Baño privado

Tema en 'Planta Alta' iniciado por Zireael, 22 Febrero 2021.

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    Insane

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    Un hilillo de saliva se desvaneció al ser alejado del cabello, provocándome una sonrisa de lo más jodida cuando la noté girarse, sin perderla de vista como un maldito depredador, y es que vaya, la tipa no estaba para nada mal. Mis manos se deslizaron por sus muslos hasta dar con la parte posterior de sus rodillas, elevando un poco la postura de sus caderas mientras me relamía la boca, desviando por un momento las pupilas oscurecidas hasta las verdes, con cierta chispa de morbo, sintiendo los dedos de Riamu buscar presión de mi boca contra su intimidad.

    Pero qué caprichosa.

    Ajusté el agarre con la yema de mis dedos hundiéndome de nueva cuenta entre sus piernas, recorriendo cada rincón con mi lengua, de arriba a abajo por un largo rato, chupando ocasionalmente desde sus labios menores hasta su botón para después con la izquierda penetrarla con el dedo medio y anular a medida que aumentaba la presión de mis labios en su zona sensible, sin detenerme ni un maldito segundo al estarlo disfrutando como un condenado. El agarre tras su rodilla lo ajusté aún más. ¿Y cómo no? Si la perra me estaba apagando los interruptores de a poco. Me la seguí comiendo pese a en algún punto detectar la contracción, pero sabía de lleno que lo mejor era no dejar de estimular hasta hacerla llegar al éxtasis.

    En cuanto me alejé estiré una de mis manos hasta el cabello castaño, halándola para zampar mis labios contras los suyos, buscando su lengua con la mirada entornada, sin ninguna intención a dejarla tomar el control del beso. Fue luego de unos minutos que la solté, procediendo a quitarme por completo la camiseta y dejarla caer al suelo. Saqué la billetera y de ella dos condones que dejé en el mismo mármol. Deslicé despacio los dedos por las piernas de Riamu hasta contornear su cuerpo perlado, llegando hasta su nuca para levantarla con lentitud y buscar ahora sus labios, dominando en todo momento.

    Estaba jodidamente caliente.

    Mordí su labio inferior con algo más de suavidad que con la contraria y esparcí un par de besos en su mentón para después dejarla ir, volviendo mi atención a la otra chica.

    —Ven aquí —siseé ronco a la castaña, invitándola ahora a ella a ponerse en el medio de espaldas a mí.
     
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    Zireael

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    Si no sería esta una pequeña zorra necesitada de atención, de verdad. La desgraciada pareció darse cuenta a mita del asunto que no tenía suficiente, que le falta algo de encanto a su comida de coño o lo que fuera, y se separó de ambos para reajustar las posiciones. Se sentó en el lavamanos, me echó la cabeza en el hombro y lo empujó de regreso entre sus piernas.

    Contuve el impulso de reírme y regresé las manos a sus pechos, para la gracia había cazado la mirada el castaño al vuelo que parecía estar en su puta salsa con el espectáculo que se montaba pelo de chicle de gratis y le sonreí sin más, después de todo el cabrón tenía una tarea que terminar.

    Cuando se separó de la chica estiró la mano, me alcanzó el cabello y me comió la boca sin tener intención alguna de dejarme tomar el control y la verdad era que yo no era ninguna obsesa del poder ni esas mierdas, digamos que podía cedérselo al cabrón, al menos por ahora. Al dejar mi boca me relamí los labios, mirándolo mientras se quitaba la camisa y toda la parafernalia.

    No me había dado cuenta pero mi móvil había ido a parar a alguna parte del suelo y solo me di cuenta cuando lo escuché vibrar contra el suelo con insistencia. Lo ignoré como una campeona, me las arreglé para bajar del lavamanos y estaba por colocarme en medio del par de idiotas cuando el móvil volvió a vibrar. Parecieron llegar un montón de mensajes y luego otra llamada.

    Las interrupciones me tocaban los ovarios hasta a mí así que no me quedo más que cambiar de plan, dejé al par en lo suyo y me agaché para recoger el móvil. Tuve que tragarme una carcajada cuando vi el nombre de mi hermana en la pantalla, pero contesté de todas formas.

    —¿Qué quieres? —pregunté en húngaro, brusca—. Estoy en medio de algo bastante más importante que cualquier cosa que tengas que decirme.

    —Es mamá —respondió también en ese idioma, su voz era casi idéntica a la mía y aún así se notaba con creces que, bueno, ella no era una hija de puta de nacimiento.

