Baño de chicos (Tercera planta)

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Yugen, 3 Diciembre 2020.

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    Gigi Blanche

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    El muchacho aceptó la lata sin complicaciones y acentué la sonrisa apenas oír su risa incrédula, pues acababa de medir su contenido e imaginé que debía haberle parecido un chiste lo poco que le quedaba. Y bueno, nada que hacerle, ¿no? Me encogí de hombros en respuesta, ya comportándome con semejante naturalidad como si no acabara de arruinarle la camisa.

    —De momento es todo lo que hay.

    Qué va, si quería que le invitara otra para firmar la paz no iría a quejarme~

    Luego me metí en el baño de hombres como Pedro por su casa y entorné apenas la mirada al notar que el muchacho cerraba la puerta a sus espaldas. Vaya, vaya, pero si eso ni tan necesario era. ¿Acaso acababa de dar con una joyita bastante más interesante de lo que cualquiera estimaría de primera mano? Primero Katrina y ahora este muchacho, ¿tan suertuda era?

    Seguí sus movimientos con bastante precisión, la curiosidad que le cruzó el semblante al verme abrir el grifo y cómo se deshizo de la lata y el maletín. Regresé a sus ojos, atenta, y la sonrisa me suavizó los ojos al menear la cabeza. ¿Se estaba disculpando por exhibicionismo? Joder, que no me dijera eso que empezaba a emocionarme y todo.

    Don't worry —susurré, valiéndome de la acústica de los baños.

    Se giró hacia los cubículos, lo cual me decepcionó un poquito pero tampoco iría a quejarme ni a pedirle mayor cosa. Se quitó el blazer, aflojó su corbata y en ningún momento le quité la vista de encima. Qué va, estaba en mi puta salsa y nunca me molestaba en disimular esas mierdas. ¿Tenía a un tío de lo más guapo desvistiéndose frente a mí y me lo iba a negar? No, señor.

    —¿Quizá? —sopesé a su duda, deslizando los dedos por el borde del lavabo al reajustar mi posición. El muchacho había empezado a tratar su mancha y me quedé allí, así implicara que la distancia fuera bastante corta—. Tampoco es tan grave, ¿verdad? No estamos haciendo nada raro~

    Lo miré a los ojos al decir aquello último y ladeé un poco la cabeza, aguardando a recibir su atención antes de volver la mirada a lo que estaba haciendo, el movimiento de sus manos y su camisa bastante mojada.

    En serio, pero qué vistas.

    —Y en cualquier caso, sólo me preocupaba mucho haber arruinado tu camisa y quería procurar que el asunto no pasara a mayores, o de lo contrario me sentaría super, super mal. —Ni me molesté en disimular que mi mohín era de lo más impostado, si al instante sonreí divertida—. ¿Qué dices? ¿Suena convincente?
     
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    ¿Lo único que había?

    Sí claro, tenía más cosas allí de las que seguro la chica no estaba notando, la seguro satisfacción que había logrado ver de forma sutil de haberse quedado a solas aunque solo fuera por el acto inocente de cerrar la puerta de entrar, la forma en la que no había despegado sus ojos de él ni siquiera un segundo, todavía atenta a todos los movimientos que hacía.

    Lo llevaba a preguntarse incluso qué cara habría puesto si hubiera decidido ser algo mas descarado y comenzar a quitarse todo frente a ella.

    Dejó su blazer bien acomodado en la esquina de uno de los lavabos para que no se mojara y ya que su corbata estaba floja podía iniciar a desabrocharse la camisa, no planeaba bajo ninguna circunstancia solo tirarse agua con el riesgo de hacer todo más grande y desastroso. —No, no estamos haciendo nada malo, tienes razón —Ya con su camisa abierta pudo estirar parte de la tela para echarle algo de agua, acortando apropósito un poco más la cercanía entre ambos como si no fuera algo realmente que le preocupara—, pero te podrías meterte en problema solo por querer procurarme de más, ¿no?

    Estaba allí exhibiéndose frente a ella como si se conocieran de toda la vida, mojando y escurriendo la parte de la tela que había escogido para tratar de desaparecer aquel color de la soda y para su suerte, parecía estar funcionando.

    —Quizás si pones un poco más de pena en tu voz y el mohín sonará mucho más convincente —O bien, a él le funcionaba bastante mezclar esas cosas. Detuvo su acción cuando sintió que ya había sido suficiente para ese lado que estaba limpiando y mojó la punta de su nariz con su dedo índice —. Me llamo Sean, por cierto, si vas a querer seguirme viendo tendrás que rodearme porque me queda este lado de mi camisa~

    Comentó algo juguetón mostrándole la tela, luego ya tendría que limpiarse el torso, pero tenía que ser considerado para que siguiera disfrutando esas vistas su tan considerada compañía.
     
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    Gigi Blanche

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    No me había preocupado demasiado por quitarme la duda de si el chico había seguido la intención de mis movimientos, la verdad, en tanto no huyera o demostrara particular desagrado yo podría seguir a lo mío sin pensar una mierda. Era lo que siempre hacía, vamos, haciendo y deshaciendo a mi puto antojo. Como cuando me puse a usar a Kashya de muñeca de vestir en el walk-in closet de la fiesta que, bromas a un lado, decía bastante de mí misma. Además ¿y qué si lo notaba? ¿Iría a avergonzarme o detenerme sólo por eso?

    Todos sabíamos que no.

    Al parecer el numerito exhibicionista no había acabado con el blazer y la corbata, si el niño se puso a desabotonarse la camisa y yo no sabía si descojonarme o agradecerle a algún santo por tremenda suerte. No se la quitó, claro, pero no tenía forma de negar que aquel era un muy, muy buen espectáculo. Buscó echarle agua a la tela, estaba tan cerca que por un momento creí olisquear su aroma y, no sé, ¿se habría puesto colonia hacía poco? Porque seguía siendo bastante fuerte. Me sonreí, estirando el brazo sobre el borde del lavamanos, y arrimé la cadera al mismo antes de subir a sus ojos. Murmuré un sonido afirmativo a lo de que podía meterme en problemas estando allí, y por la gracia se me asemejó al ronroneo de un gato.

    —Pues sí —murmuré con simpleza, y la diversión se me coló en la voz—. Pero ¿no está bien algo de riesgo de vez en cuando?

