eso he venido.

    Me aferré a sus brazos cuando me habló de esa manera. Ya sabía que venía buscando, y lo había conseguido con solo mirarme de esa forma. Sin embargo me obligué a soltarle los brazos y a darme la vuelta. Empecé a lavarme el pelo, ignorándolo, y sintiendo sus ojos clavados en mi nuca, tal vez un poco bastante más abajo. Mientras me aclaraba el pelo noté como sus labios besaban mi espalda, bajando. Sus manos me tomaron de la cintura y me acercaron a él, haciéndome suspirar al notar su desnudez contra mi piel. Ladeé la cabeza ligeramente cuando terminé de aclararme el pelo, y a él pareció darle igual. Subió sus labios hasta mi hombro, mientras movía sus manos hacia delante.

    No tardé en notar como me sostenía posesivamente, su mano izquierda se colaba entre mis piernas mientras con la otra sujetaba uno de mis pechos. Instintivamente eché la cabeza hacia atrás para gemir su nombre, arqueándome. Él me mordió, seguramente me dejó una marca en el cuello, pero aquello no me importaba, no en ese momento con sus manos acariciándome de esa forma. Me mordí el labio mientras me rendía a sus caricias, dejando que me manejara a su antojo. No podía seguir fingiendo entre sus brazos y besos tan insistentes, los cuales me arrebataban varios gemidos cada pocos segundos.

    Me giró, clavando sus ojos negros en mi. Pude ver como me repasó con la mirada, y en vez de sentir pudor, un calor me recorrió entera. Le miré con el mismo deseo, antes de acercarme a él hasta juntar nuestros cuerpos desnudos. Me dejó contra la pared, besándome con brusquedad mientras me sujetaba. Poco a poco fue alzándome, ayudándose de sus brazos para mantenerme contra la pared, quieta. Entonces lo noté, su erecto miembro empezó a rozarme con suavidad, esperando a que me desesperase. Gemí, pidiéndolo, pero ni así quiso complacerme. Aquella era su pequeña venganza por ignorarle al principio.

    Bajé la mirada hasta sus ojos, suplicante, mientras enredaba mis dedos en su cabello, ahora suelto de ese peinado que acostumbraba a hacerse. Acerqué mis labios a los suyos, soltando un jadeo contra estos antes de pasar mi lengua por su labio inferior. Cuando fue a besarme me aparté, y le miré desafiante. Decidió hacerme caso, ya que al segundo de negarle el beso noté como se enterraba en mi interior. Clavé mis uñas en su nuca, gimiendo. Ni en todos esos años me acostumbraría a tanto placer. Aturdida por el calor que sentía mezclado con las sensaciones a flor de piel le miré, ahora sí, besándolo con lujuria.

    Se mantuvo quieto unos segundos, esperando a que yo le diera permiso para moverse. Nunca, ni por muy necesitado que estuviera, había jugado con eso. Era paciente para dejarme acostumbrarme a él. En silencio tiré de su pelo, dándole permiso para empezar a mover las caderas en esa posición. No esperaba que fuera suave, y no lo fue. Arremetió contra mi con necesidad, enterrándose con fuerza una y otra vez, mientras me sostenía contra esa pared. Nunca fue un chico tranquilo en el tema del sexo, y eso era una de las mil cosas que me gustaban de él. Varios minutos más tarde, sentí como llegaba al final, extasiada, al mismo tiempo que él.


    — No me lo puedo creer ¿Shikamaru? Eras la rubia cañón del instituto, podrías tener a cualquier hombre. Itachi, Deidara... ¿Y te quedas con Shikamaru? ¿Con ese vago? ¡Tiene tres años menos! — Me gritaba mi hermano menor, Kankuro. — Además es de otra ciudad.

    A pesar de su forma tan poco agradable de demostrar que se preocupaba por mi, con Kankuro había formado lazos más allá de ser hermanos. Nos lo contábamos todo. Hasta lo desagradable que no quieres saber de un hermano, porque, desde que nuestros padres murieron, solo nos teníamos a nosotros. Y a Gaara, el pequeño de los tres, pero ese pequeño pelirrojo era un caso a parte.

    — Sí. Shikamaru. — Suspiré, mientras miraba por la ventana.

