Azotea

Tema en 'Cuarta planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

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    Quizás debí llamarlo, se me ocurrió mientras recuperaba el aliento perdido gracias a mi inexistente condición física, pero si de por sí iba a morirme de vergüenza si le había arrojado galletas a un desconocido, más vergüenza me daría pegar un grito para comprobar si era la persona que buscaba. Pensé también en irme, pero estaba el asunto de que quería el regalo de regreso si me había equivocado así que de repente estaba yo ahí haciendo malabares mentales.

    La última preocupación que me alcanzó fue cómo bajaría las galletas si me había soñado el atisbo de pelo negro, ¿tendría que llamar a Al y decirle que me ayudara? Más vergüenza. ¡Tenía que haber pensado esto mejor! Estaba exprimiéndome los sesos con el asunto, rascándome las raíces del cabello, cuando la voz de Kakeru me llamó la atención y di un respingo, separándome de la pared.

    —¡Kakeru! —lo llamé alzando los brazos en una mezcla de celebración, alivio y pura y simple tontería. Noté su aspecto de inmediato, claro, pero me reservé cualquier apunte al respecto—. ¿Hada de las galletas? Bueno, casi diría que sí, pero me faltan las alas y por eso tuve que recurrir a otras medidas.

    Me acerqué otra vez de forma que quedé justo abajo suyo y di un par de saltos en mi lugar, pequeños. Toda mi misión de Vólkov Express me había dejado algo de energía repiqueteando en el cuerpo.

    —Son para ti, por la White Week —expliqué junto a una sonrisa amplia aunque podía ser obvio. Unos segundos después relajé un poco las facciones y me puse de puntillas—. Me alegra que sí fueras tú, habría sido bastante ridículo aventarle unas galletas a un desconocido. ¿Quieres compañía?

    La oferta fue sencilla, pudo sonar a que ni siquiera la pensé, pero tenía carita de... Pues de que quizás le venía bien estar con alguien, como el día del observatorio. También estaba en su derecho de decirme que no, aunque dudaba que lo hiciera y si de pronto sucedía, entonces le daría su espacio sin mayor drama.
     
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    Gigi Blanche

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    Jez pareció tan contenta y aliviada al celebrar mi nombre que parpadeé, preguntándome a qué se debía la reacción. ¿Habría temido que la ignorara? Pero no pensaría eso de mí, ¿verdad? O quizá... ¿no estaba segura de que fuera yo? En ese caso, ¿cómo...? Ah, qué más daba. Ya estábamos aquí y ella parecía alegre de haber cumplido su misión, eso era lo relevante. Esbocé una pequeña sonrisa y me derretí un poco más contra el borde del techo, apoyando la barbilla en el dorso de una mano y dejando colgada la otra, la que sostenía la bolsa de galletas.

    —¿No hay hadas sin alas? —pregunté, por la tontería.

    Regresó justo debajo de mi posición, a lo que aplasté la mejilla contra mi mano para verla más cómodo. Noté sus saltitos y solté una risa casi insonora.

    —Ridículo y extraño, pero habría sido una buena anécdota, ¿o no? —propuse, sonriendo algo más amplio en reflejo a su propio estado anímico. Su propuesta no me tensó, quería decir, no sentí la negativa instintiva apiñarse en mi garganta, y murmuré un sonido reflexivo bastante largo mientras le daba golpecitos de nada a la pared con las galletas. Finalmente regresé a sus ojos y le sonreí—. ¿Quieres que escuchemos música?

    No me apetecía demasiado tener ninguna clase de conversación larga y tendida, me sentía cansado e incluso bastante denso, pero tampoco quería rechazarla de cuajo siendo que había venido a traerme el obsequio en persona. Además, Jez era tranquila, no debería haber problema. La música seguía sonando en el auricular restante, pero me quité también ese y los deposité en el techo con cuidado. Dejé las galletas junto al móvil, hinqué las rodillas cerca del borde y estiré un brazo, ofreciéndole mi mano para subir. Se veía bien livianita, entre la estatura y la complexión física. No debía pesar más de lo que de por sí levantaba en el gimnasio.
     
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    Zireael

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    No se me ocurrió que mi reacción pudo ser demasiado efusiva, la verdad, pero como ahora no tendría que bajar unas galletas del techo y había encontrando a mi objetivo, ¿qué importaba? Además me hizo algo de gracia verlo derretirse contra la orilla del techo, las galletas parecían un péndulo y luego dijo lo de las hadas sin alas y me puse a pensar.