    Luego me dio unos consejos sobre cómo sonar más convincente y le presté mucha atención, replicando lo que destacaba. Acentué el mohín en mi rostro y me eché un vistazo al espejo antes de volver a sus ojos.

    —¿Así? —murmuré, con la mejor carita de borrego degollado que tenía, y hasta le hice ojitos y todo—. Pero, dire, le juro que no hicimos nada~ No fue mi culpa que el chico anduviera en paños ligeros.

    Bueno, técnicamente sí era mi culpa, pero colaba. Luego de fingir que hablaba con la directora relajé el semblante, notando que al parecer había acabado esa parte, y alcé un poco las cejas tras escucharlo. Pero bueno, ¿eso no era una invitación de lo más abierta? ¿Y qué le hacía creer que albergaba algún interés por mirarlo?

    ¿Tan obvia era~?

    Me sonreí, ya sin disimular ni un poco la satisfacción que me provocaba saber que andábamos en la misma página, y suspiré con cierta cuota de dramatismo antes de deslizar la mano hasta alejarme del lavabo.

    —Morgan, encantada~ —canturreé, navegando el espacio distraída, y un par de segundos después eché la espalda sobre el divisor del cubículo a la derecha, cosa de poder seguir viéndolo en el reflejo del espejo—. ¿Desde aquí te parece bien? ¿O prefieres que me acerque~?
     
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    Incluso aunque no la estuviera mirando de la forma más atenta del mundo como ella estaba haciendo, estar disfrutando el espectáculo que le brindaba la periferia de su vista era lo único que necesitaba, ya sentía que había tenido suerte al toparse a Zeldryck para entretenerse un poco pero parecía que hasta el destino le estaba dando la total razón a su padre, Japón quizás si era su lugar ideal para estar, concretamente aquella escuela de niños ricos y demás.

    No podía haber alguna otra clase de explicación.

    —Vivir sin alguna clase de riesgos sería bastante aburrido, sí, pero definitivamente no me vi en mi primer día experimentando uno —Rio un poco como si realmente no hubiera hecho cosas peores en otros posibles primeros días que tenía —, así que, gracias por la sorpresa~—La sonrisa que había mantenido de diversión se convirtió en algo más orgullosa cuando vio aquella nueva expresión que estaba haciendo, incluso deteniéndose para aplaudirle un poco, asintiendo repetidas veces.

    —Justo así, nadie sospechará seguro... seguro hasta se disculpan por el inconveniente causado y todo.

    La vio alejarse, conteniendo las ganas de simplemente relamerse los labios por volver a tener una segunda mirada en ella por completo por el tiempo que ella no le estaba viendo, y ahora a él le tocó hacer un suave puchero de desacuerdo cundo la vio tan lejos, iniciando nuevamente a hacer el proceso de mojar la tela en el agua para sacar la mayor cantidad de soda absorbida.

    —Siento que con la distancia de antes disfrutabas un poco mas las vistas, ¿no? —Dramatizó al igual que ella, soltando incluso un suspiro —, si es que ya hasta siento algo de frio por la distancia entre ambos Morgan, ¿podrías acercarte de nuevo? —El mohín de desacuerdo pasó a tristeza y hasta su tono de voz había cambiado a uno más de súplica, si quería disfrutar la situación haciéndole esas preguntas podía engrandecerla incluso un poco más colocándose en esa posición.
     
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    —¿Primer día? Ah, vaya. —Su respuesta genuinamente me hizo gracia y alcé las cejas, ensanchando la sonrisa—. Bueno, entonces ha sido mi placer agregarle a tu primer día su necesaria cuota de riesgo. Ya sabes, para no olvidarlo luego~

    No que me importara convertirme en la tía que le había echado Coca encima en su primer día, si sonaba a una gran anécdota y todo, pero para el caso colaba. De paso se me ocurrió preguntarle qué mierda hacía empezando tan tarde, pero yo también me había atrasado un par de días así que ni modo. En esa escuela eran raros.

    Atender a su reflejo en el espejo acabó siendo un puto poema, de verdad. El tío este no se contentó con fruncir los labios en un mohín de pura decepción, sino que acabó luciendo genuinamente triste y logré tragarme la risa, pero no disimulé la amplitud de mi sonrisa. ¿Que había empezado a sentir frío? Pero bueno, iba a meterme ideas de mierda en la cabeza y luego se tendría que hacer cargo.

    Such a daring boy.

    —Ah, a ti también te sale muy bien eso de dar pena —le concedí, risueña, y me colé en el cubículo para agarrar unas cuantas servilletas de papel. Regresé junto a él, de lo más obediente, y le sonreí con una inocencia que era para cagarse de risa—. ¿Tienes frío, cariño? Seguro es por cuán mojada llevas la camisa, pobrecillo.

    Aprovechando que total la tenía desabotonada y cada mitad iba con bastante independencia, mientras limpiaba su parte yo presioné las servilletas sobre la otra. Contra su torso, obvio. Aguardé hasta que el papel se empapara y repetí el proceso con movimientos suaves, como si no lo anduviera tocando sin permiso.

    —¿Mejora? —le pregunté en un susurro, buscando sus ojos desde abajo.
     
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    —Será un gran día para recordar seguro por tan original presentación que surgió solo por un pequeño accidente. —Y claro, muchísimas cosas más que lamentablemente nunca sabría Morgan y tampoco contaría. Tener una casa prácticamente para si mismo sin alguna clase de vigilancia extra cerca hasta poder tener la experiencia de vivir "solo" apenas llegara el inicio de la otra semana, molestar al querido amigo y claro, toparsela.

    Si más cosas terminaban agregándose a la lista en el transcurso del día lo iba a disfrutar bastante.

    —Me declaro culpable, cosas que desarrollas para que tus padres te dejen ir con amigos de una vez por todas.—Crearse falsos historiales no era nada nuevo en él y un nuevo país merecía un nuevo lienzo en blanco para pintar sus ocurrencias. La observó acercarse con la mayor de la curiosidad al pensar en qué cosa pudiera animarse a probar ahora a Morgan, y tenerla allí siguiendo el hilo de chico desamparado solo lo motivaba a volver al tono que había utilizado para animarla a acercarse.

