Azotea

Tema en 'Cuarta planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Amane

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    Is that so? —murmuré en respuesta a su comentario, repasando sus facciones con la vista para acabar sonriendo con ligereza al dar con sus ojos de nuevo—. Then maybe I should marry you and become a Wickham too, don't you think? Mrs. Wickham~ —sentencié, pestañeando un par de veces con cierto aire de inocencia, como si le estuviera proponiendo la cosa más inofensiva del mundo.


    Igual era una broma, por supuesto, y no tardé en seguir acoplándome a sus ritmos de conversación sin mayor problema. Mantuve la sonrisilla divertida en todo momento, mientras me entretenía peinándole el cabello y disfrutaba de las caricias que me había empezado a dejar en la cintura, y al final dejé escapar una risilla de nada cuando me atrajo hacia él, tanto en reacción al gesto como a la promesa de que espantaríamos juntos a niños pijos desde el más allá.

    >>Uhm... sexo fantasmal, of course~ —seguí contestando en un murmullo, relajando los brazos sobre sus hombros para así poder juguetear con las puntas de su pelo entre mis dedos—. We could do it anywhere... anytime... ¿Cuál sería tu primera opción? A mí me encantaría hacerlo en la sala de profesores, sin duda.
     
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    Gigi Blanche

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    Whenever you want, baby —le respondí al instante, con una sonrisa relajada pegada al rostro, la cual se ensanchó ligeramente en anuncio de lo que estaba por agregar—: Quiero decir, sólo tendría que arrodillarme, ¿no? Y eso ya lo hago muchas veces, Mrs. Wickham.

    Lo susurré casi encima de sus labios y luego retrocedí, virando la conversación hacia el asunto de sus preferencias fantasmales. Sus brazos se relajaron sobre mis hombros y mi sonrisa, satisfecha de por sí, no mutó al oír su segunda solicitud. ¿La verdad? Cualquier otra respuesta me habría decepcionado. Sonaba estúpido y kinky que te cagas, puede que incluso un poco perturbador, pero si me lo sugería a esta distancia y jugando con mi cabello... qué decir, era un hombre débil.

    Que pillara la sala de profesores me arrancó una risa nasal y estiré el cuello, dándole un beso simple pero bastante profundo.

    —¿Arriba del escritorio de quién? —indagué en un susurro casi sin separarme, justo antes de volver a besarla.
     
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    Amane

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    Sabía que Joey no rechazaría de buenas a primeras la tontería que solté de casarnos, sobre todo porque pude sentir en la chispa de su mirada que iba a ser capaz de redoblar la apuesta. La sonrisa que se le plantó en los labios solo sirvió para confirmar el augurio and then, like a fucking clockwork, el chico soltó la mayor desfachatez que se le pudo ocurrir en aquel contexto. Negué un par de veces con la cabeza, no sin antes haber dejado escapar una carcajada de pura diversión por la tontería, y bajé la vista por su cuerpo mientras me mordía el labio inferior, sonriendo con clara intención al... bueno, dejar mi imaginación volar.

    That you do. And very, very nicely, if I must say~ —fue todo lo que acabé por comentar, incapaz de negarle una realidad que ambos conocíamos perfectamente.

    Mi deseo de tener sexo en la sala de los profesores sabiendo que nadie nos vería no le sorprendió en absoluto, aunque diría que aquello era incluso menos inesperado que el deseo en sí mismo... we definitely matched each other freaks. Acepté su beso sin ninguna complicación, escuché su posterior pregunta con una nueva sonrisa traviesa, y volví a corresponderle al segundo beso con la intensidad que requirió, aprovechando el momento para hundir una de mis manos en su cabello.

    >>Yoshida-sensei —respondí sobre sus labios, habiéndome separado apenas un par de milímetros para poder hablar—. She would be so angry if she knew... —añadí eso último en una exhalación, sin tardar ni un segundo en volver a acortar la distancia para besarlo de nuevo; en aquella ocasión, además, lo empujé hasta que su espalda dio con la puerta de entrada.

    No negaría que la bendita idea me estaba gustado bastante más de lo que había podido anticipar...
     