    Sí, tenía tres años menos, la edad de mi hermano pequeño. No solo eso, sino que vivía bastante lejos de Suna. Durante el instituto nos habíamos tenido que ir a vivir temporalmente a Konoha por negocios de nuestro padre, allí es donde Gaara cambió e hizo amigos, entre ellos, este chico. Había hablado con él un par de veces, pero su forma de ser me había llamado la atención. Era mucho más inteligente que cualquier chico de su edad. Cuando hablaba con él se me olvidaba la diferencia de edad, parecía mayor.

    Ignoré la voz de mi hermano reprendiéndome por fijarme en ese chico, rodando mis ojos ante sus gritos. Acababa de aceptar un trabajo a medio tiempo como administradora pública en el ayuntamiento de Suna, y en el nuevo proyecto en el que trabajábamos, debía viajar a Konoha una vez al mes para encontrarme con el administrador del ayuntamiento de allí. Y este, no era más ni menos que el padre de Shikamaru. Era exactamente igual que su hijo, y miles de veces insistía en hacerme ir a su casa a cenar, otras para reuniones, por lo que siempre me encontraba con Shikamaru. Y ya no era un niño de dieciséis años, no, ahora era todo un hombre.

    — Estás distante. —Susurró, con sus labios sobre mi espalda desnuda.

    Le miré por unos segundos, girando ligeramente la cabeza. Tenía el pelo húmedo y suelto que le caía sobre los hombros. Sus ojos me recorrían entera, al igual que sus labios y sus manos. En esos pequeños momentos me sentía adorada por él, cuando me acariciaba como si en cualquier momento fuera a desaparecer. Alzó los ojos hacia los míos, seguido de una ceja cuando me pilló espiándole de esa forma. Le sonreí, mientras me daba la vuelta para atraerlo a mi.

    — Estaba pensando en como nos hicimos tan cercanos. —Comenté, mientras acariciaba sus brazos.— Y por cierto ¿Qué has hecho con la cena?

    — Uhm. La dejé a un lado... Pero no me apetece nada bajar a cenar. Quédate conmigo...

    No le dije nada más. Tan solo nos quedamos ahí durante, quién sabe, horas. Me podría pasar días con él de esa forma, ignorando el resto del mundo. Poco a poco nos fuimos quedando dormidos, entre besos y caricias, me dormí sobre su pecho desnudo, con tan solo la sábana encima y sus brazos rodeándome. Oí el móvil, y sentí como se separaba de mi para cogerlo. Parpadeé mientras él descolgaba, y le miré fijamente. La conversación fue corta, por suerte. Apenas colgó el teléfono y lo dejó a un lado me incorporé un poco para besar su pecho, esperando a que me contase quién era. Cuando no dijo nada más, decidí hablar.

    — ¿Quién era, amor? — Miré de reojo la pantalla del móvil. Aquellas no eran horas para llamar, pero aún así no comenté nada más.

    — Naruto. — Me dijo, callándose luego.


    Me dio una corazonada. Apreté los labios para prepararme para lo que seguramente diría, y es que a pesar de todos estos años, aún no me acostumbraba a ello. Alcé la cabeza para mirarle a los ojos, y vi que él ya me estaba mirando fijamente a los ojos. Contuve la respiración por unos segundos, a la espera de que él hablase. Y lo hizo.

    — Me voy mañana.
     
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    SabakuNoNara

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    Ohayo! Adoro como describes la historia, la narracion es muy buena y la pareja juju es una de mis favoritas. Pero mira a ese vago escapandose de ese dia tan importante y Naruto que se lo roba. Muy mal. Espero que lo continues pronto. Quisiera saber mas sobre esta historia :D
     
  3.  
    OneKind

    OneKind Iniciado

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    Recuerdo los viejos tiempos.

    - ¿Cuídate, sí? Y compórtate como un adulto, llorón.


