Baño de chicos (Tercera planta)

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Yugen, 3 Diciembre 2020.

  1.  
    Gigi Blanche

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    A duras penas venía procesando lo que acababa de ocurrir en la azotea cuando Alisha se materializó frente a mí de repente, frenando mi andar distraído en seco. No me dio tiempo siquiera de reaccionar, lo siguiente que supe fue que se había enredado a mi brazo y me estaba llevando con ella. Las similitudes me estiraron una sonrisa divertida e incluso algo irónica en los labios. ¿Que tenía que hablar conmigo, decía?

    —No puede ser, ¿tú también? —comenté al aire.

    Bueno, esto era considerablemente mejor que lidiar con Shinomiya, así que la tontería logró relajarme bastante el cuerpo. Cedí a sus intenciones, cualesquiera fueran, y mi sonrisa se estiró al cruzar la puerta del baño masculino. Recorrí el espacio con la vista, comprobando que se encontraba vacío, y me desprendí de su agarre con suavidad para avanzar algunos pasos mientras ella cerraba. Apoyé las caderas en la línea de lavabos y regresé los ojos a ella, aguardando con las cejas levemente alzadas.

    Estaba preparado para... bueno, en general nada me sorprendía demasiado, pero su pregunta estuvo a punto de arrancarme una carcajada. La contuve, por suerte, y mi sonrisa sólo se ensanchó. Permanecí en su rostro, el tinte de su semblante, y ponderé durante un par de segundos cómo responder, cuánto ceder, qué concederle. El secuestro tan repentino se parecía al hartazgo, ¿no? ¿Cuánto tiempo llevaría pensando en esto? ¿Aiden le habría dicho algo?

    —Y yo pensando que me obsequiarías algún chocolate... —Suspiré, decepcionado, y usé la sonrisa serena de siempre—. ¿Él te dijo eso?

    Claramente no, pero por oír su respuesta~

    me considero felizmente secuestrada uwu
     
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    Amane

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    Well, well... aren't you just Mr. Popular, then? —bromeé tras escuchar su comentario, la diversión de mi tono siendo mucho más genuina en aquella ocasión.

    A pesar de su aparente queja, el muchacho se dejó arrastrar sin demasiado problema; tampoco era como si el pobre pudiese hacer mucho contra mí, de todas formas. Se liberó de mi agarre una vez nos adentramos en los baños, aprovechando que yo me había quedado cerrando la puerta, y cuando volví a girarme en su dirección, lo vi tan tranquilo apoyado sobre los lavabos. Kohaku nunca me había parecido del tipo de tomarse las cosas muy a pecho, así que no me sorprendió para nada que estuviera tomándose mi atropello con tanta calma.

    Lo que sí me sorprendió un poco más fue que hubiera decidido darle vueltas a la respuesta. ¡Era una pregunta muy sencilla con una respuesta todavía más sencilla! ¿No podía haber dicho un simple "sí" o "no"? ¿Pretendía jugar conmigo? ¡Qué cabroncete! Me crucé de brazos, frunciendo el ceño al mismo tiempo, y mantuve la distancia entre nosotros, sopesando si aquella información merecía tanto la pena.

    >>Para eso tendríamos que, por lo menos, haber terminado lo que empezamos en uno de estos —acabé por contestar con una sonrisilla, señalando los cubículos con la cabeza—. Pero puedo comprarte una chocolatina de la máquina, si te hace mucha ilusión~ —añadí, ensanchando apenas la sonrisa durante un par de segundos, hasta que la perdí al volver a suspirar—. No, no me ha dicho nada. Me ha estado ignorando desde ese día, de hecho —lo que solo lograba torturarme más, por supuesto—. No voy a hacer nada con lo que me digas, te lo prometo, así que... ¿por favor?

    Lo iba a matar de manera tan dolorosa por hacerme pasar por aquella humillación, for fuck's sake...
     
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    Gigi Blanche

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    Qué manía la de estos extranjeros de ponerse a hablar en inglés como si todos pudiéramos entenderles, ¿no? Bastante egocéntrico de su parte. Capté algo de "Mister Popular" y supuse que se refería a mí, eso y el tonito sarcástico completaron la idea y me permití una risa floja.

    —¿Recién te enteras? —respondí, con el mismo nivel de desfachatez.

    Le reclamé la ausencia de chocolates y desvié la mirada a los cubículos apenas ella los mencionó, sin perder la sonrisilla. El prospecto del premio consuelo de la máquina me causó gracia y me encogí de hombros, sin darle una respuesta concreta de momento. Luego alcé las cejas, como si la cosa no fuera conmigo, al descubrir que Aiden venía "ignorándola" desde el día que quedamos en el parque. No creería ni por un segundo que aquello se relacionaba conmigo, no tenía el más mínimo sentido, pero a ojos de Alisha la posibilidad existía, ¿cierto? Y la incertidumbre le comía la cabeza.

    —Suenan bastante cercanos para ser ex, ¿no? —apunté, despegando las caderas de los lavabos y guardando las manos en los bolsillos—. Que te ignora, dices. ¿No debería ser lo normal?

    Tenía que apiadarme de ella, ¿cierto? Incluso me lo estaba pidiendo por favor. Pero lo que me pedía era información premium, del tipo que le había negado a Anna esta mañana. No había manera de que la consiguiera con facilidad. Tal vez quisiera ver hasta dónde podía jalar de la cuerda sin romperla, o qué... métodos servirían para subsanar el corte.