    —De hecho lo de las alas surgió después, no provenía en sí del folklore. —La respuesta fue realista, pero luego volví a lo que nos correspondía y se me escapó una risilla antes de seguir hablando—. Las hadas vuelan por magia, pero entonces a mí me sigue faltando eso.

    De pronto estábamos manteniendo aquí una conversación a un techo de distancia, y fruncí un poco el ceño por el tema de que habría sido buena anécdota. ¡Claro, porque él no había lanzado unas galletas sin pensar en cómo tendría que bajarlas luego! De todas maneras se me escapó una otra risa, esta vez por la nariz, y negué suavemente con la cabeza, rindiéndome a ello. Si luego se lo contaba a alguien seguro le daría risa, eso seguro.

    Se pensó mi propuesta y yo me quedé allí, balanceando el peso en la punta de los pies, sin prisa alguna. Me preguntó si quería que escucháramos música y sonreí de nuevo, asintiendo con la cabeza de inmediato. Mi idea era esa, hacerle compañía, así que había logrado mi cometido. Desde mi posición lo vi quitarse el otro auricular, también dejó las galletas en el techo y se acomodó para ofrecerme ayuda para subir.

    —¿Y qué vamos a escuchar? —le pregunté mientras alcanzaba su mano.

    Había que ver la fe ciega que tenía en que este muchacho me despegara del suelo, ojo, pero en mi defensa no es que pesara mucho y él parecía tener fuerza para ello.
     
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    la había linkeado, but i figured sería más cómodo tenerla insertada. La canción que empiezan a escuchar sobre el final:

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    La señalé vagamente como diciendo "ah, ¿viste?" al descubrir que mi hipótesis acabó siendo correcta, pero la señorita seguía empecinada en ser una aguafiestas y tuve que pensarme otra respuesta ingeniosa. Bueno, "ingeniosa". Todo lo que consiguiera exprimirle a mi pobre neurona achicharrada.

    —Aunque hay muchos tipos de magia, ¿no?

    ¿Brillante? En absoluto, pero era lo que había. Tras ofrecerle ayuda subiendo, me aferré a su mano con firmeza y efectivamente pude despegarla del suelo sin demasiado problema. Le apliqué fuerza, por supuesto, y tuve que balancear la resistencia con mi brazo restante, pero fue un esfuerzo de unos pocos segundos. Cuando ella pudo afirmarse en el techo moví el torso hacia atrás, dejándole espacio para subir las piernas, y suspendí mi mano libre a centímetros de su cintura en caso de tener que ayudarla a estabilizarse.

    —Música —resolví con una sonrisa, soltando su mano; no por pretender molestarla, sino porque no sabía de qué forma describir lo que escuchaba.

    Bueno, ¿pop? ¿Pop indie, o algo así? No tenía idea. Me quedé sentado como había quedado, con las piernas cruzadas, y eché un vistazo alrededor, atendiendo al viento. Me rasqué un ojo.

    —Me gusta aquí —murmuré, casi como un pensamiento en voz alta—. Creo que en general siempre me han gustado los lugares altos.

    Exhalé sin prisa, recogiendo el móvil, los auriculares y las galletas. Volví a acostarme boca arriba, dejé la comida sobre mi pecho, el aparato a mi costado, y me coloqué el auricular del otro lado. Desde allí miré a Jez y le extendí el cable restante, en silencio. Empezaba a sonar una nueva canción que no me molesté en cambiar. Entrelacé las manos sobre mi estómago, tomé mucho aire y lo liberé poco a poco, cerrando los ojos unos instantes. Era una melodía pausada y reconfortante, en cierta forma se asemejaba a la calidez de un abrazo. Intentaba arrojar una chispa de luz en la ciénaga oscura.

    Suspendí la vista en el cielo.

    —La idea de los túneles es algo extraña, ¿cierto? —comenté respecto a la canción, en voz baja—. Es como... uno esperaría algo diferente en esa frase. Habla de estrellas grises, de noches oscuras, de luz, y de repente... túneles. Esta reflexión no lleva a ninguna parte porque aún no he descifrado su significado. —Una sonrisa me estiró brevemente los labios—. Sólo sé que es el nombre del álbum, Tunnels, así que vendrá de ahí. Supongo que... los túneles son estrechos, ¿cierto? No puedes ver nada que no sea el final de ese túnel. Puede ser una forma de decir "una cosa a la vez", de no agobiarse e ir de a poco.

