Azotea

A la final había terminado subiendo el sitio que quería conocer, por una necesidad más de recibir aire que por simple curiosidad. Sasha lo ponía tan tonto.

Abrió la puerta con la mano derecha, manteniendo la izquierda enterrada en el bolsillo del pantalón mientras hacía una bombita de chicle, recibiendo el sol de lleno sobre su oscuro cabello, deslizando sus orbes por la reja que cubría la azotea, denotando los techos de las casas rodeando el instituto, los árboles, y por último las personas que ya estaban ahí.

Estaba engatusado por la azotea como tal, sintiendo sus mejillas ser acariciadas por el suave viento bajo el sol abrazador. Miró entonces al grupo reunido, sin poder evitar sonreír como un felino con aquel ánimo característico de él.

Sentía necesidad de hablar y conocer, como un jodido crío.

 

—¿Te uniste a un club? —la emoción se coló por las cuerdas vocales sin su consentimiento, provocando que sus orbes dorados se torciera por mera inercia al escucharla con tanta avives.

¿Podía resultar tan predecible para ella?

—Algo así —susurró recostando la espalda en la reja al estar sentado en el suelo, con el codo izquierdo apoyado en sus propia rodilla, manteniéndose Balaam sentada a su lado, derecha en su posición.

Las clases se habían tornado monótonas, y aunque le resultase igual el ponderado de sus notas terminaba grabándose toda lo que estaba en el tablero, podía ser un fastidio, pero al menos aquella memoria le resultaba tremendamente útil al llegar a casa y continuar estudiando en semana. El tener proyectado una carrera universitaria por mucha facha de matón que tenía era su prioridad.

Aunque los fines de semana, eran otro cuento.

Salió de su ensimismamiento al oírla de nueva cuenta.

—Y es de... ¿arte? —bajó el tono de voz, cautelosa—, sé que adoras pintar, no lo digo por nada más Natsu.

—Mm.

Aquello fue suficiente para que ella entendiera de lleno, sonriendo suavemente mientras elevaba el rostro, como si estuviese observando arriba de ella.

—Línea roja, tonos anaranjados —comentó plano, notando la felicidad en las expresiones faciales por el simple hecho de hablarle de los colores del cielo que quizá, y jamás podría Violet volver a ver, sin embargo sabía de lleno que aquello no la perturbaba al ser una estudiante feliz, dentro de lo que cabía.

Sacó el móvil deslizó su pulgar por la pantalla táctil, quedándose en instagram por un rato viendo algunas fotos relacionadas con la tinta de distintos tatuajes.

—¿Es chan, san o sama hacia la señorita Konoe? —la notó tragar grueso, jugando con los dedos sobre el lazo escolar que adornaba su cuello—. Oh, y las personas del club, ¿son agradables?

—Chan, Violet —corrigió de inmediato. No la quería escuchar diciéndole sama a la Violácea insoportable. la notó nerviosa entonces, como si contuviera la emoción por los planes que le parecían ridículos a él, pero a fin de cuentas ahí estaba, acompañándola. Al continuar ella con su discurso recordó la niña rubia que estaba pintando y la chica de mala pinta que le mostró en dónde estaban los delantales—, a veces preguntas muchas tonterías.

Violet se permitió soltar una risa ligera, porque aquella respuesta de Natsu no significaba más que, se había sentido cómodo con las personas del club.

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Yugen te etiqueto por si a caso <3

 

Dejó que el agua templada de las duchas del gimnasio arrastrara sus problemas, las lágrimas y el cansancio de su cuerpo. Sus músculos se destensaron y se llevaron consigo aquel insistente sentimiento de culpa.

O casi.

Seguía sin arrepentirse, en cualquier caso. Debía ser consecuente y responsable con sus propias decisiones y a pesar del dolor, seguía sin lamentar absolutamente nada de lo que acababa de pasar en ese almacén.

Había estado dispuesta a aceptarlo todo.

Todo. ​

No podía culpar a Welsh por actuar de aquella forma, por no quedarse a su lado. Nunca lo hacía en cualquier caso. Ella era la única estúpida que había esperado algo más que puro sexo por parte de una de las cabezas de Cerbero.

Todos los animales del Sakura eran iguales. Y Konoe no era diferente a ellos.

Le dirigió una mirada breve al localizarla allí, fuera del aula apoyada contra la pared. Esperando a alguien. Apretó los labios. Las clases le habían resultado eternas. Su mente, hiperactiva en esos instantes parecía incapaz de centrarse. Escuchaba sin escuchar, tomaba notas sin tomar notas realmente.

Tolvaj-san.

Dolió. Por supuesto que dolió ver, a pesar de que lo sabía de sobra, cual era su lugar en el tablero de juego. Se le clavó en el pecho como un arpón, con enorme contundencia.

Muñequita.

Y juguete.
​

Si había que buscar un culpable, ella era la única a la que culpar.

—Balaam-san, Gotho-kun—se llevó un mechón oscuro tras la oreja nada más localizarlos en la azotea y solemne, se inclinó—. Muy buenas tardes.