    —Un poco sí, quiera o no tener a alguien cerca siempre ayuda también a ignorar un poco lo que puede causar el agua...—La posiblidad que le ayudara con su torso había estado desde que decidió simplemente abrirse la camisa, pero como todo podía haber variantes y la qué había tenido en su cabeza era que con alguna servilleta mojada iniciara con algunas clase de excusa del azúcar que seguro tenia por el accidente, pretender que estaba también frío para acentuar su respiración o algo por el repentino tacto de temperatura, contraer algo el área del vientre para tener también una reacción mas visual.

    Detalles simples para verse algo más dispuesto.

    Pero la variante recibida también estaba muy bien, no se quejaba para nada. Exprimió una última vez la tela antes y cerró el grifo para que el agua dejara de correr y ahora era él quien estaba atento a sus movimientos, respirando lento y hondo para poder dejar salir el aire por su nariz de forma algo pesada.

    —... Mejora con tu ayuda sí —Aunque su diestra estaba algo húmeda y muy seguramente fría por el agua delineó parte de su rostro hasta acomodar un pequeño mechón de cabello tras su oreja con sumo cuidado, incluso ya tenía un tono más tranquilo y bajo por la cercanía—, pero dijiste que era culpa de mi camisa, ¿Debería de quitármela y dejar qué se seque allí por el secador? Así no tendré nada húmedo en mi...—Dió una suave caricia con el pulgar en su mejilla, con su mirada estaba completamente centrada en sus ojos, como si su respuesta fuera lo más importante en ese momento para él.
     
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    Con cada pequeño detalle me iba construyendo una imagen más fidedigna de Sean, o al menos así me parecía. Era descarado que te cagas, en ese sentido me recordaba a Joey, y no sabía si adjudicarle su liviandad a tendencias fuckboy a secas o a otra cosa. Claro, no tenía razones para pensar que era un puto loco de la guerra, de modo que siquiera lo sopesé. Ni que tuviera un sexto sentido o me preocupara tanto la verdadera esencia de las personas en tanto me dieran lo que esperaba de ellos.

    —¿Padres estrictos? —sopesé, luego de saber que recurría a sus super técnicas para convencerlos—. ¿O idiotas a secas?

    Yo nunca me había preocupado por jugar el papel de niña buena y cuando me apetecía salir de casa siempre me había escabullido a mitad de la noche y ya. Luego mamá notaba mi ausencia y sobrevenían los problemas, pero realmente nunca había tenido los santos huevos como para castigarme o vigilarme las veinticuatro horas del día. Suponía que una parte de ella jamás había sentido el derecho de ejercer su autoridad o no le preocupaba tanto como debería, y de ahí que llegara a sentir que ya no era mi madre.

    En fin, que eso ya había quedado en el pasado.

    Sean cerró el grifo y fui repentinamente consciente del silencio. Podía oír su respiración pesada con una claridad impresionante, cosa que sólo contribuyó a mi satisfacción, y un escalofrío ligero me tensó el cuerpo un breve instante al recibir sus dedos fríos en el rostro. Estaban apenas húmedos, dejaron un rastro de nada sobre mi piel y me prendí a sus ojos, suavizando la sonrisa. De milagro no solté un jodido ronroneo cuando el cabrón este tuvo el coraje de preguntarme si no debería quitarse la camisa.

    En serio, qué puta joyita.

    Detallé la caricia de su pulgar y entorné la mirada, buscando hacerme suavemente con su mano, esa que mantenía en mi rostro. La envolví, alejándola de mí, y la dirigí hacia la piel expuesta de su torso. Utilicé la punta de sus dedos para acariciarlo y ampliar un poco la apertura de la prenda, siguiendo mis movimientos con la vista.

    —¿Y asistir a clases semi desnudo? —susurré, divertida, y seguí bajando su mano hasta soltarla justo cuando topó con el borde de su pantalón. Regresé la mirada a sus ojos y entrelacé los dedos detrás de su nuca, así no atinara a consumir ninguna clase de distancia—. ¿Acaso está usted loco~?
     
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    Padres estrictos... sí, quizás pudiera meter a sus padres en ese saco, uno donde aunque intentaran ser estrictos solo por su propio interés de sentir que tenían alguien decente en la casa mientras al mismo tiempo eran los que hacían que siempre se saliera con la suya al ir ocultando todos sus fallos terminando en una especie de ciclo extraño de prohibir - ocultar - hacer que nada pasó del cual, sabía que su madre ya estaba harta y por eso tuvo que ser apartada momentáneamente mientras veían que hacer.

    —Estrictos, esperan que solo esté en casa pero eso no es especialmente divertido... —Suspiró como si realmente le pasara todo eso, aunque fuera el típico problema de adolescentes que querían simplemente explorar y disfrutar con gente de su edad —, pero no al punto en que ya no funcione causarles algo de pena para convencerlos.

    Dejando eso de lado, no podía estar más que encantando viendo esas reacciones sutiles que Morgan estaba dando, el cuento de niños buenos quizás se hubiera mantenido si no hubieran entrado al baño a actuar de esa forma como si de pronto hubieran entrado a una dimensión completamente privada donde podían estarse tanteando de una manera muy sutil.

    Se dejó hacer con bastante docilidad para que hiciera lo que quisiera, aunque definitivamente no había visto venir que utilizara su propia mano para tocarlo, sentía que incluso era una verdadera lástima perder esa oportunidad de contacto directo pero no se iba a quejar, si le ponía el hecho de verlo tocarse en cierta forma, no se iba a detener, incluso podía ser hasta un halago.

    Rio con una suavidad, inclinándose un poco para que le fuera más fácil estar allí luego de que tuvo que respirar hondo para todavía mantener la compostura que quería mantener luego de aquel "accidental" tope en su pantalón, solo debía tantear —¿Asistir semi desnudo? No, no para nada... —Habló bajo, incluso se tomó la libertad de descansar una de sus manos sobre su cintura, apenas ejerciendo alguna clase de fuerza o presión para mantener la cercanía que ella había iniciado —, semidesnudo para ti... bueno, eso si es algo que puede pasar, no pienses mal de mi, es solo para que se pueda secar.

    Unió su frente con la de ella con suavidad como todo un buen niño —No estamos haciendo nada malo como para hacer algo como eso, ¿no, Morgan?
     
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    La verdad era que la carita de ángel de este cabrón era para enmarcar, colaba con unas ganas que daban gusto y me daba que si le hubiera interesado montarse el teatro podría haberme convencido sin problema de que era un santo. Habría sido una pena, de paso, porque mira si me perdía todo este show por un capricho pasajero de andar engañando gente. Iba a tener que agradecerle y todo por concederme el privilegio de omitir sus máscaras.