    No había dormido nada. Y cuando digo nada, es que me había pasado la noche en vela, mirándole. No sabía como reaccionar a aquella noticia, quiero decir ¿Mañana? No estaba preparada. Dos meses era mucho tiempo, que se saltase la boda era doloroso y para mejorar la situación se iba mañana a primera hora. Miré el reloj del móvil. En dos horas tenía que levantarse, y en cuatro estaría cogiendo el vuelo. Le miré a él. Y ahí estaba ese maldito vago, dormido, como si aquello no estuviera pasando. Suspiré, llevándome las manos a la cabeza. Como lo odiaba ahora mismo. Y cuanto lo iba a extrañar esos dos eternos meses.

    Con lentitud, me fui separando de él dejando su brazo en la cama con el cual me rodeaba. Bajé las escaleras, no sin antes ponerme una de sus camisetas. Por suerte mi prometido era más alto que yo y sus camisetas me iban como vestidos. Cuando llegué a la primera planta empecé a preparar un poco de café. Me apoyé en la repisa mientras esperaba, cruzándome de brazos. Repasé toda la cocina con la mirada. Aquel chico era un completo desastre. La cena estaba servida en dos platos abandonados en un rincón. Los utensilios utilizados estaban todos amontonados en el fregadero. Lo único ordenado eran esas rosas que había dejado en medio de la repisa antes de irme a duchar.

    Pasé mis manos por los pétalos de estas, con suavidad. No me había percatado del olor fresco que tenían. Seguramente eran de la floristería de Ino. Una sonrisa amarga y nostálgica se formó en mis labios.

    - ¿Por qué solo cuatro rosas? - Cuestioné mientras las olía, mirándole.-Es decir, los ramos se venden con más. Pero solo has comprado cuatro. Tampoco una ¿Por qué? -Me hice a un lado para que entrase en mi apartamento.-

    - Hace cuatro meses de nuestra primera cita. -Me contestó con una voz despreocupada.-

    - ¿Terminar empapados bajo la lluvia porque te has dejado las llaves de tu propia casa es una cita? -Me reí, mientras le miraba quitarse la chaqueta y dejarla colgada en una silla.-

    - Problemática. -Chasqueó la lengua, rodando luego sus ojos. Aquel gesto me molestó ligeramente.-

    - El que da problemas eres tú, vago. -Le saqué la lengua. Soplé el mechón de pelo que tenía en el rostro y me apoyé en una de mis piernas.-Además ¿Qué piensas hacer cuando llevemos varios años? No tendrás rosas suficientes. Deberías buscar otro sistema. -Señalé el fallo como de costumbre. Solo conseguí que me mirase mal.-

    - ¿Aceptarás las flores o no? -Noté un tono de molestia en él, preferí dejar de enfadarlo.-

    - Ya, ya. Me las quedo. -Me volví a reír, mientras me acercaba a él.- Gracias, Shikamaru. -Susurré, cerca de sus labios, para luego besarlo.-

    El sonido de la cafetera me sacó de mi trance. Parpadeando me apresuré a sacar el café y a servirlo en una taza. Me senté en la mesa de la cocina, mientras rodeaba con mis dedos esa taza. Bebí un pequeño sorbo, deleitándome de ese café amargo. Me gustaba la sensación de algo caliente dentro, parecía poder derretir el nudo en el estómago que se me había formado al escuchar la noticia de mi pareja. Intenté relajarme mientras me tomaba el café, y a cada rato miraba el reloj.

    A veces, el tiempo decidía quedarse quieto. Mirabas la hora, y en lo que a ti te parecía una eternidad realmente era un triste segundo. Era exasperante sentir que eso pasa cuando tienes prisa. Cuando tienes ganas de estar con alguien. Pero, cuando estás con esa persona, el tiempo decide ir más rápido, y lo que crees que han sido tan solo unos minutos, se convierte en una hora. En mi caso, lo que creía que habían sido unos meses fantásticos se convirtieron en unos años increíbles. Hacía tres años que salía con aquel chico.

    Desde el principio nuestra relación siempre fue extraña. Ninguno de los dos cruzaba palabra con el otro, pero si miradas. Cuando empezamos a hablar, yo me metía con él y él no decía nada. Poco a poco creamos un código para entendernos. Sin embargo, tuve que volver a mi ciudad natal, así que durante años, dejamos de hablarnos. Cuando ingresé en la universidad, conseguí un trabajo que me obligaba, por suerte, a verle una vez al mes. Al principio fue raro, yo trabajaba con su padre, y aún así siempre me quedaba hablando con él. Le cogí aprecio. Hasta llegó a gustarme.