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    Gigi Blanche

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    Escuché la risa de Ali, que se replicó por el espacio, y atendí a sus movimientos sin perder la sonrisa divertida. Me recorrió con la mirada mordiéndose el labio, digamos que me distraje precisamente en la imagen de su boca y recién después volví a sus ojos, cuando ella buscó los míos. Asentí apenas con la cabeza ante su reconocimiento, alzando las cejas en un gesto que pretendía darle las gracias.

    Vino el primer beso, el segundo también, y me separé de su boca casi a regañadientes. Entre tanto, había deslizado las manos hasta su espalda y allí las presioné suavemente. ¿Yoshida-sensei? La idea me ensanchó mucho la sonrisa, entre divertida e incrédula, y una risa vibró en mi garganta. Fue más por la proximidad que la contuve, cosa de no echársela encima.

    She would be, indeed —convine, recibiendo sus labios otra vez.

    Cedí al empujón, mi espalda encontró la puerta y afiancé el agarre de mis manos, presionándola contra mi cuerpo. Recorrí la tela de su camisa, rocé su nuca y descendí de regreso a su cintura. La besé despacio, sin embargo, y volví a separarme un par de centímetros.

    —Yo lo haría sobre el escritorio de Akuma-sensei —respondí por fin, recogiendo los bordes de su camisa para colar los dedos debajo—, no en la sala de profesores, en nuestra clase. Frente a todos.

    Tracé la línea de su piel justo sobre el elástico de la falda y le dejé un beso liviano en la barbilla.

    —Gritarías tan fuerte que quizá te escuchen y todo~
     
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    Amane

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    Mi elección pareció sorprender bastante a Joey, quien tuvo que hacer un esfuerzo evidente por no soltar la carcajada que claramente se le había formado en la garganta, y todo lo que pude hacer fue sonreír con todavía más ganas antes de recibir sus labios de nuevo. Fue plenamente consciente de todo el recorrido que sus manos hicieron por mi cuerpo, en especial cuando sus dedos se colaron por debajo de la camisa y mi piel se erizó ante la diferencia de temperatura, lanzándome un chispazo a lo largo de espalda que solo consiguió contribuir más a mi excitación.

    —¿Ah, sí? —murmuré tras recibir su preferencia, sonriendo con un aire casi risueño al formarse la imagen en mi cabeza—. Kinky~

    Deslicé con suavidad las manos a lo largo de su pecho, hasta alcanzar la hebilla de su cinturón, y jugueteé un poco con la misma entre mis dedos, dejando salir un suspiro placentero al sentir sus labios sobre mi barbilla. Poco después acorté de nuevo la distancia, hundiendo mi rostro en la curvatura de su cuello para dejarle un par de besos ahí, y también aproveché la cercanía para buscar un poco de fricción contra su pierna.

    >>Wanna practice, then? —cuestioné en un susurro sobre su oreja, mordisqueándole apenas el lóbulo justo después.

    sé que todavía no he tenido un ritmo muy fluido de posteo y eso me molesta mucho ahora PORQUE ESTAS GUARRAS decidieron ponerse kinkys JUST NOW, OF COURSE (!!!) well, aNYWAY, no sé si nos dará tiempo a postear mucho más pero muchísimas gracias por decirme de rolearlos, I really missed them and I loved this and I love them ;;
     
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    Gigi Blanche

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    Parecíamos puestos para este punto. Sólo murmuré un sonido afirmativo en respuesta, muy entretenido con la textura de su piel bajo mis manos y mis labios. La imbécil bajó directo a mi pantalón y se coló hasta alcanzar mi cuello. Le clavé la punta de los dedos en la espalda, pestañeé con pesadez y solté el aire por la nariz en una risa floja, casi inaudible. Los besos me lanzaron un sutil escalofrío por la columna y la sentí presionarse contra mi pierna.

    ¿Practicar? ¿No estábamos a punto de entrar a clases?

    Oh, dear —murmuré al aire, empujándome entre sus propias piernas para consentirle el capricho—, pensé que querías que te pidiera casamiento.

    Quité las manos de su espalda, las apoyé en sus hombros y la insté a dar la vuelta. La guié así hasta el costado de la construcción, donde volví a girarla y la rodeé entre la pared y mi cuerpo. No le brindé intermedios, en el mismo movimiento me incliné y volví a besarla, enredando una mano en su cabello. Fue diferente a los anteriores, más profundo, más intenso, y con la otra mano tracé la cara externa de su muslo, colándome bajo la falda.

