Azotea

Tema en 'Cuarta planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Gigi Blanche

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    Al recibir el pellizco en la nariz, inevitablemente bajé la vista allí y me quedé bizca un breve instante. Sacudí la cabeza sin demasiada fuerza como para quitarme su pique de encima y le alcancé la comida tras su pregunta.

    —No me digas que hablas perro —comenté, divertida—. En ese caso, prefiero que le pidas que deje de subirse al sofá cuando no estoy para regañarla. Deja todo lleno de pelos y ¿quién sale sorteada para quitarlos?

    Luego me dediqué a oírlo hablar. Si el perro más grande de los que paseaba era un akita entonces, al menos, no debía lidiar con ningún mastodonte. En cierta forma me decepcionó. Con lo divertido que habría sido imaginarlo luchando con un... san bernardo. La tontería me dibujó una sonrisa en los labios y recosté la espalda en la pared, sin perderle pista al relato. Me contó de Miso, el viejo y sabio Miso, que regulaba a los jóvenes y lo ayudaba en su noble tarea. Pensé, bien de repente, que me relajaba escucharlo.

    —¿Miso como la sopa? —indagué, en un instante de silencio.

    Tal vez Maze no luchara con ningún san bernardo, pero ahora podía hacerme una imagen mucho más nítida de los pequeñines y me daba ternura imaginarlos celebrando su llegada al verlo. La sonrisa me quedó pegada al rostro y me distraje allí hasta que volví a oírlo hablar, por lo que regresé a sus ojos con las cejas alzadas.

    —Tenía peces, ¿cuenta? —Me reí y le di de comer, revolviendo el arroz después conforme rememoraba—. La pecera era bastante grande, rectangular, la había decorado con un montón de caracoles y algas de la playa. El motor hacía algo de ruido y mamá se quejaba, pero a mí me gustaba alimentarlos y mantenerla limpia. Un buen día nos dimos cuenta que la madera del mueble donde estaba apoyada se estaba pudriendo, así que alguna fisura tenía. Comprar otra pecera era muy costoso y mis padres estaban atravesando todo el lío del divorcio, así que papá me aconsejó relocalizar a los peces y ya.

    Me mantuve un segundo un silencio y solté una risa breve.

    —Le hice caso y, lo creas o no, mi dentista de Sydney tenía una pecera enorme, aunque no estaba en P. Sherman, 42 Wallaby Way. Si te soy honesta, nunca volví a comprobar si mis peces se habían adaptado o no, o si estaban vivos siquiera. Tampoco lo pensé demasiado. Supongo que nunca fui de apegarme mucho a las cosas.

    Me llevé comida a la boca, anunciando que había acabado mi relato, y estiré el brazo con la botella de agua por si quería beber un poco.


    —Betty fue idea de Danny, no sé si alguna vez te lo había dicho —proseguí brevemente—. Y los mellizos quisieron cualquier variedad de animales, pero papá siempre se negó. Por divertido que suene tener un cobayo, o una serpiente, o una tortuga, también tienes que pensar en el bienestar del bicho y sobre todo en cuánto dinero te significaría cualquier problema de salud. Y tener mascotas para ir reemplazándolas como si nada conforme se mueran es... cruel, cuanto menos.
     
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    I'm fluent in dog! ¿Nunca te lo dije?

    Lo solté como si fuese una verdad absoluta cuando era la estupidez más grande que se me pudo ocurrir, pero por el bien del teatro atendí a su petición de decirle a Betty que no se subiera al sofá porque a ella le tocaba limpiar los pelos. Me llevé una mano al mentón incluso, serio, y fui asintiendo.

    —Supongo que Betty y yo podemos conversar al respecto, pero las negociaciones serán duras, tienes que saberlo.

    Después me enfoqué en contarle lo de los perros, el asunto de Miso poniendo a todos en orden y esas cosas. No me di cuenta de que conversar de algo tan sencillo como eso con ella me calmaba hasta que iba terminando, que me sentía tranquilo y en confianza. Me había echado años evitando una emoción para luego caer como imbécil aquí, en el primer lugar donde pude permitirme descansar sin saberlo.

    —¡Como la sopa! ¿Y la historia? Pues nada, que a la dueña le encanta la sopa miso y tiene libre albedrío.

