Azotea

Tema en 'Cuarta planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Joey Wickham

    Ciertamente le sorprendió que Konoe aceptara, aunque no hubiera alcanzado su expresión. De todas las personas de aquella azotea, se imaginaba que él sería la más indeseada; algo así como ocurría con Sonnen y... bueno, no estaba del todo seguro por qué despertaría tanto desagrado en Hiradaira. Más tarde le preguntaría.

    Sin embargo, aceptó. ¿Estaba cediendo? ¿El alcohol la había aflojado? ¿O temería rechazarlo tras ver el demónico castigo a Sonnen? Eh, ser un rey tirano estaba funcionando, ¿verdad? Ya que no iban a amarlo, más vale le temieran.

    —Con permiso, Suzu-chan —murmuró, cantarino, acercándose a ella a cámara lenta.

    Era un simple beso en la mejilla, pero lo estiró lo más que pudo. Se detuvo frente a ella, la observó y le sonrió. Luego acarició su cabello lacio, de arriba hacia abajo, hasta quitarlo del camino y se inclinó sobre ella, se cernió, y una risita divertida vibró en su garganta mientras presionaba los labios sobre su mejilla. Había sido sumamente sutil y sólo Konoe habría sido capaz de oírla. ¿Hasta eso tenía calculado? Quién sabe.

    Tras erguirse, no volvió a ponerle una mano encima. Mientras se giraba le lanzó una sonrisa dulce a Hiradaira, quien no les había quitado la vista de encima ni un momento, y se marchó. Woah, qué perro guardián más intimidante. Estaba aterrado.

    Decidió tomar asiento junto a Alisha, extrañamente calmado y en silencio, y alzó la vista al cielo algo distraído. Vaya, cuántas nubes.
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Konoe Suzumiya

    Respiró lentamente por la nariz y no se atrevió a abrir los ojos en ningún momento. No los apretaba, nos se contenía, solo los mantenía cerrados, con suavidad y su rostro mientras Wickham le acariciaba el cabello permaneció inmutable. Podría sentir fácilmente náuseas realmente. Era un depredador y ella era meramente una presa fácil.

    Lástima que no tuviera el más mínimo interés en su juego.

    Las tres cabezas de Cerbero. Había tenido suficiente. Se había permitido conocer el mundo de sombras donde Whels se movía. Había permitido que Katrina, que sabía a tabaco y a alcohol la besase, había dejado que Joey se sintiera con poder sobre ella. Se había deslizado como una serpiente entre las grietas y aunque jamás podría pasar ni mimetizarse con ellos había logrado encajar en el rompecabezas.

    Suficiente.

    Nada más Joey se alejó, cuando sus labios dejaron de tener contacto sobre su piel se limitó a girar sobre sus talones y regresar al círculo. Tenía muy claro lo que iba a hacer. Demasiado. Lo que se había negado tozudamente tantas veces y lo que tozudamente estaba buscando ahora.

    Como una suicida masoquista.

    Su amistad era muy importante para ella. Admiraba su carácter indómito, admiraba que fuese distinta. Admiraba que pudiera hacer todo eso y al mismo tiempo seguir pareciendo una niña. Admiraba todo de ella. No, no tenía nada que ver con las otras dos cabezas. Incluso Sonnen podía haberlo notado. Si los tres eran demonios, ella era uno menor. Tenía dentro de sí mucha más luz que los otros dos. Quizás porque seguía conectada a la luz gracias a ella.

    Pasó al lado de Joey y se inclinó tras al cuerpo de Alisha. Se arrodilló hasta que pudo rodearla con sus brazos. La piel le ardía. Y ya no sabía realmente si era o no el alcohol, si era su corazón honesto que parecía desear escapar del pecho. Puede que ambas. No le importaba realmente.

    Sus labios apenas rozaron su oído y el cabello rubio le cosquilleó el rostro.

    —Alisha-san necesito hablar contigo. Ahora—quizás sonó demasiado demandante, autoritaria. La voz que probablemente usaría una presidenta del consejo de estudiantes. Aflojó el agarre en torno a su cuerpo y agregó—. Ven conmigo por favor.

    No le dio tiempo a quejarse. Tomó su mano con firmeza y tiró de ella hasta levantarla y llevársela fuera de la azotea.
     
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    Amane

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    Emily Hodges

    —Mi móvil está arriba...

    Antes de poder decir nada más, sin embargo, escuché cómo golpeaban la puerta y me sonrojé de nuevo al escuchar las palabras que se colaron. Que se subiese los pantalones... claro, eso debía parecer, ¿verdad? Pero se había portado bastante bien conmigo.

    Observé la escena algo incómoda, mirando de reojo a Jezebel cuando pasé a su lado, sintiéndome algo culpable. Nos había pasado lo mismo, ¿verdad? A mí me había invitado Katrina, a ella Joey... y ninguna de las dos parecíamos realmente del tipo de persona que hace eso, lo sabía por el club de lectura. Pero estábamos ahí y seguramente nos había movido lo mismo.

    Fui incapaz de decir nada más y simplemente seguí a Joey hasta volver a la azotea. Tragué saliva con fuerza antes de salir y, casi como si estuviese huyendo, aproveché que el chico se dirigió a hacer quién sabía qué para salir corriendo hacia dónde estaban mis cosas. Me agaché para sacar del bolso un pequeño espejo que utilicé para comprobar mejor mi aspecto así como para repasarme el maquillaje, sobre todo los labios.

    Era una actividad muy entretenida, ¿eh? Podría estar toda la noche ahí si hacía falta, vaya.

    Por desgracia, en algún momento no tuve nada más que hacer y simplemente me quedé mirando mi reflejo, llevándome los dedos de la mano libre al cuello, rozando las zonas donde aún sentía aquel roce húmedo pero caliente.

    Ugh, menos mal que me iba a quedar durmiendo en casa de Kashya.

    Casi sin pensarlo demasiado, moví el espejo para poder ver reflejado en el mismo la corta cabellera negra de Katrina.

