Azotea

Tema en 'Cuarta planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Bruno TDF

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    El plan de acción ideal para este receso era el de continuar ubicando a mis compañeritos de grupo y así avanzar con los preparativos del proyecto. Con Zold habíamos acordado entrevistar a mi sensei de karate, quien esa misma noche cedió a la idea tras unos cuántos minutos de escuchar mi vocecita insistiendo con diplomacia, al otro lado de la llamada. Llevaba menos de una semana siendo su discípula y las confianzas ya se me estaban yendo de las manos, tan típico de mí. ¡Pero es que…! Mi admiración por ella crecía a un ritmo galopante. Ansiaba que los demás conocieran a la implacable mujer que me entrenaba y, además, saber algo más de su historia mediante la entrevista.

    Pero cuando la campana anunció el comienzo de un nuevo receso… me dio algo de perecita ponerme con lo del proyecto, culpa de lo calentito que estaba el sol que traspasaba la ventana para acariciarme el rostro y los brazos. No pasaría nada si postergaba la tarea por un día, ejem. Tenía la mitad de la semana para hablar con Jean, Eunbi y Jackie, así que de seguro continuaría mi labor mañana.

    Así las cosas, tomé el bento entre mis manos, junto con una botellita de agua que había quedado bien refrigerada en el interior de mi bolso. Al salir al pasillo tuve una brevísima charlita con Gaspar, el muchacho alto que había cautivado a Copito con su música el día de ayer. Que, de hecho, la tarde anterior se había acercado a la puerta de mi salón con el pajarito sobre su flauta, ¡sin más…!, ajeno a las miradas extrañadas a su alrededor… Lo que hizo que me cayera bien al instante. Pero en cuanto a hoy, me despedí de él con la promesa de que tocara algo para mí y, de este modo, subí a la azotea con el corazón radiante de júbilo, porque estos cruces siempre alcanzaban para mejorar mi día.

    Y hablando de encuentros…

    Cuando dejé escapar un suspiro de relax al sentir el calor del sol que bañaba la azotea, pronto advertí a otra personita que había trazado un plan de almuerzo igualito al mío. Lo miré desde la distancia, con la sonrisa estirándome aún más los labios. Era de elevada estatura y sus cabellos, pelirrojos, tenían un tinte ligeramente más oscuro que el de Bergren y el chico que estaba con Beauty el otro día. Me acerqué con pasos tranquilos y, sólo cuando estuve lo suficientemente cerca como para adivinar el color de sus ojos y sus facciones, lo reconocí por completo.

    Era Davz, el chico que se me acercó el día que repartí folletos del Club de Judo en los casilleros y que, de hecho, tenía el privilegio de ser la primera persona que había recibido uno. Me daba penita no haber podido contar con él como miembro pero, a su vez, respetaba su decisión. Lo cual no quitaba que hubiera disfrutado enormemente de aquella charlita, que quedó marcada en mis recuerdos debido a su gentileza, su sonrisa suave y, más que nada, el sonido de su voz.

    Esperé que reparara en mí, cosa no iba a ser difícil por la manera en que las albinas resplandecíamos cuando el sol estaba presente. Mi sonrisa se tornó muy cálida cuando me pareció descubrir sus ojos.

    —Buenas, Davz, tanto tiempo —saludé con las confianzas a más no poder; enseñé el bento que traía en mis manos y miré el espacio a su lado— ¿Hay un sitio extra para el almuercito a cielo abierto?

    :eye:
     
    Última edición: 20 Abril 2024
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    Me dediqué a comer sin demasiada prisa, observar el cielo de vez en cuando y pensé en varias cosas que iban desde las galletas de Sasha, el almuerzo de ayer con Kenny hasta lo poco que estaba mamá en casa. Que pensara en ella no implicó que llegara a ninguna idea particular, fue como hacer una lista de la compra y luego perdí el foco, tanto que creí que la mente me había quedado en blanco.

    En cualquier caso, la puerta de la azotea se abrió y yo giré el rostro, solo para acabar casi ciego cuando apareció la cortina de cabello blanco, primero pensé que era Vólkov, pero no tardé en reconocer los ojos azules de Verónica y sonreí incluso antes de que la niña reparara en mi presencia. Me pareció oírla suspirar al recibir el sol, fue después de eso que me notó y sonrió.

    Se acercó, solo entonces terminó de reconocerme o eso me pareció porque su sonrisa se volvió más cálida en algún momento.

    —Hola, Vero —saludé con la misma confianza que me había permitido en los casilleros y di una palmadita en el espacio junto a mí—. Claro que hay espacio, es más de haber sabido te ponía un rótulo de "Reservado". Sabrás disculpar la informalidad del almuercito~

    Esperé a que se sentara, estiré la sonrisa y conecté neuronas con algo de delay, como siempre. Observé su cabello, también su piel y finalmente volví a sus ojos.

    —¿No te hace daño que llevemos tanto sol? Nos podemos sentar más allá, cercar de la puerta, el techito deja una línea de sombra.


    *inhales* a
     
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    Mis ojos estuvieron a punto de cerrarse. No por el sol, sino por la manera en que mi sonrisa se amplió al oír que me llamaba por la versión cortita de mi nombre; era fácil de complacer cuando las demás personas también se permitían confianzas conmigo. Davz igual sonreía, y observé cómo daba palmaditas al suelo. Fue una respuesta más que clara, pero condimentó su movimiento con un comentario que me arrancó una risa suavecita y leve, que debí cubrir con la punta de los dedos; una que, finalmente, logró que mis párpados se unieran por un instante.

