Azotea

Tema en 'Cuarta planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master sixteen k. gakkouer

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    Manson concordó en lo engorrosa que era la distancia hasta aquí y de un momento al otro supuse que probablemente estudiara con una beca, considerando la cantidad de trabajos que había dicho desempeñar. Fue un dato donde concluí y arrojé al archivo, como muchos otros.

    —Al menos te permite salir de Tokio un rato —analicé de forma distraída, de cara al sol—, respirar aire puro y todo eso. Nos contaron que hubo un campamento hace poco.

    El asunto del almuerzo me hacía bastante gracia. Suponía que era bastante descarado de mi parte pedirlo sin más, pero no recordaba haberme hecho problema alguna vez con... sutilezas sociales del estilo. Su respuesta a mi pregunta fue directa, pero la formuló de tal manera que no pude evitar pensar en otras interpretaciones. Seguía sin poder definir si era o se hacía, pero a efectos prácticos me daba igual.

    —¿Me la das? —repetí en voz baja, sin disimular que estaba disfrutando la situación, y reajusté la posición para incorporarme sobre un codo; giré el cuerpo hacia ella y le bajé un par de rayitas a la actitud de cabrón, nomás para seguir jodiendo—. Qué amable de tu parte, Kathie.

    Enfaticé el apodo tonto como había hecho antes y no moví un músculo, esperando a que ella procediera.
     
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    Insane

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    Hice un sonido afirmativo en cuanto mencionó que permite conocer la ciudad, al menos. Digamos que aunque fuese solo de pasada uno se hacía ideas de quizá un día salir a dichos lugares, por ejemplo una heladería bastante popular que quedaba cerca al trabajo de mesera, o el de los video juegos que habia fijado semanas atrás por andar caminando de camino al metel luego de una presentacion. Tenía sus ventajas siempre y cuando me quisieras poner buena cara a la vida.

    —Ah sí, pero no asistí, entonces ni idea de que tal estuvo —agregué por no dejar en el aire lo del campamento.

    Me daría mucha gracia el saber que pensaba si era tonta o me hacía la tonta, porque digamos que ni lo uno ni lo otro. Molestaba con quién me apetecía, y ya estaba, además, no era algo que hiciese muy seguido, suponía que a veces solo hacia falta, y bueno, la actitud de Yuta se prestaba para hacerlo así, con palabrería.

    —Supongo que sí. Dicen que es malo desperdiciar —murmuré en respuesta al notarlo re-acomodarse.

    Agregó un diminutivo en mi nombre por lo que solté con suavidad la tela de la falda que ajustaba contra mis muslos, deslizando las piernas y me acomodé apenas para poder desentenderme de que no me viese las bragas por la posición y sujetar el almuerzo.

    —¿Tú eres de los que se comen todo o siempre dejan algo a medias? —pregunté como si nada regresando mi atención visual al rubí de sus ojos, destapando de nuevo la ensalada.
     
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    Gigi Blanche

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    Seguí sus movimientos de forma tranquila al ella recoger el recipiente de la ensalada y reajustar su propia posición para destaparlo. Había dicho que era malo desperdiciar, incluso antes que no había asistido al campamento, pero no vi que nada ameritara una respuesta concreta de mi parte. Las posibilidades a la mano seguían haciéndome gracia y pestañeé, enfocándome en sus ojos con una sonrisa serena.

    —Es malo desperdiciar —acordé con sus propias palabras, y cedí ligeramente al peso de mi cabeza ladeándola un poco; la cara de niño bueno era cien por ciento intencional—. Me muevo mucho y como en igual medida, además siempre dicen que los muchachitos a esta edad son un barril sin fondo.

    Y no era mentira, tendía a comer como un hijo de puta. Hoy había omitido el almuerzo tras echarme toda la mañana masticando mentitas y, de todas formas, estos días puntuales no tenía tanto apetito. Suponía que las circunstancias lo ameritaban.

    —Tú lo dijiste, ¿no? —agregué, ligeramente divertido—. No puedo fumar con el estómago vacío.
     
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    Insane

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    Mencionó que se movía mucho, por lo que el apetito era mayor, y en verdad que sí, los varones solían comer demasiado. Me sonreí desviando las pupilas hasta la ensalada con el tenedor, le ofrecí recibiendo sus ultimas palabras sobre el cigarrillo y se me antojó seguir con la tontería.

    —Te entiendo, también me muevo mucho —esperé con calma a qué recibiera el bocado para retornar mi brazo—. Es decir que, hacemos ambos bastante cardio, es normal tener más apetito, ¿no crees?

    Pestañeé en lo volvía a retomar lo último de la ensalada, que serían apenas la proporción anterior, y está. Pobre, quedaría con hambre.

    —¿Y disfrutas hacerlo, Yuta? —ladeé ligeramente la cabeza—, el cardio, claro —a fin de cuentas así se calentaba antes de iniciar cualquier actividad física. Le extendí lo último de la ensalada después.
     
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    Gigi Blanche

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    La satisfacción que me bañó el cuerpo cuando la vi tomar el tenedor y acomodar la ensalada era probablemente hasta de malas noticias, pero eh, aquí no había nadie que me juzgara, ¿verdad? Me revolqué en la estupidez y moderé mis reacciones para mantener la expresión de antes. Ella me acercó la comida y yo me estiré un poco, sólo lo suficiente para cazar la mierda dentro de mi boca. La oí decir que también se movía mucho y murmuré un sonido afirmativo a su pregunta, mientras masticaba.