    Al decirlo me reí, siempre me hacía la gracia la historia del pobre perro llamándose como la sopa porque sí, porque le cantaba a la señora. Igual la mujer adoraba a Miso, lo trataba como un rey y era hasta tierno el amor que se le notaba cuando iba a buscarlo y ella me daba doscientas instrucciones que ya tenía memorizadas. Me sabía los lugares que le gustaban, los que no y hasta sabía cuáles eran sus besties perrunos y sus enemigos de muerte.

    De todas formas, cuando fue mi turno de escuchar a Sasha me imaginé todo el asunto de pasar a los peces. Los peces eran una mascota un poco extraña, sentía que era más sencillo desligarse de ellos, pero no dejaban de ser pequeñas criaturas que dependían del cuidado de alguien y hubo algo en la imagen mental de Sasha limpiando la pecera y poniéndoles comida que me hizo sonreír. Estaba lo del divorcio de sus padres en medio y pensé que era un embrollo para una niña, pero no vi por qué quedarnos allí.

    —Y yo que ya me había ilusionado pensando que tus peces acabaron viviendo un life-action de Nemo —dije de lo más decepcionado, pero me reí casi de inmediato—. Cuentan los peces, pero sí pienso que es como complicado aferrarse a un animal así o quizás soy yo también que no me apego mucho, quién sabe.

    Negué a lo de decirme que Betty era había sido idea de Danny, no creí recordar que me lo hubiese dicho, pero lo de los mellizos queriendo toda variedad de animales fue gracioso también. Por un lado teníamos a Danny con Betty, todo muy tranquilo, y luego a los menores con medio zoológico.

    —Encima por esos animales ya te cobran veterinario de animal exótico, es más caro y complicado. —Me quejé y me sentí como un señor al decirlo—. No dejan de ser bichitos a tu cuidado, dependen de ti, lo más responsable siempre será reconocer cuando cuidarlos escapa a nuestros recursos y capacidades; eso sin siquiera pensar en lo de la muerte de los animales. Está la gente que se le muere uno y tiene otro a la semana y los que prefieren no tener una mascota de nuevo, sin punto intermedio.

    No sabía qué era mejor o peor, la verdad, y me desinflé los pulmones con cierta pesadez. Me había distraído con la conversación, pero acepté la botella de agua y le di un sorbo antes de devolvérsela, en el trayecto de regreso busqué quitarle los palillos y preparé un bocado de comida antes de extendérselo. Luego hice una pregunta que me había quedado dando vueltas, porque me había dado curiosidad.

    —¿Cómo fue eso de Betty siendo idea de Danny?
     
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    Gigi Blanche

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    Oírlo afirmar tan convencido que hablaba fluido en perro me arrancó una sonora carcajada. Pasada mi reacción inicial, suavicé mi semblante y me incliné hacia él con movimientos del mismo calibre. Le metí algo de suspenso a la tontería, hasta que alcé una mano y le rasqué apenas con las uñas debajo del mentón.

    —¿También te gustan los mimos? —pregunté en voz baja, disfrazando mis intenciones de molestarlo, y deslicé los dedos por su cuello hasta alcanzar a jalarle de la oreja suavecito—. ¿Y que te rasquen aquí detrás?

    Una vez me di por satisfecha, regresé a mi lugar y la conversación siguió. Asentí, aceptando el inevitable destino de que Betty ejercería resistencia, y prometí recompensarlo si acababa haciendo un buen trabajo de abogado. ¿Ahora era su clienta? Pues claro. Más tarde me confirmó el nombre del anciano Miso y, otra vez, la vehemencia con la cual decía las cosas me causaba una cuota de gracia y de ternura extra. No veía a Maze como alguien infantil, en absoluto, pero de vez en cuando sentía que se permitía serlo un poco y no me molestaba en lo más mínimo.

    —¡Quién sabe! —lo corté antes de que se siguiera decepcionando—. Tal vez mi dentista tuvo que limpiar la pecera, entonces ubicó a los peces en bolsitas individuales y ellos aprovecharon la ayuda de las gaviotas para saltar al toldo, de ahí a la calle, ¡y de ahí al océano! —Me detuve de repente y fruncí el ceño—. Aunque los míos eran de agua dulce, así que probablemente habrían muerto.