    Mierda, estaba hecha todo un desastre.

    *sips in relleno*
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Anna Hiradaira

    Soltó un bufido algo hastiado cuando, una vez más, se supo sola. Quizá no debería haber tomado esos últimos shots, pero lo hecho, hecho estaba. Siguió a Konoe con la mirada en cuanto fue donde la rubia, y un segundo después habían desaparecido de la azotea. Bueno, sus deducciones habían sido correctas. Bien hecho, Anna, ya puedes ser Sherlock. Anna Holmes.

    Se acercó al reducido grupo que quedaba con las manos en los bolsillos traseros de su short. Bueno, le quedaba una paleta. Se la llevó a la boca sin pensarlo, la saboreó, y pateó la botella con la punta de la bota.

    —Bueno, somos pocos pero la fiesta no debe decaer, ¿eh? —comentó más bien al aire, viendo el vidrio girar.

    ¿Sería una buena idea? Probablemente no, pero estaba borracha y en piloto automático, y tenía su paleta para canalizar los nervios y, bueno, aún no había tenido diversión. Para ella era, al menos, ridículamente fácil camuflarse entre esas sombras.

    Anna se sentó en el círculo cuando supo que la botella había elegido a otros dos y estiró las piernas, jugueteando con la paleta, distraída, dentro de su boca.

    Joey, por su parte, sonrió con una mezcla de miedo y diversión; se veía fingido, como si todo en la puta vida fuera una broma para él. Se inclinó hacia Akaisa, pues los separaba apenas el lugar vacío de Alisha, y la vio desde abajo con el codo apoyado en el suelo.

    —Katty-chan, ¿puedo hacerlo? ¿O vas a arrancarme un brazo~?

    Lista reducida porque son dos gatos locos *prende velita por Emi y Kat*

    1. Joey Wickham
    2. Katrina Akaisa
    3. Emily Hodges
    4. Anna Hiradaira
     
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    Zireael

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    Los observó regresar justo cuando acababa de encender un nuevo cigarrillo y le daba una profunda calada, que liberó por la nariz. Vaya desastre estaba hecha la morena, no se podía ni disimular.
    Bueno, no a sus ojos, cuántas veces no había salido así del puto almacén de gimnasia o del baño de un pub, con la mirada vidriosa y el cabello en cualquier dirección, y rastros de otra persona sobre su cuerpo.

    Podía haberla visto en la otra punta de un pasillo y darse cuenta, así cómo se habría dado cuenta con Shiori incluso si no hubiese presenciado una parte de la escena de la mañana.

    Contuvo el impulso de arrojarle una lata de cerveza al inglés y pausó cualquier otro plan cuando vio que Suzumiya se llevaba a la gringa, contra todo pronóstico. Bufó cuando la botella la señaló a ella luego de haber señalado a Joey, ¿de nuevo? Pero bueno.

    Lo miró, con el cigarrillo entre los labios, y aunque deseaba escupirle o patearlo, lo que hizo fue extender la mano y darle un par de palmadas en la cabeza. Fue un gesto distante, frío, solo por el hecho de que provenía de ella.
    No dijo nada, se levantó para acercarse a las botellas.

    —Por ahora prefiero hacer las de Sonnen y besar una botella. Sé bueno conmigo~ —dijo por encima de la música, mientras volvía a tomar el vodka—. Ah y vas a tener que prestarme las llaves.

    Ni siquiera se molestaba en disimular.


    El pendejo puede responder (? tiro dado en algún post de arriba y respondo a eso en otro post.
    Wey, en qué nivel estamos? Entre el tocho y el porno ya me perdí alv
     
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    Gigi Blanche

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    La miró un rato y luego dejó caer la cabeza, resignado. Bueno, no podía tenerlo todo, ¿verdad? En la vida a veces se pierde y se gana. De cualquier forma, no se arrepentía de haberle robado la primicia a la gatita.

    Puede que fuera, de hecho, lo mejor de la noche.

    —Ya qué. Dos shots, Katty-chan. He decidido ser un Dios bondadoso.

    Se incorporó, algo perezoso, para girar la botella mientras ella bebía y arrojarle el manojo de llaves. Si el azar no la bendecía se llevaría a Emi-chan a rastras, ¿eh? Estaba bastante decidida. Inmediatamente después volvió a desplomarse justo donde había estado, con las manos tras la espalda y las piernas extendidas en direcciones opuestas. Estaba todo despatarrado y, de repente, puede que algo apagado. Conectó con la mirada rosada de Hiradaira cuando el vidrio se detuvo frente a ella y se volvió hacia Akaisa, alzando la voz.

    —Pero mira nada más, el pastelito de la noche. ¿Y bien? ¿Nos darán un espectáculo?


    Anna se veía algo pequeña allí, sentada con las piernas cruzadas y sola. También... algo indefensa. ¿Asustada? No, más bien incómoda. Ansiosa. Lo disimulaba bien, debía admitir, pero él sabía leer esas mierdas con mano diestra aunque la mayoría del tiempo pareciera que vivía con la cabeza en las nubes. Le sonrió a la menor.

    —No te preocupes, Anna-chan. Akaisa no muerde... no siempre.


    Anna le clavó la mirada, prácticamente lo fulminó, y se encogió de hombros. Eh, ¿fingiendo indiferencia? Qué bonita y poco honesta era.
     
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    Zireael

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    ¿Dios? Era el mismísimo Satanás, lo sabía de sobra y sin haber tenido que hacer nada más allá de provocarlo, de tontear a su alrededor. Lo había visto en sus ojos oscuros, como un lago negro.
    Eran la misma clase de estúpidos miserables, despreciables. Ella había traído a Emily, él se la había comido, él había traído a Vólkov y... bueno, a saber qué pasaría.