    Distraje la yema de mis dedos en la textura del suelo y me soltó otra pregunta. Interpreté la cuestión de primera mano, pero al recibir mis ojos se aclaró y no pude sino seguir divirtiéndome con su elección de palabras. Igual era yo el imbécil de la mente podrida, ¿qué más daba? Le echaría la culpa a los perros pulgosos de mis amigos y ya. No me impedía pasarla bien ni me daba cargo de consciencia. ¿Que si disfrutaba el cardio?

    Eh, no sé, ¿y si le preguntaba a mi cama?

    —Claro —concedí, disimulando la diversión, y me tomé una pausa para masticar el último bocado con calma—. Hay que hacer algo con toda la energía acumulada, ¿no? Además es como un círculo vicioso. Mientras más te mueves, más quieres moverte.

    Y aún sin ser cierto, no conocía otra cosa. No recordaba un puto momento en mi vida que me hubiesen permitido parar. La velocidad a la que iba probablemente fuera fatal el día que me descuidara, que pestañeara en el momento incorrecto y me estampara contra la pared, pero otra vez: ¿qué más daba? Comencé a acomodar mi postura, primero me senté y luego me incorporé hasta quedar acuclillado.

    —Gracias por la comida —dije, esculcando mi bolsillo, y alcé la cajetilla como antes le había mostrado el cigarro justo antes de apagarlo—. Queda poco de receso y no es mi intención perturbar a la dama, así que... —Me incliné en su dirección, consumiendo buena parte de la distancia, y mi sonrisa se ensanchó apenas—. Disfruta el solcito, Kathie.

    No me detuve en otra clase de convenciones sociales ni tampoco ostenté la decencia de hacerle compañía tras haberme compartido su comida. Me incorporé de un movimiento ágil y volví a ingresar en el edificio escolar, tranquilo. No tenía muchas opciones, así que... ¿los baños, suponía?


    por acá cierro con Yuta, gracias por haberle caído <3 i had fun with the asshole
     
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    Amane

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    Aquel había sido un fin de semana bastante entretenido, a decir verdad. Joey y yo finalmente nos decidimos a gastar el dinero que le habíamos sacado a Sasha, porque habíamos pasado por un montón de estrés esos últimos días y necesitábamos desconectar de nuestros problemas. ¡Y vaya si fue una buena inversión! Nos montamos en toooodas las atracciones que había disponibles en el parque, sin exagerar, nos hicimos un montón de fotos con cualquier personaje de Disney que nos pasara por la cara, y básicamente nos lo pasamos como unos críos.

    Acabé agotada, eso sí; tanto que ni siquiera quise venir a clase aquel lunes, pero... nobleza obligaba, ¿verdad? Llegamos a casa el domingo después de comer y caí rendida, así que mentiría si dijese que no había dormido con ganas hasta la mañana siguiente. Eso no quitaba que hubiera querido dormir más, claro. Pero bueno, bueno, bueno... ¡todo estaba bien! Estaba contenta, a pesar del sueño, y eso era lo único que realmente importaba.

    Igual no me apetecía demasiado lidiar con todo el tumulto de personas que me encontré en los casilleros, así que me escabullí hacia la azotea... pues porque sí, sin más. Me encendí un cigarro y me tumbé en mitad del suelo como si fuera aquello mi cama. ¿Era cómodo? En lo absoluto. Pero me apetecía recibir el sol de lleno. ¡Así era como había que recibirlo siempre, de hecho!

    will i ever leave her alone? well, the answer is no
     
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    Bruno TDF

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    El surgimiento de la actual semana me alcanzó con dolencias de diferente tenor, siendo fiel al patrón que daba su identidad a los lunes. Siendo que estos se erigían luego de alborotos nocturnos que iniciaban los viernes, me despertaba con distorsionadas punzadas en la cabeza, que formaban orquesta con la acidez estomacal y una sensación de pesadez. Eran las consecuencias del caos, de pequeñas supernovas. Y más allá del descontrol al que me arrojaba, mi espíritu se mantenía en extraña sintonía con la responsabilidad de asistir a mi instituto estudiantil… Por lo que me erguí con un esfuerzo sobrehumano desde el hueco de mi colchón y, al cabo de preparativos excesivamente lentos, me arrojé como un costal al interior del coche que me dejaba ante las puertas del Sakura, ignorando el silencio del chófer de la familia. En el corazón de la travesía, consumí pastillas de la enfermería, de esas que expropié durante mi tour con Pierce.

    En el aula busqué legar mi atención de la mejor forma posible. No era malo registrando las lecciones gracias a mis oídos, que algunos desmedidos catalogaban de “prodigiosos”; pero la concentración era un asunto distinto, se perdía entre las molestas latencias de la resaca y, para cuando la campana del receso terminó de fulminarme con su resonancia, fui consciente de mi agotamiento. Mi lengua se percibía pastosa, los muros de mi garganta se abrazaban por la sequedad. Así que cuando el bullicio humano se desató a mi alrededor, con sus promesas de distensión, me apropié de una botella de agua que había entre mis pertenencias para humedecerme con agua a temperatura ambiente.

    La sensación en mi garganta fue gloriosa, pero insuficiente: necesitaba tocar… música.

