Azotea

Tema en 'Cuarta planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

    Zireael Dios de FFL Comentarista empedernido

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    Decir que algunas cosas que veía y pasaban me quitaban el sueño era una exageración, pero no significaba que dejaran de preocuparme o de incomodarme de vez en cuando. Era el hecho de que Paimon me había dejado en visto cuando le pregunté por Suiren, el mismo Suiren sin dar mucha explicación y ver a Cayden cruzar el camino de piedra con Verónica ayer durante el receso. Eran pequeñas cosas que parecían no tener mucha lógica en sí mismas.

    Al llegar a la escuela pasé por los casilleros, vi a Sasha a la pasada y preparé la sonrisa y el saludo por si me veía y fui a mi propio casillero para cambiarme los zapatos y seguir hacia el interior de la academia. El calor empezaba a sentirse con más intensidad, pero a pesar de ello cuando llegué al piso de arriba mis ojos se desviaron a las escaleras que llevaban a la azotea y subí sin mucha prisa. Al menos miraría el paisaje un rato antes de tener que lidiar con las clases de día.

    Estaba abriendo la puerta cuando escuché unos murmuros, no pude en sí entender qué decían y era muy tarde para irme por dónde había venido, apenas giré el rostro distinguí que por un costado del edificio caía la silueta de Akaisa. El cabello corto, negro y rojo, rebotó cuando sus piernas encontraron el suelo luego de haber bajado de la sección del techo que ahora sabía que se podía subir. Su rostro pasó de la molestia a la diversión al haberme reconocido y deslizó la mirada hacia arriba antes de volver a mí.

    —Imagino que no habrás venido aquí con cita agendada, Rookie —dijo dando algunos pasos en mi dirección y suspiré.

    —¿Ahora a quién estás fastidiando, Akaisa? —reconocí la voz de Cayden de inmediato, sonó molesto, y yo tensé el cuerpo.

    Ella no contestó, lo que obligó al chico a asomar la cabeza y me pareció notarlo cansado, pero no estaba muy segura.

    —No te metas con Ilana, ¿quieres? Eres un incordio, vete de una vez.

    —Sí, sí. Como digas~

    Fue extrañamente obediente, dejó la azotea y yo me quedé de pie allí sin saber muy bien si seguirla o no. Igual debí irme y ya, pero un poco necia sí que era.

    —¿Quieres subir? —preguntó el pelirrojo ya habiendo cambiado el tono—. Hace calor, pero el paisaje está bonito.

    Dudé, pero al final acepté y él estiró la ayudarme a subir, la brisa era cálida y el techo estaba caliente, así que usé el maletín para medio sentarme. Ya arriba vi el teléfono de Cayden desbloqueado, abierto en el que debía ser el mismo chat del otro día. Leí el nombre que tenía agendado junto a una nubecita y a los mensajes de la otra persona, de hace unos días, había reaccionado con unos corazones. El nuevo mensaje que iba a enviar esperaba en la caja de texto, a saber por qué, y no husmeé más porque Cay me habló.

    —¿Llegaste bien a casa ayer en la tarde? —preguntó pues nos habíamos ido juntos y le había tocado despertarme en mi estación.

    —Ah, sí. Perdona por quedarme dormida —apañé mirando el cielo—. ¿Es este el celeste que te gusta?

    Lo pregunté sin mirarlo, él no respondió de inmediato y se acercó al borde del techo para dejar caer las piernas, balanceándolas sobre el vacío. Fue allí que volteé a mirarlo, tenía las facciones relajadas y se enjuagó los ojos con una mano, adormilado. No iría a preguntar por qué parecía tener tanto sueño.

    —Es este —respondió por fin en voz baja, la brisa de verano le revolvió el cabello.

    Me reí por lo bajo, elegí no darle mucha cabeza a por qué estaba aquí con Akaisa ni a lo de ayer y luego de unos segundos escarbé el bolsillo de la falda para darle un caramelo que había tomado de la mesa de casa antes de salir, era unos que papá solía comprar y cargar en los bolsillos también. Lo aceptó sin más y al regresar el brazo a mi espacio volví a mirar el teléfono ajeno.

    —Al final sí necesitarás el equipo editorial —dije medio porque sí y me tomé el atrevimiento de estirar la mano para presionar el botón de enviar, sin leer el mensaje como tal. Él suspiró resignado—. ¿Vas a querer los apuntes de los días que te has ido de clase por un rato?

    Estaba aprendiendo qué no debía preguntar.

    —Me vendrían bien, gracias.