    —Mejor para mí, nunca fui buena con las formalidades —respondí en broma, si bien era cierto que jamás me oirían tratar a alguien de “usted” o similares.

    Tomé lugar junto a él. Dejé el bento a un lado para poder acomodar la falda contra mis piernas y echarme un manto de cabello por sobre el hombro, para que no quedara aprisionado entre mi espalda y la verja que nos servía de apoyo. Me ocupé de que arrojarla del lado contrario a donde se sentaba Davz, como para que no tuviese que encandilarse más de la cuenta.

    Cerré los ojos para disfrutar del calorcito. A veces me permitía pequeños espacios para tomar sol porque, sencillamente, era una sensación que adoraba. También era un privilegio que no podía alcanzar por demasiado tiempo. El albinismo, además del color de cabello, me había otorgado una piel muy blanca y, por lo tanto, delicada frente a altas y bajas temperaturas. Daba por hecho que tendríamos que movernos dentro de un ratito.

    Fue gracioso, además de gratificante, que Davz hubiese conectado neuronas conmigo. Abrí los ojos justo para notar que estaba como detallándome, lo aguardé sin incomodarme y, finalmente, remarcó el hecho.

    —Ay, lindo —solté con una sonrisa enternecida.

    No me preocupé por el detalle de haberle soltado un “lindo” tan de entrada, porque no tenía la vergüenza suficiente para contener este tipo de comentarios. Eran sinceros, como todo lo que brotaba de entre mis labios, y por eso luego hacía que algunas personas se ruborizaran, como Jez, Cay o Zold; también Fuji, en la prueba de valor. Davz era bonito, sí, pero la belleza también radicaba en este tipo de cosas, ¡obvio!

    —Gracias por preocuparte por mí —proseguí, sosteniéndome en sus ojos—. En efecto, no puedo quedarme mucho tiempo bajo el sol. Pero descuida, que hoy está más suave que otros días, así que no nos tendremos que mover hasta dentro de un rato. Eso sí, me tendrás que hacer un favor…

    Alcé los dedos índices y con ellos me señalé bajo los ojos. Más concretamente, en los pómulos.

    —Si empiezas a notar que aquí se me pone rosadito, ¿me avisas? —pedí— Será como una señal de que se acabó tomar solcito. Y tranquilo, el color se me irá cuando alcancemos la sombra.

    Mientras le hablaba, estaba dándole la espalda a la puerta. De este modo, no noté la fugaz a aparición de Yukkun y Kaia-chan, y mucho menos lo afectados que se veían. Sólo fui consciente de esto cuando abandonaron el lugar con un portazo muy fuerte que me hizo respingar. Pero para cuando me volteé, ya se habían ido sin darme chance a nada.

    Regresé mi atención a Davz con una sonrisa entre confundida y expectante, a la espera de su respuesta.
     
    Última edición: 21 Abril 2024
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    La muchacha soltó bastante pancha que no era buena con las formalidades y la tontería fue ridículamente obvia, en vistas de que iba por ahí encajando apodos en pleno Japón en donde la gente no usaba su primer nombre siquiera. No dije nada al respecto de todas maneras, la dejé acomodarse a mi lado, vi que se echó el cabello sobre el hombro contrario.

    Luego conecté neuronas, ella usó un apelativo y no me alcanzó ni una pizca de vergüenza. Solo reí por lo bajo, negué suavemente con la cabeza cuando me agradeció por preocuparme por ella y le presté atención a su explicación, que era cierto que no podía estar mucho bajo el sol, pero que hoy estaba más suave y que tendría que hacerle un favor. Alcé un poco las cejas, expectante, y su pedido acabó por sacarme una risa. No fue de burla, sencillamente me hizo gracia.

    ¿Acaso me estaba pidiendo que pasara mirándola todo el rato? Ah, qué sacrificio~

    Estaba por soltar una tontería cuando la puerta de la azotea se abrió, medio giré el rostro y percibí un chispazo blanco, no mucho más, antes de que se cerrara de un portazo bastante contundente. La disonancia me rebotó en el cuerpo, tensándome, aunque me obligué a restarle importancia con rapidez porque de por sí no hubo siquiera la intención de un intercambio de palabras.

    Parpadeé, algo descolocado de todas maneras, y luego regresé la mirada a Verónica repasándole el rostro. Me encogí de hombros, como para restarle importancia, y escarbé en el repertorio de temas de conversación sin saber que estaba bateando de la charla la pregunta de qué había sido eso para empezar.

    —Yo te vigilo, Vero-chan —dije respecto al tema de antes, sonriendo—. ¿Cómo te terminó de ir con el club? Del día que repartías los afiches en los casilleros.
     
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    A Davz se lo veía tan desorientado como a mí por la inesperada irrupción, y eso que noté cómo el verde sus ojos se desvió hacia la entrada de la azotea justo antes de que el portazo me agarrase desprevenida. Le restó importancia al asunto con un encogimiento de hombros y yo, por mi parte, supuse que no podíamos decir mucho más al respecto, vista la confusión que nos había quedado encima.