    Al menos algunas de ellas, claro.

    Padres estrictos, ¿eh? Pero no tanto, si les colaba la carita de ángel. ¿Sería un niño de mamá? ¿O a los viejos les convendría cumplirle algunos caprichos? Vete a saber, tampoco era que me importara.

    —¿Cómo culparlos? —repliqué, encogiéndome de hombros—. Con esa cara tan bonita, como para negarte algo~

    ¿Le estaba inflando el ego? Posiblemente pero otra vez, que me preguntaran si me importaba. Su risa fue suave luego de trazar su torso con su propia mano, y me dio que haber tanteado el borde de su pantalón sí que le echó encima alguna sensación, no sé~ Alcanzó mi cintura con una naturalidad bastante impresionante, la presionó incluso, y tuve que tragarme la gracia al recordar que nos conocíamos, como mucho, desde hace diez minutos.

    Visto estaba ya que su franqueza podía ser digna de admiración, desde permitirme decidir sobre su camisa hasta soltarme, así tan fresco, que semidesnudo andaría para mí. ¿Me echaba los perros de forma descarada o era idea mía? Me sonreí, tranquila, y parpadeé lento al unir nuestras frentes. Ahí estaba otra vez, la carita de ángel con la cual seguramente se la colaba a todo dios. A quién iba a engañar, me generaba una satisfacción estúpida hasta el último de sus movimientos, pero yo también era una cabrona y quizá no me apeteciera ir tan rápido, ¿eh? Que seguía siendo una señorita~

    —Tienes razón —susurré, risueña, aún sin despegar nuestras frentes—. Mejor que se seque, cariño, a ver si te enfermas.

    Subí las manos a sus hombros, deslicé los dedos lentamente y justo antes de engancharlos en el cuello de la camisa, como si pretendiera quitársela, me valí del contacto para empujarme hacia atrás. Fue fluido, fue suave y le sonreí ya con la distancia establecida, entrelazando las manos tras la espalda.

    —Creo que el radiador de ahí está prendido —anoté, señalando con la cabeza la calefacción adosada a la pared del fondo—. Nos vemos luego, Sean~

    Me giré con calma y desaparecí fuera de los baños sin aguardar realmente por una respuesta.
     
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    Nekita

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    Que bueno que entendía el punto incluso con una interacción tan simple y sutil que le subía el ego de esa forma.

    Con su carita, ¿cuál era el punto de decirle que no? Era ridículo, no tenía sentido e incluso si sabía que todo lo que se estaban diciendo dentro de esa burbuja que habían armado era solo eso, una clase de fantasía, le alegraba que algo que consideraba real saliera a la conversación con esa facilidad con la misma positividad con la que él lo veía y solo podía sonreírle de manera amable como respuesta mientras asentía a sus palabras para no correr el riesgo de hablar de más.

    Porque si se soltaba algo más de la cuenta... bueno, quizás no disfrutaría tanto el momento como ya lo hacia.

    —Definitivamente no me gustaría preocuparte cayendo enfermo o algo por algo así~ —No movió ni un solo músculo cuando le dio la razón, esperando que ella fuera la que hiciera el movimiento, porque al final no podía quitarle la oportunidad de quitarle la camisa si así lo deseaba, no cuando se había estado comportando tan sumiso para la personificación que estaba dando incluso aunque hubiera dejado salir las cosas quizás mas leves de su personalidad.

    Lamentablemente, Morgan también parecía haberle robado su jugada, separándose de él haciendo que lograra la perfecta cara de incredulidad y ligera tristeza como si hubiera deseado algo más de interacción —Nos veremos luego, Morgan...—murmuró en un tono todavía amigable pese a que cuando se dio la vuelta ya tenía un rostro completamente serio.

    Detestaba cuando le robaban la satisfacción de hacer algo, y dejarla a ella en el baño era algo que había deseado hacer.

    Bufó dándose media vuelta para exprimir las partes mojadas de su camisa con servilletas hasta sentir que ya no había mucha humedad sobre el radiador sin realmente quitarse la camisa en cuestión hasta que sintió que ya podía comenzar a arreglar su uniforme luego de unos largos minutos, tirar lo que había restado de soda a la basura y finalmente, cerrar su blazer. Confiaba que para cuando fuera la hora de receso todo estaría en orden y así, salir de los baños una vez más para dirigirse a su aula.
     
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    Gigi Blanche

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    En serio, este tío poseía una facilidad ridícula para inflarme el puto ego. Con algunas cosas no daba muchas vueltas, ciertas mierdas tendía a limitármelas en determinados contextos pero ¿luego? Venga, no conocía un solo infeliz capaz de sobrevivir a las sombras sin algún que otro vicio. Sabía que utilidad real no poseía, que ese preciso ego era una estupidez pasajera, pero ¿por qué negarme, cuando no había perjuicios en juego y se sentía jodidamente bien? Repasé sus labios en cuanto él se relamió, no me importó que lo notara y volví a sus ojos, dispuesto a cumplir su solicitud que, sin ánimos de ofender a nadie, había sido bastante predecible.

    Es decir, precisamente lo que quería, ¿no?

    Ensanché la sonrisa, fue sutil y de momento sólo archivé la información del tío este colándose en el baño de chicas detrás de Anna. Conque el mismo lugar de lo ocurrido, ¿eh? Le sostuve la mirada un par de segundos más y luego empecé a caminar sin más, colándome en el baño de chicos. Para ser técnicamente correctos tendría que haber bajado, pero mira, qué pereza. Además eran todos iguales.

    Repasé el espacio con la vista mientras repasaba el pañuelo en mi cuello pues porque sí, comprobando que no hubiera nadie, y luego me giré hacia Kasun. Le eché una sonrisa de mierda encima, acercándome a centímetros de su rostro, y presioné su cintura sólo para instarlo a que su espalda encontrara el lavabo.

    —A ver, a ver, déjame que haga memoria.

    Se suponía que venía de hacer negocios, ¿verdad?

    Y mira nada más lo puesto que estaba.