    Como todos los lunes, había traído el estuche de mi guitarra. Y como cada lunes, en sus entrañas no habitaba el mentado instrumento, cosa que descubriría en unos minutos. Sin mirar a nadie, tomé el objeto junto con mi botella de agua y traspasé el portal que servía como ingreso a esta aula. En el pasillo, me desgarré de la marea humana para virar en una dirección disruptiva, contraria: hacia las escaleras que conducían a la azotea.

    Aquí afuera, el clima se percibía agradable. Pero había sol haciendo resplandecer mis melena.

    Me ajusté las gafas oscuras sobre los ojos: podía tolerar el dolor de cabeza, de estómago, pero nunca terminaría de aceptar aquel que me traían las lanzas blancas, hechas de luz. Tras hacer acopio de voluntad para ignorar la amenaza, dejé el estuche en piso para abrirlo y...

    Otra vez, la flauta traversa se había infiltrado en su interior.

    Tomé el instrumento entre mis dedos, con el típico hormigueo de la confusión lamiéndome el cerebro. Al final, me encogí de hombros, porque de igual manera servía al propósito por el que había acudido a este espacio…

    Estar cerca del cielo, para que las notas se desvanezcan en la proximidad de las nubes.

    Acomodé la flauta entre mis dedos, devoré una larga bocanada de aire... y mi aliento emergió con una dulce transformación.


    quem :/*-*\:

    Esta es la música que se pone a tocar el Gaspy:

     
    Última edición: 27 Marzo 2024
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    quem

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    Las clases transcurrieron normal, estaba feliz para ser sincera y aunque mi preocupación por Adara no se notara, la sentía en todo mi ser. La campana del receso sonó en lo que me levantaba, recordé de pronto que había quedado con Kai a que ella hablaría con Meyer y yo con Sóloviov después de intercambiar números y eso. Deje el salón en lo que caminaba, reconocí algunas personas por el pasillo, salude al que distinguía por puro milagro, en eso no pensé que me encontraría con Enzo, lo salude después de que él me saludara con un movimiento de cabeza.

    No sabría decir hacia donde me dirigía, pero tenía mis alimentos en mano así que disfrutaría de la azotea, no me recordaba si era la primera vez que subiría a ese lugar en sí no le tomé mucha importancia en lo que abría la puerta el sonido de una música llegó a mis oídos era en una flauta, no pensaba interrumpir entonces distinguí a Gaspar, después de combatirlo conmigo misma pase y cerró la puerta con cierto silencio detrás de mí.

    La canción era muy hermosa, antes mis oídos, cerré los ojos, amaba la música y cualquiera que la tocará tan bien como lo estaba haciendo ahora Gaspar hacía que la tranquilidad pasara por todo mi cuerpo. No sabría decir si noto que alguien había entrado, pero me detuve una distancia pronunciada, o sino, pues hasta que él terminara de tocar se daría cuneta de mi presencia.

    Mientras tanto, disfrutaría de lo que estaba escuchando.

    Holis uwu Bruno TDF
     
    Última edición: 29 Marzo 2024
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    Bruno TDF

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    Mi alma se derramaba en cada nota naciente, como si fuese una frágil lágrima. Quizás estuviera compuesta de tal sustancia. En los melódicos aullidos que surgían del instrumento en mis manos, se hallaba volcada una cantidad inconmensurable de pasión, de sentimientos que mantenía comprimidos bajo la férrea calma con la que mi persona devenía en este mundo. Mientras tocaba, mantenía los ojos cerrados. La oscuridad se había tornado rojiza a causa del sol que atravesaba mis gafas, y posteriormente mis párpados, y en ese mar de color sangre circulaban recuerdos.

    Memorias de un hogar lejano que me negaba a arrancar de mí mismo.

    Prevalecía la sensación de desahucio en estas tierras, sin importar que hubiesen pasado dos años desde que el destino me arrojó lejos del San Petesburgo que en el pasado quise dominar a través del arte. Y, en paralelo, también rescataba lo demás, ese sitio que no estaba hecho de sensaciones adversas: la conversación de Pierce sobre el caos, el evento de baile que me permitió ser protagonista por unos minutos, las resonantes experiencias en la celebración de Abigail; en estos lugares creí encontrar las primeras raíces de una nueva pertenencia, una que hasta hace poco creía imposible.

    Abandono, anhelo y esperanza. Eso contenía el poder de mis notas, que se perdían entre las nubes. Mi ceguera temporal, el sonido y la concentración, en conjunto con la persistente resaca, me impidieron advertir la nueva presencia de la azotea. Y cuando mi interpretación finalizó con los tonos finales, continué sin reparar en su cabello de fuego…

    La razón: se produjo una nueva irrupción adicional.

    Un suave suspiro emergió de mis vías pulmonares, luego de que alejé el instrumento de mis labios. No tuve una intención inicial de mantener la unión de mis párpados, pero… el canto de un ave se infiltró en mis oídos. Una nota rápida, aguda… y muy cercana a mi posición. Pese al desconcierto, abrí los ojos sin prisas.

    Había un gorrión, con las garras aferradas al extremo de mi flauta.

    Conforme lo detallé, mi ceño se fruncía más a cada segundo. No se trataba solamente del hecho extraordinario de que un ave se me hubiese aproximado de este modo… El gorrión en cuestión tenía un plumaje blanco, que lo hacía brillar como una pequeña estrella, y no despegaba sus ojos carmesíes de mi rostro. Y alrededor del cuello tenía un… un… ¿collar rojo, con moño? Mis facciones se comprimieron aún más.