    Así, nuestro principio de reunión continuó fluyendo. Aceptó el pedido de supervisar el color de mis pómulos, que era la primera zona donde los rayos del sol comenzaban a pintarme la piel como si fuera una suerte de aviso. Me gustó mucho que añadiera un honorífico a mi nombre, ya que "Vero-chan" era un apodo bastante extendido entre las personas que conocía; y yo lo disfrutaba, por lo que mis oídos tenían el privilegio de escucharlo seguido. Le devolví la sonrisa mientras me ocupaba en destapar mi bento, que contenía una buena porción de rico arroz, junto con una cantidad generosa de carne y un huevo, proteínas que me vendrían de maravilla para esta tarde, que tocaba karate en el gimnasio de Anong-sensei. Y hablando de artes marciales, Davz preguntó sobre el club de judo.

    Mi expresión no tardó en iluminarse.

    —Gracias —me ocupé de agradecer primero su buena voluntad de mirarme el rostro, luego de lo cual brinqué al tema de su pregunta—. Y el club de judo ha ido very nice! La semana pasada presenté el formulario para hacerlo oficial, ya que actualmente tiene siete miembros. Las actividades comenzarán una vez que terminemos el proyecto escolar. Eso sí, todavía debo decidir el horario.

    Hice una pausa para dar cuenta de un bocadito de carne con arroz, que mastiqué despacio y con delicadeza. En el proceso repasé nuestros alrededores. Ningún chispazo blanco a la vista. ¡Pero...! Era cuestión de tiempo para que se manifestara. Tras refrescarme con un trago de agua, miré a Davz.

    —Además de los folletos, también estuve repartiendo galletitas, ¿sabes? Con forma de trajes de judo. Mira… —saqué el móvil de mi bolsillo, busqué con rapidez una imagen de la galería y le extendí el aparato, para que la apreciara mejor—. Kakeru me enseñó a hacerlas, las horneamos en el club de cocina el otro día. Fueron todo un éxito si me lo preguntas, ese chico sabe bien lo que hace —afirmé con una gran sonrisa.

    >>¿Tú cocinas, Davz? —pregunté, mirando su bento.

    (Por cuestiones narrativas, imaginá que el cinturón amarillo es azul (?))
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    Apenas le pregunté por el club se le iluminó el rostro, así que quedó claro que había sido una buena elección de conversación. Agradeció por lo de estar pendiente de su rostro, ya luego entró en tema y para resumir el club iba bien, ya tenía a sus integrantes, empezaría luego del proyecto aunque primero tenía que elegir un horario. Imaginaba que compartirían espacio con el club de esgrima, en el dojo.

    —Me alegro —dije con sinceridad.

    Aproveché la pausa para comer yo también, tranquilo, luego dijo lo de las galletas y acerqué el rostro a su móvil para poder mirarlas bien. Eran bonitas, la verdad, y me hizo gracia que estuviera tan comprometida con conseguir el club como para hacer comida temática y toda la cosa. Me sorprendió que hubiese sido Fujiwara quien le enseñara a hacerlas, porque aunque pecara de prejuicioso no tenía cara de preparar postres por ahí ni nada.

    —Quedaron muy bonitas. ¿Crees poder repetir el proceso? —Busqué saber junto a una risa—. Digo, para un día regresarle el favor horneándole galletas tú misma.

    Cuando me preguntó si cocinaba bajé la vista a mi bento, no era nada del otro mundo la verdad. Arroz, verduras al horno de las que sobraban siempre que preparaba una tanda, una porción de carne y paraba de contar.

    —Sí, casi siempre me preparo mi almuerzo y a veces preparo cosas para dejarle a una amiga, cuando me alcanza el tiempo —respondí refiriéndome a las cosas que preparaba de vez en cuando para Sasha—. Un día le dejé cuadritos de limón, otro panecillos de queso y así.
     
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    Que Davz se alegrara por lo del club hizo que me diera por servida. La sonrisa que le dediqué antes de comer, además de lo de la fotito, le transmitió agradecimiento. Era indiscutible la enorme alegría que había sentido todas esas veces en las que los demás me confirmaron que querían unirse al club… Lo cual no significaba que este tipo de cosas no me generaran un sentimiento similar. Este muchacho acompañó desde la distancia, pero con una sinceridad que me serviría de impulso. Para mantener la motivación al máximo, como no podía de ser de otro modo.

    En cuanto al tema de las galletitas de judo, con las que estaba haciendo famoso a Fuji sin darme cuenta, Davz me preguntó si podría volver a hacerlas… justo en el momento en que me llevé otra porción de comida a la boca. Debí responderle con un asentimiento a falta de palabras, porque no iba yo a hablarle con la boca llena, por muchas ganitas que tuviese de soltar todo mi palabrerío. Había bastante apetito de por medio y no fui capaz de demorar el siguiente bocado, ups. Fue una suerte que mi otra pregunta hubiese prevalecido en el aire, pues con ella siguió fluyendo la charlita.

    Tras echar una ojeada a su bento, Davz me confirmó que era él quien se preparaba sus almuerzos y, además, añadió el detalle no menor de que le hacía obsequios culinarios a una amiguita suya. Alcé una ceja con interés frente a esa mención y, casi sin querer, mi gesto se acrecentó ligeramente apenas escuché lo de los cuadritos de limón.

    Hice pasar mi bocado con un trago de agua, refrescante, antes de responderle.