    Un año más tarde, nos hicimos muy amigos. Él venía a verme a Suna con frecuencia, al no estar estudiando, tenía tiempo libre. Siempre desaprobé que dejase los estudios tras finalizar los obligatorios, pero con lo inteligente que es consiguió mantenerse. Abrió una empresa con sus amigos del instituto. Cualquier persona en su sano juicio habría huido de esa unión, pero él no. Y lo llevaron hacia delante, para sorpresa de todos. Fue ahí cuando empezó a tener menos tiempo, cuando empecé a dejar de verle, y su presencia constante por mi apartamento desapareció poco a poco.

    Nunca admitiré delante de nadie que no sea él, y siendo él depende de la situación, que dejar de verle tanto me asustó. Durante ese tiempo empecé a depender de él, de su sonrisa, de sus consejos. Me gustaba acurrucarme a su lado mientras él dormía y yo leía algún libro que él catalogaba como innecesario por su contenido fantasioso. Me gustaba tumbarme con él en la terraza para mirar las nubes, oír como divagaba sobre lo problemática que era su vida con su madre. Eché en falta todo eso y más cuando empezó a trabajar, y en su tercera visita dispersa, no lo soporté más.

    Me miraba extraño, callado en el otro lado de la sala mientras yo daba vueltas de un lado al otro. Por suerte, no tenía vecinos. Tenía ganas de tirarme de los pelos y romper cosas, estaba enfadada y sin motivo. Lo peor es que era consciente.

    - ¡Tres meses! ¡No vienes desde hace tres meses! -Me llevé la mano a la frente, intentando calmarme.- Fui a verte y no estabas en la ciudad ¿Es que ni un mail me puedes escribir? "Oye Temari, no voy a estar en Konoha resulta que me va bien el trabajo y estoy de viaje."-En la última frase intenté imitar su voz de hombre.-

    - Temari yo... -Cuando empezó a hablar noté como me hervía la sangre de nuevo.-

    - ¡No, Temari nada! ¿A caso tu nueva novia es más importante que tu amiga? -Solté aquello sin venir a cuento, porque en parte, tenía miedo de que hubiera encontrado a otra mujer.

    Como iba diciendo, desde el principio, nuestra relación fue extraña. Cuando nos hicimos más cercanos nos preguntaban constantemente si éramos pareja. Creo que en el fondo siempre nos gustó comportarnos como tal, pero teníamos miedo de hacerlo algo oficial, como si algo fuera a cambiar entre nosotros hasta finalmente perdernos el uno al otro. Claro, que cuando estábamos pasando por esa situación, ninguno aceptaba que el otro le gustaba. Él era mi mejor amigo de tres años menos, ex compañero de mi hermano menor y un llorón ¿Cómo iba a gustarme?

    Pero él me besó. En mi ataque de celos, mezclado con la soledad que había sentido durante esos tres meses, a ese genio no se le ocurrió otra cosa que besarme. Dejé de gritar, de moverme, tan solo me quedé mirando su rostro mientras notaba sus labios moverse sobre los míos. Ese día cambió todo. Terminamos haciéndolo en mi cama una y otra vez, de todas las formas, recuperando el tiempo que habíamos perdido durante un año entero intentando evitar aquello. Nunca entendí porque lo habíamos evitado tanto, porque desde que lo probé, me di cuenta que realmente era adicta a Shikamaru.

    Nunca lo llegamos a hablar realmente. Simplemente nos comprometimos vernos con más frecuencia. Cada fin de semana lo pasábamos juntos, uno en Konoha y el siguiente en Suna. Así siempre nos turnábamos. No solíamos salir de casa, a él no le gustaba, y a mi no me desagradaba estar tranquila en casa. Podía terminar la carrera de Ciencias Políticas, con él a mi lado preparando los proyectos de esa empresa que estaba iniciando. Y durante un año aguantamos así, hasta que un día, fue él quien entró en crisis. Por primera vez desde que le conocí, vi a un Shikamaru fuera de si.

    - ¿Qué hacías con él? -La frialdad de su voz cuando me preguntó eso me alertó. Estaba teniendo un ataque de celos.

