DC Batman Family: Legacy [Batman]

Tema en 'Fanfics sobre TV, Cine y Comics' iniciado por WingzemonX, 12 Diciembre 2013.

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    WingzemonX

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    Batman Family: Legacy [Batman]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    24
     
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    4991
    Batman Family: Legacy

    Wingzemon X

    Capítulo 21
    Nueva Era

    Lunes, 29 de julio del 2013

    Todo poco a poco comenzó a volver a la normalidad en el centro de la ciudad, y en el resto de ésta. Deathstroke se encontraba ya fuera de combate gracias a Batman, y sus hombres igual gracias a Red Robin, Red Hood y la muy bienvenida ayuda de Raven. Pero las cosas difícilmente se podrían considerar calmadas, ya que la policía estaba realizando una movilización masiva en cada calle y callejón, buscando a cualquiera de los mercenarios que podría haberse escapado, y eso era una labor que de seguro les tomaría toda la noche. Los federales y la guardia nacional no tardarían mucho en aparecer, así que lo mejor era que cuando eso ocurriera, pudieran ver que ese pequeño cuerpo de policía de ciudad pudo encargarse de todo de la mejor manera posible.

    Mientras la policía se encargaba de todo ello, y la calle frente a la comisaria se llenaba de más patrullas y hombres esposados de rodillas en las banquetas, Red Robin y Red Hood vigilaban a Slade, que se encontraba en la parte trasera de un vehículo de transporte policial, esposado de muñecas y pies. No traía su máscara ni ninguna de sus armas encima, pero se le veía bastante calmado. Estaba sentado, con su espalda recta y su único ojo cerrado. Ni Tim ni Jason le quitaban la mirada de encima; era capaz de cualquier cosa hasta el último momento. Pero al menos de momento parecía bastante resignado por su aparentemente derrota; quizás demasiado resignado.

    El sonido de una motocicleta acercándose los puso en alerta, al igual que al resto de los policías cercanos que de inmediato aproximaron sus manos a sus armas. Tim miró en la dirección del sonido, que de hecho le sonó conocido. Y cuando logró ver la motocicleta acercándose, confirmó de inmediato que era justo lo que pensaba.

    —¡Está bien! —Gritó rápidamente para que los policías lo escucharan—. ¡Viene con nosotros!

    Los oficiales de a poco se fueron relajando, aunque no del todo. La motocicleta se dirigió directo a los dos vigilantes de rojo, y se estacionó justo delante de ellos. Tim la reconoció: era la chica que los había ayudado a Stephanie y a él más temprano, montando una de las antiguas motocicletas de Batgirl, que él mismo se había dado a la tarea de estarla actualizando y manteniendo en línea. Pero además, no venía sola: una semiconsciente, y fuertemente amarrada, Rose Wilson se encontraba recostada en la parte trasera de la moto. Raven se retiró el casco, y se bajó de la motocicleta, viendo a los dos chicos con seriedad.

    —Creo que esto les pertenece —les indicó con simpleza, y entonces extendió una mano hacia Rose, y ésta comenzó a levitar en el aire, dirigiéndose lentamente hacia el interior del camión de transporte.

    Tim reaccionó sorprendido al ver esto; Jason, no tanto. Colocó a Rose en el suelo del camión, a los pies de Slade. La joven gimió adolorida y confundida; Slade apenas y la miró, con algo de indiferencia. En su lugar, miró en dirección a Raven, que se había parado justo al lado de los otros dos.

    —Vaya, ésta sí que ha sido una noche de sorpresas —señaló con cierto humor, sonriéndole de forma cínica; Raven se mantuvo apacible ante su comentario.

    —Raven —murmuró Red Hood como un escueto saludo, mirándola de reojo cruzado de brazos. Raven lo miró de la misma forma.

    —Red X —respondió con frialdad, causando una pequeña reacción de sorpresa en el vigilante.

    —Es Red Hood.

    —Sí, claro…

    Slade rio de una forma poco discreta, y volvió a cerrar su ojo con tranquilidad.

    —¿Ustedes dos se conocen? —Cuestionó Tim, extrañado al ver su interacción.

    —No tienes que saberlo todo, mocoso; no seas entrometido —fue la respuesta tajante de Red Hood. A Red Robin no le agradó para nada su tono, pero prefirió dejarlo así.

    Mientras sus compañeros vigilaban a Slade y Rose, Dick conversaba con el Comisionado, un poco alejados de ellos entre algunas patrullas y oficiales. Como era de esperare, aún después de haber recibido un disparo el Comisionado seguía ahí de pie, listo para dirigir toda esa operación hasta el final.

    —Una vez más la libramos, mi viejo amigo —comentó Gordon con relativo entusiasmo; el brazo en el que le habían disparado se encontraba sujeto con un cabestrillo, pero fuera de eso sólo tenía algunos golpes y rasguños menores. Sin embargo, Batman se veía de peor estado, sobre todo por el rastro de sangre que le recorría su rostro—. ¿Estarás bien?

    —Sobreviviré —le respondió con seriedad, y el comisionado simplemente asintió; si él lo decía tener que ser así.

    —Algunos de los mercenarios parecen haber huido, pero la mayoría ya están bajo custodia. Esperamos poder encontrar a los otros pronto, o al menos que con sus líderes apresados opten por irse muy lejos.

    —Esto aún no termina —declaró Batman tajantemente—. Slade no planeó hacer todo esto por su cuenta; Sionis y Cobblepot son los verdaderos responsables de todo este desastre. —Se giró en ese momento hacia donde se encontraban los otros, pero miró especialmente a Slade y a Rose en la parte trasera del camión—. Danos unos minutos con ellos para obtener en dónde se encuentran, y podremos acabar con todo esta misma noche.

    Gordon miró un tanto inseguro en la misma dirección que él. Esa sensación no era sólo por los dos villanos que estaban ahí apresados, sino adicionalmente por uno de sus actuales vigilantes.

    —¿Qué hay del chico de la máscara roja? —Inquirió Godon, algo acusador.

    Dick vaciló un poco sobre cómo responder a ello. Después de todo lo que Jason había hecho, era bastante complicado intentar hablar en su defensa. Pero debía mantener la calma y la firmeza, como Bruce lo haría.

    —Te lo dije, Jim, yo me encargaré de él. Sólo te pido un poco de... comprensión.

    Gordon suspiró con cansancio y pasó su mano sana por su cabello anaranjado, con algunas canas asomándose en él.

    —Sería bastante hipócrita de mi parte negarme luego de todo lo que has hecho por mí. Pero no le quites los ojos de encima, ¿quieres?

    —Te lo prometo.

    Gordon asintió.

    —Tienes cinco minutos.

    Dicho eso, se giró hacia la jefatura con la disposición de ir al interior y darles un poco de tiempo para que hicieran lo que tuvieran que hacer, sin hacerlo a los ojos del Comisionado de Policía.

    Batman se tomó sólo un segundo para tocarse ligeramente la cabeza, en un intento se aliviar una jaqueca que le había comenzado, mucho debido a ese golpe de la espada de Slade que lo había hecho sangrar. Ocuparía algunos puntos de seguro, pero mientras tanto tenía que superarlo y enfocarse en el último tramo de esa misión.

    Avanzó hacia sus demás compañeros frente al camión y se reunió con ellos. Al sentir su presencia, Slade abrió su ojo y alzó su mirada hacia él directamente. Le sonrió con cierta prepotencia, a pesar de su condición actual.

    —Debes sentirte muy feliz contigo mismo en estos momentos —comentó con elocuencia—. ¿O no, Batman? ¿O debería ya llamarte… Nightwing? Ya que estamos en más confianza.

    Red Robin y Raven se sobresaltaron ligeramente sin querer, al oír esas palabras. Red Hood lo disimuló más, quizás apoyado también en su máscara que le cubría toda su cara. Pero quizás la más sorprendida fue Rose, que al escuchar aquello logró alzar su cabeza con debilidad, para poder mirar la figura de Batman parada tan cerca de ella.

    —¿Qué? —murmuró algo aturdida aún—. ¿Eres Nightwing?

    Dick guardó silencio, sin intención alguna de responder a ello. A esas alturas ya era totalmente absurdo intentar negarlo, pero tampoco tenía motivo para confirmarlo. Se subió de un salto al camión, se paró justo delante de Deathstroke y lo tomó con fuerza de su armadura, atrayéndolo hacia él para encararlo; Slade, sin embargo, se mantuvo calmado.

    —Habla, Slade —espetó Batman con fuerza—. ¿Dónde están Cobblepot y Sionis? ¿Dónde iban a darte tu dinero?

    —¿Qué te hace pensar que te lo diría? —Susurró el mercenario sin perder ni un poco la serenidad.

    —Podemos obligarte a hacerlo —añadió Red Robin, dando un paso al frente y chocando su puño contra su palma.

    Slade, sin embargo, sólo rio.

    —Amenazas vacías. Hagan lo que quieran, batkids. No tienen con qué amenazarme.

    —Piénsalo dos veces —comentó Red Hood de pronto, y rápidamente avanzó hacia el camión, haciendo incluso a Red Robin a un lado. Tomó a Rose, aún tirada en el suelo, del cuello y pegó contra su cabeza el cañón de una de sus pistolas. La mujer se sobresaltó, recobrando casi de golpe toda su consciencia por la impresión del frío cañón contra ella.

    —Red Hood… —intentó Batman indicarle que se detuviera, pero no sirvió de nada.

    —Tú cállate —le soltó de forma agresiva, mientras se enfocaba directamente en el padre de su reciente rehén; éste lo miraba de reojo con frialdad—. No me tienes, Slade, que ésta ya no tiene sólo balas de caucho. Y tú bien sabes que soy capaz de hacerlo, antes de que cualquiera de estos dos santurrones intente detenerme.

    No había nada en su voz que pudiera indicar que fanfarroneaba; y en efecto, si alguno en ese grupo era capaz de hacerlo, definitivamente ese era él.

    —Ahora, ¿vas a hablar? —cuestionó con intensidad, presionando más el cañón contra Rose.

    Slade no respondió nada de inmediato; sólo lo miraba en silencio. Rose intentaba mirar a su padre con su único ojo sano, intentando descifrar qué era lo que haría, preguntándose si acaso sería capaz de dejarla morir ahí mismo. Sin embargo, luego de un rato Slade volvió a sonreír, bastante sereno.

    —Como dije antes, me agradas, chico —declaró el mercenario, y de inmediato se giró de nuevo hacia el nuevo Batman, mirándolo a los ojos—. Bien, ésta es tu noche después de todo, Nightwing. Dejaré que la disfrutes mientras puedas…

    — — — —​

    La sensación de paz y tranquilidad que estaba volviendo a la ciudad, no era compartida por las personas reunidas en el Pent-house de Roman Sionis. En la enorme pantalla de la sala se transmitía una única noticia, y de seguro la más importante de la noche. Máscara Negra, el Pingüino y el resto de sus hombres, admiraban todo aquello con incredulidad y en silencio.

    Todo parece comenzar a volver a la normalidad en el Centro de Gótica —comentaba la reportera en la televisión, estando de pie justo afuera de la jefatura—. La policía ya ha puesto bajo custodia a casi todos los terroristas responsables del ataque. Sin embargo, se pide a la ciudadanía que de ser posible, no dejen sus hogares en lo que resta de la noche, ya que los disturbios…

    Las palabras de la reportera fueron cortadas abruptamente cuando un disparo surgido de la sombrilla del Pingüino, dio directo en el centro de la pantalla, haciendo que ésta soltara chispas y su cristal se desquebrajara, y luego que su imagen desapareciera por completo. Tracy Buxton, sentada justo a un lado del perpetrador de ese último arrebato, soltó un agudo chillido de miedo, cubriéndose instintivamente con sus brazos al creer por un segundo que le había disparado a ella; para su suerte, no había sido así… aún.

    —¡Ah! —Exclamó furioso el mafioso robusto, poniéndose de pie del sillón y pateando con fuerza la mesa de centro de la sala, volcándola de lado—. ¡¿Cómo es esto posible?! ¡El sujeto tenía literalmente un ejército de mercenarios consigo! ¡¿Y ni así pudo encargarse de Batman y su grupo de escuincles?!

    Al gritar eso último, se giró directo hacia Sionis de manera acusadora, como si ese cuestionamiento fuera justo para él. Éste, por su parte, lo interpretó justo así, y no lo tomó de buena manera.

    —¡¿Y por qué me lo preguntas a mí?! —Le respondió Máscara Negra furioso, parándose también.

    —¿Cómo que por qué?, ¡todo esto fue tu idea, cara de carbón! —Se le aproximó de forma amenazante apuntándolo con su sombrilla.

    Los hombres de Sionis se pusieron en alerta para saltar en defensa de su jefe, pero también lo hicieron los hombres del Pingüino; las Hermanas Kabuki sacaron sus afiladas cuchillas, y el hombre alto y fornido que los acompañaba tomó su arma en mano, listo para cuando se ofreciera. Máscara Negra y el Pingüino, sin embargo, no fueron del todo consciente de esta reacción en sus respectivos elementos, pues estaban más concentrados en su respectiva rabia.

    —¡No vengas ahora a echarme culpas, qué tú estuviste más que de acuerdo en todo esto, Ave gordinflona! —Le respondió Sionis, empujándolo un poco hacia atrás para alejarlo de él.

    —¡No me pongas tus asquerosas manos encima! —Espetó Cobblepot, tomándolo con fuerza de su traje y jalándolo hacia él.

    —¡Mira quién habla!, ¡fenómeno de circo! —Le respondió con aún más agresividad. Ambos se tomaron mutuamente, comenzando a forcejear hasta que se separaron abruptamente, empujándose y quedándose cada uno en su posición—. Maldición…

    Roman se dirigió en ese momento apresurado hacia su bar, comenzando a revolver las botellas para encontrar lo más fuerte que tuviera a la mano para servirse un vaso. Optó por una pequeña botella de whisky bastante costoso, pero aun así se sirvió hasta el tope, sin importarle si derramaba un poco.

    Sus invitados no tenían pensado esperar a ver si acaso les invitaba una copa.

    —¡Vámonos ahora! —Ordenó Cobblepot, y de inmediato tomó a Tracy de su muñeca, jalándola con fuerza, casi tumbándola del sillón. Sus dos guardaespaldas de kimono verde, y el hombre alto de cabeza calva lo siguieron.

    —Por favor, señor Cobblepot —Murmuraba asustada la mujer rubia, mientras el mafioso prácticamente la arrastraba por la alfombra.

    —¡Tú cállate! ¡Ya arreglaré asuntos contigo, inepta!

    —¿A dónde demonios vas? —Le cuestionó Sionis furioso desde su bar, agitando su vaso, y derramando algo más del costoso líquido.

    —¿A dónde crees tú, idiota? —Le respondió el Pingüino secamente, mientras él y sus acompañantes seguían avanzando hacia el ascensor—. Fue un error relacionarme con un aficionado como tú. Me largo de aquí antes de que sea tarde.

    —¿Tarde para qué, ave cobarde? ¡Bien!, vete —añadió furioso, arrojando su vaso con licor al suelo y creando un fuerte estruendo al romperse—. ¡Pero la próxima vez que te vea, te juro que…!

    Sus palabras fueron cortadas por el fuerte sonido de una turbina, y luego por las luces del imponente Batwing alumbrando al interior tras posicionarse justo frente al gran ventanal. Todos fueron cegados unos momentos por las luces de la nave, y antes de que alguno pudiera reaccionar la ventana voló en pedazos, y el cristal brotó y cayó en la alfombra. Cuatro figuras penetraron en el interior de la suite por la ventana rota, y se posaron una a lado de la otra con firmeza frente al grupo ahí reunido: Red Robin con su báculo en mano; Raven con su mirada fría fija al frente con sus manos alzadas hacia ellos; Red Hood, con sus dos armas levantadas y apuntando una directo a la cabeza de Cobblepot y otra a la de Sionis; y por último Batman, parado con firmeza, y con sus brazos alzados en posición defensiva.

    Ambos mafiosos, y sus respectivos hombres, se quedaron unos momentos impactados por la repentina intrusión.

    —Es hora de que vuelvas prisión, Pingüino —sentenció Batman con voz profunda, y esto logró que el villano reaccionara al fin.

    —¡No esta noche! —Les gritó con furia—. ¡Chicas!

    Respondiendo a su orden, las dos mujeres de kimono verde y máscara dieron un largo salto desde detrás de él, y se lanzaron hacia los intrusos. Al mismo tiempo, el hombre grande y calvo que los acompañaba sacó su arma y comenzó a disparar sin pudor. Algunos de los hombres de Máscara Negra también comenzaron a disparar.