    Oí la reflexión de Maze y fui asintiendo en silencio. Acepté la botella de regreso, le di un buen trago y, mientras yo hacía eso, noté que él preparaba comida en los palillos. La tomé sin mosquearme y armé la respuesta en mi mente antes de tragar.

    —Bueno, para ser específicos, fue idea de Eloise para Danny —aclaré, tranquila, y me mantuve en sus ojos en todo momento; como muchas otras cosas, no sentía un peso desmedido al hablar de esto. Podía hacerlo con normalidad—. Se lo sugirió a papá cuando estábamos a pocos meses de mudarnos aquí, a Japón. Ellie temía que Danny padeciera demasiado un cambio tan, tan brusco, y pensó que, tal vez, incorporar una mascota a la familia le sirviera de ancla. Adoptamos a Betty de muy pequeñita, de una fundación que trabajaba con animales como acompañamiento terapéutico. Betty no era, digamos, parte del plantel de trabajo, había sido la cachorra de una kelpie que acabó preñada... supongo que en un descuido. —Me reí ligeramente—. Ellie era voluntaria en esa fundación, de ahí que se la dieran. Betty y Danny crecieron juntos, y Ellie tuvo razón.

    ¿Alguna vez le había hablado tan abiertamente de mi familia a Maze? No estaba segura. Nunca había pretendido resguardar información ni negarle nombres, pero este pequeño paseo por el pasado se sentía más honesto que nuestras conversaciones anteriores. De una u otra forma, no me molestaba. Exhalé pausado y me tomé un segundo para seguir hablando.

    —Fue difícil la adaptación de Danny, pero probablemente lo hubiera sido aún más sin la perra. Ahora son como carne y uña. —Volví a reírme—. No sé qué pasará cuando Betty ya no esté, pero aún faltan muchos años para eso. Será un problema de la Sasha del futuro.
     
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    Mi afirmación de que hablaba perro consiguió que soltara la carcajada, su gracia se me contagió, pero cuando nos calmamos y atajé su intención, a pesar de su misterio, mi sonrisa se suavizó. Parpadeé con lentitud cuando la sentí rascarme el mentón, luego el tirón suave en la oreja y aunque solté la risa no pude evitar decir una idiotez.

    —Me gusta si lo haces tú —respondí sin una pizca de vergüenza.

    Ella volvió a su lugar, la charla siguió y hasta dijo que me recompensaría por mis labores de abogado con Betty y el asunto del sillón, lo que me puso a reír nuevamente. Para terminar de hacerla, se subió a mi tontería del life-action de Nemo con sus peces y ahora fui yo el que soltó la carcajada, sólo se me pausó la suerte de ataque de risa escuchar que los peces eran de agua dulce.

    Oh God no —dije casi junto a una respiración—. Mejor sin life-action de Nemo, pensemos que los peces no hicieron un Prison Break y vivieron tranquilos en la pecera del dentista, por favor.

    Ella luego aceptó la comida sin problema, supuse que en el mismo espacio pensó antes de contestarme y la esperé preparando otro bocado sin prisa. Quizás fuese hasta algo ingenuo de mi parte, pero estos momentos y estas conversaciones se sentían... bien. Eran genuinas a pesar de que había algo de simpleza en ellas y cuando adquirían algo más de profundidad como ahora no parecía ser forzado ni antinatural.

    Le presté toda la atención del mundo y sostuve su mirada, escuchar que había sido idea de Eloise para Danny proyectó una emoción distinta, fue cálida y melancólica a partes iguales y supuse que mucho de la vida se basaba en eso. Desde que me había enterado de las mierdas estas de Wickham y compañía la disonancia no se me antojaba tan aterradora, al menos no cuando involucraba a Sasha, y podía leer ciertas emociones con algo más de claridad. En la figura de Eloise se fundía un amor profundo, uno que yo reconocía en mi propia madre a pesar del poco tiempo que compartíamos, y también en la propia Sasha incluso si su sangre era distinta.

    —En este mundo creo que existen dos figuras que, en el escenario ideal, casi siempre tienen razón. Las madres y los hermanos mayores —reflexioné después, tenía la comida entre los palillos, pero creí que la conversación importaba más—. Sea por observación, intuición o simple y llana sabiduría cósmica. Además, mira cómo los planetas se alinean, con Betty sin estar en el plan de la fundación y todo, ¡estaba destinada para Danny!