    Cuz no está en el post como tal, again Gigi Blanche yo con la cosa en mente y luego leyendo el post de Haru me fui en full clownery pero bueno, así es el mundo rolero JAJAJ a la respuesta de Ko del otro día le había reaccionado nomás con un corazoncito. Ahí cualquier cosa me chiflas, del post solo puedo intuir que el niño va a estar ausente, pero pues este tremendo pendejo no tiene una pizca de información

    Ko-chan, traje comida de casa
    Te puedo pasar a buscar a clase más tarde si quieres, podemos ir al club o donde gustes en verdad


    por demás ahí queda esta gente
     
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    Bruno TDF

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    Puse pie en el suelo de la azotea, en el pleno desconocimiento de que mi manifestación se produjo minutos después de unas eventualidades que trascendieron fuera de mi sintonía.

    La nota inicial de mi cerebro propuso que me mantuviera a resguardo en el salón de mi clase, en vistas de la bravura con la que el sol azotaba el mundo con su luz cegadora, sus lanzas blancas. Seguí esta línea los primeros minutos de la mañana, envuelto en la soledad que reinaba entre las sillas y los pupitres. Durante estos primeros minutos de la mañana, no había prestado mucha atención a lo que sucedía a mi alrededor. Pero, a pesar de que mi vista apuntaba al techo, de soslayo adivinaba las sombras que pasaban por el pasillo. Dejaban tras de sí estelas del color de sus cabellos, hasta me parecía ver el rastro flotando como fantasmas.

    Negro. Rojo. Dorado.

    Oscuridad, sangre y sol.
    Mientras estuve en el salón, los recuerdos comenzaron a surgir sin previo aviso. Sacaron sus garras, desde las profundidades del olvido artificial donde trataba de mantenerlos enterrados. Las memorias se entremezclaron con las notas de la música que construía en mi mente y, de súbito, el silencio quiso tornarse opresivo. Tuve que saberme derrotado en esta primera escaramuza contra el pasado, pues una profunda exhalación escapó de mi pecho. En ese momento supe que necesitaba tocar algo, y para mi buena fortuna había optado por traer algo del apartamento de Ginza.

    A mis pies, el estuche de los instrumentos de viento descansaba.

    Elegí la flauta traversa, cuyas piezas ensamblé con movimientos largamente repetidos. Cambié la boquilla por pulcritud y eficiencia, luego de lo cual la eché sobre mi hombro, como si fuera el mástil de un paraguas. Con esto, emergí al pasillo junto con el murmullo creciente de las personas que llegaban a clases.



    Había abierto con delicadeza la puerta de la azotea, a cuyo centro caminé con igual calma. Los rayos del sol, lanzas blancas, se estrellaron contra los oscuros cristales que cubrían mis ojos. Quedaban destrozadas contra el escudo oscuro... mas, algunas astillas luminosas conseguían dejarme levemente resentido, pero no lo suficiente para detener mi caminar.

    Me detuve en el centro de la azotea, me permití observar el cielo un momento. Acto seguido cerré los ojos, viendo oscuridad a pesar del día, y con movimiento solemne posicioné la flauta traversa cerca de mis labios.

    La larga melodía se elevó.


    Una gran pasión era puesta en cada nota, alimentada por mis sentires.

    Estaban los recuerdos que me habían asaltado sin piedad, hace un momento, en el salón de clases: de un hogar que seguía extrañando a pesar de mis esfuerzos, de personas convertidas en doloroso silencio, del encantador frío en los huesos. Al mismo tiempo, orbitando con ellos, rememoraba la fiesta sorpresa que Markus, Abby y Anna me habían hecho en la sala del club; rompiendo salvajemente con la soledad que, necio, asumí que sería parte de mi cumpleaños. Rememoraba los ojos de los espectadores durante el evento de baile, cuando toqué la trompeta... Así como la conversación en el patio norte con Ilana, y el encanto del caos...

    La mezcla de sentimientos servía de potencia.

    Entre las notas, lo sentí esta vez. Un sonido atípico contra el metal del instrumento, el claro roce de unas garras pequeñas. Se manifestó en la mitad de mi interpretación, lo que no me hizo abrir los ojos sino hasta terminar…

    Así lo hice tras la nota final. Para notar al ave blanca posada en el extremo de la flauta traversa. Por la posición en la que el presente instrumento debía ser sostenido, en horizontal, los ojos escarlatas quedaron a la altura de los míos. Intercambiamos una mirada estrafalaria, porque esto no dejaba de ser extraño… a pesar de ser la segunda vez que ocurría.

    Fruncí ligeramente el ceño.

    —Otra vez tú.