    Los cuatro recién llegados rápidamente saltaron hacia los lados para ponerse en mejor posición. Raven y Red Robin comenzaron a encargarse de las dos Hermanas Kabuki y las afiladas cuchillas que surgían de debajo de sus mangas, mientras Red Hood se encargaba de repeler a los que les disparaban; Batman se fue directo hacia Cobblepot. Éste empujó a Tracy a un lado con violencia para que no le estorbara, cayendo al suelo a un metro de él. Luego, le disparó a Batman dos veces con su sombrilla, pero Dick logró esquivar ambos disparos y progresar en su avance hacia él. Cuando ya estaba demasiado cerca, la sombrilla del Pingüino cambió de ser un arma de fuego a un arma blanca, haciendo que una larga y afilada cuchilla surgiera de su punta. Extendió el arma al frente, y Dick tuvo que hacerse a un lado para esquivarlo, aunque igual el filo logró rasgar el traje a la altura de su hombro y e incluso hacerlo sangrar; debía ser de un material especial para poder lograr eso.

    —Te sugiero que evites esa cuchilla —le indicó Barbara, con ligero humor en su voz.

    —Gracias, lo tendré en mente —le respondió con algo de sarcasmo, mientras seguía esquivando las estocadas.

    Tracy se arrastró apresuradamente por la alfombra, hasta ocultarse detrás del sillón más cercano. Se cubrió su cabeza con sus manos, teniendo su frente casi pegada al suelo, y temblando con cada golpe o disparo que escuchaba.

    —¡Tantos años y sigo sin poder quitárteme de encima, Murciélago! —Espetó Cobblepot mientras lanzaba estocadas rápidas al frente con su sombrilla como espada—. ¡Te lance un ejército encima y sigues aquí! ¡¿Qué necesito para desarme de ti de una vez por todas?!, ¡¿volar esta ciudad en pedazos?!

    El pensamiento fugaz que había tenido hace días sobre que esa ciudad ocupaba una bomba atómica, vino momentáneamente a la mente de Dick, y debía admitir que ello le causaba un poco de gracia.

    —Puedes intentarlo —le respondió con seriedad, y justo después logró tomar el paraguas entre sus manos y arrebatárselo de un tirón, justo para después romperla en dos contra su pierna. Cobblepot no tuvo mucho tiempo para digerir esto, pues de inmediato Batman le lanzó un puñetazo directo a la cara que lo hizo girar todo su cuerpo sobre sí mismo y caer de narices a la alfombra.

    El guardaespaldas grande del Pingüino vio esto y de inmediato se dispuso a ir contra Batman para salvar a su jefe, pero el disparo de una bala de caucho le dio justo en la cabeza, tambaleándolo, y le siguieron tres más en su pecho que lo derribaron contra el sillón, provocando que éste se volcara. Dick miró sobre su hombro, notando como Jason apuntaba en dirección del mantón; aparentemente le había cubierto la espalda.

    Mientras ocurría toda esa confusión y caos, Máscara Negra y dos de sus hombres aprovecharon para dirigirse al ascensor, siendo cubiertos por otros de sus compañeros, además del Pingüino y sus secuaces sin querer.

    —¡Nosotros nos largamos! —Espetó Sionis, y de inmediato ingresaron en su ascensor privado en cuanto las puertas se abrieron.

    —¡Máscara Negra se escapa! —Gritó Red Robin en cuanto se dio cuenta de su inminente huida, para que todos los que lo acompañaban lo escucharan.

    Batman reaccionó rápidamente, lanzando uno de sus batarangs directo hacia Sionis. Éste logró hacerse a un lado para esquivarlo y el batarangs ingresó por las puertas recién abiertas del ascensor, clavándose en su pared del fondo. Los dos hombres de Máscara Negra dispararon para cubrirlo, y luego los tres ingresaron al elevador. Batman corrió rápidamente hacia ellos, pero no logró llegar a tiempo antes de que las puertas se cerraran justo delante de él.

    —Oráculo —Murmuró con seriedad en su comunicador.

    Lo sé, pero tardaría más de la cuenta en hackear el sistema del elevador. Estoy usando el batarang que lanzaste para rastrearlo. Parece que se dirigen al Estacionamiento 4.

    —¡Yo me encargo! —Escucharon como Jason gritaba abruptamente, y antes de que alguno pudiera reaccionar, éste corrió hacia la ventana rota por la que habían entrado, lanzándose al vacío.

    —¡Oye!, ¡espera! —Le gritó Dick alarmado, pero ya cuando era demasiado tarde.

    Jason se encontraba ahora en caída libre a un costado de la larga torre. El batwing, controlado remotamente por Alfred, comenzó a descender junto con él a su costado.

    Joven Jason, eso fue bastante arriesgado —comentó Alfred con una tranquilidad que apenas lograba disfrazar su preocupación—. Recuerde que aún sigue herido.

    —Luego me regaña, Doc. Ahora ocupo que me ayudes a llegar al Estacionamiento 4. Barbara, tú nos guías, bebé.

    No me digas bebé —le respondió Barbara, algo molesta—. Si no provocas tu propia muerte con este tipo de cosas, de seguro provocaras la nuestra.

    —¡Cuando eso pase te daré la razón! Mientras tanto indícanos cuando ya estemos en el Estacionamiento 4, ¡ni un segundo después!

    Cómo diga, jefe —comentó con marcado sarcasmo.

    — — — —​

    Paralelamente a todo eso, Máscara Negra y sus hombres arribaron en el ascensor al Estacionamiento 4. Salieron apresurados, y se disponían a dirigirse a una de las camionetas blindadas en las que habían llegado. Había perdido esa noche, pero no iba a permitirse caer junto con el Pingüino. Él tenía razón en una cosa: había sido un error aliarse con ese sujeto. Había dejado que sus rencores propios contra Red Hood se interpusieran a su razón. Una vez que esa ave vieja volviera a prisión, dedicaría día y noche a aplastar todo lo que quedara de su operación, y quedarse con todo su territorio; hasta la última esquina. Pero aún seguiría el problema con Red Hood, y claro Batman. Pero ya vería como arreglar eso después; una vez que toda Gótica estuviera bajo su puño, no habría agujero en el que ninguno de los dos pudiera esconderse. Y así tuviera que quemar toda la ciudad, los acabaría a ambos.

    Sólo había sitio ahí para un rey, y ese sería Roman Sionis.

    En ese momento, abruptamente ocurrió una fuerte explosión en un costado del estacionamiento, ésta hizo volar por los aires tanto a Máscara Negra como a sus dos acompañantes. Una parte de la pared exterior del edifico había volado en pedazos, creando un agujero mediano. Entre todo el polvo y fuego, un gancho fue disparado, encajándose justo en la puerta del elevador por el que habían salido. La figura de Red Hood cruzó el espacio entre el agujero y ellos, siendo jalado por el cable del gancho retráctil, y yendo en línea recta hacia donde se encontraban. Los hombres de Máscara Negra intentaron sacar sus armas en el momento, pero Jason pudo patear a uno en medio del aire, derribándolo. Para cuando llegó frente al elevador, se giró rápidamente disparándole al segundo hombre en su mano y haciendo que soltara su arma.

    Red Hood colocó sus dos pies firmemente en el suelo, justo a tiempo para golpear con fuerza al primero que había derribado, y así dejarlo tirado en el suelo. El segundo se le lanzó dispuesto a atacarlo a mano limpia, pero Jason lo esquivó, para justo después clavar su rodilla contra su abdomen. Mientras el maleante se doblaba de dolor, lo tomó de sus ropas y lo estrelló de cabeza contra la pared a un lado del elevador, haciendo que también quedara inconsciente en el suelo.

    Mientras el chico de máscara roja se encargaba de sus dos matones, Sionis salió corriendo con rapidez en dirección a su camioneta. Ya iba a medio camino cuando Red Hood lanzó una cuerda con ganchos directo a sus piernas, amarrándose entorno a ellas y lo derribándolo al piso.

    —¿Te ibas tan pronto de tu propia fiesta? —Le cuestionó Red Hood algo burlesco, mientras comenzaba a acercársele tranquilamente.

    Máscara Negra rápidamente sacó un cuchillo del interior de su traje y cortó las sogas que lo aprisionaba. Se puso de pie rápidamente, a tiempo para lanzar una cuchillada directo hacia su enemigo, pero éste se hizo para atrás para esquivarlo, y luego se las arregló para torcer su muñeca y desarmarlo. El criminal gimió de dolor y retrocedió un poco, mientras Red Hood lo apuntaba directamente con una de sus armas. El rostro de Sionis no era visible, pero la frustración era bastante tangible en todo su alrededor.

    —¡¿Por qué cada vez que apareces te empeñas en hacerme la vida imposible?! —Le gritó furioso—. ¡¿Qué rayos te hice para que me odies tanto?!

    —¿Tú a mí? —Murmuró Jason, inclinando su cabeza hacia un lado. Soltó entonces una pequeña risilla, y se dispuso a guardar su arma en su funda—. Nada, en realidad; ni siquiera te odio. Sólo cae la casualidad de que siempre eres el lunático de turno al que tengo que patearle el trasero...

    Jason alzó entonces sus puños al frente, dejando el mensaje claro: arreglarían eso con los puños, y Máscara Negra estaba más que encantado en hacerlo así. El villano se le lanzó encima con actitud agresiva, comenzando a lanzarle varios golpes consecutivos. Red Hood lo esquivaba sin mucho esfuerzo, como si estuviera jugando con él. Luego de un rato, el vigilante le dio un fuerte gancho al estómago, haciendo que se doblara un poco sobre sí mismo, aferrado a su abdomen. No dejó que eso lo detuviera mucho, pues casi de inmediato se le volvió a lanzar, logrando ahora darle un golpe directo en su costado al joven de máscara roja, justo en dónde la espada de Deathstroke le había atravesado.

    Jason gimió de dolor al sentir el impacto en esa área, un fuerte dolor que le recorrió casi todo el cuerpo. Sionios lo rodeó entonces con sus brazos aprovechando ese momento de debilidad, lo alzó y luego lo tiró al suelo de espaldas. Se colocó sobre él y comenzó golpearlo con violencia en su torso y en su careta, haciendo que sus propios nudillos se rasparan.

    —¡¿Por qué no me dejan en paz de una buena vez?! —Le gritaba furioso mientras golpeaba—. ¡Ésta es mi ciudad!, ¡no la de ustedes mocosos disfrazados de Noche de Brujas! ¡Yo soy el rey aquí…!

    Jason lo tomó abruptamente con fuerza de sus muñecas y lo detuvo. Lanzó rápidamente su cabeza al frente, chocando su careta roja contra la máscara negra y haciendo que el mafioso sintiera un fuerte aturdimiento. Jason lo tomó de su traje y con sus pies lo alzó para que diera una voltereta en el aire y cayera de espaldas al piso con gran fuerza.

    —A la mierda Gótica y sus reyes —murmuró Jason despacio, con cierto dolor acompañándolo mientras se ponía de pie—. A la mierda Batman, ¡y a la mierda tú, mafioso de cuarta! —Lo tomó con de su traje, lo alzó un poco y luego le plantó un último y contundente golpe contra su máscara, haciendo que su cabeza se sacudiera al chocar de nuevo contra el cemento, y entonces ahí se quedó sin moverse.

    Red Hodd se apartó de él, tambaleándose aturdido por los golpes que él mismo había recibido, y con su herida anterior doliéndole intensamente; y quizás sangrándole de nuevo. Retrocedió hasta apoyarse contra la pared y entonces intentar recuperar algo de equilibrio.

    —Máscara Negra está fuera de combate —murmuró con seriedad por su comunicador—. Y creo que me volví a abrir mi herida…

    Se lo advertí, joven Jason —le reprendió Alfred desde el comunicador—. Tendrá que reposar por un tiempo si quiere que eso termine de sanar.

    —Me tomaré unas vacaciones luego de esto, lo prometo…

    Resbaló su espalda por la pared hasta quedar sentado en el suelo y así poder reposar un poco; pero no podía tomarse mucho tiempo, pues debía esposar a Máscara Negra y a sus hombres antes de que a alguno se le ocurriese levantarse.

    El Pingüino y sus guardaespaldas también están fuera de combate —informó Red Robin, unos segundos después—. Creo que hemos terminado por hoy.

    —Felicidades, Batman —ironizó Red Hood con debilidad—. Has atrapado a los Últimos Dos Grandes Señores del Crimen de Gótica; es el inicio de una nueva era.

    No te pases de simpático —le respondió la voz de Dick, aunque simulando ser la de Bruce.

    Jason rio un poco, y ese acto hizo que le doliera un poco más su herida. Había dicho lo de las vacaciones como una broma, pero todo parecía indicar que tendría que ser muy enserio.

    — — — —​

    El ajetreo ya se había calmado, pero Tracy Buxton seguía aún tirada detrás del sillón, abrazada de sí misma y temblando un poco. Todo eso había sido demasiado para ella. Hasta hace unas semanas atrás, sólo era una administradora normal; involucrada en un sinnúmero de negocios sucios, en efecto, pero no lo suficiente para ser parte de tiroteos, asesinatos y amenazas de muerte. Sólo quería que todo eso terminara…

    De pronto, sintió unos pesados pasos aproximándose hacia ella. Tracy se estremeció, e hizo un intento de alejarse, pero sólo pudo pegarse más contra el respaldo del sillón. La mujer se sentó y alzó sus brazos al frente, cubriéndose con ellos en un intento de protegerse de lo que fuera a suceder.

    —¿Señorita Buxton? —Cuestionó la voz serena y profunda de Batman. La mujer bajó sus manos ligeramente, alzando su vista al frente; la imponente figura oscura de Batman se hallaba de pie delante de ella, envuelto en su larga capa negra.

    —¿Cómo sabe mi nombre? —Le preguntó nerviosa.

    El vigilante se agachó con cuidado delante de ella, para poder verla a los ojos a través de su máscara; la sangre que le brotaba de debajo de ésta, lo hacía ver aún más aterrador.

    —Tendrá que tomar una decisión importante ahora mismo —le indicó de pronto, tomándola por sorpresa—. La policía necesitará hablar con usted, y querrá que le diga todo lo que sepa de los negocios del Pingüino. —Dicho eso, miró discretamente hacia dónde yacía Cobblepot, inconsciente y esposado—. ¿Qué hará cuando eso ocurra?

    Tracy instintivamente miró en la misma dirección que él. Comprendió de inmediato que todo lo que le decía era cierto; tenía sólo una alternativa para salvarse, y debía decidir si tomarla o no. Miró de nuevo al Caballero Oscuro, y asintió lentamente con su cabeza.

    FIN DEL CAPITULO 21
     
  2.  
    WingzemonX

    WingzemonX Usuario común

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    22 Febrero 2011
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    Título:
    Batman Family: Legacy [Batman]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Drama
    Total de capítulos:
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    Batman Family: Legacy

    Wingzemon X

    Capítulo 22
    Una Buena Victoria

    Martes, 30 de julio del 2013

    Luego de que Batman y su equipo se fueran, Slade ya no dijo nada más; sólo se quedó sentado en la parte trasera del vehículo de transporte, con su ojo cerrado y una casi abrumadora calma rodeándolo. No es que tampoco alguien tuviera intensiones de cuestionarle algo en esos momentos; para cualquiera había sido más que obvio su implicación en todos esos horribles incidentes, además de todos los crímenes adicionales por lo que era buscado en ese sitio, y en muchos otros. Sin embargo, ni siquiera le dirigía la palabra a su hija, que para esos momentos estaba también esposada delante de él. La joven lo miraba casi con miedo, expectante de que le dijera algo, cualquier cosa, incluso algún regaño o recriminación. Pero él no lo hacía, y eso de hecho, la estresaba y preocupaba aún más.

    —Lo siento, padre —murmuró Rose despacio—. Te defraudé, lo lamento…

    Él no le respondió nada, ni siquiera la miraba. ¿Tanta era su decepción? En parte eso le preocupaba, pero también le molestaba. No todo lo ocurrido había sido su culpa; él también había fallado en derrotar a Batman… o a Nightwing, al parecer. Desde su perspectiva, ambos habían fallado por igual, aunque ese pensamiento prefería guárdaselo para sí misma de momento.

    Unos pasos se acercaron al vehículo, poniendo en alerta a Ravager. El Comisionado Gordon y algunos oficiales más se aproximaron, y se pararon justo frente a las puertas abiertas del camión. El hombre de bigote y anteojos vio a cada uno con expresión dura, o incluso un poco enojado. No era que no tuviera motivo para estarlo; ¿a cuántos de sus hombros habrían matado o herido esa noche? Eso era algo que definitivamente te arruinaba el buen humor. Los demás oficiales los miraban también en enojo, pero con un sentimiento de prepotencia añadido que a Rose hizo rabiar.

    —Espero que disfruten su estancia en Blackgate, Familia Wilson —les indicó el Comisionado, justo antes de que él mismo cerrara con su brazo sano una de las puertas del transporte, y después otro de los policías se encargara de cerrar la segunda.

    Una vez que se cerraron las puertas, ambos quedaron casi a oscuras, a excepción de un poco de luz que entraba por unas pequeñas rendijas en el muro blindado.

