Entonces supo, que aquella mujer no era Kikyo. Al menos no la Kikyo que él había conocido. Quizás, sí la que lo había sellado, pero definitivamente no tenía semejanza alguna con esa sacerdotisa que lo había hecho replantearse su vida entera. La miró, frente a él. Hermosa, llena de odio. Estaba viva, pero apestaba a muerte. Apretó los dientes con ira. Y quiso abrazarla, pero supo que si lo hacía, ella lo purificaría. Un escalofrío recorrió su espalda. Ella realmente lo despreciaba. Él, en cambio, aunque hubieran pasado 50 años, y aunque ella le hubiera arrebatado injustamente una parte de su vida, no podía odiarla. La amaba, como si todo ese tiempo sellado sólo hubiera intensificado ese sentimiento. Aunque esa no fuera ella, y aunque ella sólo fuera un recuerdo. Aún ese cuerpo de barro conservaba levemente la esencia y el aroma de su amada. No la que estaba allí parada, enferma de rabia. Más bien, de aquella que fue alguna vez, la real. La que lo había llevado a cuestionarse toda su existencia, y por la que habría cometido cualquier locura, sólo por permanecer a su lado. La que era capaz de amar, pensó. Y volviendo a mirar los ojos de la chica, sólo vio odio. Meneó la cabeza aturdido. No, esa no era su Kikyo. Esa era la Kikyo que Naraku había creado. Y ahora, él debía corregirlo.
Mujeer, omg. Soy Karo, remember me. Después de mucho tiempo sin leerte, me encuentro con esto. ¡Qué bello! Eso fue justamente lo que InuYasha debió haber pensado al verse con Kikyö después de tantos años; idéntica y distinta al mismo tiempo. Físicamente, era la Kikyö de la que se había enamorado, sólo que su alma estaba llena de odio. Mis dos pajaritos de la tragedia, cómo los amo. Bellísimo, mujer.
WOW, excelente escrito. El sentimiento, el amor repugnancia, el contraste con el olor, todo te quedó buenísimo... Y sí, para mí esa Kikyo siempre fue un espejismo de lo que realmente ella fue. Movida sólo por el odio, y una persona no es un solo sentimiento.