    Ensanché la sonrisa como un genuino lobo y me lancé a su boca sin aviso previo, tal cual con Riamu. Los detalles de mierda no me los acordaba así que fui haciendo lo que me salió de los cojones. Anclé una mano en su nuca, lo presioné contra mí y ladeé el rostro, profundizando el beso. Era algo brusco, pero no cargaba ansiedad ni apuro como tal.

    Luego de unos cuantos segundos me separé apenas unos centímetros y solté una risa nasal, repasando sus facciones antes de buscar sus ojos.

    —Mira, aquí debería subirte al lavabo, pero creo yo que lo rompemos, ¿no?

    Kou estaría orgulloso de incentivar ese cambio de cintita uwu
     
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  12.  
    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

    Leo
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    Denoté al tipo de mi clase perdiéndose en el baño de chicas como el perro halado por la correa, sin embargo no es como si me interesase conocer la historia completa, que hartera andar metiendo las narices en los dramones ajenos. Fue entonces que Shinomiya se quedó fijo en mis labios en lo que me pasaba la lengua, mira que el principito tenía una facilidad ridícula para incitar el que siguiera dentro del juego, ese en donde intentaba comérmelo de poco. Le seguí los pasos hasta el baño, como si bastante igual no me diese el que hubiese gente dentro.

    Venga, que tener a alguien mirando me daba lo mismo.

    Parpadeé fijándome en su nuca hasta que volvió a girarse hacia mí, sin embargo no imité la sonrisa que se tiró el tipejo hasta que se me lanzó encima, sintiendo su tacto en mi nuca a lo que ladeé la cabeza tal y como hizo él, dejándolo dominar al ser una demostración y toda la vuelta. Con las ganas que tenía de volver a comerle la boca desde la fiesta, el que lo hiciese por sí mismo me calentaba, que si se volvía costumbre y todo no me quejaría~

    Ni aunque fuese brusco de por sí, mira como me iban esta clase de mierdas.

    Pasé la punta de la lengua por la comisura de mis labios en lo que éste murmuraba a centímetros de mi rostros, dejando que se me colara la sonrisa de mierda en lo que sacaba la izquierda del bolsillo para ascenderla y deslizar el índice por el pañuelo entorno a su cuello, acariciando por el roce la dermis cerca a su clavícula con una lentitud risible. un par de veces

    —Mejor te enseño lo que te hubiese hecho si me hubiese quedado más tiempo, Kou —murmuré halándolo del pañuelo como si fuese un animal con collar, capturando sus labios en lo que mordía su labio inferior para que abriese la boca, deslizando la lengua dentro en lo que entornaba la mirada. Dejé su pañuelo al acentuar la mano en su espalda baja con maña, como sino lo hiciese sentir lo puesto que estaba al mantenerlo contra mi cuerpo en lo que lo presionaba contra el lavabo.

    Busqué su lengua para jugar con ella en lo que ascendía nuevamente el tacto de la yema de mis dedos por su espalda hasta alcanzar el nacimiento de su cabello, haciendo el amague de empuñarlo, sin embargo apenas y le rocé hasta alejar mis labios y mirarlo entre las pestañas. No me extrañaba el que éste chico pudiese ver las llamas en mis ojos, en realidad nunca me empeñaba en ocultarlas, ese vicio por la saciedad sexual que nunca alcanzaba, el cual me avivaba al ser un principito tan altivo, soberbio. Pff, si es que de rodillas se vería maravilloso.

    Una imaginación ilimitada.

    Desviada de por sí.


    >>¿Qué? —cuestioné con la burla impresa en la voz sin dar un paso atrás aún—, ¿te sigo mostrando lo que te hubiese seguido haciendo~?
     
    Última edición: 10 Julio 2021
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    Gigi Blanche

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    Probablemente lo que más me interesara de este tipo de gente, ya fuesen Riamu o Zeldryck, era la clara predisposición que mantenían a cualquier hora del día para cumplirme los caprichos. No que fuera un salido de mierda, al menos en este tipo de cosas, de modo que ni tanto debía significarles y, por ende, pasaba desapercibido. Dudaba que prestaran atención a los detalles, era parte de su vorágine, de su hambre y su tipo específico de desastre. Pero aquí, entre nos, que sólo tuviera que existir para que aquellos dos anduvieran buscándome a cada rato me arrojaba una satisfacción de lo más cagada.

    Nos retroalimentábamos los vicios y todo.

    Kasun se amoldó a mi beso y me dejó guiar, ni idea si se lo estaría llevando el diablo, tampoco me interesaba. Le comí la boca como me salió de los huevos y solté el aire, pesado, al dejar espacio entre nosotros. Su sonrisa cargó una oscuridad inmensa, repasé el fuego opaco de sus ojos miel y las caricias sutiles cerca de mi cuello me arrojaron pequeños escalofríos por la espalda. Habló, entonces, cambió las reglas del juego y lo dejé hacer sin más. Recibí sus labios, afianzando el agarre en su nuca, y un gruñido bajo vibró en mi pecho al sentir sus dientes jalando de mi labio. Coló la lengua, el cabrón, me arrojó un chispazo por el cuerpo y le correspondí sin mucho drama. Había que ver, nada más, andaba comiéndome a estos dos como si fuese una zorra o algo.

    Qué cosas~

    Respiré pausado al separarnos una segunda vez y busqué sus ojos, repasé el tono burlón de su voz, antes de sonreírme. Le quité las manos de encima, retrocedí dos pasos y amplié los brazos un par de segundos antes de hundirme en mis bolsillos.

    —¿Por qué no? —Seguí retrocediendo, sin quitarle la vista de encima, hasta apoyar la espalda entre dos cubículos.

    Vamos, Asmodeo.

    Ven a buscarlo.
     
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    Insane

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    El gruñido apenas perceptible se me antojó como incentivo, si el estímulo auditivo y visual era de los que más me terminaban de poner, y aquí estaba el principito saciando un milímetro de mis deseos. Su respiración pesada tampoco me pasó desapercibida, que venga Kou, respirando así tan rápido~ En cuanto se alejó y expandió los brazos enterrandolos de nuevo en los bolsillos la sonrisa cagada se me afiló tal cual una hiena, ladeando la cabeza hasta la altura de mi hombro en el proceso, si no sería un animal a punto de darse un festín con una presa de lo más apetitosa.

    ¿Una invitación?

    ¿Una provocación?

    Pfff, para lo poco que me importaba cual fuese.