    —Nunca te pregunté bien qué fue lo que pasó aquí —murmuré, abriendo la puerta de un cubículo con el pie, y la miré de soslayo—. ¿Me refrescas la memoria~?
     
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    Amane

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    Rodé los ojos de manera algo exagerada tras recibir su comentario, negando también un par de veces con la cabeza para añadirle algo de teatro extra al asunto, y al final dejé morir el tema ahí, pues decidí no añadir nada más al respecto. Sobre el asunto de la chocolatina no me respondió nada, aunque noté en su sonrisa la suficiente diversión como para hacerme pensar que podría cumplir con la propuesta, why not? Quizás dependería de cómo acabase aquella conversación, aunque por el momento su respuesta solo había conseguido hacerme fruncir todavía más el ceño.

    Oi, that's none of your business —repliqué bastante a la defensiva, aunque al instante me di cuenta de ello y me obligué a relajar el cuerpo, apartando la vista hacia un lado—. Es complicado, ¿vale? No me ha dejado en paz desde que ha venido a Japón y cuando lo ha hecho ha sido para intentar conseguir algo de mí. So... no me estás ayudando en absoluto, ¿sabes?

    Para mi más absoluta sorpresa, Kohaku pareció querer colgarse del asunto de los cubículos más de lo que había podido anticipar. Mi mirada prácticamente se disparó en su dirección cuando retomó el tema, haciéndome alzar las cejas con evidente sorpresa, y se me escapó una risa incrédula mientras lo repasaba con la vista. ¿Acaso estaba intentando distraerme? The little shit. Separé los brazos antes de caminar en su dirección y, una vez alcancé su posición, deposité una mano sobre su pecho. Le insté a girarse hasta colocarse de espaldas al cubículo y lo empujé con cuidado al interior del mismo, sentándolo sobre la tapa del váter mientras cerraba la puerta con la otra mano.

    >>¿Te va sonando o necesitas más ayuda~? —cuestioné en un murmullo, habiéndome inclinado lo suficiente como para hablarle al oído.
     
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    Su respuesta inicial a mis preguntas fue bastante brusca, y mi única reacción se limitó a un leve arqueamiento de cejas. Había tropezado con una ex pareja bastante conflictiva, ¿eh? Se notaba que había bastante historia entre ellos y que buena parte probablemente no fuera feliz, y aún así insistían en mantener el contacto. Bastante tonto de su parte, ¿verdad? Alisha pareció notar el tinte de su respuesta y se forzó a retroceder. Que Aiden no la dejaba en paz, decía, y que si de repente la ignoraba era para rascarle algo. Sonaba a que tenía control sobre ella. La idea fue desde hilarante hasta curiosa. ¿Alisha Welsh no era, acaso, el espíritu libre y rebelde, la rubia despampanante de la escuela que hacía y se liaba con quien le saliera del coño? Vaya fachada, y vaya decepción.

    Hasta ella llevaba una correa al cuello.

    —¿No serás tú la que no se ayuda a sí misma? —repliqué, habiendo elegido escupir el pensamiento tras un breve debate mental, y alcé las manos en señal de paz preventiva—. Sólo digo. A veces la ignorancia es felicidad, ¿no?

    Si el tipo la controlaba y eso a ella le daba rabia, no abogaba por su causa el hecho de arrastrarme aquí a soltarme el interrogatorio. En cualquier caso, temía excederme y acabé trayendo a colación la estupidez de los cubículos para mechar la tocada de ovarios con una bella distracción. Alisha cedió, se acercó y me empujó al interior de la unidad que había abierto previamente. Me senté en la tapa del retrete, obediente, y la recibí en mi espacio sin el menor de los problemas. Su voz fue cálida contra mi oído y sonreí.

    —Me va sonando —afirmé, en un murmullo—. Creo que... estaba esto también, ¿no?

    De mi bolsillo extraje el mechero y la cajita de Altoids de toda la vida. Saqué un porro empezado, se lo mostré junto a una sonrisilla y lo sostuve entre mis labios. Seguí hablando mientras guardaba la caja y jugueteaba con el encendedor entre mis dedos, sin dejar caer el cigarro.

    —Ahora que lo pienso... algo así también pasó en el parque —dije como si nada, pretendiendo que captara el mensaje, y le extendí el aparato—. ¿Tal vez vaya recordando sobre la marcha~?
     
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    Amane

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    Si las miradas pudieran matar, Kohaku no habría pasado de la primera pregunta que me hizo. Por desgracia, ese no era el mundo en el que vivíamos, así que me tuve que conformar con simplemente fulminarle con la vista mientras seguía hablando. ¿Él qué sabía para andar opinando cuando nadie se lo había pedido? Si no quería responder a mi más que inocente pregunta, que lo hubiese dicho desde el principio y ya, hombre.

    Whatever —solté tras resoplar de mala gana, rodando apenas los ojos al mismo tiempo.

    Al menos aquello me había hecho darme cuenta de que yo tenía razón; por muy bonito que hubiera sido el discurso de Kakeru, la realidad era que no podía anticipar la reacción de Joey ante todo ese embrollo. Nada le impedía enfadarse por no haberle dicho nada antes, o juzgarme por seguir manteniendo el contacto con él, o simplemente no querer lidiar con esa parte de mí. Sabía que me quería, y no dudaba ni por un segundo que el sentimiento fuera genuino, ¿pero hasta dónde lo haría? Aiden había dicho que me quería, y mi padre también antes de hartarse y despacharme al otro lado del océano.