    —¿Y qué?

    —Tuvo un accidente mientras volvía a casa del turno de la noche, Eris. Ven al hospital. —La pobre idiota parecía estar conteniendo las ganas de llorar.

    —Ajá.

    —Hazlo —repitió—. O abriré la boca, llamaré a la policía y les diré por qué tengo la cara hecha una desgracia. Además no creo que les guste eso de que tengas hierba en casa, sabes.

    —¿La que escondí en tu cuarto? —pregunté—. He hecho muchas cosas en tu habitación, empollona de mierda, que lo sepas.

    La escuché bufar por lo bajo pero al final también sorbió por la nariz, escucharla me hizo soltar una risa baja y aunque realmente no había noción moral alguna que me interesara que me dijera que debía ir, lo cierto es que si la estúpida abría la boca sí iba a ser un problema y por ahora prefería que se mantuviera callada. Las puntadas de la cara se las sacarían más temprano que tarde después de todo, y podríamos fingir que no había pasado nada hasta que se me antojara repetir el numerito, ¿no?

    —Bien, llorona. Iré.

    Colgué la llamada de mala gana, abrí la puerta sin importarme una mierda si había alguien afuera y veía a la otra idiota como Dios la había traído al mundo, y giré apenas el rostro para echarles a los dos una última sonrisa encima.

    —Diviértanse —solté todavía en húngaro, si no me entendían una mierda también sería entretenido.

    No esperé una respuesta como tal, dejé el baño y cerré de un portazo.


    no era la idea soltar este tocho y ni lo releí (??
     
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    Amane

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    Las cosas como eran, estaba ya en mi puta salsa con todo el asunto y poco me importaba la imagen que debía estar dándole a los dos presentes. Es decir, si pensaban que me gustaba la atención o que era una niña caprichosa... pues dónde estaba la mentira, ¿verdad?

    No tuve ninguna clase de reparo en dejar salir los gemidos y suspiros que me estaban provocando tampoco, porque entre las manos de la chica que habían vuelto a mis pechos y el trabajo del castaño, la verdad es que no había manera de controlarlos. Lo estaba disfrutando como una desgraciada y, entre eso y que llevaba caliente ya un buen rato, mi cuerpo no tardó demasiado en alcanzar su límite.

    Hundí más los dedos en su cabello, apreté las piernas y arqueé la espalda, echando la cabeza un poco más hacia atrás. El cabrón siguió estimulando la zona incluso después de eso y, venga, aun si hubiese podido hacer algo al respecto no lo hubiese parado realmente, así que seguí disfrutando de la sensación de placer hasta el último segundo, cuando ya se dignó a separarse,

    Dejé caer la mano que lo había estado sujetando sobre el mármol y entreabrí los ojos, en un movimiento perezoso, para mirar la comida de boca así fuese de reojo. Fue también así, con la mirada entornada, cómo observé al tipo quitándose la camiseta y todo el rollo, mordisqueándome los labios en el proceso porque la verdad es que estaba jodidamente bueno.

    Vaya puta Academia, de verdad.

    Sus dedos me erizaron de nuevo la piel y le dejé hacer prácticamente lo que le viniese en gana, dejando mis manos sobre el borde del lavabo mientras recibía su beso. Solté el aire por la nariz cuando se separó, sacándome una ligera sonrisa con el mordisco y los besos en el mentón, y busqué la mirada de la otra chica cuando la llamó.

    Estaba bastante lista para continuar con lo que fuese, pero algo pareció llamar lo suficientemente su atención como para alejarse y, no sé, importante tenía que ser para cortar algo como aquello digo yo. Apoyé la mejilla en la curvatura del cuello del chico y me quedé mirando a la otra hablando por teléfono sin ninguna clase de pudor al respecto; de todas formas, no entendí ni mierdas, si acaso pude reconocer el idioma como europeo y poco más.

    Tampoco entendí lo que había dicho antes de irse, pero al menos podía imaginarme por dónde iba el asunto si interpretaba de manera correcta su sonrisa. Una pena, la verdad, ahora que ya le estaba pillando el gustillo a eso de ser tres, pero qué remedio~

    Me erguí apenas, deslicé los brazos por los hombros ajenos y acerqué los labios a los suyos, hasta que solo nos separasen unos meros milímetros.