    Enderecé la cabeza y me encaminé en la poca distancia que había como si nada, volviendo a buscar el pañuelo al estar ya frente a él, ese que le quedaba bastante bien si tenía que decirlo. Deslicé el índice dentro sintiendo nuevamente la dermis de su cuello para halarlo de la tela luego de con el pie abrir uno de los cubículos, metiéndonos dentro sin mucho reparo para soltarlo, girarme y acorralarlo contra la puerta cerrada, frente a mí. Tenía que disculparme si le había lastimado en el proceso~. Casi que busqué algún tipo de duda en el miel de sus ojos en lo que me abría paso entre sus piernas al ajustar presión con mi muslo derecho.

    —A ver principito, a ver cuánto aguantas sin salir corriendo —murmuré en su oído al inclinarme apenas, mordiendo el hélix para luego volver a comerle la boca, si en realidad apenas y hubiese tenido tiempo para responder cualquier monosílaba el cabrón.

    Deslicé la lengua de nuevo, buscando la suya e interponiendo el mandato de dominación, succionando en algún momento la punta de su lengua hasta alejarme apena como sino acabase de apoderarme de su cavidad sin compasión al alargar el contacto por minutos, si sería un milagro si Shinomiya no terminaba agitado luego de robarle el aire. Me relamí el labio superior en lo que rozaba su entrepierna con el muslo, y vaya chispa de placer que me recorrió la espalda, con el incendio vívido en mis pupilas.

    Desajusté el primer botón de su camiseta sin desprenderme de su mirada, sin ninguna intención de apartar la tela del pañuelo, vete a saber si aquella prenda me avivaba la imaginación promiscua porque con todo lo que me atravezaba el cerebro para hacerle era de lo más cagado lo caliente que me ponía por una idiotez como esa, pero bueno, si como él había dicho la vez pasada al ponerme Asmodeo como apodo... nada equivocado estaba~.

    Si me olía que el chico no me llegaba ni a los talones en experiencia sexual, posiblemente hasta Riamu le sobrepasaba con creces. Vete a saber si teníamos hasta un triángulo vicioso entre los tres, porque si supiese que fuese el caso... uy, lo que podía sacar de ahí no tenía ni nombre.
     
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    Gigi Blanche

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    Era una bestia de orgullo, eso quedaba claro. Me movía según parámetros rígidos la mayoría del tiempo, lo estrictamente necesario, midiendo a cuentagotas los recursos, las herramientas y esfuerzos. Cargaba la balanza bajo un brazo y las armas bajo el otro, y allí era donde los pétalos se abrían y las posibilidades adquirían dinamismo, color y flexibilidad. Fuera hierro, fuera sangre, omegas, la mierda que cayera de la tabla química. Fueran mis puños, mis piernas, mi boca. Entre las armas se revolvían los vicios, y entre los vicios, las válvulas de escape.

    Para no ir a enloquecer o algo, claro.

    Todo era parte del plan.

    Así que sí, podía gruñir y suspirar hasta el cansancio si eso le aflojaba los cables al cabrón frente a mí, si opacaba sus ojos y me abría precisamente las puertas que pretendía. ¿Qué era el poder, de verdad, más que una ilusión? Quizás el vicio me hundiera en sus fauces, me obligara a arrastrarme hasta darle una probada, pero en definitiva sabía que era tan productivo como masticar humo. No me detenía, quería decir, ni lo desestimaría nunca cuando el poder se las había arreglado para colarse en el tablero grande, cuando entumecía mentes brillantes, doblegaba voluntades y enfermaba a los hombres uno detrás de otro. Era un puto virus y el primer paso para bailar con él era reconocer su existencia.

    Venía medido en la balanza, obvio.

    Y también debajo de mi otro brazo.

    El poder era un arma bajo el tratamiento adecuado. Se revolvía entre el hierro y los omegas, cambiaba su forma y el humo danzaba. Se convertía en orgullo, en aparente sumisión. Era un puñado de suspiros traicioneros y gruñidos bajos, era omisión de resistencia y la dureza de la puerta a mi espalda. Podía cazarlo en el aire, moldearlo entre mis manos y soplarlo suavemente en dirección a Kasun. Podía usarlo como me saliera de los cojones.

    A ver, principito.

    Porque era una ilusión de lo más convincente.

    A ver cuánto aguantas sin salir corriendo.

    ¿Pretendía asustarme o algo? ¿Tanteaba mis límites? Seguro ya me había olido la inexperiencia, tampoco me moría por disimularla como tal, así que era hasta tierno y todo que se preocupara así~ Me prendí de sus ojos, con la eterna calma bañando mi semblante, y me anclé a su nuca al segundo de recibir su boca. Toda la movida, la brusquedad, la puta pierna entre las mías, sentirme en mi puta salsa y ver el humo danzando a nuestro alrededor siguió lanzándome chispazos de plena satisfacción a lo largo y ancho del cuerpo. El cabrón se empeñó en mi boca como si se le fuera la vida en ello y al alejarse advertí que algo irregular me iba la respiración. Nada que hacerle, ¿no? Cosas que pasaban.

    No perturbaba la balanza.

    Lo vi relamerse, acentuó la presión de su pierna y el cuerpo se me tensó en automático, pegándose con mayor ahínco a la puerta. Solté el aire por la nariz, medio de golpe, y entorné la mirada para sonreírle como si nada. Que venga, la hipocresía era obvia, pero ni siquiera me importaba lo suficiente. Alcanzó el primer botón ajustado de mi camisa, lo liberó y colé el brazo entre nosotros para pellizcar su barbilla entre dos dedos. Reparé en sus ojos adrede, lo hice un par de segundos y luego me colé en el hueco de su cuello para deslizar la lengua. De punta a punta, sin una pizca de pudor, y regresé a mi posición para concederle una sonrisa de lo más cabrona.

    Venga, ¿por qué no sigues?
     
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    El que no se limitara a guardarse las manos en los bolsillos era como si fuese recolectando pequeños trozos de vidrio roto, que al armarlo encontraría la chispa que me pondría por el resto del día, una más en el averno del que era mi mundo, repleto de diversión, vicio y placer hasta reducirlo a una pobre alma que exigiera algo más. Sobre pasar aquella línea delgada que éste cabrón iba estirando cada que me daba paso, como sino fuese una bestia respirándole en la yugular con la amenaza de llevarme todo de él, alimentándome de cada rastro en su respiración pesada, agitada de por sí.