    Rose soltó un quejido de furia, y entonces hizo su cabeza hacia atrás, chocando ésta contra la pared con algo de fuerza. Se sentía en extremo frustrada y furiosa, pero también confundida. La aparición de Raven en ese sitio era definitivamente algo que no había previsto, así como la de Nightwing; y mucho menos en esas circunstancias y de esa forma.

    —¿Por qué Nightwing está usando el traje de Batman? —Murmuró de pronto, como un pensamiento en voz baja que se escapaba de ella sin proponérselo—. ¿Y dónde está el verdadero Batman?

    —No lo sé —escuchó de pronto que su padre hablaba al fin, haciéndola sobresaltarse un poco—, y es probable que nadie en esta ciudad lo sepa. Así que dejaremos que se quede de esa forma, por ahora.

    —¿Por qué? —Le cuestionó curiosa, aunque en el fondo algo aliviada de al fin le hablara.

    Slade abrió su ojo, pero no para mirarla a ella. Desvió sutilmente su rostro hacia la puerta cerrada del camión, aunque no parecía estar mirando nada en especial realmente.

    —Por tres razones —comenzó a explicarle—. En primer lugar, porque no es nuestro asunto. En segundo, tengo una pequeña deuda pendiente con Robin, o más bien Nightwing, de hace algunos años atrás que aún no he saldado, y odio tener deudas con mis enemigos. Por lo que vi no tiene muchos deseos de que la gente sepa que ahora es él quien usa el traje de Batman, así que con esto estaremos a mano.

    Un razonamiento muy propio de la forma de ser y de pensar de su padre. No lo comprendía del todo, pero lo respetaba.

    —¿Y cuál es la tercera razón? —le preguntó aún curiosa.

    Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de Slade, antes de responderle.

    —Nunca sabes cuándo un dato curioso, y que casi nadie sabe, podría resultarte útil. ¿Por qué compartir ese tesoro en potencia con alguien más?

    Rose se sorprendió un poco al oírlo decir eso. No había dicho mucho, pero sí lo suficiente para demostrar que eso aún no había terminado. Que más pronto que tarde saldrían de ese pequeño inconveniente, y que cuando eso ocurriese vería la forma de hacer buen uso de ese pedazo de información que acababa de recibir. Eso la hizo sonreír también.

    El camión arrancó en ese momento, llevando con apuro su preciada carga.

    — — — —​

    La noche había sido larga y extenuante, pero había llegado ya el momento de tomarse un segundo para descansar, o al menos para asimilar todo lo que había ocurrido. Batman, Red Robin, Raven y Red Hood, arribaron directo a la Cueva, una vez que la policía arribó al Royal de Gótica y tuvieron asegurado el lugar, y sobre todo a los apresados. Barbara y Alfred los recibieron con alegría y alivio.

    Desde la pantalla de la computadora, Barbara mostró la última actualización que se daba en las noticias sobre lo sucedido. Y a pesar de que todos sabían bien qué había pasado, pues ellos mismos habían estado ahí, les daba una cierta satisfacción ver la realización final de todo ello de boca y ojos de alguien más. De cierta forma lo hacía sentir todo más real y tangible.

    En la pantalla, la misma reportera que había estado toda la noche cubriendo los incidentes, se encontraba justo frente a las escaleras del gran hotel, con una muchedumbre de policías y curiosos a sus espaldas.

    Estamos en vivo desde el Hotel Royal de Gótica —informaba la mujer con micrófono en mano—, en dónde una noche que ya de por sí había sido bastante ajetreada y extenuante, termina en una conclusión increíble. Los apodados como los Últimos Grandes Señores del Crimen de Gótica, Roman Sionis, alias Máscara Negra, y Oswald Cobbleot, alias El Pingüino, han sido apresados y puestos a disposición de la policía, junto con alrededor de treinta miembros de sus respectivas pandillas. Fuentes no oficiales nos informaron que se sospecha que ambos pudieron haber sido los autores intelectuales de los ataques ocurridos esta misma noche. La policía…

    Las palabras de la reportera fueron interrumpidas cuando a sus espaldas se comenzó a percibir un aumento en el ajetreo. La mujer se giró sobre su hombro, justo a tiempo para ver como desde las grandes puertas de la entrada, salía un grupo de oficiales escoltando un grupo de delincuentes esposados. Pero al frente de todos ellos, iban precisamente dos individuos muy peculiares.

    Oh, esperen un segundo —indicó la reportera con algo de apuro—, parece que son ellos. ¡Sí!, son ellos, acerquémonos un poco…

    La reportera y su camarógrafo se acercaron lo suficiente para que la cámara lograra enfocar a Sionis y Cobblepot, bajando las escaleras del hotel esposados, y siendo jalados y empujados por los oficiales.

    ¡Suéltenme!, ¡suéltenme grupo de imbéciles! —Gritaba el Pingüino totalmente colérico, forcejeando ante el agarre de los oficiales—. ¡Todo es tu culpa!, ¡todo es tu culpa! —Gritó aún más fuerte, intentando lanzarse contra Máscara Negra, aún a pesar de tener sus manos esposadas detrás de su espalda.

    Ya cállate, vejestorio —le respondió Sionis de mala gana, empujándolo hacia atrás con su pie—. ¿No ves que irritas a todos con tu estridente voz?

    Cobblepot graznó con fuerza, y de una sacudida se quitó a los oficiales de encima, tirándolos al suelo. Acto seguido, tacleó a Máscara Negra con todo su cuerpo, tirándolo al suelo.

    ¡En cuanto te ponga las manos encima te arrancaré esa máscara con todo y tu cara! —Le gritó soltando saliva de su boca, mientras lo pateaba con fuerza en el suelo con sus piernas cortas.

    ¡Inténtalo, gordinflón! —Le respondió Máscara Negra a su vez, intentando apartarlo de él con sus rodillas y piernas, golpeándolo en su amplia barriga mientras se arrastraba en el suelo.

    Todo ello representaba una escena bastante patética, aunque algo cómica.

    ¡Ya, sepárenlos! —Gritó uno de los policías y rápidamente algunos oficiales comenzaron a jalarlos para alejarlo uno del otro, aunque ninguno parecía querer dejárselos fácil.

    Increíbles imágenes las que estamos presenciando —señaló la reportera, sorprendida mientras veía todo eso—. Ésta fue sin lugar a duda una noche para recordar. Los mantendremos informando toda la noche sobre cualquier actualización pertinente. Mientras tanto, creo que Gótica podrá dormir un poco más tranquila ahora. Se sigue exhortando a las personas a permanecer en sus hogares…

    Ya habían visto y oído suficiente, por lo que Barbara le quitó el sonido a la imagen.

    —¡Eso es! —Soltó Tim de golpe en ese momento, con bastante energía, e incluso llegando a saltar un poco en su lugar—. Ya le hacía falta una buena victoria al Nuevo Equipo Batman.

    Los demás presentes quizás no exteriorizaban tanto su buen humor como él, pero definitivamente todos de alguna forma se encontraban conformes con la forma que había terminado todo. Deathstroke y sus hombres habían sido detenidos, y los últimos dos grandes criminales que quedaban con significativo poder en la ciudad, ahora habían sido al fin apresados. Y aunque hubo heridas y bajas, al final habían obtenido el mejor resultado que dadas las circunstancias podrían haber tenido.

    —Y qué victoria, si me permiten decir —añadió Barbara con elocuencia—. Con la información que Tracy Buxton le dará a la policía, se podrá desmantelar lo que queda de la operación del Pingüino; será muy difícil que pueda volver a planear otro escape, al menos por un tiempo. —Miró entonces a Tim y a Dick por igual—. Lo hicieron muy bien. Bruce estaría orgulloso de ustedes.

    —De todos nosotros, Barbara —añadió Dick, aproximándose a ella para colocar una mano sobre su hombro—. Todos lo hicimos, juntos.

    Barbara sonrió al escucharlo decir eso, y alzó una mano para poder tomar la que él había colocado en su hombro. Sí, ninguno lo había hecho mal, al parecer. Habían sido casi tan efectivos como el propio Bruce; quizás con un poco de suerte de por medio, pero aun así con un desempeño bastante aceptable.

    —¿Y a qué horas nos abrazamos y cantamos?, ¿eh? —escucharon como Jason comentaba con marcado sarcasmo, rompiendo con bastante facilidad el momento.

    Jason se encontraba de regreso en la camilla, sin la parte superior de su traje, mientras Alfred le volvía a colocar los puntos a su herida. Cada movimiento que el ex mayordomo hacía, provocaba una reacción de dolor en el rostro del chico, pero éste procuraba esconderlo lo mejor posible.

    —Y ahí está Jason el malo, asomándose de nuevo —señaló Barbara, un tanto molesta, pero casi de inmediato suavizó de nuevo su mirada—. Pero para bien o para mal, no podríamos haber hecho esto sin ti. Gracias.

    Alfred terminó de cerrarle su herida, y sin esperar ni un segundo más Jason se paró de la camilla y comenzó a vestirse de nuevo, casi con apuro.

    —Es cierto, no hubieran podido hacerlo sin mí; en eso estamos de acuerdo —les respondió con tono burlón.

    Se terminó por completo de colocar su atuendo, incluyendo su chaqueta de piel y su casco rojo. Ya con toda su ropa de combate encima, era difícil adivinar que se encontraba herido de gravedad, aunque sí se volvía un poco evidente al verlo caminar con menos seguridad que de costumbre.

    Dick se le aproximó, parándose a su lado.

    —Me agrada tu nuevo traje, con todo y él… —señaló entonces a su propio pecho, en específico al murciélago en éste, similar al que Red Hood tenía en el suyo.

    —Le da estilo —le respondió Jason, aparentemente indiferente a su comentario.

    —¿Esto significa que te nos unirás? ¿Volverás al fin con nosotros?

    Jason soltó en ese momento una fuerte carcajada burlona, que resonó bastante en el eco de la cueva.

    —Nada de eso —murmuró satírico—. Primero muerto que ser parte de este grupo de ñoños otra vez.

    Barbara y Tim lo miraron con marcado enojo al escucharlo decir eso, pero a él no le importó demasiado.

    —Aún trabajo solo, ¿escucharon? Aunque… —Volteó en ese momento a mirar a Alfred, que observaba todo en silencio desde el área de enfermería—. Alfred aún me debe unos hot cakes con zarzamoras.

    Una media sonrisa se asomó en los labios del hombre inglés, y justo después asintió discretamente con su cabeza.

    —Supuse que dirías eso —comentó Dick, con algo de dureza—, pero le prometí al Comisionado que te mantendría vigilado.

    —No hagas promesas que no puedes cumplir, Dicky —le respondió con sorna, dándole un par de palmadas en el brazo. Acto seguido, comenzó a andar al área de vehículos de la cueva.

    —Espera, si insistes en seguir haciéndolo por tu cuenta, no puedo permitir que sigas con tus tácticas violentas.

    —Relájate, Batman —le respondió con despreocupación, agitando una mano en el aire mientras se alejaba caminando—. Me tomaré un tiempo para que esta herida sane, y luego de eso me calmaré un poco en ese aspecto si eso te tranquiliza. Sonríe, es una nueva era, ¿recuerdas?

    —Y sigues con eso…

    Jason se dirigió directo a una de las motocicletas estacionadas, en concreto a una roja con negro que era de Tim; de hecho, era una que había sido armada especialmente por él.

    —No te importa que me lleve una de tus motos, ¿verdad Tim-boy? —cuestionó de pronto, pero antes de recibir alguna respuesta ya se estaba montando en ella.

    —¡Por supuesto que me importa…! —Le gritó Tim totalmente alarmado, y comenzó entonces a correr hacia él. Sin embargo, de nuevo esto a Jason no le importó mucho.

    —Gracias, mocoso —le respondió indiferente, al tiempo que el motor comenzaba a andar con fuerza—. Te la devolveré algún día. Nos vemos…

    Antes de que Tim pudiera alcanzarlo, Jason arrancó, y él y la moto se alejaron a toda velocidad por el largo túnel que llevaba a la salida.

    —¡Oye! —Le gritó furioso Red Robin, pero sólo pudo ver impotente como se alejaba y se perdía en las sombras—. ¡Si le haces aunque sea un raspón…!

    Barbara y Dick rieron divertidos por la escena, aunque a Tim definitivamente no le causaba nada de gracia en lo absoluto.

    —Nunca va a cambiar, ¿cierto? —Comentó Barbara, mirando de reojo a Dick.

    —Es poco probable.

    Pese a todo, sí había un cambio apreciable en Jason. Quizás no era muy grande aún, pero sí lo suficientemente significativo. Por un instante, Dick, Barbara y Alfred fueron capaces de ver al antiguo él, al chico impetuoso y a veces molesto que les daba tantos dolores de cabeza, pero que había logrado al final volverse un miembro de su extraña y definitivamente disfuncional familia. Tras todo lo que había vivido, sería bastante ingenuo esperar que pudiera volver a ser por completo aquella persona; ni siquiera ellos mismos podrían volver a ser quienes eran antes, tras todas sus respectivas experiencias. Pero aun así, lo ocurrido esa noches les daba un poco de esperanza en lo que podría ocurrir después.

    —Creo que es hora de que yo también me vaya —indicó Raven de pronto, aproximándose hacia ellos. Para esos momentos ya se encontraba vestida de nuevo con su ropa de civil; ahora ya parecía de nuevo una psicóloga convencional, o una heroína retirada, dependiendo de cómo lo vieran—. Tengo un tren que abordar, si es que aún funcionarán pese a todo lo ocurrido.

    —Gracias, Raven —le agradeció Dick, virándose hacia ella y ofreciéndole un gentil abrazo que ella al inicio no pareció querer corresponder, pero al final posiblemente no le quedó mucha más alternativa—. Lamentó haber hecho que dejaras también tu retiro, y tan abruptamente.

    —Fue bueno recordar los viejos tiempos —le respondió algo estoica, y entonces ambos se separaron—. Pero si te es posible, no vuelvas a pedírmelo.

    Dick rio un poco, mientras que ella por su cuenta sólo sonrió levemente. Sus ojos morados se posaron en su atuendo de Batman, que aún llevaba en su totalidad, incluida la capucha y la capa.

    —El traje no te queda tan mal —le indicó con sinceridad—. Recuerda que puedes ser Batman, pero no por eso tienes que ser Bruce Wayne.

    —Ahora lo entiendo mejor. Gracias.

    Raven asintió despacio. En ese momento miró sutilmente a Barbara, la cual se sobresaltó un poco al sentir su mirada tan fija en ella. Sólo fue por un segundo, antes de que se virara de nuevo hacia Dick.

    —Buena suerte —le indicó como palabra final, antes de girarse sobre sus pies y avanzar hacia el elevador.

    —La acompaño a la salida, señorita Roth —Intervino Alfred en ese momento, comenzando a andar a su lado.

    —Gracias, Alfred.

    —Yo también voy —comentó Tim, aparentemente ya más tranquilo por el hurto de su moto—. Necesito hablar con Stephanie y ver que esté bien.

    —Cuánta preocupación —le dijo Barbara con fuerza, con tono de burla.

    —Oh, cállate.

    Los tres se dirigieron juntos al elevador que llevaba a la mansión, y desaparición tras la puerta de éste, dejando solos a Barbara y Dick en la Cueva. Sólo hasta ese punto ambos pudieron darse un minuto para respirar.

    Dick caminó con paso lento hacia el área de enfermería, mientras se retiraba muy despacio la capucha y la capa del traje. Ese acto provocó que soltara algunos gemidos de dolor, pues la herida de su cabeza ante el menor roce le provocaba un respingo que le recorría casi todo el cuerpo. Al final pudo hacerlo y la dejó caer al piso. Su rostro estaba manchado, al igual que su cabello. Sabía muy bien que también tendría algunos golpes debajo de la armadura que también ocuparían revisión, pero de momento su cabeza era lo que más le importaba.

    —¿Quieres que te ayude con eso? —le cuestionó Barbara, mientras se le acercaba por detrás con su silla.

    —Estaría bien, gracias.

    Dick se sentó con cuidado en la camilla, sintiendo como algunos de sus músculos resentían el movimiento. Barbara fue hacia el armario de artículos de primeros auxilios, y extrajo de éste algo de alcohol, yodo, algodones, toallas húmedas, hilo quirúrgico y gazas. Colocó todo sobre sus piernas, y luego giró de regreso su silla hacia donde yacía su nuevo paciente. Dick agachó lo más posible su cuerpo al frene para colocar su cabeza a una altura apropiada para ella. Barbara pasó sus dedos con mucho cuidado por sus cabellos para intentar ver entre ellos la herida que se escondía. La capucha lo había protegido, en efecto, pero aun así tenía la piel abierta y sangrando.