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Disculpad el shitpost, no ando con muchas ganas de escribir asdf

 

Estaba tan risueña sobre el nuevo club de Natsu que no se percató de los pasos ajenos, escuchando la voz de Konoe cuando ya estaba al parecer, frente a llos, dirigiendo la posición de su rostro hacia ella, jugando con sus dedos sobre los tablones de su falda procurando estar presentable.

—Suzumiya-san —susurró imitando la forma en que ella se presentaba, dudando en si levantarse para invitarla a sentarse o permanecer sentada e invitar a ella a que se situara frente a ella—, ven, por favor —sus mejillas se mancharon del carmín al decidirse por invitarla a sentarse frente a ellos.

Natsu torció apenas los ojos, deparando en Konoe. Violet no podía denotar la expresión de ella, pero él podía verlo perfectamente. Algo no andaba bien, sin embargo dudaba en ser él quien preguntara por el bienestar ajeno, guardando silencio mientras volvía su vista al cielo, mientras Balaam procedía a buscar en la mochila un libro que quería compartir.

—¿Te apetece que leamos algo juntos? —cuestionó cálida—, no está en braille —comentó sin incomodarse un ápice por ello, a fin de cuentas fue la que más le insistió a Gotho que fuese a la biblioteca por un libro común antes de ir a la azotea—, Natsu puede empezar leyendo. A él le gusta mucho leer —expuso a lo que Natsu no afirmó, pero recibió el libro entre sus manos.

—¿Qué te gusta leer, Suzumiya? —cuestionó seco, como solía ser, sin abrirlo aún.

 

Asintió despacio ante la petición de Violet y alisándose la falda del uniforme tomó asiento frente a ellos, de rodillas. Sentarse en el suelo de la azotea no parecía muy higiénico pero no mencionó nada.

Tensó los labios.

—Por supuesto Balaam-san—concedió con suavidad, con evidente sumisión. Podía tratar de ocultarlo pero todo en ella indicaba que se sentía como la mierda. Y lo peor de todo es que era su culpa. ¿Cómo algo que se había sentido tan bien podía destrozarle de esa forma en pecho?

Todo lo relacionado con Welsh parecía tener ese poder.

Dios. ¿Dónde estaban los pedazos desperdigados de su corazón roto, que no podía encontrarlos?

Alzó la mirada con sorpresa al volver a escucharla a hablar. Esa voz dulce, casi siempre cohibida, que la hacía parecer mucho más frágil de lo que era. Konoe se tensó. La única vez que había leído con alguien era cuando le enseñaba a Alisha la pronunciación y escritura correcta de los kanji. ¿Todo le iba a recordar a ella? ¿No iba a poder estar ni dos malditos segundos sin tener su imagen en la cabeza?

¿Qué me has hecho?

—¿Juntos?—murmuró en voz baja y por el rabillo del ojo dirigió una breve mirada a Natsu. ¿Le gustaba leer?—. Yo... soy particularmente asidua al romance histórico. Mamiya-san, la presidenta del Club de Jardinería, me recomendó algunos y me hizo apreciarlos. Por lo general antes de eso jamás me había decidido por la literatura extranjera.

Mentirosa.

Te interesaste porque Welsh era extranjera.

¿Qué haces hablando de romance ahora, estúpida?

Bajó la mirada, desviándola y se llevó un mechón tras la oreja. Su voz fue un murmullo, un ligero soplo.

>>En realidad... cualquier género está bien para mí.

 

¿Qué tanto pensaba? Se veía ensimismada, nada activa a como solía ser. Pese a compartir poco con ella, en lo nulo de aquellos dos días se había hecho un mapeo mental de su comportamiento psicorrigido, alegre, participativa dentro de lo que cabía.

Miró de soslayo el libro que había escogido, sin abrirlo pese al intercambio de palabras, notando por el rabillo del ojo el cómo Violet se enderezaba pese a estar sentada perfectamente. Ya se había percatado, ¿cierto? del tono de voz pasivo, desidioso. Ella había esperado toda la tarde por ese momento, pero no era una chica inconsciente de forzarla en caso de sentirse mal, sin embargo, la conocía lo suficiente para saber que se debatía mentalmente sobre qué decir al morderse el labio inferior.

—¿Quieres tomar algo, Suzumiya? —habló él con aquel tono de voz grueso. Traía un par de refrescos en la mochila—, podemos dejarlo para otro día.

Violet asintió con prontitud, estirando sus manos hasta alcanzar las de ella, y entonces habló.

—Té negro, ¿no es así? —susurró recordando el día anterior en que la conoció, procurando mantener el tacto como si fuese un apoyo a lo que fuera que le estaba pasando.

No podía verla, no podía darse cuenta a la misma velocidad que lo hacía Gotho sobre el sentir ajeno, pero se esforzaba por ello.

Natsu se levantó del suelo luego de abrir la mochila y sacó de ella una lata fría de té negro, colocándola al lado izquierdo de Konoe para después posar su mano sobre su cabeza con la misma delicadeza que solía tocar a Violet. No le sonrió, pero la miró fijo, relajando las filosas facciones de su rostro.