    Miré a mi alrededor. Mi porte era calmado, pero mi expresión delataba un ligero desconcierto. No tardé mucho en reparar que Fiorella, la chica del teclado, también se había apersonado en este lugar: su cabello resplandecía bajo el sol, como una atrayente flama. Me quedé mirándola desde la distancia, intrigado.

    —Fiorella —pronuncié, a modo de saludo, con el gorrión aún posado en mi flauta; señalé al animal con un índice, notando que este movimiento no amenazó con espantarlo— ¿Estás… viendo lo mismo que yo? ¿O acaso es tuyo?

    Tenía un collar, no había forma de que fuese un ser salvaje. El gorrión, por su parte, estiró las alas y las plegó.
     
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    Aún seguía concentrada en lo que Gaspar estaba tocando, se escuchaba muy bien para mis oídos musicales, en la forma cómoda en la que me encontraba escuchando los sonidos de la flauta, no tenía precio alguno. La cosa fue que de pronto una ave blanca se posó en el extremo de su flauta con las garras afirmadas en ella. Su pelaje blanco me parecía muy bonito.

    Ladeé la cabeza observando el ave intrigada, no tenía o no podía decir con certeza de que la había visto en algún lugar y con una persona en particular, no pasó mucho hasta que Gaspar reparó en mí, su mirada estaba intrigada.

    —Gaspar —lo saludé en un movimiento de cabeza, aun con mi vista fija en el gorrión y el chico, escuché su pregunta mientras negaba— Lo estoy viendo —le sonreí y me acerqué con algo de lentitud—. Y no, no es mío, en sí creo imaginarme de quién es, pero no estoy segura.

    Repase a la bonita ave y después a él.

    >> Pero es muy bonito ¿no? Nunca he tenido un animal.

    Bruno TDF Holisss, disculpame la demora he estado un poco saturada con las cosas de la Uni.
     
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    Bruno TDF

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    El desconcierto por la aparición del ave color fantasmal había sido preponderante, pero de escasa suficiencia para permitir que me distrajera de los dolores que aquejaban mi cuerpo. Seguía sintiendo secuelas provocadas por los elixires del vicio, y a eso se anexaba el calor implacable del sol y este ser emplumado, de pie sobre el destello de mi flauta. Los tres elementos conformaban un cóctel que distorsionaba, con más efervescencia, la armonía de mis sentidos. Por lo mismo, me habría gustado tener a lucidez suficiente para sentirme agradecido con Fiorella, debido a que su presencia me sirvió como una suerte de cable a tierra. Iniciar una conversación permitía que me olvidara de mí mismo.

    La entró en mi misma sintonía al saludarme, lo hizo con la pronunciación de mi nombre, matizado con un movimiento de cabeza que hizo resplandecer sus hebras de fuego. En el transcurso de su diálogo y acercamiento, mis músculos no emitieron reacciones notorias, aún atenazado por los sentidos embobados y el desconcierto. La escuché, sin embargo, registrando así las palabras que me concedía. Que también pudiese ver al gorrión me confirmó que no me había excedido la noche anterior, aunque el ave no le pertenecía y eso arrojaba más misterio en torno a su origen. Llegué a considerar, como un delirio provocado por la resaca, que este animal podía tratarse de un visitante recurrente de la academia…

    —Tu suposición puede servirnos de pista… —apunté con suavidad, al oírle mencionar que se hacía una idea de quién podía ser el poseedor del gorrión.

    Seguí sin realizar movimientos pronunciados al notar que primero miraba al ser albino, para luego concentrar la mirada en mi semblante. Escuché con calma su apreciación y la pizca de su biografía, la ausencia de un compañero animal… Antes de responderle, me permití escudriñar al ave, acercándolo unos centímetros a la proximidad de mi rostro. Incluso si lo veía con los lentes colocados, su color luminoso traspasaba con cierta fuerza la negrura.

    Y dolía.

    —Demasiada luz —comenté al aire, más para mí mismo—. Pero tiene una armonía especial. Como una nota blanca —el gorrión, para más intriga, movió la cabeza como sabiéndose aludido; era extravante, y parecía inteligente—. Yo tampoco he tenido un animal: no creo poseer la determinación para hacerme cargo.

    Fue entonces cuando, como activado por algo, giré paulatinamente hacia Fiorella, para encararla. De rostro, y de cuerpo. Con un gesto de cabeza, señalé la entrada de la azotea.

    —¿Podrías guiarme hacia la persona que, supones, se relaciona con este gorrión? —solicité con mi tono calmo— Para reunirlos nuevamente, de lo contrario podría preocuparse.

    Esto no es un cierre, es un "continuará en el siguiente receso" uvu

    No sé si Fiorella se refería a Vero, pero podemos asumir que Gaspy la acompaña hasta su salón y ahí soluciona su dilema de devolver al gorrión. Porque sí, se va a mandar adentro de la academia con pajarito y todo JAJAJA.
     
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    Zireael

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    El sol era demasiado brillante, las voces demasiado intensas y la cruz demasiado grande, todo apestaba a morgue, a vómito y alcohol. Llevaba desde la madrugada del viernes metiéndome todo el alcohol que pudiera conseguir, todo el tabaco que pudiera rascarle a quién fuese y la hierba barata de un camello de cuarta, porque su puta madre iría a buscar a Cayden en este estado. La suerte de RCP que había hecho Hikari, al menos, había impedido que le comprara las pastillas a Tachibana.