    - Estudia conmigo. -Le contesté con simplicidad, sin mirarle. Notaba sus ojos en mi nuca, atravesándome.

    - ¿Y tiene que quedarse a dormir?

    Había tenido la tan mala suerte, que Ittetsu, mi compañero de universidad el cual estaba convencida que era completamente gay, se había quedado dormido en el sofá en vez de irse a primera hora de la mañana. Era viernes por la noche, y Shikamaru iba a llegar el sábado poco antes del medio día. Puntual, como siempre, llegó sobre las once de la mañana levantándonos a los dos. No era que quisiera esconderle nada a mi novio, pero, sabía de sobras que no le iba a gustar la idea de encontrar a un tipo durmiendo en mi casa. Tras una situación bastante incómoda, donde Shikamaru no hizo nada más que meterle prisa al pobre Ittetsu para que se fuera, me acorraló en el salón mientras recogía. Podría haberle dicho que Ittetsu era gay, pero... Un poco de celos no hace daño a nadie ¿No?...

    - Nos quedamos hasta tarde terminando el trabajo de universidad. -Me encogí suavemente de hombros, haciendo una mueca.- Me sabía mal mandarle a casa a esa hora. Además, durmió en el sofá. -Me defendí, mientras me daba la vuelta para mirarle.-

    - Me da igual. No me gusta que estés a solas con hombres en casa. -Aquel comentario no me gustó. Era mi novio, no mi padre.-

    - Bien que no decías nada cuando te quedabas tú. -Alcé una ceja mientras colocaba mis manos a cada lado de mi cintura.-

    - Es diferente. -Dio un paso para acercarse a mi.-

    - ¿Ah sí? -Tuve que alzar la mirada al ser él más alto que yo.-

    - Ven a vivir conmigo.

    Me gustaría decir que me hice la dura, que monté un escándalo propio de mi porque no me valoraba como mujer independiente, pero mentiría si lo hiciera. Dudé, de hecho no le contesté, seguí ordenando. Tenía miedo de irme a vivir con él, de dejar a mis hermanos, mi trabajo. Sin embargo, me convenció que para cuando terminase la carrera, me fuera con él. Un par de meses más tarde, después de graduarme en Ciencias Políticas me mudé a Konoha, a una casa de dos plantas para vivir con él.

    Si tuviera que escoger los mejores momentos de mi relación con Shikamaru, escogería esos tres meses después de irme a vivir con él, donde no tuvo que irse de viaje y yo no tenía que estudiar. Estuvimos juntos, a veces nos quedamos en casa y otras salimos. Fueron los mejores meses de mi vida sin duda. Sin embargo, pronto se acabó, yo empecé a estudiar A.D.E. y él retomó los viajes de negocios alrededor del mundo. Algo que hasta ahora, nunca me había molestado.

    Miré de nuevo el reloj. Divagando en mis pensamientos había pasado ya una hora y media. Me levanté y dejé la taza vacía de café en el fregadero, ya lo limpiaría todo después. Con lentitud subí las escaleras hacia el piso de arriba, sin hacer ruido, para no levantar a ese vago antes de tiempo o seguramente se enfadaría conmigo. Con cuidado saqué su maleta a medio preparar y empecé a llenarla con la ropa que le haría falta para esos dos meses. Pronto los cajones quedaron muy vacíos para mi gusto.

    En lo que me llevó llenar la maleta pasó el tiempo. Apagué la alarma antes de que sonase, y con cariño empecé a besar su rostro, mientras le acariciaba con una sonrisa. Estaba dolida. Quería no despertarlo y que perdiera ese vuelo. Quería que se quedase conmigo. Pero me obligaba a sonreír, después de todo, si le ponía mala cara lo iba a recordar durante dos meses. Como buen vago se tapó más y me dio la espalda. Con un largo suspiro alcé una ceja luego, e hice memoria de como su encantadora madre le despertaba cuando él se hacía el dormido.

    - Nara Shikamaru. Ya estás levantando ese perezoso culo de la cama si no quieres que te levante yo. -Usé un tono de voz nada amistoso, mientras le miraba. Al parecer, funcionó.

    - Problemática. -Oí como chasqueaba la lengua y se incorporaba haciendo una mueca.-A veces creo que sigo viviendo con mi madre.