    Alejé esos pensamientos antes de que tomaran más forma en mi cabeza y decidí que era mucho mejor centrarme en lo que tenía delante. Si Kohaku no quería responderme a cambio de volver a meterse en el cubículo conmigo, no sería yo la que fuera a desaprovechar aquella oportunidad de oro. Se dejó hacer sin queja aparente y me sonreí ante su afirmativa, irguiéndome después para mirarlo con curiosidad. Alcé una ceja inquisitiva cuando trajo a colación el parque, aunque al segundo relajé la expresión con una nueva risa nasal, y cogí el encendedor para inspeccionarlo durante un par de segundos.

    >>Mmm... creo que tengo algo que va a ayudarnos más en nuestra misión —aseguré, sin perder la sonrisa sedosa en ningún momento, y me guardé aquel mechero en el bolsillo de la falda, sacando en su lugar el que le había robado aquella vez—. ¿Te suena~? —canturreé, zarandeándolo un poco entre mis dedos.

    No esperé a recibir su respuesta, de todos modos. Me senté en su regazo con cuidado y prendí la llama frente a su rostro, esperando un segundo de nada antes de bajarla para encender por fin el porro. Me volví a guardar el mechero en el bolsillo y deslicé los brazos por sus hombros, aprovechando la postura para juguetear de manera distraída con su cabello.

    >>Y ahora... —murmuré al aire, entornando los párpados al bajar la vista a sus labios.
     
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    Toda la respuesta que recibí a mi cuestionamiento fue una mirada que pretendió asesinarme, y con ello resolví que la chica no tenía ganas ni estaba lista para cuestionarse nada. Y yo, claro, la dejé ser. No me concernía en absoluto, para empezar. Su humor dio un giro de ciento ochenta apenas la invité a ayudarme con ciertos recuerdos borrosos y pensé que, en realidad, una parte suya no debía querer una respuesta. Me senté en el retrete y la vi guardarse el encendedor con una sonrisa que mutó en una risa leve.

    —¿Vas a robarme otro? —cuestioné, y desvié la vista al mechero viejo, asintiendo—. Me suena, sí. Se parece sospechosamente a uno que perdí hace poco...

    Mientras hablaba, percibí sus intenciones de acercarse y no moví un dedo para detenerla. De hecho, mis manos se ubicaron a los costados de sus caderas y las suspendí allí, sin acentuar el contacto ni ejercer presión de ningún tipo. Estiré el cuello, inhalé del porro cuando acercó la llama y le di la primera calada, tranquila y profunda, mientras Alisha se apoyaba en mis hombros. Su puntapié tan distraído me acentuó la sonrisa y despegué una mano de su cuerpo para quitarme el cigarro de la boca. Me mantuve en sus ojos a todo momento, y con la misma mano la insté a inclinarse hacia mí empujándola suavemente desde su espalda.

    Como la noche del parque, no podía decir una palabra hasta nuevo aviso. Volví a estirar el cuello y entreabrí los labios, pero esta vez teniendo cuidado de no tocar los suyos. Una vez me liberé completamente del humo, la sonrisa me descubrió la dentadura y busqué sus ojos, sin modificar la distancia.

    —Le gustó la hierba, así que hicimos esto un par de veces —susurré, buscando medir sus reacciones, y colé el brazo entre nosotros para situar el porro entre sus labios—. Con tu ex, digo.


    Al liberarme la mano la regresé a su cadera, pero esta vez la afirmé por completo y la deslicé hacia su espalda baja, manteniendo su cuerpo cerca de mí.
     
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    Amane

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    —¿Robarte?
    I would never, my sweet love~ —abogué, con absoluta inocencia, y hasta pestañeé un par de veces extra para añadirle credibilidad a mi expresión—. ¿En serio? Qué casualidad. ¿Será que estábamos destinados a encontrarnos~? —solté con toda la desfachatez del mundo, algo risueña también.

    El chico siguió aceptándome en su espacio sin mayor inconveniente, lo que logró sacarme una sonrisa de pura satisfacción, e incluso sentí sus manos apoyándose en mis caderas una vez terminé de acomodarme en su regazo. Con el porro ya encendido, mantuve la vista sobre sus facciones durante todos sus movimientos, y una nueva cuota de satisfacción me alcanzó el cuerpo cuando me dejé inclinar en su dirección, justo antes de abrir los labios para recibir el humo de los suyos.

    Pestañeé con pesadez en cuanto nos separamos, dejando salir un suspiro relajado al mismo tiempo, y no registré del todo lo que estaba diciendo hasta que mencionó de nuevo la palabra maldita. Volví a fruncir el ceño al escucharlo, en un gesto casi instintivo, y si no reaccioné más allá de eso fue simple y llanamente porque su tacto en mi espalda baja consiguió distraerme lo suficiente. Relajé la expresión a consciencia, dándole una calada al porro en el proceso, y un brillo de malicia me alcanzó los ojos cuando hundí una de las manos en su cabello, tirando apenas de él para posicionar mejor su cabeza.

    Acorté la poca distancia que nos separaba para pasarle el humo, habiéndome quitado un segundo antes el cigarro con la mano libre, y apenas terminé de hacerlo, me empujé contra su boca para besarlo con intensidad. Afiancé todavía más los dedos entre sus hebras y no tardé en colar la lengua con intención, manteniendo el ritmo hasta que sentí el deseo de también mover las caderas en busca de contacto; pude controlar el impulso al separarme, aunque no sabía cuánto tiempo sería capaz de soportarlo.