    Lo último lo dije con una cuota de entusiasmo, ¿creía de verdad en el destino? No lo sabía, tampoco me molestaba en pensarlo, pero en este escenario sonaba inofensivo y agradable. Eloise había tenido razón con su sugerencia, Betty tenía un hogar y Danny una compañera que había hecho un proceso que era duro hasta para un adolescente algo más amable.

    —Por ahora lo importante es que está con él, no hace falta pensar en el resto todavía —secundé y una risa me sacudió el pecho antes de que le acercara el nuevo bocado de comida—. Eso y que te llena el sillón de pelos, por supuesto, pero son pelitos de amor, Sash.
     
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    Por supuesto no se habría ido en paz sin responder una tontería del calibre, y por supuesto que yo no renegaría de ello. Escucharlo me complació, así fuera insustancial, y regresé a mi lugar con la sonrisa bien plantada en los labios. La versión de los peces sobreviviendo hasta la fecha claramente era lo que nos hacía felices y nos libraba de todo cargo de consciencia, por lo que asentí con vehemencia y volví a reírme.

    —Creo que tengo el número de ese dentista por ahí, luego veré si resuelvo el misterio.

    La idea de Betty estando destinada para Danny me ensanchó la sonrisa con calidez, aunque me había quedado rebotando una idea previa que ponderé un rato si verbalizarla o no. Al final, suspiré y mis hombros se cayeron un poco.

    —Si las madres y los hermanos mayores son los que llevan razón, ¿eso en qué me convierte? ¿La sabiduría máxima? —bromeé, con un ligero resabio amargo, y bajé la vista al almuerzo—. I highly doubt it, anyway.

    Acepté el nuevo bocado de comida y arrugué el ceño, apresurándome por tragar para replicarle lo antes posible.

    —Si te gustan los pelitos de amor, ¡recógelos tú, entonces!

    Se me encendió la lamparita y tracé el mapa mental con cierta velocidad. Entre tanto, reajusté la posición para arrodillarme, quedando así más cerca de Maze. Alisé la falda bajo mis muslos justo antes de sentarme sobre mis piernas y lo miré.

    —Oye, ¿paseas perros sólo en Nakano? —consulté, jalándole suavemente de la manga de la camisa aún si no era necesario.
     
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    Mi respuesta hizo que volviera a su lugar con la sonrisa en el rostro, lo que me dejó bastante satisfecho con el resultado y luego pude enfocarme en toda la película que, de repente, nos habíamos montado alrededor de sus peces adoptados por el dentista que, ojo, no era el Nemo. Ella asintió, su risa me alcanzó y cuando dijo tener el número del dentista todavía, también me reí.

    Please do. ¿Será que empezamos una investigación por tus peces?

    Real o no, el comentario de Betty estando destinada para Danny pareció tener un efecto similar en ambos, pero no lo que había dicho antes. Habían cosas que pesaban, silencios que rebotaban e incluso si pretendía que no, era consciente de ellos, los sentía cada día y no exigía respuestas. No sabía era bueno o malo, pero de todas formas, cuando dije lo que dije, sabía que en Sasha confluían la figura de la madre y la hermana mayor, lo tenía claro.

    ¿La volvía eso sabia y la libraba de errores? Puede que no, pero le otorgaba un poder que sólo esas dos figuras eran capaces de ostentar a veces. Sasha resistía porque había personas que dependían de ella y su amor sobrevivía en medio de un incendio que podía acabar con hombres adultos en meses. De nuevo, no podíamos romantizarlo por siempre, pero era una balanza un poco complicada de inclinar hacia un lado o el otro.

    Probably not, love —concedí en voz baja, antes de darle de comer—. Pero estoy seguro de que algunas de las cualidades que confluyen allí te vuelven una persona muy importante en la vida de las personas. Tus hermanos, tu papá, yo.

    Shimizu, también.

    Dejé la idea suspendida, ella aceptó el bocado y la forma en que se apresuró me hizo mirarla con curiosidad. Su réplica a lo de los pelitos de amor me hizo reír, ¿pero cómo había terminado yo todavía más metido en el embrollo de los pelos de Betty? ¡Ya era un abuso esto! Con todo, me puse a recoger más comida entre los palillos y seguí sus movimientos con atención.