    In any case... —retomé, poniendo distancia, y una sonrisilla bailó en mis labios—, may I still kneel?

    No me hice de rogar, clavé las rodillas en el suelo y le bajé la ropa interior por ambas piernas. Qué más daba, alcanzaríamos el segundo período.


    tremendas zorras, TREMENDAS ZORRAS
     
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    Zireael

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    El tipo ladeó la cabeza ante lo que dije, me di cuenta y no le llevé el apunte, porque no había que ser muy listo para ver que, fuese por supervivencia o tocahuevismo, Matsuo absorbía bastante información hasta si no le concernía. Los datos eran oro si uno sabía usarlos o colocarlos, incluso si parecían estupideces o pequeñeces. Quizás debíamos dar gracias a que luego de tantos años no me había convertido en un Arata versión remasterizada.

    No me definiría a mí mismo como inteligente o astuto ni en el mejor sueño de fiebre, solo estaba entrenado y ya, a base de miedo. Miedo a que la fachada cayera, a verme envuelto en uno conflicto demasiado grande o de naturaleza física donde sin duda acabaría perdiendo, la lista seguía y seguía. No saber de dónde salía este idiota disparaba alarmas y no tenía claro por qué insistía en conseguir alguna respuesta si podía solo ignorarlo. Quizás fuese una distracción como tantas otras, distracción, ¿no era lo mismo que desahogo? Qué idea de mierda ofrecerle gas a una llama abierta.

    Quitarle la moneda a Ryuuji fue sencillo, noté la forma en que sonrió y modulé la satisfacción que me provocó su reconocimiento, la satisfacción mezclada con molestia en su voz, solo para no exponer más de la cuenta. Sonreí apenas, el gesto no me alcanzó el resto del rostro sin duda y distraje los dedos en la famosa moneda antes de retroceder a mi espacio luego del interrogatorio. Él suspiró con la cuota de teatro que le vino en gana, preguntó si desconfiaba por el corazón roto y parpadeé casi con pereza.

    —¿Admites que lo hiciste adrede? Vaya, eres peor de lo que creí —dije medio porque sí poco antes de que empezara a responderme.

    Dijo todo y no dijo nada, esa sensación me dio y suspiré con pesadez, entendía que no iba a soltar la sopa por más neutral que fuese este espacio, pero igual era frustrante. Venía de Kansai, pero eso daba igual, habían más y llevaban años en Toshima, era poco pero le dio cierta forma al cuadro. Le dieron el trabajo, ¿quién mierda tenía Toshima? Solo Matsuo podía responderme o quizás, si hacía la tarea, yo mismo me enterara de algo. Me daba un poco de pereza, si debía ser sincero.

    Soltó que nadie había logrado quitarle uno de las manos, que era bueno en el "arte" y que eso me hacía merecedor, o así se entendió y la idea me punzó en lugares extraños de la mente. No duró mucho, porque invitó a alcohol hasta que me hartara para humedecer la garganta quemada y se me escapó una risa, nada más que eso. Ni siquiera hizo falta que él lo apuntara, noté el celeste incluso antes que el rubio y entonces olvidé a Ryuuji, supe que le sonreí a Ko como si nada cuando atravesaron el pasillo, aunque vi la forma en que se le acercó Alisha y me desconecté apenas siguieron su camino, cualquiera se habría dado cuenta que estaba más puesto que la mierda. Cualquiera habría asumido qué pasaría también apenas la puerta del cubículo se cerrara.

    ¿Y quién era yo para detenerlo?

    Lo recordé quemándose los pulmones en el baño la primera vez de lo de Shinomiya, cuando no fue específico, pero también recordé lo que yo mismo había hecho en la mascarada, luego de un desastre me había metido en el otro. La preocupación se revolvió con celos y supe que era hipócrita, infantil e irracional de mi parte, pero daba igual, porque lo que yo hiciera en ese sentido en verdad no era importante. No de la misma manera que era para mí y debía hacerme a la idea, tuve ganas de decir algo y me lo tragué porque supe que habría sido una puñalada lanzada al azar. Yo no era así, no con la gente que importaba.