    >>¿Y esto también le gustó? —cuestioné en un jadeo contra sus labios, con un tono de voz que no dejaba espacio a réplicas; ahora estaba prácticamente convencida de que al menos se habían besado, no tenía sentido negarlo.
     
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    Gigi Blanche

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    Su respuesta vino cargada de tanto, pero tanto descaro que la risa que solté fue pura incredulidad. Me resigné al evidente destino de no ir a recuperar mi viejo encendedor nunca, y al menos me dejé una nota mental para pedirle este de regreso. Las tías como Alisha eran rápidas y algo impredecibles, y al menos desde mi experiencia tendían a exhibir cierto afán por apropiarse de lo ajeno. Un hábito de... recolección de trofeos, si se quiere.

    —Si el destino te reservó conocerme a mí, te diría que se parece más al karma —anoté, divertido, sin especificar los motivos.

    Había, sin embargo, dos argumentos simples y claros: primero, era extremadamente volátil y desapegado. Y segundo, pero aún más importante, las chicas no me volvían muy loco. Tenía algo de experiencia en el bolsillo, uno en la vida debía probar para conocer, y justo por eso era muy consciente de mis preferencias. Eso no invalidaba, claro, las excepciones. Surgían de imprevisto y no solían responder a patrones claros. Le pasé el humo sin tocar su boca y no sentí gran cosa, pero al recibir el jalón de pelo un chispazo me recorrió la espalda y cuando me besó, cuando empujé su lengua con la mía, recorrí su espalda y apreté su muslo entre los dedos, la idea que flotaba en el aire se condensó de repente.

    ¿Qué diría Aiden de esto?

    Era una estupidez colosal, una noción de privilegio que oscilaba entre el placer físico y la lisa y llana superioridad. Claramente aún quedaban muchos asuntos irresueltos entre este par de gringos, ambos buscaban y esperaban del otro cosas que no podían permitirse, fuese por orgullo o por simple instinto de supervivencia. Me habría contentado divirtiéndome con él, el imbécil me atraía bastante, pero en el momento que Alisha se plantó frente a mí con el interrogatorio de turno lo tuve terriblemente claro.

    Podía tomar de ambos lo que se negaban entre ellos.

    En el momento que se separó adquirí consciencia del espacio. El peso de su cuerpo en mi regazo, la textura de su piel, el roce del borde de la falda contra el dorso de mis dedos. Absorbí su tenue aroma al inhalar, dulce, típicamente femenino. Su respiración chocaba contra mi boca y parpadeé con pesadez, recorriendo los diferentes puntos de su rostro hasta alcanzar sus ojos. Un sonido afirmativo vibró en mi garganta mientras me repasaba los labios entre sí, dándole la respuesta que demandaba, y me pregunté si no estaría ella, también, buscando una parte de él en mí.

    Me mantuve en sus ojos y asumí que interpretaría mi mirada. Me incliné más despacio y volví a besarla, deslizando los dedos lentamente bajo la falda; la otra mano permaneció anclada a su cintura. Ladeé el rostro, profundizando el beso, y supe que esto, también, respondía a una necesidad inmediata y cobarde. No me amedrentaba, siquiera me generaba una pizca de culpa, sólo era consciente de mis defectos y motivaciones. Siempre lo había sido.

    Quería olvidarme del lobo.

    —Así me pareció —conecté a mi afirmación anterior, pese al tiempo transcurrido, y deslicé los labios húmedos por su mejilla y en descenso—. En especial esto.

    Cerré los ojos, besé su cuello y las sensaciones, los recuerdos se solaparon. Por un instante el espacio se oscureció, la tibieza del crepúsculo se imprimió contra mi piel y en mi nariz danzó su colonia amaderada. Esbocé una sonrisa sutil y mis labios fueron bajando, dándole besos cada vez más intensos. Expandí los dedos, mi pulgar quedó a centímetros de su ropa interior y apreté con fuerza. Repasé su piel con la lengua, no me dio la gana contenerme, y subí a su oído.

    —Lo hubieras oído suspirar —evoqué, respirando de forma parecida, y el cuerpo volvió a cosquillearme; le dejé un beso junto a la oreja—. Hubieras visto cómo volvió a besarme.
     
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    Amane

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    Solté una carcajada sonora cuando el muchacho comparó nuestro encuentro predestinado con un posible karma, claramente divertida por la ocurrencia, y al final solo me encogí de hombros con cierta indiferencia, sin llegar a negarlo del todo. Creía que estar destinado a cruzarse conmigo también podía considerarse una buena tanda de mal karma, así que... ¿quizás estábamos en paz? Ninguno de los dos parecíamos estar demasiado preocupados por ello, de todos modos.

    Llegados a aquel punto de la partida, anticipé que Kohaku me aceptaría prácticamente cualquier movida que decidiera marcarme, por lo que no me sorprendió en lo más mínimo que me correspondiera de esa manera al beso. Eso no evitó que la satisfacción de recibirlo contra mi boca se propagara de nuevo por todo mi cuerpo, of course, y clara muestra de ello fue el suave gemido que se me atoró en la garganta. Una pequeña sonrisa se me formó en los labios al separarnos, pues recién ahí me percaté de la nueva posición de su mano, y la misma se mantuvo hasta que volvimos a besarnos, prácticamente desapareciendo contra su boca.