    —Parece que nos quedamos solos, qué mal~
     
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    Insane

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    Le seguí la intención de acercarse hasta que lo que parecía un celular siguió vibrando. Vaya, parecía que alguien osaba irrumpir, y así fue, la estúpida terminó contestando. Lo que me sorprendió pese a no demostrarlo fue el identificar de lleno el idioma natal de esa mujer, y es que mira nada más pertenecía al país vecino del que yo había nacido.

    Húngara.

    Pese a la sonrisa en mofa que terminó dibujándoseme ante las respuesta que le daba a quién sabe qué putas del otro lado del teléfono no hice más que comenzar esquematizar qué tipo de perra podía llegar a ser, especulando, claro.

    La seguí por el reflejo del espejo empañado.

    Claro que me divertiría...

    Con la princesita de aquí, ¿quién no lo haría?

    El tacto sobre mis brazos me hizo clavarle los ámbar encima de los cuarzos. Tenía los labios ligeramente hinchados, la piel perlada, la mirada oscurecida...

    —Eso parece —susurré mientras desabotonaba el botón del pantalón, sujetando uno de los condones que rasgué mientras volvía a comerle la boca.

    Me alejé apenas para deslizar el preservativo a lo largo de mi falo, deslizando las manos nuevamente por la parte posterior a sus rodillas, invitándola por un momento a entrelazar las piernas por mi cadera, anclando los dedos en sus glúteos para alejarla del mármol como apoyo, recostándole ahora la espalda contra la pared helada. En cuanto la besé de nuevo comencé a enterrarme en ella, sin dejar de verla entre las pestañas.

    Mordí su labio inferior con algo de dureza, manteniendo la izquierda en su glúteo y la derecha ascendiendo hasta sus hebras rosadas, las cuales halé suavemente para enterrarme en su cuello al hacerla elevar el mentón.

    Por mi que la escuchara todo dios.

    —A ver qué tan buena eres sosteniéndote —susurré contra su dermis, comenzando a moverme despacio dentro de ella.

    Y mierda.

    Estaba tan estrecha.


    Dejé un chupón sobre su yugular, aumentando el ritmo sin importarme si me arañaba o lo que fuera, por mí, mejor.

    Deslicé la lengua a lo largo de su cuello hasta llegar a su mentón, aumentando el ritmo de las embestidas sin dejar de verla, porque si algo me deleitaba era ver cómo se ponían mientras me las follaba.

    —Dale preciosa, alza la voz —murmuré ronco en mofa mordiéndole el labio de nueva cuenta, como un cabrón embriagado por su cuerpo al sentir sus pezones erectos contra mi pecho, llegando profundo en ella.

    Y entonces, una sonrisa de animal se me dibujó en la cara, acentuando aún más el agarre en su glúteo izquierdo sin dejar de moverme, buscando su lengua con la mía dentro de su boca.

    La cabrona se sentía tan bien.
     
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    Amane

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    Entorné la mirada, dirigiendo la vista hacia abajo, y me sonreí con aquel tinte felino antes de que se lanzase a comerme de nuevo la boca. Aunque la verdad sea dicha, entendía que le pobre chiquillo estuviese tan necesitado después de todo, así que tampoco podía burlarme mucho de él. Y mira que cuantas más ganas tuviese de follar, pues mejor para mí.

    Dejé un par de besos por su mentón en lo que se colocaba el preservativo y después obedecí sin mayor complicación la orden implícita de sus manos, haciéndome rodear sus caderas con las piernas. Me enganché con bastante fuerza, sobre todo porque capté al instante sus intenciones, y solté una risilla floja cuando sentí que pasaba los dedos por mis glúteos hasta alzarme del lavabo, así como había sospechado.

    Solté un quejido bajo cuando noté el frío de la pared contra mi espalda, contrastando en gran medida con el calor de mi propio cuerpo, y el gemido quejumbroso que amenazó con salir después acabó perdiéndose contra su boca. Un suspiro tembloroso fue todo lo que pude soltar cuando se hundió por completo en mi interior y, a cambio, enredé los dedos en su cabello para presionarlo con fuerza contra mis labios.

    Consiguió sacarme una sonrisa de mierda con sus palabras, eso sí, y a modo de respuesta afiancé más el agarre de mis piernas a su alrededor, obligándolo también a entrar un poco más en mi interior con ello. La verdad era que lo único que en ese momento me importaba era sentir como las embestidas iban aumentando de intensidad, aun cuando ni de coña era inmune a todas las otras atenciones que me estaba otorgando, y noté como mis propias caderas se iban acompasando a su movimiento para profundizar más la unión.