    - Fuiste tú quien me dijo que viniera a vivir contigo. Venga, levántate, tienes que vestirte. - Le guiñé un ojo antes de levantarme del borde de la cama y echarlo de ahí.

    Shikamaru se metió en la ducha. Hice la cama en pocos segundos, sacudir y tender las sábanas era algo que había hecho toda mi vida por tres, al tener dos hermanos menores, ya tenía práctica. Pronto me fui a cambiar yo. Decidí vestirme de forma sencilla, una camiseta de manga larga con un jersey sería suficiente. Me puse los tejanos y guardé en ellos el móvil. Me apliqué una base sencilla de maquillaje y salí de la habitación, bajando de nuevo a la cocina. Calenté el café y se lo serví en una taza, justo cuando escuchaba como bajaba por las escaleras. Vi como aparecía por el umbral de la puerta, acomodándose los puños de la camisa, y sentí como algo en mi pecho se rompía. Verlo de traje me hacía pensar en el día de la boda, en que no iba a estar.

    Respiré profundamente y me di la vuelta, empezando a limpiar con rapidez las cosas que la noche anterior habíamos dejado en el fregadero. Sentí como se acercaba y tomaba la taza de café. Le miré de reojo, por un segundo pensé que se iba a disculpar, o quién sabe, a lo mejor se daba cuenta que irse el día de la boda no era una gran decisión para ser un genio. Una vez más abrió la boca, y una vez más me pregunté porqué aguantaba aquello. Sus palabras me hicieron sentir rabia, la ira más sincera que había sentido, y ni siquiera entendía porqué de repente me molestaba escucharle.

    - Si te pones a limpiar ahora, llegaremos tarde al aeropuerto, mujer. -Oí como le daba un trago al café.

    - Tal vez es lo que pretendo. - Comenté, fingiendo estar despreocupada, mientras terminaba de enjuagar las pocas cosas que me había dado tiempo a lavar. Sequé mis manos y le miré, fijamente.- ¿Estás ya listo?

    Le vi asentir mientras se terminaba el café. Dejó la taza en el fregadero y se alejó hacia la entrada, tomando su americana negra a juego con el traje. Cogió las llaves del coche y subió las escaleras, a por su maleta. Cuando desapareció en la planta de arriba me acerqué a la entrada, tomé mi chaqueta y le esperé unos minutos hasta que vi como bajaba con la maleta. Aguanté cualquier comentario ofensivo que mi cerebro procesaba y mi boca deseaba decir, me di la vuelta y abrí la puerta de la calle para salir mientras revisaba que las llaves de la casa continuaran en el bolsillo de la chaqueta.

    Esperé a que abriera el coche para sentarme en el asiento del piloto. Veía por el retrovisor como iba hasta el maletero y guardaba allí su maleta. Seguidamente me miró, sonriendo de lado en un intento de calmarme. Rodé los ojos y puse ambas manos en el volante mientras esperaba a que se sentase en el asiento de al lado. Le tendí la mano para que me diera las llaves y así poder arrancar. Teníamos casi una hora de viaje hasta el aeropuerto ya que ha Shikamaru le gustaba vivir a las afueras de la ciudad. Aquello no era desagradable, solo tenías que prevenir las salidas conforme el centro quedaba a media hora en coche. Pero por desgracia el aeropuerto estaba del otro lado de la ciudad.

    El viaje fue tranquilo. Ninguno de los dos era muy hablador, a decir verdad, disfrutábamos más del silencio del otro. El paseo en coche consiguió calmarme, y a los veinte minutos mi enfado había desaparecido. Me centraba más en la carretera y en la gente que estaba empezando su día. Intenté distraer mis pensamientos de todo lo relacionado con la boda, con tal de no volver a enfadarme. Cuando llegamos al aeropuerto me metí en el párking. Me guardé el ticket en el bolsillo y salí del coche. Esperé a que cogiera su maleta y cerré las puertas.

    - ¿Dónde has quedado con Naruto? -Pregunté mientras comenzaba a andar hacia el ascensor, ya que había aparcado una planta por debajo del aeropuerto.