    —Obsequiar algo que cocinaste con tus propias manos, en mi opinión, es uno de los detalles más preciosos que existen —comenté, dedicándole una mirada cálida—. Yo también preparo mis comidas; suelen ser un poquito meticulosas porque me ejercito mucho y la nutrición es clave para el buen desarrollo físico. Pero hace poquito me regalaron un almuercito casero y ahora, viéndote a ti, me dan ganas de hacer para los demás.

    Le había hecho regalitos dulces a Fuji, Jez y Mey, pero hasta ahora no se me había ocurrido prepararles un almuerzo para sus recesos. La sola idea me embargó de entusiasmo e hizo que sonriera con una ternura muy marcada al imaginar sus reacciones.

    —Ah, y sobre las galletas de judo —dije de pronto, entre risas—. Justo estaba planeando hacer el intento esta noche, sin supervisión de mi master chef. No soy buena para la repostería, por lo que los resultados finales serán… un misterio.

    >>¿Qué te parece si hacemos un trato? Si me salen bien, te daré una, a cambio de uno de tus cuadritos de limón.

    ¡Perdón la demora! Últimamente la chamba no me está dando tregua (mental) (?)
     
    Última edición: 27 Abril 2024
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    Era un poco gracioso el hecho de que esta chica pareciera tan transparente en sus ademanes, tan extrovertida y afable, en cierta manera contrastaba un montón con varios de los idiotas de tercero. Parecía tener más energía que la mayoría, yo incluido, y me hacía cuestionarme hasta dónde llegaba en realidad lo que parecía ingenuidad en ella. La pregunta interna no tuvo un fin particular, solo me alcanzó por alguna razón.

    Quizás porque había bastante gente rara en esta escuela.

    No creí que se detuviera demasiado en el asunto de la cocina, al menos no de la manera específica en que lo hizo, así que cuando señaló que preparar comida para alguien era uno de los detalles más preciosos me pescó un poco en frío. Miré mi almuerzo de nuevo, pensé en las comidas que compartía con Sasha, en lo que le preparaba y en sus galletas, recordé de hecho que era eso, un tupper con galletas, lo que me había ayudado cuando conecté más de lo que me habría gustado con mi soledad por la ausencia de mamá en casa.

    Sonreí sin darme cuenta, el gesto fue bastante suave, y le presté atención a Verónica en lo demás que dijo incluso si no dio esa sensación. Lo de que fuese meticulosa con la preparación de sus comidas tuvo sentido de inmediato, por el tema de la actividad física, pero acabó volviendo en círculo a lo de los almuerzo caseros y consiguió que se me escapara una risa.

    —Dicen por ahí que obsequiar algo que cocinaste con tus propias manos es uno de los detalles más preciosos que existen —reboté lo que ella misma acababa e decir y la miré—. Estoy seguro de que tus amigos apreciarían mucho que lo hicieras. A veces una comida casera parece capaz de arreglarte la vida.

    Luego me contestó lo de las galletas, si podría replicarlas, y confesó que pensaba hacer el intento esta noche sin ayuda del Master Chef. Bueno, ¿qué era lo peor que podía pasar en realidad? ¿Acabar con una tanda de galletas duras, suaves o quemadas? No creía que pudiera pifiarla tanto incluso sin supervisión, así que a lo mejor podía tomar el riesgo.

    —Un trato dices —comenté en voz baja, luego de haber comido un poco más, y fingí pensarlo muy seriamente mientras miraba el cielo—. Podríamos hacer ese trato, pero yo no trabajo por menos de dos galletas, Vero, eso debes saberlo.


    No pasa nada, Bru <3 la vida adulta hace que pasen esas cosas *el absoluto deterioro mental por la chamba*
     
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    Que me respondiera a lo de regalar almuerzos usando mis mismas palabras tuvo su cuota chiquitita de gracia, pero fue mucho más grande la oleada de ternura que me provocó. En cierta forma, se sintió como si acabara de adoptar una noción que hasta ese momento no había esbozado, la profunda importancia que podían llegar a tener los regalitos culinarios. Claro está que cabía la posibilidad de que Davz ya se manejara con esas ideas de antemano, pero me quedé más con la primera sensación.

    Por esa razón, cuando me miró y yo conecté con sus ojos, fruncí apenas el ceño, sin perder la sonrisa, y le dediqué un asentimiento como si fuera una sensei felicitando a un alumno que acababa de entender una filosofía muy importante. Puro teatro, sin más, que me duró menos de dos segundos: mi expresión se tornó radiante. Ni modo, era transparente hasta para estas cosas.

    —Una buena comidita casera tiene ese poder inimaginable, sin dudas —secundé a la idea de que éstas a veces podían arreglarte la vida—. Condimentada con muchas pizcas de cariño, pueden salvarte de un mal día o incluso mejorarlo si ya estás de buena racha. Y te acerca a las personas, que para mí es la parte más bonita.

    Volví a recordar el bento de la mamá de Fuji en mi casillero, envuelto en su pañuelo de crisantemos blancos y acompañado por la nota escrita por su hijo, y lo mucho que me había emocionado al descubrirlo. También rememoré lo deliciosas que estuvieron las galletitas caseras que me obsequió Cay la mañana que nos conocimos; si me lo preguntaban, para mí fueron la declaración oficial de nuestra amistad.

