Baño de chicos (Tercera planta)

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Yugen, 3 Diciembre 2020.

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    Gigi Blanche

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    A duras penas venía procesando lo que acababa de ocurrir en la azotea cuando Alisha se materializó frente a mí de repente, frenando mi andar distraído en seco. No me dio tiempo siquiera de reaccionar, lo siguiente que supe fue que se había enredado a mi brazo y me estaba llevando con ella. Las similitudes me estiraron una sonrisa divertida e incluso algo irónica en los labios. ¿Que tenía que hablar conmigo, decía?

    —No puede ser, ¿tú también? —comenté al aire.

    Bueno, esto era considerablemente mejor que lidiar con Shinomiya, así que la tontería logró relajarme bastante el cuerpo. Cedí a sus intenciones, cualesquiera fueran, y mi sonrisa se estiró al cruzar la puerta del baño masculino. Recorrí el espacio con la vista, comprobando que se encontraba vacío, y me desprendí de su agarre con suavidad para avanzar algunos pasos mientras ella cerraba. Apoyé las caderas en la línea de lavabos y regresé los ojos a ella, aguardando con las cejas levemente alzadas.

    Estaba preparado para... bueno, en general nada me sorprendía demasiado, pero su pregunta estuvo a punto de arrancarme una carcajada. La contuve, por suerte, y mi sonrisa sólo se ensanchó. Permanecí en su rostro, el tinte de su semblante, y ponderé durante un par de segundos cómo responder, cuánto ceder, qué concederle. El secuestro tan repentino se parecía al hartazgo, ¿no? ¿Cuánto tiempo llevaría pensando en esto? ¿Aiden le habría dicho algo?

    —Y yo pensando que me obsequiarías algún chocolate... —Suspiré, decepcionado, y usé la sonrisa serena de siempre—. ¿Él te dijo eso?

    Claramente no, pero por oír su respuesta~

    me considero felizmente secuestrada uwu
     
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    Amane

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    Well, well... aren't you just Mr. Popular, then? —bromeé tras escuchar su comentario, la diversión de mi tono siendo mucho más genuina en aquella ocasión.

    A pesar de su aparente queja, el muchacho se dejó arrastrar sin demasiado problema; tampoco era como si el pobre pudiese hacer mucho contra mí, de todas formas. Se liberó de mi agarre una vez nos adentramos en los baños, aprovechando que yo me había quedado cerrando la puerta, y cuando volví a girarme en su dirección, lo vi tan tranquilo apoyado sobre los lavabos. Kohaku nunca me había parecido del tipo de tomarse las cosas muy a pecho, así que no me sorprendió para nada que estuviera tomándose mi atropello con tanta calma.

    Lo que sí me sorprendió un poco más fue que hubiera decidido darle vueltas a la respuesta. ¡Era una pregunta muy sencilla con una respuesta todavía más sencilla! ¿No podía haber dicho un simple "sí" o "no"? ¿Pretendía jugar conmigo? ¡Qué cabroncete! Me crucé de brazos, frunciendo el ceño al mismo tiempo, y mantuve la distancia entre nosotros, sopesando si aquella información merecía tanto la pena.

    >>Para eso tendríamos que, por lo menos, haber terminado lo que empezamos en uno de estos —acabé por contestar con una sonrisilla, señalando los cubículos con la cabeza—. Pero puedo comprarte una chocolatina de la máquina, si te hace mucha ilusión~ —añadí, ensanchando apenas la sonrisa durante un par de segundos, hasta que la perdí al volver a suspirar—. No, no me ha dicho nada. Me ha estado ignorando desde ese día, de hecho —lo que solo lograba torturarme más, por supuesto—. No voy a hacer nada con lo que me digas, te lo prometo, así que... ¿por favor?

    Lo iba a matar de manera tan dolorosa por hacerme pasar por aquella humillación, for fuck's sake...
     
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    Gigi Blanche

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    Qué manía la de estos extranjeros de ponerse a hablar en inglés como si todos pudiéramos entenderles, ¿no? Bastante egocéntrico de su parte. Capté algo de "Mister Popular" y supuse que se refería a mí, eso y el tonito sarcástico completaron la idea y me permití una risa floja.