    Se acomodó más cerca e hizo la pregunta tirando de mi manga, lo que me hizo reír ligeramente. A ver, a ver, ¿a dónde queríamos llegar con esa pregunta?

    —Bueno, nunca me paré a pensar en pasear perros por todo Tokyo si te soy sincero —respondí tragándome una risa—. ¿Acaso alguien requiere de mis excelentes servicios~?
     
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    —Imagina que acabamos volando a Sydney y todo para comprobar el estado de los pequeñines —acomodé a su idea, riéndome—. Bueno, podríamos tomarlo como unas mini vacaciones. Vamos a la playa y te muestro la ciudad.

    Era un escenario hipotético maravilloso y bastante poco probable que ocurriera, pero a ninguna de las dos verdades le di demasiada importancia. Luego decidí concederle una pizca de honestidad, quería decir, un pequeño acceso a cierta porción de mis pensamientos, esos algo más amargos que no tendía a exteriorizar con facilidad. Tal vez ejecuté el experimento para comprobar cómo me sentía al respecto, o tal vez no lo reflexioné lo suficiente. Para el caso, encontré los ojos de Maze y no identifiqué incomodidad. Su respuesta fue suave, tibia, y mientras masticaba con calma esbocé una pequeña sonrisa.

    Thanks, baby —murmuré luego de tragar.

    La idea repentina que tuve se asemejó en mi mente más a una petición que a una pregunta ordinaria, y quizá por ello tuve la precaución de ponerle un poco de ojos de cachorro. Él cazó mis intenciones al vuelo, bastante evidentes de por sí, y por no arruinar mi fachada le concedí una sonrisa suave.

    —Sólo estaba pensando si te interesaría expandir el negocio... —tanteé, pasando de jalarle la camisa a concederle caricias livianas por la longitud de su brazo—. Ahora que me hiciste pensarlo, creo que me vendría bien si alguien me ayuda con Betty. Papá sale muy tarde de trabajar y ninguno de los niños puede pasearla por obvias razones, entonces la responsabilidad suele recaer en mí. Que, la verdad, tampoco tengo mucho tiempo para existir.

    Al final quien terminaba pagando los platos rotos era la pobre perra, que esperaba tan entusiasmada al paseo del día y acababa siendo un lamentable fiasco de quince o veinte minutos.

    —Betty se merece paseos largos y bonitos que la dejen a gusto, ¿no crees? —argumenté, con mohín incluido y todo.

    A decir verdad, en parte también estaba jalando de la excusa sencillamente para ver si cedía. Era consciente de que no le convenía venirse hasta Suginami para pasear a un único perro.

    —¡Ya sé! —Junté las manos sobre mi pecho, irguiéndome de repente, y mi semblante se iluminó—. Si te hago campaña política y consigo un par de perros alrededor del vecindario, ¿vendrías a pasearlos?
     
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    —Con lo bien que me vendría ir a la playa ahora mismo —dije y sonó bastante a pensamiento en voz alta—. Ahora imagina si es con guía turística y todo el asunto. Las mejores mini vacaciones que podría pedir.

    En sí el escenario rozaba lo imposible, pero no creí que ninguno de los dos le diera suficiente importancia e igual la idea era simpática; nadie se había muerto por un poco de daydreaming. Como fuese, lo que vino después fue su sinceridad y en esa suerte de quiebre no sentí rastro alguno de incomodidad, no me sobresalté, alarmé ni nada parecido. Todo lo que se me ocurrió finalmente fue dejar ir esa suerte de recordatorio de que a pesar de todo seguía siendo ella y por eso la queríamos.

    Su agradecimiento me hizo sonreír y negué con la cabeza suavemente, como diciendo que no hacía falta. Luego desembocamos en la pregunta-pedido y tuve que guardarme la gracia, la verdad era que no me molestaba la idea de ir a Suginami para ayudarle a pasear a Betty, ya de paso me autoinvitaba a su casa y tal, pero la dejé organizar su plan a ver qué se le ocurría.