     
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    El apunte a que había muchos tipos de magia me estiró una sonrisa suave en el rostro, pues aunque estaba en modo "me faltó algo para volar al techo" ese argumento no podía debatirlo. En estos meses había tenido dificultades de toda clase y mi propia clase de magia, la única que creía poseer, se me había perdido y desdibujado, pero quizás todavía la poseyera. Quería pensarlo así. Si todavía podía alcanzarlos y acompañarlos, tal vez no hubiese perdido la magia.

    No era algo que fuese a externalizar, así que simplemente me lo guardé. Kakeru me ayudó a subir y apenas pude usé las piernas para terminar de trepar al techo, agradeciendo cualquier ayuda extra para no comerme un golpe de ninguna clase. En medio de todo el asunto se me atravesó una risa por ver que, en efecto, me había levantado y la gracia se mezcló con su resolución de que íbamos a oír música.

    —Duh. Claro, Jez, ¿qué estás preguntando? —apañé, divertida, pero de nuevo relajé los gestos apenas pude sentarme—. Gracias por ayudarme.

    Lo vi rascarse el ojo y un segundo después también miré alrededor, a lo que alcanzaba a ver desde esa altura. Su comentario sonó a pensamiento dicho en voz alta, pero regresé la vista a él y le sonreí de nuevas cuentas.

    —Es bonito aquí arriba —reflexioné—. A cierta altura se puede pensar con más claridad, creo.

    Fue una mera sensación, estaba en la distancia hacia el suelo, la proximidad al cielo y la compañía del viento. Había algo menos de ruido que abajo, no sabía muy bien cómo describirlo, pero tampoco creía que hiciera mucha falta. Al final no hice más que tomar aire, Kakeru de volvió a acomodar y yo acepté el auricular cuando me lo extendió, pero no lo puse hasta que elegí recostarme a su lado.

    La melodía era que sonaba era suave, lo pensé mientras entrecerraba los ojos para habituarme a mirar el cielo y atendí a sus palabras cuando empezó hablar. Me pareció un poco inconexo al principio, hasta que caché la palabra túnel en la letra de la canción también. Dejé caer la cabeza un poco hacia el costado, apenas para vislumbrar su perfil, y lo seguí oyendo a la vez que a la música.

    —Otras criaturas se mueven por túneles y nosotros tomamos prestada la noción para poder atravesar montañas que sería demasiado complicado trepar o rodear, para acortar camino y volverlo más seguro en el largo plazo —dije unos segundos después de que él terminara de hablar, regresando la vista a la bóveda celeste sobre nosotros—. Si el túnel es lo bastante estrecho no puedes girar para retroceder, pero sin duda llegarás al otro lado y entonces, si quieres regresar, puedes hacerlo, pues esa es la función que tiene. Son oscuros y un poco tenebrosos en comparación a los caminos a cielo abierto, pero siguen siendo eso: un camino. Si alguien hace un túnel ¿no implica eso una gran fuerza de voluntad? Para atravesar la montaña o descansar en su interior un momento, cualquiera de las dos.

    De la nada me había tirado un tremendo discurso, me di cuenta al terminar, y estiré las manos hacia el cielo.

    —¡Pero ni idea! Es tu música y si ni tú lo has descifrado, ¿qué podré saber yo que apenas la escucho? Me lo acabo de inventar —dije porque no era mentira, había divagado de lo lindo—. Me gusta mucho cómo suena, por cierto.
     
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    La risa que soltó durante el... ascenso estuvo a punto de contagiarse hacia mí, pero por suerte conseguí retenerla y modularla en una exhalación jocosa, si se quiere. De otra forma se me habría aflojado el cuerpo y tal vez perdiera control del suyo, haciéndola golpearse. Con la misión cumplida, me vacié los pulmones de golpe y me permití una sonrisa breve y amplia a modo de compensación personal. Se burló de mi respuesta, claro que no cargó malicia y meneé apenas la cabeza.

    —Grúas Fujiwara, siempre a su disposición —bromeé.

    ¿La altura permitía pensar con claridad? Tal vez. Quizá fuera la ausencia de ruido, o su cambio de naturaleza, lo que nos brindaba mayor espacio para ordenar nuestras ideas. El viento aullaba constantemente y golpeaba mis oídos, pero de alguna forma me parecía reconfortante. En lo personal, aquí arriba sentía que se me habilitaba a sentir sin restricciones, valiera la redundancia, lejos del bullicio de la gente y de los monstruos en las paredes de mi habitación. El cielo abrazaba en la amplitud y acompañaba desde el silencio, o al menos así se veía desde mi posición.