    Pero caminaba cerca del borde.

    Cerca de derrapar la moto o de mezclar las mierdas incorrectas.

    No recordaba un carajo de la ceremonia de Ryouta, nada, tenía un parchón en la memoria que debía ser del tamaño de una fosa oceánica, pero por la manera en que se comportaban mis hermanos y mamá ayer por la tarde supuse que solo había desconectado la máquina. Estuve allí en cuerpo, medio sobrio, pero no en alma y eso bastó para que mi familia me diera las gracias, pero yo no podía recordar.

    Tenía la cabeza llena de agujeros de bala.

    Me quedé en la casa con ellos un rato, hasta que mamá se fue a trabajar, mis hermanos se durmieron y ya no pude más conmigo mismo. En el dot&blue me dijeron que usara la semana para limpiarme, que me sacara toda la porquería del sistema, y el sábado tal vez me hablaban. Aún así en la madrugada de hoy seguí bebiendo, volví a casa antes de acabar vomitando y por la mañana saqué una sarta de estas botellas pequeñas, de las que metían los ricachones en minibares. Se las había pedido a Tachibana el domingo, el domingo que mutó en madrugada del lunes y fue cuando Yuzu y su General dieron conmigo.

    Zambullí una en cada bolsillo y varias más en el depósito de la moto. Sei me había pedido ayer que no siguiera faltando a la escuela con una cara de tristeza tan profunda, con un agotamiento tan grande, que no pude hacer más que prometerle que iría. Se lo prometí y le puse en las manos toda la pasta que me habían pagado en el bar hasta ahora, la que había medio sobrado del pago a los estúpidos por haberlo dividido con Sasha, la que hice después y algunas propinas de los clientes, también del gerente. Las horas extra sí me las pagaban de inmediato.

    Se lo prometí, pero cuando desperté hoy luego de haber dormido si acaso tres horas me temblaba todo el cuerpo, ansioso por el alcohol que no me dejaba el organismo hace días. Por eso había metido las putas botellitas. Por eso cuando llegué a la escuela esquivé los casilleros de tercero, ni siquiera me cambié los zapatos y subí por el ascensor.

    Al caer en la tercera planta esquivé a todo el mundo, no miré a una sola alma, seguí hacia la azotea y allí saqué una de las botellas, era de ron. Le quité la tapa, me la bajé de un tirón, la regresé vacía al bolsillo y con las manos sudorosas saqué los cigarros para encender uno. No podía borrarme de la cabeza el sonido del llanto de mamá y la silueta de Sei en la puerta de mi habitación, incluso si luego la mente se me llenó de parches.

    No podía borrar lo que le hacían a mi familia y estaba agotado. Estaba agotado, por eso Hikari había tenido que evitar que me ahogara en una tina con treinta y cinco centímetros de agua.

    Yo, que me había negado a morir cuando el sistema me deseaba en una gaveta metálica.


    bruh

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    Bruno TDF

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    Quien dijera que mi arranque en la academia Sakura no había sido bueno, se merecía un puñetazo en medio del hocico. En apenas mi primer día detecté dos elementos interesantes, uno de los cuales poseía el perfil que buscábamos. Tenían muchísima mierda detrás, uno podía olfateárselo a kilómetros de distancia. Algunos aromas me resultaban vagamente familiares, de otros no sabía nada pero se volvían interesantes por eso, ¿hacia dónde llevarían estos rastros… y cuánto riesgo correría de que me desollaran?

    Que lo intentaran si se atrevían.

    Lo cierto es que hoy, en los casilleros, me habría gustado encontrarme con Akaisa o incluso con el cachorrito irlandés para saciar mi aburrimiento, pero en su lugar me tuve que tragar la cara de Nakayama. Eran adorables sus intentos por hacer que no se le notara el fastidio de verme, pero con eso lograba incrementar mi regodeo y hacer que me pusiera más pesado de lo normal.

    Pobre Nakayama. En su momento fue toda una guerrera, pero ahora se las daba de pichoncita desplumada. Daba vergüenza ajena y asco, no la soportaba. Fue una suerte que me hiciera el corte, porque yo no estuve dispuesto a ceder y, de alargarse la “conversación”, habría terminado por fastidiarme tanto como ella. La despedí con una promesa, que fue ambigua como la mayoría de las mierdas que le soltaba a la gente, y me fui derecho para la terraza porque el encuentro me había dado ganas de fumar a horas tempranas.

    Y Koemi no estaba, la madre que me parió. ¿En serio iba a faltar en su segundo día, la muy dormilona?

    Al final sí que terminé llegando a la azotea un poco fastidiado, dejé escapar un bufido de resignación nada más sentir el sol pegándome en la cara. Llevaba las manos en los bolsillos, tanteando con los dedos la caja de cigarrillos que traía en uno de ellos. Iba a sacar uno, pero entonces vi al tipo de cabello rubio con la piel inundada en tatuajes, que además llevaba su propio cigarro en una mano. El cuadro hizo que cambiara de parecer, pero no por la posibilidad de rascarle algo de nicotina.

    No se había cambiado los zapatos.