    —Sí, esto no se ve nada bien —comentó con un tono un tanto exagerado de preocupación, que casi lo hacía sonar como una broma—. Pero a pesar de toda la sangre, no se ve en realidad tan profunda.

    —Creo que tengo suerte —murmuró Dick un poco burlón.

    Barbara tomó entonces un algodón y lo humedeció en alcohol, para luego pasarlo por la herida para limpiarla y desinfectarla. Dick masculló algunos pequeños quejidos de dolor al contacto del alcohol, pero lo resistió de buena manera, como todo un guerrero.

    —Tú también deberías de tomarte un tiempo para que sane —señaló Barbara, sonando casi como un regaño.

    —He tenido heridas peores. Además, sin Máscara Negra y el Pingüino, ni tampoco Red Hood haciendo de las suyas, creo que nos esperan unos días más tranquilos.

    —Espero que sea así.

    Luego de terminar de limpiar la herida, Barbara tomó otro algodón con alcohol y lo pegó por completo contra ésta. Le indicó a Dick que lo sujetara y presionara contra ella lo más fuerte que pudiera. Tomó entonces una toalla húmeda, y comenzó a pasarla por el rostro de Dick para limpiarle todo rastro de sangre y así estuviera un poco más cómodo. Con una mano sostenía su rostro por un costado, y con la otra pasaba el paño húmedo. Mientras hacía esto, era inevitable que sus rostros estuvieran relativamente cerca el uno del otro, y que de vez en cuando sus miradas se cruzaran. Las primeras dos veces ambos reaccionaron de forma apenada, desviando sus rostros hacia otro lado casi de inmediato. Sin embargo, luego parecieron poco a poco irse acostumbrando a la situación y a sentirse cómodos con la mirada del otro.

    No era la primera vez que se encontraban tan cerca el uno del otro, después de todo.

    —Realmente me hubiera gustado estar ahí afuera contigo esta noche —Murmuró de pronto la pelirroja mientras terminaba de limpiarle.

    —Lo estuviste.

    —Lo sé… pero sabes a qué me refiero.

    Lo siguiente era intentar darle algunas puntadas a la herida. Tomó algo de hilo quirúrgico, y comenzó con su labor. Quizás no era una cirujana experimentada como Alfred, pero tenía una mano bastante firme y segura. Además de que igual que todos los que hubieran alguna vez pisado esa cueva, la propia experiencia le obligaba a aprender ese tipo de cosas, le gustara o no.

    Dick de nuevo tuvo que comportarse valientemente, mientras Barbara lo cocía.

    —Creo que lo he decidido —comentó Oráculo de pronto, tras un largo tramo de silencio, que Dick supuso que era porque estaba muy concentrada en lo que hacía.

    —¿Qué cosa?

    —La operación… lo intentaré —le indicó despacio, pero firme. Dick se sorprendió un poco de oírla decir esto, aunque intentó que no lo suficiente para moverse mientras ella pasaba hilo y aguja por su cabeza—. He dejado que lo que me pasó me defina por demasiado tiempo. Quiero recuperar todo lo que perdí, dejar esto atrás y seguir adelante. Sé que será un proceso difícil pero… quiero intentarlo…

    —Si es lo que deseas, debes hacerlo —afirmó Dick con seguridad. Se permitió entonces alzar una de sus manos, y tomar una de las de ella. Este acto tomó desprevenida a Barbara, pero no opuso mucha resistencia a ello. Como le fue posible, Dick volteó a verla de nuevo a los ojos, ahora con un sentimiento más cándido en los suyos—. Te dije que te apoyaría en lo que eligieras, y así lo haré. Estaré ahí contigo, ¿de acuerdo?

    Barbara lo contempló fijamente mientras decía ello, pero al final no pudo evitar tener que desviar su mirada hacia otro lado. Sus mejillas se ruborizaron ligeramente, y de eso ella misma se daba cuenta sin necesidad de verse al espejo. Instintivamente, sus dedos se apretaron con un poco de fuerza entorno a la mano con la que Dick le sujetaba.

    —Sí, gracias, Dick… —le respondió con una voz suave y calmada—. Debo terminar de cocer eso…

    Señaló entonces a la cabeza de Dick, y a su herida a medio suturar.

    —Ah, claro, lo siento…

    Dick la soltó y volvió a agachar su cabeza para que ella pudiera alcanzarla. Barbara suspiró un poco, intentando tranquilizarse, y volvió de inmediato a su labor.

    —No sé si lo dije antes —susurró despacio la informática tras unos segundos de silencios—, pero estoy feliz de que estés aquí otra vez.

    —Bueno, creo que ya no es tan malo como antes —le respondió el nuevo Batman, con una sonrisa de satisfacción que ella en ese momento no era capaz de ver.

    A pesar de que Dick tenía esa fea herida en su cabeza, o que Barbara se la estuviera cociendo, ese había sido quizás uno de los momentos más felices que habían compartido en esas dos semanas… o incluso en esos últimos nueve años. La muerte de Bruce o la amenaza latente de los villanos de Gótica, se volvió algo secundario. Así como por un momento les había parecido ver al antiguo Jason, ahora ambos se sentían como aquellos jovencitos que usaban esa cueva casi como su patio de juegos. Aquellos que con cierta inocencia se convirtieron en los ayudantes de Batman, luego en sus compañeros, y luego en mucho más. Aquellos dos jovencitos que llamaban a esa vieja cueva como la Baticueva, y a su extraño grupo como la Batifamilia

    FIN DEL CAPITULO 22

    Notas del Autor:

    Y eso ha sido todo, chicos. Aquí termina esta historia. Agradezco a todos los que me han leído hasta este punto, me han dejado sus comentarios y…. nah, mentira. Esto aún no termina, de hecho se podría decir que “apenas comienza”. Aunque ciertamente si esto fuera una serie, lo podríamos considerar como un Final de Temporada, ¿qué les parece? Pero aun así, sí les quiero agradecer todo el apoyo que me han dado en este tiempo, a pesar de que a veces por diferentes motivos dejó mucho espacio entre actualizaciones, y algunos llegan a pensar que he abandonado la historia, algo que les aseguro nunca ha sido el caso.

    Espero que les haya gustado la forma en la que he estado manejando a los personajes hasta ahora. A partir de este punto iniciaremos lo que se podría llamar un Nuevo Arco, lo que traerá también a nuevos personajes y situaciones a la mesa. Así que estén pendientes para los próximos capítulos y las sorpresas que traerán consigo.

    ¡Nos leemos pronto!

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    Título:
    Batman Family: Legacy [Batman]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    24
     
    Palabras:
    6756
    Batman Family: Legacy

    Wingzemon X

    Capítulo 23
    El lugar que te corresponde

    Lunes, 05 de agosto del 2013

    Hay sitios en el mundo que a pesar de que su nombre y existencia resuena fuertemente entre las voces y oídos de la gente, siguen siendo grandes y peligrosos secretos. Sitios de los que muchos han oído hablar, y que suponen saben cómo son y cómo funcionan. Infinity Island, ubicada en el Océano Índico en algún punto sin marcar, es uno de ellos. Es uno de esos lugares de leyendas, cuyas historias iban desde las teorías de conspiración, hasta las leyendas sobrenaturales más estrafalarias. La realidad, sin embargo, se ubicaba en algún punto entre esos dos extremos, pues desde hace cuatro siglos aquel misterioso sitio había sido controlado por una organización tan letal y peligrosa como su propio nombre la describía: la Liga de la Sombras, conocida también por algunos como la letal Liga de Asesinos.

    Pero actualmente ya no era sólo una más de sus tantas bases de la Liga alrededor del mundo, pues desde la casi impensable destrucción de la ciudad de Nanda Parbat hace más de año y medio, Infinity Island se había vuelto en el hogar permanente de su actual cabeza, y el centro de todas sus operaciones. Aunque, desde aquel fortuito incidente, dichas operaciones en realidad se habían mermado demasiado, hasta el punto de básicamente tener a todos sus elementos a la espera, y en expectativa de lo que habría de ocurrir de ahí en adelante. Ya que lo más grave no había sido como tal la destrucción de aquella legendaria ciudad, sino los rumores alrededor de en qué estado su líder había salido de aquel incidente, y cuya realidad aún no era del todo expuesta incluso dentro de la propia organización. Peo tarde o temprano dichos rumores tendrían que ser acallados o confirmados, siendo lo segundo lo más probable.

    La isla era fácilmente reconocible por sus volcanes gemelos activos, y su frondosa y oscura selva. A las faldas de aquellos volcanes, y oculta entre los altos árboles y casi custodiada por las fieras que entre ellos habitaban, se encontraba una enorme y vieja fortaleza, de apariencia rustica e incluso descuidada. Sin embargo, aunque por fuera se pudiera ver como un viejo monasterio abandonado y al que la propia naturaleza ha ido poco a poco consumiendo, aquel sitio era en de cierta forma el corazón de la Liga en aquel momento, y el hogar de reposo de su herido líder. Ocultos entre sus paredes y alrededores, había cientos (o quizás miles) de Sombras, guerreros entrenados para ser indetectables e invencibles, o morir en el intento de serlo. Todos se encontraban fijos en su posición, con la misión de proteger la fortaleza de cualquier ataque enemigo, especialmente de cualquier osado que quisiera aprovechar el estado actual de la Cabeza del Demonio.

    En el patio central de aquella fortaleza, dos de esos guerreros se enfrentaban entre sí en un arduo y peligroso duelo. Ambos vestían atuendo totalmente negros y máscaras que cubrían sus narices y bocas y dejaban a la vista sus respectivos ojos. Además de ello, cada uno portaba una espada, bastante real y afilada. Uno de ellos era relativamente más bajo que el otro, de complexión delgada, cabello negro corto y ojos verdes; a simple vista parecía ser sólo un niño. La otra persona tenía la complexión de una joven mujer adolescente, relativamente más alta que su oponente, de cabello negro corto hasta su cuello, y ojos color ámbar serenos y fríos.

    Ambas figuras oscuras se lanzaban sin el menor miramiento contra el otro, chocando las hojas de sus armas con arrojo, tanto que el sonido del metal retumbaba entre el eco del antiguo monasterio. La agilidad de ambos era excepcional. A pesar de sus diferencias de tamaño, y de seguro de edad, ambos lograban moverse al mismo son de su contrincante, esquivando y contraatacando al mismo tiempo. La cercanía de sus filos contra el cuerpo de su contrincante era tan imponente, que se sentía que al más mínimo resbalón o distracción, alguno terminaría con su cabeza separada de sus hombros. Pero aquello no parecía incomodarlos ni mermar su decisión.

    Aquel enfrentamiento era vigilado de cerca por una tercera persona, que aguardaba de pie al margen de aquella explanada. Era una mujer alta y de complexión atlética, de rasgos asiáticos y de un largo y lacio cabello negro que llegaba hasta la mitad de la espalda. Usaba un largo traje rojo de piel, y en su espalda portaba un sable enfundado cuya empuñadura sobresalía por detrás de su hombro derecho. Ella estaba parada con firmeza, con sus dos manos juntas atrás de su espalda y sus ojos puestos en el movimiento de cada uno los peleadores delante de ella. Cada paso, cada salto, cada giro de sus muñecas y brazos, los analizaba y registraba con sumo detalle. Ante un ojo normal, aquel duelo definitivamente resultaría impresionante, quizás incluso difícil de creer. Pero para aquella única observadora, eso llegaba apenas a ser aceptable.

    Tras un salto que dio hacia atrás el peleador más pequeño para hacer distancia entre ambos, su pie derecho pareció pisar un poco mal y por un segundo perdió el equilibrio. La joven con la que se enfrentaba no se detuvo ante eso y lanzó un sablazo directo en su contra. El peleador pequeño se agachó hasta casi rozar el suelo para esquivar la hoja. Se apoyó en una mano en el suelo para impulsarse hacia atrás, alejándose de ella arrastrando los pies contra al piedra.

    —No bajes tu defensa —espetó la mujer rojo, casi como un regaño. Le peleador pequeño la miró de reojo un instante, aparentemente molesto por aquello.

    De inmediato recuperó la compostura y se lanzó de nuevo contra su oponente con el mismo brío de antes. Lo mujer de negro lo recibió sin problema cubriendo sus ataques con suma anticipación con su arma, y esquivando el último doblando su torso al frente con una flexibilidad hacia inhumana. Apoyó una mano en el suelo y con ella se sostuvo para alzar sus piernas al aire y de una patada precisa golpear en la muñeca de su oponente cuando aún no terminaba el movimiento de su última embestida. La espada del peleador pequeño se resbaló de sus dedos, volando por el aire hasta quedar clavada en la piedra a un par de metros de él. Éste miró sorprendido aquello, pero no tuvo tiempo para quedarse pensando mucho en ello.

    La chica, aún apoyada con una mano en el suelo, hizo girar por completo su cuerpo para su otra pierna se dirigiera directo a la cabeza del muchacho. Éste se hizo hacia atrás para esquivarla, e intentó entonces acercarse hacia dónde había caído su espada. Con una notable rapidez, que supondría imposible para la posición en la que se encontraba, la mujer dio una maroma para poner sus pies en el suelo y entonces lanzarse contra del muchacho, tacleándolo por un costado con su hombro y alejándolo aún más de su espada. El peleador pequeño rodó por el suelo y ella se colocó de inmediato entre él y su arma, alzando la suya al frente en posición defensiva. El chico se paró rápidamente de un salto, mirándola con frustración. La mujer de rojo, por su parte, dibujó una media sonrisa apenas apreciable en sus labios.

    —Muy bien —susurró despacio para sí misma.

    El duelo se mantuvo en pausa por varios segundos, estando ambos peleadores separados por una distancia considerable. El peleador pequeño evidentemente pensaba rápido en su estrategia, mientras la chica intentaba predecir cuál sería esta, y aquello él sabía muy bien que era su especialidad. Los movimientos de su cara o sus músculos, todo era una herramienta para que ella supiera qué es lo que haría, incuso antes de que él lo supiera. El peleador pequeño respiró hondo, y entonces se lanzó corriendo con una gran rapidez hacia el frente, directo hacia su oponente. Esa acción pareció tomarla por sorpresa, al igual que a su única espectadora.

    La mujer de negro se lanzó también al frente, lista para su encuentro. Jaló su arma hacia atrás, y luego la impulsó al frente con una estocada recta con la punta de la hoja señalando al rostro del chico. Éste rápidamente se agachó y rodó hacia un lado, no sólo esquivando la estocada, sino también pasando por un lado de los pies de la mujer. Una vez que la pasó, dio un salto derecho hacia su arma. Sin embargo, su oponente había detectado antes de lo previsto su movimiento, y se giró rápidamente sobre su pie derecho, estirando el izquierdo lo más posible, llegando a patearlo en el abdomen con fuerza, justo cuando se encontraba a mitad de su salto. El peleador pequeño soltó un pequeño gemido de dolor, pero se contuvo para que no fuera tan notorio, y su pequeño cuerpo ahora fue lanzado hacia un lado de la explanada, cayendo de espaldas contra el duro suelo.

    Por su lado, el movimiento tan repentino de su oponente tampoco la dejó bien parada. Su pie derecho no fue capaz de sostenerla, y con la misma inercia de su patada terminó también cayendo de espaldas al piso, aunque se impulsó lo suficiente para rodar y quedar de cuclillas. El peleador pequeño igualmente se levantó rápidamente, sin dejar que el dolor de su abdomen lo doblegara.

    Ambos estaban dispuestos a alzarse lo más pronto posible y continuar, cuando escucharon como las palmas de la mujer de rojo chocaban con fuerza entre sí, creando un fuerte ruido en el eco.

    —Basta —exclamó la mujer de rojo con fuerza. Ante aquella única palabra, o más bien ante el sonido de las palmas, la chica se puso de rodillas, volteando hacia ella y agachando su cabeza, mientras con una mano sujetaba su espada al frente.

    El chico, por su parte, no se veía para nada contento. No se agachó, ni mucho menos se arrodilló. En su lugar se paró y caminó rápidamente hacia su arma, desclavándola del suelo de un jalón.

    —Siéntete orgulloso, Damian —murmuró la mujer de rojo, mientras se aproximaba a ambos con paso tranquilo—. No cualquiera resiste de esa forma un duelo de frente contra Cassandra.

    —No necesito que me halagues, Shiva —respondió con tono cortante el muchacho, bajándose su máscara y revelando así que, en efecto, detrás de ésta se encontraba el rostro de un niño, de quizás doce años, pero no más de trece.

    El chico guardó su sable en el interior de la funda en su espalda, y entonces se giró hacia su contrincante; ésta seguía en cuclillas y agachada. Avanzó hacia ella colocándose justo delante. La chica alzó su mirada sólo lo suficiente para que los ojos de ambos se encontraran; ella tenía varios de sus mechones negros cayéndole en la cara.

    —Lo hiciste bien, Cassandra; como siempre —murmuró Damian lentamente sin dejar de mirarla—. Pero algún día te superaré.

