Bésame

Un escrito que ha venido a mi mente.
-Bésame-
Sentía como mi corazón comenzaba a agitarse de a poco mientras la presión sobre mi pecho incrementaba… pero me sentía tan tranquila y cómoda en sus brazos, como si nada estuviera pasando. Por otro lado, el respiraba demasiado agitado y me veía con auténtico terror en los ojos.

—¡Dijiste que te ibas a cuidar! ¡Lo prometiste! —me echó en cara con la voz quebrada y desesperada. No pude evitar que una sonrisa se formara en mis labios, me parecía tan cómico verlo tan desesperado por una pequeñez como aquella.

Se movió y me acercó más a su pecho, apretándome contra él. Se sentía tan bien, deseaba no moverme, quedarme en aquel abrazo para toda la eternidad; poder disfrutar escuchando los latidos –ahora acelerados- de su corazón y siempre tener su olor en mi ambiente. Lo anhelaba…

—¡Tonta! ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué has sido tan estúpida!? — Me gritó agitándome, creo que lo hice enojar mucho con mis acciones. Supongo, que debí de haberme protegido, a fin y al cabo se lo había prometido.
Respiré lo más hondo que pude.

—Cállate —le ordené con la voz algo raposa, pero calmada. Bajó su vista hasta encontrarse con la mía y así se quedó, no dijo nada, sólo me miró—. Bésame —repetí con el mismo tono, al principio la confusión le invadió, pero después de un leve suspiro, se fue acercando a mí lentamente, como si dudara en acercárseme.

—Estás loca —susurró a pocos centímetros de mi boca, pude sentir su respiración chocando contra mis mejillas, me quedé callada y después llegó el glorioso momento… comenzó a besarme, pero no fue un beso tierno ni apasionado, era un beso rabioso. Sus brazos se volvieron cárcel para mi cuerpo, aprisionándolo con fuerza, su beso era brusco y furioso… apretaba sus labios contra los míos con tal fuerza que llegó a lastimar. No dudé en hacer lo mismo, levanté los que ahora eran mis pesados brazos y me aferré a su cuello encajando mis uñas en el, soltó un gemido reclamando, pero en lugar de disminuir su fuerza, la aumentó.

Con las fuerzas que me quedaban me levanté un poco para acercarme más a él, mis manos bajaron arañando su cuello hasta su pecho, y ahí mismo se hicieron puños aferrándose al cuello de su camisa. Continuó besándome de la misma manera, mientras el abrazo era cada vez más y más sofocante.

De a poco, aquel furioso y violento beso, fue bajando, su abrazo fue menos potente, y mis manos se abrieron de a poco soltando el cuello de su camisa… dejó de doler y se convirtió en el beso que toda mi vida había deseado, dulce… tierno… verdadero.

Sus manos subieron por mi espalda, acariciándola delicadamente, mientras mis manos se pasaron por su cuello acariciando los antiguos arañazos que le había provocado. Mis pulmones gritaban porque me separara de él y los llenara de aire, pero me negué, sabía de sobra que después de esos momentos jamás volvería a disfrutar de sus besos, ni de su compañía… ni de su furia…

Seguimos besándonos con amor y pasión, no estoy segura de cuanto tiempo, tanto pudieron haber sido segundos, minutos, como horas y días, pues yo me encontraba en el mismo paraíso.

Me separó de él, con todas mis fuerzas intenté volver a acercarme, pero me fue imposible, mi cuerpo se desguanzó en sus brazos y lo único que lograba escuchar era mi agitada y desesperada respiración, sentía como si el aire que entraba por mi nariz no fuera suficiente… fue cuando lo noté. Mi corazón latía con fuerza, pero no iba rápido, iba lento, como cuando se golpea un tambor, potente pero pausado. La presión sobre mi pecho era imposible de soportar, no dejaba que mis pulmones se llenaran de aire.

Los ojos de él se llenaron de lágrimas y me miró con desesperación.

—¡No! ¡No! ¡No! ¡NO! —repitió gritándome y agitándome—. ¡No te vas a ir!

Abrí la boca en un intento de ayudar a mi nariz para que entrara más oxígeno, pero fue inútil, el sonido de mi respiración agitada se convirtió en los gemidos de una persona que se asfixiaba.

—Tengo que conseguir ayuda —murmuró para sí mismo, pero no iba a permitir que se fuera y me dejara… con las fuerzas que me quedaban, me aferré nuevamente a su camisa, me miró confundido, lo observé, se quedó callado sin decir nada, sólo mi respiración y mis gemidos se escuchaban. Sus cálidas lágrimas comenzaron a bañar mi rostro, y la angustia se apoderó de su rostro y su mirada.

Comencé a temblar, todo mi cuerpo comenzó a sacudirse, desesperado porque mis pulmones no recibían aire, era como estar bajo el agua, ahogándose. Los gemidos se comenzaban a hacerse cada vez más agónicos, pero me negaba a cerrar los ojos, no quería irme… ¡Quería quedarme! ¡Quería tenerlo!

Me aferré con más fuerza a su ropa, y sentí como él también me acercaba a sí mismo. No había vuelta atrás, él era prohibido… y yo decidí no quedarme en el mundo sin tenerlo. Aun así seguía siendo egoísta, anhelaba quedarme, o que él se fuera conmigo ¡Como fuera, pero juntos!

Mi cuerpo no resistió más, hubo un par de temblores potentes, y de la nada, todo comenzó a relajarse, la presión de mi pecho se quedó estática y mi corazón comenzó a latir muy lento. Mantuve los ojos abiertos todo el tiempo que pude, pero al final, me vi vencida. Cerré los ojos mientras la mano que se aferraba a su ropa se soltaba sin mi permiso. Todo mi cuerpo se quedó quieto y los sonidos comenzaron a escucharse sordos y lejanos.

—¡No! —gritó y me aferró a su cuerpo y entonces….
Fin

P.D No está muy peque la letra?