    Se me escapó una sonrisa torcida que vino a curar partes de las sensaciones mañaneras. El rubio ya tenía pintas de ser cualquier cosa menos un santo, pero el detalle de su calzado me venía a indicar dos cosas: o era un rebelde al que le importaba un pimiento todo, o a lo mejor… estaba con problemas que le hacían olvidarse de las cosas más básicas. Pero vaya, que necesitaba llenarme las neuronas de humo para que funcionaran mejor, así que me acerqué a él como si nada, dejando el eco de mis pasos a mis espaldas.

    —Hey, ¿te sobra uno? —dije, señalando con la cabeza su boca humeante.

    :eyebrow:
     
    Última edición: 13 Abril 2024
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    Zireael

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    ¿Quién coño me mandaba a hacerle caso a Sei? No tenía que estar aquí, no estaba en condiciones de chocarme con nadie, ni con los que pretendía salvar del torbellino ni los que eran indiferentes o a los que podría dejarles caer toda la mierda y, de hecho, puede que la merecieran. Había momentos en la vida en que no debíamos estar a los ojos del público de ninguna clase y este era uno de ellos.

    Luego de haberme bajado el trago y encendido el cigarro cerré los ojos porque la claridad del día amenazaba con querer dejarme ciego. Seguí fumando, traté de poner la mente en la sensación de la reja tras mi espalda, el suelo bajo mis pies y mierdas más inmediatas, así al menos até la mente a algún lugar. Por años había juzgado a los que iban girando sobre sus pensamientos, atascándose, ¿pero qué estaba haciendo yo ahora?

    ¿No era igual?

    Ryouta estaba muerto y si lo dejaba seguir afectándonos habría ganado incluso así.

    Fue más un presentimiento que nada, aunque luego oí los pasos, y abrí los ojos antes de girar el rostro para recibir al maldito imbécil que había elegido ocupar el mismo espacio que yo hoy de todos los días posibles. El mocoso que apareció no lo había visto en mi puta vida, era relativamente bajo, de la estatura de uno de los Ootori; cabello negro, ojos de un tono de violeta, como los de Yuzu. Recordé la mierda que le había dicho la madrugada del lunes.

    Le había destrozado el corazón a nuestra hermana mayor.

    No reflejé ninguna emoción realmente, ni siquiera cuando una sonrisa torcida le alcanzó el rostro y pensé que también era un día de mierda para chocar conmigo mismo. Tenía cara de haberse titulado en reventar pelotas, el muy desgraciado, lo supe de inmediato. Me quedé en mi lugar, le di una calada al cigarro y su pregunta me irritó por varios motivos, algunos que ni tenían que ver con él seguramente.

    —¿Despertaste pensando en venir a rascar tabaco? —cuestioné sin que mi tono variara en ninguna dirección y mentí con el descaro que lo hacía siempre—. Era el último.


    :satan:
     
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    Bruno TDF

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    No mostró emoción alguna al verme. Igual había que ser corto de mente para no entender que mi presencia le caía como un grano en el culo, cosa que en verdad reafirmaba mi intención de quedarme a interrumpir su momentito de drama a solas. O sea, bastaba con mirarle la cara: no era sólo que tenía toda la apariencia de un sujeto que me mandaría a la mierda en menos de tres segundos, como todo buen pandillero de mala hostia, si no que… sus ojos se apreciaban como vacíos. Había más señales que recolectaba como información, pero en esas pupilas me quedó claro que este sujeto tenía un lío mental bastante importante ahora mismo.

    Bien, bien, otro que tal vez me servía.

    Le pedí un cigarrillo porque de verdad tenía ganas de fumar, por supuesto, aunque quizá también estaba entrando en el terreno del estudio que le había comentado a Akaisa. A esta escuela se venía a eso, era el pedido que colocaron sobre nuestros hombros. Y a mí en estas cosas me gustaba ser “responsable”. El tono con el que me respondió tampoco me dio muchas señales, además de hacerme teorizar que el rubio parecía un muerto viviente.

    Un brisa ligera y refrescante meció los cabellos de su nuca y siguió de largo para acariciar mi rostro. Mi sonrisa se ensanchó antes de responderle, debido a que… ¿Era alcohol lo que acaba de percibir mi nariz, o estaba loco?

    —Hablas como si entendieras del tema —dije, respecto a lo de despertarme con ganas de rascar tabaco—. ¿Así que el último? Es una lástima, vaya.

    Mi lamento estuvo cargado de indiferencia. No me quedó más remedio que sacar mi propia cajetilla, de la que saqué dos cigarrillos. Uno fue a parar a mis labios y lo encendí con completo descaro delante del rubio; no me importaba haberle pedido un cigarrillo teniendo los míos, ya me estaba poniendo jocoso. Tampoco le creía que el tabaco que llevaba en su mano fuese el último, pero descarté esa línea de acción y opté por hacer otra cosa.

    Puse el segundo cigarrillo a su alcance.

    —Tienes cara de que te va a hacer falta otro —dije, alzando al rostro para expulsar mi humo hacia el cielo; las volutas blancas resplandecieron ligeramente con el sol, y regresé a los ojos del otro—. ¿Mala noche, acaso?

     
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    Zireael

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    Apestaba, ¿cierto? Todo él apestaba y casi cualquiera habría podido notarlo, estaba en su silueta, su sonrisa y el hecho de que se quedara aquí. No reconocía su cara, pero sí su molde y recordé a Cayden diciendo que esta escuela estaba a reventar de gente sucia, recordé su ansiedad y también cómo lo había incluido en el saco con Yuzu, el de los cuentos de hadas. ¿Alguno tenía realmente el poder para levantar paredes tan gruesas? Paredes donde el caos del mundo no alcanzara a los nuestros, en donde el idilio pudiera crearse y sostenerse.