    Bebió los dos tragos, sin molestarse en ver a quién señalaba la botella esa vez. Las palabras del inglés se le antojaron tan insoportables como era usual y hasta que escuchó el nombre de la chica salir de su boca, se giró hacia ellos.
    ¿Anna? Ah, la niña bonita de la coleta teñida. Era pequeña, menuda justo como ella, con esos ojos brillantes decorándole el rostro, era la que había llegado con Vólkov y Sonnen, ¿no? Tenía pintas de huraña ahora que estaba separada de ellos.

    Bufó para sí misma y le dio otra calada al cigarrillo que tenía entre los dedos.

    Por algún motivo recordó la voz de Rachel alzándose sobre la multitud luego de que Honda la lanzara al suelo, ciega de ira. Frunció el ceño, apartando la vista unos segundos.

    Era cierto, no mordía siempre. No había mordido a Konoe, al menos no cuando la besó, tampoco había mordido a Rachel cuando la conoció en la sala de arte y en el mejor de los casos trataba de no morder a Kurosawa.
    Sabía cuándo y a quiénes lanzarles distintos tipos de mordidas, como todo animal salvaje.

    Quizás en otras condiciones se hubiera negado a besarla directamente, como había hecho con Joey, pero de repente sentía ira ya no solo con el estúpido inglés, sino con ella misma.
    Bebió un tercer trago, esta vez de tequila, a pesar de que Joey había tenido piedad de no lanzarle seis encima como a Sonnen. Tenía calor ya, lo sentía, era el alcohol.

    Dejó el vasito y apagó la colilla dejándola caer en las pocas gotas de líquido dentro de una de las latas de cerveza vacías antes de dirigirse a Hiradaira. Se sentó a su lado y era evidente que no tenía la misma energía que minutos atrás, antes de que el idiota se llevara a Emily y antes de que la voz de Rachel se colara en su mente. Y aún así, fue capaz de dedicarle una sonrisa felina, casi inocente, a pesar de que sabía que la chica posiblemente pudiese ver a través de ella incluso si no hubiese visto que besaba a Konoe y a Alisha o todo lo demás.

    —Tus señales corporales son un poco crípticas, Anna —le dijo y aunque todavía había algo de ese tono medio pícaro en su voz sonaba bastante más seria, serena y honesta incluso—. Así que te lo preguntaré directamente, ¿quieres que te bese o no?
     
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    Gigi Blanche

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    Bufó con algo de molestia, sin saber muy bien a qué o quiénes iba dirigida. Las cosas suelen funcionar así y cuando alguien de repente se va, pues a la mierda. Vaya manera de matar una fiesta, ¿eh? Al final no se había divertido ni por asomo. Lo único que podía rescatar era el abrazo de Jez, las palabras que habían desatado el nudo en su pecho. Por todo lo demás... se había aprovechado de una tipa inestable para que la besara y había bebido demasiado tequila. Estaba algo mareada y acalorada.

    Cuando la botella la señaló, al menos agradeció que no hubiera sido Wickham. El cabrón le desagradaba. Su simpatía, su carisma, sus sonrisas y palabras bonitas. Su voz suave, movimientos calculados y ese maldito cabello negro. Le desagradaba porque era jodidamente débil y, con todo ese alcohol encima, no estaba segura de poder rechazarlo.

    Y volvería a caer.

    Akaisa se le acercó. Apenas la conocía, pero la llamarada de peligro que antes había reconocido en sus ojos... ya no estaba. Eran opacos y algo cansados, si se quiere. La miró un rato antes de encogerse de hombros y suspirar.

    —Ya se fue todo a la mierda, ¿no? —comentó, incorporándose para ir a buscar un paquete grande de papitas, y volvió a su posición original—. Mejor firmemos la paz. ¿Papitas?

    Se las extendió mientras se llevaba varias a la boca con la otra mano, y le sonrió. Fue una sonrisa sincera, algo resignada pero sincera.

    La voz de Joey se alzó sobre el silencio.

    —Bueno, ¿y qué hacemos con los otros dos que están en el aula? Alguien debería ir a buscarlos.

    Anna entornó la mirada, ¿estaba preocupado acaso? ¿Quería sacarlos de allí? Ah, qué interesante.

    —¿Por qué no vas tú, Wickham? —replicó, agarrando otro puñado de papitas—. Yo estoy muy ocupada, como verás.

    Joey le sostuvo la mirada; lucía serio, más serio de lo que había estado en toda la noche. Al final suspiró sonoramente y se incorporó, yendo hacia la puerta.

    —Más les vale guardarme papitas, señoritas. Me enfadaré mucho, de lo contrario.
     
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    Amane

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    Con un suspiró acabé por cerrar el espejo y guardé todo de nuevo en el bolso, volviendo al círculo no mucho después. Con todo el lío, solo nos habíamos quedado cuatro personas y, a decir verdad, me sentí algo incómoda mientras volvía a sentarme, algo alejada de Katrina y Joey.

    Sabía que no tenía derecho a decir nada, pero lo cierto es que me sentí algo aliviada al ver que la chica de la coleta rosa acababa por rechazar el beso de Katrina.

    Qué desastre.

    En cuanto Joey salió por la puerta, sentí que mi cuerpo se destensaba repentinamente. ¿Por qué estaba tan tensa? A decir verdad, estaba algo preocupada por cómo reaccionaría Katrina al vernos llegar pero no le hizo nada malo al chico. Aun así, no pude evitar estar a la defensiva.

    Con algo de timidez me acerqué al par y cogí una de las patatas de la bolsa, mordisqueándola antes de mirar a la chica, sonriendo ligeramente.

    —Me gusta tu pelo.
     
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    Gigi Blanche

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    Reparó en la muchacha de ojos púrpura sentándose junto a ellas, esa sobre la cual Akaisa había estado toda la noche y Joey se la había llevado al aula. Anna le sonrió, tranquila, y le acercó el paquete para que pudiera agarrar con mayor facilidad. Se llevó un par a la boca y masticó.

    "Me gusta tu pelo".