    Me estaría subestimando~

    El miel de sus ojos me sirvieron de espejo en lo que continuaba con un par de botones más hasta que su camiseta se abrió de par en par, a lo que sus dedos llegaron a mi mentón, notando el cómo se enterraba en la curvatura de mi cuello. Entorné la mirada en lo que pasaba su lengua, ladeando mi cabeza para darle todo el acceso que quisiera, disfrutándolo como un malnacido, porque tener al principito estirado, ese que miraba a los demás por encima del hombro en los pasillos tomando la iniciativa se me antojaba de lo más morboso.

    En cuanto regresó a su posición imité su sonrisa, como el bufón que era. Llevé el índice a la altura de su mentón incitando a que lo elevara ligeramente, deslizando después mis nudillos por sus pectorales, delineando su abdomen hasta deparar en el inicio del pantalón, desabrochando el botón para depués aflojar mi propia corbata, enterrándome en su cuello para pasar la lengua húmeda a lo largo de su yugular, dejando un par de marcas en lo que ascendía la izquierda tras su cabeza, hundiendo mis dedos en sus hebras capilares con presión.

    Tosco de por sí.

    Dejé ir su cabello en lo que volvía a comerle la boca, adueñándome nuevamente de sus labios, de su lengua, de su paladar, de su respiración, causando fricción, una, dos, tres veces más. Pfff, si el autocontrol que me cargaba era por demás envidiable. Mordí su labio inferior con maña para mirarlo entre las pestañas. Si le tenía ganas desde la máscarada, y su puta madre se negaría a complacer a este cabrón, poco me importaba hacerlo sentir el rey de mi infierno si con eso tenía lo que quería.

    —Pero mira nada más —murmuré áspero, echándole el aliento encima, escaneándolo como si ya no me lo estuviese comiendo con la mirada, deparando en el cierre de su pantalón para regresar a sus pupilas, deslizando la cremallera en lo que apartaba mi pierna—. Parece que necesitas ayuda con algo, Kou.

    Como si yo no me encontrase también más duro que la mierda.
     
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    Gigi Blanche

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    El puto mundo a mi alrededor debía estar en llamas, ni idea. Las columnas de fuego lamían las paredes, se esparcían por el suelo como pólvora y recorrían el techo de punta a punta. Ardía, quemaba, pero el humo se tragaba hasta la última gota de luz. Era denso a cagar, no veía más allá de nosotros, de este desastre. Estaban nuestros tonos suaves, engañosos como la mierda, y luego los tatuajes del cabrón se fundían con todo el resto de la oscuridad general.

    Pitch black.

    Siguió abriéndome la camisa, sus dedos rozaban mi piel de tanto en tanto y ya estaba sensible que te cagas. Lo sentía todo con magnitud amplificada. Me daba igual si era una puta bestia, si me estaba dejando en bandeja a servicio de sus vicios, me daba igual si me hincaba los dientes y se concedía el placer, la verdad. Me había dado igual desde la jodida mascarada y ni Dios iría a negarlo.

    Le sostuve la mirada al tocar mi mentón, al recorrer la piel desnuda de mi torso y entretenerse al borde del pantalón. Me arrojó una expectativa de lo más puta, el cuerpo prácticamente me sacudió de un escalofrío y ladeé el rostro para dejarle espacio. El aire subía y bajaba, la vista se me desenfocó apenas y solté un suspiro pesado en lo que el cabrón se ocupaba de mi cuello. Alcanzó mi cabello, no le bastaba una puta mierda y se aferró con unas ganas que me hicieron comprimir los gestos, soltar una risa floja y empujarlo contra mi piel, brusco.

    Los dos podemos jugar ese juego, ¿sabes?

    Prácticamente le jalé el rostro de regreso a mi boca, así fueran sus intenciones iniciales. Lo presioné con maña, colé la lengua, acentuó la fricción y yo moví las caderas, buscándolo a posta. Cada roce era un jodido relámpago proyectándose de mi columna al resto de mi cuerpo, alimentando el incendio y empañando aún más el mundo. Negro, negro, todo era negro y no podía sentirme más en casa.

    Me mordió el labio, suspiré con pesadez y busqué sus ojos, notando cómo bajaba la cremallera de mi pantalón. No que me quedaran muchas neuronas en fila, pero me las arreglé para colar diversión en mi sonrisa y empuñé su cabello con fuerza, imprimiéndole la puta brusquedad a mi gesto.

    —¿A qué esperas, entonces? —mascullé, demandante, empujándolo para hablarle encima de la boca—. ¿Te piensas que tengo todo el día?

    Como si quería cerrarlo a hostias o que me comiera la polla.

    Cualquiera de las dos podía colar.

    huh he went full darkside mode *sorbito*
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 3
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    Insane

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    El principito debería estar agradecido con que le diera por ponerse ese pañuelo, porque mira que tremendas marcas le había dejado en tono rojizo al rededor de su cuello, que si estaba de suerte le duraría unicamente el fin de semana, aunque poco me importaba a mi si todo el puto mundo se enteraba de que me lo estaba comiendo en un cubículo del baño, con lo bien que olía, con lo bien que sabía volvería a comérmelo las veces que se me atravesara al frente. Sino sería el puto baño testigo del incendio en el que se estaba dejando arrastrar este tipo, lo mordería, lo consumiría hasta dejarlo jadeante, con la mente en blanco, siseando por avanzar.

    Tal y como ahora.


    La brusquedad que empezó a imprimir se me antojó de lo más excitante, dejándolo moverse a voluntad contra mi pierna. Si el muy hijo de perra quería ser follado con ansias, que se la chupara por ahí derecho, exigente el cabrón, haciéndome rechinar los dientes en lo que se prendió de mi cabello, sin embargo la sonrisa cagada se mantuvo en mis facciones. ¿Con quién se creía que trataba?

    Me echó las palabras encima a lo que con la derecha entorné los dedos en su falo, sobre la ropa interior aún, dejando el índice de la izquierda enredado en su accesorio del cuello, sin hacer presión, al menos por ahora.

    —¿Qué? ¿Muy ansioso, cabrón? —siseé burlón contra su boca.