    Cuando me tiró del pelo ya consiguió sacarme un gemido algo más agudo que los anteriores y en algún momento había acabado clavando las uñas en su espalda, arrastrándolas por la piel hasta que logré rodearle mejor el cuello para afianzar el agarre lo mejor posible. Dejé que me besase de nuevo y me presioné contra su lengua un par de veces, separándome unos segundos después para dedicarle una sonrisa desafiante.

    —Eh, si quieres que alce la voz, vas a tener que esforzarte más~

    De dónde me salieron las ganas de andar provocándolo así, ni idea, porque para la gracia el cabrón lo estaba haciendo muy bien y, si tenía que ser sincera, no creía que me quedase mucho para alcanzar mi límite de nuevo. Pero bueno, una a veces no controlaba sus instintos~

    Deslicé la lengua por sus labios, repasando su contorno, y acabé el recorrido siendo yo la que acabó mordiéndole el inferior con algo de fuerza. Solté otro gemido contra su boca, solo para seguir provocándole, y volví a entrometerme en su boca, presionando la lengua con insistencia.
     
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    Eh, si quieres que alce la voz, vas a tener que esforzarte más~

    Pero si la princesita quería entrar a la cueva del lobo.

    Ciertamente me la pasaba tanteando los límites en estos casos, y si era ella quién me estaba dando el visto bueno para dejarme ser un poco lo que era en realidad pues quién sería yo para negarme. Mi mano continuó enmarañando su cabello entorno a mis nudillos, ajustando el agarre casi sobre sus palabras, recibiendo su boca con maña. El leve ardor en la espalda me llegó en torno al placer ante sus uñas, cruzándoseme por la cabeza una chispa de satisfacción que no demoré en regresarla al sentirla tan bien agarrada de mi cuerpo.

    —No será problema —mascullé con el ámbar entornado y una sonrisa sagaz.

    Dejé ir su cabello al ajustar mis dedos en sus muslos, pegándola aún más contra la fría pared para evitar que fuese ella quien se moviera un minúsculo milímetro, penetrándola en un ritmo mucho más constante al tenerla asegurada contra el muro, aumentando la fuerza en las embestidas que me provocaron morderle la piel de su hombro al sentirla cada vez más estrecha, como si su interior se envolviera a mi al rededor. Pegué mi frente con la de ella, ajustando el agarre en la parte posterior de sus muslos a medida que la velocidad de mis caderas aumentaban.

    El espacio se llenó del ruido del choque, y estaba seguro que si cualquier idiota pasaba no por fuera del baño, sino por el pasillo podría escuchar perfectamente.

    Mordí ahora su labio inferior con aquella curva animal en mis labios por cada suspiro o gemido ajeno.

    En algún momento desajusté el agarre de sus piernas entorno a mis caderas para hacerla llevar las rodillas contra la pared, manteniéndola en esa postura sin dejar de embestirla mientras volvía a comerle la boca, tensando la mandíbula al saber que ambos estábamos próximos por acabar. Continué hasta sentirla contraerse en demasía para dejarme venir segundos después. Respiré pesado por un rato contra su mejilla, sentándola nuevamente sobre el mármol del lavamanos.

    Me quité el preservativo, anudándolo para tirarlo en el cesto de basura. Abotoné entonces el pantalón y me miré en el espejo empañado, denotando también de soslayo los chupones que le había dejado a ella en el cuello. Bueno, parecía que alguien debía cubrirse varias marcas en el cuerpo. Sujeté la corbata para guardármela en el bolsillo al ya no apetecerme arreglármela. Sujeté después la camiseta blanca y me la coloqué, dejando desabotonado los primeros dos botones.

    Abrí uno de los cajones, encontrándome una pequeña caja de mentas de las cuales saqué un par para metérmelas a la boca mientras deslizaba el pulgar por el móvil.

    <<Te esperamos en el jardín>>

    Respondí sin mayores complicaciones:

    <<Me despido de una desconocida y nos vamos>>

    —Ha sido un placer —murmuré.

    La recorrí con la mirada por última vez. Era jodidamente de película porno todo lo que acababa de pasar, al saber que ambos mantuvimos el antifaz durante todo el acto, el que nunca le quité las bragas sino que las mantuve echadas a un lado, el que no se quitase los tacones en ningún momento, el que no tuviese ni puta de idea de cómo se llamaba siquiera. De seguro esperaría volver a verla, valía la pena calentarla.

    Enterré las manos en los bolsillos y me di vuelta, saliendo del baño.
     
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