    —Gracias. —Vaya, ¿qué mierda la había calmado tanto? Posiblemente por primera vez en la noche se oía como una adolescente normal; algo borracha, pero normal—. A mí me gusta tu vestido.

    Entonces se volvió hacia Akaisa.

    —Y también me gustan tus ojos, aunque te lo deben decir mucho, ¿verdad? —Rió brevemente—. Es la primera vez que conozco a alguien con heterocromía.

    Era en verdad rara en humanos, no tanto en gatos. Por ello, la muchacha le recordó a un felino de pelaje oscuro y mirada filosa y, bueno, a ella le encantaban los gatos. Su sonrisa fue muy genuina cuando le habló.

    En eso llegó Joey, iba con las manos en los bolsillos y, antes de dejarse caer junto a ellas, alcanzó una lata de gaseosa. Le dio un sorbo y metió la mano en la bolsa, sacando un puñado bien grande de papas.

    —Eh, Wickham, deja algo para los pobres —lo molestó, en tono ligero.

    —Calla, estoy en crecimiento. Tengo que comer.
     
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    Zireael

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    Firmar la paz, vaya.
    Cayó en cuenta en que sostenía en su mano todavía el juego de llaves que le había regresado Joey, aunque de repente se preguntó para qué mierda se lo había pedido realmente, le dio vueltas a las llaves, sosteniéndolas por el aro y luego se las volvió a guardar en el bolsillo de la chaqueta. Tenía que recordar pedirle la llave faltante a Shiori.

    Al final había sido la perfecta Kurosawa la única que había sacado algo memorable de esa fiesta, ¿no?

    Contuvo la risa que aquel pensamiento le provocó mientras extendía la mano para tomar un puñado de papitas de las que le ofrecía Anna, la sonrisa de Anna de alguna forma le reajustó los pensamientos desordenados.
    Nunca se había llevado muy bien con las chicas, ¿cierto? Bueno, eso había sido siempre culpa suya, solo las zorras se llevaban bien entre ellas en condiciones muy específicas.

    ¿Joey tenía que ir a sacar a ese par? Tuvo un presentimiento, una corazonada si se quería y por algún motivo estuvo por levantarse, decirle que se quedara allí y que ella iría, pero no se movió, lo observó irse.

    Qué le importaba a ella de por sí.

    Por alguna razón, cuando Anna dijo lo de sus ojos dio un ligero respingo, como si esperara de todo menos eso. Apartó la vista a un lado, recordando de nuevo a la chiquilla rubia.

    Kat.

    Gato.

    —Supongo que ya aquí se acostumbraron. Hace rato no me lo decía nadie —dudó y luego añadió algo más, después de liberar con algo de fuerza el aire en sus pulmones—. Gracias. A ti te queda bien ese color de cabello.

    ¿Qué mierda estaba pasando? ¿Se supone que eso era una charla normal? No había tenido de esas, en realidad... Las había tenido hace tanto tiempo que parecía no recordarlas, con los malditos Kurosawa.
    Tuvo que tragar grueso.

    Se recostó en el suelo mientras masticaba las papitas que se había llevado a la boca.
    El cielo estaba oscuro, nublado y sin estrellas. Recordaba bastante a sus huecos en la memoria, a esos segmentos cortados por un parchón del más absoluto negro.
    Había llegado Wickham, pero bueno qué importaba.

    >>Eh, Em —La llamó, sin levantarse—. Te lo compensaré otro día~

    No había que ser ningún genio como Sonnen para entender a qué se refería.


    im sowwy se me fue a la mierda Kat y todos en realidad

    jez.png
    Se tensó por reflejo cuando escuchó que la puerta se abría, dejando entrar apenas un poco más de luz, y no fue solo ella, había sentido a Altan tensarse entre sus brazos, incapaz de levantar la cabeza todavía.
    Cuando les llegó la voz de Joey, parecía que ambos se les había detenido la respiración. De todos los que podían ir por ellos, ¿por qué él?

    Ella dirigió la vista hacia su silueta en la puerta, cuando se había detenido antes de irse y el alma le cayó a los pies. Le faltaba toda la energía de hace un rato, pero aún así le había sonreído así.

    Era una idiota.

    Ambos eran unos estúpidos.

    Los tres lo eran.


    Altan se separó de ella cuando el inglés se había retirado ya y se volteó de inmediato, para que no lo mirara. Ella bajó del escritorio con movimientos tan silenciosos que parecía que era un fantasma más que otra cosa.
    Tomó las latas e hizo lo mismo que había hecho el muchacho antes, ir a arrojarlas a una papelera, pero la voz de Altan la detuvo a medio camino. Fue un murmuro que le arrojó una cubeta de agua fría en la columna.

    —Lo siento, Jez.

    Ella sonrió, allí dándole la espalda. Una sonrisa resignada.

    —Fui yo quien te lo pidió, Al. Está bien. —Tenía sed y calor, además, el alcohol había acabado cayéndole encima—. Cariño, vamos arriba, ¿de acuerdo? Bebe algo que no sea alcohol.

    Lo escuchó suspirar con pesadez.

    —De acuerdo.

    .
    .
    .

    Al final habían subido juntos y así como Joey, cada uno tomó una lata de gaseosa. Jez pareció debatirse mentalmente por lo menos un sólido minuto antes de buscar sentarse junto al inglés, en un impulso raro, producto posiblemente del alcohol que le nublaba la mente. Estiró la mano hacia la bolsa de papas y tomó un puñado, aprovechó para dedicarle una sonrisa suave a Anna.

    Altan la observó, tratando de sacarse de la mente el hecho de que acababa de besarla, buscó la chaqueta que había tirado por allí y caminó hacia los chicos reunidos. Dejó caer la prenda sobre los hombros de Jez, casi con torpeza.

    —Debes tener un calor del carajo, pero te puedes resfriar —dijo para luego sentarse, sorprendentemente, junto a Akaisa, que seguía acostada sobre el frío suelo.

    Le dio un trago largo a la gaseosa y escuchó que Katrina murmuraba algo que apenas llegó a sus oídos.