    —Pues si no serás un hijo de puta suertudo —murmuré hacia Matsuo despegando el cuerpo de la superficie que me había hecho soporte hasta entonces. Elegí no pensar cuánto rato llevaban arriba o en el rellano—. Pide y se te concederá, Ryuu.

    Empecé a caminar asumiendo que Matsuo me seguiría, todavía con el Seiryū encerrado en el puño, y apenas alcancé el rellano empecé a escarbar en los bolsillos. Me quedaba otro liado y lo sabía, así que no haría falta el preludio ni nada; sostuve el puro entre los dedos, hundí la moneda en un bolsillo y abrí la puerta de la azotea con una cuota de fuerza añadida. Afuera el viento nos quería mandar volando a la mierda, pero eso se solucionaba fácil.

    Come here, Kansai boy —solté una vez estuvimos afuera—. Te concederé el deseo de fumar con alguien. Mejor todavía, te brindaré el honor de que sea conmigo.

    Apenas Matsuo ya no estorbaba dejé la puerta cerrarse y entonces pesqué al cabrón de la chaqueta, el movimiento en sí no cargó hostilidad, supuse que se daría cuenta. Todo fue para acercarlo lo suficiente para que me tapara parte del puto viento o por lo menos cortarlo, no lo solté mientras me colocaba el puro entre los labios y con la mano libre escarbaba por el mechero. La pitada que le di a la hierba fue igual de importante que las que me había clavado antes, retuve el humo y aunque pude intentar hacer la tontería que pensé a pesar de que la ventisca seguro lo impedía, me limité a hacer la caridad. Solté al idiota, le ofrecí el porro y estiré una sonrisa bastante artificial mientras exhalaba la nube con la que me había llenado el pecho. La ventisca la desapareció en un parpadeo.

    —¿Decías del alcohol gratis? ¿Es para arreglar el corazón que intentaste romper?

    No quería decir que hubiese aceptado al Seiryū.

    llevo acá la mitad del día JASJAJ perdón el tocho como siempre (?
     
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    Bruno TDF

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    —¿No has pensado en lo que se te concede sin que lo pidas? —respondí, antes de seguirlo hasta el rellano de las escaleras superiores.

    Al salir a la azotea siguiendo el dragón de la espalda de Dunn, el viento me sacudió el cabello con salvajismo. Alcé el rostro hacia el cielo, con ojos cerrados, y solté un suspiro ligero que este aire tan revuelto no tardó en llevarse a la mierda. No era, desde luego, el sitio más propicio para pasar el rato, si es que hablábamos de cualquier día en el que no tuviese la cabeza ocupada por complicaciones relacionadas con el curro del club. El golpe de la brisa me limpió los pocos pensamientos que me habían quedado pegados, cual cuervos hambrientos; lo que no quitaba el poco mérito que podría atribuírsele al pelirrojo.

    Allá en el pasillo le dije lo mínimo necesario sobre mi origen y posición. Revelé Toshima había sido tomada hace años por un grupo del que preferí no darle nombre, pero una mínima idea podía hacerse. En todas partes prevalecía una incesante lucha por el territorio, protagonizada por criaturas de sombra que se enfrascaban en dominar su porcioncita de tierra. Siempre se usaban los nombres de animales para definirse a sí mismo, ¿no es así? Que los lobos, que los chacales, las ratas, serpientes y demás.

    El nuestro, La Fiera, aludía a un animal indefinido. Tomaba forma distinta en cada persona. Según el miedo o respeto que la idea les inspirase.

    Pero retomando nuestra escena de la azotea, Dunn me había instado seguirlo, clavándome el mote de “Kansai Boy” que me sentó bastante bien, para qué mentir; me permití una sonrisa divertida a modo de reacción, siguiéndole a mi ritmo. El pelirrojo siguió con el jueguito del deseo cumplido, completando con que tendría el honor de fumar con él.

    —Vaya, qué afortunado. Tú, quiero decir —retruqué.