    - Eh... - Se rascó la nuca.-En teoría, donde se despachan las maletas. Aunque eso es muy relativo, ahora que lo pienso. - Negué con la cabeza, aguantando la risa.

    - Aquí tienen al genio del CI más alto de toda la ciudad.-Entré en el ascensor, antes que él.- Envíale un Line y pregúntale donde está.-Le sugerí, mientras las puertas se cerraban.

    Me hizo caso, y al momento le preguntó a Naruto a través del móvil donde estaba. Esté le mandó una foto con Hinata ya haciendo cola para despachar las maletas. Detrás se veía el número del puesto. Cuando llegamos a la planta, fuimos directos al puesto donde estaba la pareja. Al llegar, Naruto me saludó efusivamente como acostumbraba a hacer con todo el mundo. Me estrechó entre sus brazos para luego soltarme e ir a saludar a Shikamaru. Con más calma saludé a su esposa, Hinata, dándole dos besos.

    - ¿Sasuke llega tarde? -Pregunté, al no verlo por ningún lado.

    - Sasuke no viene. No quiere dejar sola a Sakura. -Me contestó el rubio, a mis espaldas, mientras sujetaba a Shikamaru con un brazo por el cuello.

    Fue mejor así, sino habrían visto como mi rostro se tornó un poema de furia. En el fondo, esperaba que en cualquier momento el inteligente de mi novio me dijera que era una broma de mal gusto y apareciera el día de la boda. O que todo ese viaje era una farsa. Cualquier excusa me servía. Respiré profundamente. El amor es paciencia y entender, me repetí mentalmente aquellas palabras de mi madre y me giré, forzando una sonrisa lo más sincera que pude.

    - Que suerte tienen algunas ¿No? Venga, ya os toca despachar las maletas. Os esperamos aquí.-Volví a girarme y tomé a Hinata del brazo para salir de allí directa a la cafetería.

    Lo que más me gustaba de Hinata era su silencio. No preguntaba, no acusaba, ni opinaba. Entendía que hay veces que lo único que quieres se sentarte, pedirte un whisky y beberlo con tranquilidad. Miré de reojo a los dos hombres que nos acompañaban, Naruto se reía y Shikamaru hablaba con la chica para despachar las maletas. Como si nada. Volví a darle un sorbo a mi bebida y la dejé en la mesa, cerrando los ojos y negando.

    - Deberías decírselo.-Me dijo, con tranquilidad, sin juzgarme.

    -Lo intenté. Pero al parecer es algo importante. -Y silencio. Ella lo pasaba mal, tenía demasiada empatía, pero no le gustaba tampoco presionar ni incomodar a la gente.

    Acabé la bebida y dejé el dinero en la barra, girándome luego para irme. Ella me siguió, sin decir nada más. Nos acercamos a los chicos cuando terminaron con las maletas, y no tardé en sentir los brazos de mi prometido rodeándome. Aquello en él no era normal, no solía dar muestras de su afecto en público, por lo que estaba preocupado. Le miré de reojo y le di una sonrisa para que se calmara. Besé su mejilla, y apenas me di cuenta, Naruto había desaparecido con Hinata.

    - Ahora vuelven. Hemos quedado justo en la entrada. -Me comentó en el oído.

    Fueron veinte minutos escasos. Fue el tiempo que pasé a solas con Shikamaru, y por primera vez en su vida no me soltaba de su abrazo en público. Y yo no me quejaba de ello. Me quedé junto a él, en silencio y disfrutando de su presencia. Sabía que si hablaba podía enfadarme, hasta tal vez ofenderle. Por primera vez en mi vida, el silencio que había entre los dos era completamente incómodo, pero le iba a echar tanto de menos que me negaba a pensar en ello. Cuando apareció la otra pareja nos separamos, aunque él no me quiso soltar la mano. Cruzamos un par de palabras, la mayoría de despedida, antes de que ellos se tuvieran que ir.

    Y así, sin más, con tan solo un beso se fue. Era tan... tan... irreal ¿Cuando mi relación con Shikamaru se había vuelto tan fría y distante?



    - No se lo has dicho ¿No? Se veía muy afectada.

    - No. Nunca se lo diré, es lo mejor para ella.
     
    Última edición: 27 Mayo 2016

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