    —Perdiste, ¿no es cierto, guapo?

    —Como los grandes —admitió en el mismo tono bajo, para que solo ella escuchara. Ya no tenía ánimos para luchar contra la princesa corrupta y posiblemente contra ninguna de las cabezas de Cerbero.

    —Bienvenido al club.


    wey mi corason
     
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    Amane

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    Le sonreí de nuevo cuando escuché sus palabras, murmurando también un gracias mientras miraba mi vestido. La verdad es que había sido un puro milagro haberlo encontrado en mi armario, era lo único que podía llevar a una clase de este estilo. El resto de mi ropa era... demasiado casual. Y demasiado inocente, quizás.

    Seguía comiendo patatas mientras la chica hablaba con Katrina, sintiendo de repente un hambre del que no me había dado cuenta hasta el momento. Debía ser el alcohol, ¿verdad? No había bebido tanto como los demás pero seguía siendo demasiado para mí.

    Joey volvió entonces y no pude evitar mirarlo con la cabeza ladeada. No lo conocía de nada, realmente, pero yo no había cambiado. Seguía preocupándome por todo el mundo y lanzándome detrás de los más ariscos en un intento de ayudarles.

    Eso siempre había sido genuino.

    —¿Todo bien?

    La pregunta, formulada en voz baja, acabó por perderse cuando Katrina llamó mi atención y Jez y el otro chico aparecieron por la puerta. Ah, supongo que ya no pintaba nada por ahí. Le dirigí una última sonrisa a Joey antes de acercarme a Katrina, suave.

    >>No hay nada que recompensar —murmuré, y en un acto que no supe si fue de valentía o estupidez, me incliné para dejar un beso sobre su mejilla.

    Otra sonrisa, con los ojos cerrados, antes de levantarme. Me dirigí hacia las bebidas y cogí también una lata de un refresco cualquiera, comenzando a beber mientras me dirigía hacia la verja.

    Todos éramos un desastre, ¿verdad? Incluso los mayores que se suponía que tenían que ser el ejemplo a seguir.

    Pues bueno que estaba en mitad del relleno pero ahora va a ser un post de verdad(?)
     
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    dejo la shit que tengo en bucle porque quiero y porque puedo

    [​IMG]

    La pregunta de Emily captó su atención y le robó una sonrisa traicionera. Le dio otro trago a la gaseosa antes de mirarla, pero entonces Katrina habló y la menor se volvió hacia ella. Joey la observó mientras estaba distraída con otra cosa y flexionó una pierna, apoyando el brazo sobre ella. Era una buena chica, ¿verdad? Tenía buen corazón. No acababa de entender qué pintaba en todo ese desastre, pero ni Konoe ni Jezebel pintaban tampoco.

    Alisha, Katrina y él. Ellos, los tres cabecillas de ese plan infernal, las habían arrastrado al epicentro del desastre, ¿no? ¿Con qué derecho?

    ¿Con qué puto derecho?

    Aprovechó un pequeño silencio para picarle el brazo a Emily y sonreírle, asintiendo.

    —Claro, sólo un poco mareado.

    Anna, que estaba cerca de ellos y le había sonreído a Katrina en agradecimiento, suspiró.

    —Y pensar que mañana hay clases —se quejó—. ¿No podrían haber organizado esto un viernes?

    —Perdona, wedding planner —ironizó Joey, aunque no estaba realmente molesto—. La próxima te llamamos para que te encargues.

    Anna soltó una risa fresca y chasqueó los dedos.

    —Claro, contaré con ello. Más te vale no dejarme clavada, Wickham.

    La puerta entonces volvió a abrirse. Joey siquiera levantó la mirada hacia ella; no había estado seguro si volverían arriba o se irían directamente, y tampoco supo definir cómo se sentía al respecto. Cuando advirtió la silueta de Jez acomodándose junto a él, sin embargo, la miró confundido y luego buscó a Sonnen. Se había sentado al lado de Akaisa. Arrugó un poco el ceño, pero no tardó nada de tiempo en recuperar su sonrisa.

    —Hola —le dijo sin más, en voz baja, y es que realmente no se había tomado la molestia de saludarla o hablarle para nada hasta ese instante—. ¿Qué tal la pasaste?

    Anna, por su parte, los observó en silencio y acabó por rendirse. No confiaba en Wickham pero tampoco era la madre de Vólkov. No era su lugar para meterse. Vio a Hodges alejarse, a Sonnen y Akaisa conversando, y alzó la vista al cielo. Una brisa tibia, bastante cálida para ser nocturna, soplaba con calma y cerró los ojos. Inhaló lentamente.

    Los nudos se habían desatado y allí la tenía, podía sentirla. Su tan ansiada libertad.

    —Estamos vivos —murmuró, a nadie en particular, observando las luces distantes de la ciudad—. Mierda, estamos vivos.

    Y somos infinitos.

    —¡Eh, Hodges! —la llamó—. ¿Me traes una Coca también?

    Había notado sus intenciones de alejarse, pero algo en su interior la instó a traerla de regreso, a ese pequeño círculo de adolescentes idiotas y alcoholizados; algo egoístas, algo orgullosos, definitivamente inmaduros e impulsivos. Pero seguían juntos, ¿no? Estaban juntos en la mierda, los errores y la locura de haber traspasado los límites escolares de noche.

    Y esa era, probablemente, la mejor parte de ser jóvenes.
     
    Última edición: 13 Agosto 2020
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    Amane

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    Emily Hodges

    Escuchar la voz de Anna llamándome me hizo dar un respingo. De repente sentí un par de lágrimas asomando por mis ojos, sin entender por qué, pero me las quité rápidamente antes de girarme y sonreírle a la chica, haciéndole el gesto de entendido con el pulgar hacia arriba.