    Con los pies encadenados a la tierra.

    Jez se recostó a mi lado y la música empezó a sonar para ambos. Mantuve la vista en el cielo hasta que empezó a responderme y una sombra de incredulidad me torció la comisura de los labios, echándole una ojeada de soslayo. No era nada malo, sólo me habían sorprendido los conceptos que salieron de su boca de repente. Volví a las nubes y entonces ella estiró las manos hacia el cielo, captando mi atención. Detallé cómo la luz se colaba entre cada uno de sus dedos, oscureciéndolos.

    —Hacer un túnel implica un gran esfuerzo —parafraseé, macerando la idea, y exhalé despacio—. Hay que cavar mucho, desde luego. Hacer túneles para alguien... es como construirle puentes. Se supone que facilite el camino y estreche conexiones. —Solté una risa floja—. Aún así, sigue sonando un poco extraño.

    La oí decir que le gustaba la canción y sonreí, atendiendo a la próxima que empezara a sonar. Reconocí la guitarra al instante y se me ocurrió pensar que mi reproducción aleatoria estaba un poco monotemática. El corazón se me atenazó al instante, mi semblante se suavizó y entrecerré los ojos, sintiendo la brisa entre el cabello.

    Where to begin?
    Oh, let's pretend we never met so I can disappear a moment.

    Me quedé en silencio y mis labios comenzaron a seguir la letra en silencio, palabra a palabra. Como un mantra, como si yo mismo las hubiera escrito.

    I've been tryna swim with both my hands behind my back.
    My dear, I always feared the ocean.


    Me atravesaba con demasiada precisión, desde la primera vez que la había escuchado. Cuando el enchufe caía al suelo, cuando lo regresaba a su lugar y la corriente amenazaba con ahogarme. Que una voz ajena proyectara mis propios pensamientos me ayudaba a sentirlos, a procesarlos, a... a no sentirme tan solo. Dolía, como una herida abierta, pero también había consuelo en el escozor.

    And somehow this one word in my mouth was left unspoken.
    And I won't admit my parents split when I got sick.


    O quizá fuera un imbécil a secas, de esos que disfrutaban revolcándose en su mierda.

    But I refuse to be a burden.

    Is there something keeping me here for the minute, darling? —susurré, casi sin sonido. El estómago contra la barandilla—. 'Cause honey, sometimes I feel this emptiness howling out.

    El abismo de cinco pisos.

    Love comes and goes but the big black dog, he trails along
    Am I the only one who knows him?


    Habían chillado contra mis oídos, reventándolos. Había tropezado con sus colas y, abatido en el suelo, me habían estrujado la garganta, rompiéndola. Sus rostros se habían vuelto uno y esa silueta vacía mutó, deformándose por segundo. Se convirtió en tantas personas y acabó igual a mí. Era yo.

    And I suffocate things slow until I'm just the black fly circling my bullshit.

    Yo mismo me estaba matando.

    Deep blue, deep blue.

    La puerta cerrada se empeñaba en conservar la marea a raya, pero ¿cuántos azotes soportaría? La madera se astillaba lentamente, las grietas aparecían y yo me limitaba a observarlas desde una esquina de la habitación.

    My dear, I always feared the ocean.

    El cielo era inmenso pero no podía volar, las raíces se enredaban a mis tobillos y el agua subía y subía. Subía, subía y subía. Y apretaban. Y chillaban. Y reían.

    ¿Y quién te protegerá a ti?

    Ese no es tu trabajo.

    Maricón.

    ¿El trabajo de quién es, entonces?

    Preocúpate por ti, Fujiwara. Apestas.

    —Ayer golpearon a mi mejor amigo —murmuré, sobre el final de la canción, sin moverme del cielo—. Se lo merecía, de cierta forma, se había mandado una cagada enorme y... sabía que ocurriría eventualmente. Lo sabía. Aún así... Fue horrible.

    Mi voz, casi silenciosa, se deslizó sin premura, serena, y después esbocé una pequeña sonrisa. Ella no preguntaría, pero ya me había visto.

    —No he podido quitármelo de la cabeza.
     
