Azotea

Tema en 'Cuarta planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

    Zireael kingslayer Comentarista empedernido

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    —Oh no, más bien eres un hombre de cultura. El verde es el mejor color del mundo. ¿Has visto que algunos ríos tienen un color verde menta aunque más suave? Es el punto definitivo entre el azul y el verde, es precioso —dije con toda la convicción del mundo y luego me reí previo a negar con la cabeza—. Claro que no me molesta, si te confié el nickname es para que lo uses, ¿no? Además, compartimos un color favorito, somos como secuaces de color ahora. Me gusta el verde también, pero el abanico de verdes de los árboles. Se pasea entre lo que parece amarillo y azul profundo. El otro color que me gusta es el amarillo cálido, más parecido al naranja.

    Lo de los chispazos de alegría fue algo que dije sin conectar e incluso aunque dijera algo así, tampoco condenaba el hecho de que a veces simplemente había que sentirse mal. Que a veces incluso puede que no hubiese una enseñanza en lo que pasaba, que ocurría y punto y había que lidiar con ello. De vez en cuando la vida era lo que era y punto, sin nada romántico o bueno de por medio, el secreto yacía en, de alguna forma, navegar ese caos.

    Tener que vivir en el fondo del pozo y la punta del obelisco.

    —Más o menos —acordé lo de las migajas de pan—. También podría ser un camino de granitos de arroz.

    Atendí a su respuesta sobre su lugar favorito en Shinjuku y que fuese el bar donde trabajaba su hermano me hizo sonreír. Hablaba de la relación que tenía con él, pero también de la manera en que estaba lazado a otras personas. Los espacios estáticos, donde el tiempo parecía suspendido, eran los únicos refugios que existían a veces.

    —Suena como el spot definitivo, lo reconozco —concedí ligeramente divertida—. Y suena agradable tener algo así, un recordatorio de que algunas cosas no cambian aunque todo lo demás lo haga, en cierta manera consuela. ¿Qué tal es Kabukichō, ya que estamos? Yo quiero información completa, Kakeru, ¡completa!

    No sabía si era porque todavía era pronto para poder dar una respuesta concreta sobre si el cambio había sido para mejor, pero el caso fue que no pude evitar darle vueltas a la pregunta y contestar con una honestidad similar a la de antes. No daba grandes cantidades de información ni nada, pero si decía algo, lo hacía desde la sinceridad porque me parecía lo correcto. Por eso le había dicho antes que sí quería quedarme aquí.

    Lo que no estimé fue que me saliera con la idea del trato, me dijo que si yo comía él iba a beber del jugo que le había dado y fruncí el ceño, ligeramente enfurruñada, ¿no estaba haciendo trampa? ¿O era al revés y estaba siendo excesivamente justo? Pensando en eso miré el bento, la caja de jugo y a él que tenía toda la cara de no aceptar negativas, además de verdad necesitaba que al menos le regresara algo de líquido al cuerpo o acabaría seco como Sponge Bob en... No me acordaba el capítulo, ¡pero así de seco!

    Fine —apañé todavía con los gestos algo comprimidos y fui desenvolviendo el almuerzo para destaparlo, cuando tuve todo listo preparé un bocado y me quedé mirándolo, esperando que cumpliera su parte del trato antes de comer nada.

    Aproveché ese breve lapso para pensar una vez más, nada más que eso, y no supe si calificar algunas cosas como desagradables en sí mismas o como desafortunadas, aunque no tenía idea de por qué diferenciaba unas de otras siquiera. Estaba Paimon sin haberme contestado cuando pregunté por Suiren, Katrina alegando ser una girls girl y el señorito Red Flag con el pedido del pacto de silencio; por otra parte estaban el resto de eventos, las personas que había conocido y las conversaciones que había mantenido como había sido con Joey y Morgan. Me había divertido conociendo nuevas personas.

    —No, diría que no... si acaso algunas cosas un poco raras, pero creo que tiene más que ver con que entré a un espacio donde ya había muchas dinámicas funcionando antes. Da la sensación de que me pierdo de algo todo el tiempo y poco puedo hacer al respecto, pero la mayoría de gente me ha recibido bien o eso me parece a mí —contesté por fin y comí un bocado de arroz con un trocito de carne. Estuve más segura que antes de no tener apetito, pero ni modo, negocios eran negocios—. ¿Tú que opinas de la academia, la gente y tal? Ya que estamos en el mismo barco de transferidos, aunque tú llevas un poco más tiempo, lo que te vuelve algo así como mi senpai de transferencia.
     