    En cuanto al trato que le propuse, la carita de Davz se tornó algo pensativa y no respondió enseguida. Lo imité cuando miró hacia el cielo, masticando una pequeña porción de arroz que me llevé a la boca mientras aguardaba su respuesta. El sol dominaba un cielo celeste, completamente despejado, motivo por el que no me costó detectar un pajarito blanco atravesando el aire como una flecha. Lo vi posarse sobre la parte más alta de la verja, justo a la altura de nuestras cabezas. Me sonreí.

    Davz entonces redobló la apuesta, lo que hizo que me volteara en su dirección con una ceja alzada.

    —Me parece una propuesta comprensible —respondí, divertida—. Aunque, en tal caso, tendré que recibir un igual número de cuadritos de limón —hice una breve pausa para pensar— ¿Qué te parecen tres? Una por cada arte marcial de los que tengo conocimientos.

    Karate kyokushin, judo y taekwondo. ¡Pero…! Mi propuesta ocultaba una pequeña travesura: le iba a dar una cuarta galletita que representase la esgrima, otra disciplina a la que me dedicaría en el corto plazo.
     
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    Verónica no tuvo mayor problema en secundar la idea, que había sido suya de por sí, de que la comida casera casi tenía cualidades mágicas. Era una verdad absoluta, escrita en piedra como el undécimo mandamiento, e incluso cuando sentía el vacío de mi madre en casa sabía que no todo se limitaba a eso. Había un mundo que existía gracias a la comida que compartía con Sasha y la que le preparaba a mamá cuando podía venir a quedarse unos días.

    Un mundo de gratitud que anhelaba pudiera borrar el hecho de que había sido arrancado de raíz.

    —Estoy totalmente de acuerdo —respondí aunque no hacía falta, solo no vi por qué guardarme el pensamiento.

    Me había subido en el tren de hacerme el pensativo respecto al trato, aunque no hubiera mucho que pensarle, y creí notar el chispazo blanco que cruzó el cielo, pero lo cierto era que sol me tenía un poco encandilado. Cuando regresé la mirada a Verónica opté por pensar que me lo había imaginado, así que solo continué con la conversación y la niña se subió al tren con una facilidad ridícula.

    —¡Pero claro! ¿Te pensabas que pediría más galletas sin asegurarte la misma cantidad de cuadritos de limón? Soy un hombre de principios, Vero, ¡de principios! —Me defendí aunque nadie me estaba acusando de nada en realidad—. Tres me parece bi- ¿Tres artes marciales?

    Las neuronas me habían hecho sinapsis con delay, para variar, y cuando procesé que sabía tres artes marciales pensé que la niña aquí presente era una absoluta amenaza a la sociedad aunque no medía ni uno con sesenta y cinco. Ni siquiera pude modular la sorpresa en el tono, aunque sacudí la cabeza para al menos no dejar la otra idea en el aire.

    —Bueno, bueno. Tenemos un trato —dije estirando la mano hacia ella, con intenciones de cerrar con un apretón de manos, como la gente de negocios.


    si fuese necesario por temas de tiempo esto podría ser un cierre JAJAJ
     
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    Ya daba por hecho que nuestra improvisada negociación culminaría con un intercambio casi equitativo, considerando que iba a añadir una galleta sorpresa a mi tanda prometida. Si le pedí más cuadritos de limón fue para añadirle un poquito de “dramatismo” al teatro en el que nos metimos tan de pronto, por la pura diversión. ¡Aunque…! Admito que me habían dado ganitas de probarlos desde el primer momento que los mencionó y, conociéndome, no me iba a conformar con uno solo; que Davz redoblara la apuesta me vino de maravillas en ese sentido, fue una oportunidad que tomé sin pestañear.

    Mi sonrisa se amplió con cierto aire travieso mientras escuchaba cómo se defendía de una acusación invisible. Me habría gustado poner una expresión un poquitito más seria para darle una simpática cizaña a nuestra escena, hacer como que lo ponía en entredicho sólo por las risas. Pero, otra vez, no hubo caso. Me lo estaba pasando de lo lindo con este chico y, por lo mismo, era complicado retener mi sonrisa. Además, Davz se desenvolvía con cierto aire sereno que llegaba a ser contagioso, su compañía empezaba a tener un efecto relajante.

    Asentí con entusiasmo cuando cayó en cuenta de que practicaba tres artes marciales. Mi gesto no reflejó arrogancia ni orgullo, pues eran terrenos en los que jamás caía.

    —Además de judo, también practico un estilo de karate conocido como Kyokushinkai —expliqué, guardándome el comentario sobre lo adorable que fue el tono sorprendido de su voz—. Y me sé un par de técnicas de taekwondo, pero a este arte marcial no le dediqué taaanto tiempo como a los otros dos —me reí.

    Acto seguido, tomé con delicadeza la mano que me ofrecía. Pero, en lugar de darle un apretón, posé mi otra palma sobre el dorso de su mano, envolviéndola entre las mías. El gesto no respondió a ninguna intención en particular, fue tan sólo una muestra inconsciente de mi faceta confianzuda.

    —Trato hecho —convine, dando un par de palmaditas amistosas sobre sus nudillos.