    Aún cuando estuve dispuesta desde el principio a venir a la fiesta, nunca pensé que fuese a encajar. Por eso prácticamente me refugié en Katrina, aun cuando sabía sus intenciones. Y de repente, sentí que podía formar parte de ellos, que eran unas personas más con las que quizás podría llevarme bien en el día a día de la Academia.

    ¿Y quizás yo les había caído bien? Aun siendo el manojo de nervios que era y la niña que por mucho que lo intentase no podía esconder su inocencia en el ambiente.

    Negué rápidamente con la cabeza mientras buscaba el refresco específico que Anna me había pedido, encontrándola finalmente después de unos segundos y creando una sonrisa victoriosa en mi rostro. ¡Yey!

    Me acerqué hacia la chica, sentándome a su lado mientras le extendía la lata, con genuina felicidad.

    —Tenemos la misma edad, ¿verdad? —pregunté, aún con la timidez escondida por el alcohol que seguía haciendo cierto efecto—. Puedes llamarme Emily, si quieres.

    Miré al resto de chicos entonces, riendo ligeramente. Quizás no pegaba con el ambiente, pero rayos, ¡que bajón nos había dado a todos de repente! ¿No se suponía que eso era al día siguiente y no en la fiesta?

    >>Creo que es irónico hacerlo con refrescos después de todo el alcohol pero... —comencé a hablar en voz más alta, intentando llamar la atención de todos, levantando después la lata con una sonrisa divertida—. Propongo un brindis. Por... uhm, ¡la Academia! ¡Y la Directora! Por haber sido tan descuidada y permitirnos esta fiesta~

    A VER ESTA SOFTNESS QUÉ
     
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    Zireael

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    Se ajustó la chaqueta de Altan sobre los hombros casi por reflejo, porque de hecho sí tenía calor. Debió un par de tragos de la gaseosa, en silencio, mientras comía papas.
    La voz de Joey llamó su atención entonces y lo miró de reojo, con cierto recelo, casi avergonzada aunque fue cosa de segundos. Se permitió sonreírle casi de inmediato.

    —Fue divertido —dijo, lo que no era mentira. La había pasado bien con Anna, se había acercado más a ella, y hasta se había carcajeado hasta quedarse sin aire de la idea de Altan besándolo.

    Incluso si se había fastidiado por darse cuenta de cómo eran las cosas realmente, por haber sentido que la había tomado por tonta. Incluso si al final había sentido tal curiosidad por las cosas que le había pedido al pobre Altan que la besara, así como así.

    Después de todo ese desenfreno, estaban allí sentados en grupo y se sentía correcto.

    >>Gracias por invitarme, cielo.

    Lo había dicho así, sin más, con la vista puesta en la lata de gaseosa que sostenía entre las manos. Ni siquiera pareció prestar atención a la forma en que se había referido a él.

    Estamos vivos.

    Las palabras de Anna se le clavaron en el pecho y tuvo que bajarse el nudo que se le formó en la garganta con otro trago de refresco.


    Estaban vivos.

    Ella estaba viva.

    Y los tenía a ellos.


    Soltó una risa suave, que fue arrastrada por la brisa, y alzó la lata cuando escuchó a Emily diciendo lo del brindis.

    katrina.png
    El beso en la mejilla la había sacado completamente de base, se quedó allí, estática, con el corazón detenido en el pecho. Había sido una estúpida impulsiva, una zorra repugnante, que había arrastrado a esa clase de chica allí, a ese mundo terrible.

    Al mismo Infierno.

    Y la había puesto en bandeja para los demonios, así como así. Era repugnante, incluso si se fundía con ellos, si podía hacer lo que hacían, simplemente desencajaba siempre de alguna manera, por esa maldita calidez.
    Ellos estaban rodeados de llamas pero eran en general, distantes, excepto quizás por Alisha y la máscara de Wickham.

    Idiota.

    Puto pedazo de basura.


    Se colocó el brazo sobre el rostro, le ardían los ojos y sentía la garganta bloqueada. Estaba furiosa consigo misma, absolutamente asqueada. ¿No había sido ella misma la que se había dicho que nunca se metería con ese tipo de chicas, ella que había encarado a Joey por acercarse a Vólkov? Pero allí estaba.
    Una lágrima traicionera se le escapó y fue atrapada por la chaqueta.

    Sintió que alguien tomaba su mano, el tacto fue extrañamente cálido y estuvo apunto de apartarse de golpe, como cuando le había gruñido a Suzumiya en la mañana. Cuando se dio cuenta de quien había sido, volvió a congelarse.
    Altan Sonnen, de nuevo, le había retirado el brazo del rostro y le había puesto la lata de gaseosa en la mano. Ella lo miró confundida.

    Quizás era porque estaba ebrio, quizás era porque también se sentía como un desperdicio o quizás porque por primera vez fue consciente de lo que pequeña que parecía Katrina Akaisa.

    —Tómala —le dijo sin mirarla—. ¿No quieres esto? Ya sabes... ser una adolescente normal por un rato.

    —¿Qué mierda te pasa?

    —Somos una manada de perdedores, ¿o no? Puedo aceptarte una noche, cuando dejas de parecer Lilith.

    Katrina soltó una risa floja y levantó la lata como hizo Vólkov.

    ¿Brindando por haber roto todas las reglas posibles? Sonaba bien.
     
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    Gigi Blanche

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    Se permitió ampliar su sonrisa al ver la de Jez; era pequeña, algo trémula, si se quiere, pero siempre encontraba la forma de sonreírle a los demás, ¿verdad? Y no era una máscara, al menos no del mismo material que las suyas. No estaba seguro qué habría dentro del corazón de Jez, pero sus sonrisas eran genuinamente honestas y eso... eso ya era increíble de por sí. ¿Se había divertido? Saberlo le aflojó algo en el pecho, una especie de tensión que siquiera era consciente de tener.

    Quizá sólo fuera el fuerte nudo que mantenía la máscara de zorro en su lugar.

    Cielo.