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    Gigi Blanche

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    ¿Ríos color verde menta? Intenté formar la imagen en mi mente, pero se asemejó a lo que sería en Los viajes de Gulliver o Alicia en el país de las maravillas y solté una risa floja, algo incrédula. No creía haberlo visto en mi vida, cosa poco extraña considerando mi historial de niño de ciudad. Si pisaba césped era en los parques del corazón de la metrópolis y durante el campamento escolar... bueno, la había pasado medio para el culo. No era que Anna me hubiera dejado, eso ya tenía un rato, pero sí había confirmado la existencia de Sonnen y luego tuve a Wickham tratándome de loner así como Dunn me había tirado el lesser en la cara. Acababa de decirlo, ¿no?

    Los niños eran crueles.

    Me confió sus colores favoritos y entonces me pidió ampliar la información sobre Kabukichō. Iba a quedar medio mal parado, ¿no? Ocurría que ahora mismo no veía motivos para cortarme. ¿Por qué debería importarme, para empezar?

    —¿Lo has pisado? Porque no te lo recomiendo, al menos de noche. —Una sonrisa ligeramente diferente danzó en mis labios—. Es un sitio bastante turístico, lleno de bares y lugares para comer. Supongo que a la gente le gusta porque son un puñado de callejones y recovecos donde se apiñan para tomar una cerveza y comer ramen, y eso es muy... ¿muy de aquí? Contrasta con Ginza, con sus rascacielos y avenidas kilométricas, o con la elegancia de Chiyoda. Pero vaya, si lo buscas en Google te pone "entretenimiento orientado a adultos" o algo así. Imaginarás el abanico de actividades.

    Una risa me vibró en el pecho y meneé apenas la cabeza. A veces era gracioso de ver, debía reconocer.

    —La clásica es engatuzar a los extranjeros y luego chuparles el dinero en los clubes con... damas de compañía. O damos, claro. —Mi sonrisa se amplió fugazmente—. Los rumores son que al distrito lo regentea la yakuza y yo creo que algo de cierto tienen. Cuando pasas mucho tiempo dentro empiezas a ver cosas. Lo gracioso es que de día es totalmente inofensivo, como si fuesen dos... dos mundos paralelos que coexisten en el mismo espacio y se intercambian con la puesta de sol.

    Siendo francos, nada de lo que le había soltado eran noticias nuevas para el japonés promedio. La yakuza jugaba por debajo hoy día, pero no habían transcurrido ni veinte años desde que podían pavonearse por la calle como los héroes de la ciudad. Esa clase de basura tomaba tiempo que se la llevara la corriente.

    Claramente aceptó mi trato y sonreí, satisfecho. Mientras Ilana preparaba su almuerzo yo me encargué de abrir el juguito y lo alcé a modo de brindis para beber al mismo tiempo que ella comía el primer bocado. Estaba... caliente, pero era mejor que nada, suponía. Me dediqué a darle sorbos modestos y escucharla. Asentí, en un acuerdo silencioso a sus palabras, y me alegró que su panorama no pareciera tan trágico.

    —Ser el chico nuevo nunca es fácil, en especial si te transfieres solo. Yo ya tenía algunos amigos aquí así que corrí con ventaja, aunque estamos desparramados por todos los años y clases, y no coincidí con ninguno. —Me reí ligeramente y la miré—. Podría presentarte a alguno si adaptarte aquí te está costando o si te gustaría recibir un centro. Son muy buenos chicos. Está Ko en la 3-3, calladito y medio cabrón pero muy fácil de llevar, y también están Anna y Emily en segundo año. Anna tiene más energía que una represa, pero es muy cálida y Emi es dulce y tranquila. Creo que podrías llevarte bien con todos.

    A la pobre Emily la había metido en el paquete de mis viejos amigos aún sin pertenecer a la categoría, pero en mi mente venía pegada a Anna y bueno. Su broma me vino en gracia y colé un "entonces trátame con respeto" en voz baja justo antes de pellizcar el sorbete con los dientes. Le di otro trago al jugo.

    —Pues... ha estado bien. Tuve algunas secuencias un poco tensas o incómodas por... cosas de la vida, pero también he conocido gente simpática. Creo que no me arrepiento de transferirme, aunque no estoy en el mejor momento para ponerme a decidir cosas. —La risa que me vació el pecho sonó más resignada y agaché la vista brevemente antes de volver a mirarla—. Al menos es una escuela pija y hay un montón de cosas para distraerse. ¿Has visto el observatorio? ¿O el tamaño del salón de actos? El invernadero también es muy bonito y la piscina debe tener agua más limpia que la de mi casa.
     