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    Zireael

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    Lo de grúas Fujiwara me hizo gracia, por supuesto, y me reí por lo bajo aunque no añadí nada al respecto. La conversación siguió, la música también y también algunas de mis divagaciones, pues incluso aquí donde me veías... Había tenido tiempo para pensar en estas cosas, en los lugares donde podía pensar sin ruido o sin restricción. Los lugares vacíos en las fotos de casa y los rostros que mi memoria, de hecho, no recordaría de no ser ello. En las personas que no envejecerían nunca y cómo yo, de alguna forma, debía vivir con ello.

    Sí, había tenido tiempo para pensar en cómo ciertos espacios silenciaban aquello y para ver mis propias lágrimas, también. Ahora estaba mejor o eso creía, pero veía a las personas a mi alrededor librando batallas en silencio donde a veces no me dejaban entrar aunque fuese para hacerles compañía. Era complicado y doloroso a su propia manera, y en medio de eso intentaba encontrar algo que rescatar. En la confesión de Adara, de la nada, y en el océano de Altan o en el aislamiento de Laila, porque los quería, y ahora en el rostro de Kakeru.

    Solté mi discurso al aire de forma bastante literal, de hecho, viendo donde estábamos y lo oí parafrasearme allí en su lugar a mi lado. Que había que cavar mucho y de alguna manera hacer túneles para una persona se emparejaba a crear puentes para ella, la noción me hizo sonreír y aunque no nos estábamos mirando en sí, asentí con la cabeza.

    —Muchas cosas siempre serán un poco extrañas —apunté luego de reírme y dejé mis manos sobre mi estómago—, pero sí tú tienes una forma de entenderlo... A veces solo eso importa, porque cada uno de nosotros aprende y vive de formas diferentes.

    Pronto empezó otra canción con una guitarra muy bonita, tranquila y agradable, guardé silencio y creí percibir por la esquina del ojo que Kakeru seguía la letra. Me sonreí, cerrando los ojos un rato, y se me ocurrió que la música para algunas personas era una forma de procesar emociones, una manera de consuelo y eso estaba bien. Entre el rumor del viento creí reconocer su susurro siguiendo la letra y pensé que si él estaba bien con esto, con compartir este espacio conmigo, se lo agradecía.

    Love comes and goes but the big black dog, he trails along.
    Am I the only one who knows him?

    No, no solo ellos lo conocían.

    Abrí los ojos apenas unos segundos antes de que él hablara, la oscuridad de mis párpados colisionó con lo que acababa de decirme y le presté mi más absoluta atención, lo oí decirme que se lo merecía de alguna manera por algo que había hecho, que sabía que pasaría y aún así fue horrible. Esperé, me quedó la sensación de que hablaría de nuevo y así fue y dijo no poder sacárselo de la cabeza. Pues sí, ¿quién podría? Fue lo primero que pensé, pero luego, por alguna razón recordé cuando almorcé con él y Shinomiya, la historia de cómo se conocían y hace cuánto y... ¿Era demasiado arriesgar a esa suposición? La duda se me atascó en la garganta, pero separé una mano de mi cuerpo, anclé una parte del brazo al techo y se la ofrecí a Kakeru, siquiera lo pensé, al menos la silueta de ella debía aparecer en alguna parte de su campo de visión. Estaba en él si aceptarla o no, un pequeño punto de contacto, un pequeño mimo.

    —Gracias por tener la confianza para decírmelo —murmuré, tranquila, era un sentimiento genuino—. ¿Cómo te lo quitarías de la cabeza, cariño? Se lo mereciera o no, supieras que ocurriría o lo que sea, ya lo dijiste tú, es tu mejor amigo y muchas otras cosas pueden conflictuar eso, pero al final sigue tratándose de alguien importante para ti. Lo que le pasa a las personas que queremos nos duele por igual.

    Guardé silencio un momento, pensando, y otra preocupación me saltó de repente por la manera en que él había formulado todo. No sabía si... No quería escarbar tanto, no por mí, sino por él, pero el tema era que justo mi prioridad también era él. A mis ojos era un buen chico, era increíblemente dulce y paciente, no tenía por qué llevar semejante cosa solo.

    —¿Estabas presente? —le pregunté con cierta cautela.

    KAKERU (belu) QUÉ HACEMOS OYENDO A NOAH KAHAN *cries*
     
    Última edición: 8 Octubre 2025 a las 5:48 PM
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    Gigi Blanche

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    La porción de honestidad no había obedecido a ningún motivo concreto. De vez en cuando me agotaba lo suficiente para dejar de pretender, dejar de mentir, y modular las palabras se parecía lo suficiente a sacar la cabeza del agua para tomar una bocanada de aire. Tal vez fue el impulso de la canción, de la comprensión que buscaba en ciertos rincones y las sentencias que encontraba en su lugar. Siquiera recordé que esta chica y yo habíamos compartido un almuerzo con Kou, de hacerlo probablemente me habría empeñado en mantener la boca cerrada aún a riesgo de asfixiarme.