Tonta.

—Estarás bien —susurró, como si fuese un pequeño secreto entre ellos al dejarla ver el lado que solo Balaam conocía, escapándosele sin siquiera darse cuenta.

Apartó el tacto del cabello sedoso y liso, colgándose el maletín al hombro, caminando hacia la puerta.

Ya Violet sabría que decir, en caso de que ella quisiera compartir algo más, de lo contrario la vería abajo, en los casilleros para irse juntos a casa.

 

Era evidente ¿verdad? Que no estaba bien. Que se sentía estúpida incluso si se negaba a arrepentirse, incluso si había sido culpa suya y ella lo había desencadenado como una maldita desesperada. La voz grave y ronca de Natsu y sobre todo aquella pregunta servicial que no parecía ir con él—al menos no con el Natsu díscolo que conocía desde hacía tan poco—la hicieron alzar la mirada con cierta sorpresa en sus facciones. A pesar de la tosquedad, la pregunta la desarmó.

Sintió el tacto cálido de las manos de Violet sobre las suyas, conciliadoras y dirigió su mirada hacia ella. La dirigió a pesar de que ella no podía verla y se le hizo un nudo en la garganta. Dios. ¿Qué estaba haciendo? Lo sentía, por supuesto. Que era una estúpida irresponsable y no sentía la compasión de nadie. Pero asintió apenas. Tanto el té negro, como el matcha, como cualquier tipo de té era de su agrado. El negro era especialmente fuerte y amargo y tal vez en su estado no era lo más recomendable... pero no podía negarse ante esa muestra de genuina amabilidad.

No podía, en ese momento menos que nunca, dejarse cuidar por nadie.

Si preguntó una vez tomó la lata de té entre sus manos si no había prejuzgado a Natsu antes de tiempo. Claramente era uno de los animales del Sakura, pero como el resto de Cerbero solo fuese una cara más de una personalidad huraña y dominante. La lata estaba fría y aunque solía tomar el té caliente pues era como más se disfrutaba de su calidad y propiedades no dijo nada al respecto. Sería francamente maleducado y desconsiderado por su parte. Él colocó su mano en su cabeza y Konoe se hizo pequeña bajo su tacto, demasiado avergonzada por aquel simple gesto como para negarse. Como una niña regañada, avergonzada por ser cuidada cuando a hecho algo mal.

Su cuerpo se tensó en un inicio, recordando sobre su piel el roce ardiente de los dedos y los labios de Welsh. Sin embargo aquel ademán era similar a un consuelo fraternal, algo que probablemente haría Sonnen si no estuviese hasta los cojones de ella. No buscaba ser otra cosa.

Solo crear un puente entre sus corazones.

—Gracias Gotho-kun—murmuró en voz baja y alzó la mirada hacia las vendas negras que cubrían los ojos de Violet—. Gracias Balaam-san. Lamento que no haya sido la quedada que esperabas. Te lo compensaré.

Esbozó una sonrisa suave.

>>¿Quieres venir otro día a tomar el té en el invernadero? Gotho-kun puede ir también si quiere. El aroma de las flores es maravilloso.

 

Le mostró una sonrisa suave ante el agradecimiento, procediendo a negar con la cabeza. No tenía que agradecer nada, ella deseaba desde lo más profundo de su corazón el que Suzumiya se encontrara bien, y si tenía la posibilidad de hacerla sentir mejor no lo dudaría ni un instante, pese a sus limitaciones visuales, su alma vibraba con aquella ternura innata por el bienestar del prójimo.

—¿El invernadero? —susurró en modo de pregunta. Desconocía el hecho de que existiese ese sitio en el instituto. Entonces asintió con ánimo al pensar en los girasoles, no eran sus flores favoritas, pero Natsu aunque nunca se lo dijo, ella notaba la admiración que éste tenía por dicha flor -en los tiempos que aún podía verlo sonreír de forma minúscula-, quizá tenían suerte y él podría ver algunos ahí.

Ladeó la cabeza con gracilidad, comenzando a distanciar el tacto de sus dedos sobre las manos ajenas con delicadeza para llevarlas a su falda y levantarse del suelo, extendiendo después su mano para que Konoe se levantara con su ayuda.

—Estaría encantada de ir —aceptó la invitación con las mejillas coloradas y una sonrisa amplia, llena de felicidad.

 

La sonrisa de Violet fue tan cálida que logró transpasar la ligera capa gélida que se había apoderado de su pecho desde que abandonó el almacén del gimnasio. Era un gesto genuino... y lo necesitaba tanto.

Aceptó su mano y se incorporó del suelo. Y en ese instante la puerta de la azotea se abrió e ingresaron una jovencita de cabello celeste y la joven princesa de chicle que tanto conocía. Su energía era admirable. Tan vivaz, derrochaba ánimo por cada poro de su piel.

—Buenas tardes—Konoe se inclinó, gentil, en especial hacia la jovencita desconocida—. Lo cierto es que ya nos íbamos, Anna-san. Pretendíamos leer juntos pero no podrá ser hoy.