    Aflojé el agarre de mis dedos en ese momento y deslicé la mano hasta alcanzar el costado de su cuello, estirando el pulgar lo suficiente como para rozarle la mandíbula. La unión fue más profunda en aquella ocasión, lo que me permitió ser más consciente del resto de sus movimientos, y se me escapó un suspiro tembloroso cuando sus labios me rozaron la mejilla. De ahí solo fue bajando y yo le dejé hacer, notando como mi respiración se agitaba cada vez más a medida que sus besos se volvían más intensos.

    —¿Sí? —murmuré, conteniendo a duras penas el gemido que me provocó su beso en la oreja, y me hundí de nuevo en su boca con lentitud—. ¿Algo así? O quizás...

    El segundo beso volvió a ser intenso, casi hambriento, y supe sin necesidad de palabras que aquella debía ser la respuesta correcta. No me quedé demasiado, de todas formas, pues a los segundos pasé a su mandíbula y después a su cuello, dejando un reguero de besos húmedos hasta que llegué a rozar la tela de su uniforme. Me erguí de nuevo entonces y le coloqué el porro en los labios, pudiendo así llevar mis dos manos hacia su camisa. Le abrí un par de botones superiores y apoyé las palmas sobre su piel, moviendo los pulgares en caricias distraídas.

    >>¿Y también te tocó? ¿Por aquí? O tal vez... —añadí, mordiéndome el labio inferior mientras bajaba una de las manos, y aunque me quedé unos segundos tanteando la hebilla de su pantalón, mi destino fue colar los dedos para rozarle los abdominales—. ¿Aquí? Le gusta mucho toquetear, ¿a que sí?

    ¿Tenía sentido seguir fingiendo demencia? Él estaba recreando la noche del parque y yo estaba pensando en todas las veces que nos habíamos liado. Era una absoluta mierda, pero pensar de esta manera en Aiden seguía cosquilleándome la piel y... sí, el calor también me había alcanzado la entrepierna. Pero al que estaba besando era a Kohaku, ¿verdad? Mis reacciones eran gracias a él y nada más; debían serlo.
     
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    Ahora que por fin estaba dándome a la tarea de ceder a esta chica, podía llegar a entender por qué tenía la fama que ostentaba. No sabía si yo era un amante de primera, si el fantasma de Aiden la enloquecía o si su cuerpo, de por sí, era tan sensible a los estímulos; quizá fuera una mezcla de todo. De una u otra forma, los gemidos que se le atoraban en la garganta, los suspiros que chocaban contra mi piel y la forma en que me besaba bastarían para derretirle el cerebro casi a cualquier tío. Daba una extraña y placentera sensación de poder.

    Recorrí su cuello, se lo dejé empapado y regresó a mi boca. Mi espalda chocó contra la mochila del retrete y le permití marcar el ritmo, empeorando el calor que sentía y desdibujando el alcance de mis sentidos. Mis oídos sólo escuchaban su respiración entre beso y beso, mis manos sólo tanteaban su piel y mis ojos sólo enfocaban la melena dorada de a ratos. Se hundió en mi cuello, exhalé profundamente y despegué la mano de su cintura para enredarla en su pelo, afianzándome en un puñado que me sirvió de ancla. Parpadeé, ido, y deslicé la otra mano en dirección a su glúteo. No me corté en colar los dedos lo suficiente y estrujarlo, derretido como estaba contra la mochila, buscando cualquier tipo de contacto.

    Pasé saliva en cuanto se detuvo, y fui consciente de cómo se oía mi respiración. Suspiré hondo, acepté el porro entre mis labios y ya de paso relajé el agarre de ambas manos. Una en su nuca, la otra bajo su cadera. Al adivinar sus intenciones, esbocé una sonrisilla divertida y fumé, soltando el humo por un hueco que abrí momentáneamente. Mientras sus manos se encargaban de mi camisa, me dediqué a pasear la vista por su cuerpo, su cabello y sus facciones. Era bonita y era sensual, y supe con una certeza absurda que muchos de mis amigos y conocidos, los imbéciles que frecuentaba en la calle, darían un brazo por acostarse con una chica así. Bueno, vaya suerte la mía, ¿no?

    Mi pulgar empezó a dedicarle caricias en la pierna casi al mismo tiempo que ella alcanzaba mi pecho. Quité la mano de su cabello, sostuve el porro y la escuché con una sonrisa relajada plantada en los labios. La jodida se acercó a la hebilla del pantalón, toda la zona me cosquilleó y respiré con pesadez.

    —Es algo toquetón, sí —convine, junto a una risa suave, y le di la última calada al porro para dejarlo caer al suelo; mientras contenía el humo, me hice de su muñeca y la insté a colar la mano aún más, subiendo por mi abdomen y alcanzando mi costado. La nube vaporosa se suspendió entre nosotros al suspirar—. Ni habíamos ido a comprar las bebidas y ya me estaba tocando aquí. No que fuera a quejarme, claro.

    Cosquilleaba, era tibio y placentero. Busqué sus ojos, enredé la mano en el pelo de su nuca y la atraje hacia mí. Volví a besarla, supo a hierba y, pasado un rato, permanecí suspendido contra sus labios. Reinicié las caricias en su pierna, como un breve recordatorio de que también estaba allí, y empecé a tantear la zona, dejándole roces que se acercaban y alejaban de su entrepierna.

    —¿A ti cómo te tocaba? —susurré.
     