    —¿Recién te enteras? —respondí, con el mismo nivel de desfachatez.

    Le reclamé la ausencia de chocolates y desvié la mirada a los cubículos apenas ella los mencionó, sin perder la sonrisilla. El prospecto del premio consuelo de la máquina me causó gracia y me encogí de hombros, sin darle una respuesta concreta de momento. Luego alcé las cejas, como si la cosa no fuera conmigo, al descubrir que Aiden venía "ignorándola" desde el día que quedamos en el parque. No creería ni por un segundo que aquello se relacionaba conmigo, no tenía el más mínimo sentido, pero a ojos de Alisha la posibilidad existía, ¿cierto? Y la incertidumbre le comía la cabeza.

    —Suenan bastante cercanos para ser ex, ¿no? —apunté, despegando las caderas de los lavabos y guardando las manos en los bolsillos—. Que te ignora, dices. ¿No debería ser lo normal?

    Tenía que apiadarme de ella, ¿cierto? Incluso me lo estaba pidiendo por favor. Pero lo que me pedía era información premium, del tipo que le había negado a Anna esta mañana. No había manera de que la consiguiera con facilidad. Tal vez quisiera ver hasta dónde podía jalar de la cuerda sin romperla, o qué... métodos servirían para subsanar el corte.

    —Nunca te pregunté bien qué fue lo que pasó aquí —murmuré, abriendo la puerta de un cubículo con el pie, y la miré de soslayo—. ¿Me refrescas la memoria~?
     
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    Amane

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    Rodé los ojos de manera algo exagerada tras recibir su comentario, negando también un par de veces con la cabeza para añadirle algo de teatro extra al asunto, y al final dejé morir el tema ahí, pues decidí no añadir nada más al respecto. Sobre el asunto de la chocolatina no me respondió nada, aunque noté en su sonrisa la suficiente diversión como para hacerme pensar que podría cumplir con la propuesta, why not? Quizás dependería de cómo acabase aquella conversación, aunque por el momento su respuesta solo había conseguido hacerme fruncir todavía más el ceño.

    Oi, that's none of your business —repliqué bastante a la defensiva, aunque al instante me di cuenta de ello y me obligué a relajar el cuerpo, apartando la vista hacia un lado—. Es complicado, ¿vale? No me ha dejado en paz desde que ha venido a Japón y cuando lo ha hecho ha sido para intentar conseguir algo de mí. So... no me estás ayudando en absoluto, ¿sabes?

    Para mi más absoluta sorpresa, Kohaku pareció querer colgarse del asunto de los cubículos más de lo que había podido anticipar. Mi mirada prácticamente se disparó en su dirección cuando retomó el tema, haciéndome alzar las cejas con evidente sorpresa, y se me escapó una risa incrédula mientras lo repasaba con la vista. ¿Acaso estaba intentando distraerme? The little shit. Separé los brazos antes de caminar en su dirección y, una vez alcancé su posición, deposité una mano sobre su pecho. Le insté a girarse hasta colocarse de espaldas al cubículo y lo empujé con cuidado al interior del mismo, sentándolo sobre la tapa del váter mientras cerraba la puerta con la otra mano.

    >>¿Te va sonando o necesitas más ayuda~? —cuestioné en un murmullo, habiéndome inclinado lo suficiente como para hablarle al oído.
     
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    Su respuesta inicial a mis preguntas fue bastante brusca, y mi única reacción se limitó a un leve arqueamiento de cejas. Había tropezado con una ex pareja bastante conflictiva, ¿eh? Se notaba que había bastante historia entre ellos y que buena parte probablemente no fuera feliz, y aún así insistían en mantener el contacto. Bastante tonto de su parte, ¿verdad? Alisha pareció notar el tinte de su respuesta y se forzó a retroceder. Que Aiden no la dejaba en paz, decía, y que si de repente la ignoraba era para rascarle algo. Sonaba a que tenía control sobre ella. La idea fue desde hilarante hasta curiosa. ¿Alisha Welsh no era, acaso, el espíritu libre y rebelde, la rubia despampanante de la escuela que hacía y se liaba con quien le saliera del coño? Vaya fachada, y vaya decepción.