    No, no podíamos.

    Por eso el mundo debía incendiarse hasta los cimientos.

    Escuché al mocoso, no dije nada y seguí en mi lugar, seguí allí porque salir de la azotea implicaba enfrentarme a los demás y no podía hacerlo. Parpadeé, volví a fumar y dejé de mirar al chico, tampoco intenté encasillarlo a un bando porque no tenía sentido. No lo vi sacar los cigarros, pero lo escuché encender el suyo y pensé que era un cabrón hijo de puta.

    Su mano apareció frente a mí con un cigarro y entonces me arrancó la primer reacción del cajón. Sonreí, fue una sonrisa de mierda, la del eterno bufón revuelta con quién sabe qué más, y alcancé el cigarrillo porque su puta madre iría a negar tabaco gratis. El que yo estaba fumando estaba llegando ya a la colilla, así que me puse el nuevo en los labios, usé el anterior para encenderlo en cadena y arrojé la colilla por uno de los huecos de la reja.

    Me iba a faltar más de un paquete, si éramos realistas.

    —Hablas como si entendieras del tema —repetí ya con la sonrisa desvaneciéndose luego de dar una calada y luego respondí lo de la mala noche—. Podríamos llamarlo así. ¿Quién se supone que eres, perrito?

    Era el aspecto asilvestrado, ¿no? Se parecía a ella más de lo que debería.

    Había sentido el móvil vibrar en el bolsillo, pero no lo saqué. No lo saqué porque también habría implicado enfrentarme a alguien.
     
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    Gigi Blanche

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    Lamentablemente aún no me conocía lo suficiente esta escuela como para detectar los puntos ciegos que permitieran fumar en paz; los que no eran evidentes, quería decir. Me cambié los zapatos en los casilleros y subí y subí, chequeando la hora en mi reloj un segundo antes de empujar la puerta de la azotea sin nada parecido a la timidez. Estaba probando ser completamente inútil esperar un centímetro de soledad en este lugar.

    Mi expresión no cambió al reparar en las personas que había allí, si acaso reduje la velocidad a la que venía y empujé la puerta con el pie a la pasada, escuchándola cerrarse a mis espaldas. Para la gracia reconocí a ambos aunque, claro, con uno debía fingir demencia. En cualquier caso pasé de ambos y avancé hasta ubicarme contra la reja opuesta, lo suficientemente lejos de ellos para que todos mantuviéramos la fiesta en paz. Igual eso de andar oliéndose el culo como perros me la traía floja, por mucho que los demás apestaran.

    Dejé caer mi peso contra la reja, encendí el cigarro que seguía en mi boca y le di una calada profunda, soltando el humo en una suerte de bufido. Los había mirado sólo un segundo y me había bastado para detectar el estado horrible que se cargaba Shimizu. Pensé en Kaia, en que compartían clase, y me pregunté si el jodido imbécil planeaba echarse toda la mañana así, frente a ella. No había mucho que pudiera hacer, de todas formas. Luego en el receso comprobaría cómo se sentía y... y ya. Era lo que era.

    El peso y las consecuencias de nuestras decisiones, sin más.


    dont mind me, no vengo a molestar, era sólo para la trama :D *c hace invisible*
     
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    Bruno TDF

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    No nos confundamos, que yo no era ningún alma caritativa. Si ofrecí tabaco fue para asegurarme de que este tío no se llevara su destrozo mental a otro lugar. Había pasado la vida rodeándome de todo tipo de cabrones, y con ciertas especies me conocía trucos para tratarlos. Decir que le había sacado la ficha a este rubio sería demasiado pretensioso de mi parte, por lo que más bien podríamos decir que me aventuré con esta línea de acción que, para mi satisfacción, logró algo de efecto. El tipo mostró una sonrisa de mierda al momento de recibir el cigarrillo, y supe que había ganado un par de minutos adicionales para medirlo, para captar sus vibras, quién era. Su colilla anterior voló a través de la verja, cabía la posibilidad de que cayera en la cabeza de algún alma desafortunada… Lo cual nos importaba un carajo, visto lo visto.

    El muy bufón se apoderó de mis palabras para responderme y en respuesta me reí con levedad, a la vez que levantaba las orejas escuchar qué decía a lo de su mala noche. “Podríamos llamarlo así”, deslizó. Y razón no le faltaba, desde mi punto de vista. Lo estuve mirando con atención en eso breves segundos de intercambio. Y cuanto más lo hacía, mayor era mi sensación de que esto se trataba de mucho más que de una “mala noche”.

    El instinto me lo aullaba.

    —Soy el chico nuevo de la 3-1 —respondí, rodeado por mi propio humo; me apoyé en la verja, a su lado, sin mirarlo directamente—. Me puedes decir Ryu.

    No me jodió que me llamara "perrito", nombramiento frente al que fui, en verdad, indiferente. Mientras la bestia en cuestión tuviese colmillos, por mí podían apodarme como quisieran. Todas las bestias muerden fuerte, incluso el cachorro más inofensivo.