    La joven no respondió nada, ni siquiera parpadeó al oírlo; pero aquello no le sorprendió. Sólo esperaba que la idea le hubiera de alguna forma quedado clara.

    La mujer de rojo hizo un ademán con su mano para indicarle a la joven que se pusiera de pie. Ésta así lo hizo, parándose firme en espera de recibir su próxima instrucción. El joven de cabellos negros no parecía tener la misma actitud, y en su lugar parecía que se disponía a irse por su cuenta al interior del templo. Sin embargo, apenas dio un par de pasos a un lado cuando algo lo detuvo.

    El sonido de un motor acercándose se hizo cada vez más presente. Cassandra fue la primera en detectarlo, pues su agudo oído se lo advirtió con anticipación. La joven alzó su rostro hacia el cielo, justo en la dirección en la que unos minutos después se empezó a divisar la forma de un objeto aproximándose.

    —¿Un helicóptero? —Inquirió el joven de ojos verdes, intrigado. Si en efecto era eso, la única forma de que hubiera llegado hasta ese punto sin ser derribado, o haber alertado a las Sombras, es porque se le había permitido el paso. Y eso sólo era posible si se trataba de un helicóptero de la Liga.

    La posibilidad de quién podría venir en ese vehículo invadió inevitablemente la mente del muchacho.

    Antes de dar cualquier explicación, la mujer de rojo comenzó a caminar hacia el interior del templo con apuro en su paso.

    —Vayan a meditar, ahora —les indicó de forma tajante, sin detenerse a recibir replica. Su figura se perdió entre las sombras y desapareció en un parpadeo de su vista.

    El chico chisteó, aparentemente molesto.

    —Meditar; sí, ¿cómo no? —murmuró con fastidio, y sin pensarlo mucho comenzó a caminar hacia la misma dirección en la que aquella mujer se había ido. Sin embargo, repentinamente la mano de Cassandra lo detuvo fuertemente del hombro.

    Él la volteó a ver sorprendido, pero a la vez irritado por ese repentino agarre. Ella lo miraba fijamente con esos ojos inexpresivos y tranquilos que se asomaban por encima de su máscara.

    —¿Qué? —exclamó el chico, y rápidamente se quitó su mano de encima—. Sólo quiero ver si se trata de mi madre.

    La joven negó con su cabeza lentamente e intentó tomarlo de nuevo. Él, sin embargo, la esquivó rápidamente, y luego dio una maroma hacia atrás para hacer distancia entre ambos.

    —Tú ve a meditar como perro obediente si quieres —le respondió de mala gana, y de inmediato comenzó a moverse rápido, pero sigiloso, hacia el templo.

    Cassandra pareció un poco sorprendida al inicio, pero de inmediato intentó alcanzarlo para detenerlo, alarmada por la posibilidad de que lo sorprendieran.

    — — — —​

    Había pocas partes en ese antiguo monasterio en los cuales un helicóptero podría aterrizar sin problema. Uno de esos sitios se encontraba en la parte más alta de éste, en dónde había una amplia explanada donde en algún tiempo hubo un jardín lleno de estatuas ceremoniales; de éstas sólo quedaban algunos vestigios. La mujer de rojo había ingresado al interior del templo para luego subir por las largas escaleras de piedra, sin mucho apuro en realidad con el fin de llegar a dicha azotea junto con el helicóptero. La precisión de sus cálculos fue bastante acertada, pues llegó con apenas unos segundo de diferencia. El vehículo totalmente oscuro comenzó a descender lentamente delante de ella. El viento de sus astas agitaba sus cabellos y su larga túnica, pero ella permaneció firme en su sitio, aguardando.

    El helicóptero posicionó firmemente sus patines de aterrizaje en la vieja pero dura piedra, y poco a poco su motor se fue apagando y sus astas quedándose quietas. Sólo hasta entonces la persona que había ido a recibirlo se aproximó. Para cuando estaba a menos de un metro de él, la puerta se deslizó hacia un lado, y por ella salió una persona, dejándose caer libremente a tierra firme. Era una mujer alta, de cabellos castaños largos y lacios; de piel blanca, ojos verdes y labios rojos. Usaba un traje negro de cuero que envolvía su atlético, y algo exuberante, cuerpo. Alrededor de su cintura usaba un cinturón grueso, en el cual guardaba a cada lado de su cadera una pistola enfundada, y al igual que una espada de tamaño mediano en su parte trasera.

    La mujer recién llegada se paró derecha, retirándose el cabello del rostro. Apenas y miró a la mujer de rojo por unos segundos, antes de comenzar a caminar por su cuenta.

    —Señora Talia —murmuró la mujer de rojo cuando pasó a su lado.

    —Lady Shiva —le respondió ella a su vez sin mirarla, y siguió de largo.

    Avanzó entonces con paso firme hacia las escaleras por las cuales Shiva había subido, disponiéndose a bajar por ellas. La mujer de cabellos negros la siguió sin necesidad de que ella lo pidiera.

    —¿Está mi padre consciente? —cuestionó Talia con tono seco.

    —Me parece, aunque no se lo podría garantizar. ¿Encontró a su hermana?

    Talia resopló con marcado tedio.

    —El trasero traidor de Nyssa ya no es de momento mi prioridad…

    Antes de comenzar a bajar por las escaleras, miró discreta y fugazmente hacia un lado, lo suficientemente disimulada para que las dos personas que las observaban desde las sombras detrás de unos pilares, no se dieran cuenta de que se había percatado de su presencia desde que bajó del helicóptero. Cassandra había fracasado en su intento de detener al joven Damian, y al parecer no le había quedado más remedio que esconderse con él; no era la primera vez que de alguna u otra forma terminaba en una situación así por su culpa.

    Una media sonrisa se dibujó en los gruesos labios de Talia, y entonces se dispuso a comenzar a bajar, esperando que los dos jovencitos intentaran seguirlas.

    —¿Cómo va su entrenamiento? —cuestionó abruptamente, bastante segura de que Shiva también se había dado cuenta de su presencia, quizás incluso antes que ella.

    —Ha sido bastante satisfactorio —le respondió la mujer rojo con bastante tranquilidad en su voz—. A pesar de su corta edad, ya es en estos momentos el guerrero más habilidoso de Infinity Island. Salvo por…

    Shiva hizo una pequeña pausa, privándose de terminar dicha frase. Sin embargo, fue bastante claro para Talia lo que estaba a punto de decir.

    —Por tu hija, puedes decirlo —comentó con un tono burlón sin el menor pudor—. Debes sentirte orgullosa de tu sangre, aunque ella ignore que lo es. Aunque todos sabemos que aquello es más gracias a su padre.

    Aquel comentario iba intencionalmente cargado de la suficiente provocación como para incomodar o molestar a cualquiera. Shiva no reaccionó de forma muy notable al él; sólo su mirada se endureció ligeramente más de lo que ya estaba. Talia fue consciente de esta micro-expresión, a pesar de que iba caminando delante de ella y la daba la espalda.

    —De todas formas, espero que no hayas sido en lo absoluto indulgente con mi hijo. Puede que dentro de poco se tenga que poner todo su entrenamiento a prueba, y por lo tanto también a ti.

    —¿Cuestiona mi tutoría? —Replicó Shiva, algo defensiva, a lo que Talia sonrió con cierta satisfacción. Sin embargo, dicha sonrisa se desvaneció rápidamente.

    —Pero dejaremos eso para después. Ahora vengo por algo mucho más importante…

    — — — —​

    Ninguna dijo nada más en el resto de su caminata. Ambas bajaron las escaleras hacia la planta baja del templo. Luego caminaron por un largo corredor alumbrado sólo por la luz que ingresaba por los agujeros en fila colocados en lo alto de la pared a su izquierda. Llegaron a unas escaleras de caracol y subieron a la segunda planta de una de las torres. Luego recorrieron un pasillo mucho más iluminado y despajado, que culminaba en una amplia y alta puerta de madera, con la enorme cara tallada de un dragón en ella. Talia se paró firme frente a aquella puerta, mientras Shiva aguardó unos pasos detrás de ella. La recién llegada alzó sus nudillos y llamó con la suficiente fuerza como para que el eco de su golpes resonara por el pasillo.

    Aguardaron algunos segundos hasta que escucharon como se retiraban uno a uno los gruesos seguros de la puerta. Ésta se abrió lentamente luego de un rato. Del otro lado se asomaron unos ojos rojizos y cansados, adornando un rostro totalmente blanco, al igual que sus largos cabellos y bigote. Aquel era un hombre algo mayor, con las marcas de la edad en su rostro lechoso. Se paraba ligeramente encorvado y vestía una larga túnica blanca y gris. En cuanto miró a la mujer de negro con más cuidado, ésta le respondió con una cándida sonrisa.

    —Hermano Dusan —saludó Talia, inclinando un poco su cabeza al frente con respeto.

    —Hermana Talia —respondió él a su vez con voz carrasposa, y entonces se permitió abrir por completo la pesada puerta para abrirles el paso.

    Talia se tomó un momento antes de cruzar aquel umbral. Inhaló profundamente por su nariz, y entonces caminó con paso aún más firme hacia aquel aposento. Era un cuarto amplio, adornado lo mejor posible con telas y plantas, colocadas alrededor de la ancha cama de sábanas blancas y pulcras. Del lado derecho se podía ver un amplio balcón, cuyas puertas se encontraban totalmente abiertas para dejar pasar el aire fresco y la luz de la tarde. La tranquilidad y solemnidad de aquel sitio era opacada por el pitido perpetuo del aparato médico colocado a un lado de la cama, que sonaba cada cierto tiempo, y en el cuál se podían ver los débiles, pero aún presentes, latidos de un corazón. Aquel pitido era acompañado por la pesada y dolorosa respiración del hombre en la cama, cuya nariz y boca eran cubiertas con la mascarilla de oxígeno.

    Aquella imagen resultó en un inicio impactante para Talia. A pesar de que no había pasado tanto tiempo desde la última vez que lo vio, le pareció por un segundo imposible de concebir que aquel individuo fuera realmente la persona que había ido a buscar. Su cuerpo delgado, casi esquelético, reposaba a un lado de la cama, con el respirador y los aparatos médicos colocado junto a él. Su rostro se veía demacrado y apagado, y sus cabellos habían tomado un tono ceniza. Un abundante vendaje le cubría aún el centro de su pecho, notándosele algunos pequeños rastros de sangre impregnado el material blanco de éste.

    Estaba recargado contra varias almohadas, lo que le permitía tener el rostro hacia la puerta. Talia se paró delante de la cama, y notó como sus ojos verde esmeraldas se posaron fijamente en ella. Estos aún no habían perdido su fuego. Eran la única parte de él que ella reconocía, la única que le permitía estar segura que en alguna parte de su lamentable aspecto, aún se encontraba su orgulloso y poderoso padre.

    —¿Cómo sigue? —cuestionó despacio, girándose hacia su hermano mayor.

    —Su herida no sana —le explicó Dusan, aproximándose a un costado de la cama—, y los pozos de esta isla parecen ya no surtir efecto alguno en él. Pero el sólo intento de querer moverlo a otra locación en estos momentos, podría resultar fatal. Aun así, cada día está un poco más fuerte.

    A Talia aquello le resultaba difícil de creer. Desde su perspectiva, se veía todo menos fuerte. Desde su perspectiva, aquel individuo parecía cualquier cosa… menos su padre, Ra’s Al Ghul, la Cabeza del Demonio y el único líder de la Liga de las Sombras.

    Apenas un minuto después de que Talia y Shiva cruzaran por aquella puerta, los dos chicos que los seguían había tomado una ruta diferente para estar lo más cerca posible de aquel cuarto y escuchar. Llegaron hasta el piso superior al que se encontraba el aposento de la Cabeza del Demonio, y luego salieron por una ventana, hasta colocarse sobre la cornisa justo encima del balcón del cuarto. Y ahí se posicionaron, con sus espaldas pegadas a la pared y en silencio. Cassandra, sin embargo, no parecía nada tranquila con la situación, y no necesitaba decir ni media palabra para que Damian se diera cuenta de ello.

    —Si mi madre volvió tan repentinamente y vino directo a hablar con mi abuelo, es porque algo importante pasó. ¿Lo entiendes? —Cassandra sólo lo miró sin mutarse—. Obviamente no. Sólo quédate quieta y déjame escuchar.

    Quedarse quieto y no hacer ruido era pan comido para un guerrero de la Liga de las Sombras, especialmente tratándose de ellos dos.

    En el interior del cuarto, Talia se aproximó más al costado de su padre hasta colocarse de rodillas a su lado; él la siguió con sus ojos en cada movimiento. La mujer tomó su mano delgada entre las suyas, sólo aplicando la fuerza suficiente para estar segura de que la sintiera ahí con él.

    —Padre —susurró despacio, y escuchó como unos pesados jadeos surgieron desde el interior de la mascarilla de oxígeno.

    —Nyssa… —brotó de sus delgados labios, cómo un pequeño susurro ronco.

    Talia negó con la cabeza.

    —Aún se sigue escondiendo, cuál rata cobarde. Pero te prometo que te traeré su cabeza más temprano que tarde. —Hizo una pequeña pausa reflexiva. Aquel hombre casi moribundo la miraba fijamente, mientras su respiración se volvía un poco más agitada a cada segundo—. Pero antes de ello, me temo que me he enterado hace semanas de una noticia que merecía la pena ser de tu conocimiento, y por eso he adelantado mi regreso a ti.

    Y de nuevo calló. Pero no porqué tuviera que pensar en qué decir, o porqué dudara de ello. Era más debido al dolor punzante en el pecho que le causaba la sola idea de pronunciar aquellas palabras, a pesar de que se mantendría serena y firme al hacerlo, usando toda la fuerza de voluntad que tenía, y que era de más sabido que era bastante. Respiró profundo por la nariz, exhaló lentamente por la boca, y entonces lo soltó sin más:

    —Bruce Wayne ha muerto.

    Su voz resonó con fuerza en esa habitación, pese a que en realidad no había alzado demasiado la voz. La respiración entrecortada del hombre en la cama se cortó ligeramente, junto con las de Shiva y Dusan, que la miraron perplejos. A Talia no le sorprendió en lo absoluto sus reacciones. Ella misma se había quedado sin palabras en cuanto lo supo, especialmente por lo repentino que había sido el suceso, tanto así que le tomó varios días después de éste el enterarse. Pero todos en esa isla habían estado durante esos meses totalmente incomunicados, aislados del mundo, protegiendo a su señor y sobre todo evitando que el resto del mundo se enterara de su estado. Las noticias del exterior eran escasas, o incluso nulas. Pero, como bien había dicho, era algo que merecía la pena que su padre supiera de inmediato.

    Pero Ra’s, Shiva y Dusan no eran los únicos que habían escuchado aquello, y mucho menos reaccionado de tal forma. Damian desde su escondite también lo había oído, y sus ojos se abrieron tanto que casi de desorbitaron del asombro. Cassandra notó aquello, y aunque quizás no comprendía del todo qué lo había causado, entendió por la expresión de su cara que algo malo acababa de ocurrir.

    —¿Cómo? —Exclamó Dusan incrédulo, acercándose a su hermana por un lado—. ¿Es eso verdad?

    Talia cerró sus ojos lentamente y asintió.

    —Al principio pensé que se trataba de algún truco o engaño, y por eso me tardé en poder comprobarlo por completo. Pero ya he investigado el tema a detalle, y al parecer no hay ningún error... falleció semanas atrás.

    Un aire pesado y frío los cubrió a todos. Si no fuera porque la noticia venía de Talia Al Ghul en persona, y por la seguridad que emanaba en sus palabras, no habría forma de que la creyeran.

    —¿El Caballero Oscuro ha muerto? —Susurró Shiva, como un pequeño pensamiento escapándosele inconscientemente—. ¿Cómo es eso posible?

    La respuesta tardó en llegar, pues de nuevo no le era fácil a la emisora del mensaje el poder expresarlo. Talia les informó de manera escueta, pero ilustrativa, todo lo que sabía; sobre cómo, cuándo y dónde había ocurrido, y lo que pudo investigar entorno a esos hechos. A pesar de lo claro de estos, aún se notaba el escepticismo en todos, incluso en Ra’s, que a pesar de su debilidad parecía lo suficientemente consciente para entender todo lo que le decían.

    Al final, la seguridad de Talia terminó por convencerlos. Aunque las circunstancias bajo las cuales aquello había ocurrido parecían inverosímiles considerando la persona de la que hablaban, no tenían motivo alguno para ponerlas en duda.

    Dusan se aproximó a Talia y colocó una mano sobre su hombro.

    —Hermana, cuánto lo siento… —expresó el hombre albino con voz comprensiva, pero casi de inmediato Talia se puso de pie y se retiró su mano del hombro, aparentemente no aceptando su intento de reconfortarla.

    La mujer castaña se giró hacia su hermano y lo miró con profunda dureza.