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    Zireael

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    Si uno no tenía la información de previo lo de los ríos de ese color debían sonar como algo sacado de la fantasía, pero existían. Ese tipo de cosas, junto al verde de los árboles y la infinidad de animales en el mundo casi debían valer para hacernos pensar que vivíamos en un libro, ¿no? A veces distraerme con ese tipo de cosas que podían parecer simples servía mejor que nada más. Quizás fuese el anhelo distante de perderme más allá, volver al lugar de donde sentía que me habían arrancado o quién sabe qué.

    Cuando me preguntó si había pisado esa zona del barrio negué con la cabeza, aunque me reí al escucharlo decir que no me lo recomendaba de noche. En sí salía poco de noche de por sí, la última vez fue con Mei y aquella amiga suya que desembocó en todo lo demás, pero tampoco era que tuviera tanta... libertad de movimiento, más bien ese día medio me excedí un poco con los permisos. Papá era sobreprotector y me tenía algunas zonas de los barrios casi marcadas con cruz, a lo que yo obedecía sin demasiado problema porque llevarle la contraria sonaba como una estupidez. Era amoroso, pero estricto.

    Al preguntarle a Kakeru contemplé la posibilidad de que no fuese demasiado específico con el asunto, creí notar el cambio de tinte en su sonrisa y en vez de preocuparme o hacerme echar atrás, me vino un poco en gracia. Lo escuché con mucha atención, me hizo reír que él mencionara el contraste en comparación con Ginza y Chiyoda y asentí por lo del "abanico de actividades" en una zona delimitada al entretenimiento para adultos.

    Oh God no, no los damos también —apañé encima de sus palabras junto a una risa que se quiso convertir en una carcajada que modulé al oír la mención a la yakuza.

    Lo que sabía era poco hasta para lo que había en internet y aunque papá trabajaba en una división de crimen organizado ahora, bueno, tampoco era que pudiera contar demasiado a los cuatro vientos. No me quedaba más que confiar en sus advertencias y en el cansancio con el que llegaba a casa, trabajando casi sin pausa por una guerra que quizás nunca ganaría ni aquí ni en América. Habían batallas perdidas desde su inicio.

    —He leído un poco del asunto de la yakuza en el país y bueno, no me parece una locura pensar que controlen los distritos o barrios completos de esa manera, es hasta más inteligente. Un poco sigue la ley del más fuerte, el que se adapta a lo que el mundo provee o lo que prueba funcionar. Quizás lo increíble sea la manera en que un lugar puede dar esa clase de giro del día a la noche —comenté un poco más seria y para no acabar metida en un terreno tan denso, volví con una tontería—. Igual me gusta el chismecito de Kabukichō directo de la fuente, esto es lo que es bueno.

    Fue después que cumplimos el trato con un pseudobrindis y todo, él bebió del triste juguito caliente y yo comí a pesar de que no se me apetecía demasiado, así que todo balanceado. Procuré comer un poco más sin demasiada prisa y lo fui escuchando, asentí a lo de que ser el nuevo no era fácil y sonreí con un dejo de resignación por la dificultad extra de hacerlo solo. No estaba sola en todas las de la ley, porque estaba Cayden y luego Mason, pero tampoco era que pudiese decir que fuesen mis amigos del alma. Uno huía como idiota apenas le preguntaba por una emoción compleja y al otro tenía demasiado tiempo de no tratarlo como para saber si era el mismo niño con el que solía jugar.

    El punto era que Kakeru estaba ofreciendo presentarme a sus amigos aunque estaban todos desparramados y volví a sonreír con un dejo de ternura, habló de Ko del otro salón aunque la descripción fue un poco graciosa y de Anna y Emily en segundo. La descripción de los tres me hizo sentir que podría llevarme bien con ellos y eso, de alguna forma, fue agradable. Su disposición de presentármelos también fue muy cálida.

    —Perdón, Kakeru-senpai~ —respondí por la tontería, hasta suavicé la voz como si con eso me fuese a evitar algún futuro regaño. En todo caso, desvié la mirada la comida un momento antes de volver a hablar—. Me gustaría conocer a alguno de tus amigos, no tanto porque me esté costando adaptarme ni nada, es más porque sí. Es lindo cuando otras personas me recomiendan hablar con alguien en particular o me ofrecen a presentarme a amigos suyos, me hace ilusión. Así que eso, espero que me presentes a Ko, Anna o Emily.