    Su mano apareció en la esquina derecha de mi visión conforme iniciaba una nueva canción. Esta era más... esperanzadora, si se quiere, y me alegró no quedar tanto como el imbécil depresivo que, al final del día, era. No lo pensé demasiado. Despegué la mano de mi estómago, la de su lado, y toqué su palma con la punta de los dedos. Su mano era pequeña y bastante delicada en comparación a la mía, recordé que me jodían con la piel reseca y solté una risa floja.

    —Debería usar crema, ¿no? —pregunté casi en un susurro, recorriendo su mano sin motivo aparente.

    Jugueteé entre sus dedos, abstraído, mientras la escuchaba hablar. Me agradeció, señaló lo evidente y me cargué los pulmones de aire, liberándolo lentamente. No encontré nada para decir, por lo que guardé silencio mientras la canción corría en segundo plano hasta que... hasta que preguntó. Mi semblante se comprimió, mi mano envolvió la suya, presionándola, y murmuré un sonido afirmativo. Sí, había estado ahí.

    —Yo se lo quité de encima. A nuestro otro amigo, quiero decir, el que... lo estaba golpeando. —Los gritos, los resuellos se arremolinaron y me forcé a relajar el agarre, retomando mi jugueteo previo. Como si nada—. Es un poco desesperante cuando empiezas a sentir que no tienes control alguno sobre lo que ocurre a tu alrededor.

    I lie awake all night, ticking back through time to find
    Been swimming in dark tides through a sea of me to find
    That sometimes all that I hold tight has got to stay behind

    —Supongo... que en mayor o menor medida siempre me he sentido así. En casa, en la escuela, con mis amigos, con... "enemigos", por decirles de alguna manera, aunque suena ridículo que te cagas. —Solté una risa breve—. No estamos en ningún manga shonen, ¿no? La vida real... tiende a ser más desesperante que eso. Más frustrante. Tenemos... mucho menos poder del que querríamos.

    Through fire, through this pain
    Flowers grow after the rain

    —Y es así, y ya está. —Esbocé una sonrisa amplia, resignada—. Sólo que... a veces se me olvida, tal vez, y lo recuerdo de golpe.

    En ningún momento había quitado la vista de nuestras manos. No que fuera la cosa más interesantísima del universo, pero me ayudaba a anclarme. Era el equivalente a hablar arrancando briznas de césped, suponía. La idea me conservó una pequeña sonrisa en los labios y solté el aire con cierta jocosidad. Le envolví la mano de vuelta, le di un apretón y se la sacudí levemente, llevándola sobre mi estómago. Allí las reposé, buscando verla de soslayo.

    —¿Hiciste tú las galletas?

    noah kahan micasita

    el desliz de memoria de kakeru en verdad fue mío JAJAJAJA chale
     
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    Por qué había decidido contármelo era indiferente, el caso era que lo había hecho y de alguna forma me aliviaba, tanto por lo pesado del asunto como por él en general. Sabía que la amabilidad y paciencia de las personas era una de las mejores fachadas para otras cosas, para una multitud de emociones y problemas que, a veces, creíamos era mejor no decirle a nadie. Casi siempre era suposición era errada.

    Y nos hacíamos muchísimo daño con ella.

    La nueva canción llegó, así como la punta de los dedos en su mano, y lo que dijo por alguna razón me sacó una risa que fue un poco más sonora que las anteriores. Quizás fue por lo random del asunto, por como no parecía encastrar con nada de lo demás o el hecho, tan sencillo, de que a mí pensar en eso ni se me había pasado por la cabeza. Lo dejé hacer, claro, y en mi voz se coló algo de la risa.

    —¿Pero de qué estás hablando? —le dije en un murmuro, divertida.

    La manera en que jugueteó entre mis dedos también me distrajo a mí, pero eso no evitó que preguntara y fue allí donde tomó mi mano, la presionó y casi como un reflejo yo hice lo mismo en cuanto confirmó mi sospecha. Debía haber sido horrible para él, de eso no cabía duda, y en los instantes previos a que aflojara el agarre le brindé caricias suaves con el pulgar. Iba a decir algo, pero continuó hilando ideas y yo tomé aire lentamente. El cierre de las ideas me supo resignado y es que no había mucho que hacerle.