    Parpadeó, incrédulo, y su mirada se desvió desde ella hacia un punto inespecífico frente a él. ¿Cómo... le había dicho? Una molesta aguja se enterró entre sus costillas y respiró hondo, meneando apenas la cabeza. Otra sonrisa. ¿Cielo? Bueno, si ella le decía así, realmente no iba a quejarse.

    Era cálido.

    —Un placer, Bellabel. Me alegra que te hayas divertido, o de lo contrario Bleke me echará la bronca luego.

    Se carcajeó con calma ante su propio comentario y alzó su lata al mismo tiempo que Jez, haciendo caso a las palabras de Emily.

    —¡Y por Katty-chan, que compró todo el alcohol caro con la billetera de papi!

    Bueno, podía ser un lindo momento emotivo pero él seguiría siendo bastante idiota; de todas formas, no lo había dicho con intenciones de molestarla, herirla o tocarle los cojones. Había sido una simple broma, como si allí hubiera reunido un gran grupo de amigos que posee la confianza de decirse cosas así. Lo delataba, después de todo, la enorme sonrisa infantil que le decoraba el rostro de oreja a oreja.

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    Siguió con la mirada a Emily hasta que se acomodó junto a ella y le sonrió, agradeciéndole por la lata. Le dio un trago de inmediato y suspiró. Ah, qué placer. Como suponía, ni toda la cerveza o el tequila del mundo podrían ganarle a un buen refresco lleno de azúcar.

    —Sip~ Aunque vamos a diferentes clases, ¿verdad? Perdona que aún no lo sepa, este fue mi primer día y son muchas caras que memorizar. —Soltó una risa fresca al pensar en ello—. Mierda, ¡mira lo que ha sido mi primer día! Debería haberlo reservado para el año que viene, ¿cómo se supone que supere esto?

    Comió unas papitas antes de asentir, animada, y acceder a su sugerencia.

    —¡Claro! Emily, entonces. Puedes llamarme Anna, por cierto.

    Una alegría francamente infantil brilló en su rostro cuando Hodges propuso aquel brindis y vio cómo los demás se sumaban sin demasiados reproches. Incluso se permitió sonreír ante el comentario idiota de Joey. ¿Cómo era que de repente todos parecían llevarse tan bien? La magia de los bajones, no le quedaba duda.

    —¡Salud! —exclamó, animada, y chocó su lata con la de los demás.

    Dios, de repente estaba divirtiéndose tanto que le resultaba extraño en el cuerpo; como más temprano, cuando Sonnen casi besó a Joey y se dobló en dos de la risa, y luego quiso calmarse pero entonces Jez se echó a reír ¡y es muy contagiosa la risa de los demás!

    Mierda, ¿a qué le tenías tanto miedo, Anna?

    —Gracias. —Simplemente se le escapó del corazón; le avergonzó un poco y dudó un segundo antes de seguir hablando, pero así y todo lo hizo: fue honesta—. Gracias a todos por este desastre. Es muy probable que mañana seamos vampiros ansiando morir y dejar este cruel mundo atrás, pero ¡hey! Estoy segura que habrá valido la pena.
     
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    Amane

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    Emily Hodges

    Ver cómo todos accedían a seguirme con aquel brindis hizo que una extraña calidez me llenara. Parecía que todos nos habíamos animado un poco con ese gesto y no pude evitar sentirme incluso algo orgullosa. Le había hecho sonreír, ¿verdad? Seguía sintiéndome demasiado bien cuando era consciente de que había conseguido algo así.

    Reí ligeramente con las últimas palabras de Joey y finalicé el brindis dándole un largo trago a la bebida. Ah, de verdad que sentaba muy bien algo dulce después de toda aquella cerveza. Estar borracho podría hacerlo todo más divertido pero demonios, ¿qué tan difícil era hacerlo algo más dulce?

    Miré después a Anna cuando dijo aquello último y sonreí. Sonaba sincera y aquello fue suficiente para hacerme sentir que quizás yo también debía serlo. No creía que fuese solo cosa del alcohol aquella confianza, realmente tenía que haber algo más.

    —Yo también quería dar las gracias. Sé que pensáis que no soy una chica que suela hacer estas cosas, y es cierto, pero me lo he pasado muy bien, de verdad. Y... no me arrepiento de haber venido, aunque mañana vaya a ser un día duro. Aceptaría todas las veces, sin dudar.

    Y aunque un leve rubor se había vuelto a instaurar en mis mejillas, no me sentí del todo avergonzada por decir aquello. Eso definitivamente era cosa de la bebida, ¡pero que más daba!

    Volví a centrar entonces mi atención en la chica.

    >>No te preocupes, Anna, tiene que haber sido duro, el primer día. No vamos a la misma clase, recordaría tu pelo si así fuese... pero si necesitas cualquier cosa, puedes venir a buscarme cuando lo necesites, ¿sí? —reí ligeramente y le di otro sorbo a la bebida—. Y, vaya, entonces el año que viene tendremos que hacer algo aún más grande, ¿eh~?
     
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    Zireael

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    Ni siquiera se había puesto a pensar en el día siguiente, pero la verdad es que en ese momento no le importaba demasiado, porque bueno de por sí no era que tuviera remedio. Había valido la pena, de principio a fin.
    Si Anna se había abierto a ella, si todos había terminado allí hablando, era porque de verdad había sido de provecho.

    Se le escapó otra risa al ver a Joey.

    —Estás sonriendo como un chiquillo de nuevo —murmuró casi al aire—. Eso es bueno.

    ¿Lo era? Sí, no tenía la menor idea de por qué, pero lo era. Lo sentía en el fondo del corazón.
    La siguiente en hablar había sido la morena de ojos violeta y a pesar de todo no pudo hacer más que volver a sonreír, mientras cerraba los ojos, sintiendo la brisa cálida acariciarle el rostro.

    ¿Qué caso tenía ser una maldita prejuiciosa? Ella nunca había sido así, no iba a comenzar a serlo ahora.