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    Kohaku volvió a dejarme marcar el ritmo al besarnos de nuevo y pensé, incluso si al segundo me reprendí por ello, que empezaba a entender por qué a Aiden parecía haberle llamado la atención de esa manera. No tuve problema alguno en tomar el control, de todos modos, y mucho menos me molestó cuando sentí una de sus manos agarrándome el cabello y la otra colándose por completo debajo de mi falda. Ambas acciones me hicieron hundirme todavía más en su cuello, de hecho, y por un breve segundo sentí la tentación de dejarle alguna pequeña marca visible en el mismo; fui capaz de controlarme, aunque para ello tuve que satisfacerme lamiéndole la piel en su lugar.

    Mentiría si dijese que no disfruté de su aspecto una vez tuve el espacio para mirarlo bien, en el momento en el que me separé para pasarle el porro y tomar un poco de aire. La respiración agitada, la mirada algo ida y la apariencia ligeramente desaliñada que se acentuó en cuanto le abrí los botones de la camisa. Aquello ya no era obra de la hierba y, sí, quizás parte de su mente estuviera pensando en otra persona, pero igual iba a atribuirme casi todo el mérito. Me pasé la lengua por los labios y una sonrisa de mierda me alcanzó cuando su mano me guió todavía más dentro de su ropa, claramente encantada por todo ello.

    —¿En serio? Qué atrevido~ —acoté, intentando sonar sorprendida por la información, y retomé las caricias distraídas en su costado mientras bajaba la vista por su cuerpo, inspeccionándolo—. ¿Y no será que tú también le estabas provocando? You are a bit slutty, am I right?

    Mis palabras acabaron por fundirse contra sus labios, una vez más, y aunque a aquellas alturas no me sorprendió en lo más mínimo, no pude controlar que mis uñas se clavaran apenas en su piel cuando me atrajo con la mano metida en el pelo. Era cierto que ya estaba un poco sensible, pero es que esa era una de las movidas que más me ponía y, la verdad, mi autocontrol estaba ya en mínimos. Solté una risa nasal floja tras recibir su pregunta, plenamente consciente del movimiento de su mano, y tragué saliva sin apartar la mirada de sus ojos.

    >>¿A mí? Me tocaba de todas las maneras posibles —afirmé, sin ninguna clase de vergüenza, y bajé la mano que se había mantenido sobre su pecho, entrelazando mis dedos con los suyos para llevarlo por fin a mi entrepierna; usé su mano para presionarme dónde más necesitaba me sentía y ese simple roce me hizo gimotear con evidente ansía—. Esta era su parte favorita, claro. Aunque ahora me pregunto... ¿sabrás apañártelas, pretty boy~?
     
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    Gigi Blanche

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    Un profundo y largo suspiro me descomprimió el pecho cuando su lengua recorrió mi cuello, enviándome una descarga de tensión repentina por el resto del cuerpo. El cerebro se me estropeó y quise pedirle que sí, que siguiera haciendo eso, que me comiera como le saliera del culo. Al final me contuve y, en su lugar, cerré con una risa floja.

    —Eh, ¿soy un helado ahora? —la molesté, con la pequeña esperanza de que respondiera justo de la forma que quería.

    Se tomó la libertad de abrirme la camisa, la dejé ser y llevé su mano bajo la prenda. El contacto era tan suave como estimulante, sentía mi piel caliente y seguí al detalle el tinte oscuro que empañó su sonrisa. Las caricias siguieron bañándome de satisfacción, también de expectativa, y su apunte me ensanchó la sonrisa hasta descubrirme la dentadura. Eso sí se lo había entendido. No era la primera ni sería la última vez que me acusaran de ser una zorra.

    ¿Y dónde estaba la mentira?

    —¿Yo? Si yo soy un pan de Dios —respondí, en un susurro agitado y sin molestarme en sonar convincente ni un poco.

    Mi aliento acabó ahogado contra su boca y la besé, imprimiéndole una intensidad diferente. El beso se tornó más desastroso, aún más húmedo, sentí sus uñas en mi costado y la mano que tenía en su nuca se comprimió y la empujó hacia mí, tirándole del cabello en el proceso. La recibí con los labios abiertos, colé la lengua muy hondo y otro suspiro fue a morir allí, en medio del caos. Me separé, susurré el preámbulo de lo evidente y aguardé, aguardé como si ya no tuviera la respiración en la mierda. Al empezar a escuchar su respuesta pestañeé con pesadez, me sentía espeso y, en un mínimo instante de lucidez, me pregunté cuánto tiempo nos quedaría. Aunque, la verdad, siquiera me interesó revisar el móvil.

    Se hizo de mi mano, la reubicó entre sus piernas y en el momento que palpé la humedad en su ropa interior algo más se me desbarató. Era primordial, visceral incluso, y supe que fuera un tío, o una tía, o la mierda que fuese, había pequeñas cosas contra las que no podía luchar. Me presionó, la oí gemir, cerré los ojos un segundo y boté todo el aire de golpe, a centímetros de su boca. Tanteé la zona despacio, insistí en su punto sensible y extendí los dedos, recorriendo su intimidad de punta a punta en masajes reiterativos. Estaba leyendo sus reacciones pero, también, disfrutando del simple hecho de tocarla.

    —Yo creo que sí, pero ¿por qué no dejamos que lo decida la experta? —murmuré, entretenido, y pasé la otra mano por su cuerpo: el costado del cuello, el monte de sus pechos, su cintura—. Ven aquí.