    —Creo que lo más frustrante de la vida es darte cuenta que el verdadero porcentaje de control que tienes sobre las cosas, te involucren o no, a veces se acerca demasiado a cero. Es desesperante, como dices, y es todavía más enloquecedor tener que hacernos a la idea de que algunas cosas deben ceder al caos al parecen destinadas de alguna forma extraña —reflexioné un poco al aire, hasta entonces había estado pendiente de su perfil, pero regresé los ojos al cielo y parpadeé con lentitud—. El golpe de realidad es horrible, el recordatorio quiero decir. Casa, escuela, amigos, enemigos... No es un
    shonen, dices, pero sin duda hay lados y nos dejan en dilemas morales grandísimos, porque el cariño casi nunca entiende la noción de bandos. Es complicado de manejar, de procesar y llevar.

    Un suspiro me sirvió de pausa.

    —Lamento que las cosas hayan sido así, cielo, y que estuvieras allí —susurré después—. No hay forma bonita de decirlo, fue un desastre y para ti fue espantoso, independientemente de lo que haya de fondo. No es mucho, pero podemos juntarnos a escuchar música cuando sea y puedes hablarme de lo que quieras, también. Para eso somos amigos, ¿o no? Y tu música está linda.

    Había tomado mi mano de nuevo, la forma en que la sacudió me hizo reír y lo dejé llevar el punto de unión hacia él, lo descansó sobre su estómago y una vez allí retomé las caricias con el pulgar. Percibí que me miraba de soslayo y la pregunta de las galletas me hizo girar el rostro en su dirección.

    —Dios mío, no —apañé como si el escenario fuese el equivalente de una catástrofe y le di un apretón a su mano—. Mi tía me hizo el favor y mi mayor contribución a la causa fue vigilar su tiempo en el horno. Me rompí la cabeza toda la semana para ver qué les regalaba a mis amigos, porque si me ponía a comprar chocolates iba a quedar endeudada hasta la siguiente década. Pasa que cierta persona dejó unos cupcakes muy bonitos y me iluminó las neuronas con que no había necesidad de que fuesen chocolates.

    El énfasis había sido bastante risible hasta para mí, pero digamos que ya había tenido un rato para barajar posibilidades y por mero descarte y conversaciones, digamos que saltaba a la vista. Mira que para unas cosas era tonta que daba gusto, para otras no tanto, pero igual prefería corroborarlo directamente.

    —¿Fuiste tú? ¿Te sabes la de poner remitente, Kakeru? —interrogué a la vez que aflojé un poco el agarre en nuestras manos y reajusté la posición para picarle el estómago. Fue una cosa de nada, de inmediato lo sujeté de nuevo y reinicié las caricias, lo que dije después me salió en un tono más suave, pues porque cómo no me iba a poner suavecita por un detalle así—. Estaban preciosos y muy ricos.

    chalecita JAJAJAJA nos pasa a todos con cierta frecuencia entre la edad (???) y todo lo que pasa en este rol
     
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  10.  
    Gigi Blanche

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    Su reacción me hizo más consciente de lo inconexo que había sido mi comentario, y contrario a cohibirme o avergonzarme... no me importó demasiado. La jocosidad en su tono, de hecho, ensanchó brevemente mi sonrisa.

    —Mi hermano me quiere convencer de que empiece a usar crema para manos —aclaré—. Me regaló una para mi cumpleaños, de hecho, con moño y todo. Olía a... ¿coco? ¿Coco y avellanas? No me acuerdo. Quedó en el baño y mamá la terminó reclamando al notar que yo, evidentemente, no planeaba usarla. Por lo general no me molestan las manos secas, pero cuando toco algo suave me doy cuenta. Entonces, ¿qué opinas?

    Formulé las ideas, atendí a mis reacciones internas y no encontré nada lo suficientemente intenso. Escuché a Jez con la vista puesta en el cielo y fui murmurando sonidos afirmativos de vez en cuando para darle a entender que la estaba escuchando. Algunas de sus nociones se acercaron demasiado a la realidad y quiso hacerme gracia en medio de la amargura. ¿Estaría leyendo mi mente, acaso? La idea me entretuvo y sentí las lágrimas deslizarse por mis sienes, perdiéndose en el nacimiento de mi cabello. Ya no me quedaba mucho por hacer, sólo esperar a que dejara de doler.