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    Soltó una carcajada genuina, clara y fresca al escuchar el comentario de Joey, que logró eliminar la tensión de su cuerpo. Se incorporó, dándole un empujón brusco a Altan.

    —¡¿Qué te pasa, alemana de mierda?! —soltó él, que apenas no se fue de bruces porque colocó el brazo en el suelo—. Ten piedad por los que morimos ebrios por el jodido Wickham.

    —¡No seas llorón o la próxima no te invitamos!

    —¿Vamos a pretender que me interesa? —bufó y Katrina volvió a reír, mientras se levantaba del suelo. Le regresó la lata de refresco, que él tomó de mala gana.

    —En fin —comenzó luego de estirar el cuerpo e hizo una reverencia dramática frente a ellos—. Siempre es un placer poner al servicio del Inframundo la billetera de los Akaisa.

    Luego encendió un nuevo cigarrillo, dando una calada profunda.

    Inframundo.

    No era diferente después de todo. Los Akaisa habían surgido del maldito Tártaro, eran los titanes que habían escapado de su prisión y aparecido para destruir la tierra.

    Kat y Al, pueden dEJAR DE SALIR CON SUS SHITS DE MITOLOGÍA HIJOS DE SU PUTA MADRE
    —Mel, hablando como si no tuviera control de sus hijos
     
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    Gigi Blanche

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    Había ido a buscar un paquete de gomitas de ositos que, recordó, llevaba en la mochila, y lo estaba abriendo mientras oía a Emily. Le sonrió tras llevarse una a la boca.

    —¡Claro! Siempre podemos planear crímenes juntas. Ya tenemos esto de base, ¡el año que viene debemos superar a nuestros senpai! Será nuestra misión super secreta. Por cierto, toma: pásame tu número. Si te estás muriendo y quieres agua, me avisas y voy a socorrerte.


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    Volvió a mirar a Jezebel con incredulidad. ¡Qué cosas extrañas decía esa chica! ¿Era bueno sonreír como un chiquillo? ¿Qué se suponía que significaba eso? Se inclinó bastante cerca de ella, no tanto por tener segundas intenciones sino porque no conocía el concepto de espacio personal.

    —¿Hmm? —Pestañeó, con los ojos bien abiertos, y se señaló el rostro—. ¿Así?

    Le mostró todos los dientes en una sonrisa exageradamente amplia, pero poco le duró antes de que una nueva risa le aflojara todos los músculos de la cara y se hiciera hacia atrás, con una mano en el estómago. Tras calmarse, sacó un cigarro del atado que llevaba en el bolsillo y estuvo a punto de llevárselo a la boca cuando escuchó el intercambio de Sonnen y Akaisa.

    —¡Ah! —exclamó por sobre los demás, llevándose una mano al pecho—. ¡Claro! ¡Echenme las culpas!

    —Con gusto —le respondió Hiradaira, captando su atención al tiempo que recibía una, dos, tres gomitas por la cabeza.

    —¡Eh, ya basta!

    Anna se carcajeó.

    —No quiero.

    Ah, a la mierda el cigarro. Lo dejó en el suelo y prácticamente brincó en su lugar, incorporándose. Anna captó la amenaza de inmediato y lo imitó, echándose a correr con el moreno pisándole los talones. ¿Cómo podían tener tanta energía con semejantes niveles de alcohol encima? Un absoluto misterio. Corrieron por toda la jodida azotea, gritándose cosas, riendo y lanzándose gomitas hasta que se cansaron. Bueno, Joey se cansó. Anna parecía fresca como una lechuga. Wickham terminó echado en el piso, boca arriba, intentando recuperar el aliento mientras la menor lo veía triunfante con los brazos en taza.

    —¿Qué les dan de comer a los tanukis hoy en día?

    Hiradaira arrugó el ceño y amenazó con echarle encima su lata de Coca, a lo que Joey pegó un gritito y giró sobre su estómago. Anna empezó a reír mientras volvía con el grupo. Se dejó caer junto a Vólkov y apoyó la cabeza sobre su hombro, sonriendo en calma. El abrigo de Sonnen olía a colonia masculina. Cerró los ojos.

    —Jez, te haré una pregunta de vida o muerte, ¿de acuerdo? Definirá el futuro de toda nuestra amistad. —Hizo una pausa dramática—. ¿Perros o gatos?

    Joey, un minuto después, buscó su cigarro y fue donde Akaisa.

    —¿Me pasas el mechero, gatita?

    im sorry my kids are so childish together
     
    Última edición: 14 Agosto 2020
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    Amane

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    Emily Hodges

    Asentí emocionada ante la idea, riendo divertida al imaginarlo. ¿Nosotras organizando una fiesta? Por lo que había conocido de Anna, y siendo yo como era, dudaba mucho que algo hecho por nosotras fuese mínimamente parecido a lo de aquella noche.

    Me imaginaba algo más colorido, con dulces caseros incluso. Hey, pero eso también sonaba bien, ¿no?

    Cogí el móvil que me extendió con una sonrisa y apunté mi número en su lista de contactos, con una clara expresión de alegría en mi rostro, y asentí de nuevo con la cabeza cuando se lo devolví. Ah, quizás la resaca no fuese tan terrible si podía pasar el tiempo libre con Anna. Y desde luego, parecía que podría darme buenos consejos también.

    La vi comenzando a jugar con Joey entonces y fue cuando recordé algo. Volví hacía dónde estaban mis cosas y saqué mi móvil, dirigiéndome de nuevo hacia el resto del grupo, justo en el momento en el que el chico se había acercado a Katrina.

    Suspiré con determinación antes de acercarme a ellos y... extendí el teléfono hacia el chico. Por supuesto, la determinación desapareció en cuanto lo hice y de nuevo noté un rubor en mis mejillas.

    —Qu-querías mi número, ¿no? —murmuré, pero rápidamente me giré hacia Katrina en un intento de disimular la vergüenza—. P-puedes guardar el tuyo también, s-si quieres...

    Chale, perdón (?)

    luego le tira a jez también, dw (????
     
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