    Con este dulce negocio cerrado, seguimos almorzando con calmita y la charla, amena, viró en otras direcciones. Copito, por su parte, terminó yéndose con una pequeña bandada de gorriones que pasó volando sobre la azotea, por lo que su flamante presentación ante Davz quedaría para otra ocasión.

    Bueno, he aquí nuestro cierre. El momento campesino de Maze con Copito queda postergado (?)

    Gracias por la interacción, fue cortita pero estuvo bien soft uvu
     
    Última edición: 30 Abril 2024
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    Gigi Blanche

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    Llevaba bastante tiempo sin sentir la textura rasposa del metal bajo mi dedo, pero la rueda giró y al chispazo le siguió la pequeña llamarada. No le presté demasiada atención, bastó para encender el nacimiento del cigarro y, así como la había creado, la dejé ir. En cierta forma me enorgullecía desprenderme de esta mierda, iba tachando los días en el calendario como un adicto en recuperación, pero en el fondo una voz insistía. Decía que sólo era cuestión de tiempo y suponía que llevaba razón.

    ¿No lo era todo en la vida, de por sí?

    Me había sentado en el suelo y dejé caer la cabeza contra la reja; el humo se camufló con las nubes. Era una mierda, pero me ayudó a calmarme y cerré los ojos, intentando dejar de pensar. El mundo no se detenía, no lo hacía nunca y, como tal, no me permitía lujos. No podía dejar de estudiar, ni de hacer las compras, ni de tenerle paciencia a los niños, ni de trabajar. No podía dejar el proyecto a medias ni desentenderme de mi grupo, no podía desaparecer del Paraja, negarle nada a Frank. De su boca había salido el apellido de Arata.

    Y ahora su padre estaba muerto.

    No era imbécil y tampoco me creía paranoica. Era, de hecho, terriblemente realista, y no tenía forma de ignorar la información ante mí. Primero había sido el anuncio de Cayden y luego, venida de una dirección diferente, la inocente búsqueda sobre el trabajo del papá de Ilana. Apenas até cabos lo entendí. Lo recordé y lo entendí. Los artículos no ofrecían muchos detalles, si acaso había leído las palabras "sobredosis" y "callejón", pero me daban igual los comunicados oficiales o la información pública, porque el maldito apellido había sonado en boca de Frank y no podía quitarme la sensación del cuerpo. Las horas corrían, el tiempo se me agotaba, y no sabía cómo volver al Paraja mañana.

    La mera idea estaba carcomiéndome la cabeza, me revolvía el estómago y, mientras tanto, se me exigía seguir siendo un ser humano funcional. No podía dejar de estudiar, ni de hacer las compras, ni de tenerle paciencia a los niños. No podía dejar de sonreírle a papá y mantener en pie las murallas que había heredado, porque nadie debía saberlo. Era un pozo que yo misma había cavado, que cada vez iba más profundo.

    Y que más y más se parecía a una tumba.

    Seguí fumando, en silencio, calmada. Pensé en el mundo que estaba torcido, en la muerte que había conocido, en los golpes que recibíamos y la necia, necia insistencia a seguir andando. Estaba bien, lo sabía. Atendería a clases, haría el proyecto, cocinaría la cena. Iría al Paraja, ganaría dinero, le compraría dulces a los niños. Nadie lograría ver los fantasmas ni descubriría mis pecados. Estaba bien. Iba a estarlo.

    Y eso, quizás, era lo peor de todo.


    uuuuh hacía mucho no usaba esa cintita, how wonderful

    ahí queda la wacha just because mi five demandaba un relleno to state the facts (?
     
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    Amane

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    Estiré el cuerpo en su totalidad al cruzar la puerta que daba a la azotea, dejando salir un ligero sonido de satisfacción una vez terminé y sentí los rayos del sol acariciándome la piel. Ah, ah, de verdad que adoraba estos días tan lindos de camino al verano, ¡me ponían de muy buen humor! Y Ali de buen humor era una noticia agradable para todo el mundo, no solo para mi misma.

    Me dejé caer a unos metros de la entrada, apoyando la espalda sobre la verja metálica, y saqué un cigarrillo para llevármelo a los labios. Cuando me acerqué el mechero para encenderlo, sin embargo, mi expresión rápidamente se tornó en una de ceño fruncido, pues al aparatito le dio por no funcionar, sin importar las veces que lo sacudí y sacudí intentando sacarle una chispita de nada, aunque fuera. Chasqueé la lengua, dejando el encendedor y el cigarro sobre mi regazo, y eché la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos al recibir el sol de forma tan directa.

    Quería fumar pero... God, qué pereza levantarme de ahí ahora.
     
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    quem

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    La semana había transcurrido tranquila por lo que parecía, no encuentre ninguna novedad más ahora que pensaba que se iba a desatar algo peor con la llegada de Enzo, ese chico llevaba la Oscuridad encima, así no se le notara en nada.

    Las clases en sí no me parecieron tan aburridas, por los garabatos que hice en cuaderno, pues no, no lo fue más bien, me estuve concentrado en otra cosa. Tenía que hacer un dibujo, para ser sincera eso no era algo, pensara mucho con un lápiz a la mano junto a lo que necesitaría, lo demás ya fluía.

    Quien me viera no pensaría que una princesa de la mafia, estudio arte.

    Si fuera por mí, el Don —mi padre—, ya lo sabía no tomaría ese lugar, estaba al frente simplemente porque era algo que tenía que hacer, por obligación, no podía renunciar a eso, mi hermano podría hacerlo, pero, él era muy pequeño, así supiera como manejarse en este mundo no me convenía mucho esa decisión.