    Elogió mi música y sonreí apenas. La miré, pregunté por las galletas y su negativa tan vehemente me arrancó una risa nasal. Su tía de nuevo. La mención de los cupcakes me hizo abrir más los ojos y parpadeé, recordando mi propio descuido. Mi sonrisa mutó a una mezcla de culpabilidad e inocencia, y estaba por bromear al respecto cuando arremetió de frente y me picó el estómago. La tontería me robó una risa audible y el cuerpo se me tensó instintivamente.

    —Se me olvidó —confesé, volviendo a relajarme, aún si eso pecaba de obviedad—. Me concentré tanto en la decoración de cada uno y tal que genuinamente olvidé agregarle mi nombre.

    Su voz se suavizó sobre el final, regresé los ojos a ella y le sonreí. Me alegraba que así fuera.

    —¿Los llevaste a casa o los comiste aquí? —Alcé las cejas—. Ah... Gracias por las galletas. —Volví a reírme—. Creo que no te lo había dicho todavía, ¿cierto?

     
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  11.  
    Zireael

    Zireael kingslayer Comentarista empedernido

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    Su comentario fue inconexo y mi pregunta genuina, pero a él le vino en gracia y pronto lo tuve explicándome de dónde venía el asunto. El empeño que le estaba poniendo Hayato a que usara crema era bastante risible, mira que llegar a regalarle la crema con todo y moño. El obsequio finalmente fue reclamado por su padre, en vistas de que la misión "Usa crema de manos, Kakeru" seguía fracasando. Bueno, pausa, ¿ahora yo era lo "muy suave" en cuestión? El cuadro me dio algo de vergüenza y agradecí que no estuviéramos teniendo una conversación cara a cara en todas las de la ley, así al menos se disimulaba.

    —¿Qué opino yo? Bueno, tal vez la crema de avellanas y coco no sea mala idea —la pregunta la solté con cierta incredulidad, el resto intenté formularlo con seriedad, pero al final se me escapó una risa por la nariz y le di un apretón a su mano—. Así estás bien, cariño. Esa es mi opinión.

    No fue algo que dijera por decir, pues yo no tenía ese hábito para empezar. Luego mi respuesta vino, no encastraba del todo con la imagen que seguramente las personas tenían de mí, pero es que habían fragmentos de mis pensamientos que contrastaban peligrosamente con mi forma de existir en el mundo, a los ojos de los otros. Eran rincones oscuros, puede que hasta desesperanzadores. Eran las realidades que había enfrentado y cómo había chocado directamente con los monstruos de otras personas sin pretenderlo.

    Él atendió a mis palabras, no esperé ninguna contestación elaborada y le hice el recordatorio de turno, pues de verdad lo consideraba mi amigo aunque nos conociéramos hace poco. No se trataba de que fuese a tomarse mis palabras al pie de la letra, si estaba aquí solo antes, pero estaba bien que supiera que tenía opciones y, aunque fuese poco, si alguna vez lo necesitaba tenía dónde y con quién acudir sin necesidad de que implicara toda una confesión. A veces la vida parecía menos oscura luego de simplemente compartir espacio con alguien.

    Nos desviamos al tema de las galletas y por rebote al de los cupcakes, mi acusación con ataque incluido lo hice reírse y se me contagió ligeramente, sobre todo al oírlo soltar que se le había olvidado por concentrarse con la decoración. Ahora el doble de gracioso, la verdad, ya que me lo imaginé sumido en los pastelitos.

    —Los solecitos estaban muy lindos. Solo por eso dejaré pasar el olvido —defendí como si de alguna forma el despiste de verdad me hubiese ofendido o algo, cuando realmente solo me obligó a usar las neuronas.

    También regresé la vista a él, recibí su sonrisa y la imité. Sobre los cupcakes...

    —Me los comí aquí —confesé junto a un suspiro, porque la verdad pensándolo bien ya Kakeru había sido honesto conmigo—. En casa me habría tocado hacer una repartija y jamás habría podido decirle que no a ninguno. Quise conservar el regalo para mí, para variar, aunque suena egoísta.

    Me reí por lo bajo, consciente de que eso no tenía ni de cerca el mismo peso que lo que él me había contado, y retomé la conversación.

    —No, pero no hacen falta las gracias —convine y atraje su mano en mi dirección, porque me dolía un poco el codo como lo tenía puesto. Descansé la unión en mi estómago también—. Espero que te gusten. Están llenas de amor de tía... diría que también de mi parte, pero como te digo solo las vigilé. ¡Con mucho cariño, obvio!
     
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