    Hasta ella llevaba una correa al cuello.

    —¿No serás tú la que no se ayuda a sí misma? —repliqué, habiendo elegido escupir el pensamiento tras un breve debate mental, y alcé las manos en señal de paz preventiva—. Sólo digo. A veces la ignorancia es felicidad, ¿no?

    Si el tipo la controlaba y eso a ella le daba rabia, no abogaba por su causa el hecho de arrastrarme aquí a soltarme el interrogatorio. En cualquier caso, temía excederme y acabé trayendo a colación la estupidez de los cubículos para mechar la tocada de ovarios con una bella distracción. Alisha cedió, se acercó y me empujó al interior de la unidad que había abierto previamente. Me senté en la tapa del retrete, obediente, y la recibí en mi espacio sin el menor de los problemas. Su voz fue cálida contra mi oído y sonreí.

    —Me va sonando —afirmé, en un murmullo—. Creo que... estaba esto también, ¿no?

    De mi bolsillo extraje el mechero y la cajita de Altoids de toda la vida. Saqué un porro empezado, se lo mostré junto a una sonrisilla y lo sostuve entre mis labios. Seguí hablando mientras guardaba la caja y jugueteaba con el encendedor entre mis dedos, sin dejar caer el cigarro.

    —Ahora que lo pienso... algo así también pasó en el parque —dije como si nada, pretendiendo que captara el mensaje, y le extendí el aparato—. ¿Tal vez vaya recordando sobre la marcha~?
     
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    Si las miradas pudieran matar, Kohaku no habría pasado de la primera pregunta que me hizo. Por desgracia, ese no era el mundo en el que vivíamos, así que me tuve que conformar con simplemente fulminarle con la vista mientras seguía hablando. ¿Él qué sabía para andar opinando cuando nadie se lo había pedido? Si no quería responder a mi más que inocente pregunta, que lo hubiese dicho desde el principio y ya, hombre.

    Whatever —solté tras resoplar de mala gana, rodando apenas los ojos al mismo tiempo.

    Al menos aquello me había hecho darme cuenta de que yo tenía razón; por muy bonito que hubiera sido el discurso de Kakeru, la realidad era que no podía anticipar la reacción de Joey ante todo ese embrollo. Nada le impedía enfadarse por no haberle dicho nada antes, o juzgarme por seguir manteniendo el contacto con él, o simplemente no querer lidiar con esa parte de mí. Sabía que me quería, y no dudaba ni por un segundo que el sentimiento fuera genuino, ¿pero hasta dónde lo haría? Aiden había dicho que me quería, y mi padre también antes de hartarse y despacharme al otro lado del océano.

    Alejé esos pensamientos antes de que tomaran más forma en mi cabeza y decidí que era mucho mejor centrarme en lo que tenía delante. Si Kohaku no quería responderme a cambio de volver a meterse en el cubículo conmigo, no sería yo la que fuera a desaprovechar aquella oportunidad de oro. Se dejó hacer sin queja aparente y me sonreí ante su afirmativa, irguiéndome después para mirarlo con curiosidad. Alcé una ceja inquisitiva cuando trajo a colación el parque, aunque al segundo relajé la expresión con una nueva risa nasal, y cogí el encendedor para inspeccionarlo durante un par de segundos.

    >>Mmm... creo que tengo algo que va a ayudarnos más en nuestra misión —aseguré, sin perder la sonrisa sedosa en ningún momento, y me guardé aquel mechero en el bolsillo de la falda, sacando en su lugar el que le había robado aquella vez—. ¿Te suena~? —canturreé, zarandeándolo un poco entre mis dedos.

    No esperé a recibir su respuesta, de todos modos. Me senté en su regazo con cuidado y prendí la llama frente a su rostro, esperando un segundo de nada antes de bajarla para encender por fin el porro. Me volví a guardar el mechero en el bolsillo y deslicé los brazos por sus hombros, aprovechando la postura para juguetear de manera distraída con su cabello.

    >>Y ahora... —murmuré al aire, entornando los párpados al bajar la vista a sus labios.
     