    —Los lutos y los llantos no tienen cabida en la Liga de las Sombras —le respondió tajantemente, tomándolo por sorpresa.

    —Talia, ¿acaso…? —susurró Dusan despacio, incapaz de terminar su frase.

    Talia no respondió nada. Lo siguió mirando unos momentos, y entonces se volvió a agachar a un lado de la cama, y volvió a tomar con la mayor firmeza posible la mano de Ra’s entre las suyas.

    —Padre —comenzó a decirle con voz solemne—, todos siempre supimos que Bruce era el único guerrero con vida capaz de tomar tu lugar como la Cabeza del Demonio, y eso sigue siendo la única verdad. Permíteme, con tu bendición, corregir esto. —Su mirada se volvió más tensa y firme, al igual que la presión de sus dedos entorno a la mano de su padre—. Dame tu permiso para usar las Fosas de Lázaro, y traerlo de vuelta.

    El asombro en los presentes se hizo todavía más grande, si es que aquello era posible.

    Las Fosas de Lázaro, la fuente de juventud, fuerza y salud de la Cabeza del Demonio, capaces de lograr cosas extraordinarias en el cuerpo de algunas personas. Dependiendo de quién se tratara, era capaz de curar heridas, recuperar energías, revertir el paso del tiempo… y, en ciertas circunstancias, dar marcha atrás a la propia muerte. Sin embargo, eso último en especial no era algo a tomar a la ligera.

    —¿Piensa usar un recurso tan valioso en regresar a la vida al peor enemigo que la Liga de las Sombras ha tenido? —Cuestionó Shiva, notándosele algo desafiante, algo que a Talia no agradó en lo absoluto.

    —Esto no te concierne, Shiva —espetó molesta la Al Ghul—. No te metas.

    —Creo que es algo que nos concierne a todos, Talia —añadió Dusan, algo más tranquilo—. Tienes que pensar bien las cosas. Aun dejando de lado el hecho de que la Liga no le debe nada a ese hombre, sino todo lo contrario… no estamos hablando de curar o rejuvenecer a una persona. Estás hablando de un hombre que ya está muerto, y desde hace semanas. Tú más que nadie sabe que si se usa las fosas para traer de vuelta a alguien en esas circunstancias, no siempre termina bien…

    Aquellas palabras hicieron enojar a Talia aún más que las de Shiva. Sabía muy bien a qué venía ese comentario, y ya estaba harta de que le recriminaran al respecto. Estaba harta de que con cualquier excusa sacarán a colación cómo había usado anteriormente las Fosas sin permiso alguno, y precisamente para lograr algo muy similar a lo que buscaba en esos momentos. Y, de cierta forma, también en aquel entonces había sido con la intención de complacer a su amado Bruce. Y claro, aquello no había salido bien, o al menos no en un inicio. Era por esa situación pasada que se encontraba ahí en esos momentos, de rodillas a un lado del lecho de su padre, pidiendo su bendición. Y por lo tanto, no toleraría más recriminaciones, y mucho menos de ellos dos.

    —No necesito ni quiero sermones de ninguno de ustedes —espetó Talia con intensidad en su voz—. Bruce siempre tuvo del respeto y la bendición de mi padre, tanto así que lo eligió como su sucesor hace mucho tiempo. La enemistades o los miedos banales no tienen cabida ante…

    Sus palabas se cortaron abruptamente cuando sintió como los delgados dedos de su padre se apretaban contra su mano; sorpresivamente, con una fuerza tal que casi le provocaba dolor. Talia se viró estupefacta hacia su, en apariencia, casi moribundo padre, y miró con asombro como lentamente se sentaba en la cama, acompañado de algunos pequeños jadeos de dolor. Las tres personas presentes lo miraron con asombro.

    —Padre, no… —murmuró Dusan preocupado, acercándosele con la intención de recostarlo, pero la Cabeza del Demonio alzó su mano libre hacia él, indicándole que se detuviera justo en dónde estaba. El hombre albino obedeció, prácticamente sin proponérselo conscientemente.

    Ra’s se sentó lo mejor que pudo, y entonces giró por completo su rostro hacia su hija. Sus ojos… esos ojos realmente radiaban una intensidad que casi quemaba. Dirigió su mano hacia su mascarilla, y se la bajó hasta que ésta colgó de su cuello. De sus labios surgieron algunos jadeos dolorosos mientras respiraba, pero esto no parecía mutarlo más de la cuenta.

    —Muchas veces… le ofrecí el don de la inmortalidad… —comenzó a susurrar entrecortadamente, teniendo que respirar profundamente cada cierto número de palabras, pero sin desviar su mirada ni un segundo de su hija—. El don de la visión… muchas veces le ofrecí… mi vida… y siempre me rechazó… ¿por qué habría de ofrecer de nuevo un regalo tan valioso… a alguien que siempre lo despreció…? En especial a alguien… que ya no está aquí…

    Talia vaciló un poco, imposibilitada de poder responderle con la misma confianza con la que había entrado. Ahora podía ver con más claridad a qué se refería su hermano mayor cuando le decía que se encontraba “más fuerte”. Su cuerpo permanecía débil, pero la fuerza de su interior se encontraba tan inquebrantable como siempre; lo suficiente para doblegarla a ella.

    —Pero, padre…

    —No me… malinterpretes —soltó Ra’s rápidamente, sin permitirle replicar—. No hay rencor… ni odio en mi corazón por él, sino… todo lo contrario… El detective tomó… sus decisiones… vivió siempre como quiso… e igual así murió… Por el respeto que aún le tengo… no ensuciaré… su voluntad… y tú tampoco deberás hacerlo…

    —Yo no…

    El apretón en su mano se volvió mucho más fuerte, y antes de que pudiera reaccionar él la jaló hacia él, para que pudieran encararse frente a frente.

    —Te… lo… prohíbo…

    Esas últimas palabras las pronunció con una nada sutil agresividad, como el rugido de advertencia de un animal peligroso. Talia no respondió nada en lo absoluto, pues en realidad no era que su opinión importara en algo. La decisión estaba más que tomada.

    Ra’s la soltó abruptamente. Se recostó nuevamente en la cama, soltando un pequeño alarido de dolor por el movimiento tan brusco. Tomó la mascarilla de oxígeno y una vez más se cubrió la cara con ella. Talia se alejó unos pasos de la cama, un poco por miedo y otro más por enojo. Dusan se aproximó rápidamente para revisarlo, al igual que sus signos. Era claro que aunque esa maldita espada le hubiera atravesado el pecho por completo, y quizás incluso arrebatado una parte de su alma, aún había mucho del viejo Ra’s Al Ghul en ese mundo. Quizás, más de lo que ella deseaba.

    La Cabeza del Demonio respiró pesadamente por su mascarilla varias veces, antes de al parecer tranquilizarse. Volvió a retirársela un poco después, y giró su cabeza en dirección al balcón.

    —¡Damian…! —Exclamó con el mayor ímpetu que le era posible, dejando que su voz retumbara con fuerza por el cuarto. Desde su escondite en la cornisa, el chico que los espiaba, aparentemente no tan en secreto, se sobresaltó sorprendido—. Ven acá… Ahora…

    Damian Al Ghul suspiró resignado; de nada servía fingir que no estaba ahí. En parte no le sorprendía; algunos de los mejores asesinos del mundo se encontraban en esa habitación, lo raro sería que no lo hubieran notado. No muy feliz, se dejó caer hacia el balcón y Cassandra le siguió. Ésta última rápidamente se hincó y agachó la cabeza con respeto, o más bien como si acaso temiera dirigir su mirada en dirección a la gran cama. El muchacho, por su parte, avanzó con paso decidido hasta ésta, fingiendo más tranquilidad de la que realmente sentía.

    —Abuelo, madre —saludó con tono solemne, inclinando un poco su cuerpo hacia el frente. Talia lo miró meticulosamente.

    —Has crecido en estos meses, hijo mío —murmuró la mujer castaña, aunque Damian fue incapaz de responderle.

    —Acércate… —susurró Ra’s desde su lecho, y con su mano huesuda le indicó que avanzara más. Él aceptó, hasta colocarse justo a un lado de su cama. A él tampoco le resultaba agradable contemplar a su abuelo en ese estado, pero era consciente de que a pesar de todo seguía siendo él. Ra’s alzó abruptamente su mano hacia su nieto, colocándola pesadamente sobre su hombro. Miró entonces hacia Talia—. Bruce se ha ido, pero su legado sigue aquí… Una nueva Cabeza del Demonio habrá de… alzarse…

    Una sensación de desconcierto llenó el cuarto junto con el eco de sus palabras. El hombre en la cama se viró entonces hacia el muchacho, mirándolo con la misma intensidad con la que había visto a su madre hace unos momentos.

    —Es momento de que tomes el lugar que te corresponde… por derecho… Deberás ir… a Gótica… Y reclamarlo… Ésta será tu prueba final… Sabes bien qué hacer…

    Damian respiró profundamente, se paró derecho y asintió. Gótica… así que al fin le tocaría visitar aquel sitio; el reino de su padre.

    —Lo haré, abuelo.

    Talia observó todo aquello un tanto alejada, pero incapaz de ignorarlo. Al parecer esa prueba con la que había casi amenazado a Shiva, se había presentado mucho más pronto de lo esperado.

    —Si esa es tu voluntad, así se hará —señaló Talia, inclinando un poco su cuerpo hacia él—. Haré todos los preparativos.

    Talia rodeó entonces los hombros de su hijo con su brazo y lo apartó sutilmente de la cama. Sin decir nada más, comenzó a caminar hacia la puerta, guiando al muchacho con ella, quien la siguió sin replicar. Cassandra se tomó la libertad de pararse de su sitio también y fue detrás de su compañero de entrenamiento. Shiva se hizo a un lado para que los tres pasaran por la puerta; Talia ni siquiera la miró al pasar.

    La mujer de rojo se disponía a salir de igual forma, cuando fue detenida.

    —Shiva… Espera… —Escucharon todos como Ra’s la llamaba desde la cama.

    Por unos segundos todos detuvieron sus pasos y se viraron hacia el lecho. De nuevo, aquella misma mano huesuda indicó que se aproximara, aunque ahora era a una persona diferente.

    —Déjenos solos —indicó a continuación, aunque aquello iba directamente hacia Dusan. El hombre albino dudó, pero aquello no sonaba a una petición o sugerencia. Dusan hizo una pequeña reverencia hacia él, y entonces salió igual del cuarto.

    Talia, ya en el pasillo, miró aquello con bastante desconfianza. Sin embargo, no le dio mayor peso (al menos no de forma visible) y se dispuso a que continuaran su camino. Cassandra los siguió por detrás y después Dusan, quien cerró la puerta detrás de él

    Sólo hasta que la puerta estuvo cerrada, y ambos estuvieron realmente solos, Shiva se permitió avanzar hacia la Cabeza del Demonio y pararse firmemente en el mismo sitio en el que segundos antes se habían parado su hija y su nieto.

    —No confío… en Talia… —carraspeó Ra’s, retirándose de nuevo su mascarilla—. Su corazón es blando… y ha hecho que su lealtad flaquee más de una vez… Quiero que tu hija los acompañé… Dile… que si ve… que mi hija siquiera considera desobedecerme… —se detuvo unos momentos, se colocó de nuevo la mascarilla para poder respirar, y entonces poder concluir su instrucción—. Sabes muy bien lo que tiene que hacer…

    Y en efecto, lo sabía.

    —Cómo ordene, maestro —respondió Shiva con bastante desapego—. Puede confiar en Cassandra. Pero… ¿y si Damian se interpone?

    —El chico deberá… de aprender a poner… los ideales de la Liga… así como su destino… primero que nada… Sino, entonces no sirve como mi sucesor…

    Shiva no se mutó ante aquel comentario, pero entendió muy bien lo que trataba de decirle. No diría nada para contradecir tal instrucción, pero sabía muy bien que encargarse de Talia Al Ghul no sería un problema para su hija. Pero, su joven hijo… eso podría volverse mucho más complicado para la joven Cassandra; no porque no pudiera, sino más bien porque definitivamente no lo querría.

    Esperaba que las cosas no tuvieran que llegar tan lejos.

    FIN DEL CAPITULO 23

    Notas del Autor:

    Con este capítulo comenzamos el nuevo arco de esta historia, que como pueden ver tendrá a Damian Al Ghul como uno de sus principales protagonistas, acompañado de algunas caras conocidas como Talia Al Ghul y Cassandra Cain. ¿Qué clase de problemas traerán a Dick y los otros una vez que pongan pie en Gótica?, eso lo descubrirán en los siguientes capítulos.

    Muchas gracias a todos los que esperaron pacientes este capítulo. Espero les haya gustado, y haya cautivado lo suficiente su curiosidad para seguir leyendo lo que sigue. ¿Qué les parece?, ¿qué esperan de Damien y Cassandra en los siguientes capítulos?
     
  4.  
    WingzemonX

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    24
     
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    6110
    Batman Family: Legacy

    Wingzemon X


    Capítulo 24
    Sólo una semana libre

    Sábado, 10 de agosto del 2013

    Habían sido dos extenuantes semanas de preparación para Bárbara, tanto física como mentalmente. A pesar de sus dudas iniciales, el hablarlo con su padre y con Dick le había ayudado a aclarar su mente y tomar una de las decisiones más importantes de su vida hasta ese momento: se haría la operación. Aún si existía la posibilidad de no tener éxito y volver a casa aún en su silla de ruedas, debía al menos intentarlo, y no torturarse más adelante con la idea de que quizás había perdido su única oportunidad por ser tan cobarde.

    Tras terminar todos los trámites a distancia y los últimos chequeos médicos, su operación había sido programada para el próximo lunes muy temprano; bastante más pronto de lo que esperaba. Esa tarde de sábado le tocaría volar a Boston en compañía de su padre y Dick. Pasarían la noche en un hotel, al día siguiente la internarían en el hospital y le realizarían todos los preparativos restantes. Los días anteriores los había dedicado de lleno a dejar todo listo en su trabajo. Su equipaje estaba preparado desde la noche anterior, el taxi ya estaba esperándola afuera de su edificio, y Stephanie y Tim habían acudido para ayudarla a bajar sus cosas y cerrar su casa. Igualmente Bárbara tenía que darle unas últimas indicaciones a su joven asistente.

    Todo estaba listo, todo iba caminando conforme se esperaba y sin contratiempos. Y, aun así, mientras estaba ahí en su silla en el centro de su sala, se sentía realmente intranquila. Pensó que ya había superado sus dudas, pero al parecer aún había algunas arraigadas en ella. O… ¿acaso era algo más lo que la tenía tan inquieta?

    Fuera lo que fuera, tenía menos de cuarentaiocho horas para superarlo y no entrar al quirófano con esa angustia.

    —Aquí está la última maleta —musitó alegre Stephanie mientras jalaba por la manija la última de sus maletas hacia la puerta del departamento. Detrás de ella venía Tim, con una caja de plástico con algunos alimentos del refrigerador de Bárbara que no había logrado terminarse antes del viaje, y que sería mejor los aprovecharan en la mansión.

    —¿Cuánto tiempo estarás en Boston? —Preguntó Tim con curiosidad, masticando un trozo de la banana que sujetaba en su mano.

    —Espero que no más de lo necesario —respondió Bárbara con una sonrisa que le resultaba un tanto difícil mantener—. Creo que será una semana a lo mucho, si todo sale bien. Muchas gracias por su ayuda, chicos. ¿Pueden darles un aventón para abajo a mis maletas antes de que se vayan y subirlas al taxi?

    —¡Claro que sí! —Contestó Stephanie, aún más enérgica que antes—. ¿Estás segura de que no ocupas que haga algo más que recoger tu correo y regar tus plantas mientras no estés? ¿Algo en la Fundación de lo que quieras que me encargue?

    —Tranquila, Mike se encargará de cualquier asunto mientras no estoy —señaló Bárbara encogiéndose de hombros—. Si necesita algo te llamará, pero no creo que sea necesario. Tómalo como unas pequeñas vacaciones.

    —Ojala pudiera darme ese lujo —susurró la joven rubia despacio, y colocó entonces su mano derecha sobre su barbilla con actitud pensativa—. Quizás aproveche para tomar un trabajo de medio tiempo…

    —Oye, pero ya te dije que te pagaré todos los días que voy estar allá.

    —Lo sé, pero aun así…

    —Quizás debas aprovechar y mejor concentrarte en tus estudios —añadió Tim, justo después de tomar el último bocado de su banana—. Tienes dos exámenes la semana que viene, ¿lo olvidas?

    —Difícilmente —suspiró Stephanie, pareciendo agotado de sólo pensar en ello—. Pero no me preocupa, porque tengo al mejor tutor de todos, ¿eh? —susurró con tono juguetón, picándole un poco su costado a Tim con su codo.

    —Ya te dije que sí, deja eso.