    Volví a empujarme contra sus labios, pero pronto pasé a su mejilla y me hundí de regreso en su cuello. La mordí sin fuerza, la lamí, la besé y concentré el movimiento de mi pulgar sobre su clítoris. Por un rato me dediqué a respirar sobre su piel, concentrado en mi trabajo y sus reacciones, y arrastré los dedos de la otra mano por adentro de su camisa.

    —¿Qué más puedo tocarte? —indagué, y como quien no quiere la cosa empecé a correrle las bragas hacia un costado; le dejé un beso amplio, muy húmedo, y exhalé sobre su oreja con pesadez—. Quiero tocarte.

    Cerré los ojos con fuerza al tocarla sin nada de por medio, me mojé los labios y reanudé mi labor previa, esta vez presionando la base de la palma para también estimular el resto de su intimidad, sobre los labios, alrededor de su entrada.
     
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    Amane

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    —Mhm... —prácticamente ronroneé contra su piel, del todo encantada con las reacciones que su cuerpo me estaba proporcionando—. Un rico helado de nube es lo que eres —añadí en un murmullo cerca de su oreja, y aproveché la posición para pasarle de nuevo la lengua por debajo, mordisqueándole apenas el lóbulo de la misma después.

    Era una verdadera lástima que no tuviéramos todo el tiempo que me hubiera gustado, porque ahora que por fin había conseguido que atraparlo, tenía unas ganas enormes de comérmelo de arriba abajo sin ninguna clase de prisa. Oh, pero iba a aprovechar el tiempo que tuviese, así fuera poco, that for sure... Intentó alegar inocencia ante mi acusación, lo que logró sacarme una risilla divertida antes de hundirme de nuevo contra su boca, y así nos mantuvimos hasta que llevé su mano a mi entrepierna. Sentí que el poco autocontrol que me quedaba se desvanecía en cuanto empezó a insistir en dicha zona, por lo que apenas fui capaz de procesar su respuesta y al final solo murmuré un nuevo "mhm" mientras le dejaba hacer lo que quisiera.

    La piel me cosquilleó ahí por donde fue paseando su mano y dejé salir una exhalación cuando volvió a atraerme por la cintura, recibiendo sus labios casi sin pensar ya. Tenía la mente completamente ida, la respiración y la voz todavía más, pero fui capaz de llevar una mano a su cabeza para presionarlo más contra mi piel ahí donde lo creí necesario; también me sirvió para catalizar parte de la energía que estaba sintiendo, claro.

    Bajé la otra mano a lo largo de su cuerpo, arrastrando apenas las uñas en el proceso, y noté como una pequeña sonrisa satisfecha se abría paso en mi rostro al dar con mi objetivo. Masajeé por encima del pantalón el bulto que sobresalía, a un ritmo algo lento pero constante, y me mordí el labio inferior con ligereza ante la imagen, lo que también me permitió controlar un poco los gemidos suaves que hacía ya un buen rato se me estaban escapando. Había empezado a mover las caderas en algún punto de su tarea, buscando profundizar la fricción contra sus dedos lo máximo posible, y solo ralenticé mis movimientos cuando escuché de nuevo su voz.

    Quiero tocarte, me dijo, como si eso no fuera a arrancarme todos los cables de cuajo.

    >>Well, fuck —solté en un suspiro, ya sin saber bien si era por la petición o porque hubiera pasado a tocarme sin ninguna tela de por medio.

    Me llevé ambas manos a la camisa para desabrocharme los botones, procurando hacerlo lo más rápido posible incluso si alguno se me acabó resistiendo, y también me desabroché el sujetador, dejando que ambas prendas cayesen al suelo sin ninguna clase de preocupación visible al respecto. Volví a rodear su muñeca con mi mano y guie la suya hacia uno de mis pechos, mi cuerpo estando tan sensible a aquellas alturas que el simple roce me lanzó un chispazo placentero por todo el cuerpo. Me quedé ahí un par de segundos, hasta que pasé a deslizar esa misma mano por su brazo con suavidad, alcanzando su mejilla. Presioné mi pulgar sobre su labio inferior, clavando la mirada en el mismo con los párpados entornados, y una le dediqué una sonrisa casi desafiante antes de volver a echarme sobre su oreja.

    >>No te controles —le pedí en un tono suplicante, jadeando con evidente expectativa—. Quiero que me hagas sentir muy, muy bien, ¿vale?
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
  15.  
    Gigi Blanche

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    Su voz fue un arrullo que vibró contra mi oreja y una sonrisa floja cruzó mi rostro, sintiendo el aire cortarse en mis pulmones de repente en el instante que Alisha picó e insistió con la lengua. Suspiré de golpe, sumamente complacido, y me mordí el labio inferior con algo de fuerza. Si tan rico estaba, ¿por qué no me probaba ahí abajo? La idea fue compulsiva, casi voraz, y me arrancó una risa vacía.

    —Un helado de nube suena raro —la molesté, en un susurro al aire.