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    Toda la respuesta que recibí a mi cuestionamiento fue una mirada que pretendió asesinarme, y con ello resolví que la chica no tenía ganas ni estaba lista para cuestionarse nada. Y yo, claro, la dejé ser. No me concernía en absoluto, para empezar. Su humor dio un giro de ciento ochenta apenas la invité a ayudarme con ciertos recuerdos borrosos y pensé que, en realidad, una parte suya no debía querer una respuesta. Me senté en el retrete y la vi guardarse el encendedor con una sonrisa que mutó en una risa leve.

    —¿Vas a robarme otro? —cuestioné, y desvié la vista al mechero viejo, asintiendo—. Me suena, sí. Se parece sospechosamente a uno que perdí hace poco...

    Mientras hablaba, percibí sus intenciones de acercarse y no moví un dedo para detenerla. De hecho, mis manos se ubicaron a los costados de sus caderas y las suspendí allí, sin acentuar el contacto ni ejercer presión de ningún tipo. Estiré el cuello, inhalé del porro cuando acercó la llama y le di la primera calada, tranquila y profunda, mientras Alisha se apoyaba en mis hombros. Su puntapié tan distraído me acentuó la sonrisa y despegué una mano de su cuerpo para quitarme el cigarro de la boca. Me mantuve en sus ojos a todo momento, y con la misma mano la insté a inclinarse hacia mí empujándola suavemente desde su espalda.

    Como la noche del parque, no podía decir una palabra hasta nuevo aviso. Volví a estirar el cuello y entreabrí los labios, pero esta vez teniendo cuidado de no tocar los suyos. Una vez me liberé completamente del humo, la sonrisa me descubrió la dentadura y busqué sus ojos, sin modificar la distancia.

    —Le gustó la hierba, así que hicimos esto un par de veces —susurré, buscando medir sus reacciones, y colé el brazo entre nosotros para situar el porro entre sus labios—. Con tu ex, digo.


    Al liberarme la mano la regresé a su cadera, pero esta vez la afirmé por completo y la deslicé hacia su espalda baja, manteniendo su cuerpo cerca de mí.
     
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    Amane

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    —¿Robarte?
    I would never, my sweet love~ —abogué, con absoluta inocencia, y hasta pestañeé un par de veces extra para añadirle credibilidad a mi expresión—. ¿En serio? Qué casualidad. ¿Será que estábamos destinados a encontrarnos~? —solté con toda la desfachatez del mundo, algo risueña también.

    El chico siguió aceptándome en su espacio sin mayor inconveniente, lo que logró sacarme una sonrisa de pura satisfacción, e incluso sentí sus manos apoyándose en mis caderas una vez terminé de acomodarme en su regazo. Con el porro ya encendido, mantuve la vista sobre sus facciones durante todos sus movimientos, y una nueva cuota de satisfacción me alcanzó el cuerpo cuando me dejé inclinar en su dirección, justo antes de abrir los labios para recibir el humo de los suyos.

    Pestañeé con pesadez en cuanto nos separamos, dejando salir un suspiro relajado al mismo tiempo, y no registré del todo lo que estaba diciendo hasta que mencionó de nuevo la palabra maldita. Volví a fruncir el ceño al escucharlo, en un gesto casi instintivo, y si no reaccioné más allá de eso fue simple y llanamente porque su tacto en mi espalda baja consiguió distraerme lo suficiente. Relajé la expresión a consciencia, dándole una calada al porro en el proceso, y un brillo de malicia me alcanzó los ojos cuando hundí una de las manos en su cabello, tirando apenas de él para posicionar mejor su cabeza.

    Acorté la poca distancia que nos separaba para pasarle el humo, habiéndome quitado un segundo antes el cigarro con la mano libre, y apenas terminé de hacerlo, me empujé contra su boca para besarlo con intensidad. Afiancé todavía más los dedos entre sus hebras y no tardé en colar la lengua con intención, manteniendo el ritmo hasta que sentí el deseo de también mover las caderas en busca de contacto; pude controlar el impulso al separarme, aunque no sabía cuánto tiempo sería capaz de soportarlo.