    Bajé con lentitud la flauta. El pájaro níveo, nombrado Copito, sacudió las alas al notar los movimientos, aunque se negó a abandonar su sitio en el instrumento. Me miró fijamente, inclinando la cabeza repetidas veces como si, vaya uno a saber, preguntara si el acto había terminado. En lo que a mí respecta, seguía observándole con sereno desconcierto.

    Volteé hacia la puerta, en la creencia de que la chica de cabello blanco se encontraría resonando por el lugar. No lo hallé, aunque sí volví a percibir el sol y la sangre. El dorado y el rojo, desde una zona del techo. Elevé la cabeza y me quedé mirándolos.

    No sabía que había tenido otros espectadores. El ave de luz tampoco, ya que comenzó a removerse sobre la flauta al notarlos... ¿como si los reconociera?
     
    Última edición: 9 Enero 2025
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    Zireael

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    Quizás lo que sí debí preguntarme fue por qué fue tan naturalmente hostil con Akaisa, incluso si a mí no era que me cayera bien con lo metiche que parecía, pero entre que no era yo quien saltaría a defenderla y él no iba a darme explicaciones si se las pedía, pues mejor era dejar el asunto como estaba. Me limité a la pregunta de relleno, a la oferta esperable de los apuntes y ya, después de eso nos quedamos consumiendo el mismo aire.

    No estuve segura de oír la puerta de la azotea, pero entonces él giró apenas el rostro y algunos segundos después noté el destello dorado, al voltear la cabeza reconocí la silueta de Gaspar. Ninguno dijo nada, nos quedamos esperando quizás porque los dos notamos que el muchacho no nos había visto y así Gaspar recorrió la azotea hasta el centro, donde miró el cielo. Cayden me dio un toquecito en la pierna, el gesto tuvo la pinta de decir "Pero mira nada más" porque lo acompañó un movimiento de cabeza y me sonreí al ver que el rubio pretendía tocar.

    La primera nota se alzó y le siguieron las demás, elevándose y arrastrándose con ayuda de la brisa. Relajé la postura y el pelirrojo hizo lo mismo, lo miré un instante sólo para darme cuenta que había cerrado los ojos. Estábamos disfrutando la melodía, sí, pero en cierta medida también pecábamos un poco de chismosos porque Sóloviov no sabía que estábamos allí.

    Mantuve la vista en él de todas maneras, así que noté cuando el gorrión albino descendió y se posó en la flauta, por la ausencia de reacción por parte del muchacho me pregunté si sería la primera vez, pues continuó hasta la nota final que se alzó hasta diluirse con el sonido del viento. Allí el muchacho abrió los ojos, intercambió una mirada con el ave que me hizo algo de gracia y cuando escuché a Cay hablar en un murmuro que si acaso debió oír el mismo, poco me faltó para fruncir el ceño.

    —Parece que Vero ya llegó.

    —Y que Sóloviov está menos versado en el tema de tratar con pájaros que aparecen de la nada —respondí a un volumen parecido.

    El comentario lo hizo soltar una risa nasal, recogió el móvil del techo para guardarlo en el bolsillo y entonces Gaspar volteó hacia la puerta, quizás buscando a la chica, pero el gorrión tenía libertad de decisión. Debió haber oído la música y eso bastó para atraerlo a pesar del silencio que mantenía. El caso fue que en ese momento el chico se dio cuenta de que había tenido público, alcé una mano para saludarlo y entonces noté el movimiento de Dunn.

    Se levantó con cuidado, se acomodó del borde del lado de la azotea y se dejó caer al suelo, después estiró las manos hacia mí. Me debatí cómo demonios bajar de allí, pero unos segundos después me acomodé en la orilla del techo, acepté una de sus manos y me deslicé hacia el suelo, Cay medio que me atajó, su otra mano me sujetó la cintura apenas estuvo a su alcance y en el momento en que mis pies estuvieron en el suelo se apartó de mí.

    —Fue muy bonito escucharte tocar, me gustó mucho la melodía —dije caminando hacia el rubio y lo saludé a él y al ave con una reverencia ligera—. Buenos días, Sóloviov.

    —A Copito le gusta la música. No es la primera vez que te cae de la nada, por lo que veo —resolvió Cayden con una simpleza casi ridícula, cortó distancia de inmediato y creí que le pedía permiso a Gaspar con la vista para aproximarse a su instrumento, supuse que su idea era ofrecerle la mano a Copito. Luego miró al chico directamente de nuevo—. Tal vez deberías acostumbrarte si eliges seguir tocando al aire libre. A mí también me gustó, por cierto.
     
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