    Un poco que puso ojos de cachorro, su sonrisa se suavizó y su agarre en la camisa pasó directamente a caricias y pues yo era un poco mononeuronal, como cualquier pobre diablo. Siquiera disimulé el gusto que me causó, pero no por ello dejé de ponerle atención y mi sonrisa fue estirándose gradualmente sin que me diera cuenta en realidad.

    —Sin duda la pobre Betty se merece los mejores paseos de la ciudad... —secundé luego de fingir pensarlo unos segundos.

    Hombre, entre toda la tontería ella estaba de lo más comprometida con la tarea y esto de mantenerme serio me estaba costando un poco. Al final llegó a la idea de la campaña política, la sonrisa se me ensanchó un poco más y golpeteé el borde del bento con los palillos, haciéndome el pensativo.

    —¡Pero tienes que hacer la mejor campaña de Japón! Mira que mis servicios no son cualquier tontería. —La molesté y entonces solté la risa—. A ver, cariño, si te hace sentir mejor saber que iría a Suginami por varios perros, adelante, pero no me molestaría ir sólo para ayudarte con Betty. Basta con que lo digas, además así invierto mi tiempo libre más sabiamente.
     
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    Al oírlo se me cruzó la absoluta tontería de que no podría pedir más, en efecto, si encima su guía turística resultaba ser yo, pero fue tan estúpido y egocéntrico que no encontré la forma de bromear con eso sin morirme de vergüenza y de cringe. Al final me quedé en un "I'd like that too" y la charla siguió su curso, con mi idea repentina y mis ¿fructíferos? intentos por convencerlo. Le jalé la ropa, le hice mimitos y, ante sus palabras, murmuré un sonido afirmativo que se asemejó bastante a un ronroneo. ¿Por qué? Pues ¿por qué no?

    Al final la idea del siglo acudió a mí de repente y Maze se rió. Su respuesta real me hizo arrugar el ceño, entre contrariada y un poco confundida.

    —¿Cómo sería mejor inversión de tu tiempo libre ir y venir de Suginami por un capricho mío? —critiqué y sacudí la cabeza—. No te haré venir sólo por Betty, are you nuts? Tú déjamelo a mí, te conseguiré una cuadrilla entera. Luego invítame a cenar con el dinero, si quieres.

    Le guiñé el ojo, coqueteándole con todo descaro, y con el asunto resuelto me deslicé de regreso hasta apoyar la espalda en la pared. Podría haberme quedado cerquita, pero él había dejado las manos sobre el bento y una aquí no venía a rogar nada. Whatever, his loss!

    Give it back —murmuré con calma, estirando las manos para recoger el bento, y me dispuse a repartir entre ambos los últimos bocados.
     
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    Zireael

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    Lo dicho, no habría tenido que esforzarse tanto para convencerme, ¿pero iría a quejarme? En lo absoluto, me gustaba que Sasha me pusiera atención, que me tocara, pusiera ojos de cachorro o la cosa que fuera. Era básico que te cagas, pero nunca había dicho ser una criatura demasiado compleja ni nada y si ella se ponía en bandeja pues yo me quedaba contento.

    —¿Porque dejaría de consumir aire en casa como una planta? —apañé a su crítica, divertido. A ver, por eso le dije que si la hacía sentir mejor podíamos hacer la campaña, ¿no? Sabía que no me dejaría ir sólo por Betty—. I'm pretty much a madman, actually. Aunque lo de la cena más coherente, cierto, así que más te vale ponerte guapa para esas invitaciones a cenar que vendrán.

    La tontería la dije casi encima de su coqueteo descarado, todo acabó un poco revuelto, pero la sonrisa se me ensanchó en el rostro y me tragué una risa. Le regresé el bento cuando me lo pidió y aproveché eso para cambiar de posición, aparté la lonchera, me acomodé a su lado y recibí la comida cuando se dispuso a repartirla, apenas terminó me quedé mirándola unos segundos.

    Respiré, tranquilo, y estiré la mano hacia su rostro para acunar su mejilla y alcanzar a besarle la contraria. Le dejé el primer beso allí, en el centro de la mejilla, y luego otro más cerca de la comisura de los labios y al retroceder me sonreí.

    —¿Y bien? ¿Ya ahora sí podemos comer el postre? —la molesté en voz baja aprovechando la cercanía.
     
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