    Al hundirme en su cuello, sentí sus dedos enredarse en mi cabello y cedí al capricho de morderla con algo más de fuerza. No era nada loco, ni de coña iría a marcarla, pero me sirvió para canalizar parte de la adrenalina y el calor que sentía. Arrastré los dientes por su piel, los labios, y detuve el recorrido encima de su clavícula. No que tuviera intenciones, sino porque su mano se afirmó contra mi pantalón y la electricidad que me chispeó en el cuerpo cargó una intensidad diferente. Empecé a respirar encima de su piel, pesado, intentando dividir el cerebro entre mi labor bajo su falda y los movimientos de su mano. Sus caderas se acompasaron a mis dedos y entonces le solté la petición, incapaz de razonar nada. Si debía ser completamente honesto, a esta altura de la vida también era mi modus operandi. Había descubierto y comprobado en infinidad de escenarios que la gente en la intimidad respondía a estímulos de lo más sencillos.

    Decirles lo que querían oír jamás fallaba.

    Me alejé de su cuello al detectar sus intenciones de quitarse la ropa, y por estar tan espeso también aminoré la fricción de mis dedos. Botón a botón, luego el sujetador, y una sonrisa burlona me cruzó el rostro al comerme sus pechos en primer plano. Pensé, otra vez, en lo que mis amigos dirían de enterarse de esto. A mí nunca me habían vuelto muy loco los pechos grandes, o los pechos femeninos en general, pero ¿a ellos?

    —Si no serás un sueño —murmuré, con una chispa de ironía.

    La dejé hacer, guiar mi mano, y estrujé su seno por mera curiosidad. Era suave, pesado y... carnoso. Su cuerpo reaccionó, fue evidente, y tentó mi labio antes de hablarme al oído. Solté una risa floja y afirmé ambas manos en sus glúteos, empujándola hasta presionarla con fuerza contra mi entrepierna. La insté a moverse.

    —Si quieres sentirte bien se me ocurren un par de cosas —dije, mirándola desde abajo, y me humedecí los labios—. Pero primero...

    Le dejé un beso sobre la clavícula, lo primero que alcancé, y fui bajando hasta alcanzar uno de sus pechos. Lo besé alrededor, suspiré encima del pezón y tras varios segundos de construirle expectativa me lo metí a la boca. Mi lengua jugueteó con la punta, endurecida, y colé los dedos en el elástico de sus bragas para jalarlas hacia abajo en un mensaje bastante claro. Quería quitárselas.

    Quería que me follara.

    —No nos queda mucho tiempo —jadeé, encima de su pecho, y le estrujé el trasero con ganas; le imposté un tono de inocencia a mi voz—. ¿Vas a dejarme así, Ali-chan~?
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
  16.  
    Amane

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    Para cuando decidió replicarme por mi comentario sobre su sabor, yo ya estaba demasiado ocupada en tareas más importantes como para responderle algo de vuelta. Se me escapó un gemido algo más fuerte que los anteriores cuando me mordió la piel y solo fui capaz de calmarme un poco al sentir que el ritmo de sus dedos disminuía, gracias a que yo misma había decidido centrarme algo más en su entrepierna. La verdad es que no hubiera tenido mucho problema en ser el único centro de atención, pero ya que el muchachito se estaba portando tan bien conmigo...

    No esperé ninguna reacción específica del chico cuando me desvestí de la parte superior, las neuronas seguían regándome lo suficiente como para recordar que Kohaku no era el prototipo de tío que me tiraba, pero eso no evitó que me quedase prendada de su rostro mientras me quitabas la prendas. To be fair, no había nada más que mereciese la pena mirar, y su carita estaba especialmente bonita en esos instantes~. Su comentario, si bien algo irónico, consiguió sacarme una sonrisilla complacida aun así.

    I know~ —contesté con cierta soberbia, pues su tono no iba a cambiar lo que yo ya opinaba de por sí.

    El chispazo que sentí cuando me tocó el pecho se fusionó con la sensación todavía más placentera que me proporcionó el choque contra su entrepierna, y ni siquiera necesité su indicación para retomar el ritmo de mis caderas, que se movieron casi por instinto al rozarlo. Centró su boca en uno de mis pezones y perdí de golpe el poco control que había conseguido recuperar. Los gemidos retornaron con incluso más fuerza, así como lo hizo el agarre que volví a buscar contra su cabello, y necesité un par de segundos extras para procesar sus palabras posteriores.

    Tragué saliva al mismo tiempo que me ponía en pie, lo suficiente como para permitirle bajarme las bragas, y aproveché el movimiento para desabrocharle por fin los pantalones. No me hice de rogar y rodeé su miembro con la mano apenas terminé de sentarme de nuevo en su regazo. Empecé a masturbarlo con movimientos lentos, manteniendo la mirada sobre su rostro para captar todas sus reacciones, y gracias a ello supe cómo ir subiendo de manera gradual el ritmo de mi mano.

    >>You know, maybe I should —retomé en respuesta, sonriendo mientras pasaba el pulgar por la punta—. I mean, ¿ni un mísero "por favor"? What a brat~

    Pura mierda, por supuesto. Mientras soltaba eso, tanteé mis bolsillos con la otra mano y saqué mi monedero, donde tendía a llevar más condones que dinero casi siempre. Saqué uno, lo abrí y se lo coloqué con cuidado. A los pocos segundos, me posicioné sobre su miembro y me lo introduje poco a poco, sin ninguna clase de prisa, hasta que lo sentí llenándome y el cuerpo entero se me estremeció. Dejé salir un suspiro tembloroso y empecé a moverme, tras rodear su cuello con ambos brazos y volver a buscar sus labios con los míos. Aceleré el ritmo de mis caderas y, después de haberlo besado durante otro buen rato, le mordí apenas el labio inferior antes de hablarle entre jadeos.

    >>¿Te gusta así?
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
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