    A saber si me escuchó, ni siquiera estuve seguro de si llegué a completar la respuesta toca-huevos de turno. Porque el cabrón me pescó sin previo aviso de la chaqueta, lo que hizo que lo mirara con una ceja alzada antes de que aplicara algo de fuerza para, bueno, usarme como rompevientos. Como mi instinto no había disparado alarmas en ninguna dirección, lo dejé ser. Vale decir que tuve que colaborar un poco para que Dunn me moviera, que mi cuerpo era bastante pesado y sus brazos no parecían entrenados como los de Maxwell.

    Aproveché este momento para detallarle las facciones, en su intento por encender el porro contra viento y marea, si hubiera marea. A él tampoco le había pasado desapercibida la escenita de Ishikawa y la rubia, la sonrisa que alcanzó a dirigirle al otro tío me recordó bastante a la que atestigüé en los casilleros. Pero, ¿qué habría pensado al verlo entrar tan descaradamente en el baño de los muchachos? Algo me olía, un no sé qué. Tampoco iba a tirarme a preguntarle porque, para ser honestos, cualquier cosa me importaba una mierda ahora mismo. Seguía ocupando las energías en que se llevara el Seiryu.

    Dio una pitada de lo lindo, el humo quedó atrapado en sus pulmones durante una cantidad bastante generosa de tiempo. Me sonreí de lado. Parecía bastante entregado al vicio, ¿o no? ¿Y qué iba a hacer yo? ¿Impedirle esos pequeños placeres? Obviamente acepté el porro cuando me lo pasó, dándole una calada igual de profunda que la suya. Me había dado la vuelta para dirigirme a una de las verjas laterales, rocé el hombro de Dunn al pasar junto a él. Pero su pregunta me hizo girarme, tanto como para verlo apenas de perfil. Bajé la mano, con el porro entre mis dedos; el viento hacía que su extremo destellara con luz naranja.

    Y dale con lo del corazón roto, eh. Estos dos eran divertidos.

    Por otro lado, lo suyo no sonó a una aceptación. Mi humo desapareció en la ventisca.

    —En parte… —respondí— Antes habías dicho que no eres tan tonto como aparentas. Si te interesa mi opinión, desde que hablamos en los casilleros pensé siempre que directamente no lo eres. Tienes instintos afilados, Dunn, y buscas mantener el control del terreno. Con eso logras caerme bien; ah, y por esas garritas traviesas con las que me quitaste la moneda —me sonreí y estiré la mano para dejar el porro a su alcance; no planeaba hacer una tontería esta vez, que lo tomara tranquilo— No prometo que dejaré de tocarte los huevos siempre que pueda, pero creo que nos podemos llevar bien a la larga. ¿Dices que la generosidad de ofrecerte alcohol gratis es un buen punto de partida?
     
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    Zireael

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    Lo que dijo antes de seguirme a la azotea rebotó de maneras un poco caóticas, no respondí nada en particular, pero pensé en varias mierdas a la vez y quiso darme risa, porque sabía que las personas me concedían muchas cosas sin que las pidiera porque así funcionaba relacionarse con los demás, quererlos. Quiso darme risa, ¿pero no seguía pidiendo más, no había mentido al decir que no pedía nada? Al pasar saliva me supo a lágrimas.

    Ya arriba me respondió la tontería del honor con otra del calibre a la que no vi por qué contestar, solo lo pesqué de la ropa, esperé que me ayudara moviendo el culo porque claramente le pesaba y que cumpliera su función para poder fumar tan siquiera. Lo sentí repasarme las facciones más que verlo, ocupado como estaba encendiendo el porro, y lo dejé estar porque en sí me dio igual. ¿Qué más daba lo que pretendiera leer? Incluso si unía puntos como Arata, dudaba que le importara en lo más mínimo.

    Cuando ni siquiera yo sabía qué tenía que sentir.

    Al venir aquí con este imbécil, al abrir la puerta y quemar la hierba había sentido la molestia rebotar, palpitó, me consumió una parte del cuerpo y la mente, pero la preocupación por lo drogado que parecía Ko no se desvaneció allí y no supe si era una corazonada de tantas, pero tenía que estar loco para ir a meterme a esos putos baños sabiendo lo que podía encontrar. Eso y que por alguna razón sentía que Matsuo no iba a soltarme, ¿no estaba esforzándose demasiado como para solo dejarme ir sin más?