    >>¿Y esto también le gustó? —cuestioné en un jadeo contra sus labios, con un tono de voz que no dejaba espacio a réplicas; ahora estaba prácticamente convencida de que al menos se habían besado, no tenía sentido negarlo.
     
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    Su respuesta vino cargada de tanto, pero tanto descaro que la risa que solté fue pura incredulidad. Me resigné al evidente destino de no ir a recuperar mi viejo encendedor nunca, y al menos me dejé una nota mental para pedirle este de regreso. Las tías como Alisha eran rápidas y algo impredecibles, y al menos desde mi experiencia tendían a exhibir cierto afán por apropiarse de lo ajeno. Un hábito de... recolección de trofeos, si se quiere.

    —Si el destino te reservó conocerme a mí, te diría que se parece más al karma —anoté, divertido, sin especificar los motivos.

    Había, sin embargo, dos argumentos simples y claros: primero, era extremadamente volátil y desapegado. Y segundo, pero aún más importante, las chicas no me volvían muy loco. Tenía algo de experiencia en el bolsillo, uno en la vida debía probar para conocer, y justo por eso era muy consciente de mis preferencias. Eso no invalidaba, claro, las excepciones. Surgían de imprevisto y no solían responder a patrones claros. Le pasé el humo sin tocar su boca y no sentí gran cosa, pero al recibir el jalón de pelo un chispazo me recorrió la espalda y cuando me besó, cuando empujé su lengua con la mía, recorrí su espalda y apreté su muslo entre los dedos, la idea que flotaba en el aire se condensó de repente.

    ¿Qué diría Aiden de esto?

    Era una estupidez colosal, una noción de privilegio que oscilaba entre el placer físico y la lisa y llana superioridad. Claramente aún quedaban muchos asuntos irresueltos entre este par de gringos, ambos buscaban y esperaban del otro cosas que no podían permitirse, fuese por orgullo o por simple instinto de supervivencia. Me habría contentado divirtiéndome con él, el imbécil me atraía bastante, pero en el momento que Alisha se plantó frente a mí con el interrogatorio de turno lo tuve terriblemente claro.

    Podía tomar de ambos lo que se negaban entre ellos.

    En el momento que se separó adquirí consciencia del espacio. El peso de su cuerpo en mi regazo, la textura de su piel, el roce del borde de la falda contra el dorso de mis dedos. Absorbí su tenue aroma al inhalar, dulce, típicamente femenino. Su respiración chocaba contra mi boca y parpadeé con pesadez, recorriendo los diferentes puntos de su rostro hasta alcanzar sus ojos. Un sonido afirmativo vibró en mi garganta mientras me repasaba los labios entre sí, dándole la respuesta que demandaba, y me pregunté si no estaría ella, también, buscando una parte de él en mí.

    Me mantuve en sus ojos y asumí que interpretaría mi mirada. Me incliné más despacio y volví a besarla, deslizando los dedos lentamente bajo la falda; la otra mano permaneció anclada a su cintura. Ladeé el rostro, profundizando el beso, y supe que esto, también, respondía a una necesidad inmediata y cobarde. No me amedrentaba, siquiera me generaba una pizca de culpa, sólo era consciente de mis defectos y motivaciones. Siempre lo había sido.

    Quería olvidarme del lobo.

    —Así me pareció —conecté a mi afirmación anterior, pese al tiempo transcurrido, y deslicé los labios húmedos por su mejilla y en descenso—. En especial esto.

    Cerré los ojos, besé su cuello y las sensaciones, los recuerdos se solaparon. Por un instante el espacio se oscureció, la tibieza del crepúsculo se imprimió contra mi piel y en mi nariz danzó su colonia amaderada. Esbocé una sonrisa sutil y mis labios fueron bajando, dándole besos cada vez más intensos. Expandí los dedos, mi pulgar quedó a centímetros de su ropa interior y apreté con fuerza. Repasé su piel con la lengua, no me dio la gana contenerme, y subí a su oído.

    —Lo hubieras oído suspirar —evoqué, respirando de forma parecida, y el cuerpo volvió a cosquillearme; le dejé un beso junto a la oreja—. Hubieras visto cómo volvió a besarme.
     
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