    Le bajé los bóxer por ahí derecho, dejando sus ojos para descender las pupilas hasta la erección, volviendo de regreso en lo que me relamía los dientes superiores, ajustando el agarre entorno al pañuelo como si fuese un maldito collar, ascendiendo la derecha para deslizar el pulgar dentro de su boca, humedeciéndolo con su propia saliva y regresar hasta su miembro, acariciando la punta con la humedad del dedo, en círculos

    —¿Quieres que te la chupe o qué? —los putos enchufles de mi cabeza se estaban terminando de desconectar, fluyendo con la inmesa oscuridad en la que vivía a diario, disfrutándola en demasía. Le comí la boca en lo que comenzaba a deslizar mi mano de abajo hacia arriba, sintiendo las venas brotadas como hilos que se me antojaban no dejar de sentir, arrancándole cualquier rastro de oxigeno en sus pulmones al sentir que el mío comenzaba a irse por ahí derecho.

    Uy, porque eso de tenerme de rodillas, sería por demás ambicioso hasta de su parte. Aceleré apenas el ritmo, volviendo a morderle el labio inferior con brusquedad impresa, empuñando la tela al rededor de su garganta, cortando el aire de sus pulmones unos segundos hasta dejarlo ir, regresando el pulgar al glande, como si me grabase cada centímetro de su polla.
     
    Última edición: 11 Julio 2021
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    Gigi Blanche

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    Mira que al cabrón este le gustaba marcar, eh. No que no comprendiera la satisfacción de dejar un sello sobre determinadas mierdas cuando usaba el terror a mi favor, cuando había empujado a la enana hasta una piscina y había cerrado a Ishikawa a golpes. Cuando tenía a Tomoya ahí, aguardando por un puto juicio final, encerrado con los demonios de su mente y poco más. Día tras día, tras día, tras día.

    Como para enseñarle a este remedo de demonio una o dos cosas.

    Alcanzó mi miembro por encima de la ropa interior, lanzándome chispazos de placer y tensé la mandíbula, sosteniéndole la mirada. Seguía consciente de que no parecía tener ganas de dejarme el pañuelo en paz y mira, no sería quien lo detuviera. Solté el aire de golpe al sonreír y le di un jalonazo breve a su cabello en respuesta. ¿Que si estaba ansioso?

    Hazte cargo de lo que provocas, cabrón.

    Noté que me bajaba la ropa interior, que se deleitaba con las vistas y todo, y aproveché para tragar saliva antes de volver a recibir su atención. Sentí la presión del pañuelo, arrugué el gesto pero, en serio, recibí su pulgar con todo el gusto del mundo. Lo atrapé entre mis dientes y lo saboreé como me vino en gana, repasándolo de lado a lado y de regreso con la lengua, sin quitarle la vista de encima. Entorné la mirada apenas sentí la humedad en mi entrepierna y respiré con pesadez, esbozando una sonrisa floja. Me mordí el labio inferior y volví a jalar de su cabello para pegarlo a mi rostro. Tracé su boca con la lengua, agitado, y seguí deslizándome hasta su oído.

    —¿Sería mucho pedir~? —ronroneé, sedoso.

    Volví a sus labios, nos puto comimos la boca y me seguí yendo a la mierda a medida que empezaba a masturbarme. Cada segundo de tregua dejaba escapar el aire con pesadez, suspiro tras suspiro, y cuando me puto asfixió con el pañuelo todo alrededor se parchó de negro. Entrecerré los ojos, echando la cabeza contra la puerta, y el placer que me cayó encima bastó para arrancarme casi todos los cables de cuajo.

    Como para seguir pidiéndole que me tratara así de mal~

    Regresó a la punta de mi miembro, lo estimuló y reparé en sus ojos antes de jalarle el cabello hacia un lado y hundirme en su piel. Fui agresivo que te cagas, rayó lo violento y le comí el cuello como me salió del culo. Lo mordí, deslicé la lengua, repartí besos húmedos y si dejé ir su pelo fue para desatarle la corbata y empezar a desabotonar su camisa, echándole mi aliento encima.

    Joder, puto calor que tenía.
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 3
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    Insane

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    Poco sabía yo sobre que éste tipejo era el líder de una pandilla reconocida en Japón, poco sabía el que podía moler a golpes sin dudar por alguna u otra razón, desconocía por completo su historia, sus raíces, sus costumbres, sus amistades, sin embargo, aunque hubiese sabido cualquier cosa mencionada anteriormente no me hubiese arrojado más que unas ganas putamente tremendas de querer cogérmelo aún más, de tener al dichoso líder de no sé que mierda, gruñendo por querer que avanzara, que lo masturabara hasta dejarlo seco.

    En cuanto deslicé el pulgar en su boca lo saboreó que dio gusto, dejándome sentir el calor que me arrojó una chispa por demás jodida, ardiente, de esas que te hacían sentir la presión del pantalón jodidamente incómoda, haciéndome lanzar la moneda al aire pese que fuese éste quien me murmuraba sedoso el que le comiera la polla, que mira que si se quería podríamos llegar a un trato aún mejor. En cuanto lo asfixié me saboreé la boca al denotar su reacción.

    Pero mira nada más.

    Qué príncipito más sucio.


    Me haló el cabello de nuevo, si se le estaba haciendo costumbre al cabrón. Solté el aire pesado por la nariz en cuanto volvió a comerme el cuelllo como un animal, haciéndome pestañear con una suavidad impropia al estar disfrutando su maldito movimiento ante los mordizcos, el recorrido de su lengua, los rastros de saliva que se fundían con el sudor en lo que desprendía los botones de mi camisa, masturbándolo en todo el jodido proceso, deteniéndome apenas al deslizar la mano de su falo hasta sus testículos, ancentuando la sonrisa al buscar los puntos que lo mantuviesen con la cabeza en la pudredumbre de mi infierno. Juegué con ellos entre la yema de mis dedos.

    —Si así de bueno eres con la lengua —solté entre tanto contra su boca, volviendo a asfixiarlo con el pañuelo, incitandolo con la mirada a que siguiera el recorrido con la prenda inferior que aún tenía jodidamente intacta—, no me molestaría que fueses tú el que se arrodillara —deslicé un poco más el dedo corazón entre la línea central de sus testículos, rozando apenas el espacio donde me desvivía por ingresar, como sino fuese en ese momento un puto vicioso que no le permitía acabar, al menos no todavía.

    Además, para su suerte o desgracia, no me cargaba el maldito lubricante encima, así que esa parte la dejaría para otro día.
     
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