    Incluso si agradecía la atención, era anormal.

    No había nada que yo pudiese ofrecerle de forma inmediata y era evidente que no estaba tratando de soltarme los perros como el Kasun marca diablo, entonces... ¿Apuntaba al largo plazo o ya me estaba poniendo paranoico con tan poca hierba? Se me ocurrió poco después de que me rebasara, luego del roce en el hombro, y la idea se diluyó a los pocos segundos en que la calada comenzó a alcanzarme el cerebro, embotándolo, y por eso pregunté la estupidez el alcohol para el corazón roto.

    Se me ocurrió quitarle algo de encima solo por las risas incluso antes de que se pusiera a soltar el monólogo, así que giré el cuerpo para seguirlo a la reja, me quedé frente a él, mi intención habría sido quitarle el porro para distraerlo un segundo, pero apenas un instante antes sentí que la percepción se me fue un poco la mierda. El encendedor que tenía en la otra mano se me resbaló y fue a dar un poco más allá, maldije mientras lo levantaba y volví a mi lugar frente al idiota para recibir el puro que ya me había extendido de por sí, desechando mi travesura por completo.

    —Habría sido más divertido sacarte algo directo del bolsillo, pero así son las cosas. Al menos ya viste que soy bueno con las manos —dije sin más, el doble sentido me alcanzó luego de haber dado otra pitada como la de antes y la risa me hizo toser el humo antes que exhalarlo, hablé de nuevo luego de acomodarme los pulmones—. Quien dice instintos dice paranoia. Además, no sé, a mí mi familia sí me enseñó a no irme con hombres malos y desconocidos que me ofrezcan caramelos... ¿Vas a secuestrarme, hombre malo y desconocido?

    Lo dije con un pesar de lo más grande, impostado, y con ojos de cachorro mojado. Cuando iba a darle otra calada a la hierba vi que se había apagado de vuelta, así que hice los mismos malabares de antes para encenderla otra vez. Extendí el porro en su dirección después, soltando la nueva nube de humo blanquecino y el cerebro se me siguió llenando de aire. Retrocedí un paso, dejé caer la cabeza hacia atrás y sentí el cabello hacerme cosquillas en la piel por el viento.

    El cielo era celeste, demasiado celeste tal vez.

    —Es bueno ofrecerle agua al que tiene sed, pero la verdadera generosidad es rara —solté al enderezar la cabeza para mirarlo de nuevo, al parpadear sentí que lo hice más lento—, casi inexistente de donde vienes y donde yo elegí quedarme, porque allí nada es gratis de verdad. En tu dichoso club no debería pasarme nada, ¿cierto?

    Le dediqué una sonrisa de apariencia calmada, casi inocente, puede que fuera pregunta trampa o puede que no. No era como que estuviese pensando en línea recta ahora mismo, bueno en realidad nunca, mi cabeza se parecía demasiado a los garabatos de un niño de tres años. Era frustrante, por eso entendía que hoy tío Dev eligiera no ser paciente conmigo y solo me dijera que hiciera lo que quisiera, pero que no olvidara que ellos estaban para mí.

    Estaba tirando demasiado de sus cuerdas, otra vez.

    —No debería pasarme nada en Toshima tampoco, como ha sido hasta ahora, ¿verdad? ¿Tus conocidos saben leer el ambiente de Tokyo gracias a los años que han pasado aquí? Estoy acostumbrado a salir de casa intacto y volver de la misma manera... —Se me había soltado la lengua, me di cuenta y no hice nada al respecto. En lo que parloteaba hundí la mano del mechero en el bolsillo, donde chocó con el Seiryū disfrazado de Kinryū—. ¿Pero qué ganas tú al ofrecerme agua, Ryuuji?

    Salir y volver intacto decía, sin embargo, el incidente del Shimizudani existía incluso si había borrado el trato de las Catacumbas. Existía e implicaba algo en la gran pantalla, claro, algo que podía proyectarse mucho más allá en el tiempo. Había hecho un pacto de sangre con el Segador a fin de cuentas, así que la guadaña, inmensa, esperaba detrás de mí para cumplir con su sentencia.

    Nunca debí buscar a Liam para nada, ¿pero no era su sombra la que me protegía?

    tbh me sentí muy así
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