    Bárbara sonrió divertida al ver a los dos chicos hablando y jugueteando de esa forma. Aquella interacción entre ambos le resultó bastante familiar, y le traía recuerdos de otra época pasada, hace ya muchos años atrás. En aquel entonces también había una chica y un chico, aunque ella no necesitaba en realidad que él fuera su tutor, pero había sido divertido hacerle creer que sí. Quizás en el fondo ambos sabían que era sólo una excusa para pasar tiempos juntos. Y eso inevitablemente llevó a muchas otras cosas, algunas bastante agradables… pero otras un tanto más dolorosas.

    Bajó su mirada un poco pensativa, intentando además que ninguno de los dos notara su cambio de humor. Respiró hondo intentando recuperar la compostura, contó mentalmente hasta cinco y entonces volvió a mirar hacia el frente de nuevo sonriendo (pero aun pareciéndole difícil).

    —Bueno, has lo que mejor te parezca, Stephanie —indicó Bárbara al final con normalidad. Acercó entonces su silla hacia ellos y tomó el manojo de llaves que descansaba sobre sus piernas para extendérselo a la jovencita—. Aquí están mis llaves. ¿Puedes revisar que estén bien cerradas las ventanas y la puerta del balcón antes de irnos?

    —Ventanas, balcón, claro —respondió Stephanie casi como si hubiera recibido una orden militar. Tomó las llaves y sin espera se dirigió a la habitación—. No te vayas sin mí, Tim. ¡No tardo!

    Tim sólo le hizo un pequeño ademán de asentimiento con su mano y miró como se iba. De hecho, quizás se le quedó viendo más de lo necesario, lo que no pasó desapercibido por Bárbara.

    —Por favor, Tim —musitó la antigua Batgirl despacio, con tono picaron—. Invítala a salir de una vez por todas.

    El muchacho se sobresaltó al escucharla y un ligero rubor se asomó en sus mejillas, pero apenas era notable.

    —¿Otra vez con eso? —le respondió con molestia, pero cuidando de no alzar de más la voz—. Ya te he dicho que sólo somos amigos. Y no sigas que te va a escuchar.

    Bárbara sólo sonrió divertida por su reacción, y se encogió de hombros. Tim era bastante reservado y calculador con la mayoría de las cosas, pero un verdadero libro abierto cuando se trataba de esa en especial. Era evidente para todos que Stephanie le interesaba, excepto para él mismo quizás. En el caso de Stephanie, Bárbara debía aceptar que no era tan evidente como Tim, y su manera de pensar y actuar a veces le resultaba bastante impredecible. El entrenamiento de detective y lectura de reacciones instruido por Batman, no incluía como tal adivinar si a alguien le gustaba otra persona (sorprendentemente nunca habían ocupado averiguar eso en alguna misión). Si debía hacer una deducción, diría que había un setenta por ciento de posibilidad de que realmente le interesara Tim de forma romántica, y un treinta por cierto de que sólo lo viera como un muy buen amigo. Le parecía lo suficiente para arriesgare, pero Tim era más previsor que eso. De seguro esperaría a tener seguro un porcentaje mayor a un setenta antes de hacer algún movimiento.

    Pero también había otra posibilidad: que en realidad su joven amigo no quisiera tener una relación en esos momentos. Después de lo de Bruce, parecía más que nunca enfocado en su labor como Red Robin, con la meta de tomar el manto de Batman después de Dick. Puede que en la previsión que estaba haciendo de su futuro inmediato, no había lugar para una atlética y hermosa rubia. En parte eso era algo que podía comprender. Sin embargo, en su experiencia sabía que si se dejaba llevar por esas dudas, podría arrepentirse gravemente después. Si al volver de Boston no había algún avance en ese frente, se sentaría a hablar con él al respecto.

    —Ventanas y puerta cerradas —informó Stephanie cuando volvió a la sala con las llaves en mano.

    —Gracias, chicos —asintió Bárbara—. Bajen las maletas al taxi, por favor. Yo enseguida bajo.

    Ambos jóvenes dieron un paso hacia la puerta, pero Stephanie de inmediato se viró y se acercó rápidamente a Bárbara, abrazándola fuertemente de golpe. Aquello tomó un poco por sorpresa a la pelirroja.

    —Mucha suerte, Bárbara —le susurró la rubia despacio sin romper el abrazo.

    —Gracias, la necesitaré —susurró Bárbara a su vez, colocando su mano en la espalda de la chica—. Estoy tan nerviosa.

    —No lo estés —le contestó Stephanie, rompiendo el abrazo e incorporándose de nuevo—. Todo saldrá bien; yo lo sé.

    —Lo mismo digo —añadió Tim—. Dentro de poco te tendremos de vuelta en la acción.

    El chico culminó su comentario con un sutil guiño de su ojo derecho que sólo ella vio. Bárbara intuyó de inmediato lo que quería decir.

    —Eso ya lo veremos. Recuérdale a Dick que nuestro avión sale a las cinco, y que debemos estar dos horas antes en el aeropuerto.

    —Tranquila, no faltará —declaró Tim confiado y se dirigió ahora sí a la puerta con la caja de comida, y tomó una de las maletas del pasillo para acercarla al ascensor. Stephanie se despidió una última vez desde el umbral con un movimiento de su mano, y justo después tomó las otras dos maletas y lo siguió.

    Una vez sola, Bárbara al fin pudo dejar de sonreír. Soltó un profundo suspiró y se talló sus ojos con sus dedos. Aún ni siquiera salía de su casa y ya se sentía agotada. Y ese maldito mal presentimiento no la dejaba tranquila.

    — — — —​

    —¿Richard acompañará a Bárbara a Boston? —Preguntó Stephanie una vez que Tim y ella estuvieron frente a las puertas del elevador, esperando a que éste llegara.

    —Sí —respondió Tim—, irá como apoyo moral y para estar con ella en cuanto salga de la operación.

    —¿Sólo para apoyarla? —Comentó Stephanie con tono inquisitivo, mirando de reojo a su compañero de clases—. ¿Sólo eso?

    Tim no tenía que ser ningún tipo de detective para darse cuenta de que Stephanie intentaba implicar algo con esa forma de hablar. El elevador llegó en ese momento y ambos ingresaron cargando las cosas de Bárbara. Una vez que las puertas se cerraron y comenzaron a bajar, Tim le respondió, aunque era de hecho otra pregunta.

    —¿En qué éstas pensando exactamente?

    —¿Yo? Nada, nada... —respondió Stephanie apresurada, encogiéndose de hombros. Luego guardó silencio, pero sólo por un par de segundos—. Bueno, en realidad sí. ¿Tú sabes si hay algo entre ellos dos?

    —¿Entre Dick y Babs? ¿Algo como… romántico? —A Tim su propia pregunta le pareció tonta justo después de haberla hecho; era obvio que a eso se refería—. La verdad no lo sé. Ahora mismo, hasta donde tengo entendido, sólo son amigos.

    —¿Ahora mismo? —musitó Stephanie con aún más interés, aproximándosele rápidamente como si esperara que le susurrara algún secreto al oído. Su cercanía tan repentina tomó un poco por sorpresa a Tim, pero intento disimularlo—. ¿Ósea que antes sí eran algo más?

    —Eso no lo sé. Digo, ellos se conocen desde que tenían nuestra edad o antes. No estoy seguro que tan cercanos eran antes de que yo los conociera...

    Stephanie se le quedó viendo un rato con la curiosidad desbordando de sus ojos. Quizás esperaba que le dijera alguna cosa más, pero en realidad no tenía más que pudiera compartirle. Bruce, Dick y Bárbara en general eran muy reservados con las cosas del pasado. Cuando Tim se volvió parte del equipo, Dick ya era Nightwing, Bárbara estaba en su silla de ruedas, y Jason había fallecido (y revivido). Y aunque conocía al menos la idea general de cómo cada uno había llegado a ese punto, realmente ninguno hablaba demasiado al respecto.

    Él siempre había supuesto que en efecto había pasado algo entre Dick y Bárbara antes de ese horrible ataque que la había dejado en ese estado, principalmente por algunas miradas y comentarios que había entre ambos en ocasiones. Pero igualmente era bien sabido que Dick no era precisamente indiferente a las demás mujeres, incluso desde antes de que se mudara a New York, y a Bárbara aquello no parecía interesarle de manera particular. Así que todo lo que pudiera decirle a Stephanie sobre ello, encajaría más en la categoría de mero chisme, así que prefería mejor no decir nada.

    Al final Stephanie pareció rendirse y de nuevo se alejó un poco y miró al techo sobre ellos en lugar de a él.

    —Entonces, ¿se conocen desde que tenían nuestra edad? —Murmuró despacio, pero no sonaba como un comentario que estuviera directamente dirigido a él, sino más como un simple pensamiento al aire—. Qué romántico ha de ser eso, ¿no crees? Conocerse desde jóvenes, crecer juntos, saber todo el uno del otro; que los años pasen y aunque se separen por un tiempo, sigan juntos al reencontrarse... Me gustaría llegar a tener algo así... ¿Y a ti?

    Volteó en ese momento a verlo de nuevo abruptamente, sonriéndole ampliamente y provocando que el chico reaccionara haciéndose un poco hacia tras. De nuevo pareció que Stephanie genuinamente esperaba una respuesta de su parte, pero de nuevo Tim no tuvo mucho más que decir.

    Como salvado por la campana, el elevador sonó indicando que había llegado a su destino, y un segundo después las puertas se abrieron mostrando ante ellos el vestíbulo del edificio.

    —Mejor apurémonos, que todavía debemos estudiar —señaló Tim y salió apresurado del elevador, arrastrando la maleta y cargando la caja con comida.

    —Sí, claro… —musitó Stephanie con tono molesto, y lo siguió en silencio hacia la salida.

    — — — —​

    Desde temprano, Dick se puso en movimiento para atender unos últimos asuntos pendientes en el centro antes de tener que subirse a ese avión a Boston. Se había hecho la promesa a sí mismo, y por supuesto a Bárbara, de que se desconectaría por completo de todo durante esa semana y se enfocaría al cien por ciento en ella. Eso incluía por supuesto sus negocios públicos… y los no tan públicos. Los primeros los tenía controlados; había tenido un par de reuniones esa mañana con dos empresas importantes en Gótica, y del resto se encargaría su socio Eric por video llamadas.

    Los negocios del segundo tipo eran los que lo tenían un tanto más inquieto. Sin Bárbara, sin él, y e incluso sin el Comisionado Gordon en la ciudad, si algo pasaba quedaría prácticamente en manos de Tim y Alfred el resolverlo… y teóricamente en las de Jason, pero ese sujeto era tan impredecible que era difícil saber si acaso se aparecería si algo pasaba. Y si lo hacía, no podían estar seguros si sería para mejorar o para empeorar las cosas.

    Lo que los tenía un tanto más tranquilos era que ya sin el Pingüino y sin Máscara Negra rondando por ahí, las cosas parecían haberse calmado bastante. Al menos las últimas dos semanas habían sido prácticamente sólo patrullar y detener un par de asaltos callejeros. Fuera de eso, parecía que la mayoría de los delincuentes de turno se habían escondido tras la caída de los Últimos Grandes Señores del Crimen. Había rumores sobre algunas pandillas rusas que comenzaban a reagruparse, pero de momento no parecía ser nada lo suficientemente serio.

    Confiaban en que las cosas se mantuvieran igual por lo menos una semana más. Bárbara había estado al pie de lucha sin parar, incluso después de lo que le ocurrió. Se merecía al menos unos días para pensar sólo en sí misma.

    Una vez que salió de su última reunión, se subió a su vehículo y llamó a Eric para discutir lo que acababan de ver, e igualmente para afinar los últimos detalles de la agenda de la próxima semana. Colocó el teléfono en altavoz, conectado al Bluetooth del auto para poder estar hablando mientras conducía. Se dirigía lo más rápido posible a la mansión sólo para tomar su maleta y salir disparado al aeropuerto.

    —¿Y cuánto tiempo vas a estar allá? —Musitó Eric al teléfono, no muy contento. La idea de que tendría que encargarse de tantas reuniones él sólo durante tantos días, ciertamente no era muy de su agrado. Siempre había sido más efectivo en el lado técnico del negocio, mientras que Dick era bastante bueno en la parte comercial. Pero eso tendría que cambiar poco a poco.

    —No lo sé —respondió Dick con molesta tranquilidad—. Creo que una semana. Quizás un poco más.

    —¿Más? —Exclamó Eric alarmado—. ¿Cuánto más?

    —No lo sé, Eric; relájate. Sólo serán un par de reuniones, y ya te tengo todo listo para casi todas. Y si es absolutamente necesario, siempre estoy a una llamada de distancia. Pero enserio, sólo si en verdad es necesario —pronunció haciendo un principal hincapié en esa última parte—. Te lo dije, esto es muy importante para mí. No me tomaría tanto tiempo si no fuera así.

    —Para ti es fácil decirlo —suspiró Eric resignado—. Y esta chica, Bárbara… ¿Es la misma Bárbara de la que me hablaste? ¿Con la que casi te…?

    Como siempre, la sutileza no era precisamente el fuerte de su amigo. Su tono revelaba de inmediato las mil y una cosas que deseaba insinuar con esa sola “inocente” pregunta.

    —Sí, es la misma —le respondió escuetamente.

    —Eso lo explica todo. Al parecer aún no las has olvidado, ¿verdad?

    —En estos momentos sólo somos amigos; muy buenos amigos. Ella pasó por mucho, y realmente quiero que todo esto salga bien.

    —Claro, claro… —Musitó Eric, incrédulo—. Pero sólo digo, que si a ella le dejaron una parte de la herencia de Bruce Wayne, y a ti otra, si se casaran…

    —Hasta luego, Eric —se despidió Dick y rápidamente pasó a colgar la llamada sin darle tiempo de terminar.

    —¡Sólo pienso en lo mejor para la compañía! ¡Piensa en lo que podríamos…!

    Las palabras de su socio se quedaron justo ahí, antes de que la llamada se cortara por completo. Era increíble la facilidad que tenía ese sujeto para relacionar todo con el dinero, y la poca delicadeza que tenía para tocar algunos temas. Pero a pesar de todo era su amigo, y un genio a su modo en lo que hacía.

    De todas formas un minuto después de colgar ya se encontraba frente al portón principal de la Mansión Wayne, así que de todas formas hubiera terminado por cortarle en cualquier momento. Abrió el portón con su control remoto y luego se encaminó hacia la entrada principal, estacionándose justo frente a las escaleras. No tenía tiempo de ir hasta el garaje, pues tenía pensado entrar y salir.

    Revisó rápidamente su reloj de pulsera. Eran las 2:15. Apenas el tiempo suficiente para llegar al aeropuerto antes de las 3:00. Con los boletos que les había conseguido sabía que eso de las dos horas no era tan estricto, pero prefería hacer las cosas con tiempo y no preocupar a Bárbara de más. Lo que menos ocupaba la informática era estrés adicional en ese momento.

    Se bajó apresurado del vehículo y subió por las escaleras hasta la puerta principal, que abrió los seguros se manera automática en cuanto su acercó lo suficiente. Ingresó sin reducir su premura y se dirigió de largo hacia las escaleras. Sin embargo, a mitad del camino tuvo que detenerse al oír que le hablaban.

    —¡Hola, Richard! Buenas tardes —escuchó una vocecilla pronunciando desde la sala. Dick regresó sobre sus pasos por el vestíbulo principal y se asomó hacia la sala. Divisó en ese momento a Tim y Stephanie, sentado sobre la alfombra delante de la mesa de centro, sobre la que reposaban libros y cuadernos de apuntes abiertos. La chica rubia lo saludó agitando una mano mientras le sonreía. Tim, por su parte, siguió enfocado en su libro de texto.

    —Hola, Stephanie —saludó Dick con entusiasmo, ingresando sólo un par de pasos a la sala—. Últimamente te veo muy seguido por aquí.

    —¿Ah sí? —Musitó Stephanie un poco sorprendida, y luego pareció empezar a hacer cuentas en su cabeza para comprobar la veracidad de su afirmación. Dick no supo a cuál conclusión habían llegado sus deliberaciones internas, pero casi de inmediato volvió a su estado natural, con esa encantadora sonrisa alegre—. Es que es un lugar muy agradable y silencioso para estudiar.

    —Claro, estudiar —respondió Dick con tono sarcástico y juguetón, que Tim pareció captar de inmediato.

    —¡Cállate! —Soltó el joven Red Robin, alzando su mirada molesta en su dirección—. ¿Y porque aún sigues aquí? ¿No deberías de estar ya en el aeropuerto?

    —Ya voy, mamá —respondió Dick burlón, y se giró sobre sus pies para salir de la sala y continuar con lo que venía a hacer—. Aún tengo suficiente tiempo. Sólo vine por mi maleta y el resto de las cosas que llevaré.

    —¿Ya pediste el taxi al menos?