    —Te veo muy pensativa reina de los tableros ¿En qué piensas?

    —En lo de siempre Panther —no me fije en Jean, seguí con lo mío, pensaba salir del salón ahora.

    —¿Y eso qué sería? ¿Renunciar a lo que es tuyo por derecho?

    Alce mis hombros sin mucha importancia.

    —Sabes que si fuera por mí lo haría con todo el placer del mundo —me incorpore para fijar mi vista en ella segundos después—. Pero ya sabes que sucedería si lo hiciera.

    Su mirada no me hizo saber nada, pues estaba igual de inexpresiva como la mantenía la mayor parte del tiempo, le sonreí en modo de gracias por su respuesta silenciosa, no perdí más tiempo y me dirigí fuera del salón, ni idea de hacia donde me dirigía, pero no quería estar por aquí cerca así que el único lugar que se me vino en mente fue: la azotea.

    Ni siquiera me puse a pensar que estaría ocupada o algo por el estilo, lo único que hice al estar ahí fue abrir la puerta y cerrarla, claramente no espere que al dar un paso hacia la barandilla notar quien más estaba ahí, unos metros de la entrada, sonreí en nada y episodios de lo que paso en la sala de arte repararon en mi mente, recordaba todo ligeramente. Parpadee y seguí mi camino, hasta llegar a donde realmente quería estar, al llegar me incline sobre ella y mire hacia el patio, recorrí todo el lugar en paneo rápido.

    —¿Y cómo se siente el sol, Ali-chan?

    holiss uwu
     
    Última edición: 9 Mayo 2024
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    Amane

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    ¿Acababa de quedarme dormida en mitad de la azotea? Efectivamente, acababa de quedarme dormida en mitad de la azotea. To be very honest, it wasn't even my fault. ¿Qué se suponía que hiciera? No podía fumar y el solecito me estaba dando de lleno en la cara, así que obviamente me iba a entrar el sueño y, vaya, ¿qué motivo tendría yo para no ceder? Y siendo aquel el caso... pues ni de coña me enteré de que alguien más había decidido salir a la azotea, vaya.

    No fue hasta que la persona en cuestión me habló, estando a mi lado, que me desperté por completo. No, en realidad necesité algo de tiempo extra después de escuchar sus palabras para procesarlas de verdad, pues mis queridas neuronas necesitaron sus buenos segundos para desperezarse y ponerse en funcionamiento. Pestañeé un par de veces, girando la cabeza hasta poder enfocar a Eda en mi campo visual, y me sonreí, algo adormilada todavía.

    —Pues de maravilla, claro. ¿Existe alguna persona a la que no le guste echarse una siesta bajo el sol? Que venga a pelearse conmigo, entonces —contesté, dejando salir una risilla de nada con aquel último comentario, y bajé la vista hacia mi regazo—. ¿Por algún casual tienes fuego, Eda-chan? Mi mechero ha decidido jubilarse, it seems.
     
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    quem

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    En sí, para ser sincera, no note nada de lo que pasara con Alisha, pues solo seguí con lo mío, obviamente con la sonrisa pegada a mi rostro. Como tal lo que hice después de llegar a la barandilla y darle un mapeo a todo el patio, pues me quede viendo un lugar fijo o eso fue lo que hice hasta que la rubia me contesto a la pregunta que le había hecho, no la mire ni nada solo ladee la cabeza al procesar su respuesta.

    —Yo soy esa persona —reí porque en parte de ser broma era real el sol y yo no es que nos lleváramos muy bien, podía estar por un ratito pero no para quedarme dormida con él.

    Lo otro que me dijo hizo que la mirara por encima del hombro, ¿Si tenía fuego? Porque sí, decidí buscar el mechero en el bolsillo de la falda, tanteé por un rato hasta que di con él, gire y me direccione hacia ella, al llegar la mire desde arriba.

    —Considérate con mucha suerte —eso lo murmuré mientras me agachaba a su altura en lo que lo sacaba y lo ponía al frente suyo—. ¿Te ayudo?
     
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    Amane

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    Alcé una ceja al escuchar la respuesta de Eda, repasándola brevemente con la mirada, y dejé salir una risa nasal al terminar el recorrido, negando levemente con la cabeza y encogiéndome de hombros para acompañar el gesto. Eh, yo era una fiel fanática del sol y el calor, pero no había mucho que pudiera hacer si había gente que no sabía apreciar las bondades de la vida; it was her los, not mine, after all.

    Me quedé mirándola mientras buscaba el bendito mechero, hasta que finalmente lo encontró y una ligera sonrisa se plantó en mis labios, contenta por no tener que esperar hasta llegar a casa para poder fumar. Dejé salir un suave 'mhm' de confirmación ante su pregunta y me llevé el cigarro a los labios, esperando a que la llama apareciera para inclinarme en su dirección y poder encenderlo al fin. Le di la primera calada, permitiéndome soltar un leve suspiro de satisfacción tras dejar salir el humo, y volví a echar la vista al cielo con algo de pereza.

    —¿Y qué te trae por aquí arriba, Eda-chan? ¿También vienes a caer en la dulce tentación del tabaco~?
     