    Apenas terminé esa nueva sección de honestidad volví a mirarlo y le dediqué una sonrisa comprensiva a su conclusión sobre no estar en el momento de decidir cosas, aunque pensé que al menos dijera que no se arrepentía era una buena señal. Iba a decirle algo, pero lo de la escuela pija acabó por hacerme reír y moví un poco la cabeza en un gesto que secundó el argumento.

    —No hay por qué ponernos a decidir nada ahora mismo de todas maneras —concedí con calma, no fui directa con el asunto, pero me parecía lo correcto en vistas de cómo lo había encontrado—. Estuve en el observatorio, ¿verdad que es genial con ese estilo como medieval? Cuando fui estuve con un compañero de nuestra clase, el otro pelirrojo, Mason, y otra muchacha, Morgan, y tuvimos una conversación de lo más curiosa, me gustó mucho. ¿Tú has ido a la parte de arriba? ¡Y el salón de actos es inmenso! También estuve recién y la piscina, confirmo que esa agua tiene que estar más limpia que la que sale del grifo de la cocina en casa. Me falta el invernadero, lo que parece una ofensa viendo que me llamo árbol, ¿podríamos ir un día también?

    Pobre chico, de repente le estaba pidiendo cosas como si lo conociera de toda la vida y la idea repentina me dio vergüenza. Tomé aire, lo solté y enfoqué las neuronas en la comida como si fuese lo más interesante de la azotea. A veces agarraba demasiado impulso al conocer a las personas.
     
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    —Los damos son los peores —convine a su broma antes de seguir con mi descripción del distrito, una risa se me coló en la voz y atendí a su reflexión sobre la yakuza—. Es su cualidad más admirable, supongo, si acaso puede hablarse de "cualidades" con esta gente. Pasaron de patrullar las calles a fundar empresas, quizá varios hayan caído en el camino, pero una buena porción supo adaptarse y puede que sean un fragmento de la sociedad más... imprescindible de lo que uno cree. Como las dos caras de Kabukichō, ¿no? Que se sostienen entre sí para que ninguna caiga. Llegados a este punto es probable que se condenen más los excesos que los crímenes en sí.

    ¿Ahora era el delivery de chismes turbios? Que pareciera tan entretenida no me extrañó, dudaba que la gente de nuestra edad adquiriera verdadera consciencia de lo que implicaba todo este... este mundo. Además, podía entender que atrajera o llamara la atención. Cualquier misterio o porción oscurecida de la realidad lo hacía. Palpitaba y susurraba, como la existencia del monstruo que imaginas al final del pasillo pero no te atreves a corroborar.

    —Para servirle, señorita —concedí, inclinando la cabeza y modulando una sonrisa más suave.

    Ella me brindó el respeto que le había pedido y asentí, como avalando su esfuerzo. Me dijo que le gustaría conocer a los chicos y tuve que preguntarme cuándo sería capaz de verlos a los ojos sin que el corazón se me doblara en dos. Tenía que hablar tanto con Anna como con Kohaku, lo sabía, sólo que... vaya. Era mucho que procesar aún. En cualquier caso, la oferta había sido mía y debía atenerme a las consecuencias. Volví a asentir y le dije, en un tono más caballeresco, que vería de hacer los arreglos pertinentes.

    El tópico sobre las instalaciones escolares pareció darle cuerda y la escuché, intentando seguirle el ritmo. Que mencionara a Morgan me hizo alzar las cejas con un dejo de diversión y acabamos bastante de repente con una tercera promesa. Más me valía empezar a tomar nota.

    —Conozco a Morgan, es amiga de Ko, precisamente —le conté, y evoqué un recuerdo fugaz—. También hablé con Mason, ahora que lo dices, en la biblioteca. Tenía galletas amnésicas muy ricas. Y no, no subí al piso de arriba del observatorio. Cuando fui me sentía un poco mal y me quedé pegado a la silla.

    Quizá pareciera que había omitido su último pedido porque quizá, sólo quizá, se me hubiese antojado molestarla un poquito. Ella había bajado la vista a su almuerzo y en el gesto creí encontrar cierto grado de bochorno, como si hubiese adquirido repentina consciencia de su... ¿arrebato? Suspendí un breve silencio, entonces, y apoyé el zumo en el suelo. Abrí la servilleta de una sacudida breve y, con cuidado, me colé en su espacio para alzar su bento y extender el papel debajo.

    —Ya te dije, ¿no? Puedes hacer lo que quieras —le recordé y sonreí, divertido, regresando a mi espacio—. ¿Cuándo vamos?
     
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