    Dick estaba por responderle que pensaba irse en su auto y dejarlo en uno de los estacionamientos circundantes al aeropuerto (pese a lo costoso que de seguro resultaría la cuota). Sin embargo, en ese momento Alfred ingresó por la segunda entrada lateral de la sala, del lado del comedor principal, cargando en sus manos una bandeja metálica con aperitivos y bebidas para los jóvenes estudiosos. Y al parecer había oído su conversación, o al menos la última parte, pues de inmediato dijo mientras se aproximaba a la mesa de centro:

    —Yo lo llevaré con gusto, Joven Richard.

    El nuevo Batman detuvo en seco su andar en la entrada, y se giró lentamente hacia el hombre inglés, que en ese momento colocaba lo que traía consigo sobre la mesa delante de los dos jóvenes.

    —¡Gracias, Alfred! —Exclamó Stephanie entusiasmada, tomando una galleta de uno de los platitos de porcelana.

    —Alfred, no tienes que llevarme a ningún lado, ¿recuerdas? —Señaló Dick con una media sonrisa—. Tú ya no eres un mayordomo.

    Alfred terminó de colocar las cosas en la mesa y entonces se incorporó de nuevo, mirando estoico a Dick mientras sujetaba la bandeja metálica delante de sus piernas.

    —No lo haré como un mayordomo —declaró con firmeza—, sino como un amigo, ayudando a otro amigo. Además, soy el más interesado en que llegue a tiempo a apoyar a la señorita Bárbara en este momento tan crucial para ella.

    —Si lo dices de ese modo —susurró Dick un tanto inseguro, colocando una mano atrás de su cabeza—, supongo que entonces te lo agradecería, Alfred.

    —Será un placer. Aguardé sólo un momento. Traeré mis guantes y mi boina de conductor.

    —¿Qué? No es necesario…

    Antes de que pudiera replicarle algo más, Alfred salió por la misma entrada por la que había ingresado a la sala, perdiéndose de su vista. Dick suspiró, resignado y a la vez algo divertido por la situación. Realmente era difícil para algunos olvidar sus viejos hábitos.

    —Qué hombre tan especial es Alfred —señaló Stephanie con genuina emoción al decirlo.

    —Sí, por decirlo de algún modo —añadió Tim, notablemente menos efusivo, tomando él también una galleta.

    Dick sólo rio y se dispuso a esperar que Alfred volviera.

    Su teléfono sonó en ese momento, indicando que le acababa de llegar un mensaje. Lo sacó rápidamente de su bolsillo para revisarlo. Su primer pensamiento fue que sería de Eric, continuando con sus quejas y sugerencias no solicitadas. Sin embargo, resultó ser de alguien más agradable: Bárbara.


    Ya recogí a papá
    Ya vamos en camino




    Notó que Bárbara estaba escribiendo en ese mismo momento por lo que aguardó hasta que le enviara el siguiente mensaje.


    ¿Dónde vas tú?


    Dick sonrió ante la forma tan sutil de querer apresurarlo. Le respondió lo más rápido que sus dedos le permitieron, y al parecer ella igualmente hacía lo mismo.


    Vine por mi maleta a la mansión
    Ya voy de salida
    Alfred me va a llevar



    Más te vale no llegar tarde
    El avión no te va a esperar



    Siempre me puedo ir en el siguiente


    Qué gracioso


    Hubo un momento de silencio en el que Dick pensó en qué decirle a continuación. Supuso que lo mejor era indicarle que sólo bromeaba, y que aún tenía suficiente tiempo. Aunque la mayoría del tiempo Alfred conducía como un anciano, el antiguo médico del ejército (y espía) sabía cómo pisar a fondo cuando era requerido. Antes de que pudiera comenzar a escribir, sin embargo, ella se le adelantó.


    Gracias por acompañarme, enserio
    Significa mucho para mí




    Dick vaciló un poco. Aquellas palabras no eran la gran cosa, pero en verdad lo habían hecho destantear un poco. De nuevo dudo un poco sobre qué decir, pero al final casi involuntariamente dejó que sus dedos escribieran por sí solos.



    Te prometí apoyarte, pase lo que pase

    Cuando despiertes ahí estaré contigo


    A eso último Bárbara sólo le respondió con un emoticon de carita feliz. Y no cualquiera, sino uno realmente feliz; eso era cosa seria. Dick no pudo evitar sonreír. Aquello no eran vacaciones, en especial para Bárbara. Pero estaba feliz de que pudieran hacer eso juntos, casi como en los viejos tiempos.

    Alfred volvió en se momento con su boina y sus guantes, justo como había dicho, así que Dick se guardó de nuevo su teléfono.

    —¿Listo, joven Richard?

    —Andando —asintió Dick, y antes de retirarse se viró hacia los dos jóvenes en la mesa—. Bueno chicos, se quedarán solos por una hora. Portéense bien, ¿sí? —les dijo de forma picara, guiñándole un ojo a Tim.

    —Guarda silencio —respondió el joven con su cara sonrojada.

    —Buen viaje, Richard —añadió Stephanie, sin percatarse del último comentario, o quizás conscientemente ignorándolo—. Qué todo salga bien.

    Dick asintió y se dirigió a la puerta junto a Alfred.

    —Por favor, dígale a la señorita Bárbara que le deseo lo mejor —susurró Alfred despacio mientras caminaban lado a lado—. Y que espero que la próxima vez que nos veamos, pueda darle un abrazo de pie.

    —Se lo diré —respondió Dick con seguridad.

    Ya estaban prácticamente frente a la entrada, cuando Dick se detuvo de golpe.

    —Oh, ¡pero qué imbécil soy! —Soltó de pronto, chocando su mano contra su frente—. Vine por mi maleta y ya me estoy yendo sin ella. Aguarda sólo un minuto más, Alfred.

    Dick se giró a las escaleras y comenzó a correr hacia ellas. Alcanzó a subir cinco escalones, antes de que de nuevo se viera forzado a detenerse.

    Un pitido bastante intenso y característicos sonó justo en el celular de Dick. Un instante después, el mismo sonó en el de Tim, seguido después por un tercero desde reloj de bolsillo de Alfred. Los tres se sobresaltaron sorprendidos. Dick sacó su celular y en cuanto posó sus ojos en él, en la pantalla se reflejó el símbolo del murciélago en rojo, parpadeando insistentemente mientras giraba en un fondo azul.

    Advertencia —pronunció la voz robótica de la computadora, surgiendo al mismo tiempo de los tres dispositivos. Tim se tuvo que apresurar a alcanzar el suyo y alejarlo de Stephanie, que lo veía totalmente confundida—. El espacio aéreo de la mansión ha sido violado. Posible amenaza inminente.

    —¡¿Qué cosa?! —Soltó Tim exaltado, parándose de golpe.

    —¿Qué está pasando…? —Intentó Stephanie preguntar, pero Tim en ese momento se apresuró al vestíbulo, sujetando su teléfono delante de su rostro.

    —Computadora, Petirrojo Rojo 24ZCH8D. Anula restricción 14F7. Muestra imagen de las cámaras frontales de la mansión en el techo.

    Dick volvió sobre sus pasos y se reunión con Tim y Alfred en el centro del vestíbulo. Red Robin miraba en la pantalla de su celular cuatro imágenes provenientes de cuatro cámaras colocadas en el techo de la mansión que enfocaban las alturas. Eligió una de las cuatro para verla más grande, y con sus dedos hizo que la imagen se moviera para poder buscar la dichosa amenaza.

    Los sensores aéreos eran en extremo precisos, y no los activaban cualquier cosa como un pájaro o algo similar. Debía ser algo por lo menos mayor al tamaño y peso de una persona, y sabían bien que el que una persona viniera volando hacia la mansión era de hecho plausible. Pero no era una persona. De hecho, Tim no tardó mucho en visualizar qué eran, pero acercó más la imagen para verlos lo más claro posible y no tener ninguna duda.

    —Son tres helicópteros negros —indicó Tim con premura—, sin ningún número o escudo visible, pero con armas de fuego bastante grandes empotradas. Y vienen Justo para acá. Uno por el frente y dos por detrás.

    Los tres hombres se miraron entre ellos por unos segundos, y los tres se veían igual de confundidos. ¿Alguien venía directo a la mansión con tres helicópteros de combate? Definitivamente no era el ejército, o al menos no el convencional. ¿ARGUS, quizás? No, ni siquiera Amanda Waller sería tan descarada para hacer algo tan directo y extremo como eso, aun suponiendo que ya conociera la identidad de Bruce. Y esa era su principal preocupación; quien quiera que fuera, ¿venía por Batman, por Bruce… o por ambos?

    —Oigan, ¿todo está bien? —Escucharon la voz de Stephanie preguntar. Los tres se viraron hacia ella, y la vieron de pie en la entrada de la sala, mirándolos a ellos a su vez un tanto incierta, pero también un poco asustada.

    Casi se habían olvidado de que ella estaba ahí. Era un inconveniente, pero la situación no estaba para detenerse por ello. Los segundos pasaban y esos helicópteros estaban cada vez más cerca.

    —Llévala al cuarto seguro —le indicó Dick a Tim con seriedad. Éste sólo asintió y se dirigió rápidamente de regreso hacia su amiga.

    —Ven, Stephanie —exclamó exaltado mientras la tomaba de su muñeca—. Ven conmigo.

    —Pero… ¿qué pasa? —Cuestionó la joven, confundida, mientras Tim la jalaba casi corriendo.

    —No hay tiempo para eso, confía en mí…

    Mientras Tim se encargaba de ello, Dick y Alfred se dirigieron apresuradamente hacia la biblioteca para tomar el ascensor a la Cueva.

    —Computadora —comenzó a pronunciar Dick con su celular cerca de su boca—, Ala Nocturna CX0012Y. Anula restricción 28G2. Activa Protocolo Fortress, Nivel 1.

    Unos segundos después de haber dado esa instrucción, gruesas cortinas de metal comenzaron a bajar lentamente cubriendo cada ventana y cada puerta que daba al exterior, acompañadas de un sonido mecánico cuyo eco se extendía por toda la casa. Dick y Alfred continuaron su camino hacia el ascensor.

    —Eso los detendrá por un rato —señaló Dick—. Pero si vienen con tres helicópteros de combate, es evidente que saben que no será fácil ingresar, por lo que deben venir preparados. ¿Quién demonios es?

    Dick intentaba repasar en su cabeza todas las opciones, desde las probables hasta las inverosímiles. Sin embargo, la más evidente se le escapaba por algún motivo. Pero no por mucho.

    —Advertencia —soltó de nuevo la voz de la computadora desde los dispositivos—. Múltiples posibles amenazas aproximándose por el patio frontal y trasero.

    —¿Qué? Computadora, muéstrame las cámaras frontales a nivel medio.

    Dick volvió a tomar su teléfono y éste se mostró cuatro imágenes, similar a cómo se habían visto en el celular de Tim. No necesitó hacer alguna más grande para ver de qué se trataba. Las múltiples posibles amenazas eran decenas de hombres, totalmente vestidos de negro con ropajes similares a Ninjas, saltando la barda frontal y corriendo rápidamente hacia la mansión.

    —No puede ser… —susurró Dick atónito, bajando su teléfono unos momentos—. La Liga de las Sombras…

    La identidad de sus atacantes había sido revelada. Tenía bastante sentido, de cierto modo. Sus líderes conocían la identidad de Bruce desde hace años, y tenían recursos de sobra para hacer un ataque como ese. Pero... ¿tan vistosos y en pleno día? No sonaba a su estilo. Y, lo más importante, ¿por qué lo hacían? La Liga de las Sombras se había mantenido alejada de Gótica desde hace años por el acuerdo que existía entre Bruce y Ra’s.

    Pero Bruce ahora ya no estaba.

    Y Ra’s se presumía muerto tras ese último encuentro con Bruce y Flecha Verde en Nanda Parbat del que le habían contado.

    ¿Era acaso éste un ataque perpetrado por aquella mujer? ¿Estaba Talia Al Ghul ahora a la cabeza de la Liga? No había información al respecto, pues desde lo de Nanda Parbat la Liga se había prácticamente desaparecido el mapa. Y ahora aparecían en manada como salidos de debajo de las rocas.

    ¿Qué asunto llevaba a Talia a hacer algo como esto? Siempre había sido un tanto extremista, pero al menos siempre le pareció razonable. Aunque, sin Bruce ahí para mantenerla en calma…

    «No hay tiempo para estar intentando adivinar cosas» se dijo a sí mismo, despabilando rápidamente.

    —Computadora, activa Protocolos de Defesa Nivel 2 —indicó con firmeza a su celular.

    Un instante después de haber dado esa instrucción, en las imágenes de las cámaras pudo ver cómo algunos de esos ninjas de negro que corrían a la mansión se detenían de golpe, y eran cubiertos con una corriente eléctrica al tocar ciertos puntos específicos del jardín. No suficiente para matarlos, pero sí para hacerlos desvanecerse al suelo. Los demás, sin embargo, pasaban de largo por encima o a un lado de sus compañeros caídos, y seguían andando hacia su destino. Casi la mitad se detuvo gracias a las minas eléctricas, pero el resto continuó. Pero una vez que estuvieran en el perímetro inmediato del edificio, más sorpresas los esperarían.

    Ya frente al librero del fondo de la biblioteca, Dick se apresuró a abrir la puerta secreta para poder ingresar al ascensor. El librero de abrió revelando el espacio cuadrado del ascensor, con esa molesta bombilla tintineante. Sin embargo, no habían dado ni un paso hacia éste cuando un lejano zumbido que se hacía cada vez más fuerte los puso en alerta. Venía del exterior de la casa, justo de su costado izquierdo. Dick comprendió que era un instante antes de que un fuerte estruendo chocara justo contra la cortina de acero que protegía las ventanas, y todo el sitio se agitara con fuerza. Alfred perdió el equilibrio y cayó de sentón al suelo. Dick igualmente casi cayó, pero se apresuró a apoyarse con sus manos para evitarlo.

    —Eso fue un misil —Señaló Richard alarmado. Miró entonces en dirección al muro. El vidrio y los marcos de la ventana habían volado en pedazos y reposaban ahora en el suelo. La cortina de acero había resistido, pero se había abollado y los muros reforzados se habían desquebrajado. Era probable que no resistiera un segundo impacto igual. Y lamentablemente dicho segundo impacto vino bastante rápido, pues el mismo silbido se hizo presente una vez más.

    Tuvo que pensar rápido. Reaccionó avivadamente, lanzándose hacia Alfred estando éste sentado en el suelo y lo tumbó de nuevo, cubriéndolo con su cuerpo. La segunda explosión volvió a sacudirlo todo, incluso con más fuerza. Parte del techo cayó a su alrededor, y los muros se abrieron aún más. Todo el sitio se cubrió de polvo. Dos libreros se precipitaron al suelo, dejando caer todos sus libros y regándolos por todos lados. La cortina de acero se doblo hacia adentro, separándose de sus soportes, y luego cayendo justo enfrente de la ventana provocando un sonido pesado y duro contra los tablones del suelo. Un gran agujero sin forma definida fue revelado en el muro, por el que entraba libremente la luz del sol.

    Dick se intentó incorporar de nuevo. Tosía intensamente por el polvo, y escuchó que Alfred también lo hacía.

    —¿Estás bien? —Le preguntó alarmado al antiguo mayordomo.

    —Sí —respondió Alfred tranquilamente una vez que dejó de toser. Parecía tener un raspón en la frente, pero nada más—. Por lo que veo, la Liga se ha modernizado un poco.

    Por decirlo menos. Su presentimiento resultó ser cierto: sabían que la casa no sería fácil de penetrar, por lo que habían tenido que venir preparados. Esto no estaba nada bien.

    Dick ayudó a Alfred a pararse e hizo que se apoyara en él para caminar hacia el ascensor. En ese momento, distinguió por el rabillo del ojo a varias figuras negras saltando por el agujero del muro hacia el interior. Se viró hacia ellos. Eran cinco, todos vestidos de la misma forma, y desenvainaron sus espadas al mismo tiempo con perfecta sincronía. Permanecieron totalmente quietos en su sitio, hasta que un sexto se les unió.

    Este último asesino dio una maroma en el aire, cayendo en el centro de los otros, justo encima de la cortina de acero caída. Se incorporó de nuevo lentamente, parándose sobre la improvisada plataforma, y miró impasible hacia ambos. Era de complexión bastante más pequeña, prácticamente un niño. Usaba una máscara que le cubría la nariz y su boca, pero dejaba visibles sus ojos verdes y sus cabellos negros cortos.

    —Tendrán que hacerlo mejor que eso para defender su castillo de mí —les indicó el muchacho con tono bastante soberbio—. Ahora —colocó en ese momento su mano en la empuñadura de su espada, y la sacó de un solo movimiento, apuntando con su punta directo a Dick y Alfred—, ¿quién de ustedes es el perdedor que se cree el nuevo Batman?

    FIN DEL CAPÍTULO 24
     
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