    Última edición: 13 Mayo 2024
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    quem

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    Después de sacar el mechero y agacharme hasta su altura la chica se inclinó hacia delante para poder encender su cigarro, el fuego salió del mechero lo mire lentamente hasta que desapareció, pues ella ya había obtenido lo que quería, la observe fijo por algunos segundos en cuanto el humo salió de sus labios.

    Le dio una mirada perezosa al cielo, obviamente lo que me pregunto después hizo que una risa saliera de mis labios.

    —¿Aquí? —sonreí divertida—. Puedo decir que nada en concreto, —mis ojos miraron fijo, sin ningún contexto atrás suyo—. Para nada, vine a tomar aire, por así decirlo estar allá bajo es muy sofocante.

    No pasó mucho hasta que volví a fijarme en ella.

    >> Pero creo que eso no quiere decir que no pueda hacerlo ahora —mire el cigarro—. ¿Me regalas un poco? Olvide la caja abajo.

    ¿Era verdad eso? Pues si, nunca tuve la intención y ni pensé traer esa caja acá arriba.

    Holis uwu ahora si, por fin pude postear lo mismo que a belu <3 disculpame la demora.
     
    Última edición: 19 Mayo 2024
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  19.  
    Amane

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    Noté prácticamente al instante la mirada de la chica sobre mí en cuanto liberé la primera nube de humo, y aunque la tontería me hizo su respectiva gracia, la verdad es que no hice nada visible al respecto. Ya lo había dicho antes: aquel día estaba de buen humor y eso, por regla general, implicaba que tendía a quedarme más quietecita.

    Escuché la respuesta que me dio en silencio, solo asintiendo un poco con la cabeza para que supiera que le estaba prestando atención, y seguí fumando tranquilamente hasta que recibí su última pregunta.

    —Yo no regalo nada, bonita~ —solté, dándole una nueva calada al cigarro antes de extendérselo, junto a una sonrisa sedosa—. Si lo aceptas, vas a deberme algo después. So will you~?

    no te preocupes uwu
     
    Última edición: 20 Mayo 2024
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    Zireael

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    Dicho y hecho, solo le pregunté a Sonnen por lo del proyecto, me cambié los zapatos y me fui de los casilleros. Al subir lo hice en ascensor, pasé a la clase solo para dejar el maletín en mi lugar y noté a Allen con su llavero, fingí no llevarles el apunte, pero lo cierto fue que me hizo la misma gracia de siempre. La mocosa lo trataba como si fuese una exposición de arte, su salvador eterno o solo Dios sabría qué, el otro se dejaba hacer y me pregunté por fin hasta dónde no era cruel.

    No detener a alguien por quien no sentías una mierda.

    Era diferente cuando nadie sentía nada, suponía, por eso yo trazaba ciertos límites que sin querer me había pasado un poco por el culo a principios de curso, pero eso, que era mejor no hacer tantas estupideces. Incluso si la otra sabía que no conseguiría demasiado, no recibir el "Estate quieta" era más contraproducente para ella que para él, como siempre. Eran siempre los hombres cagándola, vaya, los hombres y Shiori suponía, que también se mandaba unas buenas cagadas.

    En cualquier caso, no le dije nada porque supuse que Altan lo haría y solo volví a salir de la clase para encaminarme a la azotea sin fijarme mucho en nada más. Subí sin prisa, abrí la puerta y cerré los ojos cuando sentí la brisa revolverme el cabello, caminé hasta la reja donde apoyé la espalda y saqué la cajetilla de cigarros, me puse uno en los labios y lo encendí.

    Inhalé el humo profundamente, lo sentí llenarme los pulmones y lo liberé por la nariz casi al mismo tiempo que sentí el móvil vibrarme en el bolsillo. Parpadeé, aburrida con todo el asunto, y lo dejé timbrar un rato hasta que me cansé lo suficiente para sacarlo, atendí la llamada sin demasiado interés, llevándome el aparato a la oreja.

    —¿Ni un buenos días? Rude —apañé en el momento en que la persona al otro lado de la línea comenzó a soltarme información.

    Era mi padre.

    Habló y habló sobre los Aoyama, que ya el viejo de Sho quería ponerle una fecha a las cosas, una fecha del próximo año y no podía seguirlo retrasando. Lo escuché, no dije nada, entonces colgué luego de decirle que yo me encargaba, como siempre. Acto seguido llamé a Sho, el pobre imbécil tenía día libre de la universidad así que me contestó dormido que te cagas, pero lo importante fue que atendió.

    Me monté el teatro del siglo, como casi siempre, le pregunté cómo estaba, si tenía planes para hoy en la noche y él, aunque sabía que era mi sacrificio de turno, me contestó que no, que podía pasar por mí para salir un rato. La criatura me ofreció ir al cine, lo rechacé, luego ir a comer, lo rechacé de nuevo y finalmente usó las neuronas para mencionar una galería, a lo que accedí. Estaba por cortar cuando le dije que si podía hacerme el favor de hablar con su padre, explicarle que quería dedicarme a mi último año de instituto sin estar pensando demasiado en otras cuestiones o lo que le pareciera necesario. Él, obviamente, me dijo que hablaría con el hombre de inmediato.

    Si había algo que resaltarle a este idiota era su diligencia. Era casi un mono entrenado.

    more relleno porque hay nUEVA MÚSICA *c muere* ahí queda
     
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