    Fumamos en silencio por otro breve instante. Si bien tenía los ojos puestos en las nubes, prestaba atención al rubio. Recababa información a través de los movimientos que veía de soslayo, incluso su silencio decía mucho. Necesitaba saber qué tan destrozado estaba para tenerlo… en consideración. Y hablando de gente a la cual tener en cuenta, en ese momento también apareció Hattori en escena. No estuve seguro de si llegó a ver la sonrisa torcida que le dediqué para darle una silenciosa bienvenida, pero por si acaso la mantuve hasta que ocupó si sitio en la verja opuesta.

    —¿Y con qué animal debería dirigirme a ti? —lancé la pregunta al aire para el rubio, envuelta en humo e ironía; era una referencia a lo de “perrito”— Tu nombre también me vale.

    Por acá cierro con el Ryuu, un placer venir a romperle los huevos a Arata :P
     
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    Zireael

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    Había algo en este cuadro que, incluso en un día menos de mierda, no acababa de gustarme. Sentía que el cabrón estaba aquí parqueado observando, leyendo, armando un rompecabezas mental y ante la poca claridad de su figura eso no anunciaba nada demasiado bueno, era completamente distinto de los esquemas que armaba yo, de los que armaban mis cachorros. Estas presencias fantasmales me tenían un poco hasta los huevos.

    Las malditas manos invisibles que rompían nuestros globos de cristal.

    ¿Nuevo? Hombre, uno aquí no podía morirse dos días en paz porque salían imbéciles hasta de debajo de las piedras, como cucarachas. Me limité a hacer un sonido, algo que fungió como un "ya veo" y tuve que tragarme la gracia (o desgracia, ni idea) al escuchar la forma en la que podía llamarlo. Lo diferenciaba un sonido, pero Ryu no era tan diferente de Ryou, como había llamado mamá al otro hijo de puta en medio de su llanto. En fin.

    Seguí fumando en silencio, me picó la ansiedad de bajarme la otra botella que tenía metida en el bolsillo, pero logré modular el impulso porque ya no me temblaban las manos y no me sudaba el culo. En ese lapso de tiempo apareció el otro cabrón, que con la abstinencia como la tenía quiso dejarme ciego, nos miró un segundo y yo no usé más neuronas en él.

    En cualquier caso, la pregunta del dichoso Ryu me alcanzó y antes de decir nada me acabé el cigarro de un par de caladas profundas, que lo consumieron con rapidez. Con eso hecho arrojé la colilla justo como la anterior y despegué la espalda de la reja, para comenzar a caminar hacia la puerta; el animal con el que podía dirigirse a mí lo llevaba en el dorso de la mano dominante, con la que había estado sosteniendo el cigarro, pero igual no fue la respuesta que di, no viendo que seguía siendo incapaz de posicionarlo en algún lugar del tablero.

    —Shimizu.

    También era apellido de animal, por eso nos metían en congeladores para escarbarnos las entrañas.

    Salí de la azotea, pasé directo en el pasillo y mandé todo a la mierda. No iba a comerme las primeras horas de clase, no había puta manera de que pudiera hacerlo, mucho menos ahora que compartía salón con Kohaku. Me encerraría en cualquier lugar y consumiría aire, justo como el año pasado. No tenía fuerzas para nada más y si Sei preguntaba, al menos había puesto un pie en la escuela.


    mY HUSBAND YUTA y el plot siempre bienvenidos *lo simpea fuertemente*

    por acá cierro con el pendejo, obvio, gracias por romperle las pelotas JASJAJ
     
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  20.  
    Zireael

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    Tenía el attention span de una mosca, eso estaba visto, así que cuando vi aparecer el rostro de Sasha por la puerta la saludé desde mi lugar aunque noté que venía por Suiren. En ese mismo lapso de tiempo Ilana salió, se fue más gente, y Abby cumplió con su responsabilidad de guía turística. Sasha me había regresado el saludo así que me quedé de lo más contento hasta que recordé el proyecto y vi que medio mundo se me había ido en las narices. Cualquiera se preguntaría cómo había llegado hasta tercero en estas condiciones.

    Suspiré, busqué mi almuerzo sin más opciones y me debatí respecto a dónde ir a meterme. Al final lo que me quedaba más cerca era la azotea, así que para caminar menos y poder decir que estaba afuera encaminé los pasos hacia allí. Abrí la puerta despacio, asomé la cabeza por si había alguien y al notar que seguía vacía salí para sentarme usando la reja de apoyo para la espalda.

    Escarbé en el bolsillo del pantalón para sacar el móvil, busqué el chat de Suiren y escribí algunos mensajes rápidos.

    Hey
    Sigo vivo, por si alguien se lo preguntaba
    Me colgué con el proyecto, pero si ya decidieron a alguien yo me adapto
    No tenía sugerencias para la entrevista igual
    Si te vas a reunir con los demás o algo me avisas


    Pobre tipo, medio que parecía un spam eso, pero no le di demasiada importancia y regresé el teléfono al bolsillo apenas envié el último mensaje. Con la misión cumplida desenvolví el almuerzo, lo destapé y revolví un poco el arroz antes de empezar a comer. Me picaron las manos por fumar un poco, pero Dunn llevaba ya varios días sin contestarme y la reserva se me había acabado, así que ni modo.


    Insane registro de que Maze le mensajeó a Sui nomás

    por demás, tenía ganas de rolear al pendejo así que ahí queda al servicio del pueblo y pues hold